Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO MEMORIA
CIENCIA
ANDREA RIVERA
GERARDO HERRERA CORRAL
30 años de la caída del Muro de Berlín
La novedad de los Universos paralelos
Foto: Wikipedia
SÁBADO 2 DE NOVIEMBRE DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 855
Abdelá Taia: suenan los tambores de odio Melina Balcázar Moreno/ París/ FOTOGRAFÍA: YOUTUBE
Foto: Wordpress
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ANTESALA
2 DE NOVIEMBRE 2019
CASTA DIVA
Cámara oscura: más que la realidad AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA PINTEREST
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l cuerpo humano inspira a la tecnología, intriga a la ciencia y excita al arte. La realidad es percibida y padecida, vemos, escuchamos, vivimos creando maquinaria que imite a nuestros sentidos para aumentar nuestra experiencia de la realidad. La invención de la cámara oscura explicó cómo funciona el ojo humano y es capaz de llevar imágenes al cerebro, dando una certeza de la vida para ser reproducida. La ciencia y el arte se unieron en esa obsesión, y la luz, ese prodigio que llega desde el Sol, ese dios omnipotente, entra por nuestro ojo llevando en cada rayo una partícula de los objetos que se interponen en su camino, reflejándolos en la retina. La física y la óptica descubrieron que vemos la luz. La cámara oscura es una habitación cerrada, la luz entra por un pequeño orificio y refleja en una pantalla de papel los objetos que están iluminados en el otro lado. La geometría óptica, la perspectiva, la incitación a experimentar este mundo como un fenómeno sin supersticiones religiosas, y además llevarlo al arte, nos dio un falso control de nuestra noción de la existencia. La cámara oscura detonó la invención de la cámara fotográfica y sin embargo para el arte, la imagen supuestamente sometida, no es el objetivo. La imagen reflejada en ese papel o ahora por un video proyector, no son una propuesta artística, porque la realidad tampoco lo es, la realidad es un inicio insuficiente, mentiroso, inestable. Ni las obras de Vermeer, o los paisajes de Canaletto son resultado de un truco tecnológico, lo podemos ver hoy mismo, tener un video proyector más potente que una rudimentaria cámara oscura, no permite volver a pintar como Vermeer. La imaginación, la composición, la creación de un lenguaje no son un producto tecnológico, por eso el hiperrealismo fotográfico está encerrado en la trampa de la imitación por la imitación, en la pirotecnia sin contenido, porque lo que buscamos del arte es justamente lo que no existe en la realidad. Caravaggio es señalado entre los que usaron cámara oscura, el contraste de la luz del Barroco, el dramatismo de su obra no es un efecto óptico, es un efecto filosófico. La imitación de la fotografía, sin la modificación de la composición y el color, la burda información llevada a la pintura produce obras mediocres, sin consistencia suficiente para justificarse como pinturas. Los retratos que copian las fotos hechas por un teléfono, reducen el lenguaje pictórico a la limitada estética del consumo masivo. La tecnología avanza y el arte retrocede porque confunden a lo trascendente con el consumo. La pintura que imita este consumo es pintura desechable. No hay truco, pintar va más allá de copiar, no es mimesis, es invención.
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El paquete. Welcome to Acapulco. Dirección: Guillermo Iván. México, Estados Unidos, Bulgaria, 2019.
HOMBRE DE CELULOIDE
Mujerujo en apuros
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA OPEN FRAMES
esulta lógico que la primera coproducción entre México, Estados Unidos y Bulgaria llame la atención. El paquete. Welcome to Acapulco es la película que busca entre otras cosas mejorar la imagen de Acapulco, tan manchada por la violencia. En El paquete se enfrentan histriónicamente Ana Serradilla y Michael Kingsbaker y, sin embargo, son tantos los fallos de éste último que uno termina por desear que nunca hubiese dejado de ser doble de acción como lo fue en Batman. El Caballero de la Noche asciende en 2012. Kingsbaker interpreta a Mathew Booth, creador de juegos de video que cree que viaja a Nuevo México pero cae en Acapulco. Aquí comienza a ser perseguido por una razón que desconoce. Serradilla cae muy bien; también que los corruptos sean estadunidenses y no, como siempre, mexicanos. Hasta la policía nacional sale bien parada y la sinopsis no es mala. ¿Qué fue lo que sucedió que el resultado es tan malo? Faltó afinar el guion y el director se equivocó tratando de poner a Michael Kingsbaker como contraparte actoral de Ana Serradilla. Con respecto al guion, la idea era crear una heroína acorde con los tiempos que corren. El problema es que al tratar de hacer una espía buena para los golpes
terminaron por darle vuelta a la corrección política y produjeron a un personaje que tiene poco de femenino. Serradilla es aquí una suerte de James Bond que tiene que salvar al nerd tontico del mismo modo que en las películas cincuenteras el espía machorrón tenía que salvar a la heroína en apuros para ganar un beso final. No es mala idea si uno lo piensa bien: hacer a un agente secreto mujer y hacer que pueda moler a patadas a un gañán y defender a un hombre, pero cuidado porque por ese camino se termina por caer en el mismo cliché del que supuestamente se estaba escapando. Y aun así, Serradilla sale adelante; consigue que su personaje sea simpático, pero lo dicho: Kingsbaker es insoportable por las mismas razones por las que caía mal que las mujeres fuesen en el cine las tontas frágiles. La idea de producir una película en la que es ella la que salva a él es magnífica. El problema es que él, más que necesitado de protección, es un imbécil que, además, narra la película en primera persona
No basta con invertir los roles para tener un mundo mejor, que es lo que quiere la corrección feminista
espetando al público toda clase de opiniones insensatas. La cosa llega al extremo de que es evidente en la pantalla que Serradilla no soporta al actor del que se supone que tiene que enamorarse. En todo caso, el camino para reeducar a la humanidad como pretenden los medios actuales no creo que pase por producir personajes masculinos completamente inútiles y antipáticos. No basta con invertir los roles para tener un mundo mejor que es lo que, se supone, quiere la corrección feminista. Si antes se retrataba al macho como protector y a la mujer como frágil y tontica, la cosa no se soluciona intercambiando exactamente los papeles. Los guionistas y el director debieron seguir el instinto de Serradilla, quien busca por todas partes sacar a flote a este personaje entrón y, por desgracia, medio macho. Porque eso es esta espía: un macho de los de antes. Muy distinto hubiera sido que Guillermo Iván, el director, hubiese conseguido filmar la historia de una espía tan intrigante como Jason Bourne y tan encantadora como James Bond, evadiendo por completo los clichés de lo que ha significado hasta ahora ser hombre o mujer. Pero no, el tipo en apuros solo termina por ser aquello que, con toda incorrección política, María Félix llamaba un mujerujo.
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ANTESALA
2 DE NOVIEMBRE 2019
POESÍA
Una lentitud... HERNÁN BRAVO VARELA
Una lentitud como una resignación: en eso confiamos. El perro que cojea dejará de olfatearnos y dará vueltas en torno a la sombra que lo entrena. No seremos niños ni hablaremos solos. (En aquel entonces mirábamos la luz al final del malecón, llamados por algo errático y poderoso, un nombre que ya sabíamos pronunciar.) Mañana el muelle estará vacío. Un día veremos lo que hay sobre el agua. Este poema forma parte de La documentación de los procesos (ERA/ UANL, 2019).
