Laberinto No.868 (01/02/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO MEMORIA

HOMBRE DE CELULOIDE

DANUBIO TORRES FIERRO

FERNANDO ZAMORA

El Plural en pie de guerra de Octavio Paz

Jojo Rabbit: viaje a la mente de un niño

Foto: Rogelio Cuéllar

SÁBADO 1 DE FEBRERO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 868

De Auschwitz al regreso del nazismo Andrea Rivera/ Berlín/ FOTOGRAFÍA: SHUTTERSTOCK

Foto: Defender Film


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ANTESALA

1 DE FEBRERO 2020

ARTES VISUALES

La elegancia del tiempo MIRIAM MABEL MARTÍNEZ IMAGEN SATURNINO HERRÁN

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a exposición Visión de Anáhuac. Alfonso Reyes, que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología, no necesita pretextos ni para ser visitada ni para “justificar” su origen; no fue creada para encajar con el 500 aniversario del encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma. Se trata de una original propuesta de los historiadores Cora Falero y Arturo López Rodríguez que invita a transitar visualmente por una de las obras maestras —y claves en la identidad mexicana— de este escritor. La exposición, integrada por 176 piezas y dividida en cuatro ejes temáticos, es una travesía y, al igual que el texto de Reyes, una crónica-ensayo-poema visual sobre la representación del Valle de Anáhuac a través de la historia del arte mexicano; asimismo, es un viaje visual añorado por el también diplomático durante su exilio. La primera parte está dedicada a Alfonso Reyes y su generación. Si bien es una biografía comentada visualmente (destaca el retrato de David Alfaro Siqueiros), esta sección sirve para transformar al espectador en ese viajero al que Reyes guía por el Valle de México al que dibuja intelectualmente. Poco a poco el viajero entra a la búsqueda del “alma nacional”, y de la mano del guion curatorial va descubriendo las fuentes historiográficas de Reyes, códices y el arte prehispánico. Entre las piezas exhibidas sobresalen el Octecómatl, procedente del Museo de Sitio de Tecoaque, el Pez del Museo Arqueológico de Xochimilco que, junto con otras, como el biombo de diez hojas de finales del siglo XVII, evocan el paisaje de la Gran Tenochtitlan al tiempo que le dan gravedad a la nostalgia. El espectador-viajero entra a la región más transparente a través de obras que exhiben la belleza de un valle casi de fantasía donde la vegetación es tan exótica como la urbanización, y tan diversa como la creada por José María Velasco (La caza), Gerardo Murillo (La vista de los volcanes desde el camino a Cuernavaca) o Saturnino Herrán (Coatlicue, tablero central para el proyecto —no realizado— Nuestros dioses), entre otros. Esta muestra tienta al espectador a sentir la nostalgia de Reyes y asumir la propia: recorre esta sala como si se inmiscuyera en la mente del autor. Así navega por las imágenes añoradas que van construyendo palabra a palabra un relato intenso, amoroso, complejo, cuya influencia reverberó en la literatura y las artes del México del siglo XX. Es el eco de la elegancia del tiempo, explorada por Reyes, en el siglo XXI.

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Tablero para el proyecto Nuestros dioses.

Jojo Rabbit. Dirección: Taika Waititi. Nueva Zelanda, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

El arte de la farsa

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA DEFENDER FILMS

decir verdad, Jojo Rabbit comienza un poco boba. La película inicia con un par de chistes que están al borde de lo políticamente incorrecto. Entramos en la secuencia de créditos y una canción de los Beatles acompaña toda clase de imágenes de fanáticos que adoran a su führer lanzando un “¡Heil, Hitler!” Este hombre siniestro es, además, en el guion del neozelandés Taika Waititi, el amigo imaginario de nuestro protagonista, un pequeñín “ario” y con dientes de ratón que lo único que quiere de la vida es encontrar a un judío para matarlo. ¿Qué es esta tontería?, se dice uno. Y, sobre todo, ¿por qué la Academia, tan obsesionada con la corrección política, ha decidido nominar a Jojo Rabbit como “mejor película”? Pronto lo sabremos. Antes, sin embargo, tenemos que espetarnos a una Scarlett Johansson que a todas luces nunca consigue sentirse cómoda en el papel de la madre del joven fanático de Hitler. A veces parece incluso que la actriz camina con miedo de desaforarse, como si calzara zapatos que no son de su talla. La clave de esta obra comienza a revelarse cuando uno descubre, además, que la producción no consiguió el dinero suficiente para reproducir Berlín en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. ¿Y Taika

Waititi qué hace? Pues se inventa una farsa que sucede al interior de la mente de un niño a quien, poco a poco, comenzamos a querer. En lo dicho está la clave: “farsa” y “niño”. Primero es importante aclarar que la farsa es un género tan difícil de llevar a buen puerto que produce obras realmente deleznables; auténticas bazofias que en la televisión se presentan como comedias en que hay adultos vestidos de niños y actores que se alburean. Pero la farsa, de acuerdo con la teoría dramática, es un género moralizante que presenta al espectador un mundo fantástico que encarna todo lo que resulta inaceptable en la vida real. Entonces: esto es una farsa, pero falta la segunda clave para interpretar esta película: el niño. Roman Griffin, el joven nazi, comienza a imponer su presencia en la pantalla como si fuese un corredor de cien metros por el que no dábamos mucho y que sin embargo en poco tiempo ha comenzado a volar. Lo primero que en esta carrera imaginaria tiene que hacer Griffin es

Nuestra atención está en este chico que llegado al último tramo de la carrera sabe conmovernos

superar al ensamble de actores que hacen chistes de mal gusto en torno al Holocausto. Los rebasa. El chico resulta más simpático, atrae más nuestra atención. Adelante consigue superar la incomodidad de Scarlett Johansson y, en el penúltimo tramo, la pobreza de la producción. Ya no nos importa que quieran vendernos como si fuera Alemania un pueblito neozelandés. Toda nuestra atención está en este chico que llegado al último tramo de la carrera consigue lo que parecía imposible al inicio del filme: conmovernos, introducirnos en el mundo imaginario de un pequeño nazi que también perdió a sus padres y que se está enamorando de lo que más odia: una chica judía. Y la farsa en efecto cumple su papel. En estas caricaturas muestra el mundo como debiera ser: más delicado para juzgar incluso al muchachito de doce años que porta con orgullo una suástica. La verdad es que todo lo bueno en esta película lo ha conseguido este pequeño Mozart que juega con nosotros con la misma precocidad que el músico vienés. Griffin cumple a la letra el aforismo de que no hay mala película que esté bien actuada. Gracias a él los mexicanos podemos enternecernos con un joven nazi y disfrutar de este género que en nuestro país ha sido tan mal comprendido: la farsa.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Ese enemigo LORENA ELIZABETH HERNÁNDEZ @lorenaleer

porque hubo días con sus noches donde tu vientre convulso me habitaba sin límites y nos amábamos sin tiempo ni certeza sin decirlo porque el amor /ese enemigo/ estaba proscrito entre nosotros

para C.

la eternidad era apenas unas horas en las que jugábamos a ser extraños dos que apenas dos que siempre Este poema forma parte de un libro en preparación.

