Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
ENSAYO
FERNANDO ZAMORA
CARLOS ILLADES
Guillermo del Toro y sus nuevas creaturas
Enrique Semo: intelectual, militante...
Foto: CBS Films
SÁBADO 24 DE AGOSTO DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 845
Braulio Álvarez conquista Tokio Laura Cortés/ FOTOGRAFÍA: KIYONORI HASEGAWA
Foto: Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar
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ANTESALA
24 DE AGOSTO 2019
CASTA DIVA
Master Curator AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com IMAGEN EKO
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l Arte VIP exige un nuevo sistema de selección de curadores, la respuesta es el reality Master Curator. El Guggenheim, el MoMA y la Tate Modern han convocado a realizar este reality show y generar un espectáculo rentable por la situación de sobrepoblación curatorial. El Master Curator se hará con las mismas reglas de la franquicia Master Chef. Se aceptarán cinco concursantes por serie, y habrá cuatro miembros del jurado, todos ellos directores de distintos museos. Las pruebas se realizarán a lo largo de varias sesiones, y los aspirantes demostrarán sus habilidades curatoriales. Primera prueba “Escritura de texto de sala y catálogo”. El jurado asignará una obra a cada concursante, el texto más ilegible, rebuscado, con invención de palabras, carente de sintaxis será el que más posibilidades tenga de ganar, la meta es que el jurado no pueda acertar de qué habla el curador y ni de qué se trata la obra. Segunda prueba “Artist Finder”. El aspirante encontrará un talento artístico VIP, la dificultad está en que entre más inútil, simplista, étnico y activista sea el artista VIP, más posibilidades tiene el curator de pasar al siguiente nivel. Tercera prueba “Artsy Look”. Los curators son un rango diferente de intelectuales, tratan con coleccionistas millonarios, asisten a ferias y viajan por el mundo, en la tercera prueba tendrán que demostrar su carisma y fashionismo, deberán ser “distintos”, parecerse a sus exposiciones, es decir si son expertos de performance, de feminismo, en objeto encontrado, en readymade, su apariencia debe transmitir eso y dar confianza al coleccionista. La cuarta prueba “Justificación de exposición”. El jurado les dará a los participantes la misma sala con la misma obra, una mesa de ping pong, es lo único que hay expuesto, los curators escribirán un texto explicando qué es la obra, por qué está ahí la mesa e invitar a una serie de “activaciones”, “interacciones” y “correlaciones” entre la mesa y el público. La propuesta que involucre más diversidad y formación de públicos será la seleccionada. La Gran Final es “Diálogo recontextualizado”. Analizando la capacidad de observación de los curators, el jurado les asignará una obra clásica de arte verdadero para que establezcan diálogo con una obra de arte VIP, por ejemplo: un cuadro de Botticelli, el curator lo pondrá a dialogar con una performancera pasada de peso, especializada en desvestirse. El diálogo que demuestre que el arte verdadero y el arte VIP involucran el mismo grado de inteligencia, belleza, talento y esfuerzo, será el ganador. Las nuevas estrellas de la curaduría están por emerger y tomar las salas de los museos, eliminando a los curators obsoletos, gente nueva y efímera es la moda.
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Collage.
Historias de miedo para contar en la oscuridad. Dirección: André Øvredal. Estados Unidos, México, Canadá, 2019.
HOMBRE DE CELULOIDE
King el freudiano, Del Toro el marxista
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CBS FILMS
ay nuevos monstruos en el universo de Guillermo del Toro. Están en Historias de miedo para contar en la oscuridad, obra que a pesar de lo largo de su título tiene dificultades para ir más allá de esta ocurrencia: cuatro adolescentes en noche de Halloween van a cierta casa embrujada donde encuentran un libro de cuentos que, por razones poco claras, se escribe a sí mismo. Cada nuevo cuento se vuelve realidad construida con base en las pesadillas de quien ha estado en contacto con él. ¿Coincidencias con It de Stephen King? No son casuales. El genio de Del Toro estriba en mantenerse fiel a eso que llaman cine de género y que poco tiene que ver con el género dramático (tragedia, comedia, etcétera) sino que refiere a una serie de rasgos temáticos del cine de horror. Esta obra producida por Del Toro y dirigida por André Øvredal aparece a tiempo para competir con el peso pesado del cine de horror: Stephen King, cuya historia It. Capítulo 2 está por estrenarse. Guillermo del Toro ha conseguido los créditos para competir con el amo del terror gracias a un estatus que trasciende el área de lo comercial. En efecto, Stephen King es notorio no solo por el volumen de su obra. Además tiene cuentos de gran literatura: “Almuerzo
en el café Gotham”, por ejemplo. Stephen King no es director, pero ha sido filmado por Kubrick, cuya obra El resplandor es, sin duda, una de las mejores películas de fantasmas en la historia del cine mundial. La comparación entre Del Toro y King resulta enriquecedora cuando se topa uno con las influencias ideológicas de ambos. Si las historias de Stepheh King están cargadas de misterio freudiano, de sexualidad latente en cada uno de sus protagonistas, las historias de Guillermo del Toro han sido influidas por otro pensador cardinal en la historia del siglo XX: Marx. En efecto, en cada película del tapatío aparece siempre el tema político, un mensaje social que da sabor y profundidad a su cine. En Historias de miedo para contar en la oscuridad, la cuestión política está en línea con los enemigos de Trump. Estados Unidos se nos presenta como un país de inmigrantes en el que, además, los latinoamericanos tenemos un papel importante.
En cada película del tapatío aparece un mensaje social que da sabor y profundidad a su cine
El malo de la película es, por ejemplo, un rubio flaco que odia a los comunistas y que acaba de enrolarse para ir a matarlos a todos en Vietnam mientras que el bueno es un chico de aspecto mexicano que se apellida Morales y está en el ojo de la policía. Como sea, independientemente del mensaje político y de la curiosidad de que ha sido escrita por Del Toro, Historias de miedo para contar en la oscuridad, hay que decirlo, aporta más bien poco desde el punto de vista artístico. Una lástima. Los monstruos no tienen aquí el encanto de aquella máquina que en Cronos le dio fama a Del Toro ni la belleza digna de Lovecraft que tenían sus criaturas en El laberinto del fauno. Historias de miedo para contar en la oscuridad termina por ser tan solo una película que hay que ver por el apellido del guionista y productor quien no es, ni siquiera, el creador de la línea argumental, sino que se basa en las novelas de Alvin Schwartz. Historias de miedo para contar en la oscuridad no tiene ni siquiera la belleza de las ilustraciones de Stephen Gammell, quien es ciertamente un artista. Y no es que Guillermo del Toro no lo sea pero, más allá del sello político, esta obra del cineasta mexicano no tiene otra cosa que unos monstruos curiosos y nada más.
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ANTESALA
24 DE AGOSTO 2019
POESÍA
Fábula THELMA NAVA
“No probarás varón en 40 días” te dijeron. Y habrás de recorrer la ciudad con tu sangre guardada como ánfora de vino, testimonio de estos días en que no dejas abandonada tu tristeza a la orilla de ninguna playa. El viento no circula porque le está prohibido. Te tiendes a la orilla de tus muslos y ves pasar la vida y el sueño del inválido y la loca carrera de la primavera que todavía cree en la sombra del dios. “No probarás varón en 40 días”, mujer de sangre dulce y tierna, amarga y dolorida como la voz del hambre. No habrás de incrustarte en ninguna mirada ni esperarás amanecer en compañía, mujer que conoces el secreto del olor de la lluvia sobre la piedra y la morada de los pájaros amigos de tu ventana. Vencerás el plazo de la sangre enajenada, recuperarás el cuerpo de nadie. Recobrarás tus brazos y tu voz de mujer y tu amor de mujer sobre la tierra. Con este poema rendimos homenaje a Thelma Nava, autora de poemarios como Aquí te guardo yo, Colibrí 50 y El primer animal, quien murió la madrugada del 18 de agosto en Canadá.
