Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO ENTREVISTA
DANZA
JULIETA LOMELÍ BALVER
ARGELIA GUERRERO
Wolfram Eilenberger y la filosofía alemana
Drácula llega a los escenarios dancísticos
Foto: SWR
Foto: Secretaría de Cultura
SÁBADO 21 DE SEPTIEMBRE DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 849
Arturo Pérez-Reverte: una historia de frontera Carlos Rubio Rosell/ FOTOGRAFÍA: BLANCA ESTABLES
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ANTESALA
21 DE SEPTIEMBRE 2019
CASTA DIVA
La vida de los objetos AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com IMAGEN WILLEM VAN AELST
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oleccionar, ambicionar, comprar, observar, y todos, son para usarse, los inventamos, los necesitamos como esclavos inanimados, y cuando su función se ha agotado, estorban y los desechamos. Montañas de basura, fosas comunes de objetos abandonados, sin valor, perdidos, sin dueño, sin sentido, se degradan lentamente. La vida de los objetos es su utilidad, inservibles, mueren. En el arte contemporáneo VIP es un eslogan el “trabajo con objetos cotidianos y a través de ellos buscamos una reflexión, etcétera, etcétera” y los objetos despojados de la dignidad de “servir” se muestran como rarezas en el higiénico basurero del cubo blando del museo. Sin provocar la “reflexión”, desolados sin su esencial anonimato cotidiano, insignificantes, padecen el ridículo discurso curatorial. El instante de la convivencia diaria les da valor, en la dependencia mutua son vulnerables al desprecio, pacientes esperan su final. Willem Van Aelst llevó la naturaleza muerta del Barroco neerlandés a un análisis extremo de la condición “inanimada” sin ánima, sin vida, la rigidez de lo que no respira, en los animales muertos reunidos con los objetos, con las armas que los asesinó. El terrible y hermoso escenario de la temporalidad eternizada. Los animales comparten con los objetos la inmortalidad que el arte les otorga. La pintura Juego muerto con implementos de deporte (1657) es un óleo tétrico y magnífico, ocho pichones muertos, atados de las patas, uno de ellos con el cuello caído, sin fuerza, yace sobre un cuchillo de plata y el cuerno de caza, las plumas sin brillo, los ojos entreabiertos, la mirada sin horizonte. En ese espacio son iguales el cuchillo y el pájaro, la vida del objeto es su dueño, el que lo manipula, la vida del animal es instinto y libertad, y ahí, juntos dejan de ser animales y objetos, son otra belleza, son contemplación. Privilegio humano, usar y desechar, la existencia se divide entre los que usan y los que son usados, pichones, cuchillo, agotado su momento, las personas se amontonan en las montañas de basura que acumula la memoria. El pasado son esos pichones, el momento donde hubo vida, cielo, cantos, y el accidente de sobrevolar el Juego Muerto, la cotidianidad que a unos alimenta y a otros aburre, para darle sentido juegan con las cosas, los animales, las personas, hasta que en ese pasmo de la nada se acaba el juego, y la vida. El fondo de la pintura es negro absoluto, el Barroco y su oscuro silencio, la fuente de luz proviene del arte, del talento del artista para concentrar nuestra atención. Cuánto se pierde en esta existencia, utilizados, no sabemos lo frágil de nuestro vuelo, hasta que alguien decide que está aburrido.
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Juego muerto con implementos de deporte.
El misterio del Sr. Pick. Dirección: Rémi Bezançon. Francia, 2019.
HOMBRE DE CELULOIDE
La crítica y el asombro
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA MANDARIN PRODUCTION
oda buena novela parece haber sido escrita para ti, afirma el protagonista de El misterio del Sr. Pick, obra que participa en la vigesimosegunda edición del Tour de Cine Francés. Esta verdad resulta cierta también en el caso del cine: una buena película parece escrita y dirigida para ti. El misterio del Sr. Pick es una buena película. Dirigida por Rémi Bezançon, trasciende la anécdota e introduce al espectador en el misterioso amor por la literatura. Basada en La biblioteca de los libros rechazados de Foenkinos, la película cuenta la historia de JeanMichel Rouche, un ácido crítico literario que interpreta (como siempre, en modo hilarante y profundo) Fabrice Luchini. La aventura de JeanMichel consiste en desenmascarar a un pizzero ya muerto que, se dice, ha escrito una pequeña joya literaria sin haber leído nunca nada y, lo más sorprendente, sin haber escrito durante toda su existencia nada más que una desabrida carta para su hija pequeña. Rouche es, en esta ficción, el más importante crítico literario de París; sus lectores se introducen respetuosos y fascinados en sus ensayos sobre narrativa o ríen con la forma terrible en que destroza los libros que no le gustan. A los autores franceses les sudan las manos
cuando aparecen en su programa de televisión. Y sin embargo, JeanMichel Rouche es uno de esos hombres de los que hablan Shakespeare o la Biblia: ha ganado el mundo pero ha perdido el alma. Y ha perdido, por tanto, el gusto de vivir. Por eso, cuando se burla en torno a la posibilidad de que un pizzero (analfabeta funcional) haya escrito una novela que cita en forma erudita y conmovedora a Aleksandr Pushkin, cuando se atreve a ser incorrecto políticamente y pierde a su mujer, su trabajo y su prestigio, lejos de entristecerse, se entusiasma. Y es que el trayecto narrativo de Rouche va de la duda al entusiasmo. En este salto, Jean-Michel ofrece una lección de lo que la crítica literaria —y, por tanto, la crítica de cine— debe ser. Un buen crítico, como un buen filósofo, no se mueve por la duda, como pensaba Descartes, sino más bien por el asombro, como pensaba Santo Tomás. Así Rouche, empujado por su investigación, viaja a un claustrofóbico pueblo en el norte
La aventura consiste en desenmascarar a un pizzero ya muerto que escribió una joya literaria
de Francia y descubre que más que recomendar, lo que un crítico debe hacer es contagiar a sus lectores de entusiasmo. Por ejemplo, en su investigación descubre a una mujer que le dice: “yo traté de leer Eugene Onegin porque en la portada salía un tipo con una pistola y yo pensé que sería de asesinatos, pero es poesía y a mí la poesía no me gusta nada”. Rouche parece escandalizado al principio pero en el entusiasmo de esa mujer por los libros de criminales reconoce también el entusiasmo de una lectora de verdad. En el universo de El misterio del Sr. Pick, el crítico es alguien que puede volver a enamorarse cada que abre un libro que huele a nuevo y por eso termina comentando con su nueva novia el asombro que le produce el nuevo libro que está leyendo. Ahora, si hay algún defecto en El misterio del Sr. Pick, es que está influida por François Ozon pero ¿no habla este hecho del afecto del director por uno de los mejores cineastas de Francia? Creo que el cine y la literatura son experiencias similares al vino rojo. Hay mucho cretino por ahí dando lecciones de lo que el vino debe ser, pero alguien que realmente gusta de un buen vino lo bebe junto a su amante (que puede ser un libro) y lo disfruta y lo comenta entusiasmado. Poco más.
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ANTESALA
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POESÍA
LOS PAISAJES INVISIBLES
La vida, amor mío...
Mr. Jarmusch
ANTONIO RIESTRA
IVÁN RÍOS GASCÓN
Para Jonás, en su segundo cumpleaños La vida, amor mío, lo mismo que nuestras cortinas: barracudas, barracudas azules, dientonas, pero chéveres, nuestras cortinas —y la playa que eres cuando juegas y revisas los álbumes (un Volkswagen, ¡cabum!: la memoria de mi padre, 30 años después, ahora mismo)—. Y tus pies, cangrejitos perfectos ocultándose en la buena suerte. ¿Vino o mezcal? Se escuchan mariposas cuando apagas la música. Somos esa novela de Helen Emily Woods en la que comenzaba a llamarse Anna (¿me dejas, querida, contarte más?), lo mismo que, ahora, nuestras cortinas. Este poema forma parte de un libro en preparación.
