De reconocimientos, “chous” y otras novedades muy KYjeras Llegamos a los seis meses de estar en la KY y la verdad es que las buenas noticias, afortunadamente, no paran. La aceptación que ha tenido la revista, gracias a ti, que la lees, que la comentas, que la prestas o te haces de ella en donde la encuentras, nos ha llevado a considerar que más pronto de lo que imaginamos tendremos que aumentar el tiraje. Porque, como seguro ya te habrás dado cuenta, de los puntos de distribución, vuela como pan caliente. Y precisamente para este número que tienes en tus manos es que hemos echado a andar un proyecto por medio del cual estaremos presentes en más de siete universidades, físicamente, mes a mes, en un módulo que identificarás muy fácilmente (ya te estaremos contando más detalles de esto, no dejes de visitar nuestro blog: www.kymagazine. com.mx/blog). La KY, como ves, va a ti, a tu escuela, para que no tengas que andar buscándola desesperadamente. La otra buena noticia que tenemos es que, en el mes de abril, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que preside Gabriel García Márquez, lanzó una convocatoria a todo el Continente, a fin de que los periodistas interesados concursaran por una de las 12 becas que se otorgaron, para asistir al Taller de Crónica Cultural, impartido por Alberto Salcedo Ramos, durante el Festival de la Leyenda Vallenata, en Valledupar, Colombia. Nuestro Director
Primera KY
Editorial, David Izazaga, concursó y fue seleccionado. No sólo fue buena noticia para él, sino para KY, pues se trató también de un reconocimiento a una publicación que ha apostado y seguirá apostando, sobre todo por el género de la crónica. A seis meses de andar por esta vida, KY logra un reconocimiento internacional y lo comparte con quien más le importa: tú. El resultado de ese viaje es el trabajo que encontrarás en estas páginas, sobre uno de los Festivales más cálidos, disfrutables e interesantes de América Latina. Y hay más: KY, fiel a su filosofía KYjera y urbana, se ha unido a un proyecto que si ya ha dado de qué hablar, viene por más: el Chou Room, el evento más importante de moda y cultura urbana, que se llevará a acabo del 21 al 25 de julio en nuestra ciudad. KY se ha convertido en uno de los patrocinadores y, de nuevo, debes estar pendiente de nuestro blog, porque te estaremos regalando pulseras para que puedas entrar sin costo a las diversas actividades que habrá (consulta el programa completo en: www. chouroom.com). Y ya: con las tardes lluviosas y un buen café (colombiano, cómo no), date tu tiempo de andar por la KY sin tener que mojarte. ¡Pásale!
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// www.kymagazine.com.mx 6A. Lindsay Hernández Lugay Guerrerense empecinada, llegó a Guadalajara en el jubiloso 2000, animada por sus intentos de convertirse en investigadora social. Tras obtener su grado de Maestría en Comunicación por la Universidad de Guadalajara, se instaló en la ciudad y se desempeñó durante seis años en el área de promoción y difusión cultural de la misma UdeG. En 2008 se unió al grupo La Nada Teatro, donde hasta la fecha es responsable de promoción y difusión, así como asistente de producción y programación. Actualmente, cibernauta incorregible, inventa nuevos planes para la difusión teatral y elucubra posibles líneas de investigación… con una nieve de elote cerca. 6B. Julián Lineros Fotógrafo colombiano de 41 años, fue quien encabezó el equipo de reporteros gráficos que se dio a la tarea de retratar los múltiples aspectos del Festival de la Leyenda Vallenata 2009, en Valledupar, Colombia. Fue finalista, en 2003, del Premio de Periodismo FNPICEMEX y ganador del Premio Simón Bolívar, por un destacado trabajo sobre los niños de la guerra. Nuestro Director Editorial dice que Julián le prometió, en Valledupar –y, conste, sin alcohol de por medio– que en futuros meses colaboraría con KY con material exclusivo. 6C. William Fernando Martínez Comunicador social y periodista de La Universidad de La Sabana de Bogotá, Colombia, quien comenzó sus trabajos en el periódico El Tiempo como reportero gráfico en 1995. Desde entonces ha recorrido la geografía nacional colombiana para encontrar reportajes, algunos inesperados, que le han merecido muchos reconocimientos: dos premios de periodismo Simón Bolívar, Premio Estrella Semillas de Esperanza de la Fundación Cirec por el reportaje La Locura Quiebra patas, sobre los niños víctimas de las minas antipersonales del Magdalena Medio y el Premio Iberoamericano de Comunicación por los Derechos de la Niñez organizado por la UNICEF y la Agencia EFE. Muy reconocido el señor, y con varias publicaciones en diferentes países, se mantiene activo con líneas de investigación muy variadas, y se entretiene como fotógrafo stringer de la agencia Associated Press en Bogotá. De él, la mayoría de las gráficas que sobre el Festival de la Leyenda Vallenata se publican en KY. 6D. Felipe Salgado 1979 fue año que los chicos populares nunca tuvieron tiempo... ni de nacer. Comenzó a merodear en los medios escritos desde 2000, hurgó para hallar un nuevo nicho, que supone, se estaciona entre la foto y el diseño. Es un viejo sin edad, aunque inmaduro y mallugado. Expositor en un par de ocasiones,
editor y creativo, maniático quema-discos (en búsqueda sinfín del soundtrack de su vida, si es que existe uno definitivo), con un revés de ilustrador, y fotógrafo quizá de nuevo.
6H. Fernanda González Amante del virote y la lluvia. No trae nada en el morral. Nada especial: una fotógrafa más en este mundo invadido por imágenes.
6E. Federico Barón Le va a las Chivas (sigue pensando que el “Concho” Rodríguez fue el mejor jugador en la historia del equipo); cuando asiste a la plaza de toros, le otorga, siempre, orejas y rabo a Eloy Cavazos (aunque ni sea su facultad, pues no es juez de plaza, y aunque ni Eloy toreé). Compra, de manera compulsiva, más revistas y periódicos de los que puede leer y luego le da por no tirarlos. Odia la sardina; admira a Nicolas Cage (está convencido de que es el mejor actor del mundo) y ha soñado siempre con terminar sus días en Brujas, Bélgica o Valladolid, España. Ha colaborado desde el primer número y estaba muy molesto porque esta fichita no había sido publicada. ¡Servido, señor! ¿Contento?
6I. Paulina Guerrero Nacida en Xalapa, Veracruz, actualmente es estudiante de diseño de modas; en sus tiempos libres hace ilustración y escribe, o una mezcla de ambas. Es amante de los diarios personales y no tan personales. Como influencias principales confiesa tener a Leticia Tarragó y Salvador Doré. Tiene una debilidad por la indumentaria eclesiástica, los cortes estructurados, la arquitectura y el surrealismo. Ha sabido encontrar en sus actividades creativas un refugio al mundo que le rodea. Tiene gusto por el pop noventero, como Gloria Trevi, vintage music como Al Bowlly, así como por inventar rimas chafas y pegajosas. Le gusta salir de fiesta y detesta dormir, aunque ama soñar. La moda es su prioridad y a pesar de ello no deja a un lado la ilustración y la escritura, pues los considera un complemento. www.pau-guerrero.blogspot.com
6F. Chris Una cálida mañana de mayo, contemplando la pared de su cuarto y pensando en como su futuro, como una estrella fugaz, iba en picada y rumbo a una colisión inminente, se decidió a estudiar animación. Evidentemente no tenía muchas opciones: detective, astronauta o astrodetective, en el mejor de los casos. Tras pasar dos años y medio en una universidad ficticia tuvo que empezar nuevamente de cero los estudios (de astrodetective no hubiera pasado por esas penurias, pero ya estaba medio encarrerado y no era igual de joven, así que se decidió a terminar la carrera), mágicamente, todos esos años de ocio que pasó dibujando rindieron frutos, y ahora a sus casi 26 años puede decir que es un animador. Trabajó como diseñador de personajes en el corto “del como los niños pueden volar” de Leopoldo Aguilar, ganador de IMCINE, ha hecho animaciones para comerciales, trabajó de diseñador de personajes en Batallón 52, y como animador en cortometrajes de Rigo Mora. Actualmente está retirado del trabajo, o dicho de una manera más vulgar: desempleado. Pasa las tardes viendo atardeceres, tomando siestas y contemplando la pared nuevamente. 6G. Alejandra Colunga Tapatía de nacimiento, semi chilanga por amor al arte, diseñadora de profesión, ilustradora de puro gusto, esta chamaca se inició en terrenos de la ilustración creando escenarios para FIL niños, pegando stickers en las calles para promover la lectura y pintándole moños a los carteles de políticos. Actualmente labora en el batallón 52 y se le espera ver en muchos proyectos más. El sueño de esta joven, mitad diseñadora mitad ilustradora, es viajar al Polo Sur y abrazar a un pingüino.
6J. Le percep Le percep, a.k.a. Adrián Arelis, es un estudiante de diseño gráfico con un gran gusto por la ilustración, vive tratando de incluirla lo más posible dentro de sus proyectos. Amante de los colores, los sneakers, hoodies y la música. Integrante del Colectivo MC (Mentes Creativas), el cual busca abrir espacios para todos los talentos conocidos y ocultos de la ciudad y del país, organizando fiestas con alguna temática relacionada con el diseño. 6K. Andy Aviña Tepic Nayarit 1973, diseñador gráfico egresado de la univa, fotógrafo e ilustrador, amante de las imagenes profundas, su historia se inicia en las redacciones de periódicos en ciudades como Guadalajara, Puerto Vallarta y Tepic por varios años, donde luego decide emigrar a la vida real abriendo el espectro y dandose un festín visual en cada lugar que visita, de ahí su proyección fotográfica, tapatío por adopción este personaje actualmente radica en Tepic donde se desarrolla como freelance en su estudio que lleva por nombre moluxco, en Tepic es fundador y creador de dos publicaciones Vostok Magazine y Guiaducto, imparte cátedras en universidades locales trabaja como stillman en dos productoras de cine Atko producciones (DF) y la guerrilla films (MZT). www.moluxco.blogspot.com 6L. Carlos Aroche Ilustrador autodidacta y mercadólogo por error. Perpetuo inconforme de sí mismo, encuentra en la ironía algo semejante a la felicidad. Adicto a las rubias, a la música y a los pasteles manzana, desearía residir eternamente en el país de nunca jamás
img: Paco Castro
www.kymagazine.com.mx Director Editorial David Izazaga Márquez dizazaga@kymagazine.com.mx Director Creativo Alvar Ramos Martínez alvar@kymagazine.com.mx
Portada: Paco Castro Colaboradores: José Israel Carranza, Leslie Martín, Ricardo Cerqueda, Alfonso Cadena, Nacho Cadena, Federico Barón, Jonathan Lomelí, Cristian Mejía Ramírez, Ana Cinthya Uribe, Hugo Hernández, Paco Castro, Miriam Ramos, Ricardo Luévanos, Ilsem Yaremy González de Alba, Sergio Saucedo, Kenia González, Sergio Rodea, Mariño González, Adrián de Galo, Quetzal Cárdenas, Diana Martín, Jonás Acosta, Magaly, Victor Sprint Nova, Azzem, René Córdova, Mario Ruiz, Álvaro Barriga, Martín Mora, Ulises Rodríguez, Gabriel Anguiano, Alfredo Rodríguez, Karen Puente, Damián Trejo, Eva Cabrera, Carlos Alberto Salgado Chablé, Ulises Arreola, Elizabeth Martínez, Alejandro Armenta, Jerónimo Escudero, Claudia Lucinda Hernández, Marcos Gallegos, Kali Meadows, Bere Muñiz, Carlos López de Alba, Dolores Díaz, Verónica Nieva, Natalia Pérez García, Heriberto Acosta, Manuel Ramos, Lizeth Arámbula, Patricia Martínez, Erándini, Eric Barajas, Elvia Guadiána, César Chávez, Jimena Souto, Lindsay Priscila Hernández Lugay, Ricardo Mendoza. KY magazine, revista mensual de distribución gratuita. Año 1, número 6, julio de 2009. Editor responsable: David Izazaga (dizazaga@kymagazine.com.mx). KY magazine es una publicación independiente. Impresa en Prometeo Editores S.A. de C.V.: calle Libertad No. 1457, colonia Americana, C.P. 44160, Guadalajara, Jalisco, México. Tel. 38-2627-26. Tiraje: 10 mil ejemplares. Número de certificado de reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: en trámite. Número de certificado de Licitud de Título: en trámite. Número de certificado de Licitud de Contenido: en trámite. El contenido de los artículos es reponsabilidad de quienes los escriben, no necesariamente reflejan el punto de vista de la publicación. Los derechos de reproducción de los textos e imágenes, así como el nombre aquí publicados, están reservados por KY magazine. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, imágenes y fotografías, por cualquier medio físico o electrónico sin previa autorización por escrito del editor. Todos los derechos reservados. “Consejo editorial: por sus impresiones los conoceréis”.