EX LIBRIS
Lunas llenas/ EKO
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LOS PAISAJES INVISIBLES
Para releer a José Agustín IVÁN RÍOS GASCÓN
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@IvanRiosGascon
n 1982, José Agustín publicó Ciudades desiertas, una novela de desencuentros amorosos que dejó perplejos a sus lectores, hombres principalmente, aunque en mi pequeño mundo de aquel tiempo recuerdo algunos comentarios femeninos a favor de Eligio y en contra de Susana, en las charlas librescas de mis padres durante las comidas o cenas que ellos ofrecían a sus amigos. Yo tenía 13 años, leí la novela después, y lamento no haberlo hecho cuando el libro aún conservaba polvos de la imprenta, porque la revelación existencial de esa historia que transcurre entre la Ciudad de México y una inhóspita urbe de Estados Unidos (Arcadia, metrópoli que José Agustín creó para contrastar las diferencias culturales, sociales, morales y ontológicas de ambas naciones) fue una saludable proyección en mi forma de ver la vida. Digo saludable porque en la literatura mexicana no había encontrado un personaje como Eligio. Un tipo sentimental, congruente, razonable, tozudo y alivianado. El perfecto paradigma de la masculinidad pero no del macho; un hombre obstinado en amar a una mujer, no por el amor de una mujer, que me recordó, un poco, al protagonista de “La vela perpetua” de Jorge Ibargüengoitia (texto incluido en La ley de Herodes, de finales de la década de 1960). Y es que en Ciudades desiertas, José Agustín concibió a un ser del Tercer Mundo con espíritu de caballero de Primer Mundo: Eligio es un juicioso hidalgo que supera el conflicto de que su mujer lo abandone sin dar explicaciones. Un estoico Otelo sin su Yago porque a él nadie le sopla el nombre de su contendiente sino que enfrenta al autor de su infortunio, un polaco rudo y de pocas palabras, y sobre todo, porque no hay quien le cuente las infidelidades de Susana pues las ve con sus propios ojos (la escena en que Eligio asoma por la ventana y mira a su mujer haciéndole una felación al polaco es, quizá, el capítulo más desesperanzador de toda la obra de José Agustín). Eligio demanda, exige, ruega, exhorta, suplica a Susana que vuelva con él. Se traga, con dignidad, sendas cucharadas de menosprecio, no teme llorar ni patalear, no le teme al ridículo ni, mucho menos, al fracaso. Eligio se convierte, página por página, en un honorable señor que merece un nimbo al final de la novela: exhausto de su desventura en Arcadia, de nuevo en la rutina y resignado a la soledad y al desamor, Susana toca la puerta. Le dice que resolvió volver con él por dos razones: lo ama y está embarazada (Eligio y ella hicieron el amor en algún momento del tóxico peregrinar en Arcadia). Y es ahí donde José Agustín asesta un golpe demoledor: Eligio la perdona. Está dispuesto a creer que el bebé que Susana lleva en el vientre es de él, y solo le impone un castigo juguetón: darle unas nalgadas. Recuerdo que de Ciudades desiertas, la crítica literaria exaltó, en mayor medida, la sátira sobre el american way of life (el consumismo, la comida chatarra, la mala calidad de la cerveza que “sabe a meados de gringo”, la superficialidad, lo impersonal, el esnobismo), en contraste con la apología del espíritu cálido y fraterno de México y los latinoamericanos, pero no encomió del todo a ese hombre nuevo ni, mucho menos, reflexionó a fondo sobre Susana, la escritora emancipada, la mujer responsable de sus decisiones, sus actos, dueña de su cuerpo. El 19 de agosto, el gran José Agustín cumplió 75 años. Tres días antes, el viernes 16, la marcha feminista en la Ciudad de México lanzó una fuerte protesta contra este país empantanado en una vergonzosa, oscura miseria social: acoso, violaciones, feminicidios, impunidad. Extrañas paradojas de la vida. A 38 años de publicada, Ciudades desiertas podría ser la primera opción para releer a José Agustín.
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PENSAMIENTO
24 DE AGOSTO 2019
Tres vocaciones concurren en esta figura central de la izquierda mexicana de la segunda mitad del siglo XX
Enrique Semo: historiador, intelectual, militante
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CARLOS ILLADES FOTOGRAFÍA CÁTEDRA LATINOAMERICANA JULIO CORTÁZAR
ocos historiadores han escrito con autoridad sobre cada uno de los grandes periodos de la historia de México. Todavía menos profesionales de la disciplina enmarcaron esta perspectiva de larga duración en los procesos globales que dieron origen a la modernidad. Enrique Semo Calev hizo ambas cosas. Las preocupaciones tempranas del historiador búlgaro-mexicano se dirigieron a indagar la deuda externa durante la posrevolución, para después adentrarse en el trasfondo de la construcción del Estado nacional, lo que lo condujo a estudiar los orígenes del capitalismo periférico en el Virreinato. Más adelante, Semo ensancharía el arco histórico ocupándose del siglo XIX, la economía precolombina y la Conquista, además de la caída del campo socialista y de la historia de la izquierda. Todo esto sin desatender el compromiso con las luchas de esta fuerza política y los ideales que asume. Los objetos historiográficos de Semo remiten inequívocamente a una postura política, son un emplazamiento con respecto de una realidad que se pretende transformar, labor imposible o equívoca si no se le conoce en sus fundamentos. Hacerlo supone ir a contramano de las tendencias historiográficas dominantes, cuestionar sus preguntas y respuestas, plantear otras nuevas y distintas. En un diagnóstico temprano acerca de la historiografía mexicana del segundo tercio del siglo XIX, el historiador consignó que en su mayor parte ésta tenía como denominador común el haber borrado a las clases populares. Sin embargo —subraya Semo—, “la historiografía anterior no debe ser ignorada, sino superada”.
Niño judío, joven comunista, historiador marxista El 30 de julio de 1930 nació Enrique Semo Calev en Sofía. La expansión de las fronteras del Tercer Reich, y su incursión en el Este, harán que los Semo Calev emigren a Francia, donde permanecen un par de años. En 1942, México les ofrece la oportunidad de abandonar Europa. A los 15 años de edad, Enrique Semo se incorpora al movimiento socialista-sionista Hashomer Hatzair, que pretendía hacer del recién fundado Israel un Estado socialista que incorporara a judíos y palestinos. “No creo exagerar si digo que nací para ser socialista”, dijo el historiador hace no mucho en una entrevista. Con el ánimo de construir el socialismo a partir de la comunidad igualitaria y democrática de los kibutz, Semo pasa tres años en Israel. Estudia en la Escuela Superior de Derecho y Economía, y se incorpora al Partido Comunista, de carácter binacional, defraudado por la deriva nacionalista del sionismo. En México, Semo Calev opta por la carrera de historia, “mi segundo interés”, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Se graduó en 1965 con la tesis La deuda exterior en la historia de México, 1910-1963. El trasfondo de la deuda —indica el historiador— es el imperialismo que, por medio de la exportación de capitales en la forma de empréstitos, facilitó a Inglaterra ingresar al mercado latinoamericano tras las independencias nacionales, a las potencias tripartitas intervenir en el México de Juárez y a Estados Unidos doblegar al régimen obregonista a cambio de reconocerlo. Semo se incorpora al Partido Comunista Mexicano motivado, según cuenta, por las luchas obreras del periodo 1956-1959. Para entonces, la membresía partidaria a duras penas sobrepasaba las 200 personas. Sirviéndose de su formación teórica, y de lo aprendido en la experiencia concreta del movimiento comunista internacional, forma un círculo de estudios marxistas al que acuden Enrique González Rojo, Eli
de Gortari y José Revueltas. Tras los oscuros años de la gestión de Dionisio Encina al frente del PCM, época de purgas y expulsiones, Arnoldo Martínez Verdugo impulsa su transformación, por lo que incorpora a intelectuales a la dirección partidaria. “En ese sentido —recuerda Semo— puedo decir que [Arnoldo] me adoptó, puedo decir que puso mucha atención en mi formación, a los cambios que vinieron, a las tareas que me encomendaba”. Hacia mediados de abril de 1967, el académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales padeció una agresión física por elementos policiacos. El PCM decide así enviarlo a realizar un doctorado en Historia Económica al Instituto Herder de la Universität Leipzig (entonces Karl Marx), donde concurrían los estudiantes extranjeros, incorporándose en febrero de 1968 a la Humboldt-Universität con el respaldo de sus profesores y sus amigos Friedrich Katz y Manfred Kossok. El proyecto académico original de Semo consistía “en escribir un libro que contendrá seis ensayos sobre la historia económica de México durante el periodo 1821-1921”. En 1971, Semo se graduó con la tesis Los orígenes económicos de la nación mexicana, 1521-1759. Historia del capitalismo en México. Los orígenes, 1521-1763, basado en la investigación doctoral, se convirtió en un bestseller desde su publicación en 1973. Los científicos sociales notaron su novedad interpretativa dado que “la investigación estuvo precedida por un afán indagatorio no muy corriente, por cierto, entre quienes hacen historia social”. Enriquecía también el debate acerca de los modos de producción en América Latina y su articulación en formaciones económico-sociales, todo ello dentro de la discusión que en el
