KY magazine 04/05

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Primera KY

Ya influen(za)ciados, mayo es junio Influenza obliga, y mata bicicleta… Bueno, por lo menos unos días, los suficientes para desquiciar un país, y hacer que otros vieran a sus habitantes como apestados. De modo que la KY levantó muros altos, encerró las bicis -el tema principal de mayo- y se puso a planear una nueva estrategia. Decidió parar, no aparecer, como estaba previsto, los primeros días de mayo, porque nadie estaba en las calles. Esperar, como todos, y fortalecer lo que ya había, para ofrecer a los lectores un plus: unas páginas más de pilón (¡que vuelva, que vuelva el pilón!), para cuando ya pudiéramos estar todos en las calles, encontrar una KY más gordita. Y aquí está. Páginas que no contagian de influenza, sino que pretenden invitar a reflexionar cuánta cosa se dijo, se vio y se vivió a propósito de la irrupción del A H1N1, con una mirada de nuestro Director Editorial, David Izazaga, viajero por esos entonces, y quien vivió la paranoia que generó el miedo al contagio. ¿De qué? Quién sabe, pero ser mexicano fuera de México se convirtió en asunto de seguridad nacional para los habitantes de otros países. Aquí la crónica de los hechos. Y ya un poco en los cabales, la KY se reconstruyó y edificó su contenido a base de ruedas, cadenas, manubrios y pedales. La bicicleta, moda o tendencia, ha tomado las arterias de la ciudad, pero no de hoy, sino de hace mucho

tiempo, por lo que acá están algunas de las voces de aquellos que han recorrido calles y avenidas como hábito, ante la mejor opción de desplazamiento que les queda para surcar la metrópoli, ya por economía, ya por pura buena salud. ¡A qué bonito es pedalear bicicletas! Por eso los que se solazan con ello están en estas páginas y lo presumen, más allá de si se está in o out, se tiene o no una buena rila o le va bien a tu aspecto alternativo y en pro de la ecología. Ciclistas, pues, de hueso colorado. “¿Ciclovías en la ciudad? ¿Más espacio para la bici? Como quieran, si sí bueno, si no, nunca los hemos tenido”, dicen, y vuelven a pedalear. Finalmente, queremos destacar la colaboración en este número de un amigo de KY, excelente periodista y escritor: Antonio Ortuño, a quien queríamos tener desde hace varios números aquí, pero que nunca nos imaginamos que iba a ser escribiendo de este tema: Rigo Mora, quien se fue de esta vida, dejando mucho entre nosotros. Sin más palabras, las que escribe aquí Ortuño son precisas y sentidas, las compartimos. Y, como siempre, a andar por la KY, que ahora hay más.


Colaboradores:


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13, Dolores Díaz

15. Verónica Nieva Chilanga en Guadalajara desde hace muchomucho. Ha sido mesera, niñera, actriz, cineasta, reportera y videoasta, aunque se ha mantenido gracias al diseño gráfico, que es en lo que se defiende. Estudia francés y sabe kung-fu. Nadie le gana a eructar. 8. Lizeth Arámbula Soy guitarrista y vocalista de un grupo de rock, Luna·Magaña·Arámbula·Luna. Aprendí a monear y disfruto hacerlo, subo el material a www.sacamedelaalberca.blogspot.com. Estudié Filosofía y Ciencias Sociales, hasta hace poco trabajaba en una editorial, asistía puntualmente con el psicoanalista, daba trabajo a mi hermano menor pero tuve una revelación en un bar y me convertí en desordenador. Ahora paso el tiempo con mis hijos, escucho hip hop y hafablofo efen efefefe. 5. Natalia Pérez García Mexicana de apellidos comunes, gusta de la investigación, las albercas y los cocos en la playa. Egresada de Ciencias de la Comunicación, ha pasado por varios medios sin quedarse en ninguno. Es haciendo fotografía donde encuentra la mejor manera de gastarse el tiempo. Del mundo le gusta su historia, del arte, lo contemporáneo; y de la música, cualquier cosa que suene a Jaraneros del Papaloapan. 4. Manuel Ramos (Meny) Actualmente está a cargo de Milagro Clínico, que es un concepto referente a la creación y transformación de prendas y, al mismo tiempo, a la música. La creación de imágenes, a través de piezas únicas que plasman un personaje urbano o de época. Con el estilismo y el diseño de imagen Milagro clínico propone una elegancia ecléctica y estoica. Diseñador de modas y estilista, Menyharstyle, porque ha colaborado con diseñadores locales del medio alternativo peinado y maquillando, también haciendo estilismos para fotografía en un proyecto llamado “Pick up”.

Lolita es tapatía, estudió comunicación y después una maestría en gestión y desarrollo cultural, ha impulsado proyectos como la revista “Reverso”, un festival de lucha libre y otros cuantos más. Fundadora de Las Encantadas AC. Amante de la música de acordeón, el café latte y las tostadas de panela. En este momento momentáneamente se declara fan de Cantinflas.

14, Antonio Ortuño Antonio Ortuño (1976) es autor de las novelas El buscador de cabezas (Joaquín Mortiz, 2006) y Recursos humanos (Anagrama, 2007, finalista del premio Herralde) y del volumen de relatos El jardín japonés (Páginas de Espuma, 2008). Libros y relatos suyos han sido traducidos al francés, italiano, inglés, rumano, húngaro y persa al mismo ritmo que sus amigos dejaban de hablarle. Actualmente sostiene correspondencia con personas de Macedonia (una) y Sri Lanka (podrían ser dos, quizá). 2. César Chávez Comunicador egresado del ITESO. Trabaja en diferentes proyectos de promoción cultural, como en LARVA, además de desarrollarse como diseñador, colaborador de algunas marcas ropa independiente. Le encanta el cine y las bicicletas.

11. Erándini

3, Heriberto Acosta

Caricaturista-futurólogo-ecologista nacido en Guadalajara, aficionado a la ciencia de la catalización de ecuaciones estéticas y atemporales, inventada por él.

Guadalajara, Jal. Fotógrafo. Asistente a los cursos de la unidad de capacitación audiovisual de la UdeG. Observador de la luz, diligente de los significados dentro de los significados en la imagen. Gusta del cine, de las palomitas y los refrescos. Cada cuadro retenido en el tiempo es una historia en sí.

10. Snok A.K.A Eric Barajas Designador Gráfico que gusta de la KY, ya que encuentra un sin fin de elementos gráficos interesantes, ha ilustrado pequeños cuentos de sus compañeros en publicaciones universitarias, incursionó en el mundo de los monos por un corto tiempo en un desaparecido suplemento de El Occidental, fan de los animes, aunque nunca ha podido dibujarlos. Gusta de jugar rol todos los viernes y le encantan los deportes como el fútbol y el béisbol, odia el corel y los burós de diseño digitales,cree en la profesionalización del diseño. Ha encontrado en losmontajes la solución para expresar sus ideas. 12 Laura Méndez Disoñadora gráfica e ilustradora. Tapatía y egresada del ITESO en 2005. Estudió diseño y arte en Valencia. Trabaja como freelance colaborando para cine en la Universidad de Guadalajara, desarrollo de marcas así como proyectos culturales y sociales. Fan de las revistas viejas, los collages, los Beatles, los cuentos ilustrados, el café, las caminatas urbanas...¡y la bicicleta! Amante de la alegría, la literatura y los viajes, especialmente llevando un moleskine en la mochila. www.flickr.com/laubigbang 6. Carlos López de Alba

9. Jimena Souto Jimena Souto desde que pudo sostener un crayón no dejó de dibujar. Dio vida a seres extraños en paredes y pisos, sillas y lámparas. Es una argentina que no toma mate ni es de Boca; no le interesa el tango ni es peronista. Habla y piensa en inglés, español y mexicano simultáneamente. Estudió diseño en el ITESO y ahora trabaja en Gamomo Creative Lab. 7. Patricia Martínez Periodista y pedalera de bicicletas (no de novios). Su relación más larga fue con el Periódico Público y ahora comienza nuevos amoríos en un despacho de urbanismo y en un centro de investigación sobre la ciudad. Es integrante del colectivo Gdl en Bici. 16, Francisco Quirarte Nació en julio de 1980. Estudió Artes Visuales y Guión. Trabaja para la Dirección General de Medios de la Universidad de Guadalajara, como fotógrafo de la Gaceta Universitaria. Actualmente, Pancho toma un Taller de Crónica. Fruto de ese taller, la crónica que se publica en este número; cuando la leyó frente a sus compañeros en el taller, al finalizar, todos aplaudieron. 1. Elvia Guadiána

Vive en Santa Tere. A los trece años marcó un autogol que lo llevó al retiro de las canchas, escribir cuentos y comprar revistas desde entonces. Le va al Atlas y le gustan las nieves de vainilla con ate de membrillo, de esas alargadas envueltas en un cucurucho. También dirige la revista Reverso.

Tatuadora e ilustradora tapatía. Ha trabajado en diferentes estudios de tatuaje de la ciudad, donde ha trazado infinidad de líneas. Además de trabajar en Guadalajara, lo ha hecho en diferentes estados del país, eso del viaje se le da muy bien.


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Portada: Alvar Ramos

Nota del editor: Ofrecemos una disculpa a Klaudyaestefania, quien es la autora de las fotos publicadas en la sección de moda, páginas 74 a la 77, del número de marzo, ya que su crédito no apareció en las páginas.

Colaboradores: José Israel Carranza, Leslie Martín, Ricardo Cerqueda, Alfonso Cadena, Nacho Cadena, Federico Barón, Jonathan Lomelí, Cristian Mejía Ramírez, Ana Cinthya Uribe, Hugo Hernández, Paco Castro, Miriam Ramos, Ricardo Luévanos, Ilsem Yaremy González de Alba, Sergio Saucedo, Kenia González, Sergio Rodea, Mariño González, Adrián de Galo, Quetzal Cárdenas, Diana Martín, Jonás Acosta, Magaly, Victor Sprint Nova, Azzem, René Córdova, Mario Ruiz, Álvaro Barriga, Martín Mora, Ulises Rodríguez, Gabriel Anguiano, Klaudyaestefania, Alfredo Rodríguez, Karen Puente, Damián Trejo, Eva Cabrera, Carlos Alberto Salgado Chablé, Ulises Arreola, Elizabeth Martínez, Cecilia Fernández, Alejandro Armenta, Jerónimo Escudero, Claudia Lucinda Hernández, Marcos Gallegos, Kali Meadows, Bere Muñiz, Carlos López de Alba, Verónica Nieva, Natalia Pérez García, Heriberto Acosta, Manuel Ramos, Lizeth Arámbula, Patricia Martínez, Erándini, Francisco Quirarte, Eric Barajas, Elvia Guadiána, César Chávez, Jimena Souto, Dolores Díaz. KY magazine, revista mensual de distribución gratuita. Año 1, número especial (influenciado) 4-5, Mayo-Junio de 2009. Editor responsable: David Izazaga (dizazaga@kymagazine.com.mx). KY magazine es una publicación independiente. Impresa en Europrint: Circunvalación Agustín Yáñez 2399-a, C.P. 44130, Guadalajara, Jalisco. Tiraje: 15 mil ejemplares. Número de certificado de reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: en trámite. Número de certificado de Licitud de Título: en trámite. Número de certificado de Licitud de Contenido: en trámite. El contenido de los artículos es reponsabilidad de quienes los escriben, no necesariamente reflejan el punto de vista de la publicación. Los derechos de reproducción de los textos e imágenes, así como el nombre aquí publicados, están reservados por KY magazine. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido, imágenes y fotografías, por cualquier medio físico o electrónico sin previa autorización por escrito del editor. Todos los derechos reservados. “Cuando la suerte se empeña en joder al desgraciado, por más que se limpie el culo siempre le queda cagado”: Don Lino Mora.

Director Editorial David Izazaga Márquez dizazaga@kymagazine.com.mx Director Creativo Alvar Ramos Martínez alvar@kymagazine.com.mx Editor Juan Levid Lázaro levid@kymagazine.com.mx Redacción Iván Vázquez ivan@kymagazine.com.mx Corrección Gloria J. Martínez G. Fotografía Natalia Fregoso natalia@kymagazine.com.mx Abraham Pérez abraham@kymagazine.com.mx Director Comercial Carolina Lerma Martínez direccion.comercial@kymagazine.com.mx Ejecutivo de cuenta Denia Ramos Martínez deniar@kymagazine.com.mx Consejo Editorial Martín Mora, José Luis Coronado, Javier Audirac, Jorge González Arce, Mariño González, Sergio Rodea, Mak Gutiérrez.


Placeres

txt: David Izazaga / img: Alvar Ramos

Yo tengo una bolita que me sube y me baja... El Garibaldi. Y no cualquier Garibaldi, sino el que venden en la pastelería El Globo. Antes de seguir avanzando, si lo tuyo lo tuyo lo tuyo es el pan, quédate y sigue leyendo. Si no, continúa andando la KY. Ya está. Vamos por partes: el pan es un de los mayores placeres culinarios que existen en la vida. Luego: el pan de dulce merece, dentro de esta clasificación, un peldaño más alto, por poseer la gracia divina de ser pan y al mismo tiempo postre. ¿Qué es lo que hace especial a este pequeño bocado de los dioses? ¿Por qué no lo consideramos como cualquier otro pan, digamos la oreja o el polvorón? Muy sencillo: dentro de los panes de dulce, mientras la oreja posee esa incómoda condición de ser dura, pero al tiempo que la rompes se desbarata en mil pedacitos, el Garibaldi es delicado y fino al tacto. La oreja es una palmada en el hombro, el Garibaldi, en cambio, un delicado beso en los labios, que apenas roza. Si vamos a la página web de la mencionada pastelería, encontraremos la descripción del Garibaldi en estos términos: “pan suave con forma de cono truncado sabor dulce agridulce con notas a mantequilla. Cubierta con ligera capa de jarabe de chabacano y gragea de forma esférica blanca”. A ver: no sé a ustedes, pero a mí me parece todo menos un cono truncado. No me detendré en hacer un símil con figuras geométricas conocidas, para mi, el Garibaldi tiene forma de abrazo, de apapacho, de panecillo bonachón: si fuera un coche sería, en definitiva, un vocho. Por lo demás, con respecto al texto oficial, es destacable que se pongan tan exquisitos describiendo la gragea (“gragea de forma esférica”, dicen, como si hubiera

cuadrada o rectangular. ¿Quién redactó esto también redacta los instructivos para operar las licuadoras?), pero al final nos regalan un tip agradecible: el ligero sabor a chabacano. Hay que decir que, de repente, en la pastelería nos sorprenden con variantes del Garibaldi. Este simi Garibaldi lo hacen, dizque integral y le llaman “Amaraldi”. Y hay más: uno que hacen a veces, de chocolate (y al que, bendito Dios, no se les ha ocurrido llamar “chocolaldi”). El colmo es cuando, cerca del 14 de febrero, hacen uno en forma de corazón y con gragea roja. ¡No se deje sorprender! ¡No caiga en las burdas imitaciones! Garibaldi hay sólo uno. ¿Cuál es la mejor forma de comerse un Garibaldi? Yo, a veces, lo hago a escondidas (no sé por qué, nadie me regaña): no hay mejor placer que entrar, comprarlo y antes de que salga uno de la tienda ya estar dándole la primer mordida. Mucho antes de haber dado quince pasos se habrá ido al cielo de los Garibaldis. Una receta, sólo para conocedores: ponga dos cucharadas de leche condensada, dos de leche evaporada y un chorrito de baileys. Mezcle y emulsione su Garibaldi con el resultante. ¿Suena a exceso? Lo es, pero vale la pena. Ya no hay espacio para hablar acerca de por qué se llama de esa manera. ¿Acaso a don Giuseppe Garibaldi (que tiene su calle en el centro de la ciudad y toda la cosa) le gustaban mucho también los panecillos? ¿Él los inventó? Dejemos eso para otro momento. Quiero terminar diciendo que sólo hay algo mejor que un garibaldi: dos Garibaldis.


img: Laura Méndez

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Las cosas que le cambiaron la cara a la ciudad Vengo de México: qué culpa tengo yo de que la infuenza venga también de allá La vida en dos ruedas Los que no tenían miedo y murieron en el intento Perfiles de ciclistas Ganadores del Primer Concurso de fotografía “Mi ciudad y sus bicis” Ciclovía, pero no pa´ todos Ruedas o platicas El arte en la calle, para que el otro intervenga ¿Quién vino a dejar ese tiradero ahí? Un mártir muy animado Sol de oriente que abrasa a la ciudad ¡Qué calor! Nuevos aires refrescan a la Feria Municipal del Libro Excipiente: Suficiente El primer barrio al otro lado del río Pandear la bota: Viñetas de lo Queer La Leche: ¡Fuera! Lucha vs. La Rutina Jetlag: La Dufferin rifa Keukenhof: el reino de la primavera Animatic: Real fantasía, realidad fantástica Recomendaciones Resucitar las palabras Disco Roboto: aaAARRGG!!! El Apocalipsis hecho cómic Moda: Milagro Clínico Post Cómics


Las cosas que le cambiaron la cara a la ciudad

txt: Federico Barón img: Alvar Ramos

Muy seguramente esos miles de estudiantes que se pasean todos los días por Plaza del Sol ni se imaginan que hace cuarenta años, cuando se inauguró, en noviembre de 1969, pocos le auguraban éxito, nadie creía entonces que la gente quisiera ir “hasta allá” (pues había que tomar carretera para llegar) y que incluso hubo que convencer a los camioneros para que alguna ruta se aventurara a ir. Vamos, sin ir muy lejos, ya muy pocos se acuerdan incluso que adentro de la plaza hubo cines (cuando lo comenté, hace unos días, muchos me voltearon a ver con cara de asombro y yo me sentí viejo entonces). Sería interminable hablar de todos esos lugares dentro de la Plaza que hoy ya no existen, pero que de una u otra manera dejaron marcadas a muchas de las generaciones que han crecido yendo los fines de semana a Plaza del Sol. Este lugar es, en definitiva, una institución en la ciudad. Según la historia que se encuentra en el sitio oficial (el cual, por cierto, funciona muy bien: www.plazadelsol.com), fue el primer centro comercial de América Latina y el reto entonces era que la gente cambiara su hábito de ir al centro y en lugar de ello, se fuera ahí; por eso el proyecto se dio, arquitectónicamente (autoría del maestrísimo Alejandro Zohon) de esa manera, había que hacerle sentir a los visitantes que estaban caminando al aire libre y viendo tiendas, como lo hacían quienes iban al centro. El nombre es fruto de la combinación “ir de plaza”, que significaba entonces ir de compras al centro y el nombre de la colonia donde está ubicada: la Colonia del Sol. Los doce

La primera plaza en América Latina

fundadores de Plaza del Sol fueron: la familia Moragrega propietarios de las Tiendas Maxi; Carlos Vachez, de Fábricas de Francia; Roberto Orozco, de Almacenes Roberto Orozco; Ángel Franco Camberos, de Almacenes Franco del Centro; la familia Sarquis, de la Cadena; Alfonso Dau, de La Muñeca; Alfonso Chalita, de Almacenes Chalita, Ricardo Montaño, representando a la familia Levy, de Droguerías Levy; la familia Varón, de Boneterías Varón, la familia Ravinovitz, de Mueblerías Bertha; René Baruqui de Casa Baruqui y Leopoldo Amutio, de Ferreterías Calzada, quines formaron la sociedad de Centros Comerciales de Guadalajara, S. A. De una u otra manera, quienes participaron en el proyecto y realización, no sólo superaron cualquier asomo de incertidumbre, sino que marcaron a la ciudad, con un concepto que, cuarenta años después, sigue más vigente que nunca. Porque, ¿quién no tiene recuerdos en esta plaza? Punto de reunión de amigos, de familias enteras (quizá sea la plaza en la ciudad a la que asisten más familias, sobre todo los fines de semana), de miles y miles de visitantes que vienen por algún motivo a Expo Guadalajara (hay historias increíbles que circulan por ahí, de grandes parrandas de escritores en lugares de esta plaza, cando vienen a la Feria del Libro, a fin de año), a la plaza es difícil verla sola. Y, a unos meses de cumplir los cuarenta (edad a la que, dicen, uno empieza a vivir de verdad), Plaza del Sol sigue siendo un icono para la ciudad y, también, haciéndole justicia a su eslogan: “Todo”.


