Laberinto
David Toscana Cabeza sobra página 2 Moisés Ramos Rodríguez Poesía página 3 Armando González Torres Elogio de la extranjería página 3 Avelina Lésper El cinismo de la crueldad: Hermann Nitsch página 12
N.o 612
sábado 7 de marzo de 2015
Sobre Candelario Huízar
Hugo Roca Joglar Página 10 ALESSANDRO SANNA/ MARCOVALDO DE ITALO CALVINO
Esplendor de los libros ilustrados Diego Rabasa Bernardo Fernández Bef Roberto Pliego
Páginas 4 a 7
MILENIO
02 b sábado 7 de marzo de 2015
MILENIO
antesala DE CULTO
Marco Lagunas b marclagcan@yahoo.de ESPECIAL
Cabeza sobra TOSCANADAS ESPECIAL
David Toscana dtoscana@gmail.com
A
lguien puede leer el libro de Edward Gibbon sobre la caída del Imperio Romano. Actualizarse con un par de textos recientes y amasar así un buen conocimiento de historia, arte y costumbres de la época. No es que pueda dárselas de erudito, pero sí de culto. Lo mismo puede tomar la Biblia. Leer, digamos, desde el libro de Josué hasta los dos de Reyes, junto con una guía tipo la de Asimov para separar lo legendario de lo histórico, y entonces tendrá una buena noción de la formación de tribus, alianzas y reinos en la época, así como de tradiciones y creencias. Tampoco hará falta ser un especialista para participar en una conversación sobre, por ejemplo, por qué el 29 de diciembre se festeja al Santo Rey David si de santo no tenía nada o sobre la tecnología militar de la época o sobre las incidencias de la famosa batalla de Jericó. Menos intrincado resulta leer dos o tres textos sobre la Primera Guerra Mundial. Ahí en vez de siglos, tenemos un conflicto de cuatro años con sus respectivos antecedentes y consecuencias. La información es más periodística que arqueológica, y los campos de batalla, ciudades y países tienen mayormente los mismos nombres que hoy. ¿Por qué, entonces, alguien que amasa información sobre enfrentamientos entre naciones es culto y el que lo hace sobre equipos de futbol es un patán? Tal como el historiador tiene nombres de generales y guerreros, el otro tendrá nombres de entrenadores y goleadores. Verdad es que David se pasó a las filas de los filisteos,
los archienemigos de los judíos, tal como Hugo Sánchez se pasó al Real Madrid, archienemigos de los del Atlético. El interesado en el futbol, tal como el historiador, conocerá batallas entre tribus o entre potencias; léase torneos de clubes o campeonatos mundiales. También ocurre que las seis esposas de Enrique VIII son materia de historiadores y de estudio en las universidades; mientras que los siete maridos de Elizabeth Taylor son asunto de ociosos y revistas del corazón. Son pocos los historiadores que dominan las intrigas palaciegas de la realeza; en cambio muchas amas de casa conocen al dedillo los enredos amorosos de las telenovelas. ¿Por qué es edificante leer la novela Pedro Páramo y es irrelevante ver la película Pedro Páramo? ¿Por qué es de sabios poder recitar de memoria cien poemas del Siglo de Oro y es anodino conocer cien canciones de la música popular? No pienso dar respuesta a estas preguntas, pues creo que resulta obvia. Lo que quiero decir es que el ser humano tiene capacidad para retener toneladas de información. De él depende si mete en la cabeza material para construir o mero material para acumular. También quiero decir que la escuela subestima al alumno y confunde su falta de interés con falta de capacidad. Bastaría con hacer este experimento: en un salón de clases se meten quince alumnos que amen el futbol y quince que lo detesten. Durante un semestre se les da la materia Historia del Futbol. Veremos al final quién saca mejores calificaciones. Cabeza sobra, lo que falta son ganas. L
Hans Lebert
Verdaderos lobos
E
s un objeto macizo de casi 600 páginas. Lo tengo en las manos desde hace días y ha adquirido cierto poder sobre mí. Lo veo de muchas maneras intentando comprender: con fastidio, con miedo, con asombro… Por momentos, quisiera que desapareciera, que no existiera ese mundo “silencioso” de Schweigen, el pueblo donde “todo” ocurre con una extraña mezcla de maldad y delirio. ¿Un pueblo esquizofrénico, “dejado de la mano de Dios”, producto de los más retorcidos sentimientos de la provincia austriaca? Si las obras hablan aunque sea un poco de sus autores, la novela La piel del lobo descubre los rasgos más finos de Hans Lebert (1919-1993). En Schweigen la lluvia helada persiste con un dejo wagneriano en el aire, y se instala en la ladrillera abandonada a la orilla del bosque: el lugar donde “todo” comenzó. La lluvia deforma los rostros pueblerinos fotografiados por Herr Maletta; ese vagabundo salido de un campo de concentración que busca refugio en las montañas desdibujadas. Un extraño en los lindes del misterio. Huele “los colores de la putrefacción”, las tripas se le revuelven y termina arrastrándose en el lodo. Un fotógrafo tan extranjero como Johann Unfreund, el Marinero que después de combatir en la guerra regresa por fin “a casa”, a una casa solo habitada por malos recuerdos. Y sus pasos (acompañados por los latigazos del viento) son de sospecha, pues ese mundo idílico y fantasmal lo rechaza, como si paradójicamente él fuera algo enfermo. La piel del lobo tiene una fachada “metafísica”, pues los asesinatos parecen insondables. Sin embargo, las entrañas son igual de “realistas” que en Crimen y castigo, de Dostoievski; en Berlin Alexanderplatz, de Alfred Döblin; en La noche de plomo, de Hans Henny Jahnn. No por nada es
EX LIBRIS
ALFILERES
predecesora del transtorno narrativo de Thomas Bernhard y Elfriede Jelinek; del suicido lleno de reproches de Jean Améry; de la patria pútrida de W. G. Sebald; y del silencioso andar “entre los asesinos” de Peter Handke. Sin duda, una obra digna de los ojos legañosos de David Lynch de Twin Peaks, y del Michael Haneke de La cinta blanca. Apareció en 1960 y, a pesar de haber sido celebrada por escritores como Heimito von Doderer y Ernst Jünger, pronto fue relegada con desagrado. Solo treinta años después Jelinek la consideró “la primera novela radicalmente moderna de la literatura austriaca de postguerra”. En esa cotidianidad con nuevos bríos nadie quería saber de los crímenes del pasado y la “naturalidad” con que se habían cometido; sobre todo si estaban narrados con una prosa inquietante. Nadie quería saber tampoco de Lebert, el viejo tenor especialista en Wagner (sobrino del compositor Alban Berg), que fue procesado por ignorar un llamado para reportarse con el ejército, y a partir de 1956 había empezado a escribir porque no conseguía trabajo en los escenarios. Después del fracaso de su segunda novela, El círculo de fuego, Lebert prefirió refugiarse en la extrañeza de Schweigen. Quería olvidarse de los verdaderos lobos con piel de oveja.L Melissa y los necrófilos bEKO
Armando Alanís b alaniscanales@gmail.com
Sea sincero: a lo largo de estos años ha deseado estrangular a su jefe o quemarlo vivo. Lo declaramos culpable. Escoja: la horca o la hoguera.
MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Coedición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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LABERINTO
antesala
¿Qué hay en el patio que abandonamos cuando niños?...
Elogio de la extranjería
La lluvia señala el imposible camino de vuelta a la infancia y modula el ritmo de todo lo que fue y no dejó huella POESÍA
ESCOLIOS ESPECIAL
Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx
Moisés Ramos Rodríguez
¿
Qué hay en el patio que abandonamos cuando niños esta tarde visitada por la lluvia? Una lengua de luz se asoma por debajo de la puerta nos impide asomarnos a las baldosas lavadas a su hierba desordenada y crecida Hay un juego de gritos y carreras cuyo eco aún puedo escuchar nítidamente riachuelos brazos de mar lagos tranquilos o lagunas donde gigantes depositamos barcos y viajeros Resuena aún el desgajarse de las nubes: se ha acumulado en los rincones el granizo y nos humecta suavemente la llovizna Una tenue banda de luz aún nos llama jugamos entre charcos y el agua nunca se detiene acarrea todo: los barcos con sus pasajeros la luz el juego Hoy tras la puerta que nos impide el paso el patio que quisiéramos ver al menos otra tarde Sin detenerse corre otra agua no volverá a fluir la misma
ESPECIAL
N
acido en noviembre de 1962 en Puebla, Moisés Ramos Rodríguez ejerce el periodismo cultural desde hace veintiocho años. Es autor de El ojo omnipresente. Crónicas de cine (1998) y Olvido es nuestro nombre (2007). Coordinó y prologó el libro colectivo Férrea memoria. Crónicas del ferrocarril bajo los auspicios del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla y el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos. El poema que presentamos forma parte de Raíz de luz (BUAP, 2014), volumen que transita por los desfiladeros del ser y el no ser.