Asumió el nexo del socialismo con la democracia, las virtudes de las reformas
cuarto de siglo precedente tuvieron los marxistas sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Según su autor, “la tesis principal de este primer tomo es que aun cuando existieron brotes importantes de relaciones capitalistas embrionarias o tempranas, la estructura de la sociedad en su conjunto desde 1521 hasta 1765 es clara y decisivamente de corte precapitalista”. El segundo volumen iría de las reformas borbónicas a la Reforma, a modo de comenzar con los “brotes de capitalismo” para quedarse en el umbral del Porfiriato. El historiador pensaba escribirlo en 1974, pero la tarea quedaría pendiente por 40 años. “Eso no se podía escribir en los setenta —argumentaría Semo—, porque los estudios sobre la sociedad y la economía en el siglo XIX eran muy reducidos en número y calidad”. De todos modos, el historiador búlgaro-mexicano circuló algunos avances, reunidos en Historia mexicana. Economía y lucha de clases, publicado en 1978. El compromiso intelectual Al finalizar la década de 1970, el PCM priorizaba la lucha democrática, abjuraba de la “dictadura del proletariado” y el “internacionalismo proletario”, afirmaba su independencia con respecto del movimiento comunista internacional, encabezado por el Partido Comunista de la Unión Soviética, y adoptaba una política de alianzas que buscaba sumar a las clases medias, los grupos emergentes, los jóvenes y las mujeres. Viaje alrededor de la izquierda contienen la valoración de Semo acerca de los cambios del paisaje comunista en la mudanza de década. Dos temas están en el centro de su reflexión: la viabilidad de un socialismo democrático en Europa del Este y la estrategia para que la izquierda consolidara posiciones y tomara el poder en México. Semo asumía el compromiso del socialismo con la democracia, el valor de la participación electoral y las virtudes intrínsecas de las reformas; en
PENSAMIENTO
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eso no discrepaba del planteamiento eurocomunista. La estrategia empataba en países con sociedades civiles fuertes, clases obreras independientes y democracias avanzadas. Sus reservas estribaban en la adopción mecánica de la estrategia eurocomunista en países donde estas condiciones estaban ausentes o eran débiles. Adicionalmente, esto entrañaba el peligro de diluir la propuesta eurocomunista en el más tenue reformismo socialdemócrata dado que, sin las condiciones indispensables señaladas, las clases subalternas se subordinarían al proyecto burgués, tal y como había sucedido en la historia moderna de México. Por esa razón, el historiador asume que la tarea más urgente de la izquierda es “la creación de una fuerza obrera y popular autónoma, de alternativa al sistema vigente”, a la vez que entablar un diálogo con las “corrientes socialistas locales”, es decir, “el nacionalismo
revolucionario, el cristianismo radical y la nueva izquierda surgida del movimiento de 1968”. El diálogo con el nacionalismo revolucionario previsto por Semo en 1984 sucedió cuatro años después, cuando el candidato del Partido Mexicano Socialista, Heberto Castillo, declinó su aspiración presidencial en favor del candidato del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. Sin embargo, el diálogo terminaría con la asimilación por el nacionalismo revolucionario de la corriente socialista. Otro factor coadyuvante fue la caída del Muro de Berlín. Durante unos meses cruciales (de octubre de 1989 a noviembre de 1990), Semo fue testigo y relator de esos cambios en Crónica de un derrumbe. Las revoluciones inconclusas del Este, publicado en 1991. En su visión, el colapso del campo socialista forzaba a modificar la idea acerca de la transición del
capitalismo al socialismo, dado que la evidencia de ese “gran laboratorio social de la humanidad” que es el centro y el este europeo mostraba “un proceso histórico sumamente prolongado que cubre varios siglos”. Veinticinco años después, el prólogo a la segunda edición del libro emitía el veredicto definitivo: “estamos convencidos que el derrumbe de la URSS pudo ser evitado y que el sistema soviético podía ser reformado”. La historia global Semo Calev es reacio a confundir la práctica del historiador profesional con la del intelectual y militante. En ese entendido, y a la vista de la larga noche de la izquierda socialista, Semo inició una segunda etapa de su producción historiográfica haciéndose cargo de la Historia económica de México, trece volúmenes publicados entre 2004 y 2006, para la cual escribió el volumen inicial. Si en la
El autor, entre otros estudios, de La Conquista. Catástrofe de los pueblos originarios (2019).
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primera etapa se advertía el apego de Semo a la larga duración y a la que entonces se denominaba “historia total”, en la segunda profundiza ambas adentrándose en lo que hoy llamamos historia global. El periplo arranca en la prehistoria mesoamericana. La antigüedad. Los orígenes: de los cazadores y recolectoras a las sociedades tributarias 22,000 a. c.-1519 d. c. presenta la evolución de los pueblos mesoamericanos desde los primeros asentamientos humanos hasta la llegada de los conquistadores. La segunda parte de la investigación esbozada en Berlín acerca de la historia del capitalismo en México tomó finalmente la forma de libro en 2012 con el título México: del Antiguo Régimen a la modernidad. Reforma y revolución. Semo recuerda que, al lado de sus maestros y jurados del examen doctoral Manfred Kossok y Max Zeuske, concibió “el plan de escribir la continuación de mi libro sobre la Colonia y discutí los grandes problemas que éste debía abordar”. Mientras la Historia del capitalismo en México abordó el capitalismo temprano contenido por las estructuras del feudalismo tardío y despótico-tributarias, Del Antiguo Régimen a la modernidad corre de 1790 a 1940, y trata la transición al capitalismo dependiente, la conformación de las clases sociales modernas y la consumación de la dominación burguesa, es decir, la constitución de la modernidad subdesarrollada en la que todavía vivimos. Los fundamentos de esa modernidad coja y excluyente están en el colonialismo, tema del libro más reciente de Semo, La Conquista. Catástrofe de los pueblos originarios, publicado en 2019. En palabras de Semo, la explotación económica colonial adoptó las modalidades de acumulación originaria, superexplotación del trabajo, monopolios mercantilistas e intercambio desigual. El volumen presenta el desarrollo de cuatro actores que, con la lógica específica de las relaciones en que se encuentran inmersos, se interconectan por efecto de la Conquista: los amerindios, africanos, europeos y españoles. La Conquista forma parte del proceso global de formación de la economía-mundo. Sin embargo, las huestes conquistadoras, persiguiendo el oro y la fama, irrumpen en la escena capitalista cuyo guion desconocen. El éxito militar de la empresa colonial acelera la historia, pues “mi teoría es que sin América —abunda Semo—, el salto que se dio en tres siglos (XVI al XVIII), hubiese requerido mucho más tiempo para su desarrollo”. A pesar de ello, la Conquista y la ocupación del espacio fue un proceso mucho más dilatado, que en varios sentidos llega al presente. Asimismo, la acumulación originaria, sea por desposesión o saqueo, se perpetúa en el mundo, y por medio del neostractivismo y el despojo de los pueblos autóctonos fue decisiva en el capitalismo temprano. De esta manera, la Conquista, fundamento de la relación colonial, es constitutiva de la historia del capitalismo, desde sus orígenes hasta el capitalismo desregulado de hoy. Y, por eso, también, este gran libro de Semo cataliza sus preocupaciones como historiador, intelectual y militante comunista, sintetiza su obra, es el uno que contiene a todos los demás.
