Pepe Uca ¡Atrapados!

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Delmis del C. Alicea Segarra, Angela Ferrá Elías

Doris J. Rivera Santiago, Héctor M. Martínez Rivera, Wanda M. Ortiz Báez y Khrystall K. Ramos Callejas

Ilustrado por: Cynthia L. Gotay Colón

Créditos

© 2024

Autores

Delmis del C. Alicea Segarra, EdD, Doris J. Rivera Santiago, Angela Ferrá Elías, MA, Héctor M. Martínez Rivera,BS, Khrystall K. Ramos Callejas, MS y Wanda Ortiz Báez, MS

Colaboradores

Nilda C. Cancel Alicea

Edición

Dalia S. González Díaz, PhD y Delmis del C. Alicea Segarra, EdD

Ilustración

Cynthia Lee Gotay Colón, BA

Diseño gráfico y maquetación

Cynthia Lee Gotay Colón, BA y Delmis del C. Alicea Segarra, EdD

Impresión

Raúl Omar Ortiz Arroyo, MAG

Publicación número UPRSG-E-327

ISBN: 978-1-881719-12-0

Tabla de contenido

—¡Yupitiiii, qué divertidooooo!!!! —gritaba Lulo mientras se deslizaba, junto a su amigo Pepe, por las raíces de uno de los árboles de mangle.

—¡Dale, Lulo, dale que vamos a disfrutar en la playa! —exclamaba Pepe emocionado.

Era una mañana despejada y hermosa en el hogar de Lulo, el manglar de Guayama, Puerto Rico. Seguían tirándose alegres por esas raíces, cuando de repente Lulo sintió que sus patitas tropezaban, su cuerpo brincaba y no podía continuar con la misma facilidad.

—¡Mamiiiii, mamiiii, mamiii! ¿Qué es esto, qué está pasando?

Esto es raro. —gritó Lulo un poco asustado.

Pepe se detuvo para investigar qué estaba ocurriendo y observó un objeto grande y oscuro que nunca había visto en ese lugar. Era áspero, gomoso y no permitía que se movieran adecuadamente sobre esta superficie. Entonces Pepe preguntó:

—¿Esto no es lo que yo vi en aquellos carros cuando crucé la carretera el día que conocí a Lulo?

—Sííí, es verdad —dijo Lulo.

—Esto es lo que usan los carros para ir de un lado a otro. ¿Y cómo llegó esto aquí? Esto es horrible y daña nuestro manglar.

Lulo y Pepe continuaron avanzando hasta que llegaron a la playa. Estaban contentos porque habían llegado allí para divertirse, pero se quedaron muy preocupados por lo que vieron en el manglar. Lulo comenzó a jugar con Pepe y sin querer, se enredó con un hilo de pescar. Al tratar de soltarse, quedó atrapado dentro de una botella plástica. Estaba encerrado allí y no podía salir porque sus patitas se resbalaban y, para acabar de completar, no encontraba la salida.

—¡Mamiii, mamiii, mamiii!! ¿Dónde estoy?, ¡Pepe sácame de aquí que me asfixio! —gritaba Lulo.

Pepe lo escuchaba, pero no sabía dónde estaba. Buscaba y buscaba y no lo veía.

—¡Sigue gritando para poder encontrarte! —exclamó Pepe mirando a través de toda la basura que allí se encontraba.

Movía las tapas de las botellas, los pedazos de plástico, sorbetos y otros tipos de desechos que él no conocía. Esto antes no estaba aquí, ¿qué será todo esto? Entonces, observó que algo se movía. Era un envase de medicina pequeño y él pensó que su amigo Lulo podía estar allí. Así que, corrió hacia este objeto y al acercarse se dio cuenta que era un cobito (cangrejo ermitaño). El cobito había seleccionado este envase como la nueva concha que lo protegería. No se había dado cuenta que el envase, realmente, no era una concha.

— Oye, ¿qué tú haces allí metido? Eso no parece una concha, es algo muy extraño —le dijo Pepe.

—¡Ay, esto a mí me gusta! ¿No ves que es diferente a las demás y hasta brilla? Y como no encontré más nada... Lo único es que hace mucho calor aquí adentro; a veces pienso que me voy a sofocar —contestó el cobito Clau. —Ten mucho cuidado, no todo es lo que parece — sabiamente le respondió Pepe.

Luego de hablar con Clau, Pepe continuó buscando a su amigo Lulo. ¿Lulo, estás allí?

—¡Síííí, estoy aquí! —gritó Lulo

—Pero ¿dónde?, no te veo —volvió a preguntarle Pepe, preocupado.

—Sigue mi voz, sigue mi voz y ¡avanza que ya no puedo respirar y estoy viendo como una luz! —le dijo Lulo. Mientras Lulo hablaba, Pepe logró acercarse a la botella donde se encontraba.

