REVISTA AMBIENTAL
Vol. 16, Núm. 1 2018
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Carta del director El huracán María fue un evento natural que ayudó al pueblo de Puerto Rico a entenderse y a reconocer que somos una colonia tercer mundista, localizada en la autopista de los huracanes, endeudada por una clase política enajenada de la realidad y cuyas ansias de lucro personal son insaciables. Si para algo sirvió el huracán María fue para hacernos comprender que, tanto el Gobierno insular como el federal, no estaban preparados para lidiar con este tipo de evento natural. Aparentemente, sin importar los colores de las administraciones gubernamentales, todas tomaron los riesgos naturales como si se tratara de una invención de la ciencia ficción, al subestimar las fuerzas de la naturaleza y la responsabilidad que representa la toma de decisiones directamente relacionadas con salvar vida y propiedad. Puerto Rico nunca tomó en serio las advertencias sobre el peligro de construir casas, condominios, hoteles y comunidades contiguos o en la zona marítimo terrestre. Tanto la Junta de Planificación (JP), la Junta de Calidad Ambiental (JCA) y el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) son responsables de la debacle y destrucción que han dejado los últimos eventos naturales, y que han afectado las costas de Puerto Rico. El daño que ocasionaron la fuerza de los vientos y las olas pudo reducirse si se hubiera planificado con seriedad, basando las decisiones en datos científicos y no aplicando las leyes arbitrariamente. El ejercicio de deslinde consiste en la separación, de parte del Estado, de los bienes de dominio público de los bienes privados. Esta decisión no solamente tiene importancia en la protección de vida y propiedad. Conlleva, además, la responsabilidad de proteger nuestro acceso a las playas, que son bienes de dominio público que pertenecen a todos los puertorriqueños por igual y a nadie en particular; no se pueden vender ni nos los pueden quitar. Los pasados secretarios del DRNA, de la JP y de la JCA son responsables de la aprobación de deslindes errados que el implacable tiempo les ha demostrado que no solamente pusieron en riesgo vida y propiedad, sino que aceleraron los procesos de erosión en nuestras playas, privatizaron 2
bienes de dominio público y convirtieron nuestras playas en el más horrendo paisaje dantesco que nos podamos imaginar. Gracias a las decisiones de estos administradores públicos tenemos: playas sin arena; pueblos amurallados; ruinas de verjas, casas, condominios, estacionamientos y carreteras dentro del agua afectando las actividades recreativas, turísticas y económicas que antes nos proveían estas atracciones naturales. Atracciones naturales, además, que nuestras futuras generaciones solo podrán apreciar en fotos y por las historias que escucharán sobre las experiencias recreativas que tuvimos la suerte de disfrutar en las playas de Puerto Rico. Por suerte somos un pueblo con una resiliencia incuestionable, que fuimos capaces de continuar con nuestras vidas con el buen humor que nos caracteriza. A pesar de la falta de electricidad, agua potable, gasolina y comida vimos cómo aún somos un pueblo resiliente que nunca se cayó ni estuvo de rodillas. ¿Que cómo pudimos hacer esto? Pudimos sobrellevar esa carga porque sabemos lo que es ser familia y vecinos. Tenemos una diáspora que siempre está pendiente de lo que pasa en su Puerto Rico y tenemos unas organizaciones no gubernamentales y de fe que se organizaron para ayudar a los necesitados. En conclusión: en Puerto Rico lo que tenemos es corazón.
Ruperto Chaparro Serrano, MA
Foto: Pichón Duarte
Zona marítimo terrestre Las costas a un año del huracán María
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Visión Mucha gente piensa que el espacio sideral, el universo, es nuestra frontera final de la exploración y del conocimiento. Sin embargo, los océanos todavía son una región desconocida y nuestros mares, los que nos quedan a unos pasos de nuestras casas, aguardan por nuestros esfuerzos en investigación, para conocerlos a p]rofundidad, mantener su valor ecológico y salvaguardarlos para que las generaciones futuras puedan beneficiarse de las oportunidades económicas y recreativas que estos ofrecen. Tal vez, lo irónico es que muchos conocen sobre el planeta Tierra o sobre nuestro sistema solar, pero conocen muy poco sobre los ecosistemas marinos y costeros y su extraordinaria biodiversidad, su fuerza y su energía física, así como su papel en la climatología. Como ciudadanos, debemos entender bien esa inmensa parte de esta biosfera que está formada por las aguas de los océanos. Marejada surge como un medio de comunicación enfocado en educar a los hispanoparlantes acerca de la importancia de proteger nuestros mares y océanos de los complejos procesos climáticos y antropogénicos que los amenazan. Marejada es una revista ambiental comprometida con la conservación y el desarrollo sustentable de nuestros recursos y atracciones marinas y costeras. Nuestro interés es educar al público general y llevarle información científica de una manera sencilla y fácil de entender. Para nosotros, uno de los puntos clave, en el marco de las investigaciones científicas aplicadas, es poder desarrollar proyectos dirigidos a solucionar problemas actuales que afectan los recursos marinos y costeros que nos rodean, al tiempo que facilitamos los resultados de estas investigaciones a los manejadores y los usuarios de estos recursos. Estos resultados deben ser publicados y puestos al alcance de la mayor cantidad de personas. Esta revista ambiental constituye ese espacio accesible para que los investigadores, los científicos, los usuarios de los recursos, los educadores, los manejadores y los especialistas publiquen artículos cónsonos a nuestra visión, al tiempo que el lector disfruta en este proceso del saber. Marejada: una manera de acercarte más a la costa. Marejada es publicada por la División de Comunicaciones y Publicaciones del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico bajo la subvención Núm. NA14OAR4170068 del Departamento de Comercio de Estados Unidos y la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA). ISSN 1947-1424 Para este número Cynthia Maldonado Arroyo: Coordinadora de comunicaciones/Directora editorial Mariana González González: Editora Cynthia Lee Gotay: Diseñadora editorial Raúl Omar Ortiz Arroyo (“Pichón Duarte”): Impresión División de Comunicaciones y Publicaciones Ruperto Chaparro Serrano: Director del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez Cynthia Maldonado Arroyo: Coordinadora de comunicaciones/Directora editorial Delmis del C. Alicea Segarra: Especialista en currículo y evaluación Mariana González González: Editora Cynthia Lee Gotay: Ilustradora científica Deifchiramary Tirado Choque: Ilustradora científica Oliver Bencosme Palmer: Artista gráfico/diagramador Raúl Omar Ortiz Arroyo (“Pichón Duarte”): Jefe de impresión Wilmarie Cruz Franceschi: Traductora Las opiniones y los puntos de vista expresados en esta revista no necesariamente reflejan los de la Universidad de Puerto Rico o los del Programa Sea Grant. La mención de marcas de productos no debe ser interpretada como un endoso a las mismas. Foto de portada: Pichón Duarte. 4
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La Villa del Ojo de Agua sobrevive a un año del huracán María
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El renacimiento de Tres Sirenas Beach Inn
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Si la mar te trae madera, haz un tablado: El Coral y su inventiva
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Resiliencia de las comunidades vulnerables de Mayagüez ante los efectos del huracán María
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Sobre “Un cambio categoría 4: Memorias del huracán María”
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Conoce a nuestro equipo: Jannette Ramos García
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Anuncios y eventos
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Marejadas de inspiración
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Foto: Pichón Duarte
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Foto: Mariana González
La Villa del Ojo de Agua sobrevive a un año del huracán María Por Jannette Ramos García, BA Coordinadora del Proyecto ¡Come pez león! Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico
Días después del huracán María Ya había pasado un mes del paso del huracán cuando visité la Villa del Ojo de Agua en Playuela (Crash Boat) en Aguadilla. La imagen que me recibió fue triste, impresionante y sobrecogedora. Era una visión de destrucción, desolación y sobre todo de pérdida. Las estructuras que albergaban la pescadería y los armarios estaban destruidos. Las palmas estaban arrancadas de raíz, la arena formaba dunas en lo que era el estacionamiento y la efigie de la Virgen del Carmen, que antes del huracán se encontraba sobre la arena, detrás de la pescadería, ahora estaba dentro del agua. En ese cuadro de destrucción ni un solo pescador se hallaba en el área. Ese día solo encontré al administrador de la Asociación de Pescadores, Ramón “Moncho” Blas Román, quien vive muy cerca. Para llegar a su hogar hay que subir un largo trecho de escaleras en un monte desde el cual se atisba la villa pesquera. Lo encontré tejiendo una red que colgaba 6