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DE PORTADA
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Este sábado 24 de agosto, el Ballet de Tokio estrena Yasha, del coreógrafo y solista Braulio Álvarez
“Un artista debe fracasar si quiere crecer”
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LAURA CORTÉS FOTOGRAFÍAS CARLOS QUEZADA
l bailarín Braulio Álvarez (Ciudad de México, 1990) posee la habilidad de transformar obstáculos en escaleras. Hijo de la bailarina Irasema de la Parra, creció entre barras, puntas y cabriole. A los once años les comunicó a sus padres que quería ser bailarín profesional y fue su mamá quien le impartió las primeras lecciones. Muy pronto, se dio cuenta de que el ballet tiene su propio idioma e interpretarlo no sería tan fácil. En muchas ocasiones escuchó decir que no tenía el cuerpo idóneo para convertirse en bailarín. “No tenía ni la flexibilidad ni la fuerza necesarias. Y yo lo sabía. Así es que debía trabajar cinco veces más duro que quienes ya habían nacido con esas habilidades y talento”, dice en entrevista. A lo largo de los años, Álvarez ha demostrado una tenacidad a prueba de fuego. Ni los rechazos en audiciones ni los resultados adversos en concursos lo derrotaron. Con solo 15 años se mudó a Estados Unidos para estudiar en la Academia Idyllwild Artes, en California. Más tarde obtuvo una beca para el Ballet
de Hamburgo, una de las compañías más prestigiosas de Europa, donde ascendió a solista y empezó a crear sus propias coreografías. Durante sus ocho años como miembro de esa agrupación, trabajó bajo la dirección de John Neumeier, una figura icónica del ballet, y se presentó en teatros de renombre en París, Moscú, San Petersburgo y Shanghai. Sin embargo, en 2016, el bailarín mexicano demostró que estaba hecho para romper esquemas. Su incorporación al Ballet de Tokio terminó con una tradición de más de medio siglo que solo permitía el ingreso de bailarines japoneses. Braulio Álvarez se convirtió en el primer bailarín (y hasta ahora único) extranjero en la compañía más antigua de Japón, donde además de solista es maestro y coreógrafo. El 24 de agosto, en una función de gala, el Ballet de Tokio estrenará, en el Teatro Meguro Persimmon Hall, Yasha, una obra creada por Álvarez e inspirada en la mitología japonesa. Los bailarines ejecutarán sus movimientos al ritmo del Danzón núm. 2, del compositor Arturo Márquez. ¿Cómo ingresaste al Ballet de Tokio? Visité Japón durante una gira con el Ballet de Hamburgo. Me enamoré de su cultura y decidí aprender japonés por mi cuenta. En Alemania, había conocido a la directora del Ballet de To-
kio, quien tenía solo un año al frente de la institución y además venía con ideas nuevas. En 2016, me reencontré con ella y le expresé mi deseo de ingresar a la compañía. Le llamó mucho la atención que le hablara en japonés y le pedí que me permitiera tomar una clase con el ballet. Me dijo que fuera al día siguiente. Después de la clase me explicó que tomaría un tiempo darme una respuesta porque la institución nunca había aceptado a bailarines extranjeros y era una decisión que no dependía exclusivamente de ella. Para mi sorpresa, dos semanas después me llamó para ofrecerme un contrato como solista. ¿Cuáles han sido los desafíos al ser el primer extranjero en la compañía? Estuve ocho años en el Ballet de Hamburgo, donde conviví con bailarines de diferentes partes del mundo y estábamos acostumbrados a expresar nuestras opiniones. En Japón, me encontré con un mundo diferente. Las reglas del Ballet de Tokio están muy arraigadas a la tradición. Hay que recordar que Japón estuvo cerrado al mundo durante muchísimos años. Uno tiene que apegarse a esas reglas y dejar el orgullo a un lado. Hay que volverse sen-
“En Japón casi nada se hace de manera espontánea: todo se planea con un orden riguroso”
cillo y olvidarse de la forma en que uno hacía las cosas. No importa si vienes de una compañía prestigiosa; tienes que hacer cualquier tarea que te asignen, desde labores de limpieza hasta arreglar los camerinos. La colectividad está por encima del individuo. Si alguien busca resaltar individualmente, la sociedad tiende a oprimirlo. Eso puede ser terrible para el arte: en el ballet se corre el riesgo de concentrarse solo en la perfección técnica. Sentí que podía aportar algo. Me apego a sus reglas, me vuelvo ordenado, pero sin dejar fuera la sensibilidad, esa parte emocional que tenemos los latinos. Por otra parte, en Japón casi nada se hace de manera espontánea: todo se planea con muchísima antelación y con un orden riguroso. Si un proyecto no está planeado con un año de anticipación, no se hace. En México, si te avisan seis meses antes, ya se considera temprano. En nuestra cultura, cuando hay un problema lo solucionas, haces esto y aquello, lo que sea necesario para salir adelante. En Japón todo está predeterminado porque hay un miedo enorme a fracasar. ¿Has tenido ese miedo al fracaso? Creo al cien por ciento que los artistas deben fracasar para crecer. Si no fracasas, nunca sabrás cómo podrías haber hecho mejor las cosas. Si no sales de tu zona de confort no puedes ser creati-
vo. Y si no creas, no eres artista. Pisar territorios desconocidos te da la oportunidad de crear. Las cosas en tu carrera no han sido fáciles. ¿Cómo has sorteado los desafíos desde tus inicios? He usado mis habilidades, pero sobre todo mis debilidades, para crecer. Cuando decidí ser bailarín me dijeron que no tenía el cuerpo para lograrlo. Cuando empecé a concursar no tenía ni la flexibilidad ni la fuerza de otros bailarines. Me rechazaron en audiciones y tampoco ganaba en concursos nacionales. Solo una vez obtuve el tercer lugar. Sin embargo, cuando me han dicho que no se puede, he luchado por demostrar que sí se puede, que un “no”, no significa imposible. Nunca sobresalí ante los ojos de quienes esperaban resultados inmediatos. Si he llegado hasta donde estoy, es gracias a aquellas personas y maestros que creyeron en mi tenacidad y supieron ver más allá de lo inmediato. ¿Cuáles han sido algunos de tus fracasos? He bailado piezas que no eran para mí y he intentado coreografías que no han resultado como esperaba. Hice una coreografía que no salió nada bien, basada en el Danzón núm. 2, de Arturo Márquez. Como la música es monumental, decidí hacer algo muy grande
para transmitir la calidez de la cultura mexicana. Al presentarla, me di cuenta de que no era una buena coreografía. Yo estaba como público viendo la obra, avergonzado, pensando: “!Dios mío, no quiero que sepan que es mía!”. La puesta no era como la había imaginado. Aprendí que no todos piensan ni sienten como sentimos los mexicanos. Aunque la pieza fue seleccionada para ser presentada, volví a hacerla y la modifiqué en un 70 por ciento: el resultado es una coreografía totalmente nueva, con esa gran música de Arturo Márquez. Se titula Yasha y está inspirada en la mitología japonesa. Trata de una mujer que, cegada por el amor, la pasión y el rencor, se transforma en un demonio que descarga su furia en los hombres. El estreno es el 24 de agosto en una gala del Ballet de Tokio. Es mi tercera coreografía que baila la compañía. Fue necesario pasar por ese fracaso para crear algo mejor. ¿Un bailarín necesita salir de México para triunfar? En México hay buenos maestros y buenas escuelas de ballet, como la de Monterrey, pero en el extranjero las escuelas están ligadas a las compañías profesionales. No es que no haya talento en México; el nivel de la danza es bueno. El problema es que no hay suficientes compañías. Si estudias fuera,
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tienes más oportunidades de entrar a una compañía de prestigio, entre otras cosas porque aprendes los estilos que esas agrupaciones buscan en sus bailarines. Además, la parte económica pesa. En Europa, por ejemplo, los salarios son muy buenos. En México, no. ¿Cuál crees que es el papel de las instituciones culturales en el impulso a la artes? Tiene que haber participación del Estado y de la iniciativa privada. No puede ser solo una tarea del gobierno. Las instituciones privadas deben arriesgarse a apoyar no solo al ballet, sino a la música y a las artes en general. Es un trabajo de equipo, porque si se deja todo al gobierno el arte se vuelve dependiente y conformista. ¿Tienes algún proyecto en México? Por ahora no, no tengo ninguna presentación programada. Obviamente, me gustaría mucho regresar a mi país. Cada año voy a México para apoyar el Concurso Nacional de Ballet Infantil y Juvenil. Este año, como parte de las actividades, realicé una gala en el Palacio de Bellas Artes con Mamiko Kawashima, primera bailarina del Ballet de Tokio. Me gustaría regresar a México si hay un proyecto en el que pudiera aportar. Me encantaría hacer algo con Elisa Carrillo. Siempre nos hemos apoyado. El año pasado organicé una gala
Braulio Álvarez es el primer extranjero que integra el Ballet de Tokio en el que, además, es maestro y coreógrafo.
de ballet en Hamburgo en la que ella también participó. Me gustaría colaborar con la Compañía Nacional de Danza, por ejemplo, con alguna coreografía. Quisiera conectar a México con otros países, dar a conocer su música y su cultura en el mundo. ¿Cuáles son tus expectativas en el Ballet de Tokio? Estar en Japón ha sido una gran aventura. Me ha enriquecido mucho su cultura, y me ha alimentado como artista; he aprendido a ser disciplinado en todos los sentidos. Conforme pasa el tiempo me doy cuenta de que ha sido un gran logro estar en este ballet. Ha tomado tiempo para que me acepten pero cada día me siento más integrado. Los bailarines son muy amables. Es una gran compañía. Hace poco regresamos de una gira larga por Europa. Entre otros teatros, nos presentamos en la Ópera de Viena, lo que no es cualquier cosa. En los últimos 30 años, el Ballet de Tokio es la única agrupación invitada a bailar en este escenario. Actualmente, soy el maestro principal de los varones de la Escuela de Ballet de Tokio y uno de mis sueños es contribuir a que esta escuela sea una de las más importantes en el mundo. Los retos me motivan; por eso sigo en Japón. Mi reto es romper esquemas y lograr que me escuchen a pesar de ser extranjero.
