Laberinto
NICANOR PARRA (1914-2018)
juan manuel gรณmez p. 05
ENTREVISTA A ALMUDENA GRANDES
guadalupe alonso coratella p. 06
MILENIO
Nร M. 763
sรกbado 27 de enero de 2018 FOTO: POLLOBARBA
MENTIRAS j. m. coetzee p. 04
ANTESALA
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LABERINTO
AVELINA LÉSPER
Alienación artística AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
E
l museo contemporáneo es el refugio sectario para exhibiciones de banalidades politizadas, el proselitismo y las profecías oportunistas. El MUAC, recinto universitario supuestamente autónomo, es utilizado como tribuna del fanatismo ideológico al que se someten los artistas VIP. La exposición del colectivo Chto Delat, nos dicen que “propaga modelos de auto–educación activista que reconectan la acción política, el pensamiento comprometido y la innovación artística”, es un himno a la alienación descarada sin valor estético. El arte contemporáneo VIP tiene entre sus fundamentos el ataque al Movimiento Muralista por sus implicaciones sociales y ahora empapelan las paredes de los museos con recortes de periódicos, fotografías fuera de foco, artesanía revolucionaria, una muestra que no ofrece una sola manifestación de “innovación artística” porque desde hace décadas hacer
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
videos de mala calidad y montar performances con nivel de escuela secundaria ha sido disfraz de la manipulación ideológica. ¿Qué sigue después de esto, exposiciones para que los Testigos de Jehovah recluten prosélitos? Si los museos universitarios van a dedicarse abiertamente a divulgar propaganda tendrían que ser imparciales y abrir el espacio a los partidos políticos, las asociaciones religiosas, Provida y las sectas. Los artistas VIP, curadores y académicos engrosan la masa alienada y ese sojuzgamiento se denomina como “arte” para captar adeptos, es tan burdo que nada más les falta, como los partidos políticos en campaña, repartir gorras, regalos y folletos. Las secciones de la exposición están acompañadas de cédulas al estilo de hojas parroquiales con discursos académico– panfletarios, las obras “zapatistas” son artesanía revolucionaria
Obra zapatista
de factura comercial al nivel de souvenires para turistas de los que venden en los aeropuertos, evidentes imposturas intelectuales dedicadas a la asimilación ideológica carente de proyecto artístico. Las obras de David, el arte religioso, el constructivismo ruso, permanecen como arte que superó a las ideas que esgrimieron. Las manifestaciones de esta exposición son inherentes a su función
alienista, sin esto son menos que nada, basura demagógica que se desecha al finalizar la campaña política. El poder siempre ha comprado artistas y escritores como voceros de su propaganda, son de fácil acceso, baratos y dispuestos, lo podemos ver en esta exposición, en la que el entreguismo y la enajenación es la “obra de arte” de la mediocridad tutelada por la ideología. L
El gato negro era tan supersticioso que evitaba los espejos. ESPECIAL
Pausa en silencio ARTES VISUALES
U
n ave se escapa del espectacular de Sonora 128. Se trata de la pieza “Sin título” (1995) de Félix González Torres (1957–1996), un artista de origen cubano que encontró en el minimalismo una forma de expresar su visión política. Esta obra es la octava intervención urbana que propone la Galería Kurimanzutto en la Ciudad de México. Sonora 128 es un espacio mutable que abre un diálogo sutil con el barrio; un gesto que quizá pase imperceptible, pero que altera el entendimiento de la metrópoli e invita al transeúnte a enfocar. En esta edición, la pieza de González Torres no solo se exhibe en la colonia Condesa. El ave, que se esconde en los grises, migra a otros cinco puntos de la capital. Se puede observar su paso en Huipulco (Viaducto
MIRIAM MABEL MARTÍNEZ
Tlalpan 83), en el Camino Real de Toluca (número 415); en la colonia San Miguel Chapultepec (Agustín Vicente Eguia 18), en Santa María Aztahuacán (Avenida de las Torres 188) y en la colonia Obrera (Isabel la Católica 330). Más que transformar la ciudad en un museo, la propuesta es jugar con los conceptos de ausencia y presencia. Está y no está. No solo porque la imagen se difumine en el caos, sino porque al estar en contextos desconectados de las ideas de exposición o museo, renuncia a su aura de obra de arte para mutar en casi una mancha que tampoco pertenece al ámbito de la publicidad, que es lo que se espera ver en dichas estructuras. Esta ambigüedad es exactamente lo que atrae. Desde la distancia, la foto en blanco y negro aparece para simultáneamente romper con
el paisaje e integrarse al cielo. ¿Qué hay ahí? ¿Por qué está ahí? Aunque el ave no se distinga, la imagen es perturbadora porque no pertenece al contexto en el que está, y sin embargo logra integrarse y ser parte de éste. La movilidad propia de la ciudad la arropa y la hace suya sin importar si quien la contempla le otorga la categoría de arte. La pieza se escapa de la interpretación; es más, rehúye. Se niega a ser analizada y se conforma con ser vista; lo suyo es el asombro. La mirada se topa con la
propuesta de González Torres en un parpadeo. El ave puede estar o nunca haber estado. Esos huecos visuales multiplicados establecen una complicidad con quien la percibe, cuestionando quién ocupa el espacio urbano. “Sin título” es un guiño que saca de la cotidianidad, porque al observarla uno escapa de la realidad y entra a un “no tiempo”, una pausa que dura apenas un instante para enseguida reconectarnos al ruido, al movimiento. Es un silencio en medio del desconcierto. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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× N I C A N O R
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ANTESALA
ESPECIAL
PA R R A ×
Rompecabezas Con estos dardos, que forman parte de Poemas y antipoemas (Santiago de Chile, 1954), despedimos al Premio Cervantes 2011, quien murió a la asombrosa edad de 103 años (5 de septiembre de 1914-23 de enero de 2018)
N Adoro un trozo de trapo. Traslado tumbas de lugar.
o doy a nadie el derecho.
