Laberinto No.833 (01/06/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

FILOSOFÍA DE ALTAMAR

FERNANDO ZAMORA

JULIETA LOMELÍ

Durmiendo con Ted Bundy

Los dones del buen maestro Foto: COTA Films

SÁBADO 01 DE JUNIO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 833

Las dos patrias de Joan Margarit Una entrevista de Diego José/ FOTOGRAFÍA: ADRIÁ COSTA

Imagen: Anselm Feuerbach


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ANTESALA

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CASTA DIVA

Esclavos sexuales VIP AVELINA LÉSPER @www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA COLECTIVO GELITIN

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a Tierra es plana, la sostienen cuatro pilares del arte oficial: la ignorancia, la mediocridad, la escatología y por supuesto un robusto curador. La fructífera y complaciente relación del Estado y la administración de la cultura con los artistas VIP y sus promotores es la demostración tangible de la maleabilidad de las ideologías, la tendencia discursiva es irrelevante, el amasiato no va a terminar nunca. La metáfora de esta amatoria participación está en exhibición en la Sala Arte Público Siqueiros (SAPS), de Polanco. La exposición y el performance superan las expectativas de las sectas de esclavas sexuales, ahora tan de moda, porque aquí, la esclavitud la ejerce un estilo de arte que es capaz de someter al Poder mismo. La exposición Gelitin sincronizada gelatin reúne los restos de la orgía performance que sublima la relación del arte contemporáneo VIP con el Estado. El colectivo austriaco financiado con el erario público, se fotografió presumiendo sus erecciones, “en un giro a los paisajes románticos o fotografías turísticas”, efecto que seguramente sufren todos los artistas VIP cada vez que un funcionario les otorga una sala de un museo para que muestren sus intelectualizados genitales. El colectivo y la exdirectora del SAPS derrocharon recursos para decirles al público y a la comunidad artística quién es el activo y quién el pasivo en este performance que supera las ceremonias de iniciación de esclavas sexuales. La siguiente descripción es parte de la obra de arte que el SAPS patrocinó: los artistas con ropa interior agujerada en el culo, se revolcaron al ritmo de la música en vivo, “pintando” con pinceles que se metieron por el ano, con el mural de Siqueiros de fondo y en presencia de un selecto grupo de doctorados invitados que disfrutaron el show VIP. El papel “pintado” está colgado en las paredes de la sala, sintetiza el concepto que la dirección de ese museo tiene de la obra de Siqueiros. Espléndido, eso mismo ha sucedido desde hace años en esas salas y en la mayoría de los museos, los artistas y curadores VIP le “meten” a las autoridades lo que les da la gana, y lo mejor de todo es que disfrutan tanto de esta relación que casi podemos oírlos decir “Maestro por favor, pónganme la marca de su secta” y en lugar de un tatuaje les montan una orgía escatológica y los invitados aplauden. Es el arte oficial que apoyan con becas y promueven, envían a eventos internacionales y denominan públicamente como “orgullo nacional”. La historia de amor continuará, ya lo prometió su exdirectora al declarar que el INBAL está consciente que debe seguir con el proyecto. Indudablemente las debilidades del placer y de la carne son irracionales.

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Un momento de Gelitin sincronizada gelatin.

Ted Bundy: durmiendo con el asesino. Dirección: Joe Berlinger. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

La tristeza de amar a un criminal FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA COTA FILMS

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uien conozca por morbo, chisme o cultura la historia de este asesino, encontrará nuevos datos en Ted Bundy: durmiendo con el asesino. Tal vez al conocedor le extrañe que en la mayor parte de la película no haya violencia, que se desarrolle como una historia de amor banal. Y es que eso es. Y en ello radica su novedad: en contar la historia de cómo cualquiera puede enamorarse de un asesino así. ¿Dónde está el horror? En la banalidad del mal (Arendt), en que no hay nada que prevenga a la mujer en torno a este hombre con el que duerme seis años, el que le prepara de desayunar, el que adora a su hija pequeña. ¿Y Ted Bundy? Según el director, la ama también. Pareciera superior a sus fuerzas la necesidad de escapar para cometer algunos de los crímenes más brutales de la historia del asesino serial estadunidense. Liz es una chica de baja autoestima. Se nos presenta en un bar tomando copas con su mejor amiga. Llegado el momento expresa que no hay hombre que se vaya a fijar en ella, entre otras cosas porque le inhibe ser secretaria y ser madre soltera. Un absurdo. Y su amiga se lo dice y, para convencerla de una vez, le señala a un tipo sonriente, bien parecido, que al otro lado de la barra le hace ojitos y coquetea. Ella

coquetea también. Levanta la copa ilusionada. En poco tiempo Liz y su galán (quien podemos suponer que es Bundy) se encuentran bailando. Coqueteando, se miran durante un tiempo largo en que ella alcanza a decir antes de caer rendida ante él: ni siquiera sé tu nombre. Y no. No lo sabe. Se besan. ¿Por qué Bundy ha decidido no asesinarla? De eso trata esta película que hay que ver. Y no solo si se es amante del cine de estos vampiros contemporáneos que llaman asesinos seriales. Además, los diseñadores de arte han conseguido reproducir la época de los crímenes que tuvieron lugar en la década de 1970. El director consigue también que sus actores se vistan de todos aquellos que participaron del drama: la hija de Liz, la amiga, los policías, las mujeres que, enloquecidas, caían de amor ante el asesino y sobre todo él: Bundy. El actor Zac Efron consigue la sonrisa cínica, los ojos que se iluminan como para decir te amo y voy a cortarte

Zac Efron consigue los ojos que se iluminan como para decir te amo y voy a cortarte la cabeza

la cabeza cuando hayas muerto. Y voy a hacerlo con una sierra industrial. No es poco. La gente que conoció a Bundy relata que se trataba de un hombre gentil, típico estadunidense trabajador que soñaba una vida de horarios estables, buen coche, buena paga y un perro de aguas ladrando al porche. Interpretar a estos seres que, ilusos, son incapaces de darse cuenta de que entre ellos vive un asesino, sorprende, pero más sorprende la interpretación de Efron, un hombre que se estrena en su primer papel de carácter. En él explota la transición inquietante entre la sonrisa siniestra y la seductora, la que a cualquier persona parece decir: “¿Dudas de mí? Sería incapaz de hacerte daño”. Así pues, Ted Bundy: durmiendo con el asesino tiene un guion tan bien construido que, aunque uno sabe qué va a pasar, encuentra inevitablemente misterios. ¿Quién denunció a Bundy? Saber o no saber la historia resulta anecdótico en esta obra. Lo interesante consiste en desentrañar un misterio todavía más profundo: ¿por qué podemos enamorarnos de gente así? De ello trata esta película que trasciende el género del thriller para introducir al espectador en la tristeza de lo que significa de verdad, desde lo más profundo, amar.

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ANTESALA

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POESÍA

Migraciones

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LOS PAISAJES INVISIBLES

Vigilar el hueco

(fragmento) GLORIA GERVITZ

y mi mamá se hizo vieja y en un domingo se puso un zapato azul y un zapato negro y ella sin darse cuenta y con sus perlas y su broche de jade y el absurdo de esos zapatos y la desolada desoladísima desolación de esos zapatos *** tuve respuestas más recónditas que las preguntas lo que de veras soy escapa a mi entendimiento no sé quién en mí decide por mí y salto al abismo de las alturas y me enredo en mis propias alas *** y cada día es único imprevisible imperfecto solo el vacío es perfecto y la vida está llena de imperfecciones y no sé cómo vivirla Con estos fragmentos del poema que Gerviz escribe desde hace 42 años, nos sumamos a la celebración por su Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2019.