EX LIBRIS
Kafka: el castillo/ EKO
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@IvanRiosGascon
im Jarmusch es uno de los cineastas que me confunden si se trata de elegir una peli favorita. Como Francis Ford Coppola, que plantea el dilema entre Apocalipsis o El Padrino I y II (la III fue una pifia innecesaria, todos lo saben), o Martin Scorsese (su Taxi Driver la puedo ver una y otra vez, aunque casi pueda repetir el monólogo completo de Travis Bickle) o Woody Allen, Jarmusch es una institución difícil: desde su tercera cinta, Bajo la ley (1996), se consolidó como el autor de una serie que toca las fibras que llevamos en la piel. Sea El tren del misterio (1989), esa historia polifónica que conecta ciertas vidas en un hotel de Memphis con el fantasma de Elvis Presley, o Noche en la tierra (1991), otra polifonía de desastres existenciales en diversos cónclaves planetarios; sea Hombre muerto (1995), el viaje náutico a lo largo de la Estigia de un ser venturosamente llamado William Blake (no el autor de los Libros proféticos, se trata de otro Blake), o Ghost Dog (1999), la epopeya de un samurai negro que aniquila a una patética banda de gángsters viejos, o Café y cigarrillos (2003), ah, la apología de la cópula entre nicotina y cafeína (¿quién podría decir cuál es el mejor capítulo?, ¿el de Tom Waits con Iggy Pop, el de los White Stripes o el de Roberto Benigni o el de Steve Buscemi?), y luego están Flores rotas (2005), Los límites del control (2009), Solo los amantes sobreviven (2013), Paterson (2018), Gimme Danger (2018), su obligado documental sobre The Stooges, la vieja banda de Iggy Pop, o su nueva peli: Los muertos no mueren, una parodia del género zombi con distanciamientos a lo Bertolt Brecht, relato donde convergen Ed Wood Jr. y su Plan 9 From Outer Space (1959) y George A. Romero con La noche de los muertos vivientes (1968), aunque también hace ciertos guiños a Planeta Terror (2007) de Robert Rodriguez y Kill Bill Vol. 1 (2003) de Quentin Tarantino. Los muertos no mueren, claro, quién habría de ponerlo en duda, mucho menos la canción country de Sturgill Simpson, el soundtrack recurrente de la peli, aunque después creamos que los cadáveres no acaban de fenecer con el último suspiro, pues ahí hay algo que sugiere que, tal vez, esta vida es una agonía sin fin, y la sístole y la diástole son un espejismo: zombis somos todos, en nuestras nostalgias, nuestros vacíos, nuestra ignorancia, nuestros naufragios. Los muertos no mueren no es un filme de hachazos o tiros o cortes de cabeza a los living dead para mantenerse en pie en este “fucked up world”, dice Bill Murray, ni tampoco una burla vacua del Blockbuster ni un homenaje a las viejas glorias del cine de horror. Es una diabólica mirada al estremecimiento humano, demasiado humano, de las cáscaras epidérmicas en el hipotético abandono en que, al partir, las deja el alma. No voy a cometer el mal gusto de contar la historia, pero valen la pena algunos ejemplos: los despojos de la borracha del pueblo que pide y huele a vino Chardonnay, las meseras del restaurante con las tripas de fuera entre botellas de catsup y mostaza, el Iggy Pop con jeans y chaleco sin camisa, como suele vestir en este mundo, cuyo maquillaje zombi lo hace ver más vivo que de costumbre, el vagabundo Tom Waits filosofando desde su trinchera entre ardillas y zorrillos. Mr. Jarmusch lo volvió a hacer. Ahora no sé cuál de sus películas es mi favorita.
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PENSAMIENTO
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Siguiendo el hilo de su ensayo Tiempo de magos, Wolfram Eilenberger valora las ideas de cuatro figuras alemanas del siglo XX
“Decir que la filosofía te hará feliz es un crimen”
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JULIETA LOMELÍ BALVER FOTOGRAFÍA SWR
iempo de magos: la gran década de la filosofía, 19191929 (Taurus, 2019), de Wolfram Eilenberger, es una obra tanto para el público especializado como para quienes deseen sobrevolar por primera vez el cielo de la filosofía alemana del siglo pasado. Un libro que no escatima en su belleza literaria ni en su profundidad filosófica. Tiempo de magos... es como una filosofía que al unir varios puntos: la vida cotidiana, los afectos personales, las desilusiones políticas, los conflictos sociales y económicos, y todo lo que configura al espíritu de una época, logra dibujar una narrativa lúdica sobre la historia del pensamiento filosófico en una de las décadas más intensas de Alemania: 1919-1929, con Ludwig Wittgenstein, Martin Heidegger, Walter Benjamin y Ernst Cassirer como protagonistas. Con Wolfram Eilenberger tuve oportunidad de platicar sobre su libro y otros asuntos relacionados con la filosofía. Aquí, el resultado de ese diálogo. Kant habla de la crisis de la metafísica que no sabe cómo seguir y que no puede funcionar igual que las ciencias, una crisis que es heredada de tus cuatro magos filósofos; una crisis de identidad en la cual
parece que a la filosofía no le queda mucho por hacer. En este sentido, y más radicalmente, parece que Heidegger y Wittgenstein quieren terminar con la filosofía. Todo filósofo quiere terminar con la filosofía, pero nadie puede, y esa es la confianza de la filosofía. Tú hablaste de Kant; creo que su pregunta básica sigue siendo “¿qué significa ser un ser humano?”, y a pesar de que nos hacemos preguntas que no podemos responder, tenemos que seguir haciéndolas. Has dicho que Wittgenstein quiere terminar la filosofía. Eso es verdadero en un sentido, pero al mismo tiempo se da cuenta que no puede terminar con el corazón de la metafísica, que tenemos esa extraña condición humana de estar lanzados hacia el infinito, de ser parte de un universo infinito, pero al mismo tiempo ser mortales. Siempre existirá una tensión entre lo finito y el infinito: si bien tenemos que morir, porque somos seres finitos, también podemos tener acceso al infinito de muchas maneras. Una manera de leer Tiempo de magos es enfocados en esta condición en la que estamos todos, de la cual Heidegger, Benjamin, Cassirer y Wittgenstein se ocupan desde su propio lenguaje filosófico. Todos abordan esto que yo llamaré una tensión metafísica. Heidegger y Wittgenstein lo hacen quizá desde un enfoque muy radical, para finalmente aceptar que dicha tensión no desaparecerá. Así que no podemos fingir que lo resolveremos con un análisis lógico del lenguaje o con la superación de la metafísica. Ellos se preguntan, consi-
derando el pasado, qué camino deberá seguir la filosofía para seguir siendo importante, y proponen diferentes caminos desde su ámbito cultural específico, un camino en el que, en general, intenté resolver los errores del pasado, pero al mismo tiempo reconocer que la tradición tiene que seguir. En tu libro, Heidegger y Wittgenstein no parecen tener una solución clara frente a esta crisis de la filosofía, sino más bien abrirle la puerta a la mística y a la religión con una visión muy original. Otra forma de leer Tiempo de magos es a partir de las reflexiones alrededor de lo decible y lo indecible, lo cual es muy importante para Heidegger, Benjamin y Wittgenstein. Las cosas que queremos decir, pero no podemos explicar con el lenguaje y la experiencia, son las que realmente importan en la vida. Estas reflexiones son místicas si definimos “misticismo” bajo la idea de que lo que tiene más sentido para la existencia no puede ser nombrado con términos científicos, lo cual significa que estos “magos” quisieron primero descubrir los límites de lo decible desde esa herencia kantiana, para después poner el énfasis en que lo indecible importa más que lo decible. Y aunque tradicionalmente no se piensa a Benjamin, a Heidegger y Wittgenstein como precursores de una línea de pen-
“La filosofía es siempre circular acerca de las mismas preguntas desde distintos caminos”
samiento filosófico común, sino que se estudian como fundadores de distintas escuelas filosóficas, para mí la forma en que afrontaron el problema de lo indecible me hizo interpretarlos como pensadores radicales y antimodernos, y en esto radica mi descubrimiento, si es que es un descubrimiento: los tres trabajaron en el mismo problema desde sus propios conceptos: el problema de cuál era la energía inicial de la filosofía en sí misma. ¿Qué significa “la energía inicial de la filosofía en sí misma”? Diré que la energía inicial de la filosofía es, y estoy tomando aquí un gran riesgo, la energía metafísica, y hay diferentes maneras de hacerlo. Puede ser desde la reflexión entre la inmanencia y la trascendencia, entre lo indecible o lo decible, entre lo finito o lo infinito. Todas son formas de darle nombre a esa energía inicial de la metafísica, esa tensión sin la cual no hay filosofía ni debería haberla. Lo trágico de la filosofía actual es que en muchos medios académicos se ha olvidado esa energía central de la filosofía; se han despachado de una vez por todas, bajo el pretexto de que no tienen sentido, los problemas metafísicos clásicos. Especialmente en el mundo analítico, las preguntas metafísicas se han declarado durante mucho tiempo un sinsentido, un ejercicio inútil carente de verdad. Sin embargo, creo que esto está cambiando, y que en algunos autores hay una consideración de la metafísica, un regreso de los problemas metafísicos, por lo que creo que la filosofía volverá a encontrar un nuevo camino.