EX LIBRIS
El sacrificio de Ifigenia/ EKO
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LOS PAISAJES INVISIBLES
La ofrenda IVÁN RÍOS GASCÓN
S
@IvanRiosGascon
u madre partió en noviembre. En “Panteón de Dolores”, uno de los relatos más íntimos de Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin evoca el Día de Muertos que pasó con su hermana Sally en la Ciudad de México, y discurre sobre la ofrenda, el tributo que dedicamos a nuestros fallecidos a través de los obsequios que desearían encontrar en la vuelta transitoria al mundo que dejaron: sus platillos favoritos, cigarros, alcohol, dulces, retratos, calaveras de azúcar con sus nombres y los nombres de sus amigos, caléndulas, flores de terciopelo o de papel. En “Panteón de Dolores”, Berlin también recuerda la manera en que, llegado el día, sus sobrinos despidieron a la abuela: “En la ofrenda a nuestra madre, los hijos de mi hermana pusieron decenas de encapuchados del Ku Klux Klan. Ella los repudiaba por ser hijos de un mexicano. También pusieron chocolatinas Hershey, Jack Daniel’s, novelas de misterio y muchos, muchos billetes de dólar. Somníferos, pistolas y cuchillos, porque ella siempre se estaba matando. Ninguna soga… Solía decir que era mucho lío”. La imagen de esa ofrenda parece un montaje de locos, un chiste rencoroso, pero en realidad fue un homenaje sincero y muy mexicano para una difunta peculiar, ya que la madre de Lucia fue más que alucinante: alcohólica, déspota, xenófoba, segregacionista, violenta, ambiciosa, acomplejada, seca como un trapo. Una mujer cuyo odio por la raza y la cultura azteca fue indomable: “Me cuesta entender por qué nuestra madre odiaba tanto a los mexicanos. Quiero decir más allá del prejuicio heredado de todos sus parientes texanos. Sucios, mentirosos, ladrones. A ella le repugnaban los olores, de cualquier clase, y los olores de México le parecían aún peores que los humos de los coches. Cebollas y claveles. Cilantro, pis, canela, goma quemada, ron y nardos. Los hombres huelen en México. El país entero huele a sexo y jabón. Eso es lo que a ti te aterraba, mamá, igual que al viejo D. H. Lawrence. Aquí es fácil que el sexo y la muerte acaben confundiéndose, nunca dejan de latir. Un paseo de un par de manzanas es sensualidad pura, está cargado de peligro”. Berlin vivió en México y fue feliz. No con esa obstinada e ilusoria felicidad que se procuró Jack Kerouac ni con la desesperada felicidad de Malcolm Lowry, quizá porque los espacios que habitó, pueblos a la orilla del mar o casonas en el campo, le proveían una saludable sensación de austeridad espiritual, estado que ella metaforizaba como abstinencia, sobriedad, tras la resaca eterna de los mejores años de su vida, el tiempo en que se convirtió en su propia madre, esa mujer que vestía con abrigos raídos, que usaba ligueros, medias y tacones, la mujer que volvía a casa tambaleante y se apoyaba en los muros y las barandas con manos enguantadas, y agitaba su melena olorosa a bourbon, vodka o tinto barato que en vano intentaba ocultar en su opulencia desgastada, porque lo que no podía disimular era su pérfido interior: “Mamá, tú veías la fealdad y el mal en todas partes, en todo el mundo, en todos los lugares. ¿Estabas loca o eras una visionaria? Qué más da: no soporto la idea de acabar como tú. Me da mucho miedo. Estoy perdiendo el sentido de lo que es… precioso, verdadero”. Lucia Berlin nació y murió un mismo día de noviembre. El 12 de 1936 en Alaska, el 12 de 2004 en Marina del Rey, California. Lo que más le avergonzó fue la temporada de embriaguez como espejo de su progenitora aunque en sus relatos, recuerdos de familia al fin, es posible reconocer que, como madre, fue más afectuosa y entrañable. Difícil saber si sus hijos le ponen una ofrenda.
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MEMORIA
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Berlín: la ciudad sin muro ANDREA RIVERA/ BERLÍN FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA
Con una extensa baraja cultural, la capital alemana se alista para conmemorar 30 años de la caída del gran símbolo de la Guerra Fría
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ací en la Alemania del Este, la República Democrática Alemana (RDA), en 1964. Era el tiempo del comunismo y había muchas restricciones en el comportamiento social; incluso, todavía se manejaba la comida racionada, como se estipuló durante la Segunda Guerra Mundial. La comida no escaseaba, pero algunos productos no se adquirían con facilidad. La gente se manejaba a través de conexiones, de trueque y de propinas extra, de otro modo resultaba imposible adquirir ciertos alimentos, como los nidos de golondrina en lata que mi abuela cocinaba en caldo y eran para mí una delicia. Ya no existen. El recuerdo de su aroma me transporta a los tiempos de la RDA, a lo bueno de mi infancia, pero también a la oscuridad de su dictadura, al caos de nuestra crisis económica”.
“Por sus precios altísimos, era difícil conseguir carne, y solo gracias a los contactos de mi madre, que era peluquera y trataba con mucha gente, de vez en cuando cocinábamos hermosos bisteces. Antes no era como hoy: en los supermercados no se usaban bolsas de plástico porque ese material era recolectado y destinado a la fabricación de autos. Quien tuviera el dinero para comprar un auto nuevo debía anotarse en una lista de espera de un año. En el caso de optar por un modelo en particular la espera se extendía hasta quince años. Fue de locos vivir el tiempo de la Alemania Oriental. “No teníamos permitido usar ropa o perfumes de marca, nada proveniente de Francia o Estados Unidos. Los pantalones Levi´s estaban prohibidos, además de que era muy difícil conseguirlos, por no decir imposible; pero nos las arreglábamos para comprar lo que nos gustaba, y un día mi madre me regaló mis primeros jeans. Recuerdo perfectamente el día en que los estrené: mis amigos del colegio se pasaron la mañana entera tocándolos. Suena loco, infantil
Aniversario
quizá, pero la marginación a la que fuimos sometidos nos hizo ingenuos, inofensivos, temerosos, obedientes. La RDA nos impidió participar del progreso internacional, ir a la par con el resto del mundo. “No pudimos disipar el sabor amargo de 28 años de tiranía ni siquiera con un poco de la música que nos viniera en gana escuchar: las estaciones de radio solo transmitían la música oficial, antiguas canciones del folclor alemán y repertorio clásico dirigido por Karajan, el director favorito de Hitler. Fue hacia finales de 1960 cuando nos permitieron escuchar a los Beatles, sin restricciones, debido a que los consideraban un grupo de rock positivo e inofensivo. Todavía hoy, cuando escucho la canción de los Hollies “He’s my Brother”, siento una melancolía terrible. Será que en esos tiempos vivíamos con terror ante la amenaza de la bomba atómica, bajo una constante opresión generada a raíz de la Guerra Fría. “Cuando cumplí 20 años intenté escapar a Berlín Occidental, pero mi mejor amigo, Mayo, que era informante de la Stasi, igual que yo, me delató y pasé más de un año en la cárcel. Todos éramos sospechosos: el mínimo indicio, la marca de cigarros o los colores de nuestra ropa interior, era suficiente para ser interrogados o arrestados. La Stasi se regía bajo el lema: La seguridad es más importante que los derechos. “Fui amigo de los hijos de un embajador latinoamericano. A menudo me invitaban a su casa en la embajada y hablábamos de cosas, pero a ellos nunca los delaté”. Tuve la suerte de escuchar esta historia real de viva voz de un exinformante de la Stasi. Como otros miles de
ciudadanos alemanes, él y su padre se convirtieron en informantes, espías, delatores, víctimas de un régimen que los convirtió en victimarios a cambio de ciertos beneficios: protección, dinero e interesantes puestos laborales. Hubo quienes accedieron a espiar por miedo. Espiaban a colegas, vecinos, amigos e incluso a la propia familia. Se perseguía a la oposición, a los traidores al régimen, a quienes intentaban escapar de la RDA. Cada mes debían redactar un informe con las novedades recién descubiertas. Muchos se unieron convencidos de ponerse al servicio de “la gran causa”, sin sospechar que convertirían a sus compatriotas en carne de cañón de un régimen opresivo, que sin miramientos condenó a quienes reclamaban más libertad, más respeto y democracia. La vida íntima de millones de alemanes está documentada en carpetas que unidas formarían una línea de 180 kilómetros de longitud. Debo decir que en el comportamiento de esos dos hombres hay algo extraño. No son personas naturalmente felices, “normales”; por el contrario, sospechan de todo y de todos; son expertos en aplicar el terror psicológico de una manera sutil. Alguna vez, como invitada a una de sus reuniones familiares, estando yo en el baño, la puerta se abrió de repente y, sin disculpa de por medio, uno de ellos se justificó diciendo que ya llevaba más de cinco minutos “encerrada”. Ese modus operandi quedó fielmente plasmado en la película La vida de los otros (2006), cuya introducción hace referencia a los 200 mil informantes comprometidos en salvaguardar la dictadura del proletariado y cumplir con la meta: saberlo todo.
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MEMORIA
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Vista del puente de Oberbaumbrücke.