Traslado tumbas de lugar. No doy a nadie el derecho. Yo soy un tipo ridículo A los rayos del sol, Azote de las fuentes de soda Yo me muero de rabia. Yo no tengo remedio, Mis propios pelos me acusan En un altar de ocasión Las máquinas no perdonan. Me río detrás de una silla, mi cara se llena de moscas. Yo soy quien se expresa mal Expresa en vistas de qué. Yo tartamudeo, Con el pie toco una especie de feto. ¿Para qué son estos estómagos? ¿Quién hizo esta mescolanza? Lo mejor es hacer el indio. Yo digo una cosa por otra. ×EKO×EX LIBRIS×EL VENENO DE LOUIS-FERDINAND CÉLINE×
Muhammad Ali noquea a Sonny Liston, 1964
Te hace falta ver más bax BICHOS Y PARIENTES
H
JULIO HUBARD
ay quien juega al futbol o quien juega al tenis. Pero un boxeador no juega a los golpes: pelea. Lo sabe Joyce Carol Oates desde niña, cuando su padre la llevaba a aquel “ritual dionisiaco de crueldad, sacrificio y redención”, donde “el ring es un altar y uno de esos espacios legendarios donde las leyes de una nación se suspenden”. Y el resultado de aquella mala costumbre pedagógica es una breve obra maestra: On boxing (1986; no muy bien traducida al español por Tusquets, Del boxeo, 1990). “No disfruto el box —dice Oates—, nunca lo he disfrutado y tampoco pienso en el boxeo en términos literarios, como metáfora de algo más... aunque acepto la proposición de que la vida es una metáfora del boxeo… uno de esos combates que siguen y siguen, asalto tras asalto, en una pelea tan cerrada que es imposible no ver que tu adversario eres tú. Pero el boxeo solo se parece al boxeo”. Los egos se disuelven y uno queda ante “una viciosa explotación de la masculinidad, como la prostitución y la pornografía pueden ser viciosas explotaciones de la feminidad”. Oates atestiguaba, sin saberlo, el final de una gran era: el boxeo anterior a los pagos por evento y los canales de paga; el campeón que emergía de su barrio con la esperanza de su gente colgada al cuello… No llega a las peleas de los años noventa donde algo se perdió: la mecánica actual exige que los boxeadores funjan como estrellas mediáticas, que bailen, rehúyan el combate y hagan un espectáculo de aspavientos. Lástima: el estilo del peleador rudo, duro, se quedó no solo en otra época sino en blanco y negro. Hoy quedan pocos pugilistas y abundan los esquivadores que quieren ser Mayweather, no Rocky Marciano. A Oates apenas le tocó el inicio de todo esto, cuando los empresarios, dueños de los peleadores, comenzaron a cuidar su “inversión” y el nocaut fue sustituido por el nocaut técnico. Y pone como ejemplo la pelea de Larry Holmes y el vestigio de aquel milagro que fue Muhammad Ali: “fue como ver la autopsia de un hombre todavía vivo”. Y pienso en Jack London y en Norman Mailer, pero también en Angelo Dundee o Mike Tyson. El libro no solamente es un estupendo ensayo; también es el mejor escrito que conozco sobre box. Pero, sobre todo, algo más importante: el que una mujer así de pequeña, delgada y frágil, salida de un mundo de libros y autora de muchos, haya sido capaz de explorar a fondo algo que le es por completo ajeno en tanto práctica, muestra que la imaginación y la observación pueden ser más precisas que la experiencia. L
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ESPECIAL
Mentiras
En este relato, un hijo y su madre sostienen un duelo en el que las verdades nunca son nombradas, solo sugeridas a través de un velo que amenaza con rasgarse. Como en tantas ocasiones, el escritor sudafricano reflexiona sobre la pertinencia, o no, de imponer el silencio J. M. COETZEE
Querida Norma:
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e escribo desde San Juan, desde el único hotel que hay aquí. Esta tarde visité a mi madre —media hora de camino en una carretera sinuosa—. Su estado es tan malo como temía, y peor. No puede caminar sin su bastón, y aun así lo hace muy lentamente. No ha podido subir las escaleras desde que volvió del hospital. Duerme en el sofá de la sala. Intentó que trajeran su cama a la planta baja, pero el hombre dijo que había sido construida in situ, y no podía moverla sin desarmarla primero. (¿No era Penélope la que tenía una cama como esa —la Penélope de Homero?) Hay un hombre llamado Pablo que le ayuda con el jardín. Le pregunté que quién hacía las compras. Dice que vive con pan y queso, además de lo que crece en el jardín, que no necesita más. De cualquier manera, le dije, ¿no podrías traer a una mujer del pueblo para que cocine y haga la limpieza? No quiere oír nada de ese tema; dice que no tiene ningún contacto con el pueblo. ¿Y Pablo?, pregunté. ¿No vive en el pueblo? Pablo es mi responsabilidad, me respondió. Él no es de aquí. Hasta donde vi, Pablo duerme en la cocina. No está del todo aquí, ni allá, o como sea que diga el eufemismo. Quiero decir que es un idiota, un papanatas. No logré abordar el tema principal —lo intenté, pero no me atreví—. Lo haré cuando la vea mañana. No puedo decir que tenga espe-
ranzas. Fue fría conmigo. Sospecho que tiene desconfianza y se ha formado una idea acerca de por qué he venido. Duerme bien. Dale mi cariño a los niños. John ◆◆◆ “Madre, ¿podemos hablar de arreglos para tu vida? ¿Podemos hablar del futuro?”. Su madre, sentada en su sólida y vieja butaca, sin duda construida por el mismo carpintero que hizo la cama inamovible, no dijo nada. “Debes saber que Helen y yo nos preocupamos por ti, tuviste Ella sabe muy bien una mala caída, y solo cuál es la verdad real, es cuestión de tiempo como yo la sé, para que tengas otra. No así es que no debería te estás haciendo más ser difícil decirla con joven, y vives sola en todas sus letras una casa con escaleras en un pueblo en el que no tienes buenas relaciones con los vecinos. Francamente, no parece ser una existencia viable. Ya no lo es, de hecho”. “No vivo sola”, dijo su madre. “Pablo me acompaña. Puedo confiar en él”. “De acuerdo, Pablo vive contigo. Pero en caso de una emergencia, ¿realmente puedes confiar en Pablo? ¿Ha sido Pablo de alguna ayuda para ti últimamente? Si no hubieras podido llamar por teléfono al hospital, ¿en donde estarías ahora?”. Las palabras salieron de su boca, pero él sabía que estaba cometiendo un error.
“¿En dónde estaría?”, dijo su madre. “Tú pareces tener la respuesta, así que ¿por qué preguntas? Bajo tierra, siendo comida por los gusanos, supongo. ¿Es lo que querías que dijera?”. “Madre, por favor, sé razonable. Helen ha estado investigando y localizó dos lugares no lejos de donde vive en los que te cuidarían bien y en los que ella y yo creemos que te sentirías como en casa. ¿Me permitirías que te hable de ellos?”. “¿Dos lugares? Por lugares ¿quieres decir asilos? ¿Asilos donde me voy a sentir como en casa?”. “Madre, puedes llamarles como quieras, puedes burlarte de Helen y de mí, pero eso no altera los hechos —los hechos de la vida—. Sufriste un accidente serio, del cual estás padeciendo las consecuencias. Tu condición no va a mejorar. Por el contrario, todo parece indicar que se pondrá peor. ¿Has pensado en cómo sería tu vida postrada en una cama en este pueblo olvidado de la mano de Dios tan solo con Pablo para vigilar tus necesidades? ¿Has pensado en lo que sería para Helen y para mí saber que necesitas atención y que no podamos dártela? Porque no podemos volar miles de kilómetros cada fin de semana. ¿O podemos?”. “No espero que lo hagas”. “No esperas que lo haga, pero eso es lo que tenemos que hacer, eso es lo que uno hace cuando ama a otra persona. Así que por favor escucha atentamente mientras te doy las alternativas. Mañana o el día siguiente o el siguiente, tú y yo dejaremos este lugar y viajaremos a Niza, con Helen. Antes de que nos marchemos, puedo ayudarte a empacar todas las cosas que son importantes para ti, todo lo que quieras traer contigo. Las empacaremos en cajas y las dejaremos listas para ser enviadas una vez que te establezcas. “Desde Niza, Helen y yo te llevaremos a las dos casas de asistencia que te mencioné, una es en Antibes y la otra en Grasse. Puedes echar un vistazo y ver cómo te sientes. No te presionaremos, para nada. Si no te gusta ninguna, que así sea, puedes quedarte con Helen mientras buscamos algo más; hay mucho tiempo. “Solo queremos que estés contenta, contenta y a salvo. Ese es el sentido de todo esto. Queremos estar seguros de que si hay un contratiempo, habrá alguien a la mano, y tú tendrás la atención adecuada.
