Laberinto No.843 (10/08/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENTREVISTA

ENSAYO

GUADALUPE ALONSO CORATELLA

DARRYL PINCKNEY

Selma Ancira y Lev Tolstói el aforista

Toni Morrison: literatura para la tribu

Foto: Rita Kabakova

Foto: Guillermo Arias/ AP

SÁBADO 10 DE AGOSTO DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 843

Woodstock: aquellos días felices Juan Carlos Villanueva/ FOTOGRAFÍA: BURK UZZLE


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ANTESALA

10 DE AGOSTO 2019

CASTA DIVA

Amar es traicionar AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com IMAGEN RUBENS

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a pasión nos hace débiles, la entrega nos somete, esclavizados pertenecemos a lo que deseamos. La luz de un ángel reveló el destino del no nacido, le dijo a su madre “tu hijo será un nazareno, dedicará su fuerza a Dios, nunca deberá embriagarse ni acercar la navaja a su cabello, en el que guardará su poder”. Deuda eterna, el cabello crece aun después de la muerte, Sansón virgen y tenaz, persiguió a su destino, y de la advertencia hizo un castigo, cedió a probar lo que no debía: la embriaguez del amor. Dalila hermosa, sabia libertina, recibe al fugitivo, en su casa y en su lecho ella decide el precio, usa su cuerpo contra el cuerpo de Sansón, la seducción inicia como la seducción es: con mentiras. Él, que podía vencer treinta hombres al mismo tiempo no puede con la piel blanca, los muslos húmedos, el perfume y los senos tibios de Dalila. Ella pregunta, él miente, ella insiste, él vuelve a mentir, hasta que ella le entrega, eso que el cielo no posee, eso que aniquilaría la virginidad de un héroe, entonces la sangre de sus sienes revienta, la Palabra prometida enmudece, la anunciación se oscurece y Sansón enajenado de gozo, habla: es mi cabello, esta larga cauda que me pesa, esta capa que me envuelve, esta masa enredada que me obliga a matar, masa iracunda, insoportable. En la pintura de Rubens, en la National Gallery de Londres, presenciamos la consumación de la seducción, el cuerpo de Sansón desvanecido de placer, yace dormido sobre Dalila. La luz de la Luna ilumina la escena, el seno excitado de Dalila está cerca de los labios de Sansón que tiene la frente mojada de sudor, él, invencible, perdió la única batalla que nadie gana. Rubens hace de la tragedia una violación, los verdugos cortan el pelo de Sansón inconsciente de su propio sacrificio, unos soldados espían por una puerta entreabierta, y Dalila, agotada, pone su mano en la espalda del héroe y lo mira, con la piedad del que ha sobrevivido a otras traiciones, casi puede decirle “sanarás como yo he sanado”. Podemos ver el instante previo, el voyerismo de los verdugos, que tras la puerta escucharon la unión de esos cuerpos, sintieron con ellos cómo la musculatura de Sansón se hundía en la carne dulce de Dalila, esperaron a que él gimiera y gritara, a que ella jugara, y cuando llegó el silencio entraron armados con unas tijeras, la navaja que un ángel advirtió que nunca, nunca debería tocarlo. Rubens se compadece de los amantes, en un nicho hay una escultura de Cupido abrazando a Venus, pidiendo su protección. Dalila y Sansón han sido ultrajados, señalados, él por Dios y ella por los hombres, obligados a cumplir un destino, tuvieron que amarse para enseñarnos, que el amor lleva consigo su propia traición.

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Sansón y Dalila.

Pulp Fiction: 25 aniversario. Dirección: Quentin Tarantino. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Un sueño para cada quien

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA MIRAMAX

on Pulp Fiction, Quentin Tarantino cumple 25 años de romance con el público. No es que antes no fuese conocido; en 1992, Perros de reserva fue muy elogiada en el entorno de los exquisitos de cineclub. Pulp Fiction, en cambio, significó la consolidación de un proyecto posmoderno que pretendía que el arte de masas era el verdadero Gran Arte. Pulp Fiction lleva en su título este proyecto: hacer de la ficción de pulpa, de la literatura que se lee en el avión o en el retrete, una obra digna del Arte. Cierto, antes de Pulp Fiction el cinéfilo empedernido amaba el cine barato; siempre lo hizo, pero con culpa. Como el gourmet que se ve sorprendido comiendo un hot dog frente al estadio de los Yankees. Solo algunos valientes como Truffaut elogiaron abiertamente a Spielberg y a Lucas en Cahiers du Cinéma. Él, Truffaut, representante del crítico exquisito, el director que filma en blanco y negro y que termina el más hermoso de sus filmes (Los 400 golpes) con un niño encontrando lo infinito en el mar, elogió lo más comercial del cine estadunidense. Y aun así, antes de Pulp Fiction, Spielberg y Lucas defendían sus obras haciendo referencias rimbombantes, culpígenas. Lucas quiso que creyéramos que su película era un homenaje a Kuro-

sawa y Spielberg que E.T. era una reinterpretación de El fin de la infancia de Arthur C. Clarke. Como si por sí mismas no fuesen profundas. Tarantino no siente culpa por el cine que consumió en su infancia. Con estas imágenes ha construido una suerte de sueño socialista, una película capaz de reunir en las salas de cine a adolescentes calenturientos, intelectuales de coturno y trabajadores que van al cine los domingos. Esto es Pulp Fiction: un cine en que el iluminado encuentra razones para discurrir en torno al misticismo bíblico (en una balacera, Jules Winnfield descubre su destino). Al mismo tiempo, el amante de la comedia de pastelazo puede reír a mandíbula batiente cuando Vincent vuela “sin querer” la cabeza del pobre Marvin. Hay sensualidad, grandes actuaciones, una banda sonora espectacular y sobre todo una confianza que el gran público no tenía: que eso que disfrutaba era gran arte. Sucedió un poco, y perdón por la comparación, como con Cien años

Quentin Tarantino no siente culpa alguna por el cine que consumió en su infancia

de soledad: de pronto había una novela que podía leer un señor en la peluquería y discutirla más tarde con el experto en filología hispánica. Uno y el otro, independientemente de su clase y su preparación, se encontraban frente a un texto que hablaba a todos los amantes del cine y la literatura. No sucede lo mismo con Joyce, por ejemplo. ¿Quién lee Ulises en la peluquería? Tampoco con Bergman. No todos pueden sentirse arrebatados con el mohín de desprecio del Caballero ante La Muerte en El séptimo sello. En cambio, es fácil identificar en Pulp Fiction el drama del boxeador que tiene que traicionarse y caer en el quinto round; reír con la cara extraviada de Travolta hablando solo en el baño. Diciéndose que hay en esta situación una buena oportunidad para demostrar que puede contenerse. Y más aún, ser leal. Pulp Fiction toca tantas sensibilidades porque habla a quienes somos como Vincent y a quienes somos como Winnfield, a quienes encontramos que nuestro destino es recorrer el mundo y a quienes no hemos entendido nada; a quienes hemos visto el Grial en el interior del maletín de Marcellus y a quienes solo deseamos pasar la noche sin caer en la tentación de hacerle a la esposa del jefe un erótico masaje de pies.

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ANTESALA

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POESÍA

Abro mi cráneo en dos LUDWIG ZELLER

Abro mi cráneo en dos, trato de recordar y apenas veo Pues bajo el sol que hierve no hay salida, Condenado por fin, entre las sábanas me río a carcajadas Pongo mi oreja en el reloj y escucho cómo cae la arena en los embudos. ¿Es que ya nunca, nunca volveremos al patio De la infancia? ¿Hasta el ojo más dulce es solo brasa Que nos quema por dentro? ¿No habrá piel, No habrá mano que se abra en la caída? ¿Por qué los gatos Tendrán que devorar esas plumas que cantan en la nieve? Quizá solo yo cambio de pieles Y llagas cada día. Quizá no pueda despertar Ya nunca en la caja de tierra y de vinagre, Quizá la tempestad bajo los párpados Es tan solo impotencia o es fastidio. Con este poema, recordamos al poeta nacido en Chile (1 de febrero de 1927) y muerto el 1 de agosto en Oaxaca.

