Charles Simic: encontrar belleza en lo inesperado
Monarquías desnudas
ALONSO CUETOLas monarquías parecen instituciones que se destruyen para reconvertirse. La autobiografía del príncipe Harry vendió en su primer día un millón y medio de ejemplares, una cifra histórica para un libro de no ficción. La serie TheCrownque empezó a emitir su quinta temporada en noviembre es un éxito de público y de crítica (según TheTelegraph, “la mejor telenovela de la televisión”), aunque también recibió críticas por sus errores factuales. El año pasado también pudimos ver Salvar alrey, una versión sobre la vida de Juan Carlos I. En ese relato, las historias de sus amoríos (con Barbara Rey y otras amantes poniéndole micrófonos para después chantajearlo), compiten con las de sus negocios ilícitos en Arabia Saudita y sus relaciones íntimas con Corinna zu Zayn-Wittgenstein. Fue ella, siendo ya ex pareja, quien lo acusó de haber cobrado una comisión de cien millones de euros por la adjudicación de la línea de alta velocidad La Meca-Medina. En TheCrown, por su lado, descubrimos que la princesa Margarita, hermana de Isabel, se enteró que tiene a cinco primas en un asilo mental. Para que nadie supiera que tenían esa enfermedad, la Corona las había declarado muertas, en un acto de suprema crueldad. La razón: mantener la apariencia de la pureza de la raza. Esa manía por la pureza es la misma de la que Harry acusa a su familia, en sus memorias, respecto a su esposa Meghan.
La Corona española y la británica son objeto de la atención mediática por sus secretos. Por supuesto nadie recuerda a Carlos Gustavo y Silvia, los reyes de Suecia (país de tradición socialista donde surgen vientos republicanos hoy en día). Tampoco se habla de Margarita, la reina de Dinamarca, que se ha convertido en la reina actual con más años en el trono luego de la muerte de Isabel. Otros reyes y reinas siguen en el anonimato relativo. La lista incluye a dos latinoamericanas, la cubana María Teresa Mestre, gran duquesa consorte de Luxemburgo, y la argentina Máxima Zorreguieta, reina consorte de los Países Bajos. Muchos de ellos coincidieron esta semana en los funerales de Constantino, ex rey de Grecia y hermano de Sofía de España. Lo que demuestran las series y libros sobre las familias reales es algo que ya sabíamos pero que nos deleita redescubrir. Los reyes y reinas son seres tan banales, corruptos y frágiles como todos nosotros. Y como lo muestra Harry, son tan llorones como cualquiera. En realidad, no merecen el trato que reciben. Y sin embargo se lo seguimos dando. En un mundo donde los reyes se derrumban, no renunciamos a ellos. Uno se pregunta qué sentido tiene la monarquía en un universo como el de hoy. Y sin embargo mantenemos un instinto de endiosar a algunos nuevos líderes. Tal vez el fin de la monarquía en el mundo tenga que ver con el surgimiento de tantos reyezuelos, en la América Latina y en todas partes. Ya tendrán también sus libros y miniseries donde aparecerán como lo que son. La historia está del lado de quienes tienen la última palabra. _
HOMBRE DE CELULOIDEEl misterio de la verdad
FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BBC FILMAftersun (disponible en Mubi) es una historia de amor. En ello radica lo misterioso de una obra que no parece difícil y que, sin embargo, requiere de un pequeño esfuerzo para poder apreciarla: ver el cortometraje Tuesday, de la misma directora, que está disponible en Vimeo. Tuesday ofrece las claves para ir más allá de la belleza cándida de Aftersun y apreciar que Wells ha trascendido en su primer largometraje el arte de la hermosura para construir un ejemplo del arte de la verdad.
Aftersuncuenta con toda sobriedad la historia de un viaje. Un hombre de 31 años y su hija se van a Turquía. Y sí, uno intuye que tal vez haya en todo lo que uno está por ver una suerte de despedida. Un adiós. Pero antes de revelar la clave de lectura de Aftersun es necesario hacernos un par de preguntas. ¿Veríamos con los mismos ojos los zapatos viejos que pintó Van Gogh si no conociéramos su historia? ¿La obra de arte tiene que estar sustentada solo por lo que está contenido en su materialidad? Yo creo que no. Si no supiéramos que El árbol de la vida de Terrence Malick es el intento del director de ponerse en paz con el suicidio de su hermano, sería muy difícil entender las cuestiones cósmicas que esta
obra plantea. Del mismo modo: si no supiéramos que Raíces de árbol fue la última pintura en que trabajó Van Gogh antes de meterse un tiro en el corazón, alcanzaríamos a ver el tormento de un hombre a quien llama la tierra y los colores y tal vez, incluso, la enfermedad mental. Sin embargo, más allá de la belleza del cuadro, se nos escaparía su verdad. No es casual, por supuesto, que para revelar la clave de lectura con la que es necesario aproximarse para ver Aftersun, refiera dos obras que descubren la tribulación de una mente que, frente al silencio y la nada, prefiere morir. El suicidio, creía Camus, es un problema existencial. Y de esto es de lo que habla Aftersun Uno puede ser un espectador avezado y enternecerse por el amor de esta niña de 11 años hacia su padre, un hombre que en cierto momento de exaltación se sube a un balcón y parece a punto de saltar para matarse, un hombre que parece dispuesto a perderse en el mar, pero hay más. Con la misma delicadeza que en su
corto Tuesday, Wells construye el dolor de perder a su padre. Y aquí, en Aftersun, ofrece nuevas claves: la depresión.
