Fanzine Relatos Íntimos - Taller de Escritura sobre sexualidad femenina - Conecta BAJ

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RELATOS Ă?NTIMOS Taller de escritura sobre sexualidad femenina Impartido por Nataly Gandarillas (Naty Lane) Talleres Conecta BAJ ValparaĂ­so, Noviembre 2020



El fanzine que leerán a continuación, es el resultado de un trabajo exploratorio del cuerpo femenino y su sexualidad. Los textos aquí escritos, responden a inquietudes, pensamientos, sensaciones y emociones experimentadas en el largo recorrido del autoconocimiento. Son palabras sinceras y reveladoras, de ocho mujeres hermosas, inteligentes y empoderadas de su pluma. Masturbación o autoplacer, autoimagen, amor, desamor, liberación femenina y aceptación, son algunos de los conceptos trabajados en estos escritos, los cuales, a su vez, transmiten una honestidad purgatoria, digna de a quienes la sensibilidad se les escapa por los poros.



Fuente: Katherin Honesta en Behance.net


NATURALIDAD Por M.R

Esperó todo el día para poder tener un tiempo a solas, para relajarse y fumarse un pito. Qué rabia le daba la gente, la burocracia, la poca empatía, el sentimiento de ser insuficiente y estar en medio del caos. Así que llegó a su casa, y después de un día de mierda, al fin pudo sentirse cómoda en ese pantalón de polar, con esa polera ancha y el chaleco roñoso. Pucha que era feliz en su burbuja blanca y en la oscuridad de la noche. Tapada con sábanas calientes, se dio cuenta que no quería dormir, su día no terminaba solamente cerrando los ojos, ya que, a pesar de no sentirse hermosa, de sentirse gorda, ella encontraba placer y una calma infinita al tocarse. Relajada, pero con la vergüenza que siempre sentía al iniciar, comenzó a acariciar ligeramente su estómago, bajando lentamente hasta su entrepierna, donde encontró su centro con pudor y emprendió el movimiento leve y circular del inicio, suavemente, con calma y con excitación bajo sus dedos, hasta llegar a la abertura y entró. Esa penetración limpia, pero fuerte, solo existe cuando hay un conocimiento previo de los gustos y deseos. Todo era caliente, húmedo, pegajoso y excitante; sus dientes apretando los labios, sus manos encontrándose en el lugar más oculto de sí misma. La incontrolable energía y la electricidad que recorría su cuerpo, creaba un vaivén en sus caderas, pequeños gemidos aparecían manifestando la felicidad que experimentaba, y, cuando quería más,

cuando lo único que su mente gritaba era que sucediera más rápido y más fuerte, su corazón se aceleraba comprendiendo este deseo de querer más, mucho más. Entonces, llegaba la calma, el relajo, el cosquilleo en la panza. La naturalidad con la que terminaba, distaba mucho de la vergüenza inicial, al final siempre sentía diversión de si misma, porque algo tan delicioso no podía ser malo, ¿verdad? Con sus manos fuera y aun húmeda, cerró las piernas fuertemente para sentir el último recorrido de descargas eléctricas en su cuerpo, la serotonina que abundaba en el cerebro después del goce más puro y exquisito que una mujer puede sentir, la incitaban a caer en un profundo sueño, así que apretó sus ojos ya cerrados y se acomodó en la cama, esperando silenciosamente que Morfeo la alcanzara.


PORTALÍGAS DE LA SUERTE Por Bárbaridad

Tocaba emperifollarse para la gran noche, el wachito por fin había dado la chance para concretar la ansiada cita. Pasó más de una hora buscando su portaligas negro estrella, estaba lista y todo parecía marchar sobre ruedas, cuando recibe una llamada: era el wachito diciéndole que no podrían juntarse porque le salió una tocata con Los Brígidos en El Clan. La loca sin darle mucha importancia se dijo: “tranqui, toy toy, mierda mierda”. Buscando opciones para ocupar tal hermoso outfit en el cual se había esmerado, entre unas llamadas y WhatsApp calzó ir al mismo bar sola, ya que cachó que iba a ir gente que conocía, así que muy digna salió de su casa sin saber que deparaba la noche, pero completamente entregada a lo que viniera. Llegó al El Clan, y desde la puerta divisó que ya estaba tocando el wachito. Era un bar pequeño, donde indudablemente entrelazaron miradas. Los nervios se sentían en cada parte del cuerpo, pero los manejaba