A 30 años de la caída del Muro, la mayoría de los alemanes considera positiva la reunificación. De acuerdo con un sondeo difundido en septiembre, 71 por ciento de los alemanes orientales y 66 por ciento de los alemanes occidentales piensa que se cumplieron las esperanzas asociadas con la reunificación; 70 por ciento de los alemanes del Este mostró tener menos dudas que los alemanes del Oeste (53%). Para más de la mitad de los alemanes el cambio significó un importante avance social, cultural y político. Sin embargo, les parece que Alemania no está creciendo correctamente: siete de cada diez alemanes encuentran grandes diferencias entre las personas del Este y del Oeste. “Lo creado después de la reunificación no es evidente porque no había ningún plan para el periodo posterior a la reunificación. Lo que se ha logrado solo ha sido posible gracias a la gente, especialmente a la gente de Alemania Oriental. Muchas familias llevan las huellas de este tiempo en sí mismas”, comentó la ministra federal de Asuntos de la Familia, Franziska Giffey, tras concluir su gira de tres días por nueve ciudades con el propósito de conocer historias de familia, personas que vivieron la reunificación hace 30 años y aún hoy viven las huellas de ese tiempo. La pregunta central de su viaje fue: “¿Qué te mueve?” Así se enteró de cómo se vive hoy ese día, qué efectos tuvo la reunificación en su vida, dónde ven la mayor necesidad de acción y cómo puede el gobierno federal ayudar a abordar los problemas urgentes. “La caída del Muro fue para los alemanes el golpe de suerte del siglo XX y un gran momento de democracia: la primera revolución pacífica en suelo alemán, sin un solo disparo y sin derramamiento de sangre. Sin excepción, todos se sienten agradecidos por haber dejado atrás la injusticia contra los disidentes, la restricción de la libertad y la vigilancia de grandes sectores de la población. La revolución pacífica vino del pueblo de la RDA. Querían que algo cambiara, querían la reunificación: un futuro mejor para sus hijos, la libertad de viajar, la libertad de expresión y de elección. La propia gente lo hizo posible”.
imágenes sobre la construcción del Muro, la división de Berlín, la Guerra Fría y la Revolución Pacífica de 1989 serán proyectados en enormes pantallas 3D. Las proyecciones de video de aproximadamente 15 minutos comenzarán después del atardecer y se repetirán a lo largo de la noche. Bajo el lema “Su visión en el cielo de Berlín”, la instalación Poético cinético del artista Patrick Shear consta de una bandera gigante, aparentemente ingrávida, que se extenderá frente a la Puerta de Brandenburgo; está conformada por mensajes escritos en 140 caracteres: pensamientos y deseos de esperanza escritos por berlineses y amigos de la ciudad. Estos mensajes, prensados en cintas de diferentes colores, crean la llamada skynet, una bandera gigante que se extenderá a más de cien metros de altura. En la East Side Gallery de Berlín, a la vista del puente de Oberbaumbrücke, el artista de la luz Rainer Walter Gottemeier ofrecerá un espectáculo con un eje luminoso de aproximadamente 150 metros de largo que consiste en boyas flotantes y señalización luminosa sobre el río Spree. Las 50 boyas de neón y las numerosas luces intermitentes de rescate y sus reflejos simbolizan la línea fronteriza entre Kreuzberg (antes Berlín Oeste) y Friedrichshain (antes Berlín Este). La instalación de luz denominada “Lo que está aquí ahora, lo que una vez estuvo aquí” podrá apreciarse mejor desde la orilla de la East Side Gallery. El 9 de noviembre se llevará a cabo un festival de música frente a la Puerta de Brandenburgo; participarán el Coro de Berlín dirigido por Daniel Barenboim y el pionero del tecno WestBam, entre otros artistas locales. A la par, se ofrecerá un espectáculo de danza de tecnología en tiempo real, la obra de teatro Stimmen der Freiheit (Voces de libertad) y un espectáculo de arpa láser. El 9 de noviembre se conmemora también el 25 aniversario de la fundación de la Rundfunk Orchester y el Coro GmbH de Berlín. A las 8 de la noche en la Iglesia Kaiser Wilhelm Memorial ofrecerán la Misa en Mi menor para coro e instrumentos de viento de Anton Bruckner, dirigida por Gijs Leenaars. El programa también incluye la pieza Gran Partita de Mozart. Del 8 de noviembre al 19 de abril, el Museo Bröham albergará la exposición Adiós y comienzo, del fotógrafo Stefan Moses (1928-2018), quien durante el periodo de agitación posterior a la caída del Muro retrató a personas de la RDA: “instantáneas de una conmoción que después de tan pocos años se ha convertido en un protocolo histórico”. El puente de Glienicke es quizá uno de los lugares más simbólicos de apertura de fronteras en los estados de Brandenburgo y Berlín. El puente se abrió al tráfico transfronterizo el 10 de noviembre de 1989 a las 18 horas. Una videoinstalación proyectará el domingo 10 de noviembre, a las 13:30 horas, material cinematográfico histórico de ese momento.
Para más de la mitad de los alemanes el cambio significó un importante avance social y político
Celebración en la ciudad
Este otoño, Alemania celebra 30 años de la caída del Muro de Berlín, la Revolución Pacífica y la Unidad Alemana, un aniversario tan importante que coincide en números redondos con los 100 de la Bauhaus. Tanto el gobierno federal como medios de comunicación y ONG se han unido para organizar un amplio programa de actividades culturales que se desarrollará en Berlín a partir del 2 de noviembre. Del 4 al 10 de noviembre se instalarán siete exposiciones al aire libre en los lugares emblemáticos de la capital berlinesa (Alexanderplatz, Iglesia de Getsemaní, Puerta de Brandenburgo, Kurfürstendamm, central de la Stasi en la calle Rusche, East Side Gallery y el Palacio de la República). Películas históricas y material en
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DE PORTADA
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En entrevista, el narrador marroquí Abdelá Taia, quien vive en Francia, revive su niñez dolorosa y exhibe a los nuevos demonios de la convivencia democrática
“Los discursos de odio recorren toda Europa” MELINA BALCÁZAR MORENO/ PARÍS FOTOGRAFÍA ABDERRAHIM ANNAG
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Por qué decide uno cambiar de lengua y abandonar el país en que nació? Para vivir plenamente, sería la respuesta del escritor marroquí de lengua francesa Abdelá Taia (1973). Su obra, que trae ahora a México la editorial Cabaret Voltaire, explora, desde la intimidad, las difíciles relaciones entre Europa, Francia y el llamado mundo árabe. Una relación de amor y odio, sensual y cruel, que su escritura muestra de manera lúcida. Suele presentarse como un escritor “árabe, musulmán, homosexual” y, sin embargo, sufrió la exclusión y la violencia de la sociedad marroquí a la que pertenece. ¿Por qué seguir siendo “fiel” a los árabes y musulmanes aun cuando lo han rechazado? Me mantengo fiel a esa gente porque soy como ellos: árabe, musulmán, africano. Comparto con ellos el mismo imaginario, el de la vida muy profunda que nunca podré quitarme del cuerpo ni del corazón. Sé muy bien que mi familia y mis padres marroquíes pobres no me protegieron, no hicieron nada para salvarme de las violaciones, de los insultos, del acoso. No he olvidado nada. Pero eran pobres y alguien como yo era un elemento negativo que los debilitaba aún más dentro de su pobreza. Comparto su pobreza, el vientre vacío, la sumisión ante un poder aún más grande, más fuerte, más aterrador: el de los ricos marroquíes, el del rey, el de todos aquellos que nos abandonaban en la ignorancia. Comprendo hoy por qué mis padres no hicieron nada por mí. Sin embargo, me
dieron todo mi imaginario, las historias que corren por mi sangre, cierta manera de resistir. Soy gay a pesar de ellos y a pesar mío. No tengo vergüenza de serlo, pero ser gay implica ver cómo el sistema excluye a los demás y nos obliga a no renegarlos, a llevarlos con amor en nuestros corazones y en nuestras palabras. Perdono a mis padres, hermanas y hermanos, vecinos, a aquellos que me violaron, pero nunca perdonaré al sistema que nos ha convertido en ciudadanos de segunda y ha hecho todo para dejar a los pobres en un terrible desamparo. En Mi Marruecos cuenta su descubrimiento de la lengua francesa a través de la radio: “Esa lengua era el francés. Sentíamos su poder, su arrogancia”. ¿Por qué abandonó entonces la lengua de su infancia, de ese universo árabe que describe tan amorosamente y eligió el francés para escribir? ¿Podría hacerlo también hoy en árabe? Provengo de un mundo de lengua árabe. Realicé la mayor parte de mis estudios en árabe. No fue sino hasta la universidad que elegí estudiar la lengua y la literatura francesas. En el fondo de mí, lo que sigue corriendo y dominándolo todo es mi primera lengua, el árabe, ese lugar que me sobrepasa y al mismo tiempo le da su horizonte a mi vida, a la vida misma. En efecto, el francés era la lengua de los ricos y del poder en Marruecos, y continúa siéndolo. Una forma de colonialismo francés perdura hasta ahora en mi país a través de la presencia cotidiana y muy importante del francés. Tenía conciencia de ello cuando era niño y la tengo más aún hoy que me he vuelto escritor en francés publicado en Francia. Veo desde el interior lo que ocurre con los intereses y problemas políticos que acompañan la manera en que el francés continúa presente en Marruecos. Cuando tenía
17 años, decidí dirigirme hacia esa lengua por una razón muy sencilla: quería salir de la pobreza. No era para encontrar la libertad sino para salir de la pobreza económica que nos imponían a los pobres como yo. Tomar el poder de los ricos y utilizarlo en su contra, ir muy lejos en esta lengua extranjera, hacerla mía e introducir algo distinto en ella, un sentido proveniente de mi mundo de origen. El francés no me salvó, fue más bien mi “botín de guerra”, como decía el gran poeta argelino Kateb Yacine. En el fondo de mí, insisto, soy un hombre árabe fiel a los árabes a pesar de todas las contradicciones en las que viven y que no cesan de imponerles. En varias ocasiones ha afirmado que escritura y homosexualidad son indisociables en su obra. ¿De dónde viene el carácter indefectible de tal relación? ¿Podría presentarse algún día simplemente como un escritor? Antes de ser escritor, soy un hombre de 46 años y antes fui un adolescente solitario, herido, un niño alegre muy listo. Soy un homosexual que desea vivir en el centro del mundo y no en un gueto (ya sea gay o de otro tipo). Primero y, ante todo, está el ser humano. Espero lograr un día convertirme de manera digna en un ser humano verdadero; por ahora, no lo he conseguido. Mis libros y mi escritura vienen en segundo lugar. El escritor que soy es un vampiro, un gran vampiro que roba las vidas del ser humano que soy. Me encuentro dominado por él, por sus estrategias. Vivo bajo su dominio. El escritor que soy ha cumplido un poco su misión.
