La torre y los confines
El arte es una de las formas de la re ligión y algunas iglesias se mantie nen. Acabo de volver de Dublin, una ciudad pródiga en escritores y en revueltas. Cuando uno recorre sus plazas, parques y avenidas, sorprende en contrarse con estatuas y placas de Oscar Wilde, de Yeats, de Shaw y de Beckett. Todos ellos explo raron los confines del arte pues vivían en los con fines del idioma, no en la metrópoli de la cultura inglesa. Como los escritores latinoamericanos del siglo pasado, fueron ellos quienes revolucio naron el idioma, desde los márgenes. Es natural que un revolucionario del silencio como Beckett no perteneciera a la tradición verbal de los escri tores londinenses. Eran los bárbaros, es decir los refundadores. Lo mismo puede decirse de Rulfo, de Borges, de Vargas Llosa.
Pero la revolución irlandesa más pródiga fue sin duda la de Joyce. Una parte de la ciu dad está organizada en relación con su vida y su obra. La calle Nassau, donde Joyce ve por primera vez a Nora, la farmacia Sweny en Lin coln Place, donde un señor vestido de Joyce nos recibe cantando una canción gaélica. Y la torre Martello, por supuesto, donde se inicia la gran novela. La torre es un edificio ancho y bajo, ejemplo de un modelo de fuerte que re corría el imperio británico desde fines del si glo XVIII. Con el tiempo, las torres Martello se convirtieron en monumentos históricos. Joyce vivió en esta, en Sandycove, durante seis días en septiembre de 1904.
Llegamos a la to rre Martello un sá bado a las tres de la tarde, bajo un sol espléndido. El lu gar es pequeño pero está lleno de fotos, documentos, una reproducción de la máscara mortuoria de Joyce y otros objetos. No es difícil conversar con los empleados. Es tán ávidos de conocer a los peregrinos. Todos son voluntarios y están unidos por una misma religión: la devoción por los personajes y el lenguaje de la novela. Hablo con uno de ellos, Seamus Cannon, sobre las primeras páginas. En la conversación aparecen los detalles del desayuno que toma Stephen Dedalus y de la alucinación de la pantera negra que sufre su amigo Haines. Cannon me anima a subir las escaleras, tan empinadas como estrechas. Lo hago con dificultad pero por fin estoy en lo más alto con vista al mar de Irlanda. Es allí donde ocurre la famosa primera frase: “Sta tely, plump Buck Mulligan came from the stairhead, bearing a bowl of lather on which a mirror and a razor lay crossed”. Cannon nos recita la primera página, haciendo los adema nes de Mulligan. A pesar de haberla leído tan tas veces, me siento otra vez subyugado por esa música tan extraña como familiar. Es el inicio de la gran propuesta del libro: que los seres humanos somos dioses insertos en una vida cotidiana. Siento que esa música con servará siempre a los personajes. Nos queda mos hablando con otros peregrinos. En este momento solo importan Stephen, Leopold y Molly. El amor a Joyce supone hundirnos en la radical aventura de la imaginación. Ya lle gará el momento de preocuparnos de todo lo que ocurre tan cerca. _
DE
El sádico y pequeño dios
Si el que ve lo que no debe es mirón, quien oye lo que no debe es escuchón. Y Albert, protagonista de Earwig, de Lucile Hadzihalilovic (dis ponible en Mubi), es eso, un escuchón. Albert vive en un universo paralelo en la década de 1950; tiene el encargo de cuidar a Mia, una niña que durante el clímax llega a la pubertad. Pero él no solo la cuida, la escucha con perver sión insistente.
Lucile Hadzihalilovic se ha deja do influir por el cine producido en Bélgica o en el norte de Francia, una región que, lejos de la elegancia me liflua de París, produce cine sobrio y contundente, como El hijo, de los hermanos Dardenne; obras que no tienen miedo a transgredir los lími tes entre el horror y el mal gusto, co mo Voraz de Julia Ducournau, pero que, al mismo tiempo, resultan tan sensuales como La ciudad de los ni ños perdidos de Marc Caro y JeanPierre Jeunet.
