Laberinto No.882 (09/05/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ESCOLIOS

FILOSOFÍA DE ALTAMAR

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

JULIETA LOMELÍ

El enigma de la reconexión

Ideas para después de la pandemia

Foto: YouTube

SÁBADO 9 DE MAYO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 882

Visitando el futuro Franco Félix, Alberto Chimal/ FOTOGRAFÍA: SHUTTERSTOCK

Foto: AFP


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ANTESALA

9 DE MAYO 2020

EN EL BANQUILLO

Extrañamiento

E

TEDI LÓPEZ MILLS

s el principio de una utopía: de ahí que aún existan beligerancias y conflictos. Los fundadores aseguran que las batallas atañen mezquinamente al proceso de instalación: esencial, añaden, remover primero los escombros para colocar después la obra negra y comenzar entonces la gran construcción; esencial también aprovechar algunos escombros para contar con imágenes de contraste y justificaciones pertinentes. Cuánto medirá la utopía es una cuestión que no se ha determinado. Abundan los bosquejos. Aquí se clausurará una calle; en la esquina se demolerá un edificio, se cavará un hoyo y se inaugurará un lago; el parque se quitará para edificar un centro cívico. Habrá tuberías internas y externas; tal vez muros y torres en algunas localidades lejanas. Se han abierto convocatorias para que los ciudadanos envíen sus propuestas. ¡Nunca había participado tanta gente en una creación colectiva! El señor afirma todos los días: esto que hago es para ustedes. Antes sus cuerpos deambulaban como sombras confundidas, como autómatas. Ahora son más libres, más felices que nunca. Solo les pido paciencia. Pero los críticos no cejan; aturden y fastidian al señor: gritan todos al mismo tiempo que él. Los ruidos interfieren y distorsionan el mensaje. Se fabrican mentiras, se permiten filtraciones de datos peligrosos para la estabilidad misma de la utopía. Una ciudadana a mi diestra exige: cállense ya, no les den armas a los enemigos. Puras campañas de odio. La pasión por la política no es lo mismo que la pasión por un político. Se hieren los sentimientos. Si atacas al señor, me atacas a mí. Él nos tutea a diario con cariño y amonesta a los posibles adversarios. Habla en refranes cuando hace falta. Oigo las piezas de cada frase. Lo que no es oro aunque reluzca tiene la pátina de algo sabio, antiguo. Sucio el dinero, sucias las personas que en la otra época mermaban los derechos y las voluntades con dádivas. Eso ya no va a pasar. Eso se terminó. Que se burlen a sus anchas los bufones allá afuera donde todavía reina el temor a los basurales. Adentro nadie se ríe. Soy testigo: retumban los aplausos. Me miran los ciudadanos. ¿Por qué no dices lo que piensas? Tantos rodeos e introspecciones no sirven de nada. Pero no sé lo que pienso. La utopía en cierne resulta incómoda, áspera, escarpada. Lo inaceptable de antaño es aceptable ahora por las virtudes del señor: él nos representa a nosotros en la conciencia histórica de Ello. Él doma los picos y las curvas. ¡Hasta sonríe en mi pantalla sin que yo lo busque! Los parches de luz no combinan cuando se cuestiona el origen. Digo disentir y desaparezco. La piedra de ayer no termina de tocar fondo. Pasa de ese modo cuando no se comprenden los cambios. Sigo agitando la bandera del escepticismo. Qué elegante. Desmenuzo pormenores. Un ciudadano me ataja: ¿prefieres lo que había antes? La pregunta dejó de ser válida. Nunca me ha gustado lo que ha habido y me incluyo fatalmente en lo que nunca me ha gustado.

Digo disentir y desaparezco. La piedra de ayer no termina de tocar fondo

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La cara oculta. Dirección: Andrés Baiz. Colombia, Italia, España. 2011.

HOMBRE DE CELULOIDE

Al otro lado del amor

L

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CACTUS FLOWER

a cara oculta”. Esta frase, que refiere al misterio de la Luna y los espejos, ha servido como inspiración al colombiano Andrés Baiz para explorar las relaciones de pareja, los celos y todo aquello que deleita y hace sufrir en el amor erótico. La cara oculta es una de esas joyas que se encuentran navegando por Internet. Al otro lado del espectro está Perdida, remake mexicano de esta película colombiana. Perdida se estrenó recientemente en streaming y de no ser por el covid-19 estaría en cines por estas fechas. Pero, ya que es posible, mejor volver a las fuentes y deleitarnos con la película original del año 2011. Lo primero que vale la pena comentar de La cara oculta es la historia original. Es un cuento escrito por el cubano Arturo Infante que contiene todos los elementos del terror psicológico. Infante, egresado de la cátedra de guion en la Escuela Internacional de Cine, se ha interesado siempre en historias que recuerdan al romántico alemán Ernst Hoffmann, particularmente “El hombre de arena”, un cuento que inquietó siempre a Freud. Baiz ha tomado como base la historia de Infante para crear un guion lleno de detalles que no solo entretienen al espectador. Porque si uno

va al fondo de la anécdota, se dará cuenta de que La cara oculta habla del fenómeno amoroso cuando se transforma en ese deseo de autodestrucción del que teoriza Freud en Más allá del principio del placer. En nuestras cotidianas batallas amorosas, todos lo hemos vivido. Las cosas parecen marchar, pero surge la duda. Y ¿qué hacer? ¿Confiar en las excusas del amante? ¿Seguir como si nada? ¿Acaso habrá que poner a prueba el amor? La cara oculta trasciende las apariencias del fenómeno erótico y nos introduce en la psique de una pareja incapaz de ser feliz por más que lo tiene todo. Si bien la historia es narrada desde dos perspectivas que sirven como contrapunto, la anécdota contada linealmente va así: Adrián es un joven pianista que vive en un departamento español junto con su novia Belén. Ambos son muy felices hasta que un día él recibe la noticia de que ha ganado el concurso para dirigir la Sinfónica de Bogotá durante un

