Sin Tapujos

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Sin tapujos T R A S T O R N O

D E P R E S I V O

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SIN TAPUJOS

Dirección general María José Martínez Díaz mapidiaz42@gmail.com

Dirección de edición Fernanda Loutfe Orozco @ferorozco

Editora Paulina Meyer Cal y Mayor @the_hangry