Laberinto No.885 (30/05/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

POESÍA EN SEGUNDOS

FERNANDO ZAMORA

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

Los eternos resplandores de Juliette Binoche

El Fonca, los creadores y la tristeza

Foto: CG Cinéma

SÁBADO 30 DE MAYO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 885

Poemas y errores: bajo el sol de Ovidio Jennifer Clement/ FOTOGRAFÍA: RUMANIA.INFO/ CONSTANZA (RUMANIA), ANTES TOMIS, LUGAR DE EXILIO DE OVIDIO

Foto: Archivo Milenio


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ANTESALA

30 DE MAYO 2020

DOBLE FILO

José Carlos Ruiz: adicción al cine FERNANDO FIGUEROA

Y

o no fui a la escuela, fui al cine: José Carlos Ruiz. Así se titula la biografía del actor que ha participado en un centenar de películas, 60 obras de teatro y muchas telenovelas, incluidas La tormenta y El carruaje, en las que interpretó a Benito Juárez. Tiene seis premios Ariel en su vitrina (por Fuego en el mar, Vidas errantes, Toña Machetes, Goitia, Dos crímenes, Almacenados) y varios homenajes en su memoria. ¿Está feliz de que dieran marcha atrás en la derogación del Fidecine? Era una estupidez. Un pueblo sin cine es un pueblo sin alma. Es el espejo donde podemos vernos para saber quiénes somos. ¿A qué edad fue al cine por primera vez? Soy adicto desde los cuatro años. En la biografía que le hizo Eduardo de la Vega Alfaro, usted dice que no fue a la escuela, pero sí fue. Hice la primaria y luego entré a estudiar Teatro en Bellas Artes, con Salvador Novo. ¿Qué aprendió de Novo? Él era director de la escuela y maestro de verso, nada más imagínese. ¿Y qué le aprendió a Seki Sano? Le debo casi todo lo que sé. No necesitaba verte, con oírte sabía si estabas bien o mal. ¿Cómo fue la experiencia en Viento negro? Un encantamiento en el desierto de Sonora. Fue hermoso trabajar con gente que solo conocía en la pantalla, como José Elías Moreno, Jorge Martínez de Hoyos, David Reynoso. Defina en cinco palabras a Felipe Cazals. Rigor, inteligencia, talento, como pocos. Y en tres a Jack Zagha. Un director importante. Un recuerdo de La Doña. Trabajé con ella en La Constitución y la invité a develar una placa de Los albañiles en el teatro. En la ceremonia me dio un beso en la mejilla y desde entonces no me he lavado la cara. Tin Tan o Cantinflas. Los dos. Jorge Negrete o Pedro Infante. Jorge Negrete, por supuesto. Género cinematográfico favorito. El western. ¿De verdad desfiló como Benito Juárez por Paseo de la Reforma? Fue idea del presidente Echeverría. En carruaje desfilamos desde el Zócalo y los aplausos no pararon hasta llegar a Mariano Escobedo. Ha tenido trato con los tres Azcárraga. A Azcárraga Vidaurreta le serví de bastón cuando yo iba a pedir chamba. Azcárraga Milmo un día me dio un abrazo en un pasillo para felicitarme por mi trabajo como Juárez. Azcárraga Jean me hizo un precioso homenaje por mi trayectoria. ¿A qué autores se llevaría a una isla desierta? Borges, Rulfo, Gorostiza, Vargas Llosa, Cabrera Infante, García Márquez. ¿Quisiera ser recordado como Juárez o Goitia? Como José Carlos Ruiz.

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Viaje a Sils Maria. Dirección: Olivier Assayas. Italia, 2014. Puede verse en varios servicios de streaming.

HOMBRE DE CELULOIDE

La Binoche

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CG CINÉMA

a actriz que fue hermosa y que está por dejar de serlo, la actriz cuyos mejores años pasaron ya; la actriz que se interpreta a sí misma. Estos tópicos del cine y la literatura están, claro, inspirados en la vida real. Y en torno a todos ellos gira la película Viaje a Sils Maria (conocida también en español como Las nubes de María). La película fue dirigida por el notorio crítico y cineasta francés Olivier Assayas y estuvo nominada a la Palma de Oro en 2014. Viaje a Sils Maria tiene la estructura de una puesta en abismo, esto es, narra una ficción al interior de otra ficción: María Enders es una actriz madura que cuando era joven interpretó en teatro a una atrevida muchachita que enloquece a otra mujer y la conduce al suicidio por amor. Ahora, a punto de volver a presentarse la obra después de muchos años, los productores londinenses han decidido que María debe ser la mujer madura. Enders entiende esta decisión como una señal de que el tiempo ha pasado, la vejez está en puerta y es momento de pensar en el adiós. Hay en esta sinopsis material suficiente para que Olivier Assayas desarrolle un drama psicológico construido de forma especular. Porque Viaje a Sils Maria no solo habla de la madurez de