L
os turistas políticamente correctos son aquellos que, simulando curiosidad intelectual, asimilan con reverencia bovina la superficie que les muestran las agencias de viajes. Frente al espécimen domesticado y masificado del turista se erige la antigua figura del viajero, que, sin itinerario fijo ni guías, con audacia y descaro, le levanta la falda a las geografías desconocidas. En los años treinta del siglo pasado, Henri Michaux, el genial y esquivo escritor y pintor francés de origen belga, hizo un viaje por la India, Ceylán, China, Japón, Indonesia y Malasia, cuya evocación forma su libro Un bárbaro en Asia. No se trata de diarios, ni de apuntes sociológicos, sino de impresiones brevísimas y delirantes que, sin embargo, parecen revelar, más allá de los conceptos, la desnudez de esos países. “El chino no mira la muerte como algo trágico. Un filósofo chino declara muy simplemente: ‘un viejo que no sabe morir es un golfo’ ”. Las impresiones de Michaux, en las que se mezclan la crueldad, la belleza, la fantasía, el prejuicio y la intuición, infieren caracterologías a partir de la observación incidental. “El hindú aprecia la sabiduría, la meditación. Siente afinidad con la vaca y el elefante, que existen para dentro, que viven de algún modo retirados”. Cierto, se trata de una sociología comparativa, pero de tinte surrealista y subversivo, que vuelve pintoresco lo asombroso, y en la que las consideraciones sobre lo religioso, lo artístico, lo erótico y lo cultural generalmente resultan reveladoras o, por lo menos, chuscas y provocadoras. “Al cohabitar con su mujer, el hindú piensa en Dios, del cual ella es expresión y partícula”. Michaux muestra una fascinación o una repugnancia espontáneas por los paisajes y por las
Henri Michaux
personas y es capaz de odiar a los habitantes de una nación, al mismo tiempo que adora sus ritos o sus ideogramas. La mirada que despliega en sus viajes es caprichosa y transgresora, una mirada que quiere revelar mediante la distorsión, una mirada que entiende la alucinación y la exageración como formas de conocimiento. Con sus observaciones de viajero, Michaux descubre, no sin violencia, territorios espirituales nuevos. “Pero el japonés ama el agua, y el samurai, el honor y la venganza. El samurai lava con sangre”. Las opiniones intempestivas de Michaux muestran un espíritu en permanente debate y conflicto consigo mismo. Curiosamente, pocos pensarían que el autor de estos descomedidos y, en ocasiones, iracundos apuntes es uno de los artistas contemporáneos más influidos por la cosmovisión y el arte de Oriente. Este viaje inicial le sirve a Michaux para ratificar su extranjería no solo de Asia, sino de Occidente, y para reclamar su única patria en la extraterritorialidad del arte. El viaje le descubre al otro, pero, sobre todo, le revela nuevas fibras de su propio ser y acaso le anticipa sus fecundas fusiones entre experimentación corporal y espiritual, entre escritura semántica y plástica. L
MILENIO bLABERINTO b http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: SCLaberinto
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de portada TULLIO PERICOLI
Robinson Crusoe de Daniel Defoe
GABRIEL PACHECO
Moby Dick de Herman Melville
Esplendor de la novela La órbita europea, representada por Francia, España y Alemania, ha sido testigo de cómo esta golosina editorial seduce cada día a nuevos lectores. ¿Qué tiene qué decir México, dueño de una jugosa tradición gráfica, al respecto? El cofundador de Sexto Piso arriesga una respuesta a partir de su experiencia como hacedor de libros en múltiples formatos Diego Rabasa
E
n todas las entradas del festival dedicado a la novela gráfica y a los libros ilustrados de la pequeña ciudad francesa de Angoulême, una calcomanía gigantesca con la leyenda “Vigipirate” recibe a los visitantes. Detectores de metales y hombres de seguridad con tabletas que pasan por el cuerpo indiscriminadamente de niños y adultos (hombres y mujeres, por supuesto) provocan larguísimas filas para entrar. El sábado por la tarde, el día de mayor afluencia, las filas se prolongan a lo largo de varias cuadras. El festival, que celebró su cuadragésimo segundo aniversario, es uno de los eventos culturales de mayor afluencia en Francia y, sin contar las convenciones ComicCon realizadas en Estados Unidos, que incluyen la inmensa industria de los superhéroes, es la más importante dedicada al género de la novela gráfica. La inmensa mayoría de los edificios tiene pancartas con la leyenda “Je suis Charlie”. Charlie Hebdo, sus portadas, su memoria, es sin duda la presencia más visible del festival. Angoulême se encuentra a unas dos horas y media de la ciudad de París en tren. Su población no rebasa los 50 mil habitantes por lo que los asistentes deben buscar refugio en los poblados aledaños del festival. Toda la ciudad —literalmente— se viste para el evento. Se
llevan a cabo exposiciones diversas entre las que destacaron las de Calvin y Hobbes, Jack Kirby, Jirô Taniguchi, Alex Barbier y Mathias Picard (realizador de un cómic en 3D, Jim Curious) y se realizan intercambios artísticos para desarrollar talentos nacionales e internacionales (por ejemplo, este año los dibujantes Apolo Cacho y Salvador Jacobo estuvieron varios meses ejecutando su trabajo en una residencia llamada La Maison des Auteurs). México, por primera vez en la historia del festival, llevó un pequeño stand representado por las editoriales Almadía, Resistencia, Sexto Piso, el colectivo gráfico Jot–Doc y la Dirección General de Publicaciones del Conaculta. Al pasear por los pasillos de la feria, la intimidante oferta dejaba claro el inmenso rezago que nuestro país tiene en el género. La novela gráfica en Francia es un género artístico, literario e incluso de pensamiento establecido. Hay editoriales con ofertas tan específicas como un sello dedicado a la publicación de novelas gráficas con un contenido sexual altamente explícito para transexuales. Desde ahí pasando por editoriales dedicadas a la filosofía (tres tomos de la vida y obra de Walter Benjamin, por ejemplo), biografías ilustradas (como la fantástica biografía de Marcel Duchamp realizada por François Olislaeger), libros en 3D, editoriales góticas–darketas, stands nórdicos, un pabellón asiático, el pabellón de los gigantes del género (Casterman, Dargaud, Futurópolis) y un larguísimo etcétera. A pesar de su inmensa tradición gráfica, México no ha logrado consolidar una oferta editorial importante de novela gráfica. Una gran cantidad
de artistas muy talentosos (como Cacho y Jacobo, quienes sin duda fueron de los más destacados en esta residencia de artistas) tienen que peregrinar (a veces por vocación) en circuitos alternativos lejos de las librerías y las editoriales comerciales. No obstante, es un hecho que tanto librerías (Gandhi, el Péndulo y el FCE ya tienen secciones dedicadas a la novela gráfica) como la prensa cultural y las editoriales han comenzado a entender que no es un género específico para lectores infantiles o juveniles y que tiene un inmenso potencial creativo, artístico y comercial. Sexto Piso ha desarrollado a lo largo de casi nueve años una colección ecléctica que incluye libros de humor (Jis, Trino, Liners, Alberto Montt), volúmenes ilustrados difíciles de clasificar, que conjugan texto e imágenes sin llegar claramente al lenguaje de la novela gráfica (Diario de Oaxaca de Peter Kuper), libros infantiles o juveniles realizados a cuatro manos (La calavera de cristal de Juan Villoro y Bef), adaptaciones a la novela gráfica de clásicos de la literatura universal como Moby Dick, Odisea o En busca del tiempo perdido, novelas gráficas tradicionales como la biografía de Nietzsche hecha por Maximilien Le Roy a partir de un libro de Michel Onfray, y nuevas ediciones de grandes clásicos de la literatura universal, íntegras y en nuevas traducciones, con ilustraciones de artistas y diseñadores contemporáneos como El corazón de las tinieblas intervenido por el artista mexicano Abraham Cruzvillegas. Recientemente lanzamos tres títulos que ahora mismo circulan en librerías y refuerzan nuestra línea de novela gráfica tradicional. El sistema,
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de portada PABLO AULADELL
LAS HISTORIETAS EN LA ERA DEL PIXEL Bernardo Fernández Bef*
El paraíso perdido de John Milton
OUGHS POR BE WILLIAM BURR
de Peter Kuper, es una novela gráfica muda ambientada en Nueva York que muestra la vibrante, decadente, fascinante y ecléctica fauna de uno de los centros culturales de Occidente. Uncle Bill, de Bef, es una conmovedora biografía del escritor norteamericano William Burroughs en la que se recogen los pasajes más notables de su vida y de su obra, episodios menos conocidos y la relación personal del autor con quien fuera uno de sus grandes ídolos de juventud. Era la guerra de las trincheras, de Tardi, es sin duda uno de los grandes clásicos de la novela gráfica francesa. Tardi, obseso de la Primera Guerra Mundial, recupera la memoria de algunos soldados franceses que cayeron en una de las guerras más cruentas y sanguinarias en la historia del mundo moderno. El resto del año podemos esperar la aparición de obras como Ruinas de Peter Kuper, que retrata la vida de una pareja norteamericana que decide tomar un año sabático en Oaxaca, una biografía ilustrada del Che Guevara por el monero José Hernández a partir de la biografía del periodista norteamericano Jon Lee Anderson, un libro sobre violencia de género infantil hecha a cuatro manos por Lydia Cacho y Antonio Helguera. En nuestra colección de clásicos aparecerán Las relaciones peligrosas, Tom Sawyer y El jugador. Sin duda hay aún un largo trecho por recorrer en el género de la novela gráfica en nuestro país. Pero la combinación de un gran talento artístico, cada vez con herramientas narrativas más potentes, y un público cada vez más sensible y atento, contribuirán a que más y más editoriales dediquen esfuerzos a publicar obras en este formato que en otras partes del mundo constituyen uno de los segmentos más populares de la siempre precaria cadena del libro. L
