TLÁLOC ¿QUÉ? Boletín del Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica
Año 2
N° 6
Abril-Junio 2012
2
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO José Narro Robles
Las opiniones expresadas en Tláloc ¿Qué? Boletín del
Rector
Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica son responsabilidad exclusiva de sus autores.
Estela Morales Campos
Tláloc ¿Qué? Boletín del Seminario El Emblema de Tla-
Coordinadora de Humanidades
loc en Mesoamérica es una publicación trimestral del Proyecto El Emblema de Tláloc en Mesoamérica, del
Renato González Mello
Instituto de Investigaciones Estéticas de La Universidad
Director del Instituto de Investigaciones Estéticas
Nacional Autónoma de México, Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México
María Elena Ruiz Gallut
D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740.
Titular del proyecto María Elena Ruiz Gallut América Malbrán Porto Enrique Méndez Torres Editores América Malbrán Porto Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo
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del título, Dirección General de Derechos de Autor, Secretaría de Educación Pública, número
( en
Consejo Editorial:
trámite ) . Certificados de licitud de título y de con-
Jorge Angulo Villaseñor
tenido, Comisión Certificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas, Secretaría de Gobernación,
Marie-Areti Hers
números, ( en trámite ) , ISSN ( en trámite ) .
Alejandro Villalobos Patrick Johansson K.
Portada: Lámina 5 Códice Nutall. Zelia Nutall, Códice Nutall, Reproducción del Facsimile Editado por el Museo Pebody de la Universidad de Harvard. La Estampa Mexicana, México.1974. Cenefa: Detalle Mural del Templo de la Agricultura en Teotihuacan, greca según Chappie Angulo. 3
CONTENIDO
p. 6
Presentación El mito de la tormenta y la montaña en Quiriguá Ma. Eugenia Gutiérrez González El “costumbre” Ritual sagrado en Cacahuatenco, desde la mirada de la etnografía del habla Alma Rosa Espinosa Ruiz, Adriana Suárez Quiroz y Claudio Hernández Palacios El Ichcahuipilli y otros aditamentos defensivos en Mesoamérica Alfonso A. Garduño Arzave Mesa Redonda Los Rostros de Tláloc en Mesoamérica Fotos y programa
4
p. 9
p.20
p. 35
p. 45
5
PRESENTACIÓN
C
on el sexto número de Tláloc ¿qué? llegamos a la mitad del 2012, en el segundo año de nuestra revista, misma que representa un espacio más de análisis sobre los temas que se discuten en el seno del proyecto.
En esta ocasión son tres los artículos que se conjuntan en la presente publicación. El primero de ellos bajo el título de El mito de la tormenta y la montaña en Quiriguá de María Eugenia Gutiérrez González, quien profundiza sobre las imágenes de los altares O’ y P’ del sitio maya de Quiriguá en Guatemala. Haciendo uso de metodologías comparativas provenientes tanto de la iconograf ía como de la epigraf ía, Gutiérrez González propone una identificación del personaje que se mira en ambos monumentos. Luego de señalar las lecturas que sobre ello se han realizado, la suya recupera a dicho personaje, el dios Yoopat, en lo que denomina como “dos momentos distintos” de una narración mítica y donde la divinidad estudiada se vincula particularmente con la lluvia, la montaña y el viento, cuya recurrencia en la antigua ciudad la lleva a proponer que es su deidad patrona. Alma Rosa Espinosa Ruiz escribe, en coautoría con Adriana Suárez Quiroz y Claudio Hernández Palacios, el texto El “costumbre” Ritual sagrado en Cacahuatenco, desde la mirada de la etnografía del habla, artículo que es muestra de la importancia de estudiar, bajo diferentes enfoques, las ceremonias que actualmente se llevan a cabo alrededor de las actividades agrícolas y las peticiones de lluvia. En este caso el ritual celebrado por las comunidades nahua, otomí y tepehua que rodean al sitio arqueológico ubicado en una Mesa es analizado en su práctica oral, con el objetivo de identificar y describir el contexto cultural de las formas del habla con fines religiosos y so6
ciales específicos. Con el nombre de El Ichcahuipilli y otros aditamentos defensivos en Mesoamérica Alfonso A. Garduño Arzave hace una revisión de los objetos utilizados tanto en las acciones ofensivas como para la defensa en la guerra en tiempos pasados. La categorización de yelmos, de corazas, de cascos y de chalecos protectores permiten que Garduño Arzave retome ejemplos provenientes de distintas sociedades y de diversos tipos, como imágenes de códices, piezas cerámicas y escultura, para exponer sobre la relevancia de un registro puntual de actividades bélicas en la época prehispánica. Finalmente cabe recordar aquí que en el mes de mayo pasado se llevó a cabo con éxito la Primera Mesa Redonda Los rostros de Tláloc en Mesoamérica, en la que se dieron a conocer resultados y avances del proyecto, cuyas Memorias serán publicadas en corto plazo. Con ello cumplimos una parte sustancial de sus objetivos.
María Elena Ruiz Gallut
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8
EL MITO DE LA TORMENTA Y LA MONTAÑA EN QUIRIGUÁ Ma. Eugenia Gutiérrez González Presentación
E
n el corazón del Valle del Río Motagua, en el sureste de Guatemala, se ubican los restos de la ciudad maya de Quiriguá. Desde que John Lloyd Stephens y Frederick Catherwood la dieron a conocer al mundo académico a mediados del siglo XIX (1841), Quiriguá adqui-
rió fama entre arqueólogos e historiadores por el tamaño de sus estelas y por la originalidad de sus monumentos zoomorfos. Quiriguá cuenta con un extenso corpus rico en narraciones mitológicas que, en su mayoría, datan del siglo VIII d.C. Sabemos que la Estela C, por ejemplo, contiene el relato más completo del mito de la creación, ocurrida en la fecha 13.0.0.0.0 (3114 a.C.). Pero hay otros textos míticos en Quiriguá que han sido poco estudiados y que, gracias a los avances recientes en las técnicas del desciframiento epigráfico y del análisis iconográfico, es posible analizar más a fondo. Los altares O’ y P’ Los monumentos que analizaremos permanecieron muchos años sin ser descubiertos. Aunque las primeras excavaciones formales en Quiriguá comenzaron en el siglo XIX, no fue sino hasta 1934 que los trabajos coordinados por Earl Morris y Gustav Strömsvik (1941) detectaron dos altares que habían sido cubiertos durante siglos por un metro de sedimentos de río que los mantuvieron en condiciones de conservación óptimas para su estudio (Morley, 1936:121-124, 127-130). Los dos altares se ubican en la parte sur de la Gran Plaza, aledaños al Juego de Pelota y al pie de la Estructura 1B. Están directamente asociados a los zoomorfos O y P, respectivamente, de los que toman su nombre. El Altar O’, también llamado Monumento 23, fue tallado en 9.18.0.0.0, 11 Ajaw 18 Mac (11 de octubre de 790 d.C.), se ubica un par de metros al norte del Zoomorfo O que ostenta la misma fecha de dedicación; tiene tres metros y medio de ancho, casi cuatro metros de largo y una altura de cincuenta y un centímetros (Op. Cit.:121-124) (Fig.1).
9
gobernante de Quiriguá, cuyo nombre no ha sido descifrado. Se le conoce como Cielo de Xul. Para el análisis iconográfico de los altares se toma como base el método de designación amplia (broad designation) y designación estrecha (narrow designation) que propone Harri Kettunen (2006:63-65), pero con un paso intermedio que describe elementos de contexto general, paso indispensable para reconstruir un mito. Así se llega a la identificación del personaje central en ambos altares.