En su escritura, encontramos una “fidelidad absoluta” hacia los excluidos, los oprimidos, con quienes se identifica por lo que ha vivido. ¿Se trata de una manera de oponerse a ese Occidente que “nos empuja al desierto de nosotros mismos” y que lo lleva a resistir? El gran problema con Occidente consiste en que tiene un egocentrismo increíble y también una ignorancia sorprendente respecto al resto del mundo. Solo cuando Occidente decide cuáles son los combates que debemos emprender, la lucha comienza. Solo cuando lo atacan, el resto de la Tierra comienza a existir. Y aun así… Como lo he dicho, vengo de una familia en extremo pobre y nunca hablaría de ellos, de su pobreza, de una manera “pobre” o siguiendo los códigos moralmente aceptables en Occidente. Sigo siendo fiel al que fue mi primer mundo porque merece que yo, el gay que soy, lo represente, de una manera muy profunda y no a través de clichés biempensantes admisibles. Pero tampoco soy ingenuo ante ese mi primer mundo: veo claramente las dinámicas muy contradictorias que lo animan y es eso justamente lo que quiero ofrecer al escribir: una mirada desde el interior. Mi mirada. A partir de mí, sí, pero siempre con los otros que llevo en mí, con mi identidad gay, aunque también haciendo que esta identidad no se vuelva una prisión, algo de moda, más bien una mirada crítica, que sea a la vez tierna e implacable. Las mujeres, su cuerpo, ocupan un lugar importante en lo que escribe, en especial su madre y sus hermanas. Otorga también una atención
particular a las prostitutas. ¿Qué aportan las mujeres a su escritura? Hasta la edad de 18 años, dormí en el suelo con mis seis hermanas y mi madre en una habitación de doce metros cuadrados. De aquellas mujeres que me eran muy cercanas, demasiado, lo recibí todo: sus sueños, gritos, lágrimas, risas, sus problemas y estrategias para resolverlos, su histeria, su erotismo, la sexualidad misma, sus transgresiones. Siempre he adorado a mis hermanas, las veía como estrellas de cine. Eran mías, pese a que para ellas yo no representaba gran cosa. Estaban ahí, frente a mí, en mis ojos y en mi corazón. Su imaginario se volvió el mío. Pero no me convertí en una mujer como ellas. Simplemente, durante muchos años, el imaginario incendiario de mi madre y mis hermanas se mezcló de una ma-
nera muy impura con el mío. Me volví escritor porque había observado a mis hermanas, las había amado, odiado y rechazado. Cuando escribo, siguen ahí, sobre todo mi madre: están en mis palabras, mi ritmo y estilo. La literatura es antes que nada una historia del caos de los sentidos, los géneros y las frases. Dedica un capítulo de Mi Marruecos al relato de su circuncisión que lo llevó a pensar sobre la exigencia de “volverse hombre”: “había que ser un hombre […] pero ¿qué es ser un hombre?, sigo sin saberlo”. ¿Esta masculinidad que intenta esconder su “parte de feminidad” produciría esa “melancolía árabe” que dio título a uno de sus libros? No, la melancolía árabe en esa novela tiene origen en las tristezas de mi cora-
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zón y en las películas egipcias que miraba con frecuencia cuando era pequeño. Se trata de una melancolía muy personal que encontró una melancolía más general, la del mundo árabe, a través de su historia y su política. Un mundo árabe que no deja de caer, debido al abandono de sus dictadores y de un Occidente que cierra los ojos. Publiqué esa novela en 2008. Después ocurrió la primavera árabe, un gran momento, y desde entonces las conciencias políticas de los árabes se han despertado. Y desde luego todo eso modificó mi escritura, que se dirigió más hacia el fuego, la ira y el grito. La ira anima sus libros. ¿Diría que, al destruir, al “histerizar” lo que escribe, le permitiría reparar(se)? Es complicado reparar a un ser humano. Nada ha sanado todavía en mí y
La obra de Abdelá Taia llega a México gracias a las traducciones de Cabaret Voltaire.
por eso debo volverme hacia los otros y perdonar. No esperar disculpas. Perdonar, solo eso, y esperar que algún día todo mejore para mí, para todos. Quizá mis libros reparan a los demás, quizá… Espero que al menos los ayuden a vivir, a atravesar esta existencia que a veces es imposible vivir. Pero, para ser franco, escribo para ir al fondo, muy al fondo de la oscuridad, del mal en mí, y del mal que nos rodea. Quiero escribir a partir de lo subterráneo: traerlo a la luz sin explicarlo demasiado. Escribo de manera orgánica los estados en los que nos encontramos prisioneros, prisioneras. El estado de nuestros corazones, de nuestros cuerpos. Y por supuesto las guerras que estamos obligados a emprender, tanto en Marruecos como en Francia, solo para vivir y evitar que el otro no nos aniquile. Escribo para dar voz a esos estados particulares. Una voz que con frecuencia se vuelve grito. Y es algo que me gusta, el grito es muy natural en mí. Escribió: “Tengo una apariencia árabe, musulmana y desde que vivo en Francia no dejan de recordármelo. No como si se tratara de un origen digno, sino más bien como una prisión. Algo inferior”. ¿Diría que en la Francia de después de los atentados terroristas se ha acentuado la hostilidad, incluso un racismo hacia los árabes y los musulmanes? No creo arriesgarme al afirmar que los discursos de odio se han liberado sin complejo alguno en Francia y Europa. Y me da mucho miedo. Porque cada día constatamos que, incluso en el “primer mundo”, no se ha evacuado su oscuro pasado; está regresando con fuerza y utiliza las vías de la democracia. Peor aún: los que deberían ayudarnos a pensar esta situación hacen todo lo contrario: buscan por todos los medios instalarse en un binarismo en extremo peligroso. A veces, al caminar por París, siento miedo, como cuando, adolescente, recorría las calles en Marruecos. Al inicio de esta conversación, como en sus intervenciones públicas, ha expresado su entusiasmo por la primavera árabe. ¿Sigue pensando que esa primavera, y la revolución social y política que traía consigo son aún posibles? Como escritor, ¿de qué manera podría usted participar? Mire lo que está pasando en Argelia, Sudán, Egipto. No porque los medios internacionales hayan enterrado la primavera árabe quiere decir que haya muerto. Que el mundo esté satisfecho con nuestros nuevos dictadores árabes (que ya hemos visto lo bien que cumplen con su trabajo en la lucha contra el terrorismo islamista) no implica que los pueblos árabes hayan regresado al miedo. No, veo la situación actual de otra forma. A pesar de las trabas y la falta de apoyo, los árabes tratan de conservar el fuego de la primavera árabe que sigue vivo en ellos. Esta revolución es el episodio más importante desde que los países árabes salieron del colonialismo. Tenemos que entender que los árabes han salido del colonialismo (aunque no sea el caso de sus dirigentes). He escrito varios textos para apoyarlo que van en esa dirección, con la fragilidad de mis palabras y sin olvidar mi sexualidad.