Nos introduce en la psique de una pareja incapaz de ser feliz por más que lo tiene todo

año. Los amantes hacen las maletas y vuelan hasta la capital de Colombia donde transcurre el grueso de esta historia y donde Baiz sienta las bases para hacer entrar al espectador en la fenomenología del amor y en la psicología de este hombre y esta mujer, sus dudas, su miedo, la incapacidad de entregarse por completo a pesar de que evidentemente se aman y lo dicho: el deseo de autodestrucción. En el campo de Colombia los amantes alquilan una casa llena de secretos y que, como sucede en otras películas de terror psicológico, es reflejo material de la relación tortuosa de quienes la habitan. Pero ¿es esto una película de fantasmas? ¿Es un homenaje al giallo italiano? La respuesta es mucho más compleja. Durante una secuencia idílica, cierta mujer le pregunta a Adrián si le gusta la naturaleza. Él lo piensa un poco y responde: “sí, pero no solo la cara bonita, me interesa lo que hay más allá”. Más allá de la cara bonita de las amantes de Adrián está la verdad. Eso que llaman inconsciente y que a través del arte se puede exorcizar. Andrés Baiz es un artista con muchos puntos de contacto con François Ozon: la sexualidad y la violencia se exploran en ambos creadores de un modo a la vez profundo y divertido.

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ESCOLIOS

POESÍA

Figura CEES NOOTEBOOM

La flor del hibisco es flor de un día, estrella de fugaz fuego que contradice jardín y cielo, y el hombre dentro un cuerpo que se defiende, como toda flor. Lo que él no sabe: cuán cierto es todo esto. ¿Es real esta figura que en el último brillo de las estrellas se sienta afuera, no ve la flor, se abrasa a la luz fría, y al alba temporal recoge flores de un suelo negro rehuyendo la violencia de la luz del sol? El ansia de duelo que fermenta en él recuerda a un amigo, una amistad que pierde su medida entre tanto quebranto. ¿Qué es lo que hay allí, un hombre o un poema? El cartero con su camisa amarilla llega hasta la verja en bicicleta, cuenta el mundo, entrega su carta a un ser viviente, no sabe de duelo o alma. Ve las flores rojas en el suelo, dice “va a hacer calor hoy”, desaparece luego en la luz y en este poema. Traducción de Fernando García de la Banda. Hace unos días, el escritor y viajero holandés recibió el Premio Formentor. Celebramos con este poema que forma parte de la antología Luz por todas partes, publicada por La Otra.

EX LIBRIS

Distancia social/ EKO

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ANTESALA

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El enigma de la reconexión ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

ese a las restricciones sanitarias, en la Ciudad de México las fiestas persisten, la gente busca maquinalmente el contacto y las jóvenes parejas se tocan y se besan más que nunca. No es solo que se ignoren las contradictorias prescripciones de las autoridades, sino que en este confinamiento global, en el que, aun superada la fase crítica, los límites a la interacción física subsistirán por un lapso indeterminado, surge una nostalgia del roce de la muchedumbre y del jolgorio hipnótico y multitudinario. Esta añoranza casi biológica no es rara, pues como argumenta la multifacética ensayista norteamericana Barbara Ehrenreich en Una historia de la alegría. El éxtasis colectivo de la Antigüedad a nuestros días (Paidos, 2008) existe una memoria de convivencia extática que puede remontarse a la prehistoria y que atañe a nuestra supervivencia como especie (la caza primitiva era una fiesta y una danza). Con una colorida y precisa erudición, la autora sigue la huella de socialización extática en los cultos dionisiacos, las religiones históricas y sus herejías, el carnaval medieval, las revueltas y revoluciones y los sucedáneos contemporáneos del éxtasis, como los deportes y el rock. En todas estas circunstancias, el individuo sale de sí, se incorpora a un trance colectivo y experimenta una catarsis fusionándose con la masa. Cierto, en principio todos los rituales extáticos hacen aflorar personalidades desconocidas, disuelven jerarquías y pueden convocar al frenesí violento y, por ello, son subversivos. No en balde, sugiere la autora, las élites del poder prefieren a los dioses masculinos y ordenados que auspician las religiones monoteístas sobre los dioses extáticos y anárquicos de raíz andrógina o femenina. El cristianismo, en sus inicios, tiene ánimo de trascendencia, sentido de comunidad y mucho éxtasis; sin embargo, su institucionalización es una historia de la “supresión del entusiasmo”, es decir el misticismo, la espontaneidad y la risa. De hecho, los carnavales ilustran la forma en que el componente lúdico convive incómodamente con el culto más ortodoxo: las celebraciones religiosas populares adquieren un aire cada vez más profano y hedonista y son restringidas no solo por su efecto de disolución moral o su eventual amenaza política, sino por ser obstáculo a la productividad que requiere el naciente capitalismo. La autora (inmunóloga de profesión) se pregunta si esta merma de las oportunidades de divertirse y pertenecer influyó en la prestigiosa epidemia de melancolía que, desde el siglo XVII, se extendió por Europa y que, en forma de depresión, constituye el mal privativo de nuestros tiempos. En fin, este estimulante, discutible y lúcido libro de Ehrenreich alude a un dilema inédito que acarrea la pandemia: la necesidad humana de contacto colectivo y el enigma de la reconexión en esta etapa de miedos. ¿Cómo servirse de la cura del éxtasis, la conversación y el vínculo con el otro ante la amenaza del contagio?