EX LIBRIS

Toni Morrison/ EKO

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LOS PAISAJES INVISIBLES

La vocación del genocidio IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

l mundo está saturado de cerebros faltos de raciocinio y sobrados de idiotez. Elijamos uno al que desde las primeras fases cognitivas se le siembra basura ontológica y se educa para reaccionar ante cualquier tipo de amenaza externa pero omitiendo la aplicación esencial de un esquema defensivo: la protección ante las agresiones de sí mismo, o sea, la incapacidad de detectar un fallo crítico que podría volcar las reacciones hostiles contra el propio usuario. Un cerebro con este tipo de defectos es de riesgo limitado, se circunscribe al entorno personal, ya que el punto neurálgico de la disfunción se vuelve el objetivo. Quizá es por eso que David Foster Wallace señaló que la mayoría de los suicidas elige destruirse la cabeza. Ahora tomemos un montón de sesos con las mismas características pero con el programa antisacrificio, y sometámoslo a una insana dieta de bazofia moral, cultural, ideológica y política. Mal nutrido, contaminado por cantidades ingentes de toxinas, ese manojo de materia será susceptible de concebir un instinto criminal dirigido a espantajos selectivos. Para ello, basta un potaje cotidiano hecho con una porción de miedo, una porción de mitos, una de inmundicia patriotera y cuatro porciones de odio. El usuario de ese órgano está listo para “defenderse” aniquilando: con un arma, exaltado por la sublime sensación de poderío mas no en el sentido de superioridad sino en la noción de consumar todo tipo de salvajadas porque puede, añadirá un capítulo en el relato de la infamia. Y no hay que confundirse: el portador de ese cerebro no padece de locura. Solo es un imbécil moldeado por un resentimiento irracional. Ese es el perfil del supremacista, del estúpido hombre blanco (Michael Moore dixit). Esa es la carne de cañón de los políticos que explotan la imbecilidad y, sobre todo, la clientela de la industria bélica y de organismos como la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos. Las matanzas del pasado fin de semana en el Walmart de El Paso, Texas, y la de Dayton, Ohio, no solo se suman a la estadística de tiroteos en Las Vegas, en Pittsburgh o en diversas preparatorias y universidades, pues son signos del patrón mental de un segmento colectivo amaestrado históricamente para detener la ficticia y perenne invasión al territorio, persuadido para devastar física y emocionalmente a las minorías. Los policías montados que, también en Texas, exhibieron a un afroamericano esposado y atado a una cuerda en las calles de Galveston, personifican el espíritu del racista y el xenófobo perfecto, simbolizan la nostalgia por lo atroz y despiadado como en una escena de Django sin cadenas, de Quentin Tarantino, o la rudeza de los KKK de Spike Lee o la inhumana esclavitud física y, principalmente, psicológica, de la novela Beloved, de la fallecida Toni Morrison, o una lista inagotable de oscuros ejemplos. En Estados Unidos, el negocio bélico se apoya en la Segunda Enmienda constitucional que garantiza el derecho de portar armas para defensa personal pero a falta de enemigos verdaderos, algunos empistolados recurren a adversarios marginales: judío, negro, homosexual, latino, ateo, musulmán, discapacitado o extraterrestre. El discurso de odio, ahora con énfasis antiinmigrante (años atrás fue antibeatnik, anticomunista, antijipi y antietcétera) de Donald Trump, es solo un eslabón de la correa ideológica que fomenta el genocidio, ideal que, a fuerza de repetirse, se ha vuelto una vocación. Clasificar a los asesinos masivos como simples chiflados o desadaptados es soslayar la inquebrantable continuidad de una doctrina deletérea.

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DE PORTADA

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El 15 de agosto celebramos 50 años del Festival de Woodstock, un momento sin par de los anhelos de libertad y cambio

Los días más felices de nuestras vidas

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JUAN CARLOS VILLANUEVA FOTOGRAFÍAS WIKIMEDIA COMMONS, JAMES M. SHELLEY

a polaroid musical de Woodstock: Jimi Hendrix, enfundado en unos jeans azules acampanados, una camisola blanca y una banda roja sujeta a la cabeza, pareciera un coordinado con los colores de la bandera estadunidense. En sus manos, su guitarra Fender Stratocaster color blanco entona una épica versión del himno de Estados Unidos. En medio del trance, Hendrix balbucea, cierra los ojos, pisa el pedal del wah-wah y enciende los botones de protesta contra la guerra de Vietnam, los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy. Era 1969, era un llamado a la paz, era el principio del fin de la utopía.

El viaje

“Tres días de paz y música”, invitaba el Festival Woodstock. Se esperaban 50 mil personas y llegó medio millón. Era una tierra prometida: mensaje de amor y paz, música curativa y mucha droga. Ya había sucedido Monterey Pop Festival dos años antes. La hazaña debía repetirse. Ahí estaban 33 bandas de folk, blues y rock, entre ellas Jefferson Airplane, The Who, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Creedence Clearwater Revival, Crosby, Stills & Nash (and Young), Ten Years After, Joe Cocker, Canned Heat, Grateful Dead, The Mamas and the Papas y Sly and the Family Stone. Nada ni nadie podía detener este fenómeno. Pero “¿quién iba a dar de comer a tanta gente en esos pueblos tan pequeños?”, advierte Jaime Pontones, catedrático, publicista y exlocutor de las estaciones Radio Alicia y Rock 101. “Tuvieron que cambiar la locación. Donde se iba a realizar originalmente, los granjeros dijeron no. Entonces se fueron un poco más allá, hasta que un granjero [Max Yasgur] les prestó

Dos jipis durante un receso del festival.

su terreno. El problema consistía en que eran pueblos muy pequeños, aun para 50 mil personas. Necesitaban baños, hospitales y comida. Y luego, para acabarla de amolar, empezó a llover a tromba; aquello se convirtió en zona declarada de desastre nacional. Las carreteras estaban bloqueadas, y llamaron a helicópteros para llevar asistencia médica. Hubo un muerto: lo atropelló un tractor. Además de musical, Woodstock fue un fenómeno social. Grupos de ayuda de San Francisco que habían estado muy activos en la zona de Haight-Ashbury atendiendo a los jipis que traían mal viaje de LSD se fue-

ron en camión hasta el estado de Nueva York y en la granja Bethel, donde en realidad se llevó a cabo el festival, jugaron un papel muy importante al dar comida gratuita a todos los asistentes. Cuando la comida se acabó, llegaron helicópteros de la Armada con más provisiones y medicamentos”.

“No confíes en nadie mayor de 30 años”

En el documental Woodstock, tres días de paz y música hay una escena que retrata la inocencia de la generación del 69. Una pareja relata su periplo a Woodstock. Aseguran no tener otra

relación sentimental más que cinco meses de convivencia. Hacen el amor sin ataduras ni compromisos: los conduce el simple goce. Para ella, viajar a Woodstock significaba cortar de tajo cualquier dependencia de sus padres. Para él, era darle la espalda al sistema y buscar su camino bajo la aceptación y apoyo de su padre. “Hay muchos jóvenes viniendo hacia acá en busca de una respuesta, viajando en busca de aquellos que supuestamente la tienen, pero en realidad creo que no hay ninguna. ¿Ustedes creen que 300 o 600 mil personas van a llegar hasta acá solo por la música?”, se cuestiona el muchachito.


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“Los jóvenes que acudieron a Woodstock no hicieron un viaje físico, sino un viaje de expansión de la conciencia”, dice la doctora Julia Palacios. “Estar junto a personas que pensaran como tú pudo haber sido muy peligroso; era mucha gente después de las manifestaciones estudiantiles contra Vietnam. Hubo un momento crucial en Woodstock, cuando los californianos de Country Joe & the Fish tocaron ‘I’m Feel Like a Fixin to Die Rag’, una canción antibélica. En la escena puedes ver a medio millón de jóvenes cantando contra la guerra en Vietnam. Ese instante pudo haber sido respondido de manera brutal, porque alguien cantando contra el gobierno, contra Vietnam y contra el Tío Sam de esa manera, pudo haber sido reprimido”. La generación de Woodstock no solo había inventado al rock como fenómeno de multitudes sino, pensaba, estaba cambiando al mundo. “Woodstock fue el clímax del jipismo”, asegura Pontones. “En ese momento, comenzaban los derechos civiles pacíficos contra la segregación racial, era el inicio del movimiento feminista. Se trataba de una juventud muy movilizada y militante diciendo: esta generación va a cambiar al mundo y no creemos en ustedes. Era una generación muy narcisista. Somos mejores que ustedes, decían, refiriéndose a la generación anterior”. Pero también “era una juventud muy solidaria, respetuosa, integrada, hermanada, compartida y compasiva”, expresa Palacios. “Era una juventud asumida en su juventud. Los jipis tenían esta frase: ‘No confíes en nadie mayor de 30 años’. Es importante señalar que fue el tiempo de la libertad sexual, no había sida, ni píldoras anticonceptivas. Era un tiempo de mucha exploración, incluyendo la sexualidad y la vía intelectual. Se leía poesía. Los héroes de esa generación eran J. R. R. Tolkien, Aldous Huxley, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs…”.