F
gráfica
Hay un cuento, “Of All People”, de Isaac Asimov, en el que un par de niños del futuro (esa expresión que ha ido diluyendo su sentido desde que yo era infante a la actualidad) encuentran un libro impreso entre los trebejos y lo observan con fascinación. El Buen Doctor no alcanza a proponer cómo serían los libros de este mundo planteado en su cuento, pero logra plantear la desaparición del objeto impreso en un ejercicio de prospectiva. La historia, que leí cuando iba en la prepa a finales de los años ochenta, me impresionó profundamente. ¿Puede existir un mundo sin libros? ¿Un futuro sin ellos? Años más tarde, cuando terminaba la carrera de diseño gráfico a mediados de la década siguiente, uno de mis compañeros declaraba triunfal el fin del diseño editorial como lo conocíamos. “En cinco años no habrá más impresos”, decía. “Todo lo leeremos en pantallas”. Han pasado veinte años. Desde entonces el avance del libro electrónico ha sido mucho más lento de lo que suponían los profesionales de la edición. Hoy en día, cerca de una tercera parte de los libros vendidos en Estados Unidos se descarga en formatos digitales. En Alemania es un poco menos. En nuestro país apenas una cantidad menor al cinco por ciento. Especialmente lento ha sido en el campo del libro gráfico. Y si bien hoy se leen montones de cómics en formato electrónico, los impresos no han desaparecido como profetizaba mi visionario compañero de generación. Lo anterior responde, imagino, entre otras cosas a que no existe aún el formato universal de libro digital. A diferencia del MP3 musical, no hay un formato en el que se almacenen todos los libros digitales al parejo. Del mismo modo que no hay un lector único: Kindle, Newton, iPad y teléfonos celulares, entre otros dispositivos, utilizan una serie de archivos (PDF, Epub, Mobi, RAR, etcétera). No obstante, el referente mundial de lectura digital de cómics y novelas gráficas, al menos en el mundo anglosajón, es el sitio comixology.com, propiedad de Amazon. Con formatos disponibles para varias plataformas que incluyen computadoras, tabletas y teléfonos celulares, el sitio ofrece más de 50 mil historietas digitales, entre cómics individuales y novelas gráficas. Una exploración rápida del catálogo resalta la preponderancia en materia mainstream en inglés: tanto Marvel como DC, las dos más importantes editoriales norteamericanas del medio, ofrecen sus catálogos completos. Varias casas no menos importantes, como Dark Horse y hasta Fantagraphics, la más importante editora de cómics alternativos, ofertan ahí su material. El formato digital ha permitido generar una experiencia de lectura llamada Guided View, en la que el lector va siendo llevado ¿de la mano? por la página, mientras de una viñeta a otra aparecen diálogos, onomatopeyas y demás elementos narrativos en un formato de lectura digital que proviene del cómic pero ya no es tal. ¿Cuál es el futuro de los cómics y las novelas gráficas digitales? Difícil saberlo. Aventuro a imaginar que la gran mayoría del material se editará en formato digital, que solo un selecto porcentaje trascenderá a lo impreso. Mientras tanto, la lectura de historietas al modo en que seguramente estaban acostumbrados los niños del cuento de Asimov no es parte de un futuro imaginario: forma parte de nuestro presente inmediato. L *Novelista gráfico y no gráfico.
LABERINTO
En los dominios del Zorro Rojo SANTIAGO CARUSO
Con un catálogo que acoge a clásicos de la literatura y a consagrados del presente, a pintores, dibujantes y viñetistas, en tan solo once años el sello español, que acaba de abrir una representación en México, ha sabido consolidarse en la ya sobrepoblada galaxia de las obras revitalizadas a partir de la mirada plástica Roberto Pliego
E
n su encarnación más próxima, el libro ilustrado es descendiente de una fecunda tradición. Surgió quizás en el antiguo Egipto, en el año 2000 antes de la era cristiana, cobró un impulso hasta entonces desconocido durante el Otoño de la Edad Media a través de los calendarios de oraciones y ocupó el centro de la escena cultural tras la invención de la imprenta y la popularidad de la Biblia de Gutenberg. Fue el siglo XIX, sin embargo, bajo la influencia de románticos, parnasianos y simbolistas, el tiempo de mayor esplendor. Delacroix ilustró el Fausto de Goethe, Gustave Doré hizo lo mismo con el Quijote y El cuervo de Edgar Allan Poe, John Tenniel con Alicia en el país de las maravillas, George Cruikshank con Charles Dickens y los hermanos Grimm, Winslow Homer con Mujercitas y Tom Sawyer. En los últimos años, Almadía, Sexto Piso, Conaculta, el Fondo de Cultura Económica y Libros del Zorro Rojo se han propuesto arraigar esta extraordinaria tradición en México. Tienen todo a su favor: experiencia, canales de distribución, un mercado a la caza de novedades, saber técnico y una red de artistas plásticos que alcanza por igual a dibujantes, viñetistas, pintores y aun escultores. De entre ellas, Libros del Zorro Rojo es la más reciente sorpresa. Nació en Barcelona en 2004, y en 2011 extendió su campo de acción a Buenos Aires. A mediados de 2014 abrió una representación en México que dirige Sally Avigdor, una editora con un largo camino recorrido en la industrial española, antes de que la crisis cobrara sus primeras víctimas. Nació igualmente con títulos de corte infantil que, más que marcar un destino, anunciaban ya la simbiosis natural entre la imagen y la escritura. Tal complicidad está sobradamente representada por los alumbramientos transgresores de Edward Gorey, una de las figuras estelares de Zorro Rojo. En Gorey reconocemos al aventajado discípulo de Max Ernst, al universitario extravagante que caminaba descalzo por la calle con las uñas de los pies pintadas de verde, al enemigo número uno de los mapaches —con cuya piel confeccionaba sus enormes abrigos—, al artista solitario que se recluyó en una antigua casona para entregarse a la fabricación de títeres y marionetas. Pero, sobre todo, reconocemos una disposición a percibir la niñez como un escenario en el que solo se representan la rebelión y el infortunio. Detrás de cada acción inocente —parece sugerir Gorey— asoma una fuerza potencialmente destructora: un día de campo puede convertirse en el festín de una manada de osos hambrientos. Esta es, al menos, la verdad ficticia que contienen El huésped dudoso, La bicicleta epipléjica, La procaz intimación, La niña desdichada, Los pequeños macabros, El dios de los insectos, El ala oeste, más un puñado de pendones editoriales que un lujo de Zorro Rojo. No es una rareza encontrar a poetas, novelistas y aun ensayistas, a quienes asociamos con la historia literaria, incursionando en el mundo de la imaginación infantil. Hay que ver, por ejemplo, la perfecta comunión entre los dibujos del antinaturalista Quentin Blake y los versos de Sylvia Plath en El libro de las camas, un largo poema publicado póstumamente que llama a transformar una máquina de ilusiones en una arena de realidades tangibles aunque a veces se antojen demasiado lejanas; o el equilibrio que alcanzan las proyecciones geométricas de Isidro Ferrer y los registros oníricos de Eduardo Galeano en Los sueños de Helena, un relato conjetural contra los totalitarismos ideológicos para todas las edades. Como ninguna fórmula está garantizada, Zorro Rojo se arriesga también con obras duraderas que hallaron eco en el trabajo de pintores y artistas gráficos. El príncipe feliz y otros
La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik EMILIO URBERUAGA
Discurso del oso de Julio Cortázar
Tal vez el libro ilustrado sea la plataform a desde la cual ciertos libros obtengan hasta una tercera oportunidad
cuentos de Oscar Wilde conserva el temperamento visual que Walter Crane y Hacomb Hood produjeron en 1888, durante la edad de oro de las industrias decorativas en Inglaterra. En un diálogo entre épocas, Las fábulas de Jean de la Fontaine recalan en los gouaches de Marc Chagall, que en la década de 1920 no dudada en saberse tan ruso como francés. Si la zona del catálogo destinada al público infantil se inclina por mantener un orden simétrico entre ilustradores y escritores contemporáneos y de épocas distantes, la que va en busca del lector adulto muestra una preferencia por los clásicos de todos los tiempos. Zorro Rojo se consagra con igual esmero al Fausto de Goethe que a El perseguidor de Julio Cortázar, a La Isla del tesoro de Robert Louis Stevenson que a Informe sobre ciegos de Ernesto Sabato. No es que proceda indiscriminadamente sino que en sus elecciones está implícito el carácter visual de una obra, tanto como
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de portada EINAR TURKOWSKI
Estaba oscuro y sospechosamente tranquilo
PULID
conquistar nuevos lectores. De la mano de un dibujante que sepa sacar el máximo rendimiento de la lectura, novelas como El otro mundo. Los estados e imperios de la luna de Cyrano de Bergerac o Cándido de Voltaire —solo por invocar dos clásicos vencidos por el olvido— podrían ejercer una influencia similar a la que ejercen actualmente los modelos de la ciencia ficción y la novela de aventuras. Por lo pronto, Zorro Rojo ha revitalizado a Edgar Allan Poe, Bram Stoker, Mark Twain, Rudyard Kipling, Oscar Wilde, H. P. Lovecraft, Joseph Roth, William Golding... Ya sobrepasó los 200 títulos y confía en seguir extendiendo sus dominios. L