Existe una memoria de convivencia extática que puede remontarse a la prehistoria

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DE PORTADA

9 DE MAYO 2020

¿Qué mundo dejará la emergencia por el covid-19? Aquí dos avistamientos desde la ficción especulativa

Visitando el futuro IMAGEN SHUTTERSTOCK

Apocalipsis made in China

M

i nuevo inquilino es albino y me ha regalado una corbata y una camisa blanca sin mangas como símbolo de nuestra despedida. Creo que quiere convertirme a su religión. O quizá solo es un obsequio desinteresado, un presente que está dentro de sus posibilidades, las cuales, por ahora, no son muchas. Mi nuevo inquilino, además de albino, es testigo de Jehová. Hace tres días lo dejé pasar a mi casa y desde entonces no ha vuelto a salir. Quedó atrapado aquí en el Segundo Gran Confinamiento. Le digo que no puede salir, pero alega que ya ha tenido suficiente del encierro mientras fuma un cigarrillo de marihuana. Mi nuevo inquilino, además de ser albino y testigo de Jehová, es un adicto. Dice que no le teme a la Brisa Coreana sino al coronavirus. Le digo que ese virus ya está controlado y en el pasado, que lo de hoy es la nueva ventisca infecciosa que proviene de Asia. “Ése sí es un invento, replica, tenemos espías en Sinim y Corea del Norte”. Tengo que revisar en mi teléfono mientras aspira a su cigarrillo. Sinim=China. “El

FRANCO FÉLIX

coronavirus simboliza la cruz coronada, hermano. Quien se enferma del covid-19 en realidad está siendo juzgado por el dueño de la corona, Cristo Rey”, dice y el humo que sale de su boca me pega en la cara. Sus mejillas son más transparentes y noto algunas de sus venas. Pero ¿tú por qué temes? Predicas su palabra, ¿no es suficiente? Soy marihuano, carnal. Papá dice que no está bien. Me gusta hablar con este joven incoloro. Quedamos atrapados aquí, en esta casa antigua que se siente cada vez más enorme y cada día más parecida a una gruta desde que Madre murió. Antes, este agujero de concreto olía a fruta fresca, a cebolla acitronada, a consomé, hoy solo despliega ese perfume a ropa sintética recién comprada. El olor viene de su habitación. Un cuarto repleto de cajas de zapatos de marca Andrea y Flexi y Price Shoes. Mamá tenía un negocio de venta de calzado por catálogo. Sé que suena a la prehistoria, pero mi vieja, hasta hace unos meses, vendía un montón

de zapatos, botas, botines, zapatillas, mocasines, sandalias y pantuflas, usando el teléfono y enviando un catálogo que yo mismo llevaba a sus clientes. Gracias a ese negocio, esta casa estaba viva y repleta de personas diariamente. Una señora en la cocina horneando galletas, otra hurgando en el refrigerador, otra echándose una siesta en el desvencijado reposet de papá, otra en el patio, fumando a espaldas de su marido, y otro cúmulo, nada menor, de doñas prestándole atención a Madre, quien hacía demostraciones de su calzado en un rotafolio decorado con las ampliaciones de las piezas de temporada. Pero ahora solo estamos este marihuano-predicador-albino y yo. El abandono que rebosa en mi orfandad produjo el impulso. Invité al predicador a que pasara. Pensé que, además de paliar mi soledad un rato, podría comprar una caja de zapatos de la vieja habitación de mamá. Miré sus pies y los blucher se veían bastante gastados de tantos kilómetros recorridos jodiendo la tranquilidad de las

Quedamos atrapados aquí, en esta casa antigua que se siente cada vez más enorme

personas. Creí que en mis venas corría esa furia mercader que resaltaba en la personalidad de la vieja. Pero no fue así. Soy un pusilánime de la mercadotecnia. No pude persuadirlo para que se hiciera con un par de zapatos nuevos. Por el contrario, terminé compartiéndole mi comida. Devoró la mitad del arroz que había preparado y arrasó con el agua de mango. No bien se limpiaba los bigotes cuando nos timbró el celular a los dos. Era una grabación: “¡Alerta! ¡Alerta! ¡Entra ahora mismo a cualquier lugar y no salgas! ¡Guarécete! ¡Esto no es un simulacro! ¡Repito! ¡Esto no es un simulacro! ¡Protégete! ¡Da asilo a quien lo necesite! ¡Repito, esto no es un simulacro! Mira el televisor. Escucha la radio”. Encendimos la pantalla y, en efecto, en algunos canales repetían la grabación perturbadora y en otros se podía ver al presidente explicando la razón del confinamiento urgente: la lideresa de Corea del Norte+Sur había iniciado un ataque biológico contra los Estados Cibernéticos Unidos y la volatilidad de las bombas bacteriológicas se dispersaría hacia los


DE PORTADA

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Mensaje del Gran Tiempo de Cambios ALBERTO CHIMAL

En recuerdo del tío Édgar de: axaxo71@… para: estrelladedia@ Kimi:

