Laberinto No.854 (26/10/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENTREVISTA

MEMORIA

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

ANGÉLICA ABELLEYRA

Ece Temelkuran: contra los populismos

El magisterio y el arte de Gilberto Aceves Navarro

Foto: Asian Review of Books

Foto: Paola García

SÁBADO 26 DE OCTUBRE DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 854

El cerco a Culiacán Élmer Mendoza, Juan Esmerio/ FOTOGRAFÍA: JORGE CARBALLO


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ANTESALA

26 DE OCTUBRE 2019

ARTES VISUALES

Trazo sin tiempo MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA CORTESÍA LORENA MATA

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ilberto Aceves Navarro (24 de septiembre de 1931-20 de octubre de 2019) es quizá, junto con Francisco Toledo (1940-2019), uno de los artistas más rupturistas del siglo XX. Al margen de la Generación de la Ruptura, estos dos solitarios construyeron, por separado, rutas potentes. Dos artistas que hicieron escuela por decisión; Toledo más en el compromiso social y político, Aceves en la enseñanza. Ambos amantes del dibujo, Francisco Toledo autor de la línea espinosa, Gilberto Aceves Navarro investigador del trazo en sí. Cada uno forjó una línea de exploración del arte, una estrategia que compartieron. En 2001, Gabriel Macotela organizó una sesión de dibujo para celebrar los 70 años de Aceves Navarro. Ahí estaban en el Museo Universitario del Chopo artistas de diversas edades que habían sido sus alumnos gozando del dibujo. La imagen era tan potente como delicado el sonido del grafito sobre el papel. Aquella lista de alumnos nunca dejó de aumentar. En aquel entonces, Merry MacMasters le preguntó qué le significaba dar clases: “La experiencia de comunicar algo que es prácticamente incomunicable. Creo que tengo una cualidad en eso que no sé de dónde salió, pero allí está. No la he hecho ni breve ni corta, sino que he tratado de ser lo más amplio que he podido. Muchos de mis alumnos ahora son personas muy importantes, lo que también me da mucho gusto. Quiere decir que no he perdido el tiempo”. No lo perdió sin duda. Como tampoco lo perdió para seguir creando. Hace apenas dos semanas, Marco García, del Taller de Producción e Investigación Gráfica Carlos Olachea de la Facultad de Diseño y Arte de la UNAM, llegó a su casa, en Cuernavaca, con un tórculo; en cinco horas realizó, quizá, su última obra. En 2018 Per Anderson, de La Ceiba Gráfica, le llevó una piedra para una litografía. Este año expuso en el Seminario de Cultura Mexicana pintura de pequeño formato. Un deleite apreciar su minuciosidad plástica. Recientemente, en el Museo de la Ciudad de México nos conmovió con pinturas enormes, pinceladas aún energéticas, contagiosas de vida. Gilberto Aceves Navarro murió en la línea, siempre atreviéndose, retando, reclamando. Sin más grupo que el de sus alumnos, exploró por 70 años la pintura y la enseñanza, aferrándose al hoy, reinventándolo. Un maestro que nunca dejó de enseñar ni en su homenaje en el Palacio de Bellas Artes: una última clase en la que sus alumnos lo volvieron a honrar dibujando. Un cuadernillo lo acompañó hasta el final demostrando que su trazo no tiene tiempo.

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Gilberto Aceves Navarro con sus alumnos.

Maléfica: dueña del mal. Dirección: Joachim Rønning. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Lo peor de lo políticamente correcto FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA WALT DISNEY PICTURES

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a corrección política ha llegado a excesos tan absurdos como los del crítico Harold Bloom, quien salió con la puntada de que el libro del Éxodo en la Biblia lo escribió una mujer. Eso, claro, es una estupidez. En cambio, rescatar a la mala de la historia de Charles Perrault en la versión Disney de 1959 y remodelarla hasta hacer con ella un símbolo de feminismo medio dark y medio LGBTQI no es tan tonto. Como se sabe, en el año 2014 se estrenó la primera parte de esta serie. Maléfica, en aquella ocasión, fue dirigida por Robert Stromberg y, sobre todo, fue escrita por Linda Woolverton, quien trabajó en el equipo de guionistas de El rey león que sí que es una gran película. Por si fuera poco, Maléfica era Angelina Jolie. Pero no en sentido metafórico. Realmente era ella; tenía sus tics, sus fobias y sus miedos. Había algo inquietante en una película en la que veía uno a esta mujer que estaba luchando contra el cáncer. En esta nueva película falta todo ello. Maléfica, feroz defensora de su reino y de los derechos de los habitantes de La Ciénaga, se ha vuelto una caricatura de Angelina Jolie dirigiendo un paraíso jipi en que conviven hadas, elfos y otras criaturas que se quejan de lo malo que somos los humanos: viejo discurso ecologista.

Llegados aquí hemos discernido ya varios puntos de la corrección política actual. Y para decirlo pronto, esta segunda entrega, Maléfica: dueña del mal, carece de ángel. Estimulados por el deseo de hacer dinero, contrataron a Michelle Pfeiffer para hacer frente a Jolie. ¿Cómo? Con una historia que podría ser una comedia de enredos en el estilo de aquella en que Ben Stiller se enfrentaba con Robert de Niro: La familia de mi novia. Y la cosa podría tener gracia, pero no la tiene. No es solo que Maléfica y su secuela sea la clase de obra que solo gusta a los más glotones del cine o a los que de plano creen que Sandra Bullock es una artista de altos vuelos; es que esta película del noruego Joachim Rønning, conocido por haber dirigido la quinta película de Piratas del Caribe, pasa sin ton ni son del enredo familiar en que Maléfica se pelea con sus consuegros hasta la guerra pretendidamente espectacular y muy en el estilo de las batallas de Juego de tronos o El señor de los anillos. Siguiendo los dictados de la corrección política, Pfeiffer hace a una reina mala y capitalista que quiere explotar La Ciénaga a costa de los elfos. Llegados aquí el mensaje resulta tan absurdo que la corrección da un giro de ciento ochenta grados. En su intento por volverlas protagónicas, las

mujeres resultan tan impulsivas, traidoras y frívolas como en las películas más machistas. Maléfica, con sus pómulos llenos de silicón, termina por convencernos de que las hadas son iguales que los humanos. Su personaje no tiene ninguna profundidad. Esta versión de Disney rezuma olor a pachuli y demuestra que cuando Hollywood nos quiere reeducar produce las peores películas de su línea de producción. Y es que no basta con que una película tenga diablos buenos, mujeres entronas y hadas de ojos rasgados para que una película sea buena. Tampoco para que sea mala en todo caso. Lo que hizo de la primera emisión de esta serie una buena película fue lo profundo de un personaje atormentado, solitario y rebelde. Lo que hace mala esta película es su desmedido deseo de ser correcta políticamente y una moral chambona que termina por hacerla tan fastidiosa como las antiguas películas de Disney.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Mentira BENJAMÍN BARAJAS

El poeta y la casa de citas ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

El amor pronosticado toma la forma de un nudo de serpientes. En la bola de cristal se miran: la sonrisa elaborada y las caricias que rompen la rutina, pero no la bestia aplica en la garganta magistral su mordedura y la piedad fluida de la sangre nos recuerda que el corazón traiciona 60 veces por minuto. Este poema forma parte de Árbol separado (Ediciones del Lirio, México, 2019).