PENSAMIENTO
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El filósofo y editor de la revista Philosophie Magazin.
¿Cómo sería ese nuevo camino? ¿Sería algo así como una filosofía alrededor de los temas de la conciencia, de la inteligencia artificial o de las ciencias? Todos esos filósofos que hablan de conciencia en este momento dicen que no saben qué es, y que no parece haber ningún progreso o interpretación infalible al respecto ni en las ciencias, ni en las neurociencias, ni en la inteligencia artificial. Para mí lo valioso de la filosofía, similar a la dialéctica de la teología negativa, es pensar sobre lo que no podemos conocer pero nos gustaría conocer, y casualmente es lo que necesitamos en la actualidad, recordar lo poco que sabemos del mundo que nos rodea y lo humilde que puede llegar a ser nuestro conocimiento. Porque en otras áreas sí que existe esta divertida idea del progreso, pero si haces filosofía y te tomas la metafísica de forma seria, te darás cuenta de que no solo no sabemos qué es lo esencial, sino que el progreso es una ilusión. Y con esta idea antiprogresista también Wittgenstein, Heidegger y Benjamin estarían de acuerdo. La filosofía es siempre circular acerca de las mismas preguntas desde distintos caminos, y estos distintos caminos están determinados por el clima cultural, que va cambiando con la historia, y junto con ella caminan las ideas de la filosofía. En el libro dejas muy bien marcado el zeitgeist de la época, ese clima moderno de revoluciones científicas, industriales y políticas que in-
fluye drásticamente a Heidegger y Cassirer, como los influye también el contexto personal y geográfico. ¿Cómo se podría mantener la distancia entre las preocupaciones personales e intereses políticos y la objetividad en la construcción de una posible obra filosófica? Creo que ambos, Heidegger y Cassirer, eran encarnaciones paradigmáticas de lo que significaba ser alemán en ese momento. Por un lado, tenemos al filósofo de ascendencia judía, un pensador cosmopolita, que estudia en la Universidad Humboldt de Berlín, y es formado en esa academia globalizada. Y, por otro lado, está el joven y salvaje Heidegger que piensa en conceptos como “miedo”, “muerte”, “autenticidad”, que no cree en la técnica, ni en el progreso, que no ve la solución en la razón ni en la cultura humana, sino en desprenderse de eso y abismarse en sí mismo. Estos dos filósofos son arquetipos de la forma en que puede enfrentarse una existencia, no solo en aquella época, sino en la actualidad. Podemos sentir el mensaje de Heidegger que advierte la amenaza de la técnica frente a la naturaleza, la sugerencia de llevar una existencia que no sea marcada por la lógica del mercado, etcétera. Podemos así, desde nuestro siglo, leer su filosofía como un pensamiento sincero, nacido de un genuino corazón humano; y al mismo tiempo, podemos ver por qué Cassirer y su idea de apertura, de razón simbólica y cultura, también es una idea atractiva para otros. No creo que tengamos que enmarcar la constelación histórica y per-
sonal como una decisión que debemos tomar. Quisiera creer que el desarrollo de una filosofía es tan solo un conocimiento de las voces que teníamos en nuestro interior. Ahora bien, es cierto que Heidegger ha abierto una gran polémica de un tema bastante oscuro que se debate en Alemania: su ideología política que se radicalizó en los años treinta. Sin embargo, no creo que sea necesario ligar el vocabulario de su obra y sus ideas sobre el nacionalsocialismo. Es una posibilidad, pero no necesariamente hay una conexión. Y hay una razón de peso para pensarlo, y es la influencia que la filosofía de Heidegger tuvo por ejemplo en Lévinas, Arendt, Hans Jonas y todos esos discípulos que tomaron sus temas en un sentido diferente, muy abierto y en otra dirección. Es importante que le apostemos a la apertura para pensar en nuestra propia situación cultural y mantener en mente que los heideggerianos y los cassireanos son alternativas igualmente válidas que podemos tomar para entender las constelaciones de nuestra época. Saltando ahora un siglo, ¿qué piensas de la situación actual de la filosofía alemana? ¿Qué filósofos podríamos importar para los lectores latinoamericanos? Pienso que algunas estrellas continúan brillando en el firmamento de la filosofía, seguimos viendo su luz, pero ya están muertas desde hace mucho. Por ejemplo, sobre la escuela de la teoría crítica no me parece que haya algo nuevo qué decir. Por otro lado, en
la tradición analítica, el lenguaje alemán no es muy importante. La filosofía alemana actual no es relevante en absoluto; lo importante de la filosofía analítica sucede en inglés y en el mundo anglosajón. Sin embargo, creo que sí hay una nueva generación de filósofos: Markus Gabriel, Byung-Chul Han, Michael Hampe, quienes aparte de su trabajo universitario escriben libros accesibles a un gran público e incluso novelas. Markus Stein es otro ejemplo, también Armen Avanessian y una gran filósofa: Eva von Redecker, que hace cosas maravillosas. Existe un gran mercado para esta filosofía que es accesible a un público general, no especializado, pero además, esta nueva generación está haciendo cosas interesantes desarrollando su labor intelectual dentro y fuera de la universidad. Por otra parte, desde el discurso académico pienso que hemos perdido el horizonte desde hace algunas décadas. En la academia hay buenos profesores de filosofía, pero si llegas a comparar lo que se hacía en la época de Heidegger y Cassirer, o incluso en los años sesenta, con gente como Niklas Luhmann, con lo que se hace en la actualidad, te das cuenta que no ha pasado nada relevante en los últimos 50 años. Estamos en una zona muy seca, pero estoy seguro que vendrá el arcoíris. Si tuviéramos aquí a los cuatro magos protagonistas de tu libro, ¿qué crees que tendrían que decirnos sobre lo que sucede en la actualidad? El análisis no sería tan diferente. Benjamin escribiría sobre el internet como un nuevo fenómeno. Heidegger sobre ese miedo que tuvo en su tiempo y que muchos de nosotros compartimos: el miedo a la técnica. Cassirer estaría encantado por la época, fascinado con la idea de la Unión Europea, sería un sueño hecho realidad, y diría que siempre hay una tendencia filosófica que suele resaltar las tinieblas de la época pero que al menos la Alemania —y la Europa— que estamos viviendo son luminosas. Wittgenstein se resistiría a cualquier idea de progreso y sería el mismo personaje oscuro que era en su época. Tu libro nos deja una congoja, parece que Wittgenstein, Heidegger y Benjamin son muy infelices. ¿La felicidad no existe, o al menos la filosofía no contribuye a conseguirla? Creo que la felicidad existe, y la encontramos a veces; otras veces no hay forma de encontrarla, pero la idea de que la filosofía te hará feliz es un crimen.
