Lic. Rolando Rodrigo Zapata Bello.
Gobernador Constitucional del Estado de Yucatán
Dr. Raúl Humberto Godoy Montañez
Secretario de Investigación, Innovación y Educación Superior
Dr. José Jesús Willians
Rector de la Universidad Autónoma de Yucatán
Coordinación editorial de la Colección Pilares de la Ciencia
Doctor Carlos E. Bojórquez Urzaiz y M en C José Luis Domínguez Castro
Joaquín Dondé Ibarra Científico yucateco del siglo XIX Manuel Baeza Bacab
Colección: Pilares de la Ciencia
Exordio / 7 Presentación / 9
Índice
Capítulo 1. El farmacéutico / 11 La formación del profesionista Las fórmulas farmacéuticas Epílogo póstumo en París Capítulo 2. El profesor / 22 Profesor de Farmacia, Química e Historia natural La Sociedad Médico- Farmacéutica y La Emulación Capítulo 3. El Naturalista / 27 Axin en México, ni-in en Yucatan El axin de Francisco Hernández El axin o ni-in entre los aztecas y los mayas El axin de Pablo de la Llave y Antonio de la Cal Él ni-in de Yucatán El primer intento de publicación en La Naturaleza Él ni-in de Joaquín Dondé llega a París Un insecto valioso El axe (axin) o ni-in en la política nacionalista del presidente Manuel González Corolario La Flora de Yucatán y las Lecciones de Botánica Un libro anónimo La primera obra: Apuntes sobre las Plantas de Yucatán La obra maestra: Lecciones de Botánica Capítulo 4. La innovación tecnológica / 46 Los fósforos de seguridad Elaboración de productos químicos para la industria Capítulo 5. Crónica del adiós al sabio naturalista / 52 Obra científica del Dr. Joaquín Dondé Ibarra. Bibliografía
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia Exordio
Pilares de la Ciencia es una colección de fascículos destinados a reconocer la obra de aquellas figuras imprescindibles de la ciencia, cuyas aportaciones, situadas en diferentes épocas y circunstancias, sirvieron de cimiento para la formación de instituciones investigativas, encabezadas por la Universidad Autónoma de Yucatán, y abrieron paso a la llegada e inauguración de importantes centros de investigación nacionales e internacionales, así como de universidades prestigiadas. Al mismo tiempo, estos cuadernos son un recorrido por una especie de galería donde el rostro y las obras de los científicos se mostrarán a las generaciones que se inician en la vida universitaria, con el propósito de acercarlos a la trayectoria, en ocasiones difícil por la época que les toco vivir, de quienes sentaron las bases de la ciencia y la educación superior en el estado de Yucatán. Sin duda, su lectura será una experiencia que permitirá conocer el largo camino que se ha tenido que transitar, antes de hacer de nuestro estado el lugar propicio donde confluyen centros de investigación y universidades, conformando un ventajoso ecosistema, que traducido en políticas públicas, a cargo del gobierno que preside el abogado Rolando Zapata Bello, impulsan el bienestar de la mayoría de los ciudadanos con base en el desarrollo científico y la innovación tecnológica y humana. Si conseguimos provocar en los lectores interés en el estudio de la vida y obra de esta pléyade de talentos, a quienes con justicia denominamos Pilares de la Ciencia, nos sentiremos satisfechos ya que seguramente su ejemplo atraerá a la juventud en su afán por indagar asuntos capaces de enriquecer los caudales del conocimiento y la práctica científica. Dr.Raúl Humberto Godoy Montañez Secretario de Investigación, Innovación y Educación Superior.
8
9
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia Presentación
Mérida. “El farmacéutico no solo se educa para el ejercicio de su profesión, sino que también domina los principios de la ciencia”. J. Dondé, Am J Pharmacy 1873:445.
Invitamos a los lectores a descubrir paso a paso la fascinante vida del Dr. en Farmacia Joaquín Dondé Ibarra, el científico yucateco del siglo XIX (Figura 1). Manuel A. Baeza Bacab.
El Dr. Joaquín Dondé Ibarra fue un eminente farmacéutico yucateco del siglo XIX, conocido por haber desarrollado un notable trabajo profesional, docente, innovador y científico, no solo en la farmacia sino también en el campo de la historia natural. Su variada producción académica incluyó diferentes temáticas, entre las que podemos mencionar: la terapéutica farmacológica, la innovación industrial, y la historia natural, pues también fue un estudioso de la flora y fauna yucatanense, uno de sus rasgos más conocidos. A 142 años de su fallecimiento, podemos decir que el trabajo del Dr. Dondé Ibarra no solo no ha sido reconocido, sino que ha sido sistemáticamente omitido de las revisiones históricas acerca de la Farmacia en México, lo cual podemos atribuir a diversas situaciones, entre las que destacan: su muerte prematura a los 48 años, su residencia en una provincia alejada de la capital del país, y a la publicación de sus trabajos, casi exclusivamente, en revistas europeas y estadounidenses. Como se ha mencionado, el trabajo del Dr. Dondé, es poco conocido fuera de la entidad que lo vio nacer y elevarse a la cumbre del conocimiento mundial, por lo que esta revisión presenta algunos datos biográficos, el entono en que se desenvolvió y, sobre todo, el trabajo científico, académico e innovador realizado en Yucatán y exportado al mundo a mediados del siglo XIX. La biografía más conocida del Dr. Dondé, tal vez la única escrita en su tiempo, es obra del Dr. Waldemaro G. Cantón, quien la publicó al momento de su muerte y ha servido para otros trabajos breves acerca de su vida. Sin embargo. Carece de muchos detalles y proporciona pocas evidencias del trabajo realizado por el Dr. Dondé, por lo que fue necesario llevar a cabo una amplia revisión en los periódicos de la época para elaborar su biografía, la cual en algunos aspectos puede estar inconclusa, lo que abre la posibilidad de nuevas investigaciones para completarla. La obra está dividida de acuerdo con las diferentes facetas de la vida del Dr. Dondé: farmacéutico, maestro, naturalista e innovador, culminando con el homenaje póstumo que la sociedad yucateca brindó al “campeón de la ciencia”, el cual no solo incluyo la velación familiar, sino un homenaje celebrado en las instalaciones del Instituto Literario, las honras fúnebres en la santa Iglesia Catedral y el entierro en el Cementerio General de la ciudad de 10
11
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia Capítulo 1. El farmacéutico. La formación del profesionista
Después de pasar ocho meses en el aprendizaje referido, sin adelantar nada hacia el objeto que se había propuesto, el Sr. Dondé decidió salir del país, por lo que se trasladó en 1843 a la ciudad de Puebla. Cabe aclarar que en ese entones, Yucatán se había separado de la federación y formado una república independiente. Sin embargo, durante este período, se vivió la denominada Guerra de Castas, una confrontación civil entre los “blancos” (criollos y mestizos) y los indígenas mayas de la península, que al final de cuentas obligó a los gobernantes yucatecos a solicitar ayuda militar a México con su posteriormente reincorporación a la federación el 17 de agosto de 1848, con lo cual se dio por concluida la segunda república de Yucatán (Ancona, 1840). Como se ha mencionado, el joven Dondé viajó a la ciudad de Puebla, matriculándose el 5 de julio de 1844 para cursar la cátedra de Farmacia bajo la dirección del afamado profesor D. Mariano Cal, hijo del farmacéutico y botánico D. Antonio de la Cal y Bracho. Al concluir los cursos de 1846 y por ser uno de los alumnos más sobresalientes, fue seleccionado para sustentar un acto público de su profesión, el cual realizó con toda brillantez el 20 de noviembre de dicho año. Además, por esa época, tuvo a su cargo la botica de su maestro, quien, reconociendo sus méritos le prodigó su amistad y toda clase de distinciones. Finalmente, el 15 de julio de 1847, con tan solo 20 años y después de lucidos exámenes, se graduó de doctor en Farmacia (G. Cantón, 1874). Al concluir sus estudios en la ciudad de Puebla y deseando profundizar sus conocimientos, se trasladó a la ciudad de México, acudiendo a la cátedra de Farmacia y Botánica del eminente Dr. D. José María Vargas, graduándose nuevamente de doctor en Farmacia el 26 de julio de 1849, para entonces estaba dirigiendo la botica de Frissac, una de las más acreditadas de México. Regresó a Yucatán en 1849 desembarcando en el puerto de Sisal, y presentó nuevos exámenes en la Universidad Literaria de Mérida en donde, por tercera vez, se le confirió el título de doctor en Farmacia el 25 de febrero de 1850. (G. Cantón, 1874)
Joaquín Dondé nació el 6 de julio de 1827 en la ciudad de Campeche, que en ese entonces era un distrito del estado de Yucatán, sus padres fueron el Sr. D. José María Dondé y de Estrada y la Sra. Da. María Concepción Ibarra y Salazar. Contrajo matrimonio con la Sra. Rosa Ruiz con quien tuvo un solo descendiente: Juan Dondé Ruiz, nacido en la ciudad de México en 1846, mientras su padre realizaba sus estudios de farmacia en la Escuela de Medicina. (G. Cantón, 1875) Cursó sus primeros estudios en el Liceo Yucateco en la ciudad de Mérida, un colegio privado de primera y segunda enseñanza del señor Manuel María Casares de las Llanas, siendo su condiscípulo en el internado durante tres años don Tomás Aznar Barbachano. De ahí fue enviado a la ciudad de Campeche donde cursó por cuatro años los estudios preparatorios en el colegio de San Miguel de Estrada, egresando del sexto curso el 31 de julio de 1842 junto con otros diez alumnos, entre los que se encontraban Juan José León Ibarra, Tomás Aznar Barbachano, Pablo García y José del Refugio Hernández. (Lanz, 1901) Dos estudiantes sobresalieron en la cátedra de Filosofía del Padre Andrés Ibarra de León y alcanzaron las envidiables proporciones de autoridades científicas: Juan J. León y Joaquín Dondé Ibarra. De quienes Manuel Lanz (1901) dice: Si Campeche se privó de tener en su seno a hijos tan preclaros, disfrutando apenas de las primicias de sus sapientísimas labores, no abdica del derecho de reclamar como suya la honra de haber mecido sus cunas y que en las aulas de su Colegio hayan recibido la unción de la ciencia y su principal cultivo aquellas inteligencias, cuyas benéficas conquistas están ya consignadas en los anales del progreso. Joaquín Dondé (1874a) refiere que en 1844 se dedicó al estudio de la Farmacia en la ciudad de Campeche, señalando que, en ese entonces para ser admitido al estudio de la profesión, no se exigía al pretendiente ningún informe sobre los conocimientos preparatorios que poseía; bastaba con manifestar su deseo al dueño de algún establecimiento para que, sin dificultad, fuese inscrito entre los discípulos. La enseñanza teórica se reducía al antiguo y compendiado tratado de Farmacia de F. Carbonell y la enseñanza práctica a barrer, lavar los utensilios del establecimiento, ejecutar maquinalmente las recetas de los facultativos, y preparar algún ungüento o emplasto con sujeción a la Pharmacopea Hispana. Por tanto, el conocimiento de las sustancias, su principal acción y su nombre técnico se aprendía por su manejo continuo y por leer durante años los grandes letreros dorados que adornaban los pomos.
En su reseña histórica de la Farmacia en Yucatán, el novel farmacéutico escribió que, después de regresar a la península, se trasladó a Campeche y ahí conoció al Sr. D. Pablo Negrón, el farmacéutico más antiguo, y de mayor crédito en esa ciudad; una persona de inteligencia clara, que poseía los mejores tratados que entonces había sobre Ios diversos ramos de la facultad y que sabía manifestar que no los tenía inútilmente; y D. José Ma. Ortega, que estaba dedicado especialmente al estudio de la Química. En ambos notó bastantes conocimientos teóricos, pero se resentían de la falta del método que solo se adquiere en las escuelas. Y aunque había cierto adelanto, el progreso se debía únicamente al deseo que cada uno tenía por sobresalir, y era exclusivo de los dueños de los
12
13
Farmacéutico en Campeche y Mérida
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
establecimientos, pues los practicantes permanecían igual (Dondé, 1874). El Dr. Joaquín Dondé no permaneció mucho tiempo en Campeche, pues al poco tiempo se estableció definitivamente en Mérida. En ambas ciudades abrió oficinas de farmacia, en las que tuvo mal éxito pecuniario, pues, aunque tenía ciencia de sobra, carecía de mercantilismo para explotarla. Al inició se asoció con el también farmacéutico D. José Font, propietario de una botica, la cual quedó a cargo del Dr. Dondé. La farmacia estuvo ubicada en la calle de Progreso Sur número 15 entre la Plaza Mayor y la de Verduras (actualmente la calle 60 entre las calles 61 y 63, correspondiendo la Plaza de Verduras al Bazar García Rejón). En un anuncio firmado por Carlos María Sauri (1860) en el periódico “El Constitucional” se puede leer lo siguiente: Pastillas de nafé de Arabia”, directamente llegadas de París muy frescas y en cajas enteras, se encontrarán a precios cómodos por mayor y menor en casa de los señores Ibarra y Dondé, y en la botica a cargo de D. Joaquín Dondé. También se encontrarán frasquitos de cápsulas de copaiba de Raquín. Por otro lado, Manuel Lanz comentó que (1901): Como las manipulaciones galénicas eran una ocupación vulgar para una inteligencia superior, el Dr. Dondé desechó el ramo comercial, renunció a su clientela y se concretó al estudio de los puntos clásicos de la Farmacia. Se dedicó con afán a la Química, la inagotable proveedora de la materia médica, la fuente de todas las industrias, la que con el análisis y la síntesis pone al hombre la vara mágica para multiplicar los cuerpos y formar otra naturaleza, sacando del laboratorio cuanto es necesario para satisfacer las necesidades y causar la admiración del hombre. Retirado en su laboratorio, fue asiduo en sus investigaciones e incansable en sus trabajos, impulsando en Mérida las industrias y enriqueciendo la materia médica, pues preparó muchos medicamentos químico-farmacéuticos de continua importación; y como concepción original, combinó en científico consorcio la santonina y la sosa, obteniendo una sal vermífuga generalizada desde luego en el uso médico, con tal aceptación, que la preparaban las droguerías extranjeras por la fórmula acogida en las farmacopeas con el nombre de su autor: “Sal Dondé”. De manera anecdótica Lanz menciona que el primero en emplear la Sal Donde fue el afamado Dr. Joaquín Blengio, añadiendo que siempre la prescribía con el nombre de su creador, como un homenaje a los méritos del autor. A pesar de haberse dedicado por muchos años a la parte científica de la Farmacia y la Química, el 24 de junio de 1872 apareció en el periódico “La Razón del Pueblo” una gacetilla titulada “Botica de Dondé”, ahí los editores llaman la atención a los lectores sobre un anuncio insertado en la sección respectiva del periódico, que se
refiere a una nueva botica que el día anterior se abrió al servicio del público. La nota menciona que su colega La Revista de Mérida, hace recomendaciones de ella con las siguientes líneas que reproducimos: En la calle de Progreso Sur número 24, ha abierto recientemente el Sr. D. Juan Dondé, un establecimiento de farmacia, de cuyo anuncio se impondrán nuestros lectores en la sección respectiva. Estando el laboratorio químico de esta nueva botica bajo la dirección del Sr. Joaquín Dondé, padre del Sr. D. Juan, quienes son ventajosamente conocidos en su facultad; teniendo el establecimiento un magnifico surtido de medicamentos frescos, de las mejores droguerías de Europa y América, y habiéndose, además, establecido en él un departamento especial de medicamentos homeopáticos, creemos muy justo hacer al público, como lo hacemos, una recomendación particular de este nuevo establecimiento, que esperamos merecerá toda su confianza y protección. El Dr. Dondé (1874a) aseveraba que en Yucatán la Farmacia tenía un desarrollo tardío pero progresivo, que los farmacéuticos habían transitado de mercaderes de drogas hasta el elevado puesto de personas, que, por sus conocimientos, eran dignos compañeros de los facultativos en medicina, así como consultores de las autoridades y de los industriales, y se habían colocado a esta altura, insistía, por sus propios y aislados esfuerzos, recibiendo contrariedades en lugar de protección. En comprobación de los servicios que los farmacéuticos prestan a la medicina y a las autoridades, cita los siguientes hechos: En casa de don S. H. A., había una sirvienta enferma asistida por el Dr. D. Manuel Dondé, quien había ordenado una bebida y una fricción; otra sirvienta tuvo el deseo de probar el medicamento; pero lo hizo con tan mal tino, que en el lugar de la bebida, tomó la frotación que contenía extrinina; luego que sintió síntomas alarmantes, dio aviso al amo de la casa que ocurrió personalmente a la botica en solicitud de un antídoto; el farmacéutico le dio una legía magnesiana y recomendó ocurriesen al médico; pero como a ciertas horas es difícil saber dónde se encuentra cuando se le solicita; cuando este llegó después de pasado largo tiempo, ya los síntomas habían desaparecido y solo tuvo que ordenar los cuidados de una convaleciente. Sin el oportuno auxilio del farmacéutico, ¿qué hubiera ocurrido en este caso? Tal vez lo que sucedió en el siguiente. Un niño de la calle de Izamal tomó alguna cantidad de un ácido, seguramente algo concentrado; lo visitó no sabemos quién, pero si recordamos, que recetó ¡mucílago de goma con láudano!, en la tarde el niño murió. Si se ocurre a una persona algo conocedora de las propiedades de los ácidos, le hubiese administrado en el momento agua de jabón, cascarilla (carbonato de cal), magnesia, etc., y el resultado hubiera sido tal vez diferente. El Dr. N. asistía a la Sra. J. de Z.: le ordenó Decoct fol digit, pero él que recibió la receta en la botica,
14
15