La imagen en Earwig es tan lla mativa como un retrato de Balthus, pero la estrella es sin duda el diseño sonoro de Ken Yasumoto. Y así debe ser. La cinematografía, habiendo fa cilitado la producción de imágenes a un nivel que antaño parecía imposi ble, se ha lanzado a la conquista del arte sonoro. Albert cuida a Mía y ade más la espía. Gracias a la novela de
Brian Catling sabemos que el hom bre estuvo al servicio del gobierno inglés. Para espiar se colocaba enor mes trompas de cuero que le daban el aspecto de insecto y le permitían ejercer su don y su oficio: ser escu chón. Las abigarradas descripciones de Catling han sido traducidas al cine con mucha efectividad por Jonathan Ricquebourg y por la propia Lucile Hadzihalilovic quien, en esta pelí cula, profundiza sus reflexiones en torno al fin de la infancia, una cues tión que le interesa desde que dirigió Inocencia, una obra discretamente perversa por la que ganó, en 2004, el premio a mejor directora nueva en el Festival de San Sebastián. Así que, como un insecto, como una tijereta, Albert quiere meterse en el cuerpo de esta niña, pero no tocándola, si no escuchándola. Al igual que suce de en Inocencia (la obra más noto ria de Hadzihalilovic), la historia de Earwig no termina por ser del todo clara. El cine de esta artista tiene to dos los defectos del onirismo, pero también todas sus virtudes. Defectos
pues si alguien quiere ver esta pelí cula por entretenimiento, para que le cuenten una historia redonda y clara, se verá completamente de fraudado. Virtudes pues quien bus que aquí un pretexto para ejercer las artes del intérprete de símbolos encontrará un terreno tan fecundo como en el cine de Céline Sciamma, otra directora feminista con la que Hadzihalilovic comparte el interés por la infancia entendida como la edad de un sometimiento del que la pubertad nos extrae para volvernos todavía más esclavos. En Earwiga no sotros, los espectadores, se nos da la misión de confabular con la directo ra y usar la escasa información que ella nos proporciona para armar la historia del sometimiento femeni no contada en clave simbólica. Por eso Albert recibe un día la llamada en que se le anuncia que debe con ducir a Mía hacia un nuevo amo que disfrutará de sus dientes de vidrio, los mismos que ella finalmente ha podido segregar. Como sucede en el cine feminista de nuestro tiempo, la sociedad heteropatriarcal es vista aquí como una suerte de dios padre que, sádico, explota a una niña para disfrutar, de modo indeterminado, de sus secreciones. Dios, la socie dad, es un sádico. Y Hadzihalilovic, la artista, termina por volverse, pa ra nosotros, un pequeño dios. _
El cine de esta artista tiene todos los defectos del onirismo, pero también sus virtudesEarwig. Dirección: Lucile Hadzihalilovic. Francia, Bélgica, 2021.
La revolución irlandesa más pródiga fue sin duda la de James Joyce
POESÍA
Construcción en abismo
GILBERTO PRADO GALÁNHurgar en las entrañas de la tierra en busca de un filón con la esperanza de encontrar las aristas del diamante con las manos de polvo, con los ojos heridos por la luz que ya regresa en el fondo sin fondo del destino; abrir con el punzón nuevas heridas y que la tierra sangre, y que respire con un resuello mineral de siglos. Descender paso a paso hacia el abismo en la historia secreta de la noche, y besar el latido de la sombra, y abrir el corazón, y emocionarse.
Este poema forma parte del libro Dolor de ser isla (Universidad Autónoma de Coahuila, 2009). Lo publicamos en recuerdo de su autor, quien nació el 20 de septiembre de 1960 en Torreón, Coahuila, y murió el pasado viernes 21 en la Ciudad de México.
LIBRISANTESALA
LOS PAISAJES INVISIBLES
La culpa es de Van Gogh
IVÁN RÍOS GARCÓN @IvanRiosGasconVincent Van Gogh comenzó la serie de Los girasolesen 1888, en Arlés, Francia. Vivía al borde de la miseria. No vendía ni un cuadro. Padecía los tormentos interiores casi en soledad, pues aunque compartió el estudio con Paul Gauguin, lo cierto es que la amistad entre ambos artistas no fue, precisamente, un paradig ma de concordia.
En la obra de Van Gogh están lo mismo sus im presiones sobre la desventurada cotidianidad de un pueblo minero en Bélgica, que los frescos de las familias campesinas cenando papas; las faenas de los tejedores; los rostros, las manos, la apostura (o descompostura) de la gente ordinaria, y, claro, la naturaleza y ciertas cosas. Vincent era un obseso de la belleza. El empeño por entender y transmi tir la hermosura de sus modelos, fuera un anciano o una joven aldeana, la noche, la pradera o las es trellas, eran el motor de su voluntad creadora (“En toda la naturaleza, en los árboles, por ejemplo, veo expresión y un alma, por así decirlo. Una hilera de sauces a veces asemeja a una procesión de hom bres huérfanos”).
Van Gogh era un romántico, un idealista. De su candor, quizá, germinó el encanto de su obra (“El maíz joven puede tener algo innegablemente puro y gentil que evoca una emoción como la que des pierta la expresión de un niño dormido”). Y tam bién pecó de piadoso, refiriendo a la piedad como empatía ante el sufrimiento ajeno o el compartir el desconsuelo del otro en igualdad de circunstancias (“La hierba pisoteada al costado del camino se ve cansada y polvorienta como los habitantes de un barrio pobre. Después de una reciente nevada, vi un grupo de coles de Saboya que se estaban conge lando y me recordó a un grupo de mujeres que había visto temprano en la mañana en un sótano de agua y fuego con sus faldas ligeras y sus chales viejos”).
Las citas provienen del caudal de apuntes de Van Gogh sobre sus inquietudes, búsquedas estéticas que compartió con su hermano Theo y algunos ca maradas. Vienen a cuento porque a las organiza ciones por la rehabilitación de la vida natural y el equilibrio del planeta les ha dado por destruir obras representativas de la sensibilidad creadora para atraer la atención mediática, dar vueltas al mundo en las redes sociales, promover un hashtag, o al me nos, una discusión sobre el método de la protesta.
Instigar la movilización por la emergencia climá tica es, supongo, el objetivo del grupo Just Stop Oil, que volvió viral el sabotaje que dos mujeres mon taron en la National Gallery de Londres, echando sopa de tomate Heinz a una pieza de Losgirasoles
La paradoja estriba en el performance: afectar la obra de un artista que no tuvo o tiene relación con las atrocidades que, a más de un siglo de su muerte, cometen los gobiernos con sus políticas energéti cas, los emporios de los combustibles fósiles, y las propias comunidades insensibles a la devastación de los recursos naturales, es un absurdo colosal.