Sophie y su padre están de vacaciones en Turquía. Se han ido como parte de un tour de ingleses clasemedieros. Se hospedan en hoteles all inclusive y se sorprenden de que las camas resulten más pequeñas que en el folleto del tour, pero en una secuencia ella pregunta a su padre: ¿Por qué le dices a mi madre “mi amor”? Porque la amo, responde él. Y nosotros, si estamos abiertos a la verdad, seremos capaces de entrar en el desconcierto de esta niña que se da cuenta de que no basta el amor para construir una familia. De que ni siquiera basta el amor para desear vivir.
Aftersun es una película muy misteriosa y, sin embargo, el misterio que construye no gira en torno a una peripecia, no es algo que se pueda responder con una revelación: “esto es lo que sucedió”. No. El misterio que plantea Aftersun es el de un hombre que a pesar de amar a su mujer y a su hija quiere morir. “Hasta ahora el arte tenía que ver con lo bello”, dice Heidegger. En Aftersun el arte tiene que ver con la verdad. El misterio de la verdad. La verdad de esta niña que muchos años después recuerda el viaje que hizo con su padre antes de que él decidiera morir.
Vemos el desconcierto de esta niña que descubre que no basta el amor para desear vivirAftersun. Dirección: Charlotte Wells. Reino Unido, 2022.
En un mundo donde los reyes se derrumban, no renunciamos a ellos
POESÍA
Real de Catorce
MARCO ANTONIO CAMPOS A Ysabel GalánYsabel y yo llegamos, bajo menuda lluvia, a Real de Catorce, y por más que examinamos, no hubo ni siquiera un rincón —un solo indicio— que aludiera al abuelo o al bisabuelo: nada en los hábitos de clérigos franciscanos, nada en casas de detrimento y malogro del siglo XIX, nada en chimeneas de las minas exhaustas, nada en las tumbas agrietadas, nada, nada en las cruces ruinosas del alto y breve panteón aislado. “No sé quién —dijo alguien— borró el apellido Campos”
Poema inédito. Forma parte del libro en preparación Tan allá, tan lejos.
ANTESALA
LOS PAISAJES INVISIBLES
Charles Simic (1938-2023)
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGasconCharles Simic podía recorrer el mundo de extremo a extremo, relatar una biografía de cabo a rabo, describir el alma o sugerir respuestas a ciertos misterios en dos o tres versos de un poema. Lo mismo sucedía con sus ensayos. Un espléndido amasijo de reflexiones literarias y, sobre todo, de recuerdos breves en los que cabían vidas enteras, el temperamento de una generación, el tiempo y sus reliquias, la ventura o los sinsabores del porvenir.
Simic era experto, también, en representar la energía de los objetos, digamos, un sillón, una vela moribunda o una cama vieja. En descifrar el espíritu animal (cómo olvidar al perro que intenta escribir un poema de la razón por la que ladra de “Mi turno para confesar”) y en percibir el aliento de los callejones, los bulevares, los almacenes, los bares, el asfalto, las habitaciones ajenas: en su obra, el ser es inseparable de su ambiente. Quizá es por eso que así definía su oficio: “Poema: un teatro en el que uno es la sala, el escenario, los decorados, los actores, el autor, el público, el crítico. Todo a la vez”, y aunque le adjudicó a Neruda el arte de hallar poesía en lo insospechado, lo justo sería decir que quizá no descubrió ese talento en el Nobel chileno, sino que lo identificó como un rasgo compartido.
Y es que en el universo de Charles Simic lo poético habita en todas partes. En las carátulas de los relojes, en las carreteras donde los autostopistas tiritan de frío, en un mazo de cartas, en lo repugnante de los días de invierno sin un copo de nieve, en las cocinas en las que los ancianos se sientan no para asomar a la ventana sino para encorvarse y mirar sus pies. Sus personajes favoritos (¿debíamos decir sus modelos ontológicos?) eran los borrachines, los campesinos, los carniceros, los inmigrantes, los outsiders. Había en él un peculiar interés por los insomnes (él mismo fue un desvelado empedernido, tal vez por tanto pasado que llevaba a cuestas, y nunca le fue fácil conciliar el sueño. Por tanto, aprendió a sobornar a la vigilia para poder crear mundos paralelos).