Los héroes mexicanos

El 16 de agosto, a las 17:15 horas, Carlos Santana se desnudó el torso, se enfundó en un chaleco oscuro y se colgó su guitarra Gibson SG. No sabía que estaba a punto de hacer historia. “No éramos conocidos”, recuerda el músico nacido en Autlán de Navarro, desde el otro lado del teléfono. “No teníamos ningún álbum editado, nuestro primer disco [Santana] saldría al mes siguiente”. Su actuación fue magistral. Fueron ocho rolas, entre ellas “Waiting”, “Evil Ways”, “You Just Don’t Care” y “Soul Sacrifice”, que quedaron registradas en la memoria colectiva. Santana se midió aquel día con bandas como Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, Janis Joplin, The Who y los Jefferson Airplane. “El señor que me ayudó para estar en ese concierto fue Bill Graham; sabía hacer conciertos muy grandes. Bill le dijo a Michael Lang, uno de los organizadores de Woodstock: ‘Te ayudo, pero tienes que poner a Santana’ ”. Ese mismo día, otro mexicano hizo historia: el baterista Fito de la Parra subió al escenario con Canned Heat, “una banda muy querida en la psicodelia de California”, dice Julia Palacios. “Fito tocaba en grupos mexicanos y después se incorporó a Canned Heat.

16 de agosto de 1969. Al fondo, las torres de luz y sonido del escenario.

Qué bueno que lo hizo y qué bueno que sigue ahí. De hecho, es el único miembro original que sigue tocando”.

El sueño terminó

“Todo mundo está sorprendido con la ausencia de violencia. Esto se ha convertido en un cliché sobre el festival. ¿No te sorprende?”, cuestiona el conductor Dick Cavett a Jimi Hendrix en el programa de televisión que se transmitió el 9 de septiembre de 1969. “Me alegra”, dice Hendrix. “De eso se trataba. Es un problema mantener la violencia abajo, quitarla de las calles, y en un festival con 500 mil personas fue un giro muy hermoso”. Tres meses después de esta declaración, el sueño de amor y paz que se había construido en Woodstock se desplomaba. El 6 de diciembre de 1969, el festival de Altamont, California, terminaría en una tragedia: un homicidio y tres muertes accidentales. Cuando los Rolling Stones estaban tocando, el joven afroamericano Meredith Hunter tuvo un altercado con algunos Ángeles del Infierno, el grupo de motociclistas contratado como cuerpo de seguridad por los Rolling Stones. Fue apuñalado ante la presencia en el escenario de Mick Jagger y compañía. “Woodstock cerró la década y cerró las posibilidades utópicas que el propio festival había abierto”, dice Jaime Pontones. “Podemos vivir sin violencia, sin policías, podemos vivir felices sin gobierno en una ciudad de

“Los jóvenes hicieron un viaje de expansión de la conciencia”. Julia Palacios

medio millón de habitantes. Eso es lo que planteaban. Pero el festival de Altamont que organizaron los Rolling Stones culminó en tragedia. Fue el fin de la década Peace and Love, fue decir que la utopía no funcionaba. Altamont y las subsecuentes muertes de los sobredosificados, Hendrix, Joplin y Morrison, cerraron este rollo de qué padre es todo”.

“Falta mucho para amanecer”

En julio de 2019, David Crosby estuvo en el programa de Jimmy Fallon para presentar su documental, Remember My Name. La charla fue simple pero su actuación fue estremecedora. Cuando sonaron los primeros acordes de “Long Time Gone” –esa rola que compuso el trío Crosby, Still & Nash tras los asesinatos de Robert Kennedy y Martin Luther King, el momento crítico de la guerra de Vietnam y el inicio del mandato de Richard Nixon­–, el tiempo y el espacio se hicieron uno. “Aún falta mucho por amanecer”, repite la letra de la canción en ese contexto de 1969 pero, 50 años después, en la era Donald Trump, ¿aún falta mucho para amanecer? ¿Estados Unidos es un país con más libertades? “Creo que Donald Trump ganó precisamente por las libertades”, dice Julia Palacios. “Desde el punto de vista de mis estudios de cultura popular, en un país en donde las ocho columnas de todos los días son las Kardashian, Donald Trump logró un manejo mediático increíble; su victoria fue muy entendible. La mayoría de la gente está en los elementos de la cultura pop, nos guste o no. El

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caso es que existen y que se expresa a través de ellos. Hoy en día, hay más libertad de expresión en lo popular”.

En la era de las redes sociales

La era de la tecnología ha puesto fin al espíritu de Woodstock. Los valores de la juventud actual poco o nada se parecen a los que declaraban el amor al prójimo. El retrato de Woodstock es el de Nick y Bobbi, la pareja abrazada en medio del campo y que fue portada del disco Woodstock. “Por una parte, las redes sociales han conectado a mucha gente, pero también la han separado”, dice Jaime Pontones. “Veo que ahí están todo el tiempo mandándose recaditos pero ¿en qué han afectado al amor? A veces pienso que se la pasan más tiempo mandándose mensajitos que dándose de besos. Ahora bien, en términos de música, es una bendición que tengas acceso a ella con un solo clic”. “Creo que una y la otra son experiencias colectivas”, explica Julia Palacios. “Una era física de carne y hueso, y ahora es virtual. Ahora lo que prolifera en los festivales es la selfi más que la experiencia de la música. Tal vez esa convivencia colectiva se trasladó a Instagram o a Twitter. Ahora la experiencia es instagrameable. En 1969 consistía en tener una experiencia apapachable, física, donde te abrazaras y besaras con el de al lado, donde bailaras desnudo”. Hoy todos esos jovenzuelos que aparecen en las fotos y películas de Woodstock se mantienen intactos, por siempre jóvenes; una generación narcisista hasta la médula pero que hace 50 años vivió los días más felices de sus vidas.

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LITERATURA

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Aforismos (FCE), traducidos por la eslavista y crítica, iluminan el lado religioso y revolucionario del escritor ruso Lev Tolstói

Selma Ancira

“Cada libro te pide algo distinto”

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GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA RITA KABAKOVA

ener acceso a lo mejor de la literatura rusa en español ha sido posible, en gran medida, gracias a la labor de la escritora mexicana Selma Ancira. Autores como Bulgákov, Chéjov, Dostoievski, Pushkin o Gógol conforman la nómina a la que ha dedicado 40 años traduciendo los más diversos títulos. Entre todos ellos, destacan la poeta Marina Tsvietáieva y, acaso el más grande de los escritores rusos, Lev Tolstói, con quienes Ancira reconoce haber sentido más afinidad. ¿De qué modo se define tu relación afectiva con los escritores rusos? Ha sido cuestión de sensaciones, de con quién me he ido sintiendo más identificada a lo largo de los años. Hice mi tesis de doctorado sobre Dostoievski, creo que bajo la influencia de mi padre (Carlos Ancira), pero después me sentí mucho más cerca de Tolstói. Cuando me adentré en sus diarios y sus cartas, me resultaron fascinantes su personalidad, su fuerza moral. Lo siento muy próximo, todo lo que dice me motiva. Una docena de títulos dan cuenta de esa cercanía con Tolstói. El más reciente, Aforismos (FCE, 2019), se publica por primera vez en español. Es un libro que considero muy importante por muchas razones. Me da la

sensación de que va a contracorriente del mundo actual. Todo lo que dice sobre el alma, el amor, la religión, la humildad, contrasta con lo que vivimos. Los aforismos están tomados de un volumen mayor, El camino de la vida, inédito en español. A Tolstói le interesaba hacer una compilación de la sabiduría universal desde épocas muy remotas. Muchos de los aforismos están escritos por él, pero también reunió material de otros pensadores y los reelaboró para que expresaran lo que quería decir. A partir de ahí, hice una selección. Me apasiona el camino que Tolstói recorre, porque habiendo nacido aristócrata, habiendo sido jugador en su juventud, bebedor, fumador, cazador, enamoradizo y soldado, se convierte en el apóstol del pacifismo, deja de fumar, lucha contra el alcoholismo, aboga por el respeto a la vida a tal punto que se vuelve vegetariano. Su camino vital lo lleva a regalar sus derechos de autor: no permite el comercio con su obra porque quiere que su pensamiento llegue a todo el mundo. Es fascinante. Es notoria la cantidad y calidad de autores que cita. Esto nos habla de una cultura muy vasta. ¿Hubo algún hallazgo que te sorprendiera? Por supuesto, descubrir el poema de Nezahualcóyotl. Casi no puedo explicar lo que fue leer a Nezahualcóyotl en ruso, en la traducción que Tolstói había hecho a partir de la traducción alemana de un libro inglés que reproducía uno de sus poemas. Yo estaba en una isla sueca, en una casa de traductores, traduciendo a Tolstói y de pronto aparece