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países cercanos. Por supuesto que T-RU-MP 27 (el presidente cyborg, mitad restos del cuerpo de Donald Trump y mitad proyecto Microsoft) respondió el ataque esa misma tarde, golpeando con SARS-Čapek 2.6 (un virus recién salido del horno) a la ciudad de Pyonyang. El mundo parecía venirse abajo con el tercer capítulo de la Guerra Mundial: Bichos Invisibles. El testigo de Jehová tuvo que quedarse a dormir porque el Nuevo Estado Militar Mexica había ordenado el encierro total de manera inmediata. A la mañana siguiente, los países en conflicto hacían las paces. La palabrería burocrática en la reunión que había organizado la ONU de última hora en Singapur podía ser traducida de la siguiente manera: “Lata Inservible, tu padre habrá quedado de acuerdo con mi hermanito de desnuclearizar la península, pero no hemos hablado de la desbacterialización. Tenemos muchas sorpresas biológicas si metes tus narices en lo que no te incumbe”. La tensión parecía descender porque el programa semántico del ejecutivo norteamericano carecía de cierta sofisticación y no captaba el doble sentido ni las figuras retóricas de sus interlocutores. Sin embargo, las indicaciones nacionales de guarecerse de la Brisa Coreana fueron tajantes y militarizadamente obligatorias. Le dije al joven predicador que podía quedarse unos días más y aceptó de buena gana porque, por otro lado, según me informó, detestaba a su familia y le caerían muy

bien unas vacaciones de la dictadura milenarista. Al parecer, entre él y sus padres hay una discusión constante sobre la aparición de la marihuana en la Biblia. Los señores aducen que, si bien es cierto que las palabras LSD, cocaína, heroína y mariguana, no aparecen nombradas en el Gran Libro, hay pautas transparentes para que las evites. El joven afirma, convencido en su inocente blancura, de que la palabra Polvo de Ángel debe estar escrita por ahí y no parará hasta encontrarla para fastidiar a sus viejos. En fin, han pasado ya tres días del Segundo Gran Confinamiento y mi nuevo inquilino ha decidido marcharse porque asegura que el Apocalipsis no puede ser engendrado por los chinos ni por los coreanos ni por ningún otro asiático. Me alarga su camisa y su corbata. Se pone una camiseta que le he donado. Se enfunda unos guantes, se embarra un montón de gel antibacterial, se coloca el cubrebocas y se acomoda las gafas sobre su nariz. Sí sabes que no necesito los lentes oscuros porque me lastime el sol como todos piensan, ¿verdad? Asiento y sonrío. Claro, es por grifo. Cada uno de sus ojos, como una bandera japonesa, ha de ser un punto rojo al centro de la sábana blanca que es su rostro. Lo veo avanzar por el porche, abre su sombrilla y sale a la calle, pisa el suelo con unos choclos casuales marca Kangaroos del mismo color de su cabeza, luego se pierde en la jungla de bacterias flotantes.

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a. Me ahorro vocativos, saludos y preguntas de cortesía. Eres una insensible. Los grandes momentos históricos se reconocen cuando se ven de lejos. No sé cuándo será que se ponga fecha de inicio (o nombre) a lo que ha pasado en estos años. La gente entró a la cuarentena en diferentes momentos, salió de ella en diferentes momentos, y así también volvió a entrar, cuando hizo falta, si sus líderes lo permitieron. Y supongo que no debo hablarte de los sitios donde hay muertes hasta hoy, porque la población, si no insiste en negar de plano que haya un peligro, cree que las vacunas son perjudiciales, o demoniacas, o quién sabe qué. Por cierto, aquí es muy pertinente aquel video del que te conté cuando me llamaste. ¿Lo pudiste hallar? Yo sí, está acá: https:// www.youtube.com/watch?v=Mk… El hombre ya no puede hablar, así de mal está, pero se dio el tiempo de hacer los carteles que está levantando para la Cámara, y que además de loar a su amado líder traen lemas racistas. Eso es lo que dicen las cartulinas, Kimi: a eso dedicó su tiempo antes de que fueran por él a meterle el tubo del ventilador. Sus últimos momentos de conciencia en este mundo, porque murió anestesiado. (Y yo digo, sí, qué desperdicio de instrumental y de personal médico y de cama de hospital. Soy una perra del mal): P. El imbécil ese habrá pensado, si algo pensaba, que vivía en la era de su Gran Señor, que preparaba el Fin del Mundo. Y el mundo llegó a su fin, pero para él. Y yo quiero creer que nuestra época no se recordará así…, pero nunca lo sabremos. Los europeos que vivieron la Edad Media no la llamaban Edad Media: eso vino después. Nos queda (a)notar lo que está sucediendo. (Y participar, sí, si queremos, si podemos, y pensar en quienes vendrán después de nosotros, porque lo que es tú y yo… Pero tú me entiendes.) Ayúdame a ver eso, Kimi. Miremos alrededor. ¿Qué pasa ahora? A mí me sorprende que no hayamos vuelto, no del todo, a como estábamos antes de 2020. Tal vez soy muy ilusa, pero estoy convencida. Y no me refiero solo a las consecuencias terribles, como la crisis acá (la nueva crisis) o las hambrunas. O el hielo polar. (Eso sigue igual de espantoso que antes. Lee esto, que es de fuente fiable, el sitio nada más reúne notas: https://agregador7gc. org.ni/2022/11/17/…) No. Algo se mueve. Algo sí está cambiando. Para empezar, no todo el mundo se empeñó en silenciar, en olvidarlo todo. No todas las noticias de entonces han quedado sepultadas por las nuevas noticias. Hay gente que se mueve con más cautela en las calles, y otra que se avienta con más decisión que antes a marchas y manifestaciones. No sé si es abandono o miedo de no poder hacerlo luego. En especial las mujeres. Las jóvenes, claro. (¿Te dije que Rebeca, mi sobrina, me mandó mensajes por fin? Ya me perdonó que no fuera capaz de aguantar completa la marcha del mes pasado. Me arrepiento de no haber hecho más cuando tenía su edad. Aunque ya no importa, supongo.)