Nacido en Belgrado, la antigua Yugoslavia, en 1938, Dragoljub Simic (ese era su nombre de pila original) vivió en carne propia los crímenes del nazismo, las penurias de la guerra y la invasión y acoso de Stalin (caray, a cuántos poetas les jodió la vida o influyó en sus destinos el endemoniado Koba), así que su familia lo llevó a Francia y luego a Estados Unidos, donde aprendió inglés y, como Vladimir Nabokov, como Sándor Marai, adoptó esa lengua no para sobrevivir sino para pensar, imaginar. Para escribir.
El murmullo de fondo en cada verso o viñeta existencial con que miraba, y nos hizo contemplar, a los seres que desfilan en sus cortometrajes de aparente insignificancia, fracaso y soledad, proviene de un oído afinado por el jazz; una vista entrenada por el cine, la sensibilidad curtida por el arte y la atención clarividente de la fotografía: El mundo no se acaba (Premio Pulitzer 1990), Mi séquito silencioso, El amo de los disfraces o el tan celebrado Una mosca en la sopa, no son meras piezas bibliográficas sino una fantástica reunión de monstruos y prodigios de lo cotidiano, la cotidianidad de Simic, un taumaturgo de excepcional sentido del humor, un poeta rotundo: en entrevista con Christopher Nelson (incluida en Si le falla la suerte, publicado en 2015 por Cal y arena, con traducción de Rafael Vargas), Simic dictó su declaración de principios: “Solo un hipócrita podría afirmar que sus pensamientos están completamente dedicados a asuntos superiores. No me gusta la poesía que olvida que comemos, cogemos y cagamos, así como también nos hincamos para rezar”.
Simic partió el 9 de enero en una residencia de Dover, New Hampshire. Informaron que el genio murió por complicaciones de demencia. Ese mal degenerativo que, en latín, refiere a la cualidad de salirse de la mente.
Jeannette L.
Clariond ,
directora de Vaso Roto, claves de la obra y la personalidad del poeta
“Charles Simic encontraba la belleza en la tormenta”
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. FOTOGRAFÍA ZUMA PRESSCmientras que Simic fluye cristalino en una prosa que lo distingue del resto de los poetas de su generación. Desde entonces llamó mi atención y los buscamos para Vaso Roto Ediciones.
harles Simic murió el pasado 9 de enero. Nació en Belgrado en 1938 y desde los 16 años radicó en Estados Unidos. Poeta y ensayista, creó una obra deslumbrante que en la década de 1990 comenzó a circular en México gracias a las traducciones de Elisa Ramírez Castañeda y Rafael Vargas. A partir de 2005, con Mi séquitosilencioso, traducido por Antonio Albors, ha formado parte del catálogo de Vaso Roto, editorial que en los próximos meses publicará su último libro, Sintierraalavista, del que en estas páginas ofrecemos un adelanto en la versión de Nieves García Prados. En entrevista por correo electrónico, la poeta y traductora Jeannette L. Clariond, fundadora y directora de Vaso Roto Ediciones, habla del trabajo y la manera de ser de Simic, a quien considera “un ser humano extraordinario” y del que ha publicado, entre otros libros, Acércate y escucha, La vidadelasimágenes, Una mosca en la sopa y El mundo no se acaba, traducido por Jordi Doce, por el que fue reconocido con el Pulitzer de Poesía.
llega Charles Simic a Vaso Roto?
Traduje Zodiaco negro de Charles Wright en el año 2000 con la beca Rockefeller/ Conaculta. Un libro extraordinario y complejo que obtuvo el Pulitzer y el Premio Nacional de la Crítica. Tres años más tarde traduje Una brevehistoriadelasombra, del mismo poeta. En la investigación que hice sobre Wrigth encontré un intercambio sobre poesía, imaginación y metáfora entre Wrigth y Simic, que incluí al final del poemario publicado por la ya extinta DVD Ediciones. Dos maneras del dolor: la de Wright, contemplativa, con tendencia al silencio y a la visión oriental del mundo; mientras que la de Simic, irónica, vital y sagaz. Wright suele utilizar el pentámetro yámbico doble,
¿Podrías hablarnos de algunos de los libros que has publicado de Charles Simic?