EX LIBRIS

Interprétame/ EKO

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El castigo a Ovidio ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

E

@Sobreperdonar

l estado edénico se caracteriza por la imperfecta distinción y por las constantes mutaciones entre hombres y animales. Esta época de desorden ontológico y frecuentes metamorfosis es maravillosa, pero aterrorizante, porque en cualquier vegetal o animal puede ocultarse un amigo o familiar castigado, un enemigo disimulado o un dios disfrazado; porque el hombre no tiene asegurada la permanencia de su identidad y porque puede mudar su condición orgullosamente humana a las formas más degradantes de supervivencia. Ovidio (43 a. c.17 d. c.), el delicioso relator de Las metamorfosis, que constituyen la más excelsa e imaginativa síntesis de la mitología grecolatina, vivió su propia y horrorosa metamorfosis y pasó de ser un símbolo del éxito y el refinamiento urbano del Imperio romano a un hombre desterrado, que murió confinado en una alejada colonia, reducido a un estado casi salvaje y rodeado de hordas de bárbaros con los que tenía que comunicarse a señas. Ovidio nace en una familia pudiente y recibe una educación esmerada que facilita su ascenso social. La destreza de su pluma, su temperamento aventurado y la respuesta que reciben sus primeros empeños estimulan y expanden su natural genio literario y lo llevan a practicar todos los géneros desde la didáctica amatoria (El arte de amar), el poema mitológico-cosmogónico (Las metamorfosis), la tragedia (su perdida Medea), la poesía heroica y de tema nacional (Los Fastos) y, por supuesto, esas obras testimoniales de su sufrido exilio que son Las Tristes y Las Pónticas. En el apogeo de su fama, justamente cuando acaba de publicar Las metamorfosis, es exiliado por el emperador Augusto. El motivo de su castigo resulta un enigma histórico y hay numerosas teorías: el haber visto desnuda a la mujer del emperador; el ser cómplice de las hijas del soberano en su escandaloso desenfreno; el conspirar contra su soberano o el ser testigo de su vida incestuosa. Sin embargo, más allá del misterioso móvil concreto, suena lógico pensar en la añeja oposición entre poesía y poder. Cierto, Ovidio fue, por decir lo menos, encomiástico con el emperador y cierra sus Metamorfosis con un desmedido elogio a la estirpe de Augusto: “Porque de entre todos los actos de César, no hay ninguno que supere al de haber llegado a ser padre de Augusto”. De cualquier manera, es muy probable que la tiranía moralizante de Augusto, que se inmiscuía en todos los aspectos de la vida pública y privada, se sintiera amenazada por un escritor libérrimo que brillaba con luz propia; que concentraba y conectaba saberes dispersos; que influía perniciosamente en las costumbres reivindicando el placer, las pasiones y las licencias personales y que, pese a su tono lisonjero, mantenía una discreta reticencia a participar en puestos y decisiones de poder, alegando su vocación poética. Así, frente a la prédica que se pretende única y unívoca, la indómita ambigüedad de la poesía resulta siempre sospechosa o, de plano, intolerable.

Es probable que la tiranía moralizante de Augusto se sintiera amenazada por un escritor

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MEMORIA

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Los años de 1975 y 1976 se revelan como un parteaguas, un periodo de libertad y apertura intelectual

Recuerdos de Octavio Paz en Plural *

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DANUBIO TORRES FIERRO FOTOGRAFÍA ROGELIO CUÉLLAR

n una vida —la mía propia— llevada en régimen de intermitencias, Octavio Paz apareció, desapareció y reapareció varias veces. En esos tránsitos, el Octavio con el que la doble relación humana y profesional se dio más cercana y que más me tocó fue el Octavio de los años 1975 y 1976. Eran, sin que lo supiéramos, los últimos años de Plural, revista de la que fui secretario de Redacción hasta que en un atardecer debimos abandonar las oficinas de la Avenida Paseo de la Reforma como ladrones apedreados, cargando cajas de cartón que guardaban colaboraciones y documentos. Avenida Paseo de la Reforma, número 18: hoy es el único edificio que sobrevive del conjunto que formaba Excélsior. Cada vez que paso enfrente de ese vestigio levanto la vista hasta las ventanas clausuradas del tercer piso, precisamente las de las oficinas. Me parece mentira que en ese predio ruinoso, 30 años atrás se alojara una casa en la que recalaba un sector representativo de la clase intelectual mexicana. Me parece mentira que allí haya yo escrito uno de los capítulos de mi vida. Y más aún me parece mentira que Plural se haya convertido en una lejana y casi desconocida referencia cultural para las nuevas generaciones. ¿Exagero? Plural no cuen-

ta con una edición en línea ni tiene una edición facsimilar. Y, sin embargo, fue un parteaguas en la atmósfera política e intelectual de México y de América Latina de mitad de los años setenta. Más adelante volveré sobre este punto. Ahora quiero agregar, para que sirva de trasfondo a esta evocación, que en el edificio de Reforma se hallaban también las oficinas del suplemento dominical Diorama de la Cultura, a cargo de Ignacio Solares, y las de Revista de Revistas, que dirigía Vicente Leñero; en un edificio adjunto, al que se accedía por otra puerta, estaba la redacción de Excélsior y las salas que en lo alto ocupaban Julio Scherer García y sus colaboradores más cercanos, y en el piso bajo, ya hacia los fondos, en unas suertes de galpones siempre olorosos a tinta fresca, los talleres de composición y las rotativas. En una época en la que no existía internet, el predio de Reforma era un lugar que propiciaba los encuentros personales. Recuerdo que, en mis primeros meses mexicanos, me ganaba una esquizofrenia recurrente. Plural, sobre todo, o al menos en mayor proporción que las demás redacciones, era un lugar cosmopolita, en el que a veces se hablaba en inglés o francés, y bajar en el ascensor y ganar Reforma implicaba dejar atrás unas señas de identidad y, de sopetón, encontrarse con un mundo de rasgos indígenas o morenos. Puestos de venta de tacos y de periódicos se apiñaban en la proa que formaban Reforma y Bucareli.

Había algo más en aquel entorno que contribuía a acentuar lo que entiendo era una temporal esquizofrenia de mi parte, y bueno es que deje aquí constancia porque se trata de un trazo que caracterizó a la época toda. El contraste entre el gobierno de Luis Echeverría y sus liturgias nacionalistas exageradas (aquel empeño en vestir guayaberas los señores y trajes típicos regionales las señoras, aquel afán hipnotizador de un impávido presidente que hacía uso y abuso de unos discursos interminables punteados por una apelación sistemática a la retórica tercermundista) y el comportamiento normal del grupo de gentes vinculadas a Excélsior (periodistas, intelectuales, escritores) llamaba mucho la atención. Considerada de modo retrospectivo, esta oposición era, en sí misma, reveladora: en sus modales se descubría hasta qué punto Excélsior representaba una excepción a la regla ideológica no escrita pero tercamente arraigada que regía al país y, también en ella, en la oposición entre unas y otras formas, un observador podía vaticinar la inminente llegada de un día en que tal excepcionalidad pagaría caro su discordancia con la tiranía uniformadora. Siempre he creído que el manoseo a Excélsior y a cuanto representaba fue posible

Hombre en pie de guerra, Octavio propuso una revista replicadora, polémica, sin miedos

porque el país no estaba aún preparado para admitir una herejía como la que se proponía. Ahora regreso en el tiempo. De algún modo, falto a la verdad cuando digo que el Octavio que conocí en 1975, ya en México, fue para mí el más cercano. No, hubo otro encuentro con Octavio que fue anterior a 1975 y que significó mucho para mí. Era el verano austral de 1972 y yo me resucito leyendo, en el porche de la casa familiar, acariciado por el último sol de la tarde, Corriente alterna y Posdata en las ediciones de tapas semiduras de Siglo XXI. Para alguien que entraba en la edad de hombre y también en la edad de la historia, tenían la virtud de calmar la ansiedad. Escritos con una inteligencia que se excita con la materia que es asunto de sus preocupaciones, y con una tensión imaginativa no por nerviosa menos razonadora, los libros escenificaban a alguien dispuesto a correr riegos y defender una verdad disidente, a un polemista que entiende llegado el momento de liquidar lo que era de recibo. Un sentido común (y de lugar) muy de agradecer por su respuesta concreta a una coyuntura específica, y una capacidad de persuasión didáctica, uno y otra imantadas por una prosa ardida, alimentaban un pensamiento a contramano de los argumentos simplistas del izquierdismo dominante. De pronto, en efecto, y para el young contrarian que era yo entonces, los análisis de Octavio investían de una claridad de sentido a


