TLÁLOC ¿QUÉ? Boletín del Seminario
Año 4
N° 14
Abril-Junio 2014
2
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO José Narro Robles
Las opiniones expresadas en Tláloc ¿Qué? Boletín del
Rector
Seminario El Emblema de Tláloc en Mesoamérica son responsabilidad exclusiva de sus autores.
Estela Morales Campos
Tláloc ¿Qué? Boletín del Seminario El Emblema de Tla-
Coordinadora de Humanidades
loc en Mesoamérica es una publicación trimestral del Proyecto PAPIIT: IN401614, Entidades Acuáticas en
Renato González Mello
América: Las Primeras sociedades, del Instituto de In-
Director del Instituto de Investigaciones Estéticas
vestigaciones Estéticas de La Universidad Nacional Autónoma de México, Circuito Mario de la Cueva s/n,
María Elena Ruiz Gallut
Ciudad Universitaria, C.P. 04510, México D.F. Tel. 5622
Titular del proyecto
-7547 Fax. 5665-4740. seminario.tlaloc@gmail.com
María Elena Ruiz Gallut América Malbrán Porto Enrique Méndez Torres Editores América Malbrán Porto Certificado de reserva de derecho al uso exclusivo
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del título, Dirección General de Derechos de Autor, Secretaría de Educación Pública, número
( en
Consejo Editorial:
trámite ) . Certificados de licitud de título y de con-
Jorge Angulo Villaseñor
tenido, Comisión Certificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas, Secretaría de Gobernación,
Marie-Areti Hers
números, ( en trámite ) , ISSN ( en trámite ) .
Alejandro Villalobos Patrick Johansson K.
Portada y viñeta: Lámina 10 Códice Vindobonensis Mexicanus 1. Fondo de Cultura Económica, México,1994.
3
CONTENIDO
Presentación
p. 6
El simbolismo sagrado de los cerros y su relación con el poder político-religioso y los rituales de petición de lluvias en el Cerro de Trincheras del Desierto de Sonora Julio Amador Bech
p. 8
Notas para el estudio del susto en los nahuas prehispánicos y contemporáneos María del Carmen Macuil García
p.62
Evidencia de pinturas rupestres en la cueva de Chicomeatl, en Zacatal Grande, Veracruz América Malbrán Porto y Enrique Méndez Torres
p. 79
Sesiones del Seminario
p. 96
4
5
PRESENTACIÓN
E
n esta nueva entrega de nuestro Boletín Tlaloc ¿Qué? Julio Amador Bech describe la formación del sitio arqueológico Cerro Trincheras, en Sonora, a través de un sistema cultural complejo que permitiría el control de mano de
obra para la modificación del paisaje cultural en un espacio con condiciones climáticas adversas lo que debió de haber tenido como antecedente un sistema mitológico sumamente elaborado. De esta manera se adentra al pensamiento religioso cosmogónico de las culturas indígenas del norte de México y suroeste de los Estados Unidos.
En el segundo artículo María del Carmen Macuil García nos presenta la estructuración del rezo empleado en un poblado del Norte de Morelos por parte de una curandera para recuperar el tonalli. Este trabajo resulta de gran importancia debido a que le da el valor a la tradición oral y nos proporciona una propuesta de análisis etnográfico.
En el tercer artículo América Malbrán Porto y Enrique Méndez Torres nos presentan la cueva de Chicomeatl, en la sierra de La Zongolica, Veracruz, nos describen sus pinturas y grafismos al interior y nos comentan el desuso de ceremoniales dedicados a la Madre Tierra a falta de la especialista ritual particular de dicha cueva.
Esperamos que lo disfruten.
Los editores
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7
EL SIMBOLISMO SAGRADO DE LOS CERROS Y SU RELACIÓN CON EL PODER POLÍTICO-RELIGIOSO Y LOS RITUALES DE PETICIÓN DE LLUVIAS EN EL CERRO DE TRINCHERAS DEL DESIERTO DE SONORA Julio Amador Bech1 Los cerros de Trincheras en el Desierto de Sonora
C
ualquiera que visite el Cerro de Trincheras en la cuenca del río Magdalena, del noroeste del estado de Sonora, en México, se dará cuenta, a kilómetros de distancia, de su definida presencia visual, destaca por su forma, su tamaño y su color café pardo oscuro (Fig.
1). Al acercarnos se percibe con claridad la sensación de escalonamiento que la vista de las terrazas produce. Desde la cima, el dominio visual sobre el territorio circundante y la lejana distancia es completo. Elisa Villalpando y Randall McGuire calculan, aproximadamente, 634,856 horas-persona para la construcción de todas las estructuras de muros y terrazas en el Cerro de Trincheras, considerando que los materiales (piedras y tierra de relleno) se tomaron de las inmediaciones (Villalpando y McGuire 2004:239; 2009:368-371). Su descripción de las características arquitectónicas del Cerro de Trincheras nos permite formarnos una imagen de sus últimas dimensiones: El sitio es visualmente monumental desde un radio de 25 kilómetros. El cerro en sí cubre 100 hectáreas que se elevan unos 150 metros sobre el nivel de la actual planicie aluvial. Los elementos más obvios son las más de 900 terrazas localizadas principalmente sobre la cara norte. Algunas de estas llegan a tener de 300 a 400 metros, aunque la mayoría miden entre 15 y 30 metros de largo. La altura de las terrazas varía de unas decenas de centímetros, las que se encuentran en la base del cerro, hasta los tres metros, aquellas cercanas a la cima. Más de trescientas estructuras circulares y cuadrangulares con paredes de hasta un metro de altura aparecen adosadas a algunos muros de las terrazas. Dos estructuras especiales destacan del resto de la arquitectura del sitio: la Cancha es un rectángulo con las esquinas redondeadas de 15 por 57 metros, en la base norte del cerro. La Plaza del Caracol se localiza en la parte oriental de la cima, en ella el Caracol ocupa un lugar central, rodeado de estructuras circulares, en un espacio
1. Profesor Titular “C” de Tiempo Completo, Definitivo, Nivel PRIDE “D” de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. 8
Fig. 1. Cerro de Trincheras. Foto Dito Jacob.
abierto delimitado por muros con accesos
ción de grabados rupestres que alcanza la cifra
bien definidos. El Caracol tiene muros de
de más de 6000 diseños registrados en un
más de metro y medio de altura que for-
área de 9.5 Km² (Amador 2011a; Medina y
man una espiral de 13 por 8 metros, la
Amador 2012; Villalobos 2003:16).
cual semeja la concha de un gasterópodo
En la región del río Altar, McGuire y Villalpando
seccionado
reportan once cerros de trincheras que contie-
(Villalpando
y
McGuire
2004:230).
nen diversos tipos de estructuras, entre las que
Además del Cerro de Trincheras, otros sitios
predominan las terrazas en las laderas de los
del noroeste de Sonora muestran una impor-
cerros (McGuire y Villalpando 1993:76). El úni-
tante actividad humana de transformación del
co cerro de la región que carece de terrazas
paisaje. En los cerros de La Proveedora y San
incluye una estructura de muros en la cima
José, por ejemplo, se construyeron 152 terra-
(corral) que tiene forma circular y una entrada
zas, de diferentes tamaños, además de nume-
orientada hacia el norte (Ibid.:144-146). Otros
rosos senderos, alineamiento de grandes ro-
cuatro cerros comparten estas características,
cas, aplanado y relleno de zonas de la llanura
uno de ellos con dos corrales (Ibid.:76). En es-
para formar plazas; a este tipo de construccio-
tos cerros de trincheras se encontraron, tam-
nes hay que añadir una muy prolífica produc-
bién, muros y basamentos de casas en foso 9
(Ídem.). El cerro de trincheras más grande de
piedra) que, debido a su ubicación, pudieron
la región es el llamado Tío Benino, contiene
haber servido tanto para realizar observacio-
290 terrazas, le sigue el cerro llamado La Hor-
nes astronómicas, especialmente sobre un ca-
miga con 44 (Ibid.:142).
lendario de horizonte, como para vigilar el terri-
Los rasgos más destacados de los cerros de
torio circundante desde las alturas, dada la vi-
trincheras en el noroeste de Sonora (200-1450
sibilidad hacia las llanuras y cerros aledaños,
d.C.) son los asentamientos complejos, asocia-
lo que define una función más: la comunica-
dos a las cuencas fluviales y a los cerros volcá-
ción a la distancia. Su forma y posición indican
nicos. En las laderas encontramos terrazas,
que es muy probable que hayan servido tam-
senderos y rampas. Dentro de cada sitio, y de
bién para fines ceremoniales (Amador, 2011a y
una región a otra, las terrazas varían en tama-
2011c; Fish y Fish, 2007; Villalpando y McGui-
ño y función (Braniff, 1992; McGuire y Villal-
re, 2009; Zavala, 2006). Esas estructuras, ubi-
pando, 1993; Villalobos, 2003; Villalpando y
cadas en las cimas, tienen formas geométricas
McGuire, 2009). Pueden haber servido para el
definidas: espirales -imitando el corte transver-
cultivo de agaves, por ejemplo, para habitación
sal de un caracol marino-, circulares o elípticas
o para albergar talleres de producción de orna-
(concéntricas), cuadradas, rectangulares
mentos de concha, construyéndose distintos
hexagonales (Fig. 2). Debido a su muy proba-
tipos de estructuras sobre ellas, como en el ca-
ble función ritual y a que las formas de las es-
so del Cerro de Trincheras. Incluso, su ubica-
tructuras se repiten en los diseños del arte ru-
ción en los distintos niveles de altura de la la-
pestre y de los ornamentos de concha, puede
dera puede haberse traducido en algún tipo de
deducirse que debió de haber existido un sim-
jerarquía
McGuire,
bolismo de la forma, asociado a ellas. En algu-
Op.cit.). Sobre las laderas pueden encontrarse,
nos casos como en el Cerro de Trincheras, el
también, grabados rupestres en los afloramien-
acceso a la cima parece haber estado restrin-
tos rocosos. El grado de densidad en la con-
gido y protegido por un sistema de muros y te-
centración de grabados varía de una región a
rrazas (Villalpando y McGuire, Op.cit.).
otra, es mucho mayor en la zona del Asunción
A pie de cerro se pueden observar metates,
(La Proveedora, Cerro San José, el Deseo, Ce-
morteros fijos y manos para el procesamiento
rrito del Pápago) (Amador, Op.cit.).
de alimentos de origen vegetal, así como gra-
Sobre algunas de las cimas se construyeron
bados rupestres sobre los afloramientos roco-
estructuras de muros (corrales y círculos de
sos. En algunos casos, como en La Proveedo-
social
(Villalpando
y
10
o
Fig. 2. Estructuras de muros sobre las cimas de los cerros de trincheras. Google Earth.
ra, a la presencia de metates y morteros se
de observarse en el sitio El Deseo, en la cuen-
asocia cierto tipo de terrazas de forma circular,
ca del Asunción (Ídem.). En el Cerro de Trin-
delimitadas por círculos de grandes rocas que
cheras, el espacio denominado La Cancha,
debieron ser desplazadas para dar forma a es-
ubicado en la parte inferior de la ladera princi-
pacios colectivos de trabajo y reunión (Amador,
pal, debió de haber jugado una función equiva-
2011a y 2011c).
lente (Villalpando y McGuire, Op.cit.). Este tipo
En las llanuras, inmediatas a los cerros, los ali-
de espacios poseen una acústica particular
neamientos de grandes rocas con grabados
que facilita y potencia la audición, lo que pudo
dan lugar a plazas de mayor tamaño, pueden
haber favorecido la realización de eventos co-
tener forma circular, elipsoidal, espiral o rectan-
munitarios que implicaban el canto, la danza y
gular. Lo más probable es que funcionaran co-
el discurso público y es, además, un rasgo ca-
mo espacios colectivos de reunión, tal es el ca-
racterístico de los grandes centros ceremonia-
so del Cerro San José, cuya plaza, ubicada en
les mesoamericanos (Amador, 2011a; Villal-
la parte sur de la ladera oeste, de forma elip-
pando y McGuire, 2009).
soidal, mide 50 x 60 m (Amador, 2011a) (Fig.
Las casas en foso y los hornos para procesar
3). Un espacio de características semejantes,
agave se presentan también en las planicies,
con forma de plaza circular a pie de cerro pue-
asociadas a los cerros; éstos últimos son parti11
Fig. 3. La Plaza, Cerro San José. Foto Dito Jacob.
cularmente característicos de los sitios ubica-
nen su ámbito regional.
dos en la cuenca del río Altar (McGuire y VillalLa transformación cultural del paisaje en los Cerros de Trincheras y su significado
pando, 1993). En superficie es común encontrar restos de herramientas líticas -talladas y pulidas-, de ornamentos de concha y de algu-
Como hemos visto, los cerros de trincheras
nas de las cerámicas diagnósticas (Lisa de va-
constituían localidades elevadas y prominentes
rios tipos; Púrpura/Café; Púrpura/Rojo y Poli-
que pudieron haber funcionado como marca-
croma). La distribución y concentración de los
dores visuales sobresalientes en el paisaje,
elementos diagnósticos varía de un sitio a otro
dominando los asentamientos comunes, tal
(Braniff, 1992; McGuire y Villalpando, 1993;
vez, jugando un papel simbólico, semejante a
Villalobos, 2003; Villalpando y McGuire, 2009).
los montículos, las pirámides y los centros ce-
Todos estos elementos crean un patrón cultu-
remoniales, construidos en sitios elevados por
ral común que se manifiesta con variaciones
las culturas mesoamericanas (Fish y Fish,
definidas en cada sitio, dentro de la región de los
ríos
2007; Haury, 1976; Nelson 2007; O’donovan
Magdalena-Altar-Asunción-Concep-
2002; Villalpando y McGuire, 2004 y 2009; Za-
ción. Este conjunto de características da forma
vala, 2006). El patrón repetitivo y el carácter
a lo que denomino Tradición Trincheras y defi-
masivo de las terrazas en algunos sitios, como 12
en el Cerro de Trincheras, crean un efecto vi-
gundo momento, la construcción de las estruc-
sual de escalonamiento de las laderas de los
turas sobre los cerros se presenta como un ac-
cerros que es visible a la distancia (Fig.1). Su
to deliberado para exaltar sus rasgos naturales
monumentalidad puede asociarse a la exhibi-
de monumentalidad y, en consecuencia, contri-
ción del poder del grupo que los construyó y
buye a poner de manifiesto el poder del grupo
del dominio estratégico de los cerros sobre los
que las construyó y su dominio sobre el territo-
valles adyacentes (Nelson, 2007;
rio circundante, desde la cima.
Zavala,
2006).
Tanto en el caso del Cerro de Trincheras como
En el caso de La Proveedora y el Cerro San
en el de La Proveedora, los aspectos referidos
José, la abundancia de grabados sobre los
(tamaño, ubicación y geomorfología) deben de
afloramientos rocosos que son visibles desde
haber jugado un papel simbólico decisivo para
la llanura inmediata, así como la construcción
ser escogidos como lugares idóneos para
de plazas y el alineamiento de grandes rocas
construir asentamientos, pues, además de los
son también formas evidentes de transforma-
aspectos prácticos, la monumentalidad natural
ción cultural del paisaje. Tales procedimientos
de los cerros, su forma y color que destacan a
pueden ser comprendidos a partir de las cate-
kilómetros de distancia, imponen una actitud
gorías que proponen varios autores: a) place-
de admiración y reverencia. Probablemente,
crafting, concepto que, en ausencia de una tra-
primero fueron sitios sagrados de peregrinaje
ducción literal, podemos entender como trabajo
ceremonial cíclico, espacios para las grandes
cultural o trabajo artesanal-artístico sobre los
congregaciones estacionales y, sólo más tar-
sitios (Nelson, 2007); b) simbolismo del paisaje
de, lugares de habitación permanente. Al res-
y arte del paisaje (landscape art) (Whitley,
pecto, Ben Nelson propone una genealogía del
1998); c) estrategias de visibilización, en parti-
proceso que la monumentalización de los ce-
cular, exhibición y monumentalización (Criado
rros de trincheras pudo haber seguido:
Boado, 1991).
La cima, como construcción social, co-
Las decisiones que llevaron a la selección de
menzó siendo un sitio sagrado natural, ubi-
cerros específicos deben de haberse tomado,
cado en un circuito ritual. Adecuada para la
primero, en función de la relación directa que
sacralización, debido a sus connotaciones
se establecía entre su presencia monumental
cosmológicas de encuentro entre la tierra y
(tamaño, ubicación y geomorfología) y el
el cielo, la cima se convirtió en un lugar pa-
carácter sagrado que se les atribuía. En un se-
ra sancionar los cambios estacionales y ce13
lestiales, así como los ritos de paso. Con el
1998; Whitley, 2011). A estas orientaciones
transcurso del tiempo y sin un resultado pal-
heurísticas podemos agregar que la herme-
pable, los especialistas rituales quedaron
néutica posibilitará contrastar los elementos
asociados al lugar, conforme su significado
surgidos de los métodos anteriores y dar co-
cambiaba. Para realzar la efectividad de las
herencia y sistematicidad al conjunto de la in-
ceremonias y preservar la memoria de los
terpretación (Durand, 1971, 1993; Gadamer,
significados asociados, se ocuparon de la
1999; Ricoeur, 1999, 2003, 2006).
construcción de pequeños monumentos in-
La gran tarea que supuso la construcción de
dividuales, como ofertorios y gnómones.
los cerros de trincheras, realizada bajo condi-
Sus propios entierros pudieron haberse
ciones climáticas extremas, nos lleva a pregun-
convertido en esos monumentos, fijándolos,
tarnos acerca de la organización social que
de esa manera, en la memoria colectiva,
produjo esas obras colectivas. En esta cues-
como ancestros idealizados de la comuni-
tión quedan implicados varios aspectos sustan-
dad (2007:234 [la traducción es nuestra]).
tivos, entre los que destacan la escala social
La interpretación del simbolismo asociado a la
de los grupos y sus formas de organización
transformación cultural del paisaje (estructuras
política.
arquitectónicas y arte rupestre) de sociedades
Esas obras sólo fueron posibles a partir de una
que desaparecieron hace siglos, sin haber de-
complejidad social mayor a la de las aldeas
jado una tradición oral que pueda ser atribuida
dispersas, no sólo por la cantidad del trabajo
a ellos con certeza, ni registro etnográfico algu-
humano implicado, sino, también, por su cali-
no, es una tarea sumamente difícil. En estos
dad. Además del diseño y la ingeniería, supu-
casos, cuando no existe información testimo-
sieron una bien organizada red de relaciones
nial o documental disponible, los métodos que
políticas que exigía conocimientos especializa-
permiten un análisis formal sistemático como la
dos y relaciones de poder que justificaran la
arqueología de paisaje, la arqueoastronomía,
existencia de una élite con la autoridad sufi-
el análisis estilístico e iconográfico del arte ru-
ciente para ejercer el mando y ser capaz de
pestre y los métodos comparativos, como la
llevar a cabo la dirección y supervisión de las
analogía etnográfica y el contraste con los ma-
tareas constructivas.
teriales etnohistóricos son el único camino po-
Para el conjunto de la región que abarca el
sible a seguir (Amador, 2007; Broda, 2004;
complejo Cultural Trincheras, en la cuenca flu-
Criado Boado, 1991; Taçon y Chippindale,
vial de los ríos Magdalena-Altar-Asunción14
Concepción, el Cerro de Trincheras es el único
dos en las tres terrazas superiores de la ladera
en el cual las estrategias constructivas de mo-
norte, a las que se les dio el nombre de El Mi-
numentalización y exhibición de las estructuras
rador, arrojan la conclusión de que la presen-
de terrazas aparecen en su forma más eviden-
cia importante de cerámica decorada, orna-
te y lograda. La función política de destacar el
mentos de concha (anillos y pendientes deco-
poder del grupo que llevó a cabo su construc-
rados), cuentas de piedra y concha, y pipas de
ción, supone, asimismo, la exaltación del poder
cerámica reflejan el uso de ciertos bienes de
de los líderes que encabezaron esas obras. El
lujo, propios de un grupo de élite (Villalpando y
liderazgo implica, de suyo, jerarquías y diferen-
McGuire Op.cit.:186, 190 y 192). Asimismo, el
cias sociales. De tal suerte, al interior de las
análisis de la forma y ubicación espacial de El
estructuras de terrazas del sitio, tal jerarquía
Mirador parecen confirmar esta hipótesis, pues
debe poder distinguirse. Es así que aparece
desde ahí se domina la visibilidad de toda la
una bien definida diferenciación en tamaño,
ladera norte del cerro; uno de sus niveles se
forma, ubicación y materiales asociados en los
asocia con una función administrativa y otra
distintos niveles de las terrazas de la ladera
con la probable residencia “del líder del Cerro
norte del cerro, que es la principal, lo que ha
de Trincheras” (Ibid.:192).
llevado a proponer la hipótesis de una diferen-
El ejercicio del poder y la autoridad requieren
ciación social interna que se manifiesta en el
siempre de elaboraciones culturales sofistica-
registro arqueológico mediante esas carac-
das que lo fundamenten y legitimen. Se trata
terísticas (Villalpando y McGuire, Op.cit.:78,
de lo que Geertz (2000) ha llamado la cons-
192). Esta idea puede sustentarse también en
trucción simbólica de la autoridad. Las élites
lo expresado por Geertz sobre la cuestión: en
gobernantes “justifican su existencia y ordenan
el centro de toda sociedad organizada con un
sus acciones en términos de colecciones de
cierto grado de complejidad existen tanto una
historias, ceremonias, insignias, formalidades y
élite que gobierna, como un conjunto de for-
accesorios que han heredado o, en situaciones
mas simbólicas que están ahí para poner de
más revolucionarias, inventado” (Ibid.:124). De
manifiesto no sólo que esa élite gobernante
acuerdo con Berger y Luckmann, la totalidad
está presente sino que, además, gobierna
del orden institucional debe ser coherente, en
(2000:124).
términos de significado, para todos aquellos
En particular, los resultados de la recolección,
que participan en los diferentes procesos insti-
excavación y análisis de los materiales halla-
tucionales (1967:92). 15
Los rasgos evidentes de una monumentaliza-
mento trascendente (Alcina Franch, 1992;
ción y exhibición intencionadas que se expre-
Amador, 2004; Broda, 1978; Campbell, 1991
san mediante la visibilidad de las construccio-
[1962]; Cassirer, 1992 [1946]; Frankfort, 1993
nes arquitectónicas, aparecen de manera clara
[1948]; Geertz, 2000 [1983]; Huizinga, 1981
y manifiesta en el Cerro de Trincheras. En su
[1931]).
agudo análisis sobre este fenómeno, Ben Nel-
Apoyándose en lo escrito por Broda (1978),
son (2007) aclara que la monumentalización
Alcina Franch sintetiza de manera muy clara
juega un papel político bien definido que tiene
este planteamiento cuando destaca que el po-
la función de enaltecer el poder del grupo de
der en una sociedad compleja y estratificada
élite local. Dicha exaltación tuvo que haberse
como la mexica tenía una importancia que iba
sustentado sobre la base de un previo discurso
más allá de las relaciones interpersonales e
mítico-religioso, referido al simbolismo cósmico
interclasistas y constituía uno de los núcleos
de los lugares elevados como montes y cerros,
de mayor peso en su organización política y
sobre el que, más tarde, se montaría un discur-
social. El ritual, particularmente el culto guerre-
so político para justificar y ennoblecer el poder
ro, fortalecía la posición dominante de la noble-
de la élite (Ídem.). Ese modo de proceder es
za dentro de Tenochtitlan. Más aún, la función
descrito por Geertz cuando sostiene que las
de gobernar estaba asociada directamente con
élites gobernantes localizan, definen y dan for-
el mantenimiento del orden cósmico, y el dis-
ma al centro alrededor del cual se desenvol-
curso político con la cosmovisión, tal como lo
verá la vida social, además, establecerán su
reflejan las abundantes metáforas cósmicas
conexión con las cosas trascendentes y mar-
que se utilizaban para referirse al soberano
carán su territorio con todos los signos rituales
mexica (Alcina Franch, 1992:161-171; Broda,
de la dominación política (Geertz , Op.cit.:125).