Unamoscaenlasopaes la gran metáfora de su persona. Es el libro más autobiográfico y el que mejor refleja su postura ante el mundo. Asombra ver que, en medio de sus privaciones en París, salía a caminar por las noches a ver escaparates en la Rue du SaintHonoré. No es el poeta crítico de las calles donde compran los millonarios. Es ese su talento: salía a buscar belleza, sin importar si estaba en un bar, en la entrada de Moulin Rouge, los bares y tabernas a donde llegaban las limusinas. Unamoscaenlasopaes la más alta manifestación del poeta que encuentra belleza en la tormenta. La poesía de Simic tiene que ver con esa observación del detalle; así fue desde su niñez a pesar de encontrarse debajo de una cama mientras caían las bombas que posteriormente retratará en un verso memorable: “La trenza de humo negro de mi madre”. Lavidadelasimágenesresplandece en claroscuros por la visión que Simic tiene de la imagen, algo en donde resplandece la voluntad y el azar. Ver desmembrarse Yugoslavia llevó a Simic a asumir que el arte es la autodestrucción de sí mismo ante el público, quedarse sin brazos, sin piernas, arrancarse el corazón a dentelladas y gritar que su dolor lo guía hacia un acto sagrado. Ese libro muestra que Simic admiró el entusiasmo incondicional del mundo ante la reestructuración de Yugoslavia. Creo yo que fue cuando decidió acoger el inglés como lengua de escritura, además de llevar a esta lengua a poetas serbios, croatas, eslovenos y macedonios, fascinado por sus diferencias. Simic fue amigo de Tomaž Šalamun, también publica-
do por Vaso Roto: “Defiende lo tuyo, pero respeta a los demás”, escribe Simic en este libro evocando a su abuelo. Y agrega que jamás hallarán un destino dichoso quienes han hecho sufrir a los inocentes. La vida de las imágenes está repleto de reflexiones necesarias sobre la noche, el alma, la fotografía, sin preocuparse si se repite o no, si se han dicho antes, si son novedosas. Simic prefirió, con base en la repetición, no insistir en la imagen sino en la profundidad de esta, en la manera como cada rayo de sol, dependiendo de la luz del día, dice una cosa distinta, a pesar de ser el mismo rayo. Amante del cine y de la pintura, su poesía suspende las imágenes como si fueran pinturas para luego dejarlas transcurrir en chorros de color. Elmonstruoamasu laberintoson trazos de pensamiento: “El poeta ve lo que el filósofo piensa”. Como mencioné antes, recapitula lo vivido y, sin mencionar la palabra sufrimiento, hace patente su dolor, su orfandad, su pobreza, sin situarse en el papel de víctima. No se conduele de sí mismo. Pone en claro la barbarie que somos, la estupidez humana que hemos llegado a ser: “Hay tres clases de poetas: los que escriben sin pensar, los que piensan mientras escriben, los que piensan antes de escribir”. Si Eduardo Lizalde usaba la tarántula para hablar del odio, Simic usa la araña o un botón negro para llegar a la precisión del objeto, sin importar cuán pequeño fuera. A esto alude en Elmundonoseacaba: “Todo es predecible. Todo ha sido ya predicho./ Lo predestinado no se puede evitar. Incluida esta/ patata hervida. Este tenedor. Este trozo de pan negro./ También este pensamiento”.
En sus últimos libros, Acércateyescucha y Sin tierra a la vista, habla un Simic más próximo a la muerte, el que pide que acerques tu oído y escuches el pulsar de la Tierra, quizá su propio corazón. En el inédito (en español), Sin tierra a la vista va con la vista puesta en la otra orilla pidiendo a su pequeño
bote se cuide, puesto que es quien lo transportará hacia el final. Diría que El lunático tiene poemas que todos deberíamos leer. Hay un poema, en traducción de Jordi Doce, que encierra el pensamiento y arspoeticade Simic, “Historias”: ”Pues las cosas escriben su propia historia/ por humilde que sea,/ el mundo es un gran libro/ abierto en una página distinta/ según la hora del día// donde puedes leer, si lo deseas,/ la historia de un rayo de sol/ en el silencio de la tarde/ y de cómo, debajo de una silla apartada/ dio con un botón perdido hace mucho,// un botón negro y muy pequeño,/ de la parte trasera de/ aquel vestido negro/ que ella te pidió una vez que abrocharas/ mientras insistías en besarle el cuello/ y tocarle los pechos.
¿Sintierraalavista, que Vaso Roto publicará este año, sería su testamento poético, como ha escrito Mauricio Montiel Figueiras? No puedo decir que sea su testamento poético. Por supuesto que tiene un poema cuyo título es “El
¿Cómo
“Tuvo la su ciente inteligencia para aceptar la vida (el laberinto) con humor e ironía”
Roto, explora las poeta de origen serbio encontraba
funeral”, en donde se vislumbra la partida. Cada acto de Charles Simic es un testamento: cuando pidió tres bolas de nieve en el Hilton de Guadalajara, degustándolas con su tequila; en la ceremonia de Bellas Artes en el centenario de Octavio Paz; en el Cervantes de Nueva York, de donde se sale justo al terminar la lectura porque tenía que dar una clase temprano la mañana siguiente…, todo eso es un testamento, es una vida dedicada a la contemplación y al pensamiento de eso que se contempla, fuera el cielo, fuera el botón negro tirado en el suelo mientras besa el cuello de la mujer y acaricia sus senos.
¿Qué nos deja su poesía?
Charles Simic logró pulir sus sentimientos para poder pulir su voz. No hay hebras sueltas, no hay pesadez, no hay esa necesidad que tenemos a veces los humanos de ser comprendidos y escuchados. Charlie tenía la altura de los montes nevados. En la Feria del Libro de Guadalajara de 2019, me dijo que había cumplido 80 años y que apenas tenía la posibilidad de aceptar invitaciones, fuese a ferias, fuese a encuentros literarios. Como ya comenté, lo vi salirse de algunas cenas, porque tenía que impartir sus lecciones temprano por la mañana. Su obra trasluce ese compromiso del maestro con sus alumnos, con la poesía, con sus lectores. Su obra no pide premios, otorga reflexiones sobre nuestra propia vida, fin último de la poesía. Se va un ser humano extraordinario que atravesó el océano, que buscó la luz en el jazz, en el cine, en el silencio de la pintura. Se va un poeta que supo asumir su misión y entregarla con la delicadeza del jade que brilla sobre las piedras recién lavadas.