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“Sé que no te gustan los asilos, madre. A mí tampoco. Ni a Helen. Pero hay un momento en nuestras vidas en que tenemos que transigir entre lo que queremos idealmente y lo que es bueno para nosotros, entre nuestra independencia por un lado y la seguridad por el otro. Aquí, en España, en este pueblo, en esta casa, no tienes ninguna seguridad. Sé que no estás de acuerdo, pero esa es la cruda realidad. Podrías caer enferma sin que nadie se entere. Podrías tener otra caída y quedar inconsciente, o con las extremidades rotas. Podrías morir”. Su madre hizo un ligero ademán con la mano, como para descartar la posibilidad. “Los lugares que Helen y yo proponemos no son como los asilos de los viejos tiempos. Están bien diseñados, bien supervisados, bien llevados. Son caros porque no escatiman recursos en beneficio de su clientela. Uno paga, y a cambio uno obtiene un cuidado de primera clase. Si resulta que el costo es un problema, Helen y yo contribuiremos con gusto. Tendrás tu propio pequeño apartamento; en Grasse puedes tener un jardín chico para ti sola. Puedes tomar tus comidas en el restaurante o hacer que te las lleven al apartamento. Ambos lugares tienen gimnasio y alberca; tienen personal médico a la mano todo el tiempo, y psicoterapeutas. Quizá no sean el cielo, pero para alguien en tu condición son lo que más se le parece”. “Mi condición”, dijo su madre “¿Y cuál es según tú mi condición?”. Él levantó las manos, exasperado. “¿Quieres que lo diga?”, exclamó. “¿De verdad quieres que lo diga con todas sus letras?”. “Sí. Solo por hacer algo diferente, como un ejercicio, dime la verdad”. “La verdad es que eres una mujer vieja que necesita cuidado. El cual un hombre como Pablo no puede darte”. Su madre sacudió la cabeza. “Esa verdad no. Dime la otra verdad, la verdad real”. “¿La verdad real?”. “Sí. La verdad real”. ◆◆◆ Querida Norma: “La verdad real”, eso es lo que pedía o quizá imploraba. Ella sabe muy bien cuál es la verdad real, como yo la sé, así es que no debería ser difícil decirla con todas sus letras. Y yo estaba lo suficientemente enojado para hacerlo —enojado de haber hecho este largo viaje para encargarme de algo por lo que tú o Helen o yo mismo no recibiremos ninguna señal de gratitud, no en este mundo. Pero no podía decirle. No podía decirle a la cara lo que no tengo ninguna dificultad de escribir aquí, ahora, a ti: La verdad real es que te estás muriendo. La verdad real es que tienes un pie en la tumba. La verdad real es que ya estás desamparada en el mundo, y mañana estarás todavía más desamparada, y así, día tras día, hasta que llegue el momento en que no haya absolutamente nada que se pueda hacer por ti. La verdad real es que no estás en posición de negociar. La verdad real es que no puedes decir NO. No puedes decirle NO al tic–tac del reloj. No puedes decirle NO a la muerte. Cuando la muerte diga VEN, tú tendrás que agachar la cabeza e ir. Mientras, acepta. Aprende a decir SÍ. Cuando te digo: deja atrás la casa que construiste para ti en España, deja atrás tus cosas familiares, ven y vive en —SÍ— un asilo donde una enfermera de las hermanas de la Orden de Guadalupe te despierte por la mañana con un vaso de jugo de naranja y un agradable saludo (Quel beau jour, Madame Costello!), quita ese ceño fruncido, no seas testaruda. Di SÍ. Di: estoy de acuerdo. Di: me pongo en tus manos. Haz lo mejor posible. Querida Norma, llegará el día en que tú y yo necesitemos que se nos diga la verdad, la verdad real. Así que ¿podemos hacer un pacto? ¿Podemos prometernos que no nos mentiríamos el uno al otro, sin importar cuán duro sea lo que tenga que decirse con todas sus letras, diremos con todas sus letras: esto no mejorará, se pondrá peor, y está a punto de ponerse peor cada día hasta que no pueda ser peor, hasta que ya no haya nada peor? Tu amado esposo, John L
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DE PORTADA
Nicanor Parra y la antimateria poética JUAN MANUEL GÓMEZ
T
al vez no haya nada más alejado de la precisión conceptual y la música de las palabras (que es lo que siempre he identificado con la poesía) que los versos de Nicanor Parra. Esto se debe a que antes que poeta fue físico, matemático y director de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Lo cual explica el título de su libro célebre, Poemas y antipoemas (1954), que escribió tardíamente, a los 40 años. Como saben los físicos, a la mayor parte de partículas de la naturaleza corresponde una antipartícula, que posee la misma masa y el mismo espín, pero distinta carga eléctrica. Y las antipartículas forman lo que se conoce como antimateria. Pues bien, en Nicanor Parra, poeta chileno estrictamente contemporáneo, por el año de nacimiento, 1914, de Octavio Paz y Efraín Huerta, tenemos la manifestación de este concepto en la poesía. “Cuando te pidan manzanas”, le dijo un día Nicanor Parra a su colega Charles Simic, “dales peras”. Era dado a no dejarse convencer y hacer, a diestra y siniestra, su santa voluntad. “Fui lo que fui”, afirmó en su “Epitafio” de 1969, “una mezcla de vinagre y aceite de comer. ¡Un embutido de ángel y bestia!”. En tiempos difíciles para las buenas conciencias políticas, con la ancha cauda de ideología legada por dos titanes —el frondoso y firme Pablo Neruda y el dictador Augusto Pinochet—, Nicanor Parra eligió la nada. No quiso voltear ni a la izquierda ni a la derecha, ni al cielo ni al infierno. Se empeñó en ser siempre él mismo, caminando con sus pies, sin subirse a ningún barco, ni al de la guerra política, que es tan rentable y purificadora cuando uno quiere curarse en salud, ni al de la moda vanguardista en el ámbito formal (que le había legado su paisano Vicente Huidobro, a quien dedicó estos versos en 1993:
“No me pidan que escriba con los pies/ Replicó/ Cuando se le tildó de cerebral/ El rigor verdadero reside en la cabeza/ Que Neruda se haga cargo de las empleadas domésticas/ Ésta es una poesía para príncipes. [...] Publicar los poemas/ En rollos de papel higiénico/ Por supuesto Sras & Sres/ Ediciones biodegradables/ Sensacional/ Genial/ ¡Elefantástico!/ Negocio redondo por donde se mire/ Pero no me vengan con que eso es poesía”). Caminó descalzo sobre las playas que quiso, y si bien no siempre la arena era blanca, tampoco es desagradable cuando se pisa el lodo y se cuela entre los dedos; hace cosquillas, y eso también es la vida. No quiso ser, como dicen unos versos suyos, ni “revolucionario de bolsillo” ni “pequeñoburgués”. Jamás buscó ni huyó de los reflectores. Un poco a la manera de Groucho Marx, que decía que se negaba a unirse a un club que aceptara de miembro a alguien como él, cuando supo que le habían otorgado el Premio Reina Sofía en 2001, Nicanor Parra dijo: “Por mi parte, pienso querellarme contra los responsables de que me concedan este galardón”. No se presentó a recoger el Premio Cervantes con el que fue homenajeado diez años después. La disculpa que ofreció en esa ocasión fue su edad avanzada. Sin embargo, esa misma razón no le impidió hacer una huelga de hambre en apoyo a la discriminación que un grupo de indios mapuches sufría en los juzgados. Yo me quedo con algunas de sus “Preguntas a la hora del té”: “¿Vale más el arroyo que se mueve/ o la chépica fija en la ribera? [...] ¿Es más real el agua de la fuente/ o la muchacha que se mira en ella? [...] ¿Es superior el vaso transparente/ o la mano del hombre que lo crea? [...] Se respira una atmósfera cansada/ De ceniza, de humo, de tristeza:/ Lo que se vio una vez ya no se vuelve/ A ver igual, dicen las hojas secas”. L
©The New York Review of Books , 21 de diciembre de 2017. Traducción: Juan Manuel Gómez
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Almudena Grandes
“Escribir es también luchar contra el olvido”
Al reflexionar sobre su más reciente novela, Los pacientes del doctor García, una dolorosa inmersión en la Guerra Civil, la escritora española confirma el valor de la memoria, que sirve no tanto para recordar sino para iluminar el presente, habitado por monstruos que se creían aniquilados HÉCTOR TÉLLEZ
ENTREVISTA GUADALUPE ALONSO CORATELLA
E