de una verja en el patio de su casa. Mientras conversamos sus manos nunca se detuvieron, ni siquiera tenía que mirar para saber por dónde pasaba la aguja. Sobrepasa los setenta años, de los cuales ha sido pescador sesenta, y fue su padre, quien también era pescador, el que le enseñó todo lo que sabe sobre este oficio. Moncho pasó el huracán en su hogar, y desde allí pudo observar la marejada ciclónica con olas que, según él, llegaban a los 50 pies. Esa mar embravecida arrancó de la orilla siete de las icónicas yolas aguadillanas. Moncho cuenta que, incluso durante las bravatas más intensas, las yolas permanecían siempre a salvo, pero no fue así en esta ocasión y el mar cargó con ellas y las destruyó: La lancha mía está allí enganchá en el carretón; lo partió, está doblao allí. Nosotros hablamos con Agricultura [refiriéndose al Secretario del Departamento de Agricultura de Puerto Rico] y nos dijeron que por qué no sacamos los botes
si sabíamos que venía un huracán pa’ cá. No nos dijeron más na. Pero, ¿qué sabíamos nosotros que iba a llegar así? El mar nunca había llegao ahí, era la primera vez. Por eso los dejamos en la playa y eso fue lo único que nos dijeron. Dijo además que, “vino Agricultura porque lo invitamos”. Cuando le pregunté si alguna otra agencia de Gobierno les había visitado, respondió que creía que personas de la National Hurricane Center y que les prometieron que les iban a pagar los botes; pero con un dejo de duda en su voz añadió: “No sé lo que va a pasar”. La planta también se dañó, “los freezers los perdimos, el mar se metió adentro del edificio y los dañó. El walking freezer se dañó, que era donde almacenábanos los pescaos. El ranchón donde metíamos las yolas, eso se lo llevó el mar, eso se lo llevó completo. No sabemos dónde está. Perdimos más de 3,000 libras de pescao, de carita, chillos, colirrubias, de todo lo que había; perdimos todo. Al día de hoy nadie del Gobierno de Puerto Rico ha venío donde nosotros. Nadie del país ha venío”, recalcó Moncho, visiblemente molesto y consternado. Pero los sinsabores de los pescadores aguadillanos no terminaron con el paso de María. Pescadores que no pertenecen a la Asociación de Pescadores aprovecharon el destrozo, la oscuridad y la soledad a la que el huracán destinó la playa por unos días y se apoderaron de piezas de los congeladores. Si existía la posibilidad de repararlos, con ese robo se les hizo imposible. Incluso alguien trató de robarse el generador de electricidad, pero no lo logró. Sobre este tema Moncho nos dijo: Se iban a llevar la planta. Suerte que yo llegué a tiempo por la noche, como eso estaba a oscuras... Se hizo una querella. Se creían que eso era día de fiesta, saboteando todo lo que había. Se llevaron las unidades del walking freezer y todos los alambres de cobre los sacaron. Sin embargo, no se quedaron de brazos cruzados esperando a que alguna entidad gubernamental les brindara ayuda. Tan pronto se enteraron de que existía el desempleo para los pescadores lo solicitaron. Son catorce pescadores en la Villa del Ojo de Agua y todos tienen sus licencias al día. Catorce pescadores cuyo sustento y el de sus familias quedó detenido al no poder salir a pescar, no tener dónde congelar sus pescas, no tener un espacio para guardar sus artes y no tener a quién venderle durante las primeras semanas y tal vez los primeros meses luego del paso del huracán.
La villa quedó destruida y la solución que Moncho ve para que puedan seguir operando con toda su capacidad es que los relocalicen. Muy cerca de la villa hay una estructura un poco más alejada del mar en donde ellos pueden volver a operar y, de surgir otro huracán con la fuerza de María, no sufrir los daños que este les ocasionó. Moncho demostró con su voz pausada que los pescadores tienen una capacidad enorme para sobreponerse a la adversidad. Él estaba esperando a que pasara al menos una semana más para volver a pescar; regresar a esa mar embravecida que le arrebató la villa pesquera, pero que aun con su furia no le pudo quitar la pasión que siente por el oficio al que ha dedicado su vida, y con el que ha sostenido a su familia. Un año después Al cabo de unos meses, luego del embate del huracán María, la Villa del Ojo de Agua logró restablecer su villa pesquera en uno de los edificios que quedó medianamente en pie. Sin embargo, el día 5 de marzo de 2018, una gran marejada azotó las costas de la isla, y la estructura finalmente se desplomó sin remedio. Una vez más los pescadores quedaron a la intemperie, con sus edificios destruidos, pero ellos en pie de lucha. A finales de agosto de 2018, regresé a la Villa del Ojo de Agua para volver a entrevistar a los pescadores. Ahora solo hay un furgón entre los escombros de lo que antes era un espacio reconocido por lo impecable de sus alrededores, por el colorido de las yolas aguadillanas que adornaban la orilla y por la llegada de los pescadores y su típica forma de llevar las yolas a la arena luego de pescar. En esta ocasión nos recibió Félix Morales Blas, quien durante muchos años fue presidente de la Asociación de Pescadores. Félix se reconoce por haber dirigido muchas luchas contra desarrolladores y contra el Gobierno, quien está dispuesto a dar permisos para estos desarrollos. Resulta que el terreno, donde aún permanecen los escombros de lo que eran un restaurante, cuartos para guardar las artes de pesca, una pescadería y un restaurante, es muy codiciado y los intentos por sacar a los pescadores del área, que por un centenar de años han ocupado ese espacio, han sido consistentes. La voz de Félix fue firme al expresar que: “Yo he dejado mi vida aquí. To estos edificios que ves aquí los hice yo. A mí me hicieron muchas auditorías, y esos mismos siempre me decían que me iban a dar más chavos”. Y es que, antes del 7
huracán María y de la gran marejada, la Villa del Ojo de Agua era una de las más prósperas y mejor organizadas, al punto de ser un ejemplo para otras villas pesqueras. Se destacaba, incluso, por tener un restaurante que atendían las esposas y demás familiares de los pescadores. Sentado sobre los restos de un bloque de cemento Félix continuó. Habló de las luchas estudiantiles, del cambio climático, de las lecciones que dejó el impacto del huracán María y de “la marejá de los muertos”. Habló con fluidez, con voz firme y sin pausa: Lo que ocurrió ya [el impacto de María] fue una lección, esto no se esperaba en ningún renglón de la vida. Para esto uno no está preparado. No hay manera de prepararse. Es que el principal culpable es el Gobierno, porque toda la infraestructura de este país no sirve. ¿Cómo te vas a preparar si la infraestructura no sirve? Ahora mismo, los del centro de la isla, ¿cómo podían salir, cómo iban a comprar comida para seis meses? Se va a botar un montón de dinero arreglando cosas. Mira lo que hicieron en Loíza, que pusieron los postes en la orilla de la playa y los tuvieron que quitar. Aquí [en Crash Boat] se perdieron yolas. Aquí hay yolas enterradas, otras las desbarató; hay freezers enterraos. La lancha de Moncho fui yo quien la saqué; la guagua de la pescadería quedó enterrada. Félix continuó contando que para ser una villa pesquera próspera, a un año, “estamos mal, hay que buscar la manera de levantarse”. La Iglesia pentecostal les donó
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tres botes, pero hasta ahora otras ayudas permanecen solo como promesas. Agricultura prometió unos vales para unos equipos de pesca; supuestamente todo eso está en orden, pero nada ha llegado. Aquí todo lo hicimos nosotros. Pero lo más que nos tiene estancaos es la permisología del Departamento de Recursos Naturales, el municipio de Aguadilla y de Agricultura. Félix dijo además que ya el Gobierno no va a permitir más construcciones en la costa, en la zona marítimo terrestre. Precisamente, a raíz del huracán, las estructuras de la villa pesquera quedaron dentro del agua y lo que queda de la Villa del Ojo de Agua está localizado dentro de esta zona. En ese momento, se sumó a la conversación Christopher Alma Román, hijo de Rey Alma, presidente de la villa pesquera. A sus 22 años dijo que era pescador de toda la vida y que tiene su licencia al día. En relación con la construcción en zona marítimo terrestre, Christopher mencionó que del municipio le expresaron que, “se puede volver a reconstruir la villa… pero que tiene que ser a 16 pies de altura”. De acuerdo con Christopher, a raíz de que pusieron un vagón en el estacionamiento de la pescadería, para guardar los equipos y vender pescado, el Gobierno les está exigiendo que este debe tener ruedas y quedar a 16 pies de altura. Sin embargo, existen propiedades en terrenos privados que, según mencionan los pescadores, no se les están exigiendo lo mismo. Y es que ahora también tienen sobre ellos el peso de la acción de un desarrollador que
no quiere tener el vagón frente a sus propiedades de alquiler, porque le resta vista a sus casas. Félix dice que, tanto los desarrolladores como ellos (la villa pesquera) tienen un enemigo en común: la zona marítimo terrestre. Si ellos no pueden construir, el desarrollador tampoco. Los pescadores no quieren que los muevan de ese espacio en el que llevan ya un centenar de años. Es ahí a donde pueden llegar con sus yolas y no existe otra área cercana donde entrar a propulsión y luego dejarlas para descargar la pesca.