El Altar P’, también llamado Monumento 24, mide casi tres metros de largo, dos punto ochenta y cuatro metros de ancho y sesenta y un centímetros de alto. Fue descubierto el mismo día que el Altar O’, en 1934. La fecha que le asignó Morley es la misma que la de su zoomorfo asociado: 9.18.5.0.0, 4 Ajaw 13 Ceh (15 de septiembre de 795 d.C.) (Fig. 2). Esto indica que cada altar fue tallado de manera simultánea con su respectivo zoomorfo asociado, mientras que ambos complejos de altar-zoomorfo, separados entre sí por una distancia de 30 metros, fueron tallados con cinco años de diferencia. Los dos complejos de altar-zoomorfo O’-O y P’-P fueron dedicados durante el gobierno del octavo 10
Los personajes de los altares O’ y P’ Existen opiniones diversas sobre los personajes representados en estos dos altares (Fig. 3). Michael D. Coe opina que tanto en el Altar O’ como en el P’ se representa a un mismo personaje, una deidad que él llama “Rain Beast” (Bestia de la Lluvia) y que, entre otros ejemplos, se puede encontrar en Palenque (Coe, 1978:76) (Fig. 4). Andrea Stone apunta que se trata del dios de la triada palencana GI y señala sus rasgos diagnósticos: orejera de concha, diadema de concha, pectoral tridente y marcas corporales con volutas acuáticas (Fig. 4). En su opinión, en ambos altares está representada la misma deidad (Stone, 1983:140 y 152-157). Para Robert J. Sharer, el personaje del Altar O’ podría ser el mismo que el personaje del Altar P’, un ser humano disfrazado de dios, o bien, un dios envuelto en el cuerpo de
que el Altar P’ “recapitula el Altar O’ pues pre-
una serpiente gigante (Sharer, 1990:58 y 62).
senta a una deidad relámpago que surge de
Por su parte, Ana García Barrios menciona que
una cueva en la montaña”1 (Looper, 2003:189).
el personaje del Altar O’ es el dios Chaahk en-
Looper también sugiere que ambos personajes
vuelto en nubes y señala que porta las mismas
se podrían interpretar “como imágenes del
marcas de agua de Chaahk (Fig. 4). También
gran rey [K’ahk’ Tiliw Chan Yopaat], deificado
habla de una asociación entre Chaahk y “la
como
cueva como lugar donde se genera la nu-
una
deidad
del
relámpago”2
(Op.Cit.:192).
be” (García Barrios, 2008:58, 157-158 y 208). Matthew Looper apunta que la escena del Altar O’ nos muestra a un dios relámpago bailando entre nubes afuera de “la apertura cuatrifolia
1Traducción de la cita, Gutiérrez González . 2 Traducción de la cita, Gutiérrez González.
de la montaña de la Creación maya”, mientras 11
personaje representado en dos momentos distintos. Si se comparan los rasgos diagnósticos se pueden encontrar al menos diez rasgos en común en la designación amplia (Fig. 5). Por otro lado, en el hecho de que el personaje representado sea una deidad asociada a la lluvia y vinculada a una montaña (o a una cueva), pues los dos altares destacan elementos iconográficos vinculados con la lluvia en la designación amplia (Fig. 6). Sin embargo, este trabajo propone una identificación distinta para la designación estrecha pues no sería un dios relámpago, ni el dios GI ni una advocación de Chaahk. De hecho, se sigue a Newsome en el sentido de que se trata de un dios de la tormenta. Tras un análisis de sus rasgos diagnósticos se propone, además, que el personaje representado en los altares
Finalmente, Elizabeth A. Newsome explica que
O’ y P’ es el dios Yopaat como personificación
la iconografía del Altar O’ de Quiriguá repre-
de una tormenta o un huracán.
senta a un dios de la tormenta “que surge de
El dios Yopaat
una hendidura en la tierra con forma de T,
Los gobernantes mayas solían portar el nom-
acompañado de dos seres sobrenaturales de
bre de sus dioses patronos en sus frases nomi-
nariz prolongada”3 (Newsome, 2001:146-148).
nales. Los cuatro últimos gobernantes de la
Su descripción es la que más se ajusta a nues-
ciudad de Quiriguá presentan en su frase no-
tra propia interpretación.
minal a un dios que ha sido poco estudiado por
Este trabajo coincide con las propuestas ante-
la epigrafía y que se conoce como Yopaat. Eric
riores en varios puntos. Por un lado, en el
Thompson (1950) lo catalogó con los números
hecho de que puede tratarse de un mismo per-
T1030i, T1030j y T1030k (Véanse a Macri y Looper, 2003). El primero en observar que este
3 Traducción de la cita, Gutiérrez González. 12
13
dios aparecía repetido en las frases nominales
NAL-yo-po-TE’. La palabra yopte’ en ch’ol y
de las élites de Quiriguá y Copán fue David Ke-
chontal significa “hoja”. En combinación con la
lley (1962: 323-335).
partícula AAT que significa “pene” (Según Kauf-
Aunque el argumento epigráfico para el desci-
man y Norman, 1984:116), Yopaat podría leer-
framiento fonético de Yopaat no ha sido publi-
se como Pene de Hoja, pero no hay ningún
cado, Simon Martin y Nikolai Grube lo atribu-
consenso entre los epigrafistas para su traduc-
yen a David Stuart4 (Veánse Martin y Grube,
ción. Los principales rasgos diagnósticos del
2008: 118 [nota 2:231]).
dios Yopaat son: cuerpo antropomorfo con ros-
Para llegar a ese desciframiento, Stuart (en co-
tro zoomorfo, quizá felino (con dientes huma-
municación personal a Gutiérrez González
nos y colmillos), una manopla con marcas de
2009) observó un ejemplo de Yaxchilán donde
lluvia (kawak) y elementos de azul-verde (yax)
un prefijo en forma de hoja sustituye al YOP en
que tal vez representen lluvia o granizo, así co-
una fórmula AJ-YOP-TE’. También observó un
mo volutas, ya sea sobre la cabeza o alrededor
ejemplo fonético de Toniná que puede leerse
4 En comunicación personal de 1999. 14
pleto tanto de Quiriguá como de Copán, indican que es el mismo personaje que se observa en los altares O’ y P’. He encontrado ocho rasgos compartidos entre el personaje del Altar O’ y el dios Yopaat (Fig. 8). Análisis iconográfico de los altares Los textos jeroglíficos de los altares O’ y P’ no parecen hacer referencia a las escenas iconográficas que los acompañan, por lo que no se puede explicar lo narrado desde la epigrafía. El estudio debe hacerse desde el análisis de los agentes iconográficos. Siguiendo el método de la designación amplia de Kettunen (Óp.Cit.:64), los agentes centrales que podemos identificar en ambos altares son: un dios (con marcas divinas), una montaña (witz en textos jeroglíficos), un zoomorde su cuerpo (Fig. 7). En la ciudad de Quiriguá he encontrado treinta ejemplos de escritura del nombre de Yopaat en las frases nominales de los cuatro últimos go-
fo aviano, varios zoomorfos serpentinos, elementos de agua y de viento. En un paso intermedio que describe elementos de contexto general se puede señalar lo siguiente: 1. El dios es gigante (al menos, del tama-
bernantes. Dieciséis ejemplos son logográficos (Estelas A, D, E, F, H?, J, Altares M?, O’, Zoomorfo O) y catorce ejemplos son fonéticos
ño de la montaña) y está asociado a elementos de lluvia y viento. 2. Es difícil determinar la orientación espa-
(Estelas D, F, I, J, K, Altar L, Zoomorfos O, P, Est. 1B-1). También se pueden encontrar ejemplos de la escritura de Yopaat en Copán, en la frase nominal del gobernante número 16, Yax Pasaj Chan Yopaat. Los rasgos diagnósticos de Yopaat en los ejemplos logográficos, particularmente en variantes de cuerpo com-
cial de la montaña. Los altares fueron encajados en la tierra mirando al cielo, por lo que no sabemos si el dios flota sobre la montaña o si se encuentra debajo de ella. Tampoco sabemos si el zoomorfo aviano está debajo o encima de la montaña. Los textos jeroglíficos que fueron tallados con la montaña como soporte no resuelven 15
esta ambigüedad espacial.
precipitarse sobre ella como si la rompiera con
3. Los zoomorfos serpentinos ocupan distintas
posiciones
en
ambos
uno de sus pies (el movimiento podría ser
altares
exactamente al revés, con el dios saliendo de
(sostenidos en las manos del dios o envueltos
la montaña); el dios porta abundantes marcas
en el zoomorfo aviano).
de ik’ (viento), tiene lengua bífida y lleva gran-
4. Predominan en el Altar O’ los elemen-
des serpientes en sus manos, como si nos in-
tos acuáticos; el dios gigante parece flotar jun-
dicara que la lectura de su nombre incluye el
to a la montaña; el dios está bailando y se en-
glifo CHAN (chan traducido como serpiente,
cuentra envuelto en grandes nubes; el zoomor-
quizá como parte del nombre Chan Yopaat); el
fo aviano que está arriba o debajo de la monta-
zoomorfo aviano que está arriba o debajo de la
ña tiene un enorme tocado y sólo muestra su
montaña muestra gran parte de su cuerpo
cabeza (Fig. 2).