scribir es mirar el mundo”, dice Almudena Grandes. La escritora madrileña, que ha publicado una veintena de libros entre cuento y novela, asegura que “cuando miramos el mundo, vemos cosas distintas. Cada uno hace su propia lectura de la realidad y eso es lo que justifica la literatura”. “Mirar el mundo” fue el título de la conferencia que dictó en la Cátedra Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara el pasado mes de noviembre. En una conversación previa, dijo guardar una relación íntima con Cortázar. De Rayuela, su libro único de cabecera, memorizó algunos párrafos: “toco tu boca con los dedos, toco tu boca”, recuerda. La autora de Las edades de Lulú, nacida en 1960, forma parte de una generación que se distanció del arte y la cultura de España. “Nos parecía que la literatura española era polvorienta, pueblerina, que todo estaba vinculado a la dictadura, cuando era exactamente al contrario; la literatura fue un semillero de resistencia contra el franquismo. Lo que leíamos era a los autores del boom: García Márquez, Vargas Llosa, Bryce Echenique, Carlos Fuentes”. Y confiesa que el escritor vivo que más le impresiona —aunque políticamente no está de acuerdo con él— es Mario Vargas Llosa. “La pasión por Mario me ha acompañado toda mi vida”. Almudena Grandes descubrió su vocación desde niña. El padre y el abuelo eran poetas aficionados: “De vez en cuando venía mi madre, tocaba a la puerta y nos decía: ‘Niños, papá ha escrito un poema y os lo quiere leer’. Entonces íbamos todos al salón y mi padre leía un poema. La poesía me gustaba mucho, pero me daba miedo escribir poemas; en cambio, la narrativa fue algo natural. Tenía 8 o 9 años, y en aquella época en España solo había un partido de futbol a la semana. Mi padre iba a verlo a casa de mi abuelo y las niñas teníamos que estar calladas. Nos daban una hoja de papel y lápices de colores. Como no sabía dibujar, una tía abuela me dijo: ‘¿Por qué no escribes algo? Con lo que te gusta leer’. Así empecé a escribir cuentos en el tiempo que duraba un partido de futbol los domingos”. Fue en la biblioteca del abuelo donde se definió su destino literario. Ahí encontró las obras de Benito Pérez Galdós, figura tutelar, cuyas novelas marcarían un estilo en su escritura. “Ahí descubrí que quizá Galdós tenía un plan para mí, o el destino, porque la primera novela que abrí fue Tormento. Yo, que iba a un colegio de monjas, me encontré leyendo la historia de un cura que se enamora de una chica huérfana, y el narrador de esa historia mira con la misma ternura al cura seductor que a la huérfana seducida. Todo eso sucedía en Madrid. Desde entonces, Galdós fue una de las puertas por las que empecé a pensar en mi país, una obsesión que me ha acompañado durante el resto de mi vida. Cuando pensé en hacer una serie de novelas que me permitieran contar 25 años de franquismo, desde 1939 hasta 1954, me di cuenta de que había un formato que ya se podía utilizar: los Episodios nacionales de Galdós. Y no solo eso, sino que Max Aub, desde el exilio mexicano, había escrito la Guerra Civil usando el mismo modelo en su serie El laberinto mágico. Intentar un formato que sea transitable un siglo y medio después es una proeza literaria tan
descomunal que no nos damos cuenta de todo lo que significa. Poder enganchar mi vagón a ese tren, a la locomotora de Galdós a la que se había enganchado Max Aub, ya solo por eso, merecía la pena todo el trabajo. Galdós nos enseñó a contar la historia desde abajo. Nos enseñó que la vida privada común y corriente es una forma de contar la vida pública de las sociedades”. En efecto, a la serie Episodios de una guerra interminable se le ha calificado como galdosiana. Sin duda, Almudena Grandes ha logrado narrar una saga del franquismo desde la mirada costumbrista. La más reciente, Los pacientes del doctor García, su cuarta entrega, comienza en 1936, en España, para concluir en la Argentina de Perón. Una novela de intrigas que revela historias nunca antes contadas, como la existencia de una red de
evasión de generales de guerra nazis que logran eludir a la justicia aliada gracias a la ayuda de una mujer, Clara Stauffer. A partir de ahí, se traza el mapa de este libro, quizá el más ambicioso de la escritora, “una novela de ficción cosida alrededor de un hecho real”. “Clara Stauffer fue una mujer muy especial, española y alemana; nazi y falangista. Se enamoró de Hitler cuando hacía el bachillerato en Alemania, pero cuando volvió a España, en la República, aprovechó la libertad que se otorgaba a las mujeres españolas para brillar como deportista de alta competencia, y como política, porque fundó la Sección Femenina con Pilar Primo de Rivera. Cuando Franco gana la guerra, lo primero que hacen Pilar y Clara es privar a todas las mujeres españolas de las condiciones que a
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LITERATURA
ESPECIAL
ellas les habían permitido ser lo que eran, primera contradicción. Clara fundó esta red después de la Segunda Guerra Mundial; formaba parte del Estado franquista y fue tremendamente eficaz. Pero eso no me impresionó tanto como el hecho de que Clara trabajaba para el mal, porque los generales de guerra del Tercer Reich son una de las encarnaciones del mal en la tierra. Y, sin embargo, era una mujer abnegada, sacrificada, que se gastó todo su dinero en apoyar a estos refugiados; tenía una relación casi maternal con ellos. Me impresionó mucho esa ambivalencia de la mujer admirable que se entrega a la causa del mal. Es un regalo para un novelista”. Si Clara Stauffer es la materialización del mal, Adrián Gallardo Ortega, uno de los tres personajes principales, es un ejemplo de la sutil frontera que hay entre llevar una vida correcta y convertirse en un asesino. “Adrián Gallardo Ortega simboliza lo que Hannah Arendt llamó la banalidad del mal: convertir a buena gente en monstruos. Adrián es un buen chico, torpe, que se equivoca una y otra vez, y toma decisiones que le llevan a un lugar donde jamás habría estado por su propia voluntad. Cuando alguien le dice ‘Dispara’, él dispara. Y eso lo convierte en un criminal de guerra. Ha sido una de las mayores dificultades para escribir esta novela que tiene mucho de desafío moral”. El escenario donde la autora sitúa a Adrián Gallardo Ortega para crear a un criminal de guerra español se encuentra en Estonia, en el Campo de Klooga, donde el Escuadrón Azul llevó a cabo una ejecución masiva de judíos en septiembre de 1941: “Franco quería darle un caramelo a Hitler. Como no entró a la guerra, mandó a decenas de miles de soldados al frente. Después de Stalingrado, cuando se vio que los nazis no iban a ganar, Franco no sabía qué hacer con todos esos hombres y los fue repatriando por tandas, pero hubo muchos que no volvieron: se quedaron luchando en Rusia y luego retrocedieron con el ejército alemán. Se sabe que varios centenares de españoles acabaron defendiendo Berlín. Lo que investigué es que la única forma de que un español llegara a Berlín era alistado en una unidad de voluntarios de la SS; no había otro camino. Seguí la huella de estas unidades y encontré el Campo de Klooga, un campo pequeño en el que cuatro días antes de la retirada del Báltico los nazis asesinaron a 2 mil 500 personas con la ayuda de voluntarios. Al reconstruirlo, decidí que Adrián iba a convertirse en un criminal de guerra en Klooga. Al llegar a ese punto, me di cuenta de que no podía multiplicar los puntos de vista alegremente y, por lo tanto, iba a tener que contar la matanza desde el punto de vista del asesino. Eso fue un problema, un desafío literario de los más gordos que he tenido que vencer porque es difícil iluminar los motivos incomprensibles, la psique de un buen chico perdido que hace lo que no quiere hacer”. La novela es también una reflexión sobre la amistad, la soledad y la identidad. Sus héroes son dos amigos, Guillermo García Medina, médico madrileño, y Manolo Arroyo Benítez, diplomático republicano. Lejos de ser los prototipos del héroe, estos personajes asumen riesgos y aceptan trabajar para los demás por gratitud, lealtad, amistad. “Mis personajes favoritos son los supervivientes. Creo que no hay ninguna hazaña tan digna ni tan esencialmente humana como sobrevivir. Todas las novelas de esta serie son historias de supervivientes, pero aquí el precio de la supervivencia de Guillermo García Medina es su identidad. Él no solo renuncia a su nombre, sino que cuando acaba la guerra en España es un hombre con un proyecto de vida, y para sobrevivir en la dictadura debe renunciar a todo. Lo logra porque su amigo Manolo le regala una vida, le da una identidad falsa”.