Algo más que está pasando y que me parece igual de importante pero mucho más sutil: la conciencia de todo lo que se quiebra. No me refiero solamente a la red. (Y no me estoy burlando de ti por deshacerte de todos tus CDs en la época del Napster. Mensa.) ^_^ No me refiero solamente a la red, Kimi, ponte seria que te hablo en serio, aunque después de las sobrecargas y los hipos de las teleconferencias empezamos realmente a ver sus límites, y ahora que en muchos lugares está limitada de verdad, con accesos restringidos o con sobretasas, más todavía. Pero podemos empezar en la red. Ya se veía antes de la pandemia: la comunicación en canales y grupos “privados”, lejos de las redes sociales y otros sitios visibles, que pasaba inadvertida hasta que salía al mundo: hasta que se reflejaba en las acciones de grandes grupos, en frases y memes compartidos. Primero se vieron sus peores consecuencias: los genocidios animados desde WhatsApp, por ejemplo. O la división. Aunque las restricciones de movimiento tampoco ayudan en nada. Pongamos como ejemplo allá donde vives. (¿Sí crees que vaya a ganar las elecciones el tipo ese? ¿Sí se quiere separar la mayoría? Obviamente cruzaría fronteras por ti, si me dejaran, pero me daría un poco de miedo: tú conoces los memes de ahora tan bien como yo.) Pero me estoy enredando. Decía: la conciencia de todo lo que se quiebra. Se quiebran estados, se quiebran sistemas económicos, pero también se quiebra la convicción de que tales y cuales empresas o países, o modos de vivir, eran invencibles, eternos. Deja que tu estado se separe: ¿cómo van a ser las naciones de los pueblos originarios? (Porque ahí vienen: creo que cada vez está más claro. Y no solo acá. Traduce esto al español en tu navegador: https://www.liberation.fr/direct/element/peu…) ¿Cómo describes las comunas que están surgiendo al sur de acá, aisladas, deliberadamente fuera de línea? ¿Cómo entiendes a las ciudades que se reorganizaron para ser autosuficientes, porque no les quedaba de otra, y ahora siguen así? Podría haber mucha violencia en este mundo de menos “libertad de movimiento”. Mucho más fanatismo que antes. Pero ¿si ganara la parte mejor y no la peor? ¿Si siguiéramos creyendo en ayudarnos, aunque ya renunciamos a creer que le importamos un carajo al capital? Estoy consciente de que esto suena a carta (antiquísimo), pero está bien, creo. No dejo de pensar que ya vamos de salida. Te juro que no he dejado los antidepresivos. Lo pienso de forma muy serena. Está bien. Salimos de la pandemia, igual que de todos los otros eventos que se suponía que iban a ser definitivos: lo más importante de nuestras vidas. (¿Recuerdas el Muro de Berlín?) Y ahora, aunque estemos recluidas cada quien en donde está, ver y decir las cosas también puede ser participar, aunque sea de una manera muy pequeña y humilde. Escribe pronto, no seas jija. O llama, o lo que gustes. Acá andaré, obvio, hasta que ya no. (Es broma, Kimi, no seas tan aprensiva. ¿Ya te dije que hasta estoy haciendo ejercicio de nuevo?) Besos, Xo.

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PENSAMIENTO

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FILOSOFÍA DE ALTAMAR

Ideas para la postpandemia JULIETA LOMELÍ @julietabalver FOTOGRAFÍA AFP

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n una reciente entrevista, el filósofo alemán Peter Sloterdijk comentó que, si miramos en retrospectiva, las pandemias no son tampoco la excepción de otras épocas, han existido con regularidad, el peligro de la actualidad sería “no aprender nada nuevo” de esta situación. Si la historia moderna no fue la excepción de brotes devastadores, sí lo fue en el sentido de que no había, como asegura Sloterdijk, esa fuerte “interconexión de las vidas humanas en la Tierra” que existe ahora. Antes que sucumbir al pánico, o creer que la humanidad jamás había atravesado un escenario semejante, creo que deberíamos plantearnos la situación de una manera distinta. Sin caer en un optimismo simplista, hay que reconocer que esta vez tenemos la posibilidad de construir, como la llama Sloterdijk, una “conciencia compartida de la inmunidad, una coinmunidad”. Este siglo es muy distinto al pasado, la pandemia no puede resolverse de la misma manera que en 1918. Como recientemente escribió el filósofo español Roberto R. Aramayo, estamos ante un reto global que “no puede abordarse con eficacia recurriendo a recetas locales, y que precisa de cooperación universal desde una óptica cosmopolita”. Por ello es absurdo creernos tesis como las de Zizek, y otros, que hacen de la globalización la causa del nuevo virus, y de este último la bala que fulmine de una vez por todas al capitalismo para darle cabida a un “nuevo comunismo”, uno que ni siquiera ha quedado bien definido en sus motivos. Estoy convencida de que la solución radica, siguiendo a Aramayo, en la conciencia de “nuestra mutua interdependencia en el seno de la globalización”. El comunismo aislado, la vuelta a los nacionalismos, la guerra contra la reciprocidad internacional implicaría volver a prácticas retrógradas de una historia que costó sangre y esfuerzo superar. Esta pandemia no es más grave que las del pasado. Aunque el antropocentrismo de cada época nos engañe haciéndonos creer que nos ha tocado librar la peor batalla de todos los siglos, esta vez tenemos también a nuestra disposición las herramientas digitales. Internet ha garantizado la no paralización de un sector importante de la economía y de la educación. Quienes tenemos el privilegio —porque sí lo es— de recluirnos en nuestros hogares para trabajar, de aislarnos del prójimo que “infecta” y aislar al otro para “no infectarlo”, también hemos construido una comunidad no solo laboral sino empática y amistosa con los demás gracias al uso de internet. Incluso,

Vagón del metro de Hong Kong.