(además de sus plumas y sus garras) y parece
5 Predominan en el Altar P’ los elemen-
envolver la cabeza de una serpiente. Tanto el
tos de viento (ik’ en textos jeroglíficos); el dios
zoomorfo aviano como este zoomorfo serpenti-
gigante flota sobre la montaña pero parece
no son gigantes (al menos, del tamaño de la 16
montaña) (Fig. 3).
d.C.). Esto sugiere un orden narrativo donde la
Interpretación de los datos
historia comienza cuando las nubes se forman
Sigo a Looper (2003) cuando señala que el
sobre la montaña y concluye cuando la tor-
dios del Altar O’ está bailando envuelto en nu-
menta se precipita sobre la montaña. La histo-
bes, pero identifico la apertura de la montaña
ria, por supuesto, pudo haber sido narrada en
con un signo ik’ (viento) gigante que, de hecho,
sentido opuesto. De ser así, pensaríamos en
se repite en ambos altares y funciona como
nubes surgiendo de la montaña, nubes formán-
soporte para la escritura jeroglífica. Con base
dose dentro de la montaña y rodeando a un
en la identificación de un dios de la tormenta
personaje que después sale de esa montaña.
que hace Newsome (2001), encuentro elemen-
Estudios posteriores podrían ayudar a definir si
tos iconográficos suficientes para señalar que
ésta es la secuencia correcta, es decir, si la
ambos altares describen un huracán, pues pre-
tormenta surge de la montaña en el Altar P’ a
sentan elementos asociados a la lluvia en su
manera de fuertes vientos para después dar
expresión más violenta. El dios que represen-
forma a nubes de tormenta en el Altar O’. Esto,
taría esta tormenta o este huracán sería Yopa-
repito, parece improbable debido al orden cro-
at. No parece posible determinar si la tormenta
nológico en que fueron tallados los altares.
se forma dentro o fuera de la montaña.
El mito de la tormenta y la montaña
En un análisis iconográfico se puede detectar
Por su ubicación geográfica, Quiriguá es pro-
la abundancia de referencias al viento. De
pensa a inundaciones. Los datos arqueológi-
hecho, parece haber una secuencia. Al predo-
cos indican que ha padecido varios desborda-
minio de las marcas acuáticas que se observan
mientos del Río Quiriguá, tributario del Mota-
en el personaje del Altar O’ (Fig. 2) le sigue el
gua (Maudslay, 1886:22 y 117).
predominio de marcas de viento en el persona-
Esas condiciones pudieron haber requerido la
je del Altar P’ (Fig. 3). Cabe señalar que es difí-
elaboración de rituales que conjuraran la furia
cil determinar el orden temporal de este relato.
de las tormentas. En mi opinión, desde esa
En otras palabras, no hay elementos iconográ-
perspectiva surge el mito que narran los alta-
ficos suficientes para establecer el orden en
res O’ y P’. Looper ha señalado que la Gran
que el gobernante Cielo de Xul narró la histo-
Plaza, un espacio inundable, pudo haber esta-
ria.
do asociada a un inframundo acuático y pudo
Sin embargo, los datos epigráficos indican que
haber sido una representación del lugar del
el altar O’ (790 d.C.) es anterior al altar P’ (795
Agujero Negro/ del Pozo Negro (“the Black 17
Bibliografía
Hole, Black Lake place”) (Óp.. Cit.: 83-87). Sabemos también que hay una asociación directa
Coe, Michael D.
entre la montaña y la lluvia en toda Mesoaméri-
1978 Lords of the Underworld: Masterpieces
ca.
of Classic Maya Ceramics, The Art Museum,
Con los datos iconográficos que nos ofrecen
Princeton University, Princeton.
los dos altares se puede proponer que el Altar O’ (790 d.C.) describe la formación de una tor-
Fundación para el Avance de los Estudios Me-
menta personificada en el dios Yopaat envuelto
soamericanos
en nubes, asociado directamente a una monta-
http://www.famsi.org
ña, y que el Altar P’ (795 d.C.) describe la explosión de esa tormenta, personificada en el
García Barrios, Ana,
dios Yopaat acompañado de fuertes vientos.
2008 Chaahk, el dios de la lluvia, en el perio-
La cantidad de ejemplos de Yopaat encontra-
do clásico maya: aspectos religiosos y políti-
dos en Quiriguá me llevan a sugerir que fue el
cos, tesis doctoral, Madrid.
dios patrono o dios principal de Quiriguá durante el siglo VIII d.C., debido a la importancia de
Kaufman, Terrence y William M. Norman
las tormentas en esa zona del Motagua y a la
1984 “An Outline of Protocholan Phonology,
necesidad de conjurarlas. Hasta ahí lo que nos
Morphology, and Vocabulary”, en Phoneticism
han permitido extraer los datos iconográficos
in Maya Hieroglyphic Writing, J.S. Justeson y
con apoyo de los datos epigráficos.
L. Campbell eds., pp. 77-166, Institute of
Ahora que los avances en el desciframiento de
Mesoamerican Studies, Pub. número 9, Al-
la escritura jeroglífica permiten estudiar con
bany/SUNY-Albany.
mayor profundidad a las deidades del periodo Clásico maya, es necesario investigar este tipo
Kelley, David H.
de narraciones locales a fin de conocer en toda
1962 “Glyphic Evidence for a Dynastic Se-
su riqueza el contexto general de la narrativa
quence at Quiriguá, Guatemala”, en American
mítica prehispánica.
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Washington D.C., Carnegie Institution of Wash-
Adrián Recinos, Institución Carnegie de Was-
ington.
hington, Washington D.C. 19
“EL COSTOMBRE” RITUAL SAGRADO EN CACAHUATENCO, DESDE LA MIRADA DE LA ETNOGRAFÍA DEL HABLA Alma Rosa Espinosa Ruiz, Adriana Suárez Quiroz y Claudio Hernández Palacios
E
l presente trabajo muestra un ejercicio de análisis basado en los conceptos de la Etnografía del habla, los cuales se enfocan a la comprensión del lenguaje en su contexto sociocultural1.
La presente investigación se llevó acabó en la zona de Ixhuatlán de Madero, en el Estado de Veracruz, en las comunidades de Siete Palmas y básicamente, en la zona arqueológica de Cacahuatenco, donde se analizó el habla como práctica cultural, tomando como eje la comprensión del ritual llamado El Costombre, el entorno cultural donde se efectúa, las formas de discurso utilizadas por los participantes y el significado que las poblaciones le asignan a sus lenguas. Bajo estos parámetros el Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco. Patrimonio Cultural y Desarrollo Sustentable, del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana 2 , dirigido por Luis I. Sánchez Olvera3, ha integrado este enfoque de análisis al conocimiento de las comunidades aledañas al sitio arqueológico de Cacahuatenco, como ya se mencionó, área central del presente trabajo. Partiendo de lo citado, se consideró de suma importancia analizar esta práctica “El Costombre” como parte de un ritual vivo, que rige la vida cotidiana de las poblaciones cercanas a Cacahuatenco,
1. El parámetro comparativo de este trabajo se encuentra en la investigación de campo realizada por José Juncos en Ecuador, cuyos resultados forman parte de la “Etnografía de la Comunicación verbal de los Shuar”, en el cual se enfatiza en la necesidad de reflexionar en torno a la variedad del lenguaje narrativo cotidiano, que debe ser conocido y respetado por sus hablantes, es decir las formas comunicativas que el hablante debe tener para adaptarse y participar en su entorno (Juncosa, 2005: p.9). 2. Uno objetivos de este Proyecto es el de estudiar las practicas que en la actualidad continúan dando sentido a la vida de los nahua, otomí, y tepehua, comunidades que rodean a la Mesa de Cacahuatenco, donde sus elementos culturales se manifiestan a través de ritos agrícolas, ceremonias propiciatorias, representaciones de danza y ejecuciones musicales, entre otras, que mantienen los vínculos de sus quehaceres cotidianos y convicciones con el pensamiento heredado de las antiguas culturas mesoamericanas. 3. Arqueólogo con Doctorado en Arquitectura y Urbanismo, por la Universidad Politécnica de Madrid, España. Investigador del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana. 20
debido que este alude a la visión cosmogónica
entre la gente y las divinidades, realiza invoca-
de Mesoamérica, donde el maíz provee al ser
ciones y ofrenda los mantenimientos.
humano el sustento para su supervivencia, en
Considerando lo citado, se analizaron en “El
medio de un complejo universo de fuerzas so-
Costombre” tres categorías del habla: a). La
brenaturales, en el que concurren entidades,
narración, basada en la interacción verbal en-
númenes y dioses que pueden ayudar a obte-
tre los ritualistas y los participantes, incluyendo
ner una buena cosecha o malograrla, o donde
la conversación, el relato y el mito; b). El dis-
las formas del habla durante el ritual, ayudarán
curso ceremonial, el cual se encuentra entre la
a mantener el equilibrio de elementos naturales
conversación y el canto; c). Las formas poéti-
y anímicos que actúan en el hábitat, para evitar
cas, identificadas con los cantos festivos y ri-
que se trastornen y lleguen a perjudicar al ser
tuales-religiosos, así como las danzas. Tenien-
humano en su salud y vitalidad.
do como objetivo, identificar y describir el con-
De tal forma, el acto del habla durante El Cos-
texto cultural de las formas del habla, practica-
tombre está controlado por reglas inmersas en
das por las comunidades nahua, otomí y te-
el Mito, mismo que a su vez, está vinculado
pehua, que rodean a la Mesa.