Tú lo trataste. ¿Cómo era? Observador, callado, sin deseo de hablar como un tema conversatorio sobre lo que ya había escrito. No puedo decir si usó la risa como defensa, solo podría asegurar que tuvo la suficiente inteligencia para aceptar la vida (el laberinto) con humor e ironía. Los grandes poetas que están dotados de una gran fragilidad, como Simic o Carson, se valen de la ironía como tropo. Paul de Man calificó así esta figura retórica que sublima el dolor y la rabia ante el poder y la injusticia para entregar algo superior que alza nuestra mirada hacia pensamientos que acaso florezcan en posibles respuestas. Nunca quiso hablar sobre las razones por las cuales no empleó su lengua materna como hiciera Vasco Popa, a quien consideraba su dios. Es importante señalar que cuando hablamos de Estados Unidos como imperio, no nos percatamos de que poetas como Charles Simic, Anne Carson, Ocean Vuong, Ha-Yin, Li-Young Lee, Jenny Xie, son astros rutilantes sobre el acero de los puentes reflejados en los rascacielos que, al mirarlos, no podemos sino seguir contemplando lo alto. Son ellos, los refugiados, los sin techo, quienes proporcionan losetas, camas y puertas para construir un espacio con una ventana a través de la cual vemos caer la nieve. _
Estos poemas forman parte del libro inédito en español que Vaso Roto publicará este año. Expresan, a un tiempo, la permanencia y la partida
Sin tierra a la vista
CHARLES SIMICMis posesiones
Tengo muchos amigos muertos y calles por las que deambulo todavía con los ojos abiertos o cerrados con la esperanza de toparme con ellos.
Tengo varias agendas de teléfonos con nombres tachados, dos despertadores y docenas de relojes de pulsera de los que no he oído un tic tac en años.
Tengo un gran paraguas negro que me da miedo abrir en casa pero también al aire libre sin importar lo fuerte que llueva.
Como un zapatero abstraído en una bota mientras la remienda, yo rara vez miro hacia arriba desde lo que estoy haciendo, con un pie en la tumba, evidentemente.
Casi invisible
Mosca enferma que avanza a paso lento y doloroso por un alto y estrecho parapeto, que pasa por la larga hilera de ventanales con la imagen escarpada de los edificios al horizonte por donde el sol se oculta indiferente a tu desdicha, adónde acudir a pedir ayuda cuando el viento llega en ráfagas desde el río Hudson
dispuesto a arrancarte las patas para que te arrastres sin alas en alguna de las lúgubres calles de abajo junto a los otros también dejados a su suerte.
Noviembre
Las cruces que todos los hombres y las mujeres deben llevar a cuestas en la vida es incluso más visible en esta noche oscura y lluviosa.
El viento ha muerto Barquito mío, ten cuidado.
No hay tierra a la vista.
Traducción de Nieves García PradosConsuelo
Un niño con equilibrio precario pronto descubre la dureza del suelo y el perfil afilado de las esquinas. Tu hijo aprendió a andar con dificultades, a costa de dibujar en su cuerpo un mapa de heridas, raspaduras y cicatrices. Mil veces recuerdas tenerlo en brazos, tras un fracaso de la verticalidad, susurrándole palabras tranquilizadoras en suave compás, mientras él dejaba largas estelas de mocos en los hombros de tus abrigos y camisas. Descubriste entonces que el consuelo es una necesidad humana esencial, que nos acompaña desde nuestros primeros pasos y tropiezos.
Diversas escuelas de filosofía en la antigua Grecia ofrecían a sus seguidores recetas para aliviar tristezas. La meta de sus enseñanzas era la ataraxia, una palabra que hoy suena a nombre de ansiolítico, y que significaba “ausencia de turbación”. Ese ideal atraía a personas agitadas, fatigadas de luchar en las trincheras del día a día, al borde del desconsuelo. Los oráculos y maldiciones de la época describen el mundo clásico como un nido de intensas rivalidades, competencia y envidia, que con frecuencia provocaban un hondo sentimiento de fracaso y nulidad. Consciente de todas las tensiones de su tiempo, el orador Antifonte abrió en la ciudad de Corinto, cerca del ágora, un local para “atender por medio de discursos a los afligidos”. Vendía consuelos, dicen las fuentes, para enfermos del ánimo.