Binoche al interior de la obra y en la vida real; habla de la juventud de Kristen Stewart y Chloë Grace Moretz, quienes reflejan lo sucedido en la obra que se está montando. Pero las imágenes especulares no se quedan aquí. Son muchos los modos en que Stewart se transforma en Binoche y ella en Moretz. Hay que verlo pues además la película goza de momentos poéticos y mantiene nuestro interés. Uno se embelesa en ella con las nubes de Suiza que devoran montañas como si fueran serpientes, uno se introduce en la historia de esta joven asistente que tiene un aire misterioso. Y en la vida de esta mujer que estuvo enamorada del escritor de la obra de teatro que ahora está ensayando. Hay sin embargo algo mucho más importante, algo que, incluso, necesitamos agradecer. Viaje a Sils Maria está escrita para ser un duelo de actuaciones entre Stewart y Binoche. Uno asiste a este encuentro como quien analiza una partida amistosa entre

La historia de la actriz madura que se interpreta a sí misma está en Bergman y en Wilder

dos campeones de ajedrez, uno joven y otro ya llegado a la madurez. Kristen Stewart necesita convencer al público de que es una gran actriz casi de inmediato. Necesita brillar con la luz que le presta Binoche. Y lo logra, pero la protagonista, Juliette, es la dueña del resplandor. Le permite a la otra lucirse un tiempo, pero llegado el momento hace estallar su energía. La historia de la actriz madura que se interpreta a sí misma está en Bergman y en Wilder. También en La gaviota de Chéjov (otra puesta en abismo). Juliette Binoche es en Viaje a Sils Maria una Irina Arkádina que está consciente de que se acerca el tiempo de morir. Se trata en el fondo de la historia de cómo pasa la gloria del mundo y por ello no pierde su vigencia. Assayas ha realizado una película hermosa y profunda; hecha con elegancia y buen gusto. Uno lo agradece, pero agradece sobre todo que Juliette Binoche vuelva a ser la gran actriz que no veíamos hace tiempo. Uno agradece que esta gran artista haya dejado al menos por un momento los papeles decadentes de sus últimas películas, y que en la lucha histriónica entre dos artistas Juliette Binoche emerja triunfante para seguir siendo La Binoche.

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ANTESALA

30 DE MAYO 2020

POESÍA

Mineral RICARDO VENEGAS

Ser tiempo al ir de viaje por el mundo con la voz entregada del olvido, un testigo en el silencio rotundo que guarda los instantes que se han ido. Verbo, canción señora de palabra que nunca se equivoca con los versos, rosa de aire que con perfumes labra la caricia invisible de los rezos. Vivir y ser del suelo de los deudos, de sombras amorosas invencibles: vigilias de otro rumbo que no vemos. Amar y ser amante de los sueños que en las fieles palabras invisibles elevan sinsentidos que entendemos. Este poema forma parte de un libro en preparación.

EX LIBRIS

Aléjate/ EKO

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LOS PAISAJES INVISIBLES

Mystify: Michael Hutchence IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

l 22 de enero Michael Hutchence habría cumplido 60 pero es difícil suponer cómo habría llegado psíquica, emocional y físicamente a su aniversario, con todos los conflictos que arrastraba en 1997, cuando se ahorcó con un cinturón de piel de ofidio en la habitación 524 del Ritz– Carlton Hotel de Double Bay en Sidney, Australia: la lesión cerebral que sufrió en 1992 tras el altercado con un taxista en Copenhague le dejó secuelas como anosmia, atrofia del gusto, bipolaridad, melancolía; la turbulenta relación con la periodista de espectáculos Paula Yates, que acabó con el matrimonio de ésta con Bob Geldof y, en consecuencia, la ruda enemistad del marido deshonrado; el salvaje acoso de los tabloides luego de que alguien descubrió opio en su apartamento de Londres; la angustia de perder a Tiger Lily, la hija que tuvo con Yates, por el mismo escándalo del opio; el desprecio de las bandas emergentes que consideraban a INXS un grupillo demodé, y los típicos excesos del rockstar, cuyo peor yerro fue la bancarrota financiera. Michael Hutchence tendría 60. Quizá estaría aislado en Estados Unidos o en Australia, y tal vez su aspecto actual no sería, digamos, decoroso, como el de sus amigos (por ejemplo, Bono, que este 2020 también ya es sexagenario, o Nick Cave, que a los 63 mantiene buena forma), porque en poco tiempo una sobredosis cotidiana de estrés y turbación puede devastar hasta al organismo más correoso. Esto viene a cuento porque Netflix acaba de estrenar Mystify: Michael Hutchence, de Richard Lowenstein, filme ensamblado con material de archivo y unos cuantos testimonios, que no aporta nuevas luces sobre sus desventuras ni escarba profundamente en su ego sino que se concentra en reseñar al hombre que perdió la batalla contra la fama y el glamour. Mystify gira en los lugares comunes que atosigan a los espíritus endebles del star system: complejos de culpa; aspiraciones intelectuales insatisfechas; hartazgo de los reflectores; crisis de auto reconocimiento; hedonismo nómada; voracidad por los paraísos artificiales. Kylie Minogue y Helena Christensen narran sus affaires con el ultra cotizado vocalista entre el público femenino de la época; su padre, la tía, el hermano, sus colegas de INXS y de Max Q (grupo que Hutchence formó para experimentar un sonido alternativo) aportan otros comentarios; crestomatías de conciertos y shows de tv, y un lacónico repaso del alboroto Hutchence–Yates–Geldof. Eso es todo Mystify. Una hora y cuarenta y dos minutos que no consiguen, siquiera, infundir nostalgia por el icono y la banda pop que de 1980 a 1997 solo fueron constantes en el altibajo: algunos de sus tracks se siguen oyendo, pero INXS no alcanzó el estatus de leyenda. La intención de Richard Lowenstein es clara: no pretende reanimar el mito de un frontman que estremeció los escenarios con “Never Tear Us Apart”, “Need You Tonight” o “Mystify” sino evocar a su amigo y compatriota (Lowenstein también es australiano y no solo hizo todos los clips de INXS; Hutchence protagonizó su tercer filme, Dogs in Space, una fábula de outsiders de Melbourne), y en ello perdió la oportunidad de hacer un documental distinto: la relación de Hutchence y Yates, y el pleito con sir Bob Geldof, ilustran una rotunda moraleja de crimen y castigo muy británica: de la fama mediática al fango de Desdémona, proscrita de la élite londinense, vituperada por los tabloides y hostigada legalmente hasta perder la custodia de sus hijas, Paula Yates murió tres años después que Hutchence de otra sobredosis, pero no como la de él, sino, a ojos del vulgo, aún más decadente: de heroína. “Natural Blonde”, le decían en sus mejores años porque, siendo una rubia perfecta, así tituló su columna del Record Mirror, mas el infortunio la volvió el modelo exacto, precisamente, de un éxito de INXS: “Suicide Blonde”.