1978:221-255).
Se trata de un fenómeno político que se ha da-
Cazeneuve distingue claramente dos etapas,
do de manera manifiesta, no sólo entre las éli-
en la primera, el liderazgo aparece, dentro de
tes de Mesoamérica, sino en numerosos ejem-
sociedades, tradicionalmente igualitarias, como
plos, entre los que destacan el antiguo Egipto,
algo que rompe la norma, en una segunda eta-
Mesopotamia y las monarquías de la Europa
pa se invierte el procedimiento y la diferencia
medieval. El discurso que justifica el ejercicio
se convierte en la norma:
del poder se sustenta sobre la base de un pre-
El jefe, objeto de tabúes particulares, es
vio discurso religioso que lo dota de un funda-
tratado, en efecto, como un personaje in16
sólito, extraño a las normas; su contacto es
religiosa debió servir para dotar de sentido al
tan peligroso como el de una cosa impura.
gran esfuerzo que implicaron las labores colec-
Esto hace pensar que surgió en una socie-
tivas, así como para la construcción simbólica
dad igualitaria e indivisa, de modo tal que
de la autoridad que definió y justificó una rela-
se le consideró una anomalía.
ción determinada entre medios y fines, entre
Desde el principio escapaba a la norma
dirigentes y dirigidos. Es muy probable que los
común, y, por ello, era inquietante, numino-
aspectos mítico-religiosos hayan jugado un pa-
so […]. Si el jefe podía ser a la vez impuro
pel primordial, especialmente en la construc-
y mágicamente poderoso, ello se debía
ción de los espacios ceremoniales. Tanto a ni-
más bien a que se encontraba por sobre el
vel universal, en el caso de las sociedades pre-
nivel de la norma […]. Es necesario seña-
modernas, como a nivel de las tradiciones cul-
lar, sin embargo, que la sublimación reli-
turales indígenas de la región del norte de
giosa pudo invertir esa situación: el rey,
México y del suroeste de los Estados Unidos
considerado un personaje anormal en una
que conocemos, las narrativas míticas han
sociedad clánica de tradición igualitaria, se
cumplido la función de dotar de sentido y justi-
presentaría con el andar del tiempo, muy
ficar a las instituciones y a las prácticas socia-
por el contrario, como la encarnación del
les (Amador, 2004 y 2011b; Bahr, 1994, 2001;
equilibrio social –de la regla-, y dejando de
Campbell, 1991 [1962]; Cassirer ,1992 [1946];
ser mago, recibiría una nueva consagra-
Eliade, 1994; Frank, 1994; Parsons, 1996
ción: la de un dios (1971:72-73).
[1939]; Underhill, 1939, 1946, 1948).
Teniendo en mente la especificidad cultural, la
A partir del análisis de las características ob-
escala social y el grado de diferenciación jerár-
servadas en los cerros de trincheras del noro-
quica interna de la sociedad, en relación con el
este de Sonora durante las estancias de inves-
fenómeno político mexica y el menos desarro-
tigación de campo, y partiendo de las categor-
llado proceso de formación de las clases so-
ías de la arqueología de paisaje, así como del
ciales, ocurrido en el Cerro de Trincheras, po-
estudio de los testimonios etnográficos y los
demos comprender el sentido en el cual se es-
documentos etnohistóricos regionales, propon-
bozan los posibles paralelismos. En particular,
go una hipótesis: no se puede explicar la enor-
destacamos que, respecto de las tareas de
me tarea constructiva en los cerros volcánicos
construcción, un cierto tipo de discurso políti-
(terrazas, rampas, plataformas y senderos, es-
co, sustentado sobre la base de una cosmovi-
pacios domésticos, espacios ceremoniales, ob17
servatorios, sistemas defensivos y arte rupes-
han existido, a nivel universal, en las categor-
tre), bajo las condiciones climáticas extremas
ías de pensamiento mítico y cosmológico de
del desierto, sin que dicha construcción estu-
las principales tradiciones religiosas de China,
viera inmersa en un sistema cultural complejo
la India, Asia oriental y occidental, Mesoaméri-
que proveyera a la comunidad con metas co-
ca y Europa (2002:48). Retoman de Needham
lectivas que trascendieran la mera satisfacción
la categoría de pensamiento correlativo, y lo
de las necesidades inmediatas de alimenta-
definen como la propensión general a organi-
ción, abrigo y defensa; propósitos colectivos
zar la información natural, socio-política y cos-
que, muy probablemente, estuvieron fundados
mológica en conjuntos altamente organizados
en elaboraciones culturales sofisticadas, las
de sistemas de correspondencias (2002:49).
cuales debieron integrarse dentro de un siste-
Las estructuras correlativas aparecen en
ma mitológico sumamente elaborado.
todo el mundo en los sistemas mágicos,
A su vez, es una característica universal de los
astrológicos y de adivinación premoder-
sistemas mitológicos el poseer un conjunto de
nos; en los diseños de aldeas, ciudades,
mitos especializados, denominados cosmogó-
templos y complejos de plazas; en los sis-
nicos, cuya función primordial es la de dotar a
temas abstractos referidos al orden de los
la comunidad con una explicación acerca del
dioses, los demonios y los santos; en los
origen del mundo y de todo lo que existe; ahí
sistemas numerológicos formales; en las
se narra el origen del universo, de la tierra y de
cosmologías jerárquicas y temporales; y
todos los seres vivos (Amador, 2004 y 2011b;
en muchos sistemas similares (Farmer,
Eliade, 1994 [1963]; Eliot, et. al., 1990; León-
Henderson y Witzel, 2002:49 [traducción
Portilla, 1983 [1956]; López Austin, 1996 [1990]
nuestra]).
y 1999 [1994]). Ese sistema de ideas se expre-
De acuerdo con estos autores, hacia los ini-
sa en esquemas cosmológicos que describen
cios de nuestra era, en todo el mundo “los ti-
la estructura del universo. Es en tal sentido que
pos dominantes de sistemas correlativos ya
interpreto las palabras de Durkheim: “No hay
habían aparecido y guiarían el pensamiento
religión que no sea una cosmología al mismo
cosmológico durante los tiempos tradiciona-
tiempo que una especulación sobre lo divi-
les”, incluidas “las fuertemente estratificadas
no” (1992 [1912]:14).
tradiciones
Farmer, Henderson y Witzel han mostrado con
nas” (2002:50 [traducción nuestra]). Un exten-
toda claridad las profundas homologías que
so cuerpo de evidencia demuestra que los sis18
mesoamericanas
precolombi-
temas correlativos evolucionaron de modo si-
mento se encargarán de las tareas sustantivas
milar en diferentes civilizaciones del mundo
de la creación, reemplazando al dios originario;
(2002:51).
3) creación del Cielo y de la Tierra; 4) creación
Una revisión cuidadosa de los sistemas mitoló-
de los seres vivos. El mito o‟odham sigue un
gicos de las culturas indígenas del norte de
patrón común a los mitos de origen de los
México y suroeste de los Estados Unidos nos
nahuas, de los mayas quichés, de los hopis y
muestra con toda claridad la validez de estas
de los zunis que consiste en un concepto cícli-
premisas: sus sistemas mitológicos contienen
co de creaciones y destrucciones sucesivas
un conjunto de narrativas que podemos definir
(Amador 2011b; Bahr 1994, 2001; Courlander
como mitos cosmogónicos y de los mismos se
1987; Garibay 1979; Garza, de la 1998; León-
derivan conceptos cosmológicos que se ponen
Portilla 1983; López Austin 1996, 1999; Par-
de manifiesto en los rituales, en una simbolog-
sons 1996; Popol Vuh, 1971).
ía del paisaje y en la estructura de los asenta-
De los mitos de origen o‟odham se deriva una
mientos: ubicación, forma, distribución y orien-
cosmología bien definida: en el plano horizon-
tación. Esta sustantiva relación conceptual que
tal una noción cuatripartita del espacio, deter-
se ha establecido entre los espacios construi-
minada por los cuatro rumbos del universo y
dos y el esquema cosmológico es especial-
un centro; a cada dirección cósmica le corres-
mente válida para los lugares que son conside-
ponde un color: Este: blanco, Oeste: negro,
rados como sagrados y que tienen una función
Norte: amarillo, Sur: azul. Dentro de ese es-
ceremonial: se trata de la presencia de estruc-
quema predomina el eje Este-Oeste, regido
turas correlativas en el pensamiento religioso
por el movimiento solar. En el plano vertical el
de esos grupos.
cosmos está subdividido en tres dimensiones:
Así, por ejemplo, en el mito cosmogónico de
Cielo, Tierra e Inframundo. Cielo y Tierra, Sol y
los grupos o‟odham del desierto de Sonora,
Luna, hombre y mujer aparecen como manifes-
observamos una creación cósmica en cuatro
taciones de un principio cósmico dual de
etapas: 1) creación del Cosmos por la divinidad
opuestos
principal, que hasta entonces había permaneci-
femenino) que subyace y mueve a todo lo que
do inactiva, en una especie de éter indiferen-
existe. Los mismos principios-energías esen-
ciado y caótico; 2) creación de mundos, fases
ciales rigen al Cosmos, a los seres vivos y a la
y dimensiones de la existencia, en particular,
vida social (Amador, 2011b; Bahr, 1994, 2001;
de dioses secundarios que, a partir de ese mo-
Curtis ,1993; Lloyd, 1911; Russell, 1980; Sax19
complementarios
(masculino-
ton y Saxton, 1973; Underhill,1946).
to en la selección de los sitios habitables como
Respecto de la relación entre los mitos de ori-
en su configuración concreta. La relación míti-
gen y las ideas que rigen la fundación de los
co-simbólica entre el paisaje y las estructuras
asentamientos, entre los tohono o‟odham, por
fundamentaría y daría origen a prácticas ritua-
ejemplo, existen cuatro grupos dialectales
les específicas.
(archi o aacti, kuhatk, huhuhra y kokolotli) defi-
Es muy probable que esas estructuras correla-
nidos tanto por las pequeñas diferencias lin-
tivas, que son universales y que, además, se
güísticas como por su ubicación geográfica, en
han observado de manera bien definida tanto
torno a “cuatro pueblos originarios”, cuya for-
en las tradiciones míticas de Mesoamérica co-
mación se explica en el llamado: “mito de la
mo de los grupos indígenas del periodo históri-
Emersión” (Underhill, ibid.:59-69). Destaco, en
co del Noroeste/Suroeste, hayan estado pre-
ese sentido, que se trate de cuatro pueblos ori-
sentes en el pensamiento mítico de la Tradi-
ginarios que se ubican en una distribución este
ción Trincheras. Me refiero a sus rasgos gene-
-oeste/norte-sur y que su origen está asociado
rales, no a su contenido concreto, que está de-
directamente con algunos de los eventos fun-
terminado por la historia específica de cada
damentales de sus narrativas míticas. Este es-
grupo. Difícilmente podrá objetarse la existen-
quema cuatripartito determina la importancia
cia de una mitología compleja, de un conjunto
esotérica del número cuatro, definiendo que
de mitos cosmogónicos de los que se derivaría
todas las repeticiones rituales como recitación
una cosmología y de la proyección de esos
y canto, número de días que debe durar una
conceptos míticos sobre el paisaje y sobre la
ceremonia de purificación se den de cuatro en
organización cultural del espacio habitado.
cuatro o a partir de múltiplos de cuatro.
Más aún, en el periodo en el cual se construyó
Desde esa perspectiva, cabe preguntarse si las
la última fase del Cerro de Trincheras (1300-
formas y relaciones espaciales (ubicación,
1450) la organización social y política de sus
orientación, distribución, visibilidad y morfolo-
habitantes debió mostrar una tendencia hacia
gía) de las estructuras arquitectónicas, cons-
una creciente complejidad, diferenciación y es-
truidas sobre los cerros de trincheras, además
tructuración jerárquica interna que debe de
de obedecer a los fines prácticos definidos, son
haberse expresado en formas de pensamiento
la expresión simbólica de esquemas cosmoló-
más sofisticadas.
gicos. De ser así, los sistemas míticos debie-
Fundamos nuestras hipótesis en observacio-
ron de haber jugado un papel fundamental tan-
nes realizadas en los sitios, y partimos de la 20
idea que ciertos aspectos, a la vez básicos y
Probable orientación de estructuras arqui-
esenciales de los sistemas de pensamiento
tectónicas con fenómenos astronómicos
pueden inferirse de las características que asu-
En primer lugar, tenemos, en el Cerro de Trin-
me la relación que se da entre el paisaje y las
cheras la orientación de ciertas estructuras ar-
estructuras culturales. Desde mi punto de vista,
quitectónicas, por ejemplo, los muros en forma
la organización cultural del paisaje en los ce-
de “V” que se hallan en la cima y que de acuer-
rros de trincheras no es casual ni arbitraria,
do con Villalpando y McGuire, parecen definir
obedece a dos factores decisivos, presentes
posiciones para observar la salida del sol en
en los restos arqueológicos: a) los factores
los solsticios:
prácticos (economía y vida doméstica cotidia-
La cima del cerro tal vez fue un centro ad-
na) que determinan una organización eficiente
ministrativo o ceremonial accesible sólo a
de los recursos y dispositivos culturales; b) los
unos cuantos habitantes y usado sólo en
aspectos religiosos (míticos y rituales), que de-
tiempos o ceremonias especiales. El recin-
terminan una organización simbólicamente sig-
to incluía la Plaza del Caracol hacia el ex-
nificativa de las estructuras y espacios cultura-
tremo este y el pico más elevado hacia el
les. Lejos de oponerse, los dos aspectos pare-
oeste. El único elemento presente en este
cen complementarse y yuxtaponerse en un to-
pico es un muro en V que apunta hacia la
do armónico, organizado de manera funcional,
salida del sol en el solsticio de invierno. Un
en términos prácticos, y simbólicamente signifi-
poco más abajo en la cara norte de este
cativa, en términos religiosos (Amador, 2011a
pico, otro muro en V apunta a la salida del
y 2011c).
sol en el solsticio de verano, dos elementos
Con fundamento en la astronomía cultural –
más que confirman la estructura compleja
que incluye a las perspectivas arqueológica y
del asentamiento (Villalpando y McGuire,
etnográfica (Aveni 2008:6)- y en la arqueología
Op.cit.:238).
de paisaje, podemos proponer varios aspectos
Esta hipótesis coincide en su orientación gene-
que pueden indicar una relación entre la es-
ral con lo propuesto por Ivan Šprajc: “Las
tructura de los asentamientos y un simbolismo
orientaciones [de estructuras arquitectónicas]
del paisaje, asociado a ciertas prácticas de ob-
se refieren, por lo regular, a fenómenos obser-
servación astronómica y a probables concep-
vables en el horizonte, es decir, a los puntos
tos cosmológicos.
de salida y puesta de los cuerpos celestes” (2001:296). 21
De la forma y la ubicación de ciertas estructu-
dor de una atenta observación y representa-
ras de muros puede inferirse una probable fun-
ción gráfica de los cuerpos celestes (Ballereau
ción ritual y un simbolismo específico, atribuido
1988, 1991). Ballereau sostiene que: “los
a las cimas. Así por ejemplo, en el complejo de
símbolos astronómicos pueden identificarse
sitios arqueológicos, estructurados en torno al
con facilidad, y se relacionan con la luna, el sol
Cerro de Trincheras, habrá que tener en consi-
y las estrellas. Su gran número y su distribu-
deración que eran varias estructuras de muros
ción uniforme en el sitio ponen de manifiesto
las que tenían un probable uso ceremonial. So-
que la observación del cielo desempeñaba un
bre el Cerro de Trincheras: la Plaza del Cara-
papel importante entre los pueblos del noroes-
col, La Cancha, El Caracolito. En las cimas de
te de México” (Ballereau, 1988:28) (Fig.4).
los cerros aledaños al Cerro de Trincheras en-
A la hipótesis de Ballereau podemos agregar la
contramos estructuras de muros de piedra con
de Marc Thompson (2006:165-183), quien sos-
formas geométricas regulares (circulares, elip-
tiene que Venus, concebido como la Estrella
soidales y cuadrangulares) que siguen un
Matutina y la Estrella Vespertina, fue amplia-
patrón repetitivo (Fish y Fish, 2007; Zavala,
mente representado dentro de las tradiciones
2006) (Fig. 2). Esas estructuras de corrales y
indígenas prehispánicas del Suroeste como
círculos de piedra también están presentes en
una cruz con un perímetro exterior, y de la cual
las cimas de algunos cerros de trincheras, en
muestra ejemplos en el arte rupestre de Nuevo
las cuencas del río Altar y del río Asunción
México. Afirma que:
(Amador, 2011a; McGuire y Villalpando, 1993).
Las culturas de Mesoamérica y el Suroeste compartieron una constelación de ras-
Probables representaciones de fenómenos astronómicos en los grabados rupestres
gos que se asocian a conceptos y repre-
Otro aspecto que apunta hacia la observación
gos incluyen orientaciones hacia el lucero
de fenómenos astronómicos y un probable re-
del amanecer y el lucero del atardecer,
gistro de estos en el arte rupestre es la hipoté-
personificaciones masculinas, combina-
tica representación de diversos astros (Sol, Lu-
ciones del simbolismo de la estrella con el
na, Venus y estrellas) en los petrograbados de
de la serpiente y asociaciones con la idea
los cerros de la Proveedora y San José, que
de dualidad y con la guerra (Thompson,
propone el astrofísico Dominique Ballereau. De
2006:177 [la traducción es nuestra]).
sentaciones gráficas de Venus. Estos ras-
poderse demostrar, sería un importante indica22
Fig. 4. Petrograbados con representaciones del Sol, la Luna y Venus. Fotos Dito Jacob.
23
Tanto en La Proveedora como en el Cerro San
ba quieto por cuatro días, empezando con el
José podemos encontrar la misma figura de la
día que las Pléyades se ponían al atardecer.
cruz con perímetro exterior que Thompson re-
Tanto entre los akimel o‟odham como entre los
fiere como representación de Venus en los gra-
tohono o‟odham, el periodo de cuatro días del
bados rupestres que describe (Fig.4). Las hipó-
solsticio de invierno era considerado sagrado,
tesis de Ballereau y Thompson pueden con-
se trataba de las cuatro noches más largas del
trastarse con ciertas prácticas del periodo
año, durante las cuales, los guardianes de la
histórico. Existen registros etnográficos bien
tradición (siniyawkum) relataban los mitos de
definidos sobre la observación de los fenóme-
origen de manera oficial a la comunidad (Bahr,
nos astronómicos por los diversos grupos
1994:282; Underhill, 1939:125).
o‟odham, los sintetizamos a continuación.