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DE PORTADA
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Sidi, una historia de frontera, de moros y cristianos, es la novela más reciente del camaleónico Arturo Pérez-Reverte
El Cid: más recordado que una nación entera
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CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID FOTOGRAFÍA BLANCA ESTABLES
leva 30 años escribiendo novelas y en todo ese tiempo Arturo Pérez-Reverte ha logrado crear un territorio literario que no solo refleja una serie de valores e inclinaciones personales, un puñado de personajes característicos de sus historias y una forma de ver el mundo, sino que se ha ido dibujando y revelando. “Nadie puede mentir durante 30 años escribiendo novelas y, al final, sin querer, no se puede evitar definirte en lo que escribes, en tus personajes, en tus preocupaciones, en tus acciones, en tus fantasías, en la parte de ti mismo que llevas a tus novelas, en la memoria que has tenido y que echas en la novela”, afirma Arturo Pérez-Reverte. “Así que al final, un lector que lee con atención a un novelista termina conociéndolo, porque no puedes mentir, y aunque mientas, porque el novelista es un gran mentiroso, no puedes hacerlo durante tanto tiempo a un lector lúcido, porque una obra larga define no al novelista, sino al autor, al personaje que está tras el novelista. Y eso es muy interesante, porque a veces coincide y a veces no. Y ahí está la gracia del asunto”. En entrevista, Pérez-Reverte, colaborador de Milenio, habla de su más reciente novela, Sidi, “un relato de frontera”, en el que narra la historia de cómo se forjó la leyenda de uno de los personajes más emblemáticos del mundo medieval hispano: Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Aunque ocupó un año de trabajo, tenía la novela desarrollada y pensada desde hace mucho tiempo. “Las
novelas no surgen de una ocurrencia, sino que uno las lleva consigo toda la vida y se van acumulando y un día salen. Todo novelista profesional lleva varias historias que un día aparecen y se desarrollan. Y ésta apareció mientras veía una película de John Ford y me planteé el hecho de que el lejano oeste español era la frontera del siglo XI. Y me pregunté cómo lo habría contado John Ford”. Sidi cuenta una historia épica en tono de western, donde aparecen pioneros, colonos, curas, monasterios y fuertes, y en lugar de apaches y soldados yanquis hay incursiones de moros y cristianos en una zona incierta, ambigua y peligrosa como lo era la España de los reinos de Castilla, Aragón, Zaragoza y Andalucía. “Yo quise buscar los puntos en común y de ahí salió la historia”. En cuanto al carácter de los personajes que aparecen en Sidi, Pérez-Reverte aclara que si hoy existen las ONG, los derechos humanos o lo políticamente correcto, en la época en que sitúa su historia, el siglo XI, eso no existía. “Esa época fue muy dura. Fue un siglo de muerte, donde se violaba, se mataba, se saqueaba, se vendía a la gente como esclava, y yo quería situar a los personajes en su contexto real. Quería que el lector lo viese con ojos de entonces, que el lector viese natural matar prisioneros o vender esclavos porque entonces se hacía. Ese era mi objetivo: conseguir que el lector sudara, pasara calor, oliera y se enfrentase a la mirada moral de entonces, que no era la nuestra. Es como la historia de México: uno no puede juzgar a Hernán Cortés con ojos del siglo XXI”.
Escribes que “las leyendas solo sobreviven vistas de lejos”. ¿Necesita la mirada histórica una distancia para cobrar un peso y una dimensión auténtica? El historiador está más encorsetado, tiene más condicionantes y es menos libre. Pero el novelista debe tener una base rigurosa que le permita no trampear, no falsificar la realidad, sino modificarla un poco narrativamente hablando, lo que le ofrece un recorrido de ida y vuelta en el cual tiene, primero, la misión de rescatar la leyenda, de utilizarla para seducir al lector; pero después tiene la obligación de acercar al lector a la leyenda. El novelista es el alma de la historia, aunque hay novelistas malos que perjudican la historia, que la manipulan, la tergiversan y la envilecen. Pero un novelista honrado, competente, eficaz, que conoce su oficio, le da alma a la historia; hace vivir los cuadros y relatos muertos. Una buena novela histórica permite que el lector se sienta dentro de ese mundo. Y eso es fundamental. Novelas como Memorias de Adriano, El nombre de la rosa o Noticias del Imperio, permiten que el lector tenga una visión mucho más humana, menos fría y más cálida, más cercana y comprensiva de la realidad. Ahí está el talento del novelista para que su manipulación no pervierta la historia. Eso lo aprendí de Alejandro Dumas, que me enseñó que mirar el marco es mirar la historia, pero cuando uno se acerca y mira despacio encuentra otras cosas. Es lo que hice en Alatriste. Aunque el cuadro, la historia, es el mismo, cambié los detalles para que el lector se sintiera dentro del cuadro. Meter al lector dentro del cuadro: eso puede conseguirlo únicamente la novela.
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Aunque a primera vista parece una novela de acción, hay muchas reflexiones que van intercalándose, en especial la que tiene que ver con ese mundo fronterizo, ese cruce de culturas musulmanas y cristianas. Es una novela de acción, pero que tiene una honda dosis de mirada y reflexión. Y eso que has comentado vale para México, porque la historia se nos plantea a menudo de una forma equivocada, lo mismo para América y el mundo árabe. Entre otras cosas, todo cazador queda marcado por el tipo de caza que persigue. Uno mata a alguien y al hacerlo ya se está apropiando de parte de su alma y de su esencia. Pero tanto la conquista de América como la guerra contra los musulmanes en España crearon una ósmosis. Los que combatían se impregnaban de los otros, adquirían costumbres de los otros. Los tlaxcaltecas les dan sus costumbres a los españoles. Los musulmanes se alían con los españoles. No se trata de moros contra cristianos, como tampoco fue indios contra españoles. Fueron tlaxcaltecas y españoles contra aztecas, y en España fue igual. Así que las fronteras son siempre ambiguas. Por eso es peligroso que los estúpidos, los simples o los canallas quieran manipular la historia en su beneficio. Toda frontera es permeable; impregna a unos y a otros. Y todo mundo adquiere un lenguaje común. Los enemigos terminan siendo muy cercanos en las fronteras, porque son gente a la que el continuo roce termina marcando. El Cid Campeador debe mucho al mundo árabe. Cuando yo era pequeño, el franquismo planteaba el Cid como un paladín cristiano frente al musulmán. Y eso es mentira; nunca ocurrió. El Cid luchó contra musulmanes y contra cristianos y se alió con musulmanes. Esa ambigüedad del personaje es lo que he querido marcar. Pero hay otro elemento sobre el que también he querido reflexionar: el liderazgo. Cómo un modesto infanzón burgalés, desterrado de su patria, sin otra fuerza que 40 hombres fieles, consigue ser una leyenda, pasar a la historia y ser recordado más que los reyes de la época. En ese sentido, es un libro de autoayuda, porque quería que un ejecutivo de empresa aprendiera en este libro cómo manejar a los seres humanos, cómo seducir, manipular, convencer, disuadir, pelear, combatir, protegerse. Es un manual. Y no lo digo de broma, porque para escribirlo he estudiado los textos de Napoléon, de Tzun Tzu, de Clausewitz, de maestros asiáticos y europeos que escribieron sobre el mando y cómo se ejerce. En otro momento, dejas caer la reflexión de que un líder promete menos de lo que puede, y este comentario cobra una absoluta vigencia en nuestro tiempo. Hay muchos comentarios que servirían a los políticos. Como cuando se dice que una batalla que se cree perdida es una batalla perdida. Yo quiero que el lector, al terminar de leer esta novela, entienda por qué el Cid se convirtió en leyenda, por qué no fue solo una cuestión de valor, sino también de inteligencia, de talento.
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También hay una serie de valores que son ya clásicos en tus novelas: la lealtad, el honor, el valor, la amistad. En ese sentido, es muy reverteana. Cualquier lector reconoce los grandes temas que están en mis novelas. En Raxida, la hermana del rey de Zaragoza, encontramos un personaje femenino muy característico de mis novelas. En otro punto escribes: “Los hombres no son ideas”. Eso es algo que me interesaba marcar. En este mundo actual, de redes sociales, de medios de comunicación, las ideas parecen ser lo que importa. Y al final casi nadie pide a nadie que ejecute la idea. Sueltan la idea y ya se aplaude, se debate, se sigue y desaparece sin que nadie la haya practicado nunca. Pero en aquel tiempo las ideas no valían nada si no se actuaba. Quería devolver su legitimidad a los hechos por encima de las ideas. Evidentemente, las ideas son importantes; pero los hechos lo son mucho más. Cuando uno necesita comer, las ideas son secundarias. Quería devolverles a los hechos su nobleza, su importancia, peso y protagonismo. Porque cuando todo se va al carajo, las ideas son mucho menos importantes que los hechos. Se sabe que hay muchas versiones de la leyenda del Cid y tú has querido hacer tu propia versión. ¿Cómo trabajaste ese aspecto? Del Cid, lo real y probado es un veinte por ciento de la leyenda. El resto es eso: leyenda que han inventado uno y otros. Yo tenía tanto derecho como ellos a inventar. He leído todo lo que hay sobre el Cid, tras lo cual he sacado mis propias conclusiones. Y he hecho uso de mi derecho a poner ese ochenta por ciento tanto como lo han hechos otros. En ese uso has debido tomar decisiones en muchos sentidos. Decidí contar cómo se forja el líder, cómo nace la leyenda, el primer año del destierro. Después ya es el Cid, pero yo quería contar cómo era el Cid antes. En cuanto al lenguaje, busqué la eficacia para reflejar esa frontera en la que se habla castellano, árabe andalusí, árabe norafricano, catalán. Quería darle ese tono mestizo. Y el lenguaje era fundamental. Otra cosa importante era la mirada. En la actualidad, miramos el celular, la pantalla de televisión, el semáforo; pero no miramos el mundo. Miramos el mundo a través de los medios electrónicos. Pero en algunos lugares del mundo, hoy y en aquel tiempo, mirar el mundo es fundamental, incluso para sobrevivir. Estos personajes están mirando todo el tiempo. Cabalgan y miran el paisaje, la luz, dónde puede estar el peligro. Eso se ha perdido y por ello me era importante recuperarlo. Al final, esta novela da una vuelta de tuerca a la idea de quiénes serán los personajes más recordados por la historia: si aquellos que creen merecerlo por su rango y alcurnia o aquellos que demuestran una humanidad superior. Eso se resume en la cita de Elizabeth Smart con que empieza el libro: “Hay hombres que son más recordados que naciones enteras”.
