Cuaderno n° 9

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Hacia nuevos estudios para el desarrollo social y de políticas públicas: Construcción de identidades interrelacionales bajo un mismo fenómeno de doble exclusión social en personas en situación de calle

Gonzalo Haefner

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INFORMACIÓN DE EDICIÓN

ESCUELA DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA UNIVERSIDAD DE VALPARAÍSO CHILE

COORDINACIÓN DE INVESTIGACIÓN No 9 AÑO 2016 Director Cuadernos: Prof. Jaime Rubina Editor Cuadernos: Prof. Dr. Carlos Haefner

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“Hacia nuevos estudios para el desarrollo social y de políticas públicas: Construcción de identidades interrelacionales bajo un mismo fenómeno de doble exclusión social en personas en situación de calle”

Gonzalo Haefner M. Psicólogo y Magíster en Psicología Clínica, mención Construccionismo Social Universidad Adolfo Ibañez. Profesor Escuela de Psicología, Universidad de Los Lagos Campus Puerto Montt

Santiago, Chile Diciembre ,2016

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Índice I.

Resumen de la investigación……………………………………………………………7

II.

Introducción………………………………………..……………………………………8 1. El problema de investigación……...……………………………………8 2. Pregunta de investigación………………………………………..……21

III.

Marco Teórico…………………………………………………………………………23 1. Algunas consideraciones sobre modernidad y posmodernidad .…. 23 2. Construccionismo social desde la visión de Kenneth Gergen……....24 3. La identidad desde el construccionismo social……………….....…..32 4. Construcción de la Identidad: Discusiones Actuales…………..……35

IV.

Objetivos de la Investigación………………………………………………………….41 1. Objetivos Generales………………………………………………...…41 2. Objetivos Específicos………………………………………………….41

V.

Preguntas Directrices……………………………………………………………….....41

VI.

Metodología…………………………………………………………………………….42

VII.

Resultados…………………………………..………………………………………….48 1. Análisis Descriptivo…………………………..……………………….48 2. Análisis Relacional………………………………………………….…69 3. Análisis Codificación Selectiva……………………………………….79

VIII. Discusión y Conclusiones del Estudio………………………………………………...86 IX.

Referencias…………………………………………………………………………,,…98

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I.

RESUMEN DE LA INVESTIGACIÓN El estudio tuvo como propósito describir y analizar la construcción de la identidad de

personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile. Particularmente, se buscó reconocer, describir y analizar las interacciones sociales, los referentes identitarios sociales y las narraciones autobiográficas que configuran y dan forma a la identidad de los participantes. Para ello, el estudio se posicionó en una concepción epistemológica construccionista social que permitió una comprensión cabal de los tipos de construcción de la identidad de las personas en situación de calle. El estudio corresponde al de tipo cualitativo, en donde el método utilizado correspondió al de estudio de caso. Para la recolección de los datos se empleó la entrevista en profundidad, y en el análisis de los datos obtenidos se aplicó la Teoría Fundamentada. De los resultados fue posible obtener una teorización en profundidad del fenómeno a estudiar, además de poder identificar y comprender fenómenos relacionales que se encuentran vinculados a la construcción de la identidad de personas en situación de calle.

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II.

INTRODUCCIÓN

1. El problema de Investigación

Postmodernidad e identidad relacional del sujeto Una de las principales contribuciones del paradigma construccionista social, se visualiza en la crítica a la concepción tradicional del sujeto individual y la noción de que el acceso al conocimiento del sujeto se encuentra restringido entre los límites de un autoconocimiento individual y mental (Revilla, 1996). De igual manera, para el Construccionismo Social la Psicología Social, como sus sistemas de conocimiento fundacionales, ameritan ser reevaluados producto de que el desarrollo del conocimiento del comportamiento humano se restringía únicamente a los límites de lo individual, omitiéndose la multiplicidad de variables que podrían permitir una comprensión integral y más representativa de la condición social e individual de cada sujeto y/o grupo social, variables tales como las relaciones sociales y las interacciones lingüísticas. Es por esta razón, que la Psicología Social enmarcada en una tradición empírica-lógica, se ve cuestionada en sus pilares paradigmáticos y la validez de éstos. El socioconstruccionismo comprende que los propios fundamentos científicos son una representación o reflejo de una serie de convenciones y creencias que se instituyen en un contexto determinado, junto a un sistema de saber determinado (Gergen, 2006b). Por lo tanto, Gergen (2006a) explica que la noción del “yo” no puede ser entendida a partir de un conocimiento individual objetivo, que es capaz de trascender la heterogeneidad de contextos socioculturales. Desde esta perspectiva las carateristicas de las narraciones vienen determinadas por la situación sociocultural. Al respecto, Gergen (2006a) afirma que el ser humano desde su nacimiento se encuentra bajo la influencia de las relaciones de su comunidad, y en las acciones coordinadas que empiezan a construir, deconstruir y co-construir de manera constante los significados. Estos significados – en cuanto a construcción relacional – dependen del contexto (orientación) y su función es favorecer la inclusión ya que en la medida que se construyen, deconstruyen y coconstruyen en la relación, cualquier tipo de significado es válido. Además, favorece la construcción del sentido y mantiene co-accionada a la comunidad (Gergen, 1996a)

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En relación con lo anterior expuesto, en esta denominada postmodernidad, vendría acompañada de un residuo de la modernidad, un “tiempo líquido“ (Bauman, 2001) que marca nuestras relaciones y las torna precarias, transitorias y volátiles en términos sociales, haciendo que el tránsito de períodos sea desde una modernidad «sólida» —estable, repetitiva— a una «líquida» —flexible, voluble— en la que los modelos y estructuras sociales ya no perduran lo suficiente en el tiempo como para enraizarse y gobernar las costumbres de los ciudadanos, y por cierto, las interconexiones globales cumplirían un rol gravitante en la configuración de lugares comunes de la comunicación y de los discursos sociales. Para Gergen (2006b) ante el problema de la “volatilidad” de nuestros tiempos, menciona que son las tecnologías de saturación social los mecanismos centrales en la supresión contemporánea del yo individual. La saturación social es descrita por Gergen (2006a) como “un aumento continuo de la cantidad y variedad de las relaciones que entablamos y cuando este aumento se torna extremo llegamos a este estado de saturación” (p.97) Dichas tecnologías han generado cambios profundos en las sociedades, ya que cada vez más nos exponen a nuevos estilos de vida y cada vez más se pone en tela de juicio la idea del yo unitario, simple y poseedor de alguna esencia última y definible.

Los procesos de cambios acelerados – entendidos como globalización, sociedad digital, sociedad del conocimientos, modernidad radicalizada, etc, según la óptica que se les observe significan estabilidad en el tiempo y proyección temporal para los “incluidos”, pero para los “excluidos “significa incongruencia temporal y deslindamiento del futuro (Beck, 1998). La cual puede entenderse como el desmoronamiento de los significados comunes que conformaban ambientes de confianza y certeza para uno mismo, que actuaban antaño como constructores de las biografías. Este fenómeno supone al individuo como actor, diseñador, malabarista, director de escena de su propia biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones. Lo cual tendría consecuencia e implicancia significativas en la conformación de la identidad de los individuos en contextos, por ejemplo, de fragmentación social. (Beck, 1998) En estos escenarios, podemos “percatarnos de que cada verdad sobre nosotros mismos, es una construcción momentánea, válida solo para una época o espacio de tiempo determinados y en la trama de ciertas relaciones” (Gergen 2006b, p.39). 9


Los procesos de complejización y modernización económica y social actuales en nuestras sociedades, se hacen acompañar de modelos de desarrollo que no están exentas de contradicciones sociales, particularmente en los países en complejos y contradictorios procesos der modernización, que están tensionando y reconfigurando los enfoques teóricos para estudiar el bienestar social – tanto subjetiva como objetivable de la población que vive en ellos (Morandé, 1984). De igual modo, se abren condiciones de posibilidad para abordar como dichos procesos de cambio económico y social conllevan impactos en los que algunos perspectivismos teóricos han denominado la supuesta matriz socio–identitaria de nuestras sociedades (Morandé, 1984).

Este es un punto no menor en el análisis de las consecuencias de las tendencias transformadoras en las sociedades actuales, pues si bien se van dejando atrás las coordenadas de una modernidad arraigada en los contornos de la llamada sociedad industrial, el advenimiento de una sociedad post moderna en los países de economía emergentes – con fuertes desigualdades y fragmentaciones sociales - se hace a paso lento, pero sin que ello ponga cortapisas a una clara tendencia a romper con los planteamientos que han postulado una identidad generadora de pertenencia, tradición e historicidad – aspectos que algunos autores han identificado como el sustrato identitario latinoamericano (Parker, 1993; Gissi, 1994; Larraín, 2005).

Vale decir, más allá del largo debate que se niega a morir sobre la persistencia o debilitamiento de macro identidades ( identidades latinoamericanas o nacionales) que se han dado y continúan en boga en la ciencia social latinoamericana, es posible constatar que - en la actual complejidad social e individual, ello se presenta con una dinámica contradictoria -

por la

emergencia y difusión de movimientos culturales heterogéneos cuyo flujo globalizado se posibilita con las nuevas tecnologías de la información; el crecimiento de las identidades ligadas a espacios micro-sociales, la persistencia de grupos locales de diverso tipo y diversificación de segmentos sociales urbanos que viven en la exclusión , como por ejemplo, las personas en situación de calle, donde su realidad se distancia a pasos agigantados de la comprensión y posibilidad de estudio macro-identitario.

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Ante la situación expuesta, Gergen (2006a)

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afirma que “las formas de comunidades

heterogéneas actualmente emergentes representan una «perversidad polimorfa», porque en apariencia ofrecen lo que en el fondo niegan” (p.270), en este tipo de comunidades Gergen (2006a) distingue “comunidades heterogéneas urbanas —convivencia plural en la gran ciudad—, comunidades fantasma residenciales —convivencia espacial, no existencial— y comunidades simbólicas mediáticas —convivencia virtual, no real” (p.272). Ninguna de estas comunidades de reemplazo ofrece los créditos necesarios para cubrir la demanda de comunidad y la añoranza de identidad compartida, aunque los términos y la apariencia puedan inducir a creerlo (Bermejo, 2012). Cuando Gergen, (2006a) se refiere a “comunidades heterogéneas” está hablando en realidad de “enclaves y grupos que viven en medio de su propia realidad, compartiendo motivaciones, argumentos, valores y costumbres; pero a fin de conservar diferenciada su forma de vida es deseable desalentar amistades con otros miembros de otros grupos y crear lugares propios” (p.267).

Éste último punto se torna objeto de relevancia en cuanto al problema de estudio, ya que las personas en situación de calle corresponden a un grupo excluido de la sociedad, que desde la visión teórica de Robles, (2005) estos tipos de grupos poseen interacciones comunes pero diferenciadas de la sociedad, debido a su mismo fenómeno de exclusión masificada; la realidad es consensuada a partir de sus propios significados, historias de vida y acciones altruistas orientadas sólo a los propios miembros del grupo.

La construcción de identidad en sujetos en condición de calle

La vida en la complejidad postmoderna demanda al individuo estructurar estrategias innovadoras para acoplarse estructuralmente a los nuevos entornos y construir formas de anclajes a los sistemas de inclusión que le permitan reelaborar sus imágenes de sí mismo. El individuo ante la urgencia de reelaborar su “yo”, da paso a la configuración de “discursos acerca de su yo “, por ello resulta ser la fuerza de estas creencias o pensamientos que ejercemos sobre nosotros mismos. Según Gergen (1996b) los discursos se ven fundamentados e influidos por los relatos y narraciones 1

El yo saturado, o.c., pp. 270-272.

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que utilizamos en nuestras vidas. Estos “discursos acerca del yo” sirven para identificarnos a nosotros mismos y a los demás, formando parte de un vehículo que nos permite hacernos más inteligibles y comprensibles. En medio de esta realidad social construida como consecuencia de las subjetividades en contacto surge la construcción de las identidades (Gergen, 1996b). Las identidades se construyen ampliamente mediante narraciones, y éstas a su vez son propiedades del intercambio comunal (Gergen, 1996b).

Por tanto, el construccionismo social pretende dar cuenta de cómo es que las personas describen el mundo en que viven (Gergen & Aarhus, 2007a); una forma de describirlo y expresarlo es en la construcción de la identidad de las personas que viven en situación de calle en la ciudad de Santiago a partir de sus autonarraciones e interacciones; lo cual constituye el objetivo fundamental del presente estudio, ya que implicaría la consideración de sus significados de sí mismos, como también los significados y valores emergentes desde las propias formas de relacionarse en sus grupos y modos de vida. Por lo mismo, si se confiere una categoría de autonarración al yo, exige que el “yo” sea una construcción discursiva a partir de los propios relatos individuales, pero con la necesaria influencia y participación de las interacciones y/o relaciones sociales. Ello se traduce en que: “las autonarraciones, es decir, los informes de la propia experiencia que relacionan los acontecimientos de vida, son construcciones lingüísticas formadas a partir de convenciones de discursos históricamente contingentes” (Gergen, 2007b, p. 14). Por otro lado, y de íntima implicancia con la noción de autonarración del yo, si no existe la capacidad de descubrir a un “yo” objetivo e individual, menos aún, si no es plausible poder explicarlo desde una posición universal y trascendente, la construcción social es el planteamiento que permite validar el postulado de una autonarración del sujeto y/o grupos sociales, y la capacidad protagónica del lenguaje como un “poder implícito en las posibilidades de su uso en las diferentes construcciones narrativas que establecen criterios temporales de lo real” (Gergen, 2007b, p. 117). Lo anteriormente expuesto, es una condición que acentúa la importancia de la problematización en cuanto al fenómeno de estudio de la identidad, en particular para abordar la construcción de identidad en persona en situación de calle, ya que en primera instancia, han de manejar códigos, significados, valores y visiones de mundo que son propias del mundo o la vida 12


en la calle, lo cual resulta evidentemente diferenciable de los grupos sociales “incluidos” dentro de los sistemas sociales. Igualmente, el construccionismo social y su visión relacional abre nuevas posibilidades en el desarrollo de nuevas líneas de investigación frente a las visiones científicas modernas, siendo la construcción social de la realidad una alternativa novedosa y razonable frente a la acepción del saber empírico-lógico, el cual determina que el propio fenómeno de identidad sea explicado y comprendido como una noción centrada en lo individual y lo objetivable; excluyéndose de esta manera la importancia de las relaciones sociales y sus construcciones lingüísticas particulares, en contextos locales, como variables esenciales para una comprensión íntegra de los individuos o grupos sociales. Por lo que, el construccionismo otorgaría mayor posibilidad de comprensión de las narraciones y significados tanto individuales como grupales de las personas en situación de calle, permitiendo que sean abordadas desde su propio contexto en el cual viven día a día. Asimismo, a partir de lo expuesto, es de relevancia explicitar que el presente estudio entiende que la construcción de la identidad es un fenómeno relacional y lingüístico, que se diferencia de las conceptualizaciones de identidad de la psicología moderna, centrada desde procesos internos e individuales, que sean capaces de ser objetivados en vistas de un conocimiento universal. Dicho de otro modo, existe una relevancia epistemológica, y por consiguiente, metodológica, en cuanto a la novedad de integrar el construccionismo social al estudio de la construcción de la identidad en grupos sociales, particularmente en grupos en situación de calle que se encuentran en un contexto de vulnerabilidad y exclusión masificada. Esto se debe principalmente a que este paradigma de estudio se centra en las autonarraciones del sí-mismo como un constructo dinámico que se elabora y se reelabora a partir de prácticas lingüísticas del grupo y contexto en donde se despliega el sujeto, de manera que la presente investigación se sobrepondría a las acepciones tradicionales de identidad - individual y objetivable – y a la cadena de estudios de identidad que longitudinalmente se desarrollaron en la psicología. Por ello, el construccionismo social resulta un paradigma atingente, por su capacidad de incluir las relaciones sociales y las interacciones lingüísticas emergentes como elementos facultativos de las autonarraciones de cada individuo o grupo social. De igual manera, la relevancia del problema de investigación se acrecienta, al observar que la psicología tradicional moderna ha desarrollado sus investigaciones y criterios de validez 13


excluyendo o delimitando de sus fronteras de conocimiento los procesos sociales y las prácticas lingüísticas como fuente de conocimiento sustancial para las posibilidades de comprensión de las acciones y significados de mundo, tanto individual como social. En la actualidad las investigaciones respecto a construcción identitaria en grupos de vulnerabilidad y exclusión social son prácticamente embrionarias. Las investigaciones en Chile en cuanto al fenómeno y campo de estudio son escasas, donde la revisión bibliográfica del problema en sí, hace posible mencionar el estudio de Weason, (2006) de “Reconocimiento e identidad en personas en situación de calle”, el cual se aborda desde una perspectiva sociológica, y el de Ossa, (2005) titulado “Adolescentes en situación de calle: construcción identitaria en situación de extrema vulnerabilidad”, el cual aborda la identidad desde una perspectiva del auto-concepto y la imagen corporal, por lo que pone énfasis en la identidad entendida como una categoría individual. Como es posible observar, el desarrollo investigativo de la construcción de la identidad en grupos de vulnerabilidad y exclusión social, particularmente los grupos de personas en situación de calle, son considerablemente nulos en nuestro país. Ello motiva y abre la posibilidad de iniciar nuevas aproximaciones de estudio en cuanto a identidad en estos grupos, y sobre todo, al considerar el construccionismo social y el “sí-mismo relacional” como alternativas viables e innovadoras en cuanto a nuevas maneras de generar estudios cualitativos en la psicología contemporánea.

Conceptualización de la persona en situación de calle. En los últimos años se ha ido generando una preocupación por analizar y caracterizar a las denominadas “personas en situación de calle”. Sobre el particular, se han desarrollado diversas perspectivas para abordar su comprensión. Esta investigación viene a aportar una mirada complementaria a aquellos enfoques que han intentado desarrollar una descripción de la problemática, como en los apartados anteriores se explicitaba de mejor manera.

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Desde las ciencias sociales existen diversas maneras de conceptualizar y caracterizar a la denominada persona en situación de calle. Estas definiciones han intentado identificar las principales dimensiones del proceso que acompaña a los individuos que viven en situación de exclusión en las calles de sociedades contemporáneas. No obstante, la definición de la persona en situación de calle ha sido una temática de debate y conceptual, debido a la necesidad de operacionalizar y diferenciar el problema como objeto de interés en la indagación científica y social (Ciapessoni, 2009). Más allá de las controversias, es posible dimensionar el problema que se abordará en esta investigación. En tal sentido, encontramos diversos planteamientos que nos ayudan a operacionalizar el concepto y con ello poner en perspectiva los objetivos del estudio. A partir del Segundo Catastro Nacional de Persona en Situación de Calle, desarrollado por el Ministerio de Desarrollo Social (2012), se considera a una persona en situación de calle cuando pernocta en lugares públicos o privados, sin contar con una vivienda que pueda ser considerada como tal, excluyendo a grupo de familias o individuos que residen en campamentos. Además son consideradas personas en situación de calle, quienes carecen de un lugar fijo y adecuado donde dormir, por lo que pagan, o no necesariamente, lugares donde pasar la noche, que se encuentran dirigidos por organizaciones civiles – de carácter privado o público – que ofrecen albergue de modo temporal. En relación con lo anterior, para el grupo de organizaciones civiles RedCalle, (2014) vinculadas al trabajo con personas en situación de calle establecen de manera operativa tres ejes conceptuales que tratan de englobar multidimensionalmente la definición de una persona en condición de calle. Los ejes se estructuran en Morada, Tiempo y Exclusión Social. Cabe decir que las tres dimensiones son co-dependientes entre sí. Respectivamente el Eje I (Morada) implica que el individuo duerme en espacios públicos, caletas2 o lugares de acogida temporal en donde pasar la noche, tanto de instituciones públicas como civiles y privadas. El Eje II alude a la dimensión de Tiempo, que comprende que para ser considerada una persona en situación de calle debe por lo menos estar entre dos semanas hasta más de seis años viviendo en dicha condición. Por último, el eje III (Exclusión Social) se divide en sub-categorías que implican la ausencia de vínculo o agencia en una o más de las siguientes áreas: Amigos, Familia, Trabajo, Comunidades, Prestaciones de Salud.

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Puentes, refugios improvisados, entre otros.

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Al mismo tiempo, el Hogar de Cristo y la Red de Organizaciones de Trabajo con Personas en Situación de calle define como una persona en situación de calle a “todo individuo que se encuentre en una situación de exclusión social y extrema indigencia, específicamente se refiere a la carencia de hogar y residencia, y a la vez, la presencia de una ruptura de los vínculos con personas significativas (familia, amigos) y con redes de apoyo” (Weason, 2006, p.11). En el presente estudio se entenderá como persona en situación de calle a partir de lo definido en los programas de políticas sociales del MIDEPLAN (2005) que refiere a todo sujeto que se encuentre pernoctando en lugares públicos o privados, sin contar con una infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda aunque la misma sea precaria. En esta situación se encuentran las personas que están en la vía pública y caletas. Además se incluye dentro de esta categoría a personas que por encontrarse sin hogar o residencia fija, paguen o no por un servicio de residencia nocturna en algún albergue temporal público o privado.

Pobreza en Chile y personas en situación de calle En los últimos veinticinco años en Chile, se han venido desarrollando diversas iniciativas conducentes a llevar adelante programas modernizadores que permitan – junto al desarrollo económico – generar capacidades institucionales públicas que logren instalar y desplegar políticas públicas sociales basadas en principios de eficiencia y equidad. Este proceso de modernización por parte del Estado ha involucrado replantearse la manera de cómo relacionarse pertinentemente con las demandas y problemáticas sociales, sobre todo en el contexto nacional en el cual subyacen paradojas de desigualdad, vulnerabilidad y exclusión social. En el caso del desarrollo del Estado, tanto en su modernización como reforma, jugó un rol fundamental la aplicación de políticas sociales fundadas en lo que se conoció como el modelo de crecimiento con equidad. Para Arellano (2012) el crecimiento con equidad tiene como significado en primera instancia el crecimiento, donde las políticas sociales y económicas son sustanciales para favorecerlo, y en ningún caso arriesgarlo. El proyecto político de Chile se traduce en planes de desarrollo y modernización a través de estos fundamentos; buscándose la reducción de los riesgos y el paulatino incremento de las oportunidades de acceso de la sociedad civil en las prestaciones sociales. El tema de la equidad resulta fundamental para poder generar una comprensión cabal de 16


los fines perseguidos en la creación y ejecución de políticas sociales que buscan disminuir los índices de pobreza. Esta visión de desarrollo social se puede entender con mayor amplitud desde la posición de Rawls, (1991) quien señala que las disposiciones institucionales de una sociedad basada en la equidad, deben estar orientadas a garantizar la igualdad de oportunidades y acceso a éstas mismas instituciones sociales, teniendo en cuenta el favorecimiento de los grupos más desventajados. Por lo tanto, se incluiría en estos grupos a las personas en situación de vulnerabilidad y exclusión social. El desarrollo y profundización de las políticas sociales, en conjunto con los procesos de desarrollo y modernización económica del país, ha permitido ir reduciendo en forma sistemática los índices de pobreza y extrema pobreza que caracterizan al país en décadas recientes. Si bien, los logros en esta materia son importantes como lo reflejan las cifras, también es significativo destacar que la desigualdad en el país sigue presentando un alto nivel. En relación a la reducción de la pobreza según el estudio de la CASEN, (2011) en los últimos veinte años la pobreza se redujo de manera drástica, desde un 38,6% de la población en el año 1990 a un 14,4% en el año 2011. El estudio comprende a una persona en situación de pobreza en Chile cuando vive con ingresos de $72.098 mensuales. Paralelamente, emerge una subcategoría que es la persona en situación de extrema pobreza, quien subsiste con $36.049 mensuales. De éste último subgrupo, los índices de pobreza extrema entre los años 1990 – 2011 disminuyeron desde un 13,0% a un 2,8 % de la población. Considerando lo anterior, se muestra una disminución drástica e histórica a nivel nacional e internacional de las condiciones de pobreza (Arrellano, 2012). Sin embargo, persisten ciertas paradojas en torno a cómo medir la pobreza en Chile, considerando que la actual encuesta define la pobreza de tipo absoluta, por lo tanto, únicamente por medio del ingreso del sujeto que se traduce como el doble costo de una canasta básica de alimentos3 suficiente para atender las necesidades de alimentación. Paralelamente, las condiciones de desigualdad de nuestro país se han expresado a través del Coeficiente GINI, que corresponde a un “indicador sintético de la desigualdad que aproxima la distancia entre la distribución ideal y la real” (BCN, 2012: 28). Sobre esto, el estudio refleja

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CBA: Canasta Básica Alimentaria

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que Chile es el cuarto país más desigual de los 34 países miembros de la OCDE 4 en donde el 18% de la población posee ingresos inferiores al 50% de la media. Es necesario subrayar, que a lo largo de los procesos de medición de la pobreza han existido distintas formas de medir y entender lo que involucra dichos conceptos, debido a que es un fenómeno complejo en donde influyen una multitud de factores que confluyen en aspectos biopsicosociales del sujeto. Por tanto, se señalarán tres maneras de entender la pobreza que facilitará la comprensión de modo transversal a la problemática abordada. De acuerdo al INE, (2014) la pobreza absoluta corresponde a la situación de una persona en la cual no están cubiertas las necesidades básicas del individuo, es decir, existe carencia de bienes y servicios básicos. Esta privación o limitación de la satisfacción de las necesidades se expresa las escazas posibilidades de adquirir alimentos, como también viviendas precarias o inexistentes. Esta manera de entender la pobreza, tiende a utilizarse de manera colateral, debido a que se estrecha cercanamente con la miseria, por lo que es aplicable en igual medida en las distintas sociedades donde se manifiesta. Sobre esta categoría se enmarca la pobreza objetiva, la cual se mide a través de ingresos como valor indicador monetario. Comúnmente las líneas de pobreza absoluta se entienden por medio de una canasta básica de productos que permiten cubrir las necesidad básicas de las personas (INE, 2014) como es el caso de Chile. A diferencia de la pobreza absoluta, la pobreza relativa – como variable utilizada en la medición de la pobreza - se enmarca en el estudio de ésta como objeto de estudio social. Es una respuesta al debate desplegado en relación a la eficacia metódica de la pobreza absoluta (MIDEPLAN, 2002). Por lo que, desde esta perspectiva es considerada una persona en condición de pobreza cuando se encuentra en clara desventaja, tanto económica como social, en comparación al resto de las personas de su entorno (INE, 2014). Esta visión concibe el grado de desigualdad que existe en los grupos sociales dentro de una estructura social. Además, según MIDEPLAN, (2002) este tipo de medición se fundamenta en la idea de que las necesidades no son fisiológicamente establecidas sino determinadas desde un punto de vista cultural, otorgando mayor prevalencia al contexto sociocultural en donde emerge el fenómeno más que predisposiciones universalmente entendidas a éste.

