Laberinto No.1041 (27/05/2023)

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Se llamaba Martin Amis

Suplemento cultural de MILENIO LABERINTO
Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón/ FOTOGRAFÍA: EFE SÁBADO 27 DE MAYO DE 2023 AÑO 19 - NÚMERO 1041 HOMBRE DE CELULOIDE FERNANDO ZAMORA
respuesta existencial de
Foto: Focus Features ENSAYO VICENTE QUIRARTE El Ahualulco de Ernesto Lumbreras  Foto: Gobierno del Estado de Jalisco
La
Paul Schrader

LA GUARIDA DEL VIENTO

Padres y otros trastos

ALONSO CUETO

Podría hacerse una historia de la figura del padre en el mundo occidental a través de las series televisivas. Entre ellas Succession, que está a punto de terminar con gran éxito, ha ofrecido una versión de un padre inalcanzable que se muere dejando a sus hijos con la convicción de que era su peor enemigo.

Uno puede imaginar cuál era el país y el mundo que dio origen a una serie como Papálosabe todo que empezó a emitirse en 1954 y se vio en todos los continentes. Los años cincuenta, época de la afirmación del sistema económico y cultural, con personajes familiares canónicos, corresponde a una época de optimismo social, como no se ha visto desde entonces. En 1961, en muchos países se empezó a emitir El show deDickVanDyke que prolongaba la visión idílica de la familia, aunque con algunas fisuras de humor. Ese humor se radicalizó con la serie de los años setenta, Ocho son suficientes, basada en la vida del periodista Tom Braden. Esa era una familia numerosa pero unida al fin, capaz de reírse. Por otro lado, la idea del padre sabio y superior tuvo una representación en la política de los sesenta en todo el mundo con la idea del Estado paternal y protector, tan difundida. Los líderes políticos como Adenauer y De Gaulle eran figuras patriarcales.

La idea de los padres como personajes relevantes desapareció con los extraordinarios episodios de Seinfeld en los noventa. La obra, creación de Jerry Seinfeld y Larry David, claramente privilegiaba la amistad de cuatro protagonistas. Los padres apenas aparecían en el trasfondo como seres caricaturescos. Sin embargo, iban a ponerse mucho peor. En Two and a Half Men, que empezó a emitirse en 2003, el personaje más divertidamente siniestro de todos es la madre de los dos protagonistas, encarnada por Holland Taylor. Evelyn vive burlándose con un cinismo ejemplar de los dos hijos, sobre todo del más débil, Alan. Con una madre como esa, cualquiera se suicida.

Pero todavía podía llegarse más lejos, como ocurriría con Succession: una historia en la que el padre se siente frustrado porque sus hijos son demasiado insustanciales o “poco serios”, como les dice. En algún momento, cuando uno de sus hijos le dice que lo quiere, el padre Logan Roy contesta con un grito incrédulo: “¿Vienes a mí por amor?” Hoy en correspondencia con ese “pragmatismo” social y familiar ha desaparecido también en la política la figura del padre protector. La idea del amor al padre o entre hermanos, en las series televisivas, es cada vez más irreal.

Esta disolución de la idea de la familia, que reflejan las series televisivas, es considerada hoy una ganancia en la libertad individual. Es una idea popular. Hoy son cada vez menos los jóvenes que planean tener hijos y construir relaciones permanentes. No estoy tan seguro que sea un progreso. El escritor Alberto Moravia definió a la familia como una conspiración contra la sociedad. Yo creo más bien que es una trinchera indispensable para defenderse de las inclemencias del mundo. _

HOMBRE DE CELULOIDE

Entre Bresson y Schrader

El contador de cartas (disponible en Claro y otras plataformas) trasciende la historia de un apostador de pasado truculento y trata, más bien, de un hombre que encerrado en la subjetividad aprende a tocar a la amada a través del cristal de la cárcel. Schrader es uno de los mejores narradores del mundo. Lo demuestra la influencia que ha tenido a partir de que un listo de nombre Syd Field extrajo del guion que hizo Schrader para TaxiDriverel paradigma que hoy se usa en la industria del entretenimiento. Es necesario subrayar, sin embargo, que la estructura de Schrader es la original; todo lo otro, imitación. Recientemente, Paul Schrader dijo que Jeanne Dielman, de Chantal Akerman, había llegado al primer puesto en la lista de mejores películas de Sight&Sound por sensiblería. La respuesta fue que la revista publicó un especial de Schrader quien aprovechó para afirmar que la mejor película de todos los tiempos es El carterista de Robert Bresson (disponible en Mubi). Vale la pena el placer existencial de ver El carterista antes de El contador de cartas para evidenciar que la segunda es reinterpretación de la primera. Una reinterpretación, sin embargo, que tiene más de los grandes músicos barrocos o de los

pintores japoneses que de eso que hoy llaman remake y que resulta de un cinismo vulgar. Tanto en El contador de cartas de Schrader como en El carterista de Bresson hay un diario escrito a mano. En él nuestro protagonista va contando sus razones existenciales para llevarnos de la mano por una historia que busca responder a la pregunta nihilista por excelencia: ¿qué hacer ante el absurdo de la vida? El contador de cartas es un apostador que, como el ladrón de El carterista, lleva la subjetividad del existencialismo hasta el terreno de la justicia pues ¿cómo podríamos hablar de justicia si todos los humanos somos pura subjetividad? Tanto Bresson como Schrader ofrecen una alternativa que se manifiesta en la escena final: el hombre encerrado es libre, por fin, porque a las alternativas que proponía Camus frente a lo absurdo (suicidio, aceptación o religión) tanto el director francés como el estadunidense han encontrado que siempre es posible el amor; amar desde el encierro, esto es, amar