MEMORIA

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las tribulaciones que me acongojaban. A cierta altura, caí en la cuenta de que Octavio escribía no solo para ser leído sino para hacer pensar en lo que se leía. El suyo era un ejercicio de desmitificación que, además, mantenía a pulso un aplomo subversivo y una esperanza de signo crítico. No aparecían allí las condenas sumarias ni las exaltaciones desmesuradas. Creo que esta reticencia a tocar los extremos es razón suficiente para entender que él nunca haya deseado apoyarse en una versión catastrofista de las cosas —esa versión que acabaría por dominar, hasta el día de hoy, la interpretación de México y lo mexicano de una intelectualidad nativa aquejada de desánimo crónico—. Ni la ideología como letra estructuradora de una teoría ni la idealización como metáfora de una construcción, fuera ésta real o mental, comparecían en un Octavio que apuesta por los beneficios de una democracia cuyo ideal de igualdad se inspira en Walt Whitman y que rechaza la utopía consoladora en favor de una contrautopía desafiante. Allí no hay espacio para ninguna Arcadia. Realista en su superficie y fantasmagórica en sus adentros, la poética que se desarrolla en Corriente alterna y en Posdata es un alegato en defensa de lo que unos años más tarde se llamará “la otra voz” y es un manifiesto sobre la modernidad entendida como una dialéctica “tradición de la ruptura”. Dicho lo anterior, vuelvo a Plural para agregar que la revista fue consecuencia

y resultado de los rasgos idiosincráticos de Octavio que acabo de mencionar, de modo similar a como la argentina Sur se pareció al temple de Victoria Ocampo. Ambos eran conscientes de que una autoridad con un carácter propio debía ejercer la rectoría del mando. Hombre de pie, y hombre en pie de guerra, Octavio propuso una revista polémica, replicadora, sin miedos. “Se trata de una revista —es Octavio quien habla, y me habla, en una carta enviada desde Estados Unidos— que busca disipar prejuicios e ideas preconcebidas. Yo quisiera que fuera, simultáneamente, un reactivo y un estimulante”. “Me preocupa —proseguía— que a veces nuestros amigos del Consejo de Redacción olviden la función de Plural —servirlos a ellos, sí, como escritores mexicanos que son pero asimismo servir a la gente de nuestra lengua dándole un poco de conciencia crítica, o sea: de autoconciencia—. Quiero que sepa que cuando regresé a México se desdeñaba o disminuía lo que se hacía en el país; de ahí el intento continuado por hacer que la revista mantenga una relación viva con la cultura mexicana”. En la misma carta, y en lo que debe entenderse como una tentativa por explicitar sus objetivos con detenimiento, Octavio escribía que “el continente hispanoamericano (no sé si incluir a Brasil en este juicio) es extraordinariamente pobre en materia de ideas —y extraordinariamente rico en pasiones buenas y malas—. Plural no es ni quiere ser una revista exclusivamente literaria ni tampoco

puede ser el órgano de un grupo”. Acaso aquí importa aclarar que la revista, que coincidió con la época de expansión del llamado boom literario (por sus semejanzas con el boom de Estados Unidos de las décadas de 1930 y 1940), no tuvo una inclinación especial por ese movimiento —aunque sí hubo unas crónicas de Emir Rodríguez Monegal que lo historiaron cuidadosamente y muchos de los escritores que formaban parte del grupo en cuestión fueron colaboradores frecuentes—. Octavio no era, como sus palabras lo demuestran, un amigo de las novelerías generacionales. Otra vertiente de la revista, a la que él hace referencia en su carta, es la doble vocación española y latinoamericana, más acá, o más allá si se quiere, del impulso cosmopolita que la animaba. Es una vocación que daría sus mejores frutos con el andar del tiempo. Pocos años más tarde, ya en la década de 1980, con una obra que obedece a un transparente proceso de maduración, y que crecería en el campo del análisis político con Tiempo nublado y Pequeña crónica de grandes días, la figura intelectual y el ejemplo moral de Octavio llegarían a ejercer una influencia considerable en una España y una América Latina metidas en unos cambios políticos que tenían como centro de gravedad el rescate y la regeneración de una democracia muy castigada. El guion de sus ideas fue recibido con respeto y entusiasmo por unas clases políticas mayormente jóvenes que apenas se estrenaban en su oficio y estaban necesitadas de referencias fundadoras

De pie: Tomás Segovia, Gabriel Zaid, Marie-José Paz, Alejandro Rossi, José de la Colina, Salvador Elizondo. Abajo: Octavio Paz. Juan García Ponce, Michelle Albán y Kazuya Zakai.

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—un guion que, además, fundía la historia de todos los días con la historia poética, tejiendo un sistema de ecos y correspondencias muy seductor—. La convicción fuerte, tan propia de Octavio, de que el escritor debía contraponer sus poderes al poder político y reivindicar así su autonomía y su autoridad, borraba cualquier vestigio de oportunismo en aquella influencia. ••• A diferencia de Marie-José, su esposa, espontánea en sus abordajes, casi física en sus avances, el primer paso de Octavio hacia un acercamiento personal se daba por la vía intelectual. Solo después de calibrada la inteligencia de su interlocutor, y medida su capacidad para el mutuo entendimiento, él se abría a la proximidad y el afecto. No es de extrañar que esa fuera la criba: además de la franqueza de su mirada, y de una sonrisa inquisitiva que parecía interponer una renuencia suspicaz entre su persona y la entrega sin más a los dones del mundo, en la fisonomía de Octavio se leía el arte de poner en orden la casa de sus ideas: el tren puesto en marcha de un proceso mental. De ahí que no hubiera sorpresas ni rupturas entre el Octavio de mis lecturas de 1972 y el Octavio real que conocí en Plural en 1975. ¿Se me permite agregar que “the peculiar clearness of a privileged hour” —como diría D. H, Lawrence en The Plumed Serpent, una referencia pertinente aquí— se me hizo evidente en aquellas oficinas ahora en ruinas de la Avenida Paseo de la Reforma? Patetismos a un lado, acabo esta evocación trayendo a cuento dos experiencias de la vida en Plural. Vayamos a la primera. En cierta ocasión le pregunté por qué me había escogido a mí precisamente como secretario de Redacción de la revista, y la respuesta rápida fue: “Porque usted es un extranjero, no está comprometido con los locales y tiene por tanto una distancia saludable”. La segunda experiencia. Una tarde, en su apartamento alto, encristalado y luminoso de la calle Río Lerma, mientras preparábamos el índice de un número de la revista (“¿Dónde diablos está la nota sobre las traducciones de Mallarmé de los brasileños que Tomás Segovia nos prometió?” “Vea aquí: el artículo que antier le pedí a Carlos Fuentes ya nos llegó: ése es un escritor de verdad”. “No se olvide que tenemos que publicar dos o tres ensayos extraordinarios de Auden, desconocidos en español, y las reflexiones de Pierre Reverdy sobre poesía y política”), aquella tarde, esa tarde que ahora recuerdo, en determinado momento me miró a los ojos y, acaso con un fondo de censura por un motivo equis, aseguró: “Acuérdese: una reseña, un comentario, una letrilla, tienen que ser, ante todo y sobre todo, una pieza literaria”. ¿Cómo olvidar el consejo y cómo olvidar a un Octavio congruente consigo mismo que se me apareció por vez primera en el verano uruguayo de 1972 y que luego, en un mexicano año de 1975, se personificó ante mí? Acudo a Lawrence, de nuevo y para poner punto final: ahí, afuera, en la intemperie, acechante, señor de sus versiones caprichosas, el destino “awaits for all of us”.

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*Fragmento de un libro que será publicado por Penguin Random House a mediados de 2020.


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DE PORTADA

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Después de Auschwitz: el regreso del nazismo ANDREA RIVERA/ BERLÍN FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK

Pasaron 75 años de la liberación del campo de exterminio pero Alemania vuelve a ser escenario del odio racial y la intolerancia

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75 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz por el Ejército Rojo, el fantasma del horror reaviva su espíritu y obliga a los dirigentes alemanes a agachar la cabeza y pedir perdón por la masacre de más de seis millones de judíos a manos de soldados germanos durante la Segunda Guerra Mundial. En aras de implementar una política de purificación racial, Alemania mostró su peor rostro al diseñar un plan de exterminio que incluía los métodos de muerte más inhumanos. Los campos nazis se convirtieron en laboratorios de la muerte donde se llevaban a cabo horribles experimentos y ejecuciones

masivas en cámaras de gas y crematorios. Con un millón 100 mil asesinatos, el de Auschwitz-Birkenau, en el sur de Polonia, fue el campo de concentración más mortífero. Se equivocan quienes esperan un arrepentimiento acompañado de un dulce matiz con final feliz. Cuando el mortífero fantasma de la crueldad parecía derrotado, una nueva ola de violencia se cierne sobre Alemania, nación que en el último año ha visto amenazado su liderazgo y debilitada su indiscutible y robusta estabilidad. La primera economía de Europa ha entrado en su etapa más vulnerable tras el surgimiento de una generación de neonazis que vuelve a caer en la tentación de azuzar al mundo, y a su propio pueblo, con el látigo del terror, el odio y la intolerancia. Partícipe del convulso panorama internacional, donde el terrorismo, la islamofobia, el racismo cultural


