Eduardo Urzaiz IV

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Lic. Rolando Rodrigo Zapata Bello.

Gobernador Constitucional del Estado de Yucatán

Dr. Raúl Humberto Godoy Montañez

Secretario de Investigación, Innovación y Educación Superior

Dr. José Jesús Williams

Rector de la Universidad Autónoma de Yucatán

Coordinación editorial de la Colección Pilares de la Ciencia

Doctor Carlos E. Bojórquez Urzaiz y M en C José Luis Domínguez Castro


Eduardo Urzais Rodríguez por los caminos de la psiquiatría y otros saberes Carlos E. Bojórquez Urzaiz

Colección: Pilares de la Ciencia


Índice Exordio Presentación Eduardo Urzaiz Rodríguez, una vida consagrada al conocimiento y la educación Por los caminos de la psiquiatría El Desequilibrio Mental. Tesis profesional presentada ante la Facultad de Medicina y Cirugía de Yucatán. 1902 por Eduardo Urzais Recuerdos familiares

Exordio Pilares de la Ciencia es una colección de fascículos destinados a reconocer la obra de aquellas figuras imprescindibles de la ciencia, cuyas aportaciones, situadas en diferentes épocas y circunstancias, sirvieron de cimiento para la formación de instituciones investigativas, encabezadas por la Universidad Autónoma de Yucatán, y abrieron paso a la llegada e inauguración de importantes centros de investigación nacionales e internacionales, así como de universidades prestigiadas. Al mismo tiempo, estos cuadernos son un recorrido por una especie de galería donde el rostro y las obras de los científicos se mostrarán a las generaciones que se inician en la vida universitaria, con el propósito de acercarlos a la trayectoria, en ocasiones difícil por la época que les tocó vivir, de quienes sentaron las bases de la ciencia y la educación superior en el estado de Yucatán. Sin duda, su lectura será una experiencia que permitirá conocer el largo camino que se ha tenido que recorrer, antes de hacer de nuestro estado el lugar propicio donde confluyen centros de investigación y universidades, conformando un ventajoso ecosistema, que traducido en políticas públicas, a cargo del gobierno que preside el abogado Rolando Zapata Bello, impulsan el bienestar de la mayoría de los ciudadanos con base en el desarrollo científico y la innovación tecnológica y humana. Si conseguimos provocar en los lectores interés en el estudio de la vida y obra de esta pléyade de talentos, a quienes con justicia denominamos Pilares de la Ciencia, nos sentiremos satisfechos ya que seguramente su ejemplo atraerá a la juventud en su afán por indagar asuntos capaces de enriquecer los caudales del conocimiento y la práctica científica. Dr. Raúl Humberto Godoy Montañez Secretario de Investigación, Innovación y Educación Superior


Colección: Pilares de la Ciencia

Colección: Pilares de la Ciencia Presentación Las páginas que incluye este fascículo están destinadas a repasar algunos momentos culminantes de la dilatada trayectoria del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, primer Rector del Alma Mater y uno de los ginecólogos y psiquiatras más innovadores que sirvió a Yucatán hasta el último día de su vida, a pesar de haber nacido en Guanabacoa, Cuba. Sin duda, un Pilar de la Ciencia que sentó las bases para la enseñanza e investigación del siglo XX cuyos logros en el ámbito universitario y profesional, armonizados con su pasión por las letras y la pintura hicieron de Urzaiz Rodríguez una figura indispensable para integrar con sentido lógico e histórico los cuadernos comprendidos en esta colección. Dividido en cuatro partes, el modesto trabajo que ponemos en sus manos inicia con un recorrido por su vida académica y universitaria, añade un recuento de sus contribuciones fundacionales en el campo de la psiquiatría, con la novedad de publicar una copia de la tesis con la que obtuvo en título de Doctor en Medicina en 1902, para cerrar con una aparato de testimonios de dos nietas del Dr. Urzaiz, que muestran al ser humano de cuerpo entero y algunos retratos de época. Por su valiosa colaboración facilitándome documentos, fotos familiares y comentarios respecto a sus vivencias con Eduardo Urzaiz Rodríguez, expreso mi enorme gratitud a mis primas Beatriz Villamil Urzaiz, Rosa Beatriz Loria Urzaiz, María Cristina Urzaiz Lares y a mi sobrina Rosa Beatriz Ponce Loria. Seguramente si efectuáramos más tertulias como las que sostuvimos para integrar este fascículo, podríamos publicar un sugerente tomo de memorias familiares a propósito del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez. Carlos E. Bojórquez Urzaiz

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Eduardo Urzaiz Rodríguez, una vida consagrada al conocimiento y la educación

de pedagogía, retórica y elementos de ciencias, visto que, según parece, Urzaiz Rodríguez descubrió que

Pocas figuras influyeron tanto en la historia de la ciencia, la cultura y las artes de Yucatán como el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, desde finales del siglo XIX hasta su fallecimiento, acaecido el 16 de febrero de 1955. Médico con dos especialidades, ginecología y psiquiatría, en las que se mantuvo siempre a la vanguardia, sin restarle atributos a sus labores de educador, cultivadas toda la vida, historiador y pintor de altos vuelos, rector fundador de la que actualmente es la Universidad Autónoma de Yucatán, que con su característico aire bohemio y cierto descuido en el vestido, brilló como la persona más sencilla y bondadosa de que se tenga memoria, según confiesan los que tuvieron el privilegio de conocerlo. Cubano nacido en Guanabacoa el 29 de marzo de 1876, alcanzó tierras yucatecas en junio de 1890 acompañado de su padre Fernando Urzaiz Arritola, poeta independentista que buscaba las libertades que España regateaba en su patria, adelantándose al arribo de su madre, Gertrudis Rodríguez Ramírez y el resto de sus hermanos, que llegaron tres meses más tarde de La Habana. Se avecinó en Mérida con la ventaja de poseer un respetable dominio de la literatura, con inclusión de elementos de filosofía y habilidades para lectura en francés e inglés, a pesar no haber cursado una instrucción escolarizada durante sus primeros catorce años de vida en Cuba. Esas sólidas bases, adquiridas bajo la tutoría de sus padres, ayudaron a que se ubicara en un aventajado nivel, excepto en matemáticas, en el Instituto Literario, a cuyas aulas ingresó por sugerencia de don Eligio Ancona, en ese entonces Presidente del Consejo de Instrucción Pública, con quien trabó amistad su padre. Después de realizar estudios primarios y preparatorios en el Instituto, complementó su formación en la Escuela Normal durante un año más y se gradúo de Profesor de Enseñanza Elemental y Superior en el año de 1894. Bien pronto inició su labor como educador en una escuela nocturna, pasando más tarde al colegio de varones del Barrio de La Mejorada, en cuyos salones de clase fue descubriendo problemas relacionados con algunos temas educativos y de salud que más tarde guiarán su vocación universitaria y sus afanes investigativos en esferas del conocimiento que consideró definitivas. Se inscribió en la Facultad de Medicina y Cirugía en septiembre de 1897, época en la que además fue nombrado profesor de cuarto grado de primaria en el Instituto Literario, donde se desempeñó durante dos años, ya que al iniciar el tercero de la carrera, su labor docente se contraponía con las horas que necesitaba dedicarle al aprendizaje clínico en el Hospital O´Horán. Sin embargo, por duro que resultara el esfuerzo, aceptó la responsabilidad de continuar como mentor del Instituto, ofreciendo cursos especiales

la enseñanza lo colocaba de cara a una realidad desde la que podía formular problemas de investigación junto con sus estudiantes, e incluso le permitía bosquejar hipótesis en apuntes que iba ordenando hasta conformar pequeños tratados. De ahí que si se hace una revisión de las obras del Dr. Eduardo Urzaiz, se encontrarán varios títulos que no son sino libros de texto escritos en respuesta a la escasa bibliografía que prevalecía para algunas materias, lo que hizo que respondiera a las preguntas que surgían en las aulas, investigando y escribiendo puntos de vista que ayudaban a los estudiantes en su formación profesional. Publicaciones como Nociones de Antropología Pedagógica, Conferencias sobre Sociología, o Conferencias sobre Biología, son ejemplo de la extensa producción de tratados que el Dr. Urzaiz destinó a la enseñanza. Conviene recalcar que antes de iniciar su formación en el campo de la medicina, durante su etapa de estudiante en el Instituto Literario, Urzaiz Rodríguez frecuentaba a determinados profesores que lo guiaron en el estudio de varias teorías filosóficas, en particular del positivismo de Herbert Spencer, encabezados por Manuel Sales Cepeda, en sus célebres tertulias de la Plaza Grande, José Antonio Cisneros Cámara, los cubanos Rodolfo Menéndez de la Peña, a quien considero siempre su maestro, y Félix Ramos y Duarte. En este sentido, es probable que el caudal de conocimientos atesorados por el joven Urzaiz, además de la tutoría de sus maestros en la Facultad, como los doctores Francisco Losa y Luis Augusto Molina Solís, entre los de más grata memoria, hayan intervenido en la elección del tema de su tesis para obtener el título de Doctor en Medicina, denominada: El desequilibrio mental. Concluida su elaboración la presentó los días 13, 14 y 15 de noviembre de 1902, ante un sínodo integrado por los doctores Maximiliano Canto Méndez, Gustavo Vega y Loyo, Gabriel Trava Rendón, Arturo Erosa Casares y Francisco Losa, director de la Facultad quien presidió las pruebas correspondientes. Como veremos en el siguiente apartado, en su tesis-reproducida en la presente publicación-Urzaiz Rodríguez formuló una serie de interrogantes que trató de responder a lo largo de su prolongado camino profesional a través de los conocimientos de psiquiatría y ginecología adquiridos en Mérida y Nueva York, y más tarde mediante la práctica profesional y la realización de investigaciones históricas, obras literarias y pictóricas que daban cuenta de las complejidades del ser humano. El camino para estudiar psiquiatría en los Estados Unidos fue abierto con la llave de los conocimientos y vocación que demostró en el tratamiento de los problemas abordados en su tesis, cuyas explicaciones se relacionaban con el interés expresado por el gobernador porfirista Olegario Molina Solís por el mejoramiento de los servicios médicos en Yucatán, al amparo del auge henequenero, tratando de compensar las severas carencias del Hospital O´Horan y construyendo el asilo para enfermos mentales Leandro León Ayala. Ante

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la falta de médicos facultados para atender este asilo, Eduardo Urzaiz Rodríguez fue escogido para ir a estudiar a Nueva York, pensionado por el gobierno yucateco, después de haber contraído nupcias con María Rosa Jiménez Barceló el 20 de julio de 1903. Con poco más de tres años de ejercer su profesión en Izamal, donde destacó por su pericia en la atención del parto, viajó a la Urbe de Hierro en mayo de 1906, acompañado de su esposa y de sus pequeños hijos Fernando y María. La estancia del Dr. Urzaiz en Nueva York, donde nació su hijo Eduardo, el 6 de diciembre de 1906, fue decisiva para su formación científica, y la aprovechó en todo lo que pudo, ya que además de consagrarse al estudio de la psiquiatría, por las noches se dedicó a instruirse en lo más adelantado de la obstetricia, resultado que a su regreso a la ciudad de Mérida se ocupará del recién inaugurado asilo Leandro León Ayala, a donde acudirán numerosos médicos en búsqueda de las novedades científicas que en materia de psiquiatría había traído, y para enterarse de lo que aprendió como tocólogo, especialidad que con el paso del tiempo obtuvo una merecida autoridad profesional en esferas nacionales e internacionales. Para entonces la figura del Dr. Urzaiz comenzó a destacar en los ámbitos de la enseñanza, que como anticipamos, supo combinar bien con la psiquiatría, la ginecología e incluso con la creación literaria y la pintura, relacionando esas ocupaciones con su militancia en el Partido Socialista. Durante su intervención en el Congreso Pedagógico de 1915, organizado por el Gobierno del Gral. Salvador Alvarado, entre los días 11 y 15 de septiembre, sostuvo la conveniencia de la educación mixta, y en su momento fue notable la labor que como Director de la Normal de Varones desempeñó. Por lo demás, después de los acuerdos a favor de la educación mixta, surgidos en el Congreso Pedagógico, por decreto del Gral. Alvarado de diciembre 22 de 1915, se fusionaron los colegios de profesores de mujeres y hombres en un sólo plantel que fue la Escuela Normal Mixta de la que se hizo cargo Eduardo Urzaiz Rodríguez en 1917. Por otra parte, en enero de 1916 se constituyó El Ateneo Peninsular, un espacio para la cultura y las ciencias inaugurado por Salvador Alvarado, a iniciativa de Calixto Maldonado, Manuel Sales Cepeda, Filiberto Bartolomé, José del Pozo y Eduardo Urzaiz, que tuvo como propósito establecer una institución que diera cabida a las personas que pudieran aportar trabajos en las letras, las artes y las ciencias. El Dr. Urzaiz fue Vicepresidente del Comité Directivo y tuvo a su cargo la Sección de Pedagogía. La velada inaugural del Ateneo se efectúo en el Teatro José Peón Contreras las noche del 6 de enero de dicho año, y fue memorable no sólo por el programa artístico preparado para el caso, sino porque el Gral. Alvarado acompañó a la directiva a presidir el inicio de sus trabajos. El brillo que en corto tiempo consiguió el Ateneo Peninsular, seguramente ocasionó que durante el propio

año de 1916 se fundara la Escuela de Bellas Artes del Estado, donde el Dr. Urzaiz, a quien se considera “el discípulo más fiel” del pintor Juan Gamboa Guzmán, figuró en la planta de profesores, acompañando a varios artistas procedentes de la Ciudad de México. Aquellos intensos momentos de su vida científica y literaria no lo excusaban de sus deberes como revolucionario, de modo que cuando se reorganizó el Partido Socialista, después de promulgarse la Constitución de 1917, tomó parte en las votaciones en las que resultó electo presidente de dicha agrupación política don Felipe Carrillo Puerto. Sin embargo, las elecciones para renovar la legislatura local de 1919 no pudieron efectuarse debido al golpe militar que encabezó el Coronel Isaías Zamarripa, quien organizó una feroz persecución contra los socialistas e incendió la Liga Central de Resistencia. Zamarripa detuvo a Felipe Carrillo Puerto y lo expulsó del estado. En tales circunstancias el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez fue interrogado y no vaciló en declarar: “No recuerdo la fecha exacta en que empecé a asistir a las reuniones de la Liga Central, pero ello fue algún tiempo antes de que dicha Liga fuera disuelta por las bayonetas de Zamarripa…Para mí el Partido Socialista de Yucatán no tiene otro jefe que Felipe Carrillo Puerto…” El 14 de julio de 1919 terminó de escribir su libro, Eugenia (Esbozo novelesco de costumbres futuras) fecha que se considera importante en el trazo de su brillo intelectual, ya que esta espléndida obra no es sino una exégesis que contribuye a explicar la utopía futurista en relación con los acontecimientos narrados, como resultado de preocupaciones sociales de su época y sus convicciones políticas socialistas. En la actualidad, esta obra precursora de la literatura de ciencia ficción en Latinoamérica, continúa siendo objeto de numerosos estudios. Durante el interinato de Manuel Berzunza que precedió la toma de protesta del gobernador electo Felipe Carrillo Puerto, el Dr. Eduardo Urzaiz ocupó el cargo de Director del Departamento de Educación, razón por lo cual durante la visita que efectuó a Yucatán el Ministro de Educación José Vasconcelos, se ocupó de darle cauce a las gestiones y acuerdos entre los Gobiernos Federal y Estatal, con vistas a fundar la Universidad Nacional del Sureste, actual Universidad Autónoma de Yucatán. Y al firmarse el Decreto para su creación, el 25 de febrero de 1922, en su Artículo VI Carrillo Puerto dispuso nombrar rector y directores de Escuelas y Facultades por única vez, en tanto se establecían las prácticas y normas internas universitarias que permitieran hacerlo de manera independiente. El Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez fue designado Rector y se encargó de la organización académica y administrativa de la Universidad. Para ocupar su nuevo cargo e iniciar labores el primero de marzo del mismo año de 1922, se separó del Departamento de Educación y dedicó su tiempo e inspiración a esta importunísima responsabilidad.En armonía con el gobierno socialista de Felipe Carrillo Puerto, el Dr. Urzaiz