Nezahualcóyotl. Fue uno de los momentos más intensos de este trabajo. Un hombre con una personalidad desmesurada y deslumbrante, dices en el prólogo. ¿Qué destacarías del papel que jugó en su tiempo? Podría contestar de una manera curiosa: Lenin tiene un artículo dedicado a Tolstói, se titula “Lev Tosltói como espejo de la revolución rusa”. O sea, en sus libros, Tolstói hace un reflejo muy fiel de la Rusia de ese momento y queda clara la necesidad de un cambio, una revolución. Que ésta haya sido bien o mal llevada, es un tema aparte, pero que la situación que se vivía era insostenible, eso lo retrata muy bien. Los Aforismos revelan a un hombre revolucionario y profundamente religioso. La religión en Tolstói no está reñida con la revolución. Él reivindica el cristianismo, pero el suyo, no el de la iglesia. Recordemos que la iglesia lo excomulgó, igual que a Kazantzakis. Este libro es, de alguna manera, un libro revolucionario; ejemplo de ello es el capítulo sobre el Estado. Cuando El camino de la vida se publica de manera póstuma, a finales de 1911, la censura no permite que se incluya el capítulo sobre el Estado. Casi medio siglo después, en la década de 1950, se integra esa parte. Es un capítulo que da mucho qué pensar.

Aforismos, de Lev Tolstói, se presenta el 14 de agosto, a las 19 horas, en la Librería Rosario Castellanos.

“Caminar con los conocimientos con los que caminaba el autor me da mucha libertad”

¿Qué significa entrar en la piel, en la psicología de este personaje y lograr que una traducción revele la atmósfera que se filtra en su literatura? Es justamente meterte en la piel y quieras o no te ves impregnado de ideas, de pensamientos, de maneras de entender la vida, el mundo. Soy muy camaleónica con mis autores, tanto en cuestiones físicas como de pensamiento, y, en este plano, Tolstói ha hecho mucho por mí y se lo agradezco. Los rusos dicen que Tolstói tiene tres novelas capitales: Guerra y Paz, Ana Karenina y su biografía. Lo que he hecho en las traducciones de prosa íntima ha sido alejarme del Tolstói creador para recuperar al ser humano y presentar cosas que pueden dar idea de su biografía, como los dos volúmenes de Diarios, los dos de Cartas, y una serie de pequeños volúmenes que llevan por título Así era Lev Tolstói, retratos del autor hechos por sus contemporáneos que me interesaban para complementar esa historia de su vida. ¿Cuál fue el mayor reto de esta traducción? Me hubiera sido más fácil traducir Ana Karenina, que tiene un ritmo, una ca-


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Aforismos LEV TOLSTÓI Llegará un día en el que los hombres dejarán de combatirse, de hacerse la guerra, de condenar a las personas a muerte; un día en el que se amarán los unos a los otros. Y ese momento llegará ineludiblemente, porque en el alma de todos los hombres se ha implantado el amor por sus semejantes, y no el odio. Hagamos cuanto podamos para acelerar la llegada de ese momento. ••• En la desigualdad entre las personas son tan culpables quienes se ensalzan a sí mismos frente a los otros como quienes se reconocen inferiores frente a los que se ensalzan. ••• ¿Por qué el cristianismo se ha pervertido tanto? ¿Por qué ha caído tan bajo la moral? La razón es una: la fe en la eficacia de un régimen de violencia. ••• Se puede entender por qué los zares, los ministros, los ricos se aseguran a sí mismos y le aseguran a los demás que la gente no puede vivir sin un Estado. Pero ¿por qué apoyan al Estado los pobres, a los que éste nada da y solo atormenta? Solo porque creen en la falsa doctrina del Estado. ••• Si la vida es un sueño, y la muerte el despertar, el hecho de que me vea a mí mismo como un ser separado de todo lo que existe es un ensueño del que espero despertar al morir. ••• Todas las desgracias nos revelan lo que en nosotros hay de divino, de inmortal, lo que constituye la base de nuestra vida. La muerte, la desgracia más grande en opinión de la gente, es la que nos revela plenamente nuestro verdadero yo.

dencia, una melodía, un argumento, porque te metes ahí y te dejas llevar por la corriente del texto. Aquí no. Aquí el reto era que cada aforismo se bastara a sí mismo para que el lector pudiese entenderlo. A veces Tolstói es un poco complicado, le encanta repetir las mismas palabras a fin de que el lector entienda lo que quiere decir. Eso en español no se aguanta. Traté de hacerlo hasta donde pude como hago siempre con este tipo de textos, respetar hasta donde puedes sin cansar al lector. Umberto Eco se refiere a la traducción como una experiencia vital. Le adjudica un valor de creación y considera al traductor como un artesano de la palabra. ¿Cómo ha sido tu experiencia en este oficio? Empecé a traducir hace 40 años, en 1979. Cada libro ha sido una experiencia única y cada libro te pide algo distinto. La gran cualidad que debe tener un traductor es el oído fino, saber oír qué le pide cada autor, cada texto. En mi caso, haber estudiado música, haber tocado el piano, me ha ayudado. Y claro, tener el ojo y el oído atentos al texto es fundamental. No estudié

traducción, estudié filología rusa. Me hice traductora traduciendo, gracias a los consejos de Sergio Pitol y Emilio Carballido, maestros que, sobre todo al principio, me ayudaron muchísimo. Después vas entendiendo las cosas. Tsvetáieva ha sido mi gran maestra en esta profesión, porque tiene mucho material sobre lo que significa para ella la traducción literaria y cómo hay que traducir un texto. Ella misma traduce a Pushkin. Explica, por ejemplo, por qué hace de un naranjo un olivo. Para quien va a recibir el texto traducido, el olivo es lo que para el ruso significa el naranjo. A mí se me abrió un mundo cuando leí estas cartas sobre la traducción. Pensé: “Eso es la traducción, es definitivamente creación literaria”. Sin embargo, en el plano del pensamiento, y es el caso de estos aforismos, no puedes moverte un ápice. Y esto va de la mano con la posibilidad de estar en los sitios donde estuvo el autor o los que describe en sus libros, un lujo para cualquier traductor. Es importante saber por dónde me estoy moviendo porque eso permite

evitar errores absurdos. Cuando conoces una ciudad, sus calles, sus balcones, los olores, los sabores, ya sabes lo que estás describiendo. Caminar en mi propia escritura con los mismos conocimientos con los que caminaba el autor me da mucha libertad. Seguido me preguntan: ¿pero con qué dinero hace eso? Porque los traductores no cobran lo suficiente para permitirse esa manera de trabajar. Y siempre digo: porque tengo la suerte de ser mexicana, y el gobierno mexicano tiene un sistema de becas que me han permitido hacer lo que he hecho. Sin el apoyo del Fonca, los Diarios y las Cartas de Tolstói, por ejemplo, habrían sido impensables. ¿Alguna vez imaginaste que llegarías a ser una de las traductoras más notables de la literatura rusa al español? Nunca me imagino nada. Voy viviendo y siempre he traducido gracias a la emoción de compartir un texto. Porque me enamoré de Tsvetáieva, porque luego me enamoré de Tolstói, porque vivo enamorada de Kazantzakis… Traduzco por el placer de traducir.

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••• El verdadero castigo por una mala acción es lo que se produce en el alma del delincuente y consiste en la disminución de su facultad para disfrutar de los bienes de la vida. ••• Aquel que no hace nada siempre tiene numerosos ayudantes. ••• Mientras más alta es la opinión que una persona tiene de sí misma, más fácilmente se irrita contra la gente. Mientras más humilde es la persona, más amable se comporta y menos propensa es al enfado. ••• Si vives entre la gente, no olvides lo que aprendiste en soledad. Y cuando estés en soledad, medita aquello que aprendiste de tus relaciones con la gente. ••• Considérate siempre un escolar. Nunca pienses que estás demasiado viejo para aprender, que tu alma ya es como se espera que sea y no puede ser mejor. Para el hombre sensato no hay un curso final: es escolar hasta la tumba.