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TERTULIA
24 DE AGOSTO 2019
PERSONERÍO
RESEÑA
Lo cursi bueno y malo
L
JOSÉ DE LA COLINA
a cursilería o cursilancia generalmente ha tenido mala prensa entre los intelectuales, pero muchos de ellos, exquisitísimos, extranjerizantes, suelen rendirle culto a lo cursi cuando por ejemplo viene travestido en palabras de otros idiomas y auspicia la práctica de ritos esnobs. Así, aquí en la Ciudad de México, en la Facultad de Filosofía y Letras, en la otrora dizque chic Zona Rosa, en los círculos esnobizantes, etcétera, se pusieron de moda, y de ritual, algunos términos sustitutivos como el inglés camp (pasado de moda y de época, superficial, amanerado: cursi, pues) y el alemán kitsch (amanerado, pretencioso, de mal gusto, baratamente artístico: también cursi, vaya), y aquello que tales voces gabachas o teutonas designaban era a veces adorado muy sinceramente por debajo de una supuesta actitud irónica, o “socapa”, como diría un cursi castizo. Luego se inventó una palabra “autóctona”: naco, añadida como adjetivo al sustantivo gusto para clasificar a ciertos personajes, ciertas cosas, ciertas características del gusto de las clases bajas o medianas, un gusto frecuentemente considerado como cursilería abominable pero que a veces puede resultar sabroso, y de ahí que algunos de tales intelectuales (por cuales) a veces se paren en una esquina a escuchar la suicidante melodía de un organillero callejero o “cilindrero” (un género de pesadilla sonora), o a comprar el video de alguna película de Juan Orol dedicada a la dulce Madre (la de Orol). Pero digamos que todo lo anterior, por mucho que sea entrañable en nombre de la nostalgia (de una nostalgia un tanto fodonga), está en vías de desaparición: ya es cursilería antigua, obsoleta. Habría que empezar a discernir, a calificar, a clasificar la cursilería actual, o el camp actual o el kitsch actual, desde los teléfonos celulares de teclado color magenta o amarillo canario para que los novios ultramodernos se digan dulzuras de un extremo a otro de la misma mesa del Sanborns. Y es que lo que pasa es que el tiempo pasa (como la ciruela pasa, decía Marco Antonio Montes de Oca), y sucede que algo o alguien que en el principio no era cursi, luego, sobre todo si se ha gastado mucho y ha caído en La Lagunilla del lugar común, deviene barato, fané y decangayado y se cursiliza ipso facto. Recuérdese que Gérard de Nerval decía algo como esto: el primero que a las mejillas femeninas las llamó rosas era un genio; los que han seguido llamándolas así son idiotas (o cursis malos, añadiría quien esto escribe). También importan los contextos: si usted en la alta noche se asoma a su alta ventana para gritarles a los mariachis que allá bajo celebran el cumpleaños de un vecino o una vecina: “¡Silencio, que están durmiendo los nardos y las azucenas!”, es usted, además de vecino desconsiderado, un deplorable cursi; pero si eso mismo lo oye maravillosamente cantado en un bolero sublime por Omara e Ibrahim, los genios sonoros del Buenavista Social Club, eso acaso es cursi, pero es cursi bonísimo.
Sucede que algo o alguien que en el principio no era cursi deviene barato, fané
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El autor de Las piedras y el arco (Universidad Autónoma de Querétaro).
De variado asombro En su nuevo poemario, Jorge Esquinca entrelaza ciencia, arte y filosofía
A
KENIA CANO FOTOGRAFÍA CECILIA FERNÁNDEZ
la manera clásica de William Hazzlit, Jorge Esquinca nos invita a peregrinar en las galerías de aquello que contempla. Salir a pasear sin pretensiones, en un estado de apertura y concentración. Quizá para llevar a cabo el único itinerario al cual estamos destinados: pensar y amar lo humano, como sugeriría Gary Snyder. Esquinca, a sabiendas también de la alada acentuación que provoca el acto de escribir, nos lleva de la mano por sus caminatas de variado asombro. A cielo abierto o en la más íntima soledad, nos detenemos junto con él a contemplar ese “algo” que lo invita a ejercer su don: ver con las palabras. Traductor de Hilda Doolittle, Esquinca quizá recuerde esa petición que hace la poeta en Definición hermética: “Que un día todo me importe”. La importancia de aquilatar desde un hueso poroso en una ciruela de guinea hasta un cuadro de Vermeer donde se ejerce el oficio de la luz. Igual luminosidad la que se atiende en una caminata cotidiana en el huerto o en un museo; en una librería de viejo o en la galería de nuestros propios sueños. Capacidad de constelar las ideas y de aguzar los sentidos para rendirnos ante lo que somos devotos: “la fina lluvia que acaricia la ventana del hotel Merkur” en la ciudad de Praga o el dibujo en donde Antonin Artaud dejó su “ardor implacable” y la visión vaticinadora de su modelo Paule Thévenin. Tantos y variados sitios donde sucede y seduce lo sagrado. Varios símiles surgen para describir el gozo que da transitar entre estos “fragmentos luminosos”. Tal vez la
alegría irracional con la que nos quedamos tras la aparición de una estrella fugaz o la memoria de aquella Navidad en la que desenvolvíamos regalos con entusiasmo y fervor. Hace mucho no sentía tanto placer de ir de un texto a otro, preguntándome con cuál regalo silencioso habría de toparme. La promesa del título, Las piedras y el arco (Universidad Autónoma de Querétaro, Colección Prosa Nostra), junto con el epígrafe de Italo Calvino: una disertación sobre la invisibilidad y la gracia de colocar la materia, se cumplen a lo largo del libro, a través de estas piedras coleccionadas amorosamente, piedras palpables, piedras de todos los días y desde siempre, piedras con textura sonora, por medio de ellas y desde ahí, los lectores experimentamos el arco. Una tensión interior frente a dicha “puesta en escena espiritual” y en una apuesta menos mallarmeana y sí cercana a Octavio Paz, nos expandimos gracias a esta “proyección física de la experiencia mental”. En esta particular arquitectura que propone Esquinca, se levantan el ánimo y nuestro asombro renovado. La mirada de Esquinca se propone leonardina. Una mirada multidisciplinar: ciencia, arte, filosofía. Una pregunta sincera y constante sobre el mundo. El mapa que define su interés
Algunas de las prácticas en su escritura son una suerte de préstamo de las artes visuales
hace pensar en una rosa de los vientos cruzada por varias direcciones. Un eje que va de lo regional a lo cosmopolita, otro de lo íntimo a lo público y uno más de lo ancestral hasta lo más contemporáneo. Siempre con la palabra encendida como centro. Esquinca puede escribir con igual pasión un ensayo acerca de los pies heridos de Eva, que de un “western metafísico” realizado por el cineasta Jim Jarmusch. Algunas de las prácticas contemporáneas en su escritura son una suerte de préstamo de las artes visuales, un poco el readymade de Duchamp pero sobre todo “la apropiación” en Rauschenberg. Ejecuciones que se trasladan al terreno literario. En todo momento, Esquinca transparenta sus fuentes: transcribe citas, disertaciones enteras, anotaciones… incluso nos revela el lugar feliz del encuentro: el disco escuchado, aquella esquina, la solapa, ese cuaderno. Sin embargo, la magia no radica ahí, sino en otro ejercicio de la plástica: el collage, el ensamblaje. Las partes que él constela no pueden ser desmontadas, pues es en ese engarce preciso donde se sostiene la piedra verbal, preciosa. No es enlistando nombres ni obras, tan ricas todas, traspasadas por una sensibilidad envidiable, sino en ese “estremecimiento” silencioso que mece nuestro interés. Decir junto con Esquinca, tras el paseo de este afortunado libro, una palabra imantada. Una, como dice él mismo, “que encierre todo, el principio y el fin de algo. ¿De qué? Del mundo, de las relaciones amorosas, de eso que en la mente se forma y se deshace como la idea de Dios. Hay en ella el oro, el brillo, la oración: azoro”.
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EN LIBRERÍAS
24 DE AGOSTO 2019
NARRATIVA, ENSAYO Malasangre
Respirar por la herida
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A FUEGO LENTO Icaria
Donde empieza la noche México, 2019
Diego Petersen Farah Planeta México, 2019 209 páginas
Víctor del Árbol Tusquets México, 2019 474 páginas
Uwe Timm Alianza de Novelas México, 2019 398 páginas
Un bar de mala muerte, inspirado en un sitio real e icónico en Guadalajara, le da título al libro. Es el punto de reunión de bohemios nocturnos e intelectuales. Diego Petersen cierra con esta novela la trilogía de Beto Zaragoza, “viejo periodista carroñero” de nota roja que se enfrenta, con el peso del medio siglo de edad a cuestas, a un caso inaudito en su registro de experimentado investigador: un asesinato a manos de “un vato raro que se dice poeta”.