y la xenofobia son expuestos como los problemas más serios a resolver, Alemania empieza a mostrar las primeras señales de descomposición social y desequilibrio político que hoy la enfrentan a la encrucijada de un paradigma cultural conformado por nuevos actores pero igualmente deshumanizado. Ni el recuerdo de su tragedia histórica ni el peso de la culpa colectiva han logrado ablandar el corazón de esta nación poderosa que a partir de 2019 comenzó a padecer su realidad más cruda. Alemania no la tiene fácil. A su crisis migratoria, a los asesinatos perpetrados por neonazis, al misterioso estado de salud de la canciller Angela Merkel, a su desavenencia con el gobierno de Estados Unidos ante la negativa de desplegar tropas en Siria (con la eventual sanción de la administración de Trump a empresas alemanas que participan en la construcción del gaseoducto Nord Stream 2), se unen otros asuntos igualmente delicados: el robo al museo Grünes Gewölbe de Dresde —el 25 de noviembre—, que alberga una de las colecciones de tesoros artísticos más grande de Europa, un botín valuado en más de mil millones de euros, el mayor robo de obras de arte desde la Segunda Guerra Mundial; la dimisión del presidente de la Federación de Futbol alemana, Reinhard Grindel, acusado de corrupción y evasión de impuestos; el linchamiento mediático de los futbolistas de origen turco Mesut Ozil e Ilkay Gundogan por haberse fotografiado con el presidente de Turquía Recep Tayyip

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DE PORTADA

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Erdogan; el anuncio hecho por el club de futbol de la segunda liga alemana St. Pauli, que anuló su contrato con el jugador turco Enver Cenk por su apoyo abierto a la campaña militar denominada Operación Fuente de Paz, la lucha emprendida por Turquía contra el terrorismo emprendida hace tres décadas; la elección del político naonazi Stefan Jagsch como representante de un distrito en la ciudad de Hesse; la inestabilidad política derivada de la incapacidad de Annegret Kramp-Karrenbauer — quien sustituyó a Merkel en la presidencia del partido Unión Democrática Cristiana (CDU)— por evitar la pérdida de votos tanto en elecciones estatales como en el Parlamento Europeo; el trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, que incitó al debate y llevó a los analistas a reconocer que los muros mentales aún no se han podido derribar. Lo antes mencionado se une al problema medular del país germano: contener el estallido del terrorismo de ultraderecha, que ha logrado penetrar las esferas del poder y se desplaza impune entre la población. El 2 de junio, el alcalde del distrito de Kassel, Walter Lübcke, fue asesinado de un disparo en el jardín de su casa por el extremista neonazi Stephan Ernst. El 9 de octubre, en la ciudad de Halle, otro neonazi, Stephan Balliet, intentó ingresar en

Manifestación ultraderechista contra la inmigración en Europa.

Alemania empieza a mostrar las primeras señales de descomposición social y política

una sinagoga donde celebraban el Yom Kipur (Día de la expiación, el perdón y el arrepentimiento) y allí dentro abrir fuego contra el grupo de fieles judíos. Consciente del peligro, el recinto reforzó sus puertas y Balliet no pudo ingresar. Vestido de negro, con una cámara instalada en su gorra para grabar el atentado y portando un arma que él mismo construyó con una impresora 3D, caminó por las calles e intercambió insultos con una ciudadana alemana que apareció en su camino, a la que despectivamente describió como “una gran isla”, en referencia a su peso corporal, e hizo alusiones sexuales. La mujer siguió caminando y él le disparó por la espalda. Luego se dirigió a un restaurante de comida turca y asesinó a otro ciudadano alemán. Antes del acto, Balliet subió a YouTube un video donde responsabilizó a los judíos, al feminismo y a la migración de los problemas que aquejan a su patria. Este crimen puede verse como la versión alemana de la masacre ocurrida en Texas el 3 de agosto en contra de inmigrantes mexicanos. En un manifiesto de 17 páginas, Balliet difunde su material de combate y establece como objetivo principal “aumentar la moral de otros hombres blancos oprimidos”. Tal documento, que se presenta como una “Guía espiritual para los hombres blancos descontentos en el año en curso”, los prepararía para la gran misión de convertirse al Tecno-Barbarismo: “Domesticarse a sí mismo, matar por la espalda a comunistas, negros y traidores, incendiar sinagogas, apuñalar a un musulmán, matar a tantos antiblancos como sea posible, preferentemente judíos, sin olvidarse de lograr una exitosa transmisión en vivo”. Alemania sigue lidiando con el mismo mal. El proyecto de paz más grande en la historia de la humanidad se ve amenazado por actos criminales de antisemitismo. Cifras emitidas por el gobierno alemán señalan un alarmante aumento en 2019 de agresiones contra mezquitas y mujeres con velo. De los 24 mil ultraderechistas registrados en Alemania, la mitad se ha mostrado proclive a la violencia; de ellos, 467 tienen orden de búsqueda y captura. Entre otras manifestaciones de índole racista, ciudadanos alemanes de ultraderecha expresaron su rechazo al nombramiento de Sinan Selen como vicepresidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV) por ser de origen turco.

Recordando el Holocausto

En la pasada temporada decembrina, la empresa estadunidense de comercio electrónico Amazon fue obligada a retirar de su catálogo productos alusivos al campo de Auschwitz: adornos para el árbol de Navidad, un abridor de botellas y otros productos. El 1 de diciembre, el día anterior al Cyber Monday —su mayor jornada de compras del año—, el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau solicitó a la compañía desde su cuenta de Twitter retirar estos productos “irrespetuosos”. “Ver imágenes de Auschwitz pendiendo del ár-

bol de Navidad no nos parece lo más apropiado. De hecho, ver la entrada de Auschwitz en un abrebotellas nos resulta muy inquietante”. En un comunicado, la firma confirmó el inmediato retiro de productos relacionados con “tragedias humanas y desastres naturales, excepto libros, películas y música” que aborden temas de esta índole. No obstante, comenzado el Amazon Monday, el Museo descubrió más artículos que presentaban imágenes del campo de concentración, incluyendo una toalla de playa impresa con una fotografía que muestra el enorme portón con el letrero en alemán “Arbeit macht frei” (el trabajo libera). The Washington Post descubrió un llavero doble del Día de San Valentín con la imagen del Memorial Holocausto de Berlín acompañado de la inscripción “Te amo”. Como parte de los actos conmemorativos por el décimo aniversario de la Fundación Auschwitz-Birkenau, y previo al 75 aniversario de la liberación del campo nazi, la canciller Angela Merkel viajó el 6 de diciembre a la ciudad polaca de Oswiecim para visitar, por primera vez en sus 14 años de mandato, el campo de concentración de Auschwitz. En presencia del ministro polaco Mateusz Morawiecki, Merkel dijo sentirse profundamente avergonzada por los atroces crímenes cometidos por sus compatriotas y reconoció la responsabilidad que como nación les compete. Habló de un aumento “preocupante” de expresiones de racismo en Alemania, intolerancia creciente y una estela de crímenes de odio que siguen amenazando la vida de ciudadanos judíos que radican no solo en Alemania sino en toda Europa. “No es retórica advertir que estamos experimentando un nuevo auge de crímenes inspirados en el odio al pueblo judío, pero Alemania no tolerará ningún acto de antisemitismo”. Por su parte, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier sorprendió a la audiencia reunida en el V Foro Mundial del Holocausto con un discurso pronunciado en inglés, no en alemán, para no molestar a los sobrevivientes del Holocausto presentes en el acto. Ante la presencia de 40 líderes mundiales, Steinmeier lamentó que los asesinos, los guardias, los cómplices, los esbirros de lo que él considera un “asesinato masivo a escala industrial”, fuesen sus compatriotas. Agradeció el “milagro de la reconciliación”. Reconoció que los fantasmas se disfrazan hoy de otra manera: “Desearía poder afirmar que los alemanes hemos aprendido de la historia; sin embargo, no puedo asegurarlo cuando se extiende la instigación al odio, cuando todavía se escupe a los niños judíos en el patio de la escuela, cuando solo una pesada puerta de madera impide que un terrorista ultraderechista provoque una masacre, un baño de sangre en una sinagoga de Halle en el día más sagrado para los judíos. Sin duda, nuestros tiempos no son los mismos tiempos. No son las mismas palabras. No son los mismos victimarios. Pero es el mismo mal. Y solo hay una respuesta: ¡Nunca más!”