Entonces, a un año de María los pescadores puertorriqueños siguen sufriendo los embates de este huracán. Sin embargo, son ejemplo de lucha, de integridad y de un inmenso deseo de salir adelante, de mantener un legado para otras generaciones, pero que sea en el mismo espacio donde por un siglo han permanecido. “Tenemos que seguir luchando”, puntualizó Christopher.
Ahora mismo estamos en negociaciones para mudar la pescadería al área de allá [refiriéndose al lado contrario del estacionamiento de la playa con relación a la pescadería]. Pero no podemos dejar este espacio aquí, porque si cedemos este canto de Agricultura, si nos quieren sacar de allá [del lugar nuevo], nos pueden sacar.
Foto: Mariana González
Así, Félix asegura que dejar atrás el espacio que ha sido cede de la villa pesquera por tantos años podría ser un arma de doble filo.
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Foto: Mariana González
El renacimiento de Tres Sirenas Beach Inn Por Mariana González González, MA Editora, Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico
“Si quieres sobrevivir, tienes que ser fuerte”, me decía Lisa mientras yo intentaba seguirle el paso por la costa rincoeña llena de escombros. Mis piernas cortas hacían un gran esfuerzo por esquivar las varillas que aún están varadas en ese camino costero de Rincón; y ni hablar del trabajo que me costó intentar grabar las palabras de Lisa en la memoria, porque entre las olas que chocaban contra mí sin aviso, y sus largas piernas que avanzaban sin descanso, no creí posible perpetuar sus palabras en mi celular. Pero esa frase, con todo y tambaleo, de hecho, pude grabarla muy bien en mi cabeza: “Si quieres sobrevivir, tienes que ser fuerte”. Y eso es precisamente lo que Lisa Brown Masters y Wanda Acosta han estado haciendo desde que regresaron a su hotel aquel 21 de septiembre del 2017, el día después de que el huracán María marchó de la isla. Las propietarias del Tres Sirenas Beach Inn fueron unas de las tantas empresarias que se enfrentaron a la pérdida estructural del establecimiento que usaban como sustento económico. Aunque para cuando estuve allí parada por primera vez ya estaba todo reconstruido, las fuertes marejadas que causaron el huracán María 10
quebraron con afán una parte considerable del hotel boutique. Todo el frente que mira hacia la playa, según me contaba Wanda Acosta, incluyendo el área de la piscina, cedió ante los golpes del mar que usaban esas paredes como barrera. Dejó un daño estructural de más de doscientos mil dólares, y esta suma no incluye las reservas que se cancelaron, ni los posibles ingresos que se perdieron por paralizar el negocio durante diez meses. Endeudarse o vender: esas fueron las opciones que rondaron sus cabezas, luego del pensamiento natural “¿Qué hacemos ahora?”. Sin embargo, el sentimiento hacia el negocio familiar que inició Lisa hace 17 años pudo más que cualquier opción de compra que llegó a la mesa: “Pensamos en vender, y tuvimos a personas interesadas viniendo por aquí, pero era desgarrador, no era algo que queríamos hacer”. Y no lo hicieron. Fue así como ocho largos meses después de aquel día que marcó la historia de la isla, Lisa y Wanda pudieron dar inicio a la reconstrucción del hotel. Valga decir, eso sí, que aún están esperando el dinero del seguro privado. Para poder permitirse el reborn, como Lisa le llama,
La reconstrucción del lugar duró dos meses, y el resultado fue tan impecable que ahora es imposible darse cuenta de cómo quedó el pequeño hotel tras el paso del huracán María. Las olas alcanzan la parte frontal del lugar, pero quien no conozca sobre la gran parcela de arena que existió ahí enfrente, pensará que el hotel simplemente se construyó rozando el mar. La reapertura ocurrió en julio y, curiosamente, en vez de huéspedes extranjeros, los mismos puertorriqueños empezaron a hacer reservas; dice Wanda que “los boricuas apoyaron demasiado”. Aun con los huéspedes que llegaron durante el verano, sin embargo, a un año del huracán María, el hotel enfrenta la crisis de la baja en el turismo; tanto así que, para septiembre, mes en que visité la hospedería, no había ni un solo huésped instalado. Durante esos ocho meses que transcurrieron con gran parte de su negocio destruido, Lisa y Wanda alojaron a todo el que lo necesitara. Algunas de las siete habitaciones del pequeño hotel eran funcionales, así que empleados del lugar se alojaron allí junto a sus familias, al igual que otros vecinos de Rincón. La intención, como me contaba Wanda, era que otros necesitados encontraran un lugar donde resguardarse, y donde pudieran beneficiarse de la energía eléctrica que regresó al hotel cuatro meses después del huracán. La interacción y convivencia con los amigos y vecinos fueron de esos pocos efectos que le agradece Wanda al evento atmosférico: “Fue muy bonito unirnos todos, y entendernos mutuamente; entender que tenemos miedos similares y diferentes necesidades”.
ella pueden verse desde zafacones hasta máquinas de lavar sembrados en cemento. Así, a un año del evento, los alrededores del hotel Tres Sirenas todavía conservan ese “decorado” por los alrededores, y todo pinta a que los futuros huéspedes tendrán todos estos peligrosos restos al alcance y a la vista. ¿Que qué está haciendo el Gobierno local? Basta con pasear por ese mismo camino rocoso y peligroso para tener una respuesta. Ante todo lo gris que pueda lucir el panorama de vez en cuando, sin embargo, ni Lisa ni Wanda se doblegan ante las solicitudes sin respuestas. En este hotel, desde donde se respira el olor a mar y la vista al océano es imperturbable, todo parece posible porque todo se levanta a fuerza de trabajo. Y porque no encuentro mejor forma para terminar, dejo aquí las últimas palabras que compartió Wanda conmigo, y que merecen compartirse con todo el mundo: “Tenemos que seguir con el positivismo y también cambiar la narrativa de Puerto Rico. El huracán fue terrible, absolutamente, pero ahora es tiempo de cambiar esa idea a algo positivo, a la belleza de Puerto Rico, a la resiliencia de Puerto Rico, al hecho de que aún estamos aquí y todo es maravilloso y las cosas están mejorando”. Foto: Mariana González
asumieron un préstamo comercial; de hecho, tuvieron que solicitarlo tres veces porque se lo denegaban.
Asimismo, a un año de María, el Tres Sirenas Beach Inn no tiene mucha arena para ofrecer a sus visitantes, porque el mar se la tragó y se resiste en devolverla. La poca arena que queda, y a la que se llega traspasando las enormes rocas que tuvieron que ponerse frente al hotel para que recibieran el impacto de las olas, tiene todavía restos del huracán. Varillas de acero y trozos inmensos de cemento pueden encontrarse si se camina por ella. Tanto Lisa como Wanda mostraron su disgusto en relación al estado actual de la costa que lleva a su hotel. Y es que, varias propiedades cercanas a la hospedería echaron cemento en plena zona marítimo terrestre, con la intención de formar una barrera sólida que sostuviera sus edificios para que no acabaran en el mar. Ante el desespero no se despejó el área de todos esos escombros que dejó el huracán María en la costa, y si se camina por 11
Foto: Mariana González
Si la mar te trae madera, haz un tablado: El Coral y su inventiva Por Mariana González González, MA Editora, Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico
Al restaurante El Coral llegué porque me contaron que de su cocina salían exquisiteces de la mar. Y no mentían. En el negocio joyudense, que lleva Indre Morales, con su esposo Cholo e hija Iliana, desde hace 24 años, no solo comí los camarones más jugosos y robustos que he comido jamás, sino que contemplé el cayo Ratones sentada en un banco hecho con la madera que dejó el huracán María. Y el banco no fue la única inventiva que surgió a partir de los tres pies de madera que les regaló a El Coral las marejadas y el viento, sino también un tablado con todas las de la ley. Indre y su familia se quedaron en su casa, aquel 20 de septiembre, a pasar el huracán María. Es una construcción dividida en dos plantas y levantada sobre la zona marítimo terrestre; en la planta de abajo está el negocio familiar, y en la de arriba la vivienda. Cuenta Indre que, “Por la ventanita del baño, que está de costado, por ahí podíamos mirar, y dentro de lo que uno podía observar cuando la ola rompía en las piedras brincaba y corría por todo el zinc [de la casa]”. 12
Fue mirando por esta ventana, de hecho, que se dieron cuenta de toda la madera que se estaba acumulando en la parte trasera del edificio que conformaba su casa y su negocio: “Entonces mi esposo en una me dice ‘Ay, Indre, mira qué mucha madera hay [en el agua]’”. La madera que, según Indre, provino de los muelles y de las casas de la costa que el huracán azotó, permitió construir el tablado; dio y sobró, como puntualiza la dueña de El Coral. Asimismo, Indre cuenta que antes del evento atmosférico ya habían pensado en construir un tablado que acompañara la vista de la costa, esa que regala la parte trasera de su restaurante, y que antes del huracán tenía una playa en la que las personas se bañaban y desembarcaban kayaks y paddle boards. Sin embargo, no habían considerado hacerlo tan elaborado: “Yo no tenía la visión de que fuera así, se hizo así por la madera que trajo, porque él [su esposo Cholo] lo que iba a hacer era algo pequeño, y esa madera es bien cara. Aquí me han dicho que hay más de cinco mil dólares [en la construcción del tablado]”, comenta Indre al
respecto. Añade, además, que la única inversión que salió de sus bolsillos fue para pagar “los clavitos y la mano de obra”.