Crónica

Vengo de México: qué culpa tengo yo de que la maldita influenza venga también de allá txt: David Izazaga tmg: Abraham Pérez / Leslie Martín

A mi maestro y amigo, Alberto Salcedo Nunca me hubiera imaginado que el estornudo de una persona en medio del aeropuerto causara tanto impacto: como si lo que se expulsara de su nariz fuera gas mostaza, como si quienes la rodeábamos fuéramos a caer muertos instantáneamente o al menos idiotas de por vida. Cómo cambian las cosas en unos días, pensé. Si apenas el mes pasado que tuve gripa no terminaba de estornudar mi tanda de tres, cuando ya tenía un grupo de comedidos y diligentes extraños que, junto a mí, parecían gozar al decirme: ¡salud! Unas horas antes apenas y había tomado consciencia de la verdadera dimensión de lo que estaba pasando. Luego de varios días de encierro, de escuchar y leer pocas noticias (no por apatía, sino porque tuve que dejar muchas cosas terminadas antes de irme de viaje), me dirigí el domingo 26 de abril al aeropuerto Miguel Hidalgo de Guadalajara. Nunca me imaginé encontrarlo tan vacío, mucho menos siendo domingo. Fue entonces que observé la primera escena que llamó mi atención: todos los empleados del aeropuerto que estaban tras los mostradores traían colocados cubrebocas. Yo llevaba el mío (y al menos tres más, en mi mochila), no tanto por convencimiento, sino por insistencia de la familia

que, al verme tan incrédulo y apático, me hicieron corralito obligándome casi a jurar frente a la Virgen de Zapopan que me lo pondría. Y si entré a la sala de abordar sin el cubrebocas puesto no fue por ningunear a la Virgen de Zapopan, sino porque la mayoría de la gente no lo traía y porque a mí, la verdad, como que me ahoga traer eso puesto y me empieza a sudar inmisericorde la piocha. Llegando al aeropuerto de la Ciudad de México las cosas cambiaron drásticamente. Cuando comencé a caminar por el pasillo de un extremo a otro, largo como la cuaresma, me di cuenta que todos, absolutamente todos los capitalinos traían cubrebocas. Y me veían feo. Y me sentí desnudo. Fue entonces cuando saqué mi cubrebocas y me lo coloqué, y salí del mundo de los inadaptados y entré directamente al mundo políticamente correcto y profiláctico de la-gente-que-nodesea-tocar-a-otra-gente-ni-con-la-gota-de-un-estornudo. Nunca en mi vida había visto el aeropuerto de la Ciudad de México tan desolado. Ahora, en perspectiva, el de Guadalajara me habría parecido tan lleno como el Estadio Jalisco en un Chivas vs Atlas. Y en el de México, apenas algunos negocios abiertos y un silencio extraño en el ambiente, como si asistiéramos a un velorio multitudinario.


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Eran las doce del medio día, así que me acerqué a un módulo de información de la aerolínea, para preguntar sobre el vuelo que tenía que abordar en dos horas hacia Bogotá. Había ahí unas diez personas más, que hacían lo mismo que yo: preguntar, a la antigüita, a la dama del mostrador y no optar por la pantalla de información, pues se encontraba apagada. Todas se encontraban apagadas. Este último detalle aportaba aún más ambiente al velorio que vivíamos: ¡cómo no!, con las pantallas apagadas y varios negocios con las cortinas abajo. Ya hubiera querido yo preguntarle eso a la señorita de Mexicana: oiga, ¿qué no han pagado la luz y por eso les desconectaron las pantallitas o es que, como casi no hay gente, para ahorrar, decidieron apagarlas? Pero no, cuando la tuve enfrente le pregunté por mi vuelo y justo cuando me informaba el número de sala al que debía dirigirme, fue que una señora que estaba ahí, junto a todos nosotros, estornudó, con el tapabocas puesto, provocando con esta acción que el 99 por ciento de quienes estaban ahí, casi corrierran, en direcciones diferentes, intentando salvarse, seguir vivos, huir de la pandemia. El otro uno -que era yo- no huyó como todos, inmediatamente; mi reacción tardía obedeció primero a que no podía irme sin decirle “gracias” a la señorita que me había informado sobre mi vuelo y, segundo, que no quería parecer idiota, corriendo como todos. Lo que pasó a continuación sucedió en aproximadamente tres segundos: no pude darle las gracias a la señorita, porque había huido ya como el 99 por ciento de las personas conscientes, normales y que cuidan su salud; al ver que todos se iban y yo no, de nuevo me sentí desnudo y señalado, como cuando, minutos antes, no me había puesto el tapabocas, así que huí también, hacia la sala donde saldría mi vuelo, con unas ganas terribles de estornudar, pero aguantándomelas como hombre.

de un restaurante, viendo el partido Pumas vs Chivas, con un estadio vacío, sin espectadores. Mi confusión me hizo ver a un “Tuca” Ferreti con cubrebocas; pero no, eso ni en la imaginación sucede. La llegada al aeropuerto de Bogotá fue por demás curiosa, por decirlo de alguna manera: desde el avión aún en lento movimiento, observé a la gente en tierra que ya nos esperaba, ¡con cubrebocas todos! Quienes veníamos en el vuelo, la gran mayoría no traíamos el cubrebocas puesto. Caminé por esos largos y estrechos pasillos por los que ya había caminado otras veces y que dan la impresión de estar saliendo más bien de la última función de los cines de Plaza Galerías. Cuando estaba haciendo cola para pasar por migración, me percaté que un fotógrafo, con su gafete de prensa, se encontraba del otro lado con su cámara dispuesta y una gran desilusión en su rostro, pues no había mucho qué captar. Imaginé entonces al jefe de editores, como loco, mandándolo a las nueve de la noche hasta el aeropuerto para conseguir la placa de portada: mexicanos gripientos llegando en el vuelo a Bogotá. Decidí entonces ayudarle a hacer la tarea: discretamente me coloqué el cubreboca y seguí avanzando en la fila. Cuando me vio, puso la cara como si hubiese visto al Papa comiéndose una zanahoria, disparó y disparó hasta que se cansó. Yo, caminaba con una de mis mejores caras de repertorio: la del mexicano-infectado-con un-virus-que-no sabe-qué-le-deparará-el destino-en-Colombia. ***

Sólo hasta que estuve arriba del avión y leí los diarios supe que, por estar absorto en mil cosas que no pertenecían al mundo real, me había perdido de muchas novedades. Apenas habían sido tres o cuatro días los que me desconecté y el mundo parecía otro.

En la sala de espera del aeropuerto El Dorado, de Bogotá, pasé un par de horas, congelándome, pues el frío estaba de primera. No pude ni siquiera tomarme un café, ya todo estaba cerrado, así que me dispuse a conectarme a Internet. La conexión allá resulta no sólo más sencilla y más cómoda, sino más rápida, contrario a lo que pasa en la Ciudad de México. Entre a Facebook, contesté correos y me enteré de los últimos acontecimientos con respecto a la gripe a la que entonces aún le decían de muchos modos: porcina, mexicana, influenza, etcétera.

La última imagen con la que me había despedido de la Ciudad de México era realmente inimaginable y hasta como del fin del mundo: un puño de personas, cerca del televisor

El viaje de Bogotá a Barranquilla sería muy corto y si en el aeropuerto me estaba congelando, arriba del avión de Avianca terminé por congelarme y esperando un servicio de café que

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nunca llegó. Cuando descendí y toqué tierra barranquillera, el calor y la humedad terminaron por pasteurizarme. Cuando esperaba, en la banda, a recoger mi equipaje, una voz se escuchó en la sala por alta voz: “a todos los pasajeros mexicanos, favor de pasar al módulo de la derecha, antes de salir”. Confieso que tuve miedo. Parado, esperando mi equipaje, pensé en muchas posibilidades: ¿y si me hacia wey, como que no había escuchado el aviso y me salía? Idea desechada, cuando comenzaron a repetir doscientas veces el mismo mensaje, como para asegurarse que me enterara. Para colmo, todos salían de ahí, rápidamente, con su equipaje al hombro, o sea: todos no eran mexicanos. Mi equipaje llegó frente a mí, en la banda, pero yo lo dejé que diera otra vuelta, mientras que veía a una pareja acercarse al módulo indicado. ¡Ya está! Pensé que si veía que los detenían y les ponían camisa de fuerza, yo huiría de ahí corriendo a como diera lugar. Nada: se fueron prontos y sonrientes. Ok, no habría problema entonces, al parecer. Me acerqué he hice la

*** Ante las primeras preguntas sobre el tema de la famosa gripe, con la familia de mi amigo Leo, opté por una salida, digamos, cómoda. Dije que el problema se encontraba en la Ciudad de México, que yo venía de un lugar lejano a México: Guadalajara y que allá nada había de eso, que el sol salía todos los días y la vida era bella. Y ellos me creyeron y me abrazaron. Al otro día salimos rumbo a Valledupar, hacia el Festival Vallenato, donde estaríamos con Alberto Salcedo Ramos en el Taller de Crónica de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Claro que por supuesto el primer comentario de los amigos que iba conociendo, tanto de Colombia como de otros países latinoamericanos, al saber que yo era el mexicano, era sobre la gripe mexicana. Mi respuesta fue siempre la misma: minimizaba el hecho y me excluía, diciendo que yo venía de un lugar en el que la gripe casi no se conocía. Mi mecanismo de defensa, pues.

Pagué y me bajé. De ahí en adelante, siempre que tuve que subirme a un taxi solo, fingí ser argentino: “Che, me llevás al centro, ¿viste?” confesión, como si se tratara de aceptar que acababa de robar, con la cabeza gacha, lo dije, como nunca lo había dicho: soy de México. En mi película hubiera querido que en ese momento saliera el mariachi, aparecieran los cactus y nopaleras de utilería, La Caponera cantando y Andrés Soler defendiéndome a balazo limpio, como si fuera yo su nieto.

Lo que sí debo confesar es que, esa primer noche, mientras cenábamos en un restaurante del centro de Valledupar, sentí el cuerpo cortado, contuve varios estornudos (en un par de ocasiones me levanté de la mesa a estornudar, lejos de quien me viera y me sentí como alcohólico bebiendo de su anforita, escondiéndose de todos) y creo que en la noche, mientras dormía, me escurrió agüita de la nariz.

Dos señoritas, muy atentas, eso sí, comenzaron a hacerme un rosario de preguntas a las que siempre contesté que no. Eran cosas como: “¿Ha estornudado mucho?, ¿le han dolido las articulaciones?, ¿ha tenido fiebre? Me hubiera gustado decirle, para chiquiarme, que sí, que me dolían los huesos y que estaba muy cansado, pero no porque trajera un virus extraño en mi cuerpo para compartir con los colombianos, sino porque en el avión veníamos a menos un grado centígrado y allí el calor me estaba haciendo ya sudar. No les dije eso, porque no me dejaron, porque luego luego me preguntaron a dónde iba a llegar. Les dije la verdad: que no sabía, que un amigo al que no conocía en persona, pero sí por Internet, estaba esperándome afuera y que me llevaría a su casa, donde pasaríamos la noche, para viajar al otro día rumbo a Valledupar. Me preguntaron el nombre de mi amigo y se los dije: Leonardo Rua. Parecieron quedar conformes y me despidieron dándome un número telefónico al que me pidieron comunicarme ante el menor síntoma de lo que fuera.

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Cuando salí de ahí y vi a la esposa de Leonardo Rua con un letrero que decía mi nombre, corrí a saludarla. Cuando voltee a donde Leonardo, las señoritas que adentro me habían interrogado ya estaban interrogándolo a él. Sólo alcancé a escuchar que le preguntaban si era cierto lo que hace unos segundos les había dicho y le pidieron su teléfono.

En Valledupar enterré la idea que tenía de que los taxistas de la Ciudad de México eran los más hábiles y extremos para manejar del mundo. Y el asombro por la forma de conducir no fue sólo del mexicano, sino también de mis amigos argentinos, chilenos y dominicanos. Quién sabe si sería sólo por ser el tiempo del Festival, por tanta gente en las calles, por tanta fiesta, parranda y whiski flotando en el ambiente o si en días normales también será así. La primera vez que me subí a un taxi allá iba acompañado, así que no hablé. La primera vez que me subí solo, tuve que hablar y mi voz me delató: “usted es mexicano”, me dijo el don que manejaba y me miraba fijamente. Hubiera querido haber llegado ya a mi destino para evitar la plática que se venía venir, pero apenas me había subido. Cuando le pregunté cómo había adivinado que era yo mexicano, me dijo: “porque usted habla como los personajes del Chavo del ocho”. Y luego vino lo que esperaba: que la gripe esa mexicana, que él ya había escuchado de unos mexicanos que habían llegado enfermos a Bogotá, que qué bueno, que los “cachacos” se lo tenían bien merecido y que yo, por qué no andaba con cubrebocas. Cuando le dije que no me lo ponía, aunque lo traía, porque me sentía bien, volteó a verme (porque estaba yo sentado en la parte trasera del automóvil) y cuando esperaba el regaño o el reproche, en el mejor de los casos, me dijo: “Mire, yo soy doctor y ese cubrebocas… me río de los que


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se lo ponen, porque el virus atraviesa esa y cualquier otra vaina que se pongan en la boca”. Pagué y me bajé. De ahí en adelante, siempre que tuve que subirme a un taxi solo, fingí ser argentino: “Che, me llevás al centro, ¿viste?”. *** Poco se habló del tema de la gripe porcina, gripe puerca o mexicana, los siguientes días. Quizá porque subió el nivel de la fiesta, porque andábamos aturdidos de tanto acordeonazo noche y día o por el apuro de andar reporteando. Pero sí recuerdo una noche, antes de salir de parranda, cómo prendí la tele del cuarto, cambié y cambié de canales y de repente apareció, de la nada, Marcelo Ebrard, con el tapabocas, no puesto, sino colgado el cuello, pues hablaba en conferencia de prensa. Quienes lo acompañaban en la mesa sí traían el cubrebocas puesto. Cuando un amigo argentino vio aquello dijo: “¡pero son brutos!, ¡qué señal están mandando al mundo!” Volteó conmigo y me dijo: “¿Sabés vos qué señal están mandando al mundo con eso? ¿Sabés lo que les va a costar?” Yo callé y me encogí de hombros. Entonces no lo sabía, ahora ya lo veo. El colofón a esto fue Javier Alatorre hablando frente a nosotros. Mi amigo Leo lo escuchó atentamente, lo vio muy fijamente, pensé que estaba asombrado por lo que decía, por las cifras, por los datos. Entonces volteó conmigo y me dijo: “Ese es muy gay, ¿no?”. *** Los últimos días en Colombia transcurrieron a mil por hora. El tema de la gripe que ya tenía nombre (uno muy complicado y aburrido como para estarlo consignando en esta crónica, NH, sabe cuánto), de los mexicanos a los que tenían encerrados en un hotel en China, de los países que cerraban las puertas a los mexicanos, fue creciendo. Yo no quería

pensar en qué encontraría al regresar: me habían advertido ya por un correo electrónico que en Guadalajara había algo parecido al estado de sitio, que todo estaba cerrado, que no había clases, todo se me hacía de terror. En el taxi, rumbo a la terminal de autobuses en Valledupar, fotografié a una persona con tapabocas, la única que vi así en mi estancia en aquel lugar. Ya en el aeropuerto de Bogotá, para subir al avión que nos trasladaría a la Ciudad de México, todos los empleados de la aerolínea traían cubrebocas y guantes. Se me hizo extrañísimo que, cuando esperaba a que un agente me indicara que abriera mi equipaje para revisarlo, como había sido en otras ocasiones, él sólo me vio y me indicó que lo pasara al frente, directo a la báscula del mostrador. Si el aeropuerto de la Ciudad de México me había parecido desolado de ida, de regreso no podía ser peor: nadie. No había cola en ningún sitio, los comercios estaban abiertos y los dependientes casi me jalaban del brazo para que entrara. Curiosamente muy pocos eran los que traían cubrebocas. Esto último, que yo había interpretado como un relajamiento, se me cayó por tierra cuando viví la siguiente escena, que, desde aquel momento, decidí iba a ser el final de mi crónica: Entré al baño con el cubreboca puesto, cuando estuve frente al espejo, lavándome las manos, me vi con él y me sentí ridículo. La voz de aquel taxista de Valledupar me golpeó la mente: “el virus atraviesa esa y cualquier otra vaina que se pongan en la boca”. Me quité la vaina de un tirón y la dejé ahí, encima del lavabo, como una especie de monumento. Un señor de edad observaba, discretamente, la escena, y en cuanto me vuelvo para secarme las manos, él toma el cubrebocas y sale de ahí, con el paso apurado. Salí también y lo observé cómo, sin pena, se lo colocaba. Pareció rejuvenecer y se perdió entre la gran multitud de personas que no había.



img: Laura Méndez

¿Tú desde cuándo andas en bici? ¿Moda o tradición? Andar en dos ruedas es una tendencia colectiva en la ciudad, pero hay quienes con o sin tendencia han hecho de la bicicleta su medio ideal de transporte. No necesariamente porque sea más saludable o políticamente correcto, sino porque la necesidad, sobre todo económica, los ha llevado a optimizar sus gastos en lo que a desplazamiento en la metrópoli se refiere. Esos que no se manifiestan, o que de plano guardan sus energías para ir a trabajar al día siguiente, en vez de tomar parte de alguno de los recorridos en la ciudad (esos que no tienen carro para llevar su bici al paseo nocturno o a la Vía

Recreactiva) están en la KY. Los abordamos para que nos contaran sobre su vida en la baica, personajes que han rodado durante mucho tiempo, no sólo en el centro, sino en la periferia. Hay un movimiento formal que quiere mejores condiciones para ellos, aunque solos se han creado las propias, no siempre con los mejores resultados para su integridad. La bici y sus usuarios están en el ojo del huracán para darse a notar. La bici cobra terreno en el asfalto citadino; no siempre ha sido así. Los ciclistas han resistido, y ahora se organizan. Lo más reciente es que la ciudad será sede del Segundo Congreso Nacional de Ciclismo Urbano, en octubre próximo. Así que esto apenas empieza.