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TERTULIA

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EN EL BANQUILLO

ENSAYO

Preliminar

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TEDI LÓPEZ MILLS

i mi elenco soy solo yo, no existe el problema de la objetividad; tampoco el de un tiempo externo o un criterio de verdad o mentira. Los contenidos se designan con paciencia. La primera persona habla en mi nombre; la primera persona se acusa, y es también metáfora. La pongo en mi lugar; el yo de los matices o el yo que no se atreve a decir lo que piensa. Las consignas son tan claras que parecen bromas. En el pasado no era posible vivir. En el pasado se deambulaba a oscuras. Santo y seña. Me identifico a diario. Una mentora me advierte que nadie tiene derecho a representar a alguien sin incurrir en la culpa de apropiarse de lo ajeno. Cuestión de pronombres, agrega. Hurgo en la metáfora; la más simple de todas: yo soy como yo. Quizá me conforme o me deforme a propósito. Antes del espacio entre las palabras había escritura continua: elseñorhacetodomuybientodoslosdías. Apunto el dato: alrededor del siglo VII de nuestra era, monjes irlandeses comenzaron a experimentar con la separación de las palabras. Pronto surgió la lectura a solas y en silencio. Imagino un sitio sin voces; nunca sin ojos. Me distraigo con las digresiones. La niña en Balún Canán de Rosario Castellanos huye por la majada y se arrima a un árbol y llora. La majada es un paraje que sirve de aprisco a los animales. El árbol es un tronco que lastima la piel. La niña que llora es ella. Los pronombres no se rectifican por más que uno los regañe. “A veces ‘yo’ se supone que sostiene lo que no está ahí hasta que está,” escribe la poeta estadunidense-jamaiquina Claudia Rankine en Citizen. An American Lyric. “Eso hace que la primera persona sea símbolo de algo”. El símbolo encajaría con la parte que falta; no con el vacío sino con el pedazo roto: la conciencia omnisciente y el sistema que se construye en detrimento de la percepción. Símbolo de algo significa cualquier cosa: agente libre. “En la majada de la finca hozan los cerdos”. ¿Quién decepciona a quién? Los secretos conviven en el fuero interno sin escándalo ni recato. Las reglas se difuminan. Las opiniones son posesiones. Uno se mira sin tregua y sin testigos. Uno se admira. Habría que medirse con escarnio. Pasearse con la primera persona como si fuera la mascota de uno. Ningún realismo se encarga de veras de la realidad. Hay luz y en consecuencia sombras; tan simple como una cadena cuyos eslabones sucesivos parecen predecibles. El temor y la tristeza a menudo son síntomas de la melancolía, escribe Robert Burton. Los diablos del cuerpo y los diablos del espíritu no coinciden. La página de mi libro se llena de corchetes y de fórmulas en latín: semel et simul. Sonrío forzadamente y salgo a la calle. En el parque un hombre me ofrece su asiento aunque no haya banca. Le respondo que no al caballero. La metáfora de la duda en la cuerda floja es la condición que más me conviene. Leo el dictamen de hoy en una pared blanca: somos un país de listos. Por lo tanto, promulgo mi propio estado de emergencia.

Ningún realismo se encarga de veras de la realidad. Hay luz y en consecuencia sombras

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Ronald D. Laing, autor de El yo dividido, publicado hace 60 años.

Bowie y la antipsiquiatría

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SILVIA HERRERA FOTOGRAFÍA HAG’S PHOTOGRAPHY

ntre los cien libros favoritos de David Bowie predominan los de literatura. Fuera de este ámbito, llama la atención el volumen sobre la enfermedad mental, específicamente la esquizofrenia, El yo dividido (The Self Divided, 1960), del psiquiatra escocés Ronald D. Laing (1927-1989), que cumple 60 años de su publicación. Como sabe el seguidor de Bowie, casi toda su obra surge de la creación de un alter ego —Ziggy Stardust, Aladin Sane, The Thin White Duke, Lazarus—, así que puede decirse que en su personalidad había un elemento esquizofrénico. Este desdoblamiento, no obstante, Bowie lo manejó ante todo como un principio estético, por lo que se aleja de cualquier interpretación clínica. Con El yo dividido nace la antipsiquiatría, una corriente que se acercó a la enfermedad mental con una perspectiva opuesta a la tradicional, en la que los fármacos y los electrochoques forman parte habitual de la terapia. La teoría antipsiquiátrica, de un modo muy general, parte del cuestionamiento de lo que es la locura, poniendo a discusión quién es una persona normal y quién no. En la siguiente cita, aparece la revolucionaria idea de Laing de que entre un “loco” y una persona “normal” no hay diferencias: “Cuando certifico que alguien está mentalmente perturbado, no estoy utilizando palabras equívocas al escribir que está trastornado mentalmente, que puede ser peligrosa para sí mismo y los demás y que necesita cuidados y atención en un hospital para enfermos mentales.

Sin embargo, al mismo tiempo, tengo conciencia de que, en mi opinión, hay otras personas, a las que se considera sanas, cuyas mentes están no menos radicalmente enfermas, que pueden ser igual de peligrosas o más para sí mismas y para los otros y a las que la sociedad no considera psicóticas o como personas que deben estar en un manicomio”. Y termina rematando que, en tanto que psiquiatra, solo puede reconocer a esquizofrénicos crónicos, mas no a los del mundo “normal”. Si queremos establecer una diferencia entre los locos “locos” y los locos “sanos o normales” es que los primeros se sienten rebasados por la realidad cotidiana o inmediata; en términos de Laing, los enfermos mentales crónicos carecen de la seguridad ontológica primaria. En su tercer álbum, The Man Who Sold the World (1970), en el tema “All the madmen” Bowie maneja esta idea: “Día tras día/ se llevan a mis amigos/ a mansiones frías y grises/ en la parte alejada de la ciudad/ en la que los débiles andan por las calles/ mientras que los cuerdos se esconden. [...]// No me liberen soy de lo más insoportable/ Solos mi librium y yo/ y mi tratamiento de electroshock hacemos tres.// Porque prefiero estar aquí/ con todos los locos/ que perecerán junto al triste hombre libre./

Laing se volvió más un crítico de la cultura y su visión del “loco” adquirió rasgos místicos

Y prefiero jugar aquí/ con todos los locos/ porque estoy contento ellos son tan cuerdos/ como yo”. En la letra el hospital psiquiátrico ocupa un sitio preponderante, pero Laing pondrá mayor interés en el espacio donde pensaba nace la enfermedad mental: la familia. Si la familia deviene catalizador de la locura, se debe a que los integrantes “normales”, pero al mismo tiempo peligrosos, afectan al integrante propenso a la inseguridad ontológica primaria. El aparente sinsentido del habla y comportamiento del enfermo mental adquiere lógica dentro del esquema familiar. Posteriormente, Laing abandona esta tesis pues se dará cuenta que no existen las familias “normales”; otra de sus aportaciones será el reconocimiento de que la familia disfuncional es la norma en la sociedad capitalista. Las ideas de Laing se conectan con las del Artaud de Las cartas de Rodez y del Michel Foucault de Vigilar y castigar; al ponerse del lado del enfermo mental se vuelve igualmente precursor en la defensa de los grupos minoritarios desamparados. En la etapa final de su carrera, se volvió más un crítico de la cultura y su visión del “loco” adquirió rasgos místicos. Para concluir, apunto un dato curioso: cuando al dejar establecido que a veces no hay modo de distinguir a un loco “loco” de un loco “normal”, los críticos ponen como ejemplos a políticos. Durante los tiempos de Laing, el presidente republicano de Estados Unidos Richard Nixon se consideró un loco en el poder; en la actualidad, coincidentemente, es otro republicano: Donald Trump.

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EN LIBRERÍAS

1 DE FEBRERO 2020

NARRATIVA, ENSAYO El miedo del portero al penalty

El momento de la sensación verdadera

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A FUEGO LENTO El juego de las preguntas

Uno Conejo/ ce tochtli México, 2019

Peter Handke Alfaguara México, 2019 142 páginas

Peter Handke Alfaguara México, 2019 166 páginas

Peter Handke Alfaguara México, 2019 122 páginas

Esta es la novela más famosa del ganador del Premio Nobel 2019; en principio, como observan algunos lectores, por su atractivo título, y en segundo lugar por la adaptación cinematográfica que realizó Wim Wenders. Handke, enemigo de los facilismos, a pesar del título, no realiza un libro futbolero. Joseph Bloch es un exportero que un día, tras ser despedido de su trabajo, se dedica a ir de aquí para allá. Trata de relacionarse con algunas mujeres, pero es un inadaptado.

