Foto: Oliver Bencosme
Juan Romero
Por: Beatriz Llenín Figueroa, PhD
I. La historia de Juan Romero Cuando se es un territorio olvidado, invisible, demasiado “pequeño” para contar en el inmenso escenario global, ¿quién se ocupa de su historia? Como han demostrado tantos grupos y comunidades marginadas, es preciso hacer trabajo de hormigas, ampliar las fuentes (aquello que cuenta como “evidencia”) de la historia, colectar todo cuanto aparece, legitimar la oralidad y autogestionar, literalmente, los archivos. Esa ha sido una de las tareas vitales de Juan Romero, culebrense internacional. Cuando le propongo la caracterización de “líder comunitario,” Don Juan ríe con ironía y me devuelve una mirada incrédula. “Yo solo soy un viejo gruñón,” refuta con no poca picardía.
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Si es así, su gruña ha sido extraordinariamente efectiva. Don Juan funge como el archivista de Culebra, recopilando, atesorando y compartiendo los archivos, documentos, fotos, cuentos, impresiones, de la historia de la comunidad nativa culebrense. Ha sido también uno de aquellos que más ha gruñido con las administraciones políticas locales y estatales, con la desidia de los ciudadanos puertorriqueños, así como con los intereses desarrollistas que tanto y tan amplio perjuicio han hecho al archipiélago de Culebra. Su batalla ha sido fundamental como ciudadano responsable, crítico, que busca información antes de emitir opiniones infundadas y que decide levantar una