SONIA
"La I es de Ida, que se ahogó en un lago"
O
EDWARD GOREY/ LOS PEQUEÑOS MACABROS
su potencialidad para ser interpretada en términos gráficos. Hay una tendencia, dominante en el gusto de otras casas editoriales, que apunta a un avasallamiento de la ilustración sobre el orden escrito. Pensemos, por ejemplo, en un Moby Dick ilustrado como si transcurriera en un mundo hecho a imagen y semejanza de la Ciudad Gótica de Batman, habitado por espectros que responden a una patología rigurosa. Zorro Rojo avanza en sentido contrario: al pensar en un libro, piensa a la vez en cómo podría enriquecerse al incorporar su propia —y hasta entonces oculta— faceta ilustrada. La edición de Marcovaldo de Italo Calvino tiene por tanto su justa correspondencia en los dibujos a esténcil de Alessandro Sanna, que excluyen todo espesor en el trazo para rendirse a las máximas calvinianas de la levedad y la rapidez fluctuante del escribir breve. Hay una zona de la tradición narrativa enteramente identificada con la visualidad. Pensemos en Balzac y en sus profusas descripciones de París o en Flaubert y en su pasión maniaca por desvelar incluso el tobillo marfileño de Emma Bovary. Esa zona parece identificar al lector como un ser hecho para ver, por encima de su interés por explorar la densidad de las emociones y los sentimientos. A través del ojo del narrador, vemos la corona de una montaña helada, la hoja ensangrentada de un cuchillo, el párpado tembloroso de un aprendiz de seductor. Las cosas que pasan, siempre el motivo privilegiado de la trama, pasan en virtud del poder de la mirada. Es la zona donde Zorro Rojo mejor se haya, y de donde provienen sus títulos canónicos. Traigo a cuento solo dos, porque satisfacen con transparencia y elegancia los requisitos de un buen maridaje: La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnick, ilustrado por Santiago Caruso, y Robinson Crusoe de Daniel Defoe, ilustrado por Carybé. Las andanzas criminales de Erzsebét Bathory en su castillo de Los Cárpatos a fines del siglo XVII son la puesta en escena de una suerte de estética del crimen y no tanto la proyección de un infierno que es al mismo tiempo psicológico, ético, existencial. Caruso supo componer la atmósfera ideal donde esa estética se regodea en sí misma: una serie de decorados de inconfundible aire gótico en los cuales el cuerpo es pura y descarnada anatomía. Más que un teatro de la locura, Pizarnick-Caruso erigieron un teatro de la transfiguración del sadismo en motivo artístico. La vida y las extrañas, sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe de York, marinero, extienden sus alcances morales a la luz de los dibujos de Carybé —concebidos para la edición argentina de 1945 en traducción de Julio Cortázar—, quien trasplantó el color y la vivacidad de la cultura afro-brasileña de Bahía a la isla desierta, junto a la desembocadura del río Orinoco, donde Robinson Crusoe aprende el valor de la libertad de conciencia. Carybé es exuberante pero nunca folclórico, exalta la naturaleza pero no pierde de vista la grandeza humana. Tal vez el libro ilustrado sea la plataforma desde la cual ciertos libros obtengan una segunda y hasta una tercera oportunidad para
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MILENIO
en librerías
Páramos de patria y meandros provincianos Me sentí entonces el niño del País de las cosas salvajes y volteé a ver a todos lados. Cuando me enteré que el título había sido sacado nada menos que del himno estatal de Atlacomulco, y que el siguiente verso de tan ejemplar texto dice algo así como “Prepotentes andamos por el mundo” no tuve ya la menor duda: Enrique Peña Nieto y todo su séquito habían salido de la imaginación de Gustavo. Era desde sus páginas desde donde se estaba desparramando e inundando de absurdo toda esta realidad en la que ahora vivimos. Un poco más tarde me enteré de que el himno en realidad dice que son, literalmente, “una prepotente existencia moral”. Literalmente, no supe ya qué era peor. Me fijé en que los títulos de cada uno de estos cuentos que estaba yo leyendo plantean situaciones que son a la vez comunes y corrientes e inusitadas. “Como el poema de Armitage”, me dije aterrado. Para que me entiendan, baste como botón de muestra la dedicatoria del libro: “A mis hermanos, porque sin ellos sería un hombre sin hermanos”. Ah… No sé por qué pensé en Juan Rulfo, pero con humor. Muchas de las historias de Mexicanos por patria y provincia (Ficticia, México, 2014) son parabólicas y se remiten a situaciones bíblicas, o coránicas si quieren (hasta un gato budista me fui a encontrar, y una virgen Myriam con amante incluido), pero lo que hace Marcovich es presentárnoslas como un inocente regalito para inmediatamente desarticularlas y de esa manera reactivar su sentido. En “La cena”, por ejemplo, un hombre regresa al hogar familiar —en provincia, por supuesto— para celebrar el año nuevo, o lo que sea que su familia celebrara en esa fecha, y se bebe y se fuma una botella entera y un sinfín de cigarros sin que lleguemos a saber qué es lo que está sucediendo enfrente de él. En “Cuarto para las dos”, en cambio, en otro viaje a provincias un ingeniero emprende a regañadientes camino con su esposa rumbo a Oaxaca y, al revés del personaje anterior, todo le pasa, pasa por todo, entra y sale de un lugar a otro, recorre la ciudad por arriba y por abajo... y al final tampoco nada pasa. Cuento tras cuento, suceda lo que suceda, lo que le pasa a sus personajes ha sido de antemano devastado. Sea en sueños o en la vida real, todos estos hijos pródigos que regresan terminan mucho peor de como empezaron. El regreso del hijo pródigo, parece decirnos Marcovich, es nuestra aniquilación interior. Como en Simon Armitage, el fin último de la lista
de pendientes de Marcovich no es otra que simple y parsimoniosamente desintegrarse. Este podría ser, a grosso modo, el patrón de la mecánica de suelos de los cuentos de Marcovich. Surgen sus historias prometedoras de aventura, como el país mismo, y no es que no sucedan sino que en el transcurso de su narración se van quedando deshilachadas, pérfidas, hechas una piltrafa como, en suma, la patria misma. A pesar de que en casi todos los casos lo que parece que sucede al principio es un encaminarse hacia algo mejor, se quedan los personajes, vivos y muertos, al llegar al final de sus historias, con muy poca cosa. Hay una historia, sin embargo, que parece por un momento destinada a recorrer el camino contrario: “Olor a caldo”. Al revés de muchas otras que empiezan propiciatorias para desvencijarse en el camino, ésta se inicia en la provincia y termina en la ciudad, una ciudad que se había muy sabiamente abandonado. En algo me recuerda este cuento, vuelto al revés, a “El sueño de los héroes” de Bioy Casares. El protagonista regresa a la cantina en la que día tras día pasó a comer, sorda y sórdidamente, durante tres años de su vida. Se va por fin de la ciudad, y por supuesto no vuelve a poner un pie en ese sitio horrible. Pero a pesar de eso regresa. Por alguna razón tiene ahí una cita con una chica. Casi todos los personajes del libro, excepto la mujer de los gatitos de un cuento delicioso, son hombres. Las historias que les pasan son historias de hombres. Los paisajes, campiranos o urbanos, lo mismo da, son espacios masculinos. Todos hacen viajes que no quieren hacer, van a lugares a los que no quieren ir, conviven o se topan con personas con quienes no quieren estar. La melancolía es un respiro, parece decir Marcovich, y se ríe. Cuenta una historia desternillante y se pone seco. Mención especial, en ese sentido, tienen los cuentos dedicados al futbol, desde el del futbolista que nunca toca el balón y así inventa el estilo moderno, hasta el trististisísimo de aquel llanero al que le da un infarto en la cancha a punto de meter su gol. Todo esto dicho con sincopada parsimonia. He mencionado a Bioy y a Rulfo, no sin intención. Creo que la doble figura tutelar de estas ciudades de rincón y de estas orillas confinadas está compuesta de estos dos escritores vueltos del revés: un Bioy mustio y un Rulfo socarrón. Decidí entonces abandonar toda resistencia, acepté que la caricatura y el poema son parte de mi vida y que la realidad no es otra cosa que lo que Gustavo Marcovich me está contando. Desde entonces he seguido leyendo. Pensé en la antología de cuentos tristes que hace muchos años hizo Tito Monterroso, donde, como dice la nota a tal libro, “un buen cuento siempre será un cuento triste porque la vida misma es triste y un buen cuento concentra toda la vida”. Supe que ahí estaba: un mexicano más por patria y por provincia. Desde entonces aquí sigo, banqueando en El Sahara. L
Wong muestra aspectos de actualidad —tráfico de drogas, redes de prostitución, delitos fabricados, frustraciones sociales— de los que nadie habla. Tampoco es nimio el manejo que hace de la escritura el ganador del Primer Premio Dos Passos para Primera Novela: descriptiva hasta la náusea o tácita cuando lo que nos cuenta lo hace necesario. París D.F. capta la vida con los paisajes reconocibles de una ciudad y otra. Tiene algo de historia de iniciación, algo de cuento infantil, pero todo viaje iniciático debe realizarse en solitario, para terminar en una situación diferente, para hallar el mundo esperado. La narración empieza con un arranque magistral: Arturo, el protagonista, realiza un juego de lógica a partir de dos mapas: imagina —sin duda un memorable homenaje a Carroll— que determinados contornos espaciales de las dos ciudades, París y el Distrito Federal, pueden traslaparse y en ese perímetro meter el mundo universal y personal a su antojo. Total, las ruinas o el deterioro de una ciudad no son distintos de otra. En esta dualidad de capitales también podemos conjeturar otra cuestión: el desdoblamiento de la personalidad del propio autor en relación con su protagonista que tiene la cualidad de escribir, es un poeta que se gana el sustento como empleado de la Farmacia París y sueña con viajar a la Ciudad
