Juan Villoro interroga al fantasma de su padre
LA GUARIDA DEL VIENTO
De prisa, de prisa
La famosa película de Saura con este título es de 1981 pero podría referirse a nuestra vida actual. Los protagonistas de Saura eran cuatro delincuentes juveniles que vivían a toda velocidad. Su ánimo no encontraba un lugar de reposo. Los chicos iban de un lado a otro buscando siempre ir más de prisa. Hoy en día, en los tiempos que Zygmunt Bauman ha definido como “líquidos”, ocurre lo mismo. Todos formamos parte de una banda. Las redes sociales están llenas de grupos de correligionarios. La velocidad de nuestras sensaciones y acciones se expresa en las que dictan los aparatos que nos acompañan. ¿Cómo hubo un tiempo en el que la vida fue posible sin los teléfonos móviles? Hoy habría que introducir ese aditamento en los cursos de anatomía. Los mensajes no dejan de sonar en esos amuletos de lo inesperado. Esa velocidad también se expresa en que vivimos en el reino de las palabras de vocales abiertas y de una o dos sílabas: “google”, “chat”, “whatsapp”, “chatbot”. Un amigo es un “bro”. Una expresión de asombro es “wow”. Donde antes se saludaba con un “hola” o el formal “buenos días”, algunos dicen “hey”. La civilización de hoy es de monosílabos y vocales abiertas, una explosión de sonidos continua. El que toca la melodía del mundo es un percusionista. Ese es el lenguaje que expresa nuestra velocidad personal, un tema de la película de Rebeca Miller.
Hay una velocidad en cada persona pero también en cada comunidad y en cada época. La velocidad de nuestro tiempo es extrema y allí está el lenguaje que la representa. Esa velocidad impuesta nos lleva a los ensayos de Byung-Chul Han y su idea de la autoexigencia como un “mal de esta época”. El filósofo coreano nos ha definido como “la sociedad del cansancio”, lo que puede explicar la radicalización de las ideologías, si cabe llamarlas así. “Ahora uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando”, ha escrito Byung-Chul.
Y sin embargo sobreviven algunos espacios sagrados que nos esperan. Los museos, las iglesias, las bibliotecas, las cafeterías, los parques son lugares hechos para detenernos. Su función es que podamos mirar, entender, acaso contemplar. Esos recintos no han desaparecido pero llevan las de perder, por lo pronto. No es casual que las tres grandes carencias del mundo moderno sean el tiempo, el espacio y el silencio. Cada vez hay menos de cada uno de ellos.
La prisa es una droga moderna con millones de adictos y una expresión de la profunda soledad de sus habitantes. Por algún motivo que no es del todo claro, a todos se nos exige resultados en el trabajo, en la familia y en la vida, si cabe definir tal cosa. Prisa y producción van de la mano, como si el mundo fuera el escenario de una competencia. A propósito, siempre recuerdo el poema de Blanca Varela. “Digamos que ganaste la carrera/ y que el premio/ era otra carrera/ que no bebiste el vino de la victoria/ sino tu propia sal/ que jamás escuchaste vítores/ sino ladridos de perros/ y que tu sombra/ tu propia sombra/ fue tu única/ y desleal competidora”. _
Manto de gemas. Dirección:
HOMBRE DE CELULOIDE
Fuera de campo
La ética del arte visual está en el cuadro, en eso que el artista quiere que miremos. Y lo que no. Manto degemas(disponible en Mubi) trasciende la visión morbosa que se ha ido constituyendo en lugar común, tanto en la prensa como en el cine mexicanos. Y es que la banalización de la violencia se ha convertido, con tanta denuncia, en aburrimiento ante el mal. La cosa fastidia más porque para ver cosas terribles no es necesario ver una película, basta con un clic de internet y hemos perdido el sueño. Pero Natalia López Gallardo ha conseguido con un tema difícil, en su ópera prima, una seductora mezcla entre arte visual y arte narrativo. Mantodegemas comienza con un elegante juego en que la exposición de la cámara se ajusta poco a poco hasta que alcanzamos a ver un árbol. Estamos en la campiña. Con ritmo pausado comienza la narración. Un hombre está cortando madera. Desde la ventana lo mira una mujer detrás de la cual hay otro hombre quien, asumimos, es su marido. Este intenta hacerle el amor de modo violento, pero ella se zafa y él se enoja. Lanza al suelo una silla. Nosotros, que nos hemos quedado fuera de la ventana, no necesitamos de otro sonido que no sea el machacar del leñador y el ruido de la campiña para saber que
la protagonista de Manto de gemas es una mujer que desea que el amor sea algo más. No es este el único momento en que Natalia López Gallardo consigue posicionarse en el mejor sitio para contar su historia. Cuando sabemos que la directora está contando una película que gira en torno a la violencia de los secuestros y el narco, uno teme haber sido atrapado por una escalada de morbo al estilo de Heli, esa celebrada obra en que Amat Escalante mostró en desnudo frontal a un menor de edad a quien le queman los genitales. Pero no. Al otro extremo del morbo sin porqué, la cámara de Natalia López Gallardo, justo a la mitad de la obra (cuando nos enteramos de que a la protagonista le gusta que le peguen, pero que le peguen bien), sale de campo y, como siguiendo las ideas de André Bazin, comienza a evadir la brutalidad que corrompe a la sociedad mexicana. Esa en la que tanto se han regodeado quienes quieren llegar a Cannes. La protagonista ha sido golpeada, pero la directora