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se desempeñó como Rector del mes de marzo de 1922 al 3 de enero de 1924, fecha en que fue acribillado cobardemente el Gran Motuleño, por las fuerzas de la reacción, que colocaron al Dr. Lázaro Barrera Puerto en la Rectoría. Después de mantenerse en silencio, prácticamente sin vida pública, ofreciendo consultas médicas a domicilio, por el riesgo que entrañaba haber sido colaborador cercano de don Felipe Carrillo Puerto, al reinstalarse el régimen de derecho y ocupar la gubernatura José María Iturralde Traconis, en abril de 1924 regresó a la Rectoría hasta 1926, año en el que fue relevado del cargo. A partir de la inauguración de la Universidad se abrió paso a diversos campos del conocimiento y por fin se contó con el estudio consecuente de profesiones en un ámbito universitario moderno, dando los primeros pasos a una enseñanza que contemplaba la investigación científica, con la figura prominente del Dr. Urzaiz Rodríguez como mentor de ese trascendente proyecto que fue dejando huella en los diversos ámbitos profesionales y artísticos de su dominio, que ante la imposibilidad de abarcarlos todos en este trabajo, nos centraremos en algunos aspectos de su actuación en la psiquiatría, cuyas bases son los pilares sobre los que se erigen los modernos estudios e investigaciones de las ciencias de la conducta humana, incluidas la propia psiquiatría, la psicología, la pedagogía y la antropología. Debe recalcarse, en suma, el carácter fundacional que en esta etapa alcanzaron las acciones impulsadas por el Rector Urzaiz Rodríguez, entre las que se deben destacar: la nueva orientación en los contenidos educativos de la Escuela de Jurisprudencia, la creación de la Escuela de Medicina Homeopática y la Facultad de Química y Farmacia, desligada de la Facultad de Medicina. Asimismo en necesario mencionar la fundación de la Escuela de Odontología, adjunta a la de Medicina y la diversificación de la Escuela de Ingeniería, incluyendo salidas profesionales en Ingenierías Topográfica, Mecánica Industrial, Arquitectura y Construcción. Asimismo se establecieron los Cursos Libres de Comercio, con buena aceptación entre el sector dedicado al ramo mercantil, a pesar de que esta materia no se ofrecía aún como profesión. Uno de los frutos más trascendentes avivado por el primer Rector fue la publicación del Boletín de la Universidad Nacional del Sureste, que desde el primer número, correspondiente al mes de marzo de 1922, abrió sus páginas a investigaciones y reflexiones tratando de relacionar a los universitarios yucatecos con el entorno profesional local, nacional y extranjero. A lo largo de las ediciones del Boletín publicadas entre 1922 y 1925, el doctor Urzaiz que fue uno de sus más activos colaboradores, sacó a la luz 16 artículos de indiscutible calidad científica y pulcritud literaria. Al ser relevado de la Rectoría en 1926, el Dr. Eduardo Urzaiz fue nombrado Jefe Superior de Sanidad del Estado por el Gobernador. Álvaro Torre Díaz, además de continuar como docente en la Escuela Normal y en la Facultad de Medicina. Precisamente durante esas fechas su vocación de maestro en obstetricia comenzó a repuntar al hacerse cargo también de la dirección del Servicio de Maternidad del Hospital O´Horan, pues desde un

principio hizo sentir la inventiva que mostraba como ginecólogo, “… con la mente siempre puesta en el futuro…” Antes de aquel año, la Sala de Obstetricia era un área restringida para los practicantes de medicina por lo que se requería gozar de alguna influencia para presenciar un parto normal. Esta barrera sufrida por los alumnos la había comenzado a derribar poco tiempo antes el Dr. Luis Urzaiz Rodríguez, hermano suyo, por lo que al hacerse cargo de la dirección de la Maternidad consiguió que los practicantes de último grado tuvieran a su alcance las operaciones obstétricas, aun las más riesgosas, y no sólo para presenciarlas sino que ayudaban a ejecutarlas bajo la tutoría de su maestro. Se asegura que bajo “… su original sistema de enseñanza en el que el alumno veía recompensados sus esfuerzos y exacerbada su responsabilidad, las antiguas prácticas fueron evolucionado…En el mismo año de 1926 puso el bisturí en manos de los practicantes y éstos pudieron realizar con buen éxito la operación cesárea que poco antes se consideraba reservada a los cirujanos consagrados…” Los adelantos que en el campo de la ginecología obtuvo el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, fueron descritos por su hijo el Dr. Carlos Urzaiz Jiménez en la obra, La operación cesárea en Yucatán, y si bien los pormenores del tema pudieran exceder los propósitos de este fascículo, orientado a destacar sus contribuciones en la psiquiatría, es preciso registrar algunos hitos que dan cuenta del papel que tuvo como tocólogo este ilustre galeno cubano. Digamos, en primer lugar, que su consagración a la obstetricia no fue una práctica a la que se dedicó “preferentemente en sus años otoñales,” como se insinuó alguna vez, observando que su consagración a la ginecológica la llevó a efecto sin menos cabo de su entrega a la psiquiatría, a la docencia, la pintura y la literatura. Lo cierto es que desde su arribo de Nueva York, y aún antes, siempre estuvo a la vanguardia del conocimiento y contribuyó como pocos a través de la obstetricia a dar vida a criaturas y salvar mujeres durante el parto, descartando el uso de los fórceps y promoviendo la práctica de una obstetricia fundamentalmente quirúrgica que a través de la cesárea ayudó a resolver casi todas las variedades de distocia. Precisamente una temprana infección ocular contraída durante una auscultación ginecológica le ocasionó la pérdida del ojo izquierdo, tal como lo dio a conocer la prensa el 16 de marzo de1912, informando que el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez se encontraba enfermo de una inflamación en los ojos, y que los facultativos que lo asistían no hacían buen pronóstico de la enfermedad. El 21 de mimo mes y año, se dio la dolorosa noticia donde se señaló que este “…ilustre galeno que desde hace días venía sufriendo una dolorosa enfermedad en los ojos tuvo en la tarde del martes la desgracia de perder uno de ellos.” Pero no bien habían transcurrido dos meses, o quizás menos, cuando el doctor Urzaiz anunciaba de nuevo sus servicios de atención a partos y enfermedades de los nervios en su domicilio situado en la calle 68 número 507 de la ciudad de Mérida. Fue por estas razones que con el paso del tiempo algunos de “…sus más grandes afanes los consagró a la

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defensa y propagación de la operación cesárea como arma de primer orden en la terapéutica obstétrica…” yendo más allá de la teoría expuesta en la cátedra o en sus numerosas publicaciones, contribuyendo a perfeccionar sistemáticamente la práctica de dicha intervención quirúrgica. Acaso los dos trabajos que mejor reflejan el carácter innovador de sus propuestas obstétricas, como sucesor de ideas nuevas, no sólo en Yucatán sino en la República y América Latina, son: “El Porvenir de la Obstetricia y La nueva orientación de la Obstetricia, de carácter puramente científico, y en un folleto que editó personalmente, dedicado al público, a quien también era preciso convencer, y en el que, con el nombre de Vidas Tronchadas, dio a conocer de forma anecdótica, impresionantes dramas de la practica obstétrica de ayer. Este folleto tenía como finalidad principal borrar del espíritu profano el terror pánico que la cesárea inspiraba.” De gran relevancia resultó su trabajo, La técnica de elección en la cesárea baja transperitoneal (con referencia a la técnica de Kerr- De Rezende) presentado durante la Séptima Asamblea Nacional de Cirujanos celebrada en la Ciudad de México en noviembre de 1946. La disertación del Dr. Urzaiz resultó novedosa porque muy pocos habían practicado este tipo de intervención y no se había publicado ningún texto sobre el tema en México. Poco más tarde, honrando sus aportes con éste y otros trabajos investigativos, fue nombrado Miembro Honorario de la Asociación Mexicana de Ginecología y Obstetricia. Algo parecido ocurrió en su Cuba natal cuando en 1952 presentó el trabajo: Inserción baja de placenta. Actualización de su tratamiento, presentado en La Habana durante la Tercera Reunión de Obstetras y Ginecólogos Cubanos, que por su avanzada proyección académica lo hizo merecer el nombramiento de Miembro Honorario de ese cuerpo colegiado de Cuba. Aparte de ser reconocido como innovador en el campo de la ginecología en Chile, desde 1948 comenzó a figurar en el cuerpo de redactores de la prestigiada revista, Obstetricia y Ginecología Latino-Americanas a lado de los más destacados maestros de la especialidad en América. En las páginas de esta `publicación vieron la luz sus más connotados estudios científicos, y como corolario de su proyección internacional en el año de 1949 fue designado Socio Correspondiente de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Argentina. En el estado procuró la superación científica de los obstetras y en el año de 1947 organizó la Sociedad Yucateca de Obstetricia y Ginecología, con los doctores Fernando Narváez Aguilar y Manuel Espinosa Sierra. Urzaiz Rodríguez resultó electo primer presidente de esta agrupación, y en 1950 repitió tres años más en el cargo. Su hijo Carlos Urzaiz Jiménez, subrayó que entre 1947 y 1953 escribió múltiples artículos con los que se dio a conocer internacionalmente como ginecólogo de gran prestigio Por lo demás, resulta evidente que la extensa trayectoria del Dr. Eduardo Urzaiz le valió reconocimientos académicos sin paralelo en Yucatán, e incluso lo hicieron merecedor de posiciones de importancia en el servicio

público, tanto en el ámbito de la salud como en el de la educación. Sin embargo, por la naturaleza efímera de los cargos políticos, en cierto sentido eran inseguros ya que estaban sujetos a los cambios de gobierno y otras incidencias que volvían vulnerables sus ingresos económicos. En ese entorno, durante los años treinta, la situación familiar se había tornado complicada debido que requería mantener a su esposa, a sus catorce hijos y a una sobrina, con base en su salario gubernamental no siempre remunerado con puntualidad y justicia. De cualquier manera en 1938, al iniciarse el gobierno de Humberto Canto Echeverría, el Dr. Urzaiz Rodríguez renunció voluntariamente a la Jefatura del Departamento de Educación, que le había confiado en 1930 Bartolomé García Correa, quedándose con fuertes responsabilidades económicas que precisó solventar recibiendo alumnos particular en su domicilio “…éstos sí, hijos de ricos que pagaban más o menos bien…” Las circunstancias anteriores dieron paso a que el Dr. Urzaiz, junto con del Dr. Efraín Moguel Montes de Oca fundaran una casa de maternidad para la atención de casos privados cuyos ingresos le permitieron sortear con decoro las contingencias que su nutrida descendencia le planteaba. Y fue el caso que para el año de 1936 Eduardo Urzaiz Rodríguez ya encabezaba la inolvidable maternidad a la que años más tarde se incorporó su hijo el Dr. Carlos Urzaiz Jiménez, que, como se sabe, también fue un destacadísimo ginecólogo y universitario. Ante el creciente prestigio que brillaba con su madurez y dueño ya de una extensa producción intelectual que traspasaba el campo de la ciencia, tocando las cimas de la literatura y la pintura, el medio universitario consideró necesaria la presencia del Dr. Urzaiz Rodríguez, por lo que fue nombrado Director de la Facultad de Medicina el 30 de noviembre de 1944, cargo que desempeñó con voluntad y erudición hasta el 1 de agosto de 1946, fecha en que fue elegido de nuevo Rector, pasados más de veinte años de haber dejado ese importante cargo que ejerció durante su primera gestión. Se ha dicho que con el regreso del Dr. Urzaiz a la Rectoría, la Universidad volvió a vivir, aunque fuera transitoriamente, los tiempos brillantes en que lo más importante era dar vuelo al espíritu. Y Eduardo Urzaiz Rodríguez, el científico que promovía objetividad en la operación cesárea y que a su vez estudiaba la esquizofrenia y la psicosis maniacodepresiva, a la luz del psicoanálisis, sorprendió a la comunidad universitaria con la organización de uno de sus primeros actos como Rector destinado a celebrar el IV Centenario del Nacimiento de don Miguel de Cervantes y Saavedra su autor más querido, después del Apóstol cubano José Martí a quien conoció en Guanabacoa siendo apenas un niño. ¿Qué ocurrió a lo largo de todos esos años en los que el Dr. Urzaiz Rodríguez estuvo lejos de la Rectoría? Seguramente a su regreso a la Universidad, como resultado de su inmensa sensibilidad y experiencia, observó algo que ameritaba corregirse con la sabiduría cervantina, y acaso por eso consagró parte de sus primeros empeños a la convocatoria de un certamen literario y otro pictórico dedicados

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a Cervantes. Muy pronto, incluso, en 1950, fue editada por el Alma Mater una de las obras más importantes de Eduardo Urzaiz, Exégesis Cervantina, donde reunió los mejores trabajos que había escrito sobre Don Quijote. El 5 de abril de 1951, a propuesta del Consejo Universitario presidido por el Dr. Urzaiz, la Universidad retomó su nombre original de Universidad Nacional del Sureste, y reoriento varios programas académicos. Uno de las acciones más importantes fue establecer el Instituto Obrero de la Universidad, a través del cual se propuso recuperar el aliento socialista impulsado por don Felipe Carrillo Puerto, abriendo las puertas de la Casa de Estudios a la juventud obrera. A su vez creó la Facultad de Veterinaria que funcionó del mes de febrero de 1951 a finales de abril de 1953, debido a ciertos obstáculos que no pudieron salvarse. Y pese a que el papel del Rector y la Universidad misma habían observado nuevas facetas materiales, sociales y políticas, Eduardo Urzaiz dio muestras de entereza y capacidad para cambiar y ajustar todo lo necesario ante las exigencias del entorno. Durante ese nuevo período de Rector se hacía imprescindible viajar con frecuencia a la Ciudad de México para tratar de aumentar el presupuesto federal requerido para continuar con la marcha accedente de la Universidad. Además, en 1948 el Dr. Urzaiz precisó tomar parte en la V Asamblea Nacional de Rectores en Oaxaca donde se acordó la creación de la ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) a cuya asamblea constitutiva celebrada en Hermosillo Sonora, en 1950, asistió también. Las labores y compromisos que asumía como Rector no reducían para nada su trabajo intelectual, y sus publicaciones científicas, históricas y literarias parecían crecer no sólo en número sino en calidad y trascendencia. En 1946, por ejemplo, como resultado de la convocatoria emitida para la celebración de los VIII Juegos Florales del Estado, Conmemorativos del IV Centenario de la Fundación de Mérida, obtuvo un irrefutable primer lugar con su obra, Del Imperio a la Revolución, editado ese mismo año, con una segunda edición en 1971. Y hacia el año de 1949 publicó La emigración cubana en Yucatán, una obra histórica fundamental para entender las relaciones de Cuba y Yucatán, agotada por completo y que amerita una nueva edición. Como si su fuerza no sintiera el paso de los años, nada parecía agobiarlo, sacando tiempo para poder combinar su trabajo universitario con el amor a la familia, y el impulso al estudio de la obra de José Martí. De esta actividad resultó que en enero de 1953 encabezara el Comité Pro Centenario del nacimiento del Apóstol cubano y a través de dicha organización logró que se trajera de La Habana el hermoso bronce de Martí que preside el Parque de las Américas, y la edición de un opúsculo surgido de su pluma para la misma efeméride intitulado ¿Quién fue José Martí?. Su entusiasmo en la difusión del los estudios martianos durante el centenario de su natalicio, fue notorio, según describen quienes participaron con él en esa tarea. Sin embargo el papel del Rector y de la Universidad

misma, como se indicó, lo obligaban a desarrollar nuevas labores que podían ser en extremo cansadas para él, ya que era necesario que viajara con frecuencia a la capital del país, y al mismo tiempo era necesario que representara a nuestra Alma Mater en diversos actos nacionales. De manera que como resultado de tanto ajetreo, sin pausa de ninguna clase, en febrero de 1953 sufrió un infarto en la Ciudad de México que lo mantuvo en cama durante casi tres meses. A pesar de la gravedad de la afección que sufrió, pronto se vio regresar a Eduardo Urzaiz a la Rectoría donde reanudó su labores con deseos de continuar sirviendo en la Universidad que había visto nacer en 1922. Se pasaba el día dedicado a sus ocupaciones fundamentales como Rector, y por las tardes se ocupaba de pintar, de traducir poesía y escribir acaso uno de sus últimos trabajos, La familia cruz del Apóstol. Con todo, el médico cubano lucía invicto e incluso en el mes de noviembre de 1953, fue designado Profesor Extraordinario de la Universidad Nacional Autónoma de México, en atención a sus méritos académicos. Sin embargo, su lucha incansable por la vida, sirviendo como luz de los universitarios, pronto comenzó extinguirse y empezó a sufrir insuficiencia cardiaca hasta que falleció el 16 de febrero de 1955. La muerte del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez apagó el faro de ciencia y humanismo que desde la Universidad sentó las bases del panorama que actualmente tiene Yucatán.