con un control admirable. Pidió una chela y se puso en la barra a ver como tocaba el wachito, sin intención de concretar algo, sino más bien por darse el lujo de ver música en vivo, fuera quien fuera. En eso estaba, cuando se acercó un chiquillo a preguntarle si tenía fuego que le prestara, a lo que ella respondió que sí, pero que no se podía fumar adentro. Entonces, el chiquillo guapo, alto, barbón y moreno le dice: ¿salgamos a fumar?


EXILIADA DE MI CUERPO Por Carlalicia

Mis experiencias con la sexualidad nunca han sido como esperé. Tenía la idea de que iba a perder la virginidad, esa flor tan cuidada por las monjas del colegio, con el pololo de siglos, y que sería todo tan romántico como te lo pintan en las películas: lleno de rosas, velas y la promesa de amor eterno. La cosa ya partió mal cuando nunca encontré el amor siendo adolescente. Me enganché de gente, sí, pero nunca de una manera tan profunda como para encarnar dicho acto pecaminoso. Por lo que, al no tener con quien tirar, nunca lo hice. Más avanzada en edad, sentía que la vagina me explotaría en llamas de tan caliente que estaba. Hasta que pasó lo inevitable, pero no de la forma que me imaginaba. Afuera de un baño me encontró el calor de un beso directo, corrompiéndome y soltándome, sin pensar y sin arrepentimientos. El romanticismo se me fue a las pailas, años guardada y esperando el momento ideal, hasta que te das cuenta que no existe. No fue un momento lindo, fue más bien desesperado, en el que ambos cuerpos buscaban con desenfreno algo en el otro. De repente, un dolor punzante que me dejó sin habla. Luego, el quejido despacio rompiendo el silencio. No hubo un cuerpo que se entendiera con el mío, solo la presión fría comprimiéndome.

Al otro día, esperé encontrar sangre en mis sábanas y piernas. Pero nada, solo hubo pequeñas manchas al limpiarme con papel confort. Ese fue mi gran desfloramiento. Después de eso, mi historia no mejora mucho. Dentro de mi inexperiencia busqué formas para explorar este nuevo descubrimiento. Pasé desde recibir semen en mis pechos, hasta penes desconocidos y torcidos; en el fondo, no sabía nada. Me sentí tan ajena al darme cuenta de mi poca experiencia en asuntos de placer, o, mejor dicho, de auto placer. Y recordé, que en mi vida esto ya lo había conversado con alguien en algún momento. Que injusto pensé, sabía desde la pubertad que mi hermano tenía la libertad y el apruebo de hacerlo. Nunca pensé que yo también, por lo que crecí idealizando lo romántico, exiliada de mi cuerpo y convencida de que era un personaje más en una historia de princesas. Pero no todo es terrible, encontré la luz. Pasé desde penetraciones pencas, de esas que buscan el fin del mundo dentro de tu vagina, a entender que con dos deditos podía solucionar muchas cosas. ¡Entendí tanto! Una mano, mi mano, fue lo que andaba buscando, fue como decir “el placer al alcance de una mano”.