sin negar la subjetividad. “¿Tendría las agallas para hacerlo?”, comienza diciendo Malraux en su novela La condición humana. Tanto el ladrón de El carterista como el apostador de El contador de cartas parecen estarse haciendo todo el tiempo esta pregunta. Con ella nos emocionan con un guion tan bien escrito que no es casual que Syd Field lo haya vendido como un paradigma que hoy hace que todo el cine y las series de televisión tengan un parecido, un tufo de imitación. Pero obras como El carterista o El contador de cartas, a pesar de ser tan absorbentes, trascienden el entretenimiento y la emoción que nos mantiene al borde del asiento. Nos conduce de peripecia en peripecia hasta un clímax en que lo absurdo, la soledad y la intrascendencia explotan en la cara de la sociedad que están criticando. ¿Se atrevería a hacerlo?, pregunta Malraux. La respuesta de Schrader y Bresson parece ser esta: no, mejor atrévete a amar. Desilusionados ante los excesos políticos del existencialismo, tanto el francés como el estadunidense construyen personajes que, sin ilusión de cambiar las cosas, se encuentran encerrados y libres por fin de la moral políticamente reinante. Son extranjeros que más que una revolución lo que necesitan es hacer el amor. _

-02- 27 DE MAYO 2023 ANTESALA
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA FOCUS FEATURES
¿Cómo podríamos hablar de justicia si todos los humanos somos pura subjetividad?
El contador de cartas.  Dirección: Paul Schrader. Estados Unidos, 2021.
El escritor Alberto Moravia definió a la familia como una conspiración contra la sociedad

Camello POESÍA

ANTONIO DELTORO

No suelo dar consejos, los míos se alimentan de las hierbas que rumia una memoria jorobada.

Sigo a los astros: el presente es fatiga.

Soy un lento camello que ha visto más arena que espejismos y oasis; un lento camello montado por los años.

Con una sed antigua arribo a un venero y hundo mis belfos las horas en el agua, para salir de la sombra a la sed de la frescura al fuego.

En la berrea, con el hocico abierto, combato a mis rivales a mordiscos y a mordiscos someto a las hembras.

En el camino, en cambio, si no soy educado, soy silencioso y paciente: sin apenas despegar los labios mastico mi sed con la boca cerrada por esos mismos dientes que en el celo mordían.

Poema seleccionado por Alicia García Bergua en homenaje a Antonio Deltoro, quien murió este 21 de mayo. Pertenece al libro Los árboles que poblarán al ártico (2012).

Paralelismos de Martin Amis

Paralelismo: Kingsley Amis (1922–1995). Con su primera novela, LuckyJim, gana el Premio Somerset Maugham, otorgado por la Sociedad de Autores británica, que establece que el estipendio, algo así como 12 mil libras esterlinas, debe gastarse en viajes fuera del país. Su hijo Martin (1949–2023) obtiene el mismo galardón con EllibrodeRachel, su debut en la novela. Aunque los Amis tenían distintas edades y estilos de vida al conseguir el Maugham, Kingsley abominaba salir del Reino Unido mientras que Martin siempre prefirió el otro continente. Sin embargo, coincidieron al morir. Habían cumplido 73.

Paralelismo: el mejor amigo e interlocutor de Martin, Christopher Hitchens (autor de Diosnoesbuenoy EljuicioaHenryKissinger, entre otros títulos) muere de cáncer de esófago en 2011. Martin se extinguió del mismo mal.

El segundo Amis no pasó de largo las analogías. Las menciona en Experiencia como nota biográfica o bufonada del azar. Pero como escritor hijo de escritor, es sintomático que en esa fascinante autobiografía, la comprensión más profunda de su padre no provenga de la intimidad vivida sino de la lectura. Las Memoirs y Letters de Kingsley son parte medular del híbrido de reminiscencia, ensayo, testimonio y ajuste de cuentas que Martin hizo consigo mismo, un examen de conciencia que vuelve a palpitar en Koba el Temible, y se repite del todo en Desde dentro

Los tormentos de Martin tenían muchas raíces. La ruda relación con Kingsley, cuya fama y amistades no fueron un peldaño en su carrera sino un obstáculo que el propio Martin se autoimpuso. Tuvo apoyos, sí, digamos del poeta Phillip Larkin, colega entrañable de Kingsley, cuyo aprecio por el dinero rondaba la avaricia. Larkin le inspiró las aventuras de John Self, el personaje de su novela Money, aunque aquello fue un homenaje y no una sátira, pues entre ellos germinó un afecto colosal. Otros de sus pesares fueron la desaparición de su prima Lucy Partington en diciembre de 1973, que dos décadas después sería identificada entre las víctimas de Frederick West, el asesino serial de Gloucester (Martin exorcizó esa pena en Niños muertos), y el sino trágico de su hermana Sally, consumida a los 46 por el alcohol, la promiscuidad y la indigencia en el 2000, aflicción que conjuró en La viuda embarazada

Paralelismo: en una de sus conversaciones, Kingsley aseveró que “la vida sin una mujer no es más que media vida” (la ruptura con su segunda esposa, Elizabeth Jane Howard,  lo acababa de aterrizar en la vejez), y Martin apunta en Experiencia: “StanleyandtheWomen (1984). Cuando comprobé la fecha, me sorprendió un tanto ver que la novela  estaba dedicada a mi madre (AHilly). Mi novela Dinero, dedicada a mi mujer, salió aquel mismo año”.

En La flecha del tiempo (1991), el protagonista Tod T. Friendly, que es uno y otro a la vez, comenta: “Me he tranquilizado bastante. Ahora solo estoy alegremente satisfecho de mí mismo. Esto es amor. Esto es vida. La costumbre, el hábito; al final resulta que es de lo más sencillo. La vida y el amor van de la mano. Es algo natural”. Tod ha tenido sexo con Irene. Se me ocurre que la frase de Kingsley urdió en Martin esa digresión.