Un diplomático austriaco radicado en París despierta un mal día con la sensación de que se ha convertido en un extraño para sí mismo y para los demás, tanto que se imagina como un asesino. Esta sensación lo lleva a cuestionar su realidad inmediata, su rutina familiar y laboral. Con esta novela, Handke plantea los límites entre el yo y su mundo circundante al grado de que todo se siente y se piensa con un profundo extrañamiento, incluso los recuerdos propios.

El que mira desde el muro, el Aguafiestas, la Actriz, el Actor, el Viejo, la Vieja y Parsifal son los personajes de esta novela con forma teatral: se mueven por un escenario e intervienen a través de sus movimientos y sus palabras. Mientras emprenden un viaje hacia un sitio ignorado, intercambian preguntas de cualquier clase, lo mismo sobre el destino de sus cuerpos una vez muertos que sobre la naturaleza de un bicho o la del amor. Handke golpea y vuelve a golpear.

De Iguala a Ayotzinapa

Todo lo que creíamos saber sobre el cerebro...

¿Por qué tenemos el cerebro en la cabeza?

Fernando Escalante y Julián Canseco El Colegio de México-Grano de Sal México, 2019 168 páginas

Nick Chater Taurus México, 2019 304 páginas

Pedro Maldonado Debate México, 2019 172 páginas

Los autores señalan que su propósito al escribir este libro no es presentar los “hechos” a los que alude el título, sino a “su elaboración en los medios”. Su interés es investigar “las condiciones estructurales mediante las que un episodio concreto adquiere un valor simbólico”. Su modelo es lo que hizo el periodista colombiano Laureano Gómez, quien, tras el asesinato de un exboxeador metido en la política y el periodismo, acusó al presidente en turno sin bases sólidas.

Nueva teoría sobre el cerebro que, como es habitual en la tradición anglosajona, se pretende definitiva. Para Chater, profesor de ciencia conductual, el mundo interno o la profundidad mental no existen. Considera que nuestra mente es plana o bidimensional; la profundidad es ilusoria. Nuestro cerebro, propone, es un improvisador que actúa según las circunstancias presentes de acuerdo a experiencias previas y es semejante a una computadora biológica.

Lo que sabemos del cerebro se debe en buena parte a los esfuerzos de la neurociencia, en la que convergen la química, la física, la biología… Aunque ese esfuerzo abarca tan solo medio siglo, ha logrado poner los cimientos para estudios de mayor alcance. Muchas zonas, sin embargo, continúan planteando interrogantes. Justamente a ellas se aboca este libro de carácter didáctico, apto para quienes no son especialistas pero tienen hambre de conocimiento.

El final ya ocurrió ayer ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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l último día de la Ciudad de México luego de intensas jornadas de asedio, muertes rituales, traiciones y desabasto: eso es, a medias, Uno Conejo/ ce tochtli (Nieve de chamoy). Y ese día tiene un cronista: un turbio funcionario del gobierno del que nos llega un caudaloso monólogo salpicado con órdenes y reclamos a través del teléfono celular. No es todo. He dicho a medias porque también es el relato polifónico de una Tenochtitlan —no aquella, la de los canales teñidos perpetuamente de sangre, sino una imagen aún más voraz y destructiva, remasterizada— en la que confluyen los antiguos y los nuevos tlatoanis, el ciclo de Juárez y el del PRI, las guerras floridas y contra el narcotráfico, las carnitas de cerdo y el canibalismo. Atestiguamos de este modo un presente perpetuo en el que Coatlicue da a luz a Huitzilopochtli y también a un secretario de Estado, y los impuestos mexicanos van a dar a las arcas del Tesoro estadunidense. Así, pues, tenemos ante nosotros el anverso y el reverso de una realidad que tiene la estructura de un códice. Mario González Suárez ha dado forma novelesca al universo que Carlos Fuentes imaginó gobernado por una deidad que representa de una sola vez al relato mítico de la extinción y el renacimiento y al de la linealidad del progreso: Pepsicóatl. No hace nunca su aparición pero preside los hechos como un testigo del desastre nacional, un desastre sin principio ni fin, porque antes que una distopía Uno Conejo/ ce tochtli es la novela del tiempo sin historia: Moctezuma tiene los atributos de un dirigente sindical y El Pozolero sirve a las potencias solares. Una visión de esta naturaleza sería impensable sin una conciencia germinal del lenguaje. En el torrente incontenible del monólogo de Uno Conejo y en la superposición de voces de ce tochtli reconocemos a un escritor que echa mano de la imaginación para interpretar las claves del reino de este mundo. Esa interpretación pasa por un ritmo casi extático y por la certeza clandestina de que la palabra debe aspirar al significado ambiguo. Nada de nombrar como si se tratara de redactar un discurso político. De este modo, Mario González Suárez ha concebido una novela cuya fuerza radica en su aliento inconforme, embelesador y radical.

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CIENCIA

1 DE FEBRERO 2020

DESMETÁFORA

De nuevo el fotón oscuro Su existencia podría ser evidencia de que hay una quinta fuerza en la naturaleza

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a expresión “fotón oscuro” es un oxímoron porque fotón significa luz y oscuro es la ausencia de iluminación. No obstante, “fotón oscuro” es la mejor manera de señalar a un mensajero de la oscuridad al que podemos ver como si fuera luz. Aún no olvidamos que, hace cuatro años, un experimento en Hungría anunció haber detectado una nueva partícula. El nuevo objeto no está en los catálogos de lo conocido, pero antes de incluirlo es necesario que otros grupos de investigadores experimentales lo vean también, confirmando el anuncio de manera independiente. Cuando en enero de 2016 se reportó por primera parecía estar presente en los eventos que se estudian en el laboratorio con una masa 34 veces mayor que la del conocido electrón. El fotón oscuro representaría a la quinta fuerza que ha estado siempre en la imaginación de los físicos, pero de la que no tenemos evidencia. La importancia de la noticia fue tal que de inmediato otros experimentos se dieron a la tarea de buscar la prometedora señal. En el CERN (por sus siglas del francés: Centro Europeo de Investigaciones Nucleares), un experimento especializado en la búsqueda de eventos raros estudió cuidadosamente los datos recopilados y en junio de 2018 publicó sus resultados: el fotón oscuro que vieron los investigadores húngaros no apareció por ningún lado. Sin embargo, ahora el mismo grupo de físicos experimentales del Instituto de Investigaciones Nucleares de la Academia de Ciencias de Hungría (ATOMKI) vuelve a la carga y anuncia evidencia de que un mensajero de la oscuridad está presente ahora en un experimento ligeramente distinto al anterior. La partícula tiene características parecidas a las vistas anteriormente, es decir, se desintegra de la misma manera y pesa lo mismo, de manera que la reciente observación refuerza al resultado de antaño. Cuando se comunicó el hallazgo la primera vez, el experimento había usado el elemento químico berilio, que se produce al bombardear con protones a los átomos del elemento litio. El berilio que se produce de esta manera es muy inestable y al poco tiempo emite un fotón. El fotón convencional que todos conocemos y que es la partícula que forma a la luz, se

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx IMAGEN G. H. C.