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ENSAYO

Toni Morrison: literatura para la tribu* Recordamos a la autora de Ojos azules, con este texto sobre su obra y sus conceptos sobre la sociedad DARRYL PINCKNEY FOTOGRAFÍA KATHY WILLENS/ AP

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oni Morrison (19312019) dijo una ocasión que encontraba “desmoralizante” tener que justificar (una y) otra vez la vida de los negros ante la gente blanca; que fuera un requisito escribir sobre los “negros típicos”. “Jamás le pedí a Tolstói que escribiera sobre mí, una pequeña niña de color en Lorain, Ohio. Jamás le pedí a Joyce que no mencionara el catolicismo o el ambiente de Dublín... Faulkner escribió lo que supongo podría llamarse literatura regional y fue publicada en todo el mundo”. A Morrison le desagradaba el concepto de universalidad porque, aclaraba, con él se sugería también que escribir para gente negra implicaba de alguna manera una discapacidad. Los escritores negros han afirmado durante mucho tiempo que el Negro es la metáfora de Estados Unidos, y Morrison está más inclinada en redefinir el pasado cultural nacional que en explicar lo que la gente negra es. En Playing in the Dark (1992), una serie de conferencias sobre “lo blanco y la imaginación literaria”, Morrison argumentó que los temas generales de la literatura estadunidense —inocencia, individualismo, masculinidad, libertad— son respuestas a la “permanencia” de la “presencia africana” en el Nuevo Mundo, precisamente como el personaje romántico de casi todo el siglo XIX —y XX—, “la imaginación privada interactuando con el mundo exterior”, viene de una evasión relacionada con la esclavitud, con la raza, y las cuestiones morales inherentes en las imágenes del país y la manera de tratar a los negros. Dijo que cuando ella comenzó a leer como escritora descubrió, como lo había hecho Ellison, en qué medida el lenguaje de Estados Unidos pertenecía a la cultura negra. Cuando Morrison publicó su primera novela, Ojos azules (1970), los escritores negros ya habían ganado la batalla del realismo. Las duras verdades sociales que los negros habían resistido habían sido adoptadas como temas apropiados de la literatura imaginativa por los editores y algunos lectores, pero se habían convertido, para los escritores negros de su generación, en un obstáculo para experimentar con la novela, sin mencionar lo restrictivo que podían ser en la vida de los negros contemporáneos. Así

La escritora nacida en Ohio, primera afroamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura.

que en la década 1970 se desarrolló el movimiento estético negro, un intento de los escritores negros por crear sus propios términos para evaluar la literatura, lo cual era como decir que la literatura negra tenía sus propias características. Una de ellas, del crítico Addison Gayle Jr., desacreditaba a Faulkner por ser el campeón de la supremacía blanca y atacaba a Ralph Ellison (escritor negro) por haber salido a defenderlo. Irónicamente, como el editor Erroll Macdonald ha sugerido, la obra de Faulkner llegó justo a todos aquellos autores que no querían saber nada de él, porque el realismo mágico, ya sea en español o en inglés, tan celebrado en los años setenta por ser, entre otras cosas, no europeo, había sido grandemente influido por las traducciones de la obra de Faulkner. ••• En 1955, el año en que Faulkner propuso dispararle a los negros en las calles de Mississippi, Morrison escribió su tesis de maestría en Cornell sobre

Es una sorpresa encontrar un dejo de reivindicación patriótica en una novelista como ella

Faulkner y Virginia Woolf. En entrevistas, daba una impresión profunda de haber leído ampliamente a los dos bandos: a los que sufrieron la experiencia y a quienes la explicaron. Tal vez por eso el pleito del movimiento estético negro en torno a Faulkner no se aborda en la obra de Morrison sino como un hecho irrelevante. Ella toma inspiración donde la encuentra, ya sea en Faulkner o en los descubrimientos del nacionalismo cultural negro. Así como Ishmael Reed, Morrison se ha preguntado si no podría haber tal cosa como una novela ejemplar africanaestadunidense, “una verdadera novela auditiva”. “Había una literatura articulada antes de que ésta fuera escrita”. Ella se ha referido a su obra como “literatura de la aldea” para “la tribu”. Es una sorpresa encontrar un dejo de reivindicación patriótica en una novelista como ella, que rara vez cruzó esa frontera. Cuando fue editora, a finales de los años sesenta y setenta, Morrison publicó a Angela Davis y las Panteras Negras. Ayudó a editar The Black Book (1974), un informativo y visualmente fascinante álbum de recortes con fotografías, notas periodísticas, cartas, anuncios, carteles, folletos y documentos, como un recuento de los negros en Estados Unidos en 300

años. Su compromiso de publicar a autores negros y obras sobre la historia de los negros es congruente con el hecho de escribir una novela sobre las consecuencias que soñar con ojos azules podría traer a una vulnerable niña negra en los días previos al Black Is Beautiful. Morrison tal vez no tenía que esperar a que resurgiera el interés en la historia negra de los años sesenta para descubrir sus temas. En la comunidad predominantemente negra de la Universidad de Howard a principios de los años cincuenta, donde ella estudió con el poeta Sterling Brown, los estudiantes podían estar conscientes de que en ese momento estaban formando parte de la llamada historia negra. En Beloved (1987), Jazz (1992) y Paraíso (1998), las historias que cuenta revisan y expanden la tradición histórica de Estados Unidos. Morrison adquirió su propia manera de hacer las cosas y su estilo a través de los años. Cada novela es de alguna manera distinta de la anterior, implica un nuevo riesgo para el lector.

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© The New York Review of Books. *Título de la Redacción (título original: “Odio”). Traducción de Juan Manuel Gómez.


EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Devastación

La niña que miraba los trenes partir

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A FUEGO LENTO La caja Topper

Adiós, Tomasa México, 2019

Tom Kristensen errata naturae España, 2019 647 páginas

Ruperto Long Ediciones B México, 2019 372 páginas

Nicolás Gadano Bordes México, 2019 221 páginas

Publicada en 1968, y hasta hoy traducida al español, esta pieza maestra de las letras escandinavas gira en torno a Ole Jastrau, un crítico literario que ha visto cómo sus ilusiones juveniles han dado paso al conformismo y la rutina. De esta manera, y luego de un doloroso viaje hacia su propio infierno, se entrega a una fiesta interminable de sexo, alcohol y jazz. La autodestrucción es la única consigna y se resuelve lenta y eficientemente, como si se tratara de un espejismo.

Estamos, informa una aclaración en las primeras páginas, ante un relato “inspirado en hechos reales”. Cuatro historias ambientadas en la década de 1940, cuando los ejércitos nazis se han hecho de buena parte de Europa, destacan el valor del compañerismo y el amor por encima de la barbarie y el exterminio. La Legión Extranjera, que combate a las fuerzas del mariscal Rommel en el norte de África, juega un papel determinante como hilo que enlaza las historias.

La clandestinidad, la militancia política, la violencia institucional, el exilio, son las claves de esta novela en la cual el protagonista reconstruye su historia familiar después de hallar un viejo álbum fotográfico. La acción se concentra en los años de la dictadura argentina y tiende un arco hasta nuestros días. Novela política y a la vez intimista, refleja con creces el choque generacional provocado por la distancia ideológica y la incapacidad para llamar a cuentas al pasado.

Lennon bajo el sol

La gran ilusión

Invndación Castálida

José Adiak Montoya Bordes México, 2019 176 páginas

Stephen Hawking (editor) Crítica México, 2019 688 páginas

Número 10 Universidad del Claustro de Sor Juana México, 2019 104 páginas

Esta novela es una ucronía en la que el autor hace nacer a los Beatles en su natal Nicaragua. En el plano particular, la figura de John Lennon corre en paralelo con la dinastía Somoza. Todo comienza en 1956, cuando el cuarteto está por alcanzar la fama. El dictador Anastasio Somoza García, que conoce al grupo de oídas, hace que lo inviten a la recepción que ofrecerá en la ciudad de León, donde anunciará su plan de reelección. Un atentado lo impide.