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Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.

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Por último, la pobreza multidimensional, o también entendida como pobreza carencial, se caracteriza por estar vinculada con la exclusión social y la falta de acceso y oportunidades a ciertos bienes y servicios (INE, 2014). Al no estar ligada a una medición a través de parámetros monetarios se enfoca en indicadores de privación, como el MPI (índice de pobreza multidimensional). Para autores como Weason, (2006) la persona en situación de calle ha sido un grupo social excluido y no considerado en los aspectos más relevantes de la agenda nacional. Siendo de esta manera, un grupo invisible a la estadísticas censales, y que a su vez, se encuentra en la extrema pobreza y en la exclusión social, careciendo de cualquier tipo de protección social. Esta situación ha venido a cambiar en las últimas décadas, dado que el Estado ha llevado adelante el Primer y Segundo Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle realizados el año 2005 y 2012 respectivamente, que han permitido visibilizar a este importante grupo social.

Estudios de catastro y caracterización de Personas en Situación de Calle en Chile. El interés por parte del Estado y las organizaciones civiles orientadas al estudio de personas en situación de calle es prácticamente embrionario. El primer catastro sociodemográfico en relación a la cantidad de personas en situación de calle realizado en nuestro país corresponde al Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle, realizado en el gobierno de Ricardo Lagos y por el MIDEPLAN, (2005). En ese entonces, se pudo dar cuenta de que a lo largo del territorio nacional existían 7.254 personas en situación de calle distribuidas en 80 comunas y ciudades de Chile con más de 40.000 habitantes. De la población total encuestada 3.458 personas (47,7%) residían en la Región Metropolitana y 6.165 personas (85%) correspondían a hombres. Siete años después, en el gobierno de Sebastián Piñera, el Ministerio de Desarrollo Social, (2012) realiza el Segundo Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle, reflejando un considerable aumento de un 41,1% del total anterior. Esto implica que de 7.254 personas encuestadas, el número aumentó a 12.255. Del total de éstas últimas, 5.729 personas (47%) residen en la Región Metropolitana y 10.185 de los encuestados (84%) son hombres. Si se comparan los resultados obtenidos, se puede concluir que la cifra de personas en situación de calle va en aumento – reconociendo las limitaciones metodológicas que supone establecer un catastro de esta índole debido al desplazamiento espacial de este tipo de grupos (Ministerio de Desarrollo Social, 2012).

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Dentro del Segundo Catastro Nacional de Personas en situación de Calle, es posible señalar algunas variables de caracterización reflejado en el estudio (Ministerio de Desarrollo Social, 2012): a) Entre las principales causas que refieren las personas en situación se encuentran en problemas o ruptura de vínculos de familia (36,9%), consumo de alcohol (15,5%) y problemas económicos (13,8%) como tercera principal razón. b) El 68,3% del porcentaje total de personas encuestadas trabajan, en donde las ocupaciones más frecuentes en orden descendente corresponden a venta ambulante, servicios de aseo industrial o en vía pública, cuidado y estacionado de autos, y cartoneo y recolección. c) El porcentaje de personas según sexo es de un 16% de mujeres y un 84% de hombres. d) El porcentaje de personas por tramo de edad corresponde a un 20% de menor de 18 años. Un 69,9% corresponde a personas entre 18 a 59 años y un 17.6% se encuentra de los 60 años en adelante. e) El promedio de años en situación de calle es de 5,8 años. Durante el año 2006, en vista de los datos obtenidos en el Primer Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle desarrollado por el MIDEPLAN (2005), se desplegó a partir de las políticas sociales del gobierno de Michelle Bachelet el Programa Calle: Chile Solidario. El programa tiene como propósito que las personas en situación de calle tengan acceso a los recursos y condiciones que les permitan mejorar su calidad de vida en las áreas que le resultan más importantes, considerando además, la incorporación de este grupo al Sistema de Protección Social Chile Solidario (MIDEPLAN, 2006). Los estudios antes referidos han permitido caracterizar a este grupo social que hoy representan y por ello tenemos conocimientos derivados de estudios complementarios que nos permiten ahondar en un conjunto de dimensiones referidas a sus procesos sociales, económicos, culturales e individuales. Por tanto, avanzar en el conocimiento más profundo de este grupo social constituye un desafío para las ciencias sociales de cuyos resultados se permitirá optimizar y hacer cada vez más pertinentes los programas sociales de intervención en políticas sociales dirigidas a este grupo social En este estudio, interesa, precisamente, apreciar la construcción de la identidad de las personas en situación de calle, especialmente al abordarla desde una perspectiva del “sí-mismo 20


relacional” que se crea mediante prácticas de re- significación lingüística y la heterogeneidad de formas de relacionarse o interactuar con otro, tal como lo plantea el construccionismo social (Gergen, 2006b). A partir de lo anteriormente expuesto, surge necesariamente la interrogante central del presente estudio. Si consideramos a las personas en situación de calle como un grupo sustancialmente vulnerable y excluido de la sociedad, el cual ha pasado desapercibido mayoritariamente a lo largo del desarrollo investigativo de las ciencias sociales, resulta de prioridad y de suma relevancia investigar sobre las formas de construcción de su identidad. La posibilidad de comprender e indagar en dimensiones constitutivas de la identidad de parte de dicho grupo social, como son, las formas de relación, interacción y significados de mundo, permite ampliar el escaso nivel de estudio sobre la identidad de las personas en situación de calle. Ello implica a su vez, la oportunidad de comenzar una línea de desarrollo del conocimiento en las ciencias sociales de nuestro país, que puedan ampliar las maneras de intervenir y disminuir los índices y situaciones de marginalidad y de pobreza que se encuentran profundamente arraigados en la sociedad chilena. Asimismo, la relevancia de un estudio que busque comprender las formas de identidad que construyen las personas en situación de calle de nuestro país, posibilitaría para la disciplina psicológica ampliar los campos de conocimiento respecto a materias de identidad, pobreza, vulnerabilidad y marginalidad en grupos que se relacionan estrechamente con dichas temáticas. Esto supone a su vez, adoptar medidas que se orienten a la creación de políticas sociales con mayor sustento y respaldo en estudios de la psicología, los cuales permitirían comprender procesos subjetivos e intersubjetivos de las formas de vida de personas en situación de extrema pobreza y vulnerabilidad, como es el caso de las personas en situación de calle. Por lo tanto, considerando lo anteriormente expuesto, se decanta la pregunta de investigación que guiará el presente estudio: ¿Cuál es la identidad que construye la persona en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile? Esta interrogante implica ejes teóricos fundamentales: el concepto de identidad, la manera posible de ser construida y la manifestación a través de la cual la convertimos en objeto de estudio, 21


es decir, las narrativas. Ellos son abordados desde el concepto del “sí-mismo relacional” de la teoría construccionista social de Kenneth Gergen Desde esta perspectiva, preguntar por la manera en que las personas en situación de calle construyen su identidad, es interrogar por las estrategias y acciones lingüísticas que utilizan para autodefinirse e indagar en los efectos personales y colectivos que implica la expresión de estas determinadas estructuras de significado.

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III.

MARCO TEÓRICO

Algunas consideraciones sobre modernidad y postmodernidad Las décadas recientes han sido particularmente radicales en cambios y situaciones no previstas para las ciencias sociales. Algunas de esas transformaciones han multiplicado los procesos de complejización y diferenciación de los sistemas sociales y han tensionado a las ciencias sociales y del comportamiento (Bauman, 2001). Para comprender y poder dar un nivel de respuestas plausibles, urgentes y novedosas a dichos cambios y fenómenos sociales 5, es necesaria la reevaluación de los pilares del proyecto moderno o, más bien, la evaluación de su eventual caída, dado que estos cambios han ido socavando la credulidad de los grandes relatos, desdibujándolos de su horizonte, producto del quiebre de las premisas y contornos de la sociedad industrial abriendo paso a la era de la “posmodernidad” (Lyotard, 1991). La crisis de la modernidad y su expresión en la sociedad industrial da paso a nuevas coordenadas societales enmarcadas en una postmodernidad que genera múltiples consecuencias indeseadas y latentes en los sistemas sociales y los individuos; estos últimos se ven tensionados por la necesidad de reconstruir relatos sobre sí mismos (Vattimo & Snyder, 1994). La posmodernidad se instituye como nueva experiencia de reorganización del tiempo y del espacio, de grandes cambios sociales, la que se expresa en forma de un malestar creciente ocasionado por la incertidumbre, ambigüedad, ansiedad, falta de seguridad, horizonte de vida incierto, dependencia y la carencia de control y predecibilidad de los tiempos actuales (Bauman, 2001). Estas transformaciones sociales, culturales y políticas exigen revisar paradigmas y perspectivismos que prenotaban capacidad explicativa en una modernidad 6 pretérita, pero que se hacen estrechos para comprender los procesos transformacionales emergentes. La así llamada

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Es de manera manifiesta como el siglo XX se caracterizó por ser el período de tiempo con mayores cambios y acontecimientos sociohistóricos, desde la invención de la bomba nuclear, la dos guerras mundiales, la Guerra Fría, el muro de Berlín y la llegada de la Internet, son un ejemplo diminuto de los efectos de la modernización en un período de tiempo tan reducido en la historia de la humanidad. 6 . Algunos afirman: “que la modernidad surge propiamente con la Revolución francesa –1789- y termina con la primavera de París -mayo de 1968-. Otros, pretenden que empezó con René Descartes –1596-1650- y con F. Bacon – 1561-1626- y termina con Nietzsche, Weber y Heidegger.” (Vattimo & Snyder, 1994, p.17)

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“posmodernidad” ha propuesto importantes cambios en los cimientos filosóficos de las ciencias sociales. En los últimos veinte años, algunos de sus postulados se han convertido en ejes importantes en diferentes áreas del conocimiento, la psicología no es la excepción (Vattimo & Snyder, 1994). No obstante, en la transición modernidad–postmodernidad las ciencias sociales intentan acompasar teorías y métodos para dar cuenta de estos nuevos escenarios; esto es, tratar de visualizar las razones y alcances de una crisis de la modernidad en la dimensión de sus relatos legitimadores y, en consecuencia, en el advenimiento de una condición post moderna (Lyotard, 1991). De esta forma, la posmodernidad se levanta como un espacio de crítica al status del conocimiento y de los también así llamados “grandes relatos” que gobernaron el conocimiento hasta el siglo XX (Lyotard, 1991).

Algunas de estas reflexiones han generado impactos significativos en los modos tradicionales de observar los sistemas societales y los significados de los discursos del propio “yo”, llegándose, incluso, a estar en presencia de un verdadero cambio de óptica sobre la forma de construir tales observaciones. La psicología no ha quedado indemne a tales cambios que han impactado sus propios procesos de producción de conocimientos.

Las consecuencias para los relatos de la modernidad han sido significativos, pues se han generado profundos procesos de reformulaciones del pensamiento social occidental como marco interpretativo, lo cual ha ido asociado al cuestionamiento de las visiones totalizadoras de la sociedad que forman parte de la llamada condición postmoderna (Baudrillard, 1991; Lyotard, 1991; Vattimo & Snyder, 1994).

Construccionismo social desde la visión de Kenneth Gergen

Como afirma Gergen (2006a) la vida cultural, en la cual comprendemos al individuo, ha vivido cambios profundos desde el siglo XIX, partiendo por una visión “romántica del yo” la cual va centrando su camino y sentido de verdad por el establecimiento de relaciones, la importancia del individuo, su profundidad interior, las emociones, honrando y vigorizando en el lenguaje del 24


“deber”, entregando importancia a los valores, pasiones y sentimientos morales. Esta transición posibilita un giro en el siglo XX hacia la Modernidad, la cual fundaba sus principios en la razón y la observación, tomando gran importancia la actitud científica, gobernada por un individuo que se guía por la razón, progreso, la conquista de logros materiales y el perfeccionismo (Gergen, 2006a). Para Gergen, (2006a) este último discurso o narración social del “yo”, pasaría a denominarse “yo moderno”. Al decir de Gergen (2009) este momento se puede entender como la transición que existe entre los diálogos de la Modernidad, en que las comunidades de pensamiento se han desenvuelto a lo largo del siglo pasado y, los nuevos discursos y alternativas que están surgiendo y que son propios de una época de Posmodernidad que están cuestionando los meta-relatos de la modernidad (Lyotard, 1991). En particular, las críticas desde el construccionismo al status objetivo del conocimiento y el dualismo de la realidad cartesiana de la relación sujeto - objeto. Respecto del primer punto, Gergen (1996b) indicará que la estructura social humana es el elemento crucial en la determinación del conocimiento de la realidad pues el conocimiento ya no pretende ser entendido como un conocimiento objetivo sino como una “funcionalidad social “, y el cual es una “construcción social”, que es reproducida por medio de operaciones lingüísticas cotidianas en el seno de discursos previos al sujeto. De esta manera, el lenguaje es el medio por excelencia por el que la sociedad se mantiene unida, los significados se transforman y, por último, se logra la comprensión del sentido común. En palabras del mismo autor: “el juego de los significantes es esencialmente un juego dentro del lenguaje, y este juego está incrustado en las pautas de la acción humana, en lo que damos en llamar contextos materiales” (Gergen, 1996a, p. 318). Respecto del dualismo cartesiano, Gergen (1996a)

indicará que la superación de la

tradición dualista propuesta por la posmodernidad, sugiere el reemplazo de un sujeto pasivo y receptor de la realidad, por uno activo en la construcción de ésta. Una de las principales características del construccionismo es la crítica que hace a la verdad, la objetividad y la existencia de un mundo fuera del hombre, que él se representa (Gergen, 1996b). Si el individuo es agente y constructor activo de su realidad a través de las prácticas lingüísticas comunes a su contexto, el discurso del “yo” es imposible de sostener, lo que abre paso a la consolidación de un discurso del

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“sí-mismo relacional”, o sea, un individuo que se co-construye a través del lenguaje en una era de lo posmoderno. En términos generales, Gergen (1996b) propone una teoría del conocimiento relativista que pone el énfasis de su análisis en las formas en que las personas explican la realidad y a ellos mismos. Participar en el lenguaje, es participar en la construcción y reproducción de ciertas representaciones que una comunidad posee (Gergen, 1996b). Para Gergen, (1996b), las formas que tenemos de referirnos y de conceptualizar la realidad no reflejan una realidad externa, sino nuestra propia participación en ciertas comunidades de significado.

Por lo tanto, el conocimiento no solo es relacional, sino que también es visto como un proceso histórico. En este punto es significativo el aporte de Berger y Luckmann (1991) en su trabajo, quienes señalan que nuestra realidad cotidiana es socialmente construida mediante la objetivización de patrones sociales que son construidos y negociados en el seno de nuestras prácticas sociales diarias; “un mundo que es común a muchos hombres” (Berger y Luckmann, 1991, p.39), donde el principal medio de objetivización de estos patrones serán las operaciones lingüísticas cotidianas que se dan en cada comunidad social. Por lo tanto, la realidad es construida como un proceso histórico dentro de las interacciones sociales permitidas por el lenguaje y sus significados propios a cada grupo social.

En tal sentido, Gergen se distanciará de aquellos planteamientos de la psicología que entendían al “yo” como una estructura estable, más bien concibe al “yo” como una construcción narrativa imbuida en las propiedades sociales del discurso, enfatizando el carácter socio cultural de la identidad. De este modo, la identidad se convierte en un discurso determinado del intercambio social: una construcción social. Desde Gergen (2006a) “el mundo moderno, se destacó por la existencia del yo propio, es decir, el “yo aislado. Por el contrario, el postmodernismo daría paso a una nueva realidad, que es la realidad de la relación en donde mi yo se construye en base a las relaciones que sostengo a diario” (p.29). Así, entonces, la propuesta de Gergen en cuanto construcción social de la identidad se vuelve fundamental para ésta investigación, dado que el objetivo central del presente estudio es describir y analizar la construcción de la identidad de las personas en situación de calle en la ciudad 26


de Santiago de Chile, para lo cual la investigación se posesiona desde un marco conceptual construccionista social. Ello implica, que la forma de aproximarse y estudiar el fenómeno identitario se aborda desde las relaciones sociales y las prácticas lingüísticas como formas de construir la realidad, por lo tanto, también la identidad.

Vale decir, para Gergen, (1996a) la realidad y el conocimiento del sujeto surgen como construcción social, enfatizando el análisis de estas partes para poder generar una comprensión de las formas en que las personas se refieren a la realidad y a ellos mismos. De esta manera, el enfoque construccionista social entiende el conocimiento fuera de marcos universales objetivos y operacionalizables del conocimiento; que éste se constituye en las prácticas lingüísticas y conversacionales bajo un marco cultural común. Por tanto, la psicología y los procesos de creación de conocimiento no pueden ser concebidos bajo una concepción individual del sujeto, desligado y apartado de las influencias de su entorno, al contrario, debe existir una alternativa al conocimiento que surja desde las mismas prácticas culturales (Gergen, 1996a).

Desde la visión construccionista social se establece que hoy en día los procesos del conocimiento en la psicología moderna se encuentran en una condición de insularidad que ameritan ser reevaluados a partir de la auto-reflexión de sus tradiciones (Gergen, 2006b). En consecuencia, esto implica que las ramas del conocimiento científico-social deban reformular sus propias condiciones paradigmáticas - motivo que se alza como necesario al considerar que las funciones institucionales, que de usanza han sido establecidas desde un criterio de lo individual corresponden ser uno de sus principales mecanismos de despliegue del conocimiento científico como tal (Gergen, 2006b). La psicología como rama científica no está exenta de dicha condición, circunscribiéndose a ser una rama de la ciencia que se ha encargado de estudiar exclusivamente los procesos mentales de los individuos, pasando por alto que las teorías del comportamiento social primariamente son reflexiones de la historia contemporánea (Gergen, 2006a).

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Por lo mismo, al tomar en cuenta que los procesos de construcción de la realidad distan de originarse por elecciones y acciones individuales apartadas de sus contextos y prácticas culturales, es posible aludir que “si el conocimiento no es una posesión meramente individual, entonces las elecciones individuales en éstos ámbitos pueden ser poco fiables” (Gergen, 2006a, pág. 22). Uno de los principales motivos que ha influido en la instauración y mantenimiento de una visión del conocimiento individual en la historia de la ciencia psicológica moderna se expresa por medio de su circunscripción a discursos auxiliares, los cuales se ven representados por medio de un lineamiento metateórico empírico-lógico y la simultánea adscripción a un tipo de metodología experimental (Gergen, 2006a). Ello involucra, que la psicología moderna se ha propuesto delimitar su línea de estudio a procesos internos e individuales, quedando fuera de sus límites todo conocimiento que suponga algún fenómeno que sobresalga de estas fronteras. Para Gergen, (2006a) lo esbozado se asume como una consecuencia esperada producto de la suscripción de un núcleo de inteligibilidad 7 cientificista, que interpreta el conocimiento a través de “tradiciones filosóficas de la ciencia (a saber el empirismo británico y el racionalismo continental) que por sí mismas suponían un mundo de vida mental que merecía su exploración (…) Estas disciplinas descansaban en la lógica de la metodología empírica y, más en especial, en el experimento de laboratorio (…) dado el manifiesto éxito de las ciencias naturales y la aparente confianza en una disciplina que empleaba éstos métodos” (p. 24). Asimismo, la psicología ha podido abrirse un camino aparentemente validado en el mundo científico, sobre todo al considerar los modelos teóricos conductistas, como el representante de la disciplina que es capaz de erigir sus planteamientos a partir de la metateoría y metodología expuestas. Aun así, la visión de Gergen, (2006a) expresa que, a pesar de los avances en el conocimiento psicológico individual y experimental por parte de los modelos conductistas - junto a su ulterior evolución teórica en los modelos cognitivos-conductuales- la psicología como rama del conocimiento interesada en la comprensión y estudio del ser humano, no ha podido instituir un paradigma que sea capaz de dar justificación a dichas presunciones de saber y, que recíprocamente establezca un cambio significativo en su metateoría y metodología; cambios que involucrarían procesos de reinterpretación de los horizontes de sentido en sus núcleos de

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Gergen, (2006) define el núcleo de inteligibilidad como “cuerpo de proposiciones interrelacionadas compartidas por los participantes en los diferentes enclaves científicos” (pág. 27)

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inteligibilidad y, que reflejarían a la vez, transformaciones a nivel metateórico y metodológico capaces de integrar fenómenos discursivos socioculturales del saber, los cuales pretéritamente fueron excluidos de las fronteras del saber individual (Gergen, 2006a). Una respuesta que permite superar los límites del saber individual moderno en la rama de la psicología, lo constituye la propuesta paradigmática construccionista social, la cual se entreteje por la asunción del saber cómo una construcción relacional que se enmarca en contextos sociales y comunitarios con una cultura y lenguaje afín (Gergen, 2006a). Por lo tanto, desde la visión de Gergen (2006a) el construccionismo social es el punto de partida de una nueva propuesta paradigmática que “surge de la teoría relacional: como el intento de dar cuenta de la acción humana en términos de un proceso relacional (…) considerando la autoconcepción no como una estructura cognitiva privada y personal del individuo sino como un discurso acerca del yo: la representación de los lenguajes disponibles en la esfera pública” (p. 163). Para comprender la teoría relacional y sus implicancias en la construcción de la realidad, se debe entender que los significados e interpretaciones que se otorgan a las realidades, son posibles a través de las conversaciones y/o diálogos emergentes en las prácticas lingüísticas cotidianas, las cuales a su vez, se encuentran insertas en relatos socioculturales afines a éstas mismas; los relatos son utilizados como una forma de relacionarnos e identificarnos con otros y a nosotros mismos (Gergen, 2006b). A partir de lo señalado, Gergen (2006b) establece cinco supuestos que otorgan coherencia y sistematicidad a que el construccionismo social se establezca como una alternativa al saber individual de la ciencia normal, a partir de una teoría relacional posmoderna: 1.