OTRA PIEL Por Ángeles Díaz

Debajo de mi piel, hay otra piel, solo que aún no lo sé. Yo tengo la piel blanca, suave, pero a veces, me rasguño. Una vez me rasqué tanto, que empecé a despellejarme, y, cuando me rascaba los brazos, la gente pensaba que me dañaba a propósito, que me cortaba como las niñitas suicidas, como si me quisiera morir, o como si me odiara. Y mi piel se llenaba de costras, sin ser la causa, el poco cariño. Es el estrés, la alergia, los ácaros, la mala vida, el sentirme mal, el estar aburrida. Antes pensaba que mi segunda piel no existía, que, bajo la primera, solo encontraría más costras, sangre y carne. Pero estaba equivocada. Mi estómago estaba rasmillado y me avergonzaba. Cuando iba a intimar con alguien, no me sacaba la polera, ni el vestido (sí los calzones, los jeans y las calzas). A veces, mis piernas no querían ser tocadas y decía simplemente: “no, no quiero”. No era alguien obesa, tenía cintura y caderas, pero decidí que no iba a desnudarme (a menos que, hubiese insistencia de por medio). No había tanto problema en terminar diciendo que sí, el problema venía después, cuando debía ir al baño a lavarme y sin quererlo mucho, me miraba en el espejo. Entonces, un día fui al estero (porque acá no hay río ni nada más elegante), me senté y empecé el ritual. El rasmillado duele, es áspero y arde, salen “telitas” de piel

y se forman heridas horribles. Y estando ahí, a orillas del estero, de un momento a otro todo se descontroló, y ya no había vientre, había escamas. Me percibí y sentí tan linda, que me miraba al sol disfrutando de mi nueva piel tornasol, que era como el cuello de las palomas, como las plumas de un pavo real, como un pez exótico. Entonces, me rasqué con inmensa felicidad, con mis uñas, con mis garras, como nunca. Salté a la rivera. Pensé que nadaría, pero me ahogué, porque las escamas no eran escamas y yo no era un pez. Eran solamente rasmillones.



TODOS LOS GATOS SON NEGROS Por Chil ko

Ya oscureció, y es hora de salir a trabajar como todas las noches; en la noche todos los gatos son negros y por lo mismo, paso piola con las vecinas sapas que parecen bisagras. Me alisto con dos horas de anticipación, quiero llamar la atención, dar lo mejor de mí, ya que necesito dinero. Estamos en los años ochenta, dictadura, milicos en las calles y, por otro lado, hay gringos y extranjeros paseándose con plata. Lo último me atrae mucho, pero debo reconocer que los picos también: quiero conocer la diversidad fálica mundial. La gente dice que personas como yo nos vamos por el camino fácil, tornándose casi universal los comentarios de índole despectivo. Qué pena, porque no es tan así… ¿qué placer produce en la gente, hablar sobre otros?, ¿Qué les importa si mi cuerpo está lleno de semen o si mi boca expele tufo a pico mal lavao’? La prostitución me cayó como anillo al dedo; me gusta el sexo, me gusta sentir placer, pero eso no quiere decir que la prostitución sea algo fácil. Después de trabajar, camino a casa pienso: ¿por qué la sexualidad se ve tantas veces como algo sucio, más no bonito? Estamos aquí gracias al sexo y lo sabemos, pero más allá de lo biológico, puedo decir que es placer el que invade mi sentir al momento de hacer lo que me gusta. Si a mí me gusta tirar y además por eso recibo una remuneración monetaria, ¿por qué debo rebajarme ante quienes logran una carrera y me miran con desprecio

creyéndose superiores? No veo diferencias, y sigo llena de interrogantes. Este es mi acto político y revolucionario Mi cuerpo en evidencia tácita Mi sexualidad en evidencia empírica Despojándome de las doctrinas dogmáticas anti sexo, anti placer, anti yo… Me gusta tirar, me gusta sentir ese bulto duro contra mis nalguitas, que toquen mis sensuales pechos, interactuar con otra persona en el sexo; esa sensación única en la cual pasamos de ser dos, a ser uno solo.