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DE PORTADA

30 DE MAYO 2020

Ofrecemos un fragmento de la lección magistral dictada por la presidenta del PEN Club Internacional el pasado 26 de mayo en la edición virtual del Premio Von Rezzori

Poemas y errores

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JENNIFER CLEMENT ILUSTRACIÓN BOLIGÁN

vidio dijo que su destierro de Roma fue a causa de “carmen et error” (un poema y un error). Estas dos palabras han estado ligadas por más de dos mil años y aparentemente no tienen nada en común. Para mí estas dos palabras se dirigen, como dos barcos, hacia dos estrellas polares. ¿Cuál fue el error de Ovidio? Él mismo fue tan discreto a ese respecto que ni eruditos ni historiadores están seguros de a qué se refiere con exactitud. Y ¿qué es un error? ¿Es una equivocación que debería ser rectificada? ¿Es distinto de un accidente? ¿Pertenece al ámbito de la suerte o del destino? ¿Acaso un error constituye las consecuencias indeseadas de circunstancias involuntarias? O, en palabras de Ovidio, “del deseo y la razón jalando en sentidos opuestos”. Cuando conocí la historia de Ovidio y su exilio a causa de un poema y un error, y cuando leí su extraordinario poema Metamorfosis, al cual él le llamaba su “libro de las transformaciones”, yo ya sabía que un árbol de laurel era realmente una diosa y que podías convertir a alguien en piedra con tan solo mirarlo. Ya sabía que un error y un poema podían hacer que una mujer se transformara en sirena, torrente, ciervo, roca y constelación, o incluso en una escalinata con escalones de piedra.

Sabemos que en México los objetos inanimados también pueden cometer errores y ser castigados por ellos. Una de las 38 campanas de gran tamaño, conocida como la Castigada, desde lo alto de la catedral metropolitana mató a un novicio encargado de hacerla sonar cuando cometió el error de colocarse exactamente debajo de la enorme campana de dos toneladas. La campana fue castigada. La sentencia fue el silencio. El silencio eterno. El año pasado fui al cabo de Sunio, en Grecia, al templo de Poseidón, que se mantiene sobre un acantilado mirando hacia el océano. Es hacia este lugar a donde el legendario Teseo partió de vuelta a casa cometiendo un error fatal. El héroe olvidó bajar la vela negra de luto de su barco y desplegar la blanca, de buenas noticias, mediante la cual habría proclamado su victoria sobre el Minotauro. El día era tempestuoso y desde el acantilado miré hacia abajo el mar oscuro; el agua lucía como los peligrosos mares de tormenta de una pintura de William Turner. Y, como si estuviera experimentando una imagen remanente, pude ver el barco maldito —Plutarco cuenta que tenía una galería con 30 remeros— y tuve la visión del padre de Teseo, Egeo, precipitándose desde esta gran altura hacia el mar, el mar Egeo, bautizado así por este error trágico como si de una lección de historia se tratase.

La mente crea puentes entre las ideas, así que esta visión me hizo recordar el poema “A la orilla azul del silencio”, de Pablo Neruda, que se refiere al mar como un cuerpo de conocimiento. He aquí la primera estrofa: Necesito del mar porque me enseña [...] de algún modo magnético circulo en la universidad del oleaje.

Desde este acantilado, el mármol blanco del Templo de Poseidón vigila la “universidad del oleaje” y se cubre con una celosía de grafiti, no del grafiti de nuestra época, hecho con latas de pintura en aerosol, sino del grafiti labrado o erosionado en la piedra con cinceles y martillos. Entre fechas y nombres escritos en distintas lenguas, el nombre del poeta Lord Byron está esculpido en la parte de afuera del tercer bloque inferior de la columna cuadrada de la derecha. En Don Juan, su poema épico de 1819, Byron menciona Sunio:

Confundir centímetros con pulgadas merecería un poema épico

En la escalinata de mármol de Sunio, postradme. Donde nada, salvo las olas y yo, Perciba el devenir de nuestros murmullos.