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TERTULIA
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PERSONERÍO
ENTREVISTA
Pasaje de rostros
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JOSÉ DE LA COLINA
ormado literariamente cerca del dadaísmo y del surrealismo, aunque dueño de un sereno espíritu de independencia y tendiente a una fuerte y casi insolente soledad, el poeta y pintor belga-francés Henri Michaux se mantuvo al margen de cualquier grupo o movimiento. En 1957, treinta años después de publicado su primer libro, Qui je fus, el muy exigente crítico Gaëtan Picon lo consideraba uno de los cuatro grandes de la poesía francesa de su tiempo en compañía de Jacques Prévert, Francis Ponge y René Char, aunque su escritura no se parece a la de ninguno de los dos primeros (y acaso sí un poco a la del tercero). Sus poemas narrativos, publicados en libros como Ailleurs, Voyage en Grande Carabagne, Un certain plume, Passages, etcétera, más bien se parecerían a los de Swift, Jarry o Beckett, a la literatura fantástica y a la del absurdo. Michaux fue un notable visitador del mundo exterior en sus muy subjetivos y hasta algo caprichosos “libros de viaje”, pero sobre todo fue un audaz explorador de su interioridad y de las zonas de la irracionalidad humana: las de su propio “monstruo interior” y las del otro y envolvente “monstruo”: el subconsciente colectivo, a los cuales tradujo en paisajes, pueblos y relatos nacidos de su imaginación visionaria apoyada en un cerebral misticismo y en la experimentación con la mezcalina. ¿Quién no ha sentido alguna inquietud ante la magia (no siempre disfrutable) que ejerce cualquier espejo? ¿“Magia catóptrica”, como decían los libros de física recreativa tan gustados en los finales del siglo XIX? Sí, pero de carácter cotidiano y hallable por donde sea: cualquier escaparate, cualquier puerta de cristal, cualquier superficie reflejante, en fin, es un espejo que te acecha y te solicita la mirada para devolverte la instantánea imagen de otra identidad que no te sospechabas. En modo inverso, en estas líneas de un libro precisamente titulado Pasajes, el casi personaje del relato acecha a los que pasan como meros reflejos y se apodera de la imagen del otro para habitar fugazmente otra identidad: “Conozco tan poco mi rostro que si me mostraran uno del mismo género no podría decir (salvo, quizá, después de estudiarlos largo tiempo) en qué son diferentes. “Más de una vez, al encontrar en una esquina de la calle el escaparate de una tienda frente al cual se me ocurre tener una sorpresa, tomo para mí al primero que pase reflejado y que tenga el mismo impermeable y el mismo sombrero que yo, y, luego, aunque sintiendo un cierto malestar, entro a mi vez al reflejo y hago el cambio. “Pero, como mi propio rostro queda perdido un poco más atrás, he dejado desde hace veinte años de estar en mis rasgos. Ya no habito en ellos, y por eso me he habituado a observar cualquier otro rostro como si fuese el mío. Y lo adopto, vivo en él. “Luego, cuando se detiene el metro, porque es allí donde esto suele ocurrirme, el rostro contemplado, o quizá debo decir aceptado, se va con el otro cuerpo, y entonces me siento más que triste, desposeído y sin rostro. El rostro me ha sido arrancado, alguien más se lo llevó, ¡y no habrá sido por amor! Y ahora ¿cómo hallaré un rostro para todo el día? Si la persona que lo tomó es una mujer, se fue con una cara que no es la suya”.
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El autor de la novela Declaración de las canciones oscuras, publicada por Sexto Piso.
Luis Felipe Fabre
“Siempre estoy dialogando con alguna tradición”
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ay un consenso irrebatible en torno a la posición que ocupa fray Juan de la Cruz en el panteón de la poesía escrita en lengua española. “Logró tocar un límite del lenguaje, donde las palabras se quiebran y uno puede ver al otro lado de la nada”, dice Luis Felipe Fabre, cuya primera novela, Declaración de las canciones oscuras (Sexto Piso, 2019), se ocupa de narrar el traslado de los restos del poeta místico desde Úbeda —donde enfermó y murió en diciembre de 1591— hasta Segovia, sede de los Carmelitas Descalzos, la orden que fundó en complicidad con Santa Teresa de Jesús. Formado en la poesía y curtido en el ensayo, Fabre entiende la escritura de este libro como una forma de “trabajar a la poesía fuera de la poesía, una suerte de trabajo crítico desde otros géneros”. Con ese ímpetu entrega una novela que invoca lo mismo la teatralidad de La Celestina que las desventuras de la picaresca del Siglo de Oro español. Te imagino como actor de método, hablando como lo hacían hace 500 años para dominar el lenguaje con tanta naturalidad. Sentía que ya escribía los mails así. Para mí, el siglo XVI es un momento increíble de la lengua. El español, que ya tenía siglos conformándose, no estaba aún petrificado, era una lava que no se había solidificado del todo. No es un lenguaje que me suene antiguo. Me da una envi-
ÁNGEL SOTO FOTOGRAFÍA A. S.
dia enorme lo vivo y fresco que se siente. Es un lenguaje maleable, elástico. No quería hacer una imitación, sino incorporar una suerte de flexibilidad que se aleja de las normativas de la prosa moderna de frases breves y estructuradas de manera tradicional. Finalmente, no puedo negar la cruz de mi parroquia. Soy poeta y lo que me interesaba básicamente era un asunto del idioma. También es una apuesta. Es una apuesta ganadora en el sentido de que no hay pierde en apostarle a fray Juan de la Cruz, pero uno sí puede perder porque es muy ambicioso meterse con el poeta más radical que haya existido en español. Aunque no es la primera vez que te pones a tratar con poetas. Ni más ni menos que con Sor Juana o Salvador Novo. Nunca escribo solo, siempre tengo un amigo que me acompaña, siempre estoy dialogando con alguna tradición, pero fray Juan es palabras mayores. ¿Eres religioso? Soy supersticioso, no religioso. Tengo todas las supersticiones, soy mucho más primitivo, de un estrato más arcaico. Desconfío mucho de las religiones, lo cual no significa que no sospeche, como cualquier ser humano, que algo nos rebasa. ¿Cómo influye esa ausencia de religiosidad al momento de escribir un libro como éste?
Se suele entender la poesía de fray Juan de forma alegórica, como una relación entre Dios y el alma. Es un aspecto que para él era importante, pero también hay posibilidades más materialistas, como éstas con las que intenté aproximarme a él. Con estos guiños al pasado, ¿crees que estás haciendo literatura contemporánea? La literatura contemporánea no es la que se escribe en este momento, sino la que se lee en este momento. Si uno revisa el buró con los libros apilados, te encuentras lo mismo a Shakespeare que a Valeria Luiselli. Además, las cosas nunca se pueden leer de la misma manera en que fueron leídas en su momento. El libro está plagado de misticismo, pero también de mitos. Las dos cosas me interesan. La mística es una pequeña experiencia de lo absoluto que todos los seres humanos experimentamos en mayor o menor medida. Hay seres como fray Juan, como Buda o como Platón que han podido experimentar más. El mito tiene que ver con un pensamiento simbólico. El realismo es casi una norma para la novela contemporánea, pero es solo una corriente más entre tantas otras. A mí me encanta, por ejemplo, la astrología, porque es como estar leyendo la Odisea pero con uno como protagonista. Por qué apostar por algo tradicional si la vida es mucho más complicada que eso.
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EN LIBRERÍAS
2 DE NOVIEMBRE 2019
NARRATIVA, ENSAYO Nezahualcóyotl. El despertar del coyote
En defensa de la Ilustración
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A FUEGO LENTO La repetición
Despachador de pollo frito México, 2019
Sofía Guadarrama Collado Océano México, 2019 355 páginas
Steven Pinker Paidós México, 2019 741 páginas
Sören Kierkegaard Alianza España, 2019 224 páginas
Ambientada en el siglo XV, esta novela cuenta las pugnas por el poder tras la muerte de Tezozómoc, señor absoluto del valle de Anáhuac. Mientras el cruel Maxtla se hace del gobierno, Nezahualcóyotl se ve obligado a refugiarse en Texcoco para alistar la rebelión. Además de la intriga política, el lector encontrará una verosímil descripción de la vida social y religiosa en la edad precortesiana junto a una reflexión sobre el destino humano en tiempos de tiranía.