Y así, a un año del huracán María, el corazón del lugar ya no está solo en las exquisiteces que salen de la cocina y de las manos de Indre y su hija Iliana, sino también en esa parte trasera que exhibe el tablado de El Coral. Es imposible no otorgarle un ente propio a ese rincón del restaurante que nació a partir de los restos que dejó el huracán. El ciclón bien pudo dejar a muchos sin techo, pero esas maderas encontraron un puerto seguro. En El Coral se perpetuó, en forma de tablado, el recuerdo de aquel día de septiembre; también la resiliencia, la maña y la inventiva de la que es capaz el puertorriqueño. No me parece que exista mejor lugar que El Coral para materializar el famoso dicho “Si la vida te da limones, pues ponte a hacer limonada”. Quiero agradecer a Jannette Ramos García, colaboradora del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico (PSGUPR), no solo por ser una experta en la costa de Joyuda y su gusto gastronómico inminente, sino por llevarme a El Coral y presentarme a Indre. Si me enteré de esta obra de arte que nació a partir de la devastación que dejó el huracán María fue gracias a ella.
Foto: Mariana González
Por otro lado, Indre tiene pensado sumarle al tablado unos cuantos detalles: “Quiero poner barriles con sombrillitas”, me contaba. Sin embargo, al parecer estas decoraciones tendrán que esperar, porque, aunque el huracán regaló mucha madera, dejó a los dueños de este pequeño negocio familiar viviendo el día a día para poder echar hacia adelante la empresa que les da sustento. De este mismo renglón, Indre asegura que las pérdidas que tuvieron no fueron muy grandes en comparación a otros negocios costeros. Aun así, los efectos poshuracán resultaron en pérdidas económicas inesperadas, como la pérdida de mercancía, la inversión en reconstrucción (el huracán les llevó la verja trasera y el pedestal de la escalera) y la falta de productos marinos ante la inestabilidad de los comercios pesqueros esos días posteriores. La dueña de El Coral, sin embargo, no consideró cerrar su negocio ante el paso del huracán María y, de hecho, pudo abrirlo dos semanas después del huracán. “Mi hija siempre me decía: ‘Mami, tenemos que abrir, hay que tratar de vender algo’”. Y dicho y hecho: si bien no podían vender los jugosos y robustos camarones, hicieron malabares
con el menú y remplazaron las empanadillas de pulpo por las de pizza y carne molida.
Tablado que se construyó con la madera que dejó el huracán María en la costa del restaurante El Coral. 13
Resiliencia de las comunidades vulnerables de Mayagüez ante los efectos del huracán María Por Edwin J. Asencio Pagán, PhD Catedrático, Departamento de Ciencias Sociales Universidad de Puero Rico, Recinto de Mayagüez
Osciris M. Vargas Vargas Estudiante subgraduada, Departamento de Ciencias Sociales Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez
Desde el 1928 hasta la actualidad han sido varios los eventos atmosféricos que han azotado a Puerto Rico. Los acontecimientos naturales que han ocurrido en la isla en dicho periodo, como es el caso del huracán María en septiembre de 2017, y registrado como el huracán más fuerte y potencialmente destructivo a lo largo de la historia de Puerto Rico, han impactado en gran medida las familias y las comunidades vulnerables de la región oeste del país. Por ser el de mayor fuerza e impacto, el huracán María ha redefinido el modo en que se piensan estos eventos y los acercamientos que se le dan.
vulnerables a inundaciones del municipio de Mayagüez, como consecuencia del huracán María. Las comunidades fueron: El Maní, La Boquilla, Jardines del Caribe, Santa Rosa de Lima y La Vía. En términos generales, los criterios de inclusión en los participantes fueron: ser mayor de 21 años y residente de la comunidad por más de cinco años, y haber experimentado al menos un fenómeno atmosférico previo al huracán María en la comunidad. En esta parte se aplicó el diseño de investigación correlacional que explica y cuantifica las relaciones entre las variables al mismo tiempo. Las variables correlacionadas fueron resiliencia, actitud y vulnerabilidad social.
La siguiente investigación estuvo enfocada en identificar las características de resiliencia individual y comunitaria que presentaron 341 participantes provenientes de comunidades 14
La investigación responde al enfoque cuantitativo, y en la recolección de datos se utilizó un cuestionario. En la
Foto: Pichón Duarte
primera parte se presenta el perfil sociodemográfico; en la segunda parte la variable actitud; en la tercera parte la variable vulnerabilidad social; en la cuarta parte la variable resiliencia (individual y comunitaria) y en la quinta parte las estrategias individuales realizadas por los participantes antes del embate del huracán María. Las estrategias se adoptaron del plan de contingencia familiar ofrecido por la Agencia Estatal para el Manejo de Emergencia. Además, se realizó un inventario tanto de las residencias que sufrieron daños en la estructura, como de las que no. A su vez, los investigadores identificaron los recursos humanos, materiales, económicos, sociales e institucionales que señalaron los participantes con el fin de determinar su vulnerabilidad social. Hallazgos sociodemográficos generales A continuación se exponen los hallazgos del perfil sociodemográfico de los participantes de las cinco comunidades estudiadas. La investigación arrojó que hubo más participación femenina, con un 54.8 %, mientras que el 39.3 % fue masculino. Las edades de los participantes oscilaron entre los 21 años hasta 99 años,
con un promedio de 60 años. Según esto, la muestra promedio de la investigación se define como parte de la generación llamada Baby boomers. Por otra parte, el número de años que las personas llevan residiendo en las comunidades responde entre tres a 99 años, con un promedio de 16 y 45 años. Los participantes, por otro lado, experimentaron entre uno a diez eventos atmosféricos; un 31.4 % experimentó una media de tres. En cuanto al estado civil, un 44.9 % de los participantes refirió estar casado, un 29.9 % soltero, un 12.3 % viudo, un 8.8 % divorciado y un 3.5 % convive con sus pareja. Por otro lado, en relación al grado de escolaridad, un 40.5 % alcanzó la escuela superior, el 17.9 % la escuela intermedia, el 15 % la escuela elemental, el 10.3 % un grado asociado o técnico, el 11.1 % indicó tener bachillerato, 1.5 % tiene maestría y un 0.3 % doctorado. Solo cuatro participantes de los 341 expresaron no tener escolaridad. En promedio, además, los hogares están compuestos de hasta tres personas, y solo una de estas genera ingresos. Sobre la fuente de ingresos de los participantes, la más reportada fue el seguro social, con un 54.5 %, y la asistencia nutricional, 15
con un 42 %. Además, el 77.1 % reportó tener un ingreso mensual de $0 a $2,499, por lo que se puede establecer que los participantes de la investigación pertenecen a la clase pobre (según la clasificación de ingresos anuales en Puerto Rico, del Dr. Arias Benson, que se presenta en su columna “Aumenta la clase de los nuevos pobres”). Hallazgos de las variables De la misma forma en que se expusieron los hallazgos sociodemográficos, los investigadores realizaron un análisis de hallazgos por cada variable de estudio (actitud, resiliencia y vulnerabilidad social). Para comenzar, se analizó cuáles fueron los resultados de la variable “actitud en las comunidades”. Los investigadores encontraron que la mayoría de los participantes de todas las comunidades muestran tener una actitud positiva, tanto en los preparativos previos a la llegada del huracán, como en el proceso de recuperación posterior. Los reactivos determinantes en la escala fueron: haberse mantenido al tanto de los medios de comunicación (79.2 %), haber tomado medidas de precaución (57.2 %), estar optimistas ante el proceso de recuperación (51.3 %), considerar que se estaría mejor preparado para un próximo evento atmosférico (71.3 %) y que las creencias religiosas ayudaron en la recuperación (79.5 %). En cuanto a la variable “vulnerabilidad”, los investigadores catalogaron a los participantes dentro del nivel “vulnerabilidad baja”. Los reactivos que determinaron esta conclusión (y en los que los participantes contestaron “totalmente en desacuerdo”) fueron los siguientes: tener ahorros de emergencia suficientes para cubrir los gastos de los daños (55.7 %), tener destrezas vocacionales o conocer personas que tuvieran destrezas vocacionales (57.5 % y 61.6 %, respectivamente), y haber presenciado el mantenimientos de los sistemas de drenaje (64.8 %). Así, se concluye también que los residentes de las comunidades son vulnerables, no solo por su ubicación geográfica, sino también por la falta de accesibilidad a los recursos humanos, materiales, económicos e institucionales. Esto último, de hecho, los cataloga como una Comunidad Especial, dentro de las clasificaciones de la Ley para el Desarrollo integral de Comunidades Especiales en Puerto Rico. Sobre la resiliencia a nivel de individuo, esta se reportó como “positiva”. Los reactivos que determinaron esta conclusión fueron: haber insistido en planes de recuperación (70.1 %), ser capaz de depender de sí 16