El 18 de mayo, la súper banda londinense Blur lanzó el sencillo “The Narcissist” y anunció The Ballad of Darren, el nuevo álbum tras ocho años de silencio. Un día después, tocaron en Colchester, condado de Essex. Martin acababa de morir.

Damon Albarn, líder de Blur y de Gorillaz, es tan inglés como los Amis, incluida la mala dentadura. En las redes se viralizó el instante en que Albarn pierde su diente de oro en pleno escenario. No resistí trazar el paralelismo: el dentista convenció a Martin de removerle todas las piezas con un augurio atroz. “Los de arriba no tienen remedio. En mitad de cualquier comida puede quedarse con los dientes en la mano”. _

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LOS PAISAJES INVISIBLES IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
EX LIBRIS
Los hermanos Grimm/ EKO
ANTESALA

El legado del escritor inglés lleva consigo la osadía para sortear todo despropósito y extender los alcances morales de la novela

Martin Amis: la ironía como credo y antídoto

¿Qué inconcebible literatura ladoramente rar las lones que alterna a oscuras victimario; de la amistad venganza violencia, de comedia; de un los cuarenta de una en un patanería trica.

o solo hemos perdido a un gran escritor. La muerte de Martin Amis (Oxford, 1949-Florida, 2023) anuncia también los funerales de un estilo, de una actitud frente al mundo. ¿De qué estamos hablando? No sin sobrecogedora nostalgia, de esa voz proveniente de una insatisfacción que callada y disciplinadamente va abriéndose paso cuando nuestro inframundo bulle y se revuelve contra una herida profunda. Hablamos de la ironía.

La ironía es el estilo del siglo XX, escribió Martin Amis en Experiencia(2000), suerte de autobiografía en la que el Yo es inaceptable sin la compañía y el ejemplo vocacional de los otros (los padres, los amores, los amigos). Y cuando decimos ironía, sobre todo cuando hablamos de Martin Amis, estamos obligados a inclinarnos frente a Vladimir Nabokov. Consideremos las primeras novelas: El libro de Rachel (1973) y Niños muertos (1975). Son hijas legítimas de la mejor tradición satírica en Gran Bretaña pero, a pesar de su originalidad, no saben —o no quieren— disimular su deseo de sentarse a la diestra del “escritor a quien las cosas lepasabande verdad”.

Así que ahí está el cazador ruso de mariposas ejerciendo su embrujo narrativo. Y ahí está, en el mismo peldaño, ya que se trata de influencias mayores, el águila blanca de Chicago, ante quien resultaba imposible no sentir “una especie de vértigo de las alturas”.

Puede sonar a exageración pero creo que Dinero (1984) es un homenaje, quizás inconsciente, a Las

NaventurasdeAugieMarch. Como el Chicago de Saul Bellow, el de la Gran Depresión y los mafiosos almidonados, la Nueva York de Dineroes un ser viviente, voraz e inmisericorde con sus criaturas débiles e incapaces de responder a los golpes que reciben. Claro que el antiheroico John Self —y adicto a la pornografía, el whisky y la cocaína— es un tipo curtido al lado de la desgarbada inocencia de Augie… y, sin embargo, comparte con éste la misma filiación picaresca. En 1984, un año después de conocer a Saul Bellow en el Chicago Arts Club, Martin Amis había dejado de ser el joven irreverente de las letras inglesas, un miembro honorario del “infierno imbécil de mi vida amorosa”, para encaminarse hacia la edad en que toda ambición estaba en el horizonte cercano del talento y, por supuesto, del aguante.

***

Antes de la Edad de la Ambición, sería oportuno darse una vuelta por la Edad del Presentimiento, consignada en Desdedentro(2020), la última sonrisa de Martin Amis. Como Experiencia, tiene la forma de unas memorias, aunque ya sin la omnipresencia de Kingsley, el padre y el modelo de la irrupción de un huracán en una cristalería. Como Experiencia, y con todo y sus escarceos intelectuales, sus llamaradas humorísticas y sus picantes revelaciones, es un libro sobre la muerte, cuyas tentativas llegan como algo impuesto. Si allá vio “el lugar de mi inconsciente donde nacen mis novelas”, acá avizora el verdadero problema de la vida: su “calidad de informe”, su “fluidez ridícula”. Leemos en el preludio: “bajé hasta la orilla y me senté en una roca con mi libreta de notas, como solía hacer muchas veces: el impetuoso Atlántico Sur, las grandes rocas sin aristas, del tamaño y la forma de dinosaurios adormilados,

el faro macizo recortado contra el azul claro y candoroso del cielo. Y no escribí ni una sola sílaba. La escena no me instaba a nada. Pensé que estaba acabado. Era una sensación horriblemente insólita. Una especie de anti-inspiración. Cuando llega a ti una novela tienes una sensación familiar pero siempre sorprendente de insuflación calorífica; te sientes bendecido, fortalecido y maravillosamente confortado. Pero ahora la marea fluía en sentido contrario. Algo en mi interior parecía desaparecer: se alejaba, con una mano en los labios, y me decía adiós…”. Esa fue la primera muerte. La segunda, la definitiva, ocurrió el 19 de mayo pasado. La muerte expele su aliento sobre Saul Bellow (2005) y Christopher Hitchens (2011), a quienes dedica páginas de refinada admiración y dolorosa complicidad. La muerte nunca había estado tan viva, dice luego de manifestar que la vida podía ganarse un lugar en la ficción. ¿En qué consiste entonces la tarea de Martin Amis? En novelar sus recuerdos bajo la cubierta de una anécdota, una lección de crítica literaria y aun del ensayo político. No es raro que vuelva sobre sus grandes temores. De entre ellos, y quizá condimentando sus opiniones con cantidades significativas de intransigencia, sobresale, por su sinceridad confesional, una redoblada visita al 11-S, la materia quemante que ya había modelado en Elsegundoavión (2008), catorce piezas periodísticas que componen una apasionada reflexión en torno al terror islamista y al aburrimiento, es decir, a la doctrina que solo se complace en dar muerte a los infieles. El 11-S: sí, el mundo dio un vuelco. Los aviones de pasajeros ya

no eran los vehículos ordinarios que usábamos en el mejor de los casos. Se habían convertido en misiles. Y algo doblemente aterrador: esa creencia ilusoria de que los padres podíamos proteger a nuestros hijos había mostrado su sinsentido. “Estábamos ante una modalidad nueva de enemigo”, escribe Martin Amis: “increíblemente innovador, audaz y disciplinado, y sin el menor miedo a morir”.