Dice el profesor y conferencista estadunidense que “ignorar el alcance del progreso humano puede conducir a síntomas más graves que la angustia existencial”. Puede, continúa, estimular el cinismo y la desconfianza por las instituciones nacidas de la Ilustración, como la democracia liberal y la tolerancia política y religiosa. De este modo, se declara enemigo de cualquier visión apocalíptica y defensor de la idea de que la razón y la ciencia son garantía del mejoramiento humano.
En su introducción, Jorge del Palacio recuerda que Miguel de Unamuno apreciaba a Kierkegaard porque “la biografía del danés está íntimamente ligada a su filosofía”. La repetición, junto con Diario de un seductor y Temor y temblor, conforman una trilogía que tiene como eje el amor del filósofo por Regine Olsen, con quien se comprometió y a la que terminó abandonando. El título representaba para el filósofo uno de los más altos niveles de su concepción filosófica.
Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente
Temas mexicanos... y nos convertimos en migrantes
Educación y dinámica socioeconómica en México
Arthur Schopenhauer Alianza España, 2019 288 páginas
Moisés Rubinstein Badash Ediciones del Lirio México, 2019 256 páginas
Ignacio Llamas Huitrón Gedisa/ UAM México, 2019 240 páginas
Este libro, publicado originalmente en 1813, es la tesis de doctorado de Schopenhauer; su edición definitiva es de 1847. Para el autor, es el fundamento de su obra futura, a pesar de su ortodoxia, en la que prevalece un trasfondo kantiano. Si al discurso le falta la rebeldía, se debe a que, como ha observado Rudiger Safranski, resume la traductora Pilar López de Santa María, “el espíritu filosófico de la época aún no lo había humillado”; y, además, añade, tenía que ser evaluado.
Este libro se publicó originalmente en 1940 y fue escrito en yidish, “el idioma milenario de los judíos ashkenazis”, como apunta en la contraportada Shulamit Goldsmit. Su autor nació en Grodno, Polonia, hoy Bielorrusia, y llegó a México en la década de 1930. Desde la otredad, presenta su visión de nuestro país. “Dime, México: ¿dónde está tu verdadero rostro?”, se pregunta Rubinstein en el primer texto. Y en esa pregunta se hace evidente que todo país está lleno de contrastes.
La presente investigación parte del principio universal de que mientras mayor sea el nivel educativo de su población el país tendrá mejor desarrollo económico y viceversa. El individuo es la base del estudio y de ahí se deriva a lo que sucede en el hogar y finalmente en la nación. Llamas Huitrón, entre otros aspectos, analiza “la evolución del tamaño del hogar, el ingreso monetario real y el nivel de escolaridad promedio en las últimas décadas en México”.
La voz del titiritero
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ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
olo conozco un mundo en el que sea posible la existencia de Paul McCartney reducido —después de una colisión automovilística— a una cabeza parlante y en uso pleno de su sensibilidad artística y sus dones intelectuales; un mundo en el que una vestida sin llenadero sexual se transforme en una conversa de la castidad o el que un don Juan cuarentón respete con devoción la fecha de caducidad de sus relaciones amorosas; donde un director de orquesta —la gloria local de Tatahuila (Torreón, sin duda)—, un estuche de soberbia y patanería, capaz de bajarse los pantalones en la iglesia, gane el favor de una sociedad pacata; o donde un joven obeso consienta a su mascota —una piraña— con trozos de su cuerpo luego de alimentarse en exclusiva con donas y restos de pollo según la receta del coronel Sanders para, muy a su pesar, terminar convertido en militante ecologista. Solo conozco un mundo en el que los personajes puedan llamarse Dr. Pooh o Satarain o Ainhoa o Mr. Bimbo. Es el mundo de Carlos Velázquez, delirante y, a fuerza de ambición estilística, irresistiblemente verosímil. Con Despachador de pollo frito (Sexto Piso), Velázquez regresa más fuerte que nunca a la órbita carnavalesca de algunos de sus relatos. Me refiero a la literatura concebida como juego de máscaras, rito de iniciación, anulación de la identidad y exceso con método. No hay visión carnavalesca del mundo sin desmesura cómica. Velázquez lo sabe y para conseguirlo se sirve de la crueldad. Sus personajes —no importa si son protagonistas o meras comparsas— no tienen un momento de respiro. Creen actuar con libertad y mientras más se afanan en contradecir su destino más humillados y vapuleados se muestran. Entonces viene la risa, nuestra risa de lectores contagiados por el ejercicio de la crueldad que tan bien practica el titiritero que es Carlos Velázquez. Pero ni el delirio, ni el exceso, ni la desmesura cómica serían favorables sin una escritura donde confluyen los asertos venenosos del habla popular, la cólera grandilocuente de los ambientes patibularios, la sonoridad insurgente del rock, la parafernalia artificial del cine y las series de televisión. Carlos Velázquez ya es un género literario; también es un estilo.
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CIENCIA
2 DE NOVIEMBRE 2019
DESMETÁFORA
Otros mundos En 1954, Albert Einstein dio su última charla. Hugh Everett estaba ahí para concebir los universos paralelos
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Einstein se lo conoce por ser el autor de una nueva manera de ver el espacio y el tiempo al desarrollar la teoría de la relatividad especial y general. Einstein también describió el efecto fotoeléctrico que nos explica cómo la luz arranca electrones al incidir en un material e interpretó la importancia del movimiento browniano, ese que se puede ver cuando un grano de polen vibra en un líquido. Con ese sutil movimiento demostró la existencia de los átomos que deben ser los que provocan el ir y venir del polvo al chocar de manera desordenada mientras la pequeña mota flota en un fluido. Albert Einstein contribuyó de manera significativa a nuestra mejor comprensión de la naturaleza y fue muy crítico con la mecánica cuántica. Esta teoría se había desarrollado para explicar los fenómenos del mundo microscópico al mismo tiempo que la teoría de la relatividad comenzaba a explicar el macromundo. En algún momento, Albert Einstein le dijo a su amigo Otto Stern: “he usado más grasa cerebral en la mecánica cuántica que en la teoría de la relatividad”. Nunca le gustó el carácter probabilístico de la mecánica cuántica como tampoco las implicaciones que generaban fenómenos inaccesibles a la intuición. La aparente influencia que tiene un observador al momento de medir algo le incomodó toda su vida porque no es aceptable que el resultado de un experimento dependa del que lo mira. “¿Si observan un ratón, cambia el estado del universo?”, les preguntaba a los entusiastas defensores de la mecánica cuántica. Cuando en 1954 dio una charla en Princeton, Einstein no sabía que una hemorragia interna, provocada por la ruptura de una dilatación en la aorta a la altura del abdomen, se desarrollaba lentamente. Él mismo rechazó una cirugía con la que se quería reforzar el aneurisma diciendo: “es de mal gusto prolongar la vida de manera artificial. He hecho mi parte, es hora de irse”. Era un 14 de abril y el 18 del mismo mes, pero un año más tarde, Einstein murió. Con esa charla crucial, la última que el gran físico impartió en su vida, quedó plantada en el cerebro de un estudiante la semilla que después acabaría como la propuesta más radical que hemos tenido para entender la mecánica cuántica: la teoría de los universos alternativos. Hugh Everett se proponía resolver los problemas de la física cuántica con las mismas matemáticas que ya
GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA WORDPRESS.COM
Los problemas de la física cuántica parecen encontrar solución con la noción de mundos alternativos.