Los akimel o‟odham tienen puntos definidos de
Entre los tohono o‟odham y los akimel o‟odham
observación de los movimientos anuales del
se contaba con un calendario lunar de 12 ó 13
sol, en referencia a un calendario de horizonte,
meses, siendo más probable que el de 13 me-
situado en la Sierra de la Estrella (Russell,
ses provenga de una tradición más antigua, sin
Op.cit.). Los tohono o‟odham conocían muchas
influencia europea (Russell, 1980; Underhill
estrellas, con las cuales formaban constelacio-
1939). Durante el día, la hora se indicaba a
nes que tenían nombres definidos. La cuenta
partir de la posición del sol, en la noche se de-
de las fases lunares y los principales eventos
terminaba por la posición de las Pléyades. A
del calendario eran memorizados por un espe-
las Pléyades, los tohono o‟odham les llaman
cialista de la comunidad, quien los grababa en
“Las Viajeras” y son éstas las que se utilizaban
un “palo calendario”, que es una vara de
para determinar las estaciones del año, las ac-
sahuaro, pino o sauce, con muescas mne-
tividades a realizar durante el ciclo agrícola y
motécnicas, que ayudan a su poseedor a re-
las fechas de ciertas festividades (Underhill,
cordar los eventos registrados; siguiendo las
Ibíd.:125).
muescas con el pulgar, a través del bastón, de
Los solsticios de verano e invierno eran obser-
arriba hacia abajo, se recuerdan los eventos
vados rigurosamente. El primero daba origen a
grabados. Las muescas siguen una simbología
la cacería ritual del venado bura y durante el
personal que sólo cada guardián del calendario
segundo se llevaba a cabo la fiesta de recita-
conoce (Underhill, Op.cit.:126).
ción de las tradiciones míticas; se pensaba que
El hecho de que los o‟odham hayan llevado un
durante el solsticio de invierno el Sol se queda-
registro minucioso de los fenómenos astronó24
micos, valiéndose de esos medios mnemotéc-
te rupestre (Ibid.:221). Así, por ejemplo, Bost-
nicos, puede apoyar la hipótesis de un posible
wick reporta dos sitios cercanos a Phoenix
registro equivalente por medio de los grabados
(Shaw Butte y South Mountain Park) en los
rupestres en periodos anteriores. Sin embargo,
cuales se encontraron series de trece puntos o
sabemos muy bien que un registro de esas ca-
círculos pequeños, grabados sobre los aflora-
racterísticas no es demostrativo de prácticas
mientos rocosos, piensa que pueden represen-
equivalentes entre los grupos de la Tradición
tar la cuenta de los meses (Bostwick y Krocek,
Trincheras, sino sólo apoyan los argumentos
2002:184, 186; Bostwick y Plum, s/f en línea).
que las hacen más probables.
En el sitio que estudiamos, La Proveedora, en-
En relación con estos tipos de registros de las
contramos petrograbados formados por series
fases lunares y los meses lunares, encontra-
de puntos que pueden referirse a la observa-
mos importantes analogías entre los o‟odham y
ción del ciclo lunar o de líneas con muescas de
los diversos grupos pueblo, principalmente
diversas formas (líneas rectas o pequeños
hopis y zunis. Michael Zeilik describe prácticas
triángulos) que pueden referirse a cuentas ca-
de registro de las fases lunares entre los pue-
lendáricas (Fig.5).
blo, cita a Stevenson (s/f), quien reportó que en
Sobre la observación de los solsticios y su im-
San Ildefonso, un especialista de la comunidad
portancia ritual entre los grupos pueblo, Elsie
(“observador de la luna”) llevaba el registro de
Clews Parsons destaca que las posiciones ex-
las fases lunares por medio de muescas talla-
tremas del sol se alcanzan en esos momentos,
das sobre una piedra plana que era depositada
en el solsticio de verano, la posición más extre-
en una cámara ceremonial. Mientras que entre
ma al norte y en el de invierno, la posición más
los hopis y zunis se utilizaba un bastón calen-
extrema al sur: “Estos puntos que son los más
dario, de la misma manera que entre los
distantes, son visitados por el Sol durante cua-
o‟odham (Zeilik 2008:219-220).
tro días, antes de volver de regreso en su mar-
Zeilik propone que los calendarios tradicionales
cha, es el momento adecuado para recibir las
estaban formados por trece meses lunares y
ofrendas de bastones de rezo de sus hijos.
que cada cultura hacía ajustes particulares pa-
Siendo un hombre inestable, el Sol debe ser
ra coordinar el calendario lunar con el solar;
auxiliado en su recorrido; debe ser „girado‟ o
sugiere, también, la posibilidad de que, bus-
„tirado de regreso‟” (1996:180 [traducción
cando el contexto arqueológico adecuado, ser-
nuestra]).
ía posible ubicar marcas equivalentes en el ar-
o‟odham, en los grupos pueblo, durante el 25
De
manera
semejante
a
los
Fig. 5. Grabado con puntos, probable registro del ciclo lunar. Foto Dito Jacob.
solsticio de invierno, los hombres mayores re-
ones míticas, rituales y calendáricas o‟odham y
latan a los jóvenes sus mitos de origen: el mito
pueblo, así como de los registros arqueológi-
de la Emersión (Parsons, 1996:215).
cos y arqueoastronómicos pueblo, hohokam y
Orión y las Pléyades son las constelaciones
trincheras apuntan hacia una unidad cultural
más conocidas por los pueblo, son las que de-
regional (Noroeste-Suroeste) con particularida-
finen el tiempo durante las ceremonias noctur-
des específicas, dentro de cada grupo.
nas; en la Tradición Tewa, llaman a las primeras “estrellas del invierno” y a las segundas
Representaciones del quincunce
“estrellas del verano” (Ibid.:182). Las estrellas
A ese conjunto de observaciones astronómicas
son observadas por los Jefes de las aldeas y
que acabamos de describir, debemos añadir
en Jemez se piensa que son Espíritus, proba-
las representaciones de los rumbos del univer-
blemente, todos los grupos pueblo dotan a la
so (símbolo del quincunce) que hemos visto
Galaxia y a todas las estrellas de un carácter
tallado en los grabados rupestres de numero-
divino, antropomórfico (Ídem.).
sos sitios de Trincheras de las cuencas fluvia-
Las importantes coincidencias entre las tradici-
les del Magdalena, el Altar y el Asunción 26
(Cerro de la Nana, Atil, La Proveedora, Cerro
ción que su forma simboliza los cuatro rumbos
San José, El Deseo y Cerrito del Pápago); re-
del universo y el centro, punto de contacto en-
presentaciones que serían una evidencia de
tre el cielo y la tierra. Las líneas diagonales y
conceptos cosmológicos expresados mediante
los puntos extremos están determinados por
símbolos visuales en el arte rupestre, esto es
las posiciones solares al amanecer y al atarde-
lo que, siguiendo a Leroi-Gourhan (1971) lla-
cer, durante los solsticios de verano e invierno
mamos mitograma: una figura sintética, por
y representan los ejes sobre los que se mueve
medio de la cual se representa un conjunto de
el sol de un horizonte a otro, durante los solsti-
complejos conceptos mitológicos, en este ca-
cios.
so, cosmológicos (Fig. 6).
Siguiendo lo expuesto por Köler sobre el signo
El simbolismo del quincunce resulta particular-
calendárico ollin, de origen Preclásico, Šprajc
mente pertinente en relación con las observa-
destaca que “representaba precisamente las
ciones astronómicas, si se toma en considera-
direcciones hacia los cuatro puntos solsticiales
Fig. 6. Panel con petrograbados, dos en forma de quincunce, Cerro San José. Foto Dito Jacob. 27
en los horizontes oriente y poniente, refiriéndo-
cuatro años permiten constatar que durante el
se al movimiento anual del Sol” (2001:281).
solsticio de verano, el sol sale detrás del panel
Agrega que “El glifo maya del Sol (kin), símbo-
y se alinea perfectamente con la recta que fun-
lo floral con cuatro pétalos, probablemente tie-
ciona como eje del petrograbado en forma de
ne las mismas raíces” (Ídem.). Más aún, un
quincunce (Bostwick y Krocek, 2002:192-196).
buen número de testimonios etnográficos de
Guevara y Mendiola atribuyen a la figura del
diferentes
modernas
quincunce, presente en las tradiciones Casas
“también indican que las llamadas esquinas del
Grandes de Chihuahua, el significado de
mundo, o los „rumbos cardinales mesoame-
“representación de los puntos recorridos por el
ricanos‟ han de haber coincidido con los puntos
sol durante el año en el horizonte” (Guevara,
solsticiales en el horizonte” (Ídem.).
et. al, 2008:139); aparece en la cerámica de
culturas
indígenas
Parece que estos rumbos, como importan-
Paquimé, (1060-1340 d.C.), así como en los
tes referencias espaciales en el cómputo
grabados rupestres del sitio Arroyo de los Mo-
del tiempo, están plasmados también en
nos (Mendiola y Lazcano, 2006). En el caso de
las imágenes en la página 1 del códice Fe-
los sitios de trincheras en el noroeste de Sono-
jervary-Mayer y en las páginas 75 y 76 del
ra la representación del quincunce en el arte
Códice Madrid; ambos dibujos representan
rupestre es común a todos ellos (Amador,
esquemas calendáricos evidentemente co-
2011a).
locados en el plano terrestre, ya que se inLas observaciones astronómicas y su relación con los fenómenos meteorológicos, las actividades productivas y las prácticas rituales Otro camino para evaluar la probabilidad de la
dican los lados cardinales del cielo (norte, sur, este y oeste), correctamente distribuidos en el espacio; puesto que también se encuentran marcadas las direcciones inter-
observación astronómica sistemática entre los
cardinales, éstas probablemente corres-
grupos Trincheras sería el de contrastarla con
ponden a los puntos solsticiales (Ídem.).
las prácticas mesoamericanas y de otros gru-
Tanto en el caso del sitio Four Pillars, en la lo-
pos del Noroeste/Suroeste, desde el punto de
calidad de Twin Buttes, cerca de la ciudad de
vista de una probable analogía, y establecer,
Phoenix, como en el caso de La Proveedora,
así, su lugar en relación con el conjunto de
aparecen representaciones del quincunce en
prácticas a las que tradicionalmente ha estado
los grabados rupestres. Las observaciones
vinculada: la coordinación del calendario con
realizadas por Todd Bostwick en el curso de 28
las actividades productivas, la periodicidad de
vimientos solares a lo largo del año: la gran
las temporadas de lluvia de las que dependían
mayoría de las terrazas se sitúan sobre la la-
las cosechas, los ciclos de las plantas silves-
dera norte. Todos estos elementos sugieren
tres alimenticias y de los animales de presa; y
tanto la aplicación práctica como un probable
la relación del calendario y los ciclos producti-
uso religioso de cierto tipo de observaciones y
vos con el ritual.
conocimientos astronómicos y podrían ser indi-
La observación de los cuerpos celestes,
cadores de expresiones de su cosmovisión en
que permite computar el tiempo y, por tanto,
la cultura material. Al interior de esa cosmovi-
predecir los cambios estacionales en la na-
sión, el simbolismo de los cerros y lugares ele-
turaleza, llegó a ser particularmente nece-
vados debió haber jugado un papel fundamen-
saria en el origen de la agricultura, ya que
tal y estaría estrechamente relacionado con los
este modo de subsistencia requiere el debi-
fenómenos astronómicos observados y siste-
do ordenamiento y la planeación de las la-
matizados dentro de un sistema de categorías
bores en el ciclo anual. Por consiguiente,
cosmológicas.
los conocimientos astronómicos ofrecían
La observación de los astros resultó, por
una ventaja adaptativa a la sociedad que
una parte, en una serie de conocimientos
contaba con mejores especialistas en la
exactos. Por la otra, el orden celeste, por
materia, puesto que posibilitaban una eco-
parecer invariable y perfecto, llegó a consi-
nomía más eficaz; es por ello que la astro-
derarse superior al orden terrenal y huma-
nomía adquirió gran importancia en los es-
no; esta noción dio origen a una enorme
tados tempranos, contribuyendo a la legiti-
variedad de mitos que explican el orden
mación del poder del estrato gobernante.
universal y a creencias según las cuales los
En este sentido, las civilizaciones prehispá-
acontecimientos en la Tierra se ven afecta-
nicas de Mesoamérica no representan nin-
dos por los fenómenos observados en el
guna excepción (Šprajc, Op.cit.:274).
cielo. Ambas clases de ideas y representa-
Otros aspectos, aparentemente más simples
ciones […] están en un determinado grupo
parecen dar cuenta de este tipo de observacio-
social íntimamente relacionadas entre sí y
nes en el Cerro de Trincheras como la cons-
articuladas en un todo relativamente con-
trucción de las terrazas habitacionales y agrí-
gruente; forman parte de una visión estruc-
colas en las zonas de menor insolación, lo que
turada del universo, es decir, de la cosmo-
implicaba la cuidadosa observación de los mo-
visión (Ibid.:274-275). 29
Este tipo de asociación entre el simbolismo mi-
para que los preparativos rituales puedan
tológico y los fenómenos astronómicos obser-
llevarse a cabo, de manera apropiada y
vados, parece haber estado presente en otros
puedan intercalarse, adecuadamente, las
sitios de la región (Noroeste/Suroeste) y ha si-
ceremonias solares con las lunares. Típi-
do estudiada ampliamente, desde la perspecti-
camente, el ciclo ceremonial se extiende a
va de la astronomía cultural. Según Michael
lo largo del año y las observaciones sola-
Zeilik, las diversas funciones que cumplían las
res y lunares, conducidas por los oficiales
observaciones astronómicas entre los grupos
religiosos apropiados, definen el momento
pueblo ancestrales dieron origen a tres méto-
de los rituales, que se presentan en una
dos diferenciados para observar los fenómenos
secuencia tal que, el fin de una ceremonia
astronómicos:
marca el inicio de la siguiente (Zeilik,
En general, debemos distinguir entre los
Op.cit.:202-203 [traducción nuestra; cursi-
propósitos astronómicos y las prácticas
vas en el original]).
astronómicas (que se derivan de esos
También referido al caso de los grupos pueblo,
propósitos). En el contexto pueblo del
Parsons explica que el calendario ritual estaba
Suroeste, la astronomía sirve a los
basado en las observaciones lunares y sola-
propósitos de establecer y validar: 1) di-
res, siguiendo el principio de que una ceremo-
recciones sagradas y patrones cósmi-
nia debía ser seguida por otra, en un orden
cos, 2) mitología cósmica, 3) ciertos si-
bien definido, previamente fijado, orden que
tios rituales y templos, 4) el calendario
también estaba en función del ciclo económico
ritual y el agrícola, y 5) las fechas para
estacional: agrícola, del tejido, de la guerra, de
la caza y la recolección. Estas finalida-
la caza y de la construcción de casas y edifi-
des deseadas propiciaron el desarrollo
cios (1996:493).
de calendarios de horizonte, marcadores
Entre los sitios del Suroeste con fenómenos
de luz y sombra, y contadores de fases
astronómicos estudiados y bien definidos po-
lunares para registrar el calendario. La
demos citar los siguientes: el Cañón del Chaco
principal tarea de la observación del ca-
en Nuevo México (Sofarer, 2007 y Sofarer, et.
lendario se centra en los métodos para
al. 2008), Shaw Butte y South Mountain en las
anticipar las fechas de las festividades.
cercanías de Phoenix, Arizona (Bostwick y Ba-
Las ceremonias de los pueblo deben
tes, 2006; Bostwick y Krocek, 2002; Bostwick y
anunciarse con anticipación suficiente
Plum, Op.cit.). 30
En el primer caso, Sofarer afirma que la gente
tado alineada con la salida del sol en el solsti-
de Chaco, que habitó la árida cuenca de San
cio de invierno y la puesta del sol en el solsticio
Juan, en Nuevo México, entre el 850 y el 1130
de verano” (Bostwick y Plum en línea). Sobre
d.C., desarrolló una elaborada forma de regis-
la cara plana de la roca se grabaron 13 círcu-
trar y conmemorar los ciclos solares y lunares,
los con marcas de puntos sobre ellos, distribui-
por medio de diversas formas: 1) mediante la
dos de forma espiral, los autores creen que el
alineación astronómica de importantes edificios
número de los círculos puede referirse al ca-
con las posiciones extremas y medias de los
lendario de 13 meses lunares de los o‟odham y
ciclos solar y lunar (construcciones que pare-
que los solsticios se registraban a través de un
cen haber tenido una función fundamentalmen-
sistema de sombras y cuchillas de luz, proyec-
te ritual); 2) a través de la orientación del Gran
tadas sobre los grabados, durante esos dos
Camino del Norte; 3) en el caso del sol, por el
eventos. La presencia de petrograbados y
registro de un sistema de sombras y de rayos
orientaciones astronómicas de estructuras pa-
de luz, proyectados sobre un grabado rupestre
recen confirmar la función de observatorio del
en forma de espiral, durante los solsticios, y
sitio (Bostwick y Plum en línea). Acerca de las
sobre una doble espiral en los periodos inter-
observaciones lunares puedo agregar que en
medios (equinoccios); en el caso de las posi-
el cerro de La Proveedora del noroeste de So-
ciones extremas del ciclo lunar de 18.6 años,
nora, encontramos una roca con petrograba-
por un sistema de sombras proyectadas sobre
dos en forma de puntos circulares que pueden
un grabado espiral (Sofarer, et.al., 2008:xiii-xv).
referirse a observaciones del mes lunar (Fig.
En el segundo caso, Todd W. Bostwick y Stan
5).
Plum reportan un sitio elevado en la cuenca de
En el tercer caso, South Mountain Park, se en-
Phoenix que, debido a su ubicación y a la pre-
contraron también los tipos cerámicos dia-
sencia de restos de los tipos cerámicos dia-
gnósticos hohokam de los periodos Colonial y
gnósticos de los periodos Colonial y Sedentario
Sedentario Temprano (850-1050 d.C.). Bost-
Temprano (850-1050 d.C.), se ha atribuido a
wick y Krocek reportan en el sitio, una multipli-
los hohokam. Se caracteriza por una estructura
cidad de dispositivos culturales, diseñados pa-
de muros en forma oval (23 x 29m.), hecha con
ra un registro calendárico preciso de los solsti-
piedras sobrepuestas sin argamasa, mide 1m
cios, ya sea por observaciones de alineaciones
de alto y 1m de grueso. En su interior, una roca
de los paneles grabados con la salida y puesta
de 1.4 x 1.8 x 0.75 m, situada al centro, “ha es-
del sol, como por fenómenos de luz y sombra, 31
proyectados sobre los paneles de grabados en
cursivas en el original]).
las fechas definidas. Dentro del sitio destaca,
En el caso del Cerro de La Proveedora en el
en particular, Four Pillars, donde los dos tipos
desierto de Sonora, podemos destacar una es-
de fenómenos: alineación con paneles graba-
tructura de muros de piedra sin argamasa que
dos y proyección de luces y sombras sobre
se construyó sobre la cima norte (Fig. 7). El
ellos, se pueden observar con claridad y fueron
conjunto de la estructura imita un diseño que
registrados a lo largo de cuatro años de obser-
aparece repetido numerosas veces en los pe-
vación
trograbados. La estructura mide 52 x 21 m. y
sistemática
(Bostwick
y
Krocek
2002:192-198).
tiene una forma hexagonal alargada con dos
Podemos concluir que la astronomía cultural,
entradas. La que se encuentra en el lado norte
que implicaba cuidadosas observaciones as-
mira hacia el este y la que se encuentra en el
tronómicas, formas específicas de registrarlas,
lado sur mira hacia el oeste. Los accesos norte
personas especializadas, encargadas de llevar
y sur son angostos y están asociados con pe-
a cabo estas actividades, una relación directa
queños muros de piedra cuadrangulares que
del calendario con el ritual y con las activida-
se cierran hacia el interior. El desplante arqui-
des productivas, era común al noroeste/
tectónico representa, imita o asemeja una figu-
suroeste y a Mesoamérica. Sin embargo, vale
ra en forma de doble “C” encontrada que em-
la pena destacar las diferencias más definidas
bona una dentro de la otra
para presentar un panorama más preciso. De
Medina, 2007).
acuerdo con Michael Zeilik:
Sostenemos la hipótesis de que la utilización
(Amador y
Una comparación general de las prácticas
de este recurso morfológico poseía un signifi-
de los pueblo históricos, al contrastarse
cado simbólico bien definido. Es probable que
con las actividades de los mayas y de las
la forma y la posición de esta estructura arqui-
culturas del centro de México mostraría
tectónica tuvieran la función de reforzar un ras-
que el suroeste carecía de: 1) calendarios
go cultural de identidad grupal, que sería des-
escritos, 2) un sistema numérico de cuen-
tacado tanto por el simbolismo de la forma ge-
ta larga, 3) calendario ritual de 260 días,
ométrica del muro como por el del cerro y el de
4) atención detallada a las conjunciones
su posición sobre la cima (Ídem.). Desde el in-
de Venus, 5) un sistema de portadores
terior de la estructura de muros se tiene visibili-
del año y 6) pasajes cenitales del sol
dad tanto hacia el este como hacia el oeste,
(Zeilik, Op.cit.:222 [traducción nuestra;
donde se encuentra el Golfo de California, a 70 32
Fig. 7. Estructura de muros en la cima del Cerro Norte de La Proveedora con orientaciones y observaciones astronómicas, Rossana Quriroz y Calendario de horizonte, Adriana Medina Vidal.