Los términos con los que damos cuenta del mundo y de nosotros mismos no están dictados por los objetos estipulados de este tipo de exposiciones. (Gergen, 2006b, p.72)

2. Los términos y las formas por medio de las que conseguimos la comprensión del mundo y de nosotros mismos son artefactos sociales, producto de intercambios situados histórica y culturalmente y que se dan entre personas. (Gergen, 2006b, p.73) 3. El grado en el que un dar cuenta del mundo o del yo se sostiene a través del tiempo no depende de la validez objetiva de la exposición sino de las vicisitudes del proceso social. (Gergen, 2006b, p.75)

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4. La significación del lenguaje en los asuntos humanos se deriva del modo como funciona dentro de pautas de relación. (Gergen, 2006b, p.76) 5. Estimar las formas existentes de discurso consiste en evaluar las pautas de vida cultural; tal evaluación se hace eco de otros enclaves culturales. (Gergen, 2006b, p.78) Por tanto, para Gergen (1996a) existen ciertos supuestos para una ciencia del construccionismo social. A partir de los supuestos señalados es posible referir lo siguiente. En primer lugar, el construccionismo social se encuentra consciente que la teorización empírica respecto al conocimiento científico es incapaz de dar cuenta de la correspondencia de una teoría del lenguaje (o lógica de la inducción) que, a través de ella, puedan derivar preposiciones generales a partir de una mera observación (Gergen, 1996a). A partir de esta situación de correspondencia en cuanto al leguaje y la realidad, el construccionismo social recupera los planteamientos de Saussure (1983) en Gergen (1996a) de la relación necesariamente arbitraria entre el significado y el significante. En otras palabras, las estructuras gramaticales o lingüísticas a las que nos referimos en objetos de mundo, no se encuentran estipuladas o determinadas por un concepto remitido en sí mismo, desligado de la propias prácticas o significantes de mundo (Gergen, 1996a). Por lo mismo, el primer supuesto del construccionismo social implica la reevaluación de la teoría del lenguaje como correspondencia e invita a dar cuenta de que las realidades emergen y se nos presentan por medio del uso (significante) práctico que le damos a los objetos en las interacciones sociales cotidianas. En segundo lugar, y en directa relación con lo anterior, para el construccionismo social los objetos de mundo – tradicionalmente inmutables y estipulados apriorísticamente – pasan a ser “artefactos sociales” (Gergen, 1996a). Ello significa que “las descripciones y las explicaciones ni se derivan del mundo tal como es, ni son el resultado inexorable y final de las propensiones genéticas o estructurales internas de cada individuo (…) son el resultado de la coordinación humana de la acción” (Gergen, 1996a, p. 73). Lo cual se traduce en que el lenguaje y sus palabras adquieren sus significados y utilidad en el contexto de relaciones humanas vigente (Gergen, 1996a). En este punto, la cultura toma un rol determinante en cuanto a la posibilidad de “transmitir” y “entender” las palabras que se instituyen en el seno de la co-acción y de la inter-individualidad lingüística que le subyace. Esto significa “que alcanzar la inteligibilidad es participar en una pauta

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reiterativa de relación (…) o ser suficientemente amplia para pertenecer a una tradición cultural” (Gergen, 1996a, p. 73). En este punto nos encontramos con dos planteamientos que comienzan a estructurar una ciencia del construccionismo social. Por un lado, para permitirse comprender las realidades es determinante el rol pragmático del lenguaje, donde los conceptos y palabras adquieren significados en el uso que se les otorga. Pero para ello, ha de ser necesario que la forma en que le damos uso a las palabras y objetos como artefactos sociales, sea en la acción conjunta de pautas de relación que se encuentran en una tradición cultural representativa de quienes participan. En tercer lugar, para el construccionismo social, cuando se interroga o se estudia el “yo” a lo largo del tiempo, sabemos que las pretensiones científicas modernas de otorgarle validez objetiva no son capaces de agotar otras posibilidades de comprensión y de estudio del “yo” que rebasan una barrera estrictamente categorial y empírica. En consiguiente, a diferencia del construccionismo social, el conocimiento moderno ha sentenciado al “yo” a ser estudiado fuera de las viscitudes de los procesos sociales, en donde “las exposiciones del mundo y del yo han podido aparentemente sostenerse con independencia de las perturbaciones del mundo que están destinadas a describir o explicar” (Gergen, 1996a, p.77). Ante dicha situación, el construccionismo social propone que las prácticas metodológicas que participan del estudio del “yo” y del “mundo”, se orienten a la creación de ontologías locales de duración sustancial, lo que conlleva a que dichas prácticas sean consensuadas y socializadas sobre “la naturaleza de las cosas” (Gergen, 2007a). Esta asunción del saber equivale en términos sociopolíticos que “se abran puertas a voces alternativas en el seno de la cultura, voces desdeñadas durante mucho tiempo por su falta de ontología, epistemología y metodologías subsidiarias aceptables. Este tipo de voces ya no son acalladas a causa de la ausencia de los datos necesarios” (Gergen, 1996a, p.77). Al integrar los procesos sociales y su relevancia en la conformación discursiva del mundo y de las identidades locales, adviene una especie de democratización y diversificación de las posibilidades de estudio en que las comunidades científicas podrían verse directamente beneficiadas (Gergen, 1996a). Por último, es de suma importancia concertar que para el construccionismo social, la forma en que se producen las pautas de relación deriva de las formas de significación del lenguaje en los asuntos humanos (Gergen, 1996a). Esta visión del lenguaje como núcleo de significado de las 31


relaciones humanas, se relaciona con la teoría de Wittgenstein (2008) de los “juegos del lenguaje”, donde las palabras obtienen su significado como un derivado de su uso social. Para Wittgenstein (2008) los juegos del lenguaje adquieren un posicionamiento de utilidad, si o solo si, se encuentran circunscritos a “formas de vida”, las cuales se traducen en pautas más amplias de actividad cultural en la que se incrustan juegos específicos del lenguaje. Esto se traduciría en cómo las formas de utilización lingüísticas, incluyendo las teorías de las comunidades científicas, otorgan un grado de utilidad y significado a nivel de cultura (Gergen, 1996a). En consecuencia, es producto de este marco relacional que los sujetos en el mundo contemporáneo construyen su identidad, eje central en la manera en que el presente estudio aborda el problema. La identidad desde el Construccionismo Social Tal como se expresó en la problematización, el fenómeno de la identidad desde la visión de Gergen (2006) se construye y se mantiene por medio de las prácticas lingüísticas y los diálogos emergentes en enclaves culturales particulares, donde las formas de relacionarse de los grupos y/o comunidades pasan a ser determinantes en la construcción de dichas identidades.

Por lo tanto, el construccionismo social entiende el concepto de identidad como un constructo de autonarraciones o narraciones del yo (Gergen, 2006b), donde dicha asunción “permite explicar la constitución social del autodiscurso, y por tanto del sujeto (…) pues es el individuo quien construye y reconstruye sus autonarraciones en la interacción social” (Revilla, 1996, p. 154). En consecuencia, es posible afirmar, que si la identidad se entiende como un constructo capaz de integrar las autonarraciones que se conforman en la interacción social, dichas autonarraciones pasan a significar “informes de la propia experiencia” (Revilla, 1996) de los individuos. Estos “informes de la experiencia” contienen un registro lingüístico y/o dialógico co-construido por la heterogeneidad de formas de relacionarse de los sujetos sociales, a partir de convenciones de discurso históricamente contingentes (Gergen, 1985 en Revilla, 1996). Simultáneamente, la identidad para Gergen (1996a) ya no puede ser posicionada desde la modernidad, como un discurso hegemónico y caracterológico del yo, sino más bien, la identidad al ser entendida como un constructo dinámico y contingente, supone que su discurso se encuentre caracterizado por una multiplicidad de autonarraciones posicionadas en un “plano de igualdad, 32


cada una específica de una relación determinada, sin ninguna predominando sobre las demás, es decir, sin compromiso hacia ninguna de las diferentes identidades” (Revilla, 1996, p. 156). Así, para el construccionismo social la identidad se instituye en el seno de las relaciones sociales, donde el sujeto como un ser-relacional, puede apreciar que su propia alternativa narrativa no queda exenta de ser una nueva posibilidad en la reconstrucción y deconstrucción de sus propios autodiscursos identitarios, por sobre otras alternativas que no son representativas de las prácticas lingüísticas propias de quién interpela su identidad. Esta visión de una identidad capaz de “autonarrarse” supone que posee la capacidad de encontrarse “indeterminada, transitoria y propensa al cambio” (Revilla, 1996, p.141) dado el carácter discursivo de la identidad - una identidad que tiene una valoración de “sí-mismo relacional” (Gergen, 1996) – donde el discurso se libera de las imposiciones estructurales fácticas de las sociedades, y pasa a adoptar un valor discursivo histórico y contingente. Ello implica entonces que para el construccionismo social (Gergen, 2006a) la identidad no encuentra su conformación en un “yo” remitido a lo individual, como anteriormente se había planteado. Contrariamente, la identidad se dota para su construcción de un sí-mismo en constante apertura a las prácticas lingüísticas y narrativas; visión que pregona la necesaria emancipación de la metateoría empírica-lógica acuñada en la psicología moderna, y la importancia de las relaciones y el autodiscurso como ejes articuladores de la identidad (Revilla, 1996). De esta forma para Gergen (2006b) la construcción del sí-mismo relacional sigue ciertas etapas en donde las personas van integrando y asociando las experiencias, acontecimientos e interacciones en las cuales se ven envueltas. En primer lugar, Gergen (2006b) emplea el concepto de “manipulación estratégica” en donde el individuo “es consciente de que es capaz de manipular su presentación ante los demás con el fin de causar una determinada impresión” (Renau, et.al., 2013, p.164). Esta etapa implica un sentido pragmático y estratégico de su “sí-mismo”, por lo tanto de su identidad, ya que advierte la necesidad de validar y adaptar su “sí-mismo” a la serie de acontecimientos y situaciones a las que diariamente va experimentando. Bajo esta óptica la identidad se encuentra re-presentada por un “sí-mismo múltiple” (Gergen, 1996a) debido a su alto grado de maleabilidad y transversalidad contextual; nos encontraríamos entonces con múltiples tipos de identidades (autonarraciones) que se integran en un sí-mismo dinámico y relativo a su contexto o historia.

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Pero para poder concebir este sí-mismo relacional, Gergen (1996a) plantea que después de que el individuo recurre a una manipulación estratégica del sí-mismo le prosigue lo que él denomina la personalidad pastiche (Gergen, 1996a). Esta segunda etapa de la conformación de la identidad involucra la ramificación de los patrones de comparación que dispone el sí-mismo, producto de los variados contextos relacionales en los que se presenta (Gergen, 1996a). Es en este momento “en que la persona entiende que su sí-mismo está compuesto por múltiples y variados fragmentos (self fragmentado) que no son originales a ella misma, sino que han sido tomados de las personas con las personas que se relacionan” (Renau, et al. 2013, p. 165). Este punto es de relevante consideración, al diferenciar lo que comúnmente se entendía como una identidad inmutable y personal, a una identidad que se va co-construyendo a partir de las interacciones sociales, la cual se encuentra en constante cuestionamiento y auto-observación. Es entonces, que la identidad no se versa en su singularidad, sino que en cambio, son identidades las que se encuentran en juego, identidades que se traducen en auto-narraciones de un sí-mismo que las integra y asocia en un conjunto de relatos capaces de dotar de sentido y significado a lo que entendemos de nosotros mismos (Gergen, 1996a). Igualmente, es en este estadio en donde la persona reconoce la fragmentación de su identidad y la incapacidad de poder decirse sólo de un modo concreto. Por lo mismo, al no poder autonarrarse de una sola manera, “la persona percibe un yo colonizado (…) pero luego consigue aprovechar las posibilidades que esto le ofrece” (Renau, et al. 2013, p. 166). De lo anterior, es posible reincidir en la temática de que la construcción de la identidad, que para el construccionismo se traduce en un sí-mismo relacional, se posiciona esencialmente en un nivel pragmático de los usos discursivos o lingüísticos de las personas, grupos y comunidades locales. El último estadio que para Gergen (1996a) hace posible conformar una dimensión identitaria en la persona, involucra lo que anteriormente se mencionaba como el sí mismo relacional. Este estadio, que si bien se encuentra transversalmente presente en los estados anterior, toma su carácter de “relación para con otro” en el hecho de que el individuo es consciente de que su “yo” es producto de la interacción social, “por lo que construye su sí mismo en cada momento y situación concreta y ante una audiencia determinada” (Renau, et al. 2013, p.167). En esta situación de presentación constante del sí-mismo le subyace un carácter de continuidad, dado que

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las personas se encuentran en constante relación con otro en situaciones que requieren algún tipo de presentación y adecuación de su imagen a contextos relativos a las experiencias y acontecimientos determinados. Entonces, considerando lo expuesto, la conformación de la identidad desde el construccionismo social involucra que las presentaciones del sí mismo en la vida cotidiana (Gergen, 2006b) permiten desplegar una red de imágenes y significados de lo deseable en uno mismo, aspirando la persona a ser percibida a partir de este entramado junto a las respuestas que otros le comuniquen. Por tanto, el sí mismo relacional se entreteje en una dialéctica continua e inseparable entre la presentación del self y la adecuación de éste a partir de las respuestas que permiten modificar y readecuar dicha presentación a cómo se quiere ser tratado (Cáceres, Ruíz, Brändle, 2009 en Renau, et al., 2013). Así, la multiplicidad de identidades que confluyen en un sí mismo relacional, que le suponen esencialmente cualidades autonarrativas, conscientes de sí y relacionales, requiere en sí mismo que “el uso de sus diversas identidades sea selectivo, no aleatorio ni irreflexivo” (Reneau, et al, 2013, p.167). Complementariamente, podemos afirmar que a lo largo de la teorización de la identidad en las ciencias sociales, es posible encontrar variadas y enriquecedoras discusiones respecto a la identidad entendida desde las relaciones sociales. El siguiente apartado pretende exponer ciertas discusiones referidas a la temática abordada, que si bien no configuran el marco conceptual que guía la investigación, constituyen una referencia ineludible para tener a la vista en la discusión sobre la identidad dado las aproximaciones y lazos comunicantes entre ellas. La Construcción de la Identidad: otras discusiones actuales Para la comprensión de los procesos identitarios, se presentarán sucintamente algunos enfoques que, anclados en una epistemología afín con el construccionismo social, han aportado a la discusión respecto a la construcción de la identidad de los individuos en las sociedades actuales. En particular, la comprensión final del problema siempre será abordada desde el construccionismo social de K . Gergen. La construcción de la identidad a partir de la relación individuo en sociedad: Individualización e individuación.

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Beck (1998) define la individualización cuando se percibe al individuo como agente de su propia biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones, y ella implica una forma de construcción de la identidad en cuanto a la relación individuo sociedad. Esta noción de individuo es característica de sociedades de riesgo en países desarrollados, en donde la auto-confrontación del sujeto consigo mismo es de modo asistido por una estructura socioeconómica de bienestar (Robles, 2005). Por ende, también la individualización trae consigo ciertos rasgos distintivos del concepto de individuación – que se señalarán a continuación – debido a que el tipo de comportamiento del sujeto puede confluir en acciones hedonistas o en algún tipo de individualismo hacia la sociedad. Lo sustancial del concepto reside en que la individualización es resultante de un fenómeno de inclusión que desde la perspectiva de Robles, (2005) se puede entender desde la negación de la acepción naturalizada del término, donde la inclusión, “no significa, como reza el argumento ingenuo, la racionalización de las oportunidades de acceso y menos aún de posibilidad “emancipadora” del trasvasije voluntario de tal manera que todos estemos “incluidos”, sino justamente lo contrario: las redes de inclusión generan sus propios mecanismos” (pág. 10),

capaces de escamotear cualquier tipo de ordenamiento social

posconvencional. Ahora bien, de la manera en que la individualización exige redes de inclusión, la individuación, contrariamente, se emplaza bajo fenómenos sociales de exclusión. En referencia a lo anterior, la individuación para Mead, (1975) “no puede representarse como autorrealización de un sujeto autónomo efectuada en soledad y libertad, sino como proceso lingüísticamente mediado por la socialización y simultánea constitución de una biografía consciente de sí misma (p. 140)”. Al introducir en el concepto la necesidad de procesos lingüísticos o dialógicos el concepto abre paso para ser interpretado en una identidad que se configura en relación convergente con otro, por tanto, exige la agencia de otro que rebase barreras meramente individuales centradas únicamente en estados mentales internos. Así, es posible también entender la configuración de la identidad como una relación del sí mismo basado en una dialéctica del yomí, en donde la configuración biográfica del individuo “arranca del reconocimiento de la intersubjetividad y de la auto-interacción (Robles, 2005, p. 57)”, como modos co-dependientes en dicho proceso, que además exige en esta dialéctica que los estados mentales del individuo adquieran validez por medio de la explicitación o exteriorización de las connotaciones.

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La diferencia entre ambos conceptos radica por lo tanto, en que la individuación es característica de sociedades de riesgo en países de capitalismo periférico – como lo es nuestro país, especialmente al reproducirse dicha noción en grandes ciudades como Santiago – viéndose el individuo sujeto a medidas desreguladas por parte de la acción institucional, lo que en consecuencia conlleva a la búsqueda de redes de apoyo en otros ocasionalmente bajo un mismo fenómeno de exclusión (Robles 2005). En consecuencia, se desarrolla en la configuración de su identidad mayor dependencia y de solidaridad entre sus pares por dicha condición de exclusión masificada (Robles, 2005). En esta última categoría – sin afanes inmanentistas de corresponder genéricamente al grupo social cabrían primordialmente las personas en situación de calle en los procesos de configuración y construcción de su identidad, no excluyendo del todo las posibilidades de individualización que pueda permitirse dependiendo de contextos y condiciones fortuitas de su vida y de los procesos de reinserción llevados a cabo por los programas sociales del Estado y organizaciones civiles y privadas.

El enfoque de la Exclusión primaria y secundaria en la construcción de la identidad. Desde esta perspectiva los procesos de exclusión social configuran e influyen

la

construcción identitaria de los actores sociales, donde la relación individuo-sociedad cobra un valor característico en las multiplicidades de formas en que la identidad se ve influida por factores de exclusión o inclusión, dependiendo del posicionamiento y sucesivo despliegue de dicha relación y configuración dialéctica que se esbozará en las próximas líneas. En primera instancia, a partir del perspectivismo teórico de Robles, (2005) que se despliega como forma de diálogo frente a la visión de Beck, (1998) respecto al concepto de modernización reflexiva como forma totalizante de entender la dialéctica individuo-sociedad, en la cual el concepto de individualización pasa a significar llanamente la “presunción del individuo como actor, diseñador, malabarista y director de escena de su propia biografía, identidad, redes sociales, compromisos y convicciones”(p.2) se genera el criterio basal para reconsiderar las formas de construcción identitaria en sociedades de riesgos de capitalismo periférico en comparación con las de capitalismo tardío, pues la individualización supone el mecanismo de construcción identitario primigenio. 37


Se reconoce que el proceso de individualización es capaz de emerger y reproducirse en una dialéctica de individuo-sociedad, cuando por prerrequisito, los individuos se encuentran insertos en una estructura social de capitalismo tardío, o sea, en una sociedad desarrollada que a su vez se encuentra liderada por políticas sociales y económicas que correspondan a un sistema socioeconómico de bienestar (Robles, 2005). Lo anterior presupone entonces, que la estructura social correspondiente y característica de la individualización, se constata como tal, si la ramificación funcional de los soportes institucionales es capaz de proveer garantías, derechos y oportunidades de acceso transversales a los individuos pertenecientes a ésta, lo que a fin de cuentas respondería a una lógica de inclusión social. El siguiente cuadro otorga una síntesis comprensiva de la construcción de la identidad a partir de la diferenciación de individuación/individualización (Robles, 2005): Tabla N°1: Construcción de la identidad desde la inclusión y la exclusión social Construcción de Característica la identidad de que desde la inclusión sociedad y la exclusión social Sociedad de Individualización riesgo en países desarrollados

Individuación

Sociedad de riesgo en países de capitalismo periférico

Autoconfrontación del sujeto consigo mismo

Forma fundamental de búsqueda del Otro

En que comportamiento puede desembocar

Como resultante de qué fenómeno

Asistida (por la actividad del estado del bienestar)

Proceso escogido (mayor autonomía)

Hedonismo o Individualismo

Desregulada (de la acción institucional)

Proceso obligado (¿mayor dependencia?

Solidaridad (¿nueva forma de dependencia?

Inclusión real o artificial (subsidio y asistencia) “Haz de tu vida lo que quieras” Exclusión masificada “Arréglatelas como puedas”

Fuente: Robles, F. (2005). Contramodernidad y Desigualdad Social: Individualización e individuación, inclusión/exclusión y construcción de identidad. La necesidad de una sociología de la exclusión.

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Por lo tanto, a partir de lo expuesto es posible abarcar la dialéctica existente entre la individuación y la exclusión social, como dos elementos interdependientes que conllevan a un tipo específico de construcción de la identidad. Como anteriormente se ha planteado, la individuación es característica de sociedades con una estructura económica de capitalismo periférico, lo que implica que las funciones institucionales se ejecuten de forma desregulado y no sean capaces de articular la desigualdad y oportunidades de acceso a sus soportes diferenciados. A la vez, la individuación emerge bajo estos mismos contextos, caracterizados por la masificación y generalización de la exclusión, implicando que una parte de la población queda totalmente privada de las prestación de los sistemas funcionales, “concadenando formas no previstas de estabilización que otorgan posibilidades de subsistencia a dicho entramado” (Robles, 2005, p.7). Las formas de estabilización de individuos insertos bajo un fenómeno de exclusión masificada se traducen comúnmente en la creación de relación de dependencia con sus pares, comportamientos o conductas basadas en la solidaridad y cuidado, como también una concepción del sí-mismo guiada por el reconocimiento del otro sobre una individualidad auto-realizada (Robles, 2005). Asimismo Robles, (2005) desarrolla dos tipos de exclusión propias de países de capitalismo periférico. Por un lado, se encuentra la exclusión de tipo primaria, que “se entiende entonces que no se puede acceder a los sistemas funcionales que puedan significar inclusión a prestaciones y servicios elementales (…) y por exclusión secundaria se entiende entonces que no se puede acceder a las redes interracionales de influencia” (Robles, 2005, p.20-21). La diferenciación que radica entre ambas, se entrevé principalmente en que la exclusión primaria opera desde la imposibilidad de acceso a las garantías sociales, por lo tanto se comprende desde la privación de oportunidades individuales al acceso de sistemas de prestaciones sociales. En cambio, la exclusión secundaria se ejecuta desde los propios mundos de vida de los individuos insertos en la sociedad, lo que implica la desvinculación parcial o total de las posibilidades de inclusión a redes de apoyos que pueden ser comunidades, vecinos, familiares o amigos. Ambos tipos de exclusión, como se ha mencionado, constituyen una dialéctica entre el individuo y un tipo de sociedad de capitalismo periférico, pero que se diferencian en el entramado social en donde éstas operan. La exclusión primaria funciona desde un nivel de sistemas

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funcionales fácticos, en cambio la exclusión secundaria se despliega desde las redes de apoyo e influencias propias del mundo de vida de los individuos en cuestión.

La identidad estigmatizada: el enfoque de Erving Goffman

El individuo está inserto en interacciones sociales, se ve influido por atribuciones que establecen ciertas expectativas normativas que determinan su identidad social, lo que a la vez - en la auto-interacción del sujeto - genera una propia construcción identitaria. Por tanto, la identidad social entendida desde Goffman, (2006) se conforma por categorizaciones y atribuciones establecidas por la sociedad que pueden determinar, desde la primera interacción, la impresión sobre el sujeto y el mundo en que éste es tratado. Dentro de este tipo de atribuciones existe un término denominado estigma que implica que ciertas atribuciones que la persona posee, lo “vuelve diferente a los demás, convirtiéndolo en alguien menos apetecible (…), de este modo, se deja de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibiendo también el nombre de defecto falla o desventaja” (Goffman, 2006, p.12). De esta forma, el estigma es un atributo que otorga un descrédito en la identidad y posibilidades de la persona, que debe ser repensado a través de un lenguaje de relaciones sobre atribuciones (Goffman, 2006). Para Goffman, (2006) existen tres tipos de atribuciones simbólicamente desacreditadoras: personas poseedoras de algún defecto o discapacidad física, estigmatizaciones sobre el carácter del individuo (trastornos psiquiátricos, homosexualidad, alcoholismo, reclusos), y por último, estigmas de índole tribal, de la raza, la nación, religión o etnia. En el caso de las personas en situaciones de calle, suelen reunir los tres tipos de estigmas, debido a la extrema vulnerabilidad en la que se encuentran y las caracterizaciones que implica corresponder a este grupo social. Más allá de los esfuerzos sustantivos desde los referidos enfoques para abordar la construcción de la identidad, nuestras observaciones indican que el enfoque de K. Gergen resulta ser la arquitectura teórica más pertinente y comprensiva para abordar el problema del estudio que damos cuenta en este trabajo.