Es peligroso que los canallas quieran manipular la historia en su beneficio
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TERTULIA
21 DE SEPTIEMBRE 2019
PERSONERÍO
RESEÑA
Sonrisa e inquietud
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JOSÉ DE LA COLINA
odos, según nos dice Jean Paul Sartre, somos narradores y nos pasamos la vida contándonos los unos a los otros historias de veras o de mentiras. Es decir que los seres humanos somos los cronistas o los fabuladores de nuestra vida, de las y de los otros y de los sueños de unos y otros, y lo somos más definida y definitivamente cuando mediante la escritura contamos nuestras historias y las que los demás depositan o inspiran en nosotros. Ana García Bergua es, entre los talentosos autores nacidos en México en los años sesenta, uno de los que, por su modo de ejercerse en lo que me gusta llamar el arte de Sherezada, me han seducido como lector. Hasta puedo decir a partir de qué momento, de cuál página, de cuál línea, ocurrió por primera vez esa seducción. Fue a partir de una línea aparentemente no extraordinaria pero que es una ruedecilla maestra en el “mecanismo” del relato: “Pero ya en mi casa, estando dormido, sonó el teléfono y eran sus ojos”. La frase recortada es del párrafo final de un cuento enumerativa y desviadoramente titulado “Las piedras, los alfileres, los hielos, el vacío, el precipicio”, a cuyo protagonista, que a la vez es el narrador interior, lo inquietan, atemorizan, angustian los ojos de color azul (porque “en realidad no sé quién me mira detrás de los ojos azules”). La autora pudo usar el modo explicativo de un narrador convencional: “sonó el teléfono, tomé el auricular y al oír su voz imaginé sus ojos”, pero, como debe haber pensado que eso dejaría muy plano el relato, introdujo esa hábil elipse, como la llave para una puerta, y con ello abrió el momento terminal a un instantáneo vértigo, e insinuó una prolongación del relato en la historia fantástica de una mirada enviada por teléfono. Ésa es una de las muchas sutilezas que suelen darse en los cuentos y novelas de inquietud y sonrisa de García Bergua gracias a una intuición poética subyacente a la mera narración. En cuanto a la intuición humorística de Ana, no citaré sino un párrafo de viva y turbia sensualidad de su muy entretenida novela La bomba de San José. Es un momento en el que la principal protagonista, una esposa simpática y correcta pero inconforme con la mera condición de ama de casa, es besada por su marido, un hombre juerguero, un cinéfilo, un iluso Don Juan, y ella siente otra especie de vértigo, esta vez de orden muy sensorial y referencialmente cinefílico: “Después me besó apasionadamente: sabía a tabaco y a vermouth. Cuando me besaba así yo me perdía, me ganaba la voluntad completamente, como a esos zombis de las películas”. La obra narrativa de Ana García Bergua puede ser adjetivada de realista y humorística y fantástica, un triple mestizaje que en pocos escritores suele ser afortunado y que en ella sí lo es, tanto en los cuentos inquietantemente sonrientes, o, as you like it, sonrientemente inquietantes, como en las novelas y las juguetonas prosas periodísticas en las que ensaya y gregueriza con una ironía alegre.
La obra de Ana García Bergua puede ser adjetivada de realista y humorística y fantástica
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El narrador y dramaturgo Peter Handke.
Escribir sin receta previa
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SILVIA HERRERA FOTOGRAFÍA MODERN TIMES REVIEW
i hay un elemento que une la obra del poeta, narrador, dramaturgo, traductor y guionista austriaco Peter Handke es que rompe el lenguaje literario desde la tradición. Hace unos años, al observar que la literatura estaba en peligro de no distinguirse del periodismo, dejó asentado que el escritor no debe abandonar la invención y que tiene que escribir sin “receta previa”. Desde sus primeras obras, puso en práctica estos principios, especialmente el último, y eso es lo que le ha otorgado su originalidad. Su novela Carta breve para un largo adiós (1972, que ha vuelto a poner en circulación Edhasa) no tiene la fama de El miedo del portero ante el penalty, pero en ella lo que llamaríamos su método ya queda perfilado. La novela parte de una ruptura amorosa y lo que cuenta Handke es cómo el quebrado narrador va a reconstruirse yendo a Estados Unidos. Cuando Handke señala que hay que escribir “sin receta previa”, hay que entender que la historia se construirá en el presente: los personajes actuarán y tomarán decisiones según las circunstancias. Para Juan Villoro, Carta breve para un largo adiós “narra una errancia sin brújula por Estados Unidos, que parecía la respuesta europea, adiestrada en el existencialismo, a En el camino, de Jack Kerouac”. La “errancia sin brújula” del narrador está determinada fundamentalmente por su expareja Judith, quien cada cierto tiempo le estará dejando señales de su ubicación (solo una ocasión él decide dónde ir).
Todo arranca cuando el narrador llega a un hotel de Providence (Nueva Inglaterra); inmediatamente le entregan una carta en la cual su ex le pide que no la siga a Nueva York. En lugar de contar, según las convenciones, Handke relata —y aquí aparece ya su singularidad— lo que el protagonista va viendo. Así lo anuncia desde las primeras páginas: “quería mirar en vez de participar”. Este rompimiento narrativo le hace a Villoro señalar que “La trama rara vez se desarrolla con destreza” en Handke y lo que le otorga el aire ensayístico a sus narraciones. El escritor austriaco, continúa Villoro, “necesita contar para acceder a una verdad, pero debe abstenerse de solo contar”. El narrador dejará la pasividad atrás paulatinamente, pero en esos primeros momentos de su estancia en Estados Unidos lo posee el sentimiento de no estar en su presente. En un párrafo, Handke parece anticipar la teoría de los multiversos: “Era la penetrante sensación de otro tiempo, en el que también debía haber otros lugares distintos de los que había ahora en alguna parte, en el que todo debía tener otro significado distinto que en mi conciencia actual”.
Lo que cuenta Handke es cómo el narrador va a reconstruirse yendo a Estados Unidos
En su deambular, el protagonista se reencuentra con Clair, una mujer con la que tuvo un breve affaire en una visita anterior a Estados Unidos, y realiza con ella y su pequeña hija una travesía a otro estado. En el viaje ocurre un primer contraste entre lo que son las culturas norteamericana y europea. Con Claire ve la película The Iron Horse de John Ford, quien será un personaje importante hacia el final. Tras dejarlas, Judith se le aparece apuntándole con una pistola. En este reencuentro, sin embargo, no hay violencia: lo que la pareja quiere es una separación razonada. Juntos van a la mansión de Ford, quien entre otras cosas les habla de las reglas que rigen su obra; la fundamental, que ninguna de las historias que filmó era una invención. A pregunta de Judith de por qué siempre dice “nosotros” en lugar de “yo”, Ford responde: “Nosotros los norteamericanos decimos ‘nosotros’ aun cuando hablamos de nuestros asuntos privados. Esto viene tal vez de que para nosotros todo lo que hacemos es parte de una acción pública conjunta. [...] Ustedes dicen siempre ‘yo’, pero a la vez se sienten halagados cuando los confunden con otra persona. ¡Y después quieren volver a ser completamente inconfundibles!” Antes de que se despidan, Ford les pide que le cuenten su historia. Judith lo hace y enfatiza, aludiendo a su principio de que nunca filmó nada inventado, que es real. El director termina sorprendido. Como Ford, Handke cuenta historias reales, sin abandonar la invención.