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(Un caprichoso paréntesis. Los seguidores de Martin Amis suelen encomiar tres de sus novelas maduras: Campos de Londres (1989), La información (1995) y Perrocallejero(2003), y tienen razón. Pero, deslumbrados por su inextinguible fulgor, dejan en el olvido una de sus novelas de formación: Éxito(1978). No solo es cruelmente divertida; es una apuesta de elevada arquitectura narrativa. Mientras el agraciado, y rico y carismático Gregory prospera en los negocios y con las mujeres —“en un mundo más sensato, uno contaría con poder llegar rápidamente a su trabajo en su lujoso automóvil verde”—, su hermanastro Terry se afana en esculpir la imagen de la indigencia física y sentimental —“Es bastante fácil darse cuenta de qué fue lo que me ha jodido”—. La fortunamutabile, el argumento profano de la fragilidad de las acciones humanas frente a la providencia, es un tópico medieval que desvelaba a pintores y poetas. Pues bien, esa misma fortuna mueve la rueda a la que Gregory y Terry se han subido hasta poner abajo lo que estaba arriba, y viceversa, y vuelta a empezar. Como en otras construcciones novelísticas La flecha del tiempo (1991) brilla por su estructura en reversa—, Martin Amis no ocultó nunca su fascinación por los alcances incendiarios, y las consecuencias morales, de todo despropósito, aun literario.)

Antes que son les de información escritas Ambición, de Martin la prensa si se tratara la realeza: bucal, viejas cháchara fondo las. Pues común? lúrica apremia nocer, y deformaciones raya y para ofrecerles incomprensible viveza. midos pueden o algo nen el Quiero y Nicola Xan Meo, esas novelas, convidados muerte, amargo el beso La la que generación tánicos, convocatoria

Alineaban Barnes, Ishiguro, Swift pos de ción, extremo (2012), una excursión peligrosa la riqueza—, muy bien un escenario al menos estado circunstancia la sátira en cuenta la cual lenguaje nos modales historia cribió: logros,

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ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com FOTOGRAFÍA REUTERS
Supo muy bien interpretar su circunstancia con los dones de la sátira y la comedia

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tienen en común la historia — inconcebible en estos días en que la literatura parece destinada, o calculadoramente dispuesta, a decolas salas de espera de los sade belleza— de una mujer alterna los bares y las calles oscuras en busca de su futuro victimario; las transfiguraciones amistad en una espiral de venganza que, no sin sofisticada violencia, contiene altas dosis comedia; y las tribulaciones hombre en la frontera de cuarenta a quien las secuelas una golpiza ha transformado digno representante de la patanería y la virilidad egocén¿Qué tienen en común?

Antes de responder, digamos son los hilos argumentade Campos de Londres, La informacióny Perrocallejero, escritas durante la Edad de la Ambición, cuando la intimidad

Martin Amis se ventilaba en prensa sensacionalista como tratara de un miembro de realeza: divorcio, prótesis bucal, contratos de seis cifras, amistades perdidas…, la cháchara que hace de ruido de fondo en muchas de sus novePues bien, ¿qué tienen en común? Son la expresión telúrica de un genio satírico que apremia a sus personajes a conocer, y alimentar, las pulsiones deformaciones que creían a y de pronto salen del baúl ofrecerles una realidad tan incomprensible como llena de viveza. Las inquietudes y los gemidos que salen de sus páginas pueden semejar un mal sueño, parecido, pero nunca tieel aroma del desamparo.

Quiero decir que Keith Talent Nicola Six, que Richard Tull y Meo, los protagonistas de novelas, se mueven como convidados del abandono y la muerte, y al final, con un avance amargo y dulce a la vez, reciben beso compasivo de su creador. Clase 83, la etiqueta con que Granta proyectó a una generación de narradores británicos, fue sin duda la primera convocatoria de un dreamteam.

Alineaban Ian McEwan, Julian Barnes, Salman Rushdie, Kazio Ishiguro, William Boyd, Graham y Martin Amis. Tras Camde Londres, La informaPerrocallejero —y, en un extremo temporal, LionelAsbo (2012), malamente olvidada, excursión hacia la frontera peligrosa entre el lumpenaje y riqueza—, Martin Amis supo bien cuál era su tarea en escenario que demandaba, menos en Gran Bretaña, otro estado de cosas: interpretar su circunstancia con los dones de sátira y la comedia sin tomar cuenta la mirada ridícula con cual los pobres correctores del lenguaje y los revisores de los buemodales ante el tribunal de la historia suelen dirigirse a quien escribió: “Entre otras adquisiciones y logros, las mujeres han conseguido

importantes avances en el dominio predominantemente masculino del egocentrismo” (Perrocallejero).