algunos no dejamos de establecer nuevos vínculos afectivos a la distancia, con otros hombres y mujeres a miles de kilómetros que están en similar situación de confinamiento social y aislamiento físico, pero no dejan de tener una cercanía digital. Sobre este asunto, reconozco la opinión del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien ahora enseña, escribe y vive en Berlín, pero que conoce muy bien cómo funcionan los países orientales. Han es uno de esos filósofos de altamar que, habiendo atravesado varias tempestades, como las de no aceptar el determinismo familiar ni el control social en su tierra natal, logró instalarse en Alemania a la mitad de su segunda década de vida, en un puerto más apropiado para un velero demasiado libre como él. Digo esto porque Han es quien más ha insistido en las últimas semanas, con conocimiento de causa, en el contraste de cómo se ha intentado controlar la pandemia de covid-19 en Occidente y cómo parece que se ha conseguido controlarla en China, Taiwán, Hong Kong, Singapur, Japón o en su originaria Corea del Sur. El mensaje de Han es polémico. Mientras en Occidente se cierran fronteras y se aísla a miles de personas en sus casas, en Oriente, en particular en China, se opta por clausurar libertades como el derecho a la privacidad digital. Gracias al uso de cámaras que cuentan con sensores

Es absurdo creernos tesis como las de Zizek, que hacen de la globalización la causa del nuevo virus

para medir la temperatura y el reconocimiento facial, se vigilan las rutas de los ciudadanos, quienes están obligados a informar no solo sobre su estado de salud sino también a registrar, con el uso del celular y un código QR, los sitios por los cuales han transitado. Así se consigue tener el itinerario de todos los ciudadanos en una gran base de datos, con el objetivo de que, si alguno fuera portador del virus, se identifiquen inmediatamente los posibles contagios. Lo anterior suena a película de terror, cuando menos para muchos occidentales, quienes hemos emprendido por años la guerra contra el uso de nuestros datos personales y nuestra privacidad para fines políticos y publicitarios. Sin embargo, en el otro lado del mundo, en países como China, entregar esos datos es una obligación ciudadana, y es la única y la más efectiva manera que parece existir hasta ahora para contener el contagio del virus. El mayor reto será la conservación de la salud pública, pero en este esfuerzo por conservarla las distintas estrategias que se han implementado en países orientales y que han sido efectivas podrían también utilizarse en países occidentales e incluso quedarse como una costumbre. Esto es algo que preocupa en Occidente. Pero, aunque cada vez fuera más notable la vigilancia digital, el control del Estado también podría ser asumido por los ciudadanos, quienes tienen la posibilidad de empoderarse gracias al uso de la tecnología. Como escribía recientemente el historiador israelí Yuval Noah Harari: “siempre que

la gente hable de vigilancia habrá de recordar que la misma tecnología de vigilancia puede ser utilizada no solo por los gobiernos para monitorear a las personas, sino por las personas para monitorear a los gobiernos”. La inteligencia digital puede ser usada bilateralmente, no solo por el Estado sino por la exigencia ciudadana para impulsar democracias más sanas. Más que diferenciar, valorar o subestimar entre estrategias occidentales y orientales para contener la pandemia, las consecuencias de esta tragedia sanitaria deberían ser más productivas si aprendemos de ambos modelos. La secuela a largo plazo podría ser la unión internacional, las prácticas compartidas, el levantamiento de fronteras físicas pero también mentales y digitales. Termino con las palabras de Harari: “cada crisis es también una oportunidad. Debemos esperar que la epidemia actual ayude a la humanidad a darse cuenta del grave peligro que representa la desunión global. La humanidad necesita tomar una decisión. ¿Recorreremos el camino de la desunión o adoptaremos el camino de la solidaridad global?”

Coda

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Recuperando el sentido de cooperación internacional, que puede ser divulgada gracias al mundo digital, el Goethe Institut ha preguntado a intelectuales y artistas de todo el mundo por el significado y los retos que traerá el covid-19. Pueden leer más de tan noble proyecto en tres idiomas y en el siguiente link: https://www.goethe.de/ de/kul/ges/eu2/pco.html.


EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO El lugar

Los nombres epicenos

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A FUEGO LENTO El infinito en un junco

Narrativas de lo extraño México, 2019

Annie Ernaux Tusquets España, 2020 112 páginas

Amélie Nothomb Anagrama España, 2020 128 páginas

Irene Vallejo Siruela España, 2020 452 páginas

“Hice los exámenes prácticos de aptitud pedagógica en un instituto de Lyon”. Con esta sencillez, da comienzo esta novela ambientada a finales de la década de 1960 y que ilustra los contrastes entre la dureza laboral de la clase obrera en Francia y la liviandad de la burguesía urbana. Ernaux explora con crudeza los prejuicios, los usos y complejos de clase, y los abismos insalvables que a veces separan a los padres de los hijos. ¿Qué significa, pues, la autonomía?

Concisa y amarga, esta novela se concentra en una niña de elevada inteligencia que padece la indiferencia de su progenitor, un hombre consumido por el deseo de obtener reconocimiento social. Se concentra además en ese padre que se introduce en la vida de una pareja de la alta burguesía francesa, con un impulso de venganza que lleva años alimentándose. Nothomb arroja una luz negra sobre el amor no correspondido y los agravios envenenados.