retrata una ensalada que la mujer come junto a su mamá y confirma que el horror es peor cuando solo lo imaginamos. Es relevante el hecho de que Natalia López Gallardo no haya necesitado regodearse en el morbo y que se concentre en construir personajes. Tanto así que, llegado el momento climático, el cuadro se enfoca en el estéreo de un auto y escuchamos una canción de Mocedades. ¿Acaso la mujer que quiere ser golpeada ha recibido lo que ha estado deseando? Aquí hay algo que queda a la interpretación. Por otra parte, no es que Natalia López Gallardo haya encontrado el secreto del agua tibia. Shakespeare, en Macbeth, cuenta el asesinato de Duncan fuera de escena, pero en su caso lo hace para desafiar las convenciones teatrales en torno al espacio y el tiempo. Natalia López Gallardo parece hacerlo más bien por una cuestión de ética. Si en el extranjero, sobre todo en Cannes, se celebra a un cine cada día más explícito, la directora de Mantodegemas parece negarse a seguir siendo cómplice de la violencia. Y no la reproduce. El cambio de enfoque para retratar el tema del narco en México no implica un regreso al teatro clásico sino más bien una postura ante el mal. Fastidiados de la nota roja podemos encontrar sosiego en esta película en que vemos lo suficiente para ser testigos de aquel horror. _
La directora confirma que el horror es peor cuando solo lo imaginamosNatalia López Gallardo. México, 2022.
Las tres grandes carencias del mundo moderno son el tiempo, el espacio y el silencio
POESÍA
XLIII
JUAN RAFAEL CORONEL RIVERA¿Qué comes cuando comes?
A ti mismo, caníbal. A qué hueles, manjar, si no es a mí.
Me gusta ese cuenco, mis manos desolladas, donde bebo y retorno en una sangría de mi temple.
Hoy me apetezco, ceviche me sabroseo. Atajado con la lima que lima y el mujo del ají, ese relumbrón que me atiza el lenguaje.
Me como las uñas, me muerdo los labios, me come el ansia, me muerde el destino y amor con hambre no dura. Por eso al prójimo acomedido le come lo que está escondiendo.
Y en el sexo el que recibe, come bien; el que da, duerme mejor.
Salucita de la buena.
Este poema forma parte de Llegamos hambre, publicado por Talamontes Editores. El libro se presentará el jueves 15 de junio, a las 18 horas, en la Casa del Poeta.
EX LIBRIS
ANTESALA
LOS PAISAJES INVISIBLES
Retratistas en la corte
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGasconUno de los grandes ídolos de Cioran fue Saint–Simon, pero no Henri, el filósofo positivista, sino el pariente lejano de éste, Louis de Rouvroy, el duque y diplomático cuyas Memorias sobre la corte de Versalles, durante el reinado de Luis XIV, son una obra cumbre del retrato.
Cioran admiraba la genialidad con que Saint–Simon capturaba la esencia de los aristócratas, doncellas y chambelanes que revoloteaban alrededor del trono, unos como abejas o luciérnagas, otros como zánganos o moscardones, y cuyos fines, proyectos o ambiciones engendraban en su interior una buena dosis de miseria. Al determinar a un personaje, Saint–Simon rompía la cáscara que encubre al ser y revelaba su misterio, mas no siempre podía eludir la simpatía o el desdén que le inspiraban sus homenajeados, al fin y al cabo, ese es el riesgo que asume el retratista y, decía Cioran, “era injusto y profundo; injusto por apasionado y profundo porque quería ir hasta los límites, hasta el extremo de los seres”. Cuando el proyecto de publicar un Saint–Simon esencial en lengua inglesa se fue al garete (propuesta que le hizo a Cioran una amiga estadunidense), lamentó la oportunidad perdida de seleccionar los retratos que más le apasionaban, pero no consideró la idea de escribir un libro sobre el memorialista. A decir verdad, pensó Cioran, un tributo a Saint–Simon quedaría incompleto sin la obra de sus contemporáneos, discípulos y sucesores, que también cultivaron la semblanza. La tarea, entonces, fue llevar a cabo una compilación (Antologíadelretrato), y eligió a un puñado de observadores cuyos fragmentos ensamblaron una peculiar historia del siglo XVIII porque “el solitario rara vez tiene una visión amarga de la naturaleza humana; superior a sus desagrados, piensa en el hombre desde una gran altura, desde demasiada distancia como para rebajarse a odiarlo. Muy diferente es el caso del individuo sociable o atareado. Ya en la Edad Media, como anota Huizinga, no es en los claustros donde se deja ver la perfidia de los hombres, sino en el entorno de los príncipes, sobre todo en los poetas que estaban condenados a vivir en la corte. Más tarde los salones habían de instituir la tiranía de la omnipresencia humana, lo odioso de una existencia de la que la soledad es desterrada. Quien vive por la sociedad vive contra ella. En gran parte, el retrato como género es el resultado de la venganza y de la pesadilla del hombre de buena compañía que ha lidiado demasiado con sus semejantes como para no execrarlos. Por agotadoras que sean las pruebas del saber vivir, no podrían compararse con las del solitario, únicas, inimitables en todos los ámbitos”.