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Para la elaboración de la tesis con que obtuvo el grado de Doctor en Medicina, Eduardo Urzaiz Rodríguez, como

de Guanabacoa que ampliaron su visión del entorno social, y donde escuchó conferencias de lo más ilustre de la intelectualidad cubana, entre quienes figuraban: José Martí, Luis Victoriano Betancourt, Enrique José Varona, Miguel Francisco Viondi, y Nicolás Azcárate. Más tarde, cuando se asentó en la ciudad de Mérida, Rodolfo

referimos antes, ingresó a la Facultad de Medicina y Cirugía en 1897, y desde el tercer año de la carrera tuvo que frecuentar el Hospital O’Horán como parte de su formación profesional. En ese nosocomio la enseñanza de la cirugía corría a cargo de los doctores José María Tappam, Ricardo Sauri, Augusto Molina Solís y Ramón Albert Pacheco. Mientras que los doctores Manuel Arias, Francisco Losa y el propio Tappam eran los encargados de la instrucción obstétrica, teórica y práctica. Durante sus años de estudiante, el sanatorio se encontraba en el antiguo convento de La Mejorada, que desde 1884 había pasado a llamarse Hospital O’Horán, con motivo del fallecimiento del ilustre médico Agustín O’Horán Escudero. En esa época, la institución contaba con una sórdida sección al fondo del patio donde se aislaba a los enfermos mentales en unas celadas obscuras, húmedas y calurosas, dispuestas para aquellas personas que padeciendo algún trastorno emocional severo, eran dejados por sus familiares confiándole sus cuidados y alimentación al Gobierno. En ese escondrijo del Hospital, situado en la parte más distante de los edificios, se había vuelto costumbre observar a Eduardo Urzaiz delante de las mazmorras donde pasaba horas tomando notas y tratando de entender algo de estos infelices, algunos de los cuales estaban sujetos con camisas de fuerza para tratar de sofocar, mediante ese brutal método, los desequilibrios mentales que atraían la atención científica del joven cubano. Ciertamente desde el inició de sus estudios en la Facultad de Medicina, destacó entre los alumnos interesados en la obstetricia, bajo tutoría del Dr. Francisco Losa, como demostró al egresar de la carrera e instalar su consultorio en Izamal en 1902. Sin embargo, pocos temas atraían tanto su interés como los padecimientos de aquellos seres desamparados, desprovistos de cualquier rigor en la atención terapéutica, y sin mucha carga académica en la Facultad orientada al estudio de estos enfermos recluidos en pobrísimas condiciones. Su inclinación por el estudio del desequilibrio mental, que luego asentó en las páginas de su tesis, contaba con pocos precedentes en Yucatán, acaso la figura más destacada fue el Dr. José Peón Contreras, alienista, dramaturgo y poeta que en 1863 había trasladado su domicilio a la Ciudad de México, después de graduarse en Mérida a los 19 años de Doctor en Medicina, estudiando de nueva cuenta la carrera en la capital de país, y obtener en 1867 el cargo de médico Director del Hospital de Dementes de San Hipólito, en competencia con dos notables alienistas mexicanos. Sin embargo, consta que desde muy joven, viviendo todavía en Cuba, Urzaiz Rodríguez tuvo lecturas filosóficas y literarias proporcionadas por el círculo de amigos de su padre, a quien dedicó su tesis, en el Liceo

Menéndez de la Peña que fue su tutor en la Escuela Normal, lo persuadió a dedicarle horas al estudio de Pestalozzi y Froebel, de donde obtuvo conocimientos sobre la conducta humana que complementaron su formación de Doctor en Medicina. Pero es de justicia subrayar, como influencia apreciable, la ayuda que le brindó su profesor el Dr. Augusto Molina Solís, que atendía las inquietudes de Eduardo Urzaiz concernientes a los enfermos mentales, tratando de resolver las dudas que planteaba e incluso proporcionándole libros en francés e inglés que alojaba en la estantería de su biblioteca. En este sentido, no sería atrevido aseverar que los doctores Francisco Losa y Molina Solís fueron los médicos que más contribuyeron a perfilar la formación del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez que provisto de los elementos que tuvo a su alcance y no exento de grandes esfuerzos, logró elaborar su tesis, El desequilibrio mental. Las páginas de esta disertación abrieron paso a un campo del conocimiento relativamente nuevo en Yucatán, basado en enfoques que el recién graduado tuvo que superar a través de sus estudios en Nueva York. Si se examinan algunos párrafos de este trabajo, se puede valorar el estado en que se encontraba la psiquiatría en nuestro estado: “La perturbación repentina y pasajera de la inteligencia constituye el deliro. Después- agregó el Dr. Urzaiz- pasando en progresión creciente por todas las formas de locura, vesania o enajenación mental llegamos a la demencia que es la abolición total y definitiva de todas las facultades. En este estado, el ser humano desciende a un nivel inferior al del peldaño más bajo de la escala zoológica. La causa íntima de estos fenómenos escapa por completo a toda investigación científica: pues el examen microscópico más asiduo, delicado y completo, resulta impotente…Fuerza es confesar que este es uno de los puntos donde pasó el dedo de Dios al marcar los límites de la ciencia humana.” Estas palabras que hacen referencia a los límites de la ciencia por cuestiones relacionadas con creencias religiosas, y donde describe la demencia como el declive al nivel inferior del peldaño más bajo de la escala animal, contrastan con los conceptos empleados por el propio Eduardo Urzaiz después de estudiar en los Estados Unidos. Por señalar un ejemplo, vale la pena recordar lo que escribió en el prólogo de su libro Eugenia (Esbozo novelesco de costumbre futuras) publicado diez y siente años después de haber presentado su tesis:

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“Estoy seguro- advirtió- de que muchos individuos, de esos que se consideran los únicos usufructuarios


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del sentido común exclamarán al leer mi libro: - ¡Pero esta es obra de un loco! Médico soy de locos, y nada tendría de extraño que, en los catorce años largos que llevo tratando a diario con ellos algo se me hubiese pegado de sus delirios y manías. Yo, como es natural, me tengo por sano y cuerdo; y como por otra parte, he conocido y conozco enajenados que escriben muy bella y razonadamente, ni me asombro ni me ofendo porque mi obra sea juzgada de tal manera. Después de todo, hasta los mismos conceptos de cuerdo y loco son relativos, pues depende del lado que se coloque el que juzga o califica.” Debe recalcarse, sin embargo, que la impronta que dejó la tesis del Dr. Eduardo Urzaiz debió ser determinante y se vinculó al posterior derrotero de esta rama del conocimiento, ya que el mismo año en que la sustentó, Olegario Molina Solís asumió la gubernatura del estado, y derivado del auge económico producido por el henequén, y por influencia de su hermano el Dr. Augusto Molina, se acordó modernizar los servicios de salud de Yucatán en vista de las precarias condiciones en que se encontraba el Hospital O’Horán. Por lo demás, el mismo Dr. Augusto Molina Solís intervino para tratar de acabar con el hacinamiento en que se encontraban las personas recluidas en el viejo Hospital por padecimientos nerviosos severos, y se acordó que se construyeran, como instituciones separadas, el asilo para enfermos mentales que más tarde llevaría el nombre de su principal benefactor, Leandro León Ayala, y el Hospital O’Horán. Ambos proyectos fueron presentados al gobernador por su hermano el Dr. Molina, junto con el Dr. Luis F. Urcelay, y con el propósito de iniciar los trabajos de construcción se constituyó una Junta que se encargó de la administración de los fondos reunidos y de verificar la marcha de las obras. La directiva de la Junta quedó integrada por Pedro Peón de Regil, presidente, Dr. Luis F. Urcelay vicepresidente, Fernando Casares Martínez, secretario, Enrique Muñoz Arístegui, tesorero, y vocales, Pedro Leal Gamboa, David Vales, Lic. Emilio García Fajardo, Armando G. Cantón, Rafael Peón Losa, Enrique Cámara, Agustín Vales, Manuel Zapata Martínez, Rogelio Suárez, Eulalio Casares, Augusto Peón, Álvaro Peón de Regil y Manuel Pasos Gutiérrez. Se ha refreído en varias ocasiones que era imperioso reunir dinero para llevar a cabo las obras y no faltaron personas adineradas que contribuyeron con donativos. Para empezar, Olegario Molina donó a la Junta $50,000 de su fortuna y su sueldo de todo el cuatrienio como gobernador; Demetrio Molina entregó $25,000, Agustín Vales $25,000. Al poco tiempo la lista de donantes había aumentado: Leandro León Ayala dio cuarto millón de pesos, Eulalio Casares $15,000, Pedro Regil $30,000, Delio Moreno Cantón $1,500, Pedro Leal $10,000, Augusto Peón $25,000, Luis F. Urcelay $2,000, Manuel Pasos $8,000, Rogelio Suárez $6,000. Para la construcción del Hospital O’Horán se contó con un terreno de cien mil metros cuadrados, en

el Poniente de la ciudad, correspondiente a lo que fue el antiguo paraje de Santa Catarina. En tanto que para la edificación del asilo de enfermos mentales se consiguió un terreno, próximo al del Hospital, de ochenta y cinco mil metros cuadrados. Ambos proyectos fueron elaborados por el Ing. Salvador Echegaray. El costo para la construcción del asilo ascendió a ochocientos setenta y un mil ciento cincuenta pesos, dispensados mayoritariamente por Leandro León Ayala, a quien ayudaron con importantes donativos otros filántropos como Eulalio Casares y Manuel Paris Gutiérrez. Por lo demás, entre los años de 1902 y finales de 1905, el Dr. Urzaiz Rodríguez mantuvo en funciones su consultorio en Izamal, atendiendo diversos problemas de salud que aquejaban a esa población. Pero esta labor la efectuó sin desligarse de los médicos que en Mérida veían con esperanzas la edificación del Hospital O’Horán y el asilo para enfermos mentales. Se sabe que durante esos años Eduardo Urzaiz continúo actualizándose en el estudio de los padecimientos mentales y tuvo lecturas referentes a las características que reunían las más modernas instalaciones hospitalarias, por lo que con cierta frecuencia se reunía con los doctores Molina y Urcelay con el fin de intercambiar opiniones sobre la construcción del asilo para enfermos mentales, llegando a ofrecer su opinión al ingeniero Echegaray sobre los modernos nosocomios psiquiátricos de Europa y los Estados Unidos. En particular existen unas notas destinadas a Salvador Echegaray donde señala la importancia que para los asilos de enfermos mentales tenían “las áreas alboradas y de fresca jardinería que deben rodear los pabellones”. Debe señalarse que el afecto desinteresado que dispenso el Dr. Augusto Molina Solís a Eduardo Urzaiz Rodríguez, desde sus días de estudiante, guarda relación con el espíritu dinámico y amante de la ciencia que lo caracterizaron y lo ayudaron a escoger a sus colaboradores, por lo que el nombramiento del Dr. Urzaiz como Director del Asilo Leandro León Ayala, fue dado por el gobernador Olegario Molina Solís recogiendo la opinión de su hermano Augusto Molina, meses antes de la inauguración del nosocomio celebrada el 6 de febrero de 1906, durante la visita a Yucatán de Porfirio Díaz. La emoción que representó este suceso para el Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez lo perpetúo en un dibujo donde traza el acto inaugural del Asilo, incluido en su libro, Anécdotas yucatecas (Reconstrucción de Hechos). Asimismo puede aseverarse que antes de la inauguración de este nosocomio, Urzaiz Rodríguez ya había sido designado como el médico que recibiría una pensión para trasladarse y estudiar psiquiatría en Nueva York, por lo cual cerró su consultorio de Izamal y pasó a vivir a la ciudad de Mérida. Resulta importante destacar que si bien el Asilo León Ayala comenzó a funcionar hasta los primeros días del mes de marzo de 1906, durante el primer año de funcionamiento la cifra de asilados registrada por Sergio Grosjean, incluyendo a los enfermos trasladados del viejo Hospital O’Horán, sumaron 535 personas. Éstos

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recibieron tratamiento del Dr. Eduardo Urzaiz sólo durante un par de meses porque durante ese período, siendo director del sanatorio se trasladó a estudiar a los Estados Unidos. En este sentido el Dr. Urzaiz Rodríguez zarpó de Progreso con destino a Nueva York, el 6 de mayo de 1906 en el vapor Monterrey, acompañado de su esposa Rosa Jiménez de Urzaiz, de sus pequeños hijos María y Fernando Urzaiz Jiménez y de su prima Prudencia Barceló. Arribaron a la Ciudad de Hierro el 12 de mayo donde se instalaron contando con la pensión económica que le brindó el Gobierno, y la ayuda de la familia Molina Solís con quienes viajaron a los Estados Unidos en el mismo vapor. Una revisión de la lista de pasajeros nos revela la particular circunstancia de haber navegado en el mismo barco las familias Urzaiz y Molina, quizás como un gesto de confianza que favoreció al galeno cubano, dada la influencia económica de la familia del gobernador de Yucatán que junto con su hermano Augusto encabezaron la lista de pasajeros del barco Monterrey, como se advierte en este documento: 1.- Olegario Molina 60 años 2. Augusto Molina 56 años 3.- Juan I Molina 16 años 4.- Ricardo Molina Hubbe 27 años 5.- Dolores (Ilegible) 62 años 6.- Teresa Molina 34 7.- Rosa Molina 27 años. 8.- Josefina Molina 26 años 9.- Luis D. Molina 24 años 10.- Rosa Zavala.- 10 años 11.- Eduardo Urzaiz 30 años 1.2.- Rosa Jiménez de Urzaiz 25 años 13.- María C Urzaiz. 26 meses 14.- Fernando Urzaiz 5 meses 15.- Prudencia Barceló 40 años 16.- Isabel Castañeda. 25 años 17.- Gonzalo Cámara 42 años 18.- Adelaida Z. de Cámara 28 19.- Fausto Cámara 8 años 20.- Nelia Cámara. 2 años

21.- Alfredo Gamboa 24 años 22.- Francisco Zapata C. 19 años 23.- Katal (ilegible) L. Storhome. 27 24.- Joaquín Realpozo. 22 años 25.- Felipe G, Cantón. 19 años 26.- Nicolás Urcelay 11 años