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
tuvo presente seguramente, la recomendación de los autores de tratarle por infusión y no por decocción; por consiguiente, cambió el modo preparatorio y despachó infusión que produjo mucho alivio a la paciente, tanto que, al día siguiente mandó el facultativo repetir la misma fórmula; pero en esta ocasión, tocó despacharla a otro que se sujetó exactamente a la prescripción y preparó cocimiento. Desde las primeras tomas la enferma tuvo bascas, mareos etc., se ocurrió al facultativo que fue a la botica a averiguar, y entonces se le hizo saber, que el día anterior se había modificado su fórmula. La enferma tomó por algunos días su infusión de digital y quedó restablecida. Es indudable que el diagnóstico estuvo muy bien hecho, lo mismo que la elección de la sustancia: el médico había cumplido con la parte más importante y difícil de su profesión. ¿Pero de qué hubiera servido esto si el primer día se hubiera despachado cocimiento? Entonces viendo los malos efectos, hubiera dudado de su diagnóstico o de la elección de la sustancia y la enfermedad se hubiera por lo menos prolongado, lo que debe mortificar a los facultativos. Y por eso repetiremos lo conveniente que es que los farmacéuticos posean bastantes conocimientos para despachar con acierto y saber cuándo deben sujetarse estrictamente a sus indicaciones y cuando modificarlas; y por eso también, nos ha parecido a propósito encabezar este escrito con las palabras del “Chemical News”, “Un farmacéutico mal instruido, es más peligroso que un médico ignorante, porque el primero puede causar la muerte del paciente directamente,, y el médico tiene un intermedio instruido, que corrija su error, y este intermedio es el farmacéutico”. Aunque es bien sabido que en todas las causas criminales en que hay que reconocer manchas, líquidos o cualquiera otra sustancia, se ocurre siempre y exclusivamente a los farmacéuticos; citaremos un hecho para poner de manifiesto lo importante que suele ser su intervención en las resoluciones de la justicia. Pocos meses después que los indígenas de Chan Santa Cruz invadieron a Tekax, el año de 1857, fue remitido preso a esta ciudad, uno contra quien había presunciones de que hubiese concurrido a los asesinatos de aquella población; desde el principio de la causa hasta su conclusión siempre lo negó. No había más testigo ni más prueba contra él, que una ropa con manchas al parecer de sangre antigua; nombró la autoridad, a D. José Font y a N. para que las reconociesen, y resultó ser de humo, por haber estado esa ropa algún tiempo guardada entre los guanos en una cocina. Ese hombre podía ser un criminal, pero la justicia no podía fallar fundada en suposiciones, era preciso una prueba terminante. La Farmacia supo arrancársela al lienzo: resultó favorable y el acusado fue declarado inocente. 16
Fácil es comprender que estos servicios son de gran trascendencia para la sociedad y de grave responsabilidad para los farmacéuticos, por lo que el gobierno debe interesarse en que los cursantes de esta facultad adquieran alguna práctica en la ejecución de tan delicadas investigaciones. El sabio médico-Iegista D. M. Orfila, dice: los reconocimientos médico-legales, no deben confiarse a la ignorancia, ni aun al medio saber. Nosotros creemos más peligroso el medio saber que la ignorancia. El Dr. Dondé (1874a) termina su memoria señalando la importancia y el compromiso de los farmacéuticos en Yucatán: Como antes hemos dicho, la Farmacia ha llegado a esta altura, por los esfuerzos propios de sus miembros, sin auxilio de ninguna autoridad ni corporación, los farmacéuticos dan todos los servicios que les piden los diversos poderes del estado, sin haber cobrado jamás, no solo la remuneración de su trabajo y responsabilidad, pero ni aún el valor de los reactivos gastados o el de los aparatos inutilizados en los análisis. Hace más de diez años que la botica del Sr. D. José Font, soporta principalmente este gasto del Estado, sin que su propietario haya manifestado en tan largo periodo la menor oposición; sea o no, uno de los peritos nombrados. Estos servicios los han hecho los farmacéuticos en forma gratuita y voluntaria. Las fórmulas farmacéuticas Al parecer, el trabajo más importante en el rubro farmacéutico fue la elaboración del jarabe de santonato de soda, (Dondé, 1871a) un producto anti vermífugo que fue su primera publicación internacional y mereció la reimpresión en revistas especializadas de varios países, como Alemania, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. (Donde, 1871bc; Dondé, 1872a; Dondé, 1873abc; Dondé, 1874bc; Dondé, 1878) Además de haberse publicado en La Emulación, periódico de la Sociedad Médico-Farmacéutica de Mérida (Dondé, 1873c). Esa primera publicación de Dondé (1871a) apareció en octubre de 1871 en la revista American Journal of Pharmacy, órgano de Philadelphia College of Pharmacy, y en ella se describe la técnica para elaborar el jarabe de santonato de soda, la nota farmacéutica dice: Un buen jarabe vermífugo se prepara con la siguiente fórmula: Santonato de soda, 30 granos, Agua destilada, 1 onza, Jarabe, 18 onzas líquidas. 17
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Hervir el jarabe hasta que se concentra a 32ᵒ Bme. Retirar del fuego, dejar enfriar unos minutos, luego agregar la sal disuelta en el agua. Se obtienen 18 onzas fluidas de un jarabe transparente, sin sabor amargo, de 35 cuando está frío. Cada onza contiene un grano de santonina. He estado preparando este jarabe, durante nueve años, en la farmacia del señor Font. A continuación, también describe la forma de elaborar el santonato de soda, principio activo del jarabe vermífugo (Dondé 1871a): Mezclar en un matraz dos onzas de ácido santonínico, cuatro onzas de lejía (soda caustica), y 12 onzas de agua destilada, calentar en un baño de arena, o sobre una estufa, a 70ᵒ u 80ᵒ, hasta que la solución de la santonina se haya completado, lo que normalmente requiere alrededor de media hora; entonces se retira del fuego, y cuando se enfrié se procede a evaporarla. En el enfriamiento, se obtienen cristales prismáticos con una base oblicua, que contienen 54 por ct. de santonina. Cuando la solución se evapora se forma una película fuerte, y al enfriarse se convierte en una masa de cristales aciculares de aspecto nacarado, lo cual contienen 60 por ct. de santonina. El santonato de sosa es soluble en 1¾ de su peso de agua (20ᵒ C), y tiene un sabor ligeramente amargo. En una nota biográfica publicada por el Dr. Ávila Escalante en el Diario de Yucatán (1936), se resalta que el santonato de soda fue descubierto por el Dr. Dondé en 1862, y que dicha preparación fue muy reconocida y aceptada en el mundo científico, ya que se anotaba en los principales formularios con el nombre de “Sal Dondé”. Cabe señalar que desde la antigüedad se ha reconocido que algunas especies artemisa, tienen un efecto antihelmíntico; sin embargo, su constituyente efectivo o principio básico conocido como santonina fue descubierto hasta 1830 (Krauss, 1869) por los farmacéuticos Kahle en Düsseldorf y Alms en Penzlin (Mecklemburg), Alemania, en forma independientemente casi al mismo tiempo uno de otro. A pesar de su efectividad, tenía un grave inconveniente para sus aplicaciones terapéuticas: era indisoluble. Esto llevó a varios farmacéuticos de la época a elaborar, en forma separada, diferentes preparaciones de mejor solubilidad que pudieran mejorar su empleo, entre ellos a John Harley en Inglaterra, y a Joaquín Dondé en Mérida, Yucatán. Harley (1871) elaboró una solución en estado naciente para ser utilizada en esa forma, en tanto que Dondé (1871a) obtuvo una sal cristalizable soluble, y por lo tanto susceptible de poderse incluir en cualquier forma farmacéutica. La diferencia radica en su elaboración, ya que Harley hizo reaccionar el ácido santónico, derivado de la santonina, con bicarbonato de soda, en tanto que Dondé operó con lejía de soda cáustica. Sin embargo, hubo una circunstancia por la cual se prefería la preparación del farmacéutico yucateco, su fórmula reunía las
condiciones necesarias para su uso inmediato, en tanto que la del químico europeo por ser alcalina necesitaba ser neutralizada con ácido acético para poderse emplear. En conclusión, distinto el procedimiento químico para la obtención del medicamento, por tanto, el producto también era diferente respecto a sus aplicaciones farmacéuticas, amplio en uno y restringido en el otro (Lanz, 1901). Aunque las sales de santonina continuaron empleándose para el tratamiento de los áscaris lumbricoides, la Sal Dondé desapareció del arsenal terapéutico, tal como podemos ver en la “Nueva Farmacopea Mexicana” de la Sociedad Farmacéutica Mexicana (1874), el mismo año que American Pharmaceutical Association reimprimió el trabajo de Dr. Dondé. En los años siguientes, Joaquín Dondé continuó publicando sus notas farmacéuticas en el extranjero. En el volumen 44 de American Journal of Pharmacy de 1872, se pueden leer dos notas farmacéuticas, en la primera se presentan las fórmulas para elaborar jarabe de goma, jarabe de krameria, jarabe de valeriana, y un extracto líquido de opio (Donde, 1872b). En la segunda, se publican las fórmulas del sulfato soluble de quinina, de un elixir de citro-lactato de hierro, y un jarabe de limón (Dondé, 1872c). Su última nota farmacéutica se publicó en octubre de 1873 en American Journal of Pharmacy, ahí se describen como elaborar la masa ferruginosa de Vallett y la fórmula de un jarabe de digital, adecuado para preparar infusiones (Dondé, 1873d). En las notas farmacéuticas, Dondé (1872b) señalaba que el agua de goma se utilizaba muy frecuentemente, pero que su preparación presentaba varios inconvenientes cuando se utilizaba para las prescripciones, por lo que decidió elaborar en 1862 un Jarabe de goma, a base de goma Arábica, agua de lluvia y jarabe simple. El cual, utilizó para elaborar un Jarabe de krameria, ya que el extracto de esta planta generalmente se prescribía con agua endulzada o con goma, pero su solución era lenta e incompleta, y a veces se mantenía turbia, inconvenientes que se obviaban con su jarabe. También publicó en ese año (Dondé, 1872c) las fórmulas para elaborar: Jarabe de Valeriana, para substituir las infusiones; un Extracto líquido de opio; un Sulfato soluble de Quinina; un Elixir de citro-lactato de hierro; y un Jarabe de limón. El extracto de opio lo elaboró a base de glicerina, pues, como mencionaba, a pesar de que en la mayoría de los extractos líquidos se utiliza el alcohol como vehículo de extracción y conservación, el opio, por su naturaleza, excluye este líquido, por lo que preparó su extracto con glicerina, el cual, permitió que la preparación se mantuviera en buenas condiciones por más de dos años y medio. Con relación al sulfato de Quinina, comentaba que Soubeiran y otros autores, hablaban sobre la preparación oficinal de sulfato de quinina, diciendo que el sulfato debía ser disuelto en agua acidulada con ácido sulfúrico, pero que no daban las cantidades del ácido, por lo que ocurrían muchas fallas en su elaboración, por lo que dio a
18
19
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
la tarea de preparar una fórmula con las cantidad exactas de los componentes; en el caso del elixir de citro-lactato de hierro, se decidió a elaborarlo para no tener que depender de la formulación que se importaba de París, como una preparación especial del Dr. Thermes. Como se mencionó previamente, en su última nota farmacéutica Dondé (1873d) publicó una nueva forma de elaborar la masa ferruginosa de Vallett, ya que con la fórmula que había observado de los farmacéuticos de Nueva York, con el tiempo la masa se endurecía y no podía ser utilizada. Pensando que este fenómeno se debía a la miel que se empleaba, elaboró una fórmula a base de azúcar y glicerina, con lo cual la preparación se mantenía sin cambios por tres años. Como se ha mencionado, el Dr. Dondé (1873d) publicó en American Journal of Pharmacy, la forma de preparar un jarabe de digital para la elaboración de infusiones, pero la fórmula está precedida por un análisis acerca de los diferentes efectos de los medicamentos, no solo en relación con su dosis sino también a la manera en que es elaborado y administrado. Así: La infusión se utiliza como un tónico, y la decocción en la disentería; el ruibarbo es tónico en la dosis de cinco decigramos, purgante en dosis de cuatro a ocho gramos, y tiene una acción astringente cuando se administra tostado o cocido. En general, es evidente que la diversidad de preparación en la que se puede administrar una sustancia medicinal, al modificar sus cualidades, determinará efectos diferentes ya menudo opuestos. Con estas sustancias, el farmacéutico debe seguir de cerca la prescripción del médico, para evitar problemas con la formulación, ya que existen sustancias, como la digital, cuya preparación farmacéutica correcta es la infusión y no la decocción; y si se han cometido errores en la prescripción, deben ser corregidos por el farmacéutico, que se educa no sólo por haber ejercido su profesión durante cuatro o cinco años, sino que también ha dominado los principios de la ciencia. A veces los farmacéuticos no se toman la molestia de pesar las sustancias para hacer infusiones o decocciones; principalmente cuando los clientes instan al boticario por sus medicamentos, induciéndolo a acortar sus operaciones, en perjuicio de la medicina. Para evitar tales inconvenientes en el caso de la digital, preparé un jarabe que ha sido empleado durante mucho tiempo, principalmente en la botica del Sr. J. Font en Mérida. Como ocurrió con sus notas farmacéuticas previas, estas formulaciones se reimprimieron y publicaron en varios países (Dondé, 1872de; Dondé, 1873ef; Dondé, 1874d).
20
Epílogo póstumo en París Un año después de la muerte del Dr. Joaquín Dondé, el farmacéutico francés M. Hippolyte Lepage publicó en Journal de Pharmacie et de Chimie (1876) un trabajo en el cual desacreditaba la fórmula farmacéutica del farmacéutico yucateco para producir santonato de sosa. El trabajo se tituló: “Note sur la préparation du santonate de saude”, y ahí señala: Un químico americano, el Sr. J. Dondé, dio a conocer en 1872 un método para obtener santonato de sosa mezclando 62.6 gr de polvo fino de santonina, 113.36 gr de lejía de sosa caustica, y 340.4 gr de agua destilada. De acuerdo con sus indicaciones, la fórmula se debía calentar en un matraz a una temperatura de 70 a 80° hasta que la santonina se disolviera completamente y al enfriarse se depositaban cristales que contenían 54 por 100 de santonina y si la solución se evaporaba hasta que se formara una película en la superficie, el líquido se tornaba en una masa cristalina que contenía 60 por 100 de santonina. Sin embargo, hemos repetido este procedimiento con la más escrupulosa exactitud, y la solución después de ocho a diez días de reposo solo ha formado algunos cristales de carbonato de sosa sin trazas de santonato. Concentramos la solución hasta la formación de película, observando durante el proceso una fuerte coloración, y los depósitos que se formaron durante ese tiempo consistían casi exclusivamente de carbonato de sodio. Con motivo de este fracaso, el Sr. Lepage señaló lo siguiente: “tuve que buscar un nuevo método para conseguir la sal, y después de varios intentos, logré un modo operativo que me dejó plenamente satisfecho, ya que pude obtener un producto que contenía 51 por 100 de ácido santónico”. (Lepage, 1876) Enterado de la publicación, Juan Dondé Ruiz (Figura 2) le respondió a M. Lepage a través de una carta que se publicó en L’Union Pharmaceutique, y tiempo después en el periódico La Emulación. En su carta de respuesta, Juan Dondé menciona lo siguiente: “Después de leer la nota de M. Lepage, he examinado concienzudamente varias porciones de santonato preparadas en épocas distintas y en ninguna he hallado ni vestigios de carbonato” (Dondé, 1877). Añadiendo que el error de M. Lepage podía deberse a que utilizó una fórmula equivocada, por lo que le remitió una pequeña porción que quedaba de la última preparación que había realizado su padre y una copia de la fórmula tomada del formulario particular del Dr. Joaquín Dondé. Mencionando, además, que la solución de santonato de sosa preparado por ellos en la península de Yucatán desde el año de 1861, siempre demostró un buen efecto vermífugo. Lepage recibió la carta con la fórmula original y una muestra de santonato de sosa preparado personalmente 21
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
por el Dr. Joaquín Dondé. Respondiendo en L’Union Pharmaceutique (1877) lo siguiente: Sostengo que los resultados que publiqué con motivo de la preparación del santonato de sosa por el procedimiento de Joaquín Dondé son exactos y envío a Ud. una porción del carbonato de sosa que obtuve. Pero, me apresuro a declarar al mismo tiempo, que el grado de concentración de la sosa cáustica líquida no está declarada en ninguno de los dos libros que consulté, utilicé legía de los jaboneros a 36ᵒ Baumé, que es entre nosotros legía oficinal. En su reclamo, el Sr. Dondé manifestó que emplea la misma preparación, pero a 12ᵒ Baumé, es decir dos veces menos de álcali cáustico. Creo que esto basta para explicar la diferencia de los resultados obtenidos. Juan Dondé (1879a) no quedó satisfecho con la respuesta, pues en una nueva carta señala: Aunque que la diferencia de los resultados obtenidos por M. Lepage y por mí en la elaboración de santonato de sosa puede explicarse por la diferente concentración de legía empleada, esta misma razón no puede explicar la desaparición de la santonina, ya que no lo pude comprobar en los ensayos que hice en ese sentido. ¿Deberá creerse que ninguno de farmacéuticos que la emplearon con anterioridad tuvo el mismo éxito que nosotros?