Madame de Staal–Delaunay, Grimm, Madame du Deffand, Marmontel, Madame de Genlis, Rivarol, Etienne Dumont, Talleyrand, Madame de Stäel, Chateaubriand, Joubert, Benjamin Constant, Sainte–Beuve y Tocqueville, son algunos de los informantes con que Cioran elaboró un mapa de venganzas o chanchullos, de vicios o virtudes y de puñaladas traperas incluso, porque en su itinerario el retrato más visceral es el se que hace entre los amigos (Charles de Rémusat refiere que el barón de Barante, admirador de Benjamin Constant, decía de él en sus últimos años: “Es una ramera que ha sido bonita y que termina sus días en el hospital”; Chateaubriand anota de la rica pero tacaña Madame de Coislin: “Cuando la encontraba hundida en inextricables cuentas, me recordaba al avaro Hermócrates que, dictando su testamento, se había instituido como su heredero”).
Autobiografías, correspondencias, diarios, cuadernos de notas. Cioran recuperó las plumas de los cortesanos y consiguió trazar un cuadro en el que los celos, la insatisfacción, la necedad, el odio, la insidia, el disimulo, el rencor, la sordidez, la ratería, el servilismo y todo tipo de lacras se condensan en el peculiar, y más complejo, espíritu de la especie humana, el del arribista. _
“Llegué a pensar que él era un agente soviético”
D¿Cómo fue el proceso de escribir el libro, a qué te enfrentaste en el camino?
to de un personaje, como en cualquier novela. ¿Cómo recreaste a un personaje como tu padre?
esde la Odisea hasta Los hermanos Karamázov, de Dostoyevski; deCartaalpadre, de Kafka, a PedroPáramo, de Juan Rulfo, la figura del padre en la literatura ha sido una presencia recurrente. La filosofía también se ha ocupado del tema. Freud habló de “matar al padre”; para Lacan, padre “nadie lo ha sido nunca por entero”. “Con el advenimiento de la burguesía”, dice Élisabeth Roudinesco en Lafamilia endesorden, “el padre devino patriarca”. La influencia que el padre ejerce en su descendencia sigue dando páginas memorables. Es el caso del reciente libro de Juan Villoro, Lafiguradelmundo(Random House), un testimonio entrañable que sin duda dejará una marca en el trayecto del escritor. Quizá porque, como se dice, aquí aventó el alma.
¿Desde qué lugar emprendes este diálogo póstumo con tu padre?
Hay muchas maneras de enfrentarse con los seres queridos, que no dejan de ser las personas más misteriosas que conocemos. Muchos autores escriben movidos por un deseo de revancha. En mi caso, no quise hacer un ajuste de cuentas, pero tampoco una hagiografía. Hay heridas, pero me pareció importante narrarlas una vez que estuvieran cicatrizadas. Por eso tardé tanto en escribir el libro. La vida produce roces, pero el entendimiento los cicatriza. Y comprender al otro implica verlo en sus luces y sus sombras; con los datos que aporto, otros lectores podrán interpretar a mi padre a su manera, sin coincidir necesariamente conmigo.
Me parecía importante escribir de mi padre sin escribir de mí, o solo escribir de mí en la medida en que fungía como testigo. Mantener esa perspectiva era importante para no caer en la crónica selfie, que está tan en boga. Por otra parte, tuve desacuerdos fuertes con mi padre y creo que cometió errores, aunque también fue una persona admirable. Quise mencionar puntos de conflicto, pero desde una zona en la que lo comprendía. Los hijos debemos hacer un trabajo unilateral para entender a los padres; si solo juzgas el afecto y los beneficios que te dieron, te quedas corto. Es importante aquilatar sus limitaciones como algo que no necesariamente nos lastima. En mi caso, este proceso tenía que ver con un trasvase de personalidades. Mi padre se dedicaba a la filosofía y era muy racional, yo me dedico a la literatura, que depende de emociones. Entender a mi padre a mi manera implicaba escribir de una persona reservada en clave afectiva. No sé si el libro le gustaría; sé que lo pondría nervioso, y eso me parece suficiente.
¿Por qué “la figura del mundo”?
Mi padre se refirió varias veces a la manera en que ciertos pensadores logran entender la constelación de sentidos que define la realidad. Usó la expresión de “La figura del mundo” para aludir a sor Juana y a los pensadores del Renacimiento. Le fascinaba pensar que detrás del caos de la realidad había una figura que la definía. Por eso el subtítulo del libro es Elordensecretodelascosas
Eres nervioso pero observador, dices ya avanzado el libro. Hay detalles como el pañuelo que usaba tu padre que ayudan a afinar el retra-
Mi padre repudiaba las anécdotas, los chismes, los detalles personales. Tal vez por eso a mí me interesa tanto saber cosas privadas de la gente. Cuando abordas a alguien en plan literario, no solo escribes de lo que sucede sino de lo que podría suceder; hablas de la vida íntima, los sueños e incluso la vida secreta. Mi padre actuaba como si no tuviera historias personales, por eso me parecía tan importante descubrirlas. Cuando murió, en 2014, muchas personas se acercaron a contarme cosas de él. La muerte no cierra la puerta: deja abierto un resquicio para las memorias. Gracias a las cosas que escuché, completé el retrato de una persona que tenía una vida pública muy rica, pero que era muy hermético en su vida privada.