Campo de Klooga
El conflicto de la novela se plantea cuando las autoridades republicanas en el exilio deciden infi ltrar a un hombre en la red Stauffer para que el mundo conozca lo que está pasando en España. Para darle verosimilitud a este relato, una ficción basada en hechos reales, la autora no podía dejar a un lado a los centros de poder, los del exilio y los del interior. Además de Clara Stauffer, comparece, entre otros personajes, Juan Negrín, presidente del Gobierno de la II República. “Es fundamental alcanzar un equilibrio entre la libertad y la lealtad. Si un escritor no se siente libre para crear, para levantar un mundo completo, el resultado no va a merecer la pena. Pero cuando escribes sobre un hecho histórico, tienes que ser leal a la verdad histórica. La norma de la historia es la verdad, la norma de la literatura es la verosimilitud. Esa es mi guía, el camino que me permite escribir estas novelas”. La burguesía republicana y la Iglesia jugaron un papel fundamental durante la Guerra Civil española y el franquismo. Almudena Grandes reivindica a esa burguesía, a los exiliados que intentaron conseguir alguna condena o censura al franquismo. Por otro lado, la Iglesia católica, a través de una red de párrocos, colaboró para que Clara Stauffer pudiera ayudar a los criminales de guerra. “Y es que en España, durante el franquismo, sobre todo a partir de los años cincuenta, la Iglesia y el Estado eran la misma cosa”, concluye la autora. Otra de las historias reales que rescata es la del doctor Norman Bethune, investigador canadiense que descubrió la posibilidad de hacer transfusiones con sangre refrigerada. Cuando estalla la Guerra Civil española, decide regalar su descubrimiento científico a los defensores de Madrid. Llega a España con todos sus instrumentos, monta un consultorio, y a la primera persona que salva es a un soldado de la Casa de Campo. “Los españoles vivimos encima de una mina de oro que pisamos a diario sobre un filón enorme de héroes, de villanos, de historias que nos han contado, de personajes extraordinarios. El doctor Bethune es uno de ellos. En Madrid nadie sabe quién es, no hay un hospital que lleve su nombre, ni siquiera una calle. Eso ahora lo
estoy arreglando, creo que conseguiremos que tenga una calle dentro de poco. Escribir una serie como Episodios de una guerra interminable, en particular una novela como Los pacientes del doctor García, necesariamente lleva a una reflexión sobre el presente, no solo de España sino del mundo actual. Y es que “la memoria no tiene que ver con el pasado”, dice Almudena Grandes, “tiene que ver con el presente y con el futuro. En España, escribir, también es luchar contra el olvido. Una corriente de opinión dice que hay que pasar página. Está bien, pero primero hay que leerla. La memoria sirve para iluminar el presente. En este momento, me atrevo a decir que estamos viviendo una situación infernal. Algunos monstruos que creíamos haber asesinado, descuartizado y enterrado para siempre, han resucitado y vuelven. Pero no vuelven con el mismo aspecto, vuelven con una cáscara mucho más amable, una cáscara nueva. Estamos viviendo un fascismo 3.0, un racismo 3.0, un machismo 3.0. En el caso del fascismo, hay una similitud atroz entre la forma como llegó Trump al poder y la forma como llegó Hitler al poder. Los dos se dirigen a los blancos empobrecidos, a la supuesta raza superior empobrecida diciendo: ‘Yo os voy a volver a hacer poderosos, porque vosotros no sois poderosos por culpa de estos; los otros son los malos, ellos son vuestros enemigos, yo los voy a destruir para que vosotros volváis a ser los poderosos’. Ahora tenemos más trabajo que nuestros antepasados porque primero hay que desenmascarar estos fenómenos y luego luchar contra ellos. Si no conocemos nuestro pasado, jamás sabremos qué late detrás de estas cáscaras, muy modernas y sonrosadas, de empresarios eficaces que nos acechan”. ¿Por qué insistir en la Guerra Civil española?, le pregunto a Almudena Grandes. “Un historiador español, Juan Pablo Fusi, dijo: la guerra civil no se acabará nunca porque la Segunda República y la Guerra Civil española son uno de los grandes momentos de la historia de la humanidad. Sobre el tema se ha escrito mucho, pero hay abordajes inéditos. Reflexionar sobre esto es una forma de examinar el presente, de mirar hacia el futuro. Me quedan todavía dos novelas, y pienso acabar la serie”. L
LITERATURA
sábado 27 de enero de 2018
p. 08
LABERINTO
BARRY DOMÍNGUEZ
echa mano de la persistencia y la paciencia. José Emilio Pacheco: textos a la deriva se ha convertido para mucha gente en un asomo a la literatura y a la versatilidad de un creador que muy temprano desdeñó el juego de vanidades. El mérito entre tantos internautas —huelga decirlo— es del contenido. ◆◆◆ Informe de Ningúnlado: aquí se hospedan todos los instantes, la vida ya vivida, los que fuimos entonces, nuestros cadáveres, nuestros sentimientos. En los sargazos de Ningúnlado está el día que fue ayer y la fecha llameante que Ella visitó para abrir simas en mi pequeña historia. Ningúnlado tiene corredores, salones, galerías. Y también valles, playas, cavernas y desiertos. Ningúnlado está aquí, en estas letras y este testimonio, pero también puedes hallarlo al dar la vuelta a donde menos pienses. “Eutrapelia” [fragmento] (Semanario de El Nacional, núm. 699, 21 de agosto de 1960).**
Para prolongar nuestra lectura de JEP Recordamos al autor de Morirás lejos (30 de junio de 1939-26 de enero de 2014) con algunos hallazgos que registra la página de Facebook José Emilio Pacheco: textos a la deriva, un obligado filón de consulta RETRATO JESÚS QUINTERO*
C
uando José Emilio Pacheco era un niño y terminó de leer Quo vadis? de Henryk Sienkiewicz, rechazó la existencia del punto final y echó mano de su pasión lectora e imaginación para prolongar la historia. Tomando como inspiración esta anécdota, una página de Facebook ofrece desde hace cuatro años pasajes de la vasta zona de creación literaria y periodística del poeta, valiéndose de hallazgos en librerías de segunda mano, hemerotecas y bibliotecas. José Emilio Pacheco: textos a la deriva comprende creaciones, observaciones y reflexiones, amén de entrevistas, fotografías, archivos de audio y video en torno del autor de No me preguntes cómo pasa el tiempo, y aspira ante todo a prolongar nuestra lectura de Pacheco y convertirla incluso en un recurso para creer que vicariamente podemos hacernos amigos suyos. La literatura y la numeralia distan de ser elementos compatibles, pero los más de 46 mil seguidores de Pacheco en esa página son una alentadora señal de que hoy a muchos el quehacer literario les importa más que el boceto hagiográfico o el cotilleo. Una máxima inflexible en esta tarea cotidiana es una cita de François Mauriac empleada por Pacheco para referirse a la caníbal industria biográfica alrededor de García Lorca: “Lo que temo no es ser olvidado después de mi muerte, sino no serlo bastante. No son los libros los que quedan, sino nuestra pobre vida que se convierte en materia para crónicas” (Revista de la Universidad, septiembre, 1961). ◆◆◆ Nadie tan amable (en el doble sentido de gentil y digno de ser querido) como Richard Brautigan. La noche del 6 de junio de 1980 compartíamos un galón de
vino californiano con Víctor Hernández Cruz y Amiri Baraka (Leroi Jones) tras el escenario del Palace of Fine Arts en el Golden Gate Park. Era el Festival de Poesía de San Francisco y después llegaron Kenneth Rexroth, en silla de ruedas, y Czeslaw Milosz que en octubre iba a obtener el Premio Nobel. Enorme y desaliñado, Brautigan era un freak en la tierra de los freaks, alguien que no se preocupaba por su figura ni por su vestuario y leía ante miles de personas como quien habla con sus amigos. —No te pongas nervioso —dijo—. No te dirijas a la multitud: estás leyendo para cada uno en particular. Nos pagaron con billetes de cinco dólares —el precio de la entrada—, y fuimos a cenar a Chinatown. Comentamos hasta qué punto la poesía se está convirtiendo en una más de las performing arts. El público entusiasta, capaz de sentarse a escuchar y aplaudir durante horas, que gastaba cinco dólares, hacía cola y llenaba a toda su capacidad un teatro del tamaño de Bellas Artes, pedía incluso encores de los textos que le gustaban. Pero entre esos millares solo dos o tres compraban los libros de poemas expuestos en el vestíbulo. Los poemas eran ya como películas, para qué conservarlos si uno los va a leer cuando mucho dos veces y nada más. “Un suicida” [fragmento] (México en el Arte, sección “Reloj de arena”, núm. 7, Invierno de 1984-85).**
◆◆◆ Pacheco señaló en 2010 que internet “es al mismo tiempo la cámara de los horrores y el Retablo de las Maravillas”. La velocidad a la que en las redes nos enteramos de algo y de inmediato lo olvidamos podría ser el motivo principal para decir que la literatura y la celeridad digital son incompatibles, pero la respuesta que suscita la página me hace ver que es posible provocar interés genuino si se
◆◆◆ El empeño por querer conocer más de su obra después de leer y releer sus cuentos, novelas y poemarios comenzó en 1983. Estanquillos y librerías de viejo ofrecían un caudal de insólitas publicaciones, pero la fuente primera para localizar grandes yacimientos es el extraordinario índice hemero–bibliográfico incluido en La hoguera y el viento. José Emilio Pacheco ante la crítica (Era) de Hugo J. Verani. Sin ese volumen publicado en 1987 y ampliado en 1994, esta página probablemente sería solo un sueño. Y aquí es necesario poner luz en un asunto personal: en mayo de 2017 recibí un correo–e de Verani en respuesta a otro en el que le contaba que había localizado y entrevistado a George B. Moore, el enigmático consignatario del poema “Una defensa del anonimato” (ver Laberinto 711, 28 de enero de 2017). Dos frases del acucioso investigador uruguayo se han convertido desde entonces en estímulo para proseguir con este quehacer: “Vale la pena hacer este trabajo de arqueología. […] Tu página en Facebook es muy útil”. ◆◆◆ Tantos hallazgos, multiplicados desde 2016 por el creciente interés de lectores en la página, se deben en gran medida a la valiosa ayuda de libreros de lance, entre los que destaca el incansable Max Ramos, así como los dealers que ofrecen libros agotados en las redes sociales. De manera paralela se han acercado amigos de José Emilio Pacheco, además de conocedores y académicos que han brindado datos o rutas de exploración. Pero toda esta labor sería imposible sin la anuencia y generoso ánimo de Cristina y Laura Emilia Pacheco. A ellas, mi agradecimiento. El autor de Irás y no volverás escribió desde los años sesenta en periódicos, revistas semanales y mensuales de amplios tirajes. Muy lejos estaba de querer ser leído solo en ámbitos académicos. En este sentido, la página en Facebook es, me atrevo a decirlo, una extensión lógica para continuar difundiendo sus escritos. Estoy seguro de que a pesar de los juicios y linchamientos que cunden en las redes, allí sigue dándose —citando a Pacheco— “la poesía: la comunicación más honda que pueda establecerse entre dos seres humanos”. L *Administrador de José Emilio Pacheco: textos a la deriva en Facebook. **Los fragmentos citados son de José Emilio Pacheco y los derechos son propiedad de sus herederos.