con el contexto cultural del pueblo que lo cons-
Zona de investigación
truyó4. Así el sol, la lluvia, el viento, el trueno,
Cacahuatenco vocablo náhuatl compuesto por
los manantiales, los animales del monte como
la raíz cacahua (significa cacao) y atenco (a la
el tecolote, la culebra o el tejón, son entre
orilla del lago) (Simeón 1977:83), fue erigido
otros, entidades simbolizadas en papel cortado
sobre una mesa geológica, localizada en la
o son también representadas en las danzas,
parte oriental del municipio de Ixhuatlán de
alusión que el ritualista y cada uno de los co-
Madero; delimitada al norte por el río Vinazco y
partícipes sintetizan para permitir el vínculo del
al sur por el Beltrán y, ambos conforman la
especialista con las entidades que gobiernan
cuenca del río Tuxpan (Fig. 1).
las fuerzas naturales, quien como mediador
En la zona predomina el clima cálido-húmedo con lluvias en verano; la temperatura media
4. Entendiendo al “Mito” como parte de un discurso oral, expresivo de un trasfondo cultural, lleno de expresiones etno-lingüísticas representativas del grupo creador. Juncosa al respecto del mito menciona que, como forma de habla, su estudio plantea un rango de comprensión por encima de anotaciones morfo-sintácticas, permite ofrecer un panorama más amplio de la lengua con su cultura (Juncosa, 2005:10).
anual es de 23ºC. La mayor parte de la superficie de la mesa se usa para el pastoreo extensivo de ganado vacuno; sin embargo, existen zonas de vegetación endémica de selva baja
21
Fig.1. Ubicación geográfica de la mesa de Cacahuatenco. Carta Topográfica INEGI
Fig. 2 Cinturón selvático que la rodea. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
(Fig.2) tanto en la cima como en la ladera,
las cuales se puede observar una área de can-
constituyéndose un cinturón compuesto por
tera, una gran obra hidráulica, complejos edifi-
acahuales, bejucos, cedros, caobas, chicoza-
cios con función religiosa y civil, así como algu-
pote, jonote y guacanastle. En cuanto a la fau-
nas zonas de vivienda de élite; otro dato rele-
na se pueden observar desde nauyaca, víbora
vante es que existe un complejo sistema de
voladora, tucán, tigrillo, coyote, gavilán, cha-
caminos tanto internos como externos (Fig.3).
chalaca, por citar algunos.
En la sección más relevante del sitio se ubica
Todo parece indicar que el asentamiento pre-
el Edificio más elevado llamado por la comuni-
hispánico ubicado sobre la cima de la mesa,
dad Chicomexochitl, construcción de siete
tuvo un gran auge en el Postclásico mesoame-
cuerpos, que alude a Ehékatl (Fig.4).
ricano (1150-1521 d.C.), formando parte de las
Otro edificio destacado es el llamado La Ma-
comunidades huaxtecas y con una fuerte in-
zorca, construcción bicónica, decorada con
fluencia del altiplano, según la referencia citada
cantos rodados que asemejan los granos del
en los Lienzos de Tuxpan (Melgarejo Vivanco,
maíz (Fig.5).
1970:39).
hidráulica, conformada por jagüeyes y patios
El asentamiento comprende más de 90has, en
hundidos, que permitieron la captación de 22
Destaca en todo el sitio la obra
Área de cantera
Fig. 3. Plano de la zona arqueológica de Cacahuatenco. Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
agua en la cima de la mesa, rodeando a la ciu-
bal (Op.cit.:16). En tanto que el Discurso pue-
dad de un espejo de agua guarida de Apix-
de ser oral o escrito, abordado en términos tex-
quetl, Apanchaneh o la Serena, divinidad que
tuales o de interacción social, puede ser tan
habita en los cuerpos de agua (Fig.6).
breve como un saludo o largo como una nove-
Finalmente, un dato relevante fue que después
la, ejemplo cuentos, conversaciones, mitos,
de la conquista española, se realizaron cons-
entre otros. En el caso del ritual El Costombre,
trucciones de iglesias sobre las zonas de culto
se puede añadir a esta categoría el discurso
prehispánico, prueba de ello los restos de la
ceremonial.
pequeña capilla cerca de la gran plaza (Fig.7).
Nuevamente Sherzer al respecto dice: “el dis-
En el análisis
curso es el punto más rico de las relaciones
Según la Etnografía del Habla, y siguiendo a
entre idioma, la cultura, la sociedad y la expre-
Joel Sherzer (Sherzer, 1990; citado en Junco-
sión individual. En el discurso los individuos
sa, 2005:15), dos de las categorías fundamen-
vierten su creatividad personal, al mismo tiem-
tales de esta disciplina son: evento y discurso.
po que los recursos de los idiomas y las nor-
Entendiendo por evento a una modalidad del
mas de interpretación, el reconocimiento cultu-
habla, un acto cualquiera de comunicación ver-
ral y el simbolismo […] Al hacerlo no solamen23
Fig.4. La Chicomexóchitl .
Fig.5. La Mazorca. Foto Proyecto Etnoarqueológico
Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
de la Mesa de Cacahuatenco
Fig. 6. Uno de los 45 jagüeyes del sitio.Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
Fig. 7. Muestra los muros de la Capilla S.XVII. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco 24
te duplican, interpretan y trasmiten, sino que
torno de la fertilidad del sustento cotidiano, y
en realidad crean y recrean sus realidades
recreando con ello el acceso al universo de
sociales y culturales” (Op.cit.:17).
las antiguas civilizaciones mesoamericanas.
Desde este punto de vista, el discurso se rela-
Contexto cultural de los discursos
ciona con un contexto espacio-temporal de
Uno de los rasgos que se han corroborado
representación, que involucra a diversos acto-
dentro de las comunidades ixhuatecas es la
res y se inserta en una red de significados, al
presencia de Chicomexochitl como una dei-
mismo tiempo que se vincula a otros actos no
dad crucial, con particularidades que lo trans-
verbales y gestos reforzativos (Ídem).
mutan en el dador del maíz, y por extensión
Ejemplo claro de estos planteamientos teóri-
dador de otros alimentos que han constituido
cos, donde el discurso se representa clara-
la base nutricional desde los antiguos mexica-
mente es “El Costombre” de la región Huax-
nos hasta la actualidad.
teca de Ixhuatlán de Madero, el cual se rela-
Chicomexochitl (siete flores) constituye un re-
ciona con un contexto espacio-temporal re-
ferente cultural entre los habitantes del entor-
presentado por la vinculación de un ámbito
no de la mesa de Cacahuatenco, tanto para
humano dependiente de un mundo de dioses,
los nahuas, otomís y tepehuas, en los cuales
que proveen el sustento para su superviven-
esta entidad mítica es un referente vital en
cia, el maíz, en el espacio sagrado de la Chi-
sus invocaciones rituales. Lo anterior no po-
comexóchitl, emblema de las fuerzas terrena-
dría ser de otra manera, en tanto que los ves-
les y celestes; evento propiciado por el Ritua-
tigios de la antigua ciudad hoy son considera-
lista y Copaleros, los cuales manejan en el
dos sagrados, observando además que el
habla, una serie de reglas y significados que
monumento más prominente y central de la
al mismo tiempo los relacionan con otros
plaza ceremonial es el que llaman Chico-
eventos no verbales como la elaboración del
mexochitl.
Macuilxochitl, los cantos como la Xochipit-
El cultivo del maíz, modo de subsistencia pre-
zahuatl y la danza de los voladores o gavila-
dominante hasta la actualidad, ha sido here-
nes. Todo ello inmerso en una praxis de un
dado junto con viejos mitos mesoamericanos
ciclo ritual que fundamenta la vida cotidiana
que constituyen una visión del mundo donde
de las comunidades otomí, nahua y tepehua,
el hábitat se ve intervenido constantemente
preservando con actos del habla, un rito en-
por entes y divinidades a las cuales hay que 25
“alimentar”
con
la
sangre
de
aves lo que en ocasiones también se
(comúnmente pollos de pluma negra), copal,
hace de manera comunitaria.
ceras, y la “esencia” de la comida ceremonial como es el mole, el gran tamal llamado Sa-
2º.- El espacio comunitario, lo constituye el
cahuil, y bebidas como el chocolate, el atole de
Xochicalli que es el recinto donde tienen lugar
maíz, café y licores, comúnmente el aguardien-
los ritos tradicionales de la propia comunidad,
te de caña y la cerveza. Todo esto a través de
y por acuerdos especiales, aquellos rituales
altares construidos con otate o caña en forma
que vienen a celebrar gente de alguna comuni-
de mesa donde se colocan, sobre y debajo de
dad vecina, a lo que es común que se sumen a
ésta, todos los objetos de la ofrenda. La finali-
la ceremonia los lugareños.
dad es mantener el equilibrio de las fuerzas naturales, y la veneración se rinde tanto a los
3º.- Los espacios sagrados, entre los más des-
santos cristianos como a las divinidades an-
tacados están los cerros, que como es el caso
cestrales o antiguas, representaciones en pa-
del Postectitla, donde hay que preparar el re-
pel cortado de las divinidades, ya que de am-
corrido hasta la parte alta de la montaña para
bos se requiere su beneplácito para que el
llevar la ofrenda. También son las cuevas y los
humano subsista.
lugares donde moran las entidades del agua
Escenarios
como los manantiales, los ríos y los depósitos
espacio-temporales-contextos
sagrados
de agua (jagüeyes).