¿Cómo sobreviviste a la figura de un padre sobresaliente, poderoso? ¿De qué manera te deslindaste para trazar tu propio destino y, al mismo tiempo, conservar la cercanía tanto en lo personal como en términos profesionales?
Los hijos tenemos una compulsión a repetir a los padres o a rechazarlos por completo. Freud dice que hay que matar simbólicamente al padre. Prefiero lo que dice Jodorowsky: hay que absorberlo. Según entiendo, no se trata de incorporarlo por entero a tu vida, sino de asimilar lo que te conviene de él. Nunca quise compararme con mi padre, pero no me importa que otros me comparen con él. Fue una persona espléndida y hay muchas maneras de demostrarlo; lo decisivo era saber que había sido una
persona espléndida paramí, en el campo donde el hijo encara al padre. Solo al escribir Lafiguradelmundoentendí lo mucho que le debo en el plano que menos mostraba: los afectos. Recuperar la vida en común me permitió descifrar que ciertos actos en los que no había reparado eran pruebas de cercanía emocional. Escribir es un proceso de autodescubrimiento y esa transformación me resultó decisiva.
Infancia es destino. Tu padre prefería las ideas a los afectos. ¿Cómo te marcó este padre austero que buscaba el sentido de la vida? De niño me costaba trabajo entender a qué se dedicaba. Llegué a pensar que era un agente soviético porque tenía prohibida la entrada a Estados Unidos, actuaba con total sigilo, era de la UNAM y la televisión decía que los comunistas se habían infiltrado en esas aulas para impedir las Olimpiadas. Tener un padre que actúa pensando en otra realidad es extraño para un niño, pero en cuanto comencé a leer iniciamos un diálogo que no se interrumpió. Necesitaba un talismán para llegar a él y lo encontré en los libros.
A la historia de tu padre la atraviesa otra, la del México que vivió. ¿Qué representó México para él? ¿Cómo se acercó al México profundo y cómo surgió su interés por el indigenismo?
Quise escribir un libro íntimo que al mismo tiempo trazara un panorama de las luchas sociales de México. Mi padre estuvo en la fundación del PP con Vicente Lombardo Toledano, apoyó la Revolución cubana, participó en el movimiento estudiantil del 68 y en la reforma política de 1977, militó en el PMT y fue asesor de los zapatistas. Estas causas definen al México del siglo
XX. Detrás ponente lona y porque impidió y porque le pareció violento. cautivó: los del que vivían Como estudió ilustrados logos. grandes enMéxico del levantamiento le dio un intérprete arco de ventud en la vejez ¿Cómo con el ¿Cuál ro tenía Mi padre Marcos tud, por dad discursiva, mundo saje muy la importancia binar ética, ejemplo, ner el los zapatistas taban El mayor ra la izquierda, él, era democracia donde deciendo, de la presentativa, ciudadanizar ca, jubilando fesionales y ejercer
Dices te define protagonista cubres blas de Los datos preto, pero los descubrimiento bir de le debía de la escritura rrando a verlo cuando pecie tivó. Por y por eso La figura atravesado ha dejado ces que de quien experiencia moria, dejado La memoria ción. sitas situarte do, y eso cosas
En su libro más reciente, Juan Villoro confronta literaria y emocionalmente a su padre, el filósofo Luis Villoro, un hombre que prefería las ideas más que los afectosGUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA ARACELI LÓPEZ
“Quise mencionar puntos de conflicto, pero desde una zona en la que lo comprendía”
Detrás de todo eso había un componente personal. Él nació en Barcecreció en Bélgica. Vino a México porque la Segunda Guerra Mundial le impidió seguir estudiando en Europa porque su madre era de aquí. El país pareció horrendo: injusto, desigual, violento. Pero encontró algo que lo cautivó: los pueblos originarios, tanto del pasado como los del presente, vivían en el “México profundo”. Como no tenía acceso directo a ellos, estudió a sus intérpretes, los frailes ilustrados y los primeros antropólogos. Así nació su primer libro: Los grandesmomentosdelindigenismo
México. Lo singular es que después levantamiento zapatista el destino la oportunidad de ser, también él, intérprete directo de los indios. Su de vida se cerró así: lo que en la juventud fue una preocupación teórica, vejez se convirtió en una vivencia.
¿Cómo fue la relación de tu padre el subcomandante Marcos?
¿Cuál era la visión que Luis Villotenía de la izquierda en México? padre admiraba profundamente a Marcos (ahora Galeano), por su rectipor su inteligencia, por su capacidiscursiva, por su incorporación al mundo indígena. En el libro hay un pamuy revelador en el que habla de importancia de comla política con la de actuar para dar ejemplo, no para obteel poder. Marcos y zapatistas represenpara él ese ideal. mayor desafío paizquierda, según era luchar por una democracia directa, donde se manda obedeciendo, a diferencia democracia representativa, así como ciudadanizar la polítijubilando a los profesionales de la grilla, ejercer la autocrítica.