MILENIO
CARLOTA LAURA MARTÍNEZ–BELLI Planeta México, 2017 439 pp. Aunque la novela ostenta el nombre de la desafortunada emperatriz de México, no gira toda ella a su alrededor sino en torno a Constanza Murrieta, quien habría de convertirse en su dama de compañía y confidente, hija de buena familia y ajena a la existencia de varios Méxicos a punto de chocar como trenes. La fortuna le abre las puertas de una vida nunca imaginada y la coloca en el centro de una intriga amorosa que carga los estigmas de la infidelidad. El retrato de las pasiones abunda en claroscuros. LA FUGA DE DIOS JUAN ARNAU Atalanta España, 2017 301 pp. El autor, astrofísico y filósofo, define así este libro cuyos hilos conductores son la perspectiva científica y la espiritual: “La fuga de Dios plantea una cosmovisión en la que la creación no se concibe como un acto de poder, sino como una entrega: Dios renuncia a ser soberano del mundo y se deshace en el mundo. Desde entonces, solo puede vivir a merced de la evolución espiritual de los seres que lo habitan. Esto conlleva la negación del yo y la desposesión de cuanto lo configura, la máscara de la identidad, y también la negación de cualquier ‘nosotros’ (nación, patria, partido)”. REENCUENTROS MARTHA CERDA UAM México, 2017 112 pp. Ganadora en 1986 del Premio de Cuento Breve de la añorada revista El Cuento que dirigía Edmundo Valadés, en este volumen, como anuncia el subtítulo, la autora ofrece una Antología personal de microficciones y minificciones. Para Cerda “el género de la minificción no admite desperdicios, cada palabra forma parte de una intrincada red, que cobra sentido con el punto final”. El libro está ordenado temáticamente. He aquí una muestra: “Lecho conyugal: territorio de amor en donde naces, desnudo junto a mí, para morir los dos sin antifaces”.
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sábado 27 de enero de 2018
EN LIBRERÍAS
Vuelta a la comparación POESÍA EN SEGUNDOS
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VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
esde la publicación de Asamblea de poetas jóvenes (1980) de Gabriel Zaid no han dejado de surgir recuentos de la poesía mexicana actual. El enorme catálogo recopilado por el autor de Campo nudista señalaba con asombro la explosión de poemas y poetas y proponía la necesidad de comprender ese estallido y esperar la aparición de las voces singulares. En los años siguientes, un complejo proceso de lecturas en festivales, talleres como sarampión, muestrarios heteróclitos, revistas efímeras o innovadoras —y hoy clásicas—, suplementos memorables, editoriales de un día o permanentes por vocación, premios en picada cada vez más discutibles y diversas intervenciones críticas —muy pocas independientes—, impulsaron la nueva actividad lírica. El bosque que había visitado Zaid reveló caminos, pero no dejó de crecer la exuberancia y perpetuarse en claroscuro y en un debate más personal que analítico. Eran pertinentes las antologías Palabra nueva (1981) de Sandro Cohen; La sirena en el espejo (1990) de Espinasa, Mendiola y Ulacia; Prístina y última piedra (1999) de Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras; Vientos del siglo (2012) de Margarito Cuéllar, Mario Meléndez, Luis Jorge Boone y Mijaíl Lamas; 359 Delicados (con filtro) (2012) de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán; y, más recientemente, Arbitraria (2015). No obstante, el horizonte poético continuaba en la misma expansión y oscuridad del principio. Todos los balances adolecían del acto onanista de mirarse al ombligo e ignorar los puntos de comparación que dan sentido a un movimiento. Estos recuentos olvidaban quién los había presidido y omitían las diferencias. Actuar de esta forma los separaba del sentido hondo de todo presente, que lleva del pasado al futuro, y evitaba la confrontación. La verdadera novedad y el acierto indiscutible de la Antología esencial de la poesía mexicana, cien poetas de los siglos XV al XXI (Océano, México, 2017) de Juan Domingo Argüelles estriba en crear de nuevo una memoria para leer la poesía del siglo XX y, sobre todo, la de los nuevos poetas. En esta operación, Argüelles rompe con la modestia patética del solipsismo generacional y retoma las aproximaciones sobresalientes, como Antología de la poesía mexicana moderna (1928) de Cuesta; La poesía mexicana moderna (1953) de Castro Leal; Poesía en movimiento (1966) de Paz, Chumacero, Pacheco y Aridjis; Poesía mexicana (1968) de Montes de Oca —Francisco—; y Ómnibus de la poesía mexicana (1971) de Zaid. Argüelles, con recio talante crítico, apuesta por una mirada que no le teme a la memoria y a las comparaciones. Asimismo, experto en Escribir y Leer, muestra una independencia poco usual, ya que en su selección no hay tópicos políticamente correctos —los Estridentistas—, exclusiones “vanguardistas” —Pita Amor o Concha Urquiza— y, sobre todo, Argüelles no sirve a un Amo o a un Clan. Él actúa por gusto propio al margen de la amistad y la reciprocidad. Por esta razón, la mejor correspondencia a su auténtica lectura es discutirla y compararla. L
CINE
sábado 27 de enero de 2018
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LABERINTO
ESPECIAL
Natalia Almada
“La deshumanización promueve la violencia” Todo lo demás es el retrato íntimo de una burócrata entrada en años que solo quiere pasar inadvertida HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
ENTREVISTA
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urante buena parte de su vida, doña Flor (Adriana Barraza) se ha desempeñado como burócrata. Su trabajo consiste en despachar los trámites de decenas de personas. Acostumbrada a pasar inadvertida, se dedica a cumplir con su labor a rajatabla y sin consideración alguna. Motivada por la curiosidad de indagar en la soledad y la violencia sistémica, Natalia Almada hace a un lado el cine documental para debutar como realizadora de ficción con Todo lo demás. ¿De dónde viene su interés por hablar de la burocracia?
Durante un tiempo fui a nadar a una alberca en la colonia Roma. Ahí encontré mujeres mayores y jubiladas que habían trabajado en la Secretaría de Hacienda. En los vestidores eran muy abiertas y cariñosas, una imagen muy distinta a la que proyectan como burócratas. Eso me llevó a pensar en lo inadvertidas que pasan para la mayoría de la gente. Así fue como se me ocurrió hacer una película sobre la vida interior de una persona invisible para la sociedad. La soledad es una de las líneas de la película, pero es también uno de los temas que definen nuestra época.