EX LIBRIS

El libro de la selva/ EKO

IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

l lunes 27 de mayo, el Museo del Louvre permaneció cerrado. El sindicato Sud Culture Solidaires denunció una progresiva degradación de las condiciones de trabajo en el recinto, mientras que un centenar de empleados se manifestó frente al Ministerio de Cultura francés para exigir mejoras laborales, entre las que destaca un aumento de agentes de seguridad pues tan solo el año pasado, el número de visitantes superó los diez millones. El asunto me puso a pensar en las opresivas circunstancias bajo las que dichos custodios llevan a cabo su labor, en estos tiempos en que el arte se hace cada vez más invisible y los espacios emblemáticos se tornan simples escenarios para los amantes de la selfie o pomposo decorado para postales de Instagram. ¿Decía que el arte se hace cada vez más invisible? Quizá lo mejor sería apuntar que es invisible por esencia. Desempolvemos una anécdota. En 1911, Vicenzo Peruggia se robó la Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci, de la manera más sencilla: entró tranquilamente al Louvre, descolgó la obra a pesar de que el marco se sostenía de cuatro clavijas de hierro, sacó el lienzo y dejó la moldura en el recodo de una escalera. Con la obra enrollada bajo la bata que vestía, Peruggia salió del museo y volvió a su casa en autobús. La tan campechana ratería reveló algo singular: los visitantes, incluidos los agentes de seguridad, no se percataron del hurto hasta 24 horas después, pero eso produjo otro atractivo para el museo. Durante un tiempo, la gente fue a contemplar el hueco que dejó la obra de Da Vinci, fenómeno que le sirvió al psicoanalista Darian Leader para su ensayo El robo de la Mona Lisa. Lo que el arte nos impide ver, una aguda reflexión sobre el espacio vacío, la desaparición virtual y la experiencia simbólica del arte. Durante algunos años, el intrépido asalto de Vicenzo Peruggia generó una encrespada discusión sobre la seguridad del que es, quizá, el museo más representativo de Europa. De hecho, evoca Leader, aparte de la crítica por las “pésimas condiciones” del inmueble, Le Figaro exigió que el Louvre “debería ser una especie de diccionario, fácil de consultar y en el que cada objeto permaneciera exactamente en el mismo lugar”. ¿Se entiende la paradójica, extraña fenomenología de lo invisible? Pero volvamos al asunto inicial. ¿A qué se enfrentan los custodios de las 952 salas repartidas en las alas Richelieu, Sully y Denon? ¿A adoradores del arte antiguo de Mesopotamia, de Levante, de Arabia o de Egipto? ¿A admiradores de Durero, El Bosco, Rafael, Van Eyck? ¿A entusiastas de la escultura, la plástica, la solidez de ese castillo al que el arquitecto Ieoh Ming Pei le diseñó su icónica pirámide? (Por cierto, Ming Pei se despidió del mundo el pasado 16 de mayo. Tenía 102 años y dejó ciertas construcciones y obeliscos de elegante belleza.) Si se tratara de aventurar un porcentaje de los visitantes que en verdad contemplan el majestuoso acervo del Louvre y no lo explotan con sus celulares como atmósfera, fondo, fetiche o cliché de sus diez días en París y hotel de tres estrellas, me atrevería a decir que esos, los estetas, apenas llegarían a un porcentaje de un solo dígito. Lo que la gente quiere ahora es mostrarse ahí, exhibirse a sí misma entre las piezas, pues lo que el museo exhibe solo cubre un recoveco (“permanece exactamente en el mismo lugar”, como exigía Le Figaro), y acaso pretenda tocar (o tiente exitosamente) las obras que no estremecen por sus virtudes sino porque el valor lo garantiza su recodo inamovible. Eso es lo que observan, inspeccionan, resguardan, vigilan los agentes de seguridad: que el insolente fotógrafo de teléfono no quebrante lo invisible que solo reaparecería al crear un hueco. No imagino peor degradación en las condiciones de trabajo, que la de la rutina que se torna desquiciante porque te impide ver.

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PENSAMIENTO

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El panorama dibujado por Gustavo Leyva en su ambicioso ensayo encuentra aquí un eco a sus trazos y reflexiones

México: su filosofía en el siglo XX

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LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT ILUSTRACIÓN SHUTTERSTOCK

n México se han dado aproximaciones originales a los temas perennes de la filosofía y se han planteado nuevos problemas, más allá de los que provienen de las mentalidades europea y anglosajona. La filosofía en México no es solo un episodio de los estudios latinoamericanos, sino que debe situarse como una forma de pensar propia y autónoma, integrada a la vez a la filosofía universal. Un planteamiento cercano al anterior se encuentra en el libro La filosofía en México en el siglo XX (2018). Gustavo Leyva, su autor, ubica la filosofía en México en su propio contexto y en el latinoamericano; destaca sus especificidades, pero al mismo tiempo reconstruye minuciosamente sus influencias extranjeras exponiendo las principales tesis e ideas de filósofos europeos, anglosajones y, en algunos casos, latinoamericanos; explica con absoluto rigor la asimilación de esas filosofías importadas, ahondando en su desarrollo y transformación en un entorno político y cultural distinto del europeo y el anglosajón; expone, en detalle, procesos intelectuales complejos que derivan en una visión particular de la filosofía que, si bien podría parecer regional, no se deslinda por completo de la filosofía universal y, de hecho, forma parte del desarrollo general de las ideas filosóficas. Positivistas y antipositivistas En poco más de mil páginas, Gustavo Leyva revisa los problemas planteados por la filosofía en México desde

comienzos del siglo XX, su desarrollo y la forma en que han estado presentes en la historia del México moderno, caracterizado, desde finales del siglo XIX, por sus esfuerzos permanentes de modernización económica, sociopolítica, cultural y educativa. El libro comienza con un ensayo sobre el positivismo, seguido por otros dos en los que se exponen dos críticas distintas al positivismo, la primera elaborada por el Ateneo de la Juventud, y la segunda por el neokantismo. Leyva explica el proceso de recepción e instauración del ideario liberal y del positivista, y la manera en que se convirtió en la justificación ideológica del Porfiriato. El Ateneo de la Juventud reaccionó contra esa forma de modernización centrada exclusivamente en el progreso económico, científico y tecnológico, apostando, en contraste, por un proyecto educativo capaz de enfrentar los excesos del cientificismo, la industrialización y la fascinación por lo europeo. Los miembros del Ateneo se dieron a la tarea de recuperar los valores culturales, éticos y estéticos propios de la realidad mexicana y latinoamericana. Sobre el Ateneo de la Juventud se ha escrito bastante. No, en cambio, sobre el neokantismo en México. Tras una detallada introducción a las Escuelas de Baden y Marburgo, Leyva explica la influencia de Ortega y Gasset en la transmisión del neokantismo hacia México, destacando el papel de filósofos como Adalberto García de Mendoza, Francisco Larroyo y Guillermo Héctor Rodríguez. La irrupción de la filosofía continental En el siguiente ensayo se describe detalladamente la irrupción de la fi-

losofía continental, sobre todo de la fenomenología, el existencialismo y el historicismo. En lo que respecta a la fenomenología, Leyva distingue dos etapas. La primera de ellas remite a cuatro filósofos mexicanos (Adalberto García de Mendoza, Antonio Caso, Eduardo García Máynez y Samuel Ramos); la segunda a los filósofos españoles transterrados (en especial, Joaquín Xirau, Eduardo Nicol y José Gaos). La descripción de la primera etapa incluye una breve disquisición acerca de cuáles habrían sido las rutas precisas por las cuales la fenomenología entraría a México. El desarrollo de la segunda etapa es mucho más amplio, puesto que, como se sabe, los exiliados españoles no solo fortalecieron la fenomenología en México, sino también el historicismo y el existencialismo que habían aprendido gracias a la genialidad —hoy en día injustamente relegada y desdeñada por varios filósofos— de Ortega y Gasset. Ortega influyó notoriamente en varios filósofos españoles: Joaquín Xirau, Eduardo Nicol, Juan David García Bacca y José Gaos, que hicieron escuela en México. Los alumnos de Gaos, por ejemplo, fueron Luis Villoro, Alejandro Rossi, Fernando Salmerón, Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Ricardo Guerra y Carmen Rovira, entre otros. La versatilidad intelectual de Gaos resulta fascinante. Además de traductor y de ser quien más contribuyó al estudio de la fenomenología en México, se interesó en el pensamiento