Km. en línea recta, a través de la llanura desér-
y del uso de los dispositivos de Google Earth y
tica, y a 85 Km., siguiendo los ríos Asunción y
del software: Calendar Magic V 15.8 se ha
Concepción. Hacia el este se ubica el valle in-
comprobado que sobre los dos horizontes
mediato al cerro de la Proveedora, en la distan-
(Este y Oeste) se puede observar el ciclo solar
cia lejana se encuentra un macizo de cerros
anual completo (solsticios y equinoccios) en
volcánicos al noreste de Pitiquito y otro perte-
sus salidas y puestas, dando lugar a un calen-
neciente a la región de Altar que pudieron ser-
dario anual confiable (Medina, 2010) (Fig. 7).
vir como calendario de horizonte, sobre el cual
Tanto el tramo sur del muro este como el tra-
se observarían las posiciones del sol naciente
mo norte del muro oeste están orientados en
a lo largo del año (Medina, 2010; Quiroz,
una dirección Norte-Sur casi perfecta y su per-
2012). De la misma manera, el horizonte oeste
pendicular permite definir el eje: Este-Oeste,
es completamente visible desde el interior del
fijado por los muros norte y sur, de esta mane-
muro, permitiendo observaciones de calendario
ra, las orientaciones de los muros están per-
de horizonte de las posiciones solares en el
fectamente bien definidas y constituyen un sóli-
ocaso. A partir de observaciones desde el sitio
do argumento en relación con sus posibles fun33
ciones de observación astronómica. Al respec-
carácter que pudieron asumir tanto las obser-
to queremos citar lo expuesto por Ivan Šprajc
vaciones astronómicas, como de otros fenóme-
sobre las orientaciones de estructuras y la rela-
nos naturales, realizadas por las diversas cul-
ción de dicha orientación con las observacio-
turas del México prehispánico, y sus conse-
nes astronómicas en Mesoamérica:
cuencias para la configuración de las estructu-
Considerando que los edificios normal-
ras arquitectónicas, su relación con el paisaje y
mente tienen plantas aproximadamente
sus funciones rituales. Si bien no se refieren
rectangulares, sus orientaciones pueden
específicamente a la región del noroeste de
describirse con azimuts de las líneas
México, consideramos que existe suficiente
norte-sur o este-oeste, que correspon-
evidencia, como trataremos de demostrar, para
den a uno u otro par de los lados parale-
considerar válidas algunas de sus conclusio-
los del rectángulo. Por lo tanto, la orien-
nes para los casos que estudiamos. La misma
tación de un edificio de planta rectangu-
autora ha propuesto un análisis comparativo
lar contiene, en realidad, cuatro direccio-
sistemático entre los paisajes rituales de los
nes con el potencial significado astronó-
indios pueblo y de los mexicas (Broda, 2004).
mico. Tomando en consideración las
Al respecto y siguiendo a Nowotny y Schaafs-
líneas este-oeste, observamos que la
ma, ha definido una metodología clara, ponien-
mayoría de sus azimuts se encuentran
do de manifiesto que no se trata de comparar
dentro del ángulo de desplazamiento
rasgos aislados, sino de comparaciones que
anual del Sol por el horizonte […] lo que
se refieran “a elementos estructurales relevan-
significa que las orientaciones han de
tes que comparten ambas áreas” (2004:266).
referirse mayormente a determinadas
En función de esas consideraciones, define lo
fechas del año trópico señaladas por las
que entiende por paisajes rituales:
posiciones correspondientes del Sol en
Los paisajes rituales se refieren a la ri-
el horizonte (2000:296).
tualidad que giraba alrededor de las
Desde esta perspectiva, y habiendo estableci-
montañas sagradas, los peñascos, las
do las diferencias específicas entre las tradi-
rocas talladas y los petrograbados. En
ciones mesoamericanas y las del Noroeste/
muchos casos, estos lugares de culto se
Suroeste, me parecen especialmente pertinen-
vinculaban con la astronomía y la obser-
tes algunas de las orientaciones teóricas des-
vación solar. En un sentido más general
arrolladas por Johanna Broda para entender el
se trataba de una geografía a la que sus 34
habitantes le atribuían un carácter sagra-
ma, definición de la temporada de lluvias y de
do, y de un culto a la piedra (2004:270).
la temporada seca; actividades productivas y
A partir de la integración de todos los elemen-
rituales, derivadas del calendario y asociadas
tos descritos hasta ahora, se logra una síntesis
directamente con él. El tercer aspecto define
más compleja que permite contrastar las tradi-
los conceptos cosmológicos que entrarían en
ciones mesoamericanas con las del Noroeste/
juego en relación con los diferentes elementos
Suroeste a partir de categorías bien definidas
de los sitios y de las actividades asociadas.
que se refieren a las relaciones establecidas
En función de que he descrito en detalle las
entre: a) las características de los paisajes ri-
características de los sitios pertenecientes a la
tuales, b) la manera en la cual se vinculan con
Tradición Trincheras, pasaré al análisis de: a)
diferentes tipos de prácticas culturales y c) los
las relaciones de las distintas actividades entre
aspectos de la cosmovisión que se ponen de
sí, b) las relaciones de estas últimas con la
manifiesto en la interacción de ambos (paisajes
cosmovisión y, finalmente, c) un análisis del
rituales y prácticas culturales). Así, podemos
sitio que integre todos los aspectos. En primer
definir el tipo de elemento del paisaje ritual que
término, retomo la manera en la cual Broda
nos interesa analizar, como los cerros, montes
destaca la importancia que en Mesoamérica
y sitios elevados, en general, específicamente,
asumió: “la observación sistemática y repetida
aquellos sitios elevados, con construcciones
a través del tiempo de los fenómenos naturales
que han sido objeto de un trabajo cultural de
del medio ambiente que permite hacer predic-
transformación del paisaje (placecrafting). El
ciones y orientar el comportamiento social de
análisis supone la definición de las característi-
acuerdo con estos conocimientos” (1991:462).
cas del sitio elevado (geomorfología); el tipo, la
Más aún, este tipo de saber daba origen a la
forma, la ubicación, la orientación y las relacio-
formación de especialistas que eran los depo-
nes internas de las estructuras arquitectónicas
sitarios de la función y de la autoridad, tanto
construidas; y su relación con otros aspectos
para interpretar los fenómenos naturales ob-
de intervención cultural sobre el paisaje como
servados, como para definir los tiempos y mo-
el arte rupestre o los relieves tallados sobre las
dalidades que debían adoptar las prácticas ri-
rocas o muros. El segundo aspecto define el
tuales, las actividades productivas y la guerra.
tipo de actividad asociado con el sitio: observa-
En todos estos ejemplos citados podemos ob-
ciones astronómicas y la creación de calenda-
servar la acción decisiva de las estructuras co-
rios que se deriva de estas; predicción del cli-
rrelativas que establecen sistemas de corres35
pondencias entre los distintos órdenes de la
función religiosa: fiestas de petición de lluvia y
realidad: astronómico, biológico y antropológi-
abundancia, por ejemplo. Articulación compleja
co (económico, político, mitológico y ritual). En-
entre magia, ciencia y religión que Malinowski
contramos una explicación semejante a la que
y Lévi-Strauss han demostrado ampliamente
proponen Farmer, Henderson y Witzel en las
(Lévi-Strauss, 1994; Malinowski, 1994) y que
palabras de Clifford Geertz:
podemos constatar en las culturas precolombi-
La percepción de la congruencia estruc-
nas de todo el Continente americano. Esos
tural entre una serie de procesos, activi-
procesos de articulación compleja entre formas
dades, relaciones, entidades, etc., y otra
de vida y cosmovisión pueden ser comprendi-
serie que obra como programa de la pri-
dos en el sentido expuesto por López Austin:
mera, de suerte que el programa pueda
“La cosmovisión es un conjunto estructurado
tomarse como una representación o
de sistemas ideológicos que emana de los di-
programado –un
versos campos de acción social y que vuelve a
símbolo-, es la esencia del pensamiento
ellos dando razón de principios, valores y
humano. La posibilidad de esta transpo-
técnicas […]. Como la cosmovisión se constru-
sición recíproca de modelos para y mo-
ye en todas las prácticas cotidianas, la lógica
delos de que la formulación simbólica
de esas prácticas impregna la cosmovi-
hace posible es la característica decisi-
sión” (1999:16).
va de nuestra mentalidad (1997:92).
Tal como lo destaca Broda, y numerosos estu-
concepción
de
lo
Geertz insiste, además, en que los símbolos y
dios lo confirman el día de hoy, sabemos con
sistemas de símbolos que definen las disposi-
toda seguridad que para las culturas precolom-
ciones religiosas son los mismos que “colocan
binas de América, la observación de la natura-
esas
marco cósmi-
leza incluía conocimientos detallados y siste-
co” (Ibid.:95). A partir de aquí podemos enten-
mas de clasificación bien estructurados acerca
der que la observación sistemática de los di-
de temas que hoy estudian las ciencias moder-
versos procesos naturales influyó en la cons-
nas como la astronomía, la geografía, la clima-
trucción de una cosmovisión, de modo que, co-
tología, la química, la botánica, la zoología y la
nocimientos precisos que tienen funciones
medicina, entre las principales. Las observa-
prácticas, como el calendario y su influencia en
ciones astronómicas eran registradas en ins-
las actividades económicas, se confunden con
cripciones, estelas y textos jeroglíficos; el tiem-
elementos míticos y rituales, que tienen una
po y el espacio eran coordinados con el paisa-
disposiciones
en
un
36
je por medio de la orientación de edificios y si-
lluvias y de los mantenimientos, entre otros
tios ceremoniales; las principales fechas del
muchos de sus atributos. A él estaban dirigi-
curso anual del Sol se fijaban mediante puntos
das, principalmente las ceremonias relaciona-
de referencia en el horizonte, dentro del cual
das con la solicitación de lluvias y cosechas
las montañas jugaban un papel determinante
abundantes. Los rituales de petición de lluvias
(Broda, 1991:463).
ponen al descubierto la relación que existía en-
Encontramos en esta práctica sistemática una
tre los conocimientos que se tenían sobre el
importante homología cultural entre Mesoamé-
ciclo del agua y el esquema cosmológico tri-
rica y el Suroeste/Noroeste: los procedimientos
partito del plano vertical del universo: Cielo-
de alineamiento y orientación de estructuras
Tierra-Inframundo. Veamos, paso a paso,
arquitectónicas coincide con las prácticas me-
cómo se daba esa articulación:
soamericanas, a estas se agregan los fenóme-
El dios mexica Tláloc no era sólo el
nos de proyección de luces y sombras sobre
patrón de la lluvia y de las tormentas, si-
edificios, muros y petrograbados. Junto con
no que también de los cerros; en este
Broda podemos afirmar que es posible estable-
sentido era un antiguo dios de la tierra.
cer una relación sistemática entre la observa-
Se decía que la lluvia procedía de los ce-
ción de los fenómenos naturales, la utilización
rros en cuyas cumbres se engendraban
práctica de esos conocimientos, la cosmovi-
las nubes. Para los mexica las montañas
sión, el calendario y el ritual. En segundo lugar,
eran sagradas y se concebían como dei-
que un aspecto privilegiado en el cual se po-
dades de la lluvia. Se les identificaba con
nen de manifiesto estas relaciones se refiere al
los tlaloque, seres pequeños que produ-
clima y al ciclo agrícola, con los cuales se vin-
cían la tormenta y la lluvia, y formaban el
culan elementos esenciales de la cultura y la
grupo de los servidores del dios Tláloc
cosmovisión: 1) relación con la astronomía; 2)
[…]. Estos aspectos de los tlaloque como
con los fenómenos climatológicos; 3) con los
dioses de los cerros que viven en cuevas
ciclos agrícolas; siendo la preocupación funda-
al interior de la tierra, conectan la natura-
mental la lluvia y la fertilidad (Ibid.:464-465).
leza del dios con el antiguo culto mesoa-
A partir de la Historia general de las cosas de
mericano de la tierra […]. También los
la Nueva España (Sahagún, 1975) y de nume-
tlaloque se vinculan íntimamente con la
rosos documentos y estudios posteriores, sa-
agricultura, y eran considerados los due-
bemos que el dios Tláloc era el donador de las
ños originales del maíz y de los demás 37
alimentos. Los hombres adquirían acce-
los seres acuáticos que habitan en la
so al alimento básico mediante el culto a
oscuridad de las cuevas se ofrezcan al
Tláloc. Se suponía que el maíz, las de-
inicio de la temporada de lluvias. Estos
más plantas comestibles, y las riquezas
cultos son la razón de que, en un amplí-
en general eran guardados en cuevas
simo radio territorial, muchas elevacio-
dentro de los cerros (Broda, 1991:466,
nes topográficas posean nombres de
470 y 471).
profundo
Ya Caso había destacado que, según los mexi-
significado
mítico
(Ibíd.,
2009:17).
cas, el agua de las lluvias se almacenaba en
Hasta donde lo muestran las evidencias mate-
grandes cuevas que había en las montañas y
riales, “los agricultores mesoamericanos imagi-
que ésta brotaba, luego, por los manantiales,
naban que el axis mundi era el motor de los
así, es muy común observar en la escritura je-
procesos de cultivo” (Ibid.:167). A partir de una
roglífica la representación del cerro con una
muy extensa investigación y el estudio exhaus-
caverna llena de agua en su interior; agrega
tivo de las fuentes, los autores proponen un
que “siempre que hay un pequeño cerro aisla-
modelo del cosmos acorde con el pensamiento
do en medio de un valle, se tiene la seguridad
mesoamericano, dentro del cual el Monte Sa-
de hallar restos arqueológicos que demuestran
grado ocupa un lugar fundamental. Sin embar-
el culto al dios de la lluvia” (Caso, 1953:60).
go, no es una estructura estática: es un prota-
López Austin y López Luján (2009) constatan
gonista, un Poder que actúa a través de su
la sobrevivencia de tales tradiciones entre nu-
Dueño, que lo gobierna y es la personificación
merosas comunidades indígenas del presente,
del edificio cósmico. El Dueño “se auxilia en
refiriendo en particular los rituales celebrados
sus funciones de gran cantidad de seres me-
durante el mes de mayo en el oriente de More-
nores que adoptan diversas figuras, principal-
los, frente a una cueva sagrada en el cerro lla-
mente de animales y, entre estos, de serpien-
mado Coatépec, cuyo nombre significa: “en el
tes” (Ibid.:170). De acuerdo con los autores,
cerro de las serpientes” (Ibid.:15).
los principales procesos son: la salida, paso
Las prácticas religiosas pueden variar,
superior, ocaso y paso inferior de los cuerpos
pero es común que los montes conside-
astrales, cuyo arquetipo es el Sol, que define el
rados dispensadores de las aguas reci-
ciclo luz-oscuridad; el paso del tiempo; el ciclo
ban la veneración de los pueblos y alde-
vida-muerte; el de las fuerzas de germinación y
as vecinas, y que los dones agrícolas a
crecimiento; los ciclos del agua, el rayo, las nu38
bes, el granizo y el viento que dividen al año en
cerros, que en su cosmovisión se conec-
la estación de lluvias y la estación seca; y el
taba por vetas subterráneas con el mar.
ciclo del poder (Ibid.:171). A partir de lo ante-
El mar fue concebido como el huey atl,
rior se puede entender que un complejo siste-
“el agua grande”, o ilhuica atl, “el agua
ma ceremonial giraba en torno al Monte Sagra-
celeste” (Sahagún), donde el mar se jun-
do.
taba con el cielo. Esta cosmovisión era
El último elemento en el que nos apoyaremos
muy antigua en Mesoamérica y se halla
para establecer un paralelismo que contribuya
reflejada en multitud de ofrendas por to-
a esclarecer nuestra interpretación de la es-
da el área que la arqueología ha rescata-
tructura cultural del Cerro de Trincheras se de-
do desde el Preclásico. Esa misma cos-
riva de la ritualidad asociada a la relación entre
movisión siguió manifestándose en la
el Monte Sagrado, su Dueño y el poder de éste
gran cantidad de fauna marina enterrada
sobre las lluvias y el sustento. Lo que nos lleva
en las ofrendas del Templo Mayor: su
a una cuidadosa observación de las ofrendas a
simbolismo se explica si recordamos que
Tláloc en el Templo Mayor, construcción que
el mar, para los mexicas, era el símbolo
simbolizaba al Monte Sagrado (Ibíd.). En tal
de la fertilidad absoluta (Broda, 2009:63).
sentido Johanna Broda afirma: “el estudio de
La detallada y cuidadosa investigación de Leo-
las ofrendas en animales marinos me hizo ver
nardo López Luján confirma y amplía este pun-
que la relación de Tláloc con los cerros y el
to de vista, destacando la importancia de las
mar sólo puede entenderse dentro del contexto
ofrendas al dios Tláloc en el Templo Mayor,
más amplio de la cosmovisión prehispánica,
dentro de las cuales son particularmente signi-
según la cual el espacio debajo de la tierra se
ficativas las ofrendas de piedras verdes y fau-
concebía como lleno de agua y existía una co-
na marina: “no existe mucho lugar a discusión
municación subterránea entre los cerros, las
en cuanto al significado acuático y de fertilidad
cuevas y el mar” (Ibid.:479). “El mar era el
de las cuentas de piedra verde y de la fauna
símbolo absoluto de la fertilidad y por esto, los
oceánica” (López Lujan, Op.cit.:54). Así, entre
mexicas enterraron numerosas especies mari-
las ofrendas 18, 19 y 97 se encontraron 392
nas en las ofrendas del Templo mayor de Te-
cuentas de piedra verde, 2,224 caracoles y
nochtitlan” (Broda, 2004:282). De tal manera:
275 conchas, además de fragmentos de coral
Los mexicas atribuían una gran importan-
y del cartílago rostral de pez sierra (Ídem.).
cia al agua almacenada al interior de los 39
Esta asociación o estructura correlativa no es
paisaje, se derivaba un calendario preciso, ínti-
privativa de los mexicas, en el Suroeste, tanto
mamente asociado con la agricultura. El cono-
los zunis como los hopis conciben al mar como
cimiento detallado de otros fenómenos como el
el origen de todas las aguas, y entre éstos últi-
ciclo natural del agua y su relación con el creci-
mos, las conchas, el coral y la turquesa perte-
miento de las plantas eran bien conocidos,
necen a la diosa o Espíritu femenino Huruing
mas, estos conocimientos, lejos de expresarse
Wuhti (Courlander, 1987:32). Tal descripción
en un lenguaje como el científico de hoy en
coincide con lo relatado por Parsons, quien re-
día, eran expresados por medio de un discurso
fiere que los hopis llaman “La Mujer del Ama-
mitológico, pues era la religión la forma de
necer” a un ser femenino que vive bajo el agua
pensamiento que articulaba todos los órdenes
y que se puede identificar con Huruing Wuhti,
de la realidad.
La
Duras
La expresión religiosa de estos fenómenos da-
(Op.cit.:177). Así, resultan fuertemente signi-
ba origen a un conjunto de prácticas rituales,
ficativas tanto la manera de concebir al mar
encaminadas a asegurar las lluvias suficientes
dentro del esquema cosmológico, como la aso-
y adecuadas para los cultivos, el ritual era una
ciación manifiesta, en las tradiciones orales de
petición de abundancia, orden y armonía. En
los grupos pueblo, entre la turquesa, las con-
todas las regiones, del Suroeste a Mesoaméri-
chas marinas, el coral y una diosa acuática o
ca, el ciclo de fiestas comienza antes del inicio
Espíritu femenino acuático, estableciendo la
de la estación de lluvias, variando las fechas
posibilidad de un importante paralelismo con
de acuerdo a las tradiciones de cada grupo, las
las tradiciones nahua-mexicas. Parece claro
características regionales de la estación de llu-
que los atributos de Huruing Wuhti correspon-
vias y de los tiempos de siembra y cosecha; el
den a los de la diosa nahua Chalchiuhtlicue, en
ciclo de fiestas culmina después de la cosecha
su advocación de diosa de las aguas terrestres
con ceremonias, alrededor del solsticio de in-
y marinas, así como en su asociación con la
vierno, en las cuales se da gracias por los bie-
piedra verde, dado su nombre “La de la falda
nes recibidos y se inicia la petición de lluvias
de jade”.
para el ciclo siguiente.