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EN LIBRERÍAS
21 DE SEPTIEMBRE 2019
NARRATIVA, ENSAYO Legión
Nubecita
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A FUEGO LENTO Sacrificio
Hematoma México, 2019
Pablo Soler Frost Nieve de chamoy México, 2019 129 páginas
Nora Coss Nieve de chamoy México, 2019 199 páginas
Béla Braun Nieve de chamoy México, 2017 160 páginas
Reaparece esta deslumbrante novela —publicada inicialmente en 1991—, una precisa maquinaria de relojería, que sigue las desventuras de un joven empeñado en frenar la caída del Imperio bizantino. El título señala el rumbo de la trama pues legión es el nombre del infierno en la tierra. Los motivos provienen de la tradición clásica y se entrelazan para conformar un cuadro épico: la amistad entre compañeros, el fragor bélico, el viaje como aprendizaje.
“Mamá decía que yo era la consentida de papá, y yo decía que Pili era la consentida de mamá”, dice la narradora de esta novela que retrata a una familia sobre la que pesa la violencia de su entorno y una doble moral que se vive como justificación ante la amenaza del escándalo. La familia es el retrato de la sociedad y la sociedad es una enfermedad sin cura alguna. Nubecita obtuvo merecidamente el Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela 2018.
Primera novela del autor, cuenta la historia a dos voces: la de Imre, el protagonista, y la de Adrián Amezcua, un amigo de la secundaria. Son dos personalidades contrastantes: Imre es un joven tímido —un platónico—, cuya vocación es el ajedrez; Adrián, por su parte, es un joven norteño extrovertido que terminó en la cárcel, desde donde cuenta la historia. El título hace referencia al juego ciencia; una acción que Imre no ejecutó en un juego y que determina su presente.
Malversaciones
El arpa y la cámara
Comprender la democracia
Hernán Bravo Varela Almadía/ Claustro de Sor Juana México, 2019 144 páginas
Owen Barfield Atalanta México, 2019 128 páginas
Daniel Innenarity Gedisa México, 2019 96 páginas
El título completo de este libro es Malversaciones sobre poesía, literatura y otros fraudes y reúne textos críticos del autor. Así ve el poeta Bravo Varela su labor en esta área: “reivindico al crítico de tiempo incompleto —cuyo ‘subproducto’ puede juzgarse como el laboratorio reflexivo de su obra creativa—: su fervor de ciertas figuras lo hace inventar una ascendencia”. Bonifaz Nuño, David Huerta, Francisco Hernández y Jaime Sabines forman parte de la suya.
Miembro del grupo de los Inklings junto a Tolkien y C. S. Lewis, entre otros, Barfield, además de narrador, poeta y crítico, fue filósofo. Citando a Platón le aclaró a Lewis, quien consideraba que la filosofía era “una materia”, que no era eso sino “un camino”. El ensayo que abre este volumen, “El redescubrimiento del sentido”, le da su título original en inglés. En él, Barfield hace un repaso de cómo pasando por el positivismo de Comte se llegó al positivismo lógico en Inglaterra.
En tanto que es el sistema político cuyo principio es la participación del ciudadano, la democracia no dejará de ser la mejor opción de gobierno. Con el paso del tiempo, como se anota en este libro, su circunstancia se ha complejizado hasta el punto de caer en una paradoja: que los gobernados les digan a los gobernantes que no los representan. Para superar la crisis que se vive en nuestros días, como se recuerda, solo hay un camino: ¡más democracia!
Ebrios de extrañeza
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ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
in caer en la tentación del lirismo empalagoso ni en la argucia de la literatura escrita por mujeres para mujeres, Yael Weiss ha concebido un libro de inmejorable factura argumental y estilística. Hematoma (Elefanta Editorial) reúne diez relatos ceñidos al antiguo y difícil arte de contar. El lector se siente transportado a los tiempos en que un viejo chamán ofrecía sus historias al amparo del fuego. Digo contar pero igual podría decir: capturar, desde la apertura, nuestra atención; modular el ritmo de las acciones; cerrar para dejar una delicada —o perturbadora— sensación de extrañamiento. En ocasiones, la trama del relato lleva consigo una imagen distorsionada y rota de la realidad (como en “Ju”, del que nos llega el homenaje de una sobreviviente de la Tercera Guerra Mundial a una amiga muerta de cáncer). Otras veces, el extrañamiento se va imponiendo a medida que el protagonista descubre un matiz oculto de su personalidad (como en “Hematoma”, el asomo a la transformación de la piel herida en la piel tachonada de pequeñas muescas artesanales). Lo que Yael Weiss trata de materializar es la comunión entre los hechos comunes y cierta anomalía que en nada se relaciona con lo fantástico. Quién, por ejemplo, apostaría a no ver su casa ocupada durante cada fin de semana después de abandonarla para visitar a sus hijas. O quién imaginaría el día en que todo aludiera al número 3.1416, aun las señales de tránsito y de los pasillos de un hospital. En Hematoma nada es suntuario, ni en los hechos ni en la prosa. Leamos, por ejemplo, esta descripción que antecede al cambio de rumbo en “Sábado en familia”, en el cual una niña se encuentra con una mujer que parecería simbolizar a la Muerte: “Como si no hubieran intimado en lo más mínimo, su interlocutora le dio la espalda y se alejó hacia los adultos que acababan de prisa con sus bebidas y reunían a sus críos para comer. Esos tacones rojos que martirizaban el piso le mandaban un mensaje de superioridad y fuerza”. Yael Weiss invita a producir sospechas. Y qué tal si…, pregunta con estudiada inocencia, y de inmediato abre una grieta por la que ingresa una realidad posiblemente entrevista y que no atinábamos a descubrir hasta que hace su magnífica y rotunda aparición.
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LITERATURA
21 DE SEPTIEMBRE 2019
ENTREVISTA
“No soy ajeno al mercado” Juan Casamayor dialoga sobre su experiencia como director de Páginas de Espuma
L
a aventura de Páginas de Espuma comenzó a mediados de los años noventa. Juan Casamayor (Madrid, 1968) recién terminaba su tesis en Zaragoza cuando decidió pasar unos días en Madrid para ayudar a una tía en la editorial Fundamentos. Como compañera de departamento tenía a Encarnación Molina, quien a la postre sería su cómplice en la misión de crear un sello dedicado a la literatura. Todo empezó con Escritos de Buñuel, un título conseguido casi por azar (el joven anestesista que apoyaba a su padre en el quirófano era sobrino del cineasta). Veinte años después la casa es respetada por un catálogo que reposa en el cuento y Casamayor es considerado como uno de los herederos más ilustres del legado de editores como Jorge Herralde o Beatriz de Moura. Han pasado dos años desde que recibió el Homenaje al Mérito Editorial y ahora viene a México a compartir los 20 años de Páginas de Espuma. México es un país que cada vez me da más. Autores queridísimos como Ignacio Padilla y Jorge Volpi asumieron una actitud casi militante al publicar en una editorial independiente y española como la nuestra. Con el tiempo encontré en Antonio Ortuño a un hermano. Socorro Venegas me ha dado fascinación literaria y personal. A nivel empresarial he encontrado aliados interesantes. Por si fuera poco, me dio un premio importantísimo y estimulante. En estos 20 años las editoriales independientes y la industria ha cambiado radicalmente. Los hábitos de consumo de nuestros lectores son muy distintos. Ahora se lee en otros soportes y herramientas. El cambio más profundo está en la esencia de la lectura. El surgimiento de las redes sociales supuso una nueva realidad comunicativa. Otra herramienta reciente es la venta del libro a través de portales en internet. En países como España, el protagonismo de Amazon ha sido un golpe brutal para las librerías. Ahora el proceso de lectura viene de otro lado y por consiguiente cambió el tejido editorial. En Europa ha habido intentos para evitar que Amazon desplace a las librerías. ¿Qué futuro ve en este sentido?
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA H. G.
El editor nacido en Madrid.