Como lo anuncia el subtítulo —Las grandes obras de Albert Einstein—, este volumen es una antología de las obras del científico alemán. Anota Hawking en la introducción: “Hubo una vez en que las ideas de Einstein dejaron estupefactos a los físicos. Hoy esas ideas se incorporan automáticamente a las ecuaciones y formalismos que aprenden los estudiantes de física”. En tanto que las ecuaciones no escasean, no se trata de un libro para todo público; la lectura pide un esfuerzo.

La vanidad es el tema del reciente número de la revista que dirige Moramay Herrera Kuri. Un soneto de Sor Juana y un fragmento del Eclesiastés son los textos de entrada. Sorprenderá que el economista inglés Adam Smith esté presente pero, como anotan los editores, para él "el orgullo forma parte de la economía de las pasiones". Montaigne, el filósofo italiano Mario Andrea Rigoni, Madame de Staël y el escritor colombiano Darío Jaramillo son otros de los participantes.

La inocencia mancillada ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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e gusta la historia que Adiós, Tomasa (Alfaguara) extiende a través de cuatro generaciones, y ese rumor de tías, tíos, primos, abuelos, que desanda sus vidas en un poblado de la serranía sinaloense. Me gusta su ritmo sostenido, capaz de interpretar la endeble armonía familiar y su ruina posterior luego de la irrupción de un par de hermanos dedicados a la siembra de amapola. Me gusta el retrato de esas mujeres sometidas por la ley del más macho y a la vez en pie de guerra para proteger a sus hijos de cualquier amenaza, sin fastidiar al lector con diatribas bienintencionadas. Me gusta la recreación de los escenarios, donde la violencia permanece oculta y sin embargo se anuncia como una bestia al acecho. Me gusta Adiós, Tomasa porque se muestra devotamente fiel a un capítulo de la historia mexicana (la expansión del narcotráfico en Sinaloa) que suele revestirse de imágenes y opiniones arraigadas en un folclor al estilo de los Tigres del Norte. A pesar de todo esto, no me doy por satisfecho. Escribir es tomar decisiones a cada paso. No me refiero a los resortes que ponen en movimiento a los personajes, sino a las decisiones estilísticas. Geney Beltrán interpuso a un narrador con un habla ceñida a los giros y a las modulaciones sinaloenses, por momentos cantarinas y punzantes, y ese narrador es un testigo marginal de la historia —los avatares de la familia Carrasco, que adopta a la muchacha que da nombre a la novela, una suerte de proyección de la inocencia arrebatada por el abuso y la violencia—, convertido años después en escritor. Pues bien: no me incomodan tanto los “suidad”, “yo la vua cuidar” o “toavía” como las piruetas sintácticas que acaban por ser un martillazo al oído. No me gusta encontrarme con frases contrahechas del estilo “Tomasa desde el día siguiente se acomidió en el quehacer”, “Y él así poco a poco se fue de alguna forma intuyendo secreto infractor”, “Todo eso mucho él no lo sabe”, “Ni tú ni tu hermano quiero que se me anden metiendo en El Negocio”… No son accidentes, o contratiempos; son decisiones inherentes a la tentación inicial, a la llamada misteriosa que susurra la obligación de transformar la materia humana en literatura. No dejo de imaginarme Adiós Tomasa sin la intervención de estas torceduras y ante mí se presenta una novela con N mayúscula.

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TERTULIA

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PERSONERÍO

ENTREVISTA

Bogart o la invicta ceniza JOSÉ DE LA COLINA

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abía nacido con el nombre de Humphrey Deforest Bogart el 25 de diciembre de 1899, pero los publicistas de la Warner Bros quisieron fecharlo en el día de Navidad de 1900, insinuando que un hombre llegado al mundo en día tan cristiano no podía ser tan malvado como aparecía en sus primeros filmes de los años treinta, en que solía hacer de hombre duro y de canalla, de gangster implacable, de traidor cínico. El desarrollo posterior de su carrera fílmica lo fue madurando en hombre de conciencia, esencialmente honrado, aun si vivía a través de los ambientes turbios, del pantano social, de los altos o bajos espacios de corrupción y crimen, en los cuales, siempre al filo del peligro, mantenía la básica honradez interior. Se le recuerda con el sombrero gris, el impermeable oscurecido por la lluvia, el cigarrillo entre los labios, la pistola en la diestra, el rostro prematuramente marchito, como hecho de cicatrices, y el habla metálica y ceceante: Bogey, un personaje del cine, que existía en las 24 imágenes por segundo enviadas por los proyectores a las pantallas. Tal como en sí mismo lo transformaban sus grandes películas: The Maltese Falcon, Casablanca, To Have and to Have Not, The Big Sleep, In a Lonely Place, The Barefoot Contessa, The Harder They Fall, etcétera, Bogey fue el hombre crecido bajo castigo, madurado en las derrotas, o en las victorias con sabor a derrota: el hombre con una estoica e irónica sabiduría. Norteamericano cien por cien, parecía hallarse a sus anchas en cualquier geografía, siempre que en el rincón más oscuro u olvidado pudiera fumar un eterno cigarrillo, paladear el imprescindible whiskey, encontrar a Ingrid o a Lauren, y, acaso, oír pianotear y susurrar una canción, digamos “As time goes by”, para luego, y pese a la interior desesperanza, dar contra el mal una última pelea. Ya para siempre como hecho de compacta ceniza (“mas ceniza enamorada”, diría Quevedo), y sonriendo amargamente con el inmóvil labio superior y acaso susurrando una frase cínica (a veces insincera), se mantenía en pie, combatiendo. Un Sísifo camusiano avant la lettre. Algunos cineastas grandes o pequeños han querido reciclar el personaje que Bogart reiteró, enriqueció, perfeccionó, quizá se llevó con él a la tumba. Actores de fuerte y atractiva presencia como Robert Mitchum, o guapos semintelectuales como Robert Redford, o duros conflictivos como Jack Nicholson y Robert de Niro, o buenos actores-directores como Clint Eastwood han intentado los personajes “a lo Bogart”. Las aproximaciones han dado a veces resultados interesantes, pero los reflejos del mito no tienen la virtud de presencia del mito. Acaso el que ha estado más cerca de la textura bogartiana es Harrison Ford en esa portentosa joya, Blade Runner, realizada por Ridley Scott entre el cine negro y el de ciencia-ficción. Pero no es posible llegar a ser Bogart repitiendo meros personajes de Bogart, o personajes basados en Bogart. En el cine el personaje mítico existe, sobre todo, por una particular, una insustituible intensidad de presencia, más que por varias interpretaciones sobresalientes de diferentes personajes. Bogart era apenas actor, no era capaz de representar una variedad de personajes, pero intensamente los habitaba todos con Bogey, y los bogartizaba. Fue único e irrepetible y pertenece ya a la gran mitología del cine.

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La escritora recibirá el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez en la FIL de Guadalajara.

Adriana Malvido

“Hay que elevar el nivel de la conversación social”

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JESÚS ALEJO SANTIAGO FOTOGRAFÍA LOU PERALTA

driana Malvido recibirá el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez de la Feria Internacional del Libro (FIL) Guadalajara, que se celebrará del 30 de noviembre al 8 de diciembre. No oculta su felicidad, y el reconocimiento la obliga a una serie de reflexiones sobre el estado del periodismo cultural en nuestros días. “El desafío de todo el periodismo es superar la precariedad laboral para vivir dignamente de lo que hacemos. El entorno no ayuda mucho, el mismo Andrés Manuel López Obrador está colaborando a que haya esta actitud agresiva hacia los medios. Necesitamos elevar el nivel de la conversación social y abordar los temas que tenemos enfrente y que, tal vez, se nos escapan: la inteligencia artificial o la realidad virtual, los desarrollos tecnológicos que impactan la cultura de todos los días y que tenemos muy cerca”. Como resultado de su tarea en el periodismo cultural, Adriana Malvido ha publicado libros como Nahui Olin, la mujer del sol, La Reina Roja, el secreto de los mayas en Palenque o Los náufragos de San Blas, por los cuales ha recibido premios como el Jesús Galindo y Villa, otorgado por el INAH; el Nacional de Periodismo y el PEN México a la Excelencia Periodística. “Desde hace muchos años estamos como en resistencia, algunas veces ganando las batallas y otras perdiendo. Para lo que ofrece el periodismo cultural en este país hay que inventarnos esos

espacios, ya sea en el entorno digital o en los impresos, seguir luchando por la investigación de largo aliento, por un periodismo que no solo informe, sino proporcione elementos para ver la realidad desde otra perspectiva; no solo para enterar a la gente, sino para entender lo que está sucediendo”. El periodismo en general, el cultural en particular, enfrentan retos: llamar la atención de un mayor número de lectores, de escuchas o de televidentes, y lograr que los medios se interesen más por él. En ese caso, asegura la periodista, se encuentran los medios electrónicos, que tendrían que abrir más espacios al periodismo cultural. “No sé si me veo demasiado romántica, pero creo que hay que defender el derecho a la contemplación, al sosiego, a la lectura sin los exabruptos y las agresiones que ahora encontramos por todos lados, porque la violencia no solo está en las calles, sino en el lenguaje”. Malvido está convencida de que el periodismo cultural se encuentra en una etapa de reacomodo y de lucha por espacios; de ahí la importancia de los suplementos culturales: “son como un milagro en un mar de información que siempre ha privilegiado