EX LIBRIS

La bicicleta de Aceves Navarro/ EKO

@Sobreperdonar

¿

De qué carisma póstumo ha gozado Ramón López Velarde que, con solo dos libros publicados en vida, es uno de los miembros del panteón literario mexicano más frecuentados por distintas generaciones de estudiosos? El acueducto infinitesimal de Ernesto Lumbreras (Caligrama, 2019) es un libro de bella factura editorial y de profunda devoción y erudición lópezvelardeana. El libro narra, acompañado de una vasta iconografía, los últimos nueve años de la vida de López Velarde que trascurren casi completamente en la Ciudad de México. En efecto, en 1912, el recién graduado licenciado y ferviente maderista viene a la capital a probar suerte, recibe encomiendas burocráticas menores y participa en el diario de raigambre católica, La Nación, publicando crónicas, reseñas, poemas y artículos políticos, en los que, aun en las circunstancias más adversas, mantiene su fidelidad maderista. La caída de Madero y el ascenso de Huerta en 1913 aconsejan la partida de López Velarde, pero pronto vuelve en 1914 para su estancia definitiva, ahora como jefe de su numerosa familia que, ante el recrudecimiento de la violencia en provincia, ha decidido emigrar a la capital. Lumbreras narra con minucia cada paso profesional y peripecia vital de López Velarde: su círculo de amistades; su inserción en el mundo literario; sus dilemas políticos y sus tribulaciones laborales y económicas; sus frecuentísimos enamoramientos platónicos y sus regodeos en las casas de citas y, sobre todo, el forjamiento de su poética que se concretará en dos libros revolucionarios, La sangre devota y Zozobra, en los cuales se manifiesta una tensión única entre tradición y experimentación, nostalgia y aventura, entraña provinciana y seducción urbana. Lumbreras coteja y dialoga con lo mejor del acervo de investigación en torno a López Velarde y, al mismo tiempo, aventura sus propias pesquisas, haciendo no pocos descubrimientos puntuales. A lo largo de la narración, emerge no solo un hombre limpio y honesto, que contrasta con los bandidos y veletas ideológicas que pululan en tiempos de convulsión, sino también una figura literaria compleja, un poeta-crítico, conocedor de sus medios y escéptico de los lugares comunes. Así, las aseveraciones de López Velarde sobre el arte poético; su interés y rica información sobre otras artes, como la pintura y la música; o sus opiniones sobre la actualidad social y política denotan una personalidad anfibia y plenamente moderna. Se trata, pues, de un libro riguroso que mucho aporta al ámbito de especialistas, pero también de un libro festivo con espléndida prosa y juegos literarios, como esa deliciosa conjetura de que los primeros diez ejemplares de Zozobra que el poeta recogió jubiloso de la imprenta un día de noviembre de 1919 no se quedaron en las manos de sus allegados literarios o superiores burocráticos, sino en las de unas bromistas y curiosas muchachas del burdel al que López Velarde fue a celebrar la primicia.

Lumbreras narra con minucia cada paso profesional y peripecia vital de López Velarde

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ENTREVISTA

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La escritora y periodista Ece Temelkuran ex con la política nacionalista y autoritaria del

“El populismo sirve a cual

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VÍCTOR NÚÑEZ JAIME/ MADRID FOTOGRAFÍA MUHSIN AKGUN

ce Temelkuran (46 años) es una periodista y novelista turca que, después de ver la degeneración de la democracia en su país, se ha propuesto advertirle a los ciudadanos del resto del mundo qué deben vigilar para que no les pase lo mismo a sus sistemas políticos. Después de aspirar a ser una nación europea y moderna, Turquía cedió ante el populismo, el nacionalismo y el autoritarismo. Bastaron siete pasos, dice ella, para que Recep Tayyip Erdogan instaurara una dictadura de facto: crear un movimiento, trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje, apostar por la posverdad, desmantelar los mecanismos judiciales y políticos, diseñar su propio modelo de ciudadano, dejar que ese ciudadano se ría del horror y construir su propio país a su medida. Los detalles los explica en Cómo perder un país (Anagrama), que se acaba de publicar en español. Temelkuran nació en Izmir, una ciudad de la costa oeste de Turquía, que formó parte de la antigua Grecia. “Es la ciudad más liberal de mi país. De hecho, los más conservadores la llaman la infiel”, dice con una sonrisa una mañana soleada en Madrid, donde habla con Laberinto horas antes de presentar su ensayo en el Círculo de Bellas Artes. Desde hace tres años vive en Zagreb (Croacia) y, después de ser despedida del periódico Hamertürk, donde miles de personas la leían, escribe para varias publicaciones de Europa y Estados Unidos. “Me pasó lo mismo que a tantos periodistas turcos. En 2012 estaba en Túnez, escribiendo una novela, y recibí una llamada de exactamente quince segundos en la que me comunicaron que estaba despedida por unos artículos que había escrito criticando al gobierno de Erdogan”, cuenta después de encender su cigarrillo electrónico para disponerse a vapear entre respuesta y respuesta. ¿Por eso decidió irse de su país? Me mudé ahí después del fallido golpe de Estado de 2016. Me fui no solo por

la falta de libertad o por sentirme oprimida sino porque en Turquía el día a día era bastante duro para desarrollar mi trabajo intelectual. Creo que estar pensando constantemente que algo te va a pasar paraliza tu proceso creativo. Y no podía vivir en esa situación. Por otra parte, la imagen de una Turquía oprimida tampoco se ajusta a la realidad. Hay gente ahí tratando de llevar una vida normal y lo logra. De hecho, hay destellos de luz: en las principales ciudades del país, la oposición ganó en las últimas elecciones locales. Hay quien dice que usted es una espía, al servicio de los iraníes o de los alemanes, o que es amante de un jeque árabe. ¿A usted esto le divierte o le preocupa? Me divierte, la verdad. Mire, hace poco, dentro de un congreso de escritores en Sídney, había un evento llamado “Miénteme”, que trataba acerca de la posverdad. Entonces, cuando me tocó subir al escenario, conté que había sido una concubina que habitaba en los palacios de Arabia Saudita y, conforme avanzaba el cuento, me sorprendía que nadie se riera. ¡Tuve que explicar que era mentira! Es una época curiosa la que vivimos: la gente no se ríe de las mentiras sino que está dispuesta a creer y a aceptar cualquier cosa. El problema es que las constantes mentiras sobre uno te obligan a hacer desmentidos, a contar tu verdad. Y al final todo ello te lleva a hablar de ti todo el tiempo. Y eso, para un escritor, es algo terrible. Usted, además de ensayos y artículos, también hace novelas. ¿Siente que tiene más libertad escribiendo ficción? No me da exactamente libertad. La ficción, más bien, me da la oportunidad de añadir belleza a los hechos puros y duros. La ficción te lleva a tener una mirada más cercana de la realidad y, cuando hay cercanía, aparece la belleza. En su libro cita varios ejemplos del populismo de derecha. ¿La izquierda está libre de pecado? ¿Dónde hay un populismo de izquier-

Hay que buscar un sistema que integre las discusiones que se dan en las redes sociales

da que amenace al sistema político? ¿Dónde? No lo hay. Son gente como Donald Trump y Boris Johnson los que están derrumbando la democracia e, incluso, el futuro del planeta, por sus actitudes frente al cambio climático. En la izquierda no hay amenazas serias como ellos. Pero así como le digo esto, también le digo esto otro: el populismo es una herramienta que puede ser utilizada por cualquier ideología. ¿No está al tanto de la política latinoamericana? Conozco un poco la situación de Argentina, Venezuela y Brasil. Estuve en Buenos Aires cuando el movimiento de Los Piqueteros, en Venezuela cuando Chávez llegó al poder y en Brasil en la cumbre de Porto Alegre. Pero, al final, todo esto acabó en nada. No llegó a mejorar la situación de la gente. Así que mi conocimiento de esa región del mundo es limitado. Lo que sí sé es que, como decía un personaje de su país: “pobres, están tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. De México, por cierto, no sé mucho. Pero creo que está siendo víctima de las historias negativas que se cuentan de él, historias basadas en lo peor: los capos de la droga, por ejemplo. Pero eso pasa con muchos países. Uno piensa en Rusia y lo primero que viene a la mente es Putin y no Chaikovski. ¿Por qué la mayoría de los movimientos sociales no trascienden y al final son absorbidos por el sistema? Si por triunfo entendemos su permanencia, los movimientos sociales no han triunfado en ninguna parte. Quizá el problema sea que seguimos trabajando con la realidad del siglo XX sin tomar en cuenta las herramientas tecnológicas del siglo XXI. Una protesta aporta algo nuevo, pero el proceso es muy lento. Deberíamos buscar un nuevo método representativo en la democracia. Hoy, por ejemplo, podemos votar en cualquier reality show de la televisión, pero no podemos hacer lo mismo en el plano político. ¿Quizá el sistema de representación que seguimos utilizando está obsoleto? Pero ¿no cree que las redes sociales solo dan la sensación de “hacer algo” y luego en realidad las cosas no se modifican?

Hay que buscar un sistema que integre las discusiones y aportaciones que se dan en las redes sociales. Pero es importante advertir que las redes sociales no son solo un espacio público o un ágora. Pertenecen a compañías privadas con unos dueños. Son el jardín particular de alguien. Facebook es el jardín particular de Mark Zuckerberg y él puede manipular y utilizar lo que ahí ocurre porque es su compañía. Así que: cuidado.