—¡Válgame y ahora cómo sales de allí!, ¿cómo podré sacarte?

—exclamó Pepe.

Deja ver si puedo encontrar algo o a alguien que nos ayude, pero ¡quédate conmigo, no sigas la luz!

En eso, Pepe se dio cuenta que la tortuga Lola, la amiguita que los acompañó en su viaje a las hierbas marinas, había salido del agua. —¡Lola!, ¿eres tú?, ¡Ayúdanos, corre!

Lola, al ver a Pepe y escucharlo gritar, se acercó lo más rápido que le permitían sus aletas, para ver qué pasaba. —¿Qué te pasa Pepe? —preguntó Lola.

—Mira a mi amigo Lulo allí ... adentro. Sin querer cayó ahí y ahora no puede salir. Cada vez que lo intenta, se resbala. Yo no he podido sacarlo y se está muriendo. ¿Puedes ayudarnos? —le dijo Pepe.

—¡Claro! —exclamó Lola. Lulo, ¡ten calma que te voy a sacar! Entonces, la tortuga volteó la botella hacia el área abierta con su cabeza y Lulo pudo asomarse. Pepe rápidamente lo haló hacia afuera y este pudo respirar.

—¡Por fin, gracias por su ayuda! —exclamó Lulo, agradecido.

—¡Oye!, ¿Y qué tú haces aquí fuera del agua? —le preguntó extrañado a la tortuga.

—Pues, yo vengo a desovar. Sin embargo, no encuentro en esta playa un lugar, porque está cubierta por todas partes de todas estas cosas tan extrañas y desconocidas para mí —dijo Lola.

Pepe, observándola de cerca notó que esta tenía algo transparente y con seis huecos colgando de su cuello. —Y eso que tienes en el cuello, ¿qué es? —preguntó Pepe mientras miraba de lejos con mucha curiosidad.

—No tengo idea, solo sé que estaba nadando y lo encontré flotando en el agua. Al verlo pensé que se vería bonito como mi nuevo bling bling, pero me aprieta y a veces se me enreda, lo que me impide respirar bien —contestó Lola bajando triste su cabecita.

—¿Y por qué te lo dejas puesto, si te hace daño? —volvió Pepe a preguntar.

—Es que después que me puse el bling bling ahora no me lo puedo quitar —contestó Lola.

—Ah, ¡pues vamos a ayudarte!

—exclamaron a coro Pepe y Lulo.

Ambos trataron y trataron de romper el bling bling con sus palanquitas, pero por más esfuerzo que hacían no podían cortarlo. Cuando ya se habían dado por vencidos, notaron que una pelícana parda se lanzó al agua, en picada, para alimentarse. El movimiento fue tan rápido que se asustaron.

—¡Madre mía! ¿Por qué ella se tiró así? —dijo Lulo.

—Es que vengo a alimentarme —dijo la pelícana saliendo del agua.

— Que es la que… to’ bien, ¿se asustaron corillo? Mi nombre es Carite y acostumbro a comer por aquí ya que el alimento es bueno, aunque últimamente he notado que algunos son muy duros, no saben a na’ y no los puedo digerir bien. En muchas ocasiones, me da dolor de barriga.

Estuve observando cómo han tratado de liberar a Lola de su collar, sin éxito. Yo creo, en opinión muy mía de mi propiedad, que podríamos ir hacia el otro lado de la playa. Allí hay unas personas realizando una limpieza de costas y podrían ayudarnos, porque si no se han dado cuenta... yo también tengo una pulsera en unas de mis patas. Al principio, me parecía chévere, pero me duele y mi patita no me funciona igual. Necesito salir de esto... —les explicaba la pelícana Carite.

—¡Qué bueno pues vamos pa’llá rápido! —la interrumpieron con entusiasmo Pepe y Lulo.

Así que, los cangrejitos se subieron sobre Lola e invitaron también al cobito Clau y comenzaron a trasladarse hacia el otro lado de la playa. Carite sobrevolaba el área para asegurarse de que estuvieran seguros. El recorrido era muy lento porque con tantos desperdicios que había en la arena se les hacía difícil moverse. Sin embargo, no perdían la esperanza de poder llegar a tiempo.

De momento, Pepe divisó a unos niños que trabajaban afanosamente recogiendo toda la basura que encontraban.

—¡Allí están, avancemos! —exclamó Pepe

—Sí, estoy segura de que nos pueden ayudar. Yo los escuché hablando horita y sus padres y maestros también están aquí. Ellos podrán quitarnos estas cosas —dijo Carite.

Apretaron el paso y lograron llegar al lugar. Cuando los niños los vieron, comenzaron a gritar de emoción.

—¡WOW, que gran recibimiento! —exclamó el cobito Clau.