Los que no tenían miedo y murieron en el intento txt: Patricia Martínez img: Alvar Ramos

Jorge Medina no sabía que en la llanta derecha de su coche llevaba un brazo humano. Conducía por el acotamiento del Periférico, rumbo al norte. Lo primero que contó fue que sólo sintió un golpe contra el cristal del parabrisas, se asustó, pero no se detuvo a revisar qué fracturó el vidrio. Siguió conduciendo sin dejar de pensar en cómo solucionar un accidente que negaba cada vez que soltaba el peso de su pie sobre el acelerador. Llegó al cruce de Periférico con camino a San Isidro, se estacionó en la calle Río Blanco e hizo las primeras llamadas de una mentira mal armada. Telefoneó a uno de sus familiares para pedirle que pasara por él y luego resolvería cómo reportar el supuesto robo de su Jetta negro. Jorge se apresuró a recoger sus cosas del auto. Antes de su familiar, llegó una patrulla de la policía de Zapopan, los oficiales se bajaron de la unidad y encontraron la evidencia que Jorge desconocía. Él se adelantó a contarles que le robaron su auto y casualmente lo encontró en ese lugar. Su mentira no cuadró con los cristales rotos aún atorados en su cabello, ni con el brazo derecho tirado junto a la llanta de lado del copiloto. Jorge Gabriel Medina, de 24 años de edad, había atropellado al ciclista Francisco Javier Acosta de 17. En su última declaración dijo que sólo sintió un golpe contra el cristal del parabrisas y no vio al ciclista circular. ***

¿Miedo a andar en bici? Dudo que José Abraham González, un adolescente de 13 años sintiera miedo. Excepto, en el momento en que vio que las llantas del camión que lo había atropellado regresaban para rematarlo. Circulaba por la calle Pedrera, en la colonia Las Juntas, en Tlaquepaque; iba en una bici rodado 20, de las chaparritas, cuando un conductor de la ruta 61 lo arrolló. José no estaba muerto, sólo herido. Hizo el intento de levantarse y una mujer (María Esther González) le gritó al camionero: “¡No le des! ¡Espérate!”. En su declaración, el chofer aceptó que se dio en reversa, porque pensó que pasaba sobre una piedra. *** ¿Miedo a andar en bici? (2) En el Periférico, donde los ciclistas circulan como hormigas, se siente que te van a matar. Ahí sí, uno se vuelve totalmente invisible al lado de tráileres, doble remolques, midibuses, camiones foráneos y tortons, que circulan, todos, a más de 80 kilómetros por hora. El miedo llega como espasmos. De pronto escucho que se acerca un enorme motor, mi cuerpo entra en alerta, empiezo a vibrar y no tengo de otra que aferrarme al manubrio de la bicicleta tratando de no cerrar los ojos. Era un tráiler grande, muy grande, en ese momento sólo sentí que un motor crujía al lado, voltee un poco y me di


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cuenta que montada en bici era del tamaño de las llantas de aquel trailer, así de pequeña o así de grande. El trailer me rebasó y detrás de él venían enfilados los que no podían adelantarse porque esperaban la primera salida a la derecha; sólo se me ocurrió estirar el brazo izquierdo y hacer una seña de alto. ¿Cómo se me ocurrió que viendo mi bracito se iban a frenar esos monstruos? Unos me echaron aguas para seguir adelante, otros me rebasaron y se siguieron de largo por el acotamiento, otros pitaron y no me hice a un lado. ¿Por qué tendría que quitarme? ¡¿A dónde?! En el Periférico todo está hecho para que los vehículos motorizados se detengan lo menos posible, hay una colección de parches que son las entradas y salidas, y entre esa mezcolanza de acelere y brumosidad están los peatones y ciclistas, refugiados en la orilla. Pedalee fuerte, con prisa de llegar a la estación del Tren Ligero, en Colón, a penas había entrado a Periférico por López Mateos y ya tenía miedo. A esa velocidad y entre camiones tan pesados cualquier toquecito te avienta y caes muerto. Sólo pedalee para no escribir sin sentir, pero de lunes a viernes este tramo del Periférico es el más transitado por ciclistas; según el análisis de desplazamientos que hizo el gobierno del Estado, por ahí van y vienen algunos de los 212 mil ciclistas que circulan a diario, luego se reparten por prolongación López Mateos, el camino real a Colima, Adolf Horn Junior, Colón y 8 de Julio. Se supone que el acotamiento es un espacio para emergencias, pero los ciclistas lo usan como ciclovía, aunque también es carril de rebase para automovilistas desesperados,

carril exclusivo de la ruta 380, parada de camión, carril basurero. Cuando andas en bici no piensas en el miedo. Para hacer esta crónica hace unos días pedaleé por la lateral de Lázaro Cárdenas, atestada de camiones de carga y midibuses, y nada, no llegó el miedo. Otro día fui por avenida 8 de Julio desde Washington hasta la ladera del cerro, pedalee por la orilla de la calle en tramos sin chance de subirme a la banqueta porque no hay, y nada, sólo me saturó el ruido y el sol me quemó la cara. Agarré avenida Américas de bajadita, por donde dos carriles se hacen uno y los coches van hechos la raya porque vienen del viaducto López Mateos, y tampoco me dio miedo, más bien avancé más rápido que los que venían hechos la raya y se atoraron en el primer semáforo. Entré a un túnel en la colonia del Fresno (porque no me quedaba de otra), y nada, nomás me tuve que aguantar el olor sofocado a caño. Le avancé un cacho por López Mateos, pero me hartó el ruido de los camiones y busqué calles paralelas y al paso me encontré a más pedaleros. No sentí miedo de la presión de los camioneros para que me hiciera a un lado, lo hice y sólo bajé la velocidad; ni de los conductores de coche que sólo me dejaban una estría para pasar, metros adelante me vengaba cuando pasaba por esas estrías que quedan libres en congestionamientos. No sentía miedo, sólo me indignaba que gritaran cosas como “¡Hoy no es vía recreativa!” “¡La calle no es ciclovía, es para coches!”. El problema no es andar en bici. Es no entender que los ciclistas no tenemos de otra, las calles también son para andar en bici y las bicis también son vehículo. En Guadalajara y zona metropolitana cada día se realizan 212 mil viajes en


bicicleta, esto es 2.2 por ciento del total (sumados los que van en auto, camión, taxi, moto y a pie). Para esos 212 mil la única infraestructura de vías ciclistas que existe es un tramo en desuso por avenida Laureles y los diez kilómetros que se construyen por avenida Federalismo, pero ni siquiera tienen derechos ni obligaciones definidas en la Ley de Servicios de Vialidad, Tránsito y Transporte del Estado de Jalisco. Lo mismo da que un ciclista y un camión de doble remolque vayan por el carril derecho del Periférico, porque así lo dice la Ley. Con suerte, los dos adolescentes muertos serán parte de la estadística de la Secretaría de Vialidad y Transporte o de los registros de muertes en cruceros peligrosos o de la suma de víctimas del transporte público o una de las 143 notas que resultaron de la búsqueda “ciclista + atropello”, en un diario local. Sin suerte, son todos los casos que no conocemos, aquellos que siguen archivados en alguna agencia del ministerio público de la Procuraduría General de Justicia del Estado, aquellos que deberían estar investigándose para resolver un homicidio imprudencial y ofrecer algo de justicia a los familiares que no tienen ni cómo reclamar los gastos funerarios porque el conductor huyó. Entre 143 notas de ciclistas atropellados, sólo había un caso resuelto. Expediente 39/2006-B. Chofer declarado culpable por el delito de homicidio culposo grave, se demostró que atropelló al ciclista Francisco González Mancilla, quien murió debajo del camión. Condena: Cuatro años en prisión y cuatro sin operar vehículos. Penitencia: Podrá purgar su pena realizando trabajo a favor de la comunidad, de acuerdo con el artículo 62 del Código Penal para el Estado de Jalisco, este beneficio aplica si la sentencia no excede los cuatro años. 2008 84 accidentes con ciclistas (12 muertos)

La mayoría hombres entre 10 y 29 años de edad. *** El ciclista que se encomienda a un celular Omar Zeta se compró un celular para asegurarse de cualquier accidente en su bici, incluso, de su muerte. Es un ciclista de todos los días, tiene 28 años y trabaja en el centro de Guadalajara lavando los fornidos coches de los diputados. Todos los días sigue una ruta de 28 kilómetros por Periférico, Guadalupe, Lázaro Cárdenas, López Mateos, Hidalgo y de regreso Juárez, Vallarta, López Mateos... Su bici es como un perchero: en el manubrio del lado izquierdo lleva una bolsa llena de trapos sucios; del derecho un balde blanco y percudido, con más botes y un pedazo de manguera dentro. No usa reflejantes, ni luces, ni casco, ni chaleco, ni timbre. -¿Cómo te cuidas? ¡Andas sin ninguna luz, mano! -Pero mi mochila está bien chillante -Pero, eso de noche ni se ve... -Es que las lamparitas me salen caras, porque gastan muchas pilas y, mira, cuando me va mal en la lavada saco 30 varos, a penas para la comida; si me va bien, pues ya saco para darle un dinero a mi mamá y otro para mis abonos. -¿Abonos de qué? -De un refrigerador y un celular. - Y ¿no te late comprar casco o un chaleco de esos como de támaro? - Es que todas esas cosas salen recaras, pero sí me falta un reflejante, ¿verdad? -¡Simón! Es que así estás muy arriesgado. -Pero mira, yo tengo mi propio sistema de seguridad. -¿Cuál? -Ya le compré un celular a mi hermano. -Y ¿eso? ¿De qué te asegura? -¡Ah! Así cuando me pase un accidente le marco a él para que le avise a mi tía y ella a mi mamá, y así ya saben que me pasó algo en la bicicleta.


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txt: Juan Levid Lázaro tmg: Alvar Ramos

Periférico, a menos de diez por hora

En una ocasión un minibús se le cerró y lo obligó a salirse del asfalto para caer en una zona terrosa. “Pero no, nada más. Es el único accidente que he tenido. Nada grave”, explica Javier Galván Velázquez, quien se traslada de su casa al trabajo en bicicleta, y en pleno Periférico Norte, todos los días desde hace doce años. Es su medio de transporte, lo decidió hace más de una década y la experiencia lo hace moverse con mucha naturalidad en medio del pesado tráfico del periférico, desde el Auditorio Benito Juárez, hasta la Base Aérea; alrededor de ocho kilómetros. Fluye, nada lo detiene porque tiene bien medida su ruta, trazada a fuerza de experiencia. Siempre va cerca de los camiones de carga pesada que circulan por el carril de la derecha. A centímetros de la carrocería, de las ruedas. Hay riesgo, pero conocer el terreno le salva contratiempos: “siempre hay que salir a buena hora; en la mañana después de las nueve; en la tarde después de las siete, horarios en los que el tráfico es menos pesado”, ilustra Javier Galván, con la certeza que le ha dado circular durante todo este tiempo en dos ruedas por el periférico. Sale de casa a su taller de laminado y pintura. A sus 56 años le queda claro que moverse en bicicleta es lo mejor

para mantenerse en forma, no contaminar y ahorrar dinero. Aplaude que más gente se sume a esta tendencia en toda la ciudad, aunque sabe que sus hijos, por ejemplo, prefieren el automóvil: “porque están jóvenes y pues no les hace falta la condición; andan en otra onda”. Él recibió a los siete años de edad su primera bici. Se la dio su padre. Siempre tuvo el gusto por andar en dos ruedas, pero desde hace una docena de años se decidió por hacerlo a diario. Y por allí va, en una de las arterías más peligrosas de la ciudad, donde siempre hay que ir a más de cien para no desentonar. Su película corre a otro ritmo; la cadencia en su pedaleo lo hace distinguirse en la pista de carreras –el periférico, pues-. Fluye entre muchos automóviles o camiones y confía en su forma de conducir. Una hora de ida, 45 minutos de regreso a diario. La dinámica le abre el apetito y quince minutos para una entrevista son demasiados. “Ya hace hambre”, se despide Javier. Y cómo no, ya pedaleó más de media hora, la casa está próxima y la jornada laboral ha terminado. La condición es buena, pero ya nada más queda la energía suficiente para llegar a cenar. Y la experiencia dice que no hay que dejar caer la noche.


Orejas, conchas y virotes sobre dos ruedas A Ezequiel parece habérsele olvidado sonreír, hasta que llega a su mente el recuerdo de su padre: fue él quien inició con el negocio de venta de pan en el mercado Juárez, ubicado en la calle Nuño de Guzmán, entre Prisciliano Sánchez y Miguel Blanco, a unas cuadras del Expiatorio. Y fue de su padre, también, que heredó la costumbre por la bicicleta. Costumbre que se ha vuelto necesidad, pues es, aparte de su medio de transporte para ir y venir a casa, su principal soporte a la hora del trabajo. Y es que, una de las cosas que Ezequiel cuenta con mayor emoción, es que su padre le enseñó grades secretos prácticos, con el fin de que la bicicleta pudiera aguantar, sin descomponerse tan seguido como se descomponen normalmente las que, como la suya, son sometidas a un ritmo de trabajo que va más allá de salir a pasear un rato por la noche. La bicicleta, para Ezequiel Galindo es su principal medio de transporte y así lo ha sido, al menos los últimos 25 años de su vida. Por la mañana (”la verdad es que no muy temprano”, confiesa), se levanta y se sube a su bicicleta para ir a recoger el pan y llevarlo hasta el puesto que atiende en el mercado Juárez. Y ahí se queda, hasta la tarde. En ese de tiempo, su bicicleta descansa, sobre los muros del mercado, con una improvisada cadena, que hace las veces de “bastón” de seguridad. “No es de ahora, el robo de bicicletas, siempre ha sido así, a mi papá le robaron una de aquí afuera, nomás volteó y ya no estaba”, dice, al tiempo que

txt: David Izazaga img: Alvar Ramos

despacha de la canasta los últimos virotes salados que se ha llevado un señor que platica con familiaridad con Ezequiel; con tanta familiaridad que ha terminado por pedirle su número de celular, para “marcarte cuando vaya a venir, para que me apartes el pan”. Y mientras la plática continúa y Ezequiel va soltando cada vez más historias de su vida y particularmente de su vida arriba de la bicicleta, no dejan de llegar clientes a comprar y una compañera de mercado, que, por enésima vez viene a pedirle cambio. Alto, grueso, de poblada barba que comienza a teñirse de blanco, “Eze”, como lo conocen sus clientes y amigos, es todo un personaje. Podría haber salido de un cuento, así lo perciben quienes ya están acostumbrados a verlo pedalear todas las tardes, con su gran canasta llena de pan, en la parrilla trasera de su bici. Porque ya que el mercado cierra, su labor ahora es andar por las calles en busca de antojados clientes que compren alguna pieza de pan. A la pregunta de “qué día descansas”, su respuesta es una mirada de extrañeza: “Ni uno… bueno, sí, cuando cierra el mercado, viernes santo, dos o tres días más al año…” Ya al final de la plática, cuando sale de su local para posar con su bici, para la foto, a “Eze”, se le ha olvidado -desde hace un buen rato- dejar de sonreír.


Democracia en dos ruedas

El oficio y la bicicleta

txt & img: Lizeth Arámbula

txt & img: Carlos López de Alba

Alejandro tiene 27 años y desde los once utiliza la bici como medio prioritario de transporte. Lo conocí en una segunda visita que le hizo a mi madre, ella no estaba pero lo reconocí de inmediato, llevaba una camisa blanca con el cuello percudido; tenía una mano en el manubrio y en la otra sostenía un montón de papeles arrugados, sin bajarse, me dio un aviso para ella. Cuando uno crece en el barrio aprende que la discreción o la curiosidad duran lo que una señora tarda en barrer su banqueta; como tal, le ofrecí un vaso de agua y empecé a preguntarle. No puedo explicarme cómo a pesar de ser tan flaco y afable ha sido cadenero del Roxy, de bares gays y de discotecas, según cuenta. Vive en la Consti y todos los días rueda del mercado “bola” al CUCEI, donde estudia ingeniería mecánica. De Carranza a la avenida Atemajac, de ahí a Federalismo, La Paz, Calzada del Ejército, hasta Marcelino García Barragán. Ida y vuelta. Desde hace dos meses trabaja en el Instituto Electoral, para ello, monta la Specialized que él mismo armó, recorre Tabachines, la Mesa Colorada, la Consti, Atemajac y Arcos de Zapopan. No mira a los ojos cuando platica, tiene la vista y el recuerdo varados en otro sitio. Tampoco utiliza casco, dice que es para las carreras o las pistas, lugares que él no frecuenta porque le parecen peligrosos. Para él, la ciclovía es la calle más directa, con menos baches o más descensos. Ingenuo, le pregunté si tenían ciclopuertos por su casa, “no; desaparecen”, contestó. “¿A poco?, ¿los ciclopuertos?”, le pregunté otra vez, “No, las bicis, en el barrio no las puedes dejar en la calle, aunque tengan cadena”, dijo. De la Vía Recreactiva sólo conoce un tramo que va de Tabachines al mercado “bola”. Usa la bici porque “es fácil para llegar a los lugares”: trepa banquetas, camellones y toma calles en sentido contrario. Algunos de sus compañeros que viven por su colonia salen en carro y llegan al mismo tiempo que él a la escuela. Se despide, guarda sus cosas, se acomoda el cabello y me devuelve el vaso, ya sin agua. Curiosamente, dice que piensa comprarse una moto, pero ya que tenga más dinero.

No tiene hambre. Es un hombre delgadísimo de 54 años que aparenta veinte más. Barre el polvo de los vecinos, la mayoría pensionados que rentan en la colonia Vallarta San Jorge. Les poda el jardín ocasionalmente y si le da tiempo riega. Tenía una bicicleta de rines fuertes, de frenos macizos que aguantaba la carga. Se la robó el lavacoches, eso dice, el lavacoches tiene una bici verde los martes, una negra los jueves, es abusado. Con la caridad de los colonos compró su nuevo transporte. Pedalear es silencio. Pensar, no: estar alerta. Estamos en la calle y un auto nos hostiga, parece que quiere estacionarse pero no nos movemos. Que dice el licenciado que no está. Emilio faltó dos días, cuando regresó, otro se echaba veinte pesos a la bolsa por él. Cien a la semana por barrer la finca del licenciado. En la colonia Jalisco, donde vive, los perros son libres; en la zona Minerva tienen cadena, cochera o hasta una casa. Van varios intentos para explicarle al licenciado que su mamá se murió, por eso la ausencia, la única en cinco años. Pero el licenciado no está. Fallé dos días, los que duró el sepelio y el licenciado me dejó sin semana y media de paga. A los quince años de edad, y con las instrucciones de su tío, aprendió a andar en bici, allá en Cuquío, mientras tanto su vida sigue su curso entre banquetas, matorrales y mangueras. Si la bicicleta se le descompone la lleva a un taller que está sobre avenida Vallarta. Alguien le deja guardarla en su patio. ¿Quién le cuidará las tres escobas, el recogedor y el costal para la basura? Su horario es de 5am a 10pm. Sus rutas son calles con nombres de filósofos. Su ingreso semanal es de 600 pesos, menos lo que se gasta en cuatro camiones diarios. Volver a casa pedaleando sería peligroso. En una ocasión casi lo atropella un camión que venía jugando carreras. Una cadena alrededor del tórax evitará un nuevo hurto. Más al sur pagan mejor pero ya tiene tantos años aquí. . .