A partir de todo este conjunto de premisas po-
Cuenta Lumholtz que entre los wixaritari, por
demos concluir que de la observación sistemá-
ejemplo: “Durante la estación seca y parte de
tica de los astros, a la cual estaban asociados
la húmeda, es decir desde el principio de abril
importantes aspectos de la arquitectura y el
hasta fines de agosto, celebran los huicholes
Mujer
de
las
Substancias
40
constantes fiestas para que llueva” (2006:16).
gicas entre las tierras tropicales al sur, y
En otra obra explica que el principio activo de
la árida Oasisamérica, al norte, todas las
la religión de los huicholes “es el deseo de pro-
cuales dependían de las estaciones de
ducir lluvia, lo cual permite abundantes cose-
lluvias. Las cosmolo-gías que definen
chas de maíz, su principal alimento. Considero
los paisajes culturales y los rituales que
que ésta es una característica común a las tri-
aseguran buenas lluvias se vinculan ide-
bus agrícolas del continente. En primero y en
ológicamente en todo ese territorio, a
último lugar, el agua es el punto central de to-
pesar de sus distintas expresiones loca-
das sus ceremonias, el núcleo de sus pensa-
les. El mundo conceptual “panameri-
mientos” (Lumholtz, 1986:49). Los ejemplos
cano” sobre la lluvia, como todo sistema
son muy numerosos tanto en la etnografía del
simbólico, condensa significados y se
occidente y norte de México, como en la del
vincula a elementos que, a primera vista,
suroeste de Estados Unidos, no se diga en el
parecerían ajenos a él. Numerosas dei-
caso del área de tradiciones mesoamericanas,
dades telúricas y ancestrales se relacio-
donde muy probablemente tienen una antigüe-
nan con los cultos a la lluvia (Scha-
dad mayor.
afsma, 2009:48).
Sobre la pertinencia de esta aproximación al
Apoyando este análisis comparativo entre tra-
problema y su validez para las tradiciones cul-
diciones mesoamericanas y del Suroeste po-
turales del suroeste de Estados Unidos, Polly
demos referirnos a los hopis, de los cuales
Schaafsma sostiene que:
existen suficientes registros etnográficos que
La lluvia fue fundamental para la supervi-
acreditan fehacientemente la relación entre la
vencia de los agricultores del Suroeste
observación por especialistas rituales (ta’ wa
estadounidense, quienes cultivaron maíz
mongwi) del movimiento anual del sol sobre un
en un entorno árido; las peticiones a los
calendario de horizonte, la definición de las fe-
seres sobrenaturales que las controla-
chas para la realización de las tareas agríco-
ban fueron también indispensables para
las, la preparación y realización de las diferen-
que las cosechas prosperaran. Las ideas
tes fiestas asociadas con el ciclo agrícola y con
sobre el origen de la lluvia son similares
las consecuentes peticiones de lluvia y buena
en las sociedades agrícolas de Meso-
cosecha (Broda, 2004; Forde ,1931 y 1966;
américa y el Suroeste de los Estados
Fewkes, 2000; Iwaniszewski y Vigliani, 2009;
Unidos, y traspasan las fronteras ecoló-
Parsons, Op.cit.; Zeilik, Op.cit.). 41
El esquema cosmológico tripartito juega un pa-
tuales deben dirigirse. Refiriéndose a los mexi-
pel esencial dentro de estos rituales, pues se
ca, Broda, concluye:
cree que el lugar del agua es el Inframundo,
El culto a los dioses de la lluvia reflejaba la
que el agua sube, a través de la Tierra, hacia
observación de los ciclos meteorológicos
el Cielo, por las fuentes naturales, los cerros y
anuales, la división básica en la estación
los montes, así, forma las nubes, de donde se
de secas y de lluvias, el ciclo del creci-
precipita hacia la Tierra, penetrando en ella y
miento del maíz, así como el papel de los
descendiendo al Inframundo, donde el ciclo se
cerros como generadores de nubes y llu-
reinicia. En el Inframundo, todas las aguas
via. Por eso los mexicas invocaban a los
están interconectadas y se unen con el mar.
cerros, y Tláloc como dios de los cerros
En ese sentido, la deidad o deidades y espíri-
controlaba ese proceso. Los mexicas vi-
tus que habitan en los cerros, en el Inframundo
sualizaban el ciclo hidrológico de la gene-
acuático y en el mar, juegan un papel funda-
ración de las nubes, la lluvia que cae del
mental en producir las lluvias y la abundancia
cielo y nuevamente su evaporación desde
de alimentos. Entre los wixaritari (huicholes),
la tierra (Broda, 2009:63).
Tatei Haramara (Nuestra Madre Mar) y las dio-
Lo interesante es que este sistema simbólico
sas del agua, quienes son también considera-
de representación del ciclo del agua, tal como
das como serpientes, son entidades sagradas
hemos venido mostrando, no es privativo de
a las cuales se les pide lluvia y una buena co-
Mesoamérica, lo encontramos también en el
secha (Fresán, 2002:24).
noroeste de México y el suroeste de los Esta-
Entre los zunis encontramos una concepción
dos Unidos. El pensamiento de los grupos pue-
muy semejante del Inframundo acuático. “Los
blo lo representa con toda claridad:
zunis creen que bajo la tierra circular se en-
El agua, que es totalmente importante, pro-
cuentra un sistema de vías fluviales que final-
viene del Inframundo (que es también el
mente se comunican con los océanos, los cua-
lugar de origen de la gente y el lugar al cual
tro océanos circundantes. Los manantiales y
su espíritu retorna, después de la muerte).
los lagos son las aberturas de ese siste-
El agua emerge del Inframundo a través de
ma” (Parsons, Op.cit.:213). Como podemos
los manantiales, en las tierras bajas o de
ver, este esquema, además de explicar el ciclo
las montañas, para ser captada por las nu-
del agua, permite definir las entidades sagra-
bes [en el Cielo]. Después de ser usada en
das que intervienen en él y a las cuales los ri-
este mundo [la Tierra] el agua regresa al 42
Inframundo para completar el ciclo, que es
arte rupestre de los estilos Mimbres y Jornada
delicado. Los indios pueblo hacen un peno-
Mogollón que definiría un estrecho vínculo en-
so esfuerzo para asegurar que sus pensa-
tre Mesoamérica y el Noroeste/Suroeste:
mientos y sus acciones contribuyan a man-
En el arte rupestre del suroeste de Estados
tener el ciclo y no a menguarlo (Phillips,
Unidos encontramos seres sobrenaturales
Van Pool y Van Pool, 2006:18 [traducción
donadores de lluvia, entre ellos una figura
nuestra]).
con anteojeras y los atributos del Tláloc me-
Las semejanzas incluyen numerosos detalles,
soamericano. Se encuentran figuras de
como los descritos por Schaafsma:
Tláloc en la mayor parte de los sitios Mim-
Así como ocurre en México con Tláloc y
bres y Jornada Mogollón, al sur de Nuevo
sus asistentes, los tlaloques, las kachinas
México y en lugares aledaños de Texas y
de los pueblo están asociadas tanto con los
Chihuahua, que van desde 1050 hasta 1400
cerros, alrededor de los cuales se forman
d.C., aproximadamente. Se han encontrado
las nubes y la bruma, como con el reino del
también efigies de madera y piedra en las
inframundo acuático, al cual se accede por
cuevas de esa zona. Se cree que esta ver-
la vía de los manantiales y lagos, lugar
tiente del suroeste estadounidense sobre
donde los muertos retornan. Esto último
Tláloc está estrechamente relacionada con
sugiere una afiliación con Chalchiuhtlicue,
los seres sobrenaturales enmascarados que
la contraparte femenina de Tláloc. Ciertos
hoy en día se conocen entre los indios pue-
manantiales y lagos son considerados co-
blo como kachina, y que son considerados
mo el sipapu, o lugar donde la humanidad
la manifestación corpórea de los ancestros
emergió a la superficie de la tierra. Se con-
que habitan el inframundo y retornan al
sidera que todas estas fuentes acuáticas
mundo de sus descendientes como nubes
terrestres están interconectadas bajo la tie-
que regarán sus sembradíos (Schaafsma,
rra (1999:173 [traducción nuestra]).
2009a:48-49).
Confirmando la asociación descrita entre el
Entiendo que en cada cultura el esquema cog-
simbolismo de los cerros y lugares elevados,
nitivo acerca del ciclo del agua tiene connota-
las ceremonias de lluvia, el esquema cosmoló-
ciones específicas y desarrollos particulares,
gico tripartito y los seres sagrados, propiciado-
que varían de una región a otra y se transfor-
res de la lluvia, Polly Schaafsma describe la
man con el paso del tiempo, gracias a la activi-
conjunción de estos elementos en sitios con
dad de los agentes sociales. Tomando en 43
cuenta estos factores de variabilidad, estoy
poseen valores espirituales:
convencido de que, a partir de estos supues-
Según los estudios etnográficos en diver-
tos, se pueden explicar con mayor claridad as-
sos grupos como los pima, tepehuanos,
pectos sustantivos de la Tradición Trincheras y
seri, cora y huichol, los cerros poseen una
su expresión en la estructura y función de im-
diversidad de valores espirituales, sirven
portantes elementos de su arquitectura y de la
como casas de seres sobrenaturales, luga-
ubicación y contenido del arte rupestre. A
res sagrados para casas de dios y templos,
través del análisis comparativo sistemático,
espacios para depositar o proteger objetos
hemos podido establecer la co-presencia de
sagrados, puntos de partida para viajes ini-
elementos compartidos en cuanto a los paisa-
ciativos, puntos visibles para delimitar terri-
jes rituales -en particular, cerros y sitios eleva-
torio y como cementerios, son el origen de
dos-, las prácticas culturales realizadas en aso-
las nubes, del viento y del agua. Asimismo,
ciación con ellos y los conceptos cosmológicos
los cerros sirven como locaciones prescri-
que los dotan de sentido, entre tradiciones me-
tas para rituales (Ídem.).
soamericanas y del Noroeste/Suroeste.
No está de más insistir en que los valores espirituales que los autores asocian con los cerros
Cerros de Trincheras: estructuras arquitectónicas, prácticas culturales y cosmovisión Como hemos visto, los cerros de trincheras
y que son propios de los grupos indígenas del
son un sello cultural distintivo del noroeste de
tales, con los principales atributos del Monte
Sonora -aunque el fenómeno tiene una escala
Sagrado que destacan López Austin y López
transregional (Fish, Fish y Downum, 1991; Fish
Luján, después de su exhaustiva revisión de
y Fish, 2007). Suzanne K. Fish y Paul R. Fish
documentos, monumentos, códices y testimo-
sostienen, como hipótesis principal, que “los
nios (antiguos, coloniales y modernos), perte-
conceptos ideológicos fueron centrales en el
necientes a las tradiciones mesoamericanas
emplazamiento, forma y distribución de mu-
(2009).
chos [cerros de trincheras]” (2007:148). Se re-
Además de los elementos referidos que vincu-
fieren a lo que yo llamaría conceptos religio-
lan los cerros de trincheras con tradiciones me-
sos, para lo cual apelan a registros etnográfi-
soamericanas, una geografía cultural los ubica
cos de distintos grupos que han habitado el
“en el límite norteño de un continuum de cerros
Noroeste, quienes consideran que los cerros
terraceados que llega hasta el sur de México,
Noroeste/Suroeste, hablantes de lenguas yutoaztecas, coinciden, en sus núcleos fundamen-
44
los conceptos prehispánicos sobre los cerros
que definía roles sociales y relaciones a través
en el Noroeste/Suroeste seguramente han teni-
de su presencia y su uso en el ritual. En se-
do influencia de la esfera ideológica mesoame-
gundo lugar, que los actores sociales del Noro-
ricana” (Fish y Fish, Op.cit.:148-149). Desde
este/Suroeste tenían conocimiento de las
esa perspectiva, los autores entienden a los
prácticas mesoamericanas y que este punto de
cerros de trincheras como “elementos de un
partida mesoamericano es fundamental para
paisaje construido, expresando conceptos que
comprender el significado que los objetos y las
incluían tanto a los elementos naturales como
estructuras tenían en el contexto cultural del
a las formas arquitectónicas simbólicas” (Fish y
primero (Ibid.:229). Este enunciado implica
Fish, 2007:149). Al afirmar la existencia de un
aceptar que la adopción de las prácticas y ob-
continuum de cerros terraceados que unen el
jetos de origen mesoamericano y el conoci-
Noroeste/Suroeste con prácticas culturales y
miento de su significado por los actores socia-
conceptos provenientes de Mesoamérica, coin-
les del Noroeste/Suroeste implicaba que las
ciden de manera importante con Ben Nelson
ideas de la cosmovisión mesoamericana que
(2007), cuando éste afirma que los cerros de
estaban estrechamente vinculadas con el tipo
trincheras, junto con los juegos de pelota y los
de construcción arquitectónica y el uso de ob-
montículos son una más de las intrigantes for-
jetos rituales no eran ignoradas y debieron de
mas arquitectónicas, presentes en el Noroeste/
ser adoptadas, también, con pleno conocimien-
Suroeste,
to, por los grupos del Noroeste/Suroeste.
derivadas
de
Mesoamérica
(Ibid.:229). De acuerdo con Nelson, si a los
Como sabemos, montículos, juegos de pelota
elementos arquitectónicos descritos, añadimos
y cerros de trincheras funcionaban como mo-
otros objetos como las campanas de cobre, las
numentos, de tal suerte, resulta pertinente re-
trompetas de concha de caracol, las figurillas
flexionar sobre su función. Nelson responde
antropomórficas de barro y los espejos, nos
que los monumentos son estructuras que tie-
hallamos frente a un fenómeno de importación
nen la intención de destacar el significado de
cultural que exige una explicación (Ídem.).
ciertos lugares y sucesos de importancia dura-
De acuerdo con él, abordar el asunto adecua-
dera, su presencia continua funciona como un
damente exige definir con claridad algunos pre-
recordatorio
supuestos. En primer término, asumir que to-
(Ibid.:230). En su carácter mnemónico, porta-
dos estos ítems estaban asociados con prácti-
dor de valores que deben reforzarse y como
cas significativas que jugaban un papel central
elemento que perdura en el tiempo, su signifi45
constante
de
su
significado
Cado sirve para orientar las prácticas colecti-
comparativo debe incluir el tipo de semejanza,
vas y extender la memoria social, más allá de
lo que nos lleva a poner atención a los medios
la duración de las vidas individuales (Ídem.).
empleados para dar forma a la monumentali-
De ahí que los monumentos se construyan con
dad: construcciones, elementos que enaltez-
materiales duraderos y su tamaño, ubicación,
can la forma, espacios abiertos, elementos que
forma y color potencien su efecto de atraer la
unan e integren las partes del conjunto. Para
atención hacia determinados lugares (Ídem.).
evaluar estos aspectos debemos poner aten-
Los constructores de monumentos evocan lo
ción a aquellos relacionados con las dimensio-
sobrenatural al construir estructuras que van
nes, la durabilidad, la variedad de construccio-
más allá de lo ordinario (Ídem.). La estrategia
nes y la energía consumida en su construcción
de origen mesoamericano de transformar las
(Ídem.). Las semejanzas tendrán que ser clara-
cimas de los cerros que dominan el paisaje cir-
mente visibles en la arquitectura de paisaje y
cundante en sitios ceremoniales sagrados de
resonar simbólicamente junto con los otros ele-
carácter monumental se desplegó en los cerros
mentos de un medio ambiente construido artifi-
de trincheras de Sonora con esos probables
cialmente (Ídem.).
significados y funciones.
Volvemos ahora a los casos particulares de
Para que las características de los sitios me-
Sonora para contrastar estas perspectivas
soamericanos construidos en las cimas de los
heurísticas con la configuración de las estruc-
cerros sean comparables con los cerros de
turas locales. A partir de su recorrido de super-
trincheras de Sonora, Nelson propone ciertos
ficie, Suzanne K. Fish y Paul R. Fish (2007)
parámetros. Destaca, primero, que la continui-
encontraron un conjunto de sitios en la cuenca
dad en los cerros terraceados no se da sobre
del Magdalena, con vestigios de ocupación en
la costa del Pacífico, que fue una ruta suma-
los cerros, a una distancia máxima del Cerro
mente importante de intercambio cultural entre
de Trincheras de 10 Km. y mínima de 0.75,
los grupos del Occidente, Noroeste y Suroeste,
conjunto que llamaron heartland o núcleo trin-
sino en el interior de México, a partir de la tra-
cheras, para el cual definieron dos periodos de
dición Malpaso-Chalchihuites de Durango, Za-
ocupación: Cerámico Temprano y Fase El Ce-
catecas y noreste de Jalisco, y los sitios de ca-
rro. La primera corresponde a la fase de las
racterísticas semejantes, ubicados en el sur de
cerámicas diagnósticas del Complejo Trinche-
Zacatecas, Jalisco y Guanajuato (2007:232).
ras (200-1300 d.C.), con un primer tipo de lisa
En segundo lugar, propone que el parámetro
en el cerámico temprano inicial y, posterior46
mente, nuevos tipos lisos y las cerámicas de-
estén relacionados conceptualmente con los
coradas correspondientes: Trincheras Púrpura
elementos especiales que se ubican en un
sobre Rojo y Trincheras Púrpura sobre Café.
área formal en la cima del Cerro de Trinche-
La fase El Cerro (1300-1450 d.C.) corresponde
ras” (Ibid.:151[cursivas en el original]).
a la ocupación principal del Cerro de Trinche-
Concluyo, así, que debe de haber existido un
ras, durante la cual, prácticamente desapare-
simbolismo mítico-ritual atribuido a las estruc-
cen las cerámicas decoradas diagnósticas.
turas en las cimas, compartido tanto por es-
Los tipos de elementos arquitectónicos más
tructuras como El Caracol, ubicado en la cima
destacados y extendidos en los cerros secun-
del Cerro Trincheras, como por las estructuras
darios, asociados al Cerro de Trincheras, al
de muros (corrales y círculos de piedra) que se
que los autores atribuyen una función ritual,
ubican en las cimas de los cerros que rodean
fueron los llamados corrales y círculos de pie-
al Cerro Trincheras. Habría, así, una homolog-
dra, que aparecen en las cimas de éstos. Los
ía funcional, de simbolismo de la forma y del
corrales se encuentran siempre en la cima del
paisaje para todas las estructuras de muros
cerro, tienen formas predominantemente elip-
construidas sobre las cimas de los cerros de
soidales y circulares, aunque los hay también
trincheras de la cuenca del río Magdalena. La
de forma cuadrangular, tienen una estructura
coincidencia se daría tanto en su ubicación en
de muro de piedras sobrepuestas, sin mortero,
las cimas, como en sus formas predominantes:
su altura varía, de cerro a cerro, entre los 40 y
a) circulares o elipsoidales concéntricas, en los
150 cm., y su diámetro varía entre los 13 y los
cerros periféricos y b) en espiral, semejante al
24 m (Ibid.:150-151) (Fig.2). Coincido con los
caracol, en el caso del Cerro de Trincheras,
autores cuando afirman que les parece signifi-
cuya estructura de muros, observada desde
cativo que en el valle del río Magdalena, en los
una vista aérea, imita el corte transversal de
cerros de trincheras, los corrales y los círculos
una concha de caracol marino.
de piedra sean “el elemento arquitectónico más
Por mi parte, propongo que esas estructuras
común y, a la vez, el más persistente que se
cobrarían sentido en relación con los concep-
construyó en todas las épocas en las cimas de
tos cosmológicos y calendáricos, anteriormen-
los cerros” (Ibid.152). “Las semejanzas tanto
te explicados, principalmente, las observacio-
en forma como en ubicación podían ser indica-
nes astronómicas y su relación con el calenda-
tivas de que los corrales y los círculos de pie-
rio, la agricultura y la importancia concedida a
dra en los cerros de trincheras secundarios,
los cerros y sus agentes mágico-religiosos en 47
el ciclo del agua, como propiciadores de la llu-
occidente y noroeste de México, así como del
via y la abundancia. No es necesario subrayar
suroeste de los Estados Unidos, existen pro-
la importancia del agua en estos sitios áridos,
fundas semejanzas de forma y significado en
de escasas precipitaciones pluviales, sobre to-
las ceremonias de petición de lluvias que pre-
do para culturas con una fuerte impronta agrí-
ceden y acompañan a la siembra del maíz,
cola. De ahí, el tipo de ritual al que podían
compartiendo importantes elementos: el tipo
haber estado asociados serían los rituales del
de ofrendas, entre las que destacan los basto-
ciclo agrícola, en particular, con la fiesta de pe-
nes de rezo con plumas, las referencias a los
tición de lluvias, realizada en la fecha del solsti-
rumbos del universo y a los mitos de origen, la
cio de verano. Entre los tohono o‟odham, por
importancia de los cerros y montañas para el
ejemplo, se lleva a cabo entre el 22 y el 24 de
ritual, la participación de especialistas rituales
junio, fecha inmediatamente anterior al inicio
que propician la lluvia y las danzas comunita-
de las lluvias en la región, con una cacería ri-
rias propiciadoras. Así, por ejemplo, entre los
tual del venado (Galinier, 1997; Paz Fraire,
grupos o‟odham y los grupos pueblo, Parsons
2010).
ha descrito extensas y muy importantes seme-
De ser válidas las analogías etnográficas, la
janzas en los procedimientos rituales entre las
fecha de la fiesta de petición de lluvias haría
que destacan el tipos de especialista ritual y
pertinente la función de la estructura de muro
sus nombres (sivanyi y shiwanni, respectiva-
en forma de “V”, en la cima del Cerro Trinche-
mente), el tipo de objetos utilizados en el ritual,
ras, que marca el punto de observación de la
las orientaciones hacia los cuatro rumbos, du-
salida del sol en el solsticio de verano y permi-
rante el ritual, la importancia de los lugares ele-
te fijar con anticipación la fecha para realizar la
vados para la ceremonia y los tipos de danzas
ceremonia. De manera semejante, la fiesta ce-
realizadas (Parsons, Op.cit.:998).
lebrada en el solsticio de invierno por los distin-
Como hemos podido ver, el contraste de los
tos grupos o‟odham, en la cual se relatan los
datos arqueológicos con lo registrado por la
mitos de origen y se dan gracias por los bienes
etnografía y la etnohistoria nos permite propo-
recibidos, haría pertinente la función del muro
ner escenarios hipotéticos que contribuyen a la
en forma de “V” que marca el punto de obser-
comprensión de los posibles significados atri-
vación de la salida del sol en el solsticio de in-
buidos las estructuras culturales del Complejo
vierno.