Dices que lo narrado en este libro define más a ti como autor que al protagonista retratado. ¿Qué descubres de ti mismo mientras hade tu padre?
datos están ahí, pero yo los interpreto, las acciones son de mi padre, los adverbios son míos. Mi mayor descubrimiento es paradójico: al escrimi padre descubrí lo mucho que debía a mi madre. A medio camino escritura entendí que estaba narrando con su mirada; ella me enseñó verlo así, a pesar de que se separaron cuando yo tenía nueve años. Esta esde “romance póstumo” me cauPor eso el libro está dedicado a ella eso ella tiene la última palabra.
figura del mundo es un libro atravesado por la memoria: lo que dejado quien se muere, las voque van moldeando la figura quien ya no está. ¿Cómo fue tu experiencia de recuperar esta memoria, tejer los hilos sueltos que ha dejado quien ya no está presente? memoria no es ajena a la imaginaPara recuperar recuerdos necesituarte mentalmente en el pasaeso se logra creando historias. Hay que olvidas y seleccionas lo que te
importa. Recordar es siempre una operación narrativa, aunque no seas escritor. Lo más importante para mí era qué hacer con los recuerdos, cómo tratarlos. Entendí que debía ser fiel a mi manera de entender las cosas; por eso hay bastante humor en el libro. Descubrí que si no me podía reír de mí mismo y del pasado no podría contarlo. Cuando mi obra de teatro Elfilósofodeclarase puso en escena, me preocupaba la reacción que tendría mi padre. La pieza trata de la neurosis de los filósofos y citaba frases de mi padre y de sus amigos. Temía que se ofendiera, pero pasó todo lo contrario. Se rio con tanta fuerza que se tuvo que poner un pañuelo en la boca para contenerse. No olvidé ese gesto al recordar nuestra vida en común y me sentí autorizado a incluir el humor.
Uno lee el epígrafe, un poema de Jaime Sabines: “Yo no lo sé de cierto. Pero supongo”, y solo al final comprende por qué lo elegiste. ¿Por qué decides terminar el libro con un diálogo entre tú y tu madre? No hay juicio más severo ni auténtico que el que una ex pareja puede tener de ti. Se trata de alguien que te conoce a fondo y que no debe guardar las formas. A lo largo del libro me sorprendí reaccionando a la manera de mi madre y comprendí que el veredicto final debía ser suyo. A fin de cuentas, yo provengo de esa relación malograda. Al saber que yo escribía un libro, ella me dijo cosas que nunca antes me había dicho (la gente se motiva cuando las cosas van a estar escritas); fue bastante dura pero también creí entender que había encontrado una manera de amarlo a la distancia. Hay muchos poemas y boleros sobre el despecho, pero muy pocos sobre el amor que perdura más allá de la convivencia. Mi madre me reveló ese tipo de amor. Lo interesante es que no está de acuerdo conmigo. Yo escribo el libro, pero ella (o el lector) lo interpreta a su manera.
¿Qué te removió esa conversación?
Me conmovió que alguien con tantos motivos para actuar de un modo, actuara de otro. Mi madre conocía minuciosamente las fallas de mi padre. Las tomó en cuenta y las analizó, pero no les hizo caso. A la distancia, construyó una imagen positiva y se enamoró de eso, de lo que pudo ser. Me parece una historia romántica muy fuerte, pero ella, siempre rebelde, no la confirma.
Un padre que te llevó al futbol, que tuvo una taquería con su amigo Heberto Castillo, un padre estoico, admirador de Gandhi, filósofo reconocido y muchas facetas más. ¿Cuál dirías que fue la gran lección que te dejó?
Fue una persona intachable que parecía no tener secretos afectivos. Guardó sus emociones bajo llave. Supo que yo me interesaba en abrir la cerradura y actuó como filósofo: no me dio la llave; me estimuló a pensar por cuenta propia para encontrar la llave. _
“Intenté pasar de lo documental a la cción”
El impacto de la fotografía y el cine en la modernidad es el tema central del nuevo libro de Ricardo Pérez Montfort
La oralidad y la escritura fueron las fuentes originales de la construcción de lo imaginario, pero hacia mediados del siglo XIX fueron relevados por la fotografía y el cine. Tal es el tema del reciente libro del historiador mexicano Ricardo Pérez Montfort Disparos, plata yceluloide.Historia,cineyfotografíaen México.1846-1982(Debate, 2023). Uno de los asuntos centrales es cómo se construyó la imagen de lo “mexicano”; otro, cómo la imagen de un actor sustituye a un héroe. En la siguiente conversación, Pérez Montfort ahonda en estos y otros aspectos presentes en su investigación.
Hacer historia basándose en archivos y memorias, y hacerla con estas nuevas fuentes —cine, fotografía—, ¿todavía cabe considerar como historia mayor la que se hace basándose en archivos y como menor la que se fundamenta en el cine y la fotografía?