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La ciudad de Nueva York representó un amplísimo horizonte para el Dr. Urzaiz cuyos primeros contactos con la psiquiatría los hizo acompañado del Dr. Augusto Molina Solís. Se ha señalado que en las visitas iniciales a clínicas y hospitales, en particular al Hospital Patológico del Estado de Nueva York, Eduardo Urzaiz contó con la ayuda del Dr. Molina para abrirse paso en ese ambiente desconocido para él, aunque después de su breve estancia en la que por momentos interrumpía sus vacaciones, el maestro regresó a Yucatán y el médico nacido en Guanabacoa se fue adentrando en las novedades conceptuales que lo hicieron sostener, en incontables ocasiones, que las enfermedades mentales severas no provenían de patologías cerebrales sino de trastornos de personalidad. En ese ambiente de vanguardia, comenzó sus lecturas e intercambio de opiniones con colegas de otros países estudiando las obras de Adolfo Meyer, Sigmund Freud y Marco Lombroso. En términos generales, se puede afirmar que la vida en familia amortiguó el natural proceso de adaptación a la pujante cultura de esa gran ciudad, y como resultado de la satisfacción con que alternaba sus estudios de psiquiatría y obstetricia, por las noches, el 30 de diciembre de 1906 completó su agrado llevando a bautizar a su hijo Eduardo que había nacido el 6 de diciembre. La ceremonia tuvo lugar en la Iglesia Holy Trinity, situada en el 213 West 82nd Street de Nueva York, área donde probablemente tenía su domicilio. El retorno del Dr. Urzaiz a la ciudad de Mérida, provisto de modernos métodos para el tratamiento de padecimientos mentales, que de inmediato puso en práctica como director del Asilo Leandro León Ayala, debió ocurrir a fines del mes de febrero o principios de marzo de 1907, ya que el 18 de mayo de ese año ratificó una orden que dictó antes de partir a Nueva York, en el sentido de eliminar definitivamente el uso de la camisa de fuerza como método “profiláctico” en el hospital recién inaugurado. Además, a petición de los estudiantes, en septiembre de 1907 se creó la cátedra de psiquiatría en la Facultad de Medicina a cargo del Dr. Eduardo Urzaiz, y en el Asilo León Ayala se comenzaron a realizar las prácticas de esta materia, dirigidas por el propio Dr. Urzaiz que además de ser su primer Director, se ocupo de la Jefatura del Servicio Facultativo desde ese año hasta 1930. Al respeto el Dr. Conrado Menéndez Mena publicó sus recuerdos de esa época señalando que él tuvo “… el privilegio de 25


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ser practicante en sus servicios de Neuropsiquiatría para hombres y mujeres del Hospital de enfermos mentales, cuando lo dirigía el Doctor Urzaiz, y en los seis meses de mi internado recibí del distinguido Maestro una cátedra precisa y completa…” Para facilitar la enseñanza de la psiquiatría que se impartía a los estudiantes de quinto año de la Facultad de Medicina, reunió los apuntes que utilizaba durante su clase, producto de su experiencia clínica y de traducciones de bibliografía actualizada publicó su Manual Práctico de Psiquiatría. Y fue muy apreciada su labor por sacar del obscurantismo el tratamiento de los padecimientos mentales a lo largo de los años, no sólo como director fundador del Asilo Leandro León Ayala y como fundador de la cátedra de psiquiatría, sino por ofrecer incluso consultas fuera del hospital y preocuparse por el entendimiento de la conducta humana sana y patológica. En la Escuela Normal donde impartió cátedras a lo largo de muchísimos años, enseñaba Psicología y Antropología Pedagógica, materia esta última para la cual también escribió el libro de texto con el mismo nombre. Su prestigio como psiquiatra pronto traspasó las fronteras ya que trabajos como su artículo, Don Quijote a la luz de la Psiquiatría, publicado originalmente en el Boletín de la Universidad Nacional del Sureste, durante el mes de marzo de 1922, en el año de 1923 salió a la luz de nuevo en la revista Inter-America de Nueva York, traducido al inglés con el título, Don Quijote in the light of psychiatry. En 1950 el mismo trabajo fue incluido como un capítulo de su libro, Exégesis cervantina, mismo que fue citado como una aportación pionera en los estudios cervantinos, en Murcia, España en el año 2006. Si bien a partir de los años treinta, su actividad profesional la centra en los trabajos ginecólogos, su actualización académica como psiquiatra lo mantuvo a la vanguardia, por lo que en el año de 1953 publicó un artículo que produjo controversias, intitulado: La esquizofrenia y la Psicosis Maniáticodepresiva a la luz del Psicoanálisis. Aunque en realidad el trabajo referido corresponde a una época en la que el Dr. Urzaiz Rodríguez, se dedicó de lleno al psicoanálisis, destacando su libro: La familia, cruz del Apóstol. Antes de su sentido fallecimiento, acaecido el 16 de febrero de 1955, Eduardo Urzaiz Rodríguez había sentado las bases para los estudios de la conducta humana orientados a la psicología, la psiquiatría y la antropología. Reproducimos íntegra su tesis El Desequilibrio mental como testimonio de un trabajo que fue Pilar de la Ciencia en los campos del conocimiento referidos

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EDUARDO URZAIS EL DESEQUILIBRIO MENTAL

TESIS PROFESIONAL PRESESENTADA ANTE LA FACULTAD DE MEDICINA Y CIRUJÍA DE YUCATÁN MERIDA DE YUCATAN

IMPRENTA DE LA LOTERIA DEL ESTADO CALLE 61 NÚMERO 462 1902

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Colección: Pilares de la Ciencia EL DESEQUILIBRIO MENTAL I El desequilibrio de las facultades es en la inteligencia humana lo que en el mundo físico el equilibrio de las fuerzas mantiene el orden sin estorbar el movimiento. Toda facultad bastante poderosa para suspender o encadenar la acción de las demás es un déspota, y para estar sano, el espíritu tiene necesidad de ser libre. Grizot Nada hay en la naturaleza más grandioso ni más admirable que la inteligencia humana. El orden que en ella reina es tan sólo comparable al que rige en el infinito del Cosmos el armónico girar de las esferas. En ella se elaboran las más nobles y sublimes ideas, por medio de un mecanismo delicado y perfecto, que la ciencia ignora e ignorará siempre tal vez. En ella se almacena y archiva el recuerdo de los sucesos pasados; ella nos pone en contacto constantemente con el mundo exterior; en ella nacen los afectos más puros que embellecen y dignifican nuestra vida. En ella, en fin, tienen asiento las infinitas facultades de nuestra alma; y estas facultades accionan y se mueven sin cesar dentro del círculo de sus órbitas respectivas, cruzándose y enlazándose entre sí en laberinto indescifrable; pero sin chocarse nunca y no sólo sin estorbarse, sino ayudándose y sosteniéndose mutuamente para su perfecto y total funcionamiento. En esta misma delicadeza y complejidad de organización, en el alto grado de diferenciación celular y en la íntima correspondencia de todos los elementos del sistema nervioso, reside la razón de la facilidad y frecuencia con que la inteligencia humana presenta esos trastornos más ó menos completos, más ó menos duraderos, que aterran al ignorante y confunden a1 sabio. La perturbación repentina y pasajera de la inteligencia constituye el delirio. Después, pasando en progresión creciente por todas las formas de la locura, vesania ó enajenación mental, llegamos á la demencia, que es la abolición total y definitiva de todas las facultades. En este estado, el ser humano desciende a un nivel inferior al del peldaño más bajo de la escala zoológica. La causa íntima de estos fenómenos escapa por completo a toda investigación científica: pues el examen microscópico más asiduo, delicado y completo, resulta impotente para percibir ó demostrar lesiones celulares sensibles en las afecciones mentales. Fuerza es confesar que es este uno de los puntos por donde pasó el dedo de Dios al marcar los límites de la ciencia humana. Las vesanias son entidades mórbidas perfectamente caracterizadas que pueden presentarse en una época variable

A LA MEMORIA DE MI PADRE

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de la vida, bajo la influencia de una causa ocasional, y tienen una marcha y una terminación definidas. Pero hay estados anormales de la inteligencia que se encuentran constituidos desde la infancia y pueden permanecer estacionarios, atenuarse ó exagerarse según las influencias a que se hallen sometidos. Estos estados constituyen la degeneración psíquica. A veces, por un sarcasmo de la naturaleza, el ser humano, desde su nacimiento, no tiene de tal más que la forma, faltando por completo el soplo divino que anima la inteligencia. Estos infelices seres, estos abortos vivientes son los idiotas, tipo perfecto de la degeneración total de la especie. En ellos el cuerpo mismo está incompletamente desarrollado y su existencia es generalmente efímera. De igual manera que la serie animal se extiende en gradaciones casi insensibles desde el infusorio hasta el hombre: así también entre la razón sana y equilibrada y la degradación completa de las facultades que se ofrece a nuestra observación en el idiota, la naturaleza nos presenta una serie completa de tipos de transición, extendida por grados sucesivos del uno al otro de estos puntos extremos. Estos tipos de transición, estos estados intermediarios entre la razón y la locura, forman el grupo de los degenerados ó desequilibrados. Defínese la degeneración psíquica, diciendo que es un estado que se caracteriza por una falta de equilibrio en las facultades, acompañada de una ausencia casi completa del sentido moral y un gran debilitamiento de la voluntad. Degeneración psíquica y desequilibrio mental, son, pues, expresiones sinónimas. Por otra parte, los degenerados tienen instintos enérgicos y presentan a veces aptitudes brillantes, pero orientados exclusivamente en determinado sentido. Con tales elementos, fácil es concebir cual será la existencia de estos seres. Con sus pasiones por acicate, con una voluntad débil é irresoluta, sin la moral por freno, sin fe, sin valor, sin confianza en sí mismos, cruzan por el mundo como el corcel de que habla el poeta: “rota la brida, tenaz la fusta!” Como falta en ellos la virtud de la constancia, nada de cuanto emprenden puede llegar a feliz término: son los eternos fracasados que pintó Alfonso Daudet con tan vivos colores. Hombres con aptitudes suficientes para ser, si no notables, útiles a sí mismos y a la sociedad, se sienten deslumbrados por las glorias del genio; pero sus facultades no están a la altura de sus ambiciones. Como no llegan a convencerse nunca de su impotencia, se juzgan víctimas de una sociedad ignorante o envidiosa, se entregan a la desesperación y al vicio, y con frecuencia terminan en un manicomio o en el banquillo de los acusados. El equilibrio perfecto y total de las facultades no se observa nunca. Todos los filósofos están de acuerdo en que una ó varias facultades predominan siempre en nuestra inteligencia, marcando el rumbo de nuestros gustos e inclinaciones. La moderna pedagogía nos enseña que el educador debe respetar las inclinaciones naturales y limitarse a mantener este desequilibrio, que pudiera llamarse normal ó fisiológico, dentro de límites tales que

la facultad predominante no llegue á impedir o estorbar el libre juego de las otras. Educar, dice Froebel, es conducir al niño, ser inteligente, racional y consciente, a conocer su verdadera vocación y cumplirlas libre y espontáneamente. Desgraciadamente, los padres y maestros descuidan con harta frecuencia estas indicaciones. Así vemos defraudarse tantas y tan risueñas esperanzas; así vemos tantos niños, al parecer espléndidamente dotados, y que, desequilibrados física é intelectualmente por efecto de una educación mal dirigida, se encuentran luego en las difíciles circunstancias que traen consigo las actuales condiciones de la vida y ruedan de pendiente en pendiente hasta la degeneración total. La ley fatal e ineludible de la herencia, se encarga de producir la de la especie, transmitiendo estos estados de generación en generación. Lo que acabamos de decir nos muestra que si bien es cierto que el desequilibrio mental es congénito en la mayoría de los casos, hay muchas ocasiones en que es producido por la ceguedad ó inadvertencia de los encargados de educar a la infancia, obrando, es cierto, estas faltas sobre un terreno apto: lo cual no disminuye, sin embargo, la responsabilidad de aquellos. El eminente Froebel, antes citado, ha dicho dirigiéndose á los padres y maestros: “¿Por qué no escucháis lo que os dice la naturaleza en su lenguaje mudo? Estas plantas que desdeñáis y que tituláis mala yerba, han crecido estrechadas, ahogadas: apenas permiten adivinar lo que hubieran podido ser. Si os hubiera sido dado hallarlas dilatándose, extendiéndose, subsistiendo en un espacio vasto, cultivadas en un prado ó jardín, las hubierais visto ostentar a vuestras miradas una naturaleza rica y esplendente, una abundancia de vida infiltrada en todas sus partes. Lo propio acontece con los niños que habéis oprimido, encerrándolos en condiciones evidentemente opuestas ó su naturaleza: hoy languidecen en torno vuestro, acosados de dolencias físicas ó morales, al paso que hubieran podido llegar al rango de seres completamente desarrollados y holgarse en el jardín de la vida.” Muy admitida generalmente, existe la creencia de que el genio tiene por origen un rompimiento en el equilibrio de las facultades y que toda elevación sobre el nivel común de las inteligencias debe considerarse como patológica. Alguien ha dicho que el genio es una neurosis, y muchas personas creen de buena fe que para ser hombre célebre es necesario reunir las cualidades más brillantes y los rasgos más sublimes con las mayores vilezas y los vicios más ruines. Además de falsa, esta idea es grandemente perjudicial: pues la juventud que se educa literariamente, aspira, como es justo y natural, a la gloria; pero imita con más facilidad los defectos que las cualidades de aquel a quien toma por modelo. En lugar de alcanzar la meta de sus aspiraciones por la vía del estudio y el trabajo, pretende llegar á ella por el camino de la degeneración y la neurosis. Estos aspirantes á genios, no juzgando suficiente el desequilibrio