Leyva muestra cómo, en sus orígenes, la filosofía en México estaba vinculada a su realidad social

hispanoamericano en general y por el mexicano en particular. También intentó articular históricamente las ideas de su tiempo con la intención de resaltar las aportaciones y particularidades de la filosofía en México influyendo así, junto con las ideas de Leopoldo Zea, en las discusiones generadas a partir de la denominada “filosofía de lo mexicano”. Al reflexionar sobre las peculiaridades de la filosofía hispanoamericana, Gaos, señala Leyva, comenzó a reconocer algunos rasgos, específicamente tres, que la distinguen de la filosofía europea: un sesgo político, un carácter estético, un compromiso pedagógico y de regeneración nacional. A las ideas de José Gaos en torno a la filosofía hispanoamericana se suman las reflexiones filosóficas acerca de lo mexicano. Leyva dedica un ensayo a Samuel Ramos y el grupo Hiperión y, tras revisar las ideas de Jorge Portilla, Emilio Uranga, Luis Villoro, Leopoldo Zea, entre otros, abre un primer excurso en donde revisa críticamente varios ensayos de Octavio Paz. A pesar de lo polémico que puede resultar la inclusión de un poeta en un libro de filosofía, Leyva destaca cómo Paz trató temas de


interés filosófico (poesía, revolución, otredad, etcétera). Tras el análisis de Octavio Paz y Leopoldo Zea, sigue un ensayo en donde se discuten las filosofías preocupadas por la realidad latinoamericana, especialmente por los pueblos originarios (Dussel, Cerutti, Lenkersdorf). Le siguen tres ensayos sobre la recepción de distintas filosofías en México: el marxismo, la filosofía analítica, la filosofía continental, y, en medio de éstas, un segundo excurso dedicado a los filósofos que pensaron la relación con lo sagrado. Desafíos actuales Por el impacto que ha tenido en México la filosofía analítica, es particularmente interesante el ensayo dedicado a ésta. Sus tres principales impulsores —Villoro, Salmerón y Rossi— tuvieron una sólida formación continental. Por ello, aunque convencidos del rigor metodológico de la filosofía analítica, ninguno de los tres dejó de dialogar con los grandes filósofos europeos, ninguno perdió interés en los problemas perennes de la filosofía, ninguno dejó de escribir ensayos (además de artículos especializados), ni se alejó de los problemas históricos y los asuntos públicos. La labor de estos fi-

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PENSAMIENTO

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lósofos resulta ejemplar para recuperar en nuestros tiempos la presencia y participación de los filósofos en el espacio público. El último ensayo trata sobre temas, problemas y desafíos actuales de la filosofía. Leyva repasa la labor de todos quienes participamos de la actividad filosófica en México desde distintas áreas: la visión social y política de la filosofía de la ciencia, la filosofía de las ciencias particulares, la lógica y la filosofía de la lógica, la filosofía del lenguaje, la filosofía de las matemáticas, la teoría de la argumentación, la epistemología y la filosofía de la mente, la ética, la filosofía política, la filosofía social, la filosofía del derecho, la historia de la filosofía, la estética y la filosofía del arte. En este libro puede observarse cómo, en sus orígenes, la filosofía en México estaba vinculada a su realidad social, pero paulatinamente transitó hacia la filosofía académica. Ello fue, sin duda, benéfico para la profesionalización de la filosofía. No obstante, también tuvo efectos

La filosofía en México en el siglo XX, de Gustavo Leyva, fue publicado por el FCE y la Secretaría de Cultura.

negativos: la filosofía como una disciplina reflexiva de largo alcance y abierta a la búsqueda de respuestas ante problemas de cualquier índole parece haber quedado atrás. En cierta forma, Leyva enfrenta esa gran cuestión: ¿puede la filosofía salir del ámbito académico e incidir en lo que Husserl llamó el Lebenswelt (el mundo de la vida)? Leyva sugiere que sí, y apunta cuán importante es la formación filosófica desde la niñez, y cómo ésta podría contribuir a la clarificación de conceptos, con la finalidad de repercutir en los procesos de autoconocimiento y permitir una mayor reflexión sobre las decisiones y acciones de las personas. El tercer y último excurso trata, precisamente, de la irrupción de la filosofía política, y ahí se mencionan distintos terrenos en donde la presencia de la filosofía ha sido crucial: la condición de la mujer y los estudios de género, el análisis filosófico sobre el movimiento neozapatista, las discusiones sobre la justicia y sus distintas dimensiones (nacional, internacional

y cosmopolita, transicional, restaurativa, etcétera), el debate filosófico sobre la democracia... La lectura de este excurso deja claro, a mi juicio, que la filosofía tiene mucho que aportar ante los problemas del espacio público: pobreza y marginación, violencia y discriminación, salud pública, derechos de los migrantes y otras minorías, y un largo etcétera en donde la filosofía puede intervenir esclareciendo conceptos y argumentos, analizando las aristas de cada problema y, por supuesto, sugiriendo alternativas de resolución. Leyva añade unas consideraciones finales y dos apéndices: uno sobre las instituciones mexicanas en donde se enseña filosofía y otro sobre las revistas mexicanas de filosofía. Si bien este libro resulta controversial al discutir las ideas de algunos filósofos, es una aportación relevante a la historia intelectual mexicana y, por supuesto, a la filosofía. Es quizá el estudio más completo y minucioso que se haya escrito sobre la filosofía en México en el siglo XX y, como tal, un referente obligado para los estudios filosóficos. Es, también, una incitación a reflexionar sobre la labor filosófica en nuestro país.

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DE PORTADA

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El poeta Joan Margarit asume en esta entrevista su condición bilingüe y repasa los momentos que marcaron su trabajo

“Hay que buscar lo universal entre tanta cosa inútil”

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DIEGO JOSÉ FOTOGRAFÍA CORTESÍA JOAN MARGARIT

Joan Margarit le concedieron el prestigioso Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el cual se suma al Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda que recibió en 2017. Nos encontramos a través de Skype. Cómo quisiera saludarle de mano, sentir su voz sin las momentáneas interferencias. Le digo: Joan, se pierde la señal. Ambos reímos. Responde con la risa oportuna de quien comprende una complicidad poética. Me dice: “Se pierde la señal es el título de un libro mío”. Conversamos con la cadencia de quienes han escapado momentáneamente del tiempo. Pienso que conversar con Margarit es un obsequio que me da la poesía. Le pregunto cómo recibió la noticia del premio. Recuerda con entusiasmo que este cauce afortunado de reconocimiento hacia su poesía comenzó en México, en 2013, con el Premio Víctor Sandoval de Poetas del Mundo Latino, que ese año también recibió José Emilio Pacheco. Su voz se enrosca en el recuerdo: “Yo llevaba en esos días a José Emilio en su silla de ruedas, y al cabo de regresar de aquel viaje ya me llamaban para ir a su entierro. Esto sucede a mi edad: descubres personas con las cuales hubieras podido tener una gran amistad, que hubieras podido querer mucho y ya no hay tiempo”. Con sigilo, pero con alegría, vamos entrando en esta conversación. “Tú sabes —me dice Joan Margarit— que yo soy un poeta de dos lenguas, no traduzco sino que trabajo a la vez dos poemas que no son ajenos el uno

del otro. Fíjate, Amar es dónde es un ejemplo del catalán-castellano. El libro en catalán es Des d’on tornar a estimar que, traducido literalmente al castellano, es ‘desde dónde volver a amar’. Cómo se llega a estos títulos. Si esto me lo hace un traductor, igual no se lo admito. La suerte es que soy el mismo. Por eso traducir es imposible”. Existe una tendencia en buena parte de la poesía que se escribe actualmente que rehúye a la primera persona, al yo poético, más allá del pronombre. Sin embargo, tu obra, lejos de evadir el testimonio, se planta con firmeza para decir “hablo de mi vida”. ¿En qué sentido la biografía trastoca al poeta, y viceversa, cómo es que la poesía incide en la propia vida? Mi último libro publicado toma el título de un verso de un poema mío: Para tener casa hay que ganar la guerra. Parece una biografía pero no lo es. Se trata de un recorrido por mi infancia, adolescencia y primerísima juventud con un objetivo: buscar por qué he escrito esos poemas y no otros. En esto andamos, buscando responder a esta pregunta. Porque esa pregunta solo se puede responder hasta el final. Mientras estás sobre la marcha, a veces no sabes en qué tren vas subido. Al final, cuando llegas, sí que sabes qué viaje has hecho. El viaje del poeta es único. La diferencia entre un prosista y un poeta es muy clara. La prosa es un signo de cómo va la cosa. Si alguien le cuenta su vida a un novelista, éste puede interesarse por escribirla; en cambio, para el poeta es distinto. La novela tiene muy poco que ver con la poesía. A veces he dudado y sigo dudando si la poesía es literatura. Si soy poeta en vez de novelista, mi afecto y mi relación con los otros me lleva