Martin Amis no solo fue señalado por ocuparse demasiado de los trofeos de la virilidad (cuando en realidad mostraba su sonoro fracaso), sino por banalizar el Holocausto. La Zona de Interés (2014) —por cierto, la adaptación cinematográfica de esta que fue su última novela se exhibió con gran estruendo hace unos días en el Festival de Cannes— sigue las correrías sexuales y sentimentales de un oficial nazi llamado a supervisar la mano de obra en un campo de concentración y, de manera lateral, de un judío que trabaja para los verdugos. Su destino en Francia y Alemania fue sellado por el silencio y la incomprensión. Gallimard y Hanser Verlag la juzgaron “comercialmente” inaceptable. ¿O es que donde había una inmersión en la cotidianeidad de un ángel exterminador quisieron ver una humanizacióndel mal?

¿Tan mala respuesta merecía la visión tragicómica de una era en la que la muerte careció tanto de prestigio como la vida? ¿La mofa, el sarcasmo, no podían también dejar en evidencia los vicios y atrocidades del nazismo? Como sea, el escándalo tomó por sorpresa a Martin Amis cuando su propensión a sacudir el avispero del mundo literario ya era cosa del pasado.

Y así volvemos a Desdedentro, no un testamento —aunque, en algunos pasajes, Martin Amis sopesa abandonar el tabaco, cuyos efectos suenan a coro de gaviotas cada vez que sube las escaleras— sino una larga carta de principios. Ya de salida, Mart se detiene a contemplar la posibilidad de escribir un libro de relatos sobre el racismo en Estados Unidos y otra novela —de breve aliento— sobre la esperpéntica naturaleza del nacionalsocialismo. Lo que más deslumbra, lo que más ejerce un poder de seducción, es el tono insurrecto con el cual declara su temor a la fatiga que advierte de los apocalipsis de la memoria. Ninguna imagen tan desoladora como la de una anciana Iris Murdoch embobada mientras sigue un episodio de los Teletubbies

El escritor inglés nació el 25 de agosto de 1949 y murió este 19 de mayo.

Cuatro libros esenciales en los géneros de la novela, el ensayo y las memorias.

Mientras tanto, sugiere Martin Amis, hay que hacer acopio de inteligencia, de riqueza verbal, de expresividad sonora, de osadía, de temperamento insumiso para no dar nada por sentado, de energía amorosa, porque la literatura no es para los crédulos ni para quienes guardan siempre una “reserva decorosa”. Pues, asegura, “estoy convencido de que no hay nada, absolutamente nada, que se deba proteger de la mirada del escritor. Si esa es la perspectiva de un fundamentalista literario, eso es lo que soy”. _

-05- 27 DE MAYO 2023
DE PORTADA

Ahualulco revisitado

En Ábacodegranizo, Ernesto Lumbreras recrea la vida irreal de una comunidad

La primera vez que escuché la palabra Ahualulco fue por intermedio y complicidad de marionetas cascadas y anacrónicas como el alma de quienes las manejaban. El gran final del espectáculo, donde abundaban los golpes y los equívocos, era la ejecución musical de Ahualulco, “un son jarocho”, se nos dice en la introducción de este libro, “solo superado en fama y glamourpor Labamba, ese ditirambo celestial y obseso de subir escaleras chicas y grandes”.

El bailable daba vida nueva a la función. Casi olvidábamos los trajes astrosos y las cicatrices de los  títeres. El ahualulco es uno de los ritmos más nuestros, como cosido en el alma llevamos lo más perdurable y permanente de nuestros recuerdos.

En su poema “El retorno maléfico”, Ramón López Velarde advierte contra los riesgos que acechan al reviniente.

Entonces, Jerez ha sobrevivido a una convulsión que aún no ha terminado.

Todo retorno es maléfico en tanto que los cambios del espacio y el tiempo han convertido un territorio familiar en un lugar desconocido. Se ha transformado lo doméstico en siniestro. El patio que ayer mirábamos como llanura interminable para nuestras cabalgatas se ha convertido en un espacio minúsculo y acotado.

Los años nos permiten mirar el mundo con inocencia como si estuviera naciendo, porque está naciendo con nosotros. El escenario ha cambiado pero también nosotros lo hemos hecho.

Como dice Julian Clerc, nosotros abandonamos la infancia pero la infancia nunca nos deja.

En su libro Ábacodegranizo (Era), Ernesto Lumbreras se ha atrevido a emprender el retorno y ha hecho de Ahualulco de Mercado el corazón del mundo.

Sin alterar el ritmo natural de los sucesos, el escritor es un escriba fiel a los reclamos y vivencias de su comunidad. Pero aquí hay una desviación afortunada: el escritor profesional sabe combinar los lenguajes de Barbizon y Santa Anita para reflexionar desde la

orilla opuesta sobre los sucesos de los cuales ha sido testigo y actor.

Ernesto Lumbreras dialoga con el Luis González y González de Pueblo envilo; con el Juan José Arreola de La feria; con el Agustín Yáñez de Al filo delagua; con el Augusto Monterroso de Lodemásessilencio. El libro de Ernesto es al mismo tiempo una microhistoria, un conjunto de sabios decires y una historia de la vida irreal, como nos enseñó José Emiliio Pacheco. Aquella donde hay homenajes y deudas que el autor se apresura a reconocer. Pero su diálogo más notable es con Juan Rulfo. Al igual que él, Ernesto se entrega a la sabiduría lingüística y humana de personajes que son literarios porque son auténticos. El libro de Ernesto admite y exige la relectura. Vuelvo constantemente a la página de su libro sobre Malcolm Lowry donde el autor reconstruye la vida del escritor inglés a lo largo de un día de su odisea etílica, escrita con insuperable ritmo narrativo en que se combinan la erudición y la creatividad, característica notable del estilo lumbreriano.

La poética de Ábacodegranizoes múltiple y se articula desde la atractiva portada y el color que la anima.