22
Capítulo 2. El profesor Maestro de Farmacia, Química e Historia Natural De acuerdo con Waldemaro G. Cantón (1875), el Dr. Joaquín Dondé fue profesor de Farmacia tanto en Campeche como en Mérida, ejerció la docencia cerca de 25 años, hasta pocos meses antes de su fallecimiento, durante ese tiempo fue el maestro de cuantos iniciaron o cursaron los estudios de Farmacia, Química e Historia Natural, dando a esos ramos un giro enteramente de acuerdo con los progresos de la ciencia, gracias a su gran dedicación y notoria aptitud. A su llegada a Mérida en 1851 fue profesor de Farmacia en la Universidad Literaria de Mérida, y posteriormente en el Colegio Civil Universitario y el Instituto Literario de Yucatán. Con relación a estos centros educativos se debe recordar que, en el período de la Reforma, el gobernador del estado D. Liborio Irigoyen secularizó en 1861 el Seminario Conciliar convirtiéndolo en Colegio Civil Universitario, trasladando la Universidad Literaria al Colegio Civil, con lo cual las cátedras de alta enseñanza quedaron refundidas en el Colegio, estableciendo que se trataba de un centro para la enseñanza secundaria o preparatoria y superior o de facultades. En el momento de su creación contó con una escuela de estudios preparatorios, cuatro facultades: Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y Farmacia, así como una Escuela de Estudios Especiales. (Domínguez y Ramírez, 2017) La Facultad de Medicina comprendía dos secciones: Medicina y Farmacia, y de acuerdo con la ley, los estudios de Farmacia debían hacerse en cuatro años, en los que se cursaba Química, Elementos de Farmacia, Botánica, Farmacia Teórico-Práctica, Historia de las Drogas, Materia Médica, Toxicología, y Práctica Farmacéutica, la cual se realizaba en una botica durante los tres últimos años del curso, alcanzando con estos estudios el grado de licenciado en Farmacia. Sin embargo, el Dr. Dondé señala que se olvidó designar el número de profesores que debían desempeñar las asignaturas de Farmacia Elemental, Farmacia Teórico-Práctica, Historia de las Drogas y Práctica Farmacéutica, pero que no obstante, este olvido, los dos cursantes que entonces había, Santiago Aguilar y Juan Dondé Ruiz, su hijo, realizaron sus estudios conforme a todo lo que la Ley ordenaba, aunque, el Colegio Civil no tuvo más intervención que en el cobro de los derechos de las matrículas y de los exámenes. (Dondé, 1874a) Vale la pena mencionar que los representantes de la Escuela de Farmacia en el primer Consejo Universitario del Colegio Civil fueron: los Drs. Joaquín Donde y José Font, el Lic. José María Ortega, y los Profesores Pablo Negrón y José Genaro Torre. (Domínguez y Ramírez, 2017) 23
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
A las asignaturas señaladas se agregó posteriormente el estudio de Análisis Químico, con lo cual aparentemente se mejoró la enseñanza, sin embargo, el Dr. Dondé opinaba lo siguiente (1874a): Vemos a la Farmacia en Yucatán, colocada a la altura que tiene en México y Europa en cuanto a la parte teórica, pero, en la práctica, aún ha quedado muy atrás, pues los cursantes en general no aprenden otra cosa que el despacho de recetas. Para llenar este gran vacío, debe entrar en el plan de la enseñanza, la ejecución, bajo la dirección del profesor de la escuela, de las preparaciones químico-farmacéuticas y el ejercicio en análisis e investigaciones médico-legales, y para que este plan de enseñanza no fuese irrisorio con las dispensas de las legislaturas, las juntas examinadoras en cumplimiento de su deber han de obrar con estricta justicia. Aprobar al que sepa; y reprobar al que no sepa. El Colegio Civil solo duró dos años, pues en 1863 durante el movimiento de insurrección comandando por el coronel Felipe Navarrete, jefe de las armas en el estado, se derogó la Ley de Instrucción Pública que había permitido su creación y se restableció la Universidad Literaria, la cual, se mantuvo durante el gobierno imperial de Maximiliano. (Domínguez y Ramírez, 2017) Con la caída del imperio y el restablecimiento de la república (Carrancá y Trujillo, 1938), el Gral. Manuel Cepeda Peraza, emitió el 18 de julio, casi al mes de haber entrado triunfante a la ciudad de Mérida, un decreto que creó un organismo que unificó todo el esfuerzo del Estado en materia educativa: el Instituto Literario de Yucatán, que nació con un lugar propio: el edificio del antiguo Colegio de San pedro. En su revisión, Carranca (1938) señaló que: El nuevo Instituto educacional nació, pues, al amparo de las armas republicanas, del liberalismo, y de la Reforma, su destino sería inexcusablemente aglutinar en un haz los espíritus avanzados de la Península Yucateca, y regar la luz del conocimiento científico para combatir el oscurantismo teológico. Un día después de emitir el decreto fundacional, el Gral. Cepeda extendió el nombramiento del primer director en favor de un joven letrado cuya actividad y talento comenzaban a florecer para bien de Yucatán y de la República: el Lic. D. Olegario Molina, quien, al día siguiente de nombrado, aceptó el cargo diciendo (Carrancá, 1938): Amante como soy de los adelantos intelectuales y materiales de mi patria y animado del mejor deseo de contribuir a ellos eficazmente, no puedo ni un momento rehusar mi cooperación para un objeto tan noble como lo es la enseñanza de la juventud. El 15 de agosto, a menos de un mes de haberse decretado su creación, se inauguraron solemnemente las cátedras del Instituto Literario de Yucatán, y por ausencia del Gral. Cepeda, el Dr. D. Agustín O’Horán, presidente
del Consejo de Gobierno presidió el acto. Pasaron dos años para que el Vice Gobernador, Sr. Manuel Cirerol (1877), promulgara la Ley Orgánica de la Instrucción Pública en el Estado de Yucatán, creando cuatro escuelas especiales: Normal de Instrucción Primaria, de Estudios preparatorios, de Jurisprudencia, y de Medicina y Farmacia. Al poco tiempo, en 1870, y en cumplimiento de esta ley, los Drs. Joaquín Dondé Ibarra, Agustín O’Horán Escudero, Manuel Arias Luján, y José Dolores Patrón Peniche fundaron la Escuela Especial de Medicina y Farmacia de Yucatán, quedando como director el mencionado Dr. Patrón, en tanto que al Dr. Joaquín Dondé se le encargó que organizara el programa de Farmacia, siendo designado coordinador del área el Lic. Juan Dondé Ruiz. Finalmente, en 1875 la Escuela de Medicina y Farmacia designó Profesor Honorario al Dr. Joaquín Dondé, en reconocimiento de los grandes e importantes servicios que prestó a la misma sin retribución alguna. (Erosa, 1997) Además de las instituciones de alta enseñanza, D. Joaquín Dondé también colaboro para la educación de los jóvenes y de los trabajadores. Durante muchos años fue profesor en el Colegio Católico de San Ildefonso, un sólido baluarte de la educación en la península yucateca, cuyo rector en tiempos del Gral. Cepeda Peraza era el Pbro. D. Norberto Domínguez, profesor de sólida reputación y alumno distinguido del Dr. Dondé, quien, no solo fue maestro de la cátedra de Botánica, sino que además sus libros, “Apuntes sobre las Plantas de Yucatán” y “Lecciones de Botánica”, fueron los textos oficiales. Asimismo, en 1870, la “Sociedad de Jesús María” fundó una Escuela de Artesanos para ofrecer instrucción primaria y secundaria a los obreros, y un año después el Dr. Dondé inauguró, en dicha escuela, una cátedra de Química Industrial. (G. Cantón, 1875)
24
25
La Sociedad Médico-Farmacéutica y La Emulación El Dr. Dondé también contribuyó con todo su empeño a la fundación de la primera sociedad médica científica que existió en el estado de Yucatán, la “Sociedad Médico-Farmacéutica”. (G. Cantón, 1875) La agrupación quedó instalada el 1 de enero de 1872 y su primer presidente fue el Lic. en Medicina y Cirugía D. Rafael Villamil (1872), quien, en su discurso inaugural pronunciado en el salón de sesiones de la Sociedad dijo lo siguiente: Señores, agradecido por el honor que se me dispensa con el encargo de que ahora acabo de tomar posesión, justo es que al tributarles mis homenajes de reconocimiento, les manifieste con sinceridad, que al aceptar un puesto superior a mis deseos y a mis fuerzas, no me ha determinado un entusiasmo efímero engendrado
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
por la vanidad; protesto que no: porque creo de buena fe, que el pensamiento iniciado por uno de nosotros y llevado a efecto por todos, de organizar una asociación médico-farmacéutica, entraña en sí mismo no solo la mutua utilidad de sujetar a discusión y poner a prueba de buena filosofía y de buen sentido los conocimientos profesionales que con la enseñanza y cortos elementos del país hemos llegado a adquirir, sino también una imperiosa necesidad de utilidad pública que todos los pueblos civilizadlos, antes que nosotros, han reconocido y adoptado como un medio de progreso en todas las ciencias de observación y principalmente en la que nos ha cabido en suerte representar ante la sociedad en que vivimos. Me prometo, señores, fiado en la firmeza de vuestra palabra y en las buenas cualidades que acompañan a mis consocios, que sacaremos todas las ventajas posibles del pensamiento que ahora nos tiene reunidos. La naciente Sociedad aglutinó a distinguidos médicos y farmacéuticos, y en su seno se presentaron y llevaron a cabo muy importantes trabajos, como la memoria presentada por los Sres. Joaquín y Juan Dondé el 15 de octubre de 1872 (1873a), relacionada con la calidad de los medicamentos, un comentario que, a pesar de los años, mantiene su actualidad, ahí podemos leer lo siguiente: Como el objeto de esta asociación es procurar el adelanto de las ciencias médica y farmacéutica, y, por consiguiente, la perfección y mejora de los medios indispensables para la conservación de la vida y el restablecimiento de la salud, creemos debe fijarse nuestra atención en el estado de las sustancias empleadas como medicamentos, pues si estas son de mala calidad, inútiles serán la ciencia y los esfuerzos del médico para combatir las enfermedades. Cuántas veces no sucederá, que formado el diagnóstico con el debido acierto y recetada la substancia apropiada para combatir el mal, este, con sorpresa del facultativo, no se detiene, sino que adquiere mayor fuerza, lo que hace formular otra preparación que tampoco debe producir el efecto por haberse apartada ya del buen camino, sin sospechar el verdadero motivo del mal éxito. Tocamos esta materia, porque con frecuencia vemos los medicamentos, unos falsificados, otros adulterados o mal preparados. Como estas sustancias son importadas del extranjero y los señores que ejercen en ésta la Farmacia, respetan bastante la dignidad de su profesión para ser falsificadores, parece fácil evitar el que a los enfermos se les siga administrando sustancias que, por su mala calidad, lejos de ayudar a la naturaleza, la contrarían. Unámonos a la Escuela de Medicina y Farmacia, para solicitar del Gobierno Supremo prohíba con pena de decomiso, la importación de las sustancias falsificadas, adulteradas o deterioradas. Esta prohibición en nada se opone a la libertad del comercio, porque nunca se ha creído que la libertad llegue hasta permitir obrar mal en perjuicio de tercero. En esta prohibición está
interesado el crédito del país en el exterior, la salud pública y la reputación de los médicos y farmacéuticos. La inspección puede hacerla una comisión de esta Sociedad o de la Escuela de Medicina y Farmacia, sin gravar a nadie. Terminan diciendo: nos tomamos la libertad de llamar también la atención de esta H. Sociedad, sobre la costumbre de algunos facultativos de hacer recetas verbales, cosa contraria al buen orden, desconsoladora para la mayor parte de los enfermos tratados así y de compromiso para los farmacéuticos que, faltando a su deber y por sus relaciones con el médico y el paciente, despachan sin la firma de un facultativo, opio y todos sus compuestos, cloroformo, etc. El primer aniversario de la Sociedad, el 1 de enero de 1873, lo celebraron con la presentación del primer número de la revista “La Emulación”, el periódico de la Sociedad Médico-Farmacéutica, la primera revista científica de Yucatán, de la cual eran editores: Joaquín Dondé y Waldemaro G. Cantón, entre otros. Aquí se publicaron muchos de los trabajos que se discutieron en las reuniones de la Sociedad, entre los que podemos anotar: “Análisis de las aguas del país” (Dondé, 1873b), “Apuntes sobre las plantas de Yucatán”, “La Farmacia en Yucatan: reseña histórica de su estado desde 1844 a 1865 y observaciones sobre la necesidad de que los farmacéuticos tengan una instrucción sólida” (Dondé, 1874a), “Fórmulas farmacéuticas: Santonato de sosa” (Dondé, 1873c), “Memoria sobre la calidad de los medicamentos” (Dondé y Dondé 1873a), y “Ni-in” (Dondé, 1875a). Como hemos visto, desde su regreso a Yucatán el Dr. Dondé colaboró con las instituciones educativas más importantes de la península: la Universidad Literaria de Mérida, el Colegio Civil Universitario, y el Instituto Literario de Yucatán, y seguramente, dada su relación de amistad y de trabajo con el Sr. José Font, también con la Comisión Científica del imperio.
26
27
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia Capítulo 3. El naturalista Axin en México, ni-in en Yucatán
El Dr. Joaquín Dondé, también fue conocido como un destacado naturalista. Es bien sabido que en el siglo XIX el arsenal terapéutico de la Farmacia incluía productos minerales, vegetales y animales, lo que obligaba a los farmacéuticos a tener conocimientos de botánica, zoología, y mineralogía. En la Farmacopea Mexicana formada y publicada por la Academia Farmacéutica de la capital de la República en 1846, señala que la Química es la base de la Farmacia, por lo que se debe seguir sus progresos y adoptar sus descubrimientos para modificar las teorías y procedimientos. Por lo tanto, la Farmacia no podía permanecer estacionaria. Además, la Botánica y la Zoología habían extendido su dilatado imperio, y obligaban a la Farmacia a seguir vigilando sus innovaciones y conquistas. De tal modo que la terapéutica farmacológica, apoyada en la experiencia y sostenida por las ciencias naturales, rectifica sus errores, usa nuevas sustancias, y descubre nuevas virtudes de los productos naturales; en una palabra, se encuentra en continuo movimiento. (Farmacopea Mexicana, 1846) De conformidad con lo anterior, Rodríguez Nozal y González Bueno comentan en su libro “Entre el arte y la técnica” (2005) que, las bases del ejercicio científico de la Farmacia se establecieron en el siglo XVIII gracias al desarrollo de la Química y la Botánica, las cuales se erigieron para transformar el arte boticario en ciencia farmacéutica. El Dr. Dondé realizó parte de sus actividades como Socio Corresponsal de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, a la cual ingreso poco después de su fundación en 1868, junto con los destacados naturalistas peninsulares: Juan Dondé Ruiz, Norberto Domínguez, Francisco Negrón, José María Palomeque, y Joaquín Rendón Cárdenas. (La Naturaleza, 1870) Al parecer su primer trabajo en este campo fue un estudio acerca de un insecto conocido en Yucatán como ni-in, productor de un barniz para jícaras y bateas de madera. Su trabajo lo llevó a un redescubrimiento del insecto y sus descripciones originales, que con el tiempo motivaría el interés por cultivarlo con fines industriales, aunque, como veremos más adelante no pasó del intento. Sus trabajos posteriores incluyeron el primer libro sobre la flora yucatanense y unas lecciones de botánica. El Axxin de Francisco Hernández. La primera mención del insecto se encuentra en “Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que estan receuidos en el uso de la medicina en la Nueva España” (Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales de uso medicinal en la Nueva España), escrito
por Francisco Hernández después de viajar durante siete años por el país, recolectando especímenes y juntando información acerca de cómo los médicos autóctonos utilizaban las hierbas. Regresó a España en 1577 con 16 volúmenes de notas y numerosas ilustraciones. Sin embargo, falleció en 1587 sin ver su obra publicada. La traducción del original en latín la realizó Francisco Ximénez, fraile y enfermero del convento de Santo Domingo de México, que la publicó en 1615 añadiendo algunas observaciones personales y suprimiendo las ilustraciones. En el capítulo IX de la primera parte del libro cuarto se puede leer: axxin que es grosura de unos gusanos, que se crían en ciertos árboles, que los naturales llaman quapatli, o en otros similares como los ciruelos. Los gusanos, pelosos, y ásperos, se cuecen en agua al fuego, hasta que se deshacen de manera que queda nadando la grosura (grasa o manteca), la cual guardan y recogen para muchas cosas. Sirve para mitigar cualquier dolor del cuerpo, relaja los nervios encogidos y rebeldes; resuelve tumores y apostemas y si naturaleza inclina más a esto los madura, puede sanar la erisipela y a los pasmados; mezclada con trementina, y tauaco es muy útil para los que padecen hernias, porque resuelve rápidamente los ayuntamientos de humores de cualquier tipo. Unos años después, la información se confirmó en el tratado cuarto de la historia de los insectos de la Nueva España del libro “Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, seu, Plantarum animalium mineralium Mexicanorum historia”, del propio Francisco Hernández, publicado en Roma en 1551. El axin o ni-in entre los aztecas y los mayas. Al parecer, la substancia descrita por el Dr. Francisco Hernández era conocida por los mayas y los aztecas, quienes la empleaban como ungüento medicinal, protector y cosmético; así como, un ingrediente de la goma de mascar y de las pinturas. En su “Historia del emperador Moctheuzoma Xócoyotzin”, fray Bernardino de Sahagún (1829), señala que al entrar Moctheuzoma a México “se embijó con un betún amarillo que llaman axin; se ciñó su calabacillo de tabaco (piciete) figurando con esto ser un anciano, y se adornó con besoleras de esmeraldas, y orejeras de oro fino delgado”. Asimismo, en el capítulo “De los que venden gallinas, huevos y medicinas”, de la General historia de los vicios y virtudes así espirituales como corporales, de toda manera de personas, contenida en el tomo tercero de la “Historia General de las cosas de Nueva España”, señala que: “el axin es un ungüento amarillo blando y cálido; que se hace de unos cuquillos como moscas que nacen en el árbol que se dice axquavitl, ya siendo grandecillos, los sacuden del árbol y los cuecen para obtener el ungüento amarillo”. Según Sahagún, el axin tiene la propiedad de ser caliente, tan caliente que parece fuego, con él se untan los pies los caminantes para guardarlos del frío, y que no se hagan grietas. Posteriormente, en el capítulo “De las
28
29
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
enfermedades del cuerpo humano, y de las medicinas contra ellas” (1830), señala que: el axin se puede emplear en contra la horquilla que es una enfermedad que suele dar en los cabellos. El ungüento también es útil en contra de la enfermedad de las postillas de las narices que proceden del caminar y del demasiado sol. Asimismo, se puede emplear para curar el dolor en los pechos, en las espaldas, o en las costillas. En los niños se emplea en el tratamiento de la correncia de las cámaras. También los humores de los pies, y el adormecimiento perpetuo de ellos, se puede curar untándoles axin mezclado con los polvos de las ortigas. Con respecto a los mayas, en su “Relación de las cosas de Yucatán”, fray Diego de Landa (1959) menciona que hay un gusanito colorado del cual se hace un ungüento amarillo muy bueno para hinchazones y llagas, con solo batirlos o amasarlos juntos; y que también sirve de óleo para pintar los vasos y hacer fuerte la pintura. Aunque no dice su nombre, por todas las características corresponde al axin de los aztecas, que los mayas llamaron niin. Una descripción semejante realizó fray Juan Santos en la “Chronologia hospitalaria y resumen historial de la sagrada religión del glorioso patriarca san Juan de Dios” (1716), en la cual menciona que los indios son muy trabajadores, especialmente de escritorios, cajas y baúles, que después de hacerlos de buena hechura, les dan unos baños de pasta, que dura como la madera, y los sobrepintan con el mismo baño. El axin de Pablo de la Llave y Antonio de la Cal. Pasaron poco más de doscientos años sin que nadie volviera a hablar del axi o axin ni de la sustancia que producía, conocida con el mismo nombre, hasta que, en 1832, el reconocido naturalista mexicano D. Pablo de la Llave y D. Antonio de la Cal, profesor de Farmacia y Botánica de Puebla, clasificaron al insecto y describieron las virtudes no medicinales de la grasa que producían en una revista denominada Registro Trimestre. En 1832, el Sr. De la Llave escribió que el Sr. de la Cal fue el primero que le habló del axin, proporcionándole una porción de animalitos vivos, y un trocito de la grasa por cuyo interés los criaban. Afirmando, que, tanto el insecto como la sustancia untuosa y amarillenta, que se le extrae por ebullición se llama en mexicano: axin, que pertenecía al género Coccus de los entomologistas, o sea, que era de forma elíptica y bastante afín al Coccus Adonidum de Fabricio, pero con algunas diferencias notables, y se podía pensar que correspondía a un género nuevo (Figura 3). El insecto se traía de la villa de Tlacotalpan del estado de Veracruz, y el Sr. Dr. Schiede, médico alemán, le había asegurado que los había visto también en Papantla; que vivía y se alimenta sobre la corteza del que llaman en tierra caliente Piñón (Jatropha curcas) y en el llamado Jobo (Spondias Myrobalanus). A continuación, se transcribe la descripción del insecto en latín, realizada por el Sr. De la Llave (1832b): Coccus Axin: Corpus ellipticum, pollicare, roseum, aut intense purpureum, tomento et palvere
albo indutum, zonis transversalibus corrugatum, marginibus prominentibus. Antennae breves, teretes, articulatae, basi crassiores, occulis minutisimis, pedibus 6 rubro-fuscescentibus, extremitate unguiculatis. Inter par primun pedum, corrugatio animadverlitur, in qua haustellum sive tubus observatur minutus. Plurima individua punctis maculisquo nigris sine ordine conspersis notata inveniuntur. Habitat Tlacotalpan et Papantla, in cortice Jatrophae Curcas, et Spondiadis myrobalani. El mismo número de Registro Trimestre (1832b), el Sr. de la Cal presentó los motivos por los que se criaba este animal, el producto que de él se sacaba, y las aplicaciones que de él se hacían. En su nota dice lo siguiente: Axi o axin, con este nombre se conoce una sustancia mantecosa, amarilla, correosa, de olor parecido al de gordura rancia, sacada por medio de la decocción en agua, de unos insectos que se dan en varios árboles de tierra caliente, de cuya sustancia hacen diversos usos los indígenas, y se recomienda para mitigar los dolores que aflijan cualquiera parte del cuerpo, para aflojar los nervios rígidos y suavizarlos, resolver los tumores o madurarlos cuando son propensos a la supuración, ayuda al final de la erisipelas, en las úlceras, en las convulsiones, y mezclándola con reciña en la quebradura llamada enterocele. En el día usan muchos indígenas esta sustancia para los Espermatoceles, y agregando trementina, hule, polvos de suelda consuelda y arrayán, forman bizmas que se aplican las mugeres [sic] en la cadera con el fin de fortificarla, y contener los flujos de sangre. A más de los usos ya expresados, también se sabía que los indígenas de Tlacotalpan empleaban esta manteca derretida para barnizar ciertas piezas de loza; y dándole cierto grado más de calor resulta una especie de jalea, la cual frotándola muy bien con la mano sobre pinturas al temple, da un barniz muy brillante. (Cal, 1832) El trabajo de los Sres. De la Llave y de la Cal, fue muy poco conocido, ya que se publicó en una revista mexicana de poca difusión y corta vida, el Registro Trimestre, la cual desapareció en 1833, a la mitad del segundo tomo, a consecuencia del fallecimiento de sus dos editores, los Sres. Pablo de la Llave y Antonio de la Cal, el primero de un padecimiento del estómago en la hacienda del Corral en el cantón de Córdoba, y el segundo durante la epidemia de cólera en la ciudad de Puebla. Debido a lo desconocido de la publicación, no recibieron crédito hasta 1855 cuando aparecieron sus notas en el Apéndice de artículos relativos a la República Mexicana del Diccionario Universal de Historia y de Geografía. Algunos años después ocurrió el reconocimiento internacional, pues en 1860, el Dr. Felix Hoppe publicó en Alemania un estudio analítico del axin o aje, describiendo sus características químicas, en especial, la presencia de un ácido, al cual denominó axímico. Asimismo, en 1861, el trabajo de los Sres. De la Llave y de la Cal apareció publicado en las páginas de Revue et Magazin de Zoologie de París.