Poco a poco, los chicos se aproximaron para observarlos de cerca. Inmediatamente, uno de ellos comentó

—Benditooo, mira la tortuga, tiene un plástico en el cuello — observó uno de los niños.

—Y el pelícano tiene un aro plástico en la patita —comentó preocupada una niña.

—¡Vamos a llamar a la maestra! ¡Y a nuestros padres! ¡Síiiii, para que se los quiten! —gritaban unos y otros al mismo tiempo como si fuera un alegre coro de niños.

Como la maestra estaba muy pendiente, rápidamente procedió a quitarle, con mucho cuidado, los plásticos a la tortuga y a la pelícana. Además, se dio cuenta de que el cobito necesitaba una casita nueva y buscó una que estaba en la playa y ayudó al cobito a tener una verdadera concha para protegerse.

Los chicos aplaudían alegres porque habían ayudado a estas especies marinas y costeras a vivir. Satisfechos, soltaron a los amiguitos y continuaron su labor, limpiando y educando sobre la necesidad de reciclar, reutilizar y reducir. Todo esto en colaboración con el Programa Sea Grant de la Universidad de Puerto Rico y SCUBA Dogs, organización dedicada a proteger nuestros recursos marinos y costeros de la basura.

Finalmente, Lola junto a sus amigos se dirigieron hacia el agua muy agradecidos y libres al fin. Lola decidió darle una trillita a Pepe y a Lulo por debajo del agua. Cuando estaban jugando, escucharon un ruido que los asustó y vieron una silueta enoooorme que se acercaba.

—¡Mamiiii! ¿qué es eso? —gritó Lulo.

—No se preocupen, es mi amigo el tiburón Martín —dijo Lola. ¿Por qué tiene la cabeza tan rara? Es como alargada hacia los lados —preguntaba el curioso Pepe.

—Es que es un tiburón martillo —así Lola aprovechó la ocasión para explicarles.

Entonces, la silueta se fue aclarando mientras se acercaba. Lulo observa que tenía algo que lo sujetaba de una de sus aletas.

— Creo que este es otro que está enreda’o. Pero, ¿cuántos más? Esto no se acaba —exclamó Lulo muy frustrado.

—¡Sí, y me duele mucho! —exclamó Martín desesperado.

Mientras Pepe, Lulo y Lola le removían el pedazo de soga de su aleta, Martín les contaba:

—Este fue el regalo de mis últimas vacaciones. Cuando pasé por el Mar de los Sargazos en el norte del Océano Atlántico, me encontré tremendos parchos que parecían islas, pero estas eran muy diferentes. Estaban hechas de materiales que se veían rotos, usados y desgastados. No sé por qué han llegado allí. Si quieren, los llevo un día de estos para que los vean—animándoles ahora que ya tenía la experiencia de cómo evitar lastimarse nuevamente.

De esta forma, Pepe y Lulo comenzaron a planificar su próxima aventura.

Fin

¡Océano libre de basura!

Instrucciones: Escribe, en el espacio provisto, una canción que promueva conservar el océano libre de desechos. Selecciona el ritmo que prefieras y disfruta cantando tu nueva obra musical. Recuerda incluir acciones que se puedan realizar para salvar nuestros ecosistemas y organismos marinos. ¡Adelante, dále rienda suelta a tu imaginación!

La bombaaa, ¡ay qué rica eh, eh, eh ...!

Instrucciones: Utiliza tu creatividad y muestra tus habilidades para improvisar. Escribe, en el espacio provisto, una bomba puertorriqueña que promueva conservar el océano libre de desechos. Con humor y alegría incluye acciones que se puedan realizar para salvar nuestros ecosistemas y organismos marinos. ¡Adelante, disfruta cantando junto a tus compañeros!

La bombaa, ¡ay qué rica eh, eh, eh!

Me sube el ritmo por los pies, por los pies. Mulato, saca a tu trigueña, Pa’que bailes bomba, bomba puertorriqueña...

¡Bombaaaa!

Perfiles de los personajes

¡Hola aventureros! Soy Pepe, un cangrejo violinista llamado Uca rapax. Ese es mi nombre científico. Vivo en los manglares de Puerto Rico y soy muy común. Tengo dos quelas (palancas) y en los machos de mi especie, una de ellas es más grande que la otra. De ahí viene el nombre violinista. Ésta puede a llegar a ser el 65% de mi peso total. ¡Wow! Somos buenos indicadores de la salud del manglar, ya que somos sensitivos a los contaminantes y a los insecticidas. Mientras menos contaminación haya en el lugar, más cangrejos violinistas vivirán allí. Y por último, reciclamos nutrientes en nuestro ecosistema. Soy pequeño pero muy importante.