Editor Juan Levid Lázaro levid@kymagazine.com.mx Redacción Iván Vázquez ivan@kymagazine.com.mx Corrección Gloria J. Martínez G. Fotografía Natalia Fregoso natalia@kymagazine.com.mx Abraham Pérez abraham@kymagazine.com.mx Director Comercial Carolina Lerma Martínez direccion.comercial@kymagazine.com.mx Ejecutivo de cuenta Denia Ramos Martínez deniar@kymagazine.com.mx Consejo Editorial Martín Mora, José Luis Coronado, Javier Audirac, Jorge González Arce, Mariño González, Sergio Rodea, Mak Gutiérrez.
Placeres
“!Ah! ¿Por las nieves de San Antonio?” txt: Lindsay Hernández Lugay / img: Natalia Fregoso
No pretendas dar santo y seña del lugar donde vives, si es que eres vecino de este barrio; sólo basta decir “Ahí, por las nieves de San Antonio” para que la gente ubique tu casa y deguste, en su recuerdo, un sabor único que no le llevará más de una semana para volver a probar. Paulo César Flores Gómez abrió hace ya 17 años, al lado de su hermano, esta nevería un 13 de junio, día de San Antonio. En este lugar ubicado en la calle de Fermín Riestra, entre Rayón y Escorza, han desfilado un sinnúmero de familias, parejas y personas solitarias que no han resistido la curiosidad y el gusto por los sabores que esta nevería ofrece a sus clientes. No hay un domingo por la mañana y mediodía que este sitio se convierta en una conglomeración de parroquianos y no vecinos que desvían sus rumbos para pasar al menos un par de minutos haciendo fila para salir con una de estas nieves en mano. La especialidad de la casa está integrada por los diferentes sabores de nieve de yogurth entre las que se pueden encontrar las de zarzamora –con su perfecto color púrpura–, fresa, ciruela pasa, arándano, plátano y cereal (aquella con nuez de la india y almendra). Las más vendidas, día tras día, son las de nuez, vainilla y mamey, de leche. No se iban a dejar a un lado los sabores más básicos de nieves de agua: fresa, limón, mango, ciruela y, otra exclusividad, el arrayán. El secreto de estas nieves, más allá de recetas
antiquísimas o familiares, tal vez radique en lo natural de su elaboración; el único sabor artificial que usan es el de vainilla –comprendo entonces por qué me conduce siempre a pensar en un flan delicioso cuando devoro una de estas. La fama y prestigio que comenzaron a tomar hizo que ampliaran el local e incluyeran así un par de asientos para la gente que espera, o bien, que decide tomar “un aire” antes de volver a salir al caos de la calle, su calor, su tráfico. Inmersas en un barrio popular, un jardín realmente poco atractivo, las nieves de San Antonio se convierten en el ágora familiar de este rumbo. Es difícil ver a personas en el jardín sin un vasito de nieve en la mano (¡y en la boca por supuesto!), o mirar de reojo en la calle un par de autos lujosos, con luces intermitentes que asemejan las ganas de su conductor por salir de ahí con una cuchara de nieve en la boca. Los sabores de estas nieves han llegado ya a otros rumbos como San Bernardo, Santa Tere y Paseos del Sol. Pero la peculiaridad del origen en San Antonio es única entre sus familias aclientadas, por lo que continúa así con un horario muy conveniente de 11.30 a 21 horas. Así, sea después de la comida, o antes de llegar a casa casi al anochecer, no importa desviar un poco el camino en la avenida Niños Héroes… El calor de esta temporada, a pesar de sus incipientes lluvias, invita a no perdonar una nieve de elote… Sí, “de las de San Antonio”.
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Las cosas que le cambiaron la cara a la ciudad ¡Que suene la música… que empiece la parranda… venga la comida! La vida tiene sentido en Juárez si engañas a los sentidos El Santuario: un barrio histórico y sabroso Brandhome, para marcar la diferencia Red Bull “le da alas” a tu creatividad musical Y aún hay MAZ Radio Global Lo mejor de la moda y el arte urbano en ¡CHOU ROOM! Excipiente: Filipinas Usted se encuentra aquí Living Room Jet Lag: El aperitivo perfecto Animatic: El cine que (casi) no vemos Disco Roboto: Domingo en Villa Longboard Moda Post Cómics
img: Carlos Aroche
Las cosas que le cambiaron la cara a la ciudad
txt: Federico Barón img: Abraham Pérez
Cuando a finales de los cincuenta muchos supieron en dónde se construiría el nuevo estadio de fútbol, lo primero que preguntaban era que quién iba a ir, allá, tan lejos, donde se acababa la ciudad. Y es que, como somos los tapatíos, que todo nos gusta tenerlo cerca, así se imaginaban que sería: tener el estadio cerca del centro, como lo estuvo mucho tiempo; como la plaza de toros El Progreso, ahí en San Juan de Dios. Así que muchos auguraban un fracaso en ese sentido, ¿quién iba a ir hasta allá? Era el fin de la ciudad. Y casi cincuenta años después, la ciudad llega –por aquel lado– ya hasta la Barranca de Huentitán (y no más allá porque no se puede, si no…) y el lugar en el que se encuentra el Estadio Jalisco, la colonia Independencia, es una de las colonias, sino céntricas, sí digamos, cómodamente cercanas a la civilización. Así pues justo en julio del lejano año de 1958 (¡del siglo pasado!), dio inicio la construcción del coloso y fue en 1960, en enero, cuando se llevó a cabo la inauguración del que se convertiría en el tercer estadio más grande de México, después del Azteca y del de Ciudad Universitaria, ambos en el Distrito Federal. Dice la historia que un 31 de enero de 1960, con el partido Atlas contra San Lorenzo de Almagro, se inauguró el que a la postre sería la sede, en dos ocasiones, del Mundial de fútbol. El primer jugador en pisar el césped del Jalisco fue Alfredo “Pistache” Torres, que años después llegaría a ser entrenador
Un gigante de concreto a punto del cincuentenario de los rojinegros. Pero quien se llevó la gloria de anotar el primer gol fue el jugador del San Lorenzo, Norberto Boggio. Y, bueno, qué decir de los casi cincuenta años que hemos visto ahí partidos tanto de primera como de segunda división (o liga de ascenso, como la quieren llamar ahora): Chivas, Atlas, Oro, que luego sería Club Jalisco y, por supuesto, los Leones Negros de la UDG (que, por cierto, vuelven esta temporada y jugarán como locales los viernes a las ocho de la noche. ¡Hay que ir!). Cuántas finales, cuántos partidos buenos y malos hemos visto ahí. Y lo que hay alrededor: los cientos de puestos, el de las tortas ahogadas, los lonches de El Pesebre, las guasanas, los cacahuates tiernos… (aunque Jorge Vergara haya querido meterlos en cintura en algún momento de su alocada administración) Y nos faltaría hablar de los otros cientos de eventos que ha habido ahí y que han hecho historia: Quiet Riot, Rod Stewart (al que querían, las buenas conciencias, en ese entonces, quemar vivo), Sting, Alejandro y Vicente Fernández y etcétera, etcétera. Yo, por lo pronto, prefiero quedarme con la sensación, escalofriante, de un lleno hasta el tope (56 mil setecientos trece personas cómodamente sentadas), y el rugido de una sola garganta cuando el equipo local mete el agónico gol del triunfo. Con eso.
¡Que suene la música… que empiece la parranda… venga la comida! El Festival de la Leyenda Vallenata es el evento popular más importante del mundo en música vallenata. Se lleva a cabo cada año, desde hace 42, en la capital del departamento del Cesar: Valledupar, en Colombia, a finales del mes de abril. Son días de fiesta absoluta en torno al acordeón, a la amistad y, por supuesto, a la comida. Se llevan a cabo siete concursos folclóricos para elegir a los mejores intérpretes en diferentes categorías, se presentan artistas de diversos géneros musicales y en las noches, en los patios de las casas, se reúnen los amigos en parrandas vallenatas, a donde muchas veces llegan los aspirantes de los concursos para ofrecer sus canciones y tomarse un whisky antes de visitar la casa de alguien más.
Fue precisamente en este marco que, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, organizó un Taller de Crónica Cultural, dirigido por el maestro Alberto Salcedo Ramos. La revista KY, por medio de su Director Editorial, David Izazaga, participó en la convocatoria, siendo seleccionado y apoyado con una beca, para participar, junto con 13 periodistas más de América Latina, en dicho taller. De su participación en el taller en Valledupar surge esta crónica, cuyo tema fue el de la gastronomía, que durante el desarrollo del Festival cumple un rol cultural muy importante, tanto que es elemento indispensable de las llamadas parrandas vallenatas, reuniones que son todo un rito de amistad, la más alta celebración que se hace por
motivos muy especiales y en honor de alguien o algo que se quiere exaltar. Los contertulios se sitúan alrededor del conjunto de música vallenata y en medio de gran silencio y atención escuchan los cantos que éste interpreta. Entre canto y canto aparecen los chistes, las anécdotas, los cuentos, las historias que dieron origen a algunos cantos, mientras el licor circula profusamente entre los invitados que finalmente, bien avanzadas las horas, acaban degustando los suculentos platillos que las cocineras anónimas han preparado incluso desde muchas horas antes de la parranda. Para ustedes, en la KY, música vallenata, amistad y comida. ¡Buen provecho!
img: William Fernando Mart铆nez
Esta cr贸nica fue escrita gracias al apoyo de:
img: Julián Lineros
La comida vallenata o cómo llegar a la felicidad por medio del estómago txt: David Izazaga
1. María Puche: cocíname un sancocho ya Llegar a donde María Puche, cocinera predilecta de muchos de quienes parrandean durante el Festival de la Leyenda Vallenata de Valledupar, Colombia, no es fácil. Julio Oñate, compositor y conocedor máximo del tema vallenato da las señas, partiendo del principio de que todo taxista en Valledupar sabe dónde está la casa de Poncho Zuleta. Me tocó subirme al único taxista de Valledupar que desconocía el dato, así que tuvo que detenerse a preguntarle a un colega suyo. Luego, bajar por un camino de terracería, atravesar un pequeño río sobre un tronco y entrar a la finca de María Puche. Supe que era ella desde que la vi. María es una mujer roble por su hechura y ébano por sus acabados. Seria, pero cortés, me lleva caminando hasta el extremo de la finca en que hay más sombra y sopla algo de viento. En el terreno se ve correr a varios pelaitos, corretear gallinas y de vez en cuando lanzar un grito. El calor nos hacía sudar a chorros. Cuando me contó que en ese momento estaba en la preparación de un sancocho, le pedí que me dejara ver su trabajo. No dudó ni un momento en aceptar, no sin antes advertirme: “pero mi cocina es muy humilde, señor”.