a decir: Diego, quiero ponerte en un poema. No puedo funcionar como el novelista; tengo que meter a ese personaje que eres tú dentro de mí. Luego esa persona se va, pero ya está dentro de mí. Como poeta, no puedo trabajar con nada del exterior, tengo que trabajar mirando dentro de mí. Nada más. Es una diferencia brutal. Dentro de mí hago una operación complejísima: busco algunas cosas que no son aún lingüísticas. Lo que sucede es que muchas veces solo encuentro mierda, aburrimiento y muchísimas cosas que no interesan a nadie. La inspiración es saber buscar lo universal entre tanta cosa inútil; algo que está, no solo dentro de mí, sino en ti y en todos mis lectores: buscar un universal. Puedo equivocarme. Ser un mal poeta consiste en identificar un universal que es falso. Pero si acierto con eso que es universal debo ponerlo en palabras. Ahí puede venir mi segundo fracaso: que no sepa poner esto en un lenguaje claro. Si triunfo, y he conseguido un poema correcto, es decir, que contiene un universal, el lector o la lectora dirá: ¡pero si soy yo! Si no se produce esto, el poema no funciona. Al recorrer tus libros, me resulta palpable la idea que sugiere que la biografía de un poeta está en sus libros. Esta asociación entre palabra y experiencia me hace pensar que hay libros que definen la trayectoria de ese tren, tanto en la escritura como para la existencia. ¿Cuáles de tus libros consideras esenciales en tu propia transformación? El primer poema que aparece en mi obra completa es de los 40 años, pero

“Tengo dos lenguas, pero sé que he de empezar el poema por la lengua materna”

yo escribo desde los diecisiete. Antes de Todos los poemas, hay otros libros publicados. ¿Dónde arranca el problema? Pertenezco a la cultura catalana, es decir, a una lengua sin Estado, una cultura comparable a la española, pero sin Estado. Entonces, a los 18 caí en una trampa: en pleno franquismo, en plena dictadura que prohibió el catalán —porque no aprendí a escribir catalán, hablábamos en casa coloquialmente, pero estaba prohibido—, hice un silogismo simplón: como la poesía es literatura y yo de letras solo sé bien castellano, por lo tanto, escribiré en castellano. Entré en el territorio propio de la poesía, ese territorio que ve dentro de uno, pero con el arma de una lengua que no es la materna no haces nada. Llevo 60 años buscando a un gran poeta que haya escrito su obra en una lengua que no sea la materna. Tardé 20 años en darme cuenta de esto y publiqué cuatro libros en castellano; el primero lo prologó Camilo José Cela. Pero sé que no valen nada, que poéticamente no valen nada, y sigo intentándolo, hasta el día en que escribiéndome con el gran poeta catalán Miquel Martí i Pol, me dijo en una carta: “hice una gran incorrección, le mostré la última de tus cartas a mi hija y le pregunté si la persona que ha escrito esa carta podría escribir poesía en catalán”. Cuando leí esto en la carta de Miquel Martí i Pol, me quedé, me quedé… Vaya, el hombre que piensa en esto lleva 20 años intentando escribir un poema, con cuatro libros en la espalda. Cambié radicalmente de lengua y empecé a escribir en catalán. Me vino una locura, porque reconocí y descubrí mis palabras en mi interior más oscuro y me entusiasmó. Y el entusiasmo me dictó ocho libros en catalán que obtuvieron premios, pero que tampoco valían nada, precisamente por ese exceso de entusiasmo.


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Joan Margarit recibió el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Entonces me serené y empecé a escribir. Lo primero que descubrí es lo siguiente: Franco me dio el castellano a golpes de porra de la policía, no le voy a devolver el castellano, me lo quedo. Tengo dos lenguas, pero desde entonces sé que he de empezar el poema por la lengua materna. He de empezar por el catalán. Tenía casi 40 años y nació el poeta que tú conoces,

que está en mi obra completa, y ese poeta tiene todo esto detrás. Así es, como parte de ese cálculo de estructura que es el proceso para hacerse poeta. Sigo amarrado a mis dos lenguas. Ya sé que he de utilizar primero la catalana. porque si utilizo primero la castellana vuelvo a caer en mi antiguo error de ju-

ventud. He de empezar por la catalana. Empiezo un poema que durará unos tres meses entre mis manos. Tres meses que acojo cada día. A la primera semana está solo el catalán; a partir de la segunda semana están las dos lenguas. ¿Consideras viable que la lengua catalana tenga al fin un Estado? Creo que ha pasado el tiempo de esto.

Después de haber podido lograr esto en los siglos XVII, XVIII y XIX, vino la época de las nacionalidades, que ya se está acabando, y estamos reivindicando una cosa que es del XIX, cuando vamos ya en el XXI y no se sabe si la Tierra terminará siendo un papel para moscas, lleno de personas. En estos momentos de cambios hacia ese peligrosísimo final, hacer una reivindicación que es del siglo XIX le veo poco futuro. Soy nacionalista catalán. Estoy harto de que me manden en otra lengua, pero creo que se nos ha pasado el tiempo. Osadía y humildad, has dicho respecto a la actitud del poeta. ¿Cómo se logra esto frente a una sociedad que menosprecia lo poético? La osadía forma parte del propio poeta. La gente sabe, aunque ahora se ha puesto en duda, que se nace poeta: tu capacidad para mirar dentro de ti y encontrar un universal. Eso no se aprende en ninguna Facultad, lo tienes o no lo tienes. Y si no lo tienes y piensas que lo tienes, se ha jodido tu vida. Si eres poeta y posees la intuición de buscar los universales dentro de ti no hay quien te pare. El problema está en creerse por encima de los demás, y solo los estúpidos pueden llegar a esto. Me explico: ningún poeta puede estar seguro de haber escrito grandes poemas porque esto no se sabrá hasta un par de generaciones después y tú ya no estarás. Puedes tener signos, te pueden dar un premio, un crítico famoso te puede hacer una alabanza. pero eso no son seguridades. Los premios están llenos de gente que luego no vale nada, los críticos se han equivocado millones de veces alabando malos poetas. Recuerdo un poema de Casa de misericordia, “Apilando leña”, donde encuentro la dura metáfora de los afanes del poeta: “El hombre suele recoger del bosque/ troncos caídos con la tempestad./ Va apilando la leña tras la casa. De cada uno sabe/ qué lo hizo caer, dónde lo recogió”. ¿Cómo has confirmado esta postura frente al dolor? Fue un momento concreto de mi historia personal y de mi historia poética, el momento en que mi hija Joana enfermó de un cáncer del páncreas y supimos que no había solución. Hice frente a esto con los recursos que tenía, pero me dije: si la poesía no me sirve ahora, no vuelvo a escribirla más. La poesía, según lo que yo había oído de los especialistas, no debía escribirse en caliente. Pero yo decidí que necesitaba la poesía en ese momento y no al cabo de los años. La necesitaba en el día a día de esos meses. Tras decidirme a abandonarla si no me servía, escribí lo que considero mi mejor obra.