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IV.

OBJETIVOS DE INVESTIGACIÓN

1. Objetivos Generales: 

Describir y analizar la construcción de identidad de personas adultas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile.

2. Objetivos Específicos: 

Describir y analizar las narraciones autobiográficas de personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile.

Describir y analizar los referentes identitarios sociales de personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile.

Describir y analizar las interacciones sociales de las personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile.

V.

PREGUNTAS DIRECTRICES

¿Cuáles son los relatos relevantes en las narraciones autobiográficas de las personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile? ¿Cuáles son los significados autobiográficos de las personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile? ¿Cuáles son las interacciones sociales de las personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile? ¿Cuáles son las formas de relacionarse de las personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile? ¿Cuáles son los significados respecto a familia, trabajo, pares en situación de calle y de sociedad de las personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile?

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VI.

METODOLOGÍA

Tipo de estudio La investigación a la que se dará lugar será de corte cualitativo, lo que involucra una intencionalidad por parte del investigador a comprender una realidad considerada desde sus aspectos particulares como fruto de un proceso histórico de construcción, y a partir de la lógica y el sentir de sus protagonistas (Quintana, 2006). A diferencia de las metodologías cuantitativas, que emplazan al observador como externo a su objeto de estudio, y buscan representar la realidad de una manera objetiva y universal, para la investigación cualitativa el observador se encuentra situado en el contexto mismo en donde surge el fenómeno a investigar; siendo fundamental el investigador como fuente de interpretación y sentido, donde el estatus del conocimiento es construido y no descubierto (Stake, 1995). En efecto, la investigación cualitativa “subraya las acciones de observación, el razonamiento inductivo y el descubrimiento de nuevos conceptos dentro de una perspectiva holística” (Quintana, 2006, p.48). En este sentido, el estudio pretende generar una profundización descriptiva y comprensiva de los relatos obtenidos de los casos, sin pretensiones a desarrollar una generalización de los resultados obtenidos.

Método de estudio La investigación fue abordada a través del método de estudio de caso. Esta estrategia de investigación desde los planteamientos de Yin, (2006) es preferible utilizarlas cuando las preguntas de investigación buscan responder a un cómo o un por qué, donde el investigador posee un acotado nivel de control sobre los eventos, y cuando el foco está situado en un fenómeno contemporáneo a través de contextos de relevancia en la vida real de los sujetos. Además, tomando esta misma perspectiva, la utilización del método de estudio de caso desde la posición de Yacuzzi, (2005) comprende tres consideraciones a tener en cuenta. Primero, debe considerar el tipo de pregunta de investigación que se busca responder. Segundo, el grado de control que tiene sobre los acontecimientos que estudia, y tercero, la edad del problema, o sea, si el problema a estudiar es un asunto de relevancia contemporánea o un asunto histórico. De esta manera, al entender el tipo de preguntas desde una visión del cómo o del por qué, el estudio de caso permite responder la pregunta 42


de investigación a través del rastreo de procesos que desembocan en respuestas teóricas concebidas por el investigador (George et al., 2005 en Yacuzzi, 2005). El estudio de caso se relaciona al tipo de estudio que se pretende realizar, dado que cumple con las características necesarias para la utilización de este tipo de estudio. Por una parte, el problema de investigación constituye una edad contemporánea y contingente con los fenómenos sociales que se buscan explicar. La pregunta de investigación se traduce en buscar ciertos elementos procesuales, pero a su vez comprensivos, de cómo el grupo de actores construyen su identidad, buscándose obtener una validación de los resultados y análisis por medio de las teorías esbozadas en el marco conceptual que respondan en consonancia con la teoría emergente.

Grupos de actores y criterios de exclusión e inclusión. Los grupos de actores escogidos correspondieron a personas adultas en situación de calle que estén dispuestas a participar en la realización de las entrevistas en profundidad. Por otra parte los criterios de inclusión comprenden a personas adultas, hombres y/o mujeres que se encuentren en situación de calle. No se consideraron márgenes en cuanto a la edad adulta, debido a que se buscó profundizar en las historias de vida. Asimismo, las personas en situación de calle fueron escogidas a partir de quienes asistían periódicamente en la Casa de Día de la comuna de Recoleta. En cuanto a los criterios de exclusión correspondieron personas en situación de calle que no pudieran comunicarse de forma efectiva en el periodo de tiempo para la realización de las entrevistas correspondientes. En relación a este criterio, se incluyeron también personas en situación de calle que padezcan algún tipo de trastorno psicótico y/o algún compromiso significativo a nivel orgánico. Los criterios de exclusión fueron validados por medio de acceso al historial clínico de cada uno de los entrevistados, facilitados por la psicóloga de la institución, junto a los datos obtenidos en la observación clínica del investigador.

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Estrategia de muestreo en el estudio. La investigación fue llevada a cabo por medio de una estrategia de muestreo de tipo teórica o también denominado muestro intencionado. Parar Taylor & Bogman (1988) “en el muestreo teórico el número de “casos” estudiados carece de relativa importancia. Lo importante es el potencial de cada “caso” para ayudar al investigador en el desarrollo de comprensiones teóricas sobre el área estudiada de la vida social” (p.106). Esto se debe a que este tipo de muestreo inicia su investigación a partir de un sistema parcial de conceptos locales, “designando unas pocas características principales de la estructura y procesos en las situaciones que estudiará” (Glasser & Strauss, 1967, p.45). De este modo, el criterio del tamaño muestral de la investigación correspondió a la saturación teórica. Teniendo en cuenta lo anterior, se determinó que la saturación teórica fue posible obtenerla al cabo de la realización de siete entrevistas a a los participantes que se encontraban en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile. Estrategia de recolección de datos Los datos fueron recolectados a través de entrevistas en profundidad a los individuos que estuvieron dispuestos a participar en el presente estudio. Desde la posición de Taylor & Bogman (1988) la entrevista en profundidad se entiende como encuentros cara a cara entre el investigador y los informantes

(…) dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los

informantes respecto de sus vidas, (…) siguiendo un modelo de conversación entre iguales (…) donde el propio investigador es el instrumento de investigación” (p.99). La entrevista en profundidad otorga la posibilidad de crear una herramienta de recolección de información que permite acotar los encuentros a una situación particular, sin tener la necesidad de extender la duración de la aplicación de las entrevistas en un periodo de tiempo longitudinal. Asimismo, este tipo de entrevista, desde la apreciación de Taylor & Bogman, (2011) se entiende como: “reuniones están orientadas hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias o situaciones, tal como las expresan con sus propias palabras” (p.40). De este modo, la entrevista de profundidad resulta fundamental para el acceso de la comprensión del fenómeno de estudio. Para ello, el entrevistador debe propiciar un ambiente de confiabilidad en donde los entrevistados puedan desenvolverse y expresarse libremente.

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Procedimientos Los pasos que se siguieron durante la investigación se desglosan en orden secuencial de la siguiente manera. En primer lugar, se realizó un contacto a través de la institución Casa de Día perteneciente a la Municipalidad de Recoleta– a través de la directora del Programa Social de dicha institución– para así poder tener la posibilidad de contactarse con los participantes que estén dispuestos a ser entrevistados para los fines de la investigación. En segundo lugar, se obtuvo un primer acercamiento en el mes de diciembre del 2014, para poder explorar y seleccionar las personas que estén dispuestas a participar en la investigación, dentro de la institución. En el plazo del mes de mayo y junio se aplicaron las entrevistas en profundidad a los participantes, extendiéndose a un encuentro por cada integrante. El tiempo dedicado a cada entrevista fue relativo dependiendo de la saturación teórica, sin embargo el tiempo aproximado fue de una hora y media a dos horas de entrevistas realizadas.

Estrategia en el análisis de los datos Al obtener los datos, la investigación se recurrió a la teoría fundamentada como estrategia de análisis y de codificación de éstos. Para Strauss & Corbin (2002) entiende la teoría fundamentada como “una teoría derivada de datos recopilados de manera sistemática y analizados por medio de un proceso de investigación. En este método, la recolección de datos, el análisis y la teoría que surgirá de ellos guardan estrecha relación entre sí” (p. 21). De esta forma, la teoría fundamentada no trabaja desde una posición teórica preconcebida, sino que la teoría debe emerger desde los datos mismos, probablemente la teoría emergente se asemeje más a la realidad estudiada que a formulaciones teoréticas pre-existentes. No obstante, lo esencial de la utilización de dicho método es la fundamentación de conceptos en los datos, donde la creatividad de los investigadores y capacidad comprensiva de los investigadores resulta esencial (Sandelowski, 1995)

Para el ordenamiento, sistematización y conceptualización de los datos obtenidos, la teoría fundada se basa en tres procesos de análisis de los datos: codificación abierta, codificación axial y codificación selectiva. Estas dimensiones de análisis se caracterizan por ser un proceso dinámico, que se aplica a los datos mismos (Strauss & Corbin, 2002).

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Para Glaser & Strauss (1967) la codificación abierta se entiende como “el proceso inicial de generación de categorías emergentes con propiedades que se ajusten a los datos, funcionen y sean relevantes para integrarlas en una teoría” (p.2). Este proceso comprende la descomposición de los datos en partes analíticas que permiten ser elevados, posteriormente, a un nivel de relevancia conceptual. Asimismo, es necesario tener en cuenta que para Glaser & Strauss (1967) la codificación abierta “fuerza al investigador a pensar y trascender la perspectiva empíricamente involucrada de sus notas de campo (…) trayendo consigo el fenómeno de verificación, corrección y saturación, es decir, a medida que se profundiza en los datos, se descubre que todos los datos pueden ser subsumidos como indicadores de alguna categoría en el análisis y en ese sentido, la codificación abierta verifica y satura los códigos individuales” (p. 3-4)

La codificación axial corresponde al segundo proceso de análisis de los datos. Para Hernández & Baptista, (2010) la codificación axial supone la selección de categorías consideradas más importantes de la codificación abierta, posicionándolas en el centro del proceso o fenómenos que se encuentran en exploración. Posteriormente, se relacionan categorías centrales a otras categorías, en donde el valor clave para la categorización de los datos para Hernández & Baptista, (2010) es definido por medio de las siguientes características:

-

La categoría debe ser el centro del proceso o fenómeno. El tema más importante y que tiene mayores implicancias para la generación de teoría.

-

Su saturación debe ser regularmente más rápida.

-

La mayoría o todas las demás categorías deben vincularse a ella.

-

Debe aparecer frecuentemente en los datos

Por último, la codificación selectiva supone el último proceso de análisis, saturación y teorización de los datos. La codificación selectiva desde Hernández y Baptista, (2010) se efectúa cuando “una vez generado el esquema, el investigador regresa a las unidades o segmentos y los compara con su esquema emergente para fundamentarlo” (p.691). Frente a esta comparación es posible el surgimiento de propuestas teóricas que permiten el establecimiento entre categorías o temas. La teoría que se desprende de este tipo de codificación es altamente representativa y explicativa para el conjunto de datos recolectados. 46


Consideraciones éticas. Al ser este estudio, un proceso de investigación que implica un trabajo con personas, surge la especial atención de otorgar valor a los principios humanistas, donde se debe respetar la autonomía, los derechos y la confidencialidad de las personas. A partir de dichos principios se desprenden las siguientes consideraciones éticas: 1. Todos los datos obtenidos a través de las entrevistas realizadas por los participantes serán de exclusiva confidencialidad entre el entrevistado y el investigador. Para ello, se resguardará la identidad y toda información que pueda comprometer la integridad personal del participante. 2. Siempre se mantendrá una actitud de transparencia hacia los participantes. Ello involucra que se informará que en cualquier momento el participante puede desistir de la entrevista, como también, no ser partícipe de las entrevistas a realizar. 3. La entrega de un consentimiento informado (Adjuntado en Anexos) propiciará la información necesaria para que los participantes puedan encontrarse informados respecto a la finalidad de la investigación y los objetivos que persigue. En caso de que el participante sea analfabeto, se acudirá a un funcionario de confianza en la institución Casa de Día para que le sea leído el consentimiento informado.

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VII.

RESULTADOS

1. Análisis descriptivo En el siguiente apartado se desarrollará el análisis de la codificación abierta. Para ello, en la codificación abierta (Véase Anexos I, Figura N°1) se detallan las categorías agrupadas y obtenidas a partir del análisis de los resultados obtenidos de la presente investigación. El esquema pretende representar un tipo de identidad que se construye a partir de la doble exclusión social y las interacciones sociales que implican en dicho proceso de construcción identitario. Su objetivo es facilitar el análisis descriptivo del estudio y las categorías emergentes de los propios relatos de los entrevistados. 1. Interacciones Sociales La primera categoría emergente fue denominada Interacciones Sociales, la cual enmarca sustancialmente las formas de interacción lingüística y de conducta – influidas por categorías y/o prejuicios socioculturales, ligados a contextos particulares – entre grupos sociales (tales como la familia, población civil, pares en situación de calle y miembros de alguna institución social) y las formas de relacionarse o interactuar de las personas en situación de calle. En otras palabras, es posible comprender dicha categoría, en cómo ciertas prácticas lingüísticas y relacionales por parte de los grupos sociales mencionados en los relatos de los participantes, manifiestan un tipo de interacción fundada en la discriminación, directa e indirecta, además de situaciones de rechazo, o en algunos casos, reconocimiento de ciertas características de la condición actual de los miembros pertenecientes a situación calle. Esta categoría además dilucida, cómo las pautas de discriminación refuerzan las interacciones utilizadas, produciendo modos de relación peyorativos y atípicos entre las personas en situación de calle y la sociedad en general. Así, a partir de los relatos entregados por los propios informantes, es plausible ver cómo se reflejan formas de relación acreditadoras por parte de ciertos miembros de instituciones hospitalarias y municipales, tales como médicos, enfermeras y trabajadores sociales respectivamente. Incluyéndose en lo anterior, los relatos nos proveen de la oportunidad de comprender y analizar cómo los grupos y/o pares en situación de calle adquieren un rol

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fundamental en la construcción de interacciones acreditadoras, que dan sostén a la cohesión y sostenimiento de ciertas conductas dentro del mismo grupo en situación en calle. Dado lo planteado, se iniciará la descripción y análisis a partir de las subcategorías que conservan un tipo de interacción desacreditadora emergentes en los datos, para así pasar consecutivamente a la descripción y análisis de subcategorías de interacción acreditadoras de las personas en situación de calle.

1.1. Subcategoría: Interacciones familiares desacreditadoras Para comenzar, a modo de ejemplo se observan interacciones desacreditadoras por parte de los miembros del núcleo primario familiar hacia las formas de ser de personas en situación calle. Este tipo de interacción se ve reflejada en un trato diferenciador y devaluador por parte de uno o más miembros del núcleo familiar, como se esboza en la siguiente cita: “yo… era mayor pero no les decía nada porque al final era yo la que “atacaba”, yo era la que “era la mala” y todo eso” (I, 38-39). En dicha cita, se evidencia el uso de categorías atribucionales negativas hacia el sujeto; las cuales refieren de forma crítica a la persona, como también la imposibilidad de respuesta por parte del sujeto, quien decide no contestar hacia las atribuciones versadas. Otro ejemplo de lo mencionado se puede observar en la siguiente cita: “Mi hermanos al final son como… no sé… yo creo que siempre ha tenido preferencia por ellos entonces como que yo era la mala, yo era…entonces como soy el estorbo soy la que tuve que irse a la calle” (I, 60-62). En ambos casos se observa que el tipo de interacción en el relato, se expresa a través de un tipo de lenguaje significativamente devaluador hacia la persona, en donde el modo de relacionarse por parte de los miembros familiares es peyorativo en cuanto a la forma de ser del sujeto. Ciertas características del sujeto no son compartidas por el núcleo familiar, lo que produce en el individuo una diferenciación y alienación de este tipo de interacción familiar. También, cabe destacar, que a pesar que el individuo no comparta dichas atribuciones, éste se relaciona consigo mismo por medio de dichas atribuciones, y da uso de éstas como parte constitutivas de sus relatos. Dentro de las interacciones familiares desacreditadoras, emergen ciertas subcategorías que confieren consistencia a los relatos. Como anteriormente se ejemplifica, las interacciones sociales, en este caso las de tipo familiar, denotan un tipo de interacción lingüística peyorativa a las formas 49


de ser de los informantes. Estas formas de expresión lingüística se expresan a través de rechazo y/o discriminación hacia ciertas características y conductas no compartidas por parte de los grupos familiares. Entre este tipo de características y conductas se observan las siguientes subcategorías que denotan formas de discriminación, y el simultáneo rechazo, hacia las personas en situación calle. Así, a través de los relatos emergen de forma entrecruzada 1) discriminación por consumo de drogas, 2) discriminación por encontrarse en situación calle y 3) discriminación por antecedentes delictuales, por parte de miembros del grupo familiar. En el caso del siguiente informante, se observa la confluencia de estos tres tipos de discriminación hacia su persona, en donde significa las interacciones con sus familiares como un tipo de rechazo en sus conductas, las cuales no son compartidas por parte de los miembros del núcleo primario familiar: “Eh... yo creo que me discriminan. Porque yo he sido toda mi vida de la calle po. He sido ladrón, he sido volado, aspiraba neoprén. He fumado pastabase. Le he hecho a la coca, a la marihuana, al copete. ¿Me entedí? Y más por eso, no quieren una mala influencia en la familia.” (V, 39-41) En cuanto a lo anterior, el historial del consumo de drogas, experiencias delictuales y la condición actual de encontrarse en calle supone un rechazo directo hacia la persona, quién también significa dichas características como no compatibles con el modo de ser del sistema familiar. Esto implica que dichas interacciones influyan en el rechazo y la desacreditación de los modos de ser del sujeto y su evidente exclusión del núcleo primario familiar. La discriminación por antecedentes delictuales genera sucesivamente un proceso de exclusión y aislamiento en el sujeto proveniente de los miembros de la familia, donde éste significa dicha forma de interacción como un quiebre en el núcleo familiar, debido a la no aceptación en la posibilidad de reintegrarse al grupo primario. Asimismo, la discriminación por antecedentes delictuales en los relatos, vislumbra paralelamente experiencias de soledad, que se expresan por medio de la carencia de apoyo y sostén por parte de los grupos primarios familiares a lo largo del proceso judicial y de condena. Por lo tanto, se desprende que la discriminación es longitudinal a la experiencia judicial y punitiva del sujeto, y a su vez, se relaciona directamente con experiencias de exclusión, rechazo y soledad por parte de los entrevistados. Esto se observa en la siguiente cita: “La vez que estuve preso po’. Estuve preso por una investigación de sesenta y un días. Eso como que… estuve solo, mi familia no me fue a ver, nada loco. Eso fue algo como que me marcó porque cuando salí tampoco me querían en la casa, me vi como solo así que empecé a estar en la calle” (III, 47-50). 50


Para describir en mayor profundidad la subcategoría de interacciones familiares desacreditadoras, es necesario relacionarlas directamente con las formas de discriminación familiar que reciben los informantes, en cuanto a su propia condición de situación calle. Este tipo de interacción fue denominada en subcategoría como discriminación por condición de situación de calle. Por tanto, los relatos expresan una evidente discriminación parental, debido a la condición societal en que se encuentran sus hijos. La discriminación se manifiesta por medio de “negación” y “ocultamiento” de su propia condición frente a vecinos y/o comunidades en donde están insertas las familias nucleares. Este tipo de “negación”, desde el punto de vista del relato del informante, implica que se refuerce el hecho de encontrarse en situación calle, además de limitar las posibilidades de comunicación con otros miembros de la propia familia. Esta descripción se expresa en la siguiente cita: “Por ejemplo mi mamá me niega. Cuando le dicen: -“¿Dónde está la Victoria? Ella responde: -“No, la Victoria se fue donde la abuela”, o de repente dice “No la Victoria murió pa mi” Niega mi situación. Encuentro que eso es más que nada discriminación, porque si ella oculta que estoy en situación de calle, más encima por ella es que estoy viviendo en situación de calle. Incluso mi hermano…. Yo no hablo con mis hermanos… (I, 196-200)”. Relacionado con lo anterior, las interacciones familiares emergentes, se encuentran coconstituidas por discriminación de carácter-personalidad. Esta subcategoría, refiere al hecho de que el sujeto se enfrenta a constantes críticas de parte de sus familiares producto de sus conductas, hábitos o formas de comportarse dentro de un sistema familiar. A pesar de la similitud con las otras categorías, ésta se diferencia por el hecho de que la discriminación va dirigida al comportamiento situacional del sujeto, en determinados contextos que producen prácticas lingüísticas peyorativas sobre el carácter-personalidad de la persona en situación calle. Lo anteriormente señalado se complementa con la siguiente cita: “Más encima que siempre critican de mí que todo le parece mal. Que si yo duermo un rato mal, es malo… que si yo estoy haciendo esto, es malo” (I, 64-66), donde se entiende que las críticas respecto al carácter-personalidad del sujeto, se encuentran determinadas por conductas que se perciben como negativas por parte de un familiar. 1.2.Subcategoría: Interacciones desacreditadoras población civil De manera complementaria, los relatos que comprenden la emergencia de interacciones sociales desacreditadoras, se encuentran aditivamente mediados por la interacción entre la 51


población civil y las personas en situación calle. O sea, provienen de un tipo de interacción esporádica de ambos grupos en contextos y espacios de dominio público, como lo son las calles y transporte público. Dicho tipo de interacción, puede ser referida de forma directa e indirecta, debido a que en ciertos relatos las personas en situación calle afirman que se han sentido discriminadas pero no de forma explícita, sino más bien, por la manera en que son mirados o las actitudes que toman los transeúntes al momento de encontrarse bajo un contexto común en donde ambas partes están reunidas. Así, un tipo de discriminación implícita por parte de la población civil se clarifica en la siguiente cita: “Si… igual me he sentido varias veces discriminado como persona. De repente voy en la micro de acá y… la verdad como te digo a todos nos meten al saco y ellos van tomando y la gente igual hace notar su malestar pero no realmente como deben hacerlo porque si una persona le molesta algo, como a mí, yo voy directamente y se lo digo”. (II, 211-214). Además de una experiencia de discriminación, el relato explicita que los transeúntes, o población civil, no hacen distinción y diferenciación de persona, lo que se traduce, en que toda persona en situación de calle, desde el punto de vista del relato, sea tratada desde una misma forma de interacción premeditada por su categoría social que representa. Este tipo de discriminación implícita significa a su vez que, quien es discriminado no comparta las formas de relacionarse que establecen la población civil, debido a que se espera que algún tipo de malestar respecto a otro, sea manifestado de forma directa o explícita. 1.3. Subcategoría: Interacciones institucionales desacreditadoras Otro aspecto que se relaciona con interacciones sociales desacreditadoras en cuanto a la condición de la persona en situación calle, lo constituye las interacciones institucionales desacreditadoras por medio de las cuales los informantes se relacionan y se constituyen como persona. De esta forma, los grupos que se encuentran sujetos dentro de un ámbito o dimensión institucional es posible desglosarlos en 1) funcionarios hospitalarios, 2) funcionarios municipales, 3) fuerza policial y 4) funcionarios pertenecientes a plazas de trabajos en donde las personas en situación calle han trabajado, o están trabajando. Es de interés describir, que la discriminación de tipo policial como subcategoría, es expresada a través del abuso de poder, como también por medio de la violencia física y verbal. Este tipo de discriminación, se diferencia parcialmente de las de tipo población civil, dado que es explícita y va dirigida sustancialmente al perjuicio físico y personal de las personas en situación calle. Un caso de discriminación policial,

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en donde se ve reflejado el abuso de poder se muestra en la siguiente cita: “Igual que una vez nos llevaron todas las cosas de la municipalidad, todo: carpa, colchones, frazadas, incluso hasta la biblia. Nos llevaron de todo. Y llega un paco y dice “¿Señor Ud. que hace aquí? Estamos haciendo control de identidad, tenemos que controlarlo”, “Aquí está mi carnet” le dije yo. Me dice – “No, tenemos malo el sistema”. “Pa’ que le dije yo. Yo no soy hueón, Ud. tampoco, para qué nos va a llevar pa allá a la comisaria”. ¿Sabí para que nos quería llevar? Para que los hueones nos den vuelta el camión y nos llevaran todas las cosas que teníamos nosotros. Nos llevaron hasta la biblia hueón. Entonces me sentí discriminado también, pasado a llevar” (V, 82-94). En el caso citado, la discriminación se encuentra ligada a una situación de imposibilidad de la persona en situación calle, de poder validar y ejercer sus derechos como persona, debido a un abuso de poder reforzado por la propia situación en donde ellos se encuentran. El tipo de interacción involucra explícitamente agresión y vulneración de derechos civiles. La experiencia de discriminación por parte de la fuerza policial, supone la consecutiva pérdida de bienes materiales y la imposibilidad de ubicarse en un determinado sector que les permita pernoctar durante el diario vivir.