¿Por qué eligieron un trabajo de Van Gogh, si él fue un ávido explorador de la perfección y la ar monía de la naturaleza? ¿Han leído sus epístolas, azogue espiritual de un adorador del campo y el brezo, hermano del oprimido y adversario de los depredadores?
Los museos protegen las piezas con un vidrio, pero la destrucción simbólica pretende acreditar la insignificancia del arte en comparación con la importancia de salvar vidas, aun cuando en el fu ribundo ataque inviertan el valor simbólico de sus propios signos. Como quemar la foto de Gandhi en medio de motines orquestados para exigir la paz. _
Celebramos cien años del nacimiento del pensador cuyo ideario político alentaba un comunitarismo
El socialismo cristiano de Luis
CARLOS ILLADES* FOTOGRAFÍA ROGELIO CUÉLLARl colapso sovié tico provocó muy escasa reflexión en la izquierda socialista mexicana y múltiples mudanzas políticas. Algu nos intelectuales mantuvieron incó lumes sus convicciones frente a la ca tástrofe, otros treparon al vagón de la Revolución mexicana propulsado por la locomotora perredista, unos más cambiaron de adscripción ideológi ca estrenando las credenciales libe rales, los eurocomunistas devinieron socialdemócratas de toda la vida y al gunos vieron la utopía realizada en la Lacandona.
La actitud de Villoro fue analíti ca, crítica y propositiva a la vez. Y, en cuanto al contenido de su plantea miento, postuló una recuperación moderna del primer socialismo con tonalidades cristianas. El filósofo mexicano no venía del comunismo, aunque sí de la izquierda nacionalis ta, y eso, aunado al rigor intelectual, le hizo procesar los acontecimien tos de modo particular: ni eludió las implicaciones del derrumbe so cialista, ni asumió la postura liberal como tabla de salvación. Uno y otra tenían virtudes en su haber, y am bos límites conceptuales y fracasos rotundos. El socialismo soviético se propuso la igualdad, pero devino ré gimen opresivo en el que el Estado engulló a la sociedad civil, mientras que el liberalismo en su búsqueda de la libertad individual auspició la desigualdad social y la exclusión de los muchos del pleno ejercicio de los derechos que hipotéticamente serían para todos. Conectar los polos de la igualdad y la libertad fue empeño del Villoro tardío.
Entrados los noventa, el filósofo mexicano consideró en crisis al Es tado liberal y anotó los puntos ciegos de la doctrina política que lo susten ta, destacando la relación conflictiva del liberalismo con la democracia. El modelo asociativo liberal privilegia la libertad negativa y evita por tanto
Ela interferencia estatal en el domi nio de los derechos individuales; procura mantener el orden legal y rechazar las conductas intolerantes. El ente estatal se asume neutral, in hibiéndose de intervenir en esferas que considera ajenas a su compe tencia, de forma tal que los actores sociales deban resolver por sí mis mos los problemas que se generan estos ámbitos, con lo cual —anota Villoro— no hace sino “consagrar, e incluso acrecentar, las desigualda des existentes”. Éstas, sin embargo, no son accidentales (en la tónica de que “unos ganan y otros pierden”), antes bien son inherentes al mode lo mismo. Con ello, la comunidad se fragmenta, diluye o desaparece, cir cunscribiendo “la vida éticamente valiosa a la vida privada o a comuni dades separadas entre sí”. Asimismo, el modelo asociativo liberal podría auspiciar el control del Estado por parte de “una sociedad civil domi nada a su vez por los intereses del capital”. Por esta razón, “el único re medio sería caminar hacia un orden mundial diferente, y aun opuesto, al capitalismo mundial”.
Visto de esta manera, el modelo li beral habría de superarse mediante uno alternativo que subsane las fa lencias de éste. Entonces el filósofo mexicano propone el modelo igua litario de asociación para la libertad que, a la vez que afianza la libertad negativa (la no interferencia), pro mueve la libertad positiva orientada a que todos puedan realizar sus propios fines, asegurándose que disponga de las condiciones indispensables para llevarlos a cabo, siendo ésta además condición de la igualdad efectiva.
También Villoro expande la noción de derechos humanos para que in cluya los derechos colectivos y hace compatibles la libertad con la igual dad bajo el supuesto de que aquélla no debe ejercerse en menoscabo de la igualdad básica del conjunto de la sociedad y, en consecuencia, admite, de ser necesario, el deber de inter venir para que la libertad de algunos no comprometa la de todos. A esto llama el filósofo mexicano equidad, rasgo distintivo de la justicia.
El modelo igualitario tiene por
antecedentes el republicanismo y el socialismo, dentro del cual Villoro se inclina por el socialismo democrático que entiende no como estatización de los medios de producción sino como la democracia “en la que el pueblo, en los lugares en que trabaja, participa activamente en las decisiones que le afectan y en los beneficios de su la bor”. Dentro del modelo igualitario el Estado tiene una función activa, dado que le concierne emplear su po der no únicamente para asegurar la libertad de los particulares, sino para subsanar las desigualdades causadas por el mercado. En virtud de esto, el ente estatal está comprometido con otorgar un trato preferente a los segmentos sociales que sufren una discriminación real. Aunado a esto, aquél orienta su acción hacia el bien común que, tolerando las diferen cias, proponga como fin colectivo la cooperación. A este respecto, “el Estado tiene la obligación de limitar las liber tades de quienes se negaron a coope rar”. La democracia sustantiva —radical, republicana o par ticipativa republi cana, la denomina— sería entonces “la realización de la libertad de to dos”, no así “la exclusión de muchos” propiciada por la democracia liberal.
