PROTAGONISTAS
“Recién el 9 de julio entendimos qué era un golpe” Mabel Sánchez y Felipe Skliro vivían en el Cerro en 1973. Tenían 27 años, tres hijos pequeños y ni la menor idea de lo que era un golpe de Estado. —Nos despertamos muy temprano –cuenta Mabel– porque llamaron a mi esposo de la fábrica avisándole que habían disuelto las cámaras y que tenía que presentarse porque había que tomar una decisión de huelga como había previsto la CNT. Yo me sentí muy nerviosa. Ya venía arrastrando los nervios porque no veía una puerta abierta de libertad, me parecía que nos faltaba, que nos estábamos encerrando, y además teníamos tres hijos chicos. Llamé a la casa de mis padres para hablar con mis hermanos que también trabajaban y ellos ya se habían ido. Fue un día difícil, impresionantemente difícil. No nos dimos cuenta en ese momento de que había golpe de Estado. Sólo sentí que un compañero de trabajo de mi esposo le dijo: “Vení, disolvieron las cámaras, creo que es un golpe de Estado”. A mí me parecía que algo iba a pasar, lo sentía, pero no teníamos idea de que iba a pasar todo esto tan grave. Sentía que faltaba la libertad pero nunca pensé que iban a pasar cosas tan horribles. —No, no se me va a olvidar nunca –dice Felipe–. Hacía 15 días que se venía conversando que podía pasar eso y que íbamos a tener que ocupar. Yo trabajaba en La Teja, en una fábrica de productos químicos. Nos quedamos varios días ocupando la fábrica, en una de las zonas más castigadas, la de las fábricas que estaban sobre la avenida Carlos María Ramírez. Sería porque allí trabajaba más gente, que la Policía venía y los sacaba y los trabajadores volvían a ocupar una y otra vez. A nosotros, porque éramos menos operarios, nos dejaban un poco más tranquilos, pero siempre con la amenaza del desalojo. Yo, a pesar de la edad que tenía, no tenía ninguna idea de lo que era un golpe. Me quedé horrorizado después de todo lo que vino. Ni por la mente se me pasaba. Nos castigaron de una forma que no se puede imaginar. No había noción de nada de lo que iba a pasar. Nosotros sabíamos lo que era ocupar sí, pero sabíamos porque había habido otras ocupaciones. El problema era que ésta no era como cualquier otra ocupación. El día que nos dimos cuenta de lo que pasaba de verdad fue el día que fuimos a manifestar a 18. Fue el 9 de julio que nos dimos cuenta de que había golpe de Estado y de lo que se venía atrás de todo eso. Fue impresionante. Cuando vino la orden de desalojar y nos subimos al ómnibus, al 306, con toda la ropa de trabajo, la gente nos miraba con cara de burla; tampoco los demás entendían nada, como si pensaran “ya están estos comunistas haciendo lío”. No nos dábamos cuenta todavía, nadie se imaginaba lo que venía. Y eso que aquí, bueno, por algo se llamaba paralelo 38, porque cuando se ponía brava la cosa con los frigoríficos la gente salía a pelearla a la calle, así que no era por falta de haber visto peleas y huelgas y ocupaciones que no se entendía. Antes, cuando se cerraba el paso en el Cerro porque había huelga, la gente salía a buscar los camiones que quedaban parados, yo mismo fui, siendo chico, a buscar leche a los camiones de Conaprole que habían quedado de este lado del puente, a los camiones de Manzanares. Pero esta vez... Cuando llegamos a 18 de Julio vimos que estaba pasando algo muy serio. Justo en la esquina que llegamos los de la fábrica mía revienta el lío. Los milicos tenían unos camiones blindados todos cerrados y levantaban la tapa y tiraban con la mano bombas de gas... Me acuerdo que los muchachos, los estudiantes, se colgaban de los camiones (se emociona), y les pegaban patadas y piñazos a los camiones, pobres los muchachos, qué sangre que tenían. La verdad que era impresionante. Balazos, tipos de particular tirándote balazos así, a boca de jarro. Ahí vimos recién que había golpe de Estado. No me olvido más de esos días.