Efectivamente: la cocina de María Puche es una chocita de madera. En un extremo está una mesita en la cual coexisten yerbas, condimentos, cazuelas, cuchillos, cucharas y tablas de madera en las que están rebanadas distintas verduras. Y en el suelo, dos estufas rudimentarias: sobre tres grandes piedras asentadas las ollas hirvientes y troncos de leña ardiendo. María Puche es una alquimista, una mezcladora precisa. Observa el caldo y sabe qué le falta, le llama a su hija (dos de ellas le ayudan ahí mismo) para que traiga agua ya, manda a la otra a lavar el arroz y aprovecha para seguir echando verduras en el sancocho de gallina criolla que prepara. Me cuenta que se lo han mandado a hacer para una parranda y que están por venir por él. ¿Qué tiene una gallina criolla que no tengan otras gallinas?, le pregunto. María Puche responde que el sabor de la criolla es único. Acto seguido mete el gran cucharón de madera a la olla y al tiempo que me dice que está casi listo, me pone la cuchara a un metro de mi boca. Yo apuro la prueba y el brebaje me sabe a todas las esencias y colores de esta tierra: a madera,
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María Puche habla poco, pero verla guisando, quitando y moviendo las cazuelas de la hoguera, mezclando, agregando y revolviendo, es todo un deleite a caldo gordo, a cilantro, a ají y vinagre, a gallina, sí. No había probado un bocado tan suculento en todos los días que había estado en Valledupar. Se lo digo a María Puche y ella, orgullosa, me dice: “a mí me vienen a pedir las rectas de mis guisos, ¿y sabe qué hago?, pues se las doy, no tengo problema. Yo sé que no se trata de recetas, sino de la mano de quien cocina”. María Puche habla poco, pero verla guisando, quitando y moviendo las cazuelas de la hoguera, mezclando, agregando y revolviendo, es todo un deleite. Vieja sabia de la cocina, pequeña de estatura, tostada por el sol, cuenta que fue de su hermana que aprendió a cocinar. Parece reacia a hablar de sus afectos cercanos. Habla de sus muchos hijos, de sus decenas de nietos, pero nunca de su esposo. Con treinta y cinco años dedicados a guisar para quien se lo pida, dice que sus principales clientes son “cachacos”, colombianos que vienen de la capital. “A ellos les gusta mucho comer esto: el arroz con fideo, el sancocho de gallina criolla, el chivo… vienen y me encargan, o me traen el chivo o me señalan la gallina que quieren de las que tengo por aquí”. Cuando le pregunto a María Puche quién mata las gallinas no me responde, sino que hace un movimiento veloz girando su muñeca y su mano muy rápidamente, en el sentido que giran las manecillas del reloj. Me cuenta María Puche, mientras me sirve el sancocho que ha insistido en que me coma, que sí, que ella hubiera querido tener un restaurante como el de La Bella –conocidísima cocinera de Valledupar que atendió (hasta hace un año) el restaurante más popular del valle– pero que nunca tuvo dinero para eso. Por eso mejor se dedicó a preparar los guisos así, para que se los llevaran luego a la parranda. Cuando le digo que si a ella le han invitado alguna vez a una, contesta que no, que sólo vienen por el guiso y “se olvidan de uno”. Habla entonces de que ahora cada vez son menos sus clientes, pues todos se prefieren ir a los restaurantes gourmets. “Yo soy de aquí, mis padres eran de aquí, pero ahora, la gente prefiere comer otras cosas que ya no saben a lo mismo, esto que estoy haciendo, si no se hace con leña, no sabe igual”. María Puche confiesa que le gustan mucho las fiestas del Festival de la Leyenda Vallenata, que le gusta ir a la plaza, que va a misa todos los días, que se levanta a las cinco de la mañana, pero que, eso sí, a las siete u ocho de la noche ya está dormida. Sentada en una silla de plástico, afuera de su cocina, luego de enseñarme unas pencas de plátano que guarda tapadas con costales, “porque si no se los comen los murciélagos”; ve hacia el cielo y tras comentar que es la primera vez en más de cuarenta años que no llueve durante los primeros días del Festival, asegura que más tarde lloverá. Cuando por la tarde llovió a cántaros en Valledupar, esbocé una sonrisa, pensando en que María Puche había
provocado al cielo, con los vapores de sus guisos. *** La primera cosa que quise probar en Valledupar no la comí. Estábamos sentados a la mesa, a punto de cenar luego de un primer día en el que había sudado seis veces más de lo que sudo en una jornada habitual de mi vida, cuando observé el plato que le servían a mi compañero de junto, que entonces no sabía que se llamaba Juan Miguel. Había decidido pedir aquello, pero Juan Miguel me dijo entonces: “esto se llama bocachico, pero no lo pidas, porque es un pescado al que no se le come nada. Pero a mí me gusta”. No quise ser descortés, pensé que quizá en Colombia se podía ganar uno enemigos de no aceptar las recomendaciones culinarias hechas sin que te conozcan. Pedí entonces carne, como casi todos: lomito. Me lo sirvieron pronto acompañado de patacón, que no es más que plátano, pero con un sabor y una textura muy diferentes a como los conocía. Juan Miguel entonces me pidió que probara el suero, una especie de jocoque, con un sabor delicioso y delicado, con el que acompañé esa noche el patacón y casi todo lo que comí en los siguientes días, porque a falta de salsas, que en Valledupar nomás no existen, el suero se convirtió en el sustituto permanente de las mismas. No lo supe esa noche, lo supe días después: dos de los complementos que siempre encuentra uno en la gastronomía criolla, la de la región del Cesar colombiana y sobre todo en la comida que se ofrece a quienes asisten a las llamadas parrandas vallenatas, son precisamente el patacón y el suero. 2. Todos los caminos conducen a La Bella El nombre de La Bella sigue en la boca de la gente de Valledupar, a pesar de que tiene más de un año que ya no cocina. Y hay quienes siguen salivando, con sólo escuchar su nombre. Durante cuarenta años la parada en su restaurante fue obligada, no sólo para los nativos del valle, sino para todo visitante distinguido que llegara. Cuentan que no hubo presidente de Colombia que no visitara, en las últimas cuatro décadas, su restaurante. Ya me habían advertido que hablar con La Bella no sería fácil. De hecho, varias personas de Valledupar me contaron algunas historias, de cuando atendía personalmente su negocio. De carácter irascible, de grito fácil, nunca le importó que sus clientes se dieran cuenta de los berrinches que hacía. “Que ya les dihe que el culo de´ta olla sólo se usa pa´l el aceite…”, y salía volando la olla, desde el fondo de la cocina. O bien, cuando alguno de sus clientes se atrevía a hacerle un comentario con respecto a su comida con el que –obviamente– no estaba de acuerdo, ¡pobre de aquel!, pues se iba, lo menos, con un par de gritos y una buena regañada encima.
Por eso me presenté a la casa de La Bella acompañado por Gladys González, quien la conocía y sabía dónde vivía. Mi anfitriona me advirtió, con sumo cuidado, de lo que podíamos encontrar en la visita. “A ver si quiere… depende del humor con el que ande… ya está grande y tiene un carácter… es muy bullera”. Esto me lo dijo, de distintas maneras, cuadra tras cuadra hasta que bajamos de la camioneta. Por eso fue que llegué con un poco de miedo –confieso– a abrir el cancel de la casa de La Bella. No dábamos aún un paso adentro, cuando un tipo moreno, malhumorado, sin camisa, se asomó a gritarnos que qué queríamos. –Buscamos a La Bella, dijo Gladys. Desde el fondo del patio, que a penas alcanzaba a verse desde donde estábamos, una voz aguardentosa y carrasposa, opacó la respuesta del hombre, la cual se le quedó atorada en la garganta. –¿Quién me busca, quién pregunta? Y entonces, lo primero que saltó a la vista fue el rostro duro, recio, de La Bella. Lentamente fue arrastrando sus pies hasta llegar a la reja. Ya desde el fondo nos lanzaba una mirada penetrante, con sus grandes ojos intimidantes, como buscando reconocer en las caras que veía a alguien que le hubiese hecho una ofensa. En el trecho que caminó desde donde estaba hasta la reja, algo comenzó a discutir con el hombre: ambos se gritaron palabras que no entendimos. Como si La Bella hubiera estado hablando con mi acompañante desde hace tres horas, apenas llegó frente a ella, comenzó a contarle de una familiar ingrata que no había ido a verla.
–No la he visto, no viene ni un ratico, como si no supiera… ella no se acuerda ya de too lo que le ayudé, es una malagradecida, una ingrata huevona mal paría… Como si un rayo de lucidez le hubiese atravesado el cerebro, La Bella, de repente, dejó sus historias atrás y nos preguntó qué queríamos, mientras nos instó a que entráramos a su hogar. Había que pasar por un cuarto desordenado y sucio, oscuro, en donde se alcanzaba a ver un catre, con cobijas encima y muebles viejos arrumbados por todos lados, luego un pasillo estrecho, largo, por el que avanzamos. De un lado está un descuidado jardín, lúgubre a pesar de que no era hora para serlo, con macetas, trastos viejos y algunas maderas. Nos separaba del jardín una barda de medio metro con una reja despintada. El lugar olía a guiso, a pesar de que no se veía que estuvieran cocinando. La Bella nos acercó dos sillas y ella se sentó en su trono: una mecedora de madera vieja, curtida por los años, como la gruesa piel de su cara, que se arruga cuando una sonrisa brota de repente, y pregunta: –¿De dónde me dijo que viene? Cuando le dije que de México, de un lugar que se llama Guadalajara, en el estado de Jalisco y pretendo darle mayor contexto, ella me atropella con su voz, gritando, con una energía dulzona: –¡Me encantó México!, yo hice un viaje allá, conocí Acapulco, fui a Guadalajara… me encantó Guadalajara porque allá hay unas carretas tiradas por caballos, con toldos… hermosas… Sonrío, quedó atrapada unos segundos en su recuerdo,
imgs: William Fernando Martínez
mirando fijamente un punto que no identifiqué, pero que me permitió ver esa extraña tonalidad del color de sus ojos: oscura en el centro y muy clara en su contorno, parecería como si unos lentes de contacto de color se le hubieran encarnado en la pupila. La saqué de sus recuerdos preguntándole por su restaurante, por sus cuarenta años cocinando, le dije que si ya no hacía nada. –Nada ya. Fueron 40 años, todo mundo fue a mi restaurante, ¿y tú sabe por qué fue exitoso? Porque yo estaba siempre ahí. ¡Siempre! Uno debe estar en sus negocios, ahí, atento, si no puede, mejor quitarlos. Por eso cerré el mío, porque ya no podía estar ahí toos los días. Too mundo estuvo ahí… Consuelito… ¡ay, me dolió tanto su muerte!, ¡tanto…! Ella me decía: “ay mama, no me digas eso… ay mama, qué me dices, qué vas a hacerme… tan linda… Pero, te digo, fueron toos los presidentes los que comieron en mi restaurante… y ministros y procuradores… toos llegaban… La cocina sí deja dinero, yo tengo tres casas, nomás que hay que dedicarle mucho tiempo, yo ya no pueo… La Bella tiene ochenta años, y por los recovecos por los que circula la conversación, sospecho que ya acusa cierta senilidad, pues pasa fácilmente de un tema a otro y repite constantemente algunas anécdotas. En un momento en el que habla de un ex presidente de Colombia, menciona un año y, a lo lejos, su hijo que la escucha, la corrige. Pero La Bella no admite interrupciones y, como volcán en erupción, su voz sale disparada, hasta donde su hijo: –¿Quién te ha dicho que te metas? Cállate, que tú no sabe na, qué culo te tienes que estar metiendo, mal parío, mejor atiende allá… La Bella ahora baja la voz casi hasta rangos inaudibles y empieza a relatar una historia que tiene que ver con sus hijos –el que la interrumpió principalmente– en donde los
acusa de flojos, de sus vicios, de sus intereses en su dinero y las propiedades que ella tiene y por las que le brillan los ojos, supone, a sus familiares. Y pasa de un tema a otro con una facilidad increíble: –Hace rato fui con mi comadre y como empezó a llover y me empiezan a doler mis rodillas, quise agarrar un taxi, aquí cerca… ¡me quería cobrar 3 mil! Le dije: te doy dos mil quinientos, cuando me respondió que no, le grité: ¡pues entonces me voy caminando, no me importa mojarme! Y sí me vine… me mojé, pero me vine caminando… Mientras termina de contar esta anécdota, se puede ver cómo goza su triunfo, un triunfo pasajero, pero que ella asume como la conquista más reciente de su reinado. Parece como si contara que le ha ganado la partida a un campeón ajedrecista, como si cada acción que platica le permitiera afirmarse como la reina de sus propias victorias. Me observa cómo estoy viendo que la pequeña barda que nos separa del jardín está llena de marcas negras, como si fuese un cenicero monumental. La Bella no deja pasar mi vista por alto y antes de que le pregunte me cuenta que todos los días fuma, pero que sólo le da una fumada al cigarro y luego lo deja ahí, en la bardita. “La que fuma es la barda, no yo”, dice mientras perpetúa una sonrisa que no calculo cuándo va a acabar. La Bella me observa fijamente mientras me pregunta qué quiero saber. Deja de mecerse, se acerca para verme a los ojos. Intimida su personalidad magnética. –¿Qué les preparaba Bella? ¿Les guisaba en casas para la parranda? –Nunca, no, no… ellos iban allá y luego seguían la parranda. Les guisaba muchas cosas: sancocho, chivo, arroz, arepa,
imgs: William Fernando Martínez