sustentaban a la teoría. Es decir, no se pretendía crear una nueva explicación de los fenómenos microscópicos sino encontrar una manera de interpretar lo que las ecuaciones exitosas mostraban. Everett tenía 22 años cuando escribió su tesis doctoral con la idea de muchos mundos para evitar las probabilidades que usa la mecánica cuántica como lo único que puede decir de los eventos en la naturaleza. La teoría cuántica nunca da un resultado concreto, solo la probabilidad de que algo ocurra. Eso trae muchos problemas para la intuición y un controversial aspecto: “el problema de la medición”. La mecánica cuántica es tal que cuando alguien mide un arreglo experimental dado la medición misma parece definir el resultado. Antes de la medición, el sistema se encuentra en todos los estados posibles y solo al momento de ser observado es que toma uno de ellos. Ya que no puede ser que el sistema se encuentre en todos los estados al mismo tiempo y no nos gusta la idea de que el observador sea quien define el resultado, entonces es necesario entender todo de alguna manera. La interpretación debe evitar que sea
La idea de Everett es que cada vez que medimos algo, el Universo se desdobla en otros Universos
quien mira el que defina el estado del mundo externo. La propuesta de Everett es que cada vez que medimos algo, el Universo se desdobla en otros Universos en los que se realizan cada uno de los posibles resultados de esa medida. Se produce así un número infinito de líneas de tiempo en las que ocurren cada una de las alternativas del experimento. Así, por ejemplo, en un experimento con dos salidas, acabaremos con uno de los Universos en el que ocurre una y otro muy parecido que opta por la segunda posibilidad. Si uno arroja una moneda al aire, el Universo se dividirá en dos y en uno de ellos la moneda mostrará el águila y en otro mostrará sol. El Universo se ramifica pues en incontables mundos con historias distintas y versiones diferentes de nosotros mismos. Esta manera de entender la mecánica cuántica da una explicación de cómo es que un fenómeno puede existir en dos estados al mismo tiempo —como el gato de Schrödinger que espera el decaimiento de un átomo que rompería el frasco de veneno con lo que él morirá y que, según los cálculos cuánticos, el gato estará vivo y muerto al mismo tiempo hasta que abrimos la caja y vemos el estado real—. Para Everett, el gato está vivo en un universo y muerto en el otro. En este marco de ideas los universos que se generan son inobservables.
No existe contacto entre ellos y no hay manera de comprobar la veracidad de esta manera de ver a la naturaleza. Aunque la interpretación de los mundos múltiples despertó mucho entusiasmo al comienzo, nunca quedó clara la manera como se podría comprobar. La interpretación de multiversos transitó rápidamente a la imaginación colectiva donde recibió mucha atención. Allí tuvo más éxito que entre los físicos. En la cultura pop los Universos paralelos son el elemento conductor de las aventuras de Ricky y Morty y de la serie televisiva Dark. Otras muchas películas, historietas y hasta obras pictóricas, teatro y música han recurrido a los universos múltiples. El marco de los mundos paralelos tiene ya un significado para las personas en la sociedad moderna. Para la gente es muchas cosas, y, entre ellas, la ilusión de poder vivir todo de una manera distinta, quizá sin los errores que cometemos. La creatividad colectiva explota la idea y se deleita en la invención de mundos. Entre las fantasías, la favorita es sin duda aquella en la que cerramos los ojos y aparece un Universo con todas nuestras fallas enmendadas, una realidad distinta en la que somos todo lo que quisimos ser. En este anhelo inalcanzable radica el gran éxito popular de la teoría de los Universos paralelos.
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ESCENARIOS
2 DE NOVIEMBRE 2019
DANZA
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IMÁGENES
La época de oro de Gregorio Walerstein
L La bailarina cubana, quien murió el 17 de octubre.
Alicia Alonso: creer en el arte ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA CUBITA NOW
En un futuro aquellos que se acuerden de mí o hablen de Alicia Alonso, no pensarán en Alicia Alonso como un ser humano, sino como una bailarina.
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l 17 de octubre sucedió la despedida física definitiva de la prima ballerina absoluta, la artista cuya mayor pasión en su larga vida fue el ballet, al que se dedicó siempre incondicionalmente, dando, además de su arte, un ejemplo sin paralelo de abnegación y disciplina. Con ella se cierra una era, la de las divas históricas de la danza clásica. Sin embargo, Alicia Alonso ha signado su paso por el arte con un acto contundente que trascenderá su propia historia en el escenario: llevó un arte tan elitista como el ballet a las masas. Las calles principales en el centro de La Habana se cerraron para dar el último aplauso a la Alonso. La entrada del Teatro Nacional que lleva su nombre se cimbró con un aplauso que duró más de siete minutos. El pueblo cubano, entre ellos los cientos de bailarines que hoy en día reciben su formación profesional en el Ballet Nacional, la escuela y compañía fundada por Alicia, se congregó para llevarle flores en un homenaje que fue transmitido en vivo por la televisión nacional. La trayectoria profesional de la llamada gloria de Cuba ha fincado una leyenda en la historia de la danza. Las anécdotas incluyen la inigualable y atrevida representación del personaje romántico Giselle, la
tenacidad y disciplina con la que se entregó al arte dancístico, la pérdida a edad muy temprana de un alto porcentaje de su vista —que la orilló a generar diversas formas de ubicación en el espacio, de las que surgió una danza profunda y sentida, emanada del interior de la bailarina—, reconocer en Cuba a una nación que baila y proyectar ese talento hasta el último rincón del mundo, y, por supuesto, la atípica longevidad que vivió como ejecutante. Se tiene registro de su última aparición en escena el 29 de octubre de 2012 con la pieza Retrato de un recuerdo, siete semanas antes de cumplir 92 años. La de Alonso fue enteramente una vida entregada al ballet. En su texto “Apuntes sobre Giselle”, narra los pormenores que vivió para llegar al rol y el trabajo que hubo detrás de la construcción de una interpretación que la inmortalizó. La gran frustración estuvo en el desprendimiento de retina que la obligó a descansar un año y durante el que realizó el baile mental que dio vida a Giselle: “Mi baile mental vino a ser tan real que podía observar mis propias interpretaciones y criticarlas severamente.
Alicia Alonso no se centró en la gloria personal, en el reconocimiento de ella como individuo
Algunas veces bailé muy bien, y en otras cometí errores”. Finalmente, el 23 de octubre de 1945, triunfó de la mano de André Eglevsky en el Metropolitan Opera House con la ovación del público y de la prensa. Pero Alicia Alonso no se centró en la gloria personal, en el reconocimiento de ella como individuo. Apostó por integrarse al genio colectivo y romper con la naturaleza elitista del ballet para crear un movimiento de danza profesional en Cuba y “dar a conocer a nuestro pueblo la tradición que existe en este arte, tradición que es una herencia cultural del pasado que no podemos ignorar ni menospreciar. Pero, además, algo muy importante: encontrar un camino propio, estrechamente unido a lo cubano, a nuestras raíces. No podíamos resignarnos a ser simples imitadores, por perfectos que fueran los modelos. Pero tampoco podíamos autolimitarnos, con complejo de colonizados, e ignorar todo el tesoro cultural acumulado por la humanidad en siglos de desarrollo”. También llamada de modo peyorativo “la bailarina de las zapatillas rojas”, reivindicó la existencia de aspectos más importantes que el dinero: sus principios, la humanidad y su pueblo. “Yo pienso que este honor no es para mí, es para nuestro pueblo que ha demostrado que forma una gran patria, y que baila… Gracias a ello yo existo”.
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ANDREA SERDIO
a biografía Gregorio Walerstein. Hombre de cine (FCE), escrita por su hija, la historiadora Eugenia Meyer, cuenta las peripecias profesionales de quien desde niño descubrió su pasión por la farándula, primero en el teatro y luego en el séptimo arte. Gregorio Walerstein nació el 22 de febrero de 1913 en la Ciudad de México, el mismo día que el país se estremeció con los asesinatos de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez. Sus padres, judíos de origen polaco, habían llegado a México en busca de una vida mejor para sus hijos y se encontraron un país en llamas. Walerstein estudió Contaduría en la Universidad Nacional de México, por cuya autonomía luchó en el movimiento estudiantil de 1929. En 1941 incursionó en la producción cinematográfica junto con Simón Wishnack. Su primera película fue Lo que el viento trajo, una comedia simplona dirigida por José Benavides Jr. y protagonizada por Jesús Martínez “Palillo”, que fue un rotundo fracaso de crítica y taquilla. El libro de Eugenia Meyer no solo recorre la carrera de Walerstein, también recrea y habla de la época que le tocó vivir, de la bohemia del barrio universitario cuando era estudiante, de su matrimonio con Josefina Derechin Syrulik, del nacimiento de sus hijos Frida, Eugenia y Mauricio, del ímpetu y la pasión con la que se fue erigiendo indiscutible Zar del cine mexicano en un tiempo de bonanza para esa industria en nuestro país. Después del desastre de su primera película, Walerstein y su socio tuvieron otras dos experiencias poco gratas antes de encontrar la clave del éxito con la versión cinematográfica de la novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo, llevando en los papeles estelares a Arturo de Córdova y a la hermosa y simpática puertorriqueña Mapy Cortés. En su larga travesía por el cine mexicano, Walerstein contó con colaboradores de lujo como los escritores Efraín Huerta, José Revueltas y Mauricio Magdaleno y descubrió la piedra filosofal que le permitió hilvanar un éxito tras otro con películas como El baisano Jalil, dirigida y protagonizada por el inolvidable Joaquín Pardavé. Como empresario, Walerstein ocupa una página sobresaliente en la historia del cine nacional y para algunos, como el director Julio Bracho, “ha sido el mejor productor que ha tenido México”. La filmografía de Walerstein comprende 278 películas, algunas muy malas y otras que se han vuelto clásicas y se mantienen vigentes en el gusto del público, como México de mis recuerdos, El gran Makakikus o El Enmascarado de Plata, con la que comienza la leyenda del Santo. Gregorio Walerstein murió el 24 de enero de 2002. Fue un hombre de cine y sus películas son el reflejo de una época en la que los sueños se hacían realidad a golpes de audacia.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
2 DE NOVIEMBRE 2019
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TOSCANADAS
Menos Biblia y más Constitución DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
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n estos días, nuestro señor presidente dijo que a Jesús lo crucificaron “por defender a los pobres”. Que yo sepa, y lo sé por los Evangelios, Jesús hizo muy poco por los pobres. A él le gustaba andar de banquete en banquete y beber vino, al punto que de él decían “he aquí a un hombre comilón”. Aunque se les acabó el vino, las famosas bodas de Caná debieron ser un evento de clase alta, pues hasta maestresala había. Además, el hecho de haber convertido el agua, no en mero vino, sino en “buen vino”, demuestra que nuestro señor tenía paladar de connoisseur. Al mesías le gustaba que las mujeres lo atendieran, que para eso era hijo de quien era. La última cena se realizó en una muy digna habitación y alguien tuvo que haber puesto la mesa y cocinado para los trece. Diciendo Talita cumi, sacó de la
LAS BODAS DE CANÁ
El pasaje evangélico en el que Jesús transforma el agua en vino.
