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PALABROTAS, NO! PONLE UN FRENO A SU EMISIoN: ¿ QUeÉ TENeÉIS QUE HACER PARA REDUCIRLAS Y ELIMINARLAS EN EL VOCABULARIO, en el lenguaje DE VUESTRO HIJO.
Mª Luisa Seco Villar
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INTRODUCCIÓN: Las primeras palabras de un bebé son algo maravilloso, fascinante, son música para los oídos de sus papás. Pero, un buen día, un pequeño de 4 años suelta sus primeras palabrotas. Ante su emisión, los padres no se quedan impasibles: algunos enrojecen, otros sonríen, otros se enfadan y muchos de ellos se sienten totalmente desconcertados, sorprendidos y disgustados. Y, surge la pregunta ¿de dónde sacó el niño esto? Entonces, empieza una investigación sobre las personas -niños y adultos- con las que se relaciona. Los papás deben saber que sus pequeños no son conscientes de lo que están diciendo, desconocen el significado real de tales expresiones malsonantes. Y, por supuesto, no tienen ningún ánimo de ofender. Su intención no es atribuirles el significado que entrañan esas palabras feas, inapropiadas, groseras, soeces u ofensivas.
¿CUÁNDO? ¿ES NORMAL SU APARICIÓN? Las primeras palabrotas en los peques suelen aparecer entre los 3 y 5 años, cuando van al cole de los mayores. Y, esos tacos forman parte del proceso evolutivo de los niños. La mayoría de ellos atraviesan “la fase de las palabrotas”, y su duración e intensidad varía en función de cada niño y de su entorno familiar. Es, por tanto, una etapa más por la que pasan. Es un proceso natural. Es normal que el niño diga, de vez en cuando, alguna palabrota a estas edades. Y, aunque esto no deba preocuparos, sí lo debéis vigilar, con el fin de que no se convierta en un hábito. Tenéis que ayudarle a superar esta etapa y enseñarle a expresarse de una forma adecuada y positiva.
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¿DÓNDE LAS APRENDE? Las aprende en la calle, en el patio del cole, a través de los medios de comunicación,… Las oye a sus compañeros de juego, incluso a algún adulto que las emita, estando él presente. Las puede escuchar en cualquier lado y, no necesariamente refleja que sus papás las digan de forma constante. En definitiva, en algunos momentos y lugares, está expuesto a tales expresiones y, enseguida, empieza a repetirlas, sobre todo, cuando tiene espectadores.
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¿POR QUÉ LAS EMITE? Motivos El pequeño percibe que cuando las pronuncia, los adultos le prestan una atención especial. Por lo tanto, constituyen una vía para llamar la atención de sus padres. Y, la atención que le dirigen, se explicita de distintas maneras: Tras la palabrota, sus papás llevan a cabo un interrogatorio exhaustivo: ¿quién te ha enseñado eso?, ¿qué has visto en la tele?, ¿con quién has jugado hoy?,… A la expresión malsonante y a la cara de sorpresa de los adultos, le sigue un “eso no se dice”. Y el niño aprende que, aunque no sabe qué significa la palabra en cuestión, ha sido capaz de suscitar la atención de su entorno y, por eso, es un arma muy útil. Cuando la pronuncia, sus padres u otros mayores le sonríen. Y esa risa es como un aplauso para él; induciéndole a pensar que está haciendo algo simpático y gracioso para las personas a las que quiere. Por consiguiente, vuelve a repetirlas. Al decirlas, sus papás se enfadan y enojan y eso también supone que es el centro de interés, que le hacen caso, aunque sea para regañarle. Pero, que le riñan es mejor que no ser tenido en cuenta. Repite palabras que escucha, pues los peques son como esponjas que lo absorben todo, tienen una capacidad de aprendizaje excepcional. Captan lo que escuchan y ven en su entorno y, luego tienden a reproducirlo. Por lo tanto, imitan lo que manifiestan verbalmente otros: adultos, compañeros de juego, hermanos, televisión,…. Y, sobre todo, las dicen porque alguien a quien valoran y admiran también las dice. Las pronuncia para expresar sentimientos negativos; porque es incapaz de encontrar las palabras justas y adecuadas, para transmitir el estado emocional o anímico que le envuelve. Por ejemplo, si un peque llama a su mamá “tonta”, no significa que piense que lo sea, sino que está tratando de manifestar que se siente mal por algo. Por consiguiente, en ocasiones, las utiliza para expresar su malestar: su enfado, tristeza, rabia, frustración o cualquier emoción que no sabe cómo explicar. En este caso, las palabras feas son una forma de expresión emocional; ya que el pequeño carece de otros recursos para comunicar esos sentimientos que le inundan. Son un buen vehículo de todo aquello, que no sabe bien cómo contar de otra manera. Los pequeños empiezan a sentirse mayores, comienzan a descubrir el mundo de los adultos y el olor de lo prohibido. Y, las dicen para demostrar que son grandes. Surgen cuando descubre y utiliza el poder del lenguaje: el poder que tienen algunas palabras un poco curiosas; el efecto que ocasionan en los que les rodean, sin tener la menor idea de lo que está diciendo. Percibe que esas palabras y cómo las pronuncia impresionan, sorprenden, llaman la atención de los suyos. Las emite para saltarse los límites, para degustar la transgresión, lo cual le divierte. Mª Luisa Seco Villar