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TERTULIA

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PERSONERÍO

RESEÑA

Nombres y apellidos JOSÉ DE LA COLINA

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Qué significan un nombre o un apellido? Preguntas semejantes dispara la dulce Julieta Capuleto inclinada en el nocturno balcón hacia su inmediatamente amado-enamorado Romeo Montesco: “¿Qué significa Montesco? No significa mi mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna de nadie. ¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo perfume si se llamase de otro modo. Y Romeo, aunque tuviese nombre distinto, conservaría las raras perfecciones que atesora”. Pero de nada servirá la razonable rebelión de la doncella contra la gratuidad semántica de los nombres y apellidos: los dos inocentes enamorados precisamente irán a la muerte a través de una trama de odios y aún más: el mismo gran autor de esa tierna y feroz tragedia portaba un apellido que significa “sacudidor de lanza”: Shakespeare (to shake: sacudir; spear: lanza), y, a menos que alguna vez blandiese en el teatro una lanza de guardarropía, haciendo un papelito de lancero (pues también era actor milusos), no habría blandido en toda su vida otra cosa que la pluma de ganso, mojada en tinta y no en sangre, y solo para escribir las obras de, casualmente, un tal William Shakespeare. Por otro lado, en esto de los nombres y apellidos, los hay premonitorios, determinantes de un destino. Un gran poeta portugués del siglo XX se apellidaba Pessoa, que en su idioma natal significa “persona”, que a su vez significa en latín (según el inmarcesible Joan Corominas) “máscara de actor” o “personaje teatral”. Y da la casualidad que Fernando Pessoa era creador y portador de varias personas poéticas en función de heterónimos, vale decir máscaras o personajes, y todos eran poetas: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Alvaro de Campos y quizá algunos más que pululaban en su espíritu de gran poeta y tenaz lisboeta. Por ejemplo: ¿qué significa Bonifaz? El nombre, que también es apellido, deriva (según Gutierre Tibón) del vocablo latino Bonifacius, que a su vez significa bonum facio, “hacer el bien”, y esto, según mi lexicón personal, debe, en el caso de Rubén Bonifaz Nuño (nacido en Córdoba, Veracruz), entenderse tanto en el sentido de ser hombre bueno como en el de hacer bien las cosas: ser buen hacedor, un miglior fabbro. Bonifaz: un apellido de buena faz, a la vez rotundo y tierno, que parece dar buena suerte a su portador y da gusto hacerlo rodar sonoramente con sus cuatro sílabas (es palabra aguda, luego la última sílaba vale por dos). ¿Y acaso no es reconfortante saber que existió en el mundo un hombre tan espléndidamente llamado Rubén Bonifaz Nuño? Si su tocayo Rubén Darío profirió aquello de “¡Torres de Dios, poetas, liróforos celestes!”, Bonifaz fue, a mucha honra, un liróforo terrestre. Él cantaba asuntos de la tierra, de aquí y de ahora, del hombre citadino, del ser humano espiritualmente en pelotas y a veces en los huesos, de la ciudad y de sus infernales salones danzantes (donde “buena es la vida/ con baile, terror y sinfonolas”); y en sus poemas no hay más cielo que el visto por el poeta reflejado en los ojos de la mujer amada, deseada, destinada a la pérdida entre el recuerdo y el olvido (“juego a perderte/ y a descubrirte,/ y sé que te descubro/ siempre mejor de como te he perdido”).

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El autor de La tertulia. Ensayos sobre literatura mexicana.

Crítica en primera persona Guillermo Vega Zaragoza sigue el rastro de 30 escritores mexicanos a través de un siglo

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SILVIA HERRERA FOTOGRAFÍA YOUTUBE

extos que van de 1987 a 2017 se reúnen en La tertulia. Ensayos sobre literatura mexicana (El tapiz del unicornio, 2019) del también poeta, cronista y cuentista Guillermo Vega Zaragoza. Si bien el autor no se considera un crítico literario, porque en su opinión para realizar esta labor se necesita tener un buen estómago, ha conjuntado un volumen de poco más de 300 páginas. Vega Zaragoza prefiere llamar a lo que lleva a cabo, apropiándose de una expresión de Alberto Ruy Sánchez, “crítica en primera persona”, en la que ante todo busca contagiar al lector del entusiasmo que él sintió al leer las obras de las que escribe. Como buen lector de revistas y suplementos, aprendió sus técnicas acercándose a la sección de crítica. Federico Patán, Ignacio Trejo Fuentes y Sandro Cohen —excolaboradores de sábado de uno más uno— se cuentan más entre sus admiraciones. Propuesta de un canon personal y aportación a la historia literaria local, el libro de Vega Zaragoza recorre poco más de 30 autores. Hay nombres con un lugar indiscutible en nuestro paisaje (Martín Luis Guzmán, Carlos Fuentes, Elena Garro, Juan García Ponce, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Vicente Leñero), y la recuperación de otros que si bien han creado una obra de calidad reconocida no tienen la fama que se merecen (Miguel N. Lira, Gustavo Sainz, Juan Bañuelos, Jaime Augusto Shelley, Guillermo Samperio). El ordenamiento que ofrece Vega Zaragoza parece cronológico —abre

con los autores de más edad y cierra con los jóvenes—, pero la parte media resulta más anárquica. Los dos textos con los que abre —dedicados a Martín Luis Guzmán y Miguel N. Lira— brindan una perspectiva de su método de exposición: acercándose a un libro específico o realizando un análisis global. En el caso de quien fuera miembro del Ateneo de la Juventud, se desmarca de sus libros emblemáticos —La sombra del caudillo, El águila y la serpiente— y opta por un volumen de corte político en el que expone su ideario liberal: Necesidad de cumplir la Leyes de Reforma. Lo contradictorio de quien vio en la Reforma “la primera cristalización del ideal progresista de México” es que en la etapa final de su vida se volvió un conservador que apoyó la represión gubernamental en contra del movimiento estudiantil de 1968. En el caso del también editor Miguel N. Lira (publicó la obra inicial de Octavio Paz y Efraín Huerta), Vega Zaragoza hace un repaso general de su obra que abarca poesía, teatro y novela, destacando especialmente su trabajo en este último género. La escondida, acaso la más famosa, fue llevada al cine por Roberto Gavaldón, con guion de José Revueltas

Apoyándose en el trabajo de otros, Vega comparte sus simpatías y diferencias

y Gunther Gerzso. En el caso de Una mujer en soledad, su otra gran novela, un crítico la comparó con El infierno de Henri Barbuse. Así, ofreciendo datos, apoyándose en el trabajo de otros colegas y haciendo perfiles de los autores, el ensayista comparte sus simpatías y diferencias. Pero por no considerarse crítico, en ocasiones introduce observaciones y disquisiciones, supongo que para hacer más amable lo que escribe, que al final obstaculizan y desvían la lectura del tema. Por ejemplo, al comentar el libro En esto creo, de Carlos Fuentes, en el que habla de su hijo Carlos, muerto prematuramente, acota entre paréntesis: “pero qué barbaridad estoy diciendo; ¡todos los fallecimientos son prematuros, y más si se trata de un joven de 25 años!” No sé si quiso hacer un chiste o verse ingenioso, pero fracasa en ambos casos. En el ensayo que le dedica a Vicente Leñero, comienza el texto con una larga introducción en la que cuenta que iba a entrevistarlo pero la grabadora se le descompuso y además que la revista que le hacía estos encargos no le pagaba. Al terminar de leer, uno se pregunta: ¿y esto qué tiene que ver con la obra de Leñero? En otros casos, como los ensayos dedicados a Hugo Gutiérrez Vega y Huberto Batis, que fueron sus maestros y editores, los recuerdos no están de más y sí refuerzan los textos. En fin, para bien o para mal, este es el estilo “Vega Zaragoza”. Asumiendo mi ortodoxia, gocé más los textos donde se acerca a los autores sin rodeos. Así considero se dialoga mejor

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EN LIBRERÍAS

1 DE JUNIO 2019

NARRATIVA, ENSAYO Memorias de un hijueputa

La ciudad y la ciudad

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A FUEGO LENTO Kamasutra para dormir a un espectro

Anticitera, artefacto dentado México, 2018

Fernando Vallejo Alfaguara México, 2019 192 páginas

China Miéville Nova México, 2019 383 páginas

Clara Janés Siruela España, 2019 195 páginas

“Empecé como presidente, seguí como dictador y hoy ando de tirano superándome en mis hazañas”. Así se define el protagonista de esta novela, quien tiene a los colombianos como objeto de sus invectivas. Este tirano posee algunas características del autor; como Vallejo, por ejemplo, estudió cine en Roma; en algún momento sus furores se dirigen a “un huerfanito sexagenario de apellido Faciolince”. Y no podría ser un libro de Vallejo si no aparecieran ataques contra el catolicismo.

De China Miéville se ha dicho que rivaliza con Philip K. Dick y Raymond Chandler, y que está entre los grandes innovadores de la ciencia ficción al crear la llamada “fantasía antisistema”. En esta novela, el asesinato de una joven revela la naturaleza de dos ciudades gemelas, cada una de las cuales ignora la existencia de la otra. La investigación conduce a una trama nacionalista y al mismo tiempo a una trama de unificación política, como en un juego de espejos rombos.