La burra Solía llegar todas las noches a casa de la abuela, era fácil identificar el chiflido; dos tonos largos y uno corto, el silbido era la señal para que mi tía Julieta saliera a saludar a su novio y quedarse a platicar toda las noche. Si acaso pasaba únicamente al zaguán, pues eran las costumbres, “echar reja”, o ver al novio, sólo en la puerta de la casa. Él, de unos 30 años de edad, llegaba todas las noches como cualquier joven del barrio del Santuario, arribaba de Santa Tere, a buscar a Julieta. La puntualidad era su virtud, llegaba alrededor de las ocho de la noche, montado en su burra, como la llamaba, era una bicicleta Hércules en color negro, con rines bicolores, su manubrio grande, como si fueran los cuernos de un toro, el asiento café desgastado, y una canastilla media rota, con un cinto y un timbre que nos gustaba escuchar para después avisarle a mi tía de la llegada de la burra y su novio. La escena se repetía todas las noches, la burra llegaba y en ocasiones la pasaban al zaguán de la casa, para que no se quedara en la calle o le fuera a dar frío. La burra era muy importante para el novio de mi tía. Además de su cómplice de noviazgo era su medio de transporte, pues él era cartero de Correos de México, de Guadalajara. Todas las mañanas recorría la ciudad, por la ruta que su jefe le trazaba: ocasiones por el Centro de la ciudad,

txt & img: Dolores Díaz otras por el sur, pero todos los días tenía que llegar a las seis de la mañana para salir de avenida Washington, donde estaba Correos, y tomar sus entregas de la pajarera, donde se clasificaban las cartas de la ruta que le tocaba. Su labor era entregar todas y cada una de las misivas. Algunas con acuse de recibo, como las que suele mandar el banco, otras sólo había que depositarlas en buzones o debajo de la puerta. Todo era posible gracias a que contaba con la burra, su bicicleta. Un día la burra y su ocupante sufrieron un percance, el novio de mi tía sonó el silbato para indicar su llegada, en la calle de Jesús García, unos perros pastor alemán lo corretearon; como pudo se montó y pedaleó para huir, pero los caninos lo alcanzaron y mordieron las llantas y al cartero. Por eso tuvo que permanecer un par de días en el hospital debido a las severas mordeduras de los perros; su bicicleta en el taller. Mi tía Julieta lloraba por no saber de su amado, nosotros esperábamos junto con ella el regreso de la burra, pues cuando estaba de buenas nos daba una vuelta a la manzana, nos gustaba jugar al cartero, imaginar cuántas cartas había entregado en ese día, cuántas eran de amor, cuántas de desamor, y pensar cuántos kilómetros hubiera recorrido en el día. Ahora que lo recuerdo, su apodo le quedaba perfecto, era como imaginar que la bicicleta, viejita y desgatada, cobraba vida.


Primer Lugar “Segundo Viaje” Jose Manuel Chávez Arroyo Zapopan, Jalisco

Primer Concurso de fotografía “Mi ciudad y sus bicis” GDL en bici

Segundo Lugar S/T Óscar Edgardo Valdez González Zapopan, Jalisco


Tercer lugar S/T Karla SofĂ­a Stettner Carrillo Guadalajara, Jalisco

Cuarto Lugar S/T Carmen Leticia DĂ­az Alba Zapopan, Jalisco



Ciclovía, pero no pa´ todos A José Miguel Ledesma le “emociona saber que hay puntos de la ciudad que están adecuándose poco a poco para las bicicletas”, aunque le resulta curioso: “nunca he visto la ruta que recorro hasta diez veces al día en las noticias o los periódicos”, asegura. Cree que una bicicleta es sólo eso, una bicicleta que con tracción humana sirve para desplazarse y cuenta con un espacio, en la parte posterior, para cargar peso limitado. Desconoce el número de transeúntes que recorren esta vía, pero todas las mañanas, en punto de las ocho, José se suma a cientos que la recorren; además de los miles de vehículos que poco facilitan la llegada al destino de los que se desplazan con su propia fuerza física. La ciclovía que se encuentra marcada por toda la avenida Laureles (en sus dos carriles) y que conecta el centro histórico de Zapopan con colonias como Nuevo México o la Base Aérea, es una ruta para andar en dos ruedas y cuenta con más de 30 años de vida. Existe gracias a las medidas de las autoridades de ese momento, que decidieron que estas zonas continuarían marginales y, en el trazo de la avenida, se destinó un espacio para la movilidad de los más desprotegidos. Esta medida se agradece a tres decenios de distancia, pues los ex ediles setenteros visualizaron (bueno, no necesariamente) que hoy, en 2009, no habría protestas en

txt: Cristian Mejía img: Alvar Ramos

esta zona por parte de los que pueden exigir mejoras en la calidad de vida de los tapatíos, antes sólo zapopanos. Así que esta ruta la transitan albañiles, obreros, fontaneros e infinidad de trabajadores irregulares como José Miguel Ledesma; un modesto zapatero de la zona, quien todos los días sale de Jardines de Nuevo México rumbo colonias como La Tuzanía, Arcos de Zapopan o Altragracia para dar una segunda oportunidad a algunos de esos pares olvidados en el armario. Otro ejemplo, las rutas para bicicletas en colonias como Santa Cecilia, Tetlán o San Jacinto, además de la que recorre desde hace más de veinte años la rivera de Chapala, de Ajijic a Jocotepec, para ser precisos. Aquí es donde se encuentra lo absurdo de toda esta discusión y relucientes iniciativas: parece que sólo protestando y sumándose a la causa de aquellos que tienen mundo y sí han viajado, el gobierno les dará soluciones; las autoridades olvidan que existen otros ciudadanos que realmente precisan apoyos para salir de la pobreza que al parecer estos tiempos revueltos no dejan al menos avanzar. Por lo que la realidad no requiere de remozamientos en avenidas de reminiscencia francesa o que destinen recursos para que todos los domingos los niños disfruten de sus papis haciendo el ridículo en una bicicleta. Simplemente, se trata de no seguir dándole en la madre a los


que menos tienen, si se entiende por tener menos el que la bicicleta sea tu único medio de transporte, porque nada más no te alcanza para el camión. Ahora la tendencia dicta, inspirándose en las alternativas holandesas, que la bicicleta se posicione como ama y señora de la vanguardia, o al menos formar parte de esta alternativa ecológica y chic. Miles de hipsters ahora se reúnen el tercer miércoles de cada mes para marchar contra el vehículo; aquel que hace cien años marcó las bases del mundo como la mierda que conocemos hoy día. Ya se olvidó, y ahora se protesta, contra nuestro propio pasado. El que comenzó en 1905 cuando el señor Ford lanzó el Modelo T, un vehículo para la gente como uno, que podría acceder al progreso y la modernidad a muy bajo costo. Aunque en esos años, las flamantes invenciones tenían que competir con vehículos de tracción animal en senderos de piedra laja. Tras poco más de cien años, qué pronto se puede caer en el olvido y la amnesia ante un invento, que además de favorecer a la muerte del planeta, ha sido durante decenios el emblema del triunfo económico y el anhelo si se deseaba mostrar el éxito alcanzado.

No es que la postura sea estar en contra de las alternativas ecológicas, en absoluto. No es que la filosofía sea dañar a la Tierra en el menor tiempo posible. Simplemente, ahora si se quiere estar cool se debe tener una bicicleta (la más cara de ser posible), tomar las calles y exigir que las autoridades realicen toda una serie de malabares para que todas las rutas vehiculares de la ciudad se encuentren listas para recibir peatones, automovilistas y conductores de vehículos de menos de cuatro ruedas (llámese triciclos o bicicletas). Al parecer las autoridades deben escuchar y dar solución a los ciudadanos que existen y tienen voz, podrían citarse todos los vecinos de la colonia Americana o aquellos adosados a la tradicional y bonita Vía Recreactiva dominical. Lo absurdo de todo este congestionamiento automovilístico y bicicletero es que en otras zonas de la ciudad, las más jodidas por tradición, cuentan con estas rutas marcadas para todos aquellos que se encuentran alejados de las protestas en el aumento y el servicio deficiente del transporte público. Porque simplemente, no les alcanza el presupuesto para trasladarse a sus labores. O sea, la bici siempre había estado allí y la ciclovía, pero no pa´todos.


Ruedas o platicas “Rodar y rodar”, cantaba José Alfredo. Y eso quieren en la ciudad. Ya no da pena ser de una ciudad bicicletera, al contrario, ahora hasta hay que hacerlo un movimiento global. Pensar la bici, en una ciudad que no la contempló cuando se trazó, que no fue diseñada para ella, y en sus usuarios mucho menos. El movimiento de las bicis está gestado y, además de los usuarios antiguos, hay una bandada bien organizada de ciclistas-activistas, que quieren cristalizar la inquietud en los ciudadanos, para que se traduzca en políticas públicas a favor de andar en dos ruedas por la metrópoli. De tal modo que lo que se busca ahora es poner a pedalear las ideas, y aunque la influenza mermó la iniciatica de llevar a cabo el Segundo Congreso Nacional de Ciclismo Urbano, éste se reagendará para septiembre próximo, a ver si entonces los que toman las decisiones en las ciudad pescan una idea de esas que van en dos ruedas. Algunos de los principales promotores del uso de este vehículo a escala internacional pisarán tierra tapatía, expondrán su experiencia e invitarán a algunos más a que mantengan su postura a favor de una propuesta de movilidad ecológica y económica. Después de llamar la atención, la horda bicicletera busca orgnizarse para hacer eco de su labor, ya no únicamente con recorridos o paseos, sino con la posibilidad de sentar las bases de una nueva forma de moverse en la ciudad, en donde convivan autos, peatones y, seguro, bicicletas.

txt: Juan Levid Lázaro tmg: Alvar Ramos

“En Guadalajara hay 170 mil ciclistas en un domingo de la ruta recreativa; cuatro mil en un paseo nocturno; siete paseos ciudadanos semanales; cuatro grupos de la Red Nacional de Ciclismo Urbano; un consejo ciudadano metropolitano de movilidad no motorizada, un ayuntamiento municipal abordando el tema (Guadalajara) y 520 kilómetros de una red de vías ciclistas y el Plan Maestro de Movilidad No Motorizada en planeación”, postulan los organizadores del Segundo Congreso Nacional de Ciclismo Urbano para comenzar a hablar de la necesidad de que haya un encuentro como éste. Se trata de los datos duros de una tendencia que puso a la bicicleta y sus usuarios en el ojo del huracán, al grado de que hoy es políticamente incorrecto sacarle la vuelta. Los que andan en bici, sea por moda o tradición, quieren hacerse escuchar, reclamar el derecho a pedalear sin ser amagados o violentados. “La calle es de todos”, sugiere una máxima urbana, pero pareciera que cada vez menos de los ciclistas, por eso ahora que se llamó la atención se pretende consolidar la tendencia en hechos concretos y más lugar en el espacio urbano. Ahora a andar en dos ruedas. Es lo de hoy. Rodar y rodar era el deseo de José Alfredo; el mismo deseo de los integrantes de este movimiento. La ciudad rueda y más que lo hará en tanto no se agoten las ganas de pedalear.


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Grupos y recorridos GDL EN BICI Ellos toman la ciudad por la noche, los miércoles. Son los que le sacan canas verdes a los automovilistas que cruzan por algunas de las principales arterias del Centro Histórico. Se ven y se escuchan desde avenida México y Chapultepec Extras: www.gdlenbici.org

PASEO CICLISTA NOCTURNO Éste es quizá el más evidente. Los ciclistas toman la ciudad cerca de la medianoche y es un festín que llega a albergar hasta tres mil individuos que, además, llenan de color su actividad con mucha bulla y llamativos atuendos

BICI 10 Lunes, viernes y domingo andan por allí, en lugares cercanos a la zona Centro. Son un grupo uniforme y constante que visita diferentes barrios de la ciudad según les dicte la inspiración ese día, o las propuestas recibidas. Extras: www.bici10.org

MASA CRÍTICA Cada último viernes del mes, en la conocida como la Glorieta de los Caballos (Niños Héroes y López Mateos) este grupo se deja llevar por la inspiración de la tarde y, literalmente arrancan hacia donde apunte la chancla, como dicen. Extras: www.felipeno.com

CICLISMO NOCTURNO GDL Los lunes por la noche este colectivo sale de las inmediaciones de Niños Héroes y Chapultepec, a diferentes barrios de la ciudad, lo que se pueda recorrer en alrededor de dos horas, que no es poca cosa, ya que al norte, sur, este u oeste en 120 minutos se alcanza a recorrer algo.

CÁMARA RODANTE Los domingos, para poner la cereza en el pastel, a los fotógrafos le salen dos ruedas y se arrancan a recorrer la ciudad, sin rumbo ni lugar de partida determinados, al fin, hay rostros de la metrópoli que no están capturados Extras: http://camararodante.blogspot.com

MI BICI O La dinámica se repite los martes. Se trata casi de lo mismo, pero del otro extremo de avenida Chapultepec, por allí, en las inmediaciones de la glorieta afuera de Aurrerá. Extras: www.mibici-o.blogspot.com


El arte en la calle, para que el otro intervenga txt: Juan Levid Lázaro img: Álvaro Barrriga

Diego Teo es artista. No sabe hacer otra cosa y lo que sí sabe, es que quiere sacarlo cada vez más a la vía pública: sus creaciones en contacto con más personas, incluso aunque no sean de las que acostumbran ir a las galerías o a los museos. De hecho es su intención principal. Él y Andrés Villalobos han tomado parte de un movimiento –así lo definen- en el cual el artista propone su creación y toma forma en conjunto con los usuarios del espacio público, a quienes les ofrece algo más que el puro goce contemplativo. Teo ya ha presentado su obra en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía, de Madrid, y en algunos otros importantes foros de México, pero su aspiración es otra hoy en día: “Hay propuestas de todo. En la mía hay una serie de influencias que tienen que ver más con el arte social. Estoy un poco desilusionado de lo que es el medio artístico, pero también en función de eso a veces pienso que voy a dejar de ser artista, y no me preocupa tanto. Sí, hago arte, porque soy artista y eso estudié. Pero parece que de pronto los procesos ya no son de arte, sino que empiezan a ser o parecer procesos de otra cosa y hay que dejarlos que sean eso. Creo que sí hay muy buenas

propuestas, pero que conozco yo y muy poca gente que está en este medio tan cerrado y que a su vez las propuestas tienen ese alcance, hasta ahí, con los involucrados, y eso genera una situación muy estéril. Si es necesario dejar de hacer arte para salir de esa situación, probablemente haga arte y haga otra cosa. Porque tampoco creo que hay que romper de tajo con lo que uno es, y con lo que uno hace, sino que hay que ser más integral”, señala. De visita en la ciudad trajo su propuesta invitado por Proyecto LIGA. Encontró eco. Sobre todo con el movimiento de los usuarios de bicicleta y los recorridos nocturnos por la metrópoli. Hacer las cosas para tener encuentros inesperados, ese fue el principal atractivo, con el que coincide desde el punto de vista creativo. Asimismo se puso a trabajar junto con Andrés Villalobos en la Unidad Habitacional Matamoros, enclavada en una zona popular del sur de la ciudad. Llegaron para intervenir en el espacio común y, cabe señalar, sin consentimiento de los vecinos, quienes reaccionaron de diferentes maneras ante la presencia de dos capitalinos espontáneos.


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“Creo que sí, el arte es un integrador. Sobre todo en cuanto a crear relaciones. Se generan los vínculos y relaciones donde no las había. De este modo se construyen cosas que no existían, como aquí, en esta zona habitacional. En este caso se trata de enfrentarse a una idea general que se puede llevar a algo particular. Son estas particularidades las que alimentan o enriquecen, porque no esperabas esos accidentes o situaciones en específico. Tus suposiciones llegan a un límite y las particularidades confrontan tus ideas y empiezan a construir otro proceso. Lo difícil es construir, no con un fin específico, sino en tránsito. Llegas y te das cuenta de cómo comienzan a cambiar las dinámicas y conforme al espacio y la situación se moldea y te dice para dónde hay que irse”, explica Villalobos. Ya habían restaurado un muro, el cajete de un árbol e iban por más, al grado de que la gente ya había planeado una fiesta para celebrar la nueva apariencia del espacio común. La Deriva, un movimiento artístico que propone trabajar a partir de las cosas que se descubren en el camino creativo, y se desarrollan en función de ello, es el principal referente

que hace a estos dos artistas proponer sus creaciones en la ciudad, ya que encuentran eco y reacciones diversas que nutren su apuesta. No hay expectativas, sino un enfoque en pequeños procesos. De hecho, tienen una postura política, y asumen su labor como “micropolítica”, sin afanes masivos. “Este trabajo sí, sirve en cuestiones prácticas, pero a la vez son muy simbólicas. Eso es un detonante de lo demás. A partir de lo simbólico, lo importante es ver cómo repercutirá, cómo se pondrá en práctica la creatividad del otro, con su acción, su colectividad”, dice Diego Teo. Ha habido frustración en muchas ocasiones, pero cada vez menos, porque estos artistas tienen los pies bien plantados en la tierra. Saben ahora que todo puede suceder y trabajan a partir de ello. Están tan concientes de que, si esta labor implica dejar de hacer arte, lo único que saben hacer, tendrán que dejar hacerlo en este ámbito. De hecho, tendrán que optar por ambas cosas: crear para la galería y el museo, al igual que en los espacios públicos. Sobre todo donde se abre el diálogo, como aquí.


¿Quién vino a dejar ese tiradero ahí? Quienes caminan a diario por el jardín del Santuario, de repente fueron sorprendidos por algunos elementos que parecían sacados del mal sueño de un desvelado: un conjunto de autos chocados (cinco, para ser exactos), muy cerca unos de otros en plena explanada, de los que además salía una música minimalista, acompañada de extraños ruidos. Pero no, no es que fueran sacados de un mal sueño, lo peor es que forman parte de una realidad sobre la que Israel Martínez, autor de la instalación audiovisual, quiso que la gente de a pie, quienes a diario caminan por esa zona –y quienes pasan en carro también, que no son pocos– reflexionaran. La instalación intenta hacer un exhorto al espectador a pensar un poco en el uso que se le ha dado al automóvil, y que tiene relación también con el escandaloso

txt: David Izazaga img: Alvar Ramos

aumento de personas fallecidas a causa de accidentes viales en los últimos años. Esta actividad forma parte del programa de Recuperación de Espacios Públicos, de la Dirección General de Cultura, la cual convocó a artistas y promotores culturales, hace un mes, a su concurso de propuestas de intervenciones artísticas (similares a ésta) en espacios a recuperar en el municipio de Guadalajara. La obra de Israel Martínez, por lo pronto, será intinerante, por lo que luego de su montaje en la explanada del Santuario se pretende llevar hacia el oriente de la ciudad. Si te la encuentras por ahí, en medio de la plaza de tu colonia, no dejes de echarle un ojo.