Amazon está instalada en Irlanda, donde la política fiscal es muy blanda. Si bien la Comunidad Europea necesita tomar medidas al respecto, lo primero es cohesionar al sector del libro. Necesitamos más unión entre editores, libreros y distribuidores, fortalecer el mensaje de que las librerías pueden vender tan bien como lo hace Amazon. En España, todostuslibros. com te manda el volumen en 24 horas. Nos hace falta trabajo, intercambiar información y ser más generosos. Con las condiciones tecnológicas, ¿hoy es más fácil que sobreviva una editorial como Páginas de Espuma? Hay factores que favorecen el nacimiento y la consolidación de una editorial independiente como Páginas de Espuma. Se han abaratado ciertas posibilidades de producción. Con las herramientas tecnológicas es más fácil maquetar y diseñar. Gracias a la impresión digital puedes hacer ediciones más pequeñas. En España hay un florecimiento editorial enorme: buenas editoriales haciendo nuevos y buenos proyectos. No obstante, el sistema de las librerías es más complejo: están so-
“Necesitamos conseguir que el libro rompa las costuras de las clases sociales”
brecargadas de novedades e intentan atrapar a un lector con nuevos patrones de ocio como los videojuegos y las redes sociales. ¿Cómo se puede llevar el libro a este terreno? Necesitamos conseguir que el libro rompa las costuras de las clases sociales. Sin embargo, tampoco creo en el libro gratuito. Una obra implica trabajo intelectual, transporte, encuadernación y todo eso es dinero. Necesitamos forzar a los gobiernos para que desarrollen iniciativas culturales y sociales que faciliten el acceso a la lectura entre quienes no tienen posibilidades económicas. Consecuencia del florecimiento editorial que menciona, es una mejor identificación de los nichos de lectores. Tal vez la fluidez informativa hace más fácil radiografiar a grupos lectores. Siempre ha habido un proceso de personalización en el mundo del libro, pero es verdad que la variedad editorial ha encontrado una vitalidad que se contrapone a la unificación mercantilista de los grandes grupos. Y esto fortalece la escuela de edición a la que pertenece. Soy un editor bisagra. Páginas de Espuma surgió a finales de los años no-
venta. Yo todavía tenía muy fresco el modelo de editores como Jorge Herralde o Beatriz de Moura. Los jóvenes posteriores a mi generación vienen a pedirme consejos o contactos, y yo me veo entre las dos orillas. ¿Cómo han conseguido hacer rentable el sello? Ya tenemos una estructura y no nos gusta pagar sueldos mileuristas. Para sobrevivir, es preciso trabajar muchas horas y ser flexibles. Una característica más del sello es publicar clásicos libres de derechos, con estudios introductorios o traducciones interesantes. Nunca nos propusimos hacer la enésima antología de Chéjov. Preferimos emprender el proyecto de una gran biblioteca en torno a sus cuentos completos. Un proyecto de esta magnitud requiere músculo financiero y a un aventurado loco como Paul Viejo, el traductor. En otoño acabamos de publicar los cuentos completos de Henry James. Apostamos por los relatos de Bram Stoker. Es decir, trabajamos por proyectos literarios ambiciosos. Además, me gusta identificarme con el aquí y ahora de los escritores. Fui a Guadalajara para encerrarme a trabajar con Socorro Venegas. Viajé a Granada para trabajar con Andrés Neuman. Eso es lo que me hace ser editor.
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ESCENARIOS
21 DE SEPTIEMBRE 2019
DANZA
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IMÁGENES
Coco Chanel
G Una escena de la versión coreográfica de la leyenda de Drácula.
Aquello que nos obsesiona ARGELIA GUERRERO makarova82@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA SECRETARÍA DE CULTURA
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partir del 27 de septiembre y hasta el 27 de octubre se estrena en la Capilla Gótica del Centro Cultural Helénico una versión dancística de la leyenda de Drácula: una coreografía creada por Óscar Ruvalcaba y estructurada en nueve escenas siguiendo la música de Philippe Finney. La Capilla permite que no solo sean los intérpretes quienes se trasladen a recrear otros tiempos; envuelve al público para compartir este viaje que dota de cualidades narrativas a la danza contemporánea. Óscar explica su percepción sobre el personaje para construir el ballet: Drácula se reconoce como un mito aun en la sociedad moderna que, como Frankenstein, proviene del terreno extraño del inconsciente: nace del sueño para de pronto irrumpir en el plano de nuestras obsesiones, filias y temores. Múltiples reflexiones han surgido en torno al personaje cuyo referente histórico es Vlad III, también conocido como Vlad el Empalador. Nació en Sighisoara, Transilvania, en 1431. Fue príncipe de Valaquia, que actualmente es el sur de Rumania, entre 1456 y 1462. Fue ortodoxo y se convirtió al catolicismo. Bram Stoker se inspira en este personaje histórico para escribir la novela que da argumento a la pieza coreográfica de Ruvalcaba. Las pasiones, no
solo eróticas sino religiosas y políticas, el amor, las ideas de libertad y las obsesiones son los insumos que aportan la historia real y la ficción para pensar en estos elementos que se encuentran presentes en las sociedades a lo largo de la historia. Drácula no se entiende desde una visión maniquea de la historia, sino que se inserta dentro de la intersección de todos estos elementos, cada uno determinando a los personajes para que, a final de cuentas, no sea sencillo distinguir héroes y villanos. A decir de Óscar, Drácula es uno de tantos rebeldes que reivindica su derecho a actuar como lo hace y encarna las pasiones y obsesiones con las que nos identificamos y a las que negamos y escondemos en lo más profundo de nuestra intimidad. Nos susurran al oído, nos tocan la puerta e invitan a entrar a su universo y dejarnos seducir: “Una vez más bienvenido a mi casa. Ven libremente, sal con seguridad, deja algo de la felicidad que traes”. La inquietud de traer a Drácula a los tiempos contemporáneos es, a decir del coreógrafo, la falta de
La inquietud de traer a Drácula a estos tiempos es la falta de contacto con el horror
contacto con el horror. “El horror nos renueva, transforma y pasa a otra visión del mundo y de conciencia. Parece que la cultura contemporánea tiene una obsesión por ocultar el horror; pero no es posible ocultarlo, porque forma parte de nuestro bagaje, forma parte de lo que somos, y Drácula se hace presente cuando creemos que tenemos vidas civilizadas. Eso hace fascinante el mito del vampiro”. Podemos mirar la obsesión por negar el horror de la que habla el coreógrafo en el día a día de la sociedad contemporánea que la ha normalizado para dejar de verla. Raúl Támez, uno de los bailarines con las trayectorias más versátiles y sólidas en México, encarna al vampiro rumano y encabeza un elenco con indudable calidad técnica e interpretativa, fiel a las exigencias coreográficas de Ruvalcaba, quien para esta obra se valió principalmente de los recursos de la danza contemporánea sin abandonar el uso de las formas para establecer estéticas que permiten reconocer símbolos que le sean cercanos. Con Drácula tenemos la oportunidad de pensarnos como seres duales y reflexionar sobre nuestras pasiones y obsesiones, insertos en una sociedad que nos impone sus ideas sobre héroes y villanos, y para la que siempre existe la posibilidad de rebelarnos e indagar otros caminos.
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ANDREA SERDIO
abrielle Bonheur Chanel nació el 19 de agosto de 1883 en un hospital de caridad, en París. Cuando tenía doce años murió su mamá y ella y sus hermanas fueron enviadas por su padre a un orfelinato, donde bajo una estricta disciplina tomó sus primeras lecciones de costura y bordado. Gabrielle trabajó como costurera al salir del orfelinato, después incursionó como cantante en un café frecuentado por militares, donde adquirió el sobrenombre de Coco. Tenía una voz débil, pero su desenvoltura y belleza cautivaron al rico heredero textil Étienne Balsan. En compañía de Balsan, Chanel asistía con frecuencia a reuniones y eventos sociales. Eran aficionados a las carreras de caballos, donde ella sorprendía a todos con su desenfadada manera de vestir. Ahí comenzó a gestarse su fama de mujer audaz e independiente, que combinaba en su vestuario elementos de ropa masculina. Gabrielle Chanel vivió el optimismo y el vértigo de la Belle Époque, esos años entre finales del siglo XIX y principios del XX en el que nada hacía prever el horror que se avecinaba con el estallido de la Primera Guerra Mundial. El porvenir parecía espléndido. Florecían la ciencia, la tecnología, las vanguardias artísticas, también las diversiones de todo tipo. Los pintores y escritores, la gente de cine y teatro coincidían en los cafés durante el día y en las noches poblaban cabarets como el Moulin Rouge. En 1912, Coco Chanel conoció al amor de su vida, el inglés Arthur Capel, apodado Boy. Era amigo de Balsan, con quien ella vivía, pero de cualquier manera se hicieron amantes. Él la apoyó para instalar primero una tienda de sombreros diseñados por ella y luego las tiendas de moda con las que pronto comenzó a llamar la atención con sus diseños que al mismo tiempo proponían elegancia y libertad. La guerra no impidió el progreso de Gabrielle. Al contrario, entre 1914 y 1918 alquiló un departamento con vista al Sena y al Trocadero y comenzó a construir las bases de lo que sería la Casa Chanel, un imperio que conquistó a Estados Unidos. Chanel vivía en un mundo de riqueza, extravagancia y talento. Pero su vida se ensombreció el 24 de diciembre de 1919 cuando Arthur Capel murió en un accidente automovilístico. Habían sido amantes once años y nunca dejaría de recordarlo. La biografía de Chanel está llena de claroscuros. Vivió dos guerras mundiales, en la segunda fue colaboradora de los alemanes y vivió sin preocupaciones. Al terminar el conflicto se exilió en Suiza, pero en 1954 regresó a su país para seguir reinando en el ámbito de las pasarelas. Creadora del Chanel núm. 5, de frases memorables, poseedora de una biblioteca impresionante y de una enorme colección de arte; tiránica y adicta a la heroína, Gabrielle Chanel ha merecido el homenaje de libros y películas que abordan su vida deslumbrante. Entre las películas más importantes sobre ella se encuentran Chanel Solitaire (1981), de George Kaczender; Coco Chanel (2008), de Christian Duguay; Coco avant Chanel (2009), de Anne Fontaine; Coco Chanel & Igor Stravinsky (2009), de Jan Kounen; y Once and Forever (2015), un corto de Karl Lagerfeld protagonizado por Keira Knightley.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
21 DE SEPTIEMBRE 2019
http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto
TOSCANADAS
Él, la, los, las DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
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a gente de mi generación y de más atrás suele decir La guerra y la paz para referirse a la obra de Tolstói. Hoy se prefiere Guerra y paz bajo el argumento de que el título original es Война и мир, transliterado Voiná i mir. Verdad es que el título original no va acompañado de artículos definidos, pero eso se debe a que el ruso no los utiliza; y en español creo que le adornan bien; tal como se siente necesario el artículo en La madre, de Gorki, pues muy raro se escucharía Madre a secas; o El maestro y Margarita, aunque en ruso sea simplemente Máster i Margarita. Aquí cabe un apunte sobre el nombre de la protagonista, que ha sido cambiado en ciertas lenguas a su equivalente: Marguerite, Markétka, Małgorzata, entre otros; cosa ociosa, pues Margarita no es nombre ruso sino de origen griego, que significa perla, y por eso las traducciones bíblicas a veces dicen “per-
GUERRA Y PAZ
La novela de Tolstói traducida por Alcántara y Laín.