1º.- El espacio íntimo: A)
B)
La vivienda, donde se coloca un pe-
4º.- La zona arqueológica Cacahuatenco, anti-
queño altar que servirá para ubicar al
guo asentamiento huaxteco que se ha negado
santo católico el cual se acompaña,
desaparecer, y ahora se emplaza en un com-
en ciertos casos, con alguna figurilla
plejo de prácticas rituales incorporadas al siglo
arqueológica hallada en el campo, y
XXI, pero al amparo de divinidades como es
en ocasiones colocada en un rincón
Apixquetl o la Sirena, la Santa Rosa o Reina
de la vivienda.
Encantada, o Chicomexochitl divinidad que cui-
La parcela o tierra de cultivo es un
da de la semilla del Maíz como entidad hace-
espacio ritual a donde se hacen ofren-
dora de los mantenimientos de los pueblos ix-
das según el calendario agrícola, lo
huatecos. 26
El Discurso y roles
las ofrendas convenientes, los rumbos a los
El Costombre, es uno de los rituales en el cual
que dirigirse. Posee el bastón o vara que lo
se invocan a las deidades, como por ejemplo,
distingue y acentúa la fortaleza para realizar la
a Ehékatl – dios del viento- y a otras de sus
limpia o barrida de quienes participan del cere-
advocaciones que conservan alguna de las ca-
monial, pero quizás lo que destaca en estos
racterísticas del dios principal pero que su pro-
oficios, es la capacidad de realizar los cortes
ceder es otro, como son las Tzitzimi, entes que
de papel para representar a los dioses y a los
son identificadas como portadoras del “mal
depositarios del espíritu del maíz, cuya articu-
viento”, y son causantes de enfermedades o de
lación propicia la fertilidad y la abundancia.
malestares anímicos. No obstante es Chico-
Los Copaleros, son auxiliares que el ritualista
mexochitl al cual se le rinde una ofrenda espe-
elige entre las personas que lo acompañan y
cial para que les permita obtener la sombra de
los anfitriones que son curanderos o tienen
la semilla o el espíritu de ésta, para llevarla a la
algún cargo de representación en la comuni-
comunidad y les permita tener una cosecha
dad donde se realiza el ritual, quienes además
abundante de maíz. El Costombre puede reali-
aceptan este encargo como una distinción ante
zarse con motivos diversos: promesas, agrade-
la comunidad refrendado su cometido al portar
cimientos y en fechas indistintas.
alguno de los símbolos utilizados.
El Ceremonial, se integra de varios ritos u
La Música y la Danza, es ejecutada por los bai-
ofrendas, el Tlalkuatiliztli dedicado a la tierra de
ladores, quienes por lo general son todos los
cultivo, el Chicomexochitl que esta avocado a
presentes en la ceremonia, sin embargo, exis-
la semilla; el Miltlacualtiliztli para ofrendar ali-
ten casos donde las ceremonias suelen estar
mento a la milpa, el Elotlamaniliztli o Tlamanas
asistidas por un grupo de danzantes llamados
que presenta como ofrenda a los elotes, el
Monteson o Montesontini. Hay que resaltar la
Tzintlakualtiliztli ocasión en que se visten los
presencia de los músicos, a veces en dúos
elotes y se renueva la semilla.
(guitarra huapanguera y violín) o en tríos
El Ritualista o curandero, quien conduce las
(huapanguera, jarana huaxteca y violín), quie-
ceremonias, porque conoce los cultos de cada
nes ejecutan música exclusiva para los rituales
uno de los dioses, los lugares en que moran,
y para la danza. No olvidemos, que uno de los
los colores con que se identifican, las formas
testimonios mesoamericanos de los huaxtecos
de reverenciarlas a través de las invocaciones, 27
es la danza del Palo Volador, la cual se ha interpretado como el descenso de las divinidades al plano terrenal para traer fertilidad y sustento, y con ello el equilibrio para la continuidad de la vida. Se debe mencionar que esta danza, entre los tepehuas se conoce como danza de los Gavilanes, y en entre los huaxtecos como danza del Comelagatoazte.
Momentos del Discurso Ceremonial-Mito “El Costombre” Los trabajos dan inicio dirigidos por el Ritualista5 , dentro de la comunidad con un carácter
Fig.8 El Xochicalli, el Ritualista. Foto Proyecto Etno-
comunitario (Fig.8), los hombres se avocan a
arqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
elaborar los Macuilxochitl y las estrellas con palma y flores de zempaxúchitl, sobre una ar-
estos símbolos en papel para colocarles las
mazón de varas de otate para colocar las
minúsculas prendas. Este proceso que se si-
ofrendas, las flores, palmas y otros materiales
gue con música ceremonial del violín y de la
necesarios para la ceremonia. Entre tanto, las
huapanguera, sin pronunciar palabra, quedan-
mujeres jóvenes se organizan para preparar la
do en el ambiente solo el sonido de los instru-
comida para las ofrendas: panes, tamales, mo-
mentos. La sacralización de los recortes trans-
le y caldo. Las mujeres mayores preparan los
forman el diseño en papel, en símbolos mági-
recortes de los dioses custodiados en el Xochi-
cos y cada color debe ser congruentes con los
calli, para cambiarles sus vestidos; con sumo
referentes mitológicos evocados en cada una
cuidado, del interior de una caja de madera
de las divinidades (Fig.9).
donde se guardan, son sacados cada uno de
En el solar frente al Xochicalli, se dispone un altar para Apanchaneh o Dueña del Agua, con
5 Los ritualistas pueden ser de Ojial-Cuayo, Zocohuite, Cuahueloco, Las Flores, entre otras comunidades de la región. El Costombre analizado fue dirigido por el Ritualista Rolando Zaragoza, de la comunidad de las Flores y hablante de otomí. Se llevó acabo en la comunidad de Siete Palmas-Nuevo el Mirador.
el fin de lavar los corazones y las conciencias de quienes entren al lugar sagrado. Ahí se coloca un arco de bejuco adornado con flor de 28
nas suenan ininterrumpidamente junto con la música del violín y la huapanguera dando un efecto absorbente. Para merecer los favores de Apanchaneh, al amanecer el contingente se dirige a un manantial en los alrededores de la comunidad. Donde previamente se hizo un altar de otate, adornado con un arco de palma. Ahí el ritualista sahumea y pronuncia plegarias, y enseguida procede a sahumar los recortes, los macuixochitl, la comida y la bebida. Las Ofrendas, cuya parte significativa de estas proviene del Maíz como los tamales, atoles, enchiladas y pemoles. El Zacahuil, es un tipo de tamal ceremonial horneado y envuelto en hoja de plátano, relleno con carne de cerdo o
Fig.9 Las deidades d papel. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
de pollo. También se ofrenda mole, chocolate, café, pollo, refresco rojo, cerveza, y aguardien-
zempaxúchitl, para que el ritualista lleve a ca-
te refino.
bo la Barrida o Limpia de las personas y de la
El asenso-permiso, a la mañana siguiente, ya
tierra, con danza y cantos, culminando con la
con el sol a cuestas, se inicia el asenso a la
inmolación de un pollo cuya sangre se vierte
Mesa de Cacahuatenco. La angosta vereda
sobre una estera hecha de los recortes.