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Un mártir muy animado

txt: Antonio Ortuño img: Alvar Ramos

El 6 de mayo falleció Rigo Mora, personaje ineludible en la cultura cinematográfica tapatía. Esta remembranza aborda su batalla por dignificar la animación como arte y profesión Rigo Mora quiso lograrlo todo mediante la animación y en el empeño de trabajar en ella todo lo perdió: dinero, propiedades, estatus, salud y vida. Estas frases pueden sonar solemnes o dramáticas en exceso para referirse un tipo a quien lo que mejor se le daba era el humor negro –generalmente cebado en sí mismo, mofándose de su poca estatura, su mala suerte con las chicas o el encorvamiento que una rudísima enfermedad genética le iba infligiendo con los años- pero describe con precisión, me parece, el destino de uno de nuestros creadores cinematográficos menos apreciados. No es que Rigo fuera un genio: es que en algún momento sabía hacer lo que nadie en este país, que era animar con gracia y habilidad muñequitos de plastilina o látex. La suya fue una historia de sacrificio vocacional que deja a las tradicionales vidas de los santos como meros entremeses cómicos. Nació en una familia de clase media alta; estudió en colegios ostentosos, de esos a los que asisten niños de apellidos que suenan a boulevard o rótulo de empresa; hizo algún dinero como empleado bancario (su padre había sido

gerente) y ya era dueño de un par de automóviles, socio de un negocio en expansión y profesionista respetado a la edad en la que la mayoría de las personas están decidiendo qué hacer con su vida. Se dedicó durante años a predicar estérilmente a productores, directores y “creativos” de publicidad la buena nueva del stop motion. Coló algunos trabajos en el mercado, pero nunca pudo entenderse con la lógica comercial al uso. Ningún cliente le dio jamás los recursos mínimos para realizar su trabajo, así que pasó toda la vida en números rojos y la improvisación y la emergencia fueron su rutina. Cuando uno mira sus cortometrajes, lo que se contempla es la obra de alguien que, para animar, tuvo que enfrentar problemas y padecimientos que la tradición quiere exclusivos de pintores o escritores geniales y llorones. ¿Quién iba a decirnos que aquel sujeto forzudo, que gustaba de entonar en público notables obscenidades sobre melodías de José José o Raphael, sería a la larga la versión tapatía de Van Gogh y Céline?


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Alguna vez, durante la realización de un comercial de dibujos animados sobre el uso racional del agua, a Rigo se le terminó hasta el último frasco de pintura azul. El cliente, al serle requeridos fondos, le dijo que no podía hacer nada por él y no le dio un peso (ni siquiera había entregado el cheque del anticipo y tardó un año o más en liquidar el producto terminado). Así que el comercial se tornó en denuncia apocalíptica y las aguas, como le profetizaron a aquel infame Faraón, debieron volverse rojas… Aún así, o quizá por ello mismo, Rigo será recordado siempre por golpes de talento como el de aquellos asombrosos comerciales. O por otros más afortunados, como uno para la Feria Internacional del Libro en el que un Drácula de plastilina prefería hincarle el diente a la novela de Bram Stoker antes que al cogote de una rubia aterrada, de senos prominentes como cabezas de misil… Conocí a Rigo a finales de los ochenta y puedo decir, luego de 21 años, que fui uno de sus mejores amigos –aunque, entendámonos: con los mejores amigos de Rigo podría llenarse fácilmente la plaza Nuevo Progreso-. Trabajé con él entre 1991 y 1997, justo después de que Guillermo del Toro, su socio de peripecias durante los años ochenta, migró a Hollywood y Necropia, la empresa de servicios cinematográficos que ambos crearon y sostuvieron a costa de sangre, desvelos, úlceras y peligros mortales, cerró sus puertas.

A medida que los contratos publicitarios lo eludían y la posibilidad de vivir de su oficio se veía comprometida, Rigo fue haciéndose a la idea de mudar de terrenos y dedicarse a la creación. Cotizó trabajos para prácticamente todos los proyectos de stop motion o dibujo animado que circularon por el medio en aquella época, trabajó en unos pocos y asesoró a la gran mayoría, pero tampoco sacó un centavo en limpio de ello. No rehuyó presentarse a ningún concurso o beca, y todos lo rehuyeron a él (esto cambió hacia el final de su vida, pero no de un modo significativo: Rigo fue un auténtico mártir del sistema cultural que nos rige). En los años noventa, bajo el reino del “nuevo cine mexicano”, los argumentos que interesaban a quienes pagan el cine en nuestro país, que generalmente son burócratas culturales, consistían en los consabidos campesinos hambreados de ochenta años, prostitutas contorsionistas de doce o tragafuegos parapléjicos de cinco, así que a los guiones humorísticos y fantasiosos de Rigo ni los voltearon a ver. Sólo pudo filmar resignándose a cobrar algunos de sus trabajos en especie, con latas de celuloide, a aprovechar la amistad o la abierta compasión de técnicos en revelado y sonido y echando mano, como apoyo, de cualquier persona que el azar pusiera a su lado. Cómo preparar un sándwich, uno de sus trabajos más recordados, lo fotografiamos entre su hermano menor y un servidor en su primera encarnación,


que se veló por una torpeza del laboratorio. En su segunda encarnación, realizada con años de diferencia, el corto fue fotografiado entre un servidor, mi novia de aquella época y un amigo mutuo, cuyo campo de especialización era la seguridad nacional… Todavía hubo necesidad de rehacer algunas tomas y de ello se encargaron los universitarios a los que Rigo tomaba como asistentes. Ya no recuerdo quién aparece en los créditos como colaborador del trabajo, pero garantizo que si nos juntamos a cenar todos, la cuenta dará vértigo. Tampoco en su vida académica tuvo Rigo la fortuna de ser consentido por las circunstancias. Es verdad que varias generaciones de estudiantes lo conocieron y adoraron y fueron convertidas a la religión del cine por los encantos del animador para exponer y compartir lo que sabía. Pero es cierto también que su trabajo fue muchas veces mal pagado, en otras minimizado y que, en alguna ocasión, cierta escuelucha lo apartó de su cuerpo magisterial por no contar con un posgrado en su materia, como si en la misma ciudad (o hasta en Harvard) hubiera miles de graduados, con un currículo como el suyo, que lo sustituyeran. A partir de finales de los noventa (yo ya me había dedicado a otras cosas, porque nadie en el mundo sería capaz de compartir para siempre la cruz que mi amigo se echó a los hombros), Rigo abandonó del todo el campo de la publicidad y se entregó al cine con un afán que tenía algo de religioso. Colaboró con varios de los mejores animadores que aparecieron en la ciudad, como Rita Basulto, Juan José Medina o René Castillo. Curiosamente, al referirse a ellos, nunca los mencionaba como competidores, rivales, pupilos o

cosa semejante. Lo entusiasmaba que otros se unieran a su campaña a favor del stop motion y no ahorraba elogios para sus trabajos. Jamás tuvo dinero o tiempo para dar el salto a la animación digital, contra la que le prevenían sus prejuicios de creador y el orgullo de artesano de hacer las cosas con sus propias manos, pero nunca la echó de menos (y eso que más de una vez debió fingir que sus trazos habían sido obra de una computadora para que le pagaran sin chistar un mínimo porcentaje de lo que se había gastado en ellos) ni desanimó a nadie de entrarle al toro. De hecho, es previsible que sus siguientes obras hubieran terminado por hacerse en computadora, a medida que sus capacidades físicas disminuían y sus necesidades expresivas aumentaban. La pasión de Rigo por su vocación era de esas que ya son difíciles de encontrar. Incluso cuando filmó Encrucijada, su único cortometraje de ficción real, le dijo a la prensa que había utilizado a sus actores del mismo modo que utilizó siempre a sus personajes de plastilina o látex… En la misma prensa, luego de su muerte, se han difundido peticiones de sus colegas y amigos para que sus trabajos se reúnan y reediten adecuadamente. Ojalá que suceda. Pero si no, habremos de quedarnos con la paradójica imagen que Rigo, voluntariamente o no, nos deja: la de un mártir que caminó al patíbulo cantando obscenidades, dejándose la salud en desveladas y quebrantos interminables y que, cuando no tuvo otra cosa que dar, dejó el pescuezo en el altar del dios caprichoso al que le consagró todo lo demás. Para él, para su causa, mi reverencia.



txt: Juan Levid Lázaro img: Alvar Ramos

Sol de oriente que abrasa a la ciudad ¡Qué calor! La ciudad debió haber nacido en mayo (aunque la historia dice que se fundó en febrero), durante el quinto mes del año se lleva a cabo la fiesta cultural más grande. Sin menospreciar cualquiera de los otros encuentros que se desarrollan en la metrópoli durante el año, el Festival Cultural de Mayo ha destacado por ofrecer una cartelera redonda, en la cual se logra dar forma a una amplia gama de actividades, para todos los gustos y al alcance del bolsillo, al menos ha sido una constante en las más recientes cinco ediciones, en las que se ha recibido a países invitados, que destacan por ofrecer un amplio panorama de su desarrollo artístico. Este año le toca a Japón, tan vasto como inhóspito para las culturas occidentales. Hay fiesta nipona en la ciudad, tiene de todo y para todos, a pesar de los días de influenza.

La fiesta sigue y se prolongará unos días más. De algún modo hay que recuperar el tiempo perdido, esos fatales quince días en los que la contingencia nubló la ciudad, y peor que aguacero de temporada, echó por tierra la agenda de Mayo Alternativo, reprogramada para noviembre próximo, y que se desarrollará en la plaza pública, sin lluvia pero sobre todo sin A H1N1, el nuevo virus en la comarca que puso patas arriba a todo mundo.

Las bellas artes tienen su lugar. La llamada música culta se presenta con bombo y platillo, pues la ciudad acoge a varios de los mejores exponentes de este género. El momento cumbre llegará con la presentación de Madama Butterfly, ópera de Giacomo Puccini, que será realizada por un grupo de artistas venidos de diferentes partes del mundo, quienes pisarán el Teatro Degollado para satisfacer el gusto de los amantes del bell canto. Todo esto sirve de marco para que la Orquesta Filarmónica de Jalisco se afine y sus músicos integrantes se codeen con algunos de los artistas más reconocidos a escala internacional.

Lo japonés invadirá la Zona Metropolitana de Guadalajara y diferentes municipios del estado, bueno, por lo menos algunos recintos. Los habitantes de esta metrópoli van a conocer un poco más de Japón y su cultura, sí, un poco más que el sushi o el sake, los kimonos o Dragon Ball y, antiquísimo, Mazinger Z. En el festejo cultural de este mes hay que rasgarse los ojos para ver, sentir, oler y escuchar mejor. De oriente vienen a compartirnos su cultura. Sayonara.

En lo que sí se mantiene, una mención especial merece el Encuentro de Anime y proyecciones de las películas de Dragon Ball Z en versión animada. Y ya se sabe que los artistas gráficos de Japón se cuecen aparte para eso de hacer animación, ¿cómo decirlo?, excelente, por lo menos.


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Lo de mayo en junio El entretenimiento se mantiene y hay que salir a conocer más de los japoneses, invitados especiales en la doceava edición del Festival Cultural de Mayo, que ofrece una amplia gama de opciones para solazarse, y aprender cómo no, de los nipones. Aquí una probadita, y encontrarás más información en www.festivaldemayo.org.

Juguetes Japoneses Exposición Museo Trompo Mágico Hasta el 7 de junio Japón Paralelo, Diálogo con la Naturaleza, Patrimonio Mundial del Japón y el Arte del Bonsai Exposición Instituto Cultural Cabañas A partir del 19 de mayo Kioto en fotografías Exposición de Katsuji Takasaki Museo del Periodismo y las Artes Gráficas A partir del 26 de mayo Carteles, escultura, pintura y fotografía Exposiciones Ex convento del Carmen A partir del 19 de mayo

Antecedentes y trascendencia del Manga en México Conferencia Imparte Carlos Francisco Jiménez Espinoza Auditorio Telmex 30 de mayo A partir de las 19:00 horas Desarrollo de la cultura Otaku en México Conferencia Auditorio Telmex 30 de mayo A partir de las 19:00 horas Música de Anime japonés Concierto Yumi Matsuzawa Auditorio Telmex 30 de mayo A partir de las 20:30 horas

Tintas y gráficas Exposición Galería Vértice A partir del 19 de mayo

Cuarteto de la Ciudad de México Concierto San Agustín 1 de junio 20:45 horas

Las Vacas flacas y los sueños rotos Exposición de Luis Nishizawa Museo de Arte de Zapopan A partir del 29 de mayo

Exposición de Ikebana Arreglo Floral Teatro Degollado Del 3 al 7 de junio.

Dragón Ball Z Cine El poder invencible y El regreso del guerrero invencible Auditorio Telmex 30 de mayo A partir de las 16:00 hasta las 19:00 horas

Madama Butterfly Conferencia Imparte Lázaro Azar Sala de Cámara del Teatro Degollado 3 de junio A partir de las 19:00 horas

El impacto del Anime en México Conferencia Imparte Rodrigo Cortés Lozano Auditorio Telmex 30 de mayo A partir de las 19:00 horas

Recital de guitarra Sergio Medina 6 de junio Ameca Coro de Trombones Arturo Navarro Esqueda 6 de junio Colotlán

Recital de guitarra y flauta David Mozqueda 6 de junio Chapala, Centro Sol y Luna en Ajijic Ópera

Madama Butterfly Teatro Degollado 3 y 5 de junio, 20:30 horas 7 de junio, 18:00 horas.



Nuevos aires refrescan a la Feria Municipal del Libro. Del 30 de mayo al 14 de junio, las letras toman las calles del Centro Histórico de Guadalajara y no por la fuerza, sino con la participación de las autoridades tapatías y la finalidad de fomentar el hábito de la lectura. Pero no se trata de una edición más de la Feria Municipal del Libro y la Cultura como la conocemos; la número 41 tenía que ser diferente a todas las anteriores en muchos niveles: más espacio, mayor oferta literaria, así como actividades que se desarrollan en sedes alternativas. En los estantes, ya no sólo se podrá encontrar aquellos Best Sellers de superación personal o textos sobre temáticas religiosas (también los habrá si es que usted los desea), sino que por vez primera, esta fiesta de las letras abre espacio a más de una veintena de librerías, que en suma ofrecen publicaciones de 237 editoriales nacionales e internacionales. Desde su fundación en 1968, la Feria Municipal del Libro, ha funcionado con la premisa de utilizar espacios públicos como plataforma para la difusión de la cultura en la ciudad. Conciertos, proyecciones al aire libre, lecturas públicas, talleres para pequeños y grandes lectores, presentaciones de libros… se realizarán de manera gratuita en el marco de esta feria de las palabras y la cultura. Gracias al esfuerzo conjunto del Ayuntamiento de Guadalajara, a través de la Dirección General de Cultura y de la Cámara de Comercio de Guadalajara, la cuadragésimo primera edición contará con un presupuesto de cercano a los 700 mil pesos ( a diferencia de los 200 mil pesos que le eran destinados en años anteriores), lo que permitirá dotar de nuevos aires a la muestra literaria , captar nuevos públicos con actividades de calidad y convertir este evento anual en un foro para la diversidad cultural.

txt: Iván Vázquez / img: Alvar ramos

Pero como adelantábamos líneas atrás, la feria (en sus dos acepciones) ha crecido, no sólo en edad, sino que expande su terreno: partirá de la sede tradicional en los arcos de Palacio Municipal y convertirá el andador Pedro Loza (desde Hidalgo hasta Juan Manuel), en una verdadera rúa librera. Además, recintos como el Laboratorio de Arte Variedades (Larva) y los museos de la red municipal de la Dirección de Cultura albergarán actividades paralelas. Después del homenaje que la Feria Internacional del Libro (FIL) le hiciera en 2007 a Fernando del Paso, la Feria Municipal del Libro se suma reconocimiento e inaugura su propia entrega de galardones con el autor de “Noticias del Imperio” y “José Trigo”. El ensayista, poeta y dramaturgo mexicano recibirá una estatuilla realizada por el artista plástico, Alejandro Colunga y será padrino de bautizo de una biblioteca que llevará su nombre, ubicada en la colonia Libertador Miguel Hidalgo. De las plumas confirmadas, hasta el cierre de esta publicación se habló de Élmer Mendoza y Bernardo Esquinca, pero se espera la presencia también de Juan Villoro, Guillermo Fadanelli, Daniel Sada y Martín Solares, quienes impartirán talleres dirigidos a entusiastas de la lectura y encabezarán diversas mesas de debate. En resumen, mayor oferta de textos y editoriales independientes, homenaje a una de las grandes figuras de la literatura en el País, importantes escritores contemporáneos de renombre nacional, letras, letras y más letras y la palabra mágica en estos tiempos de austeridad: “gratis”, en gran parte de las actividades paralelas, deben servir para motivar tu asistencia. El pretexto de “me aburre” o “no tengo”, dejó de funcionar para no hacerlo.


Excipiente


Suficiente —Quiero más café. —Pídelo. —Pero dónde está la mesera. —Cuál mesera. —Debe haber una mesera. —Me asombra que seas capaz de dar por hecho cosas así. —Así cómo. —Como que tenga que haber una mesera. —Esto es un café, y tiene que aparecer una mesera. —Lo dicho: ahora asumes así, tan natural y tan arrogantemente, que esto es un café. —Entonces por qué estamos aquí, tomando café. —Porque nos gusta el café.

txt: José Israel Carranza img: Natalia Fregoso

—Pero ya no tengo, mi taza está vacía, mira. —Y por qué tendría que aceptar que hay una taza delante de ti. —Qué he estado haciendo entonces. Me vas a decir que no he tomado café en todo el rato. —Yo no soy quién para desengañarte. —Y las sillas y las mesas y la caja registradora y la cafetera y estas servilletas y este cenicero y los viejos que juegan dominó allá al fondo y tu taza y el platito con restos de pastel y la rockola que está junto a los baños... —Qué con eso. —Son pruebas de que esto es un café. —Si tú quieres. —Y si no quiero también. Hay un rótulo

en la entrada. —Cuál entrada. —Y un espejo detrás de la barra, y un hombre que lee el tarot en aquella mesa... —Te olvidas de los tres gemelos. —Claro, ahí tienes, los tres gemelos, los dueños de este café. —Muertos todos. Este café no existe. —Tenemos años viniendo. —Eso crees tú. —Entonces por qué estamos aquí ahora. —Eso crees tú. —Dónde está la mesera. —Yo ya no quiero más café.


El primer barrio al otro lado del río Gran parte de la historia de la ciudad se logró escribir gracias al trabajo silencioso de los habitantes de este barrio, que fue el primero de la ciudad. Esta ciudad y el barrio de Analco podrían ser siameses o mellizos. A la par de los 73 habitantes peninsulares que se asentaron definitivamente en el Valle de Atemajac, se cuenta con un registro de que los franciscanos tenían fundado un convento en Tetlán, cerca de San Pedro, Tlaquepaque. Con el nacimiento de la prístina ciudad, los franciscanos cambiaron su convento al sitio donde actualmente se erige el templo de San José de Analco. Junto con los frailes emigró toda la población indígena de Tetlán (cocas y tecuexes), rumbo a la región de Analco, palabra que se significa “al otro lado del río”. Al año siguiente, en 1543, se trasladaron al lado contrario del río, que después sería el Baño de las Delicias y la plazuela de San Fernando, entre Niños Héroes y la Calzada Independencia. Ya para 1550, Analco tenía 500 habitantes y doblaban la población de Guadalajara. A principios del siglo XVII, aumentó la cifra a tres mil habitantes y Analco cobró mucha importancia. De 1542 a 1543 se comenzó a construir una pequeña ermita de adobe y zacate en la parte sur de San José de Analco, aquí se colocó una imagen de San Sebastián Mártir, que rápidamente cobró fama de milagrosa en la población indígena.

txt: Cristián Mejía Ramírez img: Abraham Pérez

Con el paso del tiempo, este templo se agrandó sucesivamente hasta formar una nave central con dos capillas laterales, sobre el primitivo pueblo de Analco no existen referencias históricas, pero sí se tiene documentado que este inmueble religioso fue el primero concluido en la ciudad, incluso anterior a todas las catedrales que existieron en el corazón histórico de Guadalajara.