Luz. Con los mapas en la mano, “Tenía ante mí la llave del azar, el mecanismo para activar la probabilidad. Un engaño, quizá, pero ¿qué no lo es?” ¿Y cuál es su meta? ¿Sigue siendo verdad que todas las ideas vienen de Francia? Aunque no sería muy sostenible la hipótesis, quizás el sueño imposible —por razones económicas— de ir a París no es otro que el eco lejano de aquellos artistas de antaño que viajaban para descubrir su vocación. Así, es probable que en la historia Arturo sea el alter ego de Wong. Incluso en la experiencia del personaje, todas las acciones repercuten en su vida, lo marcan y cambian su existencia, como el asalto a su centro de trabajo y la muerte del ladrón. El personaje actúa luego de manera irresponsable, frívola, como lo hacían los escritores que Sartre criticaba, aquellos que escribían sin ninguna responsabilidad. El poeta sabe que puede influir sobre la realidad e intentar corregirla o agravarla. Wong ironiza. Un poema no cambiará el mundo, no sustituirá la realidad que está a punto de revelarse. No es gratuito que Arturo lea poemas en los funerales de sus padres y no se le ocurra ninguno cuando muere Nadege; es como una percepción distinta de la realidad. Como si el protagonista apuntara con el arma de su desprecio. París D.F. es campo minado. L
RESEÑA Pedro Serrano
I
ba lee que te lee los cuentos de este libro de Gustavo Marcovich, devastado por su inmensa e inevitable tristeza y abrumado por su voluntarísimo sarcasmo, cuando me topé con un número atrasado de la revista New Yorker que por ahí andaba. Al abrirla, lo primero que vi fue una caricatura de un dibujante llamado BEK en la que en un velorio dos mujeres solitarias en medio de hileras e hileras de sillas vacías escuchan solemnemente a un hombre consternado, a cuyas espaldas yace el ataúd: “Hizo felices a miles y miles de gentes”. Por un momento pensé que había sido Marcovich el que había puesto entre las páginas de su libro tan socarrona caricatura. Volteé a ver de nuevo la revista y me tranquilicé. Seguí leyendo el libro muy quitado de la pena (es un decir), y pensé que mi momentánea confusión se había debido a que los cuentos, como la caricatura, están infundados de un perturbador desajuste entre la realidad y el deseo, y entre los actos y sus resultados. Uno tras otro insisten en recorrer, como su título indica, los páramos de la patria y los meandros provincianos, entendiendo por Patria la Ciudad de México y por provincia todo lo que siga, lleve a donde lleve. Después de un rato de seguir fatigando sus páginas, que diría Georgie, me estiré hacia la mesa y volví a coger la revista, casi como si la escritura maléfica de Marcovich me llevara a ella. Lo que apareció entonces fue un poema de Simon Armitage, un amigo mío, que se titula “Lista de pendientes”. Qué raro, me dije inquieto, en medio de tanta extraña familiaridad, encontrarme ahora con Simon, y me acordé de su poema sobre un hombre que tenía una pelota de golf en vez de corazón. Comencé a leer este nuevo poema, confiado en que me llevaría a sitios más tranquilizadores. Pero después de una larga enumeración de banalidades, que me leí completa, y que comenzaba con la indicación de “sacarle punta a todos los lápices” y “checar la presión de la llanta de repuesto”, Armitage ponía, como último pendiente, la siguiente instrucción: “desintegrarse”. Entonces sí que me asusté. Empecé a sentir que los cuentos de Marcovich no solo estaban en las páginas del libro sino que amenazaban ya por todos lados.
RESEÑA
Campo minado Yolanda Rinaldi
E
n la novela París D.F. (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015), todo es cuestión de geografías y también de calidad literaria. Roberto Wong (1982) hizo un buen uso de los escritores que lo estimularon, con los que se percibe la complicidad de poéticas narrativas: Cortázar, Rimbaud, Lewis Carroll, Poe, Sartre. Con naturalidad y fluidez, la narración plantea situaciones superpuestas, incidentes cotidianos, trágicos, absurdos, cómicos, eróticos, que subrayan la potencia expresiva y el humor del autor. El contexto ya no es la presencia del doble cortazariano, sino su revaloración en el desdoblamiento de ciudades, que deja ver la formación erudita y diversa de Wong. París y el Distrito Federal se traslapan porque en todo lugar está la ruina, la confusión, el pesimismo, la nostalgia. ¿Qué ciudad es más habitable cuando se deja al descubierto la discriminación por raza o por sexo, la inseguridad y la corrupción? Se trata de la primera novela del escritor tamaulipeco, quien sorprende por la calidad estética de su prosa impecable, que revela un talento capaz de producir algo hondo y personal. Retoma elementos de la cultura mexicana y hace la analogía con la francesa; así destaca su capacidad para definir de modo acrobático cuando cambia de atmósfera entre una ciudad y otra, e instala la deseada. En esa fusión, un mosaico de las dos urbes, la mirada de
sábado 7 de marzo de 2015 b09
LABERINTO
en librerías La última palabra
Cavernas
Hanif Kureishi Anagrama España, 2014 295 pp.
E
l joven Harry Johnsonn ha recibido la encomienda de escribir la biografía del escritor Mamoon Azam, una vieja gloria cuyos ingresos económicos no reflejan su reputación de genio malnacido. Sus problemas inician una vez que se muda a la casa que comparten Mamoon y su esposa, quien sabe muy bien que un ensayo sobre Tagore no basta para saldar la reparación del jacuzzi. El biógrafo debe responder algunos dilemas: ¿es éticamente justificable acentuar el lado mórbido de su personaje?, ¿el genio artístico justifica la ruindad moral?, ¿los cotilleos privados terminan por ensombrecer una obra?
En suelo incierto, ensayos
Luis Jorge Boone ERA México, 2014 116 pp.
C
on estos diez cuentos de corte pulcro y exquisito, Luis Jorge Boone consolida un prestigio que se ha hecho también, y a pasos agigantados, en la poesía, el ensayo y la novela. En su mayoría pertenecen al género de horror; unos cuantos al de la ficción apocalíptica. Ese horror puede nacer de la piedad religiosa entendida como sumisión de la conciencia, de las leyendas populares que se resisten a convertirse en piedra o de imágenes arquetípicas como el jardín interior o los daguerrotipos. Cada cuento tiene una historia pero junto a los demás confluye en ese magma inmemorial que es el mito.
Sobre el plagio
Eduardo Milán Fondo de Cultura Económica México, 2014 428 pp.
E
l poeta uruguayo radicado en México reúne los textos publicados en Resistir, Justificación material, Un ensayo sobre poesía y Una crisis de ornamento, dieciséis años de reflexión sobre los siempre inestables movimientos de la letra, el canon, el reino lírico de las imágenes, la experiencia literaria y la línea invisible de las normas multiculturales que rigen a los poetas, que no a la poesía. Huidobro, Vallejo, Haroldo de Campos, Paz, Owen, José Carlos Becerra, Pacheco, Bañuelos y Deniz son algunas de las figuras que transitan por este suelo incierto.
Asamblea de Cantera. 25 años
Hélène Maurel–Indart Fondo de Cultura Económica Argentina, 2014 446 pp.
L
a doctora Maurel–Indart comienza su disertación sobre la práctica de la copia, o la referencia sin las anotaciones de rigor, rememorando a Michel de Montaigne cuando citaba a Séneca sin entrecomillar sus frases: para Montaigne no era necesario subrayar la fuente porque suponía que sus lectores compartían los mismos intereses y conocimientos, pero ese solo es un caso aislado porque hoy en día las funciones de “copiar” y “pegar” se han diluido hasta confundirse con el original del que “surgieron”, una cuestión social con repercusiones técnicas y económicas en el mundo moderno.
Narcoamérica
Julio Ramírez (selección y prólogo) Cantera Verde México, 2014 264 pp.
E
l presente libro es un ejemplo de vocación. Aunque Oaxaca es un estado que ha dado a las letras nacionales algunos notables escritores como José Vasconcelos, su entorno parecía no ser propicio para el desarrollo de la literatura. En 1987, animado por Argelia Yaniz, Julio Ramírez comenzó a mover el medio literario oaxaqueño con la creación del primer taller literario de la Biblioteca Pública Central de Oaxaca y con la creación de la revista Cantera Verde. Para celebrar este cuarto de siglo, Ramírez ofrece este panorama del trabajo de 50 talleristas en narrativa y poesía.
La historia de la Tierra
Colectivo Dromómanos Tusquets México, 2015 326 pp.
A
lejandra S. Inzunza, José Luis Pardo y Pablo Ferri conforman el Colectivo Dromómanos, una iniciativa periodística que se atiene a los hechos. Ideado como un viaje a bordo de un automóvil desde Los Andes hasta Manhattan, el libro sigue el rastro de la cocaína en todas sus encarnaciones: la producción, la venta al mayoreo y al menudeo, la violencia y la corrupción que genera, las redes de lavado de dinero que pocos están dispuestos a combatir. En sus páginas comparecen el matón y el banquero, el general y el funcionario político. Queda así la unánime sensación de que la cocaína es omnipresente.