30
31
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Él ni-in de Yucatán. La primera publicación acerca del ni-in de Yucatán fue en el informe del Comisionado de Agricultura de Estados Unidos de Norteamérica en 1868, donde apareció un comunicado del Dr. Arthur Schott, miembro de la desaparecida Comisión Científica de Yucatán, titulado “The Niin of Yucatan”, en el cual describe las características del insecto, su naturaleza, los usos de la grasa o cera que producía, y el resultado de un análisis químico de sus propiedades. Además, el ni-in de Yucatán también fue noticia en Europa, pues en 1870, el Dr. Schott publicó en Alemania un trabajo sobre él ni-in, señalando sus características y posible empleo en la industria. En su informe al ministerio de agricultura el Dr. Schott señalo (1870): él ni-in es uno de los productos naturales de América que puede alcanzar alguna importancia comercial y económica en las artes, ya que los indios y mestizos de la península, especialmente los habitantes de una o dos aldeas cercanas a Cozumel, mezclaban esa grasa con la pintura que utilizaban para ornamentar pequeños artículos de uso doméstico, tales como cuencos y vasos hechos de las mitades de la fruta globular de la jícara (Crescentia cujete), y en la preparación de un barniz para esos y otros artículos. Schott añade que su uso no parecer estar confinado a Yucatán, sino que se encuentra en otras partes de América tropical. Y además de los usos mencionados, él ni-in también se emplea como medicamento en las boticas de Yucatán, donde se suministra para fines quirúrgicos y uso externo en general en lugar de otros aceites secantes, como el de la linaza. Termina diciendo que, si él ni-in se obtuviese en cantidades suficientes para las demandas comerciales, dentro de algunos años, una empresa podría establecer un precio de mercado fijo para él ni-in, de modo que la población, que contribuye a la recolección del insecto, tendría un intercambio justo por su trabajo. El informe también incluyó un examen analítico de la grasa del ni-in, pues en enero de 1862 se le había enviado a Victor G. Bloede, químico analítico y fabricante de productos químicos de Brooklyn, Nueva York, una pequeña cantidad de grasa que el farmacéutico José Font le proporcionó al Dr. Schott durante su estancia en Mérida. Después de describir sus propiedades, el Sr. Bloede concluyó su informe con las sugerencias de uso, mencionando que la grasa del ni-in, es muy valiosa para diversos fines en las artes; ya que mezclado con trementina tiene un efecto sin igual en los colores de los artistas, pues produce un brillo notable en los colores y un secado rápido. Sin embargo, el principal valor comercial del ni-in, era su propiedad de formar un barniz resinoso superior a la goma laca. Asimismo, podía ser utilizado en la fabricación de tejidos impermeables, ya que se pudo demostrar que una pieza del papel filtro sueco más poroso, saturado con una solución del ni-in diluida en trementina, no permitía el paso de una gota de agua a través del papel filtro, incluso después de varios días. El Sr. Bloede termina diciendo que en su informe sólo ha dado algunos de los hechos más importantes desarrollados por
sus experimentos: pero que podría haber cientos de otras aplicaciones, si las propiedades generales de la sustancia se dieran a conocer. Por lo que deseaba que él ni-in demostrara su valor en el arte y la ciencia. (Capron, 1869) El primer intento de publicación en La Naturaleza. En diciembre de 1869, el Sr. Antonio Peñafiel, segundo secretario de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, escribió una nota en el periódico científico La Naturaleza dirigida al Sr. Dondé, manifestando haber recibido su trabajo, y solicitándole un dibujo con los pormenores anatómicos, así como medio kilogramo de la grasa que produce el ni-in, para experimentar el barniz que se menciona en el escrito, para preservar de la oxidación los instrumentos de cirugía, de física y astronomía. (Peñafiel, 1870) Dos meses después, el Sr. Jesús Sánchez, nuevo secretario segundo, se dirigió a los Sres. Joaquín Dondé, y su hijo Juan Dondé, señalando haber recibido un bulto con larvas de ni-in, grasa extraída de esos insectos, y algunos productos de esa sustancia. Añadiendo que su trabajo sobre él ni-in había pasado a la comisión respectiva, y próximamente se publicaría, lo que comunicaba por acuerdo de la Sociedad, sin embargo, el compromiso no se cumplió, ya que el trabajo no se publicó. El Aje en la Gaceta Médica de México. Sin embargo, el vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, el Sr. Alfonso Herrera, publicó en la Gaceta Médica de México un trabajo titulado “Aje. Sinonimia: Axi, Axe, Prov. Axin, en mexicano, Ni-in, en lengua maya”. (19) En realidad, el manuscrito, de dos páginas de extensión, solamente presenta un resumen del trabajo de los Sres. Pablo de la Llave y Antonio de la Cal. Además, hace referencia a estudio de Mr. Hoppe quien, como ya mencionamos, llevó a cabo un análisis químico del Axin o Aje y extrajo un ácido particular al que le dio el nombre de ácido axímico. Llama la atención, que en la publicación del Sr. Herrera se habla del ni-in de Yucatán, pero no se menciona a Dondé ni al trabajo que había enviado desde 1869 a la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Él ni-in de Joaquín Dondé llega a París. Así las cosas, y dada la importancia del informe publicado por el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos en 1869 acerca del Niin, la revista alemana Archiv der Pharmacie publicó en 1871 un resumen del trabajo del Dr. A. Schott, (Capron, 1869) el cual fue reimpreso en forma muy breve en Proceedings of the American Pharmaceutical Association at the Nineteenth Annual Meeting de 1872, y en el Journal de Pharmacie et de Chimie de París en 1873. Estando en Mérida el Dr. Joaquín Dondé se enteró de esta última publicación, la cual consideró bastante inexacta, sin saber que el estudio mencionado se refería al ni-in, que probablemente él había preparado, y que el Sr. José Font entregó al Dr. Schott durante su estancia en Mérida. Por lo anterior, el Dr. Dondé envió a Mr. Dorvault, director de L’Union Pharmaceutique, Journal de la Pharmacie Centrale de Francia, una copia del trabajo que había enviado a La Naturaleza, el cual se publicó en enero de 1874. A continuación, se transcriben algunos aspectos del trabajo original del Dr. Dondé acerca del ni-in
32
33
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
(Dondé, 1874e): Ni-in de Yucatán, por M. Dondé, farmacéutico de Mérida. Con este nombre del idioma indígena de Yucatán, se designa un insecto hemíptero de la familia de los Gallinsectos. Viven sobre los ciruelos, árboles que son especies diversas del género Spondias, de la familia de las Terebintáceas, y se nutren con su savia. Están siempre cubiertos de un polvo blanco muy fino, y se adhieren al vegetal por sus lengüetas, permaneciendo inmóviles tan aproximados unos a otros y en tal número, que con frecuencia cubren la mayor parte del árbol. Se les encuentra en los meses de abril o mayo, y solo mudan de piel una vez por los meses de julio y agosto. Algunos días después de la muda, los machos se revisten de alas, y las hembras, tan pronto como dejan su antigua piel, se adhieren a la planta del modo que hemos indicado y comienzan a crecer, aumentando de volumen hasta el mes de noviembre, época en que han llegado a su completo desarrollo. Este es el tiempo de la incubación. Creemos que este insecto no es conocido en la ciencia y por eso proponemos llamarlo Coccus Adipofera. Se extrae de las hembras 26 o 28 por 100 de su peso, de una grasa de color amarillo subido, de olor sui generis, y homogénea cuando está recién fundida. Poco tiempo después, presenta granulaciones de color amarillo clara. Es la sustancia oleaginosa más secante que se conoce, pues se cubre inmediatamente de una película arrugada y llena de pliegues, y si se introduce esta película en la grasa, para renovar las superficies de contacto con el aire, en poco tiempo se transforma toda la masa en una sustancia resinosa, insoluble é infusible. Aplicada esta grasa, sobre papel o cualquiera otra superficie, se seca al cabo de seis o siete horas, formando una superficie lisa y lustrosa, casi inodora. Mezclada con copal u otra resina y espíritu de trementina, forma un barniz secante, amarillo de oro. En algunos lugares de esta Península, se emplea esta grasa para pintar utensilios de madera, como bañaderas, por ejemplo, haciendo una masa con la creta, el color y la grasa, y aplicándola por capas como la pintura de aceite, y se ha observado que esta preparación es de larga conservación. Los fabricantes de guitarras emplean también esta grasa para barnizarlas. No ha recibido entre nosotros ninguna aplicación farmacéutica.
Es probable que los antiguos pobladores del país hubiesen empleado esta grasa en la pintura de sus habitaciones, y por eso se ven, después de tres siglos, estas decoraciones cuyo buen estado de conservación admiró a Mr. Stephens cuando en 1842 visitó nuestras ruinas. Si se procurase la propagación de este insecto en vez de destruirlo como se ha hecho hasta hoy, se crearía una industria que libraría al país, cuando menos, de pedir al extranjero el aceite de linaza que se consume y se recibe adulterado las más veces con aceite de pescado, lo que hace más lenta su desecación. El trabajo del Sr. Dondé tuvo un amplio reconocimiento y su resumen se publicó en Inglaterra en the Pharmaceutical Journal and Transactions (Dondé, 1874f) y en Alemania en Archiv der Pharmacie (Dondé, 1875b). En septiembre de 1875, poco antes de morir, el Dr. Joaquín Dondé publicó nuevamente su trabajo sobre él ni-in en la revista La Emulación, pero le añadió unos comentarios que transcribimos a continuación (Dondé, 1875a): Algunos años después de habernos ocupado de este estudio (él ni-in), del que remitimos en 1869 a la Sociedad Mexicana de Historia Natural, una copia acompañada de dos pequeñas láminas representando macho y hembra. Últimamente y por indicación del Sr. D. Alfonso Herrera, de México, vimos en el Diccionario Universal de Historia y Geografía, un artículo del Sr. De la Llave que trata de un animal llamado en mexicano axi o axin. Creemos que es el mismo que nos ocupa. Antes de tener conocimiento de que se había adoptado por nombre específico la denominación mexicana de este insecto, propusimos el de Adipofera, e insistimos en que se adopte éste pues lo creemos preferible por la razón de indicar su principal carácter, el de dar una sustancia grasa, sustancia muy usada en toda la República, para la preparación de la que, es el único destino que se da a la hembra de este animal. Como vemos, el Dr. Dondé mejoró la descripción del insecto que había realizado de la Llave, y justificó su nomenclatura. Sin embargo, el nombre inicial, Coccus axin, se mantuvo durante muchos años, hasta que fue renombrado como Llaveia axin por Signoret (1875). Aunque algunos autores, como Raphaël Blanchard (1890), utilizó la nomenclatura del Dr. Dondé como sinónimo del insecto en su tratado de Zoología Médica. Un insecto valioso. En abril de 1879, él ni-in de nuevo apareció en la prensa mundial, en ese año, el periódico Colonies and India de Londres publicó una nota acerca de un insecto valioso, en la cual se dice lo siguiente: Un explorador americano ha descubierto recientemente en el distrito poco conocido de Yucatán que limita con Honduras británica, un insecto valioso que posee propiedades que pueden convertirlo en un rival de
34
35
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
los insectos que producen la cochinilla y la laca. Se trata del neen o niin, una especie de Coccus, que vive en el árbol del mango y plantas similares, y se encuentra en grandes cantidades en América Central. Es de un tamaño considerable, de color pardo amarillento, emite un olor graso peculiar y contiene una gran cantidad de aceite graso, o mejor dicho de grasa. Se utiliza por los nativos para diversos fines, siendo altamente apreciada como aceite medicinal para aplicación externa, y también se emplea para mezclar pinturas. Se puede cambiar su condición por diferentes procesos. Cuando se exponen a una temperatura elevada, los aceites volátiles se evaporan, dejando una masa viscosa semejante a la cera blanda, pero inalterable por el calor o el frío, que puede utilizarse como una laca o barniz. Cuando se quema este material produce una masa espesa semi fluida, algo parecido a una solución de goma de la India, la cual después de algunos días se vuelve dura y sólida. Como cemento, esta sustancia será inestimable, y también podría ser utilizada para fines de impermeabilización. El trabajo fue comentado no solo a nivel local sino también internacional. En Yucatán, el farmacéutico Juan Dondé, publicó una nota en la revista La Emulación, donde señala que el insecto a que se refiere Scientific American había sido estudiado por el Sr. Dr. Joaquín Dondé Ibarra, quien lo llamo Coccus adipofera. Aclarando que el insecto se conoce en Yucatán con el nombre maya de ni-in, que la hembra es de color rojo no pardo amarillento, y vive en los ciruelos (Spondias) no en el mango. Además, existe otro insecto mucho más pequeño, de igual color y conocido con el mismo nombre, que vive en el ramón, Brossimun edulis Spurium Sw. Artocárpeas, que producen una especia de cera muy blanca e inodora. (Dondé, 1879) Por otro lado, los editores de las revistas Naure y Scientific American (1879) comentaron la publicación. Pero, los editores de Pharmaceutical Journal and Transactions (1879), no solo comentaron la nota, sino que hicieron algunas aclaraciones en las cuales se puede leer que el explorador americano podría sorprenderse cuando sepa que este insecto de Yucatán no es en absoluto un “poco extraño”, sino que ya fue descrito y los resultados de la investigación química de la notable sustancia obtenida de ellos fueron dados a conocer en un artículo de Mr. Dondé, un farmacéutico que vive en el distrito, que apareció en esta revista en abril de 1874. El axe (axin) o ni-in en la política nacionalista del presidente Manuel González. Para terminar, debemos mencionar que a finales de 1882, el Gral. Carlos Pacheco, ministro de la Secretaria de Estado y del Despacho de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, a nombre del C. Presidente de la República, Gral. Manuel González Flores, inició una campaña para fomentar los artículos de fácil exportación, abriéndoles un mercado seguro en el extranjero, y siendo el axi (ni-in) una substancia que bien conocida por lo industriales, podría ser un artículo de gran consumo, se pensó en enviarlo a la exposición de Berlín, y favorecer su producción
y explotación en el país. Por lo anterior, se puso en contacto con los gobiernos estatales para que le proporcionaran ejemplares del gusano, muestras del barniz que producía e instrucciones acerca de su propagación, costumbres y explotación. Los resultados de dicha investigación se publicaron en una memoria titulada “Trabajos de la Secretaría de Fomento de la República Mexicana sobre el axe”, (34) la cual fue reimpresa en la revista La Naturaleza y en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Tabasco en 1884. Sin embargo, aparentemente el estudio no se completó, pues el informe mencionado, solo incluyó la correspondencia entre los diferentes actores, el ministerio y las autoridades de los estados, quienes proporcionaron los productos y la bibliografía nacional disponible. El Axe no se cultivó ni explotó en forma comercial, y mucho menos se llevó a la exposición de Berlín. Tal vez, lo más importante del informe fue el trabajo que se encargó al Dr. Alfredo Dugés, quien después de terminarlo, dijo que solo se tendrían los elementos suficientes para reconocer esta interesante especie de heminóptero, si se adicionaran los artículos del profesor Alfonso Herrera (1871) y del Sr. Joaquín Dondé Ibarra. (Dondé, 1875) Corolario. Como se ha comentado a lo largo del capítulo, él ni-in y su grasa no fueron una descripción original del Dr. Joaquín Dondé, es probable, que, dada las dificultades de comunicación de aquella época, no tuviera conocimiento de los trabajos de los Sres. De la Llave y de la Cal, quienes tampoco recibieron un reconocimiento inmediato por sus descubrimientos, sino más bien fue tardío y años después del fallecimiento de ambos. Pero no solo el Dr. Dondé, tuvo ese desconocimiento, los científicos mexicanos y norteamericanos también tuvieron información parcial y retrasada, pues el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos recibió el ni-in de manos del Sr. Schott en 1868, sin saber que sus características ya habían sido descritas e inclusive su examen analítico ya lo había realizado Felix Hoppe en Alemania desde 1860. La importancia del trabajo del Dr. Dondé radica en haber “descubierto” el insecto en Yucatán y darlo a conocer al mundo, aunque no podemos soslayar que los frailes Diego de Landa y Juan Santos, habían dejado entrever la existencia del insecto. Finalmente, la revisión muestra que la comunidad científica, principalmente la internacional, reconoció el trabajo del Dr. Joaquín Dondé Ibarra. La flora de Yucatán y las lecciones de Botánica Las regiones geográficas superior y central de México fueron durante muchos años los campos de recolección favoritos de los botánicos europeos y americanos, sin embargo, la península de Yucatán recibió muy poca atención, por lo que a principios del siglo XIX se sabía muy poco de su flora. En su informe sobre la botánica de México y Centroamérica Hemsley (1879) señaló la falta de conocimientos sobre la vida vegetal de la península
36
37
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
con las siguientes palabras: “Podemos decir que poco se sabe de los detalles de la botánica de Yucatán, excepto que es muy pobre y escasa. La primera gran colección de plantas de Yucatán se realizó entre 1864 y 1866 por Arthur Schott, un ingeniero topógrafo, geólogo, botánico, cartógrafo y artista germano-americano, miembro de la Comisión Científica de Yucatán, traído a la península por su amigo José Salazar Ilarregui, comisionado imperial al servicio de Maximiliano. Reunió aproximadamente 850 especies, las cuales fueron distribuidas a varios herbarios de Estados Unidos y Europa. (Houstoun, 1871) Es probable que el Sr. Joaquín Dondé haya conocido y trabajado con el Sr. Schott, pues, como se ha mencionado, a su regreso a Estados Unidos, después de la caída del imperio, llevó al ministerio de agricultura una muestra del ni-in, que le había sido entregada por el Sr. José Font, farmacéutico y dueño de la botica donde trabajaba el Sr. Dondé. Por su parte, los Sres. Joaquín Dondé y Juan Dondé, su hijo, publicaron en 1873 el primer libro sobre la flora yucatanense, no fueron botánicos de formación y tampoco recolectaron plantas, sino que su interés por conocer dicha flora se debió a su trabajo profesional como farmacéuticos y profesores de Farmacia e Historia Natural del Instituto Literario de Yucatán, por lo que sus obras pueden ser consideradas sendos libros de texto. No solo estudiaron las plantas físicamente, sino que también llevaron a cabo una revisión bibliográfica de los trabajos botánicos más afamados de la época. Como se ha mencionado, en 1873 publicaron el libro “Apuntes sobre las plantas de Yucatán” y, años después, en 1876 publicaron su segundo libro “Lecciones de Botánica, arregladas según los principios admitidos por Guibourt, Richard, Duchartre, de Candolle y otros”, sin embargo, durante la edición de esta obra falleció el Dr. Joaquín Dondé, por lo que no llegó a verla publicada. Un libro anónimo. Aunque algunos catálogos señalan que el libro “Resumen sucinto de los caracteres de las principales familias botánicas según el método natural de Jussieu. Comprende algunas plantas que vegetan en nuestro suelo, originarias o exóticas”, es de la autoría de los Sres. Dondé, (Hathi Trust, 2017) las evidencias señalan lo contrario, por ejemplo, la portada y la introducción del libro no traen los nombres de los autores. Además, en el número 5 del tomo I de la revista La Emulación correspondiente a mayo, los redactores (1873a), entre ellos los Sres. Dondé, previenen que han visto este pequeño cuaderno que acaba de publicarse y que se ocuparían de él en el siguiente número de la revista. Cumpliendo con su oferta, los redactores revisaron el cuadernito anónimo Redactores, 1873b), suplicando a quienes lo leyeran, hacer algunas correcciones de los errores que contiene, los cuales se deben a haber aplicado por tradición y sin ningún examen, el nombre científico a algunas plantas que vulgarmente reciben el mismo nombre que en Europa. Por ejemplo, ahí hay una Yuca gloriosa, de la familia de las liliáceas que nada tiene de