Yo creo que ya no. Sí hubo una época en la que la gente que se dedicaba profesionalmente al estudio de la Historia enfatizó los documentos escritos. De hecho, todavía hay una corriente muy importante que pormenorizó la relevancia del acopio de documentos —entre más documentos, mejor—, dejando a un lado otras fuentes y también haciendo una división importante entre quienes se dedicaban a la historia política, económica y demográfica, o los que hacían historia del arte e historia de las expresiones artísticas. Esto se fue modificando sobre todo a raíz de la historia cultural que tiene un momento clave en el siglo XIX, pero que se desarrolló al vincular la historia con la antropología, con la historia del arte, con la historia de las expresiones culturales y artísticas. Ahí adquirió una especie de interdisciplinariedad.
Cuando aparecieron estos nuevos medios tecnológicos quienes los ejercían, por ejemplo, en la fotografía, tuvieron que ir creando simultáneamente sus técnicas.
El historiador y profesor de la UNAM. En un principio fue un invento científico y poco a poco fue popularizándose y comercializándose hasta masificarse. Pero también es interesante, creo yo, que van cambiando no solo las propias técnicas, sino los objetos y la forma de acercarse a aquello que se quiere fotografiar o filmar. En un principio hay un afán de registro y de muestra de lo que no es tan común sobre aquellas cosas que rompen con la cotidianidad, aunque también la propia cotidianidad se retrata. Luego hay un afán de destacar y de representar algún aspecto específico de la realidad o de la persona o de la circunstancia. Poco a poco, en la medida en que van evolucionando los aspectos técnicos como la lente y la rapidez de la impresión, e incluso la posibilidad de fotografiar el movimiento, la relación entre la fotografía y el cine con la realidad y el entorno se va modificando en función de los propios intereses de quien lo hace.
La fotografía comenzará la creación de los estereotipos, cosa que el cine reforzará posteriormente. En el primer
caso, hablas del uso que harán los antropólogos, que solo quieren representar lo que ven, pero a pesar suyo ahí comienza la estereotipación con la participación del público.
Creo que es una interacción. Es una relación circular entre el fotógrafo que propone un tema, por ejemplo, la relevancia de las pirámides en el México de principios del siglo XX y su relevancia, y el público que lo consume, el que solicita que ese fotógrafo señale tal o cual fenómeno para que pueda comprar esa imagen.
Eso puede pasar con los tipos, un fenómeno que viene desde el siglo XIX, en el que se trata de identificar los tipos de diferentes lugares en un afán de clasificación. Entonces, si tú como fotógrafo enfatizas el sombrero de charro, el chaquetín, a la chica vestida de china poblana o el baile mismo del jarabe tapatío, y eso lo pones en una postal y te das cuenta que esa postal se vende más que las postales de los indígenas marginados o los maltratados, entonces vas empujando la construcción de una imagen de ese
Y, además, en nuestra edición digital:
país, en este caso, México. Es una contribución del fotógrafo, pero también de quien consume fotografías e imágenes. Ese deber ser, que ya fue construido por esa relación entre el que hace la imagen y el que la consume, puede tender a masificarse radicalmente como sucedió con el cine de charros o el cine de la Revolución mexicana. Eso, me atrevería a decir, es ya un proceso en el cual el estereotipo ha logrado magnificarse de tal manera que incluso la propia realidad deja de tener mucho sentido pues lo que uno quiere es ver a Pedro Armendáriz haciéndole de Pancho Villa o a María Félix haciéndole de soldadera, al margen de si se parecían. Eso ya pierde relevancia, lo importante es que el público consumidor ya exige esos estereotipos.
Hablando de actores, un escritor señaló que se negó a ver la adaptación de Elseñordelosanillosporque no quería que la imagen de un actor se impusiera sobre cómo se había imaginado a los personajes.
Ese es un fenómeno muy interesante. A mí me llamó mucho la atención cómo se adaptaba una novela al cine, porque eso implica adaptar una realidad específica a otra. La realidad específica del cine implica un cuadro muy ceñido, con límites muy precisos; en cambio, la lectura te permite una extensión enorme, te puedes imaginar lo que quieras en función de la descripción que hace la letra. En el caso del cine o del documental ya no te la puedes imaginar tanto porque te dan una imagen específica. Por ejemplo, si te ponen un documental de una comunidad indígena ves a los integrantes en sus tradiciones de un modo más fijo que si lo lees en un relato etnográfico.
Una de las cosas que intenté hacer en este libro fue pasar de lo documental a la ficción, del contexto histórico al cómo se representa de manera distinta en distintas épocas y el ejercicio es interesante porque la relación entre la historia, la fotografía y el cine es una relación compleja y muy dinámica. _
Marco Antonio Campos: Estos días azules y este sol de la infancia • Jorge Esquinca: Teoría del disfraz • José Juan de Ávila: Entrevista con José María Herrera • Fernando Figueroa: Entre David Toscana y Roland Garros • Nadia Arce: Mi experiencia literaria
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En qué momento me volví esa señora iracunda
NARRATIVA, ENSAYO
El Gabinete de las Maravillas de Mr. Wilson
El último día de la vida anterior
A FUEGO LENTO
En este conjunto de relatos, no es posible disociar a la activista social —en pie de guerra contra la injusticia y la violencia— de la escritora. Convoca, de este modo, a los seres y las preocupaciones que marcaron su vida: la gente que la acompañó en su paso por el mundo, las mujeres indómitas, la voz de los humillados y ofendidos.