Tres zonas componen este libro: “El color prohibido”, “Kamasutra para dormir a un espectro” y “El jardín de las delicias”. Practica por igual la poesía, el ensayo y el minirrelato, y se mueve en las fronteras del misticismo y el erotismo. De esta manera, Janés da forma a la aspiración que proviene del Cantar de los cantares y encuentra un momento culminante en Santa Teresa: la comunión de la Amada y el Amado, la nostálgica síntesis de Una y Otro.

Cuando Moctezuma conoció a Cortés

Ironías de la ficción y la metaficción

Imaginarios

Matthew Restall Taurus México, 2019 576 páginas

Lauro Zavala UACM México, 2019 376 páginas

UACM México, 2019 389 páginas

Para el historiador Francis J. Brooks, el encuentro entre Moctezuma y Cortés el 8 de noviembre de 1519 significó el “momento mítico” del nacimiento de la historia moderna. A contracorriente de la opinión generalizada de que la conquista de México es “uno de los temas más extraordinarios de toda la historia”, Restall quiere matizar el adjetivo haciendo “algo más que solo otra narración de la misma historia”. Entre sus recursos se halla el de involucrar a personajes tenidos por secundarios.

La RAE define la ironía como “Burla fina y disimulada”. El estudioso Wayne Boots puntualiza que antes del siglo XVIII era “el menos importante de los tropos”, a pesar de lo cual pueden encontrarse no pocos ejemplos en las culturas antiguas. En nuestra época “es un elemento distintivo en toda la literatura”. Centrándose en cine y literatura, el autor pretende demostrar que la ironía en la narrativa “permite disolver las fronteras creadas por varios siglos de tradición”.

Veintiún ensayos reúne este libro concentrado en reflexionar sobre “las múltiples marcas que la condición sexogenérica y social” imprime en la producción artística. El punto de partida es la existencia de un “arte feminista” y de una “crítica feminista del arte”. La idea tradicional de Mujer, que bajo la concepción masculinista se reduce a un mero objeto corporal, sufre aquí una violenta sacudida. La imaginación liberada se presenta asimismo propositiva y rigurosa.

Huerta, Castro (coord.)

Armonía de las esferas ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

A

nticitera, informa Wikipedia, es un mecanismo diseñado en los siglos II o III antes de Cristo capaz de predecir los movimientos astronómicos. Uno de estos mecanismos fue hallado en el amanecer del siglo XX entre los restos de un naufragio en los márgenes de la isla griega de Anticitera. Hasta aquí la enciclopedia. Con este hallazgo entre manos, Aura GarcíaJunco funda una novela inusitada donde confluyen el saber pitagórico, los arcanos del hermetismo renacentista y algunas leyendas medievales transformadas en gran literatura. Sorprendente es la materia de Anticitera, artefacto dentado (Fondo Editorial Tierra Adentro) y aún más su arquitectura. Desde Arquímides y el constructor de máquinas Herón hasta los tiempos inaugurales de la imprenta, seguimos el rastro de un objeto cargado de poderes divinos. Puede, según sus poseedores, “cambiar el orden de la bóveda celeste; de acelerar el curso del tiempo y la de por sí breve existencia humana”. Pero Anticitera asegura también la locura, el infortunio, el ostracismo. Como si escribir fuera ensamblar, Aura García-Junco elabora pequeñas piezas sin aparente relación entre ellas. Lo mismo concibe al lector de un extraño manuscrito que a una discípula de Arquímedes que se hace pasar por hombre o a una hermosa mujer que “vive entre los aromas de la mañana abierta”. No tardamos en sospechar que, como Anticitera, hecha de pequeñas piezas que solo mediante su correcta armonía pueden trabajar a la par, Anticitera, la novela, sigue el orden de su gemela. De pronto, uno se siente participando de ese otro mecanismo que es El castillo de los destinos cruzados de Italo Calvino o de ese tejido de capas superpuestas que es El zafarrancho de Carlo Emilio Gadda. Los hechos, por más lejanos que se hallen en el espacio y en el tiempo, concurren en la presencia fantasmal de una caja y un manuscrito. No importa, parece sugerir Aura García-Junco, que esa presencia solo tenga espesor mediante los sonidos y las imágenes. Cada vez resulta más difícil encontrar una novela que huya del vocerío prosaico en el que se resuelve nuestro paisaje político y social. Cuando hay amor a la escritura, al encuentro feliz entre las palabras, como en Anticitera, artefacto dentado, e inclinación por el conocimiento a través de la ficción, no queda sino aceptar con gozo que aún es posible nombrar lo que no habíamos imaginado.

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PENSAMIENTO

1 DE JUNIO 2019

FILOSOFÍA DE ALTAMAR

El buen maestro Hay un tipo de enseñanza que va más allá del ámbito escolar: la que conduce a una vida feliz

V

era aprendió el verdadero significado de la libertad muy joven. Su padre le enseñó el meollo de la vida desde los siete años, cuando le repetía con insistencia: “decidirás, o decidirás que decidan por ti, pagando la cuenta de las consecuencias”. Ese pareció ser para ella el significado real del libre albedrío. El hombre severo, estricto en sus formas y un tanto distante en los afectos que profería hacia la hija, fue sin duda su primer maestro; después tuvo muchos más, unos menos significativos que otros. Un día escuchó a uno de esos “educadores” de bachillerato, que ella consideraba muy mediano y no admiraba en absoluto, decir su primera y única frase luminosa en todo el semestre. El hombre, con ese tono tedioso que lo caracterizaba, comentó al entonces apático grupo de adolescentes al que pertenecía Vera que, como escribió Sartre, “el hombre estaba condenado siempre a su propia libertad, incluso, si se tenía terror por enfrentar una decisión en la vida, en ese momento también se estaba decidiendo dejar en otros la mano de nuestra decisión”. Vera recordó entonces la enseñanza de su primer maestro alrededor de la libertad, recordó el sentido originario de lo que su padre deseaba que ella aprendiera desde el ejemplo y sin la pedantería de Sartre. Esa misma enseñanza que ahora, en su tránsito de niña que se convertía en mujer, le transmitía pero de otra manera, oprimiéndola cada vez que deseaba hacer uso de su libertad para llegar tarde de una fiesta, a lo que él, sin ninguna amabilidad lúdica, le reprendía que si quería ser libre tendría que costarle y que “cuando pudiera pagar su libertad entonces podría hacer y llegar a la hora que quisiera”. A muy temprana edad, Vera se pagó su libertad, saliendo de la casa paterna antes de entrar a la universidad. Muy agradecida con su primer mentor, hizo de la libertad, aprendida a veces de manera amorosa, a veces con penurias, al pagar la renta, la guía para su vida. Vera tomó el estandarte de la filosofía, una filosofía muy particular, como esa pronunciación que hablaba de los interiores psíquicos de la vida, de los afectos, de la sexualidad, del sentir ante la muerte, de lo que los psiquiatras llaman hipomanía, pero quizá desde la filosofía podría considerarse una creatividad exacerbada. O la melancolía de hace dos siglos, que en la actualidad llaman

JULIETA LOMELÍ @julietabalver IMAGEN ANSELM FEUERBACH

El banquete de Platón (1873).

depresión, pero que la filosofía podría pensar como falta de sentido, e incluso dar una propedéutica para evaporar la tristeza. Vera ejerció así la filosofía como esa pasión por romper todo dogmatismo o explicación del mundo que pretendiera canonizar explicaciones universales. Aguerrida ante el pánico que causan las diversas formas que un hombre o una mujer elige para existir, vio en la filosofía una práctica de la libertad, el himno contra los prejuicios, contra la intolerancia, contra la homofobia, contra las interpretaciones últimas y definitivas de cómo debe comportarse quien sea. La filosofía como una disrupción, en el radical sentido nietzscheano, ante esa moral única, en la cual no hay verdad absoluta, sino meras interpretaciones. La filosofía como libertad de ser y elegir lo que uno quiera, asumiendo que en las consecuencias de ello nunca habrá gratuidad. ••• En Tecnologías del yo, Foucault escribió que los primeros maestros griegos, fundadores de la filosofía, no eran