común con nuestra yuca Manihot-apii de las euforbiáceas, que ahí llaman Manihot dulce. Agregan, que esa era la tercera vez que veían escritas tales inexactitudes, y que era preciso evitar su propagación. Pues: Para saber algo de Botánica, es indispensable dedicar algunos meses al estudio de la Organografía, para poder distinguir perfectamente las diferentes partes de los vegetales y las modificaciones que presentan. Reducir el estudio de la Botánica a aprender de memoria, lo que casi es un imposible, los caracteres de las familias y a cuál pertenece esta o la otra planta, es fatigar a la memoria inútilmente. Al templo de la ciencia no se entra sino por la senda que ella misma ha marcado. El error de la autoría probablemente se debe a que en una nota al final de la página 46 se puede leer: “inadvertidamente omitimos citarla en el lugar correspondiente, página 29. Esta planta difiere mucho del verdadero Cardosanto, que es sinanterea [Sres. Dondé]. No sabemos por qué la nota trae el nombre de los Sres. Dondé, pero es probable que le hayan sugerido la corrección al impresor de la obra, el Sr. Manuel Mimenza, quien era su amigo e impresor, como veremos más adelante. La primera obra: Apuntes sobre las plantas de Yucatán. Los “Apuntes sobre las plantas de Yucatán”, se publicaron inicialmente en la revista La Emulación, periódico de la Sociedad Médico-Farmacéutica de Mérida, en forma de páginas adicionales de cada número del primer tomo. En el primer número de dicho periódico en enero 1873, aparece un Preámbulo en el cual los redactores mencionan que: “A falta de un tratado de botánica referente al país, nos hace dar cabida en nuestras columnas, a un manual de los Sres. Dondé (Joaquín y Juan), no dudando que el público acogerá con agrado aquel trabajo, fruto de muchos afanes y que juzgamos de sumo interés aún para los otros estados de la República”. La primera edición de este libro se publicó en la ciudad de Mérida en la Imprenta Literaria, dirigida por Manuel Mimenza (Figura 4) (Dondé y Dondé, 1873c). En total tuvo tres ediciones, la segunda fue editada y publicada por la Sociedad Médico-Farmacéutica en 1874 en la Tipografía de Gil Canto, en la calle de la Lonja, y la tercera, se publicó en 1907 y nuevamente fue editada por la Sociedad Médico-Farmacéutica en la Imprenta de la Lotería del Estado. La obra está dedicada al señor D. José Font y en el texto se puede leer lo siguiente: Obligados a callar las grandes razones que tenemos para dedicar a U. la presente obrita, nos limitamos a suplicarle, que, aunque carece de todo mérito, se digne aceptarla como manifestación de la sincera amistad y profunda gratitud de sus atentos servidores, Joaquín Dondé y Juan Dondé”. (Dondé, 1873c) En las 200 páginas que conforman este primer trabajo sobre la flora de Yucatán, los Sres. Dondé describen
38
39
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
63 plantas. En la introducción, los autores señalan que: No hay país del globo por insignificante que sea, cuyo reino vegetal no haya sido estudiado por comisiones científicas salidas de Europa con aquel único objeto. En nuestro caso, la Flora de México fue formada en gran parte por españoles, como el Dr. Francisco Hernández, sabio médico del sigo XVI, y D. Vicente Cervantes, médico y botánico, quien fundó el Jardín Botánico nacional el 19 de mayo de 1788, con él, también llegó el Sr. D. Antonio Cal, quien estableció en Puebla una botica que gozó de muy buen crédito, y se dedicó a la enseñanza de la Botánica y de la Farmacia. Nos cabe la honrosa satisfacción de ser discípulos de su hijo, el Sr. D. Mariano Cal, afamado farmacéutico de la ciudad de Puebla. Solo nuestra Península ha tenido la suerte de no haber sido visitada por hombres versados en las ciencias naturales que nos hiciesen conocer los diferentes seres de la naturaleza por sus caracteres propios y con el nombre que los designa la ciencia. Refiere la tradición que, a principios del siglo pasado, vivió en Valladolid D. Ricardo Ozado, natural de Roma, que gozó de gran fama de sabiduría, que era médico y curaba sólo con vegetales; pero no dejó ninguna descripción de ellos: pues el cuadernito que se le atribuye, el Libro del Judío, nada tiene de botánica y poco de medicina. Para escribir una Flora se necesita tener conocimientos profundos en Botánica y su aplicación a ese trabajo por ocupación principal; nosotros carecemos de esa profundidad, y estamos obligados a ocupamos del ejercicio de la farmacia. Al publicar estos apuntes de las plantas que hemos recogido por amor a la ciencia, lo hacemos cediendo al deseo de nuestros apreciables consocios los Sres. W. G. Cantón y José R. Sauri, y con la esperanza que puedan ser de alguna utilidad a nuestro país. Como se trata de apuntes, no llevamos ningún orden, salvo que preferimos describir primero las más conocidas. Además de la descripción botánica y las virtudes medicinales que se les atribuyen en el país, extractamos lo que pudimos encontrar en los autores extranjeros, con lo que podremos corregir nuestros errores o afirmarnos en nuestras creencias. Finalizan agradeciendo la ayuda eficaz de los ilustrados Sres. D. José Font, D. Manuel Aldana Rivas, D. Severo Lara, Cayetano Naal y Juan Polanco, que remitieron las plantas que se estudiaron, o dieron detalles importantes sobre su desarrollo y crecimiento, sus virtudes medicinales, nombre vulgar etc., lo mismo que a su colaborador el Lic. D. Pablo García. (Dondé, 1873c) Al final, el libro trae una despedida de los autores, en la cual señalan lo siguiente: Al completar La Emulación su primer tomo, suspenden la publicación de los Apuntes sobre las plantas de Yucatán. Es verdad que esta piedra necesita ser pulimentada, pero este es el trabajo de los Maestros; a los operarios solo nos toca recoger los materiales. Hemos procurado describir las plantas
más comunes; la mayor parte de ellas, de propiedades medicinales bien determinadas, y cuya eficacia ha recibido la sanción de la Ciencia por las repetidas observaciones de los facultativos en Medicina. Hemos usado hasta donde ha sido posible el lenguaje común, para poner la obra al alcance de la inteligencia de las personas que ignoran los términos propios de la Botánica. De las plantas descritas, unas eran desconocidas entre nosotros, por sus nombres científicos; a otras se les había dado un nombre erróneo y colocado en familias que difieren mucho por sus caracteres: así, nuestro Álamo o Copó, que es del género Ficus, de la familia de las Moreas, se le había confundido con el Pópulos, de la familia de las Salicíneas, a las que pertenecen los Álamos de Europa. Aunque las dimensiones absolutas de las varias partes de los vegetales son variables y no sirven de caracteres para su clasificación, las hemos señalado para dar una idea del aspecto general de cada planta, y que sirva para comparar el desarrollo que adquieren en los diversos terrenos. Es indudable, que, a pesar de nuestros esfuerzos, hemos incurrido en errores, principalmente en la determinación de las especies, pero suplicamos se tenga presente, que en el cuerpo de esta obrita hemos copiado textualmente, en varias partes, las dudas de los autores del Prodromus. Si Maestros tan eminentes en la Ciencia, como los sabios botánicos De Candolle, (padre e hijo), han dudado, creemos que nosotros merecemos alguna indulgencia, si hemos errado. Al despedirnos con agradecimiento de los señores suscritores que han manifestado interés por el estudio de las plantas, y de los que nos han ayudado con sus conocimientos, hacemos votos porque se organice una Comisión para la formación completa de la Flora de Yucatán. Con el tiempo, el libro recibió el reconocimiento nacional, pues, el Sr. Alfonso Herrera escribió en la revista La Naturaleza, varios fascículos de un trabajo denominado “Sinonimia vulgar y científica de algunas plantas silvestres y de varias de las que se cultivan en México, dispuesta en orden alfabético”, en el cual señala que la sinonimia del idioma Maya la tomó de la interesante obra de los Sres. Dondé, intitulada las “Plantas de Yucatán”. (Herrera, 1876) La obra maestra: Lecciones de botánica. El segundo libro del Dr. Dondé se tituló “Lecciones de Botánica, arregladas según los principios admitidos por Guibourt, Richard, Duchartre, De Candolle y otros” (Figura 5), se publicó en 1876 en la Imprenta Literaria, que para entonces dirigía el Sr. Juan F. Molina Solís, y tuvo una segunda edición en 1905 en la imprenta de la Lotería del Estado. En la portada se puede leer que fue escrita por Joaquín y Juan Dondé (padre e hijo), Farmacéuticos titulados, Químicos y Naturalistas. Asimismo, hay una nota que invita a la investigación y a la publicación de los conocimientos, que dice:
40
41
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Contribuyamos con nuestros esfuerzos a la propagación de las ciencias, aprovechemos las observaciones fundadas que nos hagan. Y cerremos los oídos a la crítica mordaz. No porque hombres ilustres y grandes maestros hayan escrito sobre una ciencia, dejemos por temor, modestia o egoísmo, de consignar el fruto, por pequeño que sea, de nuestro estudio y experiencia y comunicarlo a nuestros semejantes. El libro tiene dos dedicatorias, la primera solo la firma Joaquín Dondé y dice: “A la memoria del señor D. José María Dondé y Estrada, mi padre, y a la de los señores D. Manuel Casares Llanes y D. José Mariano Cal, mis maestros, testimonio de amor y gratitud”. La segunda, está firmada por los dos autores y dice: “A nuestro amigo, el distinguido, muy inteligente y laborioso, Lic. D. Tomás Aznar y Barbachano, en prueba de agradecimiento por su cooperación en la publicación de esta obra”. A continuación, el libro tiene una Advertencia que, entre otras cosas, dice: Dos razones principales nos han determinado a la formación de esta obra, la primera que tengamos un libro de texto en nuestro idioma patrio, y la segunda, que los ejemplos citado sean de plantas conocidas en el país. Las circunstancias del país no permiten que la obra tenga el adorno tan importante de las láminas; pero creemos que estarán reemplazadas con las plantas vivas que citamos como ejemplos, escoged de entre las más conocidas, pues unas son cultivadas en los jardines públicos de la Plaza Principal y del Jesús o Parque Central, y en muchas casas particulares; y otras crecen espontáneamente en esos mismos lugares y en los patios de las casas y solares de los barrios. Esta facilidad de tener en abundancia y sin ningún gasto las plantas, manifiesta demasiado que nos es completamente innecesario el lujo de un jardín especial para hacer el estudio completo de la Botánica. Ninguna ley nueva, ninguna teoría nueva, ningún descubrimiento en fin que nos pertenezca, se encontrará en esta obra. Todo lo que hay en ella lo dicen los diversos autores que hemos consultado. La Histología la hemos traducida íntegra del tratado de Botanique de L. F. Jehan. La Organografía la formamos sacando de diversos autores, principalmente de Duchartre, Guibourt, y Richard, lo que les pareció indispensable para que los alumnos conozcan distintamente todas y cada una de las partes de los vegetales y los términos empleados para designar las diversas modificaciones que estos órganos presentan, de modo que ellos mismos se encuentren en disposición no sólo de comprender las obras descriptivas, sino también de hacer las descripciones, pues como dice A. P. de Candolle: consideramos la Organografía como la base de toda la ciencia, y principalmente de la Fisiología y de la Metodología. Por eso hemos procurado darle la mayor extensión posible, contribuyendo con nuestro
pequeño contingente al hacer observaciones sobre algunas plantas del país y al elegir los ejemplos. La Fisiología la tradujimos también de Jehan, pero agregando o suprimiendo algunas partes, según lo creímos necesario. Aunque la Patología vegetal no es parte indispensable de un tratado elemental de Botánica, damos algunas ligeras nociones de ella, tomadas de Lambert, agregando lo poco que hemos podido averiguaron sobre las enfermedades de los vegetales del país. En la Taxonomía exponemos el sistema de Linneo y los métodos de Jussieu y De Candolle. Este último, que es demasiado sencillo, es el más generalizado en el día para hacer las descripciones. Suprimimos la Fitografía y la Geografía botánica. La primera es parte esencial del curso, pero nos parece más conveniente que los alumnos se ejercitaran en ella en los tratados especiales, como el Prodromus De Candolle. Se ve, entonces, que la obra está formada de materiales escogidos de diversos autores, quienes a su vez seguramente consultaron a sus predecesores y así sucesivamente, por lo que los Dondé parafrasearon al editor de la obra de Química del ilustre Berzelius, diciendo: “La ciencia no es obra de un solo hombre es la obra de muchas generaciones”. Concluyen la Advertencia manifestando su gratitud a: Los Sres. Pbro. D. Norberto Domínguez y Lic. D. Juan F. Molina Solís, por su generosidad en haberse encargado de los gastos de la impresión, y a su muy ilustrado y laborioso amigo el Sr. Lic. D. Tomás Aznar Barbachano, por haber desempeñado con bastante escrupulosidad el encargo de revisar la parte literaria y haber contribuido con sus conocimientos y buen gusto tipográfico a la ejecución de la obra. A continuación, hay un texto titulado: Dos palabras, escrito por el Sr. Tomás Aznar Barbachano el 25 de enero de 1876, que dice lo siguiente: Invitado por mi excelente amigo D. Joaquín Dondé, a que le corrigiese y en parte le ordenase los originales de esta obra, y encargado después por él de la dirección tipográfica y de la corrección de pruebas en la impresión, acepté gustoso esta triple tarea. Compañeros en la infancia, condiscípulos e internos tres años en el Liceo del Sr. Casáres y Llanes en esta ciudad, condiscípulos e internos otra vez cuatro años en el Seminario de Campeche, y amigos de toda la vida, no podía negarme a quien, con tales títulos, en nombre de la ciencia, y con aquel su acento de dulzura, y de bondad, me pedía tan honroso servicio. No me detuvo ni el ser profano en la Botánica, ni la avidez extremada de una nomenclatura técnica e inagotable, que a veces me pareció hasta semi bárbara; y metí la mano hasta donde lo permite mi
42
43
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
ignorancia en esta ciencia y lo consiente el respeto debido al estilo propio del autor de una obra didáctica. Varios libros de Botánica en francés y en inglés, que los autores me facilitaron, y varios diccionarios, pero principalmente dos castellanos y uno latino, me sirvieron de guía en mí trabajo. El estudio comparativo que con tal ocasión tuve necesidad de hacer, me ha convencido de una triste verdad, la cual es: que todavía no está bien fijado el lenguaje castellano de la Botánica. Los dos diccionarios, lo mejor y más completo sin duda que tenemos en nuestro idioma, siguen caminos diferentes en la formación y terminación de muchas palabras, a veces disienten en el acento y hasta en el género de ellas, y a veces las omiten. Por esto en muchos casos tuve que preferir el uno al otro, y en algunos me tuve que atener a las etimologías o a simples analogías. Tenga presente todo esto el que lea o estudie esta obra cuando quiera cerciorarse de la exactitud gramatical o técnica de una voz, y también cuando juzgue este libro, para que sea benévolo e indulgente respecto de las erratas que debe tener a pesar de todo el cuidado puesto en evitarlas. A quien conozca obras de Botánica, impresas en naciones en que el idioma patrio es el inglés, el francés o el alemán, y donde hasta los libros más vulgares se publican con láminas sueltas o grabados intercalados en el texto, parecerá la presente muy incompleta, de pequeñísima importancia y hasta insignificante. Pero quien tome en cuenta el país en que vivimos, relativamente atrasado, como todo país de origen español, en las ciencias exactas y naturales; quien considere que carecemos de grandes establecimientos tipográficos, y que apenas estamos iniciados en las artes necesarias para sacar a la luz libros ilustrado, estimará en mucho la obra de los Sres. Dondé. Para apreciarla debidamente basta decir que a D. Joaquín puede tenérsele como el fundador de la enseñanza de la Botánica en Yucatán; que padre e hijo son los primeros en acometer la empresa de escribir obras científicas de esta clase, aunque cortas, después de haber hecho estudios serios sobre las plantas indígenas de la Península, y que este trabajo viene a llenar un vacío en nuestros libros de estudio, según el respetable juicio de sus propios autores, que con él han querido formar un libro de texto en nuestro idioma patrio. La falta de papel a propósito al principio, trabajos preferentes del establecimiento tipográfico durante la impresión, escasez de tipos precisos alguna vez, y otras, fueron las causas de que la edición de la obra se demorase y de que su principal autor no tuviese la satisfacción de verla finalizar. En sus postreros días, aprisionado ya el cuerpo en el lecho de muerte, cuando para alentarle le decía que poco nos faltaba para concluir, me respondía tristemente: Antes terminaré yo que mi obra. Así fue, el día 1º. de noviembre de 1875, al extinguirse la luz de la tarde, se extinguió la existencia preciosa de mi 44
amigo. Estábamos todavía en el pliego 24, y aunque todos los materiales se hallaban reunidos, faltaba completarlos, corregirlos y darles la última mano, especialmente a los índices de nombres botánicos y términos técnicos. Afortunadamente vivía el otro autor. La víspera de su muerte, según he sabido después, no contento con lo que de mí dice en la Advertencia, dictó a su hijo D. Juan esa página de excesivo favor que ambos me consagran. No puedo corresponder de otro modo que, llevando hasta el fin, con la misma dedicación y esmero puestos desde el principio, este libro, la gran preocupación de sus últimos días y su obra, póstuma. Mi afecto le consagrará, más despacio una extensa biografía, en cuyas páginas la juventud aprenda cómo se sacrifica una vida entera a la ciencia, el más dulce y satisfactorio de los placeres, y cómo se conquista un nombre inmortal en sus anales. Él, entre tanto, desde la mansión reservada por Dios a las almas justas, al Vir probus et sciens, contemplará con plácida sonrisa, y satisfecha alegría terminada su obra, esta valiosa herencia dejada a su querido país. Al dar fin a estos breves renglones, hago votos porque su hijo D. Juan, su más aventajado discípulo, y socio en la formación de este libro, no desmaye y sea el, continuador de los trabajos de su padre; y porque siguiendo por la misma senda su nieto, todavía en la infancia, llegue a formarse en nuestra tierra una familia tan distinguida en la Botánica y tan ilustré en la ciencia, como las de los de Candolle y de los de Jussieu. Al final, los autores presentan una Conclusión, que contiene una traducción de un texto del Nouveau Dictionnaire de Botanique de E. Germain de St. Fierre, titulado: ¿Para qué sirve esto?, la traducción dice lo siguiente: ¿Cómo responderemos a esta pregunta tan repetida por personas extrañas a nuestros estudios y a nuestros gustos? ¿Es acaso posible hacerles sentir la satisfacción que encuentra el espíritu en la inquisición y descubrimiento de una ley natural, y en la contemplación de la creación? ¿Nos comprenderían si les hablásemos de la dicha inagotable y positiva, que en el naturalista remplazará a Ios placeres ficticios, y de la belleza real que estima preferente a la convencional? ¿Del sentimiento de admiración que experimenta la vista del aire elegante de la planta más vulgar de nuestros campos, del más humilde Convólvulos, por ejemplo, que enrosca con su florida espiral el flexible tallo de una Gramínea, cuya belleza prefiere a los ornatos tan rudos, incorrectos y mezquinos de nuestros mejores dorados muebles? ¿De las perlas y diamantes del rocío, que centellean sobre las hojas con los primeros rayos del sol, y cuya brillantez no le parece inferior a la de las más exquisitas pedrerías? ¡El profano, insensible a la belleza de las plantas, 45
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
que nunca las ha considerado más que bajo el aspecto del consumo alimenticio, nos miraría con asombro, y su benevolencia bastaría apenas para hacerle disimular una sonrisa de lástima! ¡Ay!, ¡el botánico no solamente recoge con cuidado una yerba miserable, y aparenta dar grande importancia a su descubrimiento en posesión, sino que desprende a veces un fragmento casi imperceptible de su flor y pasa horas y días enteros examinando éstos pocos átomos! Si demostraseis los servicios que el estudio profundo de las Plantas, de sus propiedades y de los diferentes modos de cultivo que les son aplicables, puede hacer a las ciencias médicas, a la agricultura, horticultura y economía doméstica, se os comprendería mejor; pero si no sacaseis de estos trabajos una utilidad material y directa en nuestro propio beneficio, en vez de ¿para qué sirve esto? Se os preguntará ¿para qué os sirve esto? Por otra parte, si se consiente en no ver en estos estudios más que un Pretexto para pasar algunas horas de distracción, nadie podrá persuadirse nunca, y con razón, de que pueda el hombre consagrarles toda su vida. En cuanto a nosotros, no reprochamos al gallo que prefiera el grano de mijo a la perla; pero nos creemos felices, porque haciendo toda justicia al grano de mijo sabemos apreciar la perla. Con estas sensibles y sencillas palabras, Joaquín y Juan Dondé concluyen su obra. El libro no pasó desapercibido para el Sr. John M. Maisch, editor de American Journal of Pharmacy, ya que, en la sección de Noticias y Revisiones Bibliográficas de dicha revista, publicó la siguiente nota: Lecciones de Botánica arregladas según los principios admitidos por Guibourt, Richard, Duchartre, De Candolle y otros. Por Joaquín y Juan Dondé (padre e hijo), farmacéuticos titulados, químicos y naturalistas. Mérida de Yucatán: 1876, 12mo, pp. 259. Sin pretender estar familiarizados con la literatura de Yucatán, debemos considerar el volumen ante nosotros como una adición valiosa a otras obras disponibles, debido a su disposición simple y sistemática y a la correcta y concisa manera en que se tratan las investigaciones en morfología, fisiología, patología y botánica sistemática. Para nuestros lectores será de interés saber que uno de los autores, de quien trajimos un bosquejo biográfico en la página 96, de este volumen, era colaborador de la revista. Con el tiempo, el libro también alcanzó un importante reconocimiento nacional e internacional, pues fue seleccionado por el gobierno del estado de Yucatán para ser exhibido en la Exposición Universal Internacional de París en 1889, tal como se puede leer en el catálogo Oficial de la Exposición de la República Mexicana, a la cual asistió como delegado D. Manuel Sales Cepeda.