¡Saludos! ¡Mamiii! Soy Lulo y también soy un cangrejo violinista. Sin embargo, tengo un nombre diferente al de mi amigo Pepe: Uca burgersi. Me asustan mucho las cosas nuevas, pero siempre intento hacerlas. Tengo un color rojizo y en los manglares de Puerto Rico soy menos común que Pepe. Al igual que mi amigo, los machos de mi especie tenemos una quela más grande que la otra. Con los túneles que hacemos para nuestras casas, ayudamos a que llegue más aire a las raíces de los árboles de mangle. Así los árboles crecen más felices y saludables.

¡Caw caw! Soy un pelícano pardo y me llamo Carite, aunque los científicos me llaman Pelecanus occidentalis. A pesar de que soy la especie de pelícano más pequeña del mundo, soy una de las aves marinas más grandes del Caribe. Me encanta janguear en grupos que formalmente conocemos como colonias. Vuelo alrededor de las costas, especialmente en árboles costeros y los bosques de mangle. Me encanta zambullirme en el agua para poder atrapar los peces con los que me alimento, una habilidad que ustedes los humanos admiran. Lamentablemente, cuando hago esto, soy víctima de enredos en los hilos y las redes de pesca que dejan en el mar. Me enteré que, hasta el otro día, estuve en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN como una especie en peligro de extinción. Por suerte ya no estamos en la lista, pero seguimos siendo víctima de la basura marina.

Sé que ya me han visto antes, porque mi forma es muy peculiar. Soy Clau, un cobito o cangrejo ermitaño (si te quieres escuchar más proper). Los biólogos me llaman Coenobita clypeatus. Me gusta comer mucho, desde la hojarasca del suelo, hasta las heces de otros animales (sí, me gusta el popó de otros animales). La gente siempre habla sobre mi caparazón, pero vamos a aclarar el asunto: yo no puedo crecer en el mío propio, por lo tanto, tengo que buscar uno vacío en el suelo cada vez que crezco. Por cierto, los del caracol bulgao son bien cómodos. El caparazón no solamente me ayuda como defensa, también me ayuda a respirar, porque mis branquias necesitan la humedad que este retiene. Sin embargo, a veces mis panas se confunden y se mudan a latas o a basura plástica, sin saber que eso no retiene humedad y se quedan sin respirar ¡Ayúdanos a no tener basura en la costa!

Perfiles de los personajes, cont...

¡Amiguitas y amiguitos! Me llamo Lola y soy una Tortuga verde llamada Chelonia mydas. Vivo en casi todos los océanos del mundo, puedo nadar hasta una velocidad de 24 kph y recorrer más de 4,828 km de distancia en un viaje. Puedo llegar a pesar 360 libras y poner entre 70 y 130 huevos. Aunque no tengo dientes, con mi boca (que es muy dura), puedo comer hierbas y algas marinas, además de otros animalitos como aguavivas, langostinos y cangrejos. Como soy un reptil, necesito respirar aire para sobrevivir. Si me quedo atrapada debajo del agua, me puedo ahogar. Sin embargo, cuando estoy durmiendo, puedo estar varias horas debajo del agua sin tener que subir a respirar. ¡Imagínense dormir varias horas debajo del mar! A mí, me encanta.

Tan, tán… tan, tan, ta, na, ná. ¡No te asustes! Soy yo, Martín, el Tiburón martillo. Mi nombre científico es Sphyrna lewini y, como mis primos, los otros tiburones martillos, también tengo la cabeza larga y aplanada. Aunque en ocasiones me molesta un poco para nadar, realmente la forma de mi cabeza es un súper poder. Con ella, puedo ver más cosas a mi alrededor en comparación con otros tiburones, sujetar mi comida contra el fondo para que no se me pierda y hacer giros en un círculo cuando necesito virar rápidamente para buscar algo que se me quedó. Mi cabeza también tiene unos orificios diminutos por donde puedo sentir la electricidad de mi entorno y otros seres vivos cuando mueven sus músculos. De esta manera sé si hay alguien cerca de mí, aunque no lo pueda ver. ¿Sabías que cuando crezca puedo ser más grande que tú? Así es, puedo llegar a medir hasta 14 pies de largo. Además, me encanta aventurarme a lo hondo y bajar más de 3,000 pies de profundidad. Sin embargo, me puedes ver nadando en mar abierto y, de vez en cuando, cerca de la costa. A veces, cuando me siento un poco nervioso, me gusta nadar de lado y esto me ayuda a relajarme. Algo que debes conocer de mi especie es que cada vez somos menos. Los humanos están acabando con nosotros rápidamente y nuestros amigos de la UICN dicen que ya nosotros somos una especie en Peligro Crítico de Extinción. Cuando nos veas, no nos hagas daño porque nuestra especie se encuentra protegida en Puerto Rico.

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