Villoro repensó el modelo del Esta do liberal basado en la homogeneidad de sus componentes y en la anulación de las diferencias. Entonces —influido por la experiencia neozapatista y el emergente multiculturalismo— pro puso al Estado plural como supera ción de aquél. El Estado-nación no debería de desaparecer, antes bien habría de acotarse para fungir úni camente cual centro de comunica ción y coordinación de los “espacios de poder locales”. Planteado de esta manera, lo que ocurriría sería una extinción paulatina del ente estatal reduciendo su presencia y funciones al mínimo, dado que el poder se re distribuiría al conjunto de los agre gados comunitarios que conforman el nuevo Estado plural. Una comuni dad ética —con los antecedentes de
Clarens de Rousseau, los distintos experimentos societarios del pri mer socialismo o el comunalismo blanquista— es lo que avistaba en el horizonte el último Villoro. De esta manera, el fin de una sociedad pos liberal “sería la difusión progresiva del poder de la cima de un Estado centralizado a estas comunidades de base múltiples y diferenciadas”. El filósofo mexicano considera inviable recrear la comunidad ar caica con sus prácticas de demo cracia directa y equivocado volver a concepciones políticas estatistas rebasadas (i.e. el socialismo sovié tico o los populismos), a las que re conoce, no obstante, el interés por los desposeídos y la postulación de los derechos colectivos. De lo que se trata —según Villoro— es de “recu perar la comunidad perdida, pero superándola, levantándola al nivel del pensamiento liberal moderno”. El republicanismo sería la supera ción dialéctica de la comunidad ar caica, transliterándola a la clave de la modernidad para constituirla en alternativa realista al modelo liberal de asociación. Las Juntas de Buen Gobierno (caracoles) chiapanecas representarían en el siglo XXI “el camino ideal hacia un comunitaris mo auténtico”.
La autodeterminación es un atri buto esencial de la comunidad eman cipada que vislumbra Villoro. Ésta supone el autogobierno de la comu nidad mas no la soberanía y, menos todavía, la secesión territorial. El Estado plural —de índole multicul tural— sería perfectamente compati ble con el máximo poder de decisión a los distintos pueblos que confor man el país, conllevando “espacios de poder autónomos; subordinados a un poder de Estado, pero diferentes entre sí; aceptaría una pluralidad de sistemas políticos en una diversidad de territorios”. Y este poder de deci sión en todos los ámbitos sociales se expresaría por voz de la democracia republicana participativa, actualiza ción contemporánea de la democracia directa. La democracia republicana es para el filósofo mexicano mucho más que “procesos electorales trans parentes”. Significa el poder real al
pueblo persona “los únicos mocracia”. una propuesta es una orientará De sinergia cracia la deriva liberal socialista Villoro pueblo yendo mismo en un cia radical mocracia ser más concebirse ción política” en manos las relaciones rantes.
flicto, su propio Al mismo del Estado-nación en múltiples mediante Ello daría de nueva centro el Don pueden casi olvidadas: dimiento, lidaridad, todas, El “los tres inicial antiguas dación Modernidad, las revoluciones derribaron cero, de aquélla integrará la armonía libertad adopción teramente comunidad, adquiere
No venía del comunismo, aunque sí de la izquierda nacionalista
pensador mexicano, comunitarismo auténtico Luis Villoro
pueblo sin la exclusión de ninguna persona o grupo. Ambos conforman únicos fines que justifican la de mocracia”. Villoro niega que ésta sea propuesta utópica, en todo caso una idea regulativa, la brújula que orientará la redistribución del poder. acuerdo con Villoro, existe una sinergia entre la igualdad y la demo cracia participativa, que rencauzaría deriva oligárquica de la democracia liberal finisecular. Con la tradición socialista y sin duda con Rousseau, Villoro apela al pueblo real y no al pueblo abstracto (liberal), conclu yendo que éste debería hablar por sí mismo y autogobernarse, en lo que principio denominó democra radical para luego nombrarla de mocracia republicana. Ésta debería más que un sistema de gobierno y concebirse “como un ideal de asocia política” donde el poder estaría manos de la sociedad, invirtiendo relaciones de dominación impe rantes. Con ello se eliminaría el con flicto, dado que “todos incluirían en propio interés el de la totalidad”. mismo tiempo, el poder unitario Estado-nación se desagregaría múltiples centros coordinados mediante un federalismo radical. daría lugar a “una revolución nueva traza” que colocaría en el centro los valores comunitarios. “En
Don de sí que supone el servicio, pueden crecer virtudes sociales hoy olvidadas: generosidad, despren dimiento, abnegación, fidelidad, so lidaridad, humildad y, la más alta de todas, fraternidad”.
filósofo mexicano identifica tres estadios de la vida ética”. El inicial corresponde a las sociedades antiguas y a la formación y consoli dación del Estado. El siguiente es la Modernidad, con el Renacimiento y revoluciones democráticas que derribaron al absolutismo. El ter apenas anunciado, es la crisis aquélla —presume Villoro—, e integrará en una síntesis “el orden y armonía como resultado de una libertad plena”. Ello conlleva la adopción de un fin común en teramente compartido por la comunidad, donde “cada sujeto adquiere su sentido al realizarse
en el seno de una totalidad”. El trán sito por los tres estadios implica, “tanto para el individuo como para la colectividad, cumplir con el desig nio del amor, esto es, “realizarse a sí mismo por la afirmación de lo otro”. Esa sería justamente la fraternidad, obra de “la gracia” y no de la ley. La sociedad plenamente reconciliada en la comunidad, sin antagonismos que la fisuren. _
* Profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de Vuelta a la izquierda (Océano, 2020).