La digna metáfora
Robert M. Hazen Océano México, 2015 328 pp.
H
ablando del futuro de nuestro planeta, el autor anota categórico: “Desaparecerá para siempre un sinnúmero de especies. Todos están condenados: los tigres, los osos polares, las ballenas jorobadas, los pandas, los gorilas. Es muy posible que los humanos también muramos”. Pero para eso faltan otros 5 mil millones de años. Lo destacable de la historia que presenta Hazen es la “coevolución de la vida y de las rocas”. Subtitulada Los primeros 4,500 millones de años. Del polvo estelar al planeta viviente, como toda historia, la de la Tierra continuará reescribiéndose.
Mexspotilandia
Número 2 16 de febrero, 2015 40 pp.
E
n su segunda entrega, el periódico cultural recuerda los 400 años de la aparición de la segunda parte del Quijote (luego de haber celebrado los cuatro siglos de la primera edición, se entiende que no haya el mismo entusiasmo en nuestro país por esta segunda efeméride, pero el Museo Franz Mayer alberga una exposición sobre el tema). En el terreno local resulta más importante el centenario de Edmundo Valadés, gran impulsor del género cuentístico, cuya revista El Cuento continúa siendo rememorada. En esta ocasión se obsequia una obra de Raúl Anguiano, otro centenario.
LOS PAISAJES INVISIBLES Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com
D
urante la temporada de elecciones, el ciudadano tiene que hacer esfuerzos sobrehumanos para depurar sinapsis por sinapsis, de lo contrario corre el riesgo de que la basura propagandística contamine sus canales cognitivos y el daño sea prácticamente irreversible. En este país, la plaga de spots ha dejado de ser un mero asunto de higiene mental y puede convertirse en un serio problema de salud pública, debido a que la ira, el desasosiego, la repulsa, el asco o el sentimiento de ignominia que provocan los embustes y las estupideces que impunemente se escuchan en la radio o se ven por televisión y hasta en el cine —donde, por ejemplo, aunque se pague una tarifa más que encarecida por ver una película los exhibidores endilgan al espectador la propaganda de partidos balines como el Verde—, son irremediables. Hubo un tiempo en que algunas voces solían llamarle la cultura del spot, nada más absurdo que eso porque de cultura no tiene absolutamente nada, tan solo es un engendro fenomenológico del despilfarro y el atajo más elemental para enganchar clientela, ese público cautivo de los medios electrónicos que no se informa —ni se forma conciencia u opinión— a través de diarios, libros o revistas especializadas. La política mediática que tutela a México apuesta por los instintos básicos de una población ignara, acrítica, desmemoriada y masoquista. Los publicistas que diseñan las campañas seguramente parten de la imagen vernácula de un elector al que puede tratarse como al paleto que se tropieza con la misma piedra, su desfachatez es asombrosa a la hora de vender las “promesas” de la franquicia en turno (la misma demagogia que escupen sus burocracias a la menor provocación) aunque son más conspicuas la pobreza de ideas y la penuria del lenguaje que utilizan para incentivar el voto. Lugares comunes: “Metamos a la cárcel a los corruptos”, dice un spot del PAN, y uno se pregunta por qué no
empiezan de inmediato con la larga lista de ladrones (panistas hay de sobra) que haraganean jubilosamente en sus curules o en las secretarías de Estado o aquellos otros que desde hace rato se frotan las manos con los huesos que van a roer después de junio; patéticos, lamentables juegos de palabras: “Para ser madre hay que partirse la madre”, escupe un spot del PANAL, y de rebote vienen a la mente las partidas de ídem que propinó Elba Esther Gordillo, la abeja reina de dicho organismo, al SNTE y, por desgracia, a la educación pública del todo el país; “Es un orgullo ser priista” (favor de omitir la carcajada), en el spot del tricolor que recita un tramposo recuento histórico de sus “aportaciones” al desarrollo nacional, en las que incluye hasta al campus de Ciudad Universitaria; del Partido Verde y sus falaces logros como las “penas de muerte” a secuestradores, los circos sin animales o los medicamentos gratis ya mejor ni hablar, y ni qué decir de los cínicos anuncios del PRD chuchista o de las cápsulas silvestres de Morena, del PT, Movimiento Ciudadano o de los zánganos electoreros de reciente inauguración. Cada tres, cada seis años, en Mexspotilandia rebullen los merolicos con sus productos milagro para una ciudadanía a la que apremian a elegir al cáncer como cura, al veneno como antídoto, al vudú como amuleto. Ahí está el spot del INE en que el supuesto padre reprende a la hija por su apatía para ejercer el voto: “Mejor educación, mejores servicios de salud y más oportunidades, hazlo por ti y por todos” declama el lector del burdo script aunque el verdadero, el genuino guión es el que los partidos y las instituciones pretenden que sigamos al acudir a las casillas y cruzar una boleta que hoy, más que nunca, representa la obsolescencia sistémica del México del siglo XXI; el placebo democrático que en realidad es un contrato tan leonino que no trae letras chiquitas, con grupos y políticos farsantes, cleptómanos, derrochadores y alevosos. Sin embargo, de nada sirve flagelarnos porque gracias a nuestros impuestos —y solo por ellos—, el spot somos todos. L
10 b sábado 7 de marzo de 2015
MILENIO
cine ESPECIAL
Alonso Ruizpalacios
“Hay ninis en todas partes del mundo” Con la huelga de la UNAM de 1999 como telón de fondo, Güeros es un largo periplo urbano en el que dos jóvenes buscan el sentido de sus vidas ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com
E
l pequeño Tomás (Sebastián Aguirre) llega a la Ciudad de México para pasar una temporada con “Sombra” (Tenoch Huerta), tras un incidente ocurrido en casa de su madre. Así descubrirá la monótona pasividad que envuelve a su hermano, un estudiante afectado por una huelga en la UNAM. Filmada como una road movie, además de ser un homenaje a la capital del país Güeros traza un retrato de la juventud y su falta de opciones. Dirigida por Alonso Ruizpalacios, se estrenará en próximos días precedida de reconocimientos como Mejor Ópera Prima en los festivales de San Sebastián, Berlinale, Lima y Jerusalén. ¿Por qué ubicar la película durante el conflicto universitario de 1999? Empecé a escribir la película a raíz de esa huelga. La historia se desarrolla en un tiempo incierto y no es una reconstrucción documental. Recrear aquel año habría sido complicado en términos de presupuesto y producción. Además, quitar la especificidad temporal nos liberaba de la camisa de fuerza que puede significar un marco histórico tan fijo. Al final, la huelga solo aportó el trasfondo político y de movilidad social. Aunque plantea una crítica irónica al movimiento. Pienso en la secuencia de la asamblea. Me considero una persona de izquierda. Más que cuestionar la huelga, quería hablar de la intolerancia. No creo que la mejor manera de mostrarse afín con una posición social o política sea endiosándola. Intenté mostrar un equilibrio. En contraparte a la escena de la asamblea, también muestro la parte luminosa del movimiento.
Güeros es también un filme de contrastes. Va de las zonas lujosas a los barrios marginales, de chicos bien a jóvenes pobres. Siempre tuvimos en claro que sería un filme de contrastes. Los protagonistas son estáticos mientras que a su alrededor todo se mueve. Se distinguen por su falta de compromiso y decisión. La
huelga en la UNAM refleja muchos de los problemas que hay en México: la dificultad de entendernos, la polarización de la sociedad, confusiones dentro de la propia izquierda. La película empieza con una huída y termina con una búsqueda. El tema es la búsqueda. Quería presentar a unos jóvenes en busca del sentido de la vida. ¿Es una reflexión cáustica sobre la falta de opciones para los jóvenes? Esa reflexión es posterior a la película. Cuando la presentamos en San Sebastián, tuvo una recepción muy positiva porque fue emparentada con el desempleo que enfrentan los jóvenes en España. De alguna manera es verdad que la película, sin buscarlo, se convierte en un mosaico generacional. Los jóvenes van tras la figura de Epigmenio Cruz, un músico de los años sesenta. Hacer de este personaje el objeto de búsqueda puede entenderse también como una secuela de los ideales de aquella época. Es válida tu lectura porque ellos buscan una figura que ya no lo es. Puede parecer una visión triste aunque también muestro algo de esperanza, porque descubren que su crecimiento está en sus manos.
Ahí entra la Ciudad de México como personaje. Quería rendirle un homenaje a la Ciudad de México y la mejor manera de conseguirlo era convirtiéndola en otro gran personaje. Filmamos en blanco y negro porque creo que es un recurso estético muy elegante, nostálgico y dramático. ¿Siempre tuvo claro que la estructura sería de road movie? El road movie fue uno de los puntos de partida. La Ciudad de México es tan vasta que es casi un país. Una de las premisas originales era dividir la historia en actos dramáticos que tuvieran lugar en distintos puntos. Imposible dejar de lado la referencia a Los caifanes. Fue una película que tuvimos presente durante el rodaje. Los caifanes es mi película mexicana favorita.