ENTREVISTA

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xpresa sus desacuerdos l presidente turco Erdogan

lquier ideología”

RESEÑA

Un manual de resistencia

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Tanto Estados Unidos como el Reino Unido son, si los juzgamos a primera vista, sistemas democráticos arraigados y consolidados. ¿Qué está fallando en ellos como para que den cabida a los líderes políticos que tienen actualmente? Hubo un tiempo, hace no mucho, en que la izquierda se cayó de la idea de justicia social. La democracia se que-

dó como una especie de caja vacía. Por eso hoy mucha gente la ve como algo sin contenido y aburrido, que no tiene utilidad. Porque piensa que no puede cambiar las cosas. Y, además, se nos vendió la idea de que no había sistema alternativo a la democracia. Pero de pronto surgieron unos personajes que dijeron que las cosas podían cambiarse y a muchos les gustó la idea.

Con usted mucho análisis, pero… ¿estaría dispuesta a presentarse a las elecciones de su país para tratar de poner en práctica sus ideas? Usted es la segunda persona que me pregunta esto en las últimas 24 horas. A ver: yo soy, esencialmente, una narradora y a la clase política no le gustan los narradores porque queremos contar la verdad, algo que a ellos no interesa.

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ómo perder un país es un manual de resistencia contra fascismos, populismos, nacionalismos y tentaciones dictatoriales de cualquier tipo de gobierno. Arranca con aviones de combate sobrevolando Estambul y con algunas bombas y disparos. Era el 15 de julio de 2016 y su autora, Ece Temelkuran, contemplaba a través de una ventana el desarrollo del intento de golpe de Estado que Erdogan terminó sofocando en pocas horas y que, al final, le proporcionó la excusa para activar un engranaje de detenciones de los “sublevados” y una serie de purgas a los opositores a su régimen. ¿Cómo se llegó a semejante situación? “El populismo y el nacionalismo corroyeron el sistema y derivaron en tentación autoritaria”, subraya Temelkuran en su libro, y enseguida resume y señala, a manera de denuncia y antídoto, los siete pasos que desde su perspectiva son necesarios para llevar a un país de la democracia a la dictadura: crear un movimiento político-social, atentar contra el lenguaje, apostar por la posverdad, desmantelar los mecanismos judiciales y políticos, diseñar tu propio modelo de ciudadano, dejar que ese ciudadano se ría del horror y construir tu propio país a tu medida. Aunque reconoce que cada país tiene su propio conjunto de condiciones peculiares, y que algunos de ellos deciden creer que la madurez de su democracia y sus sólidas instituciones estatales los protegerán de tales “complicaciones”, la escritora advierte que si esto ha sido posible en Turquía puede suceder en casi cualquier país. Según su análisis, los movimientos políticos que últimamente seducen a los habitantes de Occidente son promesas de transición “de la realidad a la potencialidad”, y pretenden diferenciarse de los partidos políticos tradicionales, los cuales operan en el marco de “la realidad”, siguiendo las reglas del juego y manteniéndose inmóviles. Esa es la razón por la que en muchos lugares del mundo, incluidos los países con instituciones democráticas aparentemente fuertes, se agrupa la gente en torno a líderes populistas para avanzar juntos y atacar al “sistema”. Así, la conjugación de los siete pasos estipulados en Cómo perder un país hoy tiene lugar en países como Venezuela y Hungría, y hay señales de alarma en los Estados Unidos de Donald Trump, en el Brasil de Jair Bolsonaro, en la Gran Bretaña del Brexit y en la Europa de la ultraderecha. “Todo ello en un contexto en el que muchas personas consideran que han perdido su dignidad y están furiosas porque se sienten engañadas. Y esto explica por qué están tan deseosas de dejarse convencer por remedios que son demasiado simplones y aferrarse a falsas esperanzas. Están listas para levantarse y seguir a estos nuevos héroes que les prometen recuperar la grandeza perdida”, explica en su ensayo quien es una de las columnistas políticas más leídas en su país. (V. N. J.)

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Élmer Mendoza muestra su zozobra y desaliento por el cerco que sufrió Culiacán, y condena el fallido operativo federal

“El Presidente debería sentirse avergonzado”

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HÉCTOR GONZÁLEZ FOTOGRAFÍA JORGE CARBALLO

media tarde del jueves 17 de octubre, Élmer Mendoza (1949) comenzó a recibir, a través del teléfono celular, mensajes, videos y audios de un enfrentamiento en Culiacán. Se encontraba en la Ciudad de México y a distancia siguió las incidencias de un operativo fallido contra Ovidio Guzmán. Veinticuatro horas después, uno de los representantes más abusados del género negro de nuestro país regresó a casa. Cinco días más tarde, recibió la noticia de que obtuvo el Premio Sinaloa de las Letras 2019. La alegría propia del reconocimiento todavía está empañada por la zozobra en las calles culichis. “La verdad, el galardón me toma muy crispado debido a lo que estamos viviendo”, reconoce en entrevista el autor de El asesino solitario. Con el anuncio del premio ¿se siente profeta en su tierra? Fui educado para cumplir con mis obligaciones de la mejor manera posible. Si sacaba un 10 en la escuela mi pa-

pá a veces me daba una palmada, pero con la conciencia de que era mi obligación. Por supuesto, un reconocimiento de Sinaloa me impacta y sacude; no obstante, también me toma muy crispado por la situación que estamos viviendo. Prefiero asimilarlo con seriedad y con el gusto de quien, quizá de manera romántica, ha tratado de poner a su ciudad en el mapa cultural. Y no le viene mal a Culiacán. Apenas hace unos días estuvo en el mapa, pero de la nota roja. Un día después del operativo percibí entre los culichis mucho enojo y desesperanza por las políticas del gobierno federal. Tenemos la decisión de no entregar la ciudad, pero el coraje no se nos quita. No consideraron que somos un millón de habitantes; estúpidamente, el gobierno federal hizo un operativo sin pensarlo bien. No utilizaron los elementos usuales para una acción de esa naturaleza. No tenían helicópteros. No bloquearon el acceso a internet. Pareciera que no tenían conocimiento de la ciudad. No midieron la gravedad de las cosas y nos expusieron con todo y niños, mujeres y ancianos. ¿Recuerda un episodio similar? En 2017 hubo un enfrentamiento entre bandas a la entrada de la ciudad. Fue detonado también por una cap-

tura. Murieron efectivos del ejército, pero entonces vino Peña Nieto. Ahora el presidente prefirió ir a Oaxaca para que le pusieran un collarcito. ¿Le decepcionó el presidente? Siempre he tenido una vocación democrática y reconozco al candidato electo como mi presidente. Si anuncian una política en materia de seguridad, educación, etcétera, suelo pensar que fue diseñada por expertos y que en base a la realidad nos llevará a un estado mejor. Sin embargo, cuando López Obrador eliminó la policía federal y al Cisen, me entró la duda sobre si era lo correcto dado que ambas instancias contaban con áreas de inteligencia. Conozco militares y marinos que han puesto en duda el funcionamiento de la nueva estrategia de seguridad. Lo ocurrido hace unos días fue totalmente adverso y no creo que el ejército fuera el culpable. Ellos están acostumbrados a recibir órdenes y su comandante supremo es el presidente. Me pareció correcto liberar al hijo del Chapo, pero eso no los exime del error en el operativo. Es una circunstancia muy compleja y

Saldo del enfrentamiento entre fuerzas de seguridad y bandas delincuenciales el 17 de octubre en Culiacán.