EL ATLAS DE PANDORA
Las misteriosas y mestizas rutas de los libros*
La historia de la literatura es impensable sin el espíritu aventurero de los traductores
IRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN
Existe un atlas, la literatu ra, donde todos los terri torios son mi tierra. Pue do adentrarme en ellos al leer, con el caminar de los ojos y la imaginación. Estos viajes sin límites son posibles gracias al oficio de la traducción, un fabuloso hallaz go humano que alguien —cuyo nom bre no recordamos— inventó en tiem pos remotos, en el érase una vez de los cuentos. Como escribió José Sarama go, los escritores hacen las literaturas nacionales, mientras los traductores construyen la literatura universal. A quienes me han regalado la patria de su idioma, a quienes aceptan ser yo pa ra que yo sea otra, mi familia de Babel, quiero expresarles mi gratitud infinita. Ahora mismo mis palabras se desdo blan en una traducción. El mismo río con distinta agua. Idéntica partitura, con diferente instrumento. Este dis curso resuena en dimensiones parale las que nos permiten estar juntos, las ideas cambian de piel para seguir palpi tando: es el arte de unir universos, una tarea de bastidores y penumbras.
Les pido que agucen el oído y escu chen, aunque sonó hace siglos, la per cusión rítmica de cascos de caballos. Los jinetes son hombres sabios: astró nomos, físicos, matemáticos, filósofos.
Acuden desde toda Europa, por tie rra y mar. De sus ropas polvorientas brota un hedor desagradable a sudor de senderos, bosques, posadas, esta blos y puertos: la fetidez acompaña al trotamundos de la baja Edad Media. Estos individuos malolientes y ham brientos de saber viajan a la ciudad de Toledo, en Castilla, encrucijada de oriente y occidente, el lugar donde se conservan y traducen cuidadosamen te los rescoldos de la sabiduría clásica y bizantina, enriquecida por el cono cimiento científico y literario hindú, reinterpretado por la cultura islámica y traído a la península ibérica por la dinastía Omeya. En ese territorio de frontera se condensa una larga historia mediterránea de esplendores. ¿Qué
persiguen nuestros hediondos perso najes? Han cruzado el continente en busca de traducciones que copiarán y enviarán, en baúles o alforjas, dan do tumbos, a las universidades, mo nasterios y estudios de Montpellier, de Marsella, de París, de Bolonia, de Pisa, de Oxford, de Praga, de Viena, de Heidelberg.
En Toledo, te rritorio fronteri zo, había nacido una fabulosa es cuela de traduc tores, cuya onda expansiva llegaría a Salamanca, Se villa o Tarazona, donde brotaron escuelas, centros de traducción, bi bliotecas, espacios de conocimiento y saber compartido. Pocas veces recor damos hoy que el Pachatantra hindú o las obras de Aristóteles perdidas en occidente llegaron a Europa por es tas rutas. Fueron traducidas del árabe al castellano, en fechas tan tempra nas como el año 1080, y de ahí, siglos
después, desde el latín, al alemán o al inglés. Los pensadores europeos de los siglos XI, XII y XIII bebieron de esas fuentes a través del manantial de La divina comedia, de Dante, y la SummaTheologica, de Santo Tomás, influidos ambos, profundamente, por Ibn Arabi de Murcia o por Averroes de Córdoba.
Al principio, mientras gobernaron reyes lo suficientemente inteligentes y tolerantes, las bibliotecas fueron protegidas, y las diferentes comuni dades de estudiosos judíos, musulma nes, cristianos mozárabes y cristianos romanos pudieron trabajar juntos. Aquellos sabios traductores fueron gentes tenaces y mestizas. Inventa ron el vocabulario con el que explicar las nuevas ideas. Nuestra deuda con sus búsquedas y afanes es inmensa: algunos clásicos han llegado a noso tros solo como traducciones. Ciertas obras indispensables para entender Europa sobrevivieron al naufragio del tiempo porque cuidaron de ellas en tierras extrañas y culturas ajenas. En palabras de Walter Benjamin, la
traducción se alumbra en la eterna supervivencia de las obras y en el in finito renacer de las lenguas.
Cervantes les hizo un homenaje sutil. El Quijote se presenta como la traducción de una crónica escrita por un imaginario sabio musulmán llamado Cide Hamete Benengeli. En un momento trepidante de las an danzas del caballero, el manuscrito se interrumpe de pronto y Cervan tes, el narrador, busca desesperada mente otro ejemplar para averiguar el desenlace. El lugar donde recupe raremos el hilo de la historia es, por supuesto, Toledo. En un mercado de la ciudad aparece un misterioso car tapacio escrito en caracteres arábigos. Un morisco que pasaba por ahí des cubre en esos papeles las aventuras de don Quijote, y recibe el encargo de traducirlos. Cuando la versión en castellano está lista, ya podemos su mergirnos de nuevo en la lectura. Me fascina que este clásico se disfrace de traducción. Un juego, sí, pero tam bién un reconocimiento a esa trenza de culturas, idiomas y filosofías que una vez fuimos.