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en que por su falta de juicio se encuentran, buscan en el alcoholismo y el desorden la degeneración que les falta. El fruto de esta idea y estas prácticas, lo vemos en las mezquinas producciones del arte contemporáneo. El hombre de verdadero mérito es aquel que, elevándose a gran altura sobre el vulgo, se distingue precisamente por el equilibrio de sus facultades intelectuales, morales y hasta físicas; pues la vida superior del espíritu necesita como soporte la salud del cuerpo. Es excepcional encontrar hombres que, como el filósofo Pascal, hallen en sus sufrimientos un estímulo para el trabajo intelectual y en sus dolores un aliciente para su perfeccionamiento moral. El verdadero genio no posee sólo una inteligencia superior, sino también un corazón noble y generoso, rebosando amor por sus semejantes y dispuesto á perdonar las ingratitudes con que probablemente será herido. Tiene además una voluntad poderosa, fuerte para la lucha y constante para el trabajo, y un organismo vigoroso para resistir a la fatiga y a las privaciones si necesario fuese. Los hombres que con mayor justicia han legado a la posteridad un nombre no sólo admirado, sino grato y querido, han sido constituidos de esta suerte. Así fueron Sócrates y Galileo. Newton, Colón y Franklin. Los desequilibrados pueden sobresalir y brillar en determinada materia: pero como es débil en ellos el sentido moral, lo mismo pueden ser héroes de un día por la fuerza de las circunstancias, que alcanzar la triste celebridad de Eróstarto, Calígula ó Nerón. El desequilibrio puede a lo más producir esas incomprensibles mezclas de genio y bajeza, de heroísmo y degradación: esas celebridades a quienes no sabe uno si admirar ó compadecer. Hombres como Lord Byron y Edgar Póe, como Musset y Maupasan, como Juan Jacobo Rousseau que al lado de obras verdaderamente admirables, nos ha dejado en sus “Confesiones” la vergonzosa historia de sus debilidades y sus vicios. Como se ve, la degeneración psíquica reside principalmente en las facultades morales, y esto es lo que la hace más nociva para el individuo y más peligrosa para la sociedad. El altruismo, los principios de la solidaridad humana y la fraternidad universal son letra muerta para los desequilibrados; carecen de constancia, no dan a los fines de la vida su justo valor, no tienen prudencia en la fortuna ni resignación en la adversidad. Así los vemos arrastrar una existencia inútil para ellos y perjudicial para sus familias, entregados siempre a empresas fútiles y banales, con tanto ardor comenzadas, como pronto abandonadas. Así vemos salir de ellos tantos locos y suicidas, tantos viciosos, tantos criminales. El amor, que en el hombre de razón es estímulo y origen de acciones nobles y grandes, fuente de legítimas alegrías y placeres puros, base de la felicidad y la familia; es en los degenerados de ambos sexos extravío morboso causante de horribles sufrimientos para ellos y para las personas que los rodean. Produce esas pasiones volcánicas que tienen la duración del fuego fatuo, se pierden en inútiles y ridículas lamentaciones o arrastran a la desesperación,

al vicio y al suicidio. Otras veces es sólo instinto sexual, brutal y degradado que se entrega a perversiones y aberraciones capaces de colocar al hombre en un grado de envilecimiento a que no llega jamás el animal más inmundo. Un punto muy discutido, siempre que de los degenerados se trata, es la cuestión de su responsabilidad legal. No entra en nuestro plan hacer un estudio detallado de este asunto. Dejemos á la ciencia del Derecho interpretar el origen de la criminalidad según el criterio de sus diversas escuelas y analizar minuciosamente las circunstancias que determinan en cada caso los matices de la culpa. Fijémonos tan sólo en que la sociedad tiene el derecho de arrojar de su seno al criminal, responsable o no: pues al hacerlo no realiza una venganza sino una medida de profilaxia, aislando al elemento nocivo ó peligroso para evitar su contacto. Nuestro papel se limita por lo tanto á buscar y señalar los medios de que el degenerado o neurópata no llegue a verse en el caso de comparecer ante la ley. La degeneración del tipo humano es generalmente una evolución retrógrada, sobrevenida en el curso mismo del perfeccionamiento de la especie: piles, como dice Elíseo Reclus en el estado a que ha llegado la humanidad, pararse es imposible y es preciso moverse en un sentido ó en otro. Pero hay casos, como hemos dicho, en que el desequilibrio es el fruto de las condiciones antihigiénicas é irracionales en que el hombre se coloca voluntariamente y coloca á sus hijos. Estas condiciones producen fatalmente el desequilibrio cuando encuentran un terreno apropiado, es decir, un individuo que ha recibido por herencia el temperamento neuropático. En otros casos el desequilibrio mental acompaña o sigue a otras enfermedades nerviosas, como la neurastenia, la histeria o la epilepsia, entidades mórbidas definidas y susceptibles de un tratamiento terapéutico, propiamente dicho. Es igualmente digno de notarse que la degeneración psíquica suele coincidir con anomalías, malformaciones físicas y diversos vicios de conformación orgánica. En los siguientes capítulos de este modesto trabajo trataré de señalar, dentro de los límites de mi insuficiencia, las causas que producen en nuestros días el alarmante aumento de la degeneración psíquica, y veremos hasta qué punto ciertas medidas higiénicas y especialmente ciertas reformas en los planes de enseñanza, podrían servir como profilaxia del desequilibrio mental del individuo y la degeneración de la especie. El cretinismo es también un estado de degeneración, a la vez intelectual y física; pero sus causas residen en condiciones climatéricas é hidrológicas, cuyo estudio no entra en los límites de este trabajo.

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II La anemia y la debilidad del sistema nervioso, son el sello de nuestra época Kraft-Ebing. Las afecciones de la inteligencia y del sistema nervioso, y por consiguiente el desequilibrio mental, han existido desde que el hombre existe sobre la tierra. Sin embargo, el aumento de la degeneración psíquica es el fruto de las condiciones en que la vida civilizada coloca al hombre. Viviendo en los grandes centros, la inteligencia del individuo se encuentra, aun a pesar suyo, en contacto continuo con la de sus semejantes y lo que uno adquiere por su propio esfuerzo viene al fin a ser patrimonio de todos. Es indiscutible que este roce es el origen del progreso intelectual, el cual consiste esencialmente en una diferenciación cada día más perfecta de todos los elementos del sistema nervioso, tanto periférico como central. Nadie ignora que mientras una maquinaria es más complicada, con mayor facilidad se descompone; por consiguiente, fácil es comprender por qué el sistema; nervioso al perfeccionarse, se hace más susceptible de enfermar. Por otra parte, la vida social y civilizada, creando necesidades nuevas y ficticias, somete nuestro espíritu a emociones más intensas y nuestros nervios a excitaciones más frecuentes. El aumento de la población y la reconcentración de las riquezas hacen más ruda y difícil la lucha por la existencia, vician el aire que respiramos, rebajan la calidad de nuestros alimentos y empobrecen nuestra sangre. Con esta susceptibilidad del sistema nervioso y esta disminución en la riqueza del plasma encargado de nutrirlo, es innegable que hay que colocar en el debe de la civilización y el progreso un considerable incremento de todas las afecciones nerviosas y por consiguiente, un aumento proporcional en el número de degenerados mentales. La generación moderna se distingue por su constitución anémica y por la excitabilidad de su sistema nervioso. Índice de este aserto son los numerosos trabajos que la literatura médica contemporánea nos ofrece, referentes al tratamiento de la anemia. Muchos y muy notables autores se han ocupado de este asunto, proponiendo, a más del hierro en todas sus formas, el arsénico, el fósforo y el cobre, el ácido clorhídrico, el ferricianuro de potasio, el massage, la transfusión y autotransfusión de la sangre, y, por último, sustancias capaces de suplir en cierto modo a la sangre, como el suero artificial y las inyecciones intraperitoneales de leche. Con respecto a los modificadores del sistema nervioso, la farmacopea moderna se ha enriquecido también notablemente con un gran número de medicamentos ya calmantes, sedantes o anestésicos, ya tónicos o excitantes. Los trabajos médicos de estos últimos años nos ofrecen además la descripción de nuevas formas de las afecciones nerviosas y mentales y estudios relativos á enfermedades de esta naturaleza, completamente desconocidas en otro

tiempo. Sobre esta generación anémica y neurópata, obran las numerosas causas cuya consecuencia es el desequilibrio de que nos ocupamos. Algunas de estas influencias son inherentes a las condiciones actuales de la vida social, y, por consiguiente, inevitables: otras dependen de nuestros vicios, nuestros abusos ó inadvertencias, y está por lo tanto, en nuestra mano evitarlas o atenuar sus efectos. Trataremos de señalar todas estas causas para estudiarlas luego separadamente en los siguientes capítulos, indicando los medios preventivos que a cada una de ellas convendría aplicar. El primer factor encargado de perpetuar el desequilibrio mental a través de las edades, es la ley de la herencia. Por ella un degenerado engendra otro, por ella también el desequilibrio que un hombre adquiere por sus circunstancias en que se halla colocado durante el curso de su vida, viene a ser el sello de su descendencia. Otras veces la herencia no transmite el desequilibro ya constituido, sino solamente una modificación general del organismo, una excitabilidad y falta de resistencia del sistema nervioso, que constituyen el temperamento llamado neuropático. Si éste no puede considerarse por sí mismo como una degeneración, es el principio de ella, es el terreno donde germinan las afecciones nerviosas y mentales. La causa más poderosa, tal vez de la degeneración de la especie humana, es la costumbre que los hombres de todos los tiempos han tenido de habituarse a las sensaciones agradables, producidas por el uso continuo de sustancias que obran sobre los centros nerviosos como excitantes o sedantes. Estas sustancias son entre nosotros el té, el café y el tabaco y. sobre todo, el alcohol en todas sus formas. Los pueblos orientales hacen un uso semejante del opio y el cáñamo. Las continuas excitaciones que estas sustancias producen en el sistema nervioso, lo reducen a un estado de debilidad y eretismo, cuyo término suele ser la demencia absoluta, y que transmitido por herencia, origina en los descendientes degeneraciones que pueden llegar al idiotismo total. Otra importante causa de desequilibrio es ese estado de cansancio y agotamiento que produce en el cerebro el proceso del trabajo intelectual. Los franceses dan a este estado el nombre de surumenage, palabra que no tiene correspondiente en nuestro idioma. El surumenage mental llamado también astenia cerebral, es producido generalmente por la poca importancia que las personas entregadas a trabajos intelectuales, dar a las prescripciones de la higiene y al ejercicio corporal. Existe igualmente un surumenage escolar, cuya causa es el recargo de asignaturas que se nota en los actuales programas de enseñanza. No influye menos a este respecto el abandono en que yace la educación física, por lo menos en nuestras escuelas: pues los pueblos de la raza sajona prestan a este importante ramo del perfeccionamiento

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humano toda la atención que se merece. Al lado de las causas que acabamos de enumerar y que obran sobre el organismo de una manera directa y pudiera decirse material, existen otras de un orden puramente intelectual: pero no por eso menos activas y poderosas que las anteriores. Así vemos al escepticismo y las ideas filosóficas y morales que de él dimanan, imprimir su sello en nuestras costumbres y nuestras artes. Y de esta suerte modificados, la enseñanza, el periodismo, el teatro, la literatura, las artes plásticas, vienen á ser otras tantas causas de desequilibrio para los espíritus débiles, para las inteligencias incapaces de volver por sí solas a la fuente de la eterna verdad y a los invariables principios de la belleza y poesía reales.

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III Produzca la tierra yerba verde y que dé simiente según su especie, y plantas fructíferas que den fruto conforme a su especie y lleven en sí mismas su simiente-Produzca la tierra animales vivientes en cada género y que se reproduzcan según sus especie. (Ilegible en el original) La herencia es una ley ineludible a cuyo influjo están sometidos los seres todos de la creación, desde el .vegetal criptógamo unicelular hasta el hombre, imagen de Dios sobre la tierra. Las células que forman los tejidos de los organismos superiores, al dividirse por el fenómeno de la cariokenesis, dan también nacimiento a dos células exactamente iguales en estructura y composición química a aquella de que proceden. La ley de la herencia es necesaria para la conservación del orden en el mundo de los seres vivientes: por ella los animales y las plantas se reproducen según sus especies. La fisiología nos enseña que 1a fecundación sólo es posible entre individuos de la misma especie, o a lo más entre especies del mismo género; y aun en este caso el producto es un ser híbrido condenado á. la esterilidad. ¡Qué desorden y confusión reinarían en la naturaleza si de otro modo fuese! Sólo por una evolución sumamente lenta que necesita siglos para verificarse, los seres vivos llegan a modificar poco a poco su modo de ser, haciéndose en algo distintos de sus antecesores más remotos. La herencia no transmite únicamente la forma exterior del cuerpo y la organización física, sino también las aptitudes intelectuales, los gustos y las inclinaciones. Así se ven ciertas disposiciones y tendencias artísticas que se hacen patrimonio de algunas familias durante varias generaciones. La familia de Bach contó en su seno once músicos notables. Los japoneses aprovechando esta ley, siguen de padres a hijos el mismo oficio y así son reputados como los obreros más hábiles del mundo. Además de esta herencia fisiológica, existe la herencia patológica por la cual se transmiten sean las enfermedades ya constituidas, sea más bien la aptitud para contraerlas bajo la acción de una causa ocasional. No sólo son transmisibles a la descendencia las particularidades que el individuo ha heredado a su vez, sino también las modificaciones que durante el curso de su vida recibe del medio exterior, según las circunstancias en que se halle colocado. Este hecho ha sido comprobado experimentalmente por medio de ciertas mutilaciones practicadas en los animales de laboratorio y que se han visto reproducidas en sus descendientes. Son célebres las experiencias de Brown-Séquard sobre este punto. En esta forma, la herencia se llama individual o accidental y es la base de la evolución que la humanidad realiza hacia su perfeccionamiento. Todo triunfo que el hombre logra sobre su organismo al adaptarlo al medio en que vive: todo progreso que realiza en la esfera intelectual o moral, se 37


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fija y perpetúa por esta ley, formando el legado más valioso que la generación siguiente recoge y utiliza al entrar a su turno en la palestra de la vida. Es también por esto por lo que somos más responsables del uso que hagamos de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu; pues los abusos, los extravíos y los vicios a que nos entregamos son para nuestros descendientes el origen de dolencias físicas y morales. La herencia no se manifiesta únicamente por una transmisión directa de padres á hijos: pues es posible también heredar cualidades de antepasados más o menos remotos. Esta es la herencia ancestral ó atávica. Todas estas formas de la herencia obran simultáneamente sobre el individuo, combinando sus influencias de maneras muy diversas y produciendo por lo tanto resultados muy variables. El hijo es además producto de dos factores, paterno y materno, cuyas cualidades y aptitudes pueden sumarse o destruirse, según que sean similares a antagonistas. Considerando por otra parte que estas tendencias conservadoras de la herencia luchan sin cesar contra la fuerza evolutiva que tiende á diferenciar cada vez más las funciones de nuestros órganos y aparatos, fácil es comprender por qué no somos una copia fiel de nuestros padres. Las mismas consideraciones nos dan la razón de esas diferencias, a veces tan profundas, que se notan entre hijos de los mismos padres. El hecho es tan frecuente que se mira casi como excepcional el caso contrario en que dos hermanos, como los Argensola o los Goncourt, tienen los mismos gustos é inclinaciones. Otro fenómeno que ha suscitado numerosas controversiales es la frecuencia con que hombres de talento notable engendran hijos mediocres ó degenerados: sin embargo, la explicación de este hecho no puede ser más sencilla. No se trata, como hemos dicho antes, de que el genio sea por sí mismo un estado neuropático: lo que pasa es que estos hombres, entregados por completo a la vida de la inteligencia desprecian la parte animal de su organismo. Abusan de sus facultades y cuando notan el cansancio, recurren á los excitantes, acabando por destruir la tonicidad de sus vasos y la impresionabilidad y resistencia de sus elementos nerviosos. Después transmiten a sus hijos ese estado de agotamiento y debilidad nerviosa, en vez de la dichosa organización con que fueron dotados. Muchas teorías han sido emitidas para explicar en su esencia íntima los fenómenos de la herencia. Para unos es la transmisión de un plasma inmortal: para otros es un movimiento vibratorio que se perpetúa a través de las generaciones celulares; para otros se trata de moléculas materiales que pasan directamente de padres a hijos. Yo pienso que es este uno de los puntos vedados a nuestra inteligencia y que debemos limitarnos á señalar los hechos: que el tiempo perdido en investigar lo inexplicable puede emplearse en sacar de estos hechos consecuencias útiles para la vida práctica. Concretándonos a la herencia nerviosa, única que interesa a los fines de este estudio, examinemos los fenómenos

que ofrece a nuestra observación. Tenemos en primer lugar la herencia directa, por la cual los desequilibrados y neurópatas dan el ser a individuos igualmente constituidos. Este modo de transmisión del desequilibrio es seguro, sobre todo cuando se trata de herencia bilateral; en este caso la degeneración se acentúa cada vez más y tiende al agotamiento de de la familia, pues en sus últimos grados trae aparejada la esterilidad. Las uniones consanguíneas han sido también acusadas de producir la degeneración psíquica; sin embargo, los casos observados pudieran referirse más bien á la herencia neuropática directa. Esta causa produce con mayor frecuencia degeneraciones de orden físico, malformaciones y faltas de desarrollo, a veces incompatibles con la vida. Otro tanto puede decirse de la herencia sifilítica: pues las degeneraciones causadas por ella afectan principalmente a los centros sensitivos y motores del encéfalo, respetando las facultades intelectuales y morales. Esto se observa en los sordo-mudos, cuya inteligencia, generalmente intacta, es a veces notable, y nadie ignora que la sífilis hereditaria es una de las causas más comunes de la sordo-mudez. Como hemos indicado anteriormente, la herencia hace aparecer en determinados individuos, degeneraciones que traducen la decadencia latente de ciertos grupos celulares de los centros nerviosos en sus progenitores. El agotamiento nervioso es producido en éstos por numerosas causas, siendo las principales el exceso de trabajo y el uso de los excitantes, sobre todo el alcohol aun en pequeñas dosis. Es conocida la frecuencia con que los alcoholisias vienen hijos epilépticos ó idiotas. El caso más frecuente de la herencia nerviosa es la creación del temperamento neuropático, es decir una diátesis, una constitución especial del organismo que lo hace apto para el desarrollo de todas las afecciones nerviosas y mentales. ¿En qué consiste esta diátesis? El eminente histólogo español Ramón y Cajal ha demostrado que los centros nerviosos se componen de elementos independientes entre sí. Cada elemento es una neurona constituida por un cuerpo celular formado de núcleo y protoplasma y dotado de un prolongamiento cilindro-axial, que conduce excitaciones centrípetas, y prolongamientos protoplásmicos, que las llevan centrífugas. La solidaridad funcional se establece por los contactos que estos prolongamientos toman con las neuronas vecinas, gracias a los movimientos de que están dotados. Los trabajos de Durham han puesto en evidencia que estos movimientos se verifican siempre bajo la acción de un aflujo de sangre. Arndt y Pick han observado que la perfección de las facultades psíquicas corresponde a la diferenciación del trabajo de los elementos celulares, es decir, a la intensidad e independencia con que las excitaciones se propagan por los grupos de células y fibras que las corresponden. Ellos han notado asimismo que para esta independencia funcional es necesaria, la integridad de la vaina de mielina que envuelve y aísla el cilindro-eje de