En algún momento de la vida la soledad nos pega a todos. Sentí la necesidad de hablar al
respecto. Doña Flor se encuentra cada veinte minutos con diferentes personas y aun así es incapaz de conectar con alguien. Y esa es otra forma de violencia.
Es más cotidiana. La deshumanización permite y promueve la violencia porque al no reconocer la existencia del “otro” se eliminan sus derechos. Es más fácil coexistir en un contexto de violencia cuando nos deshumanizamos. Pero su personaje convive con esta soledad y el abuso de poder que le da su puesto tras una ventanilla.
Es una figura de poder ostentado por alguien sin poder. Solemos pensar desde la victimización del ciudadano, pero no reparamos en ellos. Finalmente, no existen más allá de su función. ¿No es un vicio del sistema laboral?
Es algo muy complicado y quería hacer un retrato de ello. No podemos caer en el reduccionismo de decir que es una burócrata que abusa del poder. Es algo más difícil de entender. Hasta ahora había hecho documentales. ¿Cómo fue el proceso de trabajar en una película de personaje y dirigir a una actriz como Adriana Barraza?
Me daba terror trabajar con una actriz y
HOMBRE DE CELULOIDE
La actriz Adriana Barraza
Adriana Barraza fue de ensueño. Es la única actriz profesional en la película y consiguió darle vida al personaje. Filmamos en el Metro en hora pico y ella estaba tan en personaje que nadie la veía a pesar de que todo el crew estaba ahí. ¿En términos de puesta en escena o fotografía qué diferencias encuentra entre hacer ficción y documental?
Solemos creer que en el documental hay menos control porque es un género impredecible, como la vida. Pero no es mi caso. Al menos a mí me gustan los documentales donde hay control. Quizá la experiencia de filmar historias limitadas como El velador me llevó a hacer ficción. Por otro lado, en la ficción hay elementos que escapan de tu control. En el Metro no hay forma de tener todo medido, y al no trabajar con actores profesionales estaba sujeta a la improvisación. L FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Los tics del primer ministro
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a juventud se ha ido, esperemos que haya dejado sabiduría”. Con estas palabras, Winston Churchill se despide de su mujer para ir a besar la mano de Jorge VI y volverse primer ministro en Las horas más oscuras. La imagen de la película es bold, recia como el personaje, como sus discursos, como el tiempo que le tocó vivir. Con sus estilizados movimientos de cámara y la poesía de sus escenas (sazonadas con la música de Dario Marianelli), la película recuerda al italiano Paolo Sorrentino, a los franceses Jeunet y Caro, a los estadunidenses Paul Schrader y Terrence Malick, al chino Wong Kar–wai. Su belleza es tan estilizada que resulta irreal, pero el cine, ya se sabe, no es cuestión de realidad sino de belleza; de narrativa sí, pero más de arte visual. Joe Wright
se volvió famoso relativamente joven con Orgullo y prejuicio en 2005; dos años después produjo la que era su mejor película, Expiación, pero en 2012, con una patética versión musical de Anna Karenina, estuvo a punto de perder todo el prestigio que había ganado. Como buen artista fílmico, Wright se arriesga y aunque es cierto que quien arriesga gana, también ha estado a punto de perder. En Las horas más oscuras gana, sin duda. Ofrece imagen a los exquisitos; a los amantes del cine narrativo, grandes actuaciones, y a las mayorías, entretenimiento. Vale la pena detenerse en lo que sin duda será lo más comentado en esta película: las actuaciones o, mejor, la actuación. Gary Oldman interpreta a este héroe nacional de Inglaterra y tanto sus compañeros como la crítica
Darkest Hour (Las horas más oscuras). dirección: Joe Wright. guión: Anthony McCarten. con Gary Oldman, Ben Mendelsohn, Kristin Scott Thomas, Lily James. Reino Unido, 2017.
de espectáculos lo elogian como el creador de la mejor interpretación del primer ministro hasta la fecha. Si por una parte es cierto que Oldman consigue recrear a Churchill, también lo es que sus guiños resultan a veces un poco exagerados. No es una actuación que permita al espectador olvidarse de todo y entrar en la historia de este hombre
que tenía un mes para convencer al Reino Unido de que debía prepararse para la guerra. La de Oldman es una actuación tan llamativa como la de Bruno Ganz en La caída: llena de tics. Tantos que podría decirse que el Hitler de YouTube tiene un rival: este Churchill que grita “fuera todos” y que también hace llorar a su secretaria. L
MILENIO
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sábado 27 de enero de 2018
ESCENARIOS
ESPECIAL
Una vida desde el jazz En estos días mexicanos de terror y vanas promesas, el jazz se planta como una apuesta por la libertad VIBRACIONES
HUGO ROCA JOGLAR @hugorocajoglar
D
el jazz no recuerdo nombres, pero sí mundos, pero sí propuestas, pero sí dimensiones. El jazz sembró el asombro en mi corazón. Me asombró su desenfreno y me asombró su libertad. Me asombraron sus movimientos: movimientos que no creía posibles. Movimientos de danza abstracta. Movimientos humanos cubiertos por angustia y poesía. Su poética: el desasosiego. Y bailé sin mover el cuerpo. En mi cabeza bailé una danza desesperada. Y a través de la desesperación, cada idea melódica conseguía emanciparse de su destino. Y de pronto esa melodía ya no tenía por qué ser necesariamente lo que era. No tenía por qué necesariamente hacer lo que se esperaba que ella hiciera. Y esa ausencia de necesidad, esa liberación de obligaciones, dotaba a cada idea de una identidad distinta. Desconocida. De una identidad como una sombra. De un reflejo. De una oscura existencia secreta. Invisible. Más profunda. Y entonces esa idea se convertía en esa idea y algo más. Y ese algo más resultaba soberbio e inexplicable. Ese algo más era música. Era jazz. Y yo bailaba quieto en una mecedora de cara al bosque mientras veía los colores de la tarde jugar sobre los árboles un juego extraño de cromatismo, vapores, intensidades y madera. El jazz me hizo entender la vida de forma distinta. Me enseñó a ya nunca más aferrarme. Liberé mi pensamiento de ideas fijas. Lo liberé de la obstinación, de la necedad, de la necesidad, y comencé a incluir en mis pensamientos a la sombra. Imaginé pensamientos dueños de su propio reflejo, que también existieran en esa dimensión oscura y secreta de las libertades. Enton-
ces mis ideas iniciales, como las melodías jazzísticas, ya no tuvieron que seguir un curso determinado de pensamiento. Era una caminata nocturna por la plaza, pero ya no tenía por qué ser una caminata nocturna por la plaza. Ahora tenía jazz y, por lo tanto, sobre la marcha, era libre de convertirse en cualquier otra cosa. El movimiento de mis intenciones ya nacía de la danza. De danza frenética. De instintiva danza. De danza espontánea. En jazz, cada movimiento sonoro se ve sometido a escrutinio salvaje. Se derrumban los planes preconcebidos. Se derrumban las estrategias de largo aliento. El jazz invade los nervios con la poética del momento. El jazz descubre otra dimensión vital: de laberintos y golpes de timón. De piano, batería, contrabajo y trompeta. De una improvisación que consiste en replantear una narración en tiempo real, sobre el instante presente, mientras se mueve.