Trincheras. Desde el punto de vista de los
Entre los grupos lingüísticos yuto-aztecas del
parámetros definidos anteriormente para pro48
poner una comparación sistemática entre los
ras y anillos es una característica bien definida
rasgos culturales de los cerros de trincheras y
de la Tradición Trincheras. Más aún, algunas
las construcciones mesoamericanas sobre los
de las estructuras de muros en las cimas tie-
cerros presentaremos un análisis de conjunto y
nen una forma casi idéntica a los anillos
de los rasgos significativos, uno por uno.
hechos con la concha de la especie Conus por
Vistas las construcciones desde esta perspecti-
los artesanos de la tradición Trincheras. Es el
va, la forma espiral, semejante al corte trans-
caso de la estructura registrada con la clave
versal de un caracol marino que tienen tanto El
SON:F:2:50 que se encuentra en las montañas
Caracol como las otras estructuras de muros
de Santa Teresa, en la cuenca de Altar
situadas en las cimas de los cerros de trinche-
(McGuire y Villalpando, 1993:144-146).
ras cobraría un particular relieve de sentido,
Para los o‟odham, la peregrinación al mar o
dada la importancia simbólica que el mar ha-
peregrinación de la sal, siguiendo la ruta flu-
bría jugado en relación con el ciclo del agua y
vial, hasta llegar al Golfo de California, era un
de los rituales de petición de lluvias y abundan-
evento ritual de primordial importancia religiosa
cia. El probable acceso restringido al espacio
y estaba asociado directamente con la petición
de La Plaza del Caracol se explicaría como un
de lluvias y abundancia. Los akimel o‟odham
privilegio y una obligación de la élite de propi-
consideraban a la sal un objeto sagrado y la
ciar las lluvias y la abundancia, por medio de
forma que la peregrinación adoptaba estaba
rituales realizados en ese lugar, asegurando la
sancionada ritualmente, de manera semejante,
supervivencia de la comunidad. El fracaso de
rigurosas prescripciones rituales acompañaban
la élite en propiciar la lluvia y una cosecha
a la peregrinación de la sal de los tohono
abundante, debido a una sequía prolongada,
o‟odham (Russell,1980:94; Underhill, 1948:8).
minaría su autoridad moral y sería la causa de
No está de más recordar que en todos los ce-
malestar social y conflicto.
rros
De esta forma, todo un conjunto de prácticas
(Magdalena-Altar-Asunción-Concepción)
culturales, vinculadas con el simbolismo del
han encontrado restos de ornamentos de con-
mar y de las conchas, que serían propias tanto
cha, constatando que su fabricación constituía
de la Tradición Trincheras como de los
una actividad sumamente importante. Se han
o‟odham, adquieren un sentido más preciso.
definido rutas de obtención de las conchas y
Recordemos que la producción en gran escala
de intercambio, tanto de la materia prima, co-
de ornamentos de concha: pendientes, pulse-
mo de los ornamentos elaborados (Villalpando, 49
de
trincheras
de
la
región
fluvial se
2001). A su valor económico y ornamental
su material y su forma, (concha espiral), imita-
podríamos agregar un importante valor simbóli-
da por la estructura dentro de la cual se halla-
co y ritual. De manera acertada, Bridget Zavala
ron; c) la ubicación de la estructura en el lado
insiste en la importancia simbólica de las con-
oeste del cerro, orientado hacia el mar (Golfo
chas de caracol:
de California); d) la semejanza con las prácti-
La forma espiral de El Caracol es un ele-
cas nahuas de ofrecer conchas y restos de ani-
mento recurrente en los cerros de trinche-
males marinos a Tláloc, descritas anteriormen-
ras. En el Cerro Trincheras, por ejemplo,
te; propongo la hipótesis de que los objetos de
una estructura denominada El Caracolito,
concha y restos de cerámica decorada, halla-
tiene la misma forma. Como su nombre lo
dos en el sitio pudieron haber sido ofrendas
indica, la estructura es de menor tamaño
rituales asociadas a la petición de lluvias.
que El Caracol. El Caracolito, situado en
En relación con los petrograbados de forma
la ladera baja del lado oeste del cerro,
espiral que se encuentran en el área del Cara-
produjo [a partir de la excavación] 510
colito, referidos por Zavala, podemos recordar
campanillas de concha (un cuarto de to-
que Mountjoy asocia el complejo de grabados
dos los objetos de concha hallados) cuyo
rupestres de Nayarit que tienen forma espiral
corte transversal semeja la estructura de
con
muros donde fueron recuperados […]. La
(1974:25). Mountjoy constató que en numero-
joyería de concha del sitio incluye, fre-
sos casos, los grabados rupestres se sitúan “a
cuentemente, elementos de forma espiral,
lo largo de los bancos de los ríos o arroyos, en
asimismo, petroglifos de forma espiral se
los arroyos o en la playa” (1974:25). Los petro-
encuentran en el área. En los dos casos,
grabados se asocian también “con los monu-
los
mentos construidos por la mano del hombre
motivos
espirales
y de círculos
el
agua
tienen
y
un
con
sitios
significado
ceremoniales
concéntricos parecen representar los ce-
que
ceremoni-
rros de trincheras o los sitios habitados
al” (Ibid.:26). Acerca del significado de las espi-
[…] reforzando la importancia del motivo
rales, señala que en San Blas y sus alrededo-
del caracol (Zavala, 2006:142 [traducción
res se les denomina, de manera persistente:
nuestra; cursivas en el original]).
caracoles, a lo que agrega que uno de los gra-
En función de las siguientes razones: a) la can-
bados del sitio 37 de San Blas parece repre-
tidad de objetos hallados (510), que deja ver
sentar el caracol con su concha (Ibid.:27). Re-
que se trataba de una práctica sistemática; b)
fiere también las observaciones de Lumholtz 50
obre el arte de los huicholes, donde la espiral
Es evidente que lo más deseable para los gru-
representa un remolino en el agua o se le aso-
pos que han habitado el desierto de Sonora es
cia con ofrendas para la petición de lluvias;
la lluvia suficiente que da vida a las plantas y
concluye que las asociaciones significativas
animales, de los que depende su existencia.
que unen todas esas representaciones son la
Cuando la agricultura se convierte en la activi-
lluvia y las nubes, el maíz y las serpientes
dad económica primordial, la dependencia de
(algunas emplumadas), junto con el corazón y
la pluviosidad se vuelve más apremiante. Des-
El Abuelo Fuego (Ibid.:27-28). Mountjoy y
de esta perspectiva, la interpretación del sim-
Schaafsma (2010) sostienen la hipótesis de
bolismo de las estructuras de muros en las ci-
que ese complejo simbólico de petrograbados
mas de los cerros de trincheras debe situarse
en forma espiral se difundió por la costa del
en un campo semántico amplio que incluya al
Pacífico hasta Sinaloa y, luego, de ahí a Sono-
prolífico arte rupestre, entendiendo a todo el
ra y Arizona, apareciendo tanto en el arte ru-
conjunto de sus manifestaciones culturales co-
pestre del Complejo Trincheras como de la
mo un complejo más vasto, dentro del cual ca-
Tradición Hohokam.
da elemento jugaría un importante papel en la
Si bien no afirmo que necesariamente exista
simbología religiosa. De tal forma, el simbolis-
un significado único de la espiral y la concha, a
mo atribuido a las estructuras ceremoniales del
nivel de las tradiciones indígenas yuto-aztecas
Cerro de Trincheras, como las correspondien-
del noroeste de México, existe una alta proba-
tes a los cerros secundarios cercanos, comple-
bilidad de elementos simbólicos compartidos
tarían su significado al contrastarse con el aná-
entre los diferentes grupos que por siglos man-
lisis de los grabados rupestres.
tuvieron comunicación e intercambios culturales de todo tipo. Desde mi punto de vista, la
Conclusiones
concha marina simbolizaría, en primer término,
Debemos recapitular aquí sobre el conjunto de
al mar, y estaría vinculada, primordialmente, a
las evidencias presentadas hasta ahora en
las divinidades o espíritus marinos, a la rela-
nuestra argumentación para poder enunciar
ción del mar con el agua y la fecundidad, en
una serie articulada de conclusiones que se
todas sus manifestaciones, particularmente en
desprenden de esos argumentos presentados.
su forma de lluvia, de la cual las divinidades y
En primer lugar señalo que existe suficiente
espíritus marinos serían importantes agentes
evidencia para sostener que prácticas seme-
propiciadores.
jantes de observación astronómica, -con dife51
rencias específicas- existieron tanto en Meso-
ricos consultados, así como de la arqueología
américa como en el Noroeste/Suroeste, y
de paisaje y el análisis comparativo de los pai-
están presentes en la región del noroeste de
sajes rituales entre los mexicas y los grupos
Sonora, en sitios pertenecientes a la Tradición
pueblo (Broda, 2004), resulta una bien definida
Trincheras. A partir de la observación de los
evidencia que apunta hacia una importante
siguientes fenómenos: a) características repeti-
asociación entre: a) el carácter sagrado de los
das sistemáticamente de estructuras de muros
cerros y lugares elevados; b) su relación con
con formas geométricas en las cimas de los
las observaciones astronómicas, la creación de
cerros que dominan el horizonte y componen
calendarios solares y lunares; c) la predicción
un patrón regional claramente definido; b) la
de los fenómenos meteorológicos; d) las activi-
presencia de estructuras con la función especí-
dades productivas, principalmente, la agricultu-
fica de observar los solsticios, como las referi-
ra; e) un ciclo ritual vinculado directamente con
das en la cima del Cerro de Trincheras y de un
ella y orientado principalmente a la obtención
dispositivo orientado hacia el horizonte del este
de lluvia y una abundante cosecha; y f) ele-
y, en la Proveedora, una estructura de muros
mentos
en la cima norte con visibilidad hacia los hori-
(esquema tripartito del cosmos: Cielo-Tierra-
zontes este y oeste; c) la presencia de graba-
Inframundo y su relación con el ciclo del agua)
dos rupestres con probables representaciones
en los que se observan importantes semejan-
del Sol, la Luna y Venus; d) las representacio-
zas
nes del quincunce (esquema del cosmos) en el
Suroeste.
arte rupestre de toda la región fluvial de los
Después de un análisis pormenorizado de los
ríos Magdalena-Altar-Asunción-Concepción; e)
elementos que encontramos en el Cerro de
las prácticas de observación astronómica, re-
Trincheras podemos, entonces, visualizarlo co-
gistradas entre los grupos indígenas del perio-
mo Monte Sagrado: su aspecto monumental
do histórico (o‟odham y pueblo); a partir de to-
acentuado por las terrazas curvas que ascien-
da esta evidencia sostengo que es muy proba-
den en forma concéntrica hacia la cima, donde
ble que tales prácticas de observación astronó-
se sitúa El Caracol, en un gran espacio ritual
mica tuvieran lugar entre los grupos de la Tra-
abierto, con visibilidad hacia todas partes, en el
dición Trincheras.
límite o umbral entre el Cielo y la Tierra; espa-
En segundo lugar, tanto de los testimonios et-
cio que tiene su contraparte en la plaza ritual
nográficos como de los documentos etnohistó-
de La Cancha, situada en la base del cerro que 52
sustantivos
entre
de
Mesoamérica
la
y
cosmovisión
el
Noroeste/
se hunde en la tierra, uniendo las tres dimen-
son podemos concluir que “en estas regiones
siones
Cielo-Tierra-
norteñas, las ideologías dependían fuertemen-
Inframundo. La abertura hacia el Inframundo
te de los vínculos establecidos entre el poder,
se manifiesta a través de la laguna que en
la cosmología, el tiempo, la distancia y el lu-
tiempos antiguos se formaba en su base
gar” (Ibid.:246).
del
espacio
vertical:
(Villalpando y McGuire, 2004:229 y 2009:51). En referencia a las semejanzas y diferencias
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41-I, Pp. 69-116.
sitios mesoamericanos, PERO la diferencian
2011a Símbolos de la lluvia y la abundancia en
de éstos, pues el trabajo de modificación cultu-
el arte rupestre del Desierto de Sonora,
ral de los cerros (placecrafting) es menos ela-
Tesis doctoral en Estudios Arqueológicos,
borado, evidentemente, las pirámides están
ENAH-INAH.
ausentes, lo que Nelson interpreta como ras-
2011b Cosmovisión y cultura, Tradiciones míti-
gos que atestiguan una menor diferenciación
cas de los O’odham: su relación con
jerárquica interna (2007:243-244), sin embar-
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61
NOTAS PARA EL ESTUDIO DEL SUSTO EN LOS NAHUAS PREHISPÁNICOS Y CONTEMPORÁNEOS María del Carmen Macuil García1
A
menudo se piensa que las historias sobre tiempos lejanos y frecuentemente sin fechas precisas, o aquellas sobre seres que sólo en las horas nocturnas aparecen, constituyen el grueso de la tradición oral de los pueblos, pero no es así. Revisemos otras formas de la
expresión verbal, en particular, la correspondiente a “las palabras” utilizadas desde siempre por los especialistas del conocimiento médico. En la mayoría de las prácticas terapéuticas, los especialistas contemplan el uso de conjuros, oraciones y rezos2, y se puede decir que “… en todos ellos se revela la pretensión de obligar a la naturaleza, mediante la recitación o el canto de una expresión verbal determinada, al cumplimiento de lo que de ella se desea…” (Laín, 2005:31). Tanto los especialistas como los pacientes consideran que las palabras tienen además la cualidad de transformar la naturaleza (Romero, 2006:272). El uso de “la palabra”, en estos contextos como en otros géneros, obliga a observar detenidamente el complejo verbal.
Perder el tonalli, padecer susto Hay diversos señalamientos sobre la forma en particular de concebir el cuerpo humano, la enfermedad y la salud en los pueblos de tradición indígena en México, y aunque los investigadores hablan de prácticamente todas las regiones del país, según se puede observar en la Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana (Argueta Villamar, 1994), el caso de los pueblos nahuas ha sido ampliamente abordado. Los planteamientos de los estudiosos comienzan de hecho, desde los comienzos del siglo XVI a través del estudio de las fuentes y se remontan hasta las antiguas representaciones iconográficas al inicio de las primeras poblaciones tanto en la costa del Golfo (Olmecas) como en el centro de México (Tlatilco y Cuicuilo). 1.Etnóloga de formación, sus investigaciones versan sobre los sistemas médicos tradicionales y la oralidad principalmente. Es Maestra en Estudios Mesoamericanos por la UNAM, actualmente continua sus estudios en el mismo programa de Doctorado. El presente artículo incluye reflexiones presentadas originalmente en su tesis de maestría. 2. En general se reconoce que los “curanderos” utilizan oraciones y otras plegarias, asimismo como parte de la especialización y en ocasiones, como características particulares de algunos terapeutas, la enunciación del rezo define su práctica médica; véase Diccionario Enciclopédico de la Medicina Tradicional Mexicana (1994, I:303). El valor terapéutico atribuido a las palabras ha estado presente “Desde esos remotos orígenes de la cultura griega hasta los últimos años de su periodo helenístico […]” (Láin, 2005:28), y es posible, siguiendo a este autor, que el empleo de las oraciones y conjuros con fines curativos haya aparecido desde las primeras fórmulas verbales recitadas ante el desvalido en las “culturas primitivas” del Paleolítico. 62
Entre las muchas características de las con-
largo del periodo colonial y hasta nuestros
cepciones nahuas del cuerpo, destacan las lla-
días, que hay una estrecha relación entre lo
madas entidades anímicas conformadoras de
que ahora los pueblos llaman “sombra”, aun-
los seres humanos. En 1967(a) y 1980, López
que el uso de la palabra “alma” también es re-
Austin señaló, además de otros importantísi-
currente, y el tonalli de las fuentes nahuas. Se
mos aspectos, estas entidades, detalló sus
reconoce la capacidad de la “sombra” o “alma”
nombres y las connotaciones a ellas asocia-
de salir del cuerpo sin que sobrevenga la
das. La entidad tonalli, tiene varias acepciones,
muerte. Etnográficamente, en general se dice
las
“alma”,
que cuando una persona ha perdido parte de
“espíritu” (López Austin, 1980), “hado” (Ruiz de
su ser, padece de “susto”, pues su “espíritu o
Alarcón, 1982) y recientemente se equiparó a
sombra” salió del cuerpo de una manera acci-
“sombra” (Aguirre, 1992). Por ahora no ahon-
dentada; aunque se han registrado otras cau-
daremos en las discusiones sobre la traducción
sas para el abandono de la entidad, los sobre-
del término, para fines de este breve trabajo,
saltos ante un repentino susto, son los más re-
nos limitaremos a señalar sólo una de las fa-
feridos. Entre las definiciones que nos da la
cultades que los investigadores han señalado.
Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana
Se decía que debido a diversas circunstancias
dice: “Enfermedad originada por una fuerte y
el tonalli, el cual residía principalmente en la
repentina impresión derivada del encuentro
cabeza, podía salir del cuerpo y según las cau-
con animales peligrosos, objetos inanimados y
sas devenían en perjuicio de la persona, entre
entidades sobrenaturales, así como por sufrir
ellas la disminución de las fuerzas, la enferme-
una caída en la tierra o en el agua; y en gene-
dad o incluso la muerte (López Austin, 1967a:
ral, producto de cualquier episodio traumático
108 y 1980:243; Viesca, 1997:174). A nosotros
que amenace la integridad física y/o emocional
nos interesa señalar el tratamiento terapéutico
del individuo” (Instituto Nacional Indigenista,
de la segunda. Los titici o médicos y quizá so-
1994:775).
lamente los “Tetonalmacani, tetonaltiqui, teto-
Hace algunos años en un pequeño pueblo al
nalla/iqui” eran los encargados de “dar o asen-
norte del estado de Morelos, registramos el tra-
tar” (López, 1967b:108) el tonalli perdido, cuyo
tamiento terapéutico del “susto”. El caso fue
método principal era la oración.
atendido por una de las especialistas del pue-
Es bastante aceptado, considerando los cam-
blo y tuvimos ocasión de escuchar y registrar
bios que ha sufrido el concepto de tonalli a lo
la oración utilizada varias veces. Nuestro obje-
fuentes
la
traducen
como
63
tivo antes de proponer alguna interpretación de
Portilla, 1996: 12 y 13). Los pueblos en general
los contenidos del rezo, es aproximarnos al
poseían un lenguaje con diversas estrategias
texto u oración misma. A partir del supuesto
discursivas, imitativas o asociativas, recursos
continuo de la presencia de la entidad tonalli,
miméticos y etimológicos de su lengua, para
ahora llamada “sombra”, indagaremos en las
neutralizar un poco la distancia referencial que
formas verbales descritas para la lengua
crea el lenguaje, “configurando” el hecho referi-
náhuatl a inicios del siglo XVI, sumaremos
do dentro de la oralidad misma (Johansson,
otras herramientas para proponer una metodo-
2004:57). La palabra nahua en este caso, po-
logía, inicial si se quiere, para una primera eta-
seía un carácter performativo, conativo y per-
pa de estudio de las manifestaciones orales en
suasivo, la estructuración de su discurso pro-
la terapéutica actual de pueblos con tradición
vocaba la “con-moción”. Si bien el discurso de
indígena.
los nahuas solía ser altamente poético, cuando no era así, era enteramente retórico (Ibíd.:61). De las dos formas literarias que se han distin-
La lengua nahua en el inicio del periodo colonial. Algunas notas sobre el género de la palabra La lengua nahua sobrevivió a su encuentro con
guido en el México precolombino los cuicatl, “el canto” y tlahtolli, “palabra, palabras, discurso, relato”, es el “del habla”, con sus respectivas
el Viejo Mundo. A la llegada de los españoles,
producciones, que actualmente se reconoce en
este idioma se conjugaba en su expresión oral
distintas
y escrita con las variadas formas de represen-
formas
narrativas
(León-Portilla,
Op.cit.:289). Las investigaciones señalan una
tación. Se basaba en imágenes y signos glífi-
serie de subgéneros o variantes en la forma y
cos en los que se expresaba una palabra o
a veces contenido de los grandes géneros. En
pensamiento, ello se puede ver en documentos
nuestro caso, se ha llamado nahuallahtolli a las
como los códices y los monumentos con figu-
composiciones verbales utilizadas por los es-
ras y otras inscripciones3.
pecialistas del conocimiento médico en el
Los nahuas mantenían viva la tradición y el co-
México prehispánico. Como su nombre lo indi-
nocimiento a través de la oralidad (León-
ca, pertenecen al género de la palabra o tlahto-
3. Para profundizar sobre este aspecto de la lengua náhuatl en las fechas inmediatas a la conquista puede verse el trabajo de Charles Dibble, “Glifos fonéticos en el códice Florentino” de 1963, en el que reconoce algunos ejemplos del uso de glifos fonéticos, contrario a lo que le parece ser un desarrollo más evidente y numeroso en el Códice Mendocino y en el Códice Vergara.
lli, sin embargo, por sus características y contextos de enunciación, esta forma llega a aproximarse en algunos casos al canto. Las variadas formas de los diversos géneros y 64
subgéneros del tlahtolli, poseen unidades de
bien se insiste en la reiteración de sus carac-
expresión donde el tono narrativo implica un
terísticas o hechos relacionados. La subse-
desarrollo lineal, en tanto involucran la suce-
cuente aparición de predicados o de las esce-
sión de las palabras que se siguen, esto es,
nas no siempre implica la misma condición
una superposición de unidades y por ello de
consecutiva del tiempo narrado (León-Portilla,
significados (Ibíd.:290). Las unidades de expre-
Op.cit.:304-305; Ong, 2002:140-141), una pe-
sión-significación son cuadros o escenas, en
culiar característica en la que el tiempo parece
éstas, son importantes el uso de la imaginación
relevante siempre en consideración del espa-
y el recuerdo ya que permiten introducir varias
cio
secuencias y darle juego a las variables espa-
“acumulación divergente” también puede apa-
cio y tiempo. En algunos casos es posible iden-
recer para los complementos directos, indirec-
tificar escenas de transición, en las que se ob-
tos o circunstanciales.
tanto
implícito
como
explícito.
