La leyenda de la niña tormenta

Page 1

La leyenda de la niña-tormenta Dicen que Kanme llegó en una canasta de algas durante una tormenta. Dicen incluso que fue la tormenta misma la que depositó a la niña entre las rocas para ser encontrada por los pescadores al día siguiente. Ciertamente, era inusual hallar a una recién nacida dormitando en el mar la mañana después de un temporal. Los pescadores a duras penas pudieron llevarla a la aldea: en vez de estar alegre por no haber sido ahogada, parecía molesta por haber sido despertada. Ninguna mujer del pueblecito costero estaba dispuesta a cuidar de una niña cuyos puños eran tan fuertes como cocos al caer, y cuyo llanto era tan potente como un tambor ceremonial. Kanme fue pasando por los brazos de todas las madres del lugar, que se turnaban para cuidarla, hasta que, por votación unánime, se decidió que ya era lo suficientemente grande como para dejar la leche materna. Anta, la chamán del pueblo, fue asignada como su guardiana y mentora. Dicen que Kanme apenas bebía leche humana, que tomaba leche de coco y espuma de mar. Dicen que su cabello siempre fue largo y negro desde su “nacimiento”, apretado en rastas negras como el mismo carbón pero bellas como plumas de gaviota. Dicen que podía despertar a todo el pueblo cuando tenía hambre en las noches, y que mataba a las serpientes con sus manos regordetas cuando se metían en su cesta de mimbre. Los niños de la aldea amaban a Kanme. Era una excelente compañera de juegos: su equipo nunca perdía en coco-pie (daba unas patadas formidables), era la mejor cosechando mangos (lograba sacudir los árboles más pequeños), y siempre llegaba la primera en carreras junto a la playa. Cazar con ella siempre era bueno, pues su voz, fuerte como las olas del mar enojado, hacía huir a los animales directamente a las trampas de los cazadores. Pescar con ella era igualmente ventajoso: lanzaba las redes igual o más lejos que el hombre más robusto de la aldea, y podía sacar del mar a peces de su mismo tamaño y peso. Dicen que las cometas nunca estaban cortas de viento cuando Kanme supervisaba sus carreras, que las hacía elevarse con el aire de sus pulmones y las mantenía allí todo el tiempo que quería. Dicen que una vez pateó el coco con tanta fuerza que rasgó la red del equipo contrario, que corría como el viento, que más que matar a sus presas las dejaba sordas y muertas del susto. Dicen que una vez se cayó al mar turbulento, y aunque los pescadores la vieron ser arrastrada por una corriente, pero minutos después surgió montada en una serpiente marina, perfectamente a salvo y con un hermoso collar de nácar que desde ese día en adelante fue la envidia de todas las muchachas del pueblo. Con tantas habladurías soplando por todo el poblado, la gente terminó inventando que Kanme era la hija de la tormenta, que era hija del mar, que era hija del viento, que… bueno, que sus padres eran fuerzas de la naturaleza. Y Kanme estaba encantada, no hizo nada por disuadir esos rumores. A pesar de ser popular entre los niños de su edad, los mayores no veían a Kanme con buenos ojos, pues estaban celosos de su fuerza y su agilidad. En especial, había tres muchachos cinco años mayores que ella que estaban dispuestos a hacer lo que fuera con tal de que Kanme no tomara el liderazgo del pueblo. Estaban celosos que Kanme fuera aprendiz de Anta, la mujer más poderosa


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.