Debido a la naturaleza indígena de Analco, su población ayudó a edificar buena parte de la primitiva Guadalajara. Un fraile de la época colonial, Fray Francisco Mafra, señala: “los habitantes de Analco preferían los trabajos de habilidades artísticas y artesanales; sin saber leer, ni escribir fue causa de que muchos indios de los pueblos de Mexicaltzingo y Analco saliesen excelentes lectores, escribanos, músicos de todo género de instrumentos, de los cuales hasta hoy ha habido grandes organistas, bajoneros y cornetas y de alguno de ellos se ha servido la catedral y hoy está sirviendo tres puntos”. Resulta curioso y enternecedor que los españoles peninsulares encontraran estas aptitudes en los indígenas, sin embargo no eran dignos de confianza, Mafra también documenta: ““teniéndolos sino por esclavos, a lo mejor esclavizados, porque como los indios son ignorantes y en materia fiárseles o suplírseles no reparan, los dueños de haciendas los cargaban de crecidas cantidades, con lo que les imposibilitaba el desempeño: por lo que hizo se practicasen las leyes que prohíben el que a los indios se les fíen arriba de cinco pesos, que es lo que pueden pagar cómodamente...”, muy consideradas las autoridades hacia su capacidad crediticia y su correcta forma de pago. Por desgracia, los habitantes de Analco siempre se distinguieron por sus dotes artísticas,

artesanales y creativas, pero también recibieron los peores tratos y abusos de los españoles. Antes de la guerra de Independencia, Analco fue declarado barrio de la ciudad oficialmente en 1821. Este barrio abarca de la Calzada Independencia a la Calzada del Ejército, y de la Plaza de la Bandera por el oriente; de la Avenida Revolución por el norte, a la Calzada 5 de Febrero; en el sur en la avenida 5 de Febrero y la calle de Los Angeles, junto al río, estaba el famoso Molino de la Joya, y atrás de éste, hacia el oriente, estuvo el panteón de los Ángeles, del 2 de noviembre de 1829 hasta mediados de los años 20 de este siglo, pues el Gobernador José Guadalupe Zuno mandó construir el Estadio Municipal, que a principios de los cincuenta fue demolido para edificar la vieja Central de Autobuses, inaugurada por Agustín Yáñez el 8 de julio 1955, este barrio recogió la antigua pastorela y le dio un sello propio, principalmente a finales del siglo anterior y primeras décadas del actual. Mucha de la historia de la ciudad se logró escribir gracias al trabajo silencioso de los habitantes de este lugar. No cabe duda del rol imprescindible que ha jugado el barrio de Analco en la construcción de la identidad de los tapatíos a lo largo del tiempo.


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Pandear la bota

txt: Martín Mora img: Alvar Ramos

El Ilustradito La palabra queer describe, en inglés, lo que es “extraño”, “peculiar”, “poco usual”, “raro”, “torcido”. Y se la han apropiado los miembros de colectivos LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y transgéneros), para convertirla en una más de las corcholatas conceptuales para darle vuelo a la hilacha en los mentados estudios de la teoría queer. Más allá de ese reduccionismo chapucero, tan habitual en ese masacote intelectual de los estudios de género, lo mejor es que la palabra sirva para describir todo aquello que puede ser anormal y extraño en la sociedad. Todo lo raro. Van algunas viñetas. El Mirón Un tipo con apariencia común y corriente, con peinado descompuesto y barbilla insolente, observa la inauguración de una obra artística en cierto jardín público. A su lado, sonrientes, muchos convocados y muchos arrimados que acompañan al alcalde en la inauguración. El raro que mira, el de pinta desharrapada, deambula con la curiosidad propia de los verdaderos habitantes de la calle. Salta la alarma, por tanto: un ciclopolicía veloz, en alarde de agilidad y buen ojo, se acerca al raro y le invita, con la mano en la pistola, que se aleje de la zona. Obviamente, porque para eso sí tienen

estupendo ojo clínico los policías: detectan a toda clase de bichos raros en un santiamén. Esforzados y con amplio criterio, desalojan a un raro que puede ser peligroso. ¡Fuera la perrada! El Fantoche El sujeto de fenotipo masculino tiene la ocurrencia torpe de ponerse color en el pelo. Pero no lo que sería decente, en todo caso, que es eliminar las canas y rejuvenecerse con algún tinte viril. No, ¡el tipo va y se pone la cabeza azul! Mala idea, porque de inmediato le cae el rótulo queer encima. En efecto, como lo normal es que todo mundo se meta en la vida de los demás, sin necesidad de permiso, sin rubor, pues ya tenemos el pretexto para los veredictos sobre el extraño sujeto de pelo azul y sus referentes: “Color Pitufo”. La televisión y sus caricaturas como el gran referente (o el único) para la educada clase media mexicana. “Muy llamativo”. El eufemismo tapatío que dice una cosa para que se entienda otra. “Perdiste una apuesta”. El futbol como la más íntima razón de ser, la vida misma. “Militas en algún partido político”. El seso sorbido por la estúpida vida alrededor de los burócratas de la política.


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El Provocador Un escritor y periodista, se desliza en su patineta por uno de los parques habilitados para ese fin. A su lado, otros raros se dejan llevar por la gravedad trepados en sus tablas. Todo está correcto: el parque tiene un espacio para patinar, las patinetas ruedan convenientemente, los muchachos se ríen... hasta que llega, ¡cómo no!, una pandilla de “guardabosques” armados. Abordan a los raros, les conminan a dejarse revisar (“de rutina, jefe, ya sabe”), pero uno de ellos, el más raro por ser skatoescritor, se resiste. Y viene la consabida reacción, celosa y pulcra, de los guardabosques: “Que te dejes revisar... qué te crees, pendejo... te voy a romper la madre... ¡toma, cabrón!”. Excelente trato policial y retórica conveniente para intentar someter a ese peligrosísimo raro, ese skatoescritor que, seguramente, es un émulo de Osama Bin Laden. La Chica Da igual cómo vaya vestida, el ejemplar más raro, más extraño, más queer, es la chica que deambula por las calles

de Guadalajara. Con tacones o con tenis, con falda o con pantalón, con pelo largo o recogido, con bolso o con mochila, con lápiz labial o con tatuaje, con sonrisa o cara amarga... No importa. Siempre es el bicho, la rara, el ejemplar más idóneo para que la turbamulta citadina se desahogue. No puede dar cinco pasos sin que alguien, por la acera, desde el balcón, desde el coche, en la parada del autobús, desde la patrulla policiaca, sienta el deber cívico de hacerle notar su rareza: con silbidos, con aullidos, con relinchos, con verborrea pendeja, con piropos oligofrénicos, con absoluta falta de respeto, que para eso es mujer. Eso sí: visto con toda normalidad por parte del resto de habitantes que saben, porque así es la vida, que las mujeres deben ser los más extraños y sometidos bichos. Lo más extraño de lo queer. Usted mismo, lector, podrá añadir todo clase de ejemplos y viñetas de lo extraño, de lo peculiar, de lo poco usual, de lo raro, de lo torcido, de lo queer. Y así: Todo mundo contento. Todo mundo sereno. Todo mundo normalito. ¿Quién le manda a los raros serlo? Ahora, ¡que se aguanten, chingado!


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txt: Nacho Cadena y Alfonso Cadena (*) img: Alvar Ramos

* Propietarios del restaurante “LA LECHE ® ALMACÉN GOURMET de Puerto Vallarta.

¡Fuera! Lucha vs La Rutina Escribimos este artículo desde el balcón de un amigo que nos invitó a desayunar, en Puerto Vallarta, un delicioso machacado, esta vez sin huevo, acompañado de unos tamalitos de Monterrey. El aroma del café recién colado inundó la bahía desde allí hasta Los Arcos, que estaban tan cerca de nosotros que daba la impresión que podíamos tocarlos con la mano. Junto a la mesa dos plantas de chile, uno habanero y el otro del llamado chile de monte, que aparte de dar sabor al desayuno, aportan al balcón un toque decorativo. Permítanos platicarles que ahí, como si estuviéramos sentados en la terraza de uno de esos inmensos cruceros, se ven las cosas desde otra dimensión. Las Marietas, Boca de Tomatlán, Quimixto y las montañas que forman la entrada a Yelapa. El mar liso, como una tina de agua, las aves marinas alborotadas haciendo piruetas unas, y otras planeando sobre el agua a una altura de diez centímetros. Aquí, aquí abajito, una enorme mancha negra y blanca delata la presencia de la bailarina del ballet marino: una mantarraya joven, seguramente, que hacía figuras dentro y fuera del agua. No debemos perder esa capacidad de asombro ante las cosas bellas, no importa qué tan afortunados seamos de estar rodeados de mar, de montañas, de fauna, de flora increíble, no importa… tenemos que seguir con esa buena costumbre de disfrutar al detalle, cosa por cosa. Es verdad, el bosque es muy bello, pero no hay que perder de vista que los bosques se hacen de árboles y cada árbol por sí mismo es un estuche de cualidades, de formas, de diseños, de colores, de riqueza.

Que tanta belleza alrededor no nos haga perder nuestra capacidad de disfrutarla. No tengamos ojos ciegos, ni oídos sordos ante tantas cosas excepcionales que están cerca de nosotros. Sepamos detenernos un instante para regalarnos unos minutos y disfrutar esa enorme obra que es la naturaleza. Nada más gratificante y, además, no cuesta. Dos minutos de contemplación pueden redituar en un costal de felicidad. Hay sólo un enemigo y éste se llama “rutina”, esa mala, malísima, malvada costumbre que nos lleva a no percibir los colores ni los olores, que nos hace insensibles, de piel dura, inalterables. Esa que nos hace que no distingamos la risa del llanto, lo bonito de lo feo, lo claro de lo obscuro, lo salado de lo dulce, lo amargo de lo ácido. Esa que nos orilla a no saber decir gracias, a no contestar un saludo, a no apapachar a un bebé, a no disfrutar una naranja con sal gruesa y chile en polvo. Esa es la rutina, la que nos lleva a que no sepamos decir “cómo te quiero”, ni “cómo te extraño”, o “qué bueno que estás aquí” o “qué rico preparaste este arroz con leche”. Es la rutina la que no nos deja detenernos a mirar a una pequeña mariposa, a admirar a una señora embarazada; la misma que nos ciega y no nos deja mirar que hoy las servilletas en la mesa son de color amarillo y además hubo sopa de fideos con dentritos de pollo, o que ella colgó una cortina azul nueva en la ventana o que el portarretrato tiene una foto diferente de la nieta. Esa inercia es la misma que nos hace rezar como merolicos o saludar como monos de ventrílocuo. Hay que hacer una guerra contra la rutina, ¡fuera! Hay


La Leche

que luchar contra ella como contra el cáncer o las drogas. ¿Y todo esto qué o por qué? Esta reflexión viene al caso también cuando hablamos de cocina, mejor dicho de cocinar. Qué fácil es repetir, seguir recetas, hacer más de lo mismo, lo conocido, lo que me sale bien. Qué fácil es caer en la “repetición perfecta”: no falla, no te equivocas, tanto de esto, tanto de lo otro, media hora en el horno y ya está perfecto. ¿Y la innovación? ¿Y la creatividad? ¿Y lo novedoso, lo diferente y lo sorpresivo? Cocinar es un arte y como tal está vivo, debe progresar, evolucionar, reinventarse, llevarse a escalas admirables; todo sin perder el piso, sin traicionar los métodos, sin darle la espalda a lo esencial, que por supuesto, ante todo, es el buen sabor, el halago al paladar, aquello que te hace tener una sensación inigualable de placer. Ahí está la gracia, el innovar no sólo por innovar, lo hacemos para buscar algo mejor, no para presumir de novedosos. Crear para reinterpretar y agregar trascendencia a lo ya tradicional, evolucionar para encontrarnos con la época y los gustos de los nuevos gourmets. Esta fórmula, del respeto a lo anterior y del impulso innovador, es tan fina como el filo de un cuchillo, pero eso hace la gran diferencia: respetar los métodos tradicionales y reinterpretarlos creativamente. ¡Fuera con la rutina en la cocina! ¡Fuera con el conformismo! Por eso nosotros preferimos, aunque sea un poco, complicarnos la vida y cambiar de menú todos los días en nuestro restaurante. Eso sí, la verdad, es mucho más divertido.

Pasta de hongos en jugo de carne Ingredientes: 4 láminas de pasta wonton (raviol abierto) 200 gr. de hongos de temporada 200 gr. de filete de res 3 tazas de vino blanco ½ taza de balsámico 1 cebolla 1 diente de ajo Sal, pimienta (sal de mar)

Romero 1 pinch de semillas secas de chile de árbol ½ litro de fondo de pollo 1 taza de queso parmesano 1 cucharada de queso roquefort olivo 1 taza de mantequilla

Preparación: Hervimos la pasta wonton en agua y sal. Las dejamos enfriar En una olla salteamos la cebolla y salteamos el filete. Una vez dorado lo metemos al horno agregando el ajo. Cuando esté un tanto dorado, lo sacamos del horno y quitamos de la olla el exceso de grasa. Una vez retirado el exceso de grasa agregamos el vino, el balsámico, las semillas de chile, el romero, el fondo de pollo (la mitad) y lo metemos al horno hasta que se reduzca a la mitad.

En otro sartén salteamos los hongos con cebolla y ajo, agregamos los quesos y mezclamos. Una vez salteados los hongos se dejan a temperatura ambiente y luego se refrigeran. Cuando esté listo el jugo de carne (15 a 20 min.) lo procesamos ligeramente para que texturice. Antes de servir, se saltea la pasta wonton en mantequilla y se va formando una torre de pasta y relleno y al final se baña con el jugo de carne.




Jetlag

La Dufferin rifa txt: Ricardo Mendoza Solís img: Ilsem Yaremy González De Alba

Quien vive en el área de la Dufferin, en Toronto, Canadá se puede sentir tranquilamente como si estuviera en cualquiera de las zonas más populares de de una ciudad mexicana. Y es que en Toronto no existen propiamente colonias como en México. Aquí las zonas se ubican simplemente por los nombres de las calles. Se ubica a unos quince minutos del centro, y se puede llegar mediante camiones de transporte público o bien en el Subway (metro), que te deja en la estación homónima. La calle Dufferin es una de las principales arterias de esta metrópoli canadiense, aunque ha sido ubicada como una de las 20 peores, debido a los constantes embotellamientos, y a que son continuos los trabajos de bacheo en esa zona, algo común en las metrópolis mexicanas, aquí mismo está el ejemplo más cercano. En los últimos 10 años esta avenida –que históricamente fue lugar casi exclusivo de los inmigrantes italianos y portugueses, se convirtió en zona azteca. Más del 70 por ciento de los mexicanos que residen en Toronto habitan los alrededores de esta calle, por lo cual, quienes vienen de vacaciones no sufrirán por el idioma si transitan por esta zona. Las frases “o sea”, “qué onda wey”, “cabrón”, “chale”, entre otras, le dan el distintivo toque mexicano a la demarcación. Algunas de las pocas tiendas y restaurantes donde venden productos y comida mexicanos como tortillas, chiles, aguacates, pan Bimbo, Barcel, duritos, tamales, pozole, carnitas, etcétera, se encuentran a lo largo y ancho de esta arteria. “El Jacal”, “Tierra Azteca”, “La Tortillería”, “Toronto

Latino”, “Rebozos”, “Latino Music” son algunos de los nombres de las tiendas y restaurantes mexicanos ubicados en los alrededores de esta calle. Si bien su nombre no tiene nada que ver con lo mexicano –es un condado canadiense-, Dufferin ya fue bautizada por los siempre ocurrentes paisanos, la mayoría capitalinos: el nombre con el que se le conoce ahora es “el Déferin”: ¿por qué será? Debido a la alegría y buen ambiente que por naturaleza generan los paisanos, la gente de otras nacionalidades también se ha integrado perfectamente a nuestra cultura. Así, mientras antes los partidos de la Selección Nacional de Futbol sólo los podía ver uno en lugares cien por ciento mexicanos, ahora en la mayoría de restaurantes portugueses e italianos los transmiten, incluyendo los partidos de la liga del futbol mexicano. Por ello, no faltan los americanistas, chivistas, pumas, azules y demás que circulan por las calles exhibiendo sus gustos futbolísticos… y también dejan ver su mexicano gusto por la cerveza. Y es que no importa de qué parte de la República sean. Puede haber gente del Distrito, de Jalisco, de Sonora, Chihuahua, Aguascalientes, Chiapas, Campeche, Veracruz, Hidalgo, de donde sea. Se puede decir que los aztecas conquistaron un territorio más, ahora en el extranjero. Así que cuando visite la ciudad de Toronto y quiera sentirse como en casa, ya sabe hacia dónde tiene que dirigirse para disfrutar del ambiente azteca. Y sí que rifa.


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Keukenhof: el reino de la primavera

txt & img: Cinthya Uribe Sandoval

Estando de vacaciones en un sitio turístico, es inevitable de cuando en cuando cruzarse y salir en la fotografía de alguno otro turista. Hay lugares más complicados que otros: en Keukenhof, por ejemplo. Con orgullo, los holandeses encargados de este gran parque floral dicen que es uno de los sitios más fotografiados del mundo – y al ver la cantidad de cámaras fotográficas en el lugar no hay manera de dudarlo.

y a vender también, a pesar de que en algunos casos la gente tenía que vender sus casas para comprar tulipanes. La burbuja se rompió como se rompen todas: alguien se dio cuenta que no era lógico que hubieran alcanzado ese precio y dejó de comprar. Y el mercado se paralizó y comenzó a caer en picado. Tuvieron que pasar años para que la economía del país se recuperara de la debacle.

Queso, tolerancia y tulipanes. Cuando se invoca la memoria colectiva sobre Holanda hay imágenes e ideas muy claras, que van desde los humeantes coffee shops donde se puede comprar y consumir mariguana legalmente, los grandes ventanales de la zona roja de Amsterdam, las casas junto a los canales y, por supuesto, los cuidados e inmensos jardines de tulipanes.

Olvidados ya de aquel viejo drama, cada año alrededor de octubre y noviembre muchos de los neerlandeses con un pedazo de jardín plantean cuáles serán los bulbos que querrán ver desde su ventana en primavera. Y en Lisse, en la provincia de Holanda del Sur, comienzan los preparativos para el que se presume es el jardín de primavera más importante del mundo.