Tal
serva un cambio, al que le sigue otra secuencia de cuadros (Ibíd.:292).
La palabra que cura y el problema de su estudio en las fuentes Para el estudio de las oraciones utilizadas en
En el género de la palabra el difrasismo aparece con frecuencia, es un recurso usado para la “[…] expresión de un concepto mediante dos
los ámbitos terapéuticos, hay varias fuentes;
términos más o menos sinonímicos” (Garibay,
sin duda lo registrado por Ruiz de Alarcón y De
1975:35). También las frases paralelas son re-
la Serna (1953), son acervos obligados para los interesados en el tema. El primero, tiene
currentes, se trata de expresiones que cuentan
para nosotros particular interés. Hay en el tra-
el mismo hecho y hacen reiterativo el conteni-
tado sexto de la obra una oración o “conjuro”
do de la primera frase, se puede decir que
como lo llama el autor, para hacer que vuelva
complementan el pensamiento o idea que se
el tonalli, es decir, “el hado o estrella” (Ruiz de
quiere transmitir (Garibay, Op.cit.:36; 1987:18;
Alarcón; Op.cit., VI:197), según su traducción.
León-Portilla, Op.cit.:301).
Hay en cuanto a las características propias de
Relacionado con los paralelismos, hay otra es-
los nahuallahtolli señaladas en general en los
tructura común en la palabra. Se puede tener
trabajos de León-Portilla (Op.cit.), dos observa-
un sujeto seguido sucesivamente por varios
ciones que priorizar. Por un lado, son conoci-
predicados, una serie de frases paralelas que
dos los intereses evangelizadores que Ruiz de
detallan sobre el sujeto sin necesariamente
Alarcón perseguía; y segundo, el contexto si-
nombrarlo otra vez; no es que se le omita, más 65
tuacional de su registro. Lo anterior obliga a un
enfermo. Cuando una persona solicita la inter-
tratamiento
seguramente
vención de un curandero o especialista, éste
habrá omisiones por razones de índole religio-
debe determinar la causa y tipo de enferme-
so, y claro, suponemos que las oraciones no
dad, establecer si es posible alguna curación, y
se registraron en el momento justo de su uso,
en tal caso, elegir los métodos apropiados para
particularidad fundamental en el estudio de
proceder a la terapia. Cada especialista hará
cualquier género en la oralidad de los pueblos.
frente a la enfermedad según las condiciones
A pesar de ello, no se exime su valor, sabiendo
de su paciente y del mal mismo; las palabras,
lo anterior, López Austin (1967) hace atinada-
frases y oraciones siempre se incluirán en el
mente lo propio respecto a las características
tratamiento.
formales de este género y toma como texto de
Insertos en la oralidad, los rezos, están carac-
estudio lo registrado principalmente por Ruiz
terizados por el juego que se establece con los
de Alarcón.
sentidos, las emociones y la imaginación, así
Derivada de nuestra observación, el estudio de
que participa la vista, pero sobretodo del oído,
la oralidad en los contextos donde aún su uso
“[…] cuando oigo, percibo el sonido que provie-
es primordial, es nuestra propuesta de investi-
ne simultáneamente de todas direcciones: me
gación. Es decir, nuestro interés es la oración
hallo en el centro de mi mundo auditivo, el cual
que hoy se enuncia para el tratamiento del
me envuelve, ubicándome en una especie de
“susto”, pero al observar los complejos verba-
núcleo de sensación y existencia” es decir,
les desde una perspectiva etnográfica, pode-
“[…] con la acción humana en el centro
mos sugerir algunas peculiaridades en la orali-
[…]” (Ong, Op.cit.:76), entonces la enunciación
dad de los primeros siglos de la colonia y los
de las oraciones se vuelcan en una experien-
factores que posiblemente afectaron su regis-
cia siempre presente y evanescente; en cam-
tro. Veamos entonces las aportaciones de esta
bio cuando las palabras son escritas, permane-
perspectiva.
cen en una forma distinta en el tiempo pues
cuidadoso
pues
son ante todo visuales (Ibíd.:28). Cuando un texto a “[…] ser enunciado, actuado o bailado
La palabra que cura. El estudio de la oralidad desde la perspectiva etnográfica Hay un objetivo muy claro en la terapia: recuperar la salud. Para propiciarlo se deben crear, colocar y ordenar las condiciones para curar al
no puede ser leído ya que la percepción de los grafemas y la subsecuente lectura de palabras y frases alfabéticamente configuradas propician una abstracción indebida, exacerban la 66
trascendencia léxico-semántica de las palabras
cia, no solo porque sale de ella, sino porque la
y dejan en última instancia, la aprehensión del
persona situada en su propia existencia recu-
sentido del lector” (Johansson, 2007: 219). En
rre a sus propias maneras, durante cualquier
la oralidad la repetición es un recurso valorado,
expresión verbal (Ibíd.:71). Sin embargo, hay
en tanto que la redundancia mantiene tanto al
una correlación entre los sonidos, en tanto me-
orador como al que escucha en una constante
dida y ritmo, ciertas fórmulas fijas, secuencias
y cercana sintonía (Ong, Op.cit::46 y 47). La
de tales unidades que ayuda a la memoriza-
reiteración de frases o nombres tiene más bien
ción (Garibay, 1975:111; Chaveri, 2004:97 y
fines persuasivos y evocativos que recreativos
98), las oraciones serán semejantes porque se
o compresivos, tanto para el curandero como
crean y recrean en los límites forjados por la
para el paciente.
tradición.
Las oraciones son pronunciadas por personas,
A veces, parte de la terapia requiere que el pa-
la voz de cada una genera sus “palabras”, las
ciente recite un rezo por él mismo, entonces la
cuales le pertenecen, las expresa y les impri-
especialista dicta un fragmento de la oración
mirá su sello personal.
elegida. Cuando esto ocurre, es frecuente que
El especialista crea y dramatiza las reacciones
ella deba volver a repetir fragmentos anterio-
situacionales y las presenta con sus rasgos
res, como para recordar y poder seguir dictan-
(Johansson, Op.cit.:92). La especialistas de
do el rezo. Lo anterior es muy diferente de la
Morelos, comparte su profesión con otros fami-
enunciación fluida y sin interrupciones que se
liares, todos recibieron las enseñanzas de su
observa cuando se dice en medio del acto te-
suegro; y aunque dijo a cada uno “estas son
rapéutico. Esto se debe, a que la oración está
las oraciones que te tienes que aprender”, ca-
siempre ligada al momento en que se dice ya
da uno tiene una forma diferente y a la vez se-
que se halla en la atmósfera creada entre la
mejante de curar, porque “[…] todo sonido, y
curandera y su paciente. Es porque existe una
en especial la enunciación oral, originada en el
estrecha relación entre la enunciación y los
interior de los organismos vivos, es „dinámico‟
movimientos implícitos que la especialista usa
”(Ong, Op.cit.:39). La palabra es accionada por
en la curación, donde la acción corpórea es
el poder que representa la vida, por el “[…]
inevitable en la expresión verbal. Los movi-
aliento,
hablada
mientos y las palabras alcanzan cierta depen-
[…]” (Ibíd.:39, 78). “La palabra” establece una
dencia en la que unos y otras adquieren el ver-
estrecha relación con la persona que la enun-
dadero sentido para el que fueron creados.
que
anima
la
palabra
67
Situadas en la acción y relaciones humanas
y las de Alfredo López Austin (1967b).
específicas, la experiencia de la acción verbal
Ahora bien, llamamos aspectos formales a los
y las palabras son entonces acontecimientos,
rasgos que adoptan las palabras y sobre los
hechos (Ong, Op.cit.:38, 48 y 49), en eventos
que se construye la enunciación, son los me-
concretos como el momento de la oración, la
dios por los cuales se expresan los significa-
palabra es un mundo de acción que a la vez
dos de la palabra. Para Lupo, el primero de
produce acción: en este caso, propicia la ac-
ellos es la lengua indígena (Lupo, Op.cit.:93), a
ción curativa. Durante la enunciación de la ora-
pesar de lo cual, como se verá, es posible dis-
ción, se crea una situación compartida por el
tinguir en nuestro ejemplo gran parte de los
especialista y su paciente, un escenario parti-
siguientes rasgos. En otro trabajo hemos argu-
cular, provocando que se borre el contexto
mentado la pertinencia de considerar los seña-
existencial del paciente y el suyo mismo
lamientos para la lengua náhuatl, a pesar de
(Johansson, Op.cit.:93), entonces se da paso a
no ser la misma lengua usada por la especia-
la acción curativa del complejo verbal. En
lista de Morelos, por razones de espacio, remi-
aquel momento las manos que intervienen
timos al lector a dicho trabajo (Macuil, 2012).
mientras
están
En el rezo de la especialista nos fue posible
“encantadas” dentro del contexto curativo
identificar escenas o partes secuenciales que
(Ibíd.:70).
ilustran la evolución del mismo, es decir, la es-
se
enuncian
los
rezos
tructura del texto. Método comparativo: síntesis de propuestas
Componentes de carácter estructural
Hemos reunido en este método inicial, dos
1) Mención de figuras, objetos o entidades reli-
grandes perspectivas (Cuadro 1).
giosas o de la naturaleza.
1.- A partir de las reflexiones de la oralidad
2) Ubicación del espacio-tiempo.
desde un punto de vista etnográfico, retoma-
3) Causa del rezo, se menciona de forma indi-
mos el trabajo de Alain Ichon entre los totona-
recta.
cas de la sierra poblana (1990) y Alessandro
4) Petición o conjuración expresa de la espe-
Lupo entre los nahuas también en la sierra nor-
cialista, evocación de la ayuda de las figuras
te de Puebla (1995).
religiosas o de la naturaleza.
2.- En una perspectiva histórica, retomamos
5) La conjuración de los objetos o de las fuer-
las reflexiones de Miguel León-Portilla (Op.cit.)
zas que afectan al paciente. 68
69
Componentes de carácter formal
Yahveh, que hizo el cielo y la tierra (1, 7,
6) Uso de diversos apelativos.
9)
7) Palabras ceremoniosas, palabras complejas
Su pie de esta criatura no dará resbala-
sin uso en el habla común.
dero, ni se dormirá (4, 13).
8) Repetición de palabras, frases y de cuadros,
Yahveh será su guardador,
paralelismo sintáctico.
su sombra
9) Fluidez y ritmo en la enunciación y cambios
y su mano derecha (9, 12, 13).
en el tono de la voz, sonidos onomatopéyicos.
el sol no le fatigará de día
10) Uso de diminutivos en un sentido de respe-
ni la luna de noche
to y afecto.
Yahveh lo liberará de todo mal,
11) Expresiones complementarias para descri-
/le/ él guardará su alma
bir y reiterar una idea o concepto, es decir, di-
Desde ahora para siempre así será (1, 2,
frasismo.
4, 9, 13). C) Señor Padre Santísimo dame licencia
12) Un sujeto u objeto con varios atributos o predicados.
levantar la sombra /llamarle su espíritu/
13) Tiempo verbal en presente y futuro.
de esta criatura (1, 4, 7, 10).
Finalmente veamos ahora la oración, marca-
Espíritus apóstoles yo les llamo y les
mos con mayúsculas las posibles secuencias
suplico encarecidamente me ayuden a
al interior del rezo, y la numeración para los
levantar la sombra de esta criatura (1, 4,
componentes estructurales y rasgos formales
9, 13).
que identificamos:
D) [Sopla fuerte dos veces en la oreja del paciente y en la segunda dice]
A) En el nombre de mi creador, Señor,
Maaaríiiiiiiiiiiiiiiiaa [en este caso se refiere a una paciente, el nombre pronunciado muy largo, con un sonido lírico] (9) ¡Ven acá yo te llamo! (4, 9, 13) en nombre del padre del hijo y del espíritu santo, los santos espíritus apóstoles Señor San Pedro, Señor San Pablo,
Dios Padre, Todo poderoso (1, 6) [Doña Flavia pone la mano izquierda sobre la cabeza de la paciente, permaneciendo así durante toda la curación] (Figs.1 y 2). B) Alzaré mis ojos al cielo de donde vendrá
Señor San Juan bautista,
la sombra de esta criatura (2, 13) la
Señor Santiago Jacobo,
sombra viene de mi creador Yahveh, 70
Figs. 1 y 2. Doña Flavia “levantando sombra” a una paciente en Amatlán de Quetzalcóatl, Morelos. Foto María del Carmen Macuil García, Junio 2007.
71
San Miguel arcángel
Reflexiones finales
los espíritus reyes Gaspar y Melchor Bal-
Parece evidente además, que este ensayo co-
tasar .
rresponde a una primera etapa de estudio, los
¡Levanten esta criatura de espanto! (1, 4,
complejos verbales en zonas como la inicial-
9, 13).
mente referida, implica estudios más profundos
E) [Sopla fuerte dos veces en la oreja del
no solo de carácter etnográfico, sino también
paciente y en la segunda dice]
de corte etnolingüístico e histórico.
Maaaríiiiiiiiiiiiiiiiaa [en este caso se refiere a
Por ello, falta aplicar el método a la oración re-
una paciente mujer, el nombre pronunciado
gistrada por Ruiz de Alarcón (Op.cit.), aunque
muy largo, con un sonido lírico] (9).
hemos hecho un primer ejercicio, anotado en
¡Ven acá yo te llamo! (4, 9, 13).
el apéndice a este trabajo. Ahí mismo, una ver-
en nombre del padre del hijo y del espíritu
sión sin señalamiento alguno de la oración re-
santo,
gistrada al norte de Morelos.
los santos espíritus apóstoles
Un segundo ensayo sería comparar con otras
Señor San Pedro,
oraciones registradas en otros pueblos, apli-
Señor San Pablo,
cando el método propuesto y contrastando en-
Señor San Juan Bautista,
tonces los resultados, comenzar el estudio de
Señor Santiago Jacobo,
los contenidos. La indagación inclusive de los
San Miguel arcángel
rezos ya avanzado en periodo colonial podría
los espíritus reyes Gaspar Melchor y Bal-
abrir nuevas posibilidades de estudio.
tasar
Queda pues, la propuesta de acercar la mirada
¡Levanten esta criatura de espanto! (1, 4,
a las manifestaciones verbales no solo con la
8, 9, 13).
intención de profundizar en los contenidos de
F) [sopla una vez]
las mismas, sino con la posibilidad de estable-
Maaaríiiiiiiiiiiiiiiiaa [nombre pronunciado muy
cer un método de investigación incluyente de
largo, con un sonido lírico] (9).
las formas y estructuras que las caracterizan.
¡ven acá yo te llamo! ¡vuelve tu ser! (4, 8, 9, 13). /[sopla una vez]/ (9).
72
Apéndice a) Capitulo III, Tratado sexto.- Propuesta de orden y normalización de la oración registrada por Ruiz de Alarcón (Op.cit.). Tlacueleh, tla xihuallauh nonan chalchicueye, iztaccihuatl; yayauhqui tonalli, iztac tonalli, iztac tlaelpan, yocauliqui tlaelpan Ca ye nican oniquizaco cozauhqui tlamacazqui, iztac tlamacazqui; nehuatl onihualla nitlamacazqui, ninahualtecutli: ye onimitzchichiuh, onimitzyolliti. Nonan acitlalcueye (¿?), in oticchiuh, in oticmoyollitili, zan no tehuatl ica teehuan, ica timilacatzoa. Yayauhqui tonalli, atlihueican, atlipatlahuacan nimitzoncahua; nomatca nehua nitlamacazqui, ninahualteuctli. Tla xihualhuia, nonan chalchicueye; tla xihuia, tla xictemoti, tla xiquitati tlamacazqui tlauhtzin, tlauhcalco, onca: ac teotl, ac mahuiztli in ye quipolocayotia, in ye quiteuhyotia. Xoxoqui cocoliztli, Yayauhqui cocoliztli: zan can tiaz, zan can tipolihuiz: ticpalipacaz, ticyectiliz in tlamacazqui tlautzin.
73
Tla xihualhuia xoxoqui tonalli: yayauhqui tonalli: centepetl, cenmixtlahuatl tinemia: nican nimitztemoa, nican nimitzitlanl, tonallie. Tla xihualauh, chicnaupa tlatzotzonalli, chicnauhpa tlatemateloli; ma timopinauhti. Tla xihuallauh, nonan chalchicueye, ceatl ome acatl; cetochtli, ometochtli; cemazatl, omemazatl; cetepatl; ometecpatl; cequetzpalli; omequetzpallin. Nonan chalchicueye, tla chicaz? Xoconpopoan nomacehual; tla cana axicco, ayahualco, ma cana amolonca xoconcahuati tlallocatecutli. Onihualla in nixolotl, in nicapanilli: cuix tle ipan nitlamati? In tetl ihuinti, in quahuitl ihuinti in nican nenemi no tehuan, no nehua. Ac teotl, ac mahuiztli ye quipolonezqui teteo inconeuh, teteo inpiltzin. Nicanaco xoxoqui tonalli, iztac tonalli. Camach in oya? Camach in omotecato? can mach in chicnautopa, chicnauhtlanepaniuhcan
74
omotecato? Nicanaco, nitzatzilico: ticqualtiliz, ticyectiliz in yollotzin, tzontecomatl. (Ruiz de Alarcón, 1982:197-199).
con sonido lírico, cantado] ¡Ven acá yo te llamo! en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los santos espíritus apóstoles, señor San Pedro, señor San Pablo, señor San Juan bautista, señor Santiago Jacobo,
b) Oración “para poner sombra”.- Registro ori-
San Miguel arcángel, los espíritus reyes
ginal en trabajo de campo
Melchor Gaspar y Baltasar
En el nombre de mi creador, señor dios
levanten esta criatura de espanto
padre todo poderoso
[sopla]
Alzaré mis ojos al cielo de donde vendrá
María [nombre pronunciado muy largo,
la sombra de esta criatura
con sonido lírico, cantado]
La sombra viene de mi creador Yahveh
¡Ven acá yo te llamo! en nombre del Pa-
que hizo el cielo y la tierra
dre del Hijo y del Espíritu Santo,
Su pie de esta criatura no dará resbala-
los santos espíritus apóstoles, señor
dero,
San Pedro, señor San Pablo, señor San
Yahveh será su guardador su sombra y
Juan bautista, señor Santiago Jacobo,
su mano derecha
San Miguel arcángel, los espíritus reyes
el sol no le fatigará de día
Melchor Gaspar y Baltasar
ni la luna de noche
levanten esta criatura de espanto
Yaveh la liberará de todo mal, le guar-
[sopla]
dará su alma
María [nombre pronunciado muy largo,
Desde ahora para siempre así sea
con sonido lírico, cantado]
Señor padre santísimo dame licencia a
¡ven acá yo te llamo! ¡vuelve tu ser!
levantar la sombra de esta criatura
(Macuil, 2007 y 2012).
