Parroquial Hoja
N.º 50 • Domingo II
de
A dviento / C iclo C
• 9 de Diciembre de 2012 • Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
La Palabra que da Libertad
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l domingo pasado –en el primer domingo de Adviento– escuchábamos un anuncio de esperanza, un anuncio de liberación. Hoy, de nuevo, se nos ha proclamado este anuncio en las Lecturas de la Palabra de Dios. Pero, ante todo, quizá nosotros deberíamos preguntarnos: ¿queremos, deseamos, ansiamos esta liberación que Dios nos anuncia? O, tal vez, ya nos encontramos bien con nuestra situación, estamos "instalados" en ella o resignados a ella, sin grandes esperanzas, y por ello no halla respuesta en nuestro corazón este anuncio de liberación. ¿Liberarnos de qué? Hagamos un salto atrás en la historia. Recordemos la situación del pueblo judío –siglos antes de Jesucristo–, la situación que nos ha recordado la Primera Lectura. Entonces el pueblo de Israel, el pueblo judío, vivía en el destierro, pobre y oprimido, suspirando por volver a su patria, a su ciudad santa, Jerusalén. En muchos lugares de nuestro mundo, suspirarán por su libertad, acojerán con esperanza cualquier anuncio de liberación, cualquier propuesta de lucha por conseguir una vida mejor... Pero la Palabra de Dios que hoy hemos escuchado va más allá: TODOS, todos, sea cual sea nuestra situación, NECESITAMOS SER LIBERADOS. Si nos parece que ya vivimos bien, o si hemos per-
dido la esperanza de una vida mejor, es que nos equivocamos. Si quedamos encerrados –agobiados– en el pequeño mundo de nuestros intereses inmediatos, difícilmente podremos escuchar el gran anuncio de esperanza que nos ofrece el Señor. El mensaje de Adviento, el mensaje de Navidad, no hallará un eco real en nuestra vida. Preparar el camino: tarea de todos El Evangelio nos ha recordado que –en un momento concreto de la historia humana– «vino la palabra de Dios sobre Juan». ¿Para qué? Para anunciar un Bautismo de conversión, que significaba preparar el camino del Señor. ¿Para qué? Para que todos se abrieran a la SALVACIÓN DE DIOS, a la liberación de todo mal para avanzar por un camino de más justicia, más amor, más bondad, más libertad. Es decir, más y mejor vida para todos. Pero... ¿Anhelamos nosotros esta salvación, esta liberación? ¿Reconocemos que en nuestra sociedad y en nuestra vida personal hay una realidad de injusticia –unos tienen mucho y otros casi nada–, una desigualdad inaceptable cristianamente en oportunidades de educación, de vida agradable, de trabajo? ¿Nos resignamos a vivir en una sociedad que valora más el éxito social, y no el servicio a los demás?
San Pablo (Segunda Lectura) nos ha dicho que su oración era: «que su comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores». ¿Crece nuestra comunidad de amor, apreciamos cada vez más los valores evangélicos? Todo ello debería ser hoy objeto de nuestra reflexión sincera y motivo de oración esperanzada. SÓLO SI RECONOCEMOS que –también nosotros– vivimos en el "destierro", es decir, lejos de una vida personal y social como debería ser, como Dios quiere que sea, podremos anhelar la venida salvadora y liberadora de Jesucristo. Sólo si lo reconocemos y estamos dispuestos a luchar por MEJORARLO TODO –todo: nuestra vida personal, nuestra sociedad, nuestra Iglesia–, prepararemos el camino del Señor, allanaremos sus senderos. Para que «lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale». Abrámonos a la venida del Señor, preparemos sus caminos. Que cada uno se pregunte qué puede y debe hacer. Que todos confiemos en la gracia de la salvación y liberación que Dios nos comunica; en la gran esperanza que puede renovar nuestra vida. Esta esperanza que proclamamos y celebramos en la Eucaristía, que alimenta nuestra comunión con Cristo.