Con la obsesiva curiosidad que le confirieron sus diez años como Mozo de Escuadra en la Generalitat de Catalunya, Víctor del Árbol se entregó a la tarea de indagar en el universo de un artista: Eduardo, un pintor extraviado en la pena por la muerte de su esposa e hija, acepta el encargo de hacer el retrato de un millonario acusado de asesinato. Él es el eje de una novela cuya trama se ramifica con el paso de las páginas y que supera las peripecias del estilo policiaco.
La Segunda Guerra Mundial ha terminado y Alemania se encuentra en ruinas. En ese ambiente, un joven estadunidense recibe el encargo de hallar el paradero de un científico que colaboró con el gobierno nazi, ligado además a la fundación de sociedades secretas. De ahí en adelante, la novela se transforma en una desbocada huida hacia la utopía a la que Ettiene Cabet dio forma en su libro Viaje por Icaria, publicado en 1840. Timm es un maestro del ritmo.
Te preparé humo
Sobre el mal
Dos filos
Saúl Hernández-Vargas Literatura UNAM México, 2019 97 páginas
Terry Eagleton Ariel México, 2019 175 páginas
Dosfilos editores Número 138 México, abril-junio de 2019 48 páginas
Migración es la palabra que cruza esta serie de relatos que transitan entre géneros sin reparar en las fronteras que los dividen. La escritura de HernándezVargas —artista, editor y ensayista— se apropia de su condición de migrante geográfico y lingüístico para llevar al papel su experiencia de citizen. Construye los ensayos con técnica plástica: escribe, reescribe, deforma, matiza y, a veces, compone textos como si diseñara collages con las voces de los autores que acuden a su llamado.
El mal, dice el profesor de la Universidad de Manchester, suele adscribirse al reino de las cosas “sin causa”. ¿Significa esto que no podemos hablar de libre determinación cuando nos encontramos con personas y actos malvados? Contrastando aquella apreciación con este interrogante, sostiene que “el mal no es un misterio fundamental, si bien trasciende los condicionamientos sociales cotidianos”. El ensayo contiene ejemplos nacidos de la ficción literaria.
En su entrega más reciente, la revista coordinada por José de Jesús Sampedro incluye un ensayo de Antonio Rodríguez Jiménez “Acerca de la poesía femenina española de finales del siglo XX”, además de poemas de Robert Bly, Luis Flores Romero y Roberto Fernández Iglesias. Completan el cuadro, siempre diverso, una estampa de George Harrison, un ensayo de Juan Carlos Moreno sobre algunos modos de colonización y tres acercamientos a la obra de María Baranda.
Sexo hasta la náusea ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
C
ada vez que me encuentro con una novela redactada —siempre a trompicones— según la fórmula periodista de medio pelo (y, por supuesto, novelista fracasado), sicarios babeantes y empresarios y políticos sin escrúpulos, no puedo evitar preguntarme qué pasa por la mente de un autor que cree a ciegas en la vacuidad de esta empresa. ¿En verdad tiene la certeza de estar diciendo algo? Me vienen estos aguijones después de la lectura de Donde empieza la noche (Planeta). No solo hay que padecer la manoseada formulita sino casi 500 páginas en un español que con mucho esfuerzo alcanza el rango de elemental. Qué tenemos: mucho sexo, del tipo soy tu premio de consolación y puedes ejercer conmigo tu más ambiciosa fantasía; intrigas políticas y financieras orquestadas por individuos con la dosis perdurable de cinismo para arruinar la vida de toda su parentela; sangre y una que otra dominatriz de ojos azules. Los ingredientes podrían satisfacer a un lector de vacaciones en la playa pero no a quien abre una novela en busca de un mundo distinto al que exhibe el cine porno aderezado con espejos y champaña. Y es que en Donde empieza la noche el poder queda reducido a una rutinaria sucesión de acostones. Hay juntas de alto nivel, secretarias eficientes, cocaína y trajes de diseñador pero quedan reducidos a casi nada frente a la exposición obsesiva de los genitales. Por lo demás, se ve que Juan Carlos Aldir no tiene otra cosa que ofrecer. Su idea del mundo consiste en sugerir que en México las cosas pasan según la voluntad del líder de una pandilla de narcotraficantes aliado con dueños de empresas mediáticas, secretarios de Estado y jefes policiacos. Nada, pues, que no aliente las expectativas del ciudadano común. Una vez que llegamos a la página 430, hartos ya de testificar las potencias sexuales de los protagonistas, una entelequia que se hace llamar la organización irrumpe para informar de una vez por todas sobre la existencia de una conspiración que a nadie toma por sorpresa. Donde empieza la noche mueve a pronosticar un México donde las novelas evolucionen hacia una forma cada vez más lejana de la buena literatura y aun del entretenimiento (sí, uno quiere al menos pasarla bien). Qué atributos tendrá esa forma. Quizá los mismos que ostentan los productos manufacturados en serie por los nuevos merolicos iluminados por la misión de —pregonan— exponer Los Males de la Realidad Mexicana.
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EN LIBRERÍAS
24 DE AGOSTO 2019
RESEÑA
El instante quieto
RESEÑA
La autora de Nepantla, publicado por Ediciones ERA.
Donde los nombres se transparentan
JEANNETTE L. CLARIOND
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éxico es un país eminentemente espiritual. Nacemos en la historia con la creación del Quinto Sol, viaje de Quetzalcóatl al inframundo (Mictlán) para crear la quinta humanidad. Luz y tiniebla ponen al mundo en movimiento: Ollin. Tránsitos (Vaso Roto Ediciones, Colombia, 2018), de la colombiana Cecilia Balcázar, “Traspasa en el camino/ umbral tras umbral/ para alcanzar la luz/ fuera de la sombra/ de los templos”. Alcanzar la luz es —fue para nuestros antiguos mexicanos— la más alta aspiración humana: “Desnuda en las tinieblas habita en el silencio/ y renueva su piel”. Cómo olvidar a Laurette Séjourné (Pensamiento y religión en el México antiguo) quien nos legara la enseñanza del dios: desintegrar la materia para hacerse luz. Cristo, Sócrates, Quetzalcóatl… vinieron al mundo para mostrar las formas de la luz por el sacrificio. En “Las pozas de Amatlán”, Balcázar dice: “En su agua transparente/ despojada y desnuda/ vació la generosa estrella/ como en la carta arcana del Tarot/ el poderoso filtro de sus cántaros”. En el despojo, la poeta encuentra lo que pocos mexicanos hemos logrado vislumbrar: “vivir en la certeza del instante/ amor y muerte conjugados”. Con imágenes poderosas, Balcázar muestra que: “La claridad precede/ la elevación pausada/ del oro de la luna/ sobre el cerro”. Hay un ímpetu sagrado en ese tránsito, un nombrar el movimiento interior. Desvela su interioridad y su visión. Su voz golpea la conciencia: “El sol en su cenit,/ al medio día prolonga/ la certeza del ahora”. Su palabra es tan precisa como el solsticio: “El disco incandescente/ como hostia dorada/ sobre la patena lisa del mar”. Su ars poética es “el instante quieto… aliento… corceles de fuego, frenados, detenidos”. ¿No fue Walter Benjamin quien insistió en el pasaje, el tránsito como una forma de desenterrar el pasado con todo y raíz?
