Domingo de Ramos, Ciclo B
24 de marzo de 2024
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 12
Domingo de Ramos, Ciclo B
24 de marzo de 2024
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
NO. 12
Hoy es “Domingo de Ramos”, llamado así por la conmemoración, que como Iglesia hacemos, de la entrada triunfal de Cristo a la ciudad de Jerusalén, en la cual los sencillos jerosolimitanos le reciben con ramos de olivo y le aclaman a su paso. Con este do-
mingo inicia la Semana Santa, la más importante dentro del ciclo de celebraciones católicas.
Los que se oponen
Hoy, después de la procesión realizada, se lee la P asión de Cristo siguiendo la versión de san Marcos; por eso también es conocido como “Domingo de la Pasión del Señor”.
En su primer momento, la Iglesia nos invita a tomar parte de la alegría y del pueblo que es capaz de reconocer, gritar y alabar a Cristo, cuando entra a Jerusalén. Jesús, al entrar a la ciudad santa, es rodeado por su pueblo, ellos gritan porque experimentaron su compasión ante su dolor y su miseria, su grito es “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. Ahí quedó manifiesta la alegría de tantos pecadores perdonados que
volvieron a confiar y a esperar. Pero esta alegría se opaca cuando escuchamos el relato de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, acción que es el resultado del escándalo vivido en aquellos que se consideran a sí mismos justos y fieles a la ley israelita, confían en sus propias fuerzas, ellos se bloquearon ante el dolor, el sufrimiento y la miseria. Por eso tratan de silenciar la fiesta del pueblo al paso de Cristo, derriban la esperanza y suprimen aquella alegría.
Y nosotros, ¿qué hacemos?
¿Nos alegramos como los sencillos o acallamos la alegría como los prepotentes y soberbios?
La “alegría” de la cruz
La Pasión de Cristo, relatada por san Marcos, presenta a Jesús como el Mesías de la cruz, que es rechazado, traicionado y abandonado; no obstante, muere por nuestra salvación. A lo largo de su Evangelio, san Marcos hace flotar la pregunta sobre la verdadera identidad de Jesús. Aquí, en el relato de la Pasión, la pregunta comienza a recibir la respuesta definitiva, la cruz nos dirá, verdaderamente, quien sea Él, durante el proceso (Mc. 14, 52-65), Jesús dice, por primera vez, que Él es el Hijo de Dios, y de frente a la cruz, san Marcos coloca el vértice de su Evangelio al poner, en boca del centurión romano, el reconocimiento de que aquel hombre crucificado es el Hijo de Dios (Mc. 15, 39).
Estamos invitados a mirar la cruz de Cristo, dejarnos interpelar por su máxima acción de amor realizada por cada uno de nosotros. En su cruz hemos sido salvados, esa es la alegría del Evangelio, ojalá que nadie la apague.
De pie
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que nuestro Salvador se hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género humano ejemplo de humildad, concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su pasión y que merezcamos participar de su gloriosa resurrección. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Del libro del profeta Isaías 50, 4-7
Sentados
En aquel entonces, dijo Isaías: “El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento.
Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos.
Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endureció mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado”. Palabra de Dios.
Del salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24.
Sentados
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen gestos y dicen: “Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras lo ama, que lo libre”.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan alejado.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel. R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
De la carta del apostol san Pablo a los filipenses 2, 6-11
la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Palabra de Dios.
DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Lectura del santo Evangelio segun san Marcos 15, 1-39
De pie
C Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar… Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Este le preguntó: S “¿Eres tú el rey de los judíos?”.
C El respondió:
╬ “Sí lo soy”.
C Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas… Pilato le preguntó de nuevo:
S “¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan”.
C Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado… Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo:
S “¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?”.
C Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia… Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás… Pilato les volvió a preguntar:
S “¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?”.
C Ellos gritaron:
Sentados
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando
S “¡Crucifícalo!”.
C Pilato les dijo:
S “Pues ¿qué mal ha hecho?”
C Ellos gritaron más fuerte:
S “¡Crucifícalo!”.
C Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran… Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con un 2
manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo: S “¡Viva el rey de los judíos!”.
C Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo… Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir “lugar de la Calavera”). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno… Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores… Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:
S “¡Anda! Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.
C Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían:
S “Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos”.
C Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban… Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:
╬ “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?”
C (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)... Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S “Miren, está llamando a Elías”.
C Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:
S “Vamos a ver si viene Elías a bajarlo”.
C Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por unos instantes.
C Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:
S “De veras este hombre era Hijo de Dios”.
Palabra del Señor.
La Semana Santa es un tiempo para acercarnos a Jesús y renovar nuestra vida.
El Domingo de Ramos. Es la puerta de acceso a la Semana Santa. Jesús entra a Jerusalén, donde sabe que entregará su vida. ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Con esta exclamación lo recibió toda la gente; también nosotros nos unimos a este saludo.
Jueves Santo. Jesús se reúne con sus Apóstoles para celebrar la Pascua, su Última Cena. Nos entrega su Cuerpo y su Sangre como comida y bebida, como signo de fraternidad y encuentro cotidiano en la Eucaristía.
Viernes Santo. Jesús entrega su vida por todos. Contemplamos en el Santo Víacrucis el sufrimiento y muerte de Jesús. La celebración litúrgica central de este día es la Adoración de la Cruz, donde nos acercamos a besar el signo que nos recuerda el alcance del Amor de Dios por los hombres.
Sábado, Vigilia Pascual. Durante la Vigilia Pascual esperamos con inmensa alegría la Resurrección de Cristo y celebramos cuatro momentos: Liturgia de la Luz, Liturgia de la Palabra, Liturgia Bautismal, Liturgia Eucarística.
Domingo de Pascua. Para los cristianos no hay fiesta más importante que ésta: ¡Jesús resucitó! Su Amor es más fuerte que el más terrible de los límites que cercan nuestra vida, la muerte. Nada se interpondrá nunca entre Dios y sus hijos. No hay ni habrá nunca un obstáculo que le impida al Amor de Dios alcanzar a los hombres.
De pie
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y por medio de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta de nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos; al tercer día, resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Encierta ocasión, un joven me preguntó: “Padre, ¿Qué significa ser un católico nominal? Porque hace poco escuché decir a un Sacerdote en una predicación…
Yo le respondí: “El término ‘católicos nominales’ se utiliza para referirse a personas que han sido bautizadas y están registradas en su Parroquia como católicas, pero que son católicas en un sentido pu-
ramente nominal, porque no practican su fe, no siguen las enseñanzas de la Iglesia y no participan regularmente en los actos de culto. Estas personas probablemente nacieron en familias católicas, pero no están comprometidas con la vivencia de la fe en su vida diaria. No asisten regularmente a Misa, no reciben los sacramentos, y no viven de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia.
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