El helio se estabiliza irradiando luz. La mayoría de las veces emite fotones convencionales, como se ve arriba, pero de vez en cuando parece producir una nueva partícula, como se indica abajo.

convierte en un par electrón y antielectrón mediante un proceso muy familiar. Hasta aquí todo transcurre conforme a lo esperado. Lo curioso es que el berilio, en algunas ocasiones, en lugar de estabilizarse emitiendo un fotón lo hace con la radiación de un fotón oscuro. Este desconocido fotón oscuro produce electrones y antielectrones al igual que los fotones convencionales, pero al hacerlo deja ver su presencia porque el ángulo de apertura entre electrones y positrones es más grande que cuando provienen de un fotón común. Al ser cuestionados por la comunidad mundial especializada los investigadores decidieron buscar de otra manera el efecto que anunciaron. Ahora utilizan helio en lugar de berilio. El helio es el elemento más ordinario. Llenamos globos para que se mantengan arriba mientras los

La mayor parte de lo que vemos en el Universo sigue siendo un misterio: “materia oscura”

niños los detienen de un hilo para que no escapen. Sin embargo, el helio usado en la búsqueda de una nueva partícula es también el resultado de bombardear con un protón al tritio, que antes de ser alcanzado por el protón-proyectil solo tiene dos protones y dos neutrones. El helio es producido así en el momento de hacer el experimento y el helio que se forma de esta manera se encuentra en un estado excitado e inestable. Al ser producido en los choques de un protón, el helio emite rápidamente un fotón. En otras palabras, el helio se estabiliza también con la emisión de luz, como antes lo hacía el berilio en el arreglo experimental. Aquí nuevamente se observa un exceso de eventos en los que el fotón se comporta distinto al fotón común. En la naturaleza existen cuatro fuerzas fundamentales: la fuerza de gravedad que todos experimentamos, la electromagnética —que también conocemos por la cantidad de aplicaciones que hemos encontrado en ella a través de los fenómenos eléctricos y magnéticos—, así como la

fuerza débil y la fuerza fuerte que, por tener efecto en la escala del mundo microscópico, son menos familiares. La búsqueda de una quinta fuerza, más allá de las cuatro conocidas, es una de las grandes vertientes de la investigación desde hace mucho tiempo. La nueva partícula a la que hemos llamado fotón oscuro (o X17 en algunos casos) sería la evidencia de que hay una quinta fuerza más allá de las cuatro que conocemos. La existencia de una partícula mediadora de una quinta fuerza contribuiría al inventario de materia en el Universo. Como sabemos, la mayor parte de lo que vemos en él sigue siendo un misterio al que hemos llamado “materia oscura”. Observar partículas adicionales que no estaban en el inventario ayudaría a entender mejor el contenido y la estructura del Universo. En caso de confirmarse, el fotón oscuro vendría a mostrar que hay una quinta fuerza y con eso daría para pensar en lo mucho que desconocemos el Universo.

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ESCENARIOS

1 DE FEBRERO 2020

PERIPECIA

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IMÁGENES

Basquiat: la estrella solitaria

B Perfectos desconocidos se presenta de jueves a domingo en el Teatro Libanés.

Desnudo emocional

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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA MEJOR TEATRO

a insatisfacción queda en evidencia a la luz de un mensaje de texto, un audio o una foto en Perfectos desconocidos, que expone la radiografía emotiva de un grupo de viejos amigos a punto de dejar de serlo. La anécdota de la película de origen italiano, del mismo título, que desde 2016 ha recaudado grandes montos a partir de las versiones en español, francés, japonés, húngaro y ruso, llega a México en versión teatral, producida por Morris Gilbert, quien invitó al director español Daniel Guzmán a trabajar de manera conjunta con Jaime Metarredona para el estreno de la versión mexicana. La anécdota sobre los amigos que se reúnen a cenar durante una noche de eclipse y juegan a poner su celular sobre la mesa para compartir frente a todos las llamadas, los whatsapps, fotos y audios que lleguen durante la velada, cuenta con la actuación de un elenco conformado por Ludwika Paleta, Michael Brown, Tiaré Scanda, Alex de la Madrid, Marcela Guirado, Juan Carlos Vives, Luis Arrieta y Michael Chauvet como alternante. La acción de la obra avanza festivamente. Los espectadores se ríen, se angustian y se ven reflejados en los personajes y en las situaciones en torno a la posibilidad de que se descubran los secretos destinados a su teléfono celular, como si éste fuera una caja fuerte sentimental. No obstante, la propuesta escénica mexicana transforma la tensión

de la circunstancia en un chacoteo permanente, como sucede en muchas reuniones de esta naturaleza, factor que en el teatro diluye subtextos y situaciones dramáticas que el espectador se perderá irremediablemente. La mayor parte del elenco deja claro que procede de una experiencia de actuación televisiva en la que el trabajo interno que le corresponde, incluidos la progresión, los subtextos y la proyección constante de lo que siente y piensa el personaje ante lo que decanta la acción, es parte de una labor que generalmente no están obligados a ejercer al no requerirse un trabajo actoral a profundidad, y a que los acercamientos, los cortes, la edición y los efectos, solucionan de otra forma lo necesario. El público sale contento después de haber ejercitado su mecanismo emotivo y de divertirse. Por lo general, no echa de menos lo que el silencio, las miradas, la información a medias y las micro reacciones deberían revelar sobre los secretos de los personajes puestos al descubierto, y aunque tanto el guion como el libreto son sencillos y abordan abiertamente la infidelidad, la insatisfacción, el aborto y las terapias clandestinas, el tránsito de los personajes rumbo

En la construcción actoral, Ludwika Paleta y Juan Carlos Vives están en personaje

a la exposición de lo que quisieran resguardar a toda costa queda, en algunos casos, trunco en la algarabía. En la necesaria y compleja labor de construcción actoral, Ludwika Paleta y Juan Carlos Vives están en personaje de principio a fin. La actriz, desde el primer paso que da sobre el escenario, genera interés en Marina, un personaje ávido por divertirse, por beber, por sentirse atractiva, por tener relaciones sexuales y trocar un presente que la tiene hundida en el abandono y el aburrimiento. La acción y la palabra de Ludwika Paleta conforman un acto orgánico, nutrido por un trabajo de filigrana y engarzado hasta el final, sin dejar nada a la suerte. Por su parte, Juan Carlos Vives, en el papel de Pepe, realiza un admirable trabajo de progresión, de tareas internas para acallar el pavor que le da a su personaje ser descubierto en su preferencia sexual, inmerso en un juego doblemente peligroso al que accede orillado por su amigo que también oculta algo, espiral en la que el personaje de Vives resiste casi en silencio, a ratos inmóvil en el sofá, desde donde el espectador percibe la vorágine que su corazón alberga. En un espacio escenográfico que ubica la estancia, el baño y el vestíbulo, entre muros imaginarios que dejan ver el interior de cada zona, los personajes, alterados ante el desnudo emocional, serán arropados más tarde por la inclinación de la órbita lunar.

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ANDREA SERDIO

asquiat. La fuerza explosiva de las calles es el título de la biografía escrita por Leonhard Emmerling. En apenas 96 páginas traza las coordenadas de una vida que terminó el 12 de agosto de 1988 por sobredosis de drogas. El artista neoyorkino tenía 27 años y su carrera estaba en pleno ascenso. Desde entonces, se convirtió en un mito. Jean-Michel Basquiat nació el 22 de diciembre de 1960 en Brooklyn. Hijo de un padre haitiano y una madre de ascendencia puertorriqueña, hablaba inglés, español y francés. Tuvo dos hermanas —Lisane y Jeanine— y desde niño, impulsado por su madre, se adentró en el mundo del arte y comenzó a escribir y dibujar en publicaciones escolares. La vida de Basquiat estuvo señalada por la inconformidad. Fue un mal alumno y un joven interesado en la literatura, la música, el cine, la pintura. En 1977, con su amigo Al Díaz, inventó el pseudónimo de SAMO con el que firmó los graffiti que de la noche a la mañana poblaron el corazón de Manhattan. No hay casi fotografías de los graffiti que Basquiat pintó en los muros de edificios y en vagones del metro de Nueva York. Pero sus réplicas, realizadas por él mismo, pueden verse en la película Downtown 81, que protagoniza para documentar los días en los que era un marginal, un artista callejero perseguido por la policía. Los graffiti de SAMO llamaron tanto la atención que Basquiat se vio de pronto inmerso en el mundo del dinero y el glamur contra el que supuestamente protestaba. Esto llevó a su ruptura con Díaz y a su integración y fulgurante promoción en el mercado del arte, regido por implacables leyes económicas antes que estéticas. Con la fama llegaron las relaciones importantes, entre ellas la de Andy Warhol, quien se volvió su amigo y mentor; también su rival. Juntos realizaron varias obras. En un cartel aparecen los dos como si fueran boxeadores, con los guantes puestos. Una metáfora de lo que fue la vida de ambos, controvertidos, famosos, explosivos, peleoneros. Líder de la banda de rap Grey, estudioso de la historia de la raza negra, admirador de Hank Aaron y Joe Louis entre muchos otros deportistas negros, Basquiat fue una estrella solitaria, un maestro sin discípulos al que la película de su colega Julian Schnabel convierte en cliché, quitándole toda su complejidad y riqueza. En la película de Schnabel, Jeffrey Wright interpreta a Basquiat y David Bowie a Andy Warhol, que aparece como su amigo y promotor, mientras que Al Díaz es marginado, tal vez porque cuestionó como nadie la incursión de su compañero en un mundo en el que, antes que el arte, prevalece el dinero. En sus últimos años, Basquiat pretendía alejarse de las grandes ciudades. Pasó muchas temporadas en Hawai y pretendía instalarse en Abidján, la capital de Costa de Marfil. Estaba inmerso en las drogas y la incertidumbre. Quería abandonar la pintura y dedicarse a escribir o dedicarse a la música. La muerte se atravesó en sus planes.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