Flores exóticas y objeto de deseo, aunque ahora se relacionan de inmediato con Holanda, los tulipanes son originarios de Turquía. Y justo en un momento donde el mundo se retuerce como resultado de los turbios manejos financieros en el mercado inmobiliario es curioso acordarse de que una de las primeras grandes crisis financieras fue en Holanda y justamente por los tulipanes. Recién llegados, buscados por todos las familias de dinero para decorar sus jardines – podía leerse la posición económica por el número de tulipanes en un jardín -, el precio de los bulbos comenzó a subir exageradamente a mediados del siglo XVII. El mercado se movía tan rápido, que la clase media empezó a comprar

El mundo conoce como Holanda a un país que, oficialmente, se llama Países Bajos. Holanda del Sur y del Norte son dos de las doce regiones administrativas del país, pero albergan tanto a las ciudades más importantes como a la familia real y a los centros de gobierno. En Holanda del Sur se encuentra Lisse, un municipio de 16 kilómetros cuadrados que es el mayor productor de flores del país. Desde la fundación del municipio hace aproximadamente 800 años, la zona con suelos arenosos ha vivido prácticamente de la agricultura y la ganadería. Actualmente, es el productor principal de los tulipanes que se dejan ver por todo el país


y se exportan a diversas partes del mundo. Hace 60 años, algunos productores de flor y el alcalde decidieron crear una especie de jardín de exposición para potenciar el producto que cada vez les aseguraba mejor el porvenir: los tulipanes. Para su localización eligieron Keukenhof, que en neerlandés quiere decir “jardín de cocina”. En el siglo XV, el sitio donde hoy se ubica el parque era el jardín de hierbas y zona de casa de la condesa Jacqueline de Wittelbasch. A lo largo del tiempo el terreno fue cambiando de manos, pero siempre se preservó como una zona natural y parque que resultó ser la sede natural para esta exposición comercial que mutó hasta convertirse en uno de los atractivos turísticos más importantes del país en la temporada. Keukenhof abre sólo dos meses al año: de la última semana de marzo a la tercera de mayo. La temporada es tan corta porque su atractivo depende de una sola cosa: de los millones de bulbos de tulipanes y otras flores que se extienden por los seis mil metros cuadrados del parque. A pesar de que el jardín ha mutado de un centro de negocios – un espacio de exposición para vender los nuevos bulbos a los especialistas – a un enorme punto de atracción turística, aún conserva su vocación original. A lo largo del parque hay pequeñas cabañas en donde los productores que regalan los bulbos para el parque ofrecen a los visitantes bulbos con precio de envió incluido. En amplias mesas de madera para picnic, muestran gruesos libros con fotografías y explican que, aunque el cliente debe comprar ahora el bulbo, este estará empacado y en camino hasta finales de septiembre, para que sea plantado en octubre o noviembre, justo a tiempo para los jardines de primavera. Además, hay cinco pabellones cubiertos donde las especies más recientemente desarrolladas (quizá más frágiles que las que están afuera) están a la vista de los visitantes, quienes

también toman notas sobre los nombres y los productores para hacer sus encargos después. Keukenhof es, al mismo tiempo, una especie de parque temático de todo lo holandés. Se puede comer en restaurantes campestres, comprar queso, fotografiarse en enormes suecos de madera frente a lagos artificiales rodeados de cisnes y flores, y comprar souvenirs de madera, porcelana y flores. En una de las esquinas del parque, hay un enorme molino de viento detrás del cual se extienden los campos de tulipanes y jacintos de producción normal. Cualquier día de fin de semana, no sólo es posible encontrarse turistas sino séquitos nupciales que van a tomarse la foto de recuerdo entre todas las flores. Ahí está el punto complicado: tomar la mejor foto. La primera advertencia está impresa directamente en el boleto de entrada: no se puede pisar el pasto. Advertencia que una gran mayoría de los visitantes se salta olímpicamente ante el fastidio evidente de las cuadrillas de jardineros que recorren constantemente el sitio. Ante la llamada de atención, algunas personas agachan la cabeza, un poco avergonzados. Otros, muchos con una barrera importante de lenguaje, se quedan viendo en blanco al vigilante y dan media vuelta, para encontrar otro sitio mejor en donde fotografiarse. Lo que llama la atención es que nadie toca las flores. Nadie se atreve si quiera a cortarlas. Quizá un niño pequeño, que ante el descuido momentáneo de sus padres mete el dedo para tocar los pistilos de un tulipán muy amarillo y luego se mira la punta del dedo manchada de polén, lo huele, se lo lleva a la mano. Y toca los pétalos con cuidado, como si supiera que es fácil lastimar a la flor y que es bueno cuidarla. Casi, casi como aquel cronopio del que hablaba Cortázar en su cuento.


Animatic

Real fantasía, realidad fantástica txt: Hugo Hernández img: Ilsem Yaremy González De Alba

o sé qué pasó por la creativa cabeza que Dios le dio a Walt N Disney cuando éste se dio a la tarea de parir y animar al odioso ratón Miguelito, pero es muy probable, aventuro, que no pensara que el dibujo animado pudiera llegar a ser una ruta a la realidad. Para apoyar semejante especulación mencionaría, a modo de ilustración, que la gran celebración del estudio que construyó Walt lleva por título Fantasía (1940): para él (y así lo prueban las producciones en las que se involucró directamente), la animación era pertinente y provechosa para ilustrar cuentos clásicos, para poner en imágenes situaciones que rompen las leyes de la Física, incluso para caricaturizar rasgos humanos. Pero si recurre a la figuración de las cosas de este valle de lágrimas, las proezas de su fauna y demás personajes se ubican en el imaginario ámbito de la fantasía, materialmente desconectado de lo real. Es posible ubicar menos “densidad real” en propuestas experimentales como las del escocés Norman McLaren, quien llegó a prescindir de la cámara para sus proyectos, pues a menudo dibujaba directamente sobre la película y animaba figuras que no tenían la pretensión de emular animales, personas o cosas, y que en muchos casos son divertimentos, fascinantes eso sí, sustentados en la geometría y en el movimiento.

Los tiempos, usos y costumbres han cambiado, y la animación ha probado ser una herramienta que confirma el potencial que algunos críticos veían en ella: más que un género aparte, es una forma diferente de acercarse a la realidad. Dos cintas recientes así lo prueban: Persépolis (2007) de la iraní Marjane Satrapi y el francés Vincent Paronnaud y Vals con Bashir (2008) del israelí Ari Folman. Persépolis, que tuvo su origen en un cómic de la Satrapi, sigue en color y en blanco y negro las vicisitudes de Marjane en un Irán convulso, que en pocos meses pasa del despótico régimen del Sha al no menos ominoso que lo sucedió (el que surgió con la revolución iraní y fue conformado por una banda de fundamentalistas islámicos). Y si para Marjane las cosas no eran fáciles en Teherán, su situación no mejora cuando se traslada a Europa y encuentra una cerrazón diferente pero semejante a la que dejó en su país de origen. Satrapi y Paronnaud ofrecen una propuesta intimista que da cuenta del crecimiento de una muchacha que busca su lugar en un mundo hostil. Así, asomándose a la intimidad de humanos que son meras figuraciones dibujadas, su propuesta no elude la paradoja y prueba que la animación es un utensilio pertinente para la autobiografía, lo mismo que para la reflexión política e histórica.


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Vals con Bashir deja ver ambiciones y alcances similares. Folman sigue aquí, también en primera persona, los contratiempos de un director de cine que ha bloqueado un pasaje importante de su vida: tomó parte, como militar, en la primera invasión que Israel perpetró en Líbano a principios de los años ochenta, pero no guarda registro alguno de una misión en particular (particularmente abyecta, es justo precisar). Así, se da a la tarea de buscar a los compañeros que participaron con él, y en el camino va desentrañando los detalles y la magnitud de los eventos. Además de las obvias implicaciones en términos de producción (el costo de contratar actores, reproducir batallas o desplazarse en el mundo real es mucho mayor que la emulación animada), Folman muestra, al final, que la animación puede convertirse en un subterfugio adecuado para abordar temas incómodos y dolorosos (para el que los realiza y para el que los ve)

reflexiones que tienen a bien hacer los protagonistas, para dar densidad a las particularidades y sutilezas del discurso. La música, por su parte, contribuye a dar ritmo e intensidad a algunos pasajes singularmente dramáticos (incluso, en el caso de Persépolis, se hace un “videoclip” con la canción El ojo del tigre del grupo Survivor). Ambas aspiraron, en diferentes ediciones del Festival de Cannes, a la Palma de Oro, el premio más importante que ahí se entrega (Persépolis obtuvo el Premio del Jurado); ambas fueron nominadas al Óscar, pero ninguna de las dos lo ganó. ¿Acaso porque para la Academia la fantasía solamente es sinónimo de fantasioso? Tal vez la percepción de Hollywood del cine animado también es la del público de Guadalajara, pues mientras aquí se estrena sin dilación cuanta insustancial animación se produce, el estreno de estas dos cintas ha sido postergado en más de una ocasión.

Ninguna de las dos cintas brilla por el virtuosismo del diseño gráfico o la calidad de la animación, pero sí por el ánimo introspectivo, por el afán de ventilar asuntos personales más que de crear un divertimento inconsecuente. En ambas propuestas, además, es claro que la banda sonora juega un rol fundamental (como también sucede con las producciones de Disney): por ella se consigue un tono realista y es el vehículo privilegiado para presentar, voz mediante, las

El escritor argentino Julio Cortázar estaba convencido de que la ruta a lo extraordinario inicia en lo ordinario; Persépolis y Vals con Bashir prueban que también es válida la ruta inversa: lo extraordinario ofrece el inicio de una buena ruta para ajustar cuentas con lo ordinario.




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Andrés Calamaro Viernes 20 de junio. 21:00 horas Auditorio Telmex En octubre pasado las dos presentaciones de este cantante argentino en el Teatro Diana estuvieron a reventar y muchos se quedaron con las ganas de escuchar en directo al Salmón. Ahora, el intérprete de “Flaca” y “Algo Contigo” regresa recargado a un foro más grande y dispuesto a entregarse a la amplia legión de seguidores tapatíos que ha cosechado a lo largo de los años. Junto con Charly García, Fito Paez y Gustavo Ceratti, Andrés Calamaro es considerado una de las figuras más importantes del rock proveniente del Cono Sur. Boletos de 300 a 1250 pesos, disponibles en Ticketmaster.

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Nicola Di Bari Jueves 4 de junio. 21:00 horas Teatro Diana La influenza fue la culpable de que el pasado 10 de mayo no pudieras llevar a tu “jefecita” a festejar su día, acompañada de uno de los máximos exponentes de la “canzione italianna”. Sin embargo, si compraste tus boletos para la fecha cancelada, esperamos no los hayas roto en un ataque de ira o frustración, pues éstos te servirán para asistir a la nueva presentación. Con más de 40 años de trayectoria en los escenarios del mundo, “el último romántico”, con esa voz plagada de sentimiento y un gran carácter dramático, regresa para recordar los temas (en español e italiano) que le dieron proyección internacional allá por la década de los sesenta.

Il divo Martes 16 de junio. 21:00 horas Auditorio Telmex Y el bell canto se hizo pop. Así es la propuesta de este cuarteto que, aunque cuenta con un nombre italiano, está integrado por cantantes de diferentes partes de Europa y viene para deleitar a sus seguidores. Como parte de la gira mundial para dar a conocer en vivo The Promise, su más reciente producción discográfica, Carlos Marín, Urs Bühler, David Miller y Sébastien Izambard harán de las suyas en el Telmex. Esta agrupación rompe marcas de venta de discos a escala internacional y en México han tenido muy buena respuesta, así que se espera que su visita sea memorable.

Eblen Machari Jueves 14 de mayo. 20:30 horas Paraninfo Enrique Díaz de León Los sonidos del Medio Oriente se conjugan con instrumentos occidentales y ritmos electrónicos para crear una mezcla ecléctica. El guitarrista mexicano de origen líbanés, Eblén Macari, regresa a al Paraninfo Enrique Díaz de León de la Universidad de Guadalajara acompañado de su agrupación y un gran arsenal sonoro, que reúne instrumentos musicales de todo el mundo. A lado del multi instrumentista Jesús Yusuf Isa Cuevas, y de su hijo Kabalám en las percusiones, el virtuoso músico ha recorrido los cinco continentes con el World Music como bandera.

Raphael Miércoles 27 de mayo. 21:00 horas Auditorio Telmex “Yo soy aquel que cada noche te persigue, yo soy aquel que por quererte ya no vive…” si te sabes el resto de la canción, es porque eres fan de este gran intérprete español y no te puedes perder su concierto. Raphael celebra cinco décadas de cantarle al amor con una gira internacional y el lanzamiento del material discográfico 50 años después, producción donde el “Divo de Linares” canta a dueto con Alejandro Sanz, Joaquín Sabina, Enrique Búnbury, Ana Belén y Juanes, por mencionar algunos.


Café Tacvba Miércoles 17 de junio. 21:00 horas Arena VFG Veinte años de trayectoria, veinte conciertos a través de catorce países de América y Europa. Ésta es la manera que se les ha ocurrido a los Tacubos para celebrar dos décadas de cosechar éxitos. Rubén Albarrán (voz), Meme (teclado), Joselo (guitarra y voz) y Kike Rangel (bajo), preparan un concierto retrospectivo, a través de sus composiciones más emblemáticas y gracias a las cuales han ganado legiones de seguidores a nivel internacional, sin dejar de lado algunos temas de su más reciente placa de estudio: Sino. Si te quedaste sin boleto para el directo que ofrecieron el año pasado en el Auditorio Telmex, no puedes dejar pasar esta nueva oportunidad. Boletos de 200 a 450 pesos, disponibles en Ticketmaster.

Fabulosos Cádillacs Martes 30 de junio 21:00 horas Auditorio Telmex Si aún sigues dándote de topes por haberte perdido la escala de la gira de reencuentro de Los Fabulosos Cádillacs por nuestra ciudad el año pasado, ya es momento de superarlo y apuntarte para que no te vuelva a ocurrir. Están de vuelta y aprovechando su visita al Festival Vive Latino, regresan a dar otro gran concierto en la Perla Tapatía. La agrupación argentina encabezada por Vicentico realizará un recorrido por todos los éxitos que los hicieron famosos hace más de una década, con arreglos musicales renovados y más potentes.

Canek Domingo 31 de mayo. 13:00 horas. Teatro Diana Jacinto Canek a lado de su inseparable amigo Guy, hijo de una familia de hacendados yucatecos, descubrirá el valor de la amistad, en esta adaptación del texto de Emilio Abreu. Cansado de la opresión y la injusticia que vive día con día, el joven héroe Maya luchará por alcanzar la libertad y un trato digno, en este espectáculo multidisciplinario de gran formato producido por la Universidad de Guadalajara y realizado por compañía tapatía de títeres Luna Morena, que dirige Miguel Ángel Gutiérrez.

Antoine Reverb y Suave as Hell 4 de junio a partir de las 18:30 horas Museo de Arte de Zapopan La banda sabe que lo suyo es el Extranjero, así que apuntan hacia fuera de México, pero antes se dejan escuchar en el terruño. De modo pues que este quinteto editado por el sello independiente Happy Garlic ofrecerá en vivo los sonidos de Goodbye Victorian Houses, su disco debut, como parte de su proceso para allanar el camino en su ruta hacia escenarios foráneos. Esta ocasión se hace acompañar por Suave as Hell, otra banda Indie empeñada en mostrar su música en directo como, dicen los que saben, se debe de disfrutar. La escena independiente se mueve y se muestra, de modo que hay que verla y escucharla.

Pepe Aguilar Sábado 13 de junio. 20:30 horas Auditorio Telmex En ocasiones vestido de charro, otras veces hasta con guitarra eléctrica, Pepe Aguilar no olvida su pasado rocanrolero y lo sabe conjugar con la gran tradición vernácula legada por su padre, Antonio Aguilar. Una excelente oportunidad para los despechados para entonar verdaderos himnos al desamor como “Por mujeres como tú” o “Por unas monedas”, así como algunos de sus temas más recientes, al calor de la cerveza o de la sobriedad. Boletos de 250 a 1, 500, disponibles en el sistema Ticketmaster.

Las Menudencias del Corazón Viernes 29 de mayo, 5, 12, 19 y 26 de junio. 20:30 horas La Casa Suspendida Inspirado en el teatro de carpa, el dramaturgo Teófilo Guerrero presenta una serie de sketches, bajo la dirección escénica de Sara Isabel Quintero. Un cavernícola, un agente encubierto de la KGB, un “maistro” de obra con tendencias homosexuales, un marinero, un detective y un hippie, protagonizan este montaje plagado de música y baile. Con la participación de Alejandra Preciado, Dulce Figueroa, José Jaime, Paulo Salas y Eduardo Preciado, se trata de una puesta en escena sin mayor pretensión que ofrecer un menú ligero en un solo tiempo, o dicho con sus palabras: “un divertimento musical para los amorosos”.


Romeo y Julieta para niños Domingos, del 14 de junio al 2 de agosto 13:00 horas Teatro Experimental de Jalisco De Romeo y Julieta, acaso la obra más célebre de cuantas escribiera William Shakespeare, sería misión imposible dar cuenta de las ocasiones, los idiomas y las latitudes en que dicho libreto ha subido a las tablas desde aquellos años finales del siglo XVI a los que se remonta su origen. El clásico de Shakespeare que cuenta la historia de dos jóvenes pertenecientes a dos familias que se odian, los Capuleto y los Montesco, enamorados hasta la perdición y que logran que la pasión triunfe por encima de la muerte y del odio, esta vez ha sido adaptado para niños por el grupo A la deriva teatro, bajo la dirección de Fausto Ramírez.

Luz de niebla Jueves 28 de mayo y 4 de junio. 20:30 horas Estudio Diana Y el bell canto se hizo pop. Así es la propuesta de este cuarteto que, aunque cuenta con un nombre italiano, está integrado por cantantes de diferentes partes de Europa y viene para deleitar a sus seguidores. Como parte de la gira mundial para dar a conocer en vivo The Promise, su más reciente producción discográfica, Carlos Marín, Urs Bühler, David Miller y Sébastien Izambard harán de las suyas en el Telmex. Esta agrupación rompe marcas de venta de discos a escala internacional y en México han tenido muy buena respuesta, así que se espera que su visita sea memorable.

El Diablito de Benjamín Sábados 06, 13, 20 y 27 de Junio, 18:00hrs. y Domingos 07, 14, 21 y 28 de Junio, 13:00 horas Estudio Diana. Después de una serie de presentaciones en diversos mercados de la ciudad, este montaje infantil, bajo la dirección Samuel Parra y la actuación de Gabriela Escatell y Rodrigo Becerril, realiza divertido pero crudo retrato de la vida de los niños que a falta de oportunidades se ven obligados a trabajar.

Ballet folclórico Infantil de la Universidad de Guadalajara 27 de Junio, 20:00 horas 28 de Junio, 18:00 horas Teatro Diana En 1973, bajo el precepto de “aprender jugando lo que la danza puede enseñar”, la Universidad de Guadalajara inició talleres donde se impartían clases de bailes mexicanos a grupos integrados por niños, con quienes se compartía el orgullo por la música, el canto y la danza que representaba a nuestro México. Fue con el paso de los años que el Ballet Folclórico Infantil se integró como tal, presentándose por primera ocasión el 5 de febrero de 1983 en el Teatro Experimental. A partir de esa fecha inició una serie de presentaciones que ha incluido el Mundial de Fútbol 1986, algunas presentaciones anuales en el Teatro Degollado y el Festival Papirolas.