“Creo que hay que defender el derecho a la contemplación, al sosiego, a la lectura sin exabruptos”

a la política. Cuando empecé, las secciones culturales ganaron espacios, luchábamos por más páginas, por convencer —sobre todo a las áreas de publicidad— que el periodismo cultural ofrece cosas importantes a un medio, tan importantes como la política o la economía”. La mayor parte de los libros publicados por Adriana Malvido comenzaron como una nota periodística: un hallazgo arqueológico o una entrevista se transformó en un reportaje, en un texto de largo aliento, y más tarde en un libro. Ya raras veces ocurre eso, reconoce la periodista, en gran parte porque no hay muchos lugares con espacio suficiente para esas apuestas. “No quiero culpar a las nuevas tecnologías o a las redes sociales. Es importante recuperar el espíritu, en el medio impreso o en el digital, del periodismo de largo aliento que tanto nos hace falta. Las redes sociales son muy adictivas, nos están acelerando”. Adriana Malvido dice contundente: “Debemos defender la personalidad de un periodismo cultural serio. Es un momento muy importante para hacerlo, sin dejar de reconocer que las redes, los nuevos formatos, tienen su sentido”. Adriana Malvido se prepara para recibir el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez de la Feria Internacional del Libro Guadalajara, el 8 de diciembre, como “un fuerte abrazo de colegas a los que admiras mucho, de tus maestros”.

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DANZA

IMÁGENES

Diálogos coreográficos contemporáneos

El largo adiós de Brigitte Bardot

ARGELIA GUERRERO makararova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA CORTESÍA CONTEMPODANZA

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Bailarines de la compañía Contempodanza.

a reciente temporada de danza en el Palacio de Bellas Artes contempla una programación diversa integrada por dieciséis coreógrafos y trece compañías provenientes de seis estados de la república y se lleva a cabo del 1 al 17 de agosto. Con ello se busca fortalecer la presencia de la danza nacional en uno los recintos artísticos más importantes del país, así como abrir el panorama a las propuestas coreográficas que se trabajan en otros estados, además de la Ciudad de México. El próximo 13 de agosto toca el turno a una terna de mujeres cuyas trayectorias, como refiere el coreógrafo Mauricio Nava, ya representan una leyenda y escuela para la danza nacional. En la función titulada Diálogos Coreográficos Contemporáneos se encontrarán y dialogarán los trabajos de Cecilia Lugo, Cecilia Appleton y Adriana Castaños, directoras de las compañías Contempodanza, Contradanza y Producciones La Lágrima, respectivamente. Este encuentro de creadoras, cuyo trabajo dancístico suma décadas, representa la experiencia de reunir distintos modos de interpretar el trabajo coreográfico, los diversos temas que las motivan y los estilos con los que hacen del movimiento su herramienta para fincar su discurso. Es, a decir de Cecilia Appleton, un diálogo de miradas éticas y estéticas cuya riqueza es la pluralidad y la posibilidad de apreciarlas juntas.

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ESCENARIOS

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La compañía Contradanza llevará al escenario una pieza de su repertorio: Camas con historias. Creada en 1991, esta pieza ha adquirido matices a lo largo de múltiples interpretaciones y hoy retoma la propuesta estética original; es decir, una poética más lírica, con movimientos lentos y uso de pausas. Un discurso coreográfico que pone una sola escena en acción y no varias simultáneas, como hace en la actualidad. La obra aborda algunos aspectos de la intimidad. Navega entre el ensueño, el erotismo, las condiciones también violentas pero, sobre todo, amorosas. Appleton se propone mostrar al espectador lo que no quiere ver, lo más profundo de la intimidad, para que el público vuelva a conectar con esa parte “profundamente humana”. La compañía sonorense La Lágrima traerá al Palacio de Bellas Artes la obra Plagio, diálogo con Baldessari, con la que reflexiona sobre lo que implica copiar en la exploración coreográfica. Estrenada en 2017 en el festival Un desierto para la danza, cuestiona el supuesto derecho a la afamada originalidad en el arte y establece que todo acto de creación

En Bellas Artes dialogarán Cecilia Lugo, Cecilia Appleton y Adriana Castaños

parte de la mimesis, de repetir símbolos, signos y significados. Para ello, se propusieron un diálogo con el artista conceptual Baldessari, “maestro del copiar y pegar para crear algo nuevo”. Se trata de un ensayo filosófico que problematiza la creación artística y su naturaleza a través de los cuerpos en movimiento con un abanico de matices y un despliegue de plasticidad. Finalmente, la compañía Contradanza, dirigida por Cecilia Lugo, danzará Travesías de humo, fragmento de la obra Ítaca. Está inspirada en el relato La mulata de Córdoba (aquella mujer que, encerrada por bruja en San Juan de Ulúa, pintaba un barco hasta que un día no se le vio más, pues zarpó). La coreógrafa reflexiona sobre el exilio, no solo geográfico, sino de quienes también se convierten en extraños en su propia tierra. El fenómeno de la migración, la experiencia de quienes han abandonado su hogar físico o simbólico y cuyos cuerpos se vuelven anónimos, no escapa de las preocupaciones que atañen a la coreógrafa. La musicalidad y plasticidad característica de las piezas coreográficas de Cecilia Lugo son un deleite al ojo y al oído, un modo exquisito de acompañar las reflexiones planteadas por ella. La visión de la vida está acotada por el cuerpo. Cada una de estas maestras pondrá sobre el escenario un modo de abordar esa visión desde sus perspectivas estéticas.

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ANDREA SERDIO

a controversia ha estado en el centro de la vida de Brigitte Bardot, simpatizante de la extrema derecha francesa, acusada repetidas veces de xenofobia y racismo. Después de su retiro en 1974, se ha distinguido como una de las más obstinadas defensoras de los derechos de los animales, manteniendo su vida privada alejada de los reflectores. Brigitte nació el 28 de septiembre de 1934 en París. Fue la primogénita del matrimonio formado por Louis Bardot y Anne-Marie Mucel. En 1938 nació su hermana MarieJeanne. Brigitte, una niña a la que su familia consideraba fea y malcriada, encontró en la danza un escape para sus preocupaciones, para sus complejos y tristeza. En su niñez vivió la ocupación y liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial. Pero su familia no sufrió privaciones y ella continuó sus estudios y su participación en ballets juveniles. En 1949, impulsada por su madre, comenzó a posar para la revista Elle. Ahí la vio el director de cine Marc Allégret, quien preparaba una película y se interesó en ella. La película con Allégret nunca se filmó, pero en el casting conoció a su ayudante, Roger Vadin, quien se volvería su maestro de actuación y su amante. Con él se adentró en el mundo de las estrellas y los intelectuales, pero sobre todo tuvo el deseo de ser completamente libre. Brigitte y Vadin se casaron en 1952, cuando ella cumplió 18 años. Brigitte comenzó a actuar en el teatro y el cine, a ser conocida. Pero no conseguiría levantar el vuelo hasta que en 1962 filmó Y Dios creó a la mujer, dirigida por su marido. La película provocó un escándalo por la belleza casi infantil de Brigitte, por el desenfado con que asume su erotismo, su sensualidad. Dirigida por Jean-Luc Godard, en 1963 Brigitte filmó El desprecio. Basada en la novela homónima de Alberto Moravia, es una historia de malentendidos en la que la armonía y el amor se van transformando en decepción, en el desprecio del título. A pesar de la buena recepción de la crítica, Brigitte se mostró contrariada por la forma de dirigir de Godard. Brigitte Bardot o BB, como también es conocida, intervino en cerca de 50 películas, entre ellas ¡Viva María!, filmada en México en 1965 y dirigida por Louis Malle con Jeanne Moreau y George Hamilton. En esta película ella y la Moreau realizan un divertido y memorable streeptease ante el expectante público mexicano. Bardot no solo se dedicó a la actuación sino también al canto, grabó cinco álbumes aclamados en su momento. Con numerosos amantes y cuatro maridos en su haber, en 1974 posó para la revista Playboy y le dijo adiós al mundo del espectáculo.