lengua, bollos, sesos, carne molía… ¿quieres que te diga también las recetas, cómo es que se prepaa cada cosa? –¿Han cambiado mucho los platillos que se cocinaban hace cuarenta años en comparación con lo que se prepara hoy? –No… es lo mismo, pero ya no es igual… ya no está La Bella. *** La parranda vallenata es pieza esencial de la cultura de Valledupar. Y dos de las tres partes más importantes de esa pieza son la bebida y la comida. La otra, por supuesto, es la música: el vallenato. Para quienes organizan una parranda, es de primer orden tener todo a punto, para atender como se debe a los invitados: que no falte nada, ya sea que se trate de la finca más grande de la región o la casa más humilde del valle. Por eso, la situación más terrible que le puede suceder a un organizador de una parranda es que, a la hora que se necesite, no haya comida. Varias anécdotas dan cuenta de cómo el robar el guiso más tradicional de una casa donde había parranda –el sancocho– se hizo común en alguna época. Mientras todos escuchaban vallenato, tomaban Old Parr (el whisky más famoso de la región) y departían y al centro del patio se terminaba de cocinar en grandes ollas la comida, de repente se advertía un gran escándalo en la calle: todos salían para comprobar que se peleaban unos desconocidos. Cuando todo parecía calmarse y volvían entonces al interior de la finca, lo hacían sólo para descubrir que la olla del guiso ¡había desparecido! Todo estaba perdido entonces, el guiso que durante horas había estado preparándose ya no estaba. No quedaba más que seguir tomando y parrandeando, lamentándose por la pérdida. Sin embargo, la afrente daba para más, cuando en ocasiones, quienes habían robado la comida, aventaban las
ollas –vacías, por supuesto– desde afuera, hacia el patio donde se llevaba a cabo la parranda. *** 3. La que nace para cocinera, del cielo le caen los ingredientes Lo primero que cambia en su rostro al hablar del tema es la luz de sus ojos que hasta antes parecía apagada. Las pronunciadas ojeras en su cara cansada parecen desaparecer cuando Lili confiesa que le gusta mucho cocinar. Que junto con la pasión de servir, de atender a la gente, la cocina es también el medio donde se siente a gusto. Ana Idalides Caro Lascarro, vallenata de nacimiento, no ha tenido un restaurante como La Bella ni piensa llegar a tenerlo. Tampoco piensa en la idea de cocinar en su casa, para que le compren quienes quieren llevar buena comida a las parrandas, como María Puche. Ella es un fiel reflejo de otra especie de autoras de la cocina que se hace en tiempos del Festival de la Leyenda Vallenata: ante la falta de infraestructura (no hay hoteles que alcancen a cubrir la demanda que se tiene por esos días), las familias vallenatas suelen rentar sus casas completas a quienes vienen a Valledupar. Y es común que junto con ese servicio, se ofrezca el de una persona que atienda y cocine para los visitantes. Lili tiene años de trabajar en tiempos de festival. Cuenta que por lo regular suelen ser “cachacos” los que rentan. Y que a ellos les gusta ir a comprar toda la materia prima para los guisos de la semana, llevársela y pedirle que les cocine. –¿Qué les cocinas Lili? – Les gusta, desde luego, el sancocho de gallina, el chivo guisao, el arroz de fideo, también el bollo, la carne molida, las arepas de queso…hay una familia que luego viene y me dice:
img: Julián Lineros
a nosotros, todos los días nos haces de desayunar arepas de queso. Y eso comen diario, todos los días… Lili es una mujer que aparenta muchos menos años de los que tiene, que posee una vitalidad envidiable y que hace lo que realmente le gusta hacer. Y cuando una persona disfruta sus tareas cotidianas, transmite sin quererlo esa felicidad a todos con quienes convive. Lili tiene dos certezas. Asegura que no tiene duda de que para esto: para servir, para atender y para cocinar, realmente se nace. Y que ella nació para eso. – ¿Y a ti que es lo que más te gusta comer Lili? Le emociona tanto la pregunta que para de hacer lo que está haciendo: con la sábana en una mano, se lleva la otra a la barbilla y su mente hurga entre decenas de platillos que no enumera pero que con un poco de imaginación es posible alcanzar a descifrar en su mirada. – ¡El arroz con coco!, me encanta. Y acto seguido, sin que se lo pida, comienza a hacer una rápida sucesión de cómo es que se prepara, para concluir con una frase que la define: “¿Pero sabe qué es lo que en verdad más me gusta? Ver cómo lo disfrutan las personas a las que se los preparo”. *** Así de sencillo, ni para qué buscarle, me dijo un vallenato: sin comida no hay parranda. La parranda vallenata es una de las pruebas más claras de amistad, porque la parranda nació así, refleja la esencia misma y la síntesis de lo que es la fiesta, que llevan en las venas los vallenatos. Estoy ahora en una de las casas más importantes de Valledupar, la de los Molina, platicando con las cocineras que
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se encargan de preparar, al menos diez horas antes de que dé inicio la parranda, todo lo necesario para que los anfitriones complazcan a sus invitados. Son tres las cocineras y varios los ayudantes. En el amplio patio, a un lado, dos cazuelas reposan encima de un fuego lento avivado con leña. El olor de la leña ya hace de las suyas: un perro que a varios metros, amarrado, observaba ansiosos como adivinando que habrá comida, se solaza ahora con hueso que le aviento cuando se descuida la cocinera. Me cuentan que desde muy temprano pusieron a cocer la carne de puerco que reposa ahora en una cazuela de barro. En el fuego hay chivo guisao, que se termina de sazonar mientras las cocineras parten en pedacitos los bollos: de mazorca, limpio y de yuca. Los bollos son algo muy cercano a lo que en México conocemos como tamales, sólo que los de la cocina criolla son menos porosos, más duros y sin guisado adentro, además de que por lo general, al menos en las parrandas, los sirven en cuadritos, como botana. Entre plática y plática las cocineras me dan detalles de la preparación y me alimentan de tal manera que pienso que están seguras de que para escribir sobre esto, hay que comerlo. Y yo nunca he sido negado. Mientras reparten en grandes platos los pedazos de bollos, veo cómo se agrega al plato, también cortado, el queso, que me han dicho que no debe faltar en las parrandas. Los platos van a las mesas ya con el chicharrón y, desde horas antes estaba en ellas el infaltable Old Parr, el whisky preferido por todos en Valledupar, que en tiempo de festival, corre como agua de uso. Conforme avanza la tarde habrá más: saldrán de la cocina las arepas, las empanadas de carne, el chorizo, la salchicha y más bollos y más chicharrón y la noche seguirá al día y el día a la noche y los acordeones no dejarán de sonar nunca.
La vida tiene sentido en Juárez si engañas a los sentidos El año pasado en Ciudad Juárez se cometieron mil 650 asesinatos. El promedio arroja cuatro por día. Con esa tasa, es muy probable que toque ver o saber de uno o varios muertitos cuando se esté de paso por allí. Ese día los que se dedican al oficio de matar cristianos se despacharon con la cuchara grande: las noticias dieron cuenta de diez ejecuciones. Los fuereños sorprendidos abordaban a los lugareños indolentes: “oiga, cómo ve lo de los ejecutados de ayer; ¿está muy cabrón eso de la violencia verdad?”. “Pues siempre ha habido, nomás que ahora llama más la atención por eso de las mushashas y el narco, pero mire: ¿usté ve violencia”, responde Óscar, dependiente de las Farmacias Nacional, en pleno Centro Histórico de Ciudad Juárez, que comienza a verse solo diez minutos antes de las nueve de la noche, cuando todo cierra, según marca la norma no escrita por nadie, pero aceptada por todos.
txt: Juan Levid Lázaro img: Felipe Salgado
Cada uno se hace la construcción de la ciudad que mejor le venga en gana. Lo que es cierto y constante es hablar de la violencia, hay quienes creen que, nada más salir a caminar por alguna de las calles juarences, será acribillado a mansalva por emisarios malignos de la huesuda; otros más escépticos confían en que se trata de riñas entre bandos delictivos encontrados que arreglan sus cuentas y, eso sí, el mayor riesgo es estar en el lugar y hora equivocada donde haya fuego cruzado y toque la de perder. “No creo que haya asesino en serie. Por ejemplo, a uno lo agarraron porque se arregló con una muchacha, en el bar, le iba a cobrar algo, pero después de que terminaron quería más. El hombre se desesperó y pues la ahorcó. Digo, eso no es de una secta o algo así”, expone Luis, el ruletero en turno de la tarde. Aunque lo que sí parece ser peligroso, de antemano establecido, es que se trate de una mujer. Pero ya se sabe
de los vuelos del que llaman el sexo débil que termina por ser el más fuerte: “Pues nada, todo tranquilo. Aquí está bien, no hay tanto problema. Una sabe cuidarse, y la verdad es que para mí es más peligroso no salir de mi casa. Allí no me cae lo que necesito”, asegura Roberta Cecilia, una chica de 16 años de edad quien sale al Centro de Juárez para ofrecer sus encantos a los varones interesados. Le gusta caminar con tacón de aguja en la pista de hielo. “Una cuestión de actitud”, versa una canción. Los norteños en México son echados pa´lante, así, honestotes y cálidos. Bueno, eso dice el estereotipo. En esta ciudad se cumple con reservas, aunque hay más gente amable que huraña. Esa tarde hay una concentración en el quiosco. “Alabado sea Dios, que es quien nos salvará”, grita al micrófono una señora regordeta, de cabello largo hasta la baja espalda, lacio y con cola de caballo. Tras de ella hay un grupo de músicos: guitarra, flauta y pandero. Acompañan cada uno de los rezos, además de ponerle música a los cánticos de los asistentes. En ese lugar hay un encuentro, no es sólo que haya feligreses de una iglesia, los hay de varias y de distintas órdenes: católicos, cristianos, testigos de Jehová. Oran por un fin común: sacar de Juárez la violencia y traer el progreso y la paz. Ni gobierno, ni policía, ni militares.
Dios a cambiar las dinámicas sociales, a revertir los daños. Algo que se deja ver hasta en algunos espectaculares por la ciudad: “Si quieres cambiar a Juárez empieza por ti”, se lee en las gigantescas lonas que se distinguen a lo lejos cuando se circula por el freeway. Luego, las letras chiquitas te remiten a una organización religiosa. La fe, una de las últimas cartas. “Lo que pasa es que las noticias no dicen las cosas como son. A ver, que las diez ejecuciones, pos sí, nomás dicen eso, pero no quiénes eran, qué hacían. Por eso la gente se asusta y no viene a Juárez, por eso estamos jodidos. Todo se pone muy feo”, explica desencajado Ignacio Mata, de oficio bolero, aunque recientemente, porque de algo tiene que vivir. No bolea mucho, su compañero de junto tuvo que dejar el negocio porque no da para más. No hay visitantes, no hay clientes, no hay dinero. La gente no viene porque piensa que la matarán en la calle, sin deberla ni temerla, y si Juárez no tiene otro atractivo turístico pues peor, bueno, eso es lo que cree Ignacio. Su teoría se corrobora cada día que lleva la ganancia de una o dos boleadas, peor cuando no es una sola, y antes de las nueve de la noche debe salir a casa, con su acompañante que apenas puede moverse, una señora a quien se le dificulta subir al camión y con quien ve la tele
para cerrar su jornada para, con desánimo, comenzar otro día por la mañana. Todo lo anterior acontece en el Centro. Para llegar allí parece que se recorre una ciudad gringa: largas y anchas avenidas, el mall al pie del camino, bueno, varios, uno cada tres o cuatro kilómetros. Ni un alma que camine, todas conducen autos último modelo, importados o traídos de Estados Unidos. Una de las industrias pujantes, la de los carros. Lotes y lotes de automóviles de todos tipos, modelos y marcas. Si la bonanza se midiera por la industria automotriz, Juárez sería el paraíso. No es así (pregunten en GM y Chrysler). Pero los autos sirven mucho: atraen visitantes compradores, que llegan unas horas y se van, por supuesto que dejan unos pesos o dólares si es su caso, recordemos que se trata de una franja delgada antes de llegar a la Unión Americana; también son cápsulas. El carro es un lugar ideal para abstraerse: vidrios arriba, aire acondicionado, música a alto volumen y lo de afuera qué importa, al fin son metros y metros de asfalto antes de llegar al refugio, a casa o a los centros comerciales. Modelo de ciudad gringa fronteriza, aderezada con la cultura mexicana. Las tocas siempre llevan el norteño a todo volumen.
Los Tigres del Norte, Los Horóscopos de Durango, Carlos y José, entre otros consagrados norteños ponen la banda sonora. Así suena Juárez, desde los autos o en los establecimientos que invitan a, quién sabe quién, a pasar. Las escenas parecen sacadas de una película de los Almada o Valentín Trujillo, más recientemente de los hermanos Cohen. Así, chillantes, fuertes, resaltadas por el sol que cae a plomo para hacer lucir un cielo clarísimo. La gente no está en las calles una vez más. Se congregan alrededor del centro comercial o circulan veloces por las avenidas. “La ciudad no está mal, si hay cosas de violencia, pero no está tan mal. Lo que sí es que si vienes con tu familia y ves tres cuerpos colgados y decapitados en un puente pues te haces una mala imagen”, reflexiona Jesús en su taxi Grand Marquis, amplio, para que quepan los altos norteamericanos, tan recurrentes pasajeros. Los que vieron a esos tres decapitados del puente de los que habla Jesús sí vieron violencia en Juárez. No los mil 650 del año pasado, pero sí tres horrendos. Calidad por cantidad. Pero muchos como Jesús ya ni quieren encontrar el sentido en el sinsentido, al fin viven en Ciudad Juárez, donde los sentidos son engañados.