En Middlemarch: un estudio de la vida en provincias, George Eliot escribió: “el verdadero aliento de

la ciencia es una batalla contra el error”. Inevitablemente pienso en errores en ciencia, los cuales a menudo se vuelven mitos. Un episodio reciente involucra al Mars Climate Orbiter, el cual fue construido para estudiar el clima, la atmósfera y las variaciones en la superficie de Marte. El equipo de navegación usa el sistema métrico, de milímetros y metros, en sus cálculos, mientras que los científicos que diseñaron y construyeron la nave espacial usaron el sistema británico, de pulgadas, pies y libras. Gracias a estos errores, el Orbiter, que costó 125 millones de dólares, voló en pedazos después de diez meses de viaje al planeta rojo. La importancia de confundir centímetros con pulgadas —como jugar ajedrez contra jugadores de damas— es mítica, tanto que merecería un poema épico. Uno de los más famosos errores de cálculo es el que le ocurrió a Cristóbal Colón cuando usando millas romanas en vez de millas náuticas midió la circunferencia de la Tierra. Esa es la razón de que cuando desembarcó en Bahamas en 1492 pensó que estaba en Asia. Un error de caligrafía forense (disciplina que considera tanto la presión como el ángulo de los trazos caligráficos, así como la forma y el tamaño de las letras y los hilos de tinta) condenó a Alfred Dreyfus, un hombre inocente. El caso Dreyfus dividió y escandalizó a la población de Francia y del mundo con profundas consecuencias.


DE PORTADA

30 DE MAYO 2020

El químico francés Louis Pasteur escribió que “la suerte favorece a la mente preparada”. Se refería a un error de concordancia temporal, cuando dejó ciertos cultivos de la bacteria del cólera permanecer ociosos antes de ser inoculados mientras estaba de vacaciones. Este lapsus se volvió la base de la teoría de los gérmenes que causan las enfermedades y de la microbiología médica, y contribuyó en gran medida a su extraordinario trabajo sobre las vacunas. Mucho se ha escrito acerca de la función heurística del “error” en el trabajo de Pasteur. Vladimir Horowitz, el pianista, escribió acerca de la utilización del error como una verdadera técnica. “Debo decir que he asumido terribles riesgos. Debido a que mi ejecución es muy clara, cuando cometo un error, lo escuchas. Si quisieras que solo tocara las notas correctas sin ninguna dinámica específica, jamás cometería un error. Nunca tengas miedo a la hora de asumir un riesgo”. Incluso en los ámbitos de capa y espada de los espías, los errores pueden leerse como literatura. Se cuenta una historia con respecto a un espía de Europa Oriental que se infiltró en Estados Unidos y era vigilado por el FBI. Fue hallado y luego arrestado cuando lo observaron entrar a comprar flores en una florería. Llevaba el ramo de flores al revés, con las flores hacia abajo y los tallos mirando hacia arriba. Hay una equivocación con consecuencias espirituales que terminó siendo uno de los grandes poemas del siglo XX, y se relaciona con el explorador irlandés sir Ernest Shackleton, quien dijo la famosa frase: “Cuando las cosas son fáciles, las odio”. En su expedición trasatlántica financiada por el imperio británico, de 1914 a 1917 en el barco Endurance, Shackleton cometió un error fatal al no tomar en cuenta las advertencias de sus marineros, quienes eran habitantes de ese emplazamiento ballenero de las Islas Georgias del Sur. Estos hombres experimentados previnieron al explorador de posponer su viaje debido a la inusualmente gruesa capa de hielo que se había formado ese año. No es posible escribir sobre ese momento sin mencionar a los pingüinos que aparecieron súbitamente en el momento en que el barco de Shackleton se rompió en pedazos, triturado por el hielo, y desapareció en el agua. El explorador escribió: “Extraño incidente fue la aparición repentina de ocho pingüinos emperador a 90 metros del colapso, en el instante en que la presión sobre el barco llegó a su clímax. Caminaron unos pasos dirigiéndose hacia nosotros, se detuvieron, y después de algunos sonidos ordinarios procedieron a emitir unos gritos extrañísimos que sonaron como un cántico en honor del barco. Ninguno de

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nosotros había escuchado nunca a los pingüinos Emperador emitir ningún otro sonido que no fueran las llamadas o gritos simples”. Una vez perdido el barco, lo que siguió fue una historia de sobrevivencia, resistencia humana y heroísmo. Shackleton describe la terrible marcha de 36 horas en Georgia del Sur en la que dos hombres recorrieron 50 kilómetros de glaciares y montañas para llegar a una estación ballenera y encontrar ayuda. Esta caminata continúa siendo una de las más grandes proezas de la humanidad. Durante esas horas de frío, hambre y gran esfuerzo, usando botas con tornillos adaptados en las suelas para tener tracción, los tres hombres sintieron la presencia, incluso escucharon los pasos en el hielo crujiente, de otro hombre caminando a su lado. Durante la marcha, los hombres no comentaron entre sí nada con respecto a esta compañía fantasmagórica por miedo a estarse volviendo locos. Shackleton escribió sobre esto después: “Durante la larga y tortuosa caminata de 36 horas sobre las montañas sin nombre y los glaciares de Georgia del Sur tuve la impresión varias veces de que éramos cuatro, y no tres. No le dije nada a mis acompañantes, pero posteriormente Worsley me comentó: ‘Jefe, tuve una sensación curiosa de que durante la marcha había otra persona con nosotros’. Y Crean confesó lo mismo. Uno siente ‘la falta de palabras humanas, la crudeza del discurso mortal’ tratando de describir cosas intangibles, pero un recuento de nuestra travesía estaría incompleto sin la referencia a un tema tan cerca de nuestros corazones”. En La tierra baldía, T. S. Eliot recordó la anécdota en las siguientes líneas:

En los ámbitos de capa y espada de los espías, los errores pueden ser literatura

¿Quién es aquel que camina siempre a tu lado? Cuento con que somos dos, tú y yo, y estamos juntos Pero al levantar la vista hacia el sendero blanco Siempre hay otro caminando junto a ti Envuelto en un manto marrón, deslizándose Bajo la capucha no distingo si es hombre o mujer –Pero ¿quién es aquel que se encuentra más allá de ti?

A sir Ernest Shackleton le interesaba profundamente la poesía. Su gran amiga, la señora Hope Guthrie, escribió: “La poesía fue su otro mundo y lo exploró con tanto entusiasmo como lo hizo con los grandiosos escenarios antárticos”. Los diarios del explorador, sus cartas y sus discursos están plagados de poemas y usó la poesía para motivar a sus hombres, quienes a menudo se encontraron al límite mental y físico. Shackleton escribió que la poesía fue para él “vital medicina mental”.


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DE PORTADA

••• Es difícil, o imposible, pensar en errores hoy en día sin evocar a Freud, quien identificó en nuestros mitos e historias lo que él pensó que eran los orígenes de nuestras condiciones colectivas. W. H. Auden escribió en un poema titulado “En memoria de Sigmund Freud” las siguientes líneas: Él habrá de recordarnos sobre todas las cosas ser entusiastas en la noche, no solo por la capacidad de maravillarnos que solo ella puede ofrecer sino también porque es ella la que necesita nuestro amor.

En la búsqueda de la humanidad por comprender los secretos de la mente, aunque otros hayan elaborado ideas sobre el inconsciente, es Freud el primero en percibir errores no intencionales como verdad inconsciente. Freud escribió en su Presentación autobiográfica: “En el mismo sentido en que el psicoanálisis hace uso de la interpretación de los sueños, también puede sacar provecho del estudio de pequeños deslices y errores que la gente comete [...]: tienen un significado y pueden ser interpretados, y se justifica inferir de ellos la presencia de impulsos reprimidos o contenidos e intenciones”. Entiendo bien el acto de maravillarnos del que habla Auden al evocar la “noche del inconsciente” como un sitio donde reside la verdad. Y ambos, la noche y el día, necesitan nuestro amor. Tenemos errores en la historia de la literatura y también contamos con la historia de los errores, la cual se

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remonta a los mitos más antiguos: historias que provienen de historias, la fábula olvidada o rescrita, la lección aprendida, no aprendida y vuelta a aprender. Los ejemplos contemporáneos de este ADN literario incluyen Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, cuyo autor mismo ha dicho que es hija de Pedro Páramo de Juan Rulfo, así como el libro de Rulfo fue influido por Cumbres borrascosas de Emily Brontë. Viajar a través de las historias y de los errores puede ser laberíntico. El error del rey Midas, como ejemplo, es referido en varios sentidos contradictorios por Pausanias, Sófocles, Herodoto, el historiador griego Arriano de Nicomedia y Ovidio en sus Metamorfosis. Mary Shelley y Percy Bysshe Shelley escribieron juntos una obra de teatro en verso libre sobre esa historia en 1820, cuando vivían en Italia. Recientemente Carol Ann Duffy se inspiró en el rey que era incapaz de reconocer la felicidad verdadera y la tragedia de la avaricia en un poema llamado “La señora Midas”. Aquí una estrofa: Camas separadas. De hecho atranqué mi puerta con una silla, casi petrificada. Él estaba abajo, convirtiendo el cuarto de invitados en la tumba de Tutankamón. Lo ves, fuimos apasionados entonces, en aquellos días idílicos; nos desvestíamos uno al otro con premura, como si fuéramos regalos o comida rápida. Pero ahora temía su abrazo meloso, el beso que convertiría mis labios en obra de arte.

Una de las recompensas misteriosas de la literatura es la manera en que puede cambiar nuestra valoración de los errores. Recuerdo que en mi primera lectura de Madame Bovary fui impaciente con ella y la juzgaba por su frivolidad y sus errores. Décadas después, cuando leí el libro por tercera ocasión, estaba llena de compasión y amor por ella. Fui capaz de comprender su terrible dilema (“¿Es esto todo?”) porque entendí que su amor por los libros, los cuales eran excitantes, hacía que su propia vida pareciera tan aburrida e incluso fuera vista como el origen de su enfermedad. Flaubert habla de ello en este pasaje de la novela: “Así que se determinó que a Emma se le prevendría de leer novelas. La tarea no parecía fácil. La buena señora se encargó de ello: a su paso por Ruen tendría que ir en persona a la empresa de alquiler de libros y en representación de Emma suspender sus suscripciones. ¿Acaso no tendríamos derecho de acudir a la policía si es que el librero persistiese en su labor de envenenamiento?” Y a veces nada cambia. Cada vez que Romeo comete el error y bebe el veneno, nosotros también lo bebemos. Molly Bloom, en el Ulises de James Joyce, comete el error de dejar la carta de su amante a la vista de su esposo: “captó de reojo cómo ella miraba la carta y la ponía bajo su almohada”. De principio a fin de la novela, nosotros, los lectores, caminamos con Leopold Bloom, hacia

El Endurance, atrapado por el hielo, en la fallida expedición a la Antártida.