1.4.Subcategoría: Interacciones acreditadoras de grupos/pares de personas en situación de calle Existe dentro de la categoría de interacciones sociales, un tipo de subcategoría que se diferencia claramente de las demás. Esta se comprende por un tipo de interacciones acreditadoras de pares y/o grupos de personas en situación de calle. Las interacciones que se observan se encuentran ligadas al reconocimiento y reforzamiento de un modo de relación interpersonal, tanto lingüística como conductual, entre los miembros de las propias personas en situación calle. Este tipo de interacción se encuentra ligada a un contexto de grupo compartido, en donde se recogen valores y creencias que son perceptibles y reconocibles por los mismos miembros. Asimismo, a partir de lo que se evidencia, es posible constatar que las interacciones necesarias para la cohesión y mantención del grupo deben estar ligadas a una forma de relacionarse basada en la humildad y en compartir (solidaridad) lo que se tiene. Este tipo de interacción genera un reconocimiento y consecutivo reforzamiento de esta forma de ser, lo que se significa de manera positiva para reconocerse como sujeto en el grupo. En el relato del siguiente informante pueden hallarse ejemplificadas este tipo de interacciones a las que se alude: “Porque yo creo que nací así: 53


humilde. Humilde y caballero. Y ellos te van enseñando más. A ser más persona y más humilde, ¿me entendí? Por ejemplo, cuando estuvimos aquí pa’ la Pascua y Año Nuevo, nos hicimos un asado, cachai, una ensaladita, un platito de comida, un vinito en la calle. Fue lindo hueón, hermoso. Lo compartimos con gente que a lo mejor nunca esperé de ellos. Y fue lindo. Con personas que nunca, o sea, esta vida somos hermanos sin conocernos” (V, 184-191). De esta manera, los valores como humildad no sólo se manifiestan como una cualidad individual, sino que además es en el mismo grupo, en donde los individuos son capaces de desplegarlas y reconocerlas como cualidades o conductas compartidas. Consecutivamente, es de interés resaltar que la forma en que emergen las interacciones de personas en situación de calle, desde el punto de vista de los datos recogidos, se despliega a través de la igualdad de trato con sus pares; la asunción por parte de los miembros de que al pertenecer al grupo deben poner en práctica modos de relación particularmente basados en la horizontalidad y en la simetría. En la misma línea con lo anterior, la igualdad de trato para los informantes crea que las interacciones estén basadas en un interés común, compartido, en que no se espera que exista una retribución por parte de otro miembro del grupo. La relación sustentada bajo una lógica de la igualdad de trato y el desinterés, crea un contexto relacional significado positivamente por cada miembro del grupo en situación de calle: “Sí, es que al ser de la calles todos somos iguales (…) No, es que con la gente que comparto no esperan que uno esté dando algo a cambio. Entonces eso es lo bonito, el estar con gente así.” (I, 164-167). A partir, de lo anteriormente descrito, podemos observar que dentro de la subcategoría interacciones acreditadoras de pares/grupos en situación de calle resaltan a modo de resumen los siguientes tipos de interacción basadas: a) en igualdad de trato, b) desinterés, c) humildad, y d) solidaridad. Dichos tipos de interacción resaltan por ser formas de relacionarse basadas en la plena positividad de las acciones, lo que implica el reconocimiento de modos de ser orientados a la validación de la identidad de las personas en situación de calle. Además, difieren sustancialmente del tipo de interacciones sociales que no se encuentren localizadas en los grupos en situación de calle. 2. Narraciones Autobiográficas La segunda categoría emergente fue denominada narraciones autobiográficas, y recoge los relatos de vida de las personas en situación de calle en relación a experiencias de vida, tanto en 54


situación calle, como experiencias de vida en la infancia, adolescencia y adultez de los propios informantes. Es necesario en este caso especificar que los relatos de vida permiten comprender simultáneamente otra forma en el proceso de configuración de la identidad. Lo dicho es posible enmarcarlo a través de experiencias de quiebre, sucesos significativos personales, además de procesos de desvinculación de núcleos familiares primarios, y los simultáneos y paulatinos procesos de vinculación a grupos de personas en situación de calle. Antes de iniciar un análisis descriptivo de las experiencias de vida narrada por los informantes, y para poder generar una comprensión sistemática y adecuada de las narraciones auto-biográficas de las personas en situación calle, se considera como preferible comenzar abordando los dos tipos de subcategorías de proceso previamente mencionadas.

2.1. Subcategoría: Proceso de desvinculación de grupo primario familiar En primer lugar, la subcategoría denominada proceso de desvinculación de grupo primario familiar congrega una compleja red de causas, factores societales e individuales, y significados que cimientan la gestación de un proceso longitudinal - variable en cuanto a tiempo - de desvinculación y quiebres con los grupos familiares primarios. Cuando se menciona que el proceso de desvinculación es variable en el tiempo, esto se debe a que en los relatos se observa que el irse completamente del núcleo familiar, lo que implica subyacentemente dejar de vivir en la casa en la que se habita, supone que el sujeto sea echado y vuelto a ser reinsertado una cantidad de veces considerable y relativa a cada relato. Es posible referir además que la desvinculación comienza a producirse por problemáticas de interacción entre los miembros de la familia que recaen y se particularizan en el informante mismo. Es así como en la siguiente cita, da cuenta de dicho proceso en globalidad: “O sea… es que yo llevo, de repente vuelvo a mi casa, después me vuelven a echar. Entonces es como… ahora yo llevo un año dos meses en la calle. Porque fue por un problema súper estúpido que me echaron de la calle. Fue porque me compré un celular. Y mi mamá quería que le pasara la plata a ella y yo le dije –“ que igual necesitaba el celular porque hace dos semanas lo había extraviado” y eso fue por más que nada… fue una excusa para echarme porque igual estaba yo tomando más encima yo… he estado en unos días atrás como punketa” (I, 5-10). A partir, de lo mencionado y citado, es entonces necesario profundizar en la descripción analítica de lo que comprende el proceso de 55


desvinculación primario familiar. Así, es menester señalar que los procesos de desvinculación familiar van siendo significados por relatos de vida que se van construyendo a través de una inmanencia reiterativa en lo que respecta a problemáticas familiares. Estas problemáticas se traducen en quiebres, historias de violencia intrafamiliar, y discrepancias en el modo de ser de las propias personas en situación calle y la de los miembros del núcleo familiar; como hermanos, padres, abuelos, hijos, etc. Un ejemplo de lo mencionado radica – desde el punto de vista de un informante - en la existencia reiterada de violencia física y abuso de poder por parte de la madre y el padrastro. Las siguientes citas facilitan la comprensión de lo esbozado, como además otorga uno de los factores de por qué el informante decide desvincularse de su núcleo primario. También, es de consideración señalar cómo la violencia intrafamiliar se re-produce bidireccionalmente, por parte de las figuras parentales como por el propio entrevistado:

1) “Y… más encima violencia intrafamiliar por parte de mi mamá, me pegaba, mi padrastro igual me pegaba, después yo empecé a tomar porque me empecé a cabrear.” (I, 39-41) 2) “Porque incluso, yo a mi padrastro yo le pegué porque ya era demasiado el abuso de poder. A mi esta parte de acá (quijada) me la separó, me la dejo tan separada de un combo que me pegó, que me fracturó la mandíbula. Incluso todavía tengo… como un dolor y me suena de repente. Pero fue hace igual su buen tiempo pero igual me duele todavía.” (I, 4549) Si bien en dichas citas, la violencia intrafamiliar es el relato preponderante en cuanto a la desvinculación del núcleo primario, también se observa que el abuso de sustancias surge como reacción conductual paralela al contexto de violencia intrafamiliar. En relación a lo anterior, y de recíproca implicancia con el relato de vida, el abuso de sustancias es un factor altamente significativo para los informantes, en relación al proceso de desvinculación familiar, como también, como una experiencia de vida que los ha determinado como persona. Para diferenciar ambas dimensiones – que a la vez se dividen en dos subcategorías distintas – la descripción abordará en primer lugar el alcoholismo y drogadicción como factores incidentes en el proceso de desvinculación por problemáticas familiares. Más adelante, se abordará las experiencias de consumo de alcohol y/o drogas como experiencias y/o eventos que poseen la facultad de salirse

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del núcleo primario familiar, e incidir en otras dimensiones de las historias de vida de los informantes. En cuanto a la drogadicción como factor de desvinculación del núcleo primario familiar se destaca que es un factor de quiebre de las relaciones de pareja y convivencia familiar. Esto es debido a que el informante significa su historia de drogadicción como la desvinculación de responsabilidades económicas sujetas a la mantención de la estabilidad de su sistema familiar. La drogadicción comienza a narrarse como una conducta y/o hábito ascendente, o sea, que va guiado por ciertas conductas – aparte del consumo – que vienen siendo determinantes en que la drogadicción se acepte como condición propiamente tal. Estas conductas se traducen en la venta de los bienes personales para la adquisición de drogas, incluyendo los bienes que son necesarios para la estabilidad de un núcleo familiar, como es la vivienda. La venta de los bienes trae consigo la disolución y desvinculación inmediata del núcleo primario familiar. La siguiente cita otorga coherencia a lo descrito: “Automáticamente, yo me fui para abajo al tiro. Cómo tenía harta droga empecé a consumir en grandes cantidades. Y después como todo empieza todo se acaba. Y se me acabó la droga, empecé a vender las cosas, la moto, la casa. Eh… el quiebre al tiro así, cuando comencé a vender las cosas ya era el matrimonio.” (II, 20-23) 2.2. Subcategoría: Proceso de vinculación a grupos de personas en situación de calle La siguiente subcategoría da cuenta de los relatos de vida y experiencias constitutivas de la identidad narrativa de las personas en situación de calle, que han influido longitudinalmente a que los entrevistados hayan llegado a pertenecer a un grupo de situación calle. De igual forma, dicha dimensión engloba las determinaciones de desvinculación familiar, que explican los quiebres que incidieron a llevar a la persona a decidir disolver su relación con los miembros de su familia primigenia, además de la descripción misma de las experiencias de vivir en situación calle, como vivencias y relatos que determinan la identidad de los sujetos entrevistados. Antes de comenzar el análisis, considero necesario mencionar, que esta dimensión refleja una gran cantidad de relatos que se narran de modo significativo a la forma en que las personas en situación de calle se sienten pertenecientes a un grupo de situación de calle. En otras palabras, a pesar de la condición social en la que los entrevistados se encuentran, la experiencia de grupo en situación de calle es narrada desde un posicionamiento y significación positiva frente a ésta, como se verá más adelante. 57


Las determinaciones de desvinculación familiar involucran las decisiones que según los informantes adoptaron para poder desvincularse de su núcleo familiar. Hay que considerar además, que no hay sólo una decisión unánime para todos los relatos, sin embargo, es apropiado detallar que toda decisión fue tomada cuando el sujeto ya se encontraba parcialmente relacionándose o conviviendo con otras personas en situación calle, por lo que este criterio fue primordial para poder desplegar una distinción histórica-temporal respecto a si la subcategoría es apropiada incluirla en parte del proceso de desvinculación familiar o de vinculación a grupos en situación calle, siendo éste último el preponderante por la situación en que se encontraban en sus periodos de vida respectivos. Un tipo de determinación que es recurrente entre los relatos, subyace en la existencia de un quiebre en relación al sentido de pertenencia al grupo familiar primario. O sea, las personas en situación de calle, deciden desvincularse porque el concepto de familia como tal se desintegra y no reconocen a los miembros familiares primarios como su familia: “Yo creo que sí, yo creo que si totalmente, porque yo igual tomé la determinación de que no tengo familia.” (I, 202-205). Así, es posible afirmar que, a partir de los datos emergentes, las personas en situación de calle empiezan a buscar vincularse a sus grupos dado que existe un quiebre con los lazos familiares y la negación de pertenencia a su sistema familiar pretérito. A su vez, como se ha podido observar, las determinaciones de desvinculación producen la disolución parcial o permanente del lazo familiar pero además comprende que existan ciertas razones por las que los entrevistados prefirieron optar por vivir en la calle en vez de dicho sistema. Es así, que el proceso de vinculación a grupos de situación calle se narra como una oportunidad de poder alejarse de las problemáticas e interacciones familiares que han tenido que sobrellevar históricamente. Lo que implica que la vida en la calle sea una posibilidad de encontrarse tranquilo, en dónde el individuo no tenga que sufrir discriminaciones o críticas por parte de su núcleo primario familiar: “Les dije “no... prefiero estar solo, botado y tranquilo, antes de que me vengan a humillar otra vez... No. Así que váyanse no ma’.” (VII, 137-139) También, se evidencia que una de las formas de negarse a recibir ayuda de su grupo primario familiar, tiene como motivo que éste tipo de ayuda implica para el individuo que venga acompañado de las problemáticas y/o disfuncionalidades familiares por las que justamente ha decidido desvincularse.

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Por otra parte, a medida que se profundiza en las historias de vida de los informantes, es posible dar cuenta de que la experiencia de vivir en situación calle es determinante en sus formas de verse históricamente y narrativamente como sujetos. Este tipo de relato, se centra sustancialmente en una temporalidad presente - producto de que representa su situación actual además de que forma parte sustantiva de nuevas formas de relatar y significar su etapa de vida, involucrando para sí, experiencias tanto positivas como negativas. Sin embargo, esta subcategoría cobra un interés particular (como se podrá observar) al percibir cómo la experiencia de vivir en situación calle constituye férreamente el proceso de vinculación a grupos en situación de calle, y también genera la re-formulación de los relatos y significados

biográficos de los propios

informantes en afinidad a los modos de relacionarse y convivir en grupo. Continuando con lo esbozado anteriormente, la experiencia de vivir en situación calle en contraposición con el proceso de desvinculación de grupos familiares, implica que los participantes hayan podido encontrar un contexto de comunidad capaz de brindar tranquilidad respecto a las problemáticas familiares. Desde el punto de vista de uno de los informantes, es posible otorgar sentido a lo dicho: "Porque yo creo que en la calle estoy más tranquila que en la casa.” (I, 64) De igual forma, la experiencia de vivir en situación calle constituye un elemento crucial para los informantes, dado que en este contexto sus pares pasan a ser y significar como su nueva familia, producto de que sus relaciones se basan en conductas de apoyo y cuidado ante las adversidades que se enfrentan los individuos que se encuentran en calle. En igual medida, la experiencia de vivir en situación de calle posibilita la creación de lazos genuinos con los pares, en donde la incondicionalidad pasa a ser un elemento constitutivo de los relatos. Paralelamente, la incondicionalidad viene acompañada de la autenticidad en el trato, a pesar del contexto de vulnerabilidad en el que se encuentran. La experiencia de vivir en situación calle implica adversidades como la privación psicosocial, pobreza extrema, enfermedades comunes producto de la pernoctación prolongada en la intemperie (hipotermia, bronquitis y neumonía) y son justamente este tipo de adversidades en donde el grupo pasa a ser protagónico en el cuidado, apoyo y afrontamiento de los problemas cotidianos de las personas en situación de calle. Asimismo, dichas experiencias son facultativas para la creación de lazos basados en la confianza y la cohesión grupal para con la vida de los informantes: 59


“Para mi… buena. Porque conocí gente importante. Aunque, no están en el momento de ellos porque todos tenemos su momento. Es como ser un futbolista, porque estai en tu mejor momento, en el mejor ¿cierto? Pero pasan los años, bajaste de nivel y la gente no valora lo mismo (…) Claro po. Pero a mí, en mi caso, me gusta la calle. Me gusta porque he conocido gente de verdad… amigos. No amigos no, una familia, es que yo estuve tres veces hospitalizado: por sobredosis, neumonía y por bronquitis, por dormir en la calle. Pero mis amigos me iban a ver todos los días pa’ mi esos eran mis amigos, los que iban a verme todos los días.” (IV, 80-87) La cita anterior refleja la descripción realizada, siendo el apoyo y cuidado una experiencia determinante en los relatos auto-biográficos de los informantes sobre su vivencia en la calle. Aun así, es posible rescatar que dichas experiencias influyen a que los pares pasen a ser parte histórica de las narrativas de las personas en situación de calle, implicando que se comprendan los grupos en situación de calle como “nueva familia”. Por añadidura, la igualdad de trato y el desinterés forman parte de la subcategoría esbozada, debido a que los relatos se encuentran enmarcados bajo relaciones de jerarquía horizontal y acciones orientadas al beneficio colectivo por sobre el individual. 2.3. Subcategoría: Experiencias de consumo de drogas en situación de calle La siguiente subcategoría, recoge los relatos referidos a las experiencias de consumo y abuso de drogas, como variable determinante en la historia de vida de los informantes. De igual forma, la muestra se caracteriza por la dependencia y abuso recurrente de sustancias – llegando a ser la drogadicción – una condición inmanente a las historias de vida de las personas en situación de calle. Es necesario resaltar que las experiencias de consumo de substancias que aquí se describirán, son experiencias de consumo personal por parte de los informantes y cómo dichas experiencias han influido y/o afectado transversalmente en diferentes ámbitos de la construcción de su identidad y de las dimensiones de su vida inter-personal. De igual modo, se aclara que se optó por no utilizar el concepto de “drogadicción” o “adicto” porque restringiría los relatos y experiencias a un modo categorial psicopatológico, por sobre un análisis y descripción de las narrativas subjetivas del sujeto. La experiencia de consumo de drogas es parte constitutiva de las historias de vida de las personas en situación de calle, en donde la pasta base, falopa, cocaína, neopreno, marihuana, entre otras drogas, son consumidas periódicamente. Dicho consumo se inicia generalmente en la 60


adolescencia y se agudiza a lo largo del tiempo. Por lo que se puede afirmar que el consumo de drogas pasa a ser un relato necesario y subyacente en las narraciones autobiográficas de las personas en situación de calle, como se expresa en la siguiente cita: “Porque yo he sido toda mi vida de la calle po. He sido ladrón, he sido volado, aspiraba neoprén. He fumado pasta base. Le he hecho a la coca, a la marihuana, al copete. ¿Me entedí?” (V, 39-41) Asimismo, el consumo y abuso de substancias tiene una connotación característica de ser un factor determinante de encontrarse en situación de calle. No obstante, como se ha podido observar, los procesos de hallarse en condición de situación de calle se deben a múltiples variables, sin embargo es posible dar cuenta que la droga tiene un papel protagónico en los factores de quiebre de las historias de vida de los individuos, debido a que el consumo excesivo repercute negativamente en el ámbito económico y la posibilidad de tener un sostén de ingresos básicos que permita garantizar la vivienda. Para dar reflejo de lo dicho, es necesario incluir la siguiente cita: “Yo creo por el tema de la droga y la delincuencia me llevo a la calle. En cuanto a la delincuencia es que salir primero de la casa de mi mamá. Estuve acostumbrado a arrendarme mis pieza, estuve casi siete años arrendando de esa forma y ahí ya después por un tema de drogas ya empecé a llegar a la calle, porque fue un invierno yo me acuerdo que ya yo no tenía para arrendar y todo, y me fui a un albergue. Y después del albergue empecé a vivir en la calle con unos amigos acá. Después estuve en una ruco.”(III, 7-12) Así, es posible referir que el consumo y abuso prolongado de drogas trae consigo que la mayoría de los ingresos económicos sean destinados a la obtención de la substancia y la mantención de su consumo, excluyéndose la posibilidad de cubrir y garantizar otras necesidades básicas como es la vivienda. Simultáneamente, el consumo de droga posee una incidencia directa en el deterioro del significado de persona, a partir de los relatos de los informantes. Es de vital importancia la alusión de dicha subcategoría, dado que vislumbra los quiebres acontecidos en cuanto a los relatos del símismo de los entrevistados. El deterioro abarca la totalidad dimensional de la persona, o sea, se manifiesta por medio de deterioros de aspectos cognitivos (pérdida de memoria), fisiológicos, personales, entre otros. No obstante, en los relatos se observa que la droga se utiliza como medio para la atenuación u olvido temporal de problemáticas personales, pero en base a una necesidad de consumo que genera recíprocamente el deterioro mencionado. Esto se ve representado en la siguiente cita: 61


“La pasta base ha determinado que me haya desgastado como persona, como ser humano, de repente me olvido de las cosas que hablo, me ha hecho mal la pasta base, sé que es un mal en mi vida pero siento que la necesito para poder llenar de repente espacios que están en mi mente y que no puedo llenarlos porque están vacíos y cuando consumo la droga me olvido de eso y me preocupo de puro consumir droga, y como tenerla.” (II, 83-87) A pesar de encontrarse los individuos en un abuso constante de la sustancia - relativa a cada caso - son conscientes de que supone un mal significativo en cuanto a su calidad de vida y proyecciones futuras. Las drogas suponen ser un factor de quiebre en sus relatos de vida, porque pasan a crear una pauta rígida de consumo, incapacitando a los individuos de poder por voluntad propia de ésta circularidad, ya que suple ciertos “vacíos” que son incapaces de elaborar en la actualidad. A la vez, la droga representa un factor que influye en la imposibilidad de concretar proyectos. Esta dimensión, que se encuentra incluida en la anterior, representa la imposibilidad de los individuos de poder desarrollar proyectos futuros, atando sus relatos de experiencia a la inmediatez del día a día. En este punto, cabe destacar que los relatos se encuentran orientados a narraciones con temporalidad pasada o presente – muchas veces configurados de esta forma por el consumo – en donde el futuro se ve como un relato difuso o no posible de ser narrado desde un lenguaje concreto y orientado a la acción. Esto involucra, que los individuos pasen a asumir una actitud de inacción ante las proyecciones futuras, impidiendo formular sus acciones desde una vía mediata de la experiencia; el futuro se encuentra relatado como una temporalidad atiborrada de límites u obstáculos que impiden la realización de los proyectos personales, debido a que la droga exige una atención y preocupación presente e inmediata. Así, la cita que se expondrá a continuación sintetiza y reluce lo versado: Ahora estoy en un proceso como medio. Es que sabí que… tengo todos los beneficios para ganar. Para ser el quien era antes. Pero hay algo, algo me atrapa y ni yo sé que es. La droga es parte de esta huea. O sea tengo todo pal dentista, necesitaba cincuenta lucas pagado para mi dentadura. Llevo dos sesiones me quedan dos más, para quedar bonito, ¿cachai o no? Tengo hora al consultorio, todas las de ganar pero hay algo que me tranca. Yo no culpo a nadie de lo que me pasa, porque va en uno, ¿no cierto? Pero yo como persona miro pal cielo hueón y no sé, me digo “mañana lo hago” y me levanto y no lo hago. Es como quiero ir pa allá llegar ahí, y me hacen así,

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y me desvío pa acá. Y no sé por qué. No lo entiendo, no sé a quién hablarle esta huea.” (IV, 189196) El consumo y abuso de sustancias tiene un impacto directo en la dimensión laboral de las personas en situación de calle. Este punto se explica dado que las drogas pasan a ser la motivación central en el sistema de mundo de los individuos, imposibilitando el desarrollo y acción óptima en las otras dimensiones de vida de las personas en situación de calle. Las drogas, y el abusivo consumo de ellas, repercuten directamente en el ámbito laboral, precisamente en etapas de vida que priorizaron el consumo de drogas, por sobre acudir a sus plazas laborales en las que se encontraban. La siguiente cita da cuenta de un quiebre en relación al trabajo producto del consumo de drogas: “Es que yo consumía hace mucho tiempo pero se me empezó a escapar de las manos el tema del consumo. Ya no llegaba, después ya no trabajaba…” (III, 25-26)

2.4. Subcategoría: Quiebre en la historia laboral como factor de encontrarse en situación de calle La presente subcategoría comprende los relatos significativos por parte de las personas en situación de calle, relacionados a la pérdida de sus plazas laborales y la simultánea imposibilidad de reingresar a alguna debido a razones de su propia condición, que involucran experiencias de discriminación por parte de los empleadores, como también, el ejercicio de trabajo informal como vía de acceso al consumo de drogas. De igual manera, la pérdida del trabajo formal concadena uno de los factores por los que los participantes dicen encontrarse en situación de calle. Asimismo, se observa que es común la inestabilidad en la permanencia de sus puestos de trabajo y que la pérdida de este imposibilita el acceso a las necesidades básicas como techo y comida. En la siguiente cita se evidencia lo anteriormente dicho: “En la Junji, en un metro, en la chile. En aseo en unas oficina. Y ahí estuve los dos años. Estuve ocho meses, siete meses trabajando… duré en el metro. Ya ahí me despidieron, tuve un mes sin pega, volví a buscar y encontré al tiro. Ahí entré a la Junji… estuve otros siete meses. Y… de ahí ya no... Volví a la calle otra vez el 2011 porque ya no tenía pega, y menos podía encontrar estando así, no tenía como parar la olla.” (VII, 115-120)