Por lo que sabemos, fue la primera vez que alguien imaginó el oficio de aliviar el miedo y la tristeza. Es un arte difícil, como todos los que exigen atención y silencio. Incluso con la mejor intención, la mayoría ayudamos mal. En general, nos precipitamos a sermonear en lugar de dejar desahogarse a quien sufre y nos cuenta su historia. Al parecer esto les sucedía ya a los griegos, pues otro filósofo, llamado Zenón, les recordó en una de sus máximas
que “tenemos dos orejas y una boca, para escuchar el doble de lo que hablamos”. La persona que comparte sus confidencias no espera nuestra fórmula mágica. Si no somos especialistas, nuestro papel es mucho más sencillo: acompañar. Casi siempre el desconsuelo nace de heridas, miedos e imposibilidades, difíciles de entender desde fuera, pero abrumadoramente reales para quien las sufre. En una obra perdida de Sófocles, el poeta trágico dejó escrito: “El que no haya vivido mis sufrimientos, que no me aconseje”.
La mejor estrategia es acallar los “deberías”, cambiar los imperativos por preguntas: qué necesitas, qué te haría sentir mejor. En el fondo, lo que apesadumbra al triste y al enfermo es el miedo a no lograr salir nunca
de su laberinto. En los peores momentos, lo que necesitan es cierta dosis de comprensión, desactivar el fatal adverbio “siempre”: esto que te pasa pasará.
Consolar es difícil. Y quien posee ese don termina siendo víctima de sus desvelos. En su novela Lluvia fina, Luis Landero describe a una de esas escasas personas con el raro talento de escuchar. La dulce Aurora, protagonista del libro, atrae las confidencias de la gente. No puede escapar; todos, como misteriosos zahoríes, detectan su don al instante. “A ella nunca le importó escuchar a los demás, dejarlos que se desahogaran y aliviaran de los viejos recuerdos que los iban carcomiendo por dentro —¡qué tendrá la narración que nos consuela tanto de las culpas y errores y de las muchas penas que los años van dejando a su paso!”—. Sin embargo, Aurora, paño de lágrimas para todos, pero invisible en sus tristezas cuando ella necesita apoyo,
se hunde en el sirimiri de secretos agravios que llueve sobre su cabeza. Y así, arrastrada por una corriente tumultuosa de voces, desemboca en un final imprevisible. Para no exasperar a las bondadosas Auroras del mundo real, convendría aprender a prestarnos este servicio recíproco, al estilo de los primates cuando se acicalan y desparasitan unos a otros para fortalecer los lazos de la comunidad. Quitarnos las penas mutuamente, igual que los animales se retiran los piojos más escondidos. Como tu hijo, también los adultos necesitamos, tras las heridas, raspaduras y cicatrices, volver a sostenernos y agarrarnos de la mano. En tiempos de equilibrios precarios, buscamos consuelo al sentirnos sin suelo bajo los pies. _
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.
Y, además, en nuestra edición digital:
Como los niños, necesitamos una mano para aliviar la tristeza, la aflicción, el miedoIRENE VALLEJO ILUSTRACIÓN ROMÁN EL ATLAS
Los oráculos describen el mundo clásico como un nido de intensas rivalidades
El libro de los nombres
NARRATIVA, ENSAYO
Dos vidas
La era de la supernova
Seix Barral México, 2022 368 páginas
Basada en hechos reales, esta novela rastrea la huella de uno de tantos monstruos que engendró el nazismo: Henry Rinnan. La acción inicia en 1941, en una pequeña ciudad noruega, y se traslada cinco años después del fin de la guerra, cuando una familia se instala en la casa que sirvió a Rinnan como escenario de su resentimiento.
El último intento
Es posible escribir un libro como homenaje a la amistad. No es tarea sencilla, sobre todo cuando la muerte está de por medio. Esta es la empresa que Trevi acomete al celebrar las vidas de Rocco Carbone y Pia Pera: él prisionero del desencanto, fallecido en un extraño accidente; ella idealista y sensible, víctima de una enfermedad degenerativa.
Una historia cultural del grito
Cixin Liu
Nova México, 2022 496 páginas
Nueva estrella de la ciencia ficción, el escritor chino ha sido comparado con Arthur C. Clark y Ursula K. Le Guin. Celebrado por su TrilogíadelosTres Cuerpos, llega ahora esta novela temprana. Para la Tierra, el futuro inmediato es que una supernova se acerca y hará desaparecer a los mayores de trece años.
Populismos
Dharma Books México, 2022 116 páginas
Los diez relatos de este volumen transitan por atmósferas cotidianas a las que les resulta natural mostrar sus quiebres y sus sombras. Por eso mismo, se oponen a lo habitual. Convocan a una mujer fascinada por la limpieza de los cuartos de un hotel de paso, a un viejo general, a una pareja con experiencia en las acrobacias sexuales...
México, 2022 408 páginas
Si, como apunta la autora, el Big Bang es de algún modo el grito primordial, todos los seres de la naturaleza gritamos. Ciertos investigadores señalan que el grito nos acerca a las bestias y otros que gritamos imitándolas. Pero, como muestra este ensayo, a lo largo de su devenir el ser humano le ha dado un uso que le pertenece.