Brigitte Bardot o BB, como también es conocida, intervino en cerca de 50 películas

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto

TOSCANADAS

Tolstói y el arte DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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uando en 1891 murió el pintor Ernest Meissonier, se le consideraba el más grande de su época; se decía que su fama sería inmortal y sus cuadros se cotizaban a los precios más elevados. Trabajaba con mucho esmero para mostrar en sus obras las cosas como “son en verdad”. Y la gente admiraba ese realismo. Dos generaciones después, se le consideró apenas un pintor decorativo, un artista tan menor que hasta resultaba naco elogiarlo o poseer uno de sus cuadros. Su estatua delante del Louvre fue retirada. Cuando Francia aún adoraba a su pintor, desde Rusia ya Tolstói criticaba ese arte realista en Ana Karenina. De la noche a la mañana convierte a Vronsky en un pintor que “comprendía todos los estilos y era capaz de inspirarse en cualquiera de ellos”, así es que, luego de sopesarlos, opta por pintar según la escuela francesa, pero “desesperaba de adquirir aquella técnica”.

ERNEST MEISSONIER

Conocedor en el estudio del artista, obra representativa del realismo francés.

Él y Ana visitan a un pintor ruso que radica en Italia. Para elogiarlo, Vronsky le dice: “Eso es tener técnica”. Pero tal comentario hiere “dolorosamente el corazón” del pintor, quien sabía que “para pintar con arte no existía ninguna técnica”. Su cuadro tenía defectos formales, pero estaba cargado de inspiración, de alma, y eso no iba de la mano con ser el “pintor técnico más hábil y más diestro”. Más tarde, el terrateniente Levin conversa sobre arte con Ana Karenina. Él dice que “los franceses habían llevado el arte a un convencionalismo tal como ningún otro país, considerando por eso como gran mérito el retorno al realismo”, y entonces viene una frase demoledora: “En el solo hecho de no mentir, ven poesía”. “Me río”, dice Karenina en la única velada que me parece encantadora y no insoportable, “como se ríe uno cuando un retrato es muy parecido”. Y entonces se burla parejo de la

pintura y literatura francesa, sobre todo de Zola y Daudet. Tolstói también aprovecha a Levin para soltarle un tortazo a Wagner: “El error de Wagner y el de todos sus seguidores consiste en querer introducir la música en el dominio de otro arte”. Estos temas se ven más a fondo en ¿Qué es el arte?, del mismo Tolstói. Pero quedan bien pintados en Ana Karenina. A veces, el novelista ruso parece visionario; a veces, cuadrado y limitado en sus opiniones, pero eso poco lo demerita, pues él es un artista, y en los artistas lo esencial es que tengan su particular modo de ver el mundo; y más bien hay que desconfiar de quienes tienen palabras de encomio para todos los consagrados. Con el paso de los años, Meissonier y el arte realista francés han muerto. Zola y Daudet son un par de moribundos. Wagner y Tolstói siguen vivos; pero creo que el ruso goza de mejor salud.

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CAFÉ MADRID

Gila: la carcajada del siglo XX español

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uando Miguel Gila nació, su madre no estaba en casa. Había ido a pedirle perejil a una vecina y, al volver, el nene le abrió la puerta y le soltó: “¡Mamá, que ya he nacido!” La mujer, entre sorprendida y enfadada, solo atinó a decirle: “Que sea la última vez que naces solo”. El bebé hubiera preferido nacer en invierno, porque le gustaba mucho la nieve, pero como su familia era muy pobre y no tenía calefacción, esperó a que llegara el mes de mayo. También hubiera querido nacer en Logroño pero, como su madre vivía en Madrid, no quiso hacerle el feo. Se crio en una buhardilla y su abuela le decía que el vecino de arriba era Dios. Cuando apenas había aprendido a leer y escribir, el niño tuvo que dejar el colegio para ponerse a trabajar. Primero estuvo en una fábrica de café y chocolate y luego en un taller mecánico. Algunas noches se daba tiempo para ir a la Escuela de Artes y Oficios y estudiar dibujo lineal. Al estallar la Guerra Civil, lo llamaron para que formara parte del Quinto Regimiento republicano, más conocido como “La Quinta del Biberón”, porque sus integrantes eran menores de edad, el cual no tardó en sucumbir ante los Nacionales. Una noche de lluvia, el pelotón de fusilamiento lo llevó a él y a otros de sus compañeros a una ladera. Los soldados estaban borrachos, llenos de júbilo y carcajadas, pero aun así dispararon. A él no lo alcanzó ningún balazo, se tumbó al suelo, se hizo el muerto y se levantó cuando ya no escuchó ningún ruido. Se salvó de la muerte, pero al poco tiempo volvieron a capturarlo. De un campo de concentración pasó a una cárcel y en 1939, al acabar

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA LA GACETA

la guerra, lo liberaron. Así que, dice, fue “un joven de una generación en la que el hambre, las humillaciones y los miedos eran los alimentos del día a día”. Un amigo lo invitó a trabajar a Radio Zamora y, más tarde, se animó a enviar las viñetas que hacía a las revistas satíricas La Codorniz y Hermano Lobo. En 1951 se subió por primera vez a un escenario, con un monólogo humorístico sobre su experiencia en la guerra. Al público le gustó y él se propuso seguir actuando. Buscó una pareja

En México, fundó la revista de humor La Gallina, que publicó nueve números, junto a Rius

para interactuar sobre las tablas pero no encontró a alguien dispuesto a ser fijo. Pensó entonces usar un teléfono y, al instante, sus disparatados diálogos fingidos se convirtieron en los propulsores de las carcajadas en el siglo XX español: “—¿Es el enemigo? ¡Que se ponga! “—… “—¿El enemigo? Oiga, ¿ustedes podrían parar la guerra un momento? Es que esta tarde hay futbol. “—… “—Ya. Pero es que ni siquiera tenemos tanques. Estamos usando unos coches modelo 600, con enanos dentro que van insultando al enemigo sin parar. No matan, pero desmoralizan. “—…. “—¿Yo? Uy, no es por chulearme, ¡pero cómo mato yo! Mato muy bien.

Miguel Gila (1919-2001) y su inseparable teléfono.

Un día, en un combate, voy, le pego un tiro a uno, y me dice: ‘¡Que me has dao!’ Y le digo: ‘¡pues no seas enemigo! ¿Qué quieres, que te de un beso?’ Y dice: ‘Pero es que me has hecho un agujero’. Y le digo: ‘Pues ponte un corcho’. Y dice: ‘¿Y con qué tapo la cantimplora?’ Y yo: ‘Muérete ya, anda, ¿no ves que estoy avanzando?’ ”. Miguel Gila (1919-2001) llevó su ingenuidad y surrealismo por toda España y América Latina (en México, además, fundó la revista de humor La Gallina, junto al dibujante Rius, llegando a publicar nueve números antes de su disolución), se quedó a vivir varios años en Buenos Aires y volvió a la España democrática con su famosa muletilla (“¡Que se ponga!”) para seguir arrancando carcajadas hasta poco antes de morir y ser despedido así por Francisco Umbral: “Gila practicó siempre una absoluta demolición del mito militarista cuando España volvía a ser un cuartel. Y lo hizo con la inocente brutalidad con que lo haría un niño. Los que tenían que entender, entendieron”. Ahora, en su centenario, Blackie Books ha publicado El libro de Gila. Antología tragicómica de obra y vida, uno de los libros más disfrutones con los que me he topado, que permite conocer de cabo a rabo a la persona y al personaje y en el que Jorge de Cascante, el compilador de los retazos de la vida del cómico en estas páginas, deja claro que “Gila era alguien sobrepasado y pasmado por los acontecimientos, pero que supo narrar ese pasmo, en todo momento desde el punto de vista del perdedor, de quien no tiene ni una oportunidad para recuperar el paso. Con un fusil en la guerra y con un teléfono después”.

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