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Un reloj mágico
Francesc Miralles
Alfonso llevaba varias semanas con insomnio. Daba igual si se acostaba antes de medianoche o bien entrada la madrugada. En todos los casos, tres o cuatro horas después de haberse dormido, se desvelaba por completo.
–Tómate un día libre para desestresarte –le recomendó su mejor amiga, que era terapeuta–. Deja tus obligaciones y dedica la jornada entera a pasear. Regálate algo que te guste y no vuelvas a casa hasta que sea hora de dormir.
Alfonso decidió seguir su consejo como último recurso antes de buscar un médico que le diera fármacos.
Después de cruzar el semáforo, se encontró con una tienda de antigüedades. El rótulo La magia del tiempo le acabó de convencer para entrar a husmear. Ahí, Alfonso se fijó en un reloj de bolsillo que parecía antiguo.
Al recordar la sugerencia de su amiga, decidió hacer una excepción y preguntó al dueño de la tienda por el viejo reloj.
–Es una pieza muy especial –dijo el anciano vendedor–. Deje que le de cuerda... Funciona muy bien.
Minutos después, Alfonso salía de la tienda con el reloj en el bolsillo y un doble sentimiento de culpa. Tras detenerse en una plaza soleada, quiso mirar la hora y vio que el reloj se había parado. Hecho una furia, fue en busca del anticuario a reclamar su dinero.
–Si quiere, se lo reembolso –dijo–, pero el reloj funciona perfectamente, solo que de forma diferente a los demás.
–Este reloj solo avanza cuando su dueño vive de verdad. Por eso, para su buen uso, se recomienda guardarlo en el bolsillo de la chaqueta, junto al corazón. ¡Llevar el reloj en la muñeca es de esclavos! El tiempo que cuenta es el que usted dedique a hacerse feliz, con lo cual también hará felices a los demás.