Revista de la Universidad de México
UNAM México, 2022 160 páginas
En su entrega más reciente, la publicación dirigida por Guadalupe Nettel se concentra en ese modusoperandique es el populismo, que no discrimina entre gobiernos de izquierda o de derecha. Destacan las colaboraciones de Carlos Illades, Mauro Barberis, Jorge Volpi, Manuel Arias Maldonado y Roberto García Jurado.
El placer de leer
A FUEGO LENTO
Mentirapor verdad
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.comAsu paso por México en septiembre de 1963, ¿Lee Harvey Oswald entró ciertamente en contacto con los servicios de espionaje de la embajada de Cuba y con grupos radicales patrocinados por la amenaza comunista? ¿Qué tanta certidumbre debemos atribuir a los crímenes perpetrados por la Mara Salvatrucha en las carreteras desoladas durante octubre de 2005, un episodio al que el imaginario popular bautizó como “Luces Apagadas”? ¿Y cuánto de verdad hay en la existencia de bandas delincuenciales que asaltaban a sus víctimas en estacionamientos y centros comerciales tras hacerles inhalar un derivado de la escopolamina —burundanga, en el metaverso colombiano—, el pasaje más seguro hacia el estado zombi? Qué son, qué representan: brillantes construcciones narrativas erigidas sobre la base del rumor, la falsedad de declaraciones, la incompetencia, el juego de espejos y aun la mala fe.
Estos son los casos que Gonzalo Soltero desmonta con rigor académico, meticulosidad y virtuosismo estilístico en Bad hombres (Festina/ UAM), un ensayo que, no obstante sus deudas con la antropología, la sociología, la psicología y la historia de las mentalidades, no oculta su fascinación por el don para contar historias. Pues las teorías de la conspiración (Oswald y el asesinato de John F. Kennedy) y las leyendas urbanas, dice Soltero, son una reacción ante el declive y riesgo, y, sobre todo, provocan, como lo harían La metamorfosis de Kafka o SatánenGoray de Isaac Bashevis Singer, una alta suspensión de la incredulidad.
Haciendo a un lado los usos políticos y económicos de la mentira difundida como verdad, me interesa, por vocación o debilidad de lector de ficciones, el poder fabulador de esas historias y su trama de ambigüedades, líneas de sombra, seducción y artificio. No son literatura, por supuesto, pero operan con algunos de sus mejores atributos, no importa si se transmiten de boca en boca, por correo electrónico o medios periodísticos, o si nacieron en la vigilia de un espía o un informante anónimo.
Bad hombres conduce por muchos caminos. Por momentos, creemos habitar una novela de John Le Carré; en otros, nos sentimos transportados a las fantasmagorías de Rodolfo Wilcock o a una paradoja policial de Chesterton. Nuestra extrañeza proviene de la sensación de estar en presencia del mundo real. _
LABERINTO
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HUSOS Y COSTUMBRES
La victoria del caos
ANA GARCÍA BERGUAE
n Elhombrequefuejueves, la célebre novela de Gilbert K. Chesterton, dos poetas discuten sobre el metro: Gabriel Syme y Lucien Gregory, un “poeta de la ley” y un poeta anarquista. El primero comienza la discusión: “Solo el desorden place al poeta. De otra suerte, la cosa más poética del mundo sería nuestro tranvía subterráneo”. “Y así es, en efecto”, responde Syme. “Le aseguro a usted […] que cada vez que un tren llega a la estación, siento como si se hubiera abierto paso por entre baterías de asaltantes; siento que el hombre ha ganado una victoria más contra el caos. Dice usted desdeñosamente que, después de Sloane Square, tiene uno que llegar por fuerza a Victoria. Y yo le contesto que bien pudiera uno ir a parar a cualquier parte”. Esto en la traducción de Alfonso Reyes, por supuesto. Desde que fue inaugurado en Londres en 1863 el sistema de trenes subterráneos cambió el espacio de las
ciudades. Ni las catacumbas parisienses darían, quizá, esa sensación de que la ciudad se expande hacía los lados y hacia arriba, pero también hacia abajo: un abajo que no es de cloacas ni desagües sino un lugar legal, transitable y, en teoría, seguro. Así, desde que llegó la modernidad las almas destinadas al infierno tienen que pasar, sin duda, por una estación de metro y puede que algún pasajero convencido de que se dirige a la oficina termine en el Hades, como en muchas películas, novelas y cuentos, y hasta se tope con un monstruo.
Así nuestra ciudad, tan lejos del cielo a pesar de su altura y tan cerca del inframundo y los dioses aztecas. A últimas fechas, lo prodigioso ha sido que los vagones lleguen sin contratiempo a cualquier estación, una victoria contra el caos, como dice Syme. Con todo lo ocurrido en el metro en estas semanas, no he podido dejar de pensar en Chesterton y
CAFÉ MADRIDsus paradojas: los victimarios se han convertido en víctimas, las descomposturas por falta de mantenimiento han resultado ser amenazas de sabotaje y terrorismo. De Yaretzi, la chica fallecida en el accidente de hace unas semanas, estudiante de Artes Visuales en la UNAM, bien pocos se acuerdan; en cambio, tenemos a la Guardia Nacional vigilando los andenes. Que yo sepa, ninguna película mejorará si se llena el cuadro de extras uniformados, a menos que sea Cleopatra o algo así; de hacerlo lo único que se logrará es que la trama se enrede y se entienda menos.