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3. Referentes Identitarios Sociales La tercera categoría emergente en los datos de los participantes fue denominada Referentes identitarios sociales. Esta categoría en particular, refiere a la descripción y análisis de la construcción de atribuciones, significados, valores y percepciones que los informantes comprenden sobre la sociedad y los elementos constituyentes de ésta, en relación al mundo de ellos en su contexto individual o grupal, que en este caso supone ser la condición de vida en situación de calle. Por tanto, los referentes identitarios sociales como tercera categoría, corresponde al despliegue de la subjetividad y el lenguaje de los participantes en contextos sociales determinados, considerando también, la reflexión de las personas en situación de calle respecto a las atribuciones y significados que realizan de los referentes ligados a los contextos en donde se desenvuelven. Para generar una comprensión ordenada en cuanto a los referentes encontrados, las siguientes subcategorías (a describir) son respectivamente las que conforman y otorgan cohesión a la categoría presentada: a) Referentes de sociedad, b) Significados atribuidos a los grupos de pertenencia de situación de calle, c) Referentes institucionales y, d) Trabajo como medio de reinserción laboral. 3.1. Subcategoría: Referentes de Sociedad Los referentes de sociedad pueden describirse como una subcategoría que involucra las atribuciones y significados que expresan las personas en situación de calle sobre la sociedad como lo ajeno a su grupo, por lo tanto, se debe especificar que en dicha categoría se expresa la autointeracción de las personas en situación de calle en relación a lo que ellos entienden y vivencian de su significado de sociedad. Igualmente, se observa que los significados y atribuciones se encuentran connotados desde una fuerte crítica a la sociedad, en dónde las personas en situación de calle la refieren como una sociedad basada en la discriminación como atribución central en sus relatos; sobre todo considerando que, ellos explican que la discriminación es transversal a los grupos societales, o sea, no sólo reducen la discriminación como una conducta propia de su situación de vulnerabilidad social. Asimismo, para los informantes, la discriminación la significan como una conducta carente de valor auto-crítico por parte de la propia sociedad, cargada de un comportamiento crítico y peyorativo hacia el otro, sin la capacidad adecuada de la sociedad de poder verse a sí misma en sus errores o contradicciones. De dicha contradicción latente, las personas en situación de calle atribuyen a la sociedad una categoría de “locura” o “enfermedad”. 64


De lo mencionado implica la siguiente cita: “A la sociedad la veo como… a un enfermo como del Hospital San Juan de Dios y va llegando al Peral. Así veo a la sociedad chilena. Como que cada día más loca y más enferma. Pa mi la sociedad es una mierda que anda discriminado a la gente y que de repente no se fijan ellos, los errores que ellos hacen. A lo mejor han hecho cosas terriblemente malas que una persona como yo nunca va a hacer y nadie sabe. Y… es una mierda.” (II, 247-251). A causa de lo anterior, se hace posible desprender que la discriminación para las personas en situación de calle es una conducta, basada en la hetero-referencialidad y que además es vista de una forma negativa, ya que al discriminar no se considera a la persona y su historia, y posee ciertas consecuencias negativas sobre la misma persona a quien se le discrimina. Puesto que, la discriminación se encuentra establecida como una de las atribuciones principales del referente de sociedad para las personas en situación de calle, esto conlleva a la emergencia de ciertos significados producto de la discriminación como característica generalizada en la sociedad. Por consiguiente, la desconfianza es un significado característico dentro de esta categoría. La desconfianza se expresa a través de significaciones tales como: cinismo por parte de la sociedad, despreocupación e incomprensión por las personas en situación de calle, falta a la palabra y poca transparencia como formas de ser de la sociedad con el otro, entre otros. Las significaciones mencionadas, son para las personas en situación de calle, comportamientos y valores contrarios a sus propios significados de mundo y persona. Pero por sobre todo, se evidencia que la desconfianza es una atribución ratificada transversalmente por parte de los informantes a partir de la limitada capacidad de relación genuina entre las personas en situación de calle y la sociedad como grupo de lo otro, considerando además la falta de interés que la sociedad tiene en relación a los grupos de vulnerabilidad social. De ahí, que en la siguiente cita nos es posible reflejar en sintonía lo descrito anteriormente: “Igual lo que encuentro es que esta sociedad tiene bastante, en realidad es bastante cínica. Encuentro que es cínica, todo es cínico. ¿Por qué? Siempre hay gente que dice algo, como que todo te lo pintan de color bonito y todo es una mentira. Te hacen promesas que nunca van a cumplir. Todo es realmente… todo pa… más que nada… aquí en esta realidad todos son cínicos porque dicen: “No, vamos apoyarte” hay gente que realmente te apoya como hay gente que te dice “No, sabe vamos a ver su situación para ver que vamos a hacer con Ud.” y ninguna huea.” (I, 244-249) De igual manera, la desconfianza se une junto a la desconfianza de los medios de comunicación. Esto supone que la desconfianza es un significado

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que no dialoga con el significado de transparencia y honestidad de los grupos en situación calle: “Nunca está la verdad por delante. Incluso hasta la misma televisión todo el tiempo” (I, 251). A modo de poder resumir lo descrito en la subcategoría es oportuno referir lo siguiente respecto a ella: a) A la sociedad se le atribuye la discriminación como conducta preponderante. b) La discriminación significa la incapacidad de la sociedad de poder comprender al otro. c) La discriminación conlleva a la desconfianza y a su vez la desconfianza no dialoga con significados de transparencia y honestidad.

3.2. Subcategoría: Significados atribuidos a los grupos de pertenencia de situación calle

Continuando con lo anterior, una segunda subcategoría que compone los referentes identitarios sociales, se denominó significados atribuidos a los grupos de pertenencia de situación de calle que comprende los procesos de comprensión e interpretación de los referentes de grupo en situación de calle para los informantes. De esta forma, los datos muestran la existencia de valores y conductas significadas positivamente por la pertenencia a grupos en situación calle. Los significados son principalmente construidos bajo una percepción positiva del grupo por parte de los informantes, en donde convergen valores y conductas que favorecen el sentido de pertenencia y la validación del sujeto. Asimismo, dentro de los valores que son posibles de reconocer como positivos en los grupos de situación calle corresponde al de la Humildad. La forma de significación de éste valor se despliega a través del reconocimiento de conductas basadas en el aprendizaje y reforzamiento de esta característica en contextos comunes, con los miembros del grupo perteneciente a situación calle. Asimismo, es necesario aclarar que para los informantes la humildad es un valor que le es propio a su identidad, sin embargo, son capaces de reproducirla y valorar dicha característica, necesariamente perteneciendo a un grupo de situación calle. Igualmente, se observa que el valor de humildad grupal hace que los informantes se validen y se sientan como persona, siendo ésta característica no sólo un significado individual, sino más bien inter-relacional, con un fuerte significado de cohesión y pertenencia grupal. El siguiente relato integra el valor mencionado: “Porque yo creo que nací así: humilde. Humilde y caballero. Y ellos te van enseñando más. A ser más persona y más humilde, ¿me entendí? Por ejemplo, cuando estuvimos aquí pa la Pascua y Año Nuevo, nos hicimos un asado, cachai, una ensaladita, un platito 66


de comida, un vinito en la calle. Fue lindo hueón, hermoso. Lo compartimos con gente que a lo mejor nunca esperé de ellos. Y fue lindo. Con personas que nunca, o sea, esta vida somos hermanos sin conocernos” (V 184-188) Otra subcategoría que compone los significados atribuidos a los grupos de pertenencia a situación de calle, corresponde a la de Honestidad como valor grupal reconocido positivamente. En dicho valor, se resalta el hecho de que para poder pertenecer y mantenerse dentro del grupo, es necesario que los integrantes se rijan bajo un código relacional guiado a través de la transparencia hacia el otro. Esto involucra que dentro del grupo no es aceptada una actitud de “decir las cosas por atrás”, contrariamente, se espera que si existen ciertos problemas o desacuerdo entre miembros, sean hablados directamente entre los involucrados. La honestidad, involucra por lo tanto, un código que para las personas en situación de calle es necesario para poder mantener la cohesión y sentido de pertenencia en el grupo. Además, la honestidad facilita la capacidad de resguardar los modos de ser de los integrantes – y el modo de ser del propio grupo – de conflictos que puedan poner en peligro la cohesión y pertenencia grupal: “Es que a mí no me gusta cuando hablan mal de uno. Si yo quiero hablar mal de ti, te lo digo a la cara po. Es un código aquí, la transparencia. Es lo máximo que hay. Sipo, si yo quiero hablar contigo te voy a decirte-“¿Por qué hablaste esto con esta señora?, A ver vamos al tiro a hablar la huea.” (IV, 121-125) Asimismo, es de necesaria alusión como el Apoyo y el cuidado es otro tipo de significado de grupo necesario para el sentido de pertenencia a éste. Este tipo de valor se expresa multidimensionalmente a través de los modos de ser del grupo. Por un lado, se basa en un apoyo por parte de los miembros a las problemáticas económicas que ocasionalmente restringen el acceso a la obtención de alimentación básica para la subsistencia fisiológica del sujeto. El apoyo económico genera que los ingresos del grupo no se reduzcan únicamente a una garantía individual, sino que los ingresos son significados como una dimensión colectiva que permite garantizar que cada miembro del grupo tenga la oportunidad de alimentarse y cubrir ciertas necesidades básicas. Por otro lado, el cuidado se expresa como un valor y conducta inter-personal, o sea, aborda las problemáticas biopsicosociales de las personas en situación de calle. Esto implica que exista un cuidado propio de la integridad física de los pares, quienes ocasionalmente se enfrentan a enfermedades que caracterizan la vida en la calle, como lo es la hipotermia. De igual forma, el cuidado y el apoyo emergen como valores esenciales, al momento de que las personas en calle se

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enfrentan a psicopatologías tales como la depresión, siendo los pares necesarios para “levantar” anímicamente a los miembros de su grupo, y preocuparse de ellos en las reiteradas recaídas que puedan tener en el proceso de resiliencia ante dichas adversidades. En efecto, es posible constatar en base a la siguiente cita, que el apoyo y el cuidado son valores necesarios para la sobrevivencia y subsistencia tanto fisiológica, económica y psicosocial de las personas pertenecientes a situación calle: “Si, nos ayudamos de esa forma. A veces también les pedía plata a los chiquillos, y me pasaban. Después se las pagaba porque tengo una pensión de ochenta mil pesos por invalidez. Me encariñé harto con los cabros. Por lo menos mi grupo, poco a poco me hicieron levantar, porque no quería nada, después de la recaída llegué pa la cagada acá. Me decían –“métete a un taller para que te divertai, para que te etretengai”, y empecé de a poco, a lo que era antes y ahora, he salido adelante. Mis pares me han ayudado bastante. Antes para venir acá, tenía que venirme afirmado en algunos de los cabros, del brazo. No podía caminar, me caía, me pescó muy fuerte la hipotermia que me dio, fuera de eso me dio una infección urinaria. (VII, 183-191) Por último, dentro de los significados atribuidos a los grupos de pertenencia a situación calle, toma particular importancia el reconocimiento y validación por parte de los informantes en cuanto a su pertenencia al grupo. Dicha subcategoría engloba el sentido de cómo la persona en situación calle se siente reconocida a través de la utilidad que puede entregar a sus pares y la importancia que toman sus acciones para generar un contexto de estabilidad y apoyo a miembros del grupo que más lo necesitan. De la misma manera, estas acciones o conductas son auto-referidas como elementos sustanciales al momento de poner orden y estabilidad. En directa relación con los elementos mencionados, para ellos el dejar la calle implicaría no poder entregar ayuda a sus pares que lo necesitan. Así, en los relatos se observa que la posibilidad de desvincularse del grupo implica la pérdida del sentido de utilidad y de estabilidad grupal, como también sentimientos personales expresados en miedo y tristeza, dado que la condición de algunos miembros exige que exista un cuidado y apoyo necesario por parte de sus pares para evitar el desamparo y el deterioro de su persona. La siguiente cita muestra lo anteriormente indicado: “Por ejemplo casi la mayoría, ponte de los cincuenta el 78% me ha dicho que hago falta en la Casa Roja. El único que ponía orden era yo, ¿me entendí? (…) Mira, yo me veo como un pilar fundamental para las personas que están en 68


situación de calle. Porque prácticamente nosotros somos los únicos que pescamos a los viejos. Les lavamos la raja, les cambiamos de ropa, ¿me entendí? Somos pocos así hueón. Me veo como un pilar fundamental, y muchas veces me da pena y miedo dejar la calle. Porque así no voy a poder ayudar a las personas que tienen necesidades. (V, 104-114) Sintetizando lo anterior, una forma en la que se puede observar que el reconocimiento y validación se sustenta como una atribución positiva para los grupos en situación calle, es teniendo en cuenta que las acciones guiadas hacia y para con los pares son las que validan y reconocen como necesarias en las conductas de cuidado y apoyo a quienes se encuentran en desventaja respecto a otros miembros. 3.3. Subcategoría: Referentes institucionales Respecto a los referentes institucionales, dicha subcategoría enmarca los significados y atribuciones que poseen las personas en situación de calle relacionadas a las figuras institucionales en general. Esto implica que se observen atribuciones guiadas por la desvalorización y desconfianza institucional, como también que aludan a la institución policial como corrupta debido a lo que observan en los medios de comunicación y producto del trato basado en la violencia física y verbal hacia ellos. En la siguiente cita se detalla lo anteriormente descrito: “Callampa hueón. Lo que es salud, justicia, los pacos… los ratis… callampa hueón. Por lo que he visto hueón. Es que son… una… trabajan con los narcotraficantes, los ratis y los pacos. Si mi tío es ratis po. Tiene tres casa, tres autos, casa en la playa. Mis tíos pacos, unos Audi nuevos… para qué te cuento.” (IV, 144-146) 2. Análisis relacional A partir de las categorías obtenidas en el proceso de codificación abierta, es posible desarrollar el análisis relacional (Véase Figura N°1 como primer esquema de codificación axial) de dichas categorías con sus subcategorías. Este proceso dará cuenta de la posibilidad de generar un entrecruzamiento de los datos sistemáticamente ordenados, para la consecutiva génesis de fenómenos emergentes que abran la posibilidad de fundar teorización a partir de los propios datos obtenidos.

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Figura N°1: Construcción Identitaria a partir de un proceso de doble exclusión social

El

primer

fenómeno

emergente

fue denominado

construcción identitaria a partir de un proceso de doble exclusión social. Dicho fenómeno comprende que la construcción de la identidad de personas en situación de calle se encuentra influida y constreñida a través de un contexto de exclusión social. Sin embargo, la condición de exclusión social es posible diferenciarla en dos procesos funcionalmente diferenciados, pero que en su efecto, poseen una similitud semejante, pero no del todo común. Se entiende por exclusión primaria la imposibilidad de las personas en situación de calle– que a su vez se encuentran en un estado de vulnerabilidad social – de acceder de modo inclusivo a las prestaciones y garantías institucionales, como también a las funciones de los sistemas sociales que otorguen funciones de inclusión social. Teniendo en consideración lo anterior, las personas en situación de calle se hallan bajo un proceso de exclusión primaria, dado que se encuentran totalmente o parcialmente desligadas de las garantías sociales básicas (salud, educación, sistemas previsionales, etc.) además de las limitaciones interaccionales por parte de ciertas entidades institucionales que demarcan formas de relación basadas en el rechazo y discriminación; este punto

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se detallará más adelante. De forma paralela, se entiende por exclusión secundaria la imposibilidad o limitación del sujeto de poder acceder a redes interaccionales de influencia. Esto quiere decir, que la persona en situación de calle se encuentra coartada en cuanto a su posibilidad de generar redes de apoyo inclusivas en márgenes sociales normativos, como son la familia, amigos, comunidades, etc. y que éstas funcionen como sistemas de inclusión y de enhebración de redes de contacto, que permitan el reconocimiento de un funcionamiento adaptativo en los sistemas sociales por parte del sujeto. Así, nos encontramos con un contexto de doble exclusión, que por un lado excluye socialmente al individuo de los derechos y garantías institucionales, y que por otro, excluye al sujeto de permanecer en sus redes de contacto y/o influencias, como también poder incluirse en ellas. De esta manera, ambos tipos de exclusión se pueden observar en las siguientes citas: “O sea… es que yo llevo, de repente vuelvo a mi casa, después me vuelven a echar. Entonces es como… ahora yo llevo un año dos meses en la calle. Porque fue por un problema súper estúpido que me echaron de la calle (…) fue una excusa para echarme porque igual estaba yo tomando más encima yo” (I, 5-10). “Volví a la calle otra vez el 2011 porque ya no tenía pega, y menos podía encontrar estando así, no tenía como parar la olla.” (VII, 115-120) Vale señalar, que ambos criterios de exclusión versan sobre la imposibilidad por parte de las personas en situación de calle de acceder a un proceso de inclusión y adaptación social. No obstante, la exclusión primaria se relaciona a partir de un marco de acceso institucional y estamental, por lo tanto correspondería a un contexto de exclusión social desde la supraestructura social. En cambio, la exclusión secundaria, posee una connotación ascendente, al considerar que los procesos de exclusión se inician y se desarrollan a partir del producto de los fenómenos interaccionales de redes de influencias (familiares, vecinos, amigos, comunidades). Por tanto, la exclusión secundaria involucra una relación de infraestructura social, representados a través de los mundos de vida de las personas en situación de calle, y su directa incompatibilidad funcional con los sistemas sociales normativos en los que se encontraban insertos. A fin de cuentas, la doble exclusión social implica que la persona en situación de calle no tiene la posibilidad de acceder al uso de las garantías y derechos de los sistemas sociales, y esta restricción de acceso se ve reforzada a su vez por la imposibilidad de acceder a redes de influencia, como lo es la familia y el trabajo, 71


que permitan otorgar la posibilidad de acceder a las prestaciones sociales que primero se señalaron. Esto lleva a que la doble exclusión social sea un mecanismo de restricción total o absoluto de las redes de inclusión y adaptación social. El contexto de doble exclusión incide directamente en las interacciones sociales de las personas en situación de calle, creando ciertas concadenantes entre la construcción de la identidad de las personas en situación de calle y la construcción de modos de relacionarse basados en la discriminación y rechazo por parte de las instituciones y núcleos primarios familiares. Así, se debe referir que las causas influyentes y determinantes de la construcción de una identidad fundada en un proceso de doble exclusión social, se componen a través de tipos de discriminación institucional basada en interacciones desacreditadoras hacia las personas en situación de calle, y paralelamente, la presencia de discriminación y rechazo por parte del núcleo primario familiar. Respectivamente, la discriminación institucional se puede ver expresada por medio de violencia física y verbal de la policía, lo que demanda directamente un abuso de poder por parte de dicha entidad sobre las personas en situación de calle. Este tipo de discriminación comprende la inexistencia de las garantías de resguardo y protección de los derechos de las personas en situación de calle; funcionalidad primaria que poseen las instituciones policiales. Asimismo, los guardias de hospitales poseen un rol semejante sobre la construcción de la identidad de las personas en situación de calle, dado que desempeñan un rol autoritario y discriminativo respecto a la propia condición de situación de calle. En ambas entidades institucionales, se observa que utilizan su rol y función social, a partir del abuso de poder, y en algunos casos esta falta se traduce en la utilización desmesurada de la fuerza física como forma de relacionarse con las personas en situación calle. De igual manera, la discriminación institucional influye en la construcción de la identidad bajo un proceso de doble exclusión social, al verse representada la discriminación por medio de la imposibilidad de las personas en situación de calle de acceder a plazas laborales que le permitan reingresar e incluirse en los sistemas sociales establecidos; considerando además que estas personas se encuentran privadas de derechos laborales producto de no encontrarse activamente en el mercado laboral y, como factor adicional, la ausencia generalizada de la documentación civil básica, como lo es el carnet de identidad. Por lo que, la imposibilidad de encontrar trabajo pasa a tomar un valor de interviniente reforzante de que la construcción de la identidad se enmarque sustancialmente en un proceso de doble exclusión social. Para profundizar en esto, se debe

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considerar que el trabajo es un referente social - que a partir de las atribuciones de las personas en situación de calle - posee un significado de posibilidad de reinserción familiar y social, además de otras multidimensionalidades, tales como posibilidad de validarse y sentirse útil como personas, y pasa a ser un factor determinante en la oportunidad de creación de proyectos futuros. O sea, la discriminación laboral por condición de situación de calle, refuerza el hecho de que se reproduzca inexorablemente dicha condición, dado que el trabajo es uno de los mecanismos que generan inclusión social, y capaz de garantizar que las personas en situación de calle accedan a prestaciones sociales básicas. Contiguamente, la exclusión secundaria produce que se establezcan las bases para la producción de una identidad construida a partir de la doble exclusión social, dado que la discriminación y rechazo por parte del núcleo primario familiar es la segunda causa que influye en dicho proceso. En esta dimensión es posible diferenciar dos tipos de interacciones generalizadas que constituyen un proceso de exclusión, pero a su vez, un proceso de desafiliación del núcleo primario. Se comenzará describiendo, cómo las interacciones basadas en la discriminación conllevan a la disolución de los lazos sociales primarios, como es en el caso de sus sistemas familiares, incapaces de garantizar el acceso a redes de influencia que permitirían a las personas en situación de calle desplegarse dentro de sistemas sociales funcionalmente diferenciados. No obstante, se debe considerar que sobre el análisis que aquí se realiza, supone en primera instancia que el sistema familiar proporciona facilidades en cuanto a la constitución de redes de influencia, pero en el caso particular de las personas en situación de calle, es el mismo núcleo familiar quien ejerce un deterioro de éstas redes y la paulatina desafiliación (desvinculación) de los sistemas familiares. De esta manera, la construcción de la identidad de las personas en situación de calle es un proceso longitudinal de interacciones sustentadas por la discriminación del núcleo familiar primario, en donde el consumo de drogas, los antecedentes delictuales, la situación de calle y ciertas formas de ser (carácter-personalidad) de las personas en situación de calle, conforman una sumatoria de atribuciones incompatibles con las formas de ser del propio núcleo familiar primario. Dicho de otra forma, la discriminación por parte del núcleo familiar primario se sostiene a través de este conjunto de atribuciones de carácter desacreditador de la identidad de las personas en situación de calle, causando que paulatinamente se genere una acción de desvinculación y/o distanciamiento de las interacciones desacreditadoras por parte de las personas en situación de calle. Asimismo, es de valor agregar que el rechazo familiar influye directamente en que se 73


produzca la desvinculación de las personas en situación de calle de sus núcleos primarios familiares. La peculiaridad del rechazo familiar se emplaza en que dicha forma de relacionarse determina que las personas en situación de calle se desvinculen de su núcleo primario familiar, ya que el rechazo se expresa a través de la indiferencia y desprecio por parte de los familiares, lo que implica que las personas en situación de calle opten por preferir vivir fuera de este contexto que produce y refuerza el hecho de que la identidad sea construida a partir de un proceso de doble exclusión. Lo anteriormente versado se expresa cabalmente en la siguiente cita: “No sé… yo creo que siempre ha tenido preferencia por ellos entonces como que yo era la mala, yo era…entonces como soy el estorbo soy la que tuve que irse a la calle” (I, 60-62). Otro punto de análisis se desprende del consumo de drogas como factor esencial a la hora de nombrar una interviniente que refuerce la construcción de la identidad a partir de un proceso de doble exclusión, sobre todo si se considera que es una de las atribuciones que responden al proceso de desvinculación y discriminación familiar. Por un lado, al consumo de drogas se le atribuye uno de los motivos por el cual las personas en situación de calle se desvinculan del núcleo primario familiar, ya que conlleva al rechazo, discriminación y no validación de la persona. Por otro lado, pero de directa implicancia con el punto anterior, las personas en situación de calle significan que el consumo y abuso de drogas repercute en la posibilidad de obtener plazas laborales, siendo para ellos el trabajo la posibilidad de reintegrarse a la sociedad y reconstituir los lazos primarios sociales, en este caso la familia. Considerando en detalle lo expuesto a lo largo del análisis, es posible dar cuenta que la construcción de la identidad de las personas en situación de calle, emerge como fenómeno bajo un contexto de exclusión social, tanto primaria como secundaria, y a partir de éste se generan ciertos tipos de interacciones sociales basadas en la discriminación institucional y familiar, siendo determinantes en que las personas en situación de calle no puedan acceder a las redes de influencias – y la simultánea pérdida de los lazos sociales primarios – además de la imposibilidad de acceso a las garantías y derechos que conceden los procesos de inclusión de las redes institucionales. Asimismo, la pérdida del trabajo y el consumo de drogas pasan a formar parte del proceso de construcción de identidad, dado que refuerzan el hecho de que permanezcan excluidos de la sociedad. En consecuencia, el fenómeno de construcción de la identidad a partir de un proceso de 74


doble exclusión social, conlleva que las personas en situación de calle inicien y mantengan un proceso de vinculación a grupos de personas en la misma condición, que se encuentran a su vez, influidos bajo esta misma lógica de exclusión social. En el siguiente apartado se abordará específicamente cómo el proceso de vinculación a grupos en situación de calle es un factor determinante en cuanto a la génesis de otro fenómeno de construcción de la identidad en personas en situación calle. El segundo fenómeno emergente corresponde a la construcción de la identidad interrelacional mediada por el sentido de pertenencia del grupo en situación de calle. (Véase Figura N°2, como segundo esquema de codificación axial).