mismo (54.8 %), ser capaz de ocuparse de más de una tarea a la vez (59.2 %), haber sido organizado para hacer más de una tarea a la vez (66 %), y ver las cosas desde una perspectiva positiva (68.3 %). A pesar de que estos residentes se encuentran en comunidades sumamente vulnerables a inundaciones, y sufrieron un sinnúmero de daños y pérdidas por el paso del huracán María, es importante recalcar que presentaron un alto nivel de resiliencia. Esto significa que son capaces de superar los estragos que les ocasionó el evento atmosférico al momento en que se realizó el estudio. Ahora bien, en cuanto a la resiliencia a nivel de comunidad, esta se reportó como negativa. En promedio, en estos reactivos que se presentan a continuación, los participaron respondieron “en total desacuerdo”: llevar a cabo reuniones para discutir obligaciones del Gobierno (87.7 %), llevar a cabo reuniones para exponer inquietudes (85.3 %), tener grupos de ayuda para envejecientes (78.9 %) y tener un grupo de trabajo para luego de eventos atmosféricos (81.2 %). Por consiguiente, estas comunidades vulnerables a inundación no tienen presente una estructura comunitaria que reaccione ante momentos críticos como lo fue el paso del huracán María. Esto puede ser una desventaja en su proceso de recuperación. Entre otros hallazgos, se encontró que la mayoría de los participantes reportaron no haber adquirido una póliza de seguro ni haber coordinado para ayudar a envejecientes y encamados. No obstante, la mayoría reportó haber identificado arreglos estructurales en sus hogares y haber guardado documentos personales en bolsas plásticas. En cuanto a notificar a las autoridades sobre problemas tales como drenajes obstruidos, líneas eléctricas y telefónicas expuestas, la mayoría dijo que no cumplió con estas estrategias, a excepción de los residentes de La Vía donde un 50 % reportó que sí cumplieron y un 50 % reportó que no. Finalmente, los datos adquiridos a través de esta investigación resultan ser una herramienta clave para pensar en modos de tomar acción ante estas situaciones. No obstante, los investigadores no se limitaron a la recopilación de datos, sino que precisaron realizar un análisis que dejará al descubierto el modo en que se correlacionaron las tres variables que estuvieron bajo estudio. Para los investigadores resultó pertinente estudiar si existía diferencia entre las variables de actitud y vulnerabilidad social. Del mismo modo, se enfocaron en auscultar las estrategias individuales
Para comenzar, las estrategias individuales que más predominaron entre los participantes fueron: guardar sus documentos personales en bolsas plásticas e identificar arreglos estructurales en sus hogares. De acuerdo con los resultados, La Vía y Jardines del Caribe fueron las comunidades que más estrategias individuales cumplieron. Por otro lado, las estrategias comunitarias que más mostraron los participantes fueron: asegurarse de que los alrededores estuvieran libres de objetos que pudieran convertirse en proyectiles, tener un plan de desalojo y trabajar voluntariamente para reestablecer la comunidad después del paso del huracán. De igual manera, se estudiaron las características de resiliencia comunitaria que presentaron estos residentes. Entre ellas se encontró que solo un 22.08 % de los participantes reportó que su líder comunitario reaccinó ante el momento de crisis y un 37.05 % de los participantes reportó haberse organizado como comunidad luego del paso del huracán. Además, resultó que un 8.5 % de los participantes llevó a cabo reuniones para discutir las obligaciones del Gobierno y que un 10.02 % señaló que se llevaron a cabo reuniones para clarificar inquietudes relacionadas a eventos atmosféricos. Por lo tanto, aunque un 44.4 % de los participantes reportó que la comunidad cuenta con un plan de desalojo, se puede afirmar que no había un interés comunitario general luego del paso del huracán. Asimismo, se valida que no existe una base comunitaria, ya que solo un 13.5 % de los participantes reportó que existió un grupo de trabajo en la comunidad que se encargó de organizarse luego del evento atmosférico. Además, con el paso del huracán María, solo el 19.1 % de los participantes reportó que no se llegó a modificar el plan de desalojo. Por esta razón, los investigadores infieren que, debido a la descomposición comunitaria, los residentes no se han reunido para organizar un plan más efectivo para la comunidad. Sin embargo, se evidenció el logro de establecer ayuda comunitaria, pues un 47.3 % de los participantes reportó que los residentes de la comunidad han trabajado voluntariamente para restablecerse después del huracán. De la misma forma, se evaluó qué grupos respondieron de manera eficiente a las necesidades de las comunidades ante los efectos del huracán María.
Con relación a las ayudas, un 72.8 % de los participantes reportó que las ayudas que recibieron por parte de grupos comunitarios y religiosos fue más rápida que la del mismo Gobierno. No obstante, un 42.4 % de los residentes planteó que las ayudas que recibieron por parte del Gobierno central y municipal fueron de beneficio luego del paso del huracán. Del mismo modo, el 60.8 % de los participantes reportó que las ayudas que recibieron por parte de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) y la Guardia Nacional también fueron de beneficio luego del paso del evento atmosférico. Los participantes reportaron, por ejemplo, que recibieron hasta 20,000 dólares en ayudas de parte de FEMA, con un promedio de 2,817.28 dólares. Por otro lado, los investigadores también evaluaron la actitud que muestran los residentes de diversas generaciones. Como se había mencionado, la mayoría de la muestra tenía entre 54 a 72 años. La actitud que se obtuvo de esta generación fue positiva, al igual que las demás edades con una variabilidad entre 21 hasta 99 años. Asimismo, no hubo diferencia estadísticamente significativa entre la actitud que presentaron los residentes de las diferentes comunidades. Por el contrario, sí se encontró que existen diferencias estadísticas significativas entre la actitud y la vulnerabilidad que presentaron los residentes de las comunidades. Es decir, las escalas de actitud y vulnerabilidad tienen un coeficiente de correlación de 0.152 con un nivel de significancia de 1 %. Esto establece una relación positiva-débil entre las variables, que sugiere que mientras más actitud positiva, más vulnerabilidad tienen. Por otro lado, los investigadores midieron si existe relación estadística significativa entre la posesión de recursos humanos, materiales, tecnológicos, económicos y sociales, y el incremento en la capacidad de resiliencia. Comenzando por la resiliencia individual, se estableció una relación positiva entre las variables que sugiere que a mayor vulnerabilidad, mayor resiliencia individual. Luego, la resiliencia comunitaria logró establecer una relación positiva entre las variables, y resultó que a mayor vulnerabilidad mayor la resiliencia comunitaria. Ahora bien, los investigadores pretendieron investigar si existen diferencias estadísticamente significativas entre la actitud presentada ante la vulnerabilidad social y la capacidad de resiliencia. En cuanto a la primera correlación, se estableció una relación positiva-débil entre las variables, sugiriendo que a mayor actitud positiva, mayor la capacidad de resiliencia individual. 17
Foto: Credito
y comunitarias que utilizaron los residentes de las comunidades de estudio. A continuación, se presentará la ruta que los investigadores trazaron para establecer dichas correlaciones y se expondrá la información obtenida.