1 DE FEBRERO 2020

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

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TOSCANADAS

a vida de Pushkin como poeta transcurrió bajo el gobierno de dos emperadores amantes del poder absoluto: Alejandro I y Nicolás I. El temor de ambos a una revolución era tal que gustaban de reprimir cualquier manifestación de libre pensamiento. Incluso para hablar de las órbitas de los cuerpos celestes, se prohibió utilizar la palabra “revolución”. Eran épocas en las que se aconsejaba llevar una buena cantidad de dinero en los bolsillos, pues uno nunca sabía si lo iban a deportar a Siberia en caliente, sin juicio ni oportunidad para despedirse de sus familiares. Nicolás prohibió la representación de la obra de Aleksandr Griboedov, El dolor de tener talento, y envió al autor a una muy peligrosa misión a Persia, de la que salió muerto y descuartizado. La rabieta del zar fue apaciguada con un enorme diamante que le envió el sha. Lermontov se vio igualmente censurado, perseguido y deportado.

Zares o rojos DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

ISAAC BABEL

Ejecutado por órdenes de Stalin el 27 de enero de 1940.

Dostoyevski leyó una carta prohibida que había enviado el crítico Belinsky a Gogol. Por tan grande falta, acabó casi fusilado, pena que le fue conmutada por algunos años en Siberia. Alejandro había desterrado a Pushkin, lo mandó al Cáucaso y luego a la hacienda familiar; Nicolás le hizo la vida complicada, vigilándolo noche y día, censurando personalmente su poesía y seduciendo a su mujer para acabar reventándole los nervios. Cuando muere el poeta, se prohibió a los medios que publicaran elogios necrológicos. A pesar de todo esto, con el paso de los años y mucha literatura, se sembró en los rusos el deseo de cambio y acabaron por cosechar una revolución. El cambio de poder no fue sino el de un totalitarismo por otro; y los escritores volvieron a su situación de persecución, destierro, envío a Siberia y ejecuciones sumarias. Los nombres son muchos, pero recordamos entre otros a Mandelshtam, Ajmátova, Solzhenitsyn,

Tsvietáieva, Pasternak, Grossman, Babel, y la fatídica Noche de los Poetas Asesinados. Vitali Shentalinski, en su libro-investigación titulado La palabra arrestada, calcula en mil quinientos los escritores e intelectuales muertos en prisiones y campos de Siberia durante la era soviética, esa era por la que todavía siente nostalgia un gran número de escritores que nunca la padeció. A Babel le meten un tiro el 27 de enero de 1940. Él había pedido tiempo para que le permitieran terminar lo que estaba escribiendo. Para los comunistas era tanto como pedir que le permitieran seguir delinquiendo. Esa misma fecha, pero de 1837, Pushkin recibe la bala que acabaría con su vida dos días después. Stalin y Nicolás acogieron las respectivas noticias con complacencia. Uno menos que escribe significa muchos menos que piensan. Pero puestos a escoger, vivieron mejor los escritores bajo los zares que bajo los rojos.

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BICHOS Y PARIENTES

La leyenda negra, todavía

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obre la Leyenda Negra han corrido ríos de tinta y sigue siendo elusiva: esa repulsión que provoca el Imperio Español, desde el siglo XVI, que se agrava según el tiempo, y resulta en un rechazo general de todo lo hispano. El artículo de Wikipedia no está mal, pero es mejor el libro de William S. Maltby, La Leyenda Negra en Inglaterra. Desarrollo del sentimiento antihispánico, 1558-1660 (FCE, 1982). El odio a España inicia frente a las acciones militares y los abusos jurídicos, pero se va confirmando en la cultura. Los historiadores, escritores, científicos desaparecieron casi por completo de España, justo cuando el mundo europeo iniciaba la carrera de la Ilustración. Octavio Paz señaló varias veces ese punto: la lengua española carece de Ilustración y tampoco supo hacerse de un verdadero periodo romántico. Y ni siquiera a un hispanófilo se le ocurriría comparar la importancia de Voltaire, Kant o Hume con la de Feijoo, Jovellanos o Clavijero. Lo terrible de la Leyenda es que la civilización de lengua española se empeña en validarla. Se fue dando como interpretación de algunos hechos reales —la Inquisición, la Conquista de América, la sujeción de Flandes y Holanda…—. Los bandos en disputa son dos. Ninguna de las partes miente, y no hay terreno medio. Los hay que no dudan en su condena: la tradición hispana es una mezcla de crueldad y estupidez, ejercida por soldados y clérigos imperialistas. Abundan los testimonios de ingleses, flamencos, italianos y testigos de lo americano (Las Casas, Serra de Leguizamón, etcétera). Y dicen la verdad: imperdonables la injusticia, la crueldad, la codicia.

JULIO HUBARD IMAGEN DIÓSCORO PUEBLA

El bando opuesto es también interesantísimo: los hispanófilos que admiran la magnanimidad de las empresas e instituciones españolas y agitan bibliografías enteras, documentos, archivos: que el testamento de Isabel de Castilla, que la humanista supervisión jurídica de Carlos V o la obsesión salvífica de Felipe II, que las obras y escritos de Francisco de Vitoria y Las Casas, Las Leyes Nuevas… y también dicen la verdad: la documentación, los

El edificio jurídico de las tradiciones hispánicas ha sido el principal estorbo de la justicia

juicios, escritos todos, la historia registrada paso a paso: España fue menos cruel que cualquier otro conquistador. Aducen como prueba el arrasamiento de los indios en Norteamérica. ¿Cómo negarlo? Entre tanta capacidad legisladora y jurídica, entre tanto tribunal, entre tanto documento, ¿por qué tan malas cuentas? Quizá aquí esté el problema: la historia de la hispanidad contaba con un altísimo nivel jurídico, pero los hechos nunca han aprendido a copiar conductas de sus altas leyes: la gran cultura jurídica hispana e hispanoamericana es una tradición que no se toca con los hechos; un abismo entre el mundo de iure y las acciones de las bestias humanas. La mecánica de la justicia entre los protestantes era, entonces, una

Primer desembarco de Cristóbal Colón en América (1862).

silvestre ordalía en comparación con España, pero, a partir del siglo XVIII, coinciden dos cosas que facultaron esa modernidad que nunca le fue concedida a la lengua española, precisamente por su superioridad escolástica, tradicional y culterana: coincidieron el derecho consuetudinario (parte acusadora, parte defensora y, entre ellas, un jurado de ciudadanos, que no solo determina el resultado sino que produce una narrativa transmisible y comprensible) con el ascenso del ciudadano, que deja atrás al súbdito y se convierte en parte activa de la vida pública. Ningún país de lengua española ha sabido incluir la justicia ciudadana: todos llevan a cabo la justicia impartida por jueces del Estado, que no tienen por qué dar razón de sus sentencias. El mundo de lengua española nunca entendió que la política no se imparte: la hacen los ciudadanos libres y que la justicia en una sociedad política no puede estar bajo las legendarias y negras togas de jueces y clérigos al servicio de un Estado. El majestuoso edificio jurídico de las tradiciones hispánicas ha sido el principal estorbo de la justicia. El lugar donde los hechos y los juicios pueden hallar sentido no es en un legajo culto e inescrutable sino en la conversación pública. Pero topamos otra vez con la necia soberanía jurídica de un Estado y un necio presidente que desprecia la interlocución y los roces con meros súbditos, cuyo contacto pudiera abollar la investidura presidencial. Otra vez la Leyenda Negra, confirmada. ¿Cómo hacerle entender a la gente o al necio de Palacio la Justicia Transicional, promovida por los LeBarón y Javier Sicilia, entre muchos ciudadanos?

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