Tras dos o tres siglos de frágil tre gua, el mestizaje dio un vuelco triste hacia la obsesión por la pureza de san gre y las expulsiones, que padecerán los judíos sefardíes y los moriscos. Aun así, desde sus orígenes, la literatura española, como el propio don Quijo te, desciende de La Mancha —la tinta manchada del mestizaje y la mezcla, también de sus distintas lenguas y acentos—. El género mestizo por ex celencia, la novela, alcanzó su forma moderna en España. La novela pica resca, nuestra peculiar aportación, está poblada por personajes margi nales, impuros e impúdicos. Desde la Celestina, escrita probablemente por un judío, hasta el hambriento y des preciado Lazarillo o los viajes por los bajos fondos europeos de La lozana andaluza. Fruto de otras amalgamas y heridas, nacerán el inca Garcilaso de la Vega, la cubano-española Gertrudis
Sabemos, como Goethe, que los idiomas extranjeros se intercambian regalos y metáforas
Gómez de Avellaneda, que escribió la primera novela antiesclavista de la historia, los romances bastardos de Lorca y el corazón gitano y negro del flamenco.
La historia de la literatura está también plagada de exilios, otra forma de vida fronteriza. Los es critores despojados de sus lectores, prohibidos en su patria, dependen de las traducciones para recuperar ese país irrenunciable que son los lectores. Mis padres me hablaron a menudo de las trastiendas de las librerías durante la dictadura, don de, con riesgo y espíritu aventurero, acudían a comprar libros prohibidos en ediciones llegadas del extranjero. De nuevo, lo propio se salvó fuera. Una de esas autoras proscritas, la filósofa María Zambrano, escribió que el pensamiento nace del acto de preguntar, cuando una idea quiebra los moldes que la contienen. Por eso traducir es una tarea filosófica, henchida de preguntas, desgarro y renacer. O, como afirmaba Goethe en el Diván, “la aproximación des de lo extraño a lo propio y familiar, el acercamiento entre lo conocido y lo desconocido”.
Ahora mismo, pronuncia el mis mo discurso con palabras amorosa mente enhebradas una voz que no es mi voz, retirada en la intimidad de su cabina, a veces titubeante, ¿la escuchan? Mientras rugen los dis cursos que nos dividen, celebremos a quienes sigilosamente, en la leal penumbra, reconstruyen, con los sillares de la complejidad, desde la edición y la traducción, imaginarios de esperanza compartida. Fráncfort es, precisamente, capital y encruci jada de traducciones. Aquí la lite ratura y las ideas vienen en busca de otra piel, de renacimientos sin fin. Al traducir, partimos de la dife rencia para reivindicar la cercanía. Afirmamos que es preciso usar la imaginación para ser fieles. Sabe mos, como Goethe, que los idiomas extranjeros se buscan, se necesitan, se intercambian regalos y metáforas.
Como María Zambrano, nos exilia mos al país interminable de las pá ginas para explorar las preguntas más audaces. Como Cervantes, es peramos que, en la algarabía de un mercado, un desconocido bilingüe haga continuar el relato. Somos los descendientes —duchados y perfu mados— de aquellos viajeros ávidos de conocimiento que cabalgaban ha ce siglos rumbo a Toledo, en busca de las rutas misteriosas y mestizas de los libros. _
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L.
© Irene Vallejo.
*Discurso inaugural de la Feria del Libro de Fráncfort 2022, leído por la autora el pasado 16 de octubre.
NARRATIVA, ENSAYO
Zoológico humano
Abejas grises
Ricardo Silva Romero Alfaguara México, 2022 607 páginasEsta novela es una prueba de la pujan za de las letras colombianas. Su pro tagonista, un escritor de poca monta, ha muerto y se dispone a viajar por el inframundo, adonde conoce a una va riada corte de personajes. El punto de mira es Colombia y su historia violen ta de las últimas décadas, un rosario de proyectos marcados por el delirio.
Amores tóxicos, futuros imposibles
Andréi Kurkov Alfaguara México, 2022 416 páginas
Un apicultor que solo vive para criar a sus abejas es el guía que nos conduce a través de una tierra en llamas donde el ejército ucraniano combate a los sepa ratistas prorrusos. En su marcha hacia Crimea traba contacto con civiles y combatientes de todo signo e ideolo gía, que ponen a prueba su equilibrio psíquico y moral.
La pelea por los infiernos
POESÍA EN SEGUNDOS
El surrealismo: después y más allá
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mxPara la poesía mexicana es un moti vo de interés inevitable cualquier evento donde el surrealismo vuel ve, o revuelve, la atención. Aunque esta corriente nunca fue dominan te entre nosotros, como sí lo fue el modernismo o el muralismo, no cabe duda de que este arte ju guetón y rebelde, en búsqueda del inconscien te, representó una corriente viva, manifiesta de muchas maneras en nuestra creación literaria y pictórica. Así, aunque sea una frase trillada decir que México es un país surrealista, por sus des plantes escatológicos y absurdos, y sea también un lugar común evocar las visitas de Antonin Artaud y André Breton en la década de 1930, la presencia de esta poética alrededor de la imagi nación onírica es significativa e indiscutible. El arte moderno mexicano, en particular la poesía y la pintura, más que estar influidos por el surrea lismo, tienen un nexo de reciprocidad con él. Ello significa que los artistas de México estuvieron y han estado atraídos por las invenciones de este movimiento, pero las asumieron y las enrique cieron, por decirlo así, antropofágicamente, con un gesto de entusiasmo crítico, no de entrega boba ni de rechazo anacrónico al modo de la iz quierda. En efecto, observamos un diálogo. Por eso, “Nocturno de la estatua”, de Xavier Villau rrutia, siendo un poema surrealista es, con sus alejandrinos, una pieza clásica.