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los prolongamientos nerviosos. Cuando esta envoltura es deficiente o alterada, la excitación nerviosa, en vez de seguir una vía indefinida, se comunica a los grupos celulares que encuentra á su paso, perdiendo en intensidad. De aquí la tendencia que los neurópatas y desequilibrados tienen a los reflejos inconscientes, a las impulsiones y a los movimientos generalizados. Las causas todas que producen el agotamiento nervioso obran destruyendo o alternado la mielina. Quitando además a los vasos su tonicidad, hacen difícil el juego de hiperemias y anemias sucesivas que necesita el trabajo mental. Ahora bien, la diátesis nerviosa ó temperamento nouropático no es más que esta deficiencia de las vainas de mielina y esta falta de tonicidad vascular, recibidas por herencia. Es algo semejante á la lentitud del movimiento nutritivo que, según Bouchard, forma el fondo del artritismo. El conocimiento de las leyes de la herencia debe llevarnos a conservar siempre un justo medio, tanto en nuestros trabajos, como en nuestros placeres y diversiones. Que todos los hombres dedicados a tareas intelectuales se penetren de estas verdades, que no olviden que son responsables de la suerte de sus descendientes. Ni el justo anhelo de conquistar un nombre ó una fortuna los autoriza a abusar de sus facultades, pues más útil que todo esto es para sus hijos el legado de una sólida organización física y mental. El secreto para conservar la integridad de las facultades reside en una prudente distribución del tiempo entre el trabajo mental, el descanso y el recreo. Entendiéndose además que ni el teatro, ni el baile, ni las reuniones de sociedad, son diversiones en que el espíritu descanse. Las excursiones campestres, los ejercicios en que el hombre se pone en contacto con la naturaleza, lo que los ingleses llaman sport, son las verdaderas diversiones en que la inteligencia reposa y él cuerpo se vigoriza, y a las cuales el hombre de vida sedentaria no debe renunciar nunca. Y cuando caiga en nuestras manos un niño de temperamento neuropático no nos dejemos seducir por sus rasgos brillantes y por la engañosa vivacidad de su inteligencia. Hagamos que los padres y maestros se convenzan de que estos niños no son futuros genios, sino seres débiles y predispuestos a todos los extravíos de la mente y a todas las neuropatías. Que los rodeen de precauciones y cuidados: que procuran por todos los medios su endurecimiento físico; que aparten hasta donde sea posible de su inteligencia los estudios filosóficos y literarios que no están su alcance, inclinándolos al trabajo material. Que les den, por último, una sólida educación moral y religiosa, en la verdadera acepción de la palabra, única fuerza capaz de contrarrestar ulteriormente las tendencias morbosas é ilógicas de su espíritu

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IV La condición humana es bastante miserable para que siempre y en todas partes, el hombre experimente la necesidad de adormecer y estimular su inteligencia por medios ficticios. CH. RICHET. Corre el hombre en la vida tras la felicidad, como el niño tras la pintada mariposa que con sus colores le seduce. Mas en la adversa o en la próspera fortuna, son tan cortos y fugaces los momentos en que logramos alcanzarla, que no notamos que la hemos poseído sino cuando estos momentos pasan a la calidad de recuerdos, y ansiamos siempre un más allá, que nunca llega. Por eso, sólo las almas superiores tienen la virtud de hallarla en la .simple satisfacción de las necesidades y en la tranquilidad que deja en la conciencia el cumplimiento diario del deber. Por eso también los hombres de todos los países y de todos los tiempos han tratado de prolongar esos cortos instantes en que les es dado estar alegres, por medio de la sobreactividad psíquica, la alegría artificial, que produce el alcohol. En todas las fiestas, en todas las ocasiones en que la humanidad ha querido disfrutar horas ó días de regocijo, ha sido elemento indispensable el alcohol en todas las formas imaginables, desde el champagne que corre en las bodas de los reyes, hasta el jugo fermentado del maíz con que se embriagan los salvajes. El obrero mal retribuido y el campesino mal alimentado que no ven en sus humildes moradas más que hambre y miseria; el anciano que siente escapar sus antiguas energías; el joven de imaginación ardiente, que mira truncados sus sueños de amor o de gloria y no tiene en su propio espíritu fuerzas para crearse un ideal nuevo; todos han buscado siempre en la embriaguez, el olvido de sus penas o el complemento de alegrías que la vida les niega. Esta tendencia al alcoholismo es tanto mayor, cuanto más débil e inestable es el sistema nervioso. El hombre de sana razón, de sólida organización nerviosa, puede en las situaciones prósperas prolongar indefinidamente su alegría por el conocimiento y justo aprecio del bien que posee, y en los casos difíciles y contrarios de la suerte, halla, en sí propio elementos para la lucha y fuerzas para conservar la tranquilidad de su espíritu. Los temperamentos nerviosos, débiles, inestables, propenden por natural inclinación a una alegría paroxística que tiene de intensidad lo que de duración le falta y que deja tras sí, por una reacción muy natural, tristeza y decaimiento. De aquí la facilidad con que se entregan a la embriaguez los degenerados y neurópatas de toda especié. La misma causa explica la rapidez con que adquieren este hábito los pueblos salvajes, de organización primitiva y poco diferenciada. Vemos que la inclinación al alcoholismo, es en muchos casos efecto del desequilibrio mental; pero como es también capaz de producir este desequilibrio y transmitirlo a la descendencia, resulta un círculo vicioso en que el 41


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alcohol, causa y efecto a la vez, ensancha más y más la esfera de su perniciosa acción. La rápida marcha del progreso desde los comienzos del siglo diez y nueve ha contribuido también poderosamente a los avances del alcoholismo. En la lucha encarnizada y febril por conseguir un puesto y un cubierto en el festín de la vida, los hombres de nuestra época han consumido pronto sus energías naturales y han tenido que pedirlas prestadas a los excitantes, fustigando su cerebro como una bestia cansada. Así ha crecido de manera tan notable él consumo de las bebidas espirituosas, del té, el café y el tabaco; así se han añadido al alcohol esencias que aumentan su actividad; así se ha bebido el éter y fumado el té. Por último, buscando no ya la excitación, sino la sedación de unos nervios vibrantes en demasía, se ha recurrido al doral, al opio y á la morfina. El carro del progreso ha marchado rápida y triunfalmente, pero dejando a su paso montones de vencidos a los bordes del camino. Procediendo de esta suerte la sociedad de hoy, no sólo debilita su energía física é intelectual y abrevia la duración de su existencia, sino que conduce a los hombres de mañana a una vida de miseria y sufrimiento. Dice muy bien M. Marión cuando afirma que el porvenir de las generaciones futuras está en manos de la presente y que nuestros hijos tendrán derecho a preguntamos mañana qué hemos hecho del cuerpo y el espíritu sanos que nuestros mayores nos legaron. Los efectos del alcohol sobre el organismo son bien conocidos, lo que me dispensa de entrar en detalles. Su acción, excitante primero y depresiva después, retarda el movimiento nutritivo e impide las metamorfosis celulares. Obrando simultáneamente sobre los elementos nerviosos y sobre el sistema vascular, produce la impotencia funcional de los centros y origina la arterioesclerosis. La intoxicación alcohólica destruye primero los centros cerebrales superiores de organización más delicada; después los centros sensitivos y motores, y en último grado, el sistema muscular es atacado a su vez. El desenlace de este estado lo forman la locura, la imbecilidad, la parálisis, la muerte prematura. Las degeneraciones de toda naturaleza castigan en los hijos el crimen de los padres; pues como antes se dijo, los descendientes de los alcoholistas no sólo presentan una tendencia irresistible al mismo vicio de sus mayores, sino que son con frecuencia epilépticos, maniáticos ó idiotas. Con respecto á los otros excitantes, sábese también que el tabaco afecta, además del sistema general, los ganglios cardiacos y los elementos de la retina. El té y el café dañan más bien cuando se abusa de ellos; pues su uso moderado sólo es nocivo para determinadas personas y probablemente para los niños. De las otras sustancias mencionadas, como el éter y la morfina, puede decirse que el sólo hecho de ocurrir á ellos indica un grado avanzado de desequilibrio. Son numerosos los medios de que la sociedad dispone para luchar contra el torpe vicio del alcoholismo y oponerse a sus progresos. Los gobiernos pueden reaccionar enérgicamente contra él, sea castigando con rigor los delitos

cometidos en estado de embriaguez y la embriaguez habitual, sea cargando de impuestos las fábricas y expendios de licores, sea en fin, negando a los ebrios, los derechos del ciudadano. Justo es consignar que las naciones civilizadas han trabajado bastante en este sentido y que no son del todo despreciables los resultados obtenidos. Se han creado también sociedades de temperancia y hospitales correccionales destinados especialmente a la regeneración de los alcoholistas. Pero el elemento principal de la campaña antialcohólica es la enseñanza popular. Por medio de ella hay que dar a conocer a los obreros de mañana los perniciosos efectos del alcohol y crearles hábitos de trabajo y sobriedad que los preserven del vicio. Hay que procurar igualmente, por todos los medios, que lleguen estos conocimientos a las masas trabajadoras que no concurren a la escuela. Todas las clases sociales deben, dentro de su esfera, tomar parte activa en esta cruzada contra la embriaguez, sin desmayar un momento y teniendo presente que todo lo que se haga por estirpar este vicio, es en pro de la felicidad y bienestar de las generaciones futuras.

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El surmenage mental es para la sociedad actual un peligro más serio que Cartago para la antigua Roma, y debemos desear que surja en nuestro días un hombre tan autorizado y tan tenaz como Porcio Catón, para recordar diariamente a la sociedad contemporánea el peligro que la amenaza. Mme. Manacéine. Como anteriormente indicamos, uno de los más importantes factores del desequilibrio mental, es ese estado de agotamiento y debilidad, producido en el cerebro por un trabajo intelectual excesivo. Este estado, que designaremos con el nombre francés de el surmenage mental o con el de astenia cerebral, puede considerarse como una entidad mórbida, hoy bien estudiada por numerosos autores, y que tiene sus síntomas conocidos, sus lesiones determinadas y su tratamiento. Que esta afección abunda de extraordinaria manera en la generación presente, es un hecho innegable y de todos conocido. Las condiciones actuales de la vida social, la ruda lucha por la existencia contra innumerables concurrentes, el progreso mismo de las ciencias, exigen en nuestros días mayor suma de trabajo intelectual para alcanzar el más modesto título profesional o la más humilde posición mercantil o literaria, que el requerido en anteriores siglos para pasar por sabio. Algunos párrafos extractados de una interesante obra titulada: “El surmenage mental” y escrita por Mme. María Manacéine, darán una idea de los síntomas de la astenia cerebral. El principio del surmenage mental se traduce por el mal humor del sujeto, por un estado de tristeza, por una mayor excitabilidad, por un descontento de sí mismo y de todo lo que existe, y por una tendencia á rebuscar nuevas impresiones y excitaciones nuevas. La atención se debilita como toda la actividad nerviosa coordinada. Los enfermos no pueden fijarse largo tiempo sobre determinado asunto y conciben involuntariamente pensamientos e imágenes que los solicitan en otro sentido. En esta situación, el hombre pierde a un grado más o menos intenso la facultad de gobernarse; toda emoción provoca en él actos reflejos más o menos generalizados, más o menos desordenados. Se nota en estos enfermos un tartamudeo nervioso y explosiones de risa histérica. Ellos se quejan a menudo de sensaciones variables y extrañas y de dolores indefinidos en todo el cuerpo. Su humor se altera con la mayor facilidad; A veces sufren una tristeza, universal, a veces manifiestan una alegría convulsiva que no es del todo natural. Es de notarse que mientras la menor bagatela excita á estos enfermos y los pone fuera de sí, ellos

permanecen indiferentes ante los acontecimientos más serios. Suele acompañarse este estado de neuralgias, de dispepsia nerviosa, de irregularidades cardiacas, albuminuria, enflaquecimiento. etc., etc. Entre los síntomas más precoces, se observan las irregularidades en la escritura y en la palabra: durante una conversación, estos sujetos no pueden recordar de pronto un nombre propio ó un sustantivo. Además emplean con frecuencia una palabra por otra. En la escritura, se nota la omisión de letras finales, de palabras enteras, o bien la repetición de letras, sílabas y palabras. Tales perturbaciones de la actividad coordinada del sistema nervioso central, conducen a resultados más dañosos y complicados, toda vez que obran sobre actos psíquicos de gran importancia y complejidad. Sucede a veces que en lugar de una imagen, un sentimiento o una idea deseada, aparecen otras ideas, sentimientos e imágenes y el hombre se hace así juguete de su sistema nervioso desordenado. El profesor Meyuert ha demostrado que todo lo que debilita la energía de las circunvoluciones cerebrales contribuye á la aparición de las alucinaciones y de las ideas irresistibles. Kostemnann ha notado que en esta situación los enfermos sienten vivamente la necesidad de los excitantes: porque éstos los libran, aunque sea transitoriamente, de las imágenes embargantes y penosas y de los pensamientos fastidiosos é incoherentes. El empleo de tales medios empeora la situación, pues perturba más profundamente la nutrición del tejido cerebral. En los individuos atacados de astenia cerebral, la memoria se encuentra también debilitada, sobre todo, en lo relativo á los acontecimientos de la vida cuotidiana. Algunos de estos enfermos se distinguen por una somnolencia muy marcada; duermen mucho, pero el sueño no les aprovecha y despiertan con la cabeza pasada y con una sensación de abatimiento general. Otros, por el contrario, sufren de insomnio y de escalofríos convulsivos, generales o localizados, cuando se duermen. Por último, se observa en estos enfermos una torpeza en los movimientos delicados y precisos y una tendencia á la fatiga rápida. Aparte de alteraciones en las vainas de mielina y en las células nerviosas, aun incompletamente estudiadas, las lesiones de la astenia cerebral residen en el sistema vascular. Anteriormente se dijo que la actividad cerebral en todas sus formas requiere un flujo y reflujo de la sangre, el cual es producido por un juego de contracciones y dilataciones alternativas de los vasos. Las experiencias directas de Mosso y Durham han probado este hecho hasta la evidencia. Durante el trabajo intelectual, la sangre pasa con rapidez por los vasos encefálicos dilatados, cuya pared se aplica directamente contra el tejido cerebral, pues los espacios perivasculares están comprimidos y vacíos. Esta circunstancia favorece los cambios gaseosos entre las células cerebrales y la sangre, pero dificulta