muerte a la hija del principal hombre de una sinagoga. También le devolvió la vida a su amigo Lázaro, que pertenecía a una familia acomodada. Atendió la petición de un centurión para curar al siervo. Con sus poderes sobrenaturales, bien pudo dar algo de bienestar a los pobres, pero solo consta aquella multiplicación de peces y panes, que repartió por igual a sus seguidores sin importar su situación económica. Jesús nunca se desprendió de algo para dárselo a los pobres, al contrario, cuando Judas Iscariote le sugirió que hiciera un acto de caridad vendiendo un perfume carísimo, él prefirió que se lo echaran en la cabeza. De pasada, mató la esperanza de los pobres: “A los pobres siempre los tendrán entre ustedes”, dijo. Cuando al propio Jesús se le ofreció un dinerito, no trabajó para ganarlo, sino que ordenó a Pedro: “echa el anzuelo, y el primer pez que viniere, tómalo, y abierta su boca, hallarás un estatero”.
Con el bolsillo ajeno, Jesús solía ser más generoso: “Vende todo lo que tienes, y da a los pobres”, le dijo al mancebo rico. Pero aquí el hijo del hombre se demuestra un mal economista, pues el día que todos los millonarios siguieran tal ejemplo, el mundo pasaría a la ruina económica. Lo único que Jesús le trajo a los pobres fue el anuncio del evangelio; cosa que tanto mal les hizo pues los apaciguaba con la falsa promesa de una vida mejor en el más allá. Con esa falacia se han justificado siglos de explotación. Ahora bien, aunque encontremos gacetillas evangélicas en las que Jesús se solidariza con los pobres, es un desatino decir que por eso lo mandaron matar. No, señor presidente, lo crucificaron por sedicioso. Y mejor dejemos a un lado la Biblia y tomemos la Constitución, porque el único pasaje que usted me recuerda es aquel de Poncio Pilato cediendo al grito de “suelta a Barrabás”.
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CAFÉ MADRID
¡Queremos tanto a Nélida!
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VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA CENTRO DE ESTUDIOS BRASILEÑOS
doro la sonrisa y los abrazos de Nélida Piñón. Admiro sus ganas de vivir, su energía creativa, su sabiduría, libertad e independencia. Me fascina su prosa llena de un ritmo cadencioso, que me envuelve siempre, incluso cuando, por algunos momentos, se torna barroca y sentimental. Me gusta escucharla, con su acento carioca y sus ojos apretados. Y hasta me encanta cuando me reprende por no haber leído los libros o escuchado la música de tal o cual clásico: “Vitiño, si quieres entrar en estado de gracia, lee a los griegos o escucha a Bach y a Schubert. ¡Es muy importante, no lo olvides! Yo estoy loca por Homero y por Wagner. ¿Y tú?” Aspiro (ingenuo de mí) a que algún día pueda llegar a mirar como ella, a tomarle el pulso a las palabras como ella y a dominar las subordinadas y la puntuación como ella. Quisiera, sobre todo, saber tomar distancia, darme el tiempo suficiente y ser muy despiadado para corregir un texto como lo hace ella: “hay que esforzarse para sacar el rostro auténtico de cada frase. Yo tacho y corto y corrijo mucho. ¡Mucho! Mira, de La república de los sueños, por ejemplo, una novela de 700 páginas, hice siete versiones antes de publicarla. Es que a mí me encanta lograr un equilibrio entre las frases cortas y las frases largas. Porque así se producen pausas respiratorias que hacen más disfrutable la lectura”. Hace varios años, en México, cuando subí a la suite del Hotel Sheraton, frente al Hemiciclo a Juárez, donde se hospedaba como la gran señora de las letras que es, me encontré a una Nélida absorta, mirando buena parte de la ciudad a través de la ventana, reflexionando en lo que había
atestiguado hacía un rato. Me dijo: “he ido a la Basílica de Guadalupe y he visto la manifestación de amor más grande del mundo: dos mujeres entraron al templo de rodillas, con los ojos clavados en la imagen de la virgen, rezando o comunicándose con ella, sin dejar de avanzar y… tan solo de verlas, ¡me he conmovido tanto!” Nélida es la persona más sensible que conozco. Pero también es muy divertida. Cuenta anécdotas hilarantes
Esta Sherezada brasileira ha venido a España por enésima vez con un libro bajo el brazo
(por ejemplo: frente a María Callas, “gorda y con gafas”, o al lado de Borges, “que era muy de derecha y peleón”, o de Carmen Balcells, “amiga del alma y dueña de un temperamento bravío”, o junto a Manuel Puig, “que se vestía de Marlene Dietrich y la imitaba divinamente”) y es una gran aficionada a las películas de aventuras y a los westerns americanos. “Me fascina la soledad del Oeste. Esos hombres grandes, mascando pedacitos de carne seca y apagando el fuego con el café viejo son totales”, dice entre carcajadas. Hasta hace poco, en su casa de Río de Janeiro, vivía con ella un perro enano y coqueto, llamado Gravetinho (Astillita), que le daba lecciones de humanidad. “Me despertó cuestiones morales relativas a los animales. Y descubrí que
La escritora brasileña Nélida Piñón, quien acaba de publicar Una furtiva lágrima.
la sensibilidad de un perrito, pequeñito, es capaz de desafiarme. Me pareció que era de una gran naturaleza humana. Porque sus reacciones eran propias de la gran humanidad, pero también de sus perversiones. Lo tomaba en mis brazos, lo llevaba a ver la laguna que está frente a mi casa y le decía: mira el mundo, travieso, mira el mundo. Y él miraba para un lado y para el otro y luego me veía a mí, con mucho agradecimiento”. Esta Sherezada brasileira que, ya lo ven, me tiene rendido a sus pies y de la que, cuando hablamos de ella entre amigos y conocidos, siempre acabamos diciendo “¡queremos tanto a Nélida!”, ha venido a España por enésima vez con un libro bajo el brazo. Se llama Una furtiva lágrima (Alfaguara), como la canción interpretada por Pavarotti, y está hecho de retazos de sus diarios y reflexiones. En realidad, parece una continuación del Libro de las horas, donde también hay memoria y reflexión sobre la muerte, el amor, la desilusión y la historia del pensamiento. Hacía tiempo que a Nélida le fallaba un oído. Ahora, además, los ojos. “Soy una octogenaria, querido. Y he sido muy andariega”, se justifica empuñando el mango de plata del elegante bastón con el que se ayuda a caminar. Así que ya casi no ve, “y los médicos no tienen una solución”, pero su entusiasmo sigue intacto. Hace unos meses contrató a una persona para que le lea y también compró dos grandes pantallas para su computadora. Porque sigue escribiendo y ahora mismo tiene el firme propósito de entregar pronto una novela sobre la grandeza del Portugal decimonónico.
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