Disney sobre hielo. Mundos de fantasía 31 de julio, 1 y 2 de agosto Auditorio Telmex Los dibujos animados más famosos del mundo también patinan, ¡claro!, los hemos visto en un sin fin de ocasiones, pero esta vez será en todas sus dimensiones, porque los monos serán personificados por algunos patinadores, quienes tomarán la pista para llevar a escena las suertes de La Sirenita, el Rey León o Campanita. Así es que niños, lleven a sus papás. Esta vez no hay arena, sino hielo, y se presume como uno de los espectáculos que hay que ver antes de… cualquier otra cosa.

Slava`s Snow Show Del 18 al 21 de junio. Diferentes horarios Teatro Diana El escenario del Teatro Diana se cubrirá de nieve en pleno verano, con el regreso del payaso Slava Polunin y su simpática comitiva a nuestra ciudad. Un espectáculo multidisciplinario para toda la familia, donde el humor y la risa funcionan como lenguaje universal. En medio del crudo invierno ruso, éste cómico personaje de overol amarillo, lucha con la soledad que lo embarga a raíz de un amor que no pudo concretarse. Quienes lo han visto, siempre coinciden en algo: “entre más cerca del escenario, mejor”, y es que la interacción con la audiencia es un elemento clave en esta puesta en escena.


Hamlet, Principe de DinamarClown Funciones todos los jueves y viernes de junio y julio A partir de las 20:00 horas Teatro Experimental de Jalisco A Ofelia, Hamlet, Claudio y hasta al finado Yorick, se les ha puesto roja la nariz; pero no de vergüenza o por haber sido víctimas de la mentada influenza, sino por ser los protagonistas del nuevo proyecto del grupo local de teatro, Thespis Teatro: Hamlet el Príncipe de Dinamarclown. Con un tratamiento peculiar del texto de Shakespeare, el montaje dirigido por Fausto Ramírez despoja a esta obra magna de la literatura isabelina de sus cánones solemnes.

Demetrius, o la felicidad a doce meses sin intereses, ¡mi campeón! Temporada martes y miércoles hasta el 1 de julio A partir de las 20:30 horas Teatro Experimental de Jalisco

Crisis. Qué nos hace a los mexicanos. Esa es la premisa de Demetrius, o la felicidad a doce meses sin intereses, ¡mi campeón!, la nueva obra de Luís Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (LEGOM, para evitar la letanía). El texto lo tomó el Víctor Castillo, quien además actúa y se hace acompañar de dos histriones de amplia trayectoria en la ciudad: Azucena Evans y Carlos Cacho, con quienes pone en escena esta propuesta de uno de los dramaturgos más reconocidos en la “Ser o no ser payaso”, esto no representa ningún dilema actualidad, quien además tiene una buena relación con la para Thespis Teatro. Después de la adaptación al clown de ciudad, donde han hecho eco sus trabajos más recientes. Esperando a Godot en 2007, y con un arraigado gusto por la técnica inventada por Jaques Lecoq, allá por los sesenta, el El estreno de esta obra de teatro es primicia, así es que grupo encabezado por Humberto Armas, vuelve a las andadas, habrá que echar un ojo a la realización para dar cuenta de la con Abelardo Ferré, Manuel Parra, Susana Romo, Gabriel evolución en la dramaturgia de LEGOM, quien se mantiene a la vanguardia y, casi siempre, le pone limón a la herida Álvarez y Diana Alvarado, como sus cómplices. a la hora de tratar los temas más convulsos de la sociedad En plena noche de estreno, los actores que debían recrear mexicana, los que satiriza o les da un trato muy ácido. la tragedia de Hamlet, de pronto se ven indispuestos para hacerlo. Ante tal eventualidad, un grupo de payasos decide La triada de artistas en escena se conoce de hace tiempo, casi tomar medidas serias: salir al quite y representar de manera a ojos cerrados saben qué hace el uno y el otro. Un factor improvisada, la obra cumbre del “Bardo Inglés” con un que, seguramente, derivará en buenas ejecuciones sobre el toque de inocencia, espontaneidad y sobre todo, del humor entarimado, con un texto y un tono que les viene muy bien, y ya lo han comprobado (Un cómica maleta, de Evans, por característico del clown. ejemplo), así que ya se sabe más o menos lo que se puede Esta puesta en escena fue la encargada de clausurar el Primer esperar ante la reputación de los implicados. Hay que ver a la Festival de Clown, realizado del 25 al 30 de abril en Lagos de crisis de frente y, aunque sea unos momentos, reírse de ella, o con ella, según sea el caso. Moreno, Jalisco.


Resucitar las palabras

txt: Francisco Quirarte img: Ricardo Luévanos

La conocí ya mayorcita. El primer recuerdo: un grito semejante al estruendo antes del rayo, justo cuando cortaba un crisantemo del jardín. La vi, corría en dirección a mí. Despavorido, me escondo lejos. Esa mujer delgada, piel morena clara; es mi abuela. Ella no sabe de volúmenes del grito. Del peso de las palabras claras ni precisas. De la densidad sonora en la garganta. Todo en ella es precisión y punto. Por eso desde niño la retaba. A los cinco años comenzó el trabajo de los dos al soportarnos. Un día llegó a vivir con nosotros por anciana, según versión de mis hermanos. Nadie, ni uno sólo de los nueve se atrevían a contestarle. Dijera insultos y sandeces y arrojara cazuelas, ollas o rencores. Pasaba por la cocina. Me detuve atrás de la ventana. Escuché que gritaba. Discutía con mí tía, ella que la respetaba como siempre, inclinaba la cabeza y se apartaba. Profería palabras por tiempo indefinido, casi eterno. A mí, eso me hartaba. Llega mi tío, baja sus maletas, entra a la sala. Todos le saludan. Pregunta por mi abuela. Le dice su hermana, mi madre: está en el patio con sus plantas. Él sale y la saluda, la abraza. Rápidamente ella se aparta, sigue amarrando con

listones de colores sus plantas ladeadas por el viento. La indiferencia es otra cosa que nunca es soportable. Pasaron los días, siguieron floreciendo en el patio grandes dalias color vino. Me quedaba mirándolas por horas. Mi abuela se acercaba del otro lado y sonriendo me veía. Cosa extraña. Crecí mirando flores, texturas, formas y colores, además de los ojos de ella, -ojos flecha- de alguien que decían era mi abuela. Madre ausente, padre aún más. Los primeros años los viví mirando flores, cortando, plantando y recolectando albahaca, gordolobo, altamisa, romero, cempasúchil, laurel. Podando los jazmines, el huele de noche, las bugambilias. Quitándoles lo seco a los geranios, las malvas, los mastuerzos. Sembrando más amores de un rato, bolas de hilo y margaritas: me sentía un experto en plantas no en palabras, nunca hablaba. Para ese entonces, ya era el brazo derecho de la abuela. Un día de esos que me percate que existen los humanos. Trepado, escondido, contando las flores del jazmín, veo pasar a mi madre llorando hasta un rincón del patio. Escucho a mi tía que habla con mi abuela, pero ella cuando grita, nada escucha. Sale mi tía. Mis hermanos miran desde el alto a ver qué pasa. Nadie sale, ni se atreven a pasar frente a ella. Escucho estruendo en la cocina, se ven que salen proyectiles


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de cazuelas, jarros que se estampan, ollas de aluminio que rebotan. Lentamente vi el camino a la cocina decorado por cazuelas: despostilladas, chuecas, sin asas, en el marco de la puerta el molcajete que no alcanzó a salir. La torteadora de mezquite, la masa esparcida, me daban bienvenida. Me acerco, niño de escasos cinco años. Ella estaba de espaldas a mí. Se escuchaba el sonido del agua y sus manos dentro del machigües. La escuché decir con grandes gritos – ¡qué cabrones quieres, no te dije que me tienes hasta la chingada con tus lloriqueos!Permanecí quieto parado en el borde de la puerta. De repente se voltea y miré sus ojos. La mirada de mi abuela era de furia. Se parecía a los gatos cuando les amarras cuetes en la cola y se los prendes. Le pregunté que si no se había cansado de arrojar tantas cosas. No sé por qué se me ocurrió preguntar… cuando yo, casi ni hablaba. Antes de eso no hablaba, pensaba que tenía un número contado de palabras y al irlas diciendo se acaban. Pero casi un año me tomó escucharla, quizá para saber, que las palabras se reciclan. Chinga tu madre 25 veces, cabronada 38, pendejos 21, puta, puto, bola de maricas, pinches policías cabrones, padres rateros, presidentes ratas, eso de cada domingo, por

día… como treinta veces, sólo bastaba algo que le recordara. Si estos cabrones cobran por misa, por asiento, hasta por aire, para todo quieren que les des limosna, y ni limosna es, te dicen son tanto, por una misa donde mencionan a cincuenta muertos - yo le digo padre, pero yo quiero una sola misa para mi mamá-. No, no se puede. Que se vayan a la chingada. Así empezaba y nadie la podía parar. Por eso a los 14 años, me salí de la casa, no la soporté. La conozco muy bien. Jugábamos a retas de miradas, la mirada más cabrona, el coraje más fuerte, logré muchas veces superarla. A los siete era experto en mentadas retachadas, respuestas espontáneas, insultos momentáneos y por supuesto huidas especiales, escapadas perfectas. Ahora que tiene noventa y cinco años, que su sangre no sirve para teñir las dalias color vino, ni darle el rojo a sus rosales. Me dicen que seguido pregunta por mí. Del pasillo al cuarto, con bordón en mano, le grita a mi madre hasta la sala con las palabras que no se han acabado. ¿Por qué no viene Pancho? En la cocina el día de las cazuelas, me mira y dice con su voz de trueno “! con una chingada, hasta que dices algo ¡”. No es que no supiera hablar, no se había dado el momento de resucitar a las palabras.


Disco Robo to Art Killer

aa AARRGG!!! Desde que George A. Romero hizo suyo el género, la huella del cine de zombies en esa ciudad imaginaria denominada cultura pop no ha parado de crecer. La marca se puede rastrear hasta los universos de la música, el cómic y la literatura y hoy recorre, también, los abismos hipervinculados de YouTube. Establecidas por el cineasta estadounidense en La noche de los muertos vivientes –el año pasado fueron muchas las ciudades que celebraron los 40 años de su estreno con caminatas zombies–, las convenciones acerca de los devoradores de sesos se mantienen, en mayor o menor medida, en todas aquellas obras que centran su atención en las plagas apocalípticas. Y siempre hay algo de humor en eso. Lejos de los azúcares del vampiro, menos peludos que un hombre lobo y sin la elocuencia de un científico demente, la ascensión de los zombies al inconsciente colectivo no ha sido sencilla y finalmente se ha logrado con esa ironía que siempre arrastra, entre vestimentas desgarradas y trozos de carne putrefacta, la imagen de un masa de muertos reanimados cuyo único objetivo –ah, las delicias conceptuales– es alimentarse de sus pares vivos. Así, entre mordiscos constantes y gruñidos ininteligibles, la explotación del carácter colectivo de estos desfachatados personajes ha alcanzado nuevas cimas en la comedia de cintas como Shaun of the dead, dirigida por Edgar Wright, o los libros de Max Brooks –mismísimo hijo de Mel Brooks–: Zombie: Guía de Supervivencia y Guerra Mundial Z.

Zombie is beautiful Políticamente incorrecta y con grandes dosis de humor, Shaun of the dead (Reino Unido, 2004) es una película escrita por Edgar Wright y Simon Pegg (también protagonista de la historia). El filme parodia lo hecho por George A. Romero y se adentra en el mundo de los zombies entre buena música y carcajadas. A lo largo de 99 minutos, El desesperar de los muertos (traducción cortesía de los editores del DVD en México) cuenta las aventuras de Shaun, patético empleado de una tienda de electrodomésticos que bien pronto afronta el hecho de que el mundo, como si de una canción de Bob Dylan se tratara, está cambiando. La cinta de Wright y Pegg llegó a las pantallas el mismo año que Dawn of the dead, el excelente remake que Zack Snyder (300, Watchmen) hizo de la película original de Romero estrenada en 1978. Sin embargo, mientras que la segunda constituye una película seria (y que se me perdonen las cursivas) que, como 28 días, discurre una vez más sobre el Apocalipsis zombie, la primera es, ante todo, una pieza cómica que juega con los lugares comunes del género, uno de los cuáles indica que la mejor forma de acabar con los muertos vivientes es atacar directo a la cabeza. O, como lo recomienda el mercantilizado mundo contemporáneo, convertirlos en mercancía televisiva para el entretenimiento de los que todavía respiran.


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net/discoroboto

il.com composta.

artespurio@gma

txt: Mariño González img: César Chávez

Intacto, pero podrido En el papel, los muertos vivos han tenido a dos de sus máximos defensores en Robert Kirkman y Max Brooks. Con las series The walking dead y Marvel zombies, Kirkman ha dirigido a sus carroñeros por las páginas de las historietas, siempre con una buena mezcla de horror y comedia. Brooks, ex escritor del programa Saturday Night Live, es caso aparte: su libro Guerra Mundial Z (publicado en castellano por la editorial Almuzara) es considerado un clásico del género y ya comenzó su camino hacia la pantalla grande: la cinta será estrenada en 2010, bajo la dirección de Marc Forster (007: Quantum of solace) y con guión del historietista J. Michael Straczynski. Sin embargo, quizás el trabajo más interesante de Brooks es Zombie: Guía de Supervivencia (Editorial Berenice), donde, con actitud paródica, el autor explica detalladamente cómo vivir en un mundo de reanimados y, sobre todo, el método más adecuado en caso de que la humanidad se vea condenada por una plaga andante de comesesos.

A finales de los ochenta, Alaska cantaba su oda a George A. Romero –quien continúa más que activo en el género– con “Mi novio es un zombie”. Hoy, a punto de concluir la primera década del siglo XXI, los muertos siguen entre nosotros, atrapados en las pantallas de las computadoras. El caso más palpable está en YouTube, donde los materiales y el horror abundan. Los mejores trabajos son cortesía de la productora estadounidense Lone Bannana, con tres cortometrajes desopilantes titulados Qué hacer en caso de un ataque zombie y que se pueden localizar fácilmente con cualquier navegador de Internet. Ahí podemos enterarnos, por ejemplo, de que si nuestro mejor amigo, nuestro hermano o nuestra novia babean, gruñen e intentan darnos un severo mordisco la razón es un sola: sus almas ya no están en este mundo. Y aunque los consejos son prácticos, la mejor forma de tratar con un cadáver reanimado la brindan Edgar Wright y Simon Pegg en Shaun of the dead: si un camarada se convierte en zombie no hay por qué eliminarlo: basta con encerrarlo en un cobertizo y siempre tendremos a un buen contrincante para competir en los videojuegos.


El Apocalipsis hecho cómic txt: Ivan Vázquez img: Crónicas del fin del Mundo

Quienes han transitado por la KY hasta el final de sus páginas, sin duda se han topado con la sección de cómics, realizada por un grupo de artistas locales. En los próximos días, este colectivo comiquero presentará el libro “Crónicas del Fin del Mundo”, donde al estilo de Nostradamus, vaticinan lo que sería su propia versión del exterminio de las especies. Las convenciones fueron la encrucijada donde estos artistas de la ilustración se conocieron. Unos, por el día se visten de abogados; otros, dedican parte de sus horas a empresas de componentes electrónicos o son músicos, pero al final del día, todos ellos recurren al cómic como medio de catarsis. Éste, como todo arte, es una adicción que para mantenerla es necesario trabajar. Y tal como en las historietas, estos comiqueros también tienen archi rivales con los que su trabajo debe competir diariamente: Naruto y Supermán, entre otras publicaciones que gozan de mayor difusión. Aquí está el reto: ganarse el reconocimiento de un público que reconozca y busque sus obras de forma periódica.

Hace cuatro meses, el alcohol y una noche de juerga trazaron el camino de este grupo de dibujantes hasta un destino apocalíptico; una serie de cómics donde el fin de los tiempos fuera la temática principal. Según ellos, el tópico fue simplemente el pretexto para concretar un deseo gestado años atrás por realizar un proyecto en conjunto. Es así como nace “Crónicas del Fin del Mundo”. La idea estaba lista, ahora venía la parte difícil: la realización. Fueron necesarias diversas reuniones donde se estableció un plan de trabajo, formatos, costos (todo el dinero salió de sus bolsillos) y lo que los realizadores consideran como el mayor mérito: dejar de lado la lucha de egos y trabajar de manera coordinada, para dar como resultado un libro a una sola tinta, que compila el trabajo gráfico de 10 estudios tapatíos de cómic, con un tiraje de mil ejemplares. Una invasión de hormigas mutantes y una epidemia de un virus mortífero no identificado, son algunos de los argumentos en los que se fundan las historias creadas por: Juanito A.C, Carrera, Revólver Cómics, Región 4, Industrias Perro Corriente, Gil Boy y René Córdoba.


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La dirección editorial corrió a cargo de dos personajes que ya se mueven en “las grandes ligas”: Ulises Arreola, destacado ilustrador y comiquero de la Marvel Comics (X-Men, The Amazing Spider Man, etc.) y la asesoría de Axel Medellín (Heavy Metal), colaborador de Platinum Estudio (EUA) y de la publicación Metal Hurlant, donde en 2003 realizó ilustraciones para el mismísimo Alejandro Jodorowsky. “Crónicas del fin del mundo”, pretende ser la primera entrega de lo que se convertirá en una serie de proyectos realizados de manera grupal, cuya intención es crear una plataforma donde los amantes del cómic tapatío puedan dar a conocer el producto de su creatividad. Por lo pronto, canales de comunicación electrónicos como los blogs, aseguran la existencia de este tipo de materiales, además de ofrecer posibilidades ilimitadas de difusión. El libro fue presentado el pasado viernes 22 de mayo en el marco de la convención itinerante CONCOMICS (Expo Guadalajara), una de las plataformas más importantes de este género gráfico en el país. Su costo es de 25 pesos, y puedes conseguirlo en las principales tiendas de cómics de la ciudad y en línea en RevolverComic.com


S T UA R T W E I T Z M A N S A LVAT O R E F E R R A G A M O DONALD J. PLINER PURA LÓPEZ GIUSEPPE ZANOT TI J U S T C AVA L L I ARCHE VA L E N T I N O BRUNO MAGLI B A L LY


GUADALAJARA: LA GRAN PLAZA, GALERÍAS, PABELLÓN, ANDARES / D.F.: SANTA FE, PERISUR. / CANCÚN: LA ISLA SHOPPING VILLAGE. BOUTIQUES STUART WEITZMAN D.F.: ANTARA POLANCO. / GUADALAJARA: ANDARES.



Falda dorada vintage: MO-FUNK / Blusa flores y tocado: Milagro ClĂ­nico


Capa y tocado: Milagro ClĂ­nico / Zapatos: Zara



Blus贸n a rayas plizado y tocado: Milagro Cl铆nico / Falda: Forever 21


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Vestido con olanes: Milagro Clínico / Sombrero barco: Milagro Clínico Estilismo: Manuel Ramos / Fotografía: Heriberto Acosta


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Estilismo: Manuel Ramos FotografĂ­a: Natalia PĂŠrez





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Eric Barajas Atlas tierra mujer Digital


Ren茅 C贸rdova Bike Digital


Paco Castro Fat head Digital


Jimena Souto / “hello sailor” / Digital


Elvia Guadian Sin Título Lápiz


alidad” / Técnica mixta

Diana Martín / “Abrazando la propia mort


Verónica Nieva / “En la playa” / Digital
















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