Figura N°2: Esquema Construcción de la Identidad Interrelacional

Fuente: Elaboración propia, 2016

Al igual que el anterior fenómeno, el proceso de construcción identitaria de las personas en situación de calle se encuentra bajo un contexto de doble exclusión social, sin embargo las

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condiciones que se generan ya no se encuentran mediadas por interacciones sociales basadas en la discriminación y el rechazo por parte de las instituciones sociales y/o los núcleos primarios familiares. Esto se debe, a que el contexto de doble exclusión conlleva paralelamente a que las personas en situación de calle inicien un proceso de vinculación a grupos de situación de calle, en consecuencia al tipo de interacción y tipo de identidad que se va construyendo en este contexto. Sin embargo, el proceso de vinculación a grupos de situación calle pasa a ser una determinante causal del siguiente fenómeno de construcción de identidad a desarrollar a continuación. En primer lugar, el fenómeno de construcción de la identidad interrelacional mediada por el sentido de pertenencia del grupo en situación de calle, sugiere que la identidad que se configura en la persona en situación de calle demanda o exige la necesidad de otro para poder realizarse como tal, o sea, la identidad se encuentra construida bajo un modo de inter-relación que se emplaza en el grupo mismo grupo de pertenencia. A la vez, para que la persona en situación de calle genere el sentido de pertenencia al grupo, se observa que existen tres condiciones necesarias para ello: a) Reconocimiento y validación grupal b) Confianza como valor cohesionador del grupo c) Protección grupal A partir de la descripción del reconocimiento y validación grupal como factor interviniente que influye en la creación de un sentido de pertenencia al grupo de situación de calle en los individuos, resaltan tres características que componen y dan forma a dicha atribución planteada. Por un lado, el reconocimiento y validación de la persona en situación de calle se co-construye por medio de formas de relacionarse basada en una jerarquización grupal asimétrica u horizontal. Al respecto, es posible afirmar que los grupos en situación de calle co-construyen su identidad en base a la igualdad de trato, comportamiento que se le atribuye suma importancia para poder pertenecer y mantenerse dentro de un grupo en situación de calle. Asimismo, y en estrecha relación con el punto anterior, la igualdad de trato tiene que ser expresada en conductas basadas, en primera instancia, por el desinterés, o sea, no es posible concebir un tipo de comportamiento en el que se desplieguen formas de instrumentalización guiadas por fines propios. El significado de desinterés es uno de los principales tipos de comportamiento que se espera entre las personas en situación calle, debido a que se busca la cohesión grupal y el bienestar colectivo de éste. Igualmente, el reconocimiento y validación se instala como un tipo de significado de pertenencia grupal, al 76


momento en el que la persona en situación de calle se reconoce a través de sus otros pares, como un sujeto útil y necesario para el grupo. Este punto es fundamental, si se considera que la pertenencia al grupo se constituye como tal, cuando los miembros del grupo en situación de calle consideran que son necesarios y fundamentales para poder mantener funcional y cohesionado el grupo. Una de las formas características en las que se observa el sentido de utilidad y de necesidad entre las personas en situación de calle, se refleja en la protección grupal. Aquí, la protección no sólo se reduce a una simplificación de resguardo físico ante las adversidades que supone vivir en situación calle, sino que además, el grupo en situación calle cumple un rol esencial en generar soporte en las distintas necesidades o problemáticas dimensionales de la vida de la persona en situación calle. Bajo esta misma lógica, el apoyo se diferencia del cuidado, ya que el primero responde a un acompañamiento y resguardo, por parte de los pares, en cuanto a problemas de índole económica, psicosocial, espiritual o incluso en dimensiones de sentido existencial de las personas en situación calle. El cuidado, en cambio – sin distanciarse de la cercana relación con el apoyo – supone conductas particulares de atención frente a enfermedades, conflictos y peligros comunes en la vida de situación de calle (peleas, asaltos, violaciones, clima adverso) entre los propios pares en situación de calle. No obstante, ambas se relacionan con un fin colectivo común, que se traduce en la supervivencia y resguardo de la integridad biopsicosocial de la persona en situación calle; esto involucra entonces que el apoyo y cuidado sean formas de inter-relacionarse co-dependientes del funcionamiento individual y grupal de las personas en situación de calle. Un último factor que se encuentra inserto en la protección grupal, es la solidaridad como forma de interacción que permite una actitud de grupo en base a la preocupación y mantenimiento del bienestar individual y colectivo de las personas en situación calle. Si bien, anteriormente se propone el desinterés como forma de reconocimiento y validación grupal, éste apunta a los fines interaccionales que realizan las personas en situación de calle. En cambio, la solidaridad es el medio en cómo esos fines se obtienen, lo que quiere decir, que el sentido de la acción se orienta a la adhesión incondicional a causas, intereses o necesidades de los pares en situación de calle. A fin de cuentas, desinterés y solidaridad constituyen la estructura basal de cómo una acción ha de ser comprendida y significada para una persona en situación de calle. Por añadidura, ambos factores no responden a una lógica instrumental.

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Lo anteriormente elaborado se refleja en la siguiente cita, dando sostén general a las dimensiones esbozadas: “Si, nos ayudamos de esa forma. A veces también les pedía plata a los chiquillos, y me pasaban. Después se las pagaba porque tengo una pensión de ochenta mil pesos por invalidez. Me encariñé harto con los cabros. Por lo menos mi grupo, poco a poco me hicieron levantar, porque no quería nada, después de la recaída llegué pa la cagada acá. Me decían –“métete a un taller para que te divertai, para que te etretengai”, y empecé de a poco, a lo que era antes y ahora, he salido adelante. Mis pares me han ayudado bastante. Antes para venir acá, tenía que venirme afirmado en algunos de los cabros, del brazo. No podía caminar, me caía, me pescó muy fuerte la hipotermia que me dio, fuera de eso me dio una infección urinaria.” (VII, 183-191) Consecuentemente, una tercera interviniente que refuerza el fenómeno de la construcción de la identidad interrelacional mediado por el sentido de pertenencia al grupo en situación de calle, corresponde a la confianza como valor cohesionador del grupo. Dentro de esta dimensión se enmarcan interacciones, valores y significados grupales compartidos, que son transversales para los grupos en situación de calle. Para las personas en situación de calle, la humildad, el respeto hacia el otro y la honestidad son en primera instancia, valores que reconocen y atribuyen a su grupo de pertenencia. A la vez, al ser dichos valores reconocidos como propios del grupo en situación de calle, supone que tienen que ser expresados a través de interacciones que den sostén a dichos significados. De esta forma, la honestidad por ejemplo, se expresa a través de prácticas comunicacionales basadas en la transparencia hacia la otra persona, en donde los problemas o discrepancia entre pares han de ser resueltos directamente sin necesidad de intermediarios, o principalmente, evitando que los conflictos pasen desapercibidos en las formas de relación construidas. Este valor es crucial para la creación de un contexto grupal basado en la confianza del otro. Además, la humildad toma un papel crucial – y de íntima relación con las otras intervinientes – ya que se espera que entre los pares en situación de calle, sean capaces de restar importancia a fines o logros personales, junto a la capacidad de autocrítica, privilegiando el reconocimiento de errores personales en vista de la integridad del grupo en sí. Al considerar las tres intervinientes mencionadas, es posible dar cuenta que el fenómeno descrito, posee un conjunto de valores, significados, atribuciones e interacciones que emergen necesariamente bajo un proceso de construcción de la identidad interrelacional, que demanda la 78


presencia y acción de un otro. En el caso descrito, los otros (pares en situación de calle) poseen características o cualidades comunes, capaces de consolidar un grupo con identidad y un mundo de vida propio, donde es posible observar la configuración del sentido de pertenencia por un contexto de exclusión común que impulsa a las personas en situación de calle a co-depender y coexistir con individuos que se encuentran bajo este mismo fenómeno de exclusión. Por lo que, la emergencia del fenómeno tiene como consecuencia que las personas en situación de calle resignifiquen el lazo primario social y consoliden dicho proceso por medio del sentido de pertenencia a sus grupos en situación de calle. En efecto, la creación del sentido de pertenencia a los grupos en situación de calle produce que éstos sean significados como nuevo núcleo primario familiar (lazo social primario). El desenlace de dicho proceso fenoménico, da como resultado final, que los grupos en situación de calle adquieran el significado de manto protector identitario.

3. Análisis selectivo En el presente apartado, se integrará el análisis de la codificación axial, del conjunto relacional de categorías y subcategorías que configuran la categoría general del fenómeno emergente. Por lo tanto, a partir del relacionamiento de las categorías obtenidas, y la consistencia en cuanto a la frecuencia de aparición de la categoría central – de carácter transversal a las demás categorías – es posible configurar el fenómeno/categoría central de la investigación (Véase Figura N°3). De esta forma, el manto protector como fenómeno grupal articulador de la construcción de la identidad de las personas en situación de calle corresponde a la categoría central emergente en el proceso de análisis selectivo. Consecutivamente, para poder generar una comprensión detallada e integral del proceso de construcción de identidad en personas en situación de calle, es necesario referirse respecto al fenómeno central como tal.

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Figura N°3: Esquema del Manto Protector como categoría central

Fuente: Elaboración propia, 2016 El manto protector comprende ser una dimensión basal de la identidad de las personas en situación calle, construido por dos modos sustanciales de relacionarse que se van instituyendo en el seno de la construcción de la identidad de las personas en situación de calle. El fenómeno central a su vez se compone y cobra vida por la convergencia de múltiples categorías de significados, interacciones e historias de vida de los propios informantes, que otorgan la posibilidad de existencia y emergencia del fenómeno en sí. Una característica principal del manto protector se observa en su función articuladora de los procesos de construcción identitaria de las personas en situación de calle, las cuales se sitúan en un constante contexto de doble exclusión social, englobando dichos procesos que se construyen en base a la discriminación social y la desvinculación de las redes de influencia laboral y familiar de las personas en situación de calle, y, de otro tipo de identidad que emerge en el sentido de pertenencia inter-relacional del sujeto inserto en un grupo en situación de calle. A estos tipos de relación que concadenan dos tipos de identidad articuladas entre sí por el fenómeno central del 80


presente estudio y, que reúnen el conjunto de múltiples categorías previamente aludidas, se les denominó relaciones sociales alienantes y relaciones grupales de reconocimiento y validación. No obstante, antes de describir la relación existente entre ambos fenómenos con el fenómeno central de la investigación, es necesario abordar el rol que cumple el contexto de doble exclusión social en el análisis relaciones que aquí se presenta. En primer lugar, el contexto de doble exclusión social es un fenómeno que se encuentra constantemente presente en la construcción de la identidad de las personas en situación de calle. Esto se debe a la imposibilidad de los sujetos de poder reinsertarse en la sociedad o poder permanecer en los grupos antiguos de pertenencia, tales como familia y las redes de trabajo. Un ejemplo en donde se observa la desvinculación paulatina de los núcleos primarios familiares, además de formas de relación alienantes expresadas en el rechazo y discriminación hacia las personas en situación de calle se observa en las siguientes citas: “O sea… es que yo llevo, de repente vuelvo a mi casa, después me vuelven a echar. Entonces es como… ahora yo llevo un año dos meses en la calle. Porque fue por un problema súper estúpido que me echaron de la calle (…) porque igual estaba yo tomando más encima yo… he estado en unos días atrás como punketa” (I, 5-10).

Esta condición hace que el contexto de doble exclusión sea inherente a la descripción y comprensión de fenómeno mismo de identidad, ya que reúne dos elementos centrales en la comprensión de la categoría central. Por un lado, las historias de vida basada en quiebres, las experiencias de drogadicción, discriminación, pérdida de las plazas laborales y la desintegración de sus redes primarias de apoyo, permiten comprender y describir cómo las personas en situación de calle han ido paulatinamente situándose en un contexto de doble exclusión; motivo que podría describirse como causal en primera instancia, debido a que congrega relatos y experiencias pasadas, pero que también estas experiencias y significados siguen reproduciéndose por los tipos de relación que se instituyen en el seno de la vida cotidiana de dichos sujetos. Por otro lado, el contexto de doble exclusión influye en que la persona en situación de calle busque nuevas formas de relacionarse y de adaptarse a la complejidad de su condición. Es por esta razón, que el contexto de doble exclusión social impulsa a que las personas en situación de calle 81


busquen nuevas formas de relacionarse que impliquen reconocimiento y validación hacia su persona. Estos tipos de relaciones se hayan en el encuentro y la sucesiva interacción con pares que se encuentran también en situación de calle, quienes a su vez se encuentran en un semejante fenómeno de doble exclusión. De esta manera, constituyen grupos que puedan proporcionarles un contexto de protección de las vicisitudes de las relaciones sociales alienantes, y también un espacio identitario común que ofrezca significados y formas de relacionarse transversales que validen su formas de ser y relacionarse consigo mismo y el otro. De lo señalado, es necesario profundizar en importancia de las relaciones sociales alienantes como fenómeno que influye en la construcción de un tipo de identidad que se articula a partir de un manto protector grupal. Al hablar de relaciones sociales alienantes implica poder comprender y observar el entramado de interacciones, experiencias y significados que influyen y delimitan la construcción de la identidad de personas en situación de calle. Las formas de relación alienantes incluyen pautas de interacción basadas en la discriminación y rechazo por parte de variados grupos sociales, tales como la familia, comunidades, instituciones, empleadores, etc. Ello conlleva a que la experiencia cotidiana de las personas en situación de calle se encuentre en constante inflexión, no pudiendo el grupo apartado de poder generar pautas de relación adaptativas a los grupos socialmente adaptativos y normativos. Estas relaciones sociales, entre las personas sociales y la sociedad, crean un entramado de prácticas lingüísticas basadas en atribuciones desacreditador y alienante a la vez, ya que no dan cabida a la posibilidad de reconocimiento y validación más allá de la propia situación de calle de las personas en consideración. Asimismo, las relaciones sociales alienantes no sólo poseen una significado peyorativo en cuanto a las atribuciones construidas sobre la identidad de las personas en situación de calle, sino que también involucran el hecho de que se encuentren imposibilitadas a acceder a las garantías sociales. Un motivo que explica esta situación se refleja en cuatro variables interrelacionadas entre sí: desvinculación núcleos primarios de familia, pérdida de plazas laborales formales, encontrase en situación de calle y la simultánea vinculación a grupos de situación de calle que permiten una nueva forma de relacionarse, por lo tanto, una nueva forma de vida alienada de los sistemas sociales. Aquí cobra vital importancia las nuevas formas de relacionarse basadas en el reconocimiento y validación grupal entre personas situación de calle, las cuales entregan 82


consistencia y justificación a la creación del manto protector como fenómeno central en la construcción de la identidad de las personas en situación de calle. En el proceso de desvinculación de los grupos sociales, las personas en situación de calle construyen nuevas formas de relación, que se alejan de los significados, interacción y atribuciones que poseen sobre el conglomerado social. Ante dicha situación, los grupos de personas en situación de calle pasan a ser el núcleo primario de relación, donde prevalecen significados y referentes contrarios a las que tradicionalmente estaban acostumbrados. Dicho de otro modo, las nuevas formas de relacionarse, a partir del sentido de pertenencia al grupo entre personas en situación de calle, pasan a ser una alternativa que permite enfrentar y elaborar el contexto de doble exclusión social, y los modos de relación alienante que predominan en su experiencia. Así, las pautas de relación de los grupos en situación de calle movilizan a que su identidad se construya por medio de formas de relación basadas en el reconocimiento y validación del sujeto: por lo tanto, atribuciones y/o significados como el respeto, la solidaridad entre pares, sentimiento de utilidad, compañerismo, apoyo, cuidado, igualdad de trato, pasan a ser centrales en la instalación y mantenimiento de estas nuevas formas de relacionarse. Lo anterior se puede ver a cabalidad en las siguientes citas que refleja el apoyo, cuidado y reconocimiento por parte del grupo de pertenencia en situación de calle: 1. “Por lo menos mi grupo, poco a poco me hicieron levantar, porque no quería nada, después de la recaída llegué pa la cagada acá. Me decían –“métete a un taller para que te divertai, para que te etretengai”, y empecé de a poco, a lo que era antes y ahora, he salido adelante. Mis pares me han ayudado bastante. Antes para venir acá, tenía que venirme afirmado en algunos de los cabros, del brazo. No podía caminar, me caía, me pescó muy fuerte la hipotermia que me dio, fuera de eso me dio una infección urinaria.” (VII, 183-191) 2. “Para mi… buena. Porque conocí gente importante. Aunque, no están en el momento de ellos porque todos tenemos su momento. Es como ser un futbolista, porque estai en tu mejor momento, en el mejor ¿cierto? Pero pasan los años, bajaste de nivel y la gente no valora lo mismo (…) Claro po. Pero a mí, en mi caso, me gusta la calle. Me gusta porque he conocido gente de verdad… amigos. No amigos no, una familia, es que yo estuve tres

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veces hospitalizado: por sobredosis, neumonía y por bronquitis, por dormir en la calle. Pero mis amigos me iban a ver todos los días pa’ mi esos eran mis amigos, los que iban a verme todos los días.” (IV, 80-87) De esta forma, el manto protector juega como núcleo articulador de dos tipos de identidad, contrarias entre sí, pero que se necesitan recíprocamente para abrir paso a nuevas formas de relación. El manto protector posibilita que las personas en situación de calle puedan seguir teniendo una identidad integrada, dado que son capaces de resignificar y reelaborar pautas de interacción y significados en pares que se encuentran bajo la misma forma de exclusión social. Igualmente, una función superlativa que despliega el manto protector en la creación de un nuevo tipo de identidad en las personas en situación de calle, se encuentra en la capacidad de otorgar continuidad a las relaciones sociales de personas que se encuentran excluidos de los sistemas sociales. Esta continuidad, no obstante, se encuentra parcelada por la influencia de las experiencias e historias de vida de las propias personas en situación de calle, donde el sentido de pertenencia grupal construido inter-relacionalmente - es

capaz de proporcionar formas de validación

y de

reconocimiento de los miembros del grupo, como formas de relación esenciales que garantizan la integridad biopsicosocial de las personas en situación de calle. En este sentido, el manto protector es la emergencia final de un conjunto de relaciones sociales, articulando las relaciones alienantes de la sociedad y de las personas de situación de calle, con las relaciones basadas en la pertenencia de grupo basadas en el reconocimiento y validación como formas de ser sustantivas de los grupos en situación de calle. El manto protector permite la construcción de una identidad netamente grupal, preponderando los significados y valores de grupos como cimientos capaces de garantizar la cohesión, integridad y re-producción de formas de relación inter-relaciones. En síntesis es posible señalar las siguientes afirmaciones: 1. La relaciones sociales alienantes se conciben como el conjunto de experiencias de desvinculación familiar, el rechazo por algún grupo social (familia, redes laborales, policía, población civil), la discriminación de la persona en situación calle por su condición en sí, experiencias e interacciones basadas en la violencia física o verbal, experiencias de consumo de drogas y alcohol que refuerzan el contexto de doble exclusión social en las personas en situación de calle, entre otras categorías. 84


2. Respecto a lo anteriormente expresado, las relaciones sociales de tipo alienantes conforman un tipo de identidad construida a través de un contexto de doble exclusión social. Esto se debe a que por un lado, las personas en situación de calle se desvinculan parcialmente o completamente de sus núcleos primarios familiares. Por el otro, las relaciones alienantes dificultan o imposibilitan que la persona en situación de calle pueda acceder a plazas laborales, por lo tanto, queda desprovista de los soportes o garantías institucionales básicas, como lo son la salud, sistemas de previsión y de pensión. 3. Las relaciones grupales de reconocimiento y validación se conciben como el conjunto de experiencias, relatos, interacciones y significados de pertenecer a un grupo en situación calle, donde éste provee nuevas formas de relacionarse que no se encontraban en los grupos antiguos de pertenencia. 4. En cuanto a la afirmación anterior, las relaciones grupales de reconocimiento y validación de la persona en situación de calle generan un nuevo sentido de pertenencia, por lo que se conforma un nuevo tipo de identidad que se basa sustancialmente en la experiencia de vivir en situación de calle con pares que se encuentran bajo el mismo fenómeno de doble exclusión. 5. El manto protector es un fenómeno que emerge a partir de la interacción de dos tipos de identidades que en una primera instancia parecen inversas. La razón es que por medio de la articulación del contexto de doble exclusión y la emergencia de un nuevo grupo de pertenencia, la persona en situación de calle crea nuevas formas de relación en donde conviven relatos y significados que corresponde a formas de interacción y de historias de vida distintas, pero que se conjugan en una temporalidad común a través de la multiplicidad de formas de relacionarse que han ido asociando a lo largo de sus vivencias. 6. En consecuencia, el manto protector garantiza la continuidad de la construcción de la identidad de la persona en situación de calle. Ello se debe a que los significados que comprenden las personas en situación de calle como necesarios para poder relacionarse, se encuentran la validación grupal (expresada en relaciones grupales basadas en el cuidado, apoyo, igualdad de trato) y el reconocimiento (expresado en relaciones grupales basadas en la honestidad, transparencia y sentido de utilidad dentro del grupo) 85


como pilares sustanciales en la conformación de nuevas formas de relación que dan forma y sentido compartido en el grupo de situación de calle.