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El Santuario: un barrio histórico y sabroso Secos o bañados con jarabe de piloncillo, los buñuelos a la salida de El Santuario, en el barrio homónimo, son tan tradicionales como su plaza y sus calles que se formaron gracias al apadrinamiento del obispo Fray Antonio Alcalde. Anterior a la era de la torta ahogada se podría decir que su ambiente prístino se remite a los orígenes de la birria y el mariachi Se acude a comer. Por sus calles, los aromas toman forma y atrapan a aquella nariz y al estómago toma por sorpresa. Buñuelos bañados en jarabe de piloncillo o secos con azúcar y canela, el recorrido también incluye comida típica de Guadalajara: pozole blanco, del rojo importado de tierras capitalinas, también sopes, tortas, flautas, enchiladas con carne y queso y para agarrar fuerza un trago de agua de horchata blanca y también rosa, en su versión internacional con vainilla y fresa picadita. Es el barrio del Santuario. El oasis de los glotones se encuentra sobre la calle de Pedro Loza y Hospital, en el corazón del barrio. Entre cuatro esquinas cohabitan cerca de doce establecimientos; todos se ufanan en ofrecer comida “típicamente mexicana” y por supuesto “la mejor de la ciudad”. Basta una peregrinación semanal para acercarse y probar los sazones de esta comuna alimenticia. Sin embargo, en la calle posterior (Juan Álvarez) en el pórtico del Santuario, se encuentra el parque Hidalgo, en donde luego de una revitalización gubernamental a este recinto urbano, el Ayuntamiento tapatío dejó espacio para las buñueleras. Guerreras aguerridas en la venta de la tortilla de harina frita en manteca, sazonada simplemente con azúcar y canela o con jarabe de piloncillo y hoja de parra entre otros secretos, resguardados a la fuerza de vivir generación tras generación, entre familias de añeja tradición buñuelera. “También un atolito”, ofrecen presurosas con la sabiduría que da los años al recomendar a un atole amargo, sólo con leche y masa, como el mejor acompañamiento del
buñuelo. Una tradición de la época colonial y que comenzó a tomar forma finales del siglo XVIII cuando el Santuario cobró vida entre los tapatíos. Y también, para los más puristas sibaritas del buñuelo, se ofrece el atole a base de agua; recio de sabor pero el mejor, según los entendidos en arte de tronar el buñuelo entre los labios. El 7 de enero de 1777 se colocó la primera piedra del rimbombante Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, para terminarse en tan sólo cuatro años. Este fue el núcleo del barrio del Santuario, uno de los más significativos en Guadalajara, debido a lo urbano, religioso, político, social, económico y administrativo. Cuando llegó Fray Antonio Alcalde a estas tierras, los límites de la ciudad eran: por el norte, la del Convento de Santo Domingo (templo de San José), el Colegio de Niñas de San Diego (ubicado en Garibaldi y González Ortega), y la antigua Plaza de Toros (hoy el Mercado Alcalde). Veinte años después de la muerte de religioso (1792), el barrio del Santuario ya estaba bien desarrollado. Junto con el proyecto guadalupano, Fray Antonio también concibió zonas habitacionales y de salud para la población. En ese momento, la ciudad se extendía hacia el Hospital de Belén (también conocido como Hospital Civil), detrás de este nosocomio estaban las barranquitas. En el pasado oscuro de Guadalajara, en ese sitio fueron sacrificados muchos de los vecinos españoles, durante la ocupación del ejército insurgente, encabezado por Miguel Hidalgo. En ese mismo año ya estaban terminadas y equipadas
las famosas “cuadritas” que eran viviendas para familias pobres que pagaban rentas simbólicas. Hace dos décadas se resolvió conservar parte de estos inmuebles y ahora, justo sobre la avenida Alcalde (en el número 576), a un costado del Palacio Federal, se puede visitar lo que queda de este proyecto original de 156 viviendas, que aún dan albergue a los familiares de pacientes del Hospital Civil. Durante el siglo XIX, y pese al gran número de movimientos sociales luego de la Guerra de Independencia y las revueltas posteriores, mientras todos los mexicanos se ponían de acuerdo, al ser su primera experiencia como nación democrática, el barrio tomó forma y con el ritmo de expansión de la ciudad se trató de convertir a éste en una zona de vivienda para las familias acomodadas en Guadalajara. Así, en el último tercio de este siglo comenzaron a levantarse casas suntuosas en las calles de Santa Mónica, Pedro Loza, Reforma, Garibaldi y Angulo. Muchas de ellas aún permanecen y son las que le dan ese aire de nostalgia entre porfirista y barroco tardío. Como ejemplo, una de las más emblemáticas es la conocida “Casa de los Perros”, construida por el ingeniero Arnulfo Villaseñor, sobre la avenida Alcalde. Ahora transformada en museo dedicado al periodismo. A pesar de esta intensión de elevar el nivel económico de los habitantes, el barrio mantuvo su carácter predominante de clase media, es por eso que fincas señoriales cohabitan con otras de clase media y crean ese ambiente de nostalgia. Aunque también se puede sumar aquellas edificaciones modernistas de los cuarentas y cincuentas, sobre Alcalde,
construidas luego del ensanche de la ciudad para dotar de una ruta efectiva de conexión entre el centro histórico y las flamantes colonias al norte de Guadalajara. Fue en este crisol de identidades donde vivieron personajes importantes para Jalisco como Agustín de la Rosa, Severo Díaz Galindo y Agustín Yáñez, todos vecinos del Santuario. Regresando a la tradición culinaria del barrio, las tortas “del Santuario”, otro emblema de la zona, siempre han sido bien recibidas por todos y se cree que su origen es anterior al nacimiento de la torta ahogada. Como anécdota, la mítica fonda La Valentina siempre las ofreció, además del pollo especial que durante la vida de este hostal para el paladar ofreció a todos los comensales. Por La Valentina desfilaron personajes tan distantes como sorprendentes, por mencionar algunos: Francisco Villa, Henry Ford, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho, Margarito Ramírez, Everardo Topete, el mismo Agustín Yáñez y Jesús González Gallo, entre otros. El Santuario fue concebido como un proyecto de ayuda a los más desprotegidos, una razón por la que iglesia del siglo XVIII tomó como propia la empresa, a lo largo más de 200 años, sigue sorprendiendo por lo homogéneo de sus vecinos, sus calles, sus negocios y sobre todo, su tradición culinaria. Cuando se escucha El Santuario, vienen a la mente sabores de tomate cocido con orégano, la mejor de las salsas para acompañar una larga lista de antojitos; masa frita en manteca y también se recuerda el sonido crocante de un buñuelo que se fusiona, junto con el almíbar de piloncillo, entre las papilas gustativas.
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txt: Juan Levid Lázaro img: Natalia Fregoso
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txt: Iván Vázquez img: Red Bull Music Academy
Town (Sudáfrica), Roma (Italia), Seattle (EUA) y Melbourne (Australia). Los requisitos para aplicar a esta cotizada escuela son: tener un gusto cuasi patológico por la música y sus formas de creación, enviar un demo en formato no comprimido (.wma), tener dominio del inglés (pasar del mother and father) y la inquietud por llevar el arte de los sonidos a cruzar el umbral de lo cotidiano. Un jurado calificador reclutará aproximadamente a cincuenta aspirantes de todo el globo. Los estudiantes seleccionados serán divididos en dos grupos, para realizar su estancia en la tierra del “Big Ben” del 7 al 19 de febrero de 2010 o bien, del 28 de febrero al 12 de marzo. ¿Aún no te convence la oferta académica? Pues escucha las propuestas auditivas de algunos de los alumnos más destacados de esta institución educativa, a través del portal: www.rbmaradio.com. Para mayor información sobre el proceso de registro y las bases para participar, consulta la página www. redbullmusicacademy.com. La fecha límite para el envío de solicitudes es el 27 de julio. Hay más escuela para que eduques tus percepciones sonoras.
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txt: Iván Vázquez img: Le Percep
Después de tomar las instalaciones del Museo de Arte de Zapopan (MAZ) para convertirlas en una cabina de transmisión (del 29 de mayo a la fecha) y sumarse a los festejos por el 35 aniversario de la Red Radio Universidad de Guadalajara, Radio Global, la estación virtual de Tijuana para el mundo, en su visita por Jalisco, tiene aún programadas algunas sorpresas bajo la manga a lo largo de julio… y por cierto, de libre acceso. Un ciclo documental, conciertos, conferencias, exposición gráfica, talleres y mucha fiesta al grito de “Uh Yeah Baby!!”, han sido fraguados desde el MAZ como centro de operaciones temporal, gracias a la complicidad de más de un centenar de colaborares, distribuidos en diversas plazas de la República, Estados Unidos y Europa. Aquí los detalles. Todos los martes a partir de las 17:00 horas, en el foro de Juan José Arreola del recinto museístico, continúa el ciclo de documentales musicales: el 7 de julio se proyectará The Devil and Daniel Johnston (EUA), dirigido por Jeff Feuerzeig; el 14 julio, el estreno en México de Rebirth of a Nation, cinta del afamado Dj Spooky; la producción inglesa Heavy Load, a cargo de Jerry Rothwell se presenta el 21 de julio y finalmente, Dub Echoes, del director brasileño Bruno Nadal, será la encargada de clausurar esta serie de funciones el 28 del mismo mes, con la presentación del grupo de funk afro latino, Vachamata. Persisten además los talleres de “Radio Cuento”, impartido por Itzel Islas; “Radio por Internet”, por Gerardo Martínez y “Conceptos básicos de la radio”, por Ricardo Guzmán, los sábados y domingos a partir de las 12:00 horas. Las solicitudes de inscripción deben realizarse al correo: maz@radioglobal.org. El cupo es limitado a 10 personas. En el programa de conferencias: “Redes Sociales/
Nickname: Espacio Virtual” y “Legislación en los medios de comunicación en México”, se realizarán el 2 y 4 de julio respectivamente, a las 17:00 hrs. El marco sonoro será construido por una serie de agrupaciones y disqueras Indie, los jueves del 2 al 30 de julio, a partir de las 18:30 horas. Poni Repúblic, Verdigris, Peppermill + Lalala4e, Shift + Licuadora y Abolipop + Static Discos, son algunos de los nombres que se anuncian. Todas las actividades serán trasmitidas en vivo a través del portal www.radioglobal.org. Hace un año, al igual que el MAZ, el Teatro Alameda del Distrito Federal fue invadido por la propuesta ecléctica de Radio Global, con la premisa de romper el límite que establece el monitor de tu pc (o mac, según sea el caso), para conocer de cerca a las mentes que maquilan la programación y el concepto de este proyecto multidisciplinario. Hace algunos años más, un grupo de entusiastas de la música y la radio, encabezados por Ricardo Guzmán, descubrieron las ventajas de echarse a volar a través de la world wide web, en lugar de las ondas hertizianas. Desde entonces, han convertido a esta emisora virtual, en un espacio de expresión plural y abierto a las propuestas artísticas independientes. Por lo pronto, Radio Global seguirá presente en las galerías del MAZ (Andador 20 de Noviembre, 166. Centro Histórico. Zapopan) hasta el domingo 2 de agosto, apropiándose del recinto como lo hace una instalación sonora o una exposición de arte gráfico. Después, regresarán a su sede habitual, o quizá, decidan continuar el peregrinaje en busca de otro espacio del país dónde poner su bandera.
Lo mejor de la moda y el arte urbano en ¡CHOU ROOM! txt: Iván Vázquez. img: Alvar Ramos
La cultura no solamente está en las galerías, en museos o en teatros. Tal como lo retrata el propio Andy Warhol en su obra pictórica, cualquier elemento de la cotidianeidad, como una lata de refresco o de sopa, puede ser el centro de una obra artística. La pared de una calle, puede ser el lienzo del pintor urbano; una banqueta, el escenario de un concierto y una rúa cualquiera, la sede de un desfile de moda. Todo parte de una musa primigenia: la calle. Durante cinco días, moda, música, exhibición de skate, performance, videojuegos, pasarelas, ping pong y cocteles, convivirán bajo el mismo techo, en la segunda edición de Chouroom, una plataforma de expresión multidisciplinaría, que refleja la vida en la metrópoli a través de las artes. Chowroom, surge con la finalidad de presentar de manera regular, colecciones de ropa interesantes, inspiradas en la calle. Guadalajara, ha sido semillero de talento en este
rubro durante varios años, sin embargo, existe poco apoyo para lograr que diseñadores independientes, pueden dar la proyección y distribución adecuada a sus creaciones. “Un artista gráfico o plástico, un graduado de la universidad, jóvenes que viven la ciudad día a día; que comienzan un proyecto de música, organizan fiestas, publican revistas, exponen fotografías, diseñan gráficos y estampan camisetas hasta que un día lanzan su propia marca de ropa. Ellos son los generadores de la cultura actual”, expresan los organizadores del evento. Realizada por primera vez en enero de 2008, por iniciativa del grupo Prontomoda, Chouroom, convocó ingenio y diversas propuestas estéticas provenientes de todo el país en el ramo del “streetwear”. La edición 2009 tendrá eso y mucho más. Apúntele bien. De 9:00 a 21:00 horas, Chowroom será un espacio de exposición donde podrás encontrar ropa de diseñadores nacionales independientes, hasta marcas de renombre
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internacional, todas ellas conectadas por la cultura urbana. Contará además, con área de comida, bar y una estética “alternativa”. Después, abrirá paso a las expresiones que viven bajo el cobijo de la noche: conciertos, performances y una serie de actividades que se extenderán hasta las tres de la mañana, o hasta que el cuerpo aguante, lo que suceda primero. Además, se anuncia un concurso de skate (o patinetas pues), organizado por Nacion Skate A.C., donde participarán más de 80 patinadores. Las habilidades en la tabla de cada competidor serán evaluadas por un jurado integrado por representantes “pro” del mundo del patín: Álvaro Belaunzaran Gómez (XGames México) y el patinador profesional, Raúl Mendoza, por mencionar algunos. Los premios irán de los 500 a los 15 mil pesos para el primer lugar, en la categoría PRO y regalos por parte de
los patrocinadores para los participantes de los grupos: principiante, intermedio y femenil. Si no tienes auto para asistir al CHOUROOM, no importa. De 9:00 a 21:00 horas, existirá la posibilidad de abordar un transporte exclusivo que te llevará al evento y partirá de la explanada de la Expo Guadalajara (Av. Mariano Otero y Av. Las Rosas). Pues ya tienes los datos: Chowroom se llevará a cabo del 21 al 25 de julio, en Avenida México 5000, Col. Juan Manuel Vallarta. Para asistir, es necesario registrarse por Internet, a través del sitio: www.chouroom.com.