No hay que negar que algunas veces el arte griego de enseñar se trasladaba al plano carnal

simplemente recolectores de teorías o emuladores de ideas ajenas, sino compañeros en algún momento de vida del discípulo, profesores de sabiduría práctica. Su enseñanza trascendía el ámbito meramente escolar, se erigía “en la capacidad del maestro de guiar al discípulo hasta una vida feliz y autónoma a través del buen consejo”. La enseñanza del maestro griego era sin duda una transmisión de conocimientos, pero en el sentido más amplio del término, una que no excluía los afectos, el ejemplo con actos ni la cercanía personal con el discípulo. Escribía Marco Aurelio cartas a su “más dulce maestro”, un recuento de sus actividades diarias, como la escritura, el trabajo físico, la reflexión sobre las nimiedades cotidianas, el cuidado de su cuerpo. Un “examen de conciencia” que, como dirá Foucault, implicaba un aprendizaje práctico y amoroso de la sabiduría. Aunque se dice que los tiempos han cambiado en las relaciones entre alumnos y maestros, no hay que negar que algunas veces aquel arte griego de enseñar se trasladaba también al plano carnal, convirtiéndose en un arte erótico: “le doy a mi maestro más querido un relato de lo que he hecho durante el día, y aunque pudiera echarlo más de menos, no podría sufrir más por desperdiciar sus enseñanzas. Donde quiera

que estés, mi dulce vida, mi amor, mi alegría. ¿Cómo está la cosa entre tú y yo? Te quiero y estás lejos”. Si hemos de recuperar algo de este romanticismo escolar, más allá del espanto ético que produce el abuso de poder, es que la docencia es también esta transmisión fundada, si se quiere, en ese “amor congelado” que implica la admiración mutua entre discípulo y maestro, que inspira a ambos a sentirse implicados con intensidad afectiva en la labor compartida del aprendizaje. La transferencia como esa indómita trampa del Eros, fiel pretexto para despertar de nuevo, como escribe Zweig, “la fecunda semilla de la creación”. Recuerdo a Heidegger en una de las primeras cartas que dirigía a su alumna, la gran filósofa del siglo pasado Hannah Arendt: “¿por qué el amor es tan rico y supera todas las dimensiones de las otras posibilidades humanas?, y ¿por qué supone una carga dulce para quienes afecta? Porque nos convertimos en eso que amamos y, no obstante, seguimos siendo nosotros mismos”. Este amor que los excedía, que superaba cualquier otra de sus actividades, esa “carga dulce” que los unía, era la filosofía como forma de vida: un saber que él legaba a ella como la fecunda patria de la inteligencia, del pensamiento que no envejece.

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ESCENARIOS

1 DE JUNIO 2019

DANZA

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RESEÑA

Billie Holliday, la gran dama del jazz

C Bailarines en una calle del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Shakespeare toma las vecindades

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ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA MXCITY

a difusión de la danza desde un criterio de equidad e inclusión supone un reto grande, pues también implica romper con la genealogía de este arte cuyo origen está vinculado a elites y cortes. Hoy los tiempos son otros y la danza ha ampliado sus temas y estilos a un sinnúmero de posibilidades que permiten su diálogo con múltiples sectores. Para el caso de México, la danza no solo se encuentra circunscrita a un público reducido, sino que se ha centralizado en la capital del país, salvo honrosas excepciones que por sus empeños han logrado consolidarse en la vida cultural de sus respectivos estados pero que no dejan de ser excepcionales. Más complejo aún, dentro de esta centralidad capitalina de la danza, los escenarios también se circunscriben a un número reducido de foros y teatros cuyo acceso no siempre es posible para los ciudadanos en general. Al plantearse como propósito llevar la danza a la población que generalmente no puede acercarse a ella, la Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, ha creado el programa Vecindades con el que distintas viviendas en la Ciudad de México se constituirán como escenarios en los cuales se recibirá una propuesta dancística del coreógrafo y bailarín Vicente Silva Sanjinés: Sueño de una noche de verano, una

adaptación libre basada en la obra clásica de William Shakespeare. El objetivo de este proyecto es realizar una gira en diversas zonas de la Ciudad de México con una primera etapa que incluye 24 vecindades del Centro Histórico, Santa María la Ribera, Polanco, Obrera, Roma, Tacuba, Nonoalco, Aragón y San Joaquín en las que se ofrecerá, por lo menos, una función por mes. Con este proyecto itinerante se busca beneficiar a personas cuyos recursos económicos y de movilidad no siempre posibilitan el contacto con la danza para que conozcan y vean danza contemporánea en sus espacios cotidianos. Es importante sensibilizar a niños, adolescentes y jóvenes respecto de los potenciales de las artes escénicas como opciones de desarrollo y vida, y que los habitantes de las colonias, barrios y vecindades despierten su interés en la danza y lleven a sus espacios programas culturales. Vale recordar que las intervenciones del arte en diversas geografías, particularmente las marcadas por la violencia, han resultado muy exitosas no solo en lo que a la difusión del arte y constitución de nuevos públicos

Es importante sensibilizar a niños y jóvenes respecto de los potenciales de las artes escénicas

respecta, sino en la restauración de tejidos sociales y formación de sensibilidades diversas que promueven la solidaridad, empatía y sensibilidad cuya meta es la erradicación de la violencia sin necesidad de implementar métodos coercitivos ni punitivos. Ahora, si bien son plausibles las iniciativas que se plantean la intervención artística en espacios no convencionales, principalmente de carácter popular, es muy importante tener presente la necesidad de contar con proyectos de largo plazo cuyas etapas no se limiten a la presentación de obras que llegan y se van, sin mayor rastro o seguimiento, sino que se proponga mantener vínculos con las poblaciones con las que se tiene contacto para, además de la difusión, detectar posibilidades de establecer talleres de creación y ejecución que deriven en ejecutantes y creadores originarios de los lugares que se visitan; que gradualmente se construyan semilleros de artistas y público potencial que alimenten la vida artística del país y se constituyan en sí mismos en la orientación de las políticas culturales que se requieren, emanadas desde los que ven y hacen danza. De lo contrario, los programas serán efímeros, asistencialistas e impuestos desde fuera. Fundar vida cultural en los barrios y vecindades delinea la posibilidad de que sus habitantes la hagan suya y configuren una identidad distinta, sensible y solidaria.

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ANDREA SERDIO

on Billie Holiday. Una biografía coral es una obra de Julia Blackburn imaginada por otra autora: Linda Kuehl, quien durante años recopiló testimonios sobre la cantante. Nunca consiguió concluir el libro y terminó suicidándose en 1978 después de asistir a un concierto de Count Basie. Pero su contribución al conocimiento de Billie es invaluable. Billie Holiday nació el 7 de abril de 1915 en el Hospital General de Filadelfia y fue registrada como Eleanor Fagan. En el libro de Blackburn y Kuehl la recuerdan sus amigos y amigas de infancia, sus vecinos, sus amantes, sus compañeros en la juerga y en el jazz. Publicado por Global Rhythm, el libro escarba en la intimidad de Billie. Los testimonios la dibujan generosa, tímida, marcada por una violación en su niñez y por meses de reclusión en un orfanatorio; hablan de su pasión por la música y, desde luego, de su voz maravillosa y de su gusto —desde pequeña— por las canciones tristes, de amores desafortunados. “Cantaba con la bravura de una leona, y sin embargo parecía temerosa como una niña”, escribe Blackburn. Algunos de sus conocidos la recuerdan desde adolescente adicta a la marihuana y al alcohol y hablan de su llegada a Harlem en 1929, donde se alojó con su madre en un burdel y fue apresada en una redada contra prostitutas. En Nueva York comenzó a cantar en los clubes de jazz, de ahí saltó a las grabaciones, a las giras, al vértigo de la fama, al infierno de la heroína, a las decepciones amorosas. Pero antes de llegar a las drogas duras, pasó momentos felices, sobre todo cuando actuaba con Lester Young. “Estaban hechos el uno para el otro”, dice uno de los entrevistados. Tal vez Billie lo amaba, pero para él solo era una cantante maravillosa y una amiga extraordinaria. En estos días, cuando se encienden las robustas hogueras de la intolerancia y el odio racial no solo en Estados Unidos sino en muchos otros países, tal vez sea conveniente rememorar uno de sus mayores éxitos: “Strange Fruit”, su protesta contra los linchamientos de negros en el Sur de su país, un himno contra el racismo. Billie Holiday, Lady Day, la dama del jazz, murió de cirrosis hepática el 17 de julio de 1959. Tenía 44 años y era una estrella entre las grandes estrellas de su tiempo. Este libro nos permite acercarnos a ella y disfrutar como nunca su voz incomparable. En el cine, Billie participó en varias películas, entre ellas New Orleans, dirigida por Arthur Lubin en 1947, en la que alternó con Louis Armstrong y el mexicano Arturo de Córdova. En 1972, Sidney J. Furie dirigió la biopic Lady Sings the Blues, en la que Billie es interpretada por Diana Ross, y en 1990 Matthew Seig dirigió para la televisión el documental Lady Day: The Many Faces of Billie Holiday.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