La invención de los libros en el mundo antiguo y los caminos que han seguido a lo largo de los siglos son los anhelos que guían este ensayo apasionante, escrito a la manera de una novela de aventuras. Los había de humo, de piedra, de arcilla, de junco, de piel, de seda, de corteza de árbol. Su factura no es el único interés. Sus páginas convocan a Alejandro Magno, los aposentos de Cleopatra, Tito Livio, las hogueras inquisitoriales, las estepas heladas de Rusia…

Pandemia. La covid-19 estremece al mundo

Los campos de concentración de Franco

Capital e ideología

Slavoj Žižek Anagrama España, 2020 120 páginas

Carlos Hernández de Miguel Ediciones B España, 2019 560 páginas

Thomas Piketty Grano de Sal México, 2020 1216 páginas

El filósofo con más cartel mediático en Occidente no podía permanecer callado ante la pandemia que ha sacado de quicio al mundo entero. En este breve ensayo, lanza algunas preguntas de obligada respuesta: ¿es hora de erigir un nuevo orden mundial, más allá del modelo liberal?, ¿qué será de los individuos y de las sociedades una vez que superemos la crisis?, ¿el covid-19 es la última advertencia del planeta para restaurar el equilibrio ecológico?

El terror franquista sigue despertando el interés de los historiadores. Esta investigación sirve de prueba. Confeccionada mediante evidencias documentales y estadísticas que ponen los pelos de punta, da cuenta del sistema represivo que confinó a presos políticos y excombatientes por la República, sometidos a una disciplina de torturas y humillaciones. La mira está puesta en la humanidad mancillada, en los hombres, las mujeres y sus familias.

Las sociedades, sin excepción, dice Piketty, están obligadas a justificar sus desigualdades. Se trata de una razón sin la cual el edificio político podría derrumbarse. Bajo esta premisa, sigue las huellas de los regímenes que más han procurado la desigualdad social, desde los Estados coloniales hasta los experimentos posteriores al comunismo, pasando por el capitalismo decimonónico. Qué nos queda: las promesas de un socialismo participativo.

Los malditos detalles ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

M

ás un taller que una editorial, Cáspita se identifica con el libro de factura artesanal, ilustrado, con tirajes cortos que parecerían objetar a las fuerzas del mercado. Es una iniciativa heroica. Sin embargo, esos atributos no son suficientes para asegurar la calidad material de un libro. ¿Una muestra? Narrativas de lo extraño, que pide a gritos la intervención de un editor o, de perdida, un corrector. Con abundancia de erratas, malos cortes de palabra y fallas gramaticales, reúne cuatro ensayos y dos relatos marcados por el signo de lo “oculto, lo marginal, y todo lo que mira al suelo en vez de al cielo”. Ni la aproximación de Bibiana Camacho a la compañía japonesa de danza Kondors, ni el relato de Elma Correa, “Casa de muñecas” (bien pensado, mal ejecutado), ni el ensayo de Mariana Orantes, “In Veritas” (corre por tantas pistas que termina fatigándose sin llegar a ninguna parte), y menos aún el ensayo de Aliza Shvarts sobre el black metal (demasiados llamados a un feminismo como “filosofía radical”, demasiada jerga académica, demasiada pose combatiente), aseguran un remedio contra el desinterés. A ratos parecen ejercicios de una tertulia sabatina en la que se exponen algunos trabajitos garabateados la noche anterior. Quedan el relato de Gilma Luque, “Noches de verano”, y el ensayo de Jorge Comensal, “Fragmentos de la sed”. La melancolía y el desconcierto son los signos que definen al primero. Como retrato de una familia que se consume al tiempo que el padre cae vencido por el whisky, se ciñe a una preceptiva del tono justo en la cual no hay lugar para el lloriqueo sino para una clarividencia infantil que interpreta su entorno como si fuera un misterio zoológico. El segundo es un juego de espejos y apariencias. Se pretende un ensayo pero tiene todas las marcas de un relato, parece el recuerdo de un niño que mira a los borrachos durante una cena de Navidad pero se toma algunas libertades para discurrir sobre la comicidad de los poetas huevos, el machismo, la enajenación. Cuenta, lanza pullas y entretiene. No necesita otra cosa. Claro que hay que celebrar la iniciativa de Cáspita, su vocación a contracorriente, sin escamotear los buenos deseos. Pero ya sabemos que el diablo, no su hermano mayor, solo repara en los detalles.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

9 DE MAYO 2020

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Otro taco de virus DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

H

ace ciento cincuenta años, Dostoyevski participó en una discusión sobre si el arte debía ser libre o tener alguna responsabilidad, congruencia o utilidad. En favor de su argumento, se transporta a Lisboa en 1755, justo el día del fatídico terremoto. “La mitad de los vecinos de Lisboa han perecido; las casas se tambalean y se derrumban; las fortunas se disipan; cada superviviente ha perdido algo. Los vecinos vagan atribulados por las calles, enloquecidos de horror”. Entonces pasa a hablar de un célebre poeta portugués que al día siguiente publica en el principal periódico unos versos que hablan de “gorjeos del ruiseñor”, de “plata de los raudales” y “mutaciones seductoras de rostro encantador” o bien, que “en las oscuras nubes, púrpura rosada, ambarino fulgor”, y cosas así. Dostoyevski vaticina que los lectores “darían muerte en el acto, allí mismo, coram populo, a su poeta célebre”,

TERREMOTO DE LISBOA

Murieron 90 mil personas en 1755.