solo permite una sola fila de gente, para arribar
Así la noche transcurre en el interior del Xochi-
hasta el punto llamado corral falso, la entrada
calli, en un prolongado rito de danza y música,
a la zona arqueológica. Hombres y mujeres
donde el ritualista enumera e invoca a las divi-
cargan con las ofrendas, los primeros, en ca-
nidades de los lugares sagrados, memoriales
nastos llamados colotes, y las mujeres en vasi-
heredados. El cansancio bajo los ímpetus de
jas de barro o canastas, se deposita la primer
los danzantes cuyos cuerpos borrosamente se
ofrenda de velas, zempaxúchitl, recortes de los
delineaban ante la tenue luz de las velas y el
dioses en papel y telas bordadas, en un marco
espeso humo del copal. Las pequeñas campa-
de rezos, tintinear de campanas (Fig.10). Ahí 29
Fig. 10. Asenso a la zona de Cacahuatenco. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
Fig. 11 La entrada, primer momento en el Ceremonial. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
el ritualista pide permiso a las deidades y san-
bre el piso se colocan las ofrendas, destaca
tos católicos para acceder a su morada, en es-
aquí en los elementos de la parafernalia las
te momento la sincronización de los poderes
mazorcas de maíz 6. En el asenso a su cúspide
llega a su máximo punto, el intermedio entre
-el ritualista y los Copaleros- hacen evidente el
los dioses y las fuerzas terrenales, representadas por el ritualista y la las fuerzas humanas, la
6 Esta estructura es la de mayor altura del sitio; su ubicación marca el eje de la ciudad, que en conjunción con el Palacio en el otro extremo del sitio, señala, de acuerdo con los cálculos, la salida del sol en conjunción con Venus para el año 1200 d.C. (fecha que muy posiblemente está relacionada con un gran momento en la historia del lugar). La Chicomexóchitl cuenta con siete cuerpos, en su parte frontal tiene otra estructura adosada en forma de “E”, que impacta visualmente desde el extremo oeste de la Plaza. Este conjunto estuvo rodeado por un Coateplantli. Actualmente y gracias a la conciencia de la población, el ritual ya no se efectúa en la cúspide, se realiza en el lado sur de Coateplantli, esto en espera de la restauración de la estructura, por el Proyecto Etnoarqueológico Mesa de Cacahuatenco, de la Universidad Veracruzana (Sánchez Olvera, 2000; Sánchez Castellanos, 2011)
mezcla de ideología, lo mítico y lo religioso, todo unido en un ritual para beneficio de las poblaciones (Fig.11). La Chicomexochitl, situada en el corazón del lugar, es el emblema de las fuerzas terrenales y celestes. En la cúspide del monumento se plantaba una cruz, de aproximadamente tres metros de altura, de la cual pendían una serie de listones de colores; pegada a ésta y ya so30
respeto por el entorno, donde la importancia del viento, del sol, del día y de la noche, de los árboles y las plantas, de los animales, de los ríos y de los manantiales, forman parte del universo que está regido por entidades que ayudan o niegan la sobrevivencia. Se invoca a los cuatro rumbos de la tierra, pero también al espacio celeste y al inframundo donde moran sus divinidades (Fig. 12). La Chicomexochitl custodia los mantenimientos representados en ese gran montículo, por la semilla del maíz que aguarda ser reverenciada con cantos, música y flores. Sonidos que lla-
Fig. 12 Los muros de la Capilla, altar exterior y la ofrenda. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
man a esta deidad para que escuche sus discursos rituales y reciba la ofrenda, con la que se retribuyen los beneficios de contar con la semilla prodigiosa que haga lograr las milpas y todo aquello que permita una subsistencia merecedora (Fig.13). El entorno del contingente danza y entona la Xochipitzahuatl 7, resaltando los listones de colores en los atuendos, así como el palo donde son enredados. La Mazorca, es el vestigio arqueológico, que por su diseño parece una troje de maíz, el cual es considerado el alimento del cuerpo y del espíritu, regalo de las divinidades para los mantenimientos de la vida, también representa
7 Canción cantada en náhuatl, dirigida a la fertilidad, esta también se canta en las fiestas de boda.
Fig. 13 Los cantos y rezos fuera la Capilla.Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco 31
el nexo con los númenes creadores del universo, del firmamento que noche a noche y con cada amanecer muestra designios enigmáticos. La ofrenda es dedicada al maíz (Fig.14). El Jagüey, dedicado a Apixquetl, Apanchaneh o la Sirena, quien es la divinidad que habita en los cuerpos de agua construidos por los antiguos habitantes de Cacahuatenco. Dicha deidad, es merecedora de destacadas ceremonias a través de recortes de papel, acompañados de las ofrendas de pan, de pollo, de bebidas como refresco y cerveza, sin faltar las plegarias, el copal, la danza y la música (Fig.15 y Fig.15 El Ritualero, al pie de la Chicomexóchitl. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
16).
Quizá después de la Chicomexóchitl este sea el otro momento del ritual de mayor impacto, éste se realiza alrededor del jagüey, el cual fue construido sobre un patio hundido, fue revestido por piedra basáltica cortada y acomodada perfectamente, lo que permite paredes permeables. En este espacio la ofrenda se coloca al sureste, después de colocada se inician los rezos y danzas alrededor del agua, moviéndose el contingente en sentido contrario a las manecillas del reloj; es el momento de mayor duración en todo el ceremonial (Figs. 17 y 18). Ritual de los Voladores o Gavilanes Fig. 14 La Chicomexochitl, el arco de palma. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco
El ritual de los Gavilanes o danza del volador se realiza con la solemnidad y preceptos que 32
Fig. 16 La Mazorca, momento dedicado a la Santa Rosa. Al fondo la estructura similar a la que se puede observar en la parada del metro Pino Suarez de la Ciudad de México, muestra de la influencia mexica en el sitio. Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco.
Fig. 17 A las orillas del Jagüey, se muestra como se coloca la ofrenda a la Serena.Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco.
la comunidad tepehua, de Las Flores, ha trans-
donde el lenguaje narrativo basado en la con-
mitido de generación en generación. La cere-
fluencia del mito y las creencias religiosas, rige
monia del corte del palo, inició con uno de los
los actos del habla, inmersos en la cotidianidad
ritos que hace de la cultura regional un acto de
del siglo XXI. Los ejes que trazan esta práctica
trascendencia en el tiempo y en el espacio, ya
se encuentran en el pensamiento cosmogónico
que esta manifestación cultural se ha encontra-
sobre su principal cultivo: el Maíz, en torno al
do hasta Centroamérica.
cual concurren las entidades que pueden dete-
Comentario final
riorar su desarrollo a través del rompimiento
He aquí los elementos idóneos del como los
del equilibrio de los elementos naturales y aní-
pueblos asignan un significado a sus lenguas,
micos, perjudicando al ser humano en su ali33
Fig. 18 A las orillas del Jagüey, se muestra como se coloca la ofrenda a la Serena.Foto Proyecto Etnoarqueológico de la Mesa de Cacahuatenco.
mentación, salud, vitalidad, etc.
el material y el espiritual, lo que conlleva, a una
El Mito como estructurador simbólico de la rea-
añeja relación entre la parafernalia religiosa
lidad, es el recuerdo de aquello que se consi-
practicada por las distintas sociedades actua-
dera memorable para su supervivencia, en Ca-
les y el asentamiento oriental arqueológico de
cahuatenco es el resultado de largos procesos
la Mesa de Cacahuatenco.
sociales en la resolución de los dilemas de Bibliografía
subsistencia y legitimidad, dentro de su con-
Juncosa B. José E.
cepción del Universo y del complejo intercam-
2005 Etnografía de la Comunicación verbal
bio de actos y de objetos, en los pueblos de la
Shuar. Ediciones ABYA-YALA, Quito, Ecuador.
Mesa la celebración de los rituales es, hasta
Melgarejo Vivanco, José Luis
nuestros días, una manera de mantener la
1970 Los lienzos de Tuxpan. México, Editorial
congruencia en sus formas de vida y su visión
Estampa Mexicana, México.
del mundo en sus diferentes manifestaciones: 34
Estampa Mexicana, México.
Sánchez Castellanos, Kay Nicté 2011 “La ritualidad para la sustentabilidad: Caso Cacahuatenco”, en Memorias del II Simposio Internacional de estudios Antropológicos e Históricos de la Sierra Gorda, Querétaro. “Cerro de Fuego” (Tancama). Edit. Instituto Queretano de la Cultura y las Artes y Museo Histórico de la Sierra Gorda. Pp. 333-344.
Sánchez Olvera, Luis 2000 La Mesa de Cacahuatenco. México, Ediciones de Cultura de Veracruz. Veracruz.
Simeón, Remi 1977 Diccionario de la Lengua Náhuatl o Me cana. Editorial Siglo XXI, México.
35
EL ICHCAHUIPILLI Y OTROS ADITAMENTOS DEFENSIVOS EN MESOAMÉRICA Alfonso A. Garduño Arzave
E
n el primer momento en que los ejércitos mesoamericanos y los europeos chocaron en el campo de batalla la gran diferencia de táctica, técnica y estratégica de combate debieron de haber relucido de inmediato, mismas que dieron múltiples victorias a los invasores his-
panos. No obstante los elementos mesoamericanos defensivos, es decir el armamento que protegía el cuerpo de los guerreros texcocanos, mexicas, tlaxcaltecas y de otros grupos debieron de haberse parecido más a una guerra de gente disfrazada para una festividad que para una acción bélica convencional para los cánones del enfrentamiento bélico que se celebraban en la Europa del siglo XVI, y a su ves opuesta a lo que se habría podido observar en Asia y África en este mismo período histórico. Hemos de mencionar que el armamento mesoamericano más tardío tuvo poco o casi ningún desarrollo evolutivo con respecto a las formas y características que se poseían desde etapas muy tempranas, o por lo menos eso nos indica los datos artísticos y arqueológicos. Esto nos sugiere que durante casi más de 2000 años los implementos no tuvieron muchos cambios en cuestiones materiales y mecánicas. No obstante en cuanto a los diseños y formas tuvieron una gran gama de tipos. Hay que mencionar que es a partir del período Clásico, 100- 650 d.C, en el Altiplano Central y para el área maya 300- 900 d.C que los utensilios de ésta naturaleza parecen más vistosos y más complejos en su confección. Y es en esta etapa del Clásico donde podemos dar cuenta del uso de un verdadero útil de batalla sin duda revolucionario en materiales de guerra, sobre todo en cuestiones de disposición táctica como son el ser ligero, portátil, eficaz, fácil de colocar, y porque no decirlo convertirlo en una verdadera coraza al añadírsele aditamentos cosidos o simplemente adosarles piel de animales. Nos referimos a los chalecos confeccionados en algodón, también conocidos como Ichcahuipilli que fueron tan importantes en Mesoamérica que se siguieron manufacturando hasta ya muy entrados los siglos XV y XVI.