1 DE JUNIO 2019

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto

TOSCANADAS

Folloncicos DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

S

oy un lector lento. Comoquiera me propuse hacer una relectura de Don Quijote en cinco días. No pude, pues me detengo en las palabras, repaso frases que me gustan, intento memorizar versos o sentencias: “Siglos ha ya que me vees,/ Fortuna, puesto a tus pies;/ vuélveme a ser venturoso;/ que será mi ser dichoso/ si mi fue tornase a es”. Repaso frases que me gustan. Investigo ciertas dudas, como de dónde viene la expresión “estarse en sus trece”. Curioseo con las notas al pie. Hago nuevos subrayados. Y en vez de pasar los ojos rápidamente por el texto engolo mi lectura como si engolara la voz en ciertos pasajes donde el bravo caballero amenaza a sus enemigos: “Todo el mundo se tenga si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso”, o cuando amonesta a Sancho.

DON QUIJOTE

El personaje de Cervantes representado por Gustave Doré.

Entre estos últimos, mi discurso favorito es cuando amanece el día de las bodas de Camacho, y Sancho duerme aún. Habrán de perdonar que haga una cita tan larga en un texto tan corto, pero la estrechez no es culpa mía sino del diseñador de este suplemento que no gusta de mis textos. Así despotrica don Quijote: “¡Oh tú, bienaventurado sobre cuantos viven sobre la haz de la tierra, pues, sin tener invidia ni ser invidiado, duermes con sosegado espíritu, ni te persiguen encantadores ni sobresaltan encantamentos! Duermes, digo otra vez y lo diré otras ciento, sin que te tengan en continua vigilia celos de tu dama, ni te desvelen pensamientos de pagar deudas que debas, ni de lo que has de hacer para comer otro día tú y tu pequeña y angustiada familia, ni la ambición te inquieta, ni la pompa vana del mundo te fatiga, pues los límites de tus deseos no se estienden a más que a pensar tu jumento; que el de tu

persona sobre mis hombros le tienes puesto, contrapeso y carga que puso la naturaleza y la costumbre a los señores. Duerme el criado y está velando el señor, pensando cómo le ha de sustentar, mejorar y hacer mercedes; la congoja de ver que el cielo se hace de bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío no aflige al criado, sino al señor, que ha de sustentar en la esterilidad y hambre al que le sirvió en la fertilidad y abundancia”. En fin, leyendo esta columna se dará cuenta el lector de que cualquier cosa que haya escrito Cervantes es superior a lo que este su servidor pueda escribir. Así las cosas, el diseñador de nuestro suplemento tendría más razón si reduce el espacio toscaniano al punto de dejar apenas una frase que dijera: “Tate, tate, folloncicos, si algo de caletre os queda, dejad de leer esta columna, que mejor regalo y contento hallaréis leyendo a don Quijote de la Mancha”.

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CAFÉ MADRID

Concierto para antiguos

J

orge Negrete había venido a España para filmar Jalisco canta en Sevilla y, dada su popularidad en este país, aceptó acudir a una entrevista en Radio Madrid, de la Cadena SER, la estación más escuchada en aquel entonces. Ante el micrófono dio unas pinceladas de la época de oro del cine mexicano y cantó un par de temas, dijo, como agradecimiento por la hospitalidad de la Madre Patria. Cuando salió de la emisora se topó con una multitud que había paralizado el tráfico de la Gran Vía. Lo estaban esperando para pedirle autógrafos, besos y abrazos. Le metieron mano, le arrancaron un par de botones de su traje de charro y él, con su acento recio y una dosis de enfado, gritó: “¿Aquí en España no hay machos o qué? ¡Nomás ven uno y enseguida se lanzan!” Las mujeres se rieron, los hombres se indignaron, la Guardia Civil tuvo que escoltarlo hasta su hotel y su pregunta-reproche pasó a la historia. Siempre que en estos lares se habla del Charro Cantor, la anécdota se revive y suele rematarse con el estribillo de ese himno folclórico que es “¡Ay Jalisco, no te rajes!” El otro día, en el auditorio de la Casa de Cantabria en Madrid, la recordó José Manuel Conde, director de ese centro cultural situado junto al Parque del Retiro, al presentar al tenor Rafael Jorge Negrete, nieto del protagonista de películas como Juan sin miedo y Allá en el rancho grande. Fue un concierto que mezcló ópera, zarzuela y canción lírica mexicana y en el que el público estaba conformado por 300 ancianos y este viejoven que escribe. Siempre he sido un antiguo. ¿Y qué?

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA TEQUILA Y MARIACHI FEST

Todos los discos que tengo son de tangos, coplas, flamenco y rancheras (últimamente, de hecho, lo he estado pensando y creo que mi favorito es uno llamado Sinfonía de copla, un concierto en vivo de la Pantoja, tonadillera y expresidiaria, con sus infaltables peineta, mantón y bata de cola; ¡ole, guapa!; en el Palau de la Música Catalana en Barcelona, acompañada por la Orquesta Filarmónica Nacional… ¡de Moldavia!: una

Rafael Jorge Negrete ha participado en decenas de festivales de ópera y canción popular

combinación exótica e irresistible que contiene éxitos como “Francisco Alegre”, “María de la O”, “Tengo miedo”, “Limosna de amores” y “Capote de grana y oro”. ¿A que es lo más de lo más?) Almaceno en mi memoria las vidas y las canciones de un montón de viejas glorias populacheras y me sorprendo cuando escucho hablar de un tal Maluma. Si quieren saber de mi mundo raro, escarben en las canciones de Isabel Pantoja, Carlos Gardel, Joaquín Sabina, Camarón, Lola Flores y José Alfredo Jiménez. Y si un día me pierdo, búsquenme en un tablao flamenco, en una plaza de mariachis o en un concierto como el del nieto del ídolo y dirigente del gremio actoral que, tan solo acompañado por un pianista, es capaz de deleitar

El cantante Rafael Jorge Negrete, nieto del Charro Cantor.

a la audiencia viejuna con canciones como “La traviata”, “La tabernera del puerto”, “Granada”, “Júrame” y “México lindo y querido”. Rafael Jorge Negrete ha participado en decenas de festivales de ópera y canción popular de varias ciudades del mundo. Estudió en el Conservatorio Nacional de Música y ha participado con papeles efímeros en películas y telenovelas de poca monta. También es un asiduo en las fiestas del Issste y, con mucho esfuerzo, se autopublica y vende sus propios discos. Ya lo ven: no tiene el porte, la distinción, los recursos y la fama de su abuelo, pero se defiende con su voz de tenor y, francamente, sirve de “peor es nada” para amilanar la nostalgia patria cuando uno vive a más de diez mil kilómetros de México. Al piano estaba Manuel Valencia, quien fue director de la Orquesta Sinfónica de Alcalá de Henares, y, como cantante invitada, la uruguaya Silvina Arroyo, frondosa soprano vestida de negro, quien contó, al borde las lágrimas, su viaje a “la bellísima” Tlacotalpan, Veracruz, tierra de Agustín Lara, donde se compró un rebozo que hasta la fecha no para de presumir y, para demostrarlo, se lo puso mientras cantaba temas como “Las leandras”, “Solamente una vez” y “Por la calle de Alcalá”. Así que ahí estaba yo aquel día, entre la generación de cabecitas blancas que ha levantado España, coreando todos esos éxitos (no muy alto para no estropearlos), aplaudiendo como un chaval, chapoteando en mis gustos antiguos, evadiendo un rato la realidad, y concluyendo en mi interior: ¡ay, lo mal que estoy y lo poco que me quejo!

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