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¿QUÉ HACER?: PAUTAS DE ACTUACIÓN PARA FRENAR SU EMISIÓN Actuar en esta situación no es tarea fácil. Ahora bien, sí existen pautas que pueden prevenir y evitar que se conviertan en un hábito, que formen parte de su vocabulario habitual. Algunas pautas que os pueden ayudar son las siguientes:
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Ser coherentes y predicar con el ejemplo: Si vosotros decís palabrotas, no os sorprendáis que vuestro hijo también las diga. Por eso, debéis controlar los términos que utilizáis y no pronunciar palabras que demuestran mala educación, al menos, delante de vuestros pequeños, porque para ellos sus papás son sus héroes y tienden a imitarlos. No olvidéis que la imitación es uno de los motores del aprendizaje infantil. Si os escucha decirlas, no os hará caso cuando le expliquéis que él no ha de decirlas. No os tomará en serio cuando le reprendáis por hacer lo mismo. Si os pilla diciendo alguna y ya no tenéis escapatoria, decirle que os arrepentís mucho de haberlo hecho y que en el futuro intentaréis controlaros. Así, vuestro hijo no os acusará con un “Tú también lo has dicho”. Y, además, aprenderá que sus papás no son infalibles y que todos nos podemos equivocar. Pero, lo importante es darse cuenta de ello e intentar no cometer los mismos errores en próximas ocasiones. De lo contrario, no entenderá que sus padres se desahoguen con tales expresiones malsonantes, mientras que para él estén prohibidas. En definitiva, si queréis que vuestro hijo hable adecuadamente, vosotros debéis hacer lo mismo. Si no queréis que diga palabrotas, no las digáis vosotros. Y, ser conscientes de que lo que no ha oído, no puede reproducirlo, ni imitarlo. Pues, el niño tiende a repetir todo lo que oye: en la tele, en el cole, en casa. Ser muy disciplinados con las palabras que emitáis, para luego no llevaros una cara de asombro, sorpresa, o enfado. Nuestro vocabulario es muy rico y seguro que podéis evitar y omitir esas palabras ordinarias. Es parte también de vuestra responsabilidad. Y, si tenéis hijos de más edad, aseguraos de que utilizan palabras adecuadas y no inapropiadas, pues a los pequeños les gusta imitar lo que hacen y dicen sus hermanos mayores. Ser un modelo para vuestro hijo y no utilicéis palabrotas cuando expreséis emociones negativas. Así, él no las utilizará.
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Ignorar tales expresiones, hacer como si no las habéis oído. Si el pequeño dice alguna mala palabra, no reaccionéis. Si las ignoráis, es probable que, en unos días, pierda interés por esos vocablos y, seguramente no los volverá a repetir; ya que al no obtener el efecto deseado, desistirá y dejará de decirlos. Mostrar la máxima indiferencia al escucharle decir un taco, sobre todo, si los utiliza para provocaros y lograr vuestra atención. Ignorar implica reaccionar con total normalidad y continuar la marcha de las actividades, sin hacerle caso, hasta que deje de hablar de esa manera. Supone también no enfadarse, ni reírse tras la escucha de tales emisiones malsonantes: No perdáis los nervios, no os enfadéis, ni le riñáis. Si ve que con las palabrotas os desesperáis e irritáis, volverá a utilizarlas; porque siente que con ellas puede llamar la atención de sus padres. Ponerse nervioso, gritar, enojarse no generará resultados positivos, no eliminará esas palabras malsonantes. Además, no entenderá por qué no puede decirlas, si le reñís, sin darle ninguna explicación. Tampoco le sonriáis cuando las pronuncia, aunque os resulte gracioso y cómico ver a vuestro peque decir palabrotas de grandes; pues le estáis invitando a que las repita. Por lo tanto, intentar conteneros y no mostrar ningún tipo de simpatía hacia ese comportamiento verbal. No olvidéis que vuestra risa será un refuerzo que le incitará a seguir emitiéndolas. En definitiva, no os riais de su mala educación; porque lo más probable es que sea maleducado de nuevo. No dramaticéis, no penséis que vuestro pequeño ha dicho algo terrible. Casi todos los niños pasan por la etapa de los tacos, antes o después. Por lo tanto, mantener la calma y no le deis demasiada importancia.