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El nuevo libro de Elsa Cross retoma el paisaje simbólico de las culturas prehispánicas
E
n Árbol adentro (1987), ese prodigioso testamento poético de Octavio Paz, se alude constantemente a la poesía como una zona intermedia donde “se despliega el misterio de la libertad humana: el accidente, la circunstancia, se convierte en obra”. Fiel a su vocación enunciativa y meditativa, Elsa Cross entrega un nuevo volumen de instantes poéticos que trazan, con la sutileza y la penetración de un mantra, una obra en la que acontece el tránsito de lo fenoménico a lo nominal, es decir, de la experiencia concreta a su vibrante conformación lingüística, y de ésta a su íntima resonancia poética, no solo por su capacidad de nombrar la manifestación de algo, o por desentrañar la oculta relación entre las cosas y sus significados, sino por hacer que la palabra se constituya como una entidad poética autónoma: un suceso. La idea vuelve a Paz: “El verdadero tema de la poesía, aunque secreto y nunca explícito, es la poesía misma”. Desde Naxos (1966) hasta su más reciente título, Elsa Cross ha perseguido adentrarse en los territorios fundacionales del poema con la intención de extraer el oro finísimo de su sabiduría. Para alcanzar dichos espacios poéticos atravesó por la filosofía, el conocimiento de las religiones y por un delicado sensualismo que —más allá de los avatares del espíritu— nos recuerda la condición del cuerpo y sus circunstancias. El poema, en buena
DIEGO JOSÉ FOTOGRAFÍA JAVIER RÍOS
parte de la obra de Elsa Cross, es un umbral hacia la experiencia poética, entendida como la posibilidad que tiene el ser de integrarse o desasirse, ya bien desde los apegos de la sensualidad o desde el abismado goce de la conciencia. Si el poema es la entrada y el itinerario hacia dichas regiones donde acontece el misterio, cada palabra deviene huella que delinea el inaccesible camino hacia el centro de todo: “donde aquí es allá/ adentro es afuera/ arriba es abajo”. Nepantla (ERA, 2019), tal como lo suscribe su autora, significa “en medio; estar en medio”. El libro sugiere una peregrinación hacia los bordes entre la vida y la muerte, entre la palabra y el mundo, entre el símbolo y sus referentes. El solo término “Nepantla” es un lugar “donde los nombres de las cosas/ se transparentan/ se anulan”. La lectura pisa con tiento las inmediaciones del Mictlán náhuatl, la tierra de los muertos, para recordarnos que todo desemboca en su hondura: “Nacen las cosas enamoradas de su muerte”. Sin embargo, no se refiere a la muerte como finitud sino como renacimiento o posibilidad. Por esta razón, desde ese territorio indeciso y numinoso, las cosas emergen para “empezar a ser”: “Entre lo que aparece y se disipa/ la vida se despeña/ y sus instantes/ danzan como hojas/ libres de morir/ gozosas/ en su vuelo/ y su caída”. Elsa Cross ha desarrollado una cartografía poética imprescindible para
nuestra literatura. Su lenguaje, reposado y cadencioso, facilita la experiencia imaginativa, sensorial y filosófica sobre la que se mueven sus principales libros. Si bien es cierto que Nepantla vuelve al imaginario simbólico de las culturas prehispánicas, su propuesta constituye una aproximación personalísima al sincretismo, donde es posible reconocer el hilo de la tejedora de símbolos que es la poeta. No se reduce a una doctrina ni a una estética, danza con absoluta naturalidad sobre los fenómenos reales y los simbólicos, tejiendo una ruta de aprehensión del poema como experiencia de vida. En Nepantla hay ecos de sus otros libros, por ejemplo, Baniano (1986), Jaguar (1991), Nadir (2010); pero a su vez, resulta insólito, actual. En Nepantla las cosas están sucediendo ante la mirada entrañable de la poeta que, con honesta humildad y sigilo, busca adentrarse en esa zona intermedia donde la conciencia y lo verdadero se encuentran en el poema: “Sueño o entresueño de esta vida/ ese instante /entre lo que termina/ y lo que no acaba de empezar”. Quienes se aproximen por primera vez a la poesía de Elsa Cross encontrarán en Nepantla un magnífico portal para emprender el viaje hacia los territorios profundos de la experiencia poética. Para sus lectores habituales, el asombro de descubrir de nuevo la lozanía de una voz que nos ha permitido vislumbrar el paraíso.
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ESCENARIOS
24 DE AGOSTO 2019
DANZA
IMÁGENES
Volver a Huapango
José Emilio Pacheco y el cine
ARGELIA GUERRERO makarova82@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA PAULO GARCÍA
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Escena de Huapango, música de José Pablo Moncayo y coreografía de Gloria Contreras.
l 25 de febrero de 1959, a las 21:00 horas, se estrenó en el Palacio de Bellas Artes el ballet Huapango, con partitura de José Pablo Moncayo y coreografía de Gloria Contreras. Interpretado por Ana Cardús, Jorge Cano, Cora Flores y Gloria Contreras, bajo la dirección de Felipe Segura, Huapango se ha consolidado como una de las coreografías más importantes y representativas de la danza mexicana. En su estreno, tuvo ovaciones del público pero también detractores que criticaron el uso de la técnica clásica para interpretar música mexicana, además de lo que calificaron como “simplismo” en el vestuario: un unitardo negro con un toque de color en la parte superior: tan acostumbrado México, aún hoy en día, a la folclorización de la naturaleza mexicana. La pieza logró trascender aquella crítica y ha cumplido 60 años. El Taller Coreográfico Universitario, compañía fundada por Contreras al volver a México, presentará esta obra en los próximos días, como arranque de su temporada 102. La trascendencia de Huapango, además de su calidad creativa y la riqueza de los trazos coreográficos, se debe al arrojo de Gloria Contreras para poner al servicio de la música esencialmente mexicana la precisión y elegancia de la técnica clásica resignificada para mostrar la universalidad de la mexicanidad, bastante más allá de la mera banalización y exageración
de elementos que en muchos casos no configuran una representación, sino que llegan a lo fársico. Cuenta Gloria Contreras que en una cena en la que coincidió con el actor Carlos Navarro éste le habló de la calidad del ballet en México, “muy superior al teatro”. Refirió haber visto Lago de los cisnes, Calabria y Huapango. Cuando Gloria Contreras le pidió su opinión sobre la última, contestó: “Es lo peor que he visto en mi vida. Es una calumnia a la música, no tiene razón de ser”. Gloria Contreras tuvo que interrumpir la disertación. “Está usted hablando con la coreógrafa”, dijo, y el actor debió virar hacia las opiniones políticamente correctas: le pareció “demasiado fina para un Moncayo; parecía hecha para una música de Mozart”. A decir de Gloria Contreras, ha sido muy difícil desmontar la idea que de lo mexicano se espera ver en el escenario: “En realidad, echó de menos los sombreros, los borrachos y la típica botella de tequila”. Al mundo, pero principalmente a México, le cuesta trabajo pensar en su propia esencia prescindiendo de tales elementos. De dignificar la
Gloria Contreras ajustó el lenguaje clásico para los fines interpretativos de su pieza
profundidad y complejidad, tanto de la música mexicana como de su ontología, se encargó Gloria Contreras a lo largo de su carrera como coreógrafa. A pesar de poner la técnica clásica y su rigor al servicio de la partitura, Contreras también ajustó el lenguaje clásico para los fines interpretativos de su pieza; así el trabajo de los torsos es un elemento fundamental con el que la coreografía adquiere rasgos menos rígidos y con lo que imprime fluidez y sentido lúdico a la pieza. Esto requiere de un esfuerzo enorme de las bailarinas, quienes se mantienen desafiando la gravedad danzando sobre las puntas y llevando los torsos fuera de su centro. Todo esto en relación a la precisión musical y a los matices que exige la partitura. El legado de Gloria Contreras va más allá de remontar o no las obras que creó a lo largo de su carrera como coreógrafa. Se trata de comprender las motivaciones que la llevaron a hacerlo. Ella misma fue una dura crítica de su propio trabajo y eso también es parte de su herencia. La poética que acompaña las creaciones de Gloria Contreras implica la disposición a romper paradigmas, a resignificar y reinterpretar constantemente. El reto que lanzó a cada bailarín que trabajó con ella fue el de negarse a la mediocridad de lo cómodo. El principal legado de Gloria Contreras fue el de no repetir, sino crear.
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ANDREA SERDIO
osé Emilio Pacheco nació el 30 de junio de 1939 y murió el 26 de enero de 2014 en la Ciudad de México, escenario de gran parte de su obra. En el necesario recuento de los textos y el trabajo periodístico de Pacheco queda mucho por indagar, pero también en lo que respecta a su participación en el cine, en el que incursionó como guionista de películas como El castillo de la pureza (1973), dirigida por Arturo Ripstein y considerada una de las mejores de la cinematografía mexicana. Con un guion firmado por Pacheco y Ripstein, basado en hechos reales, El castillo de la pureza, protagonizada por Claudio Brook, Rita Macedo, Arturo Beristáin, Diana Bracho y Gladys Bermejo, cuenta la historia de un hombre que durante más de quince años encerró a su mujer y a sus hijos para que no se contaminaran con un mundo lleno de tentaciones y peligros. Más allá de la anécdota, la película muestra escenas de la Ciudad de México que ahora no solo parecen lejanas sino irreales. La presencia de Pacheco en el cine, en sociedad con Ripstein, está también en las películas El Santo Oficio (1975) y Foxtrot (1976). Sin considerar la recepción crítica de estas producciones, puede subrayarse cómo en sus guiones el escritor mantiene una manera aguda de observar el poder y las relaciones humanas, así como de hacer evidente su pasión por la historia. En 1978 se estrenó El lugar sin límites, basada en la novela homónima de José Donoso. En la adaptación participaron Ripstein, Manuel Puig, quien abandonó el proyecto, y José Emilio Pacheco, quien no solo lo concluyó sino que acentuó su carácter irónico y subversivo. La escena más memorable de la película es cuando La Manuela, personaje interpretado por Roberto Cobo, le baila y seduce a Pancho, caracterizado por Gonzalo Vega, en el burdel de El Olivo, el pueblo donde transcurre la historia. En 1973, con Jorge Fons y Eduardo Luján, Pacheco participó en la adaptación de la novela de Mario Vargas Llosa Los cachorros, con José Alonso y Helena Rojo en los papeles estelares. Es el drama de un niño que es castrado por un perro que lo ataca en la escuela. Con el paso del tiempo, este hecho lo conduce a situaciones tan dolorosas como inimaginables. La única obra de José Emilio Pacheco llevada al cine es su célebre novela Las batallas en el desierto. Situada en la Ciudad de México en la época de la Segunda Guerra Mundial, habla del amor de un niño por la madre de su mejor amigo. La versión cinematográfica fue dirigida por Alberto Isacc, con guión de Vicente Leñero. La película es también un homenaje a la colonia Roma, donde transcurrió parte de la niñez del gran escritor mexicano, ganador de premios tan importantes como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes, ambos en 2009.