Irmgard Emmelhainz Taurus México, 2022 240 páginasAnte nuestro presente sombrío, Em melhainz señala que las soluciones que se le ofrecen a la gente son bási camente consumir mercancías y libe rarse de obligaciones. En el futuro que se vislumbra, todo hace parecer que los pobres no tendrán cabida. He aquí una reflexión sobre el significado de “ser mujer” en este contexto.
Enrique Zúñiga
Grijalbo México, 2022 320 páginas
En alguna época el proceso educati vo en la familia incluía la frase “y si te meten en la cárcel por andar en ma los pasos, ahí te quedas”. Las cárceles quedan como sinónimo del infierno y con el paso del tiempo han empeora do, como lo muestra el libro de Zúñiga. Su aparato, controlado por el narco, no le pide nada al de cualquier dictadura.
Desde esta perspectiva, la muestra Solo lo maravilloso es bello. Surrealismoendiálogo, exhibida en el Museo del Palacio de Bellas Artes, aunque no sea una novedad absoluta (es la cuarta), sí es rigurosa, afortunada y nos permite conservar una discusión. La mues tra, al mismo tiempo que pone el acento en el surrealismo más figurativo (Dalí, Delvaux, Magritte, Ray, Varo, Carrington, Rahon, Iz quierdo, Rodríguez Lozano, Gironella…), no deja de hacer énfasis en un surrealismo hacia lo abstracto u orgánico (Schlechter, Ourborg, Fránces, Paalen, Agar, Lacomblez, Matta, Ca macho…). Además, las piezas objeto/ concepto, la mayor parte de Man Ray, revelan una ima ginación y pureza que no vemos, salvo raras excepciones, en el arte de hoy. Es una lásti ma la ausencia de Las dos Fridas, cuadro que sí estuvo en la exposición surrealista de 1940 en la Galería de Inés Amor.
Desde el punto de vista de la creación, uno comprende que el surrealismo figurativo plan tea una inversión donde lo irreal pone a lo real a su servicio: ahí los cuerpos amantes son el espacio de un desierto con nubes y dos mesas inexplicables (Dalí); o los pies son dos viejos borceguíes (Magritte). Por el contrario, en el surrealismo hacia lo abstracto, la realidad true ca a lo irreal casi sin anclas referenciales. En la poesía mexicana, aparte de las experiencias refinadas y oníricas de los Contemporáneos y de la fagocitación increíble realizada por Oc tavio Paz, quizá sea Marco Antonio Montes de Oca —alguna vez poeticista— quien nos dio obras admirables de poesía surrealista con es tallidos como: “municiones de caviar”, “Coli brí, astilla que vuela hacia atrás” o “Me pongo el sombrero en la aureola”. En la pintura, en nuestros días, son insoslayables el autorretrato plural de Alfredo Castañeda y los aereobarcos de Antonio Luquin. _
LABERINTO
HUSOS Y COSTUMBRES
Ancestros
GARCÍA BERGUALa casa del tatarabuelo Ro ca está en un pueblo lla mado Vidreras, en la cos ta catalana. Es una casa estrecha, de pueblo, de tres plantas, bastante en ruinas la ver dad, y está en venta por cierto, pero no la podría comprar. Verla me provoca un desconcierto extraño: quisiera buscar en esos muros carcomidos lo que per vive en mí y en mis hermanas, pero no termino de imaginarlo. Los Roca eran fabricantes de tapones de corcho para botellas de champán, se ha dicho siem pre en la familia y eso me atrae. Me ha ce pensar en la bisabuela materna, que se llamaba Avelina: a pesar de ser dia bética y tenerse que aplicar frecuentes inyecciones de insulina (el remedio ri maba con el nombre), no dejó de beber champán en su fonda de Ejea de los Ca balleros hasta su muerte a los 90 años. Quizá me corre vino espumoso en la sangre, pienso, aunque no soy gran be bedora, y de ahí tanto jolgorio.
CAFÉ MADRID
Quizá el problema es que a la fa milia la inauguró la guerra, esa gue rra que los expulsó de Vidreras, de Ejea de los Caballeros. La historia anterior siempre palidece ante las peripecias vividas durante la huida y la llegada a México, y nuestra vida completa aquí, una saga difícil de omitir. Antes de ello solo distingo, un poco borrosos, corchos y botellas de champán, naranjas valencianas, viajeros que pasan por una fonda, jesuitas que se saltan la barda de un convento, maestros de primaria en Cataluña y al hijo del administrador de tierras de una duquesa que se ca só con su criada. Una novela un po co estrafalaria, pero muy viva, y que también me atrae.