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Explicar, de manera sencilla y clara, que las palabrotas son inaceptables. Le explicaréis: Que a sus papás no les gusta oír esas palabras tan feas y desagradables. Que pueden lastimar o herir los sentimientos de los demás, porque no son respetuosas. Por consiguiente, a nadie le agrada escucharlas. Hacen daño, y conducen a que la gente se sienta incómoda. De ahí, que no constituyen una manera correcta de comunicarse. Vuestro hijo aún está aprendiendo a tener empatía y no siempre pensará en los otros. Aun así, debe saber que su conducta verbal les afecta. Que si se las dijeran a él, se sentiría mal y no le gustaría que le trataran así. Que si alguna vez se le escapa alguna, debe disculparse, porque decirlas ofende y molesta a los demás. Y, por supuesto, que él no debe usar ese tipo de lenguaje, aunque otros –compañeros de juegos, amigos del barrio, adultos próximos,…- lo utilicen.
Mostrarse firmes, estableciendo límites y consecuencias Cuando su lenguaje llegue a ser intolerable y genere situaciones embarazosas con los extraños, incluso después de que le hayáis avisado dos o tres veces, decirle, con un tono firme y decidido, que esas palabras molestas e irritantes debe dejar de pronunciarlas; y que hacer o decir algo desagradable y fastidioso para las personas que le rodean está terminantemente prohibido. Hacerle saber que esa norma – “no se pueden decir palabras feas y desagradables”- es de obligado cumplimiento y hay que respetarla. Debéis mostrar firmeza a la hora de desaprobar las palabrotas. Si pese a las explicaciones dadas, a las normas impuestas,… vuestro hijo continúa diciendo y repitiendo palabrotas, tenéis que establecer consecuencias; advirtiéndole de lo que ocurrirá si Mª Luisa Seco Villar
9 sigue insistiendo con este tipo de lenguaje. Por ejemplo, “Time-out”: podéis darle un tiempo para que piense; o bien, “Pérdida de privilegios”: podéis quitarle actividades o cosas que le gusten y entusiasmen (dibujos animados de la televisión, su juguete favorito, dejar de ir al cine el fin de semana con sus hermanos,..) Y, por supuesto, tenéis que cumplirlo porque, de lo contrario, vuestro hijo no os creerá, no se fiará de vosotros, no os tomará en serio Si la situación persiste y esas palabras tienen una frecuencia e intensidad excesiva, debéis plantearos: si le brindáis la suficiente atención o si estáis siendo demasiado rígidos, estrictos o duros con él. Puede ocurrir que cuando se porta bien no le prestáis atención, bajo la creencia de que es su obligación. Y, tan sólo le hacéis caso cuando ocurre lo contrario, es decir, cuando dice palabrotas –comportamiento verbal negativo-, sistemáticamente le atendéis y estáis encima de él. Por consiguiente, se servirá de esa vía para lograr lo que no consigue por su buen comportamiento. Recordar que para un niño es mejor que le castiguen y sentir que se ocupan de él, que pasar desapercibido.