“Pareciera que los delincuentes se animan más y nosotros nos sentimos más inseguros”

el presidente debe asumir que a veces las personas fallan y que si no están capacitadas para enfrentar el reto deben ser sustituidas. En un artículo le exigió al presidente que no intente justificar lo que no tiene remedio. ¿A qué se refiere? El presidente dijo que liberar a Ovidio Guzmán fue una decisión humanista y difícil. No coincido con él. Tal vez fue humanista, pero era la alternativa más sencilla. Está claro que México no es un país de leyes y no habla nada bien de un gobierno que libere a un delincuente. Las armas de repetición son aterradoras. Con todo respeto, debe ponerse a trabajar y hacer a un lado las mañaneras. Por la forma en que ganó las elecciones, la autopromoción no le hace falta. Este país necesita de todos incluyendo a un presidente que use su inteligencia y la de todo su gabinete. ¿Cómo convive Culiacán con la inseguridad y el miedo? No nos gusta vivir en el terror y menos entregar la ciudad. A excepción del viernes, en los días siguientes la gente abrió sus negocios y salió a la calle. Mañana domingo se realizará la marcha Culiacán valiente, organizada por estudiantes de todas las escuelas. Queremos nuestra ciudad y desde luego necesitamos que el gobierno federal


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CRÓNICA

Desde un búnker imaginario

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esté presente, pero no solo para realizar retenes sino para que en verdad nos cuide. Culiacán es una ciudad que aprendió a vivir con el narco. ¿Cómo interpreta que la familia del Chapo Guzmán reconociera al presidente como un humanista? Es de risa, entre eso y la llamada de Trump, el presidente debería sentirse avergonzado. Me parece que a muchos ciudadanos nos sorprendió el poder de los criminales y su nivel de eficacia. Nos asusta porque si bien sabemos que los narcos sinaloenses aman la región, su música y su comida, desconocíamos la cantidad de gente que manejan y la calidad de su armamento. Nuestro gobierno tiene que tomar medidas serias y bien planificadas. ¿La realidad superó a la ficción? Me ha tocado ver cadáveres y balaceras, pero esto era otra cosa. Un operativo de combate y una enorme capacidad de negociación. Aplaudimos la decisión de proteger a los familiares de los militares, pero cuestionamos la ejecución del operativo. ¿La liberación de Ovidio Guzmán le produce desamparo? Sí, pero no solo a mí, también a la gente que le he preguntado. Apenas ha

pasado una semana y parece que hay más cobro por derecho de piso y secuestros. Pareciera que los delincuentes se animan más y nosotros nos sentimos más inseguros. Por supuesto, no nos daremos por vencidos y seguiremos exigiendo que se refuerce el sistema de seguridad. Si tiene que venir la Guardia Nacional, que lo haga, pero bien preparada. Su literatura está llena de alusiones a la violencia, Culiacán y al narcotráfico, ¿Qué efectos creativos le suponen estos sucesos? Esto me dejó absolutamente pasmado y olvídate de que yo escriba al respecto. No puedo dejar un registro de la indefensión y vergüenza que me produce el gobierno de mi país. Además, liberaron a cincuenta y tantos presos. ¡Imagínate! Seguiré trabajando a partir de realidades, pero esto ni me estimula ni me provoca. No pienso heredar a mis nietos una novela donde mi ciudad luzca como una zona de guerra. ¿Qué papel debería tener el arte y las industrias del entretenimiento ante sucesos como éstos? La industria no tiene que ver con el arte. Las narcoseries o narcopelículas no aportan nada estéticamente. El arte es otra cosa y por supuesto la angustia y el terror son susceptibles de recibir un tra-

tamiento. No dudo que alguien pueda escribir una obra de autoficción a partir de lo sucedido hace unos días, pero no seré yo. El arte en zonas como la nuestra sigue siendo un instrumento de defensa muy fuerte. En Sinaloa, afortunadamente, hay una importante cartelera de cultura y espectáculos. Aquí eso no se va a detener, porque es de los bastiones que nos hacen invencibles. ¿Por dónde empezar a atajar un problema como éste? Su próxima acción debe ser exitosa. Los mexicanos sabemos que no es fácil y que llevamos sexenios de impunidad y corrupción, pero las autoridades tampoco pueden darse por sorprendidas, como si no supieran en lo que se estaban metiendo. México necesita políticas que combinen la mano dura con el humanismo. ¿Cómo combinar ambas rutas? En Saltillo tienen un gabinete de seguridad. Trabajan todos los días y con el tiempo han logrado convencer a la población para participar. Ahí la gente ya se atreve a llamar a las autoridades cuando percibe algo raro. En Culiacán no hemos dado ese paso; todavía nos preocupa que suelten al delincuente y nos busque para tomar represalias, y el gobierno de López Obrador debería estudiar esos casos.

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JUAN ESMERIO

a casa donde me resguardé perteneció a un hombre que vendió tres mil cabezas de ganado para construirla. Antes ese hombre, cuyo alias aún resplandece, engordó y arreó el hato durante tres días por la Sierra Madre Occidental. Lo acompañaron un par de vaqueros y un perro, y viajaron desarmados. No había carretera a Culiacán en ese entonces. Estuve atento a través del WhatsApp. Mis compañeros de refugio pertenecían a grupos diversos. Estar en una casa segura no me preservó de esa otra batalla, de esos reportes de guerra que registraban los avances de un solo bando. Ver esos videos y oír esos audios fue tóxico: descubrir que había quien tomaba partido. No hace falta decir a favor de quién. Todo es posible en una batalla. Incluso hay espacio para las bromas. Hubo un audio apócrifo, revelador: se requería quien tomara las armas. Se ofrecían un rifle de asalto al instante y sueldo atractivo, en dos pagos. Había que ser joven, adolescente incluso, para reclamar la oferta. Los videos y audios hablaban de una marcha de hombres armados de sur a norte, en sentido contrario a los desfiles cívicos y militares del 20 de noviembre. Llegaron del otro lado del río, un flanco frágil desde siempre. Luego desde otras zonas periféricas de la ciudad. Y la amenaza mayor: que llegarían de otras regiones: de la montaña, de la costa, de las ciudades vecinas. Se trataba de un cerco perfecto. Vivimos en un valle, un valle afortunado, donde esos trazos guerreros son posibles. Se trataba además de una aspiración a la ubicuidad muy realizable. Sabemos de ella desde hace muchos años. Conocemos ese poder, a cambio de guardar silencio —por razones de vida—. Nos aterraba, más que sorprendernos, esa capacidad de desdoblarse. El tono de la voz que hablaba se expresó, como nunca antes, en un tono incontestable, propio de un don de mando tramontano. En el éxito de la negociación le iba la vida. Hay una ligera variación en el ruido de una munición cuando ésta viaja al espacio o cuando rompe la gravedad en sentido horizontal. Se desarrolla cierto oído a fuerza de escuchar, se identifican calibres, y durante horas oímos pegando el oído a la pared. ¿Cuántos están listos para un relevo cuando sea necesario? Legiones, a juzgar por la actitud de los jóvenes que vimos en los videos. También la sociedad fue legión. Nunca sabremos cuánta gente abrió sus casas y alojó a los transeúntes que zozobraban en la angustia. Me asomé por el búnker imaginario: una anciana oriental caminaba por la calle sin saber lo que estaba pasando. Me pregunté si en algún momento conecté con ella. Fui afortunado: el asedio no me alcanzó en la calle. Un asedio que recuerda el de las tropas de Ramón F. Iturbe durante la Revolución. Se disparó, cálculos someros, el equivalente a tres veladas de año nuevo. Eso es mucho decir. La historia del hombre que arreó su ganado habría encantado a Juan Rulfo. Ahora no es una historia que inspire. El esforzado Sísifo dejó su sitio al belicoso Ares.