El título es tan enigmático y llamativo como la cubierta del libro: una mula de un grabado antiguo que tiene por cuerpo una botella de nuestra absurda modernidad sintetiza una de las metáforas de Ábacodegranizo: durante mucho tiempo, la mula y el pipón fueron el único medio para obtener el líquido vital. No sabemos si fue real la historia del enano que se transfiguraba en galán irresistible para las muchachas de Ahualulco, pero Ernesto Lumbreras convence a sus lectores de que las historias narradas son verdaderas, pues nacen de su fijación al texto que a su vez recoge las sensaciones de toda una comunidad.

Más que la física de los hechos, la metafísica resultante de esas acciones. Así lo ha hecho el poeta de Espuelaparademorarelviaje o el ensayista que descifra para nosotros los mecanismos creativos de los artistas plásticos. En este sentido su libro La mano siniestra de José Clemente Orozco es un ejemplo de lo que el ensayista puede y debe hacer: un crítico de arte que no admite imprecisiones ni vaguedades.

La prosa de Ernesto nunca deja de ser poética pero no es poetosa: sus frases están cargadas de significado y cada palabra es medida y pesada en la balanza del poeta para que proporcione todo y no tenga el ocio de la comodidad.

Existe una frase de la cábala: no juegues a fantasma porque puedes acabar por serlo. Fiel lector de Ramón López Velarde y uno de sus principales estudiosos, Ernesto no olvida la lección del maestro: decir con otras palabras lo que todos sabemos, es decir, hacer literatura. Algunos ejemplos: “Cuando retorne laestaciónviolenta, la risa de mujeres lavanderas —de pendulares pechos que el insomnio multiplica— estallará en pretiles de orgiásticas espumas hasta tocar con furia la celda de nuestro aburrimiento”. Otro ejemplo de cómo el arte verbal transforma los malos tactos condenados por el confesionario: “mi alma cambiaba de Ángel de la guarda y mi piel se asumía como una estación de aguijones, por más que un albañil o un fontanero fueran los beneficiarios directos de tales prodigios manuales”. O esta otra construcción: “Graduado con honores en la escuela de la crueldad, el reloj de la torre marca las cuatro de la mañana irrebatible e inclemente, golpeando una base metálica con su martillo de subastador de sueños”. Se trata de construcciones verbales suntuosas e hiperbólicas, donde no hay espacio para una coma ni una palabra más. Estamos hablando de literatura.

Una última palabra sobre la figura del cronista de Ahualulco de Mercado, Alejandro Ocaranza. En una primera lectura, y esa es la intención del autor, pensé que Alejandro Ocaranza tenía existencia propia, que era el cronista del pueblo y que asistía a todos los encuentros mencionados a lo largo del libro. Una segunda lectura me permitió deducir que Ernesto y Ocaranza eran una misma persona.

Corrijo mi observación: don Alejandro Ocaranza tiene más vida propia que el propio Ernesto Lumbreras. No es una creación sino un ser independiente que solo el verdadero escritor tiene el deber de pergeñar. De aquí en adelante nadie podrá convencernos de que en Ahualulco de Mercado no suceden cosas más trascendentes quelasrosas, y que la ciudad es tan real como lo son Macondo y Comala, espacios para soñar con los ojos abiertos y los sentidos abiertos al prodigio. _

-06- 27 DE MAYO 2023 LITERATURA Mauricio
Entrevista
La izquierda
Atletas en la
Lésper:
artificial Y, además, en nuestra edición digital:
Montiel Figueiras: Murakami: en sueños camino contigo
Bruce Swansey: ¿Por fin están satisfechos?
José Juan de Ávila:
con Jorge Galán
Minerva Ochoa: De veranos y otros amores
Carlos Sánchez: El árbol de los frutos muertos
Carlos Illades:
de la izquierda
Carlos Chimal: Carlo Rubbia, buscador de quimeras • Fernando Figueroa: LaTota Carbajal • Andrea Serdio:
pantalla
Avelina
Iván Tovar: Metamorfosis
Guillermo Levine: Qué es la inteligencia
QUIRARTE FOTOGRAFÍA GOBIERNO DEL ESTADO DE JALISCO ENSAYO
Plaza principal de Ahualulco de Mercado.
VICENTE

Solo humo

NARRATIVA, ENSAYO

Homo irrealis

El ritmo infinito

POESÍA EN SEGUNDOS

Manuel Ulacia: anagnórisis

VÍCTOR

Vuelve Millás, y no en su papel de neandertal sino de contador de historias. Como en otras ocasiones, se lanza en busca de aquellos agujeros de la realidad cotidiana por donde se cuelan las señales de lo extraordinario. El protagonista de la novela es un joven que hereda la casona y unas cuantas posesiones de su padre ausente.

Hombres de maíz

André Aciman

Alfaguara México, 2023 264 páginas

De raíces sefardís y conocedor de la cultura egipcia, Aciman ha ejercido el periodismo siguiendo su veta más literaria. Prueba de ello es este libro de viajes por Roma, París, Alejandría, San Petersburgo… en el que interroga a la memoria y a su poder para recrear, o incluso traicionar, el pasado. Se trata de imaginar lo que pudo haber sido si...

La sucesión 2024

páginas

No es tarea fácil escribir una historia de la relación de la especie humana con la música, sobre todo porque la más temprana notación musical data del siglo V a. de C. y porque el fonógrafo se inventó hasta 1877. No existe, pues, algo semejante a las piezas con las que trabajan los arqueólogos. Por eso este libro representa un reto mayúsculo.