Ofrecerle alternativas Aportarle otras maneras de manifestar un sentimiento negativo –enfado, rabia, tristeza,…-, haciendo uso de expresiones menos desagradables, menos fuertes. Por ejemplo, decirle que es mejor decir a su amiguito que está disgustado porque le ha roto un juguete, que llamarle “idiota o imbécil”; o “me cachis, jopé” en vez de “joder”. Si el niño va adquiriendo habilidades de lenguaje cada vez más complejas y sofisticadas, posiblemente hallará otras formas de expresión distintas a las palabrotas. Hablar con los niños, contarles cuentos, cantarles… son algunas de las acciones que podéis implementar para fomentar el desarrollo del lenguaje y enriquecer su vocabulario. A ello también podéis contribuir Mª Luisa Seco Villar
10 ofreciéndole libros entretenidos y, adecuados a su edad, que le permitan descubrir nuevas palabras, expresiones y exclamaciones más divertidas Indicarle otros sinónimos, otro vocabulario alternativo a utilizar en esos momentos de enojo, frustración, rabia. Decirle que esas palabras malsonantes se pueden cambiar, reemplazar por otras que suenen muchísimo mejor. Incluso podéis inventaros palabras chistosas y divertidas para expresar esos sentimientos negativos. Por ejemplo, si suelta a su hermano “cara culo”, le podéis proponer “cara flores, cara coles”. Además, si añadís una pizca de humor al asunto, ayudará a relajaros.
No hacer comentarios en público Cuando vuestro hijo esté presente, nunca comentéis con otras personas las palabras que dice. Por otro lado, tampoco le avergoncéis en público. Es mejor corregirle en la intimidad, decirle en privado que tales expresiones son inadmisibles.
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Elogiarle cuando deja de utilizar malas palabras para expresar sus sentimientos negativos –enojo, descontento, rabia,..Reforzarle verbalmente. Y, si le cuesta abandonar ese lenguaje, motivarle con recompensas, premios. Ahora bien, conseguirlos, requerirá de su esfuerzo. Puede pegar un gomet verde en un calendario, colocado en un lugar visible –por ejemplo, el frigorífico-, cada día que pase sin decir palabrotas. Cuando consiga un determinado número de gomet, logrará una recompensa, que evidentemente será algo que le guste mucho y haga mucha ilusión.
Seleccionar el tipo de programas televisivos que ve. Los peques obtienen mucha información de la televisión, y muchas veces tienden a imitar lo que ven y lo que oyen en ese medio. Por lo tanto, aseguraos de que los programas que vea sean apropiados para su edad. Y, siempre que sea posible, visualizarlos juntos, para poder resolver sus dudas y explicarle que no todo lo que pasa en la tele es real. De todos modos, algo muy positivo es reducir el tiempo que pasa frente a esa caja tonta.
CONCLUSIÓN Evitar que vuestros hijos puedan decir palabrotas es complicado en su totalidad; ya que, aunque en casa puedan tener un entorno favorable, en su vida social y escolar es posible que no. Si vuestro objetivo es que esta etapa sea pasajera y no se afiance, tenéis que intentar que estas palabras malsonantes pierdan su fuerza expresiva. No podéis evitar que las diga, pero sí procurar que no se refuercen, se consoliden y lleguen a formar parte de su vocabulario habitual. Seguramente pasarán desapercibidas y no se afianzarán en el repertorio de vuestro pequeño; si no dramatizáis, si no le regañáis, si no os reís tras su emisión. De lo contrario, aprenderá que decir tales vocablos será la mejor vía para lograr lo que quiera; por lo tanto, se servirá de ellos cuando desee algo. En definitiva, actuar con naturalidad, calma y tranquilidad, pero siempre con firmeza, sin enfadarse, ni reírse. No permitáis que capte y consiga vuestra atención, o que influya sobre vosotros, siendo Mª Luisa Seco Villar
12 maleducado, diciendo palabras desagradables. Si os ponéis nerviosos, si perdéis la paciencia y la calma, le recordaréis el poder de ese lenguaje -inapropiado, ofensivo y molesto- para lograr que le hagáis caso de forma inmediata. No es una tarea fácil. Requiere, como todo en educación, insistencia, paciencia y perseverancia. Ya que las conductas inadecuadas, como “decir palabrotas”, se instauran y establecen de forma progresiva; y su disminución y erradicación necesitará un tiempo, se producirá paulatinamente. No desaparecerán de la noche a la mañana. De todos modos, ¡ánimo! El camino se hace al andar, y pese a las dificultades, no hay que desfallecer; pese a las caídas, hay que seguir levantándose, motivados por vuestra meta, vuestro objetivo final y, sobre todo, por el bien de vuestros hijos. Espero haberos servido de ayuda
Mª Luisa Seco Villar
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Mª Luisa Seco Villar