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TERTULIA

26 DE OCTUBRE 2019

PERSONERÍO

ENTREVISTA

Un milagro secreto

Y

JOSÉ DE LA COLINA

o tenía una gatita muy querida a la que acariciaba a escondidas, pues se me decía que un hombre no debe exhibir sentimientos tiernos. Ciertamente no era una criatura vulgar. Cuando le acariciaba las tetillas, su ronroneo tenía algo del jadear de las mujeres en el placer, y en sus verdes pupilas tras los párpados entrecerrados yo podía leer verdaderos pensamientos. Un día me pareció que su maullido alcanzaba las modulaciones del lenguaje humano. “Insiste un poco, mi gatita”, le dije, porque le hablaba como a un niño y absurdamente creía que un día lograría hablar. Traté de persuadirla con argumentos fáciles que halagaran su coquetería: “Piensa, mi pequeña, en el éxito que tendrías entre la gente si llegaras a decir verdaderas palabras…”. Y la acaricié y estimulé tanto que por fin me respondió con una voz de niña mimada: “Yo quisiera hablar, pero solo para ti, y sin que se enteren los otros”. ¡Oh, la profundidad de mi alegría ante aquel milagro que debía mantenerse en secreto! “La chatte”, en Mémoires de l’ombre, de Marcel Béalu (versión de J. de la C.). El francés Marcel Béalu (1908-1993), librero, poeta, narrador, ensayista, pintor de domingo, es autor, en prosa, de Mémoires de l’ombre, L’expérience de la nuit, L’araignée de l’eau, y, en verso, de Coeur vivant y Ocarina. Su librería del Quartier Latin, especializada en literatura fantástica y esotérica y en obras inencontrables y “malditas”, se llamaba Le Pont Traversé porque en su adolescencia le había impresionado, “hasta el delirio y el insomnio”, un célebre letrero de Nosferatu, el filme silencioso de Friedrich Murnau: “Al pasar el puente, los fantasmas le salieron al encuentro”. Un puente es un lugar de paso entre dos orillas que pueden ser tan diferentes y aun contrarias como el anverso y el reverso de la inquietante cinta de Moebius, que, al retorcerse y unirse invertidos por sus extremos, para formar un ocho horizontal, se convierten en una sola superficie. Y si un fantasma puede ser una impalpable y apenas visible criatura menos fantasmal que fantasmagórica, podría decirse que la literatura fantástica de Béalu se desarrolla en ese lugar de transición entre la vigilia y el ensueño. Lo fantástico de sus cuentos de una página o de página y media, que son a la vez poemas-enprosa, ocurre en una dimensión interior en la que rigen los poderes del ensueño, de la pesadilla y el delirio, de modo que, en apenas el tiempo de un parpadeo, o a través de un sutil puente de pasos entre las dos orillas, la realidad “común y corriente” se abre a una inquietante otra realidad. Una otredad deseada o temida, o que es las dos cosas a la vez. “La chatte” es uno de los cuentos (¿o poemas?) de Béalu en los que el mundo evocado comienza siendo creíble para el lector. Al principio nada allí sería inquietante o siquiera asombroso, pero en algún punto apenas perceptible surge de repente un pequeño detalle que hace deslizarse el asunto hacia un hecho extraño que el lector, ya hipnotizado por la tersa escritura, acepta como verosímil y posible. Acaso es un extraño maullido… Y todos en alguna alta noche hemos oído a algún solitario gato de azotea maullar una larga y ondulante melopea que se parece al habla o al canto (a un cante flamenco, por ejemplo). Y entonces hemos pensado que desde el animal está manifestándose otro ser.

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El autor de Uno conejo/ce tochtli, novela publicada por Nieve de Chamoy.

Mario González Suárez

“El gran problema de México es racial”

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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA H. G.

ntre el pasado indígena y el presente mexicano hay una deuda pendiente. Para Mario González Suárez (Ciudad de México, 1964), nos falta asumir la barbarie de la era prehispánica para comprender la violencia que hoy vivimos. Alrededor de esto circula Uno conejo/ ce tochtli (Nieve de Chamoy), una novela que circula en dos formatos: el primero respeta la manufactura de un códice y consta de 300 ejemplares; el segundo es fiel al libro tradicional pero dividido en dos partes. González Suárez echó mano de la figura del tlacuilo para darle sentido a una narración que parte del último día de Tenochtitlan y llega hasta la actualidad. ¿Desde la concepción del libro tenía pensado darle la estructura de un códice? El formato se definió sobre la marcha. Comencé escribiendo una novela que actualizaba el mundo prehispánico y particularmente Tenochitlan; eso es Uno conejo. En el camino apareció ce tochtli, la otra parte. Una novela no puede ser algo premeditado. Durante el proceso creativo encuentra su forma y por lo tanto se define. A partir de la caída de Tenochtitlan, abordada en Uno conejo, tiende un puente con el presente. ¿En qué términos es posible esta relación? Uno conejo cierra la tetralogía sobre México que empecé con De la infan-

cia, y siguió con A webo, padrino y Faustina. Me faltaba amarrar nuestro presente con el pasado indígena. En realidad el pasado indígena es algo no resuelto. Se mantiene abierto y se postergó con la revolución. Para mí, la Revolución mexicana no fue socialista, sino burguesa. Los verdaderos oprimidos fueron los herederos del despojo de la Conquista: los indígenas, los campesinos y la enorme caterva de peones y desocupados. El PRI obvió ese asunto y vendió la idea de un aparente México sin clases sociales, postergando así el asunto indígena. Usted traduce el asunto indígena en un conflicto racial. La Conquista nos dejó un conflicto racial no resuelto, postergado y edulcorado. Al mirar el pasado nos parece esplendoroso, pero lo cierto es que fue terrorífico y no lo hemos asumido. Yo quería explorar el México prehispánico desde el presente y esa es la búsqueda manifiesta en Uno conejo. Que coincide además con un periodo actual de refundación. Nominalmente hay una transformación, pero creo que es la parte final de

“Al mirar el pasado indígena nos parece esplendoroso, pero lo cierto es que fue terrorífico”

la decadencia del PRI. No sé cómo terminará todo esto, pero el tema racial que se postergó durante más de un siglo ya nos explotó. El gran problema de México no es de clases sociales, sino racial. En su relato, la aproximación al pasado indígena es cruda y violenta. El mundo indígena está idealizado. Empezando por los doctores de la UNAM, suele verse como un bailable permanente, donde todo es tomar champurrado, oler flores y cantar poemas. Desde luego hay un pasado esplendoroso, pero la realidad es que en la sociedad convivía la exquisitez y la opulencia con la barbarie sanguinaria y la antropofagia. Esa es la parte que nunca le gustó al PRI. Podríamos comparar la Triple Alianza de Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco con el dominio de cárteles aliados a los que todo mundo debía pagar tributo o derecho de piso. En la tetralogía que ahora cierra, hay también una búsqueda por medio del lenguaje. Tal vez A webo, padrino y Uno conejo son los más radicales en ese sentido. Lo fundamental de la narrativa no es el tema, ni la historia, sino el narrador visto como alguien que usa una lengua viva. Todavía hay quien escribe la novela de la Revolución mexicana con esa idea decimonónica del narrador omnisciente. La narrativa es una cosa viva que requiere de un lenguaje vital y depurado por el trabajo literario.

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EN LIBRERÍAS

26 DE OCTUBRE 2019

NARRATIVA, ENSAYO Todo sobre nosotras

Los recuerdos del porvenir

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POESÍA EN SEGUNDOS Alguien camina sobre tu tumba

Cortés y Moctezuma: el poema imposible VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

E Mónica Lavín Planeta México, 2019 197 páginas

Elena Garro Alfaguara México, 2019 352 páginas

Mariana Enríquez Antílope México, 2019 268 páginas

“Todas habían puesto su amistad por encima de cualquier otro argumento”, leemos en las páginas iniciales de esta novela en la que concurren tres mujeres después de una ausencia de treinta años marcada por el terremoto de 1985. El reencuentro sirve para llenar los vacíos acumulados durante ese tiempo y para revivir los mejores años. Lavín consigue un retrato de la solidaridad femenina y una exploración psicológica que se concentra en la vulnerabilidad de los afectos.

Nueva edición de esta obra clásica de la literatura hispanoamericana. La acción ocurre en Ixtepec, un pueblo de Tierra Caliente, y tiene como trasfondo el periodo posrevolucionario. Desfilan personajes de diferentes capas sociales. Una de las historias que han llamado más la atención es la del conflictivo amor entre Julia Andrade y Felipe Hurtado. El libro incluye ensayos de Gabriela Cabezón Cámara, Isabel Mellado, Lara Moreno, Guadalupe Nettel y Carolina Sanín.

Tan extraño como atractivo, este rosario de crónicas nace de la afición de la escritora argentina por los cementerios y sus alrededores. Ahí están, por ejemplo, los de Belén y Mezquitán en Guadalajara; el de Spring Grove en Ohio, el de Staglieno en Génova o el de Memphis, donde descansan los restos de Elvis Presley. El mayor atractivo está en la capacidad de Enríquez para ver y registrar lo que parece intrascendente y termina ocupando el centro de su relato.

Diario negro de Buenos Aires

Revista de la Universidad de México

Federico Bonasso Reservoir Books México, 2019 160 páginas

Núm. 853 UNAM México, octubre de 2019 156 páginas

En nuestro país, el argenmex Federico Bonasso es más conocido como músico, pero la literatura es su primera vocación. En este libro expone, como señalan los editores, “la identidad dividida de todo exiliado”. Desde el principio esta sensación se encuentra presente: “No sé por qué he regresado a Buenos Aires”, comienza diciendo y conforme se adentra en sus páginas el lector se da cuenta que este diario es la aproximación a una respuesta que el autor se da a sí mismo.