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los cambios plásticos. Por eso los productos de la metamorfosis regresiva, como la urea y el ácido láctico, que deben ser eliminados, se acumulan produciendo esa somnolencia que se nota después de una actividad cerebral prolongada. Cuando cesa el trabajo intelectual, la sangre afluye a los miembros y circula con más lentitud por los vasos cerebrales contraídos y rodeados por los espacios perivasculares llenos de linfa plástica, circunstancia que favorece los cambios nutritivos, por los cuales el cerebro recobra las fuerzas gastadas. A consecuencia de un trabajo cerebral continuado y excesivo, los vasos se llenan exageradamente, lo que repitiéndose a menudo conduce al debilitamiento de la pared vascular y a la pérdida de su tonicidad. Este estado favorece tanto al establecimiento de la anemia cerebral, como a la formación de estasis sanguíneas, comprometiendo en uno y otro caso la nutrición de los elementos. Las indicaciones para el tratamiento de la astenia cerebral, varían según que predominen los fenómenos de la anemia cerebral o los de congestión pasiva. En el primer caso, hay que prescribir los reconstituyentes del sistema; en el segundo, los calmantes y derivativos. El profesor Althaus preconiza la electrización del cerebro, el fósforo, el arsénico, la estricnina y el bromuro de potasio. Mnie. Manaceine aconseja el uso de baños fríos y el masage o baños tibios con ducha fría sobre la cabeza. Recomienda igualmente la aplicación de bolsas de agua fría sobre la cabeza durante la noche y la sobrevigilancia de las funciones digestivas. Por lo demás, se comprende que desde que aparecen los síntomas de la astenia cerebral, hay que suspender las tareas que la han producido; sin someter, sin embargo, al enfermo al reposo absoluto, pues como afirma Wilks, la actividad es tan necesaria para la vida como la nutrición. Más importante aún que el tratamiento curativo, son los medios preventivos que deben emplearse para evitar la aparición de la astenia cerebral. El hombre dedicado a trabajos intelectuales, si quiere conservar la salud de su espíritu, tiene que cuidar la de su cuerpo; pues, como dice el antiguo adagio de la escuela de Salermo, mens sana in corpe sano. Hay que vivir algunas horas al día una vida enteramente animal; hay que dar al ejercicio físico, al paseo y al descanso la importancia que tienen. Hay que moderar la ambición, teniendo presente que el vasto campo de la ciencia no cabe en los límites de nuestras facultades. En lugar pretender abarcar la ciencia universal, seamos especialistas. Con los progresos que día á día realizan las ciencias todas, el sistema de especialidades se impone, y aun esas mismas especialidades tendrán que irse subdividiendo cada vez más. Inspirando nuestra conducta en estas ideas, el provecho será mayor para nosotros, para la sociedad y para la ciencia misma.

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VI Hay que evitar ese celo irreflexivo y esa culpable vanidad que quieren obtener del niño todo lo que su inteligencia elástica puede producir, a riesgo de agotarla y matar el fruto en flor. Mme. Pape Carpantier. Donde más estragos causa el surmenage mental, es en las escuelas, y allí es donde todos tenemos obligación de señalarlo y combatirlo: porque esas masas infantiles forman la parte más delicada de la sociedad, aquella en que están depositadas todas las esperanzas de la humanidad futura. Que en nuestras escuelas existen causas más que suficientes para producir el cansancio intelectual, es un hecho palpable. Todos nosotros hemos experimentado más o menos sus efectos en más de una ocasión. Toda persona que de algún modo haya estado en contacto con escuelas y alumnos habrá tenido oportunidad de observar niños estudiosos v aprovechados durante toda la enseñanza primaria, y que al llegar a estudios superiores se vuelven repentinamente apáticos y distraídos, causando la desesperación de sus padres y maestros. ¿A qué se debe tan súbita y radical mudanza? Es el agotamiento intelectual, es la astenia cerebral que comienza. He aquí una esperanza malograda, he aquí una inteligencia perdida para siempre; pues nadie cuidará de remediar el estado de aquel niño, si no es con inútiles reprensiones y castigos. Hubo un tiempo en que no se enseñaba en las escuelas más que a leer, escribir y contar. Hoy se verifica una reacción en sentido contrario y día á día se aumenta alguna asignatura a los programas de enseñanza. Es cierto, en verdad, que los modernos métodos pedagógicos disminuyen mucho el trabajo del alumno: pues evitan el abuso que en otro tiempo se hacía de la memoria y procuran ejercitar armónicamente todas las facultades. Justo es consignar también que estos métodos modernos son practicados entre nosotros, por lo menos en los establecimientos oficiales; pero hasta, hoy sus ventajas sólo benefician la enseñanza elemental, pues en la superior tenemos aún las numerosas asignaturas, los voluminosos textos y las largas lecciones de memoria. Por eso, como antes dije, es en la enseñanza superior donde con mayor frecuencia se observan casos de astenia cerebral. Pero aun con el método más práctico y más intuitivo, el exceso de asignaturas es siempre perjudicial al alumno. Hay pues que renunciar a las pretensiones de los que quieren que la inteligencia humana sea el resumen de la ciencia universal. Los profesores deben aprender a no apresurarse. Según Rousseau, la regla más útil en la educación no es ganar tiempo, sino saber perderlo. En la escuela primaria hay que tener presente que no se trata de crear sabios enciclopedistas, sino de preparar a los futuros ciudadanos, obreros en su mayoría, para la vida práctica. Basta por lo tanto con darles los conocimientos 47


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más indispensables y desarrollarles sobre todo la razón y el espíritu de observación, con los cuales se seguirán educando por sí mismos durante toda la vida. M. Gréard ha dicho que el fin de la escuela primaria es ante todo crear el instrumento del trabajo intelectual, afirmar el juicio, y por esto se trata de aprender, no todo lo que es posible saber, sino lo que no es permitido ignorar. Respecto de la enseñanza superior, es de desearse que se implante entre nosotros el sistema usado en algunas universidades de Europa y los Estados Unidos. Por este sistema, sólo se exigen para ingresar a una escuela profesional los estudios preparatorios relacionados con la profesión de que se trata. ¿Qué necesidad tiene un ingeniero de estudiar detalladamente la literatura o la filosofía? ¿Qué utilidad tiene para el médico o el abogado el estudio profundo de las matemáticas? Este sistema es el único que permite en la actualidad conciliar, los intereses de la salud con los incesantes progresos que se verifican en todos los ramos del saber humano. Otra causa que poderosamente contribuye al rápido agotamiento intelectual de los niños, es la costumbre de mandarlos a la escuela demasiado pequeños. Antes de empezar los estudios, el niño debe vivir algunos años en completa libertad para que su cuerpo y su inteligencia adquieran el grado conveniente de desarrollo. Empezando las tareas escolares a una edad en que el niño es incapaz de razonar, y aun de atender, sólo se logra hacerle aborrecer la escuela para siempre acostumbrarlo a aprender mecánicamente, ejercitando sólo la memoria, con lo que pronto la inteligencia se fatiga. La pedagogía fija la edad de siete años para la admisión de los alumnos en las escuelas, y sólo en el kínder garden ó jardín de la infancia, sistema Fróebel, son admitidos más temprano. En nuestros establecimientos oficiales se observa esta regla: pero no hay el mismo rigor en los colegios particulares. Existen además las llamadas escuelitas dirigidas por personas completamente ignorantes en materia de educación, y a las cuales concurren niños hasta de dos ó tres años, más que para aprender, para que se estén quietos y no molesten en su casa. Es verdaderamente un triste espectáculo ver á esas tiernas criaturas permanecer, como aves enjauladas, cuatro ó cinco horas condenadas á inmovilidad y silencio en esa dichosa edad, en que todas las manifestaciones de la vida son ruido, alegría y movimiento. Aun más perjudicial que el recargo de estudios, es para la infancia y juventud el poco caso que se hace de la educación física en nuestras escuelas. Conocida es la importancia de la educación física como indispensable para el cuerpo y para el espíritu; pues según dice M. Marión, nada hay más tiránico que un organismo enfermo. Nada paraliza más el libre movimiento de la razón, nada seca más pronto las fuentes del sentimiento, que un cuerpo débil cuyas funciones languidecen y para el cual todo esfuerzo resulta un sufrimiento. La educación física tiene además un fin práctico y debe servir en cierto modo de preparación para la educación profesional o por lo menos, para la habilidad corporal en todos los casos de la vida: pues el hombre, como dice

Saint-Marc Girardin no ha de vivir siempre con un timbre en la mano y un criado al otro extremo del timbre. Los ejercicios físicos sirven por último, como descanso del trabajo mental, siempre que estén prudentemente alternados con éste y que no lleguen al límite de la fatiga. ¿Se atiende en nuestras escuelas a todas estas indicaciones? Es evidente que no. La educación física se reduce en ellas a una clase de gimnástica, que viene a ser como una asignatura más, y en la cual por lo común se abusa de los ejercicios acrobáticos, sin tener en cuenta la constitución especial y necesidades de cada niño. La gimnástica es realmente de gran utilidad para el desarrollo físico y como elemento de disciplina; pero resulta más dañosa que útil cuando no es dirigida por una persona suficientemente versada en anatomía y fisiología. En rigor, las clases de gimnástica debieran darse bajo la dirección de un médico; pero no siendo esto realizable en la generalidad de las escuelas, es preferible y prudente renunciar a la gimnástica de aparatos, dejando sólo en su lugar la marcha, el salto, la carrera y los movimientos generales y armónicos que constituyen la gimnástica de salón. Pero para obtener todas las ventajas de la educación física, para que sea en realidad elemento del desarrollo corporal, preparación para la vida práctica y descanso del trabajo intelectual, hay que hacerla consistir en algo más que en una clase de gimnástica. Hay que hacer entrar en nuestras costumbres los paseos escolares, tan recomendados por todos los pedagogos y tan útiles para la salud como para la instrucción de los niños. Hay que introducir en nuestras escuelas el trabajo manual, dando nociones prácticas de artes y oficios. Es necesario aumentar las horas de recreo, haciéndolas extensivas a las clases superiores, necesitadas más que ningunas de descanso y ejercicio. Los juegos de sport, la natación, la esgrima, la equitación son también poderosos auxiliares de la educación física, aunque no al alcance de todas las escuelas. Las reformas citadas no son ni nuevas ni difíciles: practicadas desde hace .tiempo con especial atención en los pueblos de la raza sajona, contribuyen eficazmente a la preponderancia que sobre la nuestra va adquiriendo dicha raza, y de la cual tanto y tan inútilmente nos lamentamos.

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Precisa que todo el ser del hombre se desarrolle con la conciencia de su origen: por consiguiente, la educación y la instrucción deben hacerle reconocer que el principio de su existencia y el de la existencia de la naturaleza reposa en Dios, y que deber suyo es manifestar este principio por medio de su vida entera. F. FROEBEL. En su tránsito por el mundo, la humanidad necesita llevar la vista fija en un punto que le marque el rumbo. Necesita un ideal, y cuando lo pierde, el hombre marcha a tientas y tropezando a cada paso. Es tan grande la necesidad del ideal para la vida de los pueblos, que es menos malo tener uno falso que no tener ninguno. Cuando Roma creía en los dioses de Numa Pompilio fue señora del mundo. Después cuando la fe en los dioses no existía ya y el cristianismo no había entrado aún en las conciencias, la corrupción y la decadencia del pueblo romano llegaron a tal extremo que la irrupción de los bárbaros vino a ser necesaria. La sociedad contemporánea se encuentra en situación análoga: la fe desaparece y nada viene a sustituirla. Por eso a pesar de su civilización tan decantada, lleva en su seno Tantos elementos de muerte y decadencia. ¿Cuál será su fin? No puedo preverlo aún. De igual manera que los pueblos, los individuos necesitan que su vida tenga un objeto, un ideal, y cuando carecen de él, su existencia es una continua vacilación y su inteligen¬cia está a merced de todas las impulsiones y fatalmente condenada al desequilibrio. Los fines de la vida son en sí mismos tan mezquinos que el alma humana no puede poner en la tierra el límite de sus deseos, y ha buscado siempre el complemento de sus aspira-ciones en la conciencia de su origen y en la esperanza de su inmortalidad. Esta aspiración, causa del sentimiento religioso, es lo que más distingue al hombre de los demás seres. La pérdida del sentimiento religioso es pues el triunfo de la parte animal de nuestro ser, es el triunfo de las tendencias egoístas, es la vuelta al estado primitivo, es la evolución retrógrada, la degeneración, en una palabra. Por eso el escepticismo, característico de nuestra época contribuye poderosamente al aumento del desequilibrio mental. En el hombre de inteligencia superior la duda es la fuente de la verdad; así, cuando ha recorrido todo el círculo de las ciencias, cuando ha estudiado a fondo el libro de la naturaleza, ve el lazo que existe entre lo natural y lo divino, entre lo finito y lo infinito, y vuelve por sí mismo al principio innegable y eterno de todo lo creado. Pero en los cerebros incompletamente diferenciados, en las inteligencias vacilantes, en los hombres de constitución

nueuropática, la duda se hace eterna o erige la negación en sistema, y de aquí al desequilibrio mental no hay más que un paso. Por esta razón precisa, como dice Froebel que la educación desarrolle al hombre con la conciencia de su origen y eleve su alma hasta el conocimiento de la vida futura. Precisa, para oponerse a los progresos de la degeneración psíquica en nuestros días, desarrollar en la generación escolar el sentimiento religioso. Aun en las escuelas laicas puede cultivarse este sentimiento independientemente de los dogmas y ritos particulares; pues como dice M. Marión, hay una aspiración natural del hombre hacía un conjunto de creencias que van más allá del saber positivo y hacen referencia al lugar del hombre en la naturaleza y a su destino. Fróebel, Rousseau y Pestalozzi, los padres de la pedagogía moderna, están de acuerdo en este punto. Kant considera inseparables la moral y la religión. M. Paul Janet, uno de los organizadores del programa oficial de 1882 en Francia, se expresa de la siguiente manera: “El coronamiento de la instrucción moral en la escuela es el conocimiento de Dios. Se enseñará á los niños que la vida tiene un objeto serio, que los hombres no son un producto de la casualidad, que hay un pensamiento sapiente que vela sobre el universo y que una mirada vigilante penetra en todas las conciencias.” Y no se arguya contra esto que el misticismo constituye también un indicio y una causa de desequilibrio; pues más que una exaltación, el misticismo es una desviación del sentimiento religioso, y no es esto ciertamente lo que queremos para la escuela. El sabio Froebel, tantas veces citado, dice con justa razón y notable energía: “Venga la religión que sostiene al hombre contra los peligros de esta vida, que le ampara en las luchas y los combates que él se libra a sí propio, venga esa pura religión a proteger al niño. Pero no venga sola; pues sin la actividad, sin el trabajo, está expuesta, a graves peligros, a una ineficacia casi completa; así como el trabajo sin ella hace del hombre un animal ó una máquina. Trabajo y religión son pues inseparables. Proceden el uno de la otra.” Si la pérdida del ideal es causa de degeneración y desequilibrio, no lo es menos el cambiar un ideal por otro, cuando este cambio no es precedido de una labor lenta y gradual. La humanidad evoluciona incesantemente hacia su perfeccionamiento; pero éste no se logra más que a costa de sacrificios, equivocaciones y caídas. En esta labor continua, las inteligencias que marchan a la vanguardia del progreso conciben ideas y apreciaciones nuevas, verdaderas o falsas, que modifican el concepto o los fines de la vida. Merced a los actuales medios de comunicación, rápidos é innumerables, estas ideas y apreciaciones vuelan de pueblo en pueblo, de nación en nación; pero encontrando un terreno poco apto en las inteligencias imperfectamente preparadas para recibirlas, producen en ellas terribles revoluciones que derrumban antiguos sentimientos y creencias, sin dejar en su lugar más que duda y desaliento. He aquí como la prensa, palanca poderosa de la civilización y el progreso, contribuye también al desequilibrio de la generación actual. No quiere esto decir que deba ser condenada; pero es necesario