36
Las armas ofensivas y su clasificación.
plumas o incluso posiblemente de placas de
Es bien sabido por los estudiosos del tema que
materiales marinos. Mientras que en su interior
los implementos usados en la época Prehispá-
debieron de habérseles colocado un acolcho-
nica fueron de carácter punzante, cortante,
nado extra de algún material textil que permi-
contundente, corto-contundente y de lanza-
tiese tanto su cómodo ajuste en la cabeza, así
miento. Sin embargo entre aquellos usados co-
como el soportar el embate de instrumentos
mo defensa ante los anteriores encontramos
contundentes como mazas, macanas y proba-
aquellos usados para proteger directamente al
blemente golpes de hachas de batalla sin que
cuerpo como corazas, yelmos y chalecos refor-
el portador sufriese un daño considerable.
zados. Mientras que los empleados para la
En documentos como la Matrícula de Tributos,
protección perimetral tenemos escudos y rode-
Códice Mendoza, Códice Nuttall y Códice Sel-
las. En cuanto a la diversidad de los utensilios
den y los guerreros águila del Templo Mayor,
bélicos, tenemos que en Mesoamérica hubo
se puede apreciar claramente que en ocasio-
variantes de un mismo aditamento, este fenó-
nes el cuello era protegido por un pliegue de
meno lo podríamos explicar por dos causas, el
piel extra que cubría la nuca y la traquea para
primero por el medio geográfico donde se de-
evitar las heridas ofensivas letales o incapaci-
sarrollaron y su adecuación a los distintos te-
tantes por ser áreas sumamente delicadas y
rrenos, jugando un papel muy importante la ve-
susceptibles a armas de corte como el ma-
getación y la orografía (Steward, 1977:21-22;
cuahuitl y lanzas que eran utilizadas en enfren-
Mc Clung, 1981:31). Mientras que otra causa
tamientos cuerpo a cuerpo y a corta distancia.
bien pudo haberse debido a la manera en que
Con respecto a su diseño podríamos contar
se estilaba el combate entre los contendientes.
con varios tipos y formas entre las que se en-
Tomando estos datos en cuenta iniciaremos
cuentran los siguientes (Fig.1):
enumerando aquellos usados en el Altiplano
I) Yelmos tipo efigie: Son aquellos que cubren
Central:
totalmente o parcialmente el cráneo y que pre-
a) Cuatepoztli (yelmo): Protección para la ca-
sentan formas de animales totémicos, tales co-
beza, por los datos representados en cerámi-
mo jaguares, pumas, águilas, coyotes y zopilo-
ca, pintura mural, códices y escultura tal pare-
tes. Estos presentan plumas o pieles de dichos
ce que eran confeccionados en madera posi-
animales con el hocico o el pico abiertos por
blemente ligera pero con gran resistencia a im-
donde se asoma la cabeza del portador, seme-
pactos con un revestimiento exterior de piel,
jan disfraces pues a su vez en ocasiones vie37
Fig.1. Izquierda, guerrero portando yelmo de coyote, cerámica con aplicaciones de concha, hacia 1100- 1200 d.C. Tula Hgo (Foto del autor, 2009). Centro, figurilla teotihuacana portando yelmo con aplicaciones de concha cortada en segmentos semi circulares, ilustración tomada de Séjourné 1994:253. Derecha, personaje con protección campaniforme, estilo tumba de Tiro, Occidente de México, colección del MNA (Foto de José Luis Rojas, 2004).
nen acompañados de un traje completo repre-
a los cascos modernos, se pueden apreciar en
sentando a los animales antes mencionados.
las figurillas de la tradición Tumbas de Tiro del
II) Yelmos confeccionados con placas: Estos
occidente, estos cascos protegen parcialmente
son completos y están realizados con peque-
la cabeza llegando hasta el hélix de las orejas
ñas placas posiblemente de segmentos de
y para asirlos a la cabeza llevan un barbiquejo
concha a manera de aplicaciones lo que los
confeccionada con piel que atora en el mentón.
hace ver como las cotas medievales. Particu-
Es muy probable que hayan sido fabricados de
larmente los podemos apreciar en el arte maya
madera y reforzados con tiras de cuero como
y teotihuacano, donde los apreciamos con un
se aprecia en varios ejemplos de esta área de
segmento protegiendo incluso la mandíbula a
Mesoamérica.
través de un barbiquejo, dejando que el rostro
IV) Cascos campaniformes: Procedentes del
pueda apreciarse parcialmente. Sin embargo
occidente de Mesoamérica, estos elementos
donde se puede apreciar claramente este tipo
defensivos tienen forma de campana con pare-
de yelmos son en la Estela 31 de Tikal, donde
ces rectas, como si se tratara de un cono in-
el hijo de “Yax Nuun Ayiin”, “Siyaj Chan K´awiil”
vertido, de cuya base más delgada surge otro
y que se encuentra a la derecha está portando
cono más pequeño, algunos muestran barbi-
uno de estos yelmos.
quejo para sujetarlos al mentón. Están confec-
III) Cascos de madera reforzados: Semejantes
cionados posiblemente de madera y recubier38
tos de piel como se pueden apreciar en algu-
mos el siguiente dispositivo que tenía dichos
nos ejemplos en la cerámica de la tradición
fines defensivos.
Tumbas de Tiro.
Ichcahuipilli (blusa, chaleco de algodón): Dicho
V) Cascos atados con tiras de cuero: Aprecia-
aditamento consistía principalmente de un cha-
dos en la cerámica del occidente, estos ele-
leco reforzado de algodón, el cuauhíxcatl o al-
mentos en especial están compuestos de dos
godón de árbol, el cual producía un hilo de con-
partes integrantes, por un lado un pequeño
siderable grosor que proporcionaba un mejor
casco que cubre parcialmente la cabeza y una
acorchamiento (Lavín y Balassa, 2001:49). Cu-
serie de tiras probablemente de algodón refor-
ya función era el de permitir al portador ir prote-
zado o tiras de cuero que se encuentran anu-
gido en las partes más vitales del cuerpo como
dadas a la cabeza desde la base del cráneo
el pecho, la cavidad abdominal y la espalda.
llegando hasta la parte frontal del mismo. Por
Por las fuentes donde se distingue este chale-
la forma en la que se muestran estos elemen-
co como el Lienzo de Tlaxcala, sabemos que
tos podemos suponer que están fuertemente
llegaba hasta la cintura y mantenía los brazos y
atados a la cabeza, incluso las mismas tiras
las piernas al descubierto. Esta coraza acol-
encordadas en la cabeza son usadas para su
chada presentaba una serie de costuras en for-
sujeción en la parte baja de la mandíbula infe-
ma de biombo lo que posibilitaba el añadir
rior del portador.
otras capas del mismo material y así evitar la
La protección para la cabeza juego un papel
penetración de armas cortantes y punzantes.
sumamente importante en el concepto de pro-
Incluso podemos agregar que sobre éste se
tección corporal, principalmente contra el uso
podían añadir plumas o pieles para reforzar su
de armamento contundente y corto contunden-
capacidad protectora, pues es bien sabido que
te en enfrentamientos de corta distancia o para
el cuero o la piel eran buenos materiales para
evitar la inserción de proyectiles. Al igual que
la desviación de proyectiles principalmente
aquellos elementos usados para el cuerpo que
punzantes o arrojadizos he históricamente usa-
evitaban el daño de utensilios punzantes como
dos en su confeccionamiento (Pohl y Angus,
dardos, flechas o cuchillos, estos eran confec-
1991:9) (Fig.2).
cionados con materiales como fibras vegetales
Debemos mencionar que aunque el material de
de ixtle o algodón endurecido, se diseñaron
guerra que hemos mencionado parece simple y
diferentes formas para proteger sobre todo el
de poca calidad protectora sin duda estaba
torso, caderas y brazos. De aquí que describi-
adaptado para el tipo de condiciones y de en39
fibra de algodón de ahí la designación de ichcatl y que tenían forma de sacos acolchados, sólo que estos se les agregaban sal sin moler entre diferentes capas de algodón plisado (Landa, 1982:52). Una de las características de esta arma defensiva que se aprecian en códices y otros materiales con carácter histórico son los ichcahuipilli adornados y reforzados con otros elementos exteriores como lo indicamos anteriormente. Fig.2. El Ichcahuipilli fue un utensilio de batalla confeccionado con algodón reforzado o endurecido propicio para la desviación de armas cortantes y punzantes (Ilustración del autor, 2007).