En su más reciente edición, la revista dirigida por Guadalupe Nettel se concentra en la infancia, esa etapa que marca una estructura psicológica y un destino. El lector hallará ensayos de Lina Meruane, Naief Yehya, Mario Luis Fuentes y Luis Zambrano, entre otros. Además, encontrará una entrevista con Liliana Colanzi y un acercamiento a la nueva política migratoria en México a cargo de Ana Lorena Delgadillo. El número cierra con la sección de crítica.

n los últimos años han surgido nuevos retratos de Hernán Cortés y de Moctezuma. Ya no son simplemente los villanos de un cuento malhadado: ni el atroz civilizador de un sangriento edén naíf ni el rey nativo acobardado ante lo desconocido. El gran tratado biográfico de José Luis Martínez sobre el conquistador de México y, necesariamente, sobre el príncipe mexica, ha favorecido lecturas minuciosas y diferentes. Éstas, si no encarnado, sí han reflorecido de manera especial en Cortés de Christian Duverger y en Cuando Moctezuma conoció a Cortés de Matthew Restall. Lo asombroso es que cada una de ellas nos da, de manera rigurosa, dos imágenes inéditas del capitán español y del tlatoani. En Duverger, Cortés aparece como la prefiguración del futuro mexicano por la decisión del propio extremeño de asumir, no solo el mestizaje, sino las formas mismas de Mesoamérica; y Moctezuma, como un jugador extraviado en su grave tablero movedizo. En cambio, en Restall, Cortés emerge como un dirigente abrumado, perdido, sin control de la situación y en manos de un Moctezuma astuto, resuelto y muy sofisticado. Quién tiene la razón, no importa. Lo significativo estriba en que estos retratos nos permiten imaginar el poema prodigioso que nunca nadie escribió y que probablemente nadie escribirá. Los intentos del siglo XVI, aunque interesantes, son fallidos. Ni Terrazas, ni Guzmán, ni Zapata, ni Lasso de la Vega lo lograron en sus largos poemas en octavas reales. Tampoco, en el siglo XIX, lo consiguió Rodríguez Galván. Quizá los mejores poemas sean “La hora de Anáhuac” de Reyes y el “Cántaro roto” de Paz y, sobre todo, la visión dramática —simultaneísta— de López Velarde sobre Cuauhtémoc en La suave Patria. ¿Por qué ningún poeta ha sido capaz de pintar y comprender ese gran momento del 8 de noviembre de 1519, cuando Cortés y Moctezuma se vieron cara a cara, después de contemplarse como en un espejo en los mensajes, las embajadas, los regalos, las batallas y los dibujos hablados que recibían uno y otro? Al cruzar entre los volcanes, Cortés ve una ciudad de rascacielos en un lago y Moctezuma una hueste de destellos plateados y venados gigantes; después, al salir de Iztapalapa, Cortés observa una enorme calzada como una autopista y Moctezuma —o sus sacerdotes desde el teocalli— filas de ocho ciervos ciclópeos en el fondo; y, luego, al encontrarse en las puertas de México-Tenochtitlan, rodeados por una multitud silenciosa, el histórico, el mítico instante en que Cortés descabalga con sus botas de soldado y Moctezuma desciende de la silla con sus sandalias de oro. El español se acerca, con Malintzin detrás, al rey mexicano para abrazarlo; los señores mexicas impiden que lo toque... pero, en el desconcierto, Moctezuma acepta el abrazo y entonces sucede —Malintzin lo preside— el intercambio bello y cruel de diademas con flores y caracoles de oro por cuentas de vidrio. La ecuación del engaño y la majestad.

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ARTE

26 DE OCTUBRE 2019

MEMORIA

Aceves Navarro: lo que conmueve El pintor, quien murió el 20 de octubre, deja la huella de su magisterio y su obra neofigurativa

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ilberto Aceves Navarro fue un chilango de la colonia Roma, donde nació el 24 de septiembre de 1931. Disfrutó caminar sus calles de la misma manera que recorrió congales con alumnos-amigos y gozó las clases de arte donde formó a cientos de jóvenes tanto en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP, hoy Facultad de Artes y Diseño) de la UNAM como en su taller de la calle de Monterrey, inmerso en la caótica locura de la creación desde 1998. Su interés en el arte de clásicos como Velázquez y Durero lo llevó a crear series en las que hizo paráfrasis y homenajes con plena libertad, como se advierte en Durero. Variaciones. 60 óleos 1977-78, que se presentó en el Museo de Arte Moderno y sobre la que Fernando Gamboa, su entonces director, escribió: Aceves Navarro “incursiona en el más avanzado neofigurativismo cromático y gestual, con la deformación expresionista de la figura”. Gamboa lo admiraba y lo invitó a participar en los pabellones de México en las ferias mundiales de San Antonio, Estados Unidos (con Poema floral, 1968) y Osaka, Japón (1970), con su célebre Yo canto a Vietnam, mural que se encuentra en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez en Zacatecas. Luego de una estancia de cuatro años en Los Ángeles, en la década de 1960 —donde llegó a firmar como Giorgio Lanid para vender obra abstracta—, Aceves Navarro retornó a la Ciudad de México en 1968, participando, con Manuel Felguérez y otros colegas, en las protestas político-artísticas que tuvieron lugar durante el movimiento estudiantil. En 1969, como parte del segundo Salón Independiente, realizó su Canto triste por Biafra, el políptico de cinco piezas situado entre sus piezas “consentidas” y que forma parte de la colección del Museo de Arte Moderno.

El maestro

Gabriel Macotela fue su alumno y amigo cercano durante 40 años. Al hablar de él, la primera imagen que le viene a la mente es la noche en que lo llevó por primera vez a su taller de la colonia Roma, en una esquina ruidosa, como la vida misma del escultor. “Yo era muy joven cuando lo conocí y le ayudaba a hacer los bastidores —dice Macotela—. Quizá por la ausencia de padre, me agarré a él y se convirtió en una especie de mentor metiche que nos enseñó de todo, hasta fumar marihuana. Era feliz haciendo un cuadro

ANGÉLICA ABELLEYRA FOTOGRAFÍA PAOLA GARCÍA/ ARCHIVO MILENIO

la figuración algo sui géneris, amalgama de hombres, mujeres y animales; su loco manejo del color; el uso libre de los materiales y su lógica de composición que me costaba entender”.

El dibujante

oyendo a José Alfredo Jiménez pero también pop y jazz. Su madre había sido cantante de ópera y él amaba el género: era fanático de Pavarotti y cada año se iba a disfrutar de la temporada de ópera en Nueva York. Para mí fue la gloria cuando hizo que me saliera de La Esmeralda y entrara a sus clases en San Carlos. Su método de enseñanza era muy loco porque te hacía descubrirte al darte la libertad de ir creando tu propio lenguaje. Sus ejercicios siempre eran lúdicos: dibujar sin ver, tocar los objetos con los ojos cerrados, imaginar… Yo digo que era como una especie de terapia plástica y por eso estuvimos cerca tantos pintores. En México no existe otro artista que haya sumado a tantos, como él”. Aunque en 1952 fue ayudante de Siqueiros en los murales de la rectoría

Conocedor de la historia del arte, el maestro encontraba en Durero una figura capital

en Ciudad Universitaria, Aceves también fue parte del grupo que se plantó contra el oficialismo de la llamada Escuela Mexicana de Pintura en la que Siqueiros era parte medular junto con Diego Rivera y José Clemente Orozco. Frente a esa trilogía, Aceves integró la Ruptura, donde figuraban Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Alberto Gironella, José Luis Cuevas... De acuerdo con Macotela, el reconocimiento al trabajo de Aceves Navarro ha sido menos pródigo que el generado hacia sus contemporáneos. “Creo que se debe a que Gilberto tuvo reticencia hacia las élites intelectuales. No le importaba quedar bien ni con Paz ni con ninguno de esos personajes. Le interesaban los jóvenes, los procesos lúdicos, la fiesta, conocer su ciudad. Le interesaba el arte, dibujar a toneladas, diario y frenéticamente”. “¿Que cuál fue mi aprendizaje con Aceves Navarro? Todo —afirma el pintor—. Y enlisto: estar contento hasta el final de la vida; la poética de su pintura, la libertad infinita para hacer de