Extractivismo

Si Manuel Ulacia estuviera aún con nosotros, en la vida de la poesía mexicana actual, habría cumplido, el pasado 16 de mayo, 70 años. Seguramente, junto a sus minuciosos ensayos sobre Luis Cernuda, Escritura, cuerpo y deseo, u Octavio Paz, El árbol milenario, o bien al lado de sus hermosos y originales libros de poesía, Origami para un día de lluvia, El plato azul o Arabian Nights, sus lectores disfrutaríamos hoy de sus reflexiones sobre James Merrill, a quien tradujo de manera amplia, o sobre Xavier Villaurrutia, de quien elaboró con Lola Creel un video; y estos lectores suyos contaríamos con singulares poemas nuevos donde, sin dejar de mostrar su particular visión del amor de un hombre por otro hombre, iluminaría el entrañable y laberíntico mundo familiar o la necesidad de vivir otras culturas como una forma de salud e inteligencia.

Revista de la Universidad de México UNAM México, 2023 164 páginas

Integrado por seis relatos, este libro del Nobel guatemalteco, como se ha considerado desde su aparición, presenta una denuncia del modo en que los indígenas nativos fueron explotados tras la conquista española y lo que hicieron para defender sus tierras y sus tradiciones. El primero de ellos, “Gaspar Ilóm”, otorga el tono.

Explica el autor que, en la nueva alternancia, los ritmos de la sucesión cambiaron y la 4T aceleró la lucha interna del destape desde mitad del sexenio. Por las debilidades de la actual oposición, observa Zepeda Patterson, es esperable que Morena repita en la presidencia, así que su proceso es la verdadera elección.

En su más reciente número, la publicación dirigida por Guadalupe Nettel aborda “el concepto de naturaleza adoptado por Occidente” desde la colonización de América. Se trata de obtener riqueza y poder a costa de la explotación de los frutos de la tierra y de los seres humanos sin considerar alternativas respetuosas del entorno.

La importancia de recordarlo estriba en dos hechos fundamentales. Uno evidente: la importancia de su obra; el otro, si no oculto, sí más difícil de ver: la pertenencia a una generación que, pese a su gran originalidad, no ha sido justipreciada en su verdadera magnitud. Varios de los poemas de Ulacia son, indudablemente, parte constitutiva de un conjunto notable de piezas literarias escritas a finales del siglo XX. A este conjunto pertenecen, por señalar algunas de las innegables, Hacia donde es aquí de Deltoro, Las bacantes de Cross, Shajarit de Gervitz, Los adioses del forastero de Campos, Tierra nativa de Rivas, Chetumal Bay Anthology de Aguilar, Duelo de espadas de Rivera y Litoral de tinta de Volkow. A las cuales habría que agregar Versión —mucho mejor que Incurable— de Huerta y Peces de piel fugaz de Bracho. Sin embargo, Ulacia pertenece también a una generación que ha modificado sustancialmente las lecturas y la visión crítica con la aportación de un enorme acervo literario. Basta con ver lo que han realizado en términos de traducción, edición y crítica las generaciones nacidas en los años cuarenta y cincuenta, sin ninguna comparación con lo que se había hecho antes en este campo, para apreciar no solo un cambio sino años de florecimiento. Por otro lado, es cierto que en casi todos estos poetas hay una abierta admiración a Octavio Paz, pero ésta implicó un deslindamiento crítico con respecto a la estética de “los signos en rotación”. Me atrevo a decir que la mayor parte de estos poetas crearon un extraño realismo que se alejaba de la realidad para estar más cerca de ella. Su poesía, incluso la de Huerta y Bracho, nos revela un pensar o sentir las cosas dentro de su cogollo, como cuando Deltoro dijo “Balero: hacer subir por el aire un agujero”. El mejor poema de Ulacia es Origami… Este texto, en concordancia con Cernuda y en una corriente interior mucho más cerca de Joyce que de Eliot y de Gil de Biedma que de Paz, no es una búsqueda. Es el reencuentro del yo con lo que siempre estuvo ahí, desde el principio, en una identidad original. El poeta viejo y el poeta niño —no en diálogo sino en monólogo interior— comparten el arte de doblar una hoja de papel como el arte de ser siempre iguales a pesar de los pliegues de la opinión, del tiempo y la muerte. _

-07- 27 DE MAYO 2023
Michael Spitzer Ariel México, 2023 589 Jorge Zepeda Patterson Planeta México, 2023 264 páginas Juan José Millás Alfaguara México, 2023 192 páginas
www.librotea.com El
Miguel Ángel Asturias FCE México, 2023 392 páginas
placer de leer

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HUSOS Y COSTUMBRES

Antonio Deltoro (1947-2023)

Sabía ver el Sahara en las azoteas. Sabía que arriba y abajo de la gran ciudad estaba lo esencial: las copas de los árboles, las raíces, las nubes que vienen del mar y la balanza de las sombras en la noche y el día. Quiso vivir en París como un clochard o en una playa, pero vivió en un departamento con una habitación en penumbra y después en una hermosa casa en San Andrés Totoltepec con su amada Martha, en medio del bosque y la niebla que le susurraba “en su lengua envolvente/ de capullo de cera:/ quédate aquí,/ no busques más/ que no se encuentra”. Después le escribiría: “No hay paz parecida a ti sobre la tierra/ niebla rasante que tocas mi ventana”.

Amó los jueves y los martes, el futbol, los días descalzos que “viven en el placer, corren como los niños/ y se abren a la lentitud, como al sol los ancianos”. La  lentitud que fue quizá su divisa, aquella que permite observar.

Fue el quieto, el zurdo, el tímido. Solo él pudo llamar al gallo “lobo del amanecer” y observó a los animales con curiosidad y sorpresa; también amó a los gatos. En concordancia con su apellido, era de signo Tauro y en su poema “Rumiante” decía: “En la abundancia/ y en la sequía,/ mascan mis huesos/ la yerba fresca,/ la yerba fina// y mi esqueleto/ la pesadilla”. En los árboles que poblarán el ártico vio nuestra futura desgracia.