VIII.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES DEL ESTUDIO

A partir de los resultados de la teoría emergente, y el proceso de análisis de los datos, se abordará en el actual apartado los principales resultados que otorgan posibilidad de respuesta a cada uno de los objetivos generales y específicos de la investigación. Para ello, se buscará delinear la teoría emergente, junto a sus fenómenos principales, en consonancia con los objetivos generales, los objetivos específicos y las preguntas directrices establecidas en el presente estudio, para así generar un marco de comprensión y síntesis integrativo que dé respuesta a la pregunta de investigación. Para poder comprender las formas de construcción de la identidad de las personas en situación de calle, se debe realizar en primer lugar una aproximación de las interacciones sociales que emergen en las diversas formas de relacionarse con sus sistemas familiares, institucionales y de grupos en situación de calle. Tomando como punto de partida la visión de la teoría del construccionismo social de Gergen, (1996a) se entiende que la base de la construcción de la realidad se hace posible superando la acepción de un individuo singular, quien se representa y se define en el mundo de un yo categorial, abriendo paso a que la realidad se construya a partir de una visión del sí-mismo como relacional que da sostén a las interacciones sociales y las formas de entendimiento y de creación de significados (Gergen, 2006b). Así, los relatos subyacentes a ellos permiten construir narrativas de un sí-mismo estrechamente constituido por los núcleos de inteligibilidad en donde los fenómenos narrativos se van conformando (Gergen, 2006b). Considerando lo anterior, la construcción de la identidad de las personas en situación de calle se ve influida por dos tipos de construcción identitaria. Por un lado, es posible observar un tipo de construcción de la identidad basada en relaciones sociales de tipo alienantes, por el otro lado, al encontrarse excluidos y socialmente apartados de los núcleos sociales primarios (familia, trabajo, salud) las personas en situación de calle buscan relacionarse con pares que se encuentran 86


en un mismo fenómeno de exclusión, pero que además, son capaces de proveer y crear un sentido de validez y reconocimiento en la forma en cómo la persona en situación de calle se relaciona consigo misma y el grupo. Las formas de relaciones alienantes implican que la persona en situación de calle se narre como un sujeto excluido y apartado históricamente de la sociedad. Por tanto, los relatos en estas formas de relación adquieren un significado de quiebre o ruptura con los núcleos primarios de confianza. Hechos tales como la pérdida del trabajo, la desvinculación de los núcleos primarios familiares y la incapacidad de poder reinsertarse socialmente, genera que las personas en situación de calle presenten una forma de relacionarse con la sociedad principalmente basada en significaciones negativas o de experiencias de quiebre irreconciliables. Además de la pérdida parcial o completa con los grupos de pertenencia antiguos (familia, amigos, comunidades, trabajo) lo que los lleva a la búsqueda de nuevas formas de relacionarse, por lo tanto, nuevas formas de construir e integrar los aspectos de su identidad. Lo anterior desde la visión de Gergen, (2006b) es posible relacionarlo de la siguiente manera. En primer lugar, la construcción del sí-mismo relacional implica procesualmente la elaboración de ciertas etapas, las cuales son recursivas y se encuentran en constante coconstrucción y modificación por las distintas formas en que el sí-mismo va asociando e integrando experiencias de vida (Gergen, 2006b). La manipulación estratégica es un concepto fundamental para poder comprender ambos tipos de identidad anteriormente expuestos, como también, es un pilar fundamental en la emergencia del manto protector como fenómeno principal de la construcción de la identidad de las personas en situación de calle. De esta manera, Reneau, (2013) define la manipulación estratégica cuando el individuo“es consciente de que es capaz de manipular su presentación ante los demás con el fin de causar una determinada impresión” (p.164). Ello supone que las personas en situación de calle se relacionan socialmente a partir de sus propias autonarraciones y experiencias de relación social, las cuales se constituyen por medio de relatos y experiencias basadas en la “exclusión”, “rechazo”, “discriminación”, “incomprensión”, por parte de los grupos de pertenencia a los que anteriormente estaban insertos. En adición, la manipulación estratégica posee una función sustancial en cuanto a la capacidad que posee la persona para adaptar su sí-mismo a un contexto dinámico y relativo a su historia (Gergen, 2006b). Esto se ve reflejado en la finalidad y valoración que poseen las personas 87


entrevistadas hacia sus propios pares que se encuentran bajo la misma condición de situación de calle. El relacionarse con pares en situación de calle posee un valor positivo en cuanto a la posibilidad de validar y adaptar su sí-mismo frente a una situación de doble exclusión social. Las historias de vida, los relatos y el conjunto de experiencias de quiebre son un común denominador que facilita el proceso de adaptación en el individuo, permitiendo la sucesiva inserción de éste a un grupo de situación de calle. De esta manera, las personas en situación de calle “manipulan estratégicamente” (Gergen, 2006b) su forma de relacionarse socialmente con su pares en situación de calle respecto a otros grupos sociales, como sus familias, población civil, instituciones etc. Estas formas de relacionarse se encuentran profundamente diferenciadas por los fragmentos de relatos y/o autonarraciones que han ido significando e integrando longitudinalmente en el tiempo. Por lo tanto, el concepto de manipulación estratégica conlleva que la forma en que interactúa la persona en situación de calle con su grupo, involucre formas de relación basadas en la solidaridad, el cuidado, la igualdad de trato, el reconocimiento y apreciación del sentido de utilidad entre sus pares, como formas de relación co-necesarias para poder insertarse, permanecer y relacionarse en un grupo de situación de calle. No obstante, a diferencia de las formas de relación que la persona en situación de calle posee con los pares de su grupo, el tipo de re-presentación de las personas en situación de calle con la sociedad, se ve parcialmente constituida a partir del estigma social que involucra su propia condición en sí. Como también, la persona se ve constreñida identitariamente ante una “audiencia”8 (Gergen, 2006b) que ha generado pautas de relación orientadas principalmente al “rechazo”, “discriminación”, “desacreditación” hacia la persona en situación de calle. Es en este punto donde el concepto de Gergen, (2006b) se entrelaza con el concepto de estigma social de Goffman, (2006), el cual se define que, por medio de ciertas atribuciones sociales desacreditadoras en el sujeto, a éste “lo vuelven diferente a los demás, convirtiéndolo en alguien menos apetecible (…), de este modo, se deja de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado, en especial cuando él produce en los demás, a modo de efecto, un descrédito amplio; a veces recibiendo también el nombre de defecto falla o desventaja” (p.12). La relación existente entre ambos conceptos se expresa por medio de la

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Grupos de pertenencia antiguos: familiares, ex amigos, conocidos, población civil

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identidad de la persona en situación de calle que se encuentra determinada, en parte, por su propia condición y como los grupos sociales (familia, trabajo, civiles, policía) pasan a relacionarse de forma alienante con los sujetos del estudio producto de la misma condición planteada. Ante dicha situación, el estigma social determina de cierta forma la posibilidad de representación y de relación que existe entre la persona en situación de calle y los grupos a los que antiguamente ésta pertenecía. Incide directamente en el tipo de interacción y formas de relación entre ambos grupos, al considerar además que, dentro de los relatos de los participantes, se encuentran experiencias de discriminación, rechazo, violencia física y verbal, entre otras formas de relación por parte de sus antiguos grupos de pertenencia. Estas formas de relacionarse se comprenden como una interacción, por lo tanto, las relaciones sociales alienantes se producen por interacciones bidireccionales entre las personas en situación de calle y los grupos de pertenencia primigenios. En consonancia con lo anterior, los relatos nos permiten comprender el fenómeno de construcción identitario a partir de la exclusión social, la cual han significado como una condición inmutable a lo largo de sus historias de vida. Por tanto, una parte del proceso de construcción de la identidad se encuentra influido por un proceso de doble exclusión social sustentada por la discriminación y rechazo por parte de los núcleos familiares y de ciertas instituciones. Las formas de auto-confrontación de las personas en situación de calle en cuanto a su percepción de ellos en sociedad, se ven significadas a través de atribuciones sociales que se establecen por estigmas sociales. Para Goffman, (2006) el estigma social viene siendo un atributo que otorga un descrédito en la identidad y posibilidades de la personas, en donde existe la primacía de un lenguaje de atribuciones sobre un lenguaje de relaciones. En consonancia con este punto, la construcción de la identidad de las personas en situación de calle se va configurando de un modo deteriorado, parcial o incompleto, ya que las atribuciones simbólicamente desacreditadoras limitan las posibilidades de significación de otros atributos que se sobrepongan a los que la sociedad, en este caso familia e instituciones, sitúa sobre ellos. Esta condición en la persona en situación de calle hace que no sólo existan pautas de relación con la sociedad de forma alienante, sino también, las propias personas en situación de calle pasan a autonarrarse y relacionarse consigo mismos de forma peyorativa, pasando a adoptar dichas prácticas lingüísticas como parte constitutivas de sus relatos, reforzando el hecho de que se identifiquen con otros pares en situación de calle. A su vez, al hablar de estigma

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social (Goffman, 2006), éste puede abarcar tres tipos generales de atribuciones simbólicamente desacreditadoras que pueden corresponderse categorialmente sobre las interacciones sociales de los entrevistados. Por un lado, las personas en situación de calle se ven estigmatizadas socialmente cuando les son atribuidas estigmatizaciones por su carácter-personalidad, expresando éstas por medio del rechazo, desprecio o discriminación por su forma de relacionarse socialmente. Dentro de este tipo de estigmatización, es frecuente encontrarse como foco de descredito personas alcohólicas, drogadictas, con trastornos psiquiátricos, reclusos, etc.) Este tipo de estigma conlleva a uno de índole tribal, implica el rechazo o estigmatización a grupos marginados socialmente, como es el caso de las personas en situación de calle. Inclusive, dentro de las interacciones sociales desacreditadoras es posible encontrar estigmas por defectos o discapacidad física, como muchas veces los relatos evidencian dicha estigmatización por su apariencia y modo de vestir de las personas en situación de calle (Goffman, 2006). Consecutivamente, este tipo de relación basada en interacciones desacreditadoras y lenguajes de tipo atribucional por parte de la sociedad a las personas en situación de calle, y viceversa, conlleva a que se ejecuten otras formas de estabilización y de relación entre los mismos grupos en situación de calle. Estas formas se expresan en la capacidad grupal de proveer cuidado, apoyo y confianza para la inter-realización de una identidad integrada en un grupo de pertenencia, a partir de la creación del manto protector grupal como fenómeno articulador de ambas formas de relacionarse. Sin embargo, el construccionismo social permite realizar una relectura en cuanto a las determinaciones lingüísticas y relacionales que trae consigo el estigma social de Goffman (2006). Para Gergen, (2006b) la manipulación estratégica es un estadio temporal de la constante construcción de la identidad del sí-mismo relacional. Posteriormente, Gergen, (2006b) explica a través del concepto de personalidad pastiche un estadio de la construcción de la identidad, en el cual la personas entienden que su sí-mismo está compuesto por múltiples y variados fragmentos (self fragmentado) que no son originales a ella misma, sino que han sido adoptados por las diversas personas con las que se ha relacionado. Por lo tanto, la personalidad pastiche es un estadio del proceso de construcción de la identidad que posibilita la indeterminación del sí-mismo de la persona en situación de calle. Ello se ve reflejado en la capacidad de resignificación de las experiencias y relatos de vida de las personas en situación de calle producto de las posibilidades de

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relacionarse con nuevos grupos que poseen distintas o nuevas formas de relación e interacción social. En este caso, las nuevas formas de relacionarse se ven orientadas a la creación de grupos de pertenencia entre pares en situación de calle. Si bien, el estigma social permite comprender un tipo de construcción de la identidad de los sujetos estudiados, el concepto sólo se remite sustancialmente a la red de relatos, experiencias, atribuciones y significados que desacreditan a la persona, por lo que influye parcialmente en la conformación del sí-mismo relacional. En otras palabras, el estigma social es parte constitutiva de la identidad de las personas en situación de calle, pero no es posible reducir su identidad a las relaciones de tipo alienantes que se reproducen en la vida cotidiana del grupo estudiado. Esto se debe también, a que en el estadio de la personalidad pastiche la persona reconoce la fragmentación de su identidad, y la imposibilidad de decirse de una manera concreta (Gergen, 1996a). El último estadio que permite una construcción de la identidad sujeta a las relaciones sociales, Gergen (1996a) lo denomina “sí mismo relacional”. Se debe resaltar, que el sí-mismo relacional es transversal a los otros estadios, no obstante es en este estadio donde el individuo es consciente que su “discurso del yo” es producto de la interacción social, “por lo que construye su sí mismo en cada momento y situación concreta y ante una audiencia determinada” (Renau, 2013, p.167). En directa relación con dicho estadio, el manto protector pasa a conformarse como el fenómeno central del presente estudio. Una primera razón, se debe a que éste cumple una función articuladora de las relaciones sociales alienantes con las relaciones de sentido de pertenencia al grupo en situación de calle. La capacidad articuladora se reconoce como tal, cuando la persona en situación de calle descubre que su grupo, por lo tanto sus pares, otorgan nuevas posibilidades en las formas de poder relacionarse consigo mismo y los demás; circunscribiendo estas nuevas formas de relación en un situación “concreta y ante una audiencia determinada” (Gergen, 2006b) que se traducen en la creación de un sentido de pertenencia al grupo en situación de calle. Una segunda razón que explica la interrelación del manto protector con la capacidad autorecursiva del sí-mismo relacional, se expresa en que el manto protector le subyace un tipo de lenguaje común con “asuntos humanos” (Gergen, 2006b) comunes. Hay que recordar que uno de los supuestos que permiten hacer una ciencia del construccionismo social, Gergen (2006b) refiere ante esto que “la significación del lenguaje en los asuntos humanos se deriva del modo como funciona dentro de pautas de relación.” (p.76). Tomando en cuenta la cita anterior, el manto 91


protector es un fenómeno que se construye a través de la búsqueda de formas de relación inclusivas entre pares que se encuentran bajo un mismo fenómeno de doble exclusión social, pero que además, poseen “juegos de lenguajes” compartidos, que se expresan en prácticas lingüísticas guiadas por el sentido de pertenencia grupal y la validación del sí-mismo de cada par en situación de calle que pertenece al grupo en cuestión. Así, el manto protector es posible compararlo a un nodo de significados, experiencias e historias comunes de las personas en situación de calle, en donde la confluencia de dichas partes permiten impulsarlas a nuevas posibilidades de resignificación, por lo tanto, de relación. Es por esta misma razón, que el grupo actúa como manto protector, y las pautas de relación y de significados que emergen en dicho grupo son sustancialmente contrarias a las que una persona en situación de calle había generado con sus antiguos grupos de pertenencia. El grupo - reflejado en la función de manto protector - abre posibilidades de que la persona en situación de calle pueda acceder a nuevas formas de relación, como mecanismos adaptativos que le permiten continuar construyendo un sí-mismo relacional, de alguna forma u otra, que se encuentre adaptado a las relaciones sociales que son propiamente humanas. Para poder comprender el fenómeno del manto protector a cabalidad, y por lo tanto, contestar de manera complementaria los objetivos centrales y específicos de la investigación, es necesaria la alusión de las lecturas interaccionistas simbólicas de autores como Beck, (1998); Robles, (2005); Berger & Luckmann, (1991); Mead, (1975), que son aproximaciones teóricas que dialogan cercanamente con el construccionismo social. En primer lugar, Beck, (1998) describe que existen dos formas de construcción de la identidad en la relación simbiótica de individuo/sociedad. Una de ellas es la individuación, que se define como una construcción identitaria a partir de una condición de exclusión masificada, donde los soportes institucionales se encuentran desregulados. Por lo tanto, las garantías sociales y los núcleos primarios de apoyo se disuelven o prácticamente no existen, desembocando a que el individuo se relacione en grupos que se encuentran bajo esta misma lógica, y que a la vez, busque redes de apoyo que se basen principalmente en la solidaridad como mecanismo de adaptación a las viscitudes de los procesos sociales (Beck, 1998). Asimismo, y en consonancia con lo anterior, para Mead, (1975) “individuación no puede representarse como autorrealización de un sujeto autónomo efectuada en soledad y libertad, sino 92


como proceso lingüísticamente mediado por la socialización y simultánea constitución de una biografía consciente de sí misma (p. 140)”. A partir de lo anterior, es fundamental considerar como el manto protector es un fenómeno que precisa para su existencia, encontrarse lingüísticamente mediado por procesos de socialización, por lo que la presencia de otro pasa a ser obligatoriedad, debido a que es en éste fenómeno donde el lenguaje o las prácticas lingüísticas otorgan capacidad de significado y de generación de nuevas formas de consciencia autobiográfica en las personas en situación de calle. Al hablar de nuevas formas de consciencia autobiográficas, desde el construccionismo social, es equivalente a decir que existen nuevas formas de relación que permiten que la persona en situación de calle reelabore sus historias de vida, por lo tanto, sus posibilidades autonarrativas. Es necesario a la vez resaltar, que para la existencia de un proceso de configuración identitaria del tipo individuación, para Beck, (1998) es necesario que la relación individuo-sociedad se encuentre bajo una lógica de exclusión y desregulación de los soportes institucionales primarios (familia) y secundarios (trabajo). No obstante, una relectura desde el construccionismo social, permite sobreponerse al carácter categorial y determinista del concepto, al considerar que las personas en situación de calle se relacionan desde la solidaridad como uno de los significados o referentes grupales principales para la creación de un sentido de pertenencia grupal. Pero ello solo es posible desde el construccionismo social, en la capacidad del sí-mismo relacional de asociar dichas experiencias en un contexto o audiencia común, junto a prácticas lingüísticas comunes que emergen a partir de los propios relatos de vidas de los participantes (Gergen, 2006b). Asimismo, dada la necesaria existencia del grupo, el manto protector pasaría a ser una de

las formas de estabilización del fenómeno de exclusión social, entendiéndose

estabilización desde la mirada de Robles, (2005) como “la capacidad de las personas a poder adaptarse ante situaciones de exclusión masificada” (p.7), por lo que el manto protector constituye, en parte, la forma de inclusión alternativa de los grupos en situación de calle, pero que se encuentra sustraída y desregulada de los sistemas funcionales y de las redes de apoyo, los cuales en primera instancia debían operar bajo una lógica de la inclusión social. El manto protector grupal permite responder a la pregunta de investigación debido a que es un fenómeno articulador de dos formas de relación que prevalecen en dos tipos de construcción identitaria. Además, juega un rol esencial en las formas de ejecución alternativa e inclusiva de las 93


formas de relacionarse de las personas en situación de calle. A través del manto protector surgen nuevas formas de relacionarse en el nuevo grupo de pertenencia, lo cual conlleva necesariamente la conformación de un nuevo sí-mismo relacional, donde las relaciones grupales basadas en el reconocimiento y validación particular pasan a tomar un valor esencial en la forma de relacionarse y comunicarse entre los pares en situación de calle. Al mismo tiempo, las pautas de relación basadas en la validación y reconocimiento del modo de ser de la persona en situación de calle se transforman en mecanismos adaptativos de interacción que promueven la construcción, vinculación y mantenimiento de un nuevo sentido de pertenencia. Al considerar esta hipótesis, se subraya el esencial énfasis que han de adoptar las instituciones al momento de generar políticas sociales de inclusión, debido a que desde la muestra en particular, las medidas de inclusión deberían ser orientadas a intervenciones que comprendan el sentido grupal de las personas en situación de calle como sistema inter-dependiente entre sí, en donde las influencias de grupo se posicionan en un pedestal mayor por sobre acciones o decisiones orientadas a fines meramente individuales. De igual forma, es posible constatar en base a lo planteado, que el manto protector es un fenómeno determinante y fundamental en la cohesión, mantención y funcionamiento de las formas de relación de los individuos hacia su grupo, lo que conllevaría a ser una posible hipótesis respecto al por qué siguen manteniéndose en situación de calle a pesar de tener, en ciertos casos, las posibilidades de reinsertarse a sus redes de influencia. Simultáneamente, el manto protector grupal es capaz de generar redes de inclusión atípicas bajo un fenómeno de exclusión social, siendo significados los grupos de pertenencia bajo atribuciones positivas y validadoras del modo de ser entre los pares en situación de calle. En cambio, los antiguos grupos de pertenencia, entiéndase: familiares, amigos, comunidades a las que pertenecían, como también, instituciones sociales, pasen a significar para ellos desde un sentido peyorativo o negativo, con los cuales se encuentran en constante confrontación con sus modos de ser. Lo esbozado abre una discusión necesaria y contingente, en cuanto al foco de intervención por parte de las políticas y programas sociales que buscan incluir a grupos vulnerables socialmente. Puesto que principalmente el grupo de pertenencia es un fenómeno determinante en la construcción de la identidad de la persona en situación de calle, la óptica de intervención tiene que ser dirigida por medio de mecanismos de inclusión capaces de dialogar entre las posibilidades y acciones individuales, sin dejar de lado el contexto grupal en donde el individuo está inserto. Es de suma

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importancia, por lo tanto, abrir posibilidades de intervención no sólo desde una visión individualaislada, más bien al contrario, las posibilidades de intervención han de ser desarrolladas a través de programas sociales que busquen trabajar con las identidades e idiosincrasias grupales como elementos facilitadores del cambio. A lo largo del estudio se pudo dar cuenta que la construcción de la identidad de las personas en situación de calle, se expresa por medio de distintos tipos de identidades, que para Gergen, (2006b) se podrían denominar “selfs-fragmentados”; en donde convergen experiencias, relatos e interacciones comunes entre los pares en situación de calle, dado que la emergencia de la identidad, entendida a partir del sí-mismo relacional, sólo puede ser comprendida a partir de la multiplicidad de contextos y formas de inter-relacionarse en la cual las personas en situación de calle se desenvuelven. No obstante, los contextos sociales pueden pasar a adoptar un rol determinante, si se considera la doble exclusión social como un fenómeno que trae consigo ciertas formas de relación alienantes en los grupos que se encuentran en dicha condición. Sin embargo, los tipos de construcción de la identidad de las personas de la situación de calle - por lo tanto, también de sus formas de relacionarse - se resignifican y se reelaboran a partir del manto protector como fenómeno grupal emergente capaz de constituir redes de inclusión alternativas en un contexto de doble exclusión social. De igual manera, el manto protector abre posibilidades de nuevas formas de relación que son necesarias en cada persona en situación de calle, puesto que necesitan sobreponerse a formas de relación alienantes que en una primera instancia supondrían la determinación de su identidad, pero que en una segunda instancia, se ve superada por la integración de múltiples identidades en un sí mismo relacional capaz de explorar, asociar y desplegar nuevas formas de relación que facilitan que cada uno de las individuos sean capaces de resignificar su forma de entenderse y de relacionarse con uno mismo y el mundo en un sentido de co-necesariedad. De hecho, los grupos de pertenencia a situación de calle pasan a representar los contextos particulares de inter-relación generadores de prácticas lingüísticas comunes que influyen en la construcción de la identidad. Este tipo de prácticas se ven afianzadas en la construcción de un sentido de pertenencia grupal, dado que se les son atribuidas significados positivos, tales como solidaridad, apoyo, igualdad de trato, confianza, reconocimiento y validación de la persona; atribuciones que no podían ser reconocidas en los grupos primarios familiares ni en las otras esferas sociales normadas, ya que estos últimos emitían un lenguaje de atribuciones por sobre el de uno de

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relaciones. Las relaciones con los grupos de pertenencia pasan a ser sustantivas en la construcción de la identidad, ya que sus pautas interaccionales resultan ser una posibilidad de resignificar los referentes y atribuciones sociales precedentes de las personas en situación de calle, como a la vez, un contexto de validación y reconocimiento social. Dicho conjunto de interacciones y significados, más el contexto de doble exclusión social, gatilla la emergencia del manto protector como articulador de una especie de dos identidades que en una primera instancia parecen irreconciliables. Sin embargo, la lógica de inclusión alternativa – función que desempeña el manto protector grupal – permite la integración, articulación y consecutiva adaptación de las personas en situación de calle por medio de un estrecho sentido de pertenencia con sus pares grupales. Limitaciones del estudio Como se ha visto es posible concluir que una parte fundamental del proceso de construcción identitario de las personas en situación de calle se conforma en base a las inter-relaciones grupales, sin embargo a partir de la exposición de ciertas limitantes en el estudio se nos hace posible reflexionar e interrogarnos por ciertos vacíos de conocimiento que deja la investigación, pero que necesariamente incentivan a la búsqueda de una comprensión más integral del fenómeno de construcción identitario, y que a la vez, acentúa su importancia en seguir investigándolo, sobre todo en grupos que se encuentran socialmente excluidos y vulnerados. Una primera limitante puede ser referida respecto a cómo los referentes e interacciones sociales pasan a ser significados por los participantes de modo polarizado en comparación con sus referentes e interacciones de grupo. Esto implica, que puede suponer un sesgo el afianzamiento a un grupo de pertenencia, motivado aún más por un posible sobre-identificación con sus pares y el grupo en sí. Ello abre la posibilidad de investigar sobre qué características positivas o acreditadoras poseen las instituciones y grupos primarios familiares en cuanto a la construcción de la identidad de las personas en situación de calle, como también, qué posibles características negativas se podrían encontrar en los grupos de pertenencia. En esta muestra, que de por sí no es generalizable a la población total de personas en situación de calle de la ciudad de Santiago de Chile, como del país entero, el investigador se encuentra en que la forma en cómo narran sus relatos de vida las personas en situación de calle, se encuentran parcializadas, o sea, existe una evidente escisión o fractura entre la sociedad y los grupos en situación de calle, lo que podría evidenciar como

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anteriormente se señala, una sobrevaloración de los grupos de pertenencia y una subestimación del resto de los grupos sociales. Dicha condición conlleva a que emerja una hipótesis que sea capaz de dialogar entre ambas visiones del fenómeno de estudio, y que además sea posible indagar en futuras investigaciones. Así, si se concede un velo de ignorancia a las capacidades de inclusión de los sistemas sociales normados, podría considerarse que exista otro(s) posible(s) fenómeno(s) que mantengan la exclusión social en la personas en situación de calle. Uno de ellos sería la sobre-identificación con los grupos de pertenencia como un fenómeno que mantiene la exclusión social y que no permite la posibilidad de asimilar formas de inclusión social normadas. Un último limitante respecto al presente estudio, recae justamente en el hermetismo posible que se pueda encontrar en los grupos en situación de calle, dada la desconfianza y desvaloración latente que existe frente a la sociedad como tal. Asimismo, el abuso de drogas y alcohol son formas de comportamiento naturalizadas por los pares en situación de calle, lo que podría implicar resistencia a la rehabilitación. Esto podría conllevar a que se refuercen dicho tipo de conductas, o al momento de no realizarlas, se recrimine la ausencia de ésta por parte del grupo. En todo caso, frente a esto, se denota la necesaria consideración del grupo como fuente posibilitadora – o no – del cambio que se busca generar, al considerar además que son las únicas redes de apoyo o de influencia que poseen las personas en situación de calle.

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IX.

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