Los revestimientos que eran fabricados de una
frentamiento que se llevaba a cabo en Meso-
dardos y aún espadas de metal (Conquistador
américa. Sin embargo aunque las reglas fue-
Anónimo, 1994:227). Sin embargo hemos de
sen diferentes y, por así decirlo, el “protocolo”
considerar que esta referencia puede ser una
de las batallas se celebraba de manera distinta
exageración, ya que las espadas toledanas de
que en Europa y otras partes del mundo, sin
la época usadas por los conquistadores como
embargo los utensilios defensivos eran prácti-
las llamadas tizonas, eran sin duda mucho más
camente semejantes pues buscaban siempre
perforantes y contundentes debido al material
el mismo propósito militar.
con que eran forjadas (Salas, 1986:54). Toman-
El ichcahuipilli, elemento básico de batalla.
do en cuenta los datos anteriores hemos de su-
El desarrollo de este aditamento fue al parecer
poner que ya este tipo de artículos de batalla
uno de los implementos de guerra que más lla-
eran usados desde etapas anteriores al Posclá-
mo la atención de los conquistadores europeos
sico, siendo al parecer el elemento defensivo
llegados en el siglo XVI, pues en sus relatos lo
básico de batalla. Por otro lado el ichcahuipilli
documentan y mencionan ampliamente. Así, el
no se usaba regularmente como prenda única
dato que nos llama más la atención fue la
en la batalla, sino que el guerrero gozaba de
técnica con la que se confeccionaba, y la ma-
diversos componentes que de alguna forma
nera en la que se utilizaba. De primera mano
perfeccionaban su carácter defensivo pues in-
debemos de establecer que se realizaban en
cluían además sobre él variados trajes militares
sola pieza, se les considero por algunos cronistas impenetrables para armas como flechas,
40
(Clavijero, 1968:223), y cuyos ejemplos más
Posclásico, los guerreros utilizaban estos adi-
claros son aquellos representados en varias
tamentos protectores a los que además del uso
láminas de la Matricula de tributos.
del algodón para su confeccionamiento tal pa-
Tal parece que el ichcahuipilli tenía variados
rece se le añadía carrizo prensado para refor-
estilos, tamaños y hechuras, incluso había al-
zar y mejorar su capacidad defensiva (Lavín y
gunos a los cuáles se les agregaba un seg-
Balassa, 2001:48). Hay que enfatizar que aun-
mento más de la cintura hasta los muslos per-
que sabemos y tenemos estas referencias es-
mitiendo con ello una protección tal vez más
critas todavía quedan ciertas dudas con res-
eficaz, ante armas punzantes de grandes ex-
pecto a su confección como el hecho de que
tensiones como jabalinas y lanzas pues como
este tipo de prendas tuviesen algún tipo de
mencionamos en apartado anterior, algunas
hilado y tejido especial que los diferenciara de
armas, sobre todo aquellas usadas como ma-
otros trajes con carácter civil o religioso. Cabría
canas, hachas o espadas de madera que ten-
también hacerse la pregunta si había armeros
ían un rango limitado de ataque sólo podían
dedicados a la fabricación de estos aditamen-
ser implementadas para neutralizar al comba-
tos o si ciertas mujeres con un carácter militar
tiente enemigo en un enfrentamiento cuerpo a
se les encomendaban estas funciones, aunque
cuerpo. Para ello se tenía a corto alcance bra-
es difícil contestar, es posible afirmar que estos
zos, torso y cuello, los cuales quedaban ex-
útiles eran seguramente llevados a México Te-
puestos a este tipo de utensilios (Garduño,
nochtitlán a través del tributo proveniente de
2008:179-189).
sitios donde se producía el algodón cuau-
Sin embargo este tipo de armamento al que
híxcatl.
nos referiremos aquí como ichcahuipilli largo
A nivel arqueológico podemos mencionar que
por estar compuesto como un saco que llegaba
hasta el momento no se tiene alguna muestra,
hasta la parte media del cuerpo, aunque al ver-
por cuestiones obvias, de los materiales con
lo da la impresión de que obstruía hasta cierto
que fueron realizados, no obstante un descubri-
punto la capacidad motriz del portador, sin em-
miento que sin duda nos puede acercar a la
bargo al parecer era utilizado y seguramente
manera en la cual se confeccionaban los adita-
eficaz al proteger los genitales y la cadera co-
mentos de protección para el cuerpo lo consti-
mo lo podemos observar en la lámina 18 del
tuye una serie de placas que eran parte de un
Lienzo de Tlaxcala (Fig.3).
chaleco parecido a los que aquí mencionamos
En otras sociedades como la maya del periodo
(Fig.4). En tal caso me refiero a la ofrenda 41
Fig.3. Las fuentes del siglo XVI como el Lienzo Tlaxcala ilustran el uso y manejo del ichcahuipilli cuyo aspecto solo parece guarecer el tórax y el abdomen llegando incluso hasta la altura de las ingles (Lámina tomada de Chavero, 1964).
en el Palacio Quemado de Tula, la cual estaba
segmentos como madera, cuero, carrizos y al-
compuesta por más de 1600 segmentos rec-
gunos tipos de material lítico laminado y ligero.
tangulares de concha rosada los cuales esta-
Sin embargo podemos establecer que hubo
ban perforados en sus extremos y que se en-
una complejidad y un gran conocimiento entor-
contraban cosidos al ichcahuipilli. Hemos de
no al manejo de estos utensilios tácticos que
mencionar que junto a este importante hallaz-
debieron haber brindado importantes recursos
go se descubrieron otros elementos como ca-
militares a sociedades con un sistema bélico
racoles marinos y valvas del género Spondylus
desarrollado como debe haber sucedido con
y aunque se ha comentado que estos segmen-
los estados mesoamericanos, como el mexica
tos se semejaban a los que portan los llama-
que debieron de haber visto en la guerra un
dos atlantes que seguramente tenían un carác-
fenómeno importante para su crecimiento y
ter de protección para el cuerpo, todo parece
expansión. Esto va a colación porque los diri-
indicar que estos objetos eran de filiación ritual
gentes tanto militares como políticos debieron
(Mastache, Cobean y Dan, 2002:180). Sin em-
de comprender que un cuerpo militar bien per-
bargo este importante hallazgo nos permite di-
trechado con armas sofisticadas como es el
lucidar el aspecto de aquellos que encontra-
Ichcahuipilli debieron de representar menos
mos en restos pictóricos, escultóricos y cerámi-
heridos y mejor resistencia a los embates del
cos, incluso podríamos creer en el manejo de
enemigo propiciando con ello una solución fa42
Fig.4. La coraza de Tula confeccionada de segmentos de concha Spondylus, se piensa que fue usada con fines militares sin embargo por su calidad en materiales y características al parecer tiene fines rituales más que guerreros, el sistema de aplicación de placas seguramente fue el mismo usado en los trajes con fines defensivos (Fotos del autor, 2008).
vorable en batalla.
simbólico y técnico de algunas armas de gue-
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Mesa Redonda Los Rostros de Tláloc en Mesoamérica
Conferencia del Dr. Francisco Rivas
Arqlgo. Valerio Paredes, Dr. Jorge Angulo, Lic.Enrique Aguilar, Dra. María Elena Ruiz Ga-
Conferencia Dra. Blanca Paredes Participantes de la Mesa Redonda, comida
Asistentes a la Mesa Redonda
Dr. Daniel Flores y Lic. Frasncisco León 45
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Invitación a publicar Se invita a todos los investigadores interesados en temas relacionados con Tlaloc y demás deidades de la lluvia y la fertilidad a enviar sus artículos de no más de 15 cuartillas, en letra Arial a 12 puntos, interlineado 1.5. Las imágenes se mandaran por separado en resolución de 300dpi. Se aceptará un máximo de 10 imágenes. Todas las imágenes se llamaran Fig. y deben estar referidas en el texto. Los subtítulos deberán ir en negritas en minúsculas. Todas las figuras deben tener su respectivo pie de foto y autoría. Las citas tendrán el formato Oxford. Ej. (Maudslay, 1886:22 ) Toda correspondencia deberá dirigirse a la Dra. María Elena Ruiz Gallut al Instituto de Investigaciones Estéticas, Circuito Mario de la Cueva, s/n. Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México D.F. Tel. 5622-7547 Fax. 5665-4740. De igual manera los artículos podrán mandarse a las siguientes direcciones electrónicas: seminario.tlaloc@gmail.com.
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