En sus guiones, el escritor mantiene una manera aguda de observar el poder
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
24 DE AGOSTO 2019
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TOSCANADAS
San Chéjov DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
E
stoy en Buenos Aires haciendo un largo trasbordo de avión, pues ésta es una de varias ciudades con dos aeropuertos parciales en vez de uno completo. Los más contentos con esto son los taxistas y los hoteles; los menos, son los viajeros. En fin, ya nos acostumbraremos los mexicanos a tal cosa. Para mi lectura aérea cargué con un tomo de cuentos de Chéjov, de la antigua Editorial Aguilar. Es un bellísimo libro editado en los años cincuenta, forrado en piel, con papel que llaman biblia o cebolla, regalo de Daniel Mordzinski. Cuando el avión se disponía a despegar, coloqué el libro en la faltriquera del asiento. De inmediato la mujer a mi derecha me dijo: “¿Me presta su Biblia?”. Le extendí el libro. “Si es protestante, estoy perdido”, pensé. Pero la mujer era católica, así es que no le interesaba leer. Simplemente tomó el libro
EN EL AIRE
Hay libros que sirven como talismán..
como si fuese un talismán, se persignó y mantuvo los ojos cerrados hasta que el avión demostró que sabía despegar. De haberlo abierto, se hubiese sorprendido de que el libro del Génesis se llamara “El gordo y el flaco” y el Apocalipsis fuera “Sueño”. El Evangelio según San Lucas quedaría en “Muerte de un funcionario” y el de San Juan pasaría a ser “La dama del perrito”. Nada mal como evangelios, pues el primero termina diciendo: “Sintió como si algo se le desprendiera en el estómago. Sin ver ni oír nada se encaminó hacia la puerta y marchó lentamente hacia su casa… Llegó andando como un autómata y, sin quitarse siquiera el uniforme de gala, se acostó en el sofá y… se murió”. Y el segundo: “Ambos veían, sin embargo, claramente que el final estaba todavía muy lejos y que lo más complicado y difícil no había hecho más que empezar”. En vez de Job, podríamos encajar “Tristeza”, ese cuento sobre el cochero
desconsolado porque se le murió su hijo. Él quiere compartir con alguien su dolor, pero nadie lo escucha. Al final, termina hablando con su caballo. “Figúrate que tú tuvieras un potrito, y que fueras la madre de ese potrito, y que de repente, digamos, ese mismo potrito pasara a mejor vida. ¿Sería una lástima, verdad?” O ponga usted donde mejor le guste el cuento “La mujer del boticario”, más triste que “Tristeza”. Esa mujer pudo tener otra vida, otras vidas, pero carga con una existencia desabrida al lado de un infecto boticario. “¡Oh, qué desgraciada soy!”, dice cuando comprende que no tiene escapatoria. Entonces “rompe a llorar con amargas lágrimas. Y nadie…, nadie sabe…”. Pero a su marido no le caben grandes pasiones y su inquietud es que dejó quince kópeks sobre el mostrador. El avión llegó sano y salvo a su destino gracias a la mujer que tuvo infinita fe en Chéjov.
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CAFÉ MADRID
Verbena en Las Vistillas
A
última hora de la tarde, cuando el infernal sol de agosto empieza a ceder, los chotis y los cuplés se escuchan a todo volumen, el olor a fritanga se apodera del olfato y decenas de personas ociosas y sudorosas invaden el parque de Las Vistillas, dispuestas a pasar un buen rato a la salud de la Virgen de la Paloma. Es el colofón de las fiestas más castizas de Madrid, esparcidas entre mayo y agosto (todas, cómo no, en honor a figuras católicas: San Isidro, San Cayetano, San Lorenzo y la Asunción), cuando la gran ciudad se torna pequeño pueblo y sus habitantes y visitantes juegan, por unos días, con las tradiciones más populares y pintorescas de la Villa y la Corte. No es que la Virgen de la Paloma sea la patrona de Madrid (la titular es la Virgen de la Almudena), pero al pertenecer a uno de los barrios más representativos de la ciudad (La Latina) y al ser celebrada durante el descanso veraniego, es el evento que tiene mayor resonancia en la región. En realidad, decir “la Virgen de la Paloma” es aludir a una representación de la Virgen de la Soledad, encontrada en la madrileña calle de La Paloma a finales del siglo XVIII, pero los vecinos siempre se han referido a ella por el lugar donde fue hallada y por eso se le conoce. Hoy la misa solemne y la procesión de la Virgen de la Paloma, que dieron origen al homenaje, siguen llevándose a cabo pero no son tan concurridas como antes. Es decir: la fiesta religiosa ha derivado en algo más bien profano y folclórico. De hecho, sirvió de base para una zarzuela (u opereta) de amores y enredos de una
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AYUNTAMIENTO DE MADRID
pareja compuesta por un impresor y una modista, que acaba protagonizando un concurso de baile castizo. Por eso ahora es común ver a varios abuelos, acompañados por sus nietos pequeños, vestidos de chulapos y chulapas, con sus infaltables mantones de Manila, que se contonean a ritmo de melodías empalagosas. Si a todo esto se le conoce como “verbena” es por esa colorida flor que, antes del cambio climático, abundaba en la ciudad y servía como adorno para
Solo los mayores van bien arreglados y abundan las camisetas de manga corta
ir a los bailes: las mujeres la llevaban en el pecho y los hombres en la solapa. “Vámonos de verbena”, decían, y no tardaban en pasear por las calles de este rincón del viejo Madrid. Ahora ya solo los mayores van bien arreglados y lo que abunda son las camisetas de manga corta, las chanclas y las bermudas. Lo que no ha cambiado son los platillos que ofrecen los puestos: pollo y conejo al ajillo, huevos fritos con patatas y jamón y chorizo, callos y gallinejas (casquería), acompañados de cerveza, vino, vermú (sangría) y limoná y luego, para rematar, barquillos y churros con chocolate. Así que cae la noche, uno se limpia las manos embarradas de grasa, se palpa el estómago abultado, avanza por los callejones de La Latina y, después de saludar a la estatua de
Festividades en honor a la Virgen de la Paloma en Madrid.
La Violetera (“¡Ole, Saritísima!”), que atestigua el masificado desmadre montado a su alrededor, se dirige al escenario de Las Vistillas, ese “balcón natural” de Madrid que en la cima tiene una plaza y en las laderas varios jardines, desde donde se puede contemplar buena parte de la ciudad, para disponerse a disfrutar las actuaciones musicales gratuitas. Entonces, bajo los reflectores, aparece Olga María Ramos —71 años, vestido negro entallado, maquillaje obsesivo, boas de plumas y mantones floreados intercambiables, voz aterciopelada—, saluda al público “por trigésimo año consecutivo en estas fiestas”, se coloca una flor de plástico en la oreja (que compró en una tienda de chinos cuando venía para acá, según confesó ella misma) y, con música en riguroso playback y voz en directo, entona: “¿Dónde vas con mantón de Manila?/ ¿Dónde vas con vestido chiné?” El público se pone querendón, ella se abanica, se recoge el pelo, se pone una boina y arremete: “Pichi, es el chulo que castiga/ del Porillo a la Arganzuela/ y es que no hay una chicuela/ que no quiera ser amiga/ de un seguro servidor”. Tras los aplausos, dos parejas de bailarines que peinan canas llegan para acompañar a la cantante y los ánimos se desbordan al compás que marcó Agustín Lara: “Cuando llegues a Madrid, chulona mía/ voy a hacerte emperatriz de Lavapiés/ y alfombrarte de claveles la Gran Vía/ y bañarte con vinillo de Jerez”. Todos disfrutamos el recital y, al final, uno vuelve a casa medio ronco, secándose el sudor y abochornado, quién sabe si por el calor o por el rapaz folclor exhibido.
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