Esto sustenta los datos de las variables, ya que la actitud y la resiliencia individual se sitúan positivamente. De igual manera, se planteó una relación positiva-débil entre las variables, debido a que mientras más actitud positiva, más vulnerabilidad existe. Por último, en cuanto a la correlación de resiliencia y vulnerabilidad, se estableció una relación positiva entre las variables; así que a mayor vulnerabilidad, mayor la resiliencia comunitaria. Por otro lado, se estudió si el componente generacional influye en la actitud de iniciativa y en la capacidad de resiliencia para enfrentar los efectos del fenómeno atmosférico, en este caso, el huracán María. Esto establece una relación negativa entre las variables, lo que significa que a mayor edad, menor es la capacidad de resiliencia individual, y a menor edad, mayor la capacidad de resiliencia individual. En cuanto a la relación entre la actitud y la edad, se estableció una relación negativa entre las variables, sugiriendo que mientras una aumenta la otra disminuye. En este caso, mientras más edad tenga el participante, menor será su puntuación en la escala de actitud, y mientras menor sea la edad, mayor será la puntuación. Conclusión A pocos días de la catastrófica devastación de estas comunidades a causa del huracán María, se pudo observar la cruda realidad que se ocultaba bajo la máscara que había creado la urbanización: la pobreza, el desempleo y un alto número de personas envejecientes. En otras palabras, se dejó al descubierto todo aquello que obstaculizaba el movimiento y la trasferencia de los recursos económicos, tecnológicos, sociales y humanos. Este conjunto de elementos conforma la vulnerabilidad social que influyó en las actitudes y capacidades de resiliencia de los residentes de las comunidades devastadas. Sin duda alguna, es un secreto a voces que con el pasar de los años los huracanes que impactarán tierra firme serán más potentes que los anteriores. Por lo tanto, es esencial que las comunidades más susceptibles al impacto de estos fenómenos se preparen de manera efectiva. La educación es la columna vertebral de la recuperación y el progreso de un país. Esta es la herramienta que permite el desarrollo y fortalecimiento de los conocimientos que contribuyen al ser humano a sobreponerse de situaciones adversas y negativas como lo son los fenómenos atmosféricos. Trabajar con 18
las comunidades antes de la llegada de un huracán es igual de importante que trabajar con ellas después del impacto del mismo. La meta debe ser crear nuevos sistemas que permitan el desarrollo de prácticas efectivas en donde colabore el Estado, el municipio, la comunidad y cada uno de sus habitantes. Finalmente, luego de analizarse, revisarse y modificarse las conclusiones generales de los hallazgos y las correlaciones presentadas en la investigación, se recomienda imperativamente al Gobierno municipal, estatal, a entidades sin fines de lucro, grupos universitarios y comunitarios, entre otros, la creación de estrategias e iniciativas enfocadas en la educación (en materia de prevención) de los residentes de estas comunidades, para que los mismos se empoderen como individuos y como comunidad, y evitar así desastres de mayor escala ante la llegada de futuros huracanes. En la investigación se destaca que el 42.4 % de los residentes se sentían preparados ante la llegada del huracán María, mientras que el 38.4 % indicó que se sentían optimistas y que pensaban que el huracán no les iba afectar. A pesar de poseer actitudes positivas antes del impacto del huracán, los residentes reconocen en su mayoría que estaban equivocados y que el exceso de confianza jugó en su contra. Por consiguiente, que no se lleve a cabo una educación con enfoque preventivo en las comunidades vulnerables por medio de talleres, conferencias y charlas, significaría nuevamente la inminente pérdida de vidas humanas y daños estructurales más graves. Puerto Rico necesita puertorriqueños comprometidos y encaminados a la reconstrucción social de su isla. Esta investigación es prueba de ello. Referencias: Labrunée, M., Gallo, M. (2003). Vulnerabilidad Social: El camino hacia la exclusión. Palm, R., & Hodgson, M. (1993). Natural Hazards in Puerto Rico. Geographical Review, 83(3), 280-289. doi:10.2307/215730 Pasch, R. J., Berg, P., & Berg, R. (2017). National Hurricane Center Tropical Cyclone Report: Hurricane Maria (pp. 1-10, Rep.). National Hurricane Center.
Ilustración: Isabel A. Escalera
Sobre “Un cambio categoría 4: Memorias del huracán María” Por Tania del Mar López Marrero Departamento de Ciencias Sociales y Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez
En agosto del año 2017 un grupo de estudiantes y yo comenzamos a trabajar un proyecto sobre amenazas naturales y desastres en Puerto Rico como parte de las investigaciones del Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral (CIEL), del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). Desarrollamos el proyecto dentro del marco de estudio de la llamada “memoria social” —también conocida como memoria local, memoria colectiva o, simplemente, memoria—, concepto que hace referencia a las experiencias acumuladas, el conocimiento adquirido y las lecciones aprendidas a partir de desastres previos. Iniciamos el mismo, en parte, debido a que hacía casi dos décadas desde el paso de un huracán intenso sobre Puerto Rico (el huracán Georges en el 1998), y por la cercanía al centenario del terremoto y tsunami del 1918. En ese contexto recalcábamos que, aunque no habíamos tenido un huracán, terremoto o tsunami intenso durante periodos
prolongados, la localización geográfica de Puerto Rico y su situación geológica no nos eximen de ellos. Así pues, comenzamos a buscar información y a documentar huracanes, tormentas, inundaciones, sequías, deslizamiento de terreno, terremotos y tsunamis ocurridos en Puerto Rico, y a desarrollar materiales educativos para dar a conocer dichos eventos y mantener el recuerdo de los mismos. Con esto, nuestro interés era —y continúa siendo— fomentar el diálogo sobre el tema de desastres en la isla y enfatizar la importancia de desarrollar planes de manejo a diferentes niveles, ante el posible arribo de los mismos. Documentamos, por ejemplo, lo ocurrido en eventos como: los huracanes San Narciso (1867), San Felipe I (1876), San Roque (1893), San San Ciriaco (1899), Ciprián (1932), San Felipe II (1928), Hugo (1989) y Georges (1998), el terremoto y el tsunami del 1867 y 19
los del 1918, el deslizamiento de terreno de Mameyes (1985) y las sequías de 1994 y 2014. Entonces vino el miércoles, 20 de septiembre de 2017, día que nos visitó el poderoso huracán María, haciendo su entrada por Yabucoa a eso de las 6:00 a. m. con vientos de 155 mph. Un huracán categoría 4, casi 5, como esos de los que tanto hablábamos mientras desarrollábamos el proyecto, pero que ninguno de nosotros había experimentado. Luego de un receso académico, al cabo de unos dos meses del paso del huracán retomaron las clases en el RUM, y por ende nosotros nuestro proyecto. Ante la inesperada situación, decidimos añadir un nuevo elemento al proyecto: que los estudiantes participantes plasmaran sus experiencias con el paso del huracán María y con ello contribuir a la “memoria social” del evento. A los estudiantes investigadores del proyecto (compuesto en aquel entonces por 6 estudiantes subgraduados), se unieron 9 estudiantes que tomaban clase conmigo ese semestre, dando lugar a la redacción de 15 memorias. Así nace Un cambio categoría 4: Memorias del huracán María. A lo largo de las memorias vemos cómo cada uno de ellos vivió el huracán durante sus diferentes fases: antes, durante y después. Veamos algunos ejemplos. Siendo para ellos, en esencia, la primera experiencia con un fenómeno atmosférico mayor, manifestaron una mezcla de sentimientos: desde miedo hasta curiosidad, intriga y emoción de vivir un evento de tal magnitud. Hasta el huracán María, la mayoría creció escuchando las historias de sus familiares sobre Santa Clara, Hugo y Georges. Aunque el hecho del ‘impacto inminente’ me asustaba por las consecuencias que podría traer, pero también sentía intriga y curiosidad al momento de pensar que un sistema complejo y perfecto venía por ahí. (Carlos F. Rivera López, Orocovis). Esos sentimientos se tornaron en tristeza, angustia, ansiedad, desesperación e impotencia durante y después del huracán. Ya a las 8:00 de la mañana los vientos habían derrumbado árboles y desmantelado casas y ranchos. ¡Qué triste!, pero a la misma vez qué brutal se escuchaba y se sentía el viento; parecía una turbina de avión. Horas más tarde, ya la tristeza pudo más que la emoción y comencé a llorar. Lloré por los que estaban en la calle, por mi 20
gente y por lo que veía. Ya todo estaba destruido... (Abimael Castro Rivera, Vega Baja). Vivieron los impactos del huracán de forma directa, pero también vivieron el desastre a través del dolor y de la pérdida de otros, como lo fue el resultado de un viaje de estudio y humanitario a una comunidad en Utuado.
La experiencia de poder entrar a un hogar acompañada de los dueños, y observar cómo un lugar familiar, habitable y construido con tiempo y dedicación quedó destruido y forrado totalmente de lodo fue impactante: paredes, muebles, enseres, todo el piso y habitaciones manchadas de tierra. El relato de esa pareja, lleno de nostalgia y tristeza, conmovió a cada uno de los que allí estábamos presentes. (Monique A. Lorenzo Pérez, Moca). Ejemplificaron también la vulnerabilidad y las pérdidas en otros ámbitos, como el agrícola, fuente de ingreso de muchas familias puertorriqueñas. En esos días fuimos a la finca de mis padres en Moca, una de más de 100 cuerdas y con sobre 15,000 matas de plátanos sembradas. Mi padre no quería ir porque decía que no se sentía listo emocionalmente, pero a los varios días fuimos. Fue bien fuerte para todos ver la finca en las condiciones en las que estaba. Todo el plátano se había ido. Meses de trabajo literalmente se perdieron en un día; todo estaba en el suelo. Sobrevivieron unos árboles de panapén, uno o dos de aguacate, pero ninguno con el cual obtener un sustento económico. Con lágrimas en los ojos nos fuimos para la casa para no llorar uno frente a otro. (José D. García Santiago, Aguadilla).