El error del rey Midas es referido en varios sentidos contradictorios por Sófocles y Herodoto

adelante o hacia atrás, afuera o adentro de su mente, a través de las calles de Dublín, y en esa vida que ocurre en 24 horas sabemos que su esposa va a encontrarse con su amante. Y nosotros, como Bloom, nos preguntamos palabra a palabra, página a página: “¿Podemos seguir amándola?” Y nunca podremos pensar en Teseo sin sentir en nuestras manos el deseo de desplegar las velas blancas. ••• En diciembre de 2017 el ayuntamiento de la ciudad de Roma votó por “reparar el grave error” de Ovidio por el que fuera sentenciado a destierro de por vida. El alcalde de Roma, Luca Bergamo, expresó a la asamblea con respecto a esta acción: “Se trata del derecho fundamental de los artistas de expresarse libremente en sociedades en las que, en todo el mundo, ha sido crecientemente constreñida la libertad artística”. Así que más de dos mil años después de que Octavio Augusto exiliara al poeta, Ovidio ha sido absuelto y se le permite regresar a su tierra natal. ••• Como escritora, experimento la vida y la obra de Ovidio como un modo de ser. En el error puedo deambular extraviada y maravillada y afrontar los riesgos ante la posibilidad del descubrimiento. En poesía encuentro la metáfora, la contradicción y los mundos que deberían existir —aquellos remansos donde los poetas y las campanas de las catedrales pueden ser perdonadas.

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Edición y traducción de Juan Manuel Gómez.


EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO No

El oro mexica

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POESÍA EN SEGUNDOS Personajes desesperados

El Fonca y la tristeza VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

Q Ricardo Chávez Castañeda Fondo de Cultura Económica México, 2020 207 páginas

Ted Estrada Grijalbo México, 2020 544 páginas

Paula Fox Sexto piso México, 2020 208 páginas

Echando mano de la autoficción, el escritor mexicano narra el asesinato perpetrado en la década de 1980 contra una mujer de su familia. En más de un sentido, esa inmersión es un grito de protesta contra la ola de feminicidios que México padece desde hace muchos años. Podría leerse desde la perspectiva de un reportaje, con todas las marcas de la veracidad memoriosa. El escenario es el Estado de México, donde creció la nefanda leyenda de la combi blanca.

La Corte española tomaba a Hernán Cortés por un plebeyo y un arribista propenso al libertinaje. No obstante, Carlos V premió su empeño nombrándolo gobernador de la Nueva España. Esta novela lo retrata en un enfermizo estado de angustia, insomne a pesar de sus privilegios, pues ha recibido la encomienda de proveer a la Corona del oro suficiente para financiar sus empresas. Así se embarca en el lunático propósito de dar con el legendario tesoro de Moctezuma.

Una novela sobre los estados anómalos que puede provocar la sospecha de haber contraído la rabia. Asimismo, un vistazo a la vida placentera de una pareja neoyorquina, rodeada de lujos asequibles, que de pronto ve cómo sus privilegios son puestos bajo el lente de una lupa, al grado de que todo empieza a volverse insoportable. Paula Fox muestra las heridas que supuran bajo la superficie de una precaria normalidad. El prólogo es de Jonathan Franzen.