46
Capítulo 4. La innovación tecnológica Una revisión biográfica del Dr. Joaquín Dondé Ibarra estaría incompleta sino se muestra el trabajo realizado en el campo de la innovación tecnológica industrial, su conocida laboriosidad lo llevó a desarrollar no solo fórmulas farmacéuticas sino también diversos productos químicos para uso industrial, así como el empleo del fósforo rojo, la mejora del jabón ordinario, y nuevos procedimientos para el curtido de las pieles. Por eso dice el Dr. Waldemaro G. Cantón: “Bajo cualquier punto de vista que se contemple la historia de este mártir de la ciencia, se ve resaltar en ella virtudes eminentes que lo colocan fuera del común de los hombres”. (1875) Los fósforos de seguridad La historia mundial de los fósforos de seguridad se inicia con el trabajo del químico sueco Jöns Jacob Berzelius, quien descubrió que el peligroso fósforo blanco podía ser reemplazado por el fósforo rojo más benigno, pero no fue capaz de producir un cerillo lo suficientemente fiable para el uso diario. Posteriormente, Gustav Erik Pasch, un estudiante de Berzelius, y profesor del Instituto Karolinska de Estocolmo, logró construir uno, moviendo el fósforo de la cabeza del cerillo a una superficie de frotación especialmente preparada y poco después se inició la elaboración de los fósforos de seguridad. (Crass, 1941) Es probable que debido a la comunicación que el Dr. Joaquín Dondé mantenía con los químicos y farmacéuticos franceses, hubiese tenido conocimiento de este descubrimiento, ya que en 1869 modificó la fórmula y fabricó por primera vez en Yucatán los cerillos conocidos como “fósforos de seguridad”, ya que carecían de todo riesgo de inflamarse en comparación con los demás fósforos, y como se ha señalado solo ardían al frotarlos con su misma caja. Un tiempo después, el 25 de abril de 1871, los Sres. Joaquín Dondé y Pablo García solicitaron al Ministerio de Fomento el privilegio exclusivo de un descubrimiento (Ministerio de Fomento, 1871), manifestando lo siguiente: Hemos descubierto un procedimiento para trabajar cerillos y toda clase de pajuelas o eslabones fosfóricos que arden por fricción en cualquier superficie más o menos áspera, con la misma prontitud y facilidad que cuando se emplea el fósforo blanco. Esta invención que a primera vista parece insignificante, es de bastante consideración, como se comprenderá recorriendo la multitud de fórmulas publicadas por los sabios que han hecho constantemente esfuerzos infructuosos para desterrar de esta clase de industria 47
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
el peligroso y perniciosísimo uso del fósforo blanco. Las inmensas ventajas son: por parte del fabricante: facilidad y seguridad en el trabajo, sin necesidad de grandes precauciones, convirtiéndose en una industria cómoda y exenta de peligros y de toda influencia dañosa a la salud y a la vida de los operarios, la que hasta hoy es una industria incómoda, peligrosísima y funestísima a la salud y la vida de los que a ella se consagran, como tiene acreditado una larga experiencia. De parte del público resulta la adquisición de un objeto de la mejor calidad e inalterable, pues el transcurso del tiempo, lejos de producir en él la menor descomposición, como sucede siempre que se emplea el fósforo blanco, le hace por el contrario mejorar, si es posible de calidad. Para comprender mejor el valor real de nuestro invento, bastará recordar lo que M. A. W. Hoffman, decía en su relación sobre los productos químicos industriales de la exposición internacional de Londres en 1862, hablando de la industria que nos ocupa. “En cuanto a las pajuelas preparadas con mezcla que encierran fósforo amorfo en lugar de fósforo ordinario, y que poseen por consiguiente la propiedad de inflamarse por el frote sobre una superficie áspera cualquiera que sea, toca a futuras experiencias decidir si los manufactores harán bien en proseguir la realización práctica, mediante nuevas inquisiciones”. El profesor M. Schrroetter ha tenido la bondad de suministrar al relator, datos que no dejan duda de que estas pajuelas son susceptibles de perfeccionarse suficientemente. En efecto, según M. Schrroetter, se les llega a comunicar todas las calidades apetecibles determinando con el mayor cuidado las proporciones de las sustancias que sirven para preparar la masa inflamante; pero los mismos ingredientes empleados en proporciones defectuosas producen únicamente pajuelas de mala calidad que se inflaman con explosión y arden arrojando las materias inflamadas. La condición esencial del éxito descansa, pues, en el “descubrimiento de las vías y medios que aseguren bajo este aspecto la constante uniformidad de fabricación”. Este descubrimiento es precisamente el que hoy presentamos, acompañando, con arreglo a la ley, muestras de las pajuelas trabajadas según nuestro procedimiento, que describimos en pliego separado. Y deseando asegurarnos de la propiedad de nuestro invento por medio del privilegio de invención que por diez años nos concede la ley. A Ud. pedimos, que, teniéndonos por presentados en forma, se digne disponer lo conveniente, para que, corridos los trámites legales, se nos libre el privilegio que solicitamos y cuyos derechos estamos prontos a satisfacer. Es gracia que pedimos con las protestas necesarias. El éxito de los fósforos rojos o de “seguridad”, que hoy podemos considerar una “innovación tecnológica”, lo podemos admirar en todo su esplendor en el resultado obtenido en la primera “Exposición de los productos de
las artes y de la industria de Yucatán”, realizada del 5 al 9 de mayo de 1871, en la cual el Dr. Dondé y su socio el Lic. García fueron premiados. (De Zavala, 1871) Esta primera Exposición fue convocada por el gobernador Manuel Cirerol, quien consideraba que los pueblos cultos habían adoptado las exposiciones públicas de efectos y productos para estimular y procurar el fomento de la agricultura, la industria y las artes, por lo que su gobierno introdujo este sistema para honrar el mérito de las clases laboriosas y conocer el adelanto en que se encontraban la agricultura, las artes y las demás industrias en el país. El gobernador Cirerol, emitió el 1º. de diciembre de 1870 un comunicado a los jefes políticos de los partidos para que solicitaran a sus habitantes, que prepararan algunos efectos y muestras de sus respectivas industrias, las cuales debían de remitir a la ciudad de Mérida, en donde el Ayuntamiento había preparado en el Palacio Municipal un departamento de exposiciones. Asimismo, dicho Ayuntamiento, nombró una Junta, integrada por los C. Lorenzo de Zavala, presidente, Joaquín Ancona, Andrés Aznar Pérez, y José Correa Canto, secretario, con la finalidad de calificar los efectos presentados y señalar aquellos que sobresalían en su respectivo ramo para ser premiados. El premio consistiría en una medalla de plata con esta inscripción en el anverso: Yucatán, Exposición de 1871; y en el reverso: El Gobierno del Estado al mérito; igualmente se entregaría al ganador un diploma de honor. (Lavalle, 1871) La crónica de Lavalle (1871) dice lo siguiente: La inauguración de la Exposición se llevó a cabo el 5 de mayo de 1871 a las doce del día, pero la muchedumbre concurrió al palacio desde dos o tres horas antes para obtener un lugar conveniente donde presenciar aquella ceremonia. Las galerías en los bajos del Palacio Municipal estaban engalanadas con sencillez y buen gusto, los nombres de los héroes de la segunda Independencia de México, inscritos en unos óvalos formaban parte de aquel adorno. A las doce llegó el C. Gobernador del Estado, acompañados de algunos jefes y oficiales de la guardia nacional y ocupó el lugar que le correspondía presidiendo el acto. La banda de música dirigida por el célebre maestro Jacinto Cuevas interpretó el Himno Nacional. Esta sola ceremonia indicó la apertura de la exposición, de ahí pasó el C. Gobernador, seguido de las autoridades, empleados civiles y militares, y toda la concurrencia a los salones en los altos del palacio a visitar la exposición. Después de que el C. Gobernador, los empleados y toda la concurrencia visitaron la exposición por un largo rato volvieron al salón en los bajos del palacio y el primer Magistrado del Estado hizo la distribución de los premios con sujeción a la lista formada por la Junta respectiva. El premio consistió, como se ha señalado, en una medalla de plata pendiente de una cinta con
48
49
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia Elaboración de productos químicos para la industria
listones que representaban el pabellón nacional. Los que habían merecido el fallo favorable eran llamados y de pie el Gobernador les colocaba en el pecho la medalla y les entregaba un diploma de honor que era la patente para usar la condecoración. La exposición estuvo abierta para el público del 5 al 8 de mayo a determinadas horas, hasta que el día 9 los propietarios remataron los objetos al mejor postor, los remates duraron dos días y todo se vendió a satisfacción de sus respectivos dueños. Como se dijo previamente, el Lic. Pablo García y el Dr. Joaquín Dondé obtuvieron una medalla de 1ª. Clase en la Exposición por una cajita de fósforos rojos. A su favor la crónica de la exposición se menciona (Lavalle, 1871): La fosforería o industria de hacer los fósforos, en su rápido desarrollo ha alcanzado un triunfo en Yucatan. Los fósforos presentados por los señores Lic. D. Pablo García, gobernador que fue del estado de Campeche, y D. Joaquín Dondé, químico de quien acabamos de hablar, es una de aquellas felices invenciones que ocupan una página en la historia de los adelantos. Arden frotados ligeramente en cualquier objeto propio para este uso; son aromáticos, sanos, el viento no los apaga y arde todo el palillo hasta consumirse, pero lo que es todavía una mayor ventaja es su fabricación, pues prestan a los operarios toda la seguridad debida y no los expone a los peligros que hay en los otros sistemas de fosforería. Estos cerillos, cuya invención es reciente, apenas empiezan a fabricarse y por sus excelentes cualidades deben adquirir un uso extraordinario. También se debe mencionar que los Sres. José Font y Joaquín Dondé establecieron una fábrica de fósforos de seguridad a la que nombraron “La Colmena” (Figura 7). Y se debe añadir, que en 1879 el gobernador Manuel Romero Ancona llevó a cabo la 2ª. Exposición de Yucatán y en la sección de fábricas fósforos de seguridad de la memoria de la exposición se puede leer un reconocimiento a estos personajes (G. Cantón, 1880): Los que introdujeron esta importante industria en Yucatán fueron los Sres. Font y Dondé, quienes establecieron la primera fábrica a que llamaron “La Colmena”, ellos recogieron la experiencia necesaria y difundieron los conocimientos teóricos y prácticos tan ventajosamente aprovechados por las fábricas que posteriormente se han ido estableciendo, hasta convertirse en un ramo muy importante en la industria meridana, que no solo hace honor al Estado sino a toda la nación. Dos fábricas pueden ser consideradas herederas de la tradición, “La Industria” de los señores Palma y Cía., y “El Porvenir” de los Sres. Cámara y hermano, la más extensa que existe en el país, la de más abundantes y variados productos, y la única que posee un tren completo de maquinaria, no solo para elaborar los palitos, sino para cortar las delgadas hojas de madera que sirven para construir las cajitas en sustitución del cartón que antes se utilizaba.