La Soledad en tres actos
Lawrence Weschler
Impedimenta España, 2022 208 páginas
Hay momentos en que lo real se confunde pasmosamente con lo fabuloso. Es el caso de las piezas, o curiosidades, que exhibe el Museo de Tecnología Jurásica en Los Ángeles, y que el autor de este libro explora con ojos nuevos. La ciencia y una visión poética del mundo se dan la mano a la manera de la colección de arena de Italo Calvino.
Novelista de lo invisible
Una extraña presencia en una casa abandonada y una joven en busca de claridad existencial son los grandes invitados a esta novela que se inscribe en el género de la fantasía sobrenatural. La trama sigue los pasos de la Alicia de Carroll pues esa joven accede a un mundo suspendido en el tiempo y poblado por dobles y fantasmas.
Historias de esperanza
Solo cruces y ores negras
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.comEsos altares improvisados sobre una acera, en un cruce de caminos o un lote baldío, y tachonados de cruces y flores de papel, son los protagonistas de los trece cuentos reunidos en Cenotafios(Arlequín). Son no solo un recordatorio sino surtidores de leyendas y supercherías. Unos atraen al fantasma del remordimiento, otros se pretenden fuente de milagros.
Heather Morris Planeta México, 2023 320 páginas
La Soledad es una finca y también un testigo mudo del desamparo que abruma a su protagonista, una adolescente consumida por la indiferencia de su madre y por una realidad en la cual lo humano ha perdido su valor frente a las industrias que acaban con la naturaleza y al peligroso empuje de la inteligencia artificial.
Este libro tiene el formato de una conversación que se centra en el interés del novelista por “el lado invisible de lo visible”, como anotan los editores. Los coautores se conocieron por la tesis de Gordon que apuntaba hacia el silencio como base de la comunicación. Lo sagrado y el espiritismo se hacen presentes.
La pandemia de covid está como trasfondo de este volumen. Morris ha laborado en hospitales; su función ha sido la de escucha, facultad que le permitió contactar, entre muchos otros, a Lale Sokolov, el protagonista de El tatuadordeAuschwitz, lo mismo que a Cilka Klein, la protagonista de ElviajedeCilka, su otra famosa novela.
Aunque algunos de esos cuentos tienen características y soluciones notables (“Por las almas silentes”, “Sobre la orilla”, “Rebelión en el Oxxo”, “Una frase de B. B. King en el Periférico”), se impone una visión de conjunto. Cada uno funciona como proyección de una cartografía mayor, renuente a decir su nombre: Guadalajara. Cada uno, además, tiende caminos en apariencia invisibles que conducen a lugares y personajes que tarde o temprano se vuelven reconocidos. Avanzamos y retrocedemos como ante un tablero de serpientes y escaleras. El espectáculo no puede ser más infame. Sin ofrecer tregua, José Luis Gómez Lobo crea la impresión de que avistamos una ciudad donde solo hay cabida para los acuchillados, baleados, atropellados, molidos a pedradas o sacrificados por el fuego, cuyos cuerpos inertes habrán de señalar el lugar que contendrá otro cenotafio. En la oscuridad quedan los glamorosos restaurantes de alta cocina, las zonas residenciales, el vocerío proveniente de los antros con muros ecológicamente autosustentables. Los reflectores apuntan, en cambio, a las hordas de indigentes conviviendo en las plazas con ratas y cucarachas voladoras o a los terrenos vacíos, abrazados por colonias purulentas y levantadas a medias, donde buscan refugio quienes han decidido ya no ir a ninguna parte solo para contemplar el paisaje ocupado por cientos, miles de cenotafios. Como dice un habitante del subsuelo delincuencial en “Como el pendejo del Coyote”: “los cenotafios son nuestra marca en la vida, nuestra memoria, la manera de hacernos presentes los que no le importamos a nadie”.