Güeros ha cosechado reconocimientos en varios festivales. ¿Cuál es la conexión que establece con públicos tan diversos? No sabría decir si es un canto a la juventud pero sí creo que retrata a un sector que va más allá de cualquier nacionalidad. Finalmente, hay ninis en todas partes del mundo y creo que a esa visión responde la gente. L
HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL
El fantasma de la repetición Fernando Zamora @fernandovzamora
L
a repetición es un tópico importante en la teoría de Freud, esa que a principios del siglo pasado dio origen al principio de muerte, ese que, en la repetición, está más allá del principio del placer. La repetición es el tópico más inquietante en Big Eyes de Tim Burton. Big Eyes no es la mejor película de Burton pero tiene el poder de las obras menores de un gran maestro. Hay que decir también que, aunque el diseño de producción está a la altura de Edward Scissorhands, el tono no cuaja del todo. Se sabe que están de moda las novelas–sin–ficción. La de Burton es una película–sin–ficción. Parece sin embargo que el cineasta no ha pensado a profundidad las implicaciones de este tipo de cine. En este sentido vale la pena comparar a Burton con Javier Cercas quien en El impostor cuenta una historia muy semejante a ésta aunque con un resultado mucho mejor. Es justamente la aparente falta de reflexión de Burton en torno a los mecanismos de la narrativa–sin–ficción lo que se traduce en un problema general de tono. Y es que el más adecuado para contar esta historia está logrado en los momentos en que la cámara y el montaje imitan al documental. Pero Burton es Burton y tengo la impresión de que los documentales deben
aburrirlo muchísimo. Las partes más divertidas en Big Eyes son por eso las más fuera de lugar. Me he quedado con la impresión de que Big Eyes es una película hecha por encargo. No se trata solo de que detrás de la historia haya tanto dinero de por medio. Hay secuencias que parecen dirigidas por el asistente del director. La cámara no termina por estar en el mejor lugar, algo muy raro en el cine de este director. Y sin embargo se mueve. Big Eyes permite ver algunas de las filias y fobias del afamado cineasta. A lo largo de toda la película uno respira un desprecio de Burton hacia autores como Andy Warhol. Hay, en todas las alusiones al rey del arte pop, un tufillo a veneno, un desprecio que resulta interesante en la interpretación global de la obra de un artista como el que estamos tratando. Por otro lado, está el hecho de que los dibujos de niños de ojos grandes parecen haber inspirado al mismo Burton. Si uno no conociera la historia de Margaret Keane correría el riesgo incluso de pensar que las pinturas son de él; tal vez por eso el director se cura en salud y deja claro que Keane es una artista muy menor, pero otra vez, en esta contradicción la película parece fuera de tono. La repetición es un tópico importante tanto en la teoría freudiana como en la película Big Eyes. Uno se pregunta por qué la mujer ha ido
Big Eyes (Ojos grandes). Dirección: Tim Burton. Guión: Scott Alexander y Larry Karaszewski. Fotografía: Bruno Delbonnel. Con Amy Adams, Christoph Waltz y Krysten Ritter. Estados Unidos, Canadá, 2014. saltando de relación en relación para repetir el abuso perpetrado contra ella; uno se pregunta por qué el marido puede conseguir mujeres tan heridas que solo una religión como la de los testigos de Jehová puede darles contención. Uno se pregunta: ¿por qué será que ni Tim Burton ni Margaret Keane pueden dejar de vivir obsesionados con niños que, abandonados por sus padres, miran el mundo detrás de sus ojos grandes? L
sábado 7 de marzo de 2015 b 11
LABERINTO
escenarios ESPECIAL
Acá humo, allá espejos El poema sinfónico Surco cumple 80 años. Se trata de una partitura intensa y sorprendente que ofrece el pretexto a modo para redescubrir la música de Candelario Huízar VIBRACIONES Hugo Roca Joglar @hugorocajoglar
Q
uerido Candelario: Veo tu retrato y pienso en “El Chacal” Victoriano Huerta. Escucho tu música y siento el alma de un enamorado profundo. Silvestre Revueltas (1899–1940) se burlaba de ti por eso. Cuando acudió al estreno de tu poema sinfónico Pueblerinas (1931) dijo: “¡Horror! […] ¡Huízar es tan sano! […] Es un señor que, a pesar de sus anteojos, su serenidad y su gesto agrio, tiene la malicia, la mala fe, la reserva, de un ranchero bueno y sentimental”. Revueltas no era sano. Se hinchó en alcohol y murió completamente borracho. Dejó inconcluso el ballet en cuatro cuadros La coronela (1940). Blas Galindo (1910–1933) completó la última parte y tú, Candelario, te encargaste de la orquestación íntegra de la pieza. El influyente crítico–musicólogo catalán Otto Mayer–Serra (1904–1968) no podía entenderlo. Para él, ustedes representaban mundos musicales opuestos: el tuyo claro, ordenado, correcto (sonatas, sinfonías, y todos esos géneros germánicos rígidos), y Revueltas llevaba por dentro un volcán activo que le estremecía la sangre de los pies a la cabeza. Y claro: existió conflicto entre sus lenguajes. ¡Cómo sufriste trabajando en el ballet de tu ígneo amigo! No entendías sus porqués ni sus maneras. Lleno de estrés y confusión te quejabas: “en cada momento tuve que luchar entre el modo de tratar la orquesta de Revueltas y el mío”. El problema principal era el desarrollo de los temas: “[Revueltas] no insiste en ellos para darles su verdadero valor y hacer resaltar su belleza”. No podías dejar de comparar y en cada pasaje imaginabas cómo lo hubieras hecho tú: “por ejemplo, la parte central de la introducción, pudo muy bien ser llevada a un gran clímax, con lo que habría ganado mucho esta sección”. Sin embargo, Candelario, sucedió lo impensado: te abriste, agradecido y fecundo, hacia Revueltas para recibir sus enseñanzas y transformarlas. En La Coronela, el conflicto de clases durante el Porfiriato está resuelto (como lo señala el musicólogo Eduardo Contreras Soto) mediante una construcción que contrapone el ritmo binario del son al terciario del vals. Te gustó el sonido de ese
Jerez, Zacatecas, donde nació el músico en 1883
enfrentamiento y de él bebiste para construir el final de tus dos últimas sinfonías: la Cuarta “Cora” (1942) y la Quinta (1960). Pero mientras Revueltas cargó al son con indígenas y al vals con burguesas, tú liberaste los bailes de ideologías. Los dejas ahí, libres de referencias extra–musicales (aunque encerrados en la forma de sonata), ensayando en sí mismos, una y otra vez, panoramas abstractos entre el apasionamiento romántico y un sarcasmo de barrio. Este juego de apariencia inocente, en tu Quinta se vuelve brutalmente dramático. La hemiplejia te había paralizado el cuerpo mientras dentro de ti, incansables, corrían las ideas musicales. Escribías inmóvil con dos dedos (una página podía llevarte la tarde entera), y así recibiste la muerte: como una vieja estatua de sutil expresión revueltiana y un corazón estremecido por ritmos de danza. Han pasado, Candelario, 45 años desde que te enterraron. Hoy nadie escucha tu música. Has sido olvidado. Están, por supuesto, los extraños melómanos obsesivos (pueden contarse con los dedos de una mano) que a veces hablan de ti. Lo hacen con cariño.