DANZA
Por eso en jazz los momentos resultan tan desconcertantes. Tan desconcertantemente confusos y plenos. Una plenitud que existe sin importar la forma fragmentada que tengan. Plenitud de la duda. Plenitud en el misterio. Plenitud del riesgo. Plenitud en la inconformidad. Plenitud de la pasión. Plenitud en el abandono. Una plenitud que solo existe en el instante al que pertenece. Una plenitud de único movimiento. No hay solución de continuidad entre secciones: son mundos diferentes, aunque son parte de una misma sustancia: el jazz. Los une la circunstancia. Una circunstancia sonora. Etérea. Desde el jazz, la vida se convierte en una hermosa experiencia desgastante. Que me exprime. Que me deja vacío. Un bello vacío. Un vacío tranquilo. En el que me siento satisfecho. Del que me siento tan orgulloso. Y me hago una promesa: hasta el último aliento, el jazz será la esencia de mi existencia. L
ARGELIA GUERRERO
makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL
TCUNAM: el reto
E
l Taller Coreográfico de la UNAM tiene ya un nuevo director. El pasado 18 de enero, Evoé Sotelo, quien encabeza la Dirección de Danza UNAM, anunció el nombramiento del coreógrafo Diego Vázquez como director artístico del TCUNAM. A pesar de lo accidentado del proceso, con poca correspondencia a lo que se espera de una institución universitaria, la elección es un gran acierto. En este espacio ya he reflexionado en torno al trabajo coreográfico de Vázquez: un trabajo que pone la pulcritud técnica al servicio de la búsqueda de un estilo cuya creatividad enriquece y llena de contenido su danza. Hace algunos años, Diego Vázquez llegó con Gloria Contreras, entonces directora del TCUNAM, para aprender de ella, con la idea de que le permitiera trabajar con la compañía. La maestra no le concedió esa oportunidad, pero recuerdo a Diego sentado, observando
pacientemente cómo Gloria se desenvolvía ensayando o creando para, después de un tiempo, continuar un proyecto propio sin dejar de asistir recurrentemente a las funciones del Taller. Es por ello que conoce bien el trabajo de Gloria Contreras, no solo en lo que respecta a sus obras terminadas, sino también a la mística que envolvía su proceso creativo y la peculiaridad de sus ensayos. Durante la dirección anterior, a cargo de Ángel Rosas, Diego Vázquez creó para la compañía una pieza pas de deux titulada Alto Giove, cuyo resultado en el escenario fue exitoso al combinar la tradición neoclásica, heredada de Gloria Contreras, con la frescura de estilo aportada por el artista. Al joven coreógrafo se le encuentra constantemente en funciones de danza, desde las prácticas escénicas en las distintas escuelas hasta de las mejores compañías que llegan a visitar
Bailarines del Taller Coreográfico de la UNAM
México. Tal vez esa disposición a ver y conocer todo cuanto le sea posible en el universo de la danza le ha favorecido para ser uno de los coreógrafos más diversos y creativos. Para esta nueva etapa, Diego Vázquez y el TCUNAM tienen muchos retos por delante. Por un lado, estudiar
con un sentido crítico la vasta obra de Gloria Contreras para preservar y dar continuidad a su herencia o temática y creativa, y conservar su poética. Por otro lado, vencer prejuicios para abrirse a nuevas posibilidades y no convertirse en una antigüedad nostálgica de glorias pasadas. L
VARIA
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sábado 27 de enero de 2018
LABERINTO
ESPECIAL
No me refiero a… TOSCANADAS
U
n vicio contemporáneo al emitir una opinión está en aclarar lo que no se quiere decir. Esto no debería ocurrir en un suplemento cultural, donde se cuenta con lectores mejor ilustrados que el promedio, pero en la política y en el medio del espectáculo hay una invitación para toda clase de gente y es importante blindar las ideas contra los cerebros superficiales. Los textos abusan de expresiones emparentadas con “no me refiero a” o “con esto no quiero decir” o “no quiero dar a entender que” o “no me gustaría sugerir” o el tan sobado “eso no significa que”, llegando incluso a prologarlas con “obviamente” o “por supuesto”, mucho más cuando el tema es espinoso y quien escribe se deja espantar por las hordas minusverbales que prefieren un estribillo a un ensayo o un encabezado a un libro. Ahí está Margaret Atwood, una mujer más lúcida que sus lectores. Escribió un artículo titulado “¿Acaso soy una mala feminista?”
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
y por no blindar su texto contra la insensatez, de inmediato sufrió un linchamiento mediático, cosa más viable ahora que sus sagaces admiradores literarios se vieron superados por lerdos televidentes. En Francia, cien mujeres inteligentes firmaron un manifiesto para apoyar un feminismo ecuánime y, entre ellas, fue Catherine Deneuve quien hubo de dar explicaciones y hasta pedir disculpas, pues ella es la figura famosa, la que vive de los impensantes cinéfilos, mientras que las otras firmantes, artistas, escritoras, académicas y editoras en su mayoría, no tuvieron que rendir cuentas a sus adeptos que bien comprendieron lo que se dijo sin que hiciera falta decir lo que no se quiso decir. Encima, en esta dictadura de la imbecilidad, en la que muchos se creen filólogos, una frase del texto firmado por las cien mujeres decía: la drague insistante ou maladroite n’est pas un délit, la cual se convirtió tramposamente en inglés en el
CAFÉ MADRID
Catherine Deneuve
encabezado Catherine Deneuve says men should be “free to hit on women”, lo cual convirtió en nadie a las otras noventainueve mujeres por el pecado de no ser actrices famosas, y varios medios en español supusieron que hit on significa golpear. Así es que en nuestra lengua llegamos a leer: “Catherine Deneuve dice que los hombres son libres de golpear a las mujeres”. Un poema debe decir cosas que el autor no quiso decir. Lo mismo una novela o un cuento VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
o una pieza teatral. En cambio un artículo de opinión debe ser puntual. No obstante, todos los géneros precisan de una mente bien templada por parte del lector, una mente de buen entendedor. Es obvio que muchísima gente no está leyendo o está leyendo mal. Y si somos tan iletrados para no comprender un breve manifiesto o un artículo, vaya uno a saber qué le espera a los géneros de las bellas letras que van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna. Vale. L periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL
Libros robados
E
n España, los libros más vendidos son también los libros más robados. En las pasadas fiestas decembrinas, cuando muchos suelen regalar alguno, ambas listas las encabezan escritores como Clara Sánchez, Julia Navarro, Santiago Posteguillo, Fernando Aramburu y Arturo Pérez–Reverte. Todos son autores que están en boca del público español. “Por eso apetece tener sus libros. Porque todo mundo habla de ellos y la gente no quiere quedarse fuera de las modas”, me dice Pilar Hernández, de El Corte Inglés. “Los clásicos no suelen llevárselos, no, no. ¡Van directo a la mesa de novedades! Cogen uno, o más, y se van”. En la Casa del Libro, Luisa Torres acomoda o cambia libros en los anaqueles y con frecuencia se encuentra varias etiquetas magnéticas hechas bola en los rincones. Subraya que en Navidad ella y sus compañeros tienen más cuidado con las novelas y con los libros de bolsillo, “porque se roban muchos de ese tipo”. A Santiago Posteguillo le sorprende ser uno de los más robados. “Robarse el mío tiene su enjundia porque es difícil de ocultar, ¿eh?, ¡con tantas páginas!”, dice entre risas. “Pero robar siempre es incorrecto, ¿no? Por necesidad se roba comida, no libros. Para eso hay bibliotecas”, remata con seriedad. Julia Navarro también se asombra de que su nuevo libro sea uno de los más sustraídos. “Robar siempre está muy mal”, dice con arrebato. Pero vamos a ver, Julia, ¿usted nunca se ha robado un libro? “¿Yooo? No. ¡Nunca!” Hay otros escritores que no tienen ningún problema en reconocerlo. Decía Roberto Bolaño que, entre los 16 y los 19 años de edad, se robó varios libros de la Librería de Cristal de la Ciudad de México. Los ocultaba bajo la axila o
en la espalda. Y alardeaba: “lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento el contenido antes de perpetrar el delito”. El argentino Rodrigo Fresán confiesa que hace unos años recorrió las librerías de la avenida Corrientes de Buenos Aires sustrayendo, en orden, los siete tomos de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Pillar a un ladrón de libros no siempre es fácil. Tanto en las grandes superficies como en las librerías pequeñas, las cámaras de vigilancia, los guardias y los arcos de la entrada no son suficientes. Un buen ladrón de libros (al que le falta dinero y le sobran habilidad y ganas de leer) tiene sus mañas: lleva ropa holgada o un bolso grande y fácil
de abrir, aprovecha las fechas y las horas en las que hay más gente (como en Navidad), la mayoría de las veces actúa en solitario, quita las etiquetas magnéticas, las esconde en un rincón y luego sale a paso firme, como diciendo con desprecio: “¡vaya mierda de librería, no tiene lo que uno busca!” En la primera oportunidad que tenga empezará a leerlo o lo regalará a alguien que sabe que lo leerá. Jamás ha de venderlo. Porque eso lo convertiría en un ladrón cualquiera. Jamás lo acumula por acumularlo. Porque eso significa que no es más que un bibliocleptómano. Un buen ladrón de libros es dueño de cierta cultura: roba por necesidad intelectual, académica, o emocional. Y sostiene que el libro es de quien lo lee. L