las a los puercos” y a veces “margaritas a los puercos”. Pero volviendo al asunto de los artículos, mi gusto por su presencia o ausencia tal vez venga por la costumbre, pues los artículos me sobran en una versión antigua de la novela de Dostoyevski titulada El crimen y el castigo, y estoy bien con que la novela de Vasili Grossman se llame Vida y destino, y la de Turgéniev, Padres e hijos. Y, por supuesto, cuando se brinca de aquí para allá, se pierden los artículos, de modo que La ciudad y los perros se convierte en Ciudad y perros. Pero la disparidad en el uso de los artículos es apenas una minucia si se le confronta con la traducción y publicación de la novela entera. Cualquiera que piense leer la obra cumbre de Tolstói tendrá que informarse bien antes de comprar el libro. Deberá echar un vistazo a las distintas versiones para elegir, de entre las honestas, la que más le guste. Habrá de estar consciente de
que circulan Tolstóyes diezmados y un libro con la versión de 1866, que dista mucho de ser la que recibió el visto bueno del autor. Apenas tengo espacio para mencionar un ejemplo. Justo al final de la octava parte, Pierre sufre una transformación. La frase final dice en la traducción de las Andresco: “A Pierre le pareció que aquel cometa correspondía por completo a lo que encerraba su alma rebosante y enternecida, abierta para una nueva vida”. La de Alcántara/ Laín dice: “A Pierre le pareció que esa estrella respondía por entero a lo que había en su alma enternecida y reconfortada, abierta a una nueva existencia”. La de Kúper omite la frase y entonces deja coja el alma de Pierre; a él lo deja sin el inicio de su nueva vida o nueva existencia o новой жизни, carente de aquello que lo había hermanado con el cometa de 1812.
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CAFÉ MADRID
Sonidos para distraídos
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n plena madrugada madrileña, la fiesta parece ocurrir en una acalorada y paradisiaca playa del Caribe o, tal vez, en una Villa Miseria latinoamericana, donde la miseria se aplasta con pisotones de diversión. Bajo una explosión de luz multicolor, un par de dj’s suministra una sucesión de ritmos tan estrambóticos como pegadizos. Suena la cumbia y suena la electrónica. Suena la quebradita y el bullerengue. Lo autóctono, lo folclórico. Suena, todo suena, hasta que una mezcla sicodélica nos engulle. Y quien no sabe bailar, se menea. O salta. O mira a los de al lado e imita sus movimientos. ¡¡Guepa, guepa, gueeeepaaa!! “Que la fiesta no pare. Que dure, por lo menos, hasta el lunes”, parecen decir los rostros que encarnan el desmadre. Sube la bilirrubina, sube la intensidad del güiro y las percusiones. Sube la temperatura y sube el ritmo cardiaco. Cuando Guacamayo Tropical actúa, ya puede acabarse el mundo que en esta burbuja del universo nadie se dará cuenta. Andrés y David, dos colombianos treintañeros, flacos y fumones, se conocieron hace poco más de un lustro y desde entonces no han dejado de llevar su fiesta sicodélico-tropical por algunos rincones de la península ibérica y de Europa. Juntos se han propuesto rescatar el patrimonio musical de la popular y populosa América Latina, con la intención de poner a bailar a todos los distraídos. Para preparar un fiestorro como el de hoy, en la madrileña Sala Caracol, este par define antes las canciones, melodías y efectos que han de mezclar, distribuyen su escenografía en el escenario, simulando una selva, y
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA EL CONFIDENCIAL
entonces salen a ofrecer su repertorio con ilusión y sentimiento. Un día, una amiga le contó a David que conocía a otro chico “en la misma onda” que él. David y su novia (inglesa) tenían un puesto de discos y ropa usada en un mercadillo ambulante del centro de Madrid. Hacían la vendimia bajo el nombre de Guacamayo y, después de enterarse que Andrés tenía un proyecto sonidero llamado Sistema Tropical, decidieron que, ante su inminente fusión,
Andrés y David, dos colombianos, se conocieron hace poco más de un lustro
deberían llamarse Guacamayo Tropical. Así que organizaron una fiesta con amigos, luego otra y otra más. El público aumentaba y las sesiones comenzaron a realizarse en otras ciudades del país. En lugares pequeños, pero siempre llenos. “Teníamos que organizar nuestra informalidad”, me dijo Andrés, detrás de sus gafas de pasta, antes de comenzar a pinchar discos en su energética tornamesa. “Porque nos dimos cuenta de que podríamos llegar lejos. Porque en estas tierras somos una opción distinta para la noche”. “Viene a vernos gente alternativa de muchas nacionalidades. A los africanos les encanta bastante. A los europeos que han viajado por Latinoamérica, también. Es gente que busaca algo más que el punchis-punchis
Andrés y David, los creadores de Guacamayo Tropical.
de siempre, algo más original y divertido: cultura de la buena”, añade David, barba y caballera larga, quien llegó a vivir a España a los 16 años de edad (“porque andaba muy loco en Bogotá y mi padre quiso que me viniera para acá con él”), luego tuvo “un problema serio con las drogas” y, para salir de él, se refugió en la ayahuasca. “De hecho, todo esto que ahora hacemos lo vi gracias a ella. De repente me di cuenta de que llegaban muchos guacamayos a mi cabeza. Yo estaba en un planeta rojo y ahí empecé a tocar música sabrosa”, se sincera conmigo. Hace unos días, los dos regresaron de México, donde hicieron “arqueología de sonidos”, y se trajeron varios vinilos que quizá pronto integren a su exótico show. “El año pasado estuvimos por muchas partes de Europa. En Holanda, Finlandia… Muchos no sabían bailar, pero saltaban e intentaban moverse con el ritmo. En Suecia, en un lugar muy elegante, estaban encantados bailando lo nuestro”, dice Andrés. “Hay quien nos mira como ‘¡uy, estos jipis-come-plantas!’, pero después se empiezan a interesar por lo que hacemos”, interviene David, con media sonrisa, y yo le confieso que también los miro un poco así, pero que la verdad… ¡esto mola mogollón, tío! Lo importante para ambos es dejar claro que la música latina es mucho más que el reguetón y la bachata. “Pero es verdad que hay más interés por lo latino en Europa que en España. Porque aquí el racismo también es musical, todo hay que decirlo”, apostillan los chamanes de la sabrosura que con sus mezclas se han propuesto, modestamente, poner a bailar a todo el Sistema Solar.
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