Una de las aproximaciones sobre el Aceves Navarro dibujante corrió a cargo de la crítica de arte Raquel Tibol. En su libro Dibujo en México (Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa, 1978), analizó no solo las dotes creativas de Aceves sino que abordó los alcances en el rubro de José Luis Cuevas, Pedro Friedeberg, Francisco Icaza, Rogelio Naranjo, Vlady y Héctor Xavier. Situó a Aceves en su calidad de autor que se regodeó en la confección de líneas, convertidas en su lenguaje primordial, expresión en sí misma y sin límites. “Como lo demuestra su obra, él navega en el desorden; es su forma de comportamiento para romper con los patrones tradicionales”, escribió Tibol en este volumen que resulta inconseguible, dada su limitada edición y su escasa distribución hace cuatro décadas. Profundo conocedor de la historia del arte, el maestro encontraba en Durero una figura capital. “Fue una de las mentes más claras de todas las épocas por haber brindado soluciones claras a problemas pictóricos y dibujísticos. En ocasiones me siento llevado de la mano por él cuando busco resolver ciertos problemas”, decía. Y además de figuras nodales en la plástica, la literatura se le convirtió en fuente de la cual abrevar: “Uno de los libros que más me han impactado es Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Las ideas que derivo de algunos libros en cierto modo motivan mi pintura y me brindan el reto para seguir adelante”, afirmaba de la lectura sobre la alquimia y lo fantástico que le sumaron conocimiento. “Como artista no me interesa reflejar nada porque no soy espejo. Lo que me importa es lo que me conmueve”, decía con humor al rechazar la concepción renacentista del dibujo como reflejo de la realidad del mundo. Y es que con su imaginación, Aceves Navarro sobrepasó con creces la llana capacidad de retratar lo que sus ojos veían y sin límites de por medio se procuró de las herramientas formales y emocionales para conmover y conmoverse mediante la pintura, la escultura y el dibujo que dan vida a sus universos tan singulares como enloquecidos. Una locura que innova, entusiasma, divierte, desafía y nos otorga el derecho de ser mejores.

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ESCENARIOS

26 DE OCTUBRE 2019

PERIPECIA

DOBLE FILO

Alicia Alonso: amor al arte FERNANDO FIGUEROA

H Artaud. ¿Cuánto pesa una nube? se presenta de jueves a domingo en el Teatro Santa Catarina.

El cuerpo: laberinto de dolencias y adicciones

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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA MIGUEL DÍAZ

os piezas de madera, que podrían simular dos puertas sin picaporte, marcan el límite de un espacio vacío detrás y delante. Una mujer y un hombre, a cada extremo, sentados ante su consola de sonido y bajo una gran lámpara de metal, emiten efectos sonoros de lejanía, ruidos, notas que se diluyen o se agigantan. Pareciera que el espacio se incrusta en la atemporalidad, como si Antonin Artaud, y su madre, que durante unos minutos se pregunta por su hijo, hubieran atravesado el tiempo. Artaud dialoga desde su angustia con espectadores que, como él, se hallan en un espacio poblado por sonidos que dulcifican, distorsionan, alteran, como la presencia del personaje que habla de su cuerpo, laberinto de dolencias y adicciones, de un espíritu que se ausenta y de la conciencia, en una mezcla de tornado filosófico que no se detiene. Clarissa Malheiros y Juliana Faesler, quienes conforman La Máquina de Teatro, han invertido cinco años en crear la Serie de encarnaciones filosóficas, que integran Kafka. Donde estás, están todos los mundos, Pessoa. La hora del diablo y Artaud. ¿Cuánto pesa una nube?, montaje que hace un recorrido simbólico por el universo del fundador del Teatro de la Crueldad, autor de El teatro y su doble y de Viaje al país de los tarahumaras. El personaje, sujeto a la tensión que proyecta el cuerpo de la actriz Clarissa Malheiros, se revela como el hombre visionario, atravesado por

una lucidez cosida a la locura, que habla a torrentes de una existencia en pugna constante entre el espíritu y el cuerpo, donde cabe la contradicción de una mente que cuestiona la superficialidad humana. Micrófonos que aluden a los programas de radio que emitieron la voz descascarada de quien soportó nueve años internado en un hospital psiquiátrico, dos camas de hospital que contienen la sábana a la espera del paciente, tanto como paquetes roídos de viejas cartas que tapizan el colchón entero de la cárcel blanda para el cuerpo destrozado, entran y salen del escenario. Antonin Artaud (1896-1948) se mira en los ojos de su doble, un muñeco tamaño natural, que con el cabello cano y los ojos abiertos refleja la imagen de un Artaud petrificado, que le devuelve al crispado Artaud el silencio que no le permite la mente y la certeza de que “el opio le devuelve el alma a quien la ha perdido”. La dramaturgia de Malheiros, creada a partir de textos de Artaud, Florence de Mèredieu, Gonçalo de Tavares y Ludwig Wittgenstein, hace hablar al mítico personaje sobre cultura, poesía, teatro, el infinito, de su viaje a México y de las cartas escritas

Artaud se revela como un visionario, atravesado por una lucidez cosida a la locura

desde un dolor físico sin pausa y una lógica aplastante. Fiel al universo del artista francés, la cascada de textos cae nutrida de un significado que la actriz expele a cada paso, en cada palabra y movimiento, sobre un escenario donde los músicos dimensionan los sonidos y dan movimiento a la marioneta. Artaud. ¿Cuánto pesa una nube? es un montaje profesional en el que la colaboración de Malheiros y Faesler da un giro de madurez y explora un teatro detonador que lanza preguntas y signos alarmantes sobre una sociedad petrificada en la indiferencia. El diseño sonoro de Malheiros, que transporta al espectador al no tiempo en un espacio oscuro y abierto, que articula la iluminación geométrica de José María Francos, el vestuario de Cristina Faesler, quien diseña con sobriedad y elegancia las prendas de los músicos, mientras resuelve con traje oscuro la imagen de un Artaud cómodo en su desaliño, con rastros de elegancia, así como la actuación de Malheiros, Sol Sánchez y José Gómez Cobián, quien alterna con Fidel Nah, crean un experiencia escénica que escapa de lo habitual. El montaje, que cobra tintes de performance, de instalación, de concierto electrónico, de monólogo y de discurso escénico, concentra las obsesiones de Artaud, centradas en los límites del cuerpo y el espíritu, ante una sociedad al acoso del ser humano y del hombre que se propuso “asesinar al lenguaje verbal, padre de todas nuestras confusiones”.

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ace ya un cuarto de siglo, el Ballet Nacional de Cuba se presentó en el Festival Acapulco 94. En el aeropuerto del entonces DF abordé de forma imprudente a la directora de esa agrupación, Alicia Alonso (1920-2019); la prima ballerina assoluta fue muy amable al contestar mientras caminábamos por los pasillos. ¿Qué le parece esto que escribió Eliseo Diego acerca de usted: “Tramando tus divinas aventuras/ sobre el borde insaciable de la nada”? Es una manera poética de ver mi forma de bailar, mi vida en sí. En las culturas prehispánicas se creía que, al dejar de pisar la tierra, cambia la percepción del mundo. ¿Eso les sucede a los bailarines? El hecho de ser artista da una visión muy amplia, vemos el mundo como una sola cosa, sin peleas ni avaricia. También los cosmonautas son envidiables porque desde el espacio pueden ver con claridad qué tan chiquiticos somos y cuán grande es todo. Usted dice que se pasó media vida perfeccionando su baile. ¿El espectador debe hacer algo parecido? Mientras más ve, más entiende y más le gusta. ¿Qué pasa si un campesino entra a ver un ballet? ¡Le encanta! Alejo Carpentier hablaba de unos indios del Mato Grosso, que los llevaron a la ciudad; todo lo miraban y nada les llamaba la atención. Los llevaron al ballet y no dijeron nada, pero a medianoche tenían un gran alboroto porque estaban tratando de imitar el baile. ¿Cómo recuerda a Carpentier? Muy hablador, con una memoria fabulosa, siempre ávido de saber de uno. ¿Al crear una coreografía usted se convierte en una especie de arqueóloga? En un momento fui una arqueóloga muy rudimentaria. Fuimos a los mogotes de Pinar del Río y estuve buscando piedras y cosas. Me encanta todo lo que es pasado y futuro. ¿Cómo disciplinar a una niña en el ballet? Le tiene que gustar y que tenga facilidad, sin obligarla. Marcel Marceau dice que la libertad es el triunfo de la disciplina. Y de la responsabilidad. ¿Usted perdió su infancia con el ballet? Yo gocé mi infancia. Para mí lo más maravilloso era bailar. ¿Técnica o pasión? La técnica es el instrumento de expresión; la pasión es el amor al arte. ¿Se ha soñado siendo realmente Giselle? No, pero sí me he soñado bailando Giselle y me he puesto de público. ¿Baila merengue? Me encanta el baile popular. ¿El baile es una evasión? Cuando bailas eres libre de todas las barbaridades. ¿A Cuba la mantiene el orgullo? Nuestros principios. Muchos han renegado del sistema, ¿por qué usted sigue fiel? Tenemos escuelas, hospitales, una juventud que no está en el narco... ¿Es feliz? Si no lo fuese, me buscaba otra vida.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