Excipiente
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txt: José Israel Carranza img: Natalia Fregoso
Hay razones para afirmar que el paisaje era distinto, aunque una somera verificación de sus elementos invariables invalide pronto —qué remedio— dichas razones. La fuente, por ejemplo, jamás la vimos funcionar: sigue siendo un cubo de concreto sostenido en vilo sobre el breve foso donde la lluvia se encharca, obcecadamente inmunda en su quietud. Las dos pérgolas en la esquina sur eran ya incomprensibles, y feas, y acaso sólo se desplazó unos metros la caseta del sitio de taxis. Hay demasiadas bancas, unas veinte: es imposible imaginar que todas lleguen a ocuparse, y es que, salvo para las palomas (también demasiadas), es sobre todo un lugar de paso: se lo cruza en diagonal, hacia la avenida y desde ella —como sucederá, seguramente, con los incontables jardines cuya implantación en un barrio obedece sólo a la observancia de disposiciones que obligan a dejar «áreas verdes» cuyo único sentido es el de estar ahí. En cuanto a los árboles, parece que dos fueron talados y, misteriosamente, perseveraron en rehacerse, y lo demás es vegetación anodina y precaria. Aparte, claro, de la estatua del General Aguinaldo, el héroe filipino insólito en ese lugar, que aun con la punta rota del sable, el bronce deslucido y la placa desaparecida, se tiene en pie, insurrecto para siempre mientras ve pasar la gente y los camiones.
Filipinas Pero aquello, aunque sigue igual, era otra cosa, innegablemente. Acaso no haya misterio en el hecho de que ese jardín hubiera terminado convertido en uno de esos territorios que la memoria privilegia con el fulgor silencioso de los recuerdos decisivos: estaba cerca cuando nos fugábamos de clase —casi porque era inevitable: nunca faltaba el profesor descabellado o cretino que nos orillaba a huir—, o bien nos quedaba en el camino que tomábamos al salir. Para el efecto de conseguir lo que procurábamos (la compañía deliberadamente demorada, la mera vivencia del instante en presencia uno del otro, la acallada fabricación de conjeturas y, alguna vez, cierto levísimo e inolvidable roce quizás no del todo accidental y cuya felicidad alarmante sólo ahora nos es dado admitir), nos servían igual los escalones de una farmacia en la esquina donde esperábamos el camión, cualquier banqueta por la que fuéramos, cualquier otro jardín. Pero tocó que fuera éste, objetivamente indefendible por quien sea que no sea ella o yo, que dimos en pasar ahí mucho tiempo, jueves y sábados. Mucho tiempo: tanto como si supiéramos —y no lo sabíamos, pero de algún modo lo sabíamos— que a la vuelta de veintidós años habríamos de regresar y encontrarlo de nuevo. Porque, además, es invisible. http://azotecarranza. blogspot.com
Usted se encuentra aquí Llevar la periferia al centro. Y qué mejor centro que la Plaza de la Liberación: ahí, enfrente de todos, en medio de todo y de nada. La intervención que estuvo montada del viernes 19 al domingo 21 de junio como parte del Festival Arte por la Tierra, trató de llevar ahí, a donde tú te encuentras parado, paseando, los problemas que se sufren en zonas periféricas y marginadas de la ciudades. Y exponerlas en el centro de las mismas, como si en lugar de estar paseando ahí, anduvieras por allá, por la periferia donde sólo hay eso. Haciendo uso de todo tipo de materiales tales como cartón, lámina, fibra de vidrio, lonas, bolsas de plástico y madera se fabricó una casa característica de dichos territorios de pobreza, tomando como ejemplo las construcciones improvisadas por gente que vive en situaciones de extrema precariedad. Dicha estructura, a manera de “casa de cartón”,
txt: Federico Barón img: Abraham Pérez
sirvió como museo efímero y sala de proyección al mismo tiempo. El video presentado al interior, no tuvo un inicio o un fin y presentó interminablemente datos de ramas tan distintas pero ligadas entre sí como lo son: contaminación, desarrollo, educación, salud y cultura entre otros. Con esto se pretendió inducir una reflexión al espectador sobre su posición en el mundo que lo rodea, el origen del hombre como especie, la vida, y el rumbo de la sociedad contemporánea. El proyecto forma parte de un conjunto de intervenciones apoyadas por el Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco y el apoyo de la Dirección General de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara.
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Living Room
txt & img: Jonathan Lomelí López
En un living room del número 56 de Talbot Street, ciudad de Dublín, capital de Irlanda, me avecindé esta semana.
definible como un aeropuerto cotidiano que el resto de los inquilinos sólo utiliza de paso.
A unos metros de allí se sitúa Connolly Station, médula y vértice del DART, sistema de trenes nacional. También el resto de amenidades, comercios, andadores y la vieja arquitectura que en conjunto imprimen a Dublín su vigor característico como capital europea con más de mil años de antigüedad, y una de las más caras después de Londres.
Toda forma de convivencia extraordinaria requiere nuevas prácticas y reglas de comportamiento. De esta manera, las posesiones, desde el jabón para trastes hasta la cuchara y el tenedor, pierden su razón comunitaria para convertirse en posesiones únicas e intocables.
Las consecuencias de vivir en el living room de un departamento, si bien en el corazón mismo de Dublín, se pueden inferir sin gran esfuerzo. Para empezar se carece de un clóset propio. Luego la cama deviene en un colchón nómada, que transita de un miserable cuartucho oscuro a la sala, en un ir y venir sujeto al día y la noche. Por lo menos, según una perspectiva optimista, conservo el honor de emplear la mitad de un librero como guardarropa. De esta manera, algunas camisas, pantalones y mudas íntimas quedan expuestas al ojo extraño, pero resguardadas por la sabiduría ejemplar de algunos libros de historia resumida e ilustrada, novelas rosas y literatura para turistas. Otra ventaja es que la referida exposición impúdica ayuda a colonizar el pequeño territorio del living room,
Se me asignó un espacio en la alacena. En tres pequeñas repisas coloqué mis dos tenedores, una cuchara, un cuchillo, un plato, dos recipientes medianos y una taza. Ah... y lo olvidaba, un sartén de mediana profundidad que me servirá para cocinar cualquier platillo. Lo mismo en el baño, se me entregó un estante limpio y listo para recibir mis artículos higiénicos y sanitarios. Algo similar ocurrió con mi espacio proporcional en el refrigerador. El arte del inquilino, del cual soy sumo y primerizo aprendiz, no tiene gran ciencia. Tomas lo que te corresponde y respetas lo ajeno. El aire y la luz, muy principales elementos para vivir, esos nadie te los regatea. El living room consiste en dos sillones, el libreroguardarropa, una chimenea, una televisión que nadie ve, la mesa del comedor, un espejo y una mesa enana que hace las veces de taburete. Según mi humor nocturno, a la hora de
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dormir saco un colchón de un pequeño cuarto de trebejos y lo tiendo en el suelo, o de plano duermo en el sofá. Una de las ventajas más considerables es el balcón. Éste tiene una vista parcial y romántica a un conjunto de viejos edificios y tejados, así como a la entrada principal de Connolly Station. Cuando hay sol, la luz penetra frontal e ilumina todo el espacio. Desde él observo, a menudo, a otros vecinos enfrascados en tareas que a veces no reconozco, pero que me he impuesto como un deber contemplativo y necesario a la experiencia en curso. Casi olvidaba otro detalle gracioso. Vivir cerca de una estación de tren requiere cierta tolerancia a los sismos artificiales. Muy a menudo el suelo se cimbra y el pitido de un tren se oye a lo lejos. Basta esperar unos segundos para que desaparezca. Con el tiempo, se vuelve una experiencia familiar fácilmente ignorable, como todo lo cotidiano. Sobre el resto de los inquilinos, debo decir que pocas veces coincidimos. En total son cinco personas más repartidas en tres habitaciones. Entre ellos la pareja de arrendadores originaria de Mauricio, una isla al Noroeste del Continente Africano y al Sur de la India, en el Océano Índico. Es una pequeña isla cerca de Madagascar, un paraíso turístico lleno de nativos pobres. El resto de los inquilinos también son de ese país. Según me cuentan, debido a su larga historia como
pueblo colonizado por los franceses y los ingleses, hablan ambos idiomas de sus conquistadores, además de su lengua nativa y por si fuera poco, el hindú. No comen carne de res, sólo pollo. El espacio es amplio y las habitaciones se conectan a través de un corredor a espaldas del living room, por lo que no muy frecuentemente soy víctima de disturbios. Sólo para ir al baño es necesario pasar por mi “habitación”, pero una resignación sabia y templanza bastan para no sufrir por estos inoportunos encuentros. En suma, todos son extremadamente delicados y cuidadosos para respetar mi espacio. Hasta ahora puedo considerar mis amigos a Bibi y Chitan, ambos más o menos de mi edad. Los otros tres inquilinos, un hombre de unos 40 años, consumido por alguna enfermedad que lo hace caminar con esfuerzo y debilidad de piernas; un joven de alrededor de 25 años, sonriente y respetuoso, así como un adolescente indiferente y ensimismado. Nuestra educación conservadora, que inculca una gula artificial e insaciable por las comodidades, podría ver este hecho –dormir en el living room– con cierta compasión. Pero al sueño profundo poco le importa si se duerme en sábanas de seda o sobre piedra. Para eso basta la horizontalidad, que a todo mundo se le da muy bien. El resto son afeites y mariconerías consumistas.
Jetlag
El aperitivo perfecto
txt: Ana Cinthya Uribe img: Ilsem González de Alba
A decir verdad, ya ni me acuerdo cómo se llamaba. Creo que Tere, pero no estoy segura. Lo que sí tengo claro es que la vi afuera de las puertas de mi escuela desde que estaba en preescolar. Todas las tardes, a la hora de la salida, se ponía ahí con un par de cubetas llenas de bolsas de plástico con frituras de harina, papas fritas, jícama y pepino. Acá, contar esto es como una historia rara, muy rara. ¿Comprar dulces a la salida de la escuela, antes de la hora de comer? ¿En la calle? ¿Y además verduras? ¿Con chile y limón?
múltiples estrellas Michelín, pero no en la cocina de casa. Y, más importante que probar algo nuevo, hay algo básico: uno no se mete con los platos clásicos. O sea que ponerle chile y limón a las patatas (hablar castizo a veces es un must, no son ganas de imitar a Hugo Sánchez) fritas es casi como rellenar aceitunas con pollo con curry: no queda nada bien.
En la tierra en la que todo se aliña con aceite de oliva y vinagre de vino, pensar en limón como complemento a una ensalada de pepino es realmente raro – cuando no dietético. Pero, al final de cuentas, concebible. Lo que es casi un sacrilegio es, sin embargo, exprimir felizmente un limón sobre un montón de patatas fritas. Eso no se hace. Es casi como de mal gusto.
Y sin embargo, son grandes fanáticos de los fritos, como nosotros. Todavía recuerdo el día que, para mi pura felicidad, vi por las calles de Valencia a un señor con un carrito con papas fritas. Sí, una especie de ambulante como los que se ponen en el Centro, cerca del estacionamiento Parroquia o alrededor del mercado Corona. En contra de cualquier consideración de nutrición me acerqué a pedirle unas patatas. Y me las dio. Como por tres veces el precio por el que las hubiera comprado en México. En un cucurucho de papel estraza. Así, solitas. Sin chile ni limón.