Fuente: Fotograma Cassie y Sid, serie Skins


EDUARDO Por Olivia Blue

Mientras lo miraba de forma directa y sin disimulo, podría decir que era alguien con poca experiencia en la vida, pero eso no le quitaba lo interesante que podía llegar a ser. No conocía de cantantes, ni directores de cine, menos de películas icónicas. Lo miraba como si fuera de otra galaxia, preguntándole en repetidas ocasiones cómo se sentía estar ajeno a este mundo. No sé cómo después esa misma tarde, y, de una forma inusual, le pregunté si tenía polola, a lo que él me respondió que sí. “Pusha, entonces no vamos a poder comernos”. Recuerdo las carcajadas de mis amigos ante mi comentario. Nunca me habían oído hablar así, ser tan directa con las palabras, yo, alguien tímida y sin mayor experiencia en las artes de seducción. Pero quería dejar de ser yo, cambiar, aunque sea para los ojos de este chico, que antes solo observaba cuando lo veía pasar por fuera del negocio de su familia. Pero esas palabras directas fueron lo que desencadenó en él y en mí, cierto pacto silencioso del que no fuimos conscientes hasta muy tarde. Tuvimos al menos un par de ocasiones en las cuales pudimos llevar a cabo lo ya inevitable: en el living, mientras escuchábamos música del tipo que se escucha estando volado, y, en el pasillo, camino a la sala de estudio. Finalmente, lo que buscaba ocurrió en el momento exacto en el que dejé de luchar. Lo miré a los ojos, entre la música, el efecto de la hierba y unas copas de borgoña que ya se sentían en el cuerpo. Por algunos momentos, él no notó mi mirada, pero cuando lo hizo, conectó sus ojos con los míos con la naturalidad de quien lo hubiera hecho mil veces antes. Tomé su rostro con mis manos acercándolo hacia mi cara y junté nuestros labios. Todo pasó de una forma que me cuesta describir, a paso lento y rápido a la vez. Lo tomé de la mano, era hora de llevarlo a

mi guarida. Mis amigos notaron nuestra onda y nos dejaron solos a conciencia. Unos minutos más tarde, los encontré en el pasillo de camino a la escalera y les dije: “vamos para arriba”, esperando que entendieran que en esta fiesta no estaban invitados. No recuerdo mucho nuestro paso por las escaleras, pero sí tengo latente la sensación de nuestras manos enlazadas, nunca tomé una mano con tanta naturalidad. Mi cuerpo realmente lo deseaba, así que me quité la ropa en un parpadeo, y él se tomó un poco más de tiempo. Debo decir que nunca había lucido la desnudes con la confianza con la cual lo hice esa noche. No estoy depilada, le dije. “No importa”, respondió él. “Estoy gordita”, comenté de nuevo. “no importa”, volvió a repetir él. Con esas palabras me rendí por completo ante su encanto. Confieso que uno de mis placeres es dar placer y creo que lo logré. No fue largo: su mano en mi boca, mis labios hinchados contra los suyos, estocadas, para mí todo fue perfecto. No hizo ningún ruido al correrse, pero su estocada final me dio un último vestigio de placer, con el cual no llegué al orgasmo y no lo necesitaba. Él se había corrido, él me había recorrido, él me había besado y eso era suficiente. Como si todo hubiera sido un sueño del que acababa de despertar, le pedí que se levantara y se fuera, no entendiendo mi propia reacción. El camino hacia su casa no fue incómodo, hablamos y reímos mientras yo iba tomada de su brazo. Al despedirnos nos besamos bajo la luz de un farol, y, al verlo entrar en su casa, sentí que algo mío se fue con él. No me limpié los labios de su saliva, sólo me los toqué pensativa unos segundos. No sentía amor ni cariño, sino más bien tranquilidad, él fue un gentil amante y yo lo sería tal vez en otra oportunidad.


Fuente: Valentina Zapata (Autora)


JUGUETES Por Valentina Zapata

Siempre me he preguntado por qué me llama tanto la atención los juguetes sexuales, ya que la sola idea de que algo vibrara en mi entrepierna, me mojaba. Cuando tuve mi primera “balita”, fue una revolución, siendo mis dedos dormidos los más agradecidos con esta nueva adquisición, que claramente, no se comparaba con la vibración del teléfono celular. Pues sí, lo intenté y fue un fracaso rotundo. Bueno, pero mucho antes de tener el dinero y el coraje para entrar en un sex-shop, usaba las esquinas de las mesas y el chorrito de la ducha. Era busquilla por excelencia, veía un potencial en los objetos, los usaba a escondidas a cualquier hora del día. Recuerdo que lo más extraño que utilicé, fue una brocha antigua para barba que había en el baño, ¡era rico, no me juzguen! Sin embargo, creo que la respuesta se remonta a cuando tenía cinco o seis años, ya que juguete que pillaba, me lo metía en los calzones, recordando tener especial afinidad por los de bordes curvos y material compacto. Me encantaba el cosquilleo que sentía al presionarlos, fueron sensaciones que no se olvidan.