Sangre en la nieve

Apolíneo y dionisiaco

La nación de las plantas

uien conoce, de modo suficiente, el desarrollo de la cultura mexicana del siglo XX, sabe que el Fonca no fue una invención del gobierno salinista y, peor todavía, una cooptación para amordazar a la intelectualidad y a los artistas. La más rápida mirada a nuestro arte contemporáneo revela que los mejores proyectos de la creación contaron con apoyo institucional como una conquista de los creadores. En el México posrevolucionario, Vasconcelos patrocinó la revista El Maestro, donde Ramón López Velarde publicó su poema crítico “La suave Patria”; Bernardo J. Gastélum, como secretario de Educación, apoyó a Contemporáneos y Ulises, y el general Heriberto Jara, gobernador de Veracruz, a la vanguardista Horizonte; más tarde José Muñoz Cota, en Bellas Artes, ayudó a Antonin Artaud; luego, la SRE, al final del cardenismo, promovió una exposición de Miguel Covarrubias en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y, en 1952, la exposición de arte mexicano, curada por Fernando Gamboa en París; en esos mismos años, El Colegio de México y el Centro Mexicano de Escritores otorgaron becas de ayuda a jóvenes que se convirtieron en grandes escritores; después, a raíz del 68, el gobierno impulsó la creación artística e intelectual haciendo crecer su trabajo en FCE, INBA, Fonapas, DGP e Issste, hasta la fundación de Conaculta y después del Fonca. ¿Qué animaba este proceso? La idea de nuestros grandes creadores, no del gobierno, de que garantizar la creación de alto nivel intelectual era una forma crítica de la mejor grandeza mexicana y de la independencia política personal. Paz, Tamayo, Fuentes, Monsiváis, Toledo —todos duros críticos— sabían muy bien que el arte requiere un apoyo decidido y que contar con un sistema de soporte formal sería una palanca de progreso. El Fonca debía mejorar. Había procedimientos que permitían decisiones equivocadas y viciosas. Sin embargo, quien haga un balance de las obras producidas gracias a este sistema verá su éxito. Para demostrarlo ahí están, por ejemplo, Antonio Deltoro, José Luis Rivas, Daniel Sada, Graciela Iturbide, Germán Venegas, Gabriel Orozco o Roberto Parodi que, aunque hartos del oficialismo, son defensores de la cultura. Como mexicano, uno siente mucha tristeza al ver que este gobierno tiene gusto por la destrucción y la denigración y que ha perdido la enorme oportunidad de cambiar a México. Nuestro país había logrado grandes avances (el neoliberalismo lo hizo una economía emergente, es decir, de segundo mundo). Sin embargo, había —hay— una corrupción y desigualdad insoportables. Sin ideologías, rencores y complejos, el gobierno podría haber combatido los abusos evidentes de los empresarios y poner un alto a la corrupción político-económica. Pero ha preferido el camino antidemocrático de la “inteligente” dialéctica histórica (buenos/malos, fifís/ pueblo) y el maltrato a los artistas e intelectuales mexicanos. ¿Podrán ver que esto es, de otro modo, reaccionario, lamentable y necesariamente triste?

Los mejores proyectos de la creación han contado con apoyo institucional

Jo Nesbo Reservoir Books España, 2020 208 páginas

Giorgio Colli Sexto piso España, 2020 226 páginas

Stefano Mancuso Galaxia Gutenberg España, 2020 120 páginas

Sorprende encontrar una novela del gran escritor noruego sin la presencia del atormentado detective Harry Hole. Aquí, con los movimientos trepidatorios del noir, un asesino a sueldo, propenso a tejer ideas sobre el amor y la muerte, debe asesinar a la esposa de su jefe, un capo de la droga. El problema es que se ha enamorado de ella. Nesbo ofrece una historia en la cual la redención se antoja imposible cuando las marcas del pasado no se borran con nada.

Siguiendo las intuiciones de Nietzsche, el filósofo italiano se embarca en la aventura de comprender el significado de esos “principios universales y supremos de la realidad”. Estos apuntes (no son otra cosa) refuerzan uno de sus mayores intereses: el misticismo en la cultura griega del siglo VI a. de C. Interioridad y expresión serían las formas en que lo dionisiaco y lo apolíneo se manifiestan. No se oponen, sostiene Colli, son experiencias gemelas de la vida humana.

¿Neurobiología vegetal? Ese el campo de estudio de Mancuso, quien escribe en las primeras páginas de este volumen iluminador: “En nombre de mi relación durante décadas con las plantas, imaginé que estos queridos compañeros de viaje, como madres cariñosas, después de hacer posible la vida sobre la Tierra, se disponen a ayudarnos al comprobar nuestra incapacidad para garantizarnos la supervivencia”. Un llamado a reformular nuestra estancia amenazada.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

30 DE MAYO 2020

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HUSOS Y COSTUMBRES

Fantasmas felices ANA GARCÍA BERGUA

Y

a no lee más que el paisaje, la gente que pasa, las nubes. El resto del tiempo se reparte entre comer, convivir con los habitantes de la casa y abrir pantallas, observar pantallas, hablarle a las pantallas. La realidad se presenta en rectángulos de los que brotan otros paisajes y otras gentes. Piensa en las pantallas gigantescas de los viejos cines: aquellas en las que críticos como José de la Colina se embebían para vivir una vida paralela. En una de esas pantallas cabía una multitud de ojos y de seres. Desde entonces las pantallas nos acompañan; nos atrae su realidad irreal, la fantasía de entrar en ellas. En los noventa abandonó su vieja máquina de escribir por la pantalla de una computadora estorbosa que escribía en discos flexibles. Más tarde comenzó a soñar con computadoras transportables, pequeñas, y poco después éstas se volvieron asequibles, junto con otros objetos que

COMPUTADORA

Modelo de la década de 1990.

comenzaron a poblar nuestras vidas como parte de una complicada trama de deseos, mercadotecnia, invención, eso que llamaban el progreso y, a veces, planes maléficos de dominar al mundo. Y ahora se le ocurre que las pantallas tendrán también que desaparecer porque resulta enloquecedor cargarlas, verlas siempre, estar en ellas, sean gigantescas o diminutas. Ahora que estamos encerrados por el virus le empiezan a estorbar las pantallas, tanto como esa computadora tan aparatosa de antaño, como si ese cuadro iluminado le recordara más el encierro, los límites a la vida: ve su rostro, los de su familia, amigos y alumnos, compartimentados como en un sistema de jaulas, una especie de Brazil de Monty Python donde nada está donde está. Para salir un poco de la casa nos encerramos más en las pantallas: para informarnos, relacionarnos, trabajar y distraernos. Los ojos llegan a doler mucho al cabo del día.