Ilustración: Isabel A. Escalera
Un cambio categoría 4: Memorias del huracán María, es parte del Proyecto 1867: Desastres y memoria en Puerto Rico (www.proyecto1867.com).
Abordaron el huracán desde un contexto más amplio: el contexto social y político que desató, más allá del huracán y sus características atmosféricas, el desastre resultante. Fue también para muchos un proceso de reflexión de qué les deparará el futuro. María aceleró el deslumbramiento de la crisis humanitaria que la isla ha de manifestar por causa de la corrupción y malas decisiones burocráticas que afectan la situación económica, ambiental y social. También se vio claramente la relación colonial y de desventaja que tenemos con Estados Unidos, al Trump venir aquí y decir que este desastre ‘has thrown his budget out of whack’. Todo esto rondaba mi cabeza a la vez que me preguntaba a mí misma si la isla tenía algo que ofrecerme al final de cuentas, si de veras voy a florecer como quiero aquí o si tuviese que comenzar a realizar planes hacia otro rumbo que de verdad me llene más. (Heidi Colón Rodríguez, Mayagüez). Reaccionaron, además, al manejo gubernamental luego del paso de María, y al uso del famoso estribillo “Puerto Rico se levanta”. Ante esto, hicieron alusión a la resiliencia y perseverancia del pueblo puertorriqueño el cual “siempre estuvo de pie”. Luego de algunos días del paso de María, la radio y el Gobierno con sus famosos estribillos, comienzan a promocionar ‘Puerto Rico se levanta’ como la consigna de dar aliento y de superar la terrible experiencia que habíamos pasado. Cansada de un estribillo quemao y poco cierto es porque mi escrito se titula ‘Puerto Rico siempre estuvo de pie’. En medio de la tempestad, nos mantuvimos alertas, pendientes a lo que estaba ocurriendo. En medio de los vientos, los árboles se mantuvieron de pie; aun sin sus hojas frondosas
dieron la batalla contra las fuertes ráfagas de vientos. Casas que, aunque sin techo, sus cimientos y paredes se mantuvieron de pie para darle la posibilidad a sus dueños de reconstruir un hogar más seguro. Estuvimos de pie en filas de varias horas para conseguir agua, gasolina, comida y hielo. Estuvimos de pie para ayudar al necesitado. La batalla la dimos y fue de pie. Puerto Rico siempre estuvo enfrentándose al huracán, que más allá de fenómeno natural es también social. (Natasha Castillo Rivera, San Germán). A través de las memorias vemos también cómo se pone en práctica el concepto de “memoria social”: lo aprendido a raíz del huracán, la experiencia adquirida, los nuevos conocimientos, el comprender mejor el entorno físico y social en que habitamos y cómo se manifiesta la naturaleza en tales eventos. Además, y a pesar de la adversidad y de los efectos negativos del huracán, también reconocieron aspectos positivos: la unión entre familiares y amigos, los actos de solidaridad, la ayuda mutua, la autogestión comunitaria, el apreciar el entorno “natural” y valorar las “pequeñas cosas” del diario vivir. Sin lugar a dudas el huracán María representó un gran cambio para todos nosotros: cambios en nuestro diario vivir, en nuestras relaciones interpersonales, en el sentido que le damos a las cosas materiales y a los momentos, en cómo manejamos situaciones adversas. Que de estas vivencias y memorias, y de muchas otras sobre María, aprendamos todos. Que constituyan también una referencia para las futuras generaciones. Luego de un desastre, la memoria se torna un elemento para la renovación y la reorganización de sistemas sociales-ecológicos; lo que resulta en individuos, sociedades y ecosistemas más resilientes. Un cambio categoría 4: Memorias del huracán María intenta aportar a dicho proceso. 21
Conoce a nuestro equipo Jannette Ramos García Es casi imposible hablar de Jannette Ramos García sin hacerlo de los pescadores, y del fruto de su trabajo con ellos, pues son parte esencial de quién es ella. Esta devoción por las pesquerías y su gente tiene raíces en su niñez, y en las vivencias que desde entonces han surgido en su trabajo con este sector en Puerto Rico y el Caribe. Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico (PSGUPR): ¿Cuándo y cómo surge tu amor y devoción por las pesquerías? Jannette Ramos García (JRG): Desde que era pequeñita. A mi mente siempre viene el nombre de “Lalo Escoba”, quien era neverista en Puerto Real, Cabo Rojo, y el suegro de una de mis tías maternas. Don Lalo fue mi primer enlace con la subcultura de la pesca en Puerto Real. Era tanto lo que escuchaba sobre su trabajo que me fui enamorando de la pesca a temprana edad. Además, tengo recuerdos hermosos de mami y papi cuando, dentro de la pobreza en que vivíamos, siempre estaban preocupados por proveernos los mejores alimentos y, al menos una vez a la semana, compraban pescado en Puerto Real. Al pasar los años, quise proveerles esa misma experiencia a mis hijas de ir a comprar pescado fresco a Puerto Real, escuchar a los pescadores, verles llegar, conocer sus historias de vida; se hizo imperativo. Desde entonces, y luego gracias a la oportunidad que me brindaron primero el doctor Manuel Valdés Pizzini y el Programa Sea Grant de trabajar junto a ellos, la pesca y los pescadores se han convertido en una pieza muy importante en mi vida, al punto de que cuando les ocurren desgracias, como la pérdida de sus casas o equipos —por el paso de María, por ejemplo—, para mí es algo personal y me siento compelida a ayudarles. PSGUPR: ¿Cuándo llegaste al PSGUPR? JRG: Comencé trabajando en el Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral (CIEL). Me contrató el doctor Valdés Pizzini, quien entonces
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era director del Centro, para realizar entrevistas a pescadores y a gente asociada a la pesca en torno a sus gustos gastronómicos ligados a pescados y mariscos. Para entonces en el CIEL se producía el boletín Fuete y Verguilla, el cual tuve la oportunidad de coordinar por varios años. En algún momento, este boletín pasó a manos del PSGUPR y, en ese momento, también pasé al Programa. Además de ser el enlace entre los pescadores comerciales y el Programa, y la voz de los videos que aquí se producen, actualmente soy la coordinadora del Proyecto ¡Come pez león!, un esfuerzo por fomentar la pesca, la comercialización y el consumo del pez león en Puerto Rico y el Caribe. PSGUPR: Háblanos de los logros del Proyecto ¡Come pez león! JRG: Es un proceso que ha tomado algunos años. Hemos logrado, poco a poco, llevar información correcta al público con degustaciones de pez león en diversos festivales y en programas radiales y de televisión. Debo mencionar que, gracias a la asignación de fondos del Consejo de Administración Pesquera del Caribe, hemos podido proveer Zookepers y varas hawaianas a los pescadores para que pesquen el pez león con seguridad y eviten los accidentes con sus espinas venenosas. De hecho, en áreas como Puerto Real, un número mayor de buzos lo están pescando y vendiendo a restaurantes del área oeste y del área metropolitana también. Con esto hemos logrado que más restaurantes incluyan el pez león en su menú como una alternativa sabrosa. Otro impacto que me parece importante es que algunos de los restaurantes a los que he llevado información y adiestramiento sobre cómo cortar las espinas venenosas y por qué la carne del pez león no contiene toxina alguna, no solo han comenzado a venderlo, sino que han pasado esta información valiosa cuando lo ofrecen al público.
PSGUPR: Y tu tiempo libre, ¿a qué lo dedicas?
JRG: Decir qué disfruto más es imposible porque lo disfruto todo. Disfruto visitar a los pescadores, conversar con ellos, reconocer sus necesidades y tratar de ayudarles con lo que necesitan. Disfruto aprender sobre la pesca con este grupo de hombres y mujeres, y verles llegar y comprarles pescado fresco de las aguas de mi patria. Disfruto también educar a las personas sobre el pez león y que lo prueben, y organizar el Festival ¡Come pez león!
JRG: Mi tiempo libre, que ahora es muy poco, lo dedico a leer, viajar cuando puedo y, desde hace siete años que nació el primero, a estar con mis dos nietos, con mi nieta y con mis hijas.
Foto: Oliver Bencosme Palmer
PSGUPR: ¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?
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Anuncios y eventos
¿Ya echaste un vistazo Porto Rico 1930 Georreferenciado: Un mosaico de la costa?