Fuente: Ignacia Cano (Autora)


TANTAS LLUVIAS Y VERANOS Por Igneo Pez

A la Negra le tomó más de una hora encontrar el predilecto portaligas negro entre tanta lencería que amontonó en tiempos de desenfreno, tiempos de adquirir y adquirir, sin detenerse a pensar un poco antes de actuar. Quizá lo que la demoró fue la emoción de reencontrarse con ese viejo amor, aquel que apareció y la hizo sentir despierta, removiendo su conciencia como nadie antes lo había hecho.

Entregando calidez a la cuerpa

Tan pronto llegó la oscuridad a la ciudad, sonó la puerta. Bajó las escaleras con peligrosos pasos desesperados, y antes de abrirla, se contempló en el espejo por unos segundos, tratando de disimular lo meditado y todos aquellos recuerdos que la dejaban vibrando. Al abrir, no pudo discernir si lo que veía era real, es que había pasado tantas lluvias y veranos lejos de aquella corporalidad, que el sólo imaginar el roce de mejillas le hacía desear con impaciencia lo que finalmente ocurriría al terminar de caminar bajo la noche estrellada.

cayendo desenfrenada por la quebrada

De roce en roce Respiraciones revueltas Besos como botones de flores abriendo otras puertas

como una mezcla homogénea Lamiendo y mordisqueando horas y horas suspirando Recorriendo hasta la última frontera compartiendo aguas como una cascada hasta que llegó la mañana. Se reencontraron, en aquel barco abandonado de paredes blancas y piso entablado. La luz del amanecer acarició agradable su piel color durazno, reconfortante como el musgo de los bosques olvidados por la gente. No tardaron en volver a recorrerse, con los dedos, caminando como si un mundo pequeño fuésemos, mimando las grietas y figuras asimétricas que le entregaba su complexión llena de matices. Después, tocó sus cabellos, de un negro como piedra obsidiana, esa roca ígnea, que quemaba sus piernas, rellenas y siempre brillando. No olvidar aquellas caderas, que con cada mordida el corazón acelera.



DESCONOCIDA Por M.R

Hace tiempo que no soñaba con ella. No había motivos, ya que casi no nos veíamos, ni hablábamos; después de tanto, solo éramos simples desconocidas. En el sueño, ella me miraba con esos ojos color chocolate, medios pardos, que entregan calma e incertidumbre. Era un día agradable, estábamos disfrutando del calor y del viento, pero había algo que no encajaba, siempre hay algo que no termina de encajar. Esa sensación de que algo no estaba correcto, me acompañó toda la mañana, la cual fue ajetreada; compras y trafico infinito. Caminé entre las estrechas calles de Valparaíso por razones que no tenían nada que ver con ella, hace mucho que no interfiere en mis días. Llegue a ese lugar donde nos tomamos de las manos por primera vez; no estaba sola, había risas y cariño a mi alrededor, pero yo me encontraba como si estuviese en un trance, pensando en mi sueño y en ella. Éramos simples niñas tomadas de las manos, temerosas de nuestros sentimientos, porque no nos habían enseñado a querernos de esa forma. Y también con miedo, porque algo tan lindo se estaba rompiendo. Fuimos niñas temerosas, pero a la vez, con ansias enormes de probar aquello que hacía saltar mi corazón. Dentro del trance, en medio de recuerdos distorsionados, vi de manera muy clara, una acción que se remonta a siglos de interacción social simple y sin romanticismo: un beso escaso en nuestros rosados y suaves labios. Alguien me pregunta en que mundo estoy y yo rio avergonzada, porque soñar con ella es agridulce y extraño. Y me pregunto por qué sigue sucediendo, por