Me inscribo en una de esas pági nas de Internet que encuentran a tus antepasados, no acabo de entender por qué lo hago. Me parece clarísimo cuando los demás me lo explican: bus can su raíz judía, maya, árabe, tolteca,
rusa. Yo no sé bien qué raíz buscar, ni estoy segura de que la sangre me interese. Me interesa lo que hacían, quiénes eran, cómo vivían, y eso no aparece en ningún registro. Hay quien se hace una prueba de ADN para saber de dónde vienen sus ancestros, pero eso está clarísimo: todos provenimos de África, nuestro mayor tatarabuelo se columpiaba comiendo fruta entre los árboles, entre el jolgorio y las pe leas, y eso me gusta. Me encantaría que la página de Internet rastreara a los ancestros así: quién evolucio nó de quién, de qué pez al que le sa lieron patitas surgieron la bisabuela bebedora, los tapones del tatarabue lo. Pero los registros, dice la página, no llegan tan lejos. Quizá lo hagan si pagas una cuota mayor y asciendes a la clase premium, sugiere; yo lo du do. Mientras tanto, cuando entro a la página empiezo a divagar; si sigo así encontraré a los parientes de otras personas. En todo caso les aviso _
Amor Towles: el orfebre de los bestsellers
Amor Towles, un gringo elegante, con traje a la medida y modales ex quisitos, fue un adoles cente que solía ir a la pla ya en busca de náufragos. En una costa ballenera, a 150 kilómetros de su Bos ton natal, donde Spielberg filmó Tibu róny se estrelló la avioneta de John F. Kennedy Jr., el hombre que hoy vende miles de libros y al que el expresiden te Obama recomienda leer, se le ocu rrió lanzar una botella al mar con su dirección y un mensaje: “Ojalá llegue a China”. No obstante, apenas unos días después, cuando se acabaron las vacaciones, recibió una carta mecano grafiada en una hoja membretada del TheNewYorkTimes: “Querido señor Towles, como ve, su mensaje no llegó a China”. La firmaba el periodista Ha rrison Salisbury, Premio Pulitzer de 1955, enviado especial a Vietnam y co rresponsal en Moscú durante lo más álgido de la Guerra Fría.
A partir de entonces, Towles y Sa lisbury mantuvieron una constante correspondencia y el joven bosto niano se animó a escribir relatos. Su sueño era escribir novelas, pe ro sabía que eso no le garantizaba un buen sustento. Así que optó por dedicarse a la banca de inversiones. Cursaba el último año de la carrera en Yale University cuando se ente ró de que Peter Matthiessen, uno de los escritores fundadores de la mí tica The Paris Review, impartiría un seminario de escritura creativa. Se apuntó y el profesor no tardó en sincerarse con él: “he leído lo que has escrito. No tengo idea de quién eres ni qué quieres hacer con tu vida, pero pienso que tienes un don para escribir”. Matthiessen se convirtió
en su mentor hasta que se sintió de cepcionado por Towles: “a lo largo de mi vida he visto a muchos artis tas (escritores, pintores…) que se han ido a Wall Street, porque es un sitio interesante y pagan bien. Nin guno de ellos regresó. Así que doy por hecho que tu vida de escritor se ha terminado”.
Amor Towles tenía miedo de fra casar en el mundillo literario y no tener dinero ni para comer. Podía arriesgarse, pero decidió no hacer lo. Varios años después, mientras consolidaba su carrera financiera, se
propuso escribir en su tiempo libre. Durante más de un lustro escribió un libro que terminó desechando. Un día, sin embargo, se apoderó de él la historia de una pareja dispar que se ve obligada a afrontar las reglas y los desafíos del Nueva York de la década de 1930. Esta vez terminó de escri bir y le gustó el resultado. Por eso se empeñó en conseguir una editorial que se lo publicara. Normas de cor tesía fue todo un éxito de crítica y de ventas y, solo entonces, Amor Towles dejó de ser un gerente de inversio nes para dedicarse por completo a la escritura.
Ha sido él mismo quien contó su historia el otro día en Madrid, ante un auditorio abarrotado, durante la presentación de su más reciente no vela, LaautopistaLincoln (Salaman dra), en la que cuatro chicos huér fanos realizan, durante diez días de
junio de 1954, un emocionante via je para atravesar Estados Unidos y descubrirse a sí mismos. También explicó por qué se llama Amor (pro núnciese eimour): “mis raíces están en Nueva Inglaterra, donde la gente evitaba ponerles nombres católicos a sus hijos. Preferían llamarlos por sus virtudes: Caridad, Prudencia… y a mí me pusieron Amor”.
Hoy Amor Towles es sinónimo de bestseller, algo que no implica que haga libros fáciles. Ni en el fondo ni en la forma. De hecho, su método de trabajo es más propio de un orfebre: durante unos cuatro o cinco años es cribe y reescribe a mano, en varios cuadernos, la trama, los personajes, el punto de vista, los escenarios, la época… de su proyecto narrativo. Todo ese tiempo y ese trabajo solo engloba la preparación de la histo ria, el comienzo para escribir deta lladamente. Pasarán unos tres años hasta que concluya la novela. Es de cir: realizar un solo libro le lleva ca si una década. “Pero no de manera exclusiva”, aclaró, “mientras estoy con la planificación de una novela puedo estar escribiendo otra. Una vez que he escrito el primer borra dor suelo volver al inicio y reviso el texto completo varias veces”.
Para descansar, Amor Towles se pone a leer y, una vez al mes, se reú ne con tres amigos para comentar lo leído. “Es un pequeño club de lectu ra. Llevamos dieciocho años hacien do este ejercicio, tiempo suficiente para habernos ocupado de las obras completas de unos treinta escritores. Es una experiencia intelectual gra tificante y que recomiendo encare cidamente”, concluyó. Y yo pienso hacerle caso _
Mientras consolidaba su carrera financiera, se propuso escribir en su tiempo libreCOSTA DE CATALUÑA