Durante más de 30 años nos hemos reunido con Toni Deltoro cada martes en nuestra tertulia que él animó. Es tertulia, insistía, no taller. En el taller se trabajan los textos; a una tertulia uno llega si le place y lee algo si ha escrito; si no, opina o conversa. Pero el hecho es que leíamos y criticábamos y escuchamos los poemas de Toni durante todos estos años, incluso después del duro accidente que sufrió. Toni nuestro hermano mayor, nuestro primo querido, cuyos poemas

tuvimos el privilegio de escuchar a veces en germen, a veces terminados, arriba con los pájaros en las copas de los árboles o abajo en las raíces y la melancolía. Toni que me enseñó a oír la poesía, Toni con el que mi hermana y yo peregrinamos una vez en busca de un nuevo café para la tertulia como en un breve re-exilio español.  Por la tertulia han pasado infinidad de escritores, libros, premios y algunas amarguras, pero Toni siempre nos recordó que debíamos ser ante todo agradecidos. Quizá porque la vida es breve, quizá porque el merecimiento es relativo ante el azar portentoso de estar aquí. “Cuando dormimos/ el tiempo se lleva/ el cielo que conocemos,/ el tiempo se lleva todo,/ incluso el cielo”. Se fue un poeta de los más grandes, un poeta como no habrá otro en mucho tiempo. Nunca agradeceré suficiente haberlo conocido y gozado de su amistad. _

Las profecías del profesor Harari

En cada lugar al que llega, Yuval Noah Harari es recibido como un gurú o un rockstar. Este historiador y filósofo israelí, famoso gracias a su trilogía sobre el pasado y el futuro de la humanidad (Sapiens, HomoDeusy 21leccionespara elsigloXXI), llegó el otro día a Madrid haciendo honor a su popularidad planetaria y a su sobrada capacidad para dejar bien asentadas una ristra de explicaciones y advertencias. Después de hacer cola y de pasar por un par de controles de seguridad, decenas de personas nos sentamos a escucharlo en el Ateneo de Madrid.

A mí me parece un poco sospechoso que varios políticos y empresarios recomienden sus libros (por aquello de que son la élite dirigente y, en teoría, no les da la gana perder sus privilegios) y que se haya hecho millonario a base de pregonar un discurso que, en esencia, ya se ha dicho en otros momentos de nuestra historia. Pero, al mismo tiempo, reconozco que en esta época vertiginosa y carente de liderazgos sensatos es oportuno que alguien establezca las pistas de la ruta a seguir y, sobre todo, sacuda nuestra atolondrada mente con sus planteamientos.

Harari es un hombre de 47 años que no tiene celular, practica el veganismo y la meditación vipassana, vive con su marido (y manager) en una cooperativa rural a las afueras de Jerusalén, medita dos horas diarias y pasa dos meses del año en un retiro espiritual en la India, es catedrático de Historia en la Universidad Hebrea, cuelga sus charlas en YouTube para deleite de millones de personas y vende libros como panes.

Visto de cerca —flaco, calvo, con su rostro afilado, sus manos huesudas, sus lentes finos, sus pies pequeños y su traje siempre sin corbata—, este profesor desprende paz e inspira confianza. Sus ideas, sin embargo, incomodan y asustan.

Así que uno estaba ahí, apoltronado en una incómoda butaca, dispuesto a recibir un buen jalón de orejas. Dijo el influyente intelectual: “si no regulamos pronto las nuevas tecnologías

perderemos el control de nuestras vidas. El proceso de adaptación a la Inteligencia Artificial puede ser muy difícil, pues esta es la primera herramienta inventada que puede tomar decisiones propias. Antes el ser humano era el que decidía cuándo usar la tecnología, ahora la tecnología puede usarnos a nosotros. Puede usar nuestros datos para manipularnos, puede clonar nuestra imagen y nuestra voz… Puede, en suma, derrumbar democracias enteras. Hoy no hacen falta agentes humanos para vigilarnos. Los teléfonos y las computadoras nos monitorean y así se está acabando con nuestra privacidad. Esa, que era una fantasía de dictadores, se ha vuelto realidad”.

Uno se revolvía en su asiento e

intentaba esquivar el bochorno ante las profecías del profesor. Pero de nada servía porque, conforme avanzaba su alocución, una sombra distópica se esparcía por todo el auditorio. “La automatización eliminará muchos empleos y creará otros. Lo difícil será la transición y nuestra adaptación a los cambios bajo el capitalismo vigilante. Los países más tecnologizados ganarán poder y recursos económicos, pero puede que la mayoría se queden atrás. Estamos entrando en una era colonial diferente, en la que el control no lo ejercerán soldados sino los datos”, dijo sin inmutarse.

¿Y qué podemos hacer ante tal situación? Porque también estábamos ahí para escuchar propuestas que nos llevaran a vislumbrar alguna solución a corto y a largo plazo. “Necesitamos mecanismos internos de corrección, prensa libre que señale errores y plantee salidas, partidos políticos y juzgados independientes y, principalmente, gestionar las minas de datos de forma responsable y no permitir que se concentren en un solo lugar. Al mismo tiempo, tanto las empresas como los gobiernos deben estar vigilados para que haya un equilibrio justo y democrático”. Afuera del Ateneo, el ruido del panorama nacional e internacional (guiado por algoritmos) no era —no es— muy halagüeño, pero por lo menos dentro de nosotros se desató la reflexión y, mientras empezamos a desarrollar nuestro potencial para actuar como sociedad, al día siguiente el profesor Harari se fue a visitar al presidente de España para explicarle la responsabilidad de dirigentes políticos como él en este cambio de era _

27 DE MAYO 2023
LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: JOSÉ LUIS MEDINA G.
CAFÉ MADRID
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AP El filósofo israelí Yuval Noah Harari.
En esta época vertiginosa es oportuno que alguien establezca la ruta a seguir
ANA GARCÍA BERGUA

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