“¿Qué lugar ocupa Huízar en la historia de la música mexicana?”, se preguntan y concluyen solemnemente que eres un puente de fantasiosas raíces románticas que avanza sobre aguas de impresionismo con paso nacionalista hacia los inciertos territorios de la modernidad y la vanguardia. Si por ti alguien me preguntara, le diría que escuche tu poema sinfónico Surco (1935). Es tal vez tu obra más interesante y atrevida. Acuática, casi impresionista. Hay algo que avanza de noche en el agua. No queda claro hacia dónde va o de dónde viene. Son ambiguas las formas que deja a su paso. Aquí ecos, allá sombras. De este lado humo, de ese otro espejos. Señales confusas. Indescifrables y tensas. Al fondo, un aire humano: cierta triste melodía que ha perdido los contornos y anuncia la mañana. Y de pronto, Candelario, haces salir del agua una suerte de vida nueva y secreta, física y poderosa, que impone en la tierra (con misas, caballos, marchas y luces de bengala) un discurso solar de cosas definidas. Con admiración y cariño, H. L
DANZA ESPECIAL
Sobre el tablero Argelia Guerrero makarova81@yahoo.com.mx
E
n textos anteriores expuse la falsa dicotomía que se supone que existe entre técnica e interpretación, así como el falso antagonismo entre el estilo clásico y el contemporáneo. Aún prevalece la idea de circunscribir la técnica clásica (ballet) a obras de ficción temporalmente distantes, conocidas como repertorio: Giselle, El lago de los cisnes, Esmeralda, etcétera. Sin embargo, hay ejemplos de coreógrafos y compañías que han retomado el complejo estilo clásico para la expresión de temas más intimistas e incluso filosóficos, que se problematizan desde la visión del hombre moderno. Dichos esfuerzos llevan a cabo una readecuación —o ajuste— del ballet para poder expresar e interpretar pulsiones del ser humano en la modernidad y desde la modernidad, sin prescindir del rigor técnico, así como difuminar la barrera entre éste y las propuestas estilísticas de la danza contemporánea. Para el caso de México, una de las rutas fue trazada por Gloria Contreras, quien echó mano del ballet clásico para expresar asuntos que escapaban a la ficción de hadas y princesas. Sobre este mismo tenor, el coreógrafo Ricardo Domingo y la compañía Opus Ballet han realizado una serie de obras con las que buscan la expresión humana aprovechando el recurso estético de la danza clásica y su reconfiguración, así como explotar la posibilidad interpretativa que el estilo contemporáneo puede aportar a los temas que les interesa reflejar. El próximo 14 de marzo estrenarán Jaque mate en el Teatro de la Ciudad, pieza que indaga en la condición dual de la mente humana: el lado oscuro y el luminoso que cada uno
Compañia Opus Ballet
posee y que en muchos momentos de la existencia antagonizan y se confrontan desde la psique hasta reflejarse en las acciones. Ricardo Domingo decide que la simbología del ajedrez bien puede representar esta batalla interna
en cada ser humano y dice: “Esta realidad de opuestos empuja al personaje a reconocer sus partes ignoradas, revelando en ellas el potencial sepultado bajo su falta de conciencia. Solo el ajedrez contiene la clave y estrategia para combatir sus propios impulsos latentes”. Siguiendo la compleja pero fidedigna simbología del ajedrez, como lo hiciera Lewis Carroll en Alicia a través del espejo, el personaje de Domingo sostiene esta batalla desde sí mismo, planteando una psicosis que puede ser enfrentada con las maniobras que el juego de mesa propone. De uno y otro lado del tablero se encuentra la misma persona. Se trata de un paseo por las profundidades de la mente a través de un complejo recurso lúdico y muy intelectual; una especie de ironía pues para jugar ajedrez se requiere de un ejercicio racional, mientras que para abordar la naturaleza de la mente es necesaria una mayor intervención de tipo sensorial. La pieza está creada sobre la música original de John Koening. Se trata de una selección y combinación de dos recursos: uno emotivo —la danza— y otro racional —el ajedrez—. Veremos entonces que el ballet no se reduce a narrar situaciones de cuentos de hadas sino que la danza —y el arte en general— proporciona a la humanidad caminos para reflejar y cuestionar su entorno, y además obsequia rutas para transitar por la compleja vía de la naturaleza humana. Es un vehículo para confrontarse a sí mismo y entender mucho de lo que somos y hacemos con y en el mundo. L La compañía Opus Ballet obsequia a los lectores dos pases dobles, que serán entregados a los dos primeros mensajes que se envíen al correo makarova81@yahoo.com.mx
12 b sábado 7 de marzo de 2015
MILENIO
varia HERMANN NITSCH
ESPECIAL
Mike Weiss Gallery
Del e–book al fin de la obra–texto
El cinismo de la crueldad: Hermann Nitsch
ARCHIVO HACHE
CASTA DIVA
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
L
a discusión sobre el e-book solía centrarse en debatir si sustituiría al libro de papel. O en discutir si el e–book podría ser un gurú. El e–book no será el vencedor del libro de papel; más bien podría desaparecer antes que él. La crisis del libro no necesariamente desemboca en su extinción, sino en su neutralización como forma crítica, en su instrumentalización. El libro —incluido el digital— será reemplazado por tecnologías audiovisuales, redes, nubes, voces, implantes y servicios sinestésicos de información corporativa–gubernamental. El fin de la fase heroica del e–book puede verse con mucha claridad en el estudiantado del Primer Mundo, que consigue la versión digital de un libro por ser más práctica, barata, transportable, cómoda y, al mismo tiempo, no le dan mucho valor. El libro digital es un instrumento desechable. Se trate de Tolstoi o de un curso de econometría, el texto digital es visto como archivo pasajero. (Los clásicos son los libros menos valiosos monetaria y simbólicamente en el mundo digital. Los clásicos son la clase baja de @ccidente. El canon es el grado cero del e–status.) El libro digital es el libro menos inconveniente. Más que ser la causa de la crisis, el e–book ha frenado el fin del libro, prolongando la vida de la obra–texto. Pero la obra–texto —la obra que toma forma por la primacía y separación de un texto de otros textos, obras y medios— peligra. Es probable que en Internet comience la evaporación
de las fronteras del libro como artefacto textual autocontenido. Es posible que el sistema educativo neoliberal (o su sustituto) prescindan del libro, desintegrando la obra–texto. El libro como artefacto (y mercancía) separados solo sobrevive hoy por la precariedad tecnológica de los sistemas educativos norteamericanos (replicados en todas partes). Pero apenas sea redituable prescindir del aula presencial centrada en un profesor, bibliotecas adjuntas y cursos organizados en torno a una serie de lecturas, el libro (incluyendo el digital) será obsoleto. Cuando las universidades se integren al mundo electrónico, se virtualicen y el aprendizaje que hoy todavía se realiza en una interacción entre textos digitales y aulas presenciales se realice en atmósferas puramente virtuales, el libro terminará. El fin del libro podría ocurrir cuando el e–book pierda sus fronteras y el texto sea fundido, fragmentado, apropiado, trans–mediado. Este proceso ya tiene cierto nivel de avance: ya los sistemas educativos han logrado transformar al libro en un mero contenedor de información (explícita o decodificable). Una vez terminado este proceso, el libro digital perderá sus orillas. Ya no será relevante leer obras–texto separadas de lo demás. El texto pasará a ser un elemento periférico dentro de plataformas holo–mediáticas de adoctrinamiento. Orwell se equivocó: dentro de la pantalla estaremos nosotros y lo único fuera de ella será la conexión del Gran Hermano. L
Avelina Lésper www.avelinalesper.com
E
s ominosa la protesta y la sumisión intelectual por la clausura de la exposición de Hermann Nitsch. La obra de este hombre es un espectáculo gore que se sostiene en ideas falsas que el “gremio artístico cultural” defiende sin avergonzarse. Afirman que su performance indaga en la ritualización del sacrificio. Falso. El sacrificio tenía una razón: la ofrenda era una demostración de fe a una divinidad para que ésta se mostrara benévola, no era un acto estético o recreativo. Sin esa intención esta acción se reduce a matar por matar, es la exhibición de las patologías de una persona. Nitsch y sus supuestas orgías “dionisiacas” son un invento que carece de bases documentales. No hay ritual puesto que no hay misión, no existe una fe o religión que sacralice sus descuartizamientos. Las ofrendas humanas o animales fueron expulsadas de las religiones cuando la civilización entendió el valor ético de la vida, entonces el sacrificio fue metafísico. Matar en nombre de un credo o una ideología es criminal. Las atrocidades de Nitsch son intelectualizadas, incompatibles con la salvaje o primitiva “fe ciega” que cree e ignora. Cada vez que él ha matado a un animal para jugar con la sangre y las entrañas, lo hace con la conciencia de que los argumentos teóricos alrededor de su “ritual” son un disfraz que le permite complacer sus apetitos. Con premeditación manipula un estilo artístico y pervierte el valor de la libertad creativa y de expresión como el fanático que esgrime la religión para asesinar, los dos lo hacen bajo la impunidad de la “libertad de las ideas”. Es un cinismo descomunal afirmar que está retomando sacrificios cristianos. Históricamente, la crucifixión existió antes de Cristo, siguió existiendo después y nunca fue un ritual religioso, era una ejecución judicial pública. Las crucifixiones que hacen cada año en Iztapalapa son performances colectivos con énfasis en un voluntario que se prepara para personificar al profeta, y la exacerbación del sufrimiento es un ritual religioso para una divinidad. Las crucifixiones con personas y cadáveres de animales de Nitsch son la apología y el divertimento de un castigo que se prohibió
por su crueldad. Los académicos tendrían que ser congruentes, si es que eso es posible, y también aceptar como arte contemporáneo las de Iztapalapa. Ante la protesta de los defensores de los derechos de los animales, Nitsch advirtió que él es un “amante de los animales”. Es la eterna demagogia del estilo contemporáneo VIP. Si denuncian daños ecológicos lo hacen contaminando; hacen obras feministas reduciendo a la mujer al más inmediato estereotipo y critican el hambre desperdiciando alimentos. Es el caso de Nitsch y de muchos artistas VIP que “aman a los animales” y gozan maltratándolos, matándolos o manipulando sus entrañas. Cualquier persona que respete la vida es incapaz de utilizar restos mortales para hacer un show con algo que invariablemente significó dolor. La muerte no se recrea porque la muerte es única. Clamaron mundialmente que lo “censuraron” y cancelaron su exposición. No hay censura, hay indignación social. En Nueva York, en 2011, presencié uno de sus performances y ahí se disciplinó, lo hizo con pintura de colores y esa memorabilia la vendieron como “obras pictóricas”. En cambio acá trató de aprovecharse porque no hay ley que detenga la barbarie artística y delincuencial. La tolerancia ante la impunidad nos ha llevado a la degradación social que padecemos, la indignación es un gesto de civilidad, de urgencia para tomar conciencia de que la crueldad es insoportable. La sangre derramada siempre significa muerte y violencia. Quien exhibe esa sangre hace escarnio del dolor de otro, de su indefensión y su tragedia. Durante milenios los animales han sido víctimas de los humanos, esa vulnerabilidad, nobleza y generosidad no merecen el menosprecio del “arte”. La antropocéntrica arrogancia de Nitsch y su irracional superioridad sitúa a los animales como indignos de respeto y que tienen la función de soportar los caprichos patológicos de los seres humanos. Es intolerable que un matadero y su memorabilia sean llamados arte, y es abyecta la defensa de los “intelectuales” a una “obra” sociópata. L