qué aun no logro avanzar. Han pasado años desde que se trizó nuestra amistad, a veces hablamos, a veces hasta podemos reír, pero existe una incomodidad latente en cada espacio que compartimos y lo siento, lo siento tanto por ese corazón infantil que no concebía lo malvada que podía ser la gente. Ella quería a otra persona, y hace muchos años lo entendí. Sin embargo, siento que hay una parte no contada dentro de la historia algo retorcida que recuerdo hoy. De repente le escribo y con pudor leo aquellos versos que le he dedicado tantas veces en mi cabeza; a veces desesperada, a veces despechada, a veces dejando ir a un amor que no existe. Hoy ya adulta, entiendo que somos desconocidas, que nuestros mundos se han transformado y nosotras hemos decidido por nuestro bien no volver a atrás, pero, a veces, tan solo a veces, en añoranzas esporádicas al igual que en mis sueños, desearía poder conocerte y que tú me conocieras, que volvieras, volvieras a mirarme de esa misma forma: con incertidumbre, con miedo, con cariño. Hoy mi querida desconocida Dejo ir a esas niñas Niñas asustadas Niñas valientes Niñas que no entendían. Hoy mi querida desconocida Te dejo ir.


Fuente: Fanpage SabidurĂ­a de Mujer, Facebook


LA REVOLUCIÓN DE NALÚ Por Mistifú Nalú, haciendo memoria de su pasado, se dio cuenta de lo insatisfecha que se sentía sexualmente con un hombre. Había perdido su virginidad precozmente, con un chico igual de caliente que ella, con quien descubrió sensaciones nunca antes experimentadas… Era su mejor momento, había descubierto nuevas sensaciones; el calor, el deseo innato que afloraba cuando estaban juntos, ¡follaban hasta por si acaso! Él terminaba satisfecho, ella exhausta, pero con ganas de más y más. Por mucho tiempo, Nalú sintió deseos incansables de querer culiar, pensando en eso día y noche. Hasta que, un día, esa relación de años terminó, dándose cuenta que el “buen sexo” que él le daba, era lo único interesante que este hombre tenía, porque del resto, ¡ni hablar! Cuento corto, el loco era un excelente amante, pero un tóxico en todo lo demás. Nalú decidió estar sola, dándole un descanso a su mente y corazón, replanteándose si debiese o no seguir viendo a este hombre, pensando que, de no ser así, quizás pronto se vería inmersa en una nueva relación, otro conocería su cuerpo y viceversa. A esto se le sumaría todas esas restricciones implantadas por el moralismo de su familia. Este tema la inquietaba, porque le gustaba mucho el sexo y sabía que querría volver a sentir esas sensaciones tan placenteras. Nalú paso por corazones y vergas de todos tamaños, en busca de amor y placer. Algunas veces recibía mucho amor y otras, mucho placer, pero en muy pocas ocasiones se encontró con ambas al mismo tiempo. Ella sentía que su insatisfacción sexual no era percibida, pensaba que era normal no “squanchar”, que el problema era ella, y decía: “hay mujeres que acaban, otras que no, y eso es normal...” Con el tiempo, dejó de esperar amor, se sentía más al debe con su insatisfacción sexual, por lo que decidió que era tiempo