26 DE OCTUBRE 2019

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

La paz y la guerra DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

A

hora que releo La guerra y la paz, no puedo evitar hacer nuevos subrayados y preguntarme qué tanto de las reflexiones de Tolstói sobre la historia hablan del presente. “Los hombres cuyo deseo de batirse es más intenso estarán siempre en condiciones más ventajosas para la lucha”, dice el escritor, y remata con una analogía que emplea la física newtoniana. “El espíritu de las tropas es el multiplicador de la masa cuyo producto es la fuerza”. Más allá de las agallas, la voluntad de luchar tiene mucho que ver con lo que se gana si se gana y lo que se pierde si se pierde. Y para mantener ese espíritu, es bueno llamarle victoria a las derrotas; tal como lo hizo Kutúzov. “Él fue el único en sostener”, dice Tolstói, “que la batalla de Borodino había sido una victoria”. En ciertos momentos el ánimo crece al cantar que el cielo dio a la patria querida un soldado en cada

LA CAÍDA DE MOSCÚ

Napoleón encontró una ciudad devastada y desolada.

hijo, pero esto nunca ha sido verdad. “Un rey o emperador en disputa con otro reúne su ejército, lucha contra el enemigo, sale victorioso, mata a tres, cinco o diez mil hombres y, a consecuencia de esto, conquista un pueblo entero de varios millones… si el aniquilamiento de las tropas es total, el pueblo se somete por completo”. Y sin embargo, en su campaña rusa, Napoleón se topó con otras reglas de juego. Él estaba acostumbrado a ganar batallas y entonces negociar la paz bajo sus condiciones. Pero cuando llegó “victorioso” a la ciudad de Moscú, la encontró abandonada, luego incendiada, después rapiñada por sus propias tropas. No halló resistencia, pero tampoco hubo una delegación que lo invitara a un banquete, que reconociera su triunfo, le rindiera honores y firmara tratados de paz. Ni balazos ni abrazos. ¿Entonces cómo se gana una guerra?

Algunas pueden eternizarse si los beligerantes no tienen nada que negociar, si solo un bando tiene derecho de matar, si al final no existe la posibilidad de la bandera blanca, el abandono de las armas, la amnistía, la liberación de prisioneros, la cesión de territorios o rutas. Ya cerca de terminar la novela, subrayé algo sobre los altos mandos napoleónicos que no estoy seguro de dónde encajar, aunque sin duda es encajable: “Pero las órdenes y los informes no eran más que papeles… y a pesar de los altos títulos que se daban, todos comprendían que eran hombres dignos de lástima, despreciables bribones que habían hecho mucho daño… Y aunque fingían preocuparse por el ejército, solo pensaban en sí mismos, en la manera de huir lo más pronto posible para salvarse”. Al final Pierre se casa con Natasha, y ambos encuentran la paz; y esa pareja nos importa más que Napoleón, Kutúzov y su guerra.

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BICHOS Y PARIENTES

Tres personajas

V

illamelón del cine, soy de esos que prefieren los servicios de internet que las salas de los estrenos, simplemente porque uno se vuelve dueño de la dosificación, con el control remoto, hasta esta semana vi Pawn Shop Chronicles (2103). La crítica de cine me queda lejos y grande, pero sé que le fue re mal entre expertos. No importa, la disfruté y ya. Pero una de las historias entreveradas me indujo un extraño estado de ánimo: entre los artículos en venta de una tienda de empeño, un tipo (Matt Dillon) halla el anillo de bodas de la que fue su esposa, desaparecida sin dejar rastro. Decide buscarla, deja todo, incluso a su reciente y segunda esposa, para rastrear a la primera. Termina en una granja en donde un sujeto repugnante (Elijah Wood, ese actor de cuerpo frágil y rostro bondadoso) tiene una docena de mujeres secuestradas, desnudas, expuestas al frío, mugrientas, en jaulas apiladas como pirámide en un granero. Su exesposa ocupa la jaula de hasta arriba. Por supuesto, el apuesto exmarido, Matt Dillon, rompe los candados, libera a las cautivas y se lleva a su mujer. Por el camino, él intenta regresarla de un azoro mudo; le habla con cariño, buscando revivir la memoria que parece borrada por las vejaciones. Ella, muda todo el trayecto, hasta que él le dice que la ha rescatado, y ella estalla, lo golpea mientras le grita: “¡Yo era la número uno!” No es la primera vez que me topo con esa inquietud. Recuerdo un cuento de D. H. Lawrence, “None of that”, que forma parte del libro The Woman Who Rode Away. Es uno de mis cuentos favoritos y, al mismo tiempo, quizá uno de los menos logrados de Lawrence. Imagino que no supo qué

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA UPLOAD FILMS

hacer con la historia que tenía entre manos. Ethel Cane, una mujer madura, rica, suficiente, preparada y dueña de sí, se halla en México; sus amigos la convencen de que los acompañe a los toros, pese a que la pura idea de las corridas le chocaba. La asquearon el paseíllo, las vestimentas, la lidia y sobre todo el torero, con su estúpida vulgaridad y sus presuntuosos pavoneos. Soportó apenas la corrida y, solo por la compañía, accedió a ir a una

Como lector, mi primera reacción es de sorpresa, una profunda intriga, un silenciado azoro

fiesta en honor del torero. Al irse, el horrible Cuesta, el torero, le extiende a Ethel una tarjeta y le indica: “el miércoles, a las 5, ahí”. ¿Pero qué se cree este imbécil?, piensa Ethel. Desde luego, el miércoles, a esa hora, ella toca el timbre. Cuesta abre la puerta y la hace pasar, grosero y displicente, hasta una sala. Ella se deja conducir. Él se sale y la deja en la sala con sus subalternos. Gang-bang. Tras la vejación, Ethel se aleja a toda prisa y se recluye por completo en su casa. Pocas semanas después, se suicida. En su testamento le deja la mitad de su herencia a Cuesta. La tercera historia extraña está en Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. El capítulo de la isla flotante de Laputa, donde, según Lemuel Gulliver,

Una escena de la película Pawn Shop Chronicles (2013).

“las mujeres de la isla están dotadas de gran vivacidad; desprecian a sus maridos y son extremadamente aficionadas a los extranjeros... porque el marido está siempre tan enfrascado en sus especulaciones... Me contaron que una gran dama de la corte —que tenía varios hijos y estaba casada con el primer ministro, el súbdito más rico del reino, hombre muy agraciado y enamorado de ella y que vive en el más bello palacio de la isla— bajó a Lagado con el pretexto de su salud; allí estuvo escondida varios meses, hasta que el rey mandó un auto para que fuese buscada, y la encontraron en un lóbrego figón, vestida de harapos y con las ropas empeñadas para mantener a un lacayo viejo y feo que le pegaba todos los días, y en cuya compañía estaba ella muy contra su voluntad. Pues bien: aunque su marido la recibió con toda la amabilidad posible y sin hacerle el menor reproche, poco tiempo después se huyó nuevamente abajo, con todas sus joyas, en busca del mismo galán, y no ha vuelto a saberse de ella”. Una historia es de 1730, otra de 1928 y la película, de 2013. Por supuesto, hay una intuición incómoda que inerva las tres historias. En sentido literario, no puede ser más que un gran logro que los personajes y personajas que no puedan ser definidos, controlados y acotados ni por el lector ni por el autor mismo, pero que resulten verosímiles, aunque parezcan inverosímiles. Como lector, mi primera reacción es de sorpresa, una profunda intriga, un silenciado azoro. ¿Por qué un misterio del deseo femenino puede relatarse a lo largo de tres siglos, cuando ha cambiado todo, y producir cada vez ese mismo pasmo?

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