Sea Grant Puerto Rico e ISER Caribe celebrarán baile a beneficio de pescadores comerciales de Yabucoa y Vieques
Lo primero que ocurrió fue que el Departamento de Marina de los Estados Unidos, entre el 1930 y el 1931, tomó las primeras fotos aéreas sistemáticas a la largo de toda la costa de nuestra isla, Puerto Rico. Para hacer esto, se dividió la isla en 33 áreas, y 4 oficiales y 16 marinos, usando como herramientas 3 hidroaviones y el diagraminas Vireo, se encargaron de la faena. A partir de la labor de este Departamento, entonces, el Centro Interdisciplinario de Estudios del Litoral (CIEL), centro de investigación adscrito al Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez (UPRM), se dio a la tarea de georreferenciar estas fotografías aéreas para que se puedan incorporar y usar en un Sistema de Información Geográfica (SIG), y así puedan compararse y analizarse con otros datos geográficos de la isla. Este proyecto lo coordinó la Dra. Tania del Mar López Marrero, directora del CIEL y Catedrática Auxiliar del Departamento de Ciencias Sociales. Las 432 fotografías aéreas que se georreferenciaron se obtuvieron mediante el portal Porto Rico 1930 Aerial Image Database, un proyecto de la profesora Linda L. Vélez Rodríguez, del Departamento de Ingeniería Civil y Agrimensura de la UPRM. La financiación para este proyecto viene de parte del Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez y del Programa de Manejo de la Zona Costanera del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico y su Centro Educativo sobre el Cambio Climático Ambiental. De igual modo, estudiantes pudieron formar parte del proyecto gracias a los fondos semillas de la Facultad de Artes y Ciencias de la UPRM. 24
Hace poco más de un año, el huracán María hizo su entrada por las costas de Yabucoa, dejando una estela de destrucción y de desasosiego para los pescadores comerciales del país. Los muelles de donde solían salir a pescar y donde dejaban sus yolas quedaron destruidos. Muchas de sus embarcaciones sufrieron daños severos; las viviendas de algunos resultaron destruidas; los refrigeradores se enmohecieron a causa del agua salada que entró a las villas pesqueras; muchos perdieron sus artes de pesca y la falta de luz prevaleció durante más de ocho meses. Dadas estas circunstancias, el Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico (PGSUPR) e ISER Caribe, Inc. (Institute for Socio-Ecological Research) se unieron para atender la necesidad de los pescadores del este de la isla. Con este fin entregaron materiales libre de costo, como alambre para construir nasas, diferentes tipos de boyas, soga, anzuelos, hilo, entre otros, a la Villa Pesquera Punta Santiago en Humacao y a pescadores independientes de Vieques. A raíz de la entrega de estos materiales han podido, poco a poco, regresar a pescar.
No obstante, a un año del huracán María, los pescadores de Yabucoa y otros pueblos del este todavía luchan por recuperarse y por regresar a ganarse la vida, pero no tienen los ingresos para lograrlo. Por esta razón, el PSGUPR e ISER Caribe, Inc., con la colaboración del Sr. Walter Otero, director de Walter Otero Contemporary Art en San Juan, se han unido en la organización del El baile de la mar, para levantar fondos a beneficio de quienes contribuyen a nuestro bienestar alimentario y gastronómico: los pescadores. El evento, denominado El baile de la mar, se llevará a cabo el sábado, 17 de noviembre a partir de las 8:00 p. m. en el Casino de Mayagüez. La música estará a cargo de la Orquesta de Roberto Ortiz, y la comida, de Ángel Crespo, chef y propietario del antiguo restaurante “Ceviche” en Joyuda, Cabo Rojo. Durante la actividad, se sortearán varias contribuciones de artistas del país, entre ellas dos obras de arte del pintor puertorriqueño Arnaldo Roche y una obra de Yarie Vega. Los fondos recaudados ayudarán a la reconstrucción y reparación de embarcaciones y a la compra de materiales y equipos de pesca para pescadores comerciales de Yabucoa, Vieques y, de superar la meta, otros pueblos. Para adquirir sus boletos de entrada y para el sorteo, pueden llamar al (787) 649-5419 o al (787) 320-4857, o escribir a comepezleon@gmail.com. También pueden adquirirlos en Eventbrite o en el Casino, el día del evento.
Integran a la comunidad en restauración de corales de la Reserva Marina Tres Palmas
por el huracán, por lo que fue seleccionada para la implementación de proyectos de restauración de corales. Durante los pasados meses, las compañías de consultoría ambiental HJR Reefscaping e Isla Mar Research Expeditions, en coordinación con el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, desarrollaron diversas iniciativas de restauración de arrecifes de coral en la RMTP. Dada la gran necesidad de continuar el proyecto, y al interés de integrar a la comunidad en estos procesos, se ha coordinado un evento de restauración, coauspiciado por el Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico (PSGUPR), que contará con la participación de voluntarios de la comunidad en general. La actividad de restauración de arrecifes de coral será el sábado, 22 de septiembre de 2018 de 9:00 a. m. a 2:00 p. m. en la Playa Escalera, Reserva Marina Tres Palmas, Rincón. La misma integrará activamente a la comunidad en la siembra de corales y en el monitoreo de corales restaurados de la RMTP. La actividad contará además con recorridos guiados de snorkeling por la Reserva para observar los arrecifes restaurados, limpieza de playas y arrecifes, exhibiciones educativas, competencia de castillos de arena y otras actividades para niños. Los participantes de esta actividad deben poseer certificación de buceo vigente, tener buena flotabilidad, indicar última fecha de buceo y llevar su propio equipo de buceo. Se les proveerán los tanques de buceo libre de costo. Para la limpieza de arrecifes y playas, los participantes deben registrarse en este enlace: https://goo.gl/forms/ kPvu5IkBN8z08yPK2. Se espera que la actividad sirva de experiencia investigativa y educativa a los participantes, así como de ejemplo a otras comunidades y sectores del país en torno a la importancia de promover la colaboración entre la comunidad, las empresas privadas y las agencias de gobierno.
Tras el paso del huracán María por Puerto Rico, diversas entidades privadas y de gobierno documentaron múltiples áreas donde hubo fragmentación de corales en la Isla. Ciertamente, la Reserva Marina Tres Palmas (RMTP) fue una de las áreas más impactadas
Para más detalles y acceder a los enlaces de registro, puede buscar el evento en https://www.facebook.com/ events/1006686222836861.
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Marejadas de inspiración El palo ‘e mangó Por Verónica M. Barreto Rosa Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
Más o menos al mediodía un poco de calma se sintió. Tras horas de un feroz impacto, todo el mundo salió. Al ver el destrozo que el monstruo dejaba, mi abuelo suspiró. Con alegría en sus ojos llorosos afirmaba: “El mangó sobrevivió”. Sin embargo, preocupado por la experiencia que del pasado adquirió, ansiosamente decía: “Por ahí viene la virazón”. Aunque alguno le contradijo, el viejo tenía razón: por un poco más de horas María nos azotó. Entre la oscura noche aterradora en un momento se oyó; algo inmenso desvanecía, algo inmenso al suelo cayó. Todos allí lo sabíamos, pero ninguno lo admitió, hasta que con la luz del otro día el barrio entero lo vio. Aquel que a Hugo y a Georges y a otros tantos aguantó, había dado batalla pero no prevaleció. Unos al verlo pensaron: “Si ha caído este, el país se destrozó”. Y al recordar el palo de su infancia, hubo gente que lloró, y resignados murmuraban “María tumbó el palo ‘e mangó”.
Resurgir borincano Por Mariola Cortés Cardona Publicado originalmente en Proyecto 1867: Desastres y memoria en Puerto Rico
Han pasado casi 20 años desde el último embate, la brisa cambia el clima habla.
Tempranito en la mañana, la ropa a mano se lavaba, y si te daba calor un baño en la chorra lo solucionaba.
Y el boricua preparando anda “asegura, asegura, por si acaso pasa ese huracán del que tanto hablan”.
A las once del día el vecindario se juntaba y entre todos un manjar exquisito preparaban.
Dieron las cuatro de la madrugada, el rugir de los vientos me levantaba, un fenómeno nunca antes visto nos azotaba, y al mismo tiempo una gran lección daba.
A las tres de la tarde, la bola y el bate nos esperaban, “¡hora de juego!”, todos gritaban y el vecindario se juntaba.
Huracán María, se llamaba, aquel que a viento y espada todo a su paso se llevaba.
Pasaron los días, la armonía y la unión aumentaban, y la boricua cuenta se daba, que sin María, nada de eso pasaba.
Un apagón cubrió la isla, las inundaciones la limpiaban y era que María, un nuevo resurgir nos daba. Tras su paso por la isla, una unidad embargaba, a ese corazón boricua de aquí y de la diáspora.
Sin luz y sin agua todavía anda, el terruño borincano que todos aman; pero si nos miran del espacio podrán ver, que ahora brilla más que en el ayer.
Los caminos se tornaron alegres, al ver a la gente con los machetes que entre resuene y suene todo limpiaban.
Foto: Pichón Duarte
Los vecindarios se desbordaron, niños, jóvenes y adultos por doquier haciendo un bembé todos los días a las seis. Llegaba la noche, y el boricua con ansias esperaba, el espectáculo que las estrellas y la luna preparaban. 27
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