Una cosa que me sorprende mucho del país donde viven varios de los cocineros más innovadores del mundo, es la falta de voluntad para la experimentación. Vamos, sí que se experimenta en las mesas de los restaurantes con
Un poco triste, me paseé a la disimulada alrededor de su carrito para ver si encontraba alguna botella de algo, o un limón (aunque fuera de los de acá), perdido por algún lugar de su “local”. Pero nada. El hombre me sonrío. Yo le sonreí
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de regreso. Y me fui comiendo mis papas, extrañamente saladas y crujientes. A mí me gustan las papas crujientes pero el chile y limón es lo que tienen: las aguadan. Y depende qué tanto le pongas, el asunto se pone peor hasta convertirse en un puré muy particular que hay que chupar de la bolsa de plástico. De hecho, la pregunta es si a uno le gustan las papas con chile y limón o el chile con papas. Pero ese dilema desaparece ante la imposibilidad de encontrar chile o el limón adecuado. Comencemos por el limón: España, productor de cítricos, no produce el “limón” verde sin o con semilla que nosotros comemos en Guadalajara. Ese fruto, conocido acá como “lima” usualmente viene importado de México o de Brasil y, en consecuencia, es un poco más caro de lo que uno se imagina que debería ser. El “limón” local es amarillo, grandote y mucho menos ácido. Así que encontrar el adecuado – o quizá debería decir el deseado – puede ser un poco una expedición, que también amenaza al bolsillo. Por otro lado, la salsa es un bien preciadísimo y escaso. En los últimos años, frente al aumento sin parar de inmigrantes latinoamericanos, la oferta de productos es
más amplia. Ya encontrar una botella de salsa Valentina no es tampoco labor para Indiana Jones ni para Rico Mac Pato. Sin embargo, no olvidaré que el primer paquete “antijamaicón” que me mandó mi madre incluía dos botellas de salsa para comer con las papas. Aunque no las cargo conmigo de manera constante, debo confesar que a veces tengo la tentación. Y cuando voy a Guadalajara pienso en lo conveniente que sería llenar mi bolsa con las dosis individuales de salsa que dan en los cines para comerse las palomitas. A veces, cuando estoy sentada en mi casa comiéndome un plato de papas con chile y limón, me acuerdo de Tere. Me pregunto si todavía irá a mi antigua escuela a vender papas con chile y limón, si todavía habrá niños que se manchan el uniforme con la salsa. Porque creo que en gran medida una de las razones por las cuales me gusta comer esto es porque me recuerda todas las horas que pasé sentada en el borde de calle, esperando a que llegaran por mí, descansando de las maestras y en un hueco antes de tener que empezar a pensar en la tarea, comiendo lo que se convertiría para mí en el aperitivo perfecto.
Animatic
El cine que (casi) no vemos Desde hace más de un año, en uno de los túneles de desalojo de uno de los complejos de minisalas zapopanas, me encuentro con un afiche de Vientos de libertad (The Wind That Shakes The Barley, 2006) de Ken Loach. Terco él (el afiche), sigue ahí; y verlo me recuerda su aplazado estreno… su improbable estreno (mejor debería quitarlo yo y con él engrosar mi colección de pósters): salvo un paso fugaz por el Cineoforo de la Universidad de Guadalajara, los vientos de Loach, que alcanzaron a conmover al jurado del Festival de Cannes al grado de elegirla como la ganadora de la Palma de Oro, difícilmente llegarán a alguna de las salas del complejo en que se ostenta. Vientos de libertad no es la única cinta célebre que pasa como ráfaga (si es que pasa) por las salas cinematográficas tapatías. Son numerosas las películas que se anuncian pero no llegan a proyectarse: de hecho, la mayor parte de la oferta cinematográfica mundial no encuentra espacio por acá. Es necesario esperar a que se anuncie con pompa para la circunstancia el Festival Internacional de Cine de Guadalajara o alguno de los ciclos que confecciona la Cineteca Nacional (cuya labor de promoción, en el D. F. y en el resto del país, va a la baja, es justo consignar) para aspirar a ver probaditas de lo mejor del cine del mundo, y
txt: Hugo Hernández img: Kenia Gonzalez
a la carrera, pues las películas permanecen por muy poco tiempo: en el mejor de los casos, por dos días. El paisaje del cine, amplio él, en Guadalajara luce desértico y desolador: ya se me olvidó cuándo fue la última vez que una película de Wim Wenders se estrenó en una sala de cine; del crecimiento de la filmografía de gente como el finlandés Aki Kaurismäki, el canadiense Atom Egoyan, el iraní Abbas Kiarostami o el griego Theo Angelopoulos sabemos ocasionalmente, y eso por alguna muestra de cine internacional o algún festival que tenga a bien desviarse a estas áridas tierras. Ya ni hablar de las más osadas propuestas del cine oriental, de pensar que algún día iluminarán la oscuridad tapatía cineastas como el chino Jia Zhang Ke, el nipón Kiyoshi Kurosawa, el filipino Brillante Mendoza o el coreano Im Kwon-taek. Mas no se piense que la cartelera comercial le saca la vuelta sólo al cine “exótico”. No. Similar suerte corren películas de realizadores norteamericanos célebres. Hemos visto en los complejos de minisalas crecer a la banda criminal que Steven Soderbergh congregó, la que empezó en once (Ocean’s Eleven, 2001) y ya va en trece (Ocean’s Thirteen, 2007), pero de las bondades de El buen alemán
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(The Good German, 2006) no vimos rastro alguno. Mientras Jack (1996) de Francis Ford Coppola circuló con un alto (y sospechoso) número de copias, nada supimos de Youth Without Youth (2007), que ni siquiera alcanzó para un mal traducido y mexicanizado título en español. Y ni hablar de la suerte de la cachorra de Coppola, Sofia: su Perdidos en Tokio (Lost in Translation, 2003) tuvo una tibia distribución, pero las travesuras estilísticas de su María Antonieta (Marie Antoinette, 2006) se reservaron para circular en DVD. Y que conste que todas las cintas arriba citadas cuentan con actores conocidos (Geroge Clooney y Cate Blanchett en El buen alemán, Tim Roth en Youth Without Youth y Kirsten Dunst en María Antonieta): aun bajo las normas del star system, que apuesta por los actores como el atractivo principal y que tan bien copiamos en México, estas y otras cintas no merecen la atención de los distribuidores y los exhibidores locales. La explicación está en la taquilla: como en general el parámetro utilizado es la suerte que las películas corren en Estados Unidos (y todas las cintas mencionadas por allá tuvieron una recaudación más bien discreta), los encargados de hacerlas circular ni siquiera se molestaron en hacer copias subtituladas al español para su distribución en México: el criterio para la distribución y
la exhibición, tanto para el cine madeinusa como para el que proviene de otros orígenes, es el mismo: la potencial recaudación en taquilla. Tal vez se argumentará que las películas de marras no son buenas películas, pero cómo se explica entonces la abundancia de abúlicas comedias románticas y de gratuitas visitas al terror. De ahí que sea más o menos sencillo inferir la forma de trabajar de distribuidores y exhibidores en México, que rara vez asumen riesgos: para ellos no somos ni siquiera un conejillo de Indias, somos un apéndice consumidor de Estados Unidos (un apéndice bastante voluminoso y atractivo, si consideramos que México ocupa el quinto lugar mundial en asistencia). Así, no nos queda más que esperar que además de los predecibles y previsibles blockbusters, el buen cine que se genera en Estados Unidos tenga una recaudación aceptable como para esperar que lo podamos ver por acá. Mientras tanto, la verdadera riqueza y la valiosa diversidad que se genera alrededor del mundo sólo las podemos ver en DVD o en alguna videosala (cuando las podemos ver). Lo cual no deja de ser decepcionante, porque en el cine, como en tantas otras cosas de la vida, el tamaño también importa.
Encuentros: cine en espacios público En colaboración con el Instituto Mexicano de Cinematografía y el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, la Dirección General de Cultura de Guadalajara está llevando a cabo el proyecto Encuentros, fortaleciendo así el impulso al desarrollo Cinematográfico en la ciudad.
Hamlet, Príncipe de Dimarclown Funciones todos los jueves y viernes de julio, a las 20:00 horas. Teatro Experimental de Jalisco A Ofelia, Hamlet, Claudio y hasta al finado Yorick, se les ha puesto roja la nariz; pero no de vergüenza o por haber sido víctimas de la mentada influenza, sino por ser los protagonistas del nuevo proyecto del grupo local de teatro, Thespis Teatro: Hamlet, Príncipe de Dinamarclown. Con un tratamiento peculiar del texto de Shakespeare, el montaje dirigido por Fausto Ramírez despoja a esta obra magna de la literatura isabelina de sus cánones solemnes. “Ser o no ser payaso”, esto no representa ningún dilema para Thespis Teatro. Después de la adaptación al clown de Esperando a Godot en 2007, y con un arraigado gusto por la técnica inventada por Jaques Lecoq, allá por los sesenta, el grupo vencabezado por Humberto Armas, vuelve a las andadas, con Abelardo Ferré, Manuel Parra, Susana Romo, Gabriel Álvarez y Diana Alvarado, como sus cómplices.
Encuentros surge como un programa no sólo para el fomento de públicos, sino como un esquema de actividades formativas para estudiantes, profesionales del cine y otros agentes culturales interesados. Cada mes se dedicarán un par de días a la obra de un realizador mexicano a través de su visita a Guadalajara, se llevarán a cabo la proyección de sus obras en distintos espacios públicos abiertos y cerrados, habrá conferencias sobre la obra del autor y algunos invitados especiales como profesionales del medio, intelectuales, críticos, cineastas, que hablarán sobre el tema. Encuentros arrancó ya el 1 de julio con la proyección de la película Amar a Morir, ópera prima del cineasta Fernando Lebrija y se llevó a cabo, posteriormente, una charla abierta al público con el autor. Encuentros 2
La segunda sesión de Encuentros será el 13 de julio en el Laboratorio de Arte Variedades (LARVA) con la participación de Patricia Riggen, quien presentará el cortometraje La Milpa, (2007); el documental Retrato de Familia, (2007); y su primer largometraje La Misma Luna, (2008). Rigen ofrecerá también En plena noche de estreno, los actores que debían recrear una charla abierta al público, posterior a las proyecciones. la tragedia de Hamlet, de pronto se ven indispuestos para Las siguientes sesiones de Encuentros, en fechas aún por hacerlo. Ante tal eventualidad, un grupo de payasos decide tomar medidas serias: salir al quite y representar de manera definir (consulta: www.culturagdl.gob.mx) estarán dedicadas a improvisada, la obra cumbre del “Bardo Inglés” con un los cineastas Alberto Cortes, Ernesto Contreras Flores, Julián toque de inocencia, espontaneidad y sobre todo, del humor Hernández Pérez, Nicolás Echevarría Ortiz e Ignacio Ortiz Cruz, entre otros. característico del clown. Encuentros es un proyecto, dirigido a estudiantes y Esta puesta en escena fue la encargada de clausurar el Primer Festival de Clown, realizado del 25 al 30 de abril en profesionales del cine, productores, artistas y público en general. La Dirección General de Cultura tiene como uno de Lagos de Moreno, Jalisco. sus objetivos la difusión y promoción del cine, dentro de sus programas de Recuperación del Espacio Público y Formación de Públicos.
Recomendaciones
Homenaje a Leonor Montijo Jueves 16 de julio. 20:30 horas Paraninfo Enrique Díaz de León La célebre pianista y Maestra Emérita de la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, Leonor Montijo Beraud, será homenajeada con un programa que recorre fragmentos de la obra para piano de Mozart, Chopin, Debussy y Suchon, interpretadas por Joél Juan Qui, Rosa María Valdez y Juan Pablo García. El concierto es gratuito, pero es necesario acudir por las invitaciones a Ignacio Ramírez 24, o solicitarlas al teléfono: 38 27 59 11.
Ha-Ash Sábado 18 de julio. 20:30 horas Teatro Diana No son las típicas estrellas faranduleras lindas, altas, muy delgadas y teñidas, pero hacen buena música. Después de algún tiempo de ausencia en escenarios tapatíos, el dueto popero integrado por las hermanas, Hanna y Ashley, regresa a la ciudad con guitarra en mano y la firme convicción de poner a cantar a su fiel ejército de fans. Acompañadas por sus músicos realizarán un recorrido por algunos de los temas de Habitación Doble, su más reciente producción de estudio y todos los éxitos radiales que han cosechado durante los últimos años.
Gil Cervantes Jazz Orchestra 25 de julio, 20:00 horas Teatro Degollado Tributo, y lo merecen. Un homenaje a dos pilares del género de la síncopa: Miles Davis y Bill Evans, a cargo de casi una veintena de músicos comandados por el músico mexicano, Gilberto Cervantes, egresado de la prestigiosa escuela de música Berklee College of Music (Boston, EUA). A partir de transcripciones y arreglos originales, la virtuosa trompetista invitada, Lina Allemano, ejecutará piezas escritas ex profeso para el padre del jazz fusión: Miles Davis.