En la mencionada Exposición de los Productos de las Artes y de la Industria de Yucatán realizada en 1871, los Sres. Joaquín y Juan Dondé, participaron con diversos productos químicos de uso industrial (potasa, carbonato de potasa, cloruro de potasio, sulfato y jabón de potasa, vinagre, ácido cítrico, nitrato de plata y azul de Prusia), haciéndose acreedores a una medalla de 1ª. Clase. (Lavalle, 1871) En la revista de la Exposición el Sr. Pedro Lavalle (1871) dijo: Entre los productos naturales de nuestro suelo hay algunos cuya inmediata utilidad se ha encargado de hacer comprender la ciencia, arrancando ciertas materias primas, que en abundancia tenemos, del desprecio y abandono en que yacen prefiriéndose las extranjeras. Poseemos la potasa, la soda, el iodo, las gomas, diversidad de sales e infinidad de productos que los inteligentes no desconocen y que podrían aprovecharlos para los industriales. Varios de estos productos químicos fueron presentados por los inteligentes químicos D. Joaquín y D. Juan Dondé. Largos años de constante estudio han proporcionado al Sr. Joaquín Dondé una reputación que lo honra a él y a nuestro país. Su hijo D. Juan, a quien ha enseñado, sigue sus pasos y promete para la ciencia las mismas ventajas que su padre. Asimismo, en la memoria mencionada, los Sres. Dondé hacen una presentación de las sales, ácidos y jabones que llevaron a la exposición: La industria ha sido en todo tiempo el barómetro de la civilización de los pueblos, como que de ella depende naturalmente su riqueza y bienestar; pero especialmente en nuestra época tan favorecida por los rápidos progresos de las ciencias, el movimiento industrial consiguiente marca con toda distinción el verdadero progreso y engrandecimiento de las naciones. Dar en cada lugar valor y estimación a las materias que se encuentran en abundancia y se relegan al olvido y el desprecio, este debe ser el primer cuidado de la industria que todo gobierno sabio debe estimular y proteger por cuantos medios estén a su alcance. Naciones hay, como la Inglaterra, que, a pesar de estar implantada en un terreno ingrato, la sabiduría de su gobierno ha combinado de tal modo los movimientos de su comercio e industria, que se ha apropiado de los materiales de insignificante valor de otras regiones de la tierra, a donde va a buscarlos diligentemente para transformarlos después por las manipulaciones de sus inteligentes industriales, y entregarlos al consumo universal con un valor centuplicado. Si es verdad que la industria ha dado un paso siempre que ha logrado transformar un producto y aumentar su valor, este movimiento es tanto más
50
51
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
provechoso a la sociedad cuanto más abundante es el producto que debe modificarse y menor o ninguna su estimación antes de salir de manos del industrial; de manera que puede decirse, que el adelanto de un pueblo se marca de tal modo por este movimiento progresivo, que debe considerarse más adelante aquel en que hay menos desperdicios, esto es, aquel que sabe aprovechar los productos que otro abandona en su indolencia o ignorancia. Aplicando esta medida a nuestra nación, la encontraremos lastimosamente en el mayor atraso, en medio de las exuberantes riquezas con que pudo dotarlas la naturaleza. Y deseando contribuir en cuanto nos permitan nuestras escasas fuerzas a promover la formación de establecimientos industriales que den valor y estimación a algunos de los abundantísimos productos de nuestro suelo que se miran con el mayor desprecio, nos hemos determinado a remitir a la exposición, que tan acertadamente ha dispuesto el ilustrado gobierno del Estado, los productos químicos siguientes: potasa, jabón de potasa, carbón de potasa, ácido cítrico, cloruro de potasa, ácido acético, sulfato de potasa, y nitrato de plata. La necesidad que tenía el Dr. Dondé de emprender trabajos manuales que le proporcionasen alguna utilidad, le impulsaron a plantear una fábrica de tenería, valiéndose de nuevos procedimientos para trabajar las pieles, procedimientos que no vaciló un instante en dar a conocer a varios artesanos, prefiriendo en esto la utilidad pública a su propio interés. Iguales mejoras introdujo en la elaboración del jabón ordinario. Sin embargo, murió pobre, como todos los hombres que consagran su existencia al cultivo de las ciencias o a las artes útiles. (G. Cantón, 1875)
52
Capítulo 5. Crónica del adiós al sabio naturalista El 30 de octubre de 1875 se llevó a cabo una sesión del H. Consejo de Instrucción Pública bajo la presidencia del Lic. Rodulfo G. Cantón, ahí, el Dr. José Ma. Palomeque, director de la Escuela Especial de Medicina y Farmacia manifestó (Castro, 1876): El Sr. D. Joaquín Dondé Ibarra, uno de los fundadores de la Escuela y profesor honorario de ella, se hallaba muy grave y se esperaba su muerte en pocos días; que el Sr. Dondé era acreedor a distinguidas consideraciones por los importantes servicios que había prestado a la enseñanza, puesto que fue el primero que estableció en el Estado las cátedras de Química y Botánica, para los cursantes de Farmacia, cuya facultad se elevó a la altura en que se encuentra, además de impulsar el estudio de las ciencias naturales, cuyo benéfico influjo se extendió a la industria y a las artes. Sin embargo, añadió que la Escuela carecía de recursos para las demostraciones de duelo que deberían tributarse por sus distinguidas cualidades, por lo que, a nombre de la Junta de profesores, suplicó se sirviera ordenar al C. Administrador de fondos suministrar la suma de cincuenta pesos para la impresión de papeletas y el arreglo de la sala de actos del Instituto Literario donde debería velarse su cadáver. El Dr. Ramón Albert Hernández, director del Instituto Literario, apoyó la petición del Sr. Palomeque y después de una breve discusión se entregó la cantidad solicitada, encargándole al Dr. Albert se pusiera de acuerdo con el Dr. Palomeque para el arreglo de la sala de actos del establecimiento, donde debería velarse al Dr. Dondé, encomendándose a los directores de las escuela especiales invitaran a sus respectivos profesores y alumnos para que concurrieran a los actos que tuvieran lugar, para lo cual se hará una invitación suscrita por el presidente del Consejo y el director de la Escuela de Medicina. El deceso ocurrió dos días después, la Revista de Mérida y La Emulación publicaron la corona fúnebre, llena de alabanzas y loas al campeón de la ciencia. (La Emulación, 1875) A continuación, se presentan los datos más relevantes del suceso y las notas periodísticas publicadas en esos días, e incluso meses después, unas firmadas por sus amigos entrañables, como Pablo García, y otras por los editores de las revistas, tanto nacionales como extranjeras. La narración de los hechos correspondió al Sr. Ermilo G. Cantón y apareció publicada en la revista “El Pensamiento” (Corona Fúnebre, 1875), la nota comienza así: El día 1º. de noviembre, en los momentos de llegar el sol a su ocaso, en los momentos en que por una costumbre tradicional de nuestro país los muertos reciben en su lúgubre morada la visita de los vivos, 53
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
para hablar con ellos el elocuente lenguaje del sentimiento, la muerte cernía sus alas sobre un hombre en quien la ciencia contaba como uno de sus apóstoles, y a quien la juventud veneraba como uno de sus mentores más queridos. Los numerosos amigos y discípulos del Sr. Dondé, que hacía días aguardaban consternados el fatal momento de su muerte, llenaron su morada en las primeras horas de la tarde del 1º. de noviembre. El Dr. Ricardo Sauri, en presencia de varios facultativos, embalsamó cuidadosamente el cuerpo, dando esa prueba de cariño al hombre de la ciencia y la virtud. La apreciable familia del finado, se reservó el cadáver hasta las cuatro de la tarde del día siguiente en que fue llevado al Instituto Literario. Allí estaba preparado un catafalco sencillo, pero majestuoso, donde fue depositado el sabio maestro. Todo el local del Instituto estaba iluminado. Los profesores de la Escuela Especial de Medicina y Farmacia en unión de los miembros de la Sociedad Médico- Farmacéutica y de los jóvenes cursantes de las cátedras de Medicina y Farmacia se turnaron durante la noche para hacer los honores fúnebres al cadáver. Ahí estaban reunidos los verdaderos amigos de la ciencia y de la virtud. A las once de la mañana del día 3 de noviembre el salón de actos públicos del Instituto Literario estaba decorado con fúnebres coronas y crespones, en la cabecera principal se veía el catafalco de la muerte que parecía oscilar con los resplandores de los cirios que ardían en sus ángulos. Muy a la vista se contemplaba un cuadro velado con tules negros con la siguiente inscripción: DR. JOAQUINN DONDE IBARRA. Profesor honorario de la escuela de medicina en Yucatán, y socio fundador de la ACADEMIA MEDICO - FARMACEUTICA Una escogida concurrencia llenaba el local, todas las clases de la sociedad estaban allí representadas, sin embargo, ni el C. Gobernador del Estado, ni persona alguna de las que formaban el círculo administrativo, se dignaron concurrir al lugar en que se rendía tan justísima ovación a uno de los apóstoles de la verdadera democracia. ¡Oh positivismo de la época! ¡Cuántos suelen hacer lujosa ostentación de su presencia ante la muerte de un ignorante, solo porque perteneció al gremio de los ricos o porque fue uno de esos que viven del erario y que no tienen más norte que el de la política! El C. Presidente del Consejo de Instrucción Pública, Lic. Rodulfo G. Cantón, abrió el acto dirigiendo unas 54
sencillas palabras a la concurrencia: Estamos ante el cadáver de un hombre a quien las ciencias naturales son deudoras en Yucatán de muchos de sus adelantos prácticos. El Sr. D. Joaquín Dondé Ibarra fue uno de los apóstoles de la ciencia y por consiguiente del progreso. El Consejo de Instrucción Pública del Estado, la Escuela Especial de Medicina y Farmacia, y la Sociedad Médico-Farmacéutica, tributan al digno profesor, las últimas demostraciones de afecto y gratitud; honremos su memoria, grabando en nuestros corazones su amor a la ciencia y al bien de la humanidad. En seguida el profesor de Farmacia Sr. Joaquín Patrón Espada ocupó la tribuna y con sentidas frases se despidió de su querido maestro: Vengo a decir el último adiós a mi maestro, su modestia y amor a la ciencia fueron las dos facetas luminosas de su vida. Modesto porque no hacía la menor ostentación del riquísimo tesoro de ciencia que poseía; y un amor a la ciencia que excedía todo limite, que le permitió adelantar a nuestro Estado en las ciencias naturales, logrando que los estudios farmacéuticos de este país entraran en el carril de la civilización, y despertando en la juventud la saludable afición a los estudios botánicos y químicos. Los alumnos de la Escuela de Medicina, Sres. Pedro Capetillo Álvarez, y Santiago Villalobos Sosa, tributaron iguales homenajes, así como el joven Carlos Cuevas a nombre de la sociedad literaria “El Porvenir Yucateco”. El joven Capetillo Álvarez a nombre de la Escuela de Medicina y Farmacia del Estado dijo: La ciencia yucateca inclina la frente, se cubre de crespones, desgarra sus bellas vestiduras y delirante cruza el firmamento murmurando el nombre de uno de sus más ilustres campeones. Así como Linneo supo organizar el reino vegetal, así el Dr. Dondé Ibarra recolectó las plantas de nuestro querido Yucatán, que hasta entonces no habían sido estudiada, las clasificó y ordenó. La Química, la ciencia de la experimentación, hizo grandes y rápidos progresos con él, su genio investigador le permitió extraer nuevos medicamentos del reino vegetal y formar nuevas combinaciones que le daban resultados satisfactorios. Él fue el primero que organizó los estudios de Farmacia, que hasta entonces se hallaban descuidados. Por su parte, Santiago Villalobos leyó una poesía, que entre otros versos decía: ¡Decís que ha muerto un sabio! Y el llanto veo brotar de vuestros ojos Sabed que ha de volver en algún día Pues ávido su espíritu de ciencia 55
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Voló para aprender en otros mundos Lo que la ciencia en sus arcanos guarda. Hermano de Jussieu, oye mis voces Yucateco Chevreuil, no tardes tanto Bata tu genio, sus robustas alas Y asombra al mundo con tu ciencia pura Mientras vienes de nuevo entre nosotros Coronas de crespón negras, sombrías El alma ceñirá, no nos olvides Que el cariñoso corazón conserva Tu nombre ilustre y tu memoria grata La diosa de la ciencia está de duelo Nosotros que queremos cobijarnos Bajo su manto hermoso Es justo que adornemos tu sepulcro Con las flores queridas de nuestra alma A continuación, el joven Carlos Cuevas expresó lo siguiente: La sociedad “El Porvenir Yucateco” me ha comisionado para tomar la palabra en este acto doloroso, tributo que se debe al genio que ha dejado con la existencia terrestre, una memoria gloriosa que lo coloca en el número de los inmortales. Dondé, el ilustre naturalista, el sabio, ha muerto. Como todos los hombres virtuosos, trabajó incansable por el porvenir de la ciencia. Dondé, el ilustre profesor de Farmacia fue un hombre que dio lustre a la ciencia en Yucatán. Su genio dulce, su talento, sus sacrificios vienen formando la corona inmortal del sabio y profundo naturalista. Adiós ilustre soldado de la ciencia. Adiós, maestro, hasta la eternidad. El profesor D. Juan Nicoli en representación de la Escuela de Medicina y Farmacia leyó una elocuente y magnifica oración fúnebre: Vengo, señores, a hablar a los muertos el lenguaje de los vivos. D. Joaquín Dondé Ibarra acaba de morir. Alguien ha dicho que se puede apreciar la importancia de un hombre por el grado de sentimiento y emoción que su muerte causa, el Dr. Dondé era un hombre superior bajo todos los conceptos, siendo, por tanto, justo el tributo de veneración que nuestro sentimiento mutuo rinde hoy a su memoria. De regreso
a Mérida, coloca la fundamental primera piedra del edificio que levanta para su gloria imperecedera. Es quien inicia las cátedras de Química, de Farmacia y de Botánica, habiendo estudiado infinidad de plantas de nuestra zona, cuya clasificación puede leerse en las páginas adicionales de la revista La Emulación. Con la firmeza y constancia que hicieron de él, un celoso campeón de esas ciencias, que abrió su inteligencia a la juventud, que, al beber en manantial tan fecundo, nutrió su espíritu en ramos necesarios y útiles para todos. Debe a esto la justa celebridad que su nombre goza en ambos continentes, en donde los hombres de inteligencia y corazón, al aceptar sus trabajos para enriquecer sus publicaciones científicas dispensan a nuestro suelo la grande gloria con la que ha cubierto para siempre a uno de sus hijos más ilustres. Así concluyó en el hogar de las ciencias, el homenaje de gratitud y admiración justamente tributado al amigo de la humanidad, al sacerdote de la ciencia. Esa misma tarde se trasladó el acto luctuoso a la santa iglesia Catedral para una ceremonia religiosa, después de la cual se condujo el cadáver hasta la plaza de San Juan, de ahí partió el numeroso acompañamiento hasta el Cementerio General, lugar de la inhumación, el recorrido de los numerosos carruajes de la comitiva fúnebre fue a paso lento acompañado de las lúgubres armonías de la música militar que imprimían mayor tristeza y recogimiento. En el cementerio tomaron la palabra los Dres. Ricardo Sauri, Waldemaro G. Cantón, y el joven estudiante Gerardo Castillo. Todos ellos manifestaron en magníficos conceptos sus sentimientos de afecto y condolencia hacia el finado e hicieron recuerdos tiernos y valientes consideraciones filosóficas que impresionaron profundamente al auditorio. En su alocución, el Dr. José Ricardo Sauri, en representación de la Sociedad Médica-Farmacéutica, manifestó: Vengo a tributar homenaje al eminente naturalista, al maestro y apóstol de la ciencia. La Sociedad Médica-Farmacéutica tuvo el honor de tenerlo como socio fundador y uno de los que más trabajaron por su engrandecimiento. El Sr. Dondé, cuya enfermedad le impedía concurrir a las sesiones, siempre mantuvo en su corazón un lugar privilegiado para la naciente Academia, por eso, además del título de fundador, le fue acordado el de honorario, así venía a corresponderse a la fama justa de que era objeto en Europa y América, por sus luminosos escritos sobre la Farmacia, la Química y la Botánica. ¡Adiós querido colega! Vos lleváis a la tumba todos nuestros sentimientos, todas nuestras afecciones, pero en el momento de la separación suprema dejad que os diga: vuestro recuerdo no se borrará de nuestros corazones, y la Sociedad Médico-Farmacéutica, recordando los grandes servicios que le habéis prestado siempre os tendrá presente, proclamándote uno de sus más ilustres y abnegados fundadores. Posteriormente, en el momento de ser sepultado, el joven alumno Gerardo Castillo, mencionó lo siguiente:
56
57
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Permitidme que por un instante mezcle mi llanto con el vuestro, y vibre mi corazón inspirado por vuestros sentimientos. Tenemos ante nosotros el cadáver de un hombre ilustre, aquellos que dejan por única herencia a la humanidad, sus ciencias y sus virtudes. El Sr. Dondé principia una vida llena de encantos, de laureles y de dicha, que se llama inmortalidad. Finalmente, el profesor D. Waldemaro G. Cantón a nombre de la Escuela de Medicina y Farmacia, y de la Sociedad Médico-Farmacéutica, dio un mensaje diciendo: Vengo a tributar mi respeto a los despojos mortales del genio. Amaba el bien he ahí su premio; despreciaba el placer, he ahí su dicha, y buscaba la verdad, he ahí su triunfo. ¡Adiós querido colega!, mueres víctima de la más noble pasión, mas esa pasión que ha dominado y abreviado tu vida, deja de ti huellas constantes e imperecederas. Tu nombre vivirá siempre entre los amigos de la ciencia. Vivirá sobre todo entre nosotros, en el seno de la Sociedad Médico-Farmacéutica que tanto has honrado, por la utilidad de tus obras y por el desinterés de tu noble vida. A nombre de la Escuela de Medicina y Farmacia del Estado, que me ha autorizado para representarla, a nombre de los profesores de las dos ciencias, recibe un supremo adiós, un adiós de respeto y de honor, un adiós de inalterable cariño que se enlace por siempre a tu querida memoria. Termina su crónica D. Ermilo G. Cantón añadiendo: El Dr. Dondé fue un hombre que marchó sin vacilar por esos dos hermosos senderos que conducen derechamente a Dios: el bien y la ciencia. Esa ovación tan esplendida, no fue tan solo tributada al hombre, sino también a la virtud y a la ciencia encarnadas en él. Si las ciencias naturales y positivas han hecho progresos en Yucatán, el nombre del Sr. D. Joaquín Dondé, está unido, paso a paso a cada uno de sus adelantos. El Sr. Dondé es un modelo digno del verdadero hombre de bien, del verdadero apóstol de la ciencia, su recuerdo vivirá imperecedero en el corazón de todos los amantes de la ciencia y del porvenir de la humanidad. Y cada vez que la Botánica, la Química y la Farmacia den nuevos pasos en la vía del progreso en Yucatán, se encontraran siempre en cada etapa, una huella ilustre, un recuerdo querido: el Sr. Dr. Joaquín Dondé Ibarra. Junto con la nota anterior del Sr. G. Cantón, la revista El Pensamiento No. 48 también publicó, una muy sentida despedida de su entrañable amigo el Sr. D. Pablo García, la nota se titula “A mi finado, buen amigo, D. Joaquín Dondé Ibarra”, es un escrito con innumerables citas a los clásicos, y comienza con estas palabras (Corona Fúnebre, 1875): La vida de los muertos dice Cicerón, consiste en la memoria de los vivos. Y esta especie de inmortalidad te
estaba justamente reservada. Tu amor a la ciencia y tu infatigable laboriosidad, te pusieron en posesión de preciosos conocimientos, y como Séneca, decías: deseo comunicaros todos mis conocimientos, ninguna cosa me complace sino es para vuestra instrucción. Ninguna cosa me lisonjea, por más excelente que sea, si la sé solo para mí. No quiero la ciencia de la que no puedo hacer partícipe a otro. Ningún bien me agrada si no me es común con los otros. Así pensabas y obrabas buen amigo. También decía Séneca que un punto y aún menos de un punto es la vida del hombre, pero cuan pocos hay que como tu sepan llenar este algo menos que un punto. Horacio decía con amargura: Tal es nuestra envidia e injusticia, que aborrecemos el mérito de los buenos en vida y los lloramos después de la muerte. Los antiguos sabios conocían muy bien el corazón del hombre, por eso oímos de Ovidio: la envidia solo persigue a los vivos y regularmente deja en paz a los muertos. Bien sé, querido amigo, que solo corresponde a la posteridad dar a los hombres su justo valor, pues como decía Tácito, entonces se juzga sin interés. Respecto de tu persona, no es el ruido del dinero, el brillo de las armas, ni la aureola que rodea al que manda, los móviles que impelen a tus contemporáneos a hacer tu elogio. Son tus cualidades morales e intelectuales, el sacrificio manifiesto de tu vida en aras de la ciencia. En esto no puede haber engaño. La ilustración de tus discípulos, las páginas de La Emulación, los diarios científicos extranjeros en que figura tu nombre, tu correspondencia con los sabios de la república, de Norte América y de París, todos estos testimonios irrefragables aseguran la perpetuidad de tu brillante memoria. Recibe mi último adiós. Tendimus húc omnes, metam properam mus unam, la muerte es el término a donde todos caminamos. El deceso del Sr. Joaquín Dondé continuó siendo noticia durante los siguientes meses en los periódicos y en las revistas científicas, tanto locales como nacionales e internacionales. Entre los periódicos locales podemos mencionar: La Razón del Pueblo, El Mensajero, y El Pensamiento. En el opúsculo publicado en El Mensajero, por el editor Sr. Juan F. Molina Solís, se menciona lo siguiente (Corona Fúnebre, 1875): El miércoles en la tarde cumplimos el triste deber de asistir a los funerales en la santa iglesia Catedral del Dr. D. Joaquín Dondé, honra de la patria, gloria de las ciencias físicas, modelo de cristianos y de sabios. Si alguno puede merecer con justicia este nombre, es ciertamente el hombre virtuoso que la sociedad meridana llora y que la juventud dedicada a las letras lamenta inconsolable, porque siente la inmensa pérdida que ha sufrido. Sin pretensiones de ninguna clase, sino fuese la de vivir entregado a sus queridos estudios, pasó
58
59
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
su vida humilde y sosegadamente lejos de las agitaciones tormentosas del mundo y de la furiosa lucha de los intereses, de las codicias y de las ambiciones. Su saber era patrimonio de cuantos a él se acercaban deseosos de aprender, y lleno siempre de dulzura, de afabilidad, de tranquilo entusiasmo por el adelanto de las ciencias naturales, no solo comunicaba gozoso sus conocimientos a quien ávido los buscaba para adquirirlos, sino que acudía ansioso a transmitir sus experiencias, a dar sus consejos y opiniones, a cuantos veía dedicados con decidida voluntad al estudio. En Puebla y em Mérida consumía todo su tiempo en el laboratorio químico, y aún los pocos momentos que al trabajo escatimaba, los empleaba casi siempre en conversaciones útiles acerca de la Química o en paseos por los campos, donde sin duda recogió muchos de los datos que le sirvieron para conocer innumerables plantas del país. Profesor que fue del Colegio Católico de esta ciudad, demostró con su enseñanza la ventaja y superioridad del maestro que conoce profundamente lo que enseña. El mismo Sr. director actual de aquel Colegio, el Sr. Pbro. D. Norberto Domínguez, fue su discípulo predilecto y querido, y puede decirse sin lisonja que el discípulo honra suficientemente la memoria del maestro. ¿Quién podría comprender su modestia, su paciencia y su resignación en toda su bella entereza? Solo el que lo hubiese tratado íntimamente, el que hubiese compartido con él las expansiones de su amistad, el que lo hubiese contemplado en el lecho de dolor cuando sufría las consecuencias de una explosión de fósforo en su laboratorio o en su última enfermedad, que se prolongó lo necesario para poner a prueba su espíritu fuerte y sufrido. Quien lo hubiese visto hace algunos años horriblemente desollado desde la cabeza a los pies sin exhalar siquiera una queja. Su profundo saber no le hizo desdeñar las enseñanzas religiosas que recibió de sus venerables padres. Cada quince días recibía dentro de su pecho a ese Dios que ahora estará viendo en todo su esplendor. Ese día paseaba en la mañana por el campo, pues allí recreaba sus ojos en el cielo azul sereno y en la verdura de los bosques, al regresar de su paseo oraba en el templo y recibía a su Dios. ¡Cómo no ha de ser conmovedor considerar así reunidos en un corazón, en una inteligencia, la ciencia del hombre y la humilde sencillez del cristiano! De la misma forma, el editor de la Revista de Mérida, el Sr. Ramón Aldana, escribió una nota biográfica dirigida a sus lectores titulada “El Sr. Dr. D. Joaquín Dondé Ibarra”, donde dice:
Ya nuestros lectores tienen la triste nueva del fallecimiento de este notable químico, honra de su país, que pasó su vida consagrado al estudio, y que además de ser un sabio, era un modelo de honradez, de modestia, y desinterés. Su muerte deja un vacío difícil de llenar y sobre su sepulcro lloran abrazadas la ciencia, la virtud y la amistad. Desde 1853, Yucatán ha tenido en él un obrero científico dedicado constantemente a mejorar los procedimientos de diversas industrias, tales como la tenería, la fabricación de velas esteáricas, de los fósforos, etc., habiendo obtenido magníficos resultados. Fue el primero que dio clases de Química en esta ciudad, habiendo contribuido eficazmente a propagar este estudio entre la juventud, que siempre vio en él un maestro sabio y desinteresado. Su nombre no solo se ciñó a los estrechos límites del país, sino que mereció ser citado varias veces en publicaciones extranjeras de Alemania, Francia, Inglaterra y otros partes. Era, para terminar de una vez, un hombre cuya muerte es un acontecimiento en la pobre historia científica de Yucatán, acontecimiento doloroso por la circunstancia de haber muerto en la mayor pobreza. De los periódicos nacionales, La Iberia, periódico de política, literatura, ciencias, artes, agricultura, comercio, industria y mejoras materiales (1875); y La Voz de México, diario político, religioso, científico y literario (1875), publicaron la noticia en su momento. Lo mismo ocurrió con las revistas científicas como “La Emulación”, periódico de la Sociedad Médico-Farmacéutica; “La Naturaleza”, periódico científico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural (1876); los “Anales de la Asociación Larrey”, periódico de la Asociación MédicoQuirúrgica Larrey (1875); la Gaceta Médica de México periódico de la Academia de Medicina de México, donde se acostumbraba publicar notas necrológicas de sus asociados, sin embargo el Dr. Joaquín Dondé recibió este reconocimiento a pesar de no haber pertenecido a la Academia. (1876) A nivel internacional, cuando menos dos revistas publicaron la noticia: The American Journal of Pharmacy (1876) (Figura 6), y L’Union Pharmaceutique Journal de la Pharmacie Centrale de France (1875), es digno de mencionar que el deceso del Dr. Dondé fue notificado a la revista por el farmacéutico M. Shiels de Broadway, Nueva York.