Quizá pronto —recuerda cierto capítulo de Black Mirror— las pantallas estorbarán, como llegó a pasar con aquellas computadoras, y entonces cualquier superficie será una pantalla y adoptará todas las formas: la información y la interconexión aparecerán dondequiera, proyectadas en los árboles, en el cielo: leeremos en el cielo como los antiguos miraban las estrellas. Cargaremos una cajita minúscula o un anillo elegante que proyectará lo que queramos donde queramos. Con nuestras cajitas combinaremos las imágenes y crearemos figuras en 3D. Le gusta imaginar a todos jugando a La invención de Morel, materializando escenas felices en las sombras de un no-lugar. Los fantasmas de cosas proyectadas se superpondrán a nuestra realidad, cada vez más disuelta, y seremos como fantasmas, fantasmas entre fantasmas. ¿No era eso lo que queríamos, esa inmortalidad?

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CAFÉ MADRID

El mundo literario de García Lorca

E

l poeta Luis García Montero era un adolescente cuando, en su natal Granada (Andalucía), solía ir a la casa donde vivía Federico García Lorca (1898-1936). Habían pasado más de tres décadas desde el fusilamiento del autor de Romancero gitano y el viejo inmueble, situado en la Huerta de San Vicente, permanecía cerrado, “como si fuera una metáfora de una ciudad que había sido liquidada por la Guerra Civil”, señala el director del Instituto Cervantes. El futuro escritor (últimamente también novelista, como su esposa, Almudena Grandes) entabló amistad con María y Evaristo, los cuidadores de la vivienda, y por eso ellos lo dejaban pasar de vez en cuando. Así que el muchacho llegaba con la devoción de quien va a un lugar sagrado y entraba con mucho cuidado, “y un respeto casi reverencial”, al dormitorio del autor español más famoso después de Miguel de Cervantes. “Me ilusionaba pensando en que ahí Lorca había escrito sus poemas. Todo estaba como él lo dejó: su escritorio, sus libros, los dibujos de Picasso, de Alberti…, sus cosas”. García Montero lo cuenta en Un lector llamado García Lorca (Taurus), una especie de “biografía intelectual” tamizada por las lecturas y los escritores que formaron al hombre cuyos restos mortales todavía no han sido encontrados y a la que conviene volver ahora que se habla en todos lados del 80 aniversario de la publicación de Poeta en Nueva York, un libro que se publicó por primera vez en México, por cierto, poco después del asesinato de García Lorca, quien lo escribió durante su estancia en la Universidad de Columbia en el curso escolar 1929-1930, el año de la Gran

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA PINTEREST

Depresión económica del siglo XX, y lo guardó en un cajón. Muchos años después de aquellas visitas, quizá influido por los libros que vio en la estantería de aquella habitación (y por los misterios de un personaje al que siempre ha admirado), García Montero se acercó a los libros que leyó Federico García Lorca, “para entender mejor los motivos de su escritura y el equipaje de su formación literaria. […] Desde

García Montero identifica a Federico García Lorca como un lector y no como un leedor

que oyó por primera vez a su madre leer en alto a Víctor Hugo hasta que encontró una voz sazonada con las Suites y el Poema del cante jondo, el joven escritor fue buscándose, preguntándose por sus palabras como un modo de entender su propia identidad, las relaciones de su yo con el mundo en el que vivía. Como es lógico, los libros y los autores que fue habitando le ayudaron a situar los conflictos de su intimidad”, explica. La educación literaria de García Lorca, es obvio, fue producto de sus constantes visitas a bibliotecas y librerías y de las recomendaciones que le hacían. ¿Cuáles, concretamente? “Si la lectura de Hesíodo, Platón o Shakespeare le sirvió al poeta para establecer la dinámica de sus

El autor de Poeta en Nueva York, que cumple 80 años de haber sido publicado.

conflictos en el escenario de la alta cultura, la apuesta por Ibsen, Maeterlinck y Verlaine le permitió, además, adentrarse en el mundo simbólico y en poder de lo callado. Estas lecturas, como las de Oscar Wilde, Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, facilitaron un diálogo íntimo en el que Federico García Lorca encontró su sentido a la hora de escribir. El joven habitó sus libros para negociar consigo mismo y con el mundo su propia identidad”. A partir de un ensayo de Pedro Salinas, titulado Defensa de la lectura, García Montero identifica a Federico García Lorca como un lector y no como un leedor (“alguien que resbala con prisas sobre un libro”). “García Lorca fue un autor culto, buscó con pasión los libros que le ayudaron a ser dueño de su voz”, subraya y enseguida recurre a cartas, biografías, ensayos y estudios filológicos para demostrar esa tesis y comprender las raíces de su formación estética, el valor que la lectura tuvo a la hora de asumir los conflictos de su identidad, su relación con la sociedad y las características de su propio mundo literario. De la suma y la mezcla de esos libros y autores estaba hecho el hombre fusilado en 1936 y cuya influencia y síntesis se manifiesta en el ahora tan celebrado Poeta en Nueva York, uno de los poemarios más vanguardistas en nuestra lengua. Porque, como dice el propio Luis García Montero en su ensayo, “una persona hace suya la literatura cuando busca en ella los sentimientos y las razones que le sirven para comprender el sentido de la verdad en su vida. Un poeta busca en la tradición el abono que le sirve para nutrir su propio mundo”.

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