de entregarse a los deseos e impulsos que emanaban de su cuerpo. Comenzó a tener más encuentros sexuales, pero sin poder “squanchar”. A su vida llegó un tipo, que le generó una intensa atracción, se coquetearon hasta llegar a ese dichoso encuentro entre pieles desnudas. Ella le comentó, que le costaba mucho “squanchar”, que había sucedido una o dos veces en su vida veces en la vida. Este candente muchacho que la excitaba, tanto por su apariencia como por su esencia, le dijo: ¡Bah! ¿Cómo que no has acabado?, ¡yo voy hacer que “squanches”, nena! Y así, en un bar del puerto, bebieron unas cervecitas artesanales y luego ¡calabaza, calabaza, cada uno pa´ su casa! Pero no sucedió así, (porque ella obviamente se fue a al departamento de él). Cuando llegaron al departamento, comenzaron a comerse como desesperados, él se abalanzó sobre Nalú tirándola en la cama y besándola apasionadamente. Luego recorrió toda su silueta hasta llegar a los muslos, y Nalú, entre tanta cosa rica que sentía, ¡no podía creer que por fin se había encontrado con un buen amante para jugar y experimentar sexo rico! Y sin siquiera haberle visto el pico, cuando la volteó, ¡puk!, sintió esa fuerte punzada entrar en su interior. “Qué está pasando pensaba ella, ¡esto me llega casi al estómago!”, y le pedía que lo hiciera más despacio, pero él tenía el manso pico, un tamaño desconocido para esta fogosa muchacha. Orgasmos por doquier, y entre susurros y jadeos, Nalú le pedía que fuera más despacito o mejor dicho, no hasta el fondo, porque ¡que poronga más grande para la pequeña y acogedora vagina de Nalú! Entre tanto vaivén, caricias y chupadas, Nalú exclamaba fuertes ahhhh, contrayéndose su vulva y expulsando este líquido liberador que muy pocas veces había soltado. Sentía como un desahogo en su interior que salía del cuerpo, se sintió espléndida, y así se dieron duro durante toda la noche. Después de eso, Nalú nunca más aceptó no “squanchar” en un encuentro sexual.



EL VÍNCULO SANO Por Bárbaridad

Cuando hablamos de sexualidad, también hablamos de lo que tenemos dentro, lo que sentimos, lo físico, más allá del sexo. Tiene que ver con amarnos como mujeres, lo que nos hace ser una mujeraza con virtudes y defectos. Hoy más que nunca se comercializa el amor propio, y eso tiene que ver con una decisión de empezar a aceptarnos tal y como somos. No porque el tema esté en boga es una obligación hacerlo, tiene que ver con un proceso, por lo que tiempo al tiempo, y a nuestro ritmo, respetando espacios y momentos. Cuando empecé a ocupar la copita, inicié una relación muy cercana con mi menstruación, lo cual resultó ser un mundo nuevo, que me ayudó a desarrollar más conciencia corporal en las actividades que conllevo diariamente. Danzar, identificar cómo se manifiestan las emociones en nuestro cuerpo, relacionarse con cada parte, escuchar la cuerpa cuando hay alguna falencia no resuelta, realmente es un proceso largo y constante, que implica pasar por lugares que no queríamos volver a mirar, pero que algunas veces se torna necesario para poder sanar. Estuve estudiando sobre la simbología del cuerpo en distintas creencias, pero más cercano a lo espiritual. Me tocó realizar un video para un compañero de danza, este compa, hizo una secuencia de movimientos mostrando

la espalda, la cual era muy delgada y larga. Desde ese momento, quise mostrar mi espalda, lo cual, en un principio, me incomodó, pero cuando empecé a jugar con esta decisión, descubrí que tenía un tema el cual debía trabajar y mostrar. La espalda sin sostenes, en desnudo, es promiscuo e insinuante. No me gusta mi espalda, me gusta mi cuerpo y esto es lo que soy, es lo que tengo y mostrarme desnuda no tiene nada de malo. Pero todo esto es un constante descubrimiento, ya que la sociedad nos culpa para no desarrollarnos con plenitud como mujeres, y nos vuelve personas cada vez más alejadas de nosotras mismas, de nuestra femineidad y sensualidad, nos aleja de tener un vínculo sano con nuestra sexualidad. Todo esto, es poder femenino que nos cuesta sacar, por cargar con fuertes modelos de cómo debería ser una mujer, pudiendo pasar varios años para volver a reencontrase con una misma. El cuerpo que da vida a otro cuerpo necesita tiempo para cuidar, para cuidarse y también para ser cuidado.





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