[Sopla fuerte dos veces y en la segunda] Espíritus apóstoles yo les llamo y les su-
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78
EVIDENCIA DE PINTURAS RUPESTRES EN LA CUEVA DE CHICOMEATL, EN ZACATAL GRANDE, VERACRUZ América Malbrán Porto1 y Enrique Méndez Torres2
E
l presente trabajo forma parte del Proyecto “Población, Salud y Cultura en el Valle de Orizaba”, coordinado por el Dr. Carlos Serrano, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Debido a la abundancia de cuevas y manifestaciones, relacionadas con ellas, en el área, así como la importancia que los espacios subterráneos de esta región han tenido, tanto para la época prehispánica como la actual, se tomó la decisión de crear un nuevo proyecto, derivado del anterior, que ha recibido el nombre de “El Uso de las cuevas en la región de las Altas Montañas, Veracruz”. El objetivo principal del presente proyecto tiene la meta de vincular el uso que los grupos humanos le han dado a estos sitios desde época prehispánica hasta la actualidad. A causa de la constante presencia de saqueadores locales y extranjeros en algunas de estas cuevas no se encuentran ya vestigios materiales cerámicos, sin embargo se ha apreciado una gran diversidad en cuanto a manifestaciones rupestres, algunas de las cuales, afortunadamente, no han sido vandalizadas. A través de la gráfica rupestre se ha podido observar que las cuevas han sido empleadas: a) como espacio de culto dedicado a ciertas deidades, b) para plasmar aspectos de la vida diaria, como el firmamento, c) del entorno biológico como la fauna y d) otros más relacionados con la cosmovisión y cosmogonía. En cuanto a los aspectos antropológicos se ha apreciado en la actualidad, en las áreas de ocupación nahua de la región, que este es el espacio exclusivo para dar las gracias a la Madre Tierra por las buenas siembras a través de los rituales del Xochitlalli, es éste también el lugar donde los curanderos se reúnen. La cueva que nos ocupa se localiza dentro del municipio de Zongolica, que a su vez se encuentra ubicado en la zona central y montañosa del Estado veracruzano, sobre las estribaciones de la Sie-
1. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México. 2. Centro INAH-Morelos, Proyecto Arqueológico Tlatoani. 79
rra Madre del Sur, considerada una de las más
así tenemos los ríos Altotolco, Moyoatempa, el
complejas y menos conocida del país (INEGI,
Santiago y Tonto, que es importante afluente
1988). A esta parte de sierra también se le co-
del Papaloapan; algunos se llegan a perder en
noce como Sierra de Zongolica. La cabecera
las profundidades de la tierra a través de sumi-
tiene una altitud promedio de 2000 msnm, limi-
deros o sótanos, espacios tan singulares en la
ta con los municipios de Tequila, Los Reyes,
región que en no pocas ocasiones los cami-
Coetzala, Mixtla, Texhuacan, Tenejapa, Tezo-
nantes han caído inesperadamente en ellos, ya
napa y al Sur y Suroeste con el estado de Pue-
que se encuentran cubiertos de maleza y a ve-
bla. Su clima es templado húmedo extremoso
ces no se puede apreciar su boca, lo que hace
con una temperatura media anual de 18°C
que sean propicios estos accidentes. Cuando
(Soto y García, 1989) (Fig.1).
esto ocurre es común que el sótano reciba el
La orografía de esta región no permite la for-
nombre de la persona que ha muerto en él, un
mación de grandes y caudalosos ríos, salvo en
caso claro de esto lo tenemos en el sótano To-
la época de lluvias cuando suben su nivel y
masa Quiahua, con 330 metros de profundi-
conforman el desagüe natural de la serranía;
dad.
Fig.1. Localización del municipio de Zongolica. Dibujo. América Malbrán Porto. 80
Antecedentes Arqueológicos
ron a hacer algunos recorridos de superficie y
Hasta hace unos años era muy escasa la infor-
trabajos de salvamento en los valles del río
mación histórica y arqueológica que existía pa-
Atoyac (Miranda Flores y Daneels, 1998),
ra la región, que abarca la sierra de Zongolica
Córdoba (Daneels y Miranda Flores, 1998) y
y sus faldas.
Orizaba, por parte de arqueólogos del INAH y
Fue quizás debido a lo abundante de barran-
la Universidad Veracruzana. Estas investiga-
cas, cuevas, grutas, sumideros y sótanos, que
ciones han permitido rastrear los momentos
se puede apreciar en el Mapa de Cuahutinchan
anteriores a la conquista española (Jiménez
N° 2, documento del siglo XVI (Fig.2), la repre-
Ovando, 1998).
sentación de la sierra de Zongolica como una
En relación al estudio de las cuevas, sólo se
serranía verde y alargada con un camino cen-
han reportado algunos trabajos que documen-
tral surcado por barrancos (Yoneda, 1992).
tan la realización de rituales religiosos por las
Desde el período prehispánico la región Córdo-
comunidades nahuas y mestizas de la actuali-
ba-Orizaba se ha considerado como un lugar
dad, así como algunos saqueos que reflejan la
de paso entre la costa del Golfo de México y el
importancia de los depósitos arqueológicos y la
Altiplano Central, por el cual circulaban mer-
acelerada destrucción de que están siendo ob-
cancías. Sólo en los últimos 10 años se han
jeto. La continuidad de los rituales religiosos en
realizado estudios sistemáticos que han revela-
la región desde tiempos prehispánicos hasta
do el carácter e identidad propios de esta área
nuestros días permite proponer algunos traba-
del centro de Veracruz (Lira, 2004).
jos de interpretación etnoarqueológica (Moran-
Durante el siglo XIX se efectuaron algunas ex-
te López, 1998).
pediciones científicas al centro de Veracruz, como la de Lucien Biart, quien recolectó varias
El Culto a las cuevas
colecciones de piezas cerámicas que actual-
A lo largo de la historia la importancia que tu-
mente se encuentran en el Museo del Hombre
vieron las cuevas para los pueblos mesoameri-
en Paris (Lehman, 2002) (Fig.3). A partir de los
canos ha sido diversa y por lo mismo tuvieron
primeros años del siglo XX se efectuaron visi-
gran variedad de significados y usos. Inicial-
tas de inspección por parte del Instituto Nacio-
mente debieron servir como refugio y sitio de
nal de Antropología e Historia, principalmente
habitación; posteriormente obtuvieron otras
en el valle de Maltrata (García Márquez, 1998).
connotaciones más relacionadas con la religión
Hasta entrados los años ochenta se comenza-
y por lo tanto se convirtieron en boca o vientre 81
Fig.2. Mapa de Cuauhtinchan N° 2 Se ha resaltado el área que correspondería a la Sierra de Zongolica. Tomado de Yoneda, 1992.
82
Fig.3. Algunas de las figurillas de la colección Biart que se encontraban en el Museo del Hombre, hoy en el musée du quai Branly Tomado del catálogo de piezas, http://www.quaibranly.fr/es/
83
de la tierra, entradas al Inframundo, morada de
lugar de origen, como ya se dijo; en muchas
los dioses del agua y los de la muerte. En no
ilustraciones prehispánicas se la ha represen-
pocos casos estos espacios se transformaron
tado como un espacio con fauces, que se con-
en lugares de culto que servían a ciertos ritua-
vierte en la boca del Monstruo Terrestre (Fig.
les y en los que se debían dejar las ofrendas a
4).
las deidades, por lo tanto las cuevas constitu-
Por otro lado, las cuevas eran y en algunos ca-
ían áreas sagradas del paisaje natural. Éstas
sos siguen siendo vistas como sitios misterio-
también sirvieron como un ámbito ideal para
sos en cuyo interior existe abundancia y la fer-
enterrar a los muertos.
tilidad puede ser propiciada. Es por esto que
Así, las cuevas eran un escenario apropiado
en el México antiguo, las ceremonias de peti-
para aquellas actividades religiosas que impli-
ción de agua para las cosechas se realizaban
caran una carga importante de significación
al interior de las cavernas ya que era en este
cosmológica. Son por excelencia, la entrada al
lugar donde habitaban los espíritus del agua.
Inframundo, es aquel espacio que conecta al
Hoy en día es común encontrarnos con rituales
ser humano con el vientre de la tierra, con el
de pedimento que se realizan al interior de las
Fig.4. Representación de un ritual en el interior de una cueva. Códice Selden f.11. Tomado de Caso, 1964. 84
cuevas en varias épocas del año a lo largo de
traídas durante la conquista. En primer lugar
toda la República Mexicana.
se encuentra el culto a las deidades de la llu-
Uno de estos rituales es el Xochitlalli, ceremo-
via, propio de las antiguas sociedades agríco-
nia que se celebra año con año en varias loca-
las, así como la veneración a la cueva con to-
lidades de la Sierra de Zongolica. Hoy en día
dos los mitos que esto implica. Del lado católi-
es posible encontrarnos con una serie de even-
co se pueden apreciar el crucifijo, imágenes
tos relacionados con los rituales y promovidos
impresas de vírgenes, Cristos o santos, rosa-
por los mismos municipios para atraer turismo,
rios y se pueden escuchar oraciones cristia-
con lo cual se empieza a desvirtuar poco a po-
nas. Finalmente observamos el catolicismo po-
co el ceremonial. Inclusive algunos rezanderos
pular resultado de esta mezcla, en el cual hay
están en contra de esta publicidad (Fig.5). Al
procesiones, la cruz, el altar verde que se sue-
parecer esta festividad está relacionada con
le poner en el interior de la cueva y flores, se
los ritos propiciatorios a través de los cuales se
prenden veladoras y quema incienso (Fig.6).
alcanzan el favor y los dones de la Naturaleza
Por lo general estas cuevas se encuentran en
para obtener buenas cosechas. El cultivo del
lugares un poco complicados, ya que se llega
maíz no sólo es indispensable para la subsis-
a ellas, bien subiendo uno de los cerros, o in-
tencia, sino también para crear y recrear las
ternándose en la sierra, sin embargo son cono-
concepciones ancestrales sobre cómo se ob-
cidas por todos los pobladores y no dejan de
tienen los frutos naturales, pues se conciben
ser accesibles, aunque el recorrido pueda ser
como surgidos de una negociación entre los
agotador, siendo esta complejidad “parte del
hombres y la Naturaleza, cuyos dueños son las
sacrificio” que hay que hacer, según algunos
deidades (Álvarez Santiago, 1991). El Xochitla-
visitantes, para tener buenas cosechas el si-
lli se realiza en varias cuevas de la región el
guiente año.
primer viernes de marzo, y en él se rinde culto
En este texto nos concentraremos en la cueva
a Nana “Tonantzin”, como llaman los nahuas
de Chicomapa, donde hasta hace unos pocos
del área a la diosa de la Tierra; en la ceremo-
años se elaboraba dicho ritual, sin embargo a
nia se agradece por las cosechas que se tuvie-
causa del fallecimiento de la esposa del dueño
ron durante el año y se pide que las siguientes
de los terrenos en que se encuentra, que era
sean abundantes y con buenas lluvias.
quien lo realizaba y quien conocía los rezos a
Esta fiesta es una fusión de creencias y tradi-
la Madre Tierra, ya no se efectúa la festividad
ciones autóctonas prehispánicas y católicas
aquí. 85
Fig.5. Publicidad invitando al Xochitlalli en la cueva de Los Tzimpiles, con todas las actividades programadas para el día de la ceremonia. Foto. América Malbrán Porto, 2010.
De manera similar a otros lugares de la locali-
ferimos utilizar esta denominación.
dad, en esta cueva cuando se realizaba el Xochitlalli también se colocaba una cruz ador-
La entrada
nada de flores blancas, se llevaban velas blan-
Esta cueva tiene en su interior pintura rupestre,
cas y se quemaba copal (Fig.7). Por lo general,
la primera evidencia la encontramos, muy a la
a este ritual asistía menos gente que a los que
mano, cerca de la entrada en la pared Este, y
se llevaban a cabo en otras cuevas de la re-
es la única que tiene pinturas.
gión, por lo que podríamos decir que era más
Se distinguen dos tipos de manifestaciones las
de tipo privado o doméstico que aquellos efec-
prehispánicas en tinta plana color roja y los
tuados en cuevas más grandes.
grafismos que pueden ser fechados desde
Debido a que existen pinturas rupestres en es-
hace apenas unos años hasta principios del
ta oquedad se ha continuado explorando y pla-
siglo XX (Fig.8). Éstas últimas están elabora-
ticando con sus dueños, en específico con la
das con lápiz, grafito o algún crayón negro y
hija, María Anastasio y su nieta Elvira Flores,
pintura de aceite roja. También se observan
quienes rectificaron que a pesar del nombre
pinturas de puntos y líneas, en tinta plana de
que comúnmente se le da en la región, su ver-
color rojo, que probablemente fueron realiza-
dadero nombre es Chicomeatl, por lo que pre-
das antes de la llegada de los españoles. Es86
Fig.6. Ritual de Xochitlalli en la cueva del Sol en Coetzala, Ver. Foto. Rafael Reyes Ojeda, 2006.
Fig.7. Ritual de Xochitlalli en la cueva de Chicomeatl. Foto. Rafael Reyes Ojeda, 2006.
87
tas pinturas, de posible manufactura prehispá-
de no se puede continuar caminando por haber
nica resultan difíciles de fechar, infiriendo la
un acantilado de quizás ocho metros de pro-
temporalidad debido al uso de un pigmento en
fundidad. Aquí se observan algunas pinturas
color rojo, de origen mineral y a los trazos y
de líneas o manchas en el mismo color rojo, en
ubicación de las mismas así como por la temá-
la pared Este y en el techo, sobre algunas con-
tica.
creciones calcáreas. Y un par de metros ade-
En la entrada destacan dos figuras antropo-
lante, en la pared Oeste, hay una figura antro-
morfas, una de las cuales presenta gran dina-
pomorfa en tinta plana del mismo color rojo
mismo en cuanto a su movimiento; varias líne-
(Fig.11).
as, algunos puntos, círculos y líneas cruzadas,
Este personaje da la impresión de que se des-
Uno de estos conjuntos de trazos semeja al
plaza sobre sus rodillas en dirección a la salida
rostro icónico de Tlaloc (Fig.9). Mientras que
de la cueva pero su rostro mira hacia las
otros grupos de líneas cruzadas han dado a
“profundidades” de la gruta. En su parte poste-
pensar en la posibilidad de representaciones
rior se encuentra una figura zoomorfa perfilada
de estrellas o constelaciones.
en color negro, este rasgo, junto con otros cer-
Al interior de la cueva, a 215 metros, aproxima-
canos, pudieran ser de manufactura posterior a
damente, se encuentran sobre la pared Oeste
la Colonia por el tipo de trazos. Más adelante
una serie de estalactitas con la forma de
del zoomorfo se aprecian dos líneas verticales
“banderas” la cual tiene una gran pintura en
y después una figura antropomorfa delineada
color rojo, de más de dos metros cuadrados,
en color negro con un trazo y estilo diferente.
pero debido al paso del tiempo ya no se nota ningún diseño, sólo están pintadas en algunas
Grafitis
de sus caras.
La mayoría de estos grafitis fueron hechos en
Más adelante, a cuarenta metros, se aprecian,
el siglo XX y tuvieron la intención de dejar el
en la misma pared Oeste, otros trazos con pig-
recuerdo de la visita a la cueva, por lo que en
mento rojo que fueron delineados, aprovechan-
su mayoría constituyen nombres, en general
do parte de las concreciones formadas en la
de hombres, y fechas, siendo la más antigua la
pared, para dar forma a una imagen de lagarto
dejada por Jaime R.H. en 1841 mientras que la
o serpiente (Fig.10).
más reciente es del diez de abril del 2004.
A casi trescientos metros de desarrollo de la
En la segunda galería también se observan
cueva se llega a una parte más angosta y don-
nombres y fechas de los visitantes, la más anti88
Fig.8. Grafitis y pinturas en una de las paredes de la cueva donde se distinguen figuras antropomorfas en tinta roja. Foto Enrique MĂŠndez Torres, 2009.
Fig.9. Grafitis elaborados el siglo pasado en negro. En rojo, de manera estilizada, los rasgos de un posible Tlaloc. Foto Enrique MĂŠndez Torres, 2009. 89
Fig.10. Representación de lagarto o serpiente en color rojo. Foto Enrique Méndez Torres, 2009.
Fig.11. Figura antropomorfa en el interior de la cueva Foto Enrique Méndez Torres, 2009. 90
gua de 1928, pero destaca de entre los grafitis
tar en el imaginario popular como espacios es-
uno en particular, dejado el 25 de mayo de
trechos, algunos pequeños cuerpos de agua,
1925 donde aparecen once nombres formando
fosos, galerías con murciélagos, complicados y
un abanico (Fig.12). En todo el trayecto no se
laberinticos caminos o inclusive, la presencia
vuelven a ver más grafitis sino hasta la parte
de algunos animales fantásticos moradores en
más “profunda”, junto con la pintura roja antro-
el interior. Este último aspecto se puede ver
pomorfa que ya se mencionó.
relacionado con la bella imagen de la cabeza
Por lo que hemos podido ver es evidente que
de un reptil trazada aprovechando el relieve de
esta cueva ha tenido una función ritual impor-
la pared de la cueva, misma que recibe de
tante desde la época prehispánica, quizás en
frente a quienes se aventuran al interior
buena medida debido a que es una de las po-
(Fig.10).
cas cavidades de la zona con un amplio desa-
Si bien no tenemos materiales arqueológicos
rrollo subterráneo donde la gente puede des-
cerámicos como tiestos, sahumadores o brase-
plazarse con cierta facilidad por su interior y
ros que nos referencien un uso ritual cabe
sortear algunos “peligros” que se llegan a con-
mencionar que en los procesos litúrgicos tam-
Fig.12. Grafiti dejado como recuerdo de la visita a la cueva el 25 de mayo de 1925 donde aparecen once nombres formando un abanico. Foto Enrique Méndez Torres, 2009.
91
bien se emplean materiales perecederos que
había sido hasta el 2006, por desgracia a raíz
difícilmente perduran en las condiciones am-
del fallecimiento de la rezandera de la cueva
bientales de esta cavidad, como se verá más
se ha relegado el espacio y se tiene la espe-
adelante. Y el simple hecho de los trazos ru-
ranza que en un futuro las deidades moradoras
pestres nos habla de una intención de carácter
de la cueva de Chicomeatl vuelvan a tener sus
sacro vinculado con la fertilidad de la tierra re-
rezos si es que la hija, María Anastasio Chon-
presentada por la cabeza de reptil, ya sea de
coa, o su nieta, Luz Elvira Flores Anastasio,
cocodrilo o de serpiente. Ambos animales
retoman el oficio (Fig.13).
hacen referencia a esta parte fría, acuática,
A pesar de que en años anteriores se realizaba
profunda, donde se guarda la riqueza y se ges-
aquí la ceremonia con todo el jubileo al que iba
tan los mantenimientos, quizás representado
unida, en la última visita que se hizo en el 2013
por la figura antropomorfa que sale triunfante
no se apreció evidencia de material alguno que
de la profundidad y voltea a ver dicho espacio
se relacionara con dicha actividad, como se
sagrado (Fig. 11).
encuentra en otras cavidades, donde quedan
Desconocemos en qué período de la historia
restos de sahumadores, depósitos de velas,
se pudieron haber trazado estas imágenes, sin
vasos de vidrio, botellas de vidrio o plástico de
embargo podríamos suponer que algunas de
algunas bebidas, todo esto como elementos
las representaciones, como las estilizaciones
más duraderos y ni se diga de la fruta, comida
de Tlaloc corresponderían al período Clásico,
o ensartes de flores que tienden a degradarse
por su contenido ideológico y el empleo del
más rápidamente. Tomando en cuenta que la
pigmento rojo especular.
última vez que se documentó aquí este ritual
El otro uso que se le da a la cueva en la actua-
fue en el 2006. El único objeto ritual que sub-
lidad tiene que ver con rituales tanto domésti-
siste de esta actividad es una muda cruz de
cos como públicos de los habitantes nahuas de
madera, que se mantiene en pie (Fig.14).
la sierra de la Zongolica, donde el sincretismo
Coincidencia o no, esta cueva ha tenido un uso
cristiano se ha mezclado con rituales prehispá-
ritual hacia las deidades de la fertilidad desde
nicos (Fig. 7). La congregación de la gente
la época prehispánica y así como podemos ver
hasta este punto tiene la finalidad de suplicar a
los rituales de Xochitlalli al interior de las cavi-
los moradores del interior del cerro por la bue-
dades de la región de la Zongolica es posible
na fortuna de las cosechas venideras, la salud
que hubiera sido muy similar el festejo en épo-
de la gente y/o del pueblo. Por lo menos así
ca prehispánica, con música, danzas, un diri92
Fig.13. Familia Anastacio: Doña María Anastasio Choncoa, Luz Elvira Flores Anastasio y don Epifanio Anastacio Margarito, de izquierda a derecha en el respectivo orden. Foto. Rafael Reyes Ojeda, 2006.
Fig.14. Cruz de madera, mudo testigo del ultimo ritual elaborado en el 2006, subsistiendo en el tiempo . Foto. Enrique Méndez Torres, 2013.
93
Fig.15. Planta general de la cueva Chicomeatl, mostrando los lugares donde se ubican las pinturas rupestres. Dibuj贸 Enrique M茅ndez Torres, 20009. 94
gente ritual, sus auxiliares y todo un sistema de
anexo cartográfico del estado de Vera
cargos regulando el acto con varios meses de
cruz. Instituto Nacional de Estadística,
anticipación como se hace en la actualidad.
Geografía e Informática, México.
Esperamos que en el caso de la Cueva de Chicomeatl, la tradición no se pierda y que se reto-
Jiménez Ovando, Roberto
men los rezos para seguir pidiendo por las
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96
Sesiones del Seminario
Miembros del Seminario
De izquierda a derecha: Mtra. Marina Anguiano, Arqlgo. Enrique Méndez Torres, Dra. María Elena Ruiz Gallut y Dr. Alejandro Villalobos
Lic. Bruno Daniel Díaz Pérez
97
Invitación a publicar
De igual manera los artículos podrán mandarse a la siguiente dirección electrónica:
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