Los anarquistas de Chesterton se llaman como los días de la semana, resguardan un subterráneo lleno de armamento y también son agentes de Scotland Yard. Y quienes han leído El hombre que fue jueves conocen el final: el poder que rige a ambos, anarquistas y policías, tiene, como siempre, dos caras. _
Filosofía para adolescentes
Los hermanos mayores solemos pecar de soberbia. Al asumir la “responsabilidad” de ser el primogénito, uno es quien intenta orientar a los que nacieron después de nosotros y nos descoloca que sea al revés. El otro día mi hermano menor me preguntó si ya había visto la serie que me había recomendado. Cuando me habló de ella por primera vez puse el título en el buscador y, al leer la sinopsis, mis prejuicios me llevaron a pensar: “bah, una serie más de adolescentes rebeldes, calenturientos y drogadictos”. En nuestra siguiente conversación se lo dije y él, que últimamente parece más maduro que yo y no para de darme lecciones (hay que ver la cantidad de herramientas con las que cuentan los muchachillos de ahora), me insistió en que la viera: “te entretiene y, de paso, te enseña la aplicación de la filosofía en la vida cotidiana”, me dijo muy seguro de sí mismo.
Todavía no estoy en edad de hacerme colonoscopias, pero siento que ya hay muchas cosas que me pillan mayor (las tecnológicas, sobre todo), así que me daba cierto reparo dedicar parte de mi tiempo a ver una serie de adolescentes que, suponía, sería solo para adolescentes. La serie consta de tres temporadas, con trece capítulos cada una, a las que hay que dedicarles casi 40 horas en total. Y como a mí no me gusta dejar nada a medias (por más que la película o el libro o la serie me parezcan de poca calidad), pues… supe que tendría que ser serio y dedicarle ese tiempo. No es que no supiera de la existencia de esta obra audiovisual. Es española y se transmitió en un canal local y en uno nacional de la televisión abierta,
pero no tuvo la repercusión que ha tenido la lujuriosa Élite, por ejemplo, de la que todo mundo habló (y habla) debido a sus escenas subidas de tono y, digamos que a nivel nacional (desgraciadamente), pasó sin pena ni gloria. Ahora que lo pienso, tal vez haya sido porque es… “muy catalana” y, entre capítulo y capítulo, suelta algunas críticas e ironías sobre “el Estado español” o la Monarquía, y el proceso independentista
se asoma de vez en cuando y, sobre todo, porque su idioma original es el catalán y luego la doblaron al español y… en este país a mucha gente le parece bien que se doble lo extranjero, pero Cataluña “¡es España, coño!” Merlí retrata la vida de un grupo de estudiantes de bachillerato (“Los Peripatéticos del Siglo XXI”) que disfruta y se divierte aprendiendo filosofía, porque de vez en cuando su profesor los saca del aula y les da la clase en la cocina de la escuela o en un parque o en un centro comercial y, principalmente, porque este atípico docente les echa la mano en algunos de sus problemas personales y se pasa todo el curso relacionando los postulados de los filósofos más importantes de la Historia
con sus expectantes e inmaduras vidas. Pues bien: me enganché a la serie desde el primer episodio y sentí mucha nostalgia cuando acabé de ver el último.
Los métodos imprevisibles y poco ortodoxos del profesor Merlí Bergeron (“un Aristóteles del siglo XXI”) provocan en sus alumnos una serie de reflexiones, opiniones y cuestionamientos basados en las ideas de autores como Nietzsche, Schopenhauer, Sócrates, Descartes, Marx o San Agustín (nombres, por cierto, que sirven también para titular cada capítulo). Así se tocan temas como la libertad, el perdón, la sexualidad, el feminismo, la fe, el suicidio, la democracia o la inutilidad de estudiar una carrera pensando en tener un buen trabajo porque el “ascensor social” hace mucho que se estropeó y, en casi todo el mundo, quien nace pobre se queda pobre. Ahora que las reformas educativas están haciendo a un lado la filosofía, una serie como esta cobra mayor relevancia porque tener como guía en la vida a los filósofos siempre será mejor que consultar el libro de autoayuda que, cada tanto, se pone de moda.
Ya se sabe que la industria audiovisual de masas le enjareta una serie juvenil a cada generación. La de mi padre fue ¡Cachún cachún rá rá! La mía fue Rebelde. La de mi hermano es Merlí. Y yo me alegro de haber seguido su recomendación y de que este tipo de cosas evolucionen y mejoren. Porque el hecho de que los estereotipos y el morbo, los dos ingredientes más trillados de este género televisivo, se vean revolucionados por las tesis de grandes pensadores es un gran avance _
Los métodos poco ortodoxos del profesor provocan en sus alumnos una serie de reflexionesG. K. CHESTERTON Autor de El hombre que fue jueves