pues la jornada anterior no habían escuchado “trinos de ruiseñor” sino el rugir de la tierra, y “hasta se les antojó ofensiva y antifraternal la conducta del poeta, capaz de cantar cosas tan triviales en tan graves momentos de la vida”. Según criterios dostoyevskianos, ahora los escritores debemos ocuparnos del virus. Otro tema sería antifraternal y ofensivo. Así se ha venido haciendo. Prosistas, poetas y celebridades de mala pluma se han consagrado a transmitir su experiencia en tiempos del virus. Y ya empezamos a notar que el virus no da para tanto, pues a menos que haya un talento que vea más allá de lo visible, la experiencia de encierro de alguien se parece demasiado a la de los demás, y en busca de un toque dramático y original, se cae en mayor banalidad, tratando de convertir en miseria y desventura el mero hecho de ayudar a los hijos con las tareas

escolares o subir un kilo o perder la cita con el peinador o el sicoanalista. Tanta puerilidad hace que surja otro tipo de articulista: aquel que se cree la única persona sensata en el mundo, el único que lleva con estoicismo su encierro y entonces se da el lujo de pontificar con frases de misal: “Si los seres humanos nos diéramos cuenta de lo bella que es la vida, no hallaríamos consuelo en el odio, sino en un amor que nos llevara a convivir unos con otros en paz”. Quizá Dostoyevski tenga razón, pero su ejemplo es de terremoto. Algo que dura unos segundos aunque tenga consecuencias más prolongadas. Cuando las cuarentenas se alargan a cincuentenas o sesentenas, el estribillo se gasta. A estas alturas, mi querido Fiódor, yo prefiero unos versos sobre los gorjeos del ruiseñor y el albarino fulgor. Y no hace falta ser Bertrand Russell para notar que este texto se contradice a sí mismo.

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BICHOS Y PARIENTES

Material del colapso

L

a Era de Bronce fue de grandes palacios, templos y ciudades; reyes memorables, ejércitos formidables, rutas marinas de intenso mercadeo y una suerte de “globalización” estable y en progreso; culturas abundantes en registros de escritura: leyes, cuentas comerciales, relatos de su grandeza y logros (minoicos y micénicos, egipcios, hititas, canaanitas, mitanni, asirios y babilonios). Y todo aquel universo colapsó en menos de 70 años. Entre el 1200 y el 1100 A. C., las ciudades fueron abandonadas, se perdió toda la escritura, la arquitectura y la ingeniería hidráulica; el mar quedó despoblado, salvo por aquellos que los registros llaman “Pueblos del mar”. Son los filisteos, los mismos bárbaros que traen como principal mercadería el miedo y el acero, ya en Egipto, en la Ilíada, o entre los pueblos de la Biblia. Más allá de las causas naturales (un descenso en la temperatura terrestre que llevó a una sequía prolongada y varios terremotos), la civilización colapsó por guerras, invasiones y, hallazgo reciente, alzamientos populares. La ciudad canaanita de Hazor se creía asolada e incendiada por invasores hasta que varios arqueólogos descubrieron que solo los palacios y el templo fueron destruidos por el fuego. ¿Hipótesis? Revuelta popular: los habitantes destruyeron los sitios del poder imperial como un pueblo que se libera de un poder invasor… Los estudios siguen en marcha y, a veces, avanzan con celeridad; otras, se ven obstaculizados por gobiernos rígidos, actividades militares o guerrilleras, o por fundamentalistas que insisten en borrar todo registro de otras civilizaciones. Pero se han dado pasos

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA PINTEREST

importantísimos, aunque la sospecha central de que la Era de Bronce cayera en su abismo final sigue siendo la misma desde hace casi un siglo: la interrupción, por discordias humanas, de la ruta y el comercio del estaño, proveniente de la zona de Afganistán. El bronce es una aleación de cobre y estaño, se funde a 880ºC y se vacía en moldes para producir herramientas, aperos, artejos y armas. Los ejércitos disciplinados y numerosos no hubieran sido posibles sin la producción en serie de armas muy útiles, pero que

Podría bastar con que un material de uso común se agote para que la civilización colapse

requerían reparación o sustitución constante: una espada de bronce, a diferencia del acero, no podía chocar repetidamente contra escudos u otra espada sin quedar inservible. El bronce dio paso a una tecnología más eficaz, pero más demandante: el acero requiere temperaturas mucho más elevadas (1300ºC) y hornos que tienen que ser excavados en la tierra y calentados durante mucho tiempo antes de ser útiles. No puede ser vaciado en moldes y requiere de un maestro herrero que sepa plegar, golpear, templar y forjar. Los griegos lo sabían: Hefesto, que vive y trabaja en las entrañas de la tierra, es un dios tecnológico cuyo poderío no proviene de fuerzas naturales, sino de un oficio y conocimiento. Pero también lo sabían los judíos: “Y en toda la tierra de Israel no se

Armas y utensilios de la Era de Bronce.

hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espada o lanza. Por lo cual todos los de Israel tenían que descender a los filisteos para afilar cada uno la reja de su arado, su azadón, su hacha o su hoz. Y el precio era un pim por las rejas de arado y por los azadones, y la tercera parte de un siclo por afilar las hachas y por componer las aguijadas. Así aconteció que en el día de la batalla no se halló espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl y con Jonatán, excepto Saúl y Jonatán su hijo, que las tenían” (Samuel 13, 19-22). Pasaron 32 siglos antes de que pudiéramos interpretar, gracias a arqueólogos como Eric Cline y su 1177 a. C. El año en que la civilización se derrumbó, algunas cosas dichas con claridad desde el principio: podría bastar con que un material de uso común se agote para que la civilización colapse. La tecnología del petróleo y derivados es casi la colágena del movimiento mundial y, hace unas semanas, nos dio un susto. ¿Y si se volviera de pronto inviable el abasto? ¿Podríamos imaginar nuestra vida si, de pronto, desaparecieran los plásticos? Creemos odiarlos y estamos a punto de destruir ecosistemas enteros por acumularlos, pero ni remotamente estamos cerca de poder prescindir de ellos. No es difícil imaginar que llegara el punto en que algunas regiones y algunos mares tuvieran que prohibir absolutamente su presencia, pero no hay tecnología alternativa en la escala que se requiere. ¿Los filisteos de la nueva era podrían, por ejemplo, comerciar con grafeno?

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