60
61
Nota final. No deseo terminar este trabajo sin manifestar que la obra alcanza dos objetivos, primero: mantener vivo el recuerdo de los maestros que nos han precedido y nos enseñaron el camino de la ciencia; y segundo, cumplir con la promesa que el Sr. Juan Nicoli hiciera ante el cadáver del Dr. Dondé en el Instituto Literario de Yucatán:
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
“Joaquín Dondé Ibarra, tú vivirás para siempre en nuestros postreros recuerdos”. Obra científica del Dr. Joaquín Dondé Ibarra. Donde, J. (1871a). Syrup of santonate of soda. American Journal of Pharmacy, 43, 451-452. Donde, J. (1871b). Syrup of santonate of soda. Pharmacist and Chemical Record, 4, 269-270. Donde, J. (1871c). Syrup of santonate of soda. Journal of Materia Medica, 10, 344. Donde, J. (1872a). Syrup of santonate of soda. Year Book Pharmacy comprising abstracts of papers relating to Pharmacy, Materia Medica, and Chemistry, contributed to British and foreign journals (354-355). London: John Churchill & Sons. Dondé, J. (1872b). Pharmaceutical notes. Gum syrup. Syrup of rhatany. Syrup of Valerian. Fluid extract of opium. American Journal of Pharmacy, 44, 66-68. Dondé, J. (1872c). Pharmaceutical notes. Soluble sulphate of Quinia. An elixir of citro-lactate of iron. Lemon syrup American Journal of Pharmacy, 44, 445-446. Dondé, J. (1872d). Soluble sulphate of Quinine. Chemical News and Journal Physical Science, 25, 216. Donde, J. (1872). Gum syrup. Pharmaceutical Journal Transactions, Third Series, 2, 856. Donde, J. (1873a). Santonate de soude. Sirop de santonate de soude. Journal de Pharmacie et de Chimie, 17, 412-413. Donde, J. (1873b). Santonate de soude. Sirop de santonate de soude. L’Union Pharmaceutique Journal de la Pharmacie Centrale de France, 14, 131. Dondé, J. (1873c). Fórmulas farmacéuticas. Santonato de Sosa. La Emulación, 1, 101-102. Dondé, J. (1873d). Pharmaceutical notes. Vallett’s ferruginous mass. Syrup of digitalis suitable for preparing the infusion. American Journal of Pharmacy, 45, 445-446. Dondé, J. (1873e). Soluble sulphate of Quinia. Lemon syrup. En Wood, H. C. Jr. A Year-Book of Therapeutics, Pharmacy and Allied Sciences (324). New York: William Wood & Company. Dondé, J. (1873f). Soluble sulphate of Quinine. En Wood, C. H. A Year-Book of Pharmacy comprising abstracts of papers relation to Pharmacy, Materia Medica, and Chemistry, contributed to British and foreign journals (344). London: J & A Churchill. Dondé, J. (1874a) Reseña histórica de la farmacia en Yucatán desde 1844 hasta 1865, y algunas observaciones sobre la necesidad de que los farmacéuticos tengan una instrucción sólida. La Emulación, 1, 237-243. Dondé, J. (1874b). Syrup of santonate of soda. Proceeding of the American Pharmaceutical Association at the Twenty-First Annual Meeting held in Richmond, VA (p. 129). Philadelphia: Sherman & Co., Printers. Donde, J. (1874c). Santonate of sodium. Syrup of santonate of sodium. En Griffith, R. E., (Ed.), A Universal Formulary: containing the methods of preparing and administering officinal and other medicines (p. 512). Philadelphia: Henry C. L.E.A. Donde, J. (1874d). New formula for Vallett’s mass. Canadian Pharmaceutical Journal, 7, 140. Dondé, J. (1874e). Niin du Yucatan. L’Union Pharmaceutique, 15, 24-27. Dondé, J. (1874f). The Niin insect of Yucatan. The Pharmaceutical Journal and Transactions, Third Series 4, 836-837. Dondé, J. (1875). Ni-in. La Emulación, 2, 174-180. Donde, J. (1875b). Das Niin-insect Yucatans. Archiv der Pharmacie, 207, 284. Dondé, J. (1877) Sur le santonate de soude. L’Union Pharmaceutique, 18, 136-138. Dondé, J. (1878) Die darsstellung des natriumsantonat (Santonato de soude). En Dragendorff G. (Ed.), Jahresbericht über die Fortschritte der Pharmacognosie Pharmacie und Toxicologie. Neue folge (385-386). Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht’s
62
Verlag. Dondé, J. (1879a). Santonato de sosa. La Emulación, 3, 4-10. Dondé, J. (1879b). Al “Scientific American Supplement”. La Emulación, 3, 316-317. Dondé, J.; Dondé, J. (1873a). Memoria. La Emulación, 1, 9-11. Dondé, J.; Dondé, J. (1873b). Análisis de las aguas del país. La Emulación, 1, 29-33, 41-46, 53-57. Dondé, J.; Dondé, J. (1873c). Apuntes sobre las plantas de Yucatán. Mérida: Imprenta Literaria. Dondé, J.; Dondé, J. (1876). Lecciones de Botánica, arregladas según los principios admitidos por Guibourt, Bibliografía. A valuable insect. (1879). Scientific American Supplement, 8, 2927. Academia Farmacéutica de la Capital de la República. (1846). Farmacopea Mexicana. México: Imprenta a cargo de Manuel N. de la Vega. American Journal of Pharmacy. (1876), 48, 96. Anales de la Asociación Larrey. (1875). 1, 185. Ancona, E. (1880). Historia de Yucatán, Desde la época más remota hasta nuestros días. Tomo Cuarto. Mérida: Imprenta de M. Heredia Argüelles. Anónimo. (1884). Trabajos de la Secretaría de Fomento de la República Mexicana sobre el Axe. México: Imprenta de la Secretaria de Fomento. Ávila-Escalante, A. (1936, enero). Joaquín Dondé Ibarra. Diario de Yucatán. Bender, R. (1871). Ueber das Niinfett von Yucatan. Archiv der Pharmacie, 195, 177-179. Blanchard, R. (1890). Traité de Zoologie Médicale. Paris: Librairie J, B Baillière et Fils. Botica de Dondé. (1872, 24 de junio). La Razón del Pueblo, p. 4. Cal, A. (1832). Bibliografía. Registro Trimestre o Colección de Memorias de Historia, Literatura, Ciencias y Artes. 1, 361. Carrancá y Trujillo R. (1938). El Instituto Literario de Yucatán. México, D.F.: Ediciones del Centro Yucateco. Castro-López, J. (1876, 9 de junio). Secretaría del H. Consejo de Instrucción. Sesión Ordinaria del 30 de octubre de 1875. La Razón del Pueblo. Periódico Oficial del Estado Libre y Soberano de Yucatán. Cirerol M. (1877). Ley Orgánica de la Instrucción Pública en el Estado de Yucatán, publicada el 30 de junio de 1869. Colección de leyes vigentes de instrucción pública. Formada a moción del C. Lic. Rafael Villamil, presidente del H. Consejo. Mérida: Imprenta de Manuel Heredia Arguelles. Colonies and India. (1879, 26 de abril), página 9. Corona fúnebre dedicada a la memoria del eminente naturalista Dr. Joaquín Dondé. (1875). La Emulación, 2, 145-173. Crass, M. (1941). A History of the match Industry. Journal of Chemical Education, 18, 316-319. De la Llave, P. (1832). Entomología. Sobre el Axin, especie nueva de Coccus y sobre la grasa que de él se extrae. Registro Trimestre o Colección de Memorias de Historia, Literatura, Ciencias y Artes. 1, 147-152. De la Llave, P. (1861). Analyses D’ouvrages Nouveaux. Sur lÁxin, espèce nouvellede Coccus, et sur la graisse qu’on en extrait. Revue et Magasin de Zoologie, 2e. Série, T. XIII, 374-379. De Landa, D. (1959). Relación de las cosas de Yucatán (125). México: Editorial Porrúa. De Sahagún, B. (1829). Historia general de las cosas de Nueva España. Tomo segundo. México: Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés.
63
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
De Sahagún, B. (1830). Historia general de las cosas de Nueva España. Tomo tercero (64-65; 85-86; 91; 96; 101-102). México: Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés. De Zavala, L. (1871, 8 de mayo). Primera exposición del Estado, Junta calificadora en la exposición del 5 de mayo. La razón del pueblo, 5, 1. Richard, Duchartre, De Candolle y otros. Mérida: Imprenta Literaria. Domínguez-Saldívar RA, Ramírez-González C. (2017). El Colegio Civil Universitario: su fundación y reglamentación (18611863). En: Castillo-Canché JI, Domínguez-Saldívar RA, Serrano-Catzim JE. Historia de la educación superior en Yucatán: las instituciones (Universidad, Colegio e Instituto), siglos XIX y XX (181-217). Mérida: Ediciones de la Universidad autónoma de Yucatán. El Axe. (1884, 26 de marzo). Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Tabasco, página 3. Erosa, BA. (1997). La Escuela de Medicina de Mérida, Yucatán. Mérida: Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán. Exposition Universelle Internationale de Paris. (1889). Catalogue Officiel de L’Exposition de la République Mexicaine. Paris: Imprimerie Générale Lahure. Gaceta Médica de México. (1876). 11, 22. G. Cantón, W. (1875). El Sr. Dr. D. Joaquín Dondé Ibarra. La Emulación, 2, 145-148. G. Cantón, R. (1890). Memoria de la 2ª. Exposición de Yucatán. Mérida: Imprenta de la Librería Meridana de Cantón. Harley, J. (1871). Solution of santonine. American Journal of Pharmacy, 43, 321-323. Hathi Trust. (2017) http://www.worldcat.org/title/resumen-sucinto-de-los-caracteres-de-las-principales-familias-botanicassegun-el-metodo-natural-de-jussieu-comprende-algunas-plantas-que-vegetan-en-nuestro-suelo-originarios-o-exoticas/ oclc/67895207. Consultado: 1 de julio. Hemsley, B. (1879). Biologia Centrali-Americana or contributions to the knowledge of the fauna and flora of Mexico and Central America, vol. 1. London: R. H. Porter. Hernández, F.; Ximénez, F. (1615). Capítulo IX. Del Axxin que es grosura de unos gusanos, que se crían en los árboles. Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que estan receuidos en el uso de la medicina en la Nueva España. México: Casa de la viuda de Diego López. Herrera, A. (1871). Historia natural. Aje. Gaceta Médica de México, 6, 383-384. Herrera, A. (1876). Sinonimia vulgar y científica de algunas plantas silvestres y de varias de las que se cultivan en México, dispuestas en orden alfabético. La Naturaleza, 3, 348-355. Hoppe, F. (1860). Ueber das Age oder Axin, ein in Mexico bereitetes trocknendes fett. Journal fur Praktische Chemie, 3, 102-117. Houstoun, G. (1781). Reliquiae Houstounianae: Seu plantarum in America meridionali. Londini: Josephi Banks. Krauss, T. (1869). Ueber die Wirkungen des Santonins und Santonin-Natrons. Tübingen: Commissions-Verlag der Osiander’schen Buchhandlung. La Iberia. (1875, 13 de noviembre). La Naturaleza. (1876), 3, 362. La Naturaleza. (1884). 6, 198-210. La Voz de México. (1875, 12 de diciembre). Lanz, M. A. (1901). El Instituto Campechano. Mérida: Imprenta Gamboa Guzmán. Le niin du Yucatan. (1873). Journal de Pharmacie et de Chimie, 18, 64-65. Lepage, H. (1876). Note sur la préparation du santonate de soude. Journal de Pharmacie et de Chimie, 26, 311-314. Lepage, H. (1877). Ob. De M. Lepage. L’Union Pharmaceutique, 18, 138.
L’Union Pharmaceutique. (1875), 16, 380. Maisch, J, M. (1876). Review and bibliographical notices. Lecciones de botanica arregladas segun los principios admitidos por Guibourt, Richard, Duchartre, De Candolle u otros. American Journal of Pharmacy, 48, 239. Ministerio de Fomento. (1871, 23 de mayo). Solicitud presentada por los CC. Joaquín Dondé y Pablo García. El Siglo Diez y Nueve, 30, 2. Nature. (1879). 20, 18. Niinfat of Yucatan. (1872). Proceedings of the American Pharmaceutical Association at the Nineteenth Annual Meeting held in St. Louis MO (312). Philadelphia: Sherman & Co., Printers. Orozco y Berra, M. (1855). Apéndice al Diccionario Universal de Historia y de Geografía. Colección de artículos relativos a la República Mexicana (296-298). Recogidos y coordinados por el Lic. D. Manuel Orozco y Berra, Tomo I, VIII de la obra. México: Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante. Peñafiel, A. (1870). Circular al Sr. Juan Dondé. La Naturaleza, 1 (enero), contraportada. Redactores. (1873a). Resumen de los caracteres. La Emulación, 1, 64. Redactores. (1873b) Resumen sucinto. La Emulación, 1, 71-72. Redactores. (1873c). Preámbulo. La Emulación, 1, 1-2. Rodríguez-Nozal.; R, González-Bueno, A. (2005). Entre el arte y la ciencia. Los orígenes de la fabricación industrial del medicamento. Madrid: Servicios Integrales de Edición Távara. Sánchez, J. (1870). Comunicación de la Secretaría de la Sociedad Mexicana de Historia natural a los Sres. D. Joaquín y D. Juan Dondé. La Naturaleza, 1 (marzo), contraportada. Santos, J. (1716). Chronologia hospitalaria y resumen historial de la sagrada religión del glorioso patriarca San Juan de Dios (475). Madrid: Imprenta de Francisco Antonio de Villadiego. Sauri, C. M. (1861, 9 de enero). Superiores pastillas de nafé de Arabia. El Constitucional, p. 4. Schott, A. (1869). The Niin of Yucatan. Report of the Commissioner of Agriculture for the year 1868 (268-271). Washington: Government Printing Office. Schott, A. (1870). Weiteres über das Niin (Niehn) von Yucatan. Das Ausland, 16, 1169-1171. Signoret, V (1875). Gene Llaveia nobis. Annales de la Société Entomologique de France, 5, 370-372. Sociedad Farmacéutica Mexicana. (1874). Nueva farmacopea mexicana. México: Imprenta de Ignacio Escalante. Sociedad Mexicana de Historia natural. (1870). La Naturaleza, 1, (febrero), contraportada. Villamil, R. (1872, 12 de enero). Discurso pronunciado por el Lic. en Medicina y Cirugía D. Rafael Villamil, en el salón de sesiones de la Sociedad Médico-Farmacéutica, con motivo de su instalación, verificada el 1º. de enero de 1872. La Revista de Mérida. The Pharmaceutical Journal and Transactions. (1879). 9, 974.
64
65
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia Fotografías
Foto 1. Dr. Joaquín Dondé Ibarra
66
Foto 2. Lic. en Farmacia Juan Dondé Ruiz.
67
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Foto 3. Dibujo del Axi o Axin elaborada por los Sres. Pablo de la Llave y Antonio de la Cal, publicado en la revista Registro Trimestre en 1832.
Foto 4. Portada de la primera edición del libro Apuntes sobre las plantas de Yucatán, 1873.
68
Foto 5. Portada de la segunda edición del libro Lecciones de Botánica, 1905.
69
Colección: Pilares de la Ciencia
Colección: Pilares de la Ciencia
Foto 6. Publicidad de la fábrica de fósforos “La Colmena”.
Foto 7. Obituario del profesor Dr. Joaquín Dondé Ibarra publicado en The American Journal of Pharmacy, published by authority of the Philadelphia College of Pharmacy
70
71