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que la instrucción popular difundiéndose, prepare los cerebros para asimilar con provecho las verdades que ella difunde. Las mismas consideraciones se aplican a la lectura en general: para ser útil, necesita que la inteligencia esté preparada para asimilar lo bueno y desechar lo malo que pueda contener. La importancia de la lectura es tanta, que en la formación del carácter de todo individuo influyen los libros que lee más aún que el medio en que vive o las personas con quienes trata. En los niños de nuestra raza casi nunca hay necesidad de desarrollar la afición á la lectura, pues es en ellos innata. Más bien se necesita moderarla para evitar el abuso, y ejercer, sobre todo, una continua vigilancia. Muchas personas juzgan que no hay inconveniente en que los niños lean cuanto les cae a las manos; pues dicen que para apreciar el bien es necesario conocer el mal. Tal vez sea esto cierto con determinados individuos, dichosamente dotados, pero de ningún modo puede serlo con la generalidad. En los sujetos de temperamento nervioso, impresionable y débil, predispuestos al desequilibrio, puede la lectura ser dañosa, aun sin contener nada contrario á la moral ó á las costumbres. Estas personas experimentan en la lectura, de novelas especialmente, una serie rapidísima de las emociones y sentimientos más variados, lo que las hace vivir en un mundo imaginario, haciéndolas ineptas para el cumplimiento de los modestos deberes y oscuros trabajos de la vida cuotidiana. Finalmente, según los profesores Wirchow y Wesphal la simple lectura no acompañada de un trabajo general del cerebro, produce el agotamiento intelectual, ejercitando exclusivamente determinados grupos celulares, y debilita la voluntad e independencia del sujeto acostumbrándolo a aceptar sin juicio ni examen previo las ideas ajenas. Ese hálito glacial de indiferencia y escepticismo que seca en la generación actual la fuente del sentimiento religioso, extendiéndose a todas las manifestaciones del pensamiento, ha modificado en su esencia el concepto de la belleza y ha impreso su sello en todas las artes, que no son ni pueden ser más que los medios que tiene el hombre de exteriorizar este concepto. Ya no se busca la belleza en la armonía, en la fuerza, en la vida: hoy se le ve en lo raro y extravagante, en lo anormal y morboso. La música no trata ya de reproducir aquella armonía eterna que vaga en el seno de la creación y en el fondo de nuestras almas, sino de crear ritmos extraños y nunca oídos que hagan vibrar los nervios como cuerdas próximas a romperse. Las artes de la forma y el color, despreciando el modelo inimitable, amalgaman los remos de la naturaleza, dando a la figura humana las líneas indecisas del molusco ó las ramificaciones del vegetal, y a sus producciones todas, los tintes y contornos de esos seres que crea la mente del que delira. La poesía idealiza los extravíos de la razón, los horrores de la duda, las alucinaciones de la embriaguez, el desorden, la neurosis, la degeneración. En la expresión, huye de la claridad como de un vicio y busca- pueriles combinaciones de extraña cadencia y enigmático sentido. La novela y el teatro no son ya reflejo

de la vida y escuela de costumbres, sino alambicado estudio de caracteres anormales, nacidos de inverosímiles circunstancias, o desvergonzada exposición de vicios no sospechados y aberraciones increíbles. Las manifestaciones todas de ese arte nuevo, floración malsana del desequilibrio mental, contribuyen a su vez o aumentarlo y propagarlo. Particularmente en los jóvenes nerviosos e impresionables, cuya inteligencia tiende con fuerza a la imitación, y cuya voluntad es débil, causan estas obras terribles estragos. Como es muy difícil impedir que tales producciones lleguen a manos de la juventud, no queda más recurso para oponerse a su influencia, que desarrollar en la escuela el sentimiento del arte en su acepción real. El cultivo de los sentimientos superiores debe ser el coronamiento de toda educación y consiste esencialmente en desarrollar el amor hacia todo lo que es bueno, bello y verdadero. Es necesario que estas tres cualidades se presenten a los ojos del niño indisolublemente unidas, tal como lo están en la naturaleza. La educación estética debe, por lo tanto, empezar por la contemplación y estudio de la naturaleza y hacer ver siempre en ella la fuente de toda belleza. Después enseñará, a apreciar las obras del hombre, que en ella se inspiran. Es preciso, decía Platón, que los artistas sigan las huellas de la naturaleza para que los jóvenes se eduquen entre sus obras como en un aire puro y sano. A pesar de su antigüedad, estas palabras formulan aún el único criterio recto y saludable. Así entendido, el arte es elemento moralizado, fuente de placeres puros, antídoto del vicio y preservativo del desequilibrio mental. Para que la escuela se oponga eficazmente a la degeneración psíquica, es necesario también que la educación moral deje de ser un conjunto de máximas y preceptos aprendidos de memoria. Urge que los educadores de la infancia se ocupen de desarrollar y fortificar la voluntad y el libre albedrío, de crear las costumbres y formar el carácter. La formación del carácter es el fin supremo de la educación y también la parte más difícil de ella y la que con mayor frecuencia se descuida. El niño no es una materia plástica que puede modelarse a voluntad. Para formar su carácter tiene el educador que respetar el principio de la naturaleza, saber conciliar la autoridad con la libertad, identificarse con la infancia, comprenderla y amarla. Por tal razón, esta tarea, más aún que a los maestros, corresponde a los padres. Requiérese para ello que los padres vivan con sus hijos en íntima comunidad de ideas y sentimientos, que los asocien a sus trabajos, que tomen parte en sus penas y alegrías, que se hagan en cierto modo niños para que los niños puedan hacerse hombres. Muchos padres se quejan de que sus hijos son muy distintos de ellos, y son ellos mismos los que les han impedido tomarles por modelo, alejándolos de sí con su sequedad ó indiferencia. Para terminar, citaré una vez más al ilustre Froebel copiando en apoyo de este aserto las siguientes palabras suyas: “Cuando padres é hijos han vivido y se han educado en unión de vida y sentimiento, esta unión lejos de

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debilitarse, no hará sino acrecerse y fortificarse en la edad adulta, a menos que alguna circunstancia no haya venido fatalmente á romperla. Esta unión es el fundamento inquebrantable de toda verdadera moralidad. Los padres tratan de enriquecer a sus hijos con lo que ellos no pueden ya ni poseer ni manifestar, a causa de los obstáculos surgidos en su vida. El padre comparte con su hijo la experiencia que adquirió costa de penosos esfuerzos, y el hijo se aprovecha de la experiencia de su padre con todo el brío y frescura de la juventud. Toda repartición de este orden hecha entre padres é hijos es triste y estéril, cuando esta vida común no se considera como un todo indivisible, sino como dos destinos ajenos el uno del otro y llenos ambos de exigencias diferentes ¡Pero qué frutos brotan de esa unión cuando tiene por principio y por fin la manifestación más sublime y más pura del ser humano, cuando padre e hijo la persisten y consideran su verdadero aspecto! Eduardo Urzáis Mérida 1902.

Recuerdos familiares Las siguientes estampas narradas por dos nietas del Dr. Eduardo Urzaiz Rodríguez, Rosa Beatriz Loría Urzaiz y Beatriz Villamil Urzaiz, más que vivencias traídas a cuento durante nuestras conversaciones, resultaron una suerte de inmersión por las cuencas de amor y admiración que aún profesan los familiares que tuvieron la suerte de tratar a este ilustre hombre de ciencia y humanista, en la intimidad del hogar. Un espacio privilegiado donde seguramente el Dr. Urzaiz hacía las pausas necesarias para continuar con sus labores intelectuales, y donde dejaba ver y sentir los gestos de ternura que como algodón pulcrísimo emergían de sus largas barbas blancas, que se dejaba acariciar por sus numerosos nietos y sobrinos. No tengo duda de que si continúo compilado esta clase de impresionas tan personales, aun entre primos y sobrinos que no alcanzamos a conocerlo en persona, pero que aprendimos a quererlo y a tratar de seguir el ejemplo de persona intachable, lograría un original tomo polifónico pero cargado de unidad en términos de su personalidad genial y entrañable. Dejo esa tarea para posteriores derroteros, entre tanto aquí recojo las voces de dos queridas primas que estuvieron pendientes de la escritura un tanto atropellada de este sencillo texto. Rosa Beatriz Loría Urzaiz Los recuerdos de mi abuelo son miles, conviví con él 16 años, viéndolo todos los días, pues solía visitarnos y tomar una cerveza con mi mamá a diario. La única ocasión que falto fue el día de su muerte, ocurrida el 16 de febrero de 1955, fecha que también correspondía al cumpleaños de mi mamá. Fue horrible pues ella lo presintió, y cuando dieron la 12:30 y no había llegado ella dijo: estoy segura que algo muy grave le ha pasado, él no se olvidaría de mi cumpleaños, y al rato le avisaron que había fallecido. Este es el único recuerdo triste que tengo de él pues su alegría era contagiosa. Mi abuelo fue un hombre bondadoso, generoso, cariñoso con todos, enamorado de su familia que era muy numerosa. Siempre estaba pendiente de sus hijos y sus nietos, y quizás por haber sido su primera nieta después de siete varones, me consintió y mimó tanto. Como a él le encantaba la pintura, desde que era muy chiquita me enseño a pintar, me llevó cuadernos, lápices, crayones, cuentos para colorear, y mil cosas más. Fascinada le hice un retrato en un pedacito de papel que le pareció precioso y lo pegó en un cristal para adornar una vitrina que tenía en su consultorio. Allá permaneció prendido mi dibujo después de su muerte, y hasta que mi tío Carlos cerró la maternidad muchos años después, el retrato seguía intacto en la vitrina. Le encantaba la música, mamá Tula, su

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mamá, tocaba el piano y él recordaba que todas las noches, después de acostar a los niños, ella tocaba una pieza que se llama “ The maidens prayer,” que le encantaba al abuelo. Quizás por eso, cuando cumplí 8 años me regaló un piano con la idea de que un día tocara como mamá Tula, y consiguió la partitura de la mencionada pieza para que la aprendiera. La aprendí y le encantaba, se sentaba y se la tocaba dos o tres veces, cuando responsaba en su sillón. Parecía que dormía, porque cerraba los ojos, pero no dormía sino sencillamente la melodía arrullaba su descanso. También le encantaba el béisbol y todos los sábados, cuando era temporada, me iba a buscar y nos íbamos a ver el juego al Salvador Alvarado. Muchas veces nos acompañaba don Remigio Aguilar y su hijo Chochi. Era un agricultor de corazón, pues tenía una quinta con muchos frutales, toronjas, naranjas, mamey, pero sobre todo mangos de muchas variedades y le gustaba hacer injertos. En su huerto había un enorme tanque de riego en el que nos encantaba bañarnos, muchas veces mi cumpleaños lo festejamos allá con un baño de tanque. Además criaba carneros, y era común que después de los exámenes de grado, invitara a los recién graduados a comer una barbacoa de carnero que preparaban. Gustaba mucho de los animales, pues cuando la maternidad estuvo en la calle 60 por 41, que contaba con un enorme patio, tenía gallinas y conejos, y como nosotros vivíamos en la 41, a media cuadra, mi hermanita María Eugenia y yo íbamos a cada rato a ver a las gallinas y los conejos. Más tarde la maternidad fue trasladada a la 60 por 51, que tenía un jardín pequeño, entonces tuvo sapos enormes y horrorosos. Cuando era carnaval, sacaban sillas y en la puerta de la maternidad nos sentábamos a ver los paseos. En esa maternidad pintó en la pared más grande del cunero, una enorme cigüeña que tenía en el pico un pañal con un bebé, le quedo precioso, pues así como pintaba al oleo, también era pintor de brocha gorda. Del otro lado del cunero, había una habitación grande, con varias camas separadas por tabiques, él le decía el pabellón, y allá estaban las mujeres de escasos recursos a las que atendía con el mismo cuidado y no les cobraba ni un centavo. En realidad él siempre fue muy generoso y compasivo. En una ocasión conversando con el Señor Arzobispo don Fernando Ruiz, le dijo que él estaba muy lejos de Dios y don Fernando le contesto: Dr. Urzaiz, un hombre como usted nunca puede estar lejos de Dios. Los domingos íbamos todos a almorzar a su casa, todos los hijos y nietos, mi abuela era una mujer muy dulce que lo ayudaba en todo. Su casa siempre estuvo abierta para el que fuera y todos eran muy bien recibidos. No sé cómo tenía tiempo para tantas cosas, era Rector de la Universidad, daba clases, tenía su maternidad, pintaba, escribía, o estaba sembrando mangos o cuidando animales, y además, estaba consintiendo a su montón de nietos, era incansable. 25 de noviembre de 2017

Beatriz Villamil Urzaiz

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Para mí el abuelo siempre fue muy cariñoso. Recuerdo que todos los días, a eso de las doce, tocaba la puerta de mi casa con un sonido especial pues golpeaba con la cara de su anillo, anunciando su llegada. Siempre llevaba dos cervezas envueltas en papel de estraza para tomárselas con mi mamá, y siempre me admiró mirar a un hombre tan ocupado que se daba tiempo para convivir siquiera un ratito con sus nietos. A mí me gustaba mucho sentarme en sus piernas con mis muñecas diciendo que estaban enfermas porque invariablemente me las curaba, con paciencia y ternura. Nunca dejó de prestarnos atención a mi hermano Juan Antonio y a mí, y hasta ahora me cuesta comprender cómo se tomaba el tiempo para hacer caso de nuestras simplezas, teniendo tantas cosas en su diario trajín. Recuerdo de manera particular una vez que hice un preparado, mezcla de talco y agua, especial para mi abuelo, para que le saliera el pelo allá donde le faltaba, según mis ideas infantiles, y para horror de mi madre, dejó que yo se lo untara en la cabeza sin oponer resistencia ¡ Ah mi querido Papo!. Otro de mis recuerdos es oírlo cantar ópera o silbando alguna melodía, y mi madre le decía: papá si no cantas esa pieza con la letra, no podemos adivinar qué estás cantando. Era muy desentonado pero le encantaba la música. Otro de sus grandes gustos era comer, en su casa siempre se cocinaba comida cubana y eso llegó hasta nosotros pues mi mamá continuó con la costumbre. Todos los domingos almorzábamos en casa del abuelo, y éramos tantos primos que no puedo recordarlos a todos. Después de la comida él se sentaba en un sillón a dormir una siestecita, tal como lo encontró la muerte descansando en su sillón, el 16 de febrero de 1955. Yo siempre lo quise mucho y andaba detrás de él como una gatita. 12 de noviembre de 2017.

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Doctor Eduardo Urzais Rodríguez con su esposa María Rosa Jimenez de Urzaiz, acompañados de algunos de sus numerosos nietos y su nuera Alicia Bassó de Urzaiz Eduardo Urzais Rodríguez en Guanabacoa, 1879

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Doctor Eduardo Urzais Rodríguez dictando una conferencia en 1947 60

Estancia del Doctor Eduardo Urzais Rodríguez en Nueva York acompañado de su esposa Rosa María Jimenez de Urzaiz, hijos María y Fernando y su tía Prudencia Barceló. Invierno de 1906 61


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El 6 de febrero de 1906, descorriendo la lápida alusiva, don Porfirio Díaz inauguró el Asilo Ayala, después de haber hecho los mismo en el Hospital O`Horán

Lista de pasajeros del vapor Monterrey que trasladó al doctor Eduarto Urzaiz y su familia a Nueva York, zarpando de Progreso el 6 de mayo de 1906 62

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Álbum de autógrafos obsequiado por el doctor Eduardo Urzaiz a su nieta Rosa Beatriz Loría Urzaiz, en cuya primera página esbozó un pensamiento dedicada a su nieta en 1950 y estampó su firma

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