N.º 37 • XXIII DOMINGO ORDINARIO, Ciclo A
10 de Septiembre de 2023
10 de Septiembre de 2023
Todos somos responsables de unos y de otros. Es quizá la enseñanza básica del Evangelio de hoy. Si somos hermanos no podemos desentendernos unos de otros. Debemos reconocer que lo fácil es desentenderse o limitarse a una crítica insolidaria, a espaldas del afectado. Debemos ayudarnos mutuamente a vivir como cristianos. A través del "buen ejemplo" -o con palabras más actuales- a través de un real testimonio de vida cristiana; todos sabemos por propia experiencia que lo que más nos ha ayudado a seguir el camino de Jesucristo es ver hermanos que vivían la fe, el amor, la esperanza de Jesucristo.
Pero también, esta ayuda debe concretarse en un saber "corregir al hermano".
¿Corregir al hermano?
"Si tu hermano peca, repréndelo a solas, entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano". Es un consejo difícil el que nos da aquí Jesús.
Por una parte, nos cuesta sentirnos responsables de los demás. En general, preferimos "dejarles en paz y ocuparnos de lo nuestro", tanto en la vida social como en la eclesial. Es la postura típica de los que no quieren participar en la vida de la comunidad, ni creen que deban ayudar a los que se van desviando del camino recto. Fue la postura de Caín: ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano? Y sin embargo, Jesús nos ha enseñado la importancia de la corrección fraterna oportuna.
Jesús concreta esta obligación de un hermano para con su hermano, de un miembro de la comunidad para con otro. Nadie es extraño para mí: me debo sentir corresponsable del bien de los demás. Si mi hermano va por mal camino, debo buscar el mejor modo de ponerle en guardia y animarle a que recapacite. El procedimiento lo detalla el mismo Jesús, empezando por el diálogo de tú a tú, o sea, a modo de hermanos, sin agresividad, buscando el bien de la persona, no hablando a espaldas, ni aireando a los cuatro vientos los
defectos de los demás, sino teniendo la valentía de hablar a la persona concreta.
La clave -de la corrección- nos la da Pablo en la Segunda Lectura: el amor, la ley fundamental del cristiano: "A nadie le debas nada, más que amor. . . amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo, no le hace daño". El que ama sí que puede corregir al hermano, porque lo hará con delicadeza, lo hará no para herir, sino para curar, y sabrá encontrar el momento y las palabras. No solo verá los defectos sino también las virtudes. Y por eso, porque ama y se preocupa de su hermano, se atreve a corregirle y ayudarle. Como un padre no siempre calla, sino que habla y anima a sus hijos, y, si es el caso, les corrige, ayudándoles a cambiar y haciéndoles fácil la rehabilitación.
Señor Dios, de quien nos viene la redención y a quien debemos la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, para que todos los que creemos en Cristo obtengamos la verdadera libertad y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
1Lectura del libro del profeta Ezequiel 33, 7-9
Esto dice el Señor: "A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás de mi parte.
Si yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado, y tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino, el malvado morirá por su culpa, pero yo te pediré a ti cuentas de su vida. En cambio, si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja, morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida". Palabra de Dios.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto mis obras".
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
2Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los romanos 13, 8-10 Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que ordenan: "No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso testimonio, no codiciarás" y todos los otros, se resumen en éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", pues quien ama a su prójimo no le causa daño a nadie. Así pues, cumplir perfectamente la ley consiste en amar. Palabra de Dios.
2 Cor 5, 19
R. Aleluya, aleluya.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 94, 1-2. 6-7, 8-9
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a él, llenos de júbilo, y démosle gracias.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues él es nuestro Dios y nosotros, su pueblo, él nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
R. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos;
Dios reconcilió al mundo consigo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación. R. Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.
al tercer día, resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos". Palabra del Señor.
Concede, Señor, a tus fieles, a quienes alimentas y vivificas con tu palabra y el sacramento del cielo, aprovechar de tal manera tan grandes dones de tu Hijo amado, que merezcamos ser siempre partícipes de su vida. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
¿Por qué se celebra en septiembre el Mes de la Biblia?
La decisión de escoger a septiembre como Mes de la Biblia en el catolicismo, es debido a que es el mes en el cual el santoral recuerda la muerte de san Jerónimo, ocurrida el 30 de septiembre del año 420. San Jerónimo tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Esa traducción hecha por san Jerónimo, conocida como la Vulgata, ha sido, hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia Católica Romana.
En el mundo protestante de habla hispana, a su vez, se recuerda la aparición impresa de la Biblia del Oso, como comúnmente se alude a la edición de la traducción de Casiodoro de Reina, el 26 de septiembre del año 1569. Se la llamó así porque la tapa de esta Biblia mostraba un oso comiendo miel desde un panal. Esta traducción, que posteriormente fue revisada por Cipriano de Valera, dio origen a la famosa versión "Reina Valera", tan cara al sentimiento de los evangélicos de lengua castellana.
No faltan en la historia de la Iglesia recomendaciones por parte de los santos sobre la necesidad de conocer la Escritura para crecer en el amor de Cristo. Este es un dato particularmente claro en los Padres de la Iglesia. San Jerónimo, gran enamorado de la Palabra de Dios, se preguntaba: “¿Cómo se podría vivir sin la ciencia de las Escrituras, mediante las cuales se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?”. Era muy consciente de que la Biblia es el instrumento “con el que Dios habla cada día a los creyentes”.
Así, san Jerónimo da este consejo a la matrona romana, Leta, para la educación de su hija: “Asegúrate de que estudie cada día algún paso de la Escritura... Que la oración siga a la lectura, y la lectura a la oración... Que, en lugar de
las joyas y los vestidos de seda, ame los Libros divinos”. Vale también para nosotros lo que san Jerónimo escribió al S acerdote Nepoziano: “Lee con mucha frecuencia las divinas Escrituras; más aún, que nunca dejes de tener el Libro santo en tus manos. Aprende aquí lo que tú tienes que enseñar”. A ejemplo del gran santo, que dedicó su vida al estudio de la Biblia y que dejó a la Iglesia su traducción latina, llamada Vulgata, y de todos los santos, que han puesto en el centro de su vida espiritual el encuentro con Cristo, renovemos nuestro compromiso de profundizar en la palabra que Dios ha dado a la Iglesia: podremos aspirar así a ese “alto grado de la vida cristiana ordinaria”, que el Papa Juan Pablo II deseaba al principio del tercer milenio cristiano, y que se alimenta constantemente de la escucha de la Palabra de Dios.
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