Mundos de Fantasía Sobre Hielo, de Disney Viernes 31 de julio. 14:30 y 18:00 horas Auditorio Telmex Para los más pequeños del hogar, aunque luego lo disfrutan más los mayores, ya por los grandes movimientos en escena, ya por los espectaculares cuerpos de los ejecutantes, llega a Guadalajara este espectáculo producido por la compañía Feld Entertainment, inspirado en algunos personajes de Walt Disney. Los entrañables protagonistas de cintas como el Rey León, Peter Pan, La Sirenita y Cars, como nunca los viste: patinando sobre una gran plataforma de hielo en un show lleno de magia y diversión.
Tony Rohr Jueves 16 de julio. 22:00 horas Bar Américas Ya se sabe que cuando se trata de escuchar buena música electrónica en la ciudad una de las mejores opciones es este bar cercano a la Glorieta Colón. En esta ocasión se trata de uno de los mejores exponentes del techno venido desde Brooklyn, quien pondrá el ritmo para que los cuerpos que atiborran el pasillo de este local se muevan más cadenciosos, acompañados por una buena bebida, al tiempo que olvidarán que el vecino de al lado, sí, el que tiene la mano en su trasero, apenas si lo conoce porque es la segunda vez que lo ve en el bar. Así es en el Américas, y con su buena música todo se olvida. Más vodka por favor.
Intersys y Ella Sábado 18 de julio. 22:00 horas Más informes en: www. proyectogdl.com Ya se sabe que los israelíes tienen muchos conflictos bélicos, pero a pesar de eso generan muy buena música, también la exponen y la exportan. Entonces Massive Trance armó una cartelera para mostrar algunas de las propuestas de vanguardia de la música electrónica en tierras santas, es más, hasta tiempo de lanzamientos hay, como los de DNA, Didaprest y del mismo Intersys. La fiesta está lista, a disfrutar de novedades de la escena electrónica de la gente de Israel, esta vez nos moverán sus sonidos y no los de fusiles precisamente.
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Franco Cinelli Jueves 30 de julio. 22:00 horas Bar Américas Esta vez la música para mover el cuerpo (y rozar la humanidad de uno contra el otro en reducidos espacios) llega desde la hermana república de Argentina. Seguramente este pinchadiscos es el mejor del mundo, no tiene parangón, al menos eso puede creer él. Sencillo, lo que es una realidad es que programa buenos sonidos y de que pondrá a bailar eso es seguro. Sí, hay que aceptar que es bueno, calidad comprobada luego de hacer buenas producciones en la escena electrónica internacional, sobre todo en Barcelona y Argentina, donde más trabaja.
Liquid Dreams Label Party Sábado 11 de julio. 20:00 horas Mayor información del lugar una semana antes en: www.proyectogdl. com Atáscate ahora que se puede. Un festín sonoro de larga duración, así será este encuentro entre algunas de las propuestas más recientes y de comprobada calidad en la escena electrónica nacional y foránea. Así que en escena habrá más de una docena de propuesta, no al mismo tiempo claro está, sino que dosificadas para que la fiesta de alargue y se alargue y se alargue. Mucho electrolito entonces, para aguantar la sesión; lo demás allí llega solo.
Ballet Folclórico de Universidad de Guadalajara Domingos 19 y 26 de julio. 12:30 horas Teatro Degollado El taconazo está de regreso en el teatro de donde los echaron un día. Los colores, el movimiento y los ritmos tradicionales de diversas regiones del país regresan a la que durante muchos años fue su casa: el escenario del Teatro Degollado. Al ritmo de la jarana, la marimba y del violín huasteco, el cuerpo de baile dirigido por Carlos Ochoa, demostrará por qué es considerado uno de los mejores del país, con más de 40 años de trayectoria taconeando en México y el extranjero, ¡ahí nomás!
Sabor a Freud Martes y miércoles de julio. 20:30 horas Teatro Experimental de Jalisco Al llegar al diván, una consulta con el psicoanalista puede convertirse en una verdadera cita amorosa. Una adaptación al texto del argentino, José Pablo Feinmann, realizada por el grupo local El Baúl, bajo la dirección de Eduardo Villalpando. Entre boleros, locura, pasión desbordante y un poco de Prozac, el Dr. Kovacs (Mauricio Cedeño) está por enfrentarse a los demonios internos de su paciente esquizofrénica, o incluso talvez los propios. Ya sabemos de las vicisitudes que marca el psicoanálisis, lo cual se adereza con este toque pasional, que al cabo que a Freud ni le gustaba.
Los Awilbur Miércoles 8 y jueves 16 de julio. 20:30 horas Estudio Diana El camino de un grupo de músicos de la escena rocanrolera de los ochenta converge por la amistad y el gusto de tocar. A manera de parodia de la mítica agrupación “The Traveling Wilburys”, (Tom Petty , Bob Dylan, Roy Orbison y George Harrison) Alfredo Sánchez (El Personal), Óscar Fuentes, Daniel Kitroser (La Revo) , Carlos Avilez (Cuca) y Gerardo Enciso, se hacen llamar “Los Awilbur”. Con más de 200 años de experiencia en un mismo escenario, como ellos mismos anuncian, esta selecta agrupación interpretará las composiciones más representativas de cada uno de sus integrantes. Mucha calidad musical concentrada, de esa que huele a añejo y suena mucho mejor.
Cirque De La Symphonie Viernes 10 de julio. 20:30 horas Teatro Diana Saltos, brincos y piruetas. En el marco de la temporada “Fusión”, de la Orquesta Filarmónica de Jalisco, bajo la batuta de Héctor Guzmán, el arte circense rompe con la solemnidad de las salas de concierto para, por una noche, apoderarse de ellas. Acrobacias aéreas, malabarismo, equilibrismo, baile y actos de contorsionismo, realizados por artistas de prestigio internacional, se sincretizan con el sonido sinfónico para crear un espectáculo plagado de magia y emoción, apto para toda la familia. Algunas de las suertes que por mucho tiempo han deslumbrado a la Humanidad a escena.
Disco Roboto
Domingo en Villa Longboard A Luis Miguel Suro Es una lástima que la diosa romana tenga fija la mirada hacia el Oeste: sus ánimos de custodiar esta ciudad desde un sólo frente –demasiado broncíneos para la época– le impiden observar los manchones de color que, cada domingo, iluminan el asfalto en avenida Vallarta. La rigidez en la postura de la Minerva, sin embargo, no molesta del todo a la flamante fauna citadina que acude a comprobar un placer esencial en la vida de todo aquel que se considere aficionado a los deportes extremos: la mezcla, siempre hormigueante, entre rapidez y adrenalina. Los longboarders están entre nosotros. Y no les importa que la Minerva, seria hasta la médula, les dé la espalda. Ellos se deslizan hacia el Este y ejercen lo suyo en el espacio que la Vía RecreActiva dispuso, desde hace ya varios meses, para que los adictos a las barridas den rienda suelta a sus aficiones sobre el negro suelo de la avenida. A diferencia del skateboarding, cuyos instintos tienen que ver con el peligro y muchas laberínticas piruetas aéreas, la velocidad –mejor si mayor– es el único asunto que concierne al feliz propietario de una longboard.
txt: Mariño González img: Carlos Aroche
Tablas alargadas –algunas de hasta un metro y medio– y llantas enormes de goma. Desde la avenida López Mateos hasta unos metros antes de los Arcos de Vallarta, los longboarders se deslizan a gran velocidad y se barren utilizando todo el cuerpo para cumplir su propósito. Con las manos sobre el suelo –cubiertas por guantes personalizados de cuero y placas de acrílico– y con los pies bien aferrados a la lija que cubre la superficie de sus vehículos, los patinetos dominicales ejecutan amplios círculos o interminables zigzags que, ni modo, a veces terminan en terribles caídas a muchos kilómetros por hora. Pero, aquí, el dolor es parte del goce. De la Calzada para acá (y para allá) De la Calzada Independencia nacen dos posibilidades para quienes, a bordo de su patineta, sencillamente, pretenden una cosa: arrebatarse el calor, a base de kilómetros por hora, durante una mañana de domingo en la Vía RecreActiva. Del rumbo de Tetlán, por avenida Javier Mina hasta el mercado Libertad (a.k.a. San Juan de Dios) hay mucho concreto duro y reluciente que vibra, tenaz, en llantas, tablas y cuerpos. Del otro lado, desde los Arcos de Vallarta hasta el parque Revolución, el chapopote es un mejor aliado para los longboarders que se afanan en sus
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ánimos velocistas. De cualquier modo (y de cualquier punto del que se quiera partir), la sensación es la misma y algunos de sus fieles promotores la describen con una sola palabra: libertad. Quizá, de entrada, no parezcan mucho. No son las colinas tremendas de algún paraíso californiano en los setenta, ay, del siglo pasado, pero las posibilidades dominicales convierten los carriles de la avenida en estepas asfálticas de alta velocidad. No importa si uno anda por Juárez, Javier Mina o Vallarta: el objetivo es el mismo y cada vez son más quienes recorren esta gran avenida con sus patinetas gigantes: surfeando la calle, tocando la ola asfáltica con las manos en un giro feroz y dejándose, a veces, la piel en el intento. Un placer que sólo puede disfrutarse en ese lugar imaginario –real únicamente durante las mañanas dominicales– que algunos denominan Villa Longboard. These wheels are made for sailing Hace cinco años, unos meses antes de su muerte, el artista tapatío Luis Miguel Suro (1972-2004) enyesó el brazo derecho de la Minerva como parte del proyecto de arte contemporáneo Urbanizarte, que recorrió distintos sitios de la zona metropolitana de Guadalajara. Esto viene a cuento
porque, todo hay que decirlo, uno de los mayores riesgos de patinar en una longboard es la terrible caída que puede concluir en uno o más huesos rotos. Un problema menor, sin embargo, para los adictos a las patinetas y el asfalto: esas ruedas están hechas para navegar y la posibilidad de una férula o un cabestrillo, simplemente, no intimidan. Mucho ha cambiado en la ciudad desde que, en marzo de 2004, Suro decidió dar un poco de apoyo a la Minerva en su constante y larga vigilancia de la ciudad. Uno de esos cambios es la proliferación de los skatos en Guadalajara. Y con ellos surgieron sus hermanos mayores, los longboarders, que ahora se reúnen en el cruce de López Mateos y Vallarta, la capital de Villa Longboard donde la efigie –con su brazo derecho más sano que nunca– ignora, eternamente, a los fieles de la patineta. No se trata, sin embargo, de un acto de desprecio. Son cosas del destino y la ubicación. Y la diosa romana, después de todo, es de bronce. Si fuera de carne y hueso, seguro cambiaría, a buen recaudo, su escudo por una patineta. Porque así son los domingos. Porque así son los asuntos de la velocidad. artespurio@gmail.com composta.net/discoroboto
S T UA R T W E I T Z M A N S A LVAT O R E F E R R A G A M O DONALD J. PLINER PURA LÓPEZ GIUSEPPE ZANOT TI J U S T C AVA L L I ARCHE VA L E N T I N O BRUNO MAGLI B A L LY
GUADALAJARA: LA GRAN PLAZA, GALERÍAS, PABELLÓN, ANDARES / D.F.: SANTA FE, PERISUR. / CANCÚN: LA ISLA SHOPPING VILLAGE. BOUTIQUES STUART WEITZMAN D.F.: ANTARA POLANCO. / GUADALAJARA: ANDARES.
La Kalandra es una ave que con su largo trino anuncia la noche que se acerca, la oscuridad tomando su terreno, a la vez, también nos intenta decir que nos iluminará el cambio que se aproxima y que la nueva generación está por llegar. Una generación que emerge curiosa y orgullosa de nuestras raíces, justo donde habita el verdadero espíritu de un pueblo, con gran hambre de ser global, de exponerse sin reservas ante el mundo, de defender ferozmente el territorio en que se encuentra asentada, con un nuevo sentido de sociedad, compromiso y cooperación, pero siempre con los pies en la tierra. La Kalandra
Fotografía: Fernanda González Vestidos : Milagro Clínico Maquillaje: Melissa Varela Peinado: menyhairstyle Modelos: Janna y Melissa Varela
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Primer Cuento. Colección primavera-verano Modelo: Ana Anaya Director de arte: Julio Aguilar Estilismo: Iván Romero Maquillaje: Édgar Guareño Fotografía: Felipe Salgado
Andres Avi単a www.moluxco.blogspot.com
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Photo-X: Rafa del Río
Photo-X Es un colectivo de fotógrafos que han encontrado en la imagen fotográfica la forma de expresarse y entender el mundo que los rodea. Los cinco integrantes de este colectivo, con amplia experiencia y una serie de reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional, muestran en sus estilos una amplia gama de técnicas y registros; esta pequeña muestra con la que colaboran en KY da una idea de sus alcances. Para conocer más: www.photo-x.org y http://photoxblog.blogspot.com/
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Photo-X: Jesus Quintannar
Photo-X: Antonio Nava
Photo-X: Alfredo Estrella
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Paulina Guerrero SMALL HEAD – XXL HEART Tinta china
Chris / “Contemplando el infinito” / Digital
Alejandra Colunga Cantor Digital