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ORACIÓN COLECTA Que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan, Señor, prepararnos a la venida de tu Hijo, y que la sabiduría que viene del Cielo, nos disponga a recibirlo y a participar de su propia vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
SALMO RESPONSORIAL Salmo 125, l-2ab.2cd-3.4-5.6 R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar; entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar. R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Aun los mismos paganos con asombro decían: “¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”. Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor. R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor. R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor. Al ir, iban llorando, cargando la semilla; al regresar, cantando vendrán con sus gavillas. R. Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. Lc 3, 4. 6
R. Aleluya, aleluya. Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos, y todos los hombres verán al Salvador. R. Aleluya, aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Como fruto de nuestra participación en este sacramento de vida eterna, enséñanos, Señor, a no sobrevalorar las cosas terrenales y a estimar las del Cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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Lectura del libro del profeta Baruc 5, 1-9 Jerusalén, despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu grandeza a cuantos viven bajo el Cielo. Dios te dará un nombre para siempre: “Paz en la justicia y gloria en la piedad”. Ponte de pie, Jerusalén, sube a la altura, levanta los ojos y contempla a tus hijos, reunidos de oriente y de occidente, a la voz del espíritu, gozosos porque Dios se acordó de ellos. Salieron a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devuelve llenos de gloria, como príncipes reales. Dios ha ordenado que se abajen todas las montañas y todas las colinas, que se rellenen todos los valles hasta aplanar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios. Los bosques y los árboles fragantes le darán sombra por orden de Dios. Porque el Señor guiará a Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia. Palabra de Dios.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 1, 4-6. 8-11 Hermanos: Cada vez que me acuerdo de ustedes, le doy gracias a mi Dios, y siempre que pido por ustedes, lo hago con gran alegría, porque han colaborado conmigo en la causa del Evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy convencido de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús. Dios es testigo de cuánto los amo a todos ustedes con el amor entrañable con que los ama Cristo Jesús. Y esta es mi oración por ustedes: Que su amor siga creciendo más y más, y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo, llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios. Palabra de Dios.
EVANGELIO Lectura del santo Evangelio según san Lucas 3, 1-6
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n el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías. Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicaciones del profeta Isaías: Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios. Palabra del Señor.
En este Año de la Fe, aprendamos de memoria el Credo y recitémoslo como oración todos los días
Credo
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por Quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del Cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras; y subió al Cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin.
Año de la Fe
Reavivemos el anhelo de Anunciar a Cristo... Los Documentos del Concilio Vaticano II, una guía
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l Papa Benedicto XVI ha recordado en su homilía de Apertura del Año de la Fe (11 de octubre de 2012) que estamos ante una nueva ocasión para que se reavive en toda la Iglesia el anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo: Así podemos representar este Año de la Fe: como una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial: ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas, como dice el Señor a los apóstoles al enviarlos a la misión, sino el Evangelio y la fe de la Iglesia, de los que el Concilio Ecuménico Vaticano II –de cuyo inicio se cumplen 50 años– son una luminosa expresión, como lo es también el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado hace 20 años.
El Papa ha insistido en que la Nueva Evangelización, a la que todos estamos llamados, tiene que estar cimentada sobre el conocimiento auténtico del Depósito de la Fe, del que los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica son una "luminosa expresión": Con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, es necesario que ella se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión. Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la "letra" del Concilio, es decir, a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos; te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial,
Gloria
Dios Padre todopoderoso. Señor Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo Tú eres santo, sólo Tú, Señor, sólo Tú, Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
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Los personajes del adviento
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ste tiempo de preparación a la Navidad, el Adviento, nos invita, en la liturgia, a fijarnos en cinco “figuras” o “personajes centrales”: 1. María, la Madre del Señor. Nadie mejor que ella pudo entender y saber lo que era prepararse y esperar llena de esperanza el Nacimiento del Hijo. Ella es una Maestra y un Modelo para nuestro Adviento. 2. José, el compañero; el hombre que sabe, que calla y acepta, el hombre que se prepara y espera junto con María; el justo, el pacífico, ocho veces bienaventurado. Si María es la fe manifestada como sentimiento, José es la fe que medita y reflexiona. 3. Juan Bautista, el mensajero, el vocero, el que anuncia que ¡ya está cerca Jesús!, que ¡llega lo que esperábamos!, que ¡se acaba el tiempo de la preparación y de la espera!, ¡llega el Reino! Nos reclama la vigilancia de nuestra fidelidad a la propia vocación, nos anima a ser dóciles a las llamadas que Dios hace sentir en el alma y a ser generosos en los sacrificios voluntarios. 4. Isaías, el gran profeta de la cautividad en Babilonia; como Abraham, creyó contra toda esperanza. Es el creyente en los tiempos difíciles, en la prueba. Es el profeta que viene a decirme que siga creyendo en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob («Él sigue siendo el único Salvador posible»). 5. El pueblo de Israel, que es el pueblo de la paciencia: mil años esperando, pasando por todas las pruebas y todas las vicisitudes; y, sin embargo, “¡creyendo!”: el Mesías que tiene que venir, ¡llegará! Y Dios no los defraudó, como no defraudó nunca a lo largo de su historia.
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Jubileo Circular 10, 11 y 12: Lunes, Martes y Miércoles Santa Isabel, Arroyo de las Flores Santo Cura de Ars San Esteban Santa Isabel de Hungría Ntra. Sra. de la Salud, Las Pintas de Abajo Ntra. Sra. del Rosario, Jamay Jesús de la Divina Misericordia San Martín Obispo, Ocotlán
13, 14 y 15: Jueves, Viernes y Sábado San Juan de Dios y La Santa Cruz San Isidro, El Zapote Ntra. Sra. del Favor La Santísima Trinidad, La Barranca Los Tres Arcángeles San José, Huajimic Señor San José, La Vega María Madre Nuestra, Zapopan
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