Así que frente a los gritos de victoria o los himnos que reivindican el escarmiento y la revancha, frente al prestigio de los relatos volcados hacia el estado beatífico que podemos alcanzar luego de concluir nuestra clase de yoga o tejido de punto, no vendría nada mal recobrar la bendita capacidad para el pesimismo. _
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HUSOS Y COSTUMBRES
Benjamín Hill
ANA GARCÍA BERGUA
L
a avenida Benjamín Hill tenía su magia; en las tardes no pasaba mucha gente. A una cuadra de mi casa, de camino al cine y al correo, alguien construyó una caseta montada sobre un largo tubo en un terreno baldío destinado a ser un estacionamiento o una tienda de automóviles. Un día, al pasar, mis hermanos me dijeron que arreglarían aquel lugar como una casita para mí. Así durante mucho tiempo imaginé ser la dueña por derecho propio de aquel paraíso en lo alto, la habitación de una princesa. Me inquietaba pensar en cómo subiría: no recuerdo si tenía una escalera de bombero o unos peldaños de cemento. Más que casa de muñecas, parecía la jaula de un ave exótica. Tampoco sabía cómo iba a bajar, aunque estaba segura de que, después de los arreglos de mis hermanos, me podría quedar durante mucho tiempo en esa habitación entre tapices y tercio-
AVENIDA
pelos, como la Bella Genio cuando se enojaba con el comandante Nelson. Estaba el correo que ya mencioné, en cuyas ranuras doradas que daban a la calle podía insertar toda clase de cartas a ninguna parte si nadie me veía; siempre he pensado que de sus paredes surgían unas pequeñas cabezas de león de piedra que le rugían a los transeúntes. Y luego estaba el cine Lido donde pasaban películas musicales. A veces nos mandaban al cine, después de comer, a Rosa la muchacha y a mí. Vimos, por ejemplo, Siete noviasparasietehermanos, llevando el ritmo con el pie en el suelo pegajoso a dulce. A veces íbamos hasta la panadería de la avenida Juanacatlán donde Rosa arreglaba y desarreglaba sus problemas de amor, esos que la llevaron —una noche que mis padres me encargaron con ella— a dejarme en el departamento con la sola compañía del gato y el paso de los tranvías mientras se encontraba con su elegido en el
Luis Buñuel y la literatura
Hace poco más de un siglo, Luis Buñuel publicó por primera vez un texto en la revista Ultra, una especie de “boletín oficial del ultraísmo español” (enfrentado al modernismo, la corriente literaria que dominaba la poesía desde finales del siglo XIX), en la que colaboraban escritores como Ramón Gómez de la Serna o Gerardo Diego. Era un cuento titulado “Una traición incalificable” en donde satirizaba el proceso de creación literaria de un escritor, preocupado por realizar “su gran obra”, mientras cobran vida los objetos del cuarto donde trabaja. Luego el cineasta hispanomexicano continuó escribiendo, por lo menos un par de veces al año, sobre todo poemas y “esbozos narrativos”, como le gustaba llamar a la mayoría de sus textos, casi siempre de carácter surrealista. Pero lo que empezó a llamar la atención de los lectores fueron sus reseñas y comentarios cinematográficos, porque era algo nuevo para la época. “Buñuel fue el único miembro de la Generación del 27 que se adentró en un territorio, el cine, en el que apenas tenía precedentes a los que agarrarse, comparado con la pintura o la literatura, y pese a ello desarrolló una carrera bestial. Es cierto que de seguir en el mundo de la literatura hubiera tenido mucha competencia, pero es imposible menospreciar su obra escrita. Habrá distintas opiniones, claro, pero a mí concretamente me ha apasionado su literatura”, dice Jordi Xifra, actual director del Centro Buñuel de Calanda.
Xifra tenía 15 años cuando vio por primera vez una película del director
que el próximo mes cumplirá 40 años de fallecido. “Era La edad de oro y la vi quince veces. Después vi sus películas mexicanas y aquel hombre me entusiasmó más”, me contó hace unos días, al final de la presentación del nuevo número de Turia (con 534 páginas sin anuncios), la revista cultural que esta vez dedica su cartapacio central a las letras de don Luis, como le decían sus discípulos en ambos lados del Atlántico. Era una tarde calurosa en la Residencia de Estudiantes, cómo no, un
sitio todavía impregnado por los espíritus de Buñuel, Dalí y Lorca, que el público abarrotó. Manuel Hidalgo, director de El Cultural, aprovechó su intervención para subrayar que, de las 32 películas de Buñuel, 17 fueron adaptaciones de novelas y que el nacido en Calanda fue, seguramente, el cineasta con más amigos escritores. Varios de ellos, en realidad, no solo fueron sus amigos sino también sus colaboradores, como Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.
Hace unos meses, Jordi Xifra publicó la edición crítica de los textos literarios del ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes por Viridiana Obra literaria reunida de Luis Buñuel (Cátedra) es el conjunto (y el análisis) de poemas, narraciones breves e hiperbreves, una incursión
en la dramaturgia y ensayos sobre el cine del hombre que pasó su infancia y adolescencia en Zaragoza. “El libro incluye un cuento inédito, ‘La descomunal batalla entre las catedrales y los vagones’, que no estaba en ninguna de las dos ediciones de sus obras completas, publicadas en 1982 y en el año 2000”, destaca Xifra quien, hace casi una década, al instalarse definitivamente en el pueblo de Calanda para trabajar, compró la casa donde nació Buñuel. “Vi que estaba en venta, llamé, fui a verla, me dijeron el precio, me pareció muy asequible para ser la casa de Buñuel, dije para mis adentros qué suerte tengo y me la quedé”, cuenta con una sonrisa el también profesor de comunicación audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra. Desde el punto de vista de Jordi Xifra, de todos los textos de don Luis, el de mayor calidad literaria es “Hamlet”. “La obra me parece la quintaesencia del teatro surrealista, de lo insólito llevado a las tablas, y sin duda un precedente de lo que luego se llamó el Teatro del Absurdo. Es de una modernidad absoluta, al tiempo que conecta a Buñuel con el Siglo de Oro y con la comedia de Shakespeare. Para mí, no tiene parangón en el teatro de la época, y aunque no me gustan ese tipo de comparaciones, podría decirse que Hamlet es al teatro lo que Un perro andaluz es al cine”. Podría decirse, también, que el hombre que veía la pantalla grande como un instrumento de la poesía fue un escritor eclipsado por su gran obra cinematográfica, pero de todos modos, como dijo Max Aub, “Buñuel escribió con la cámara”. _
Lo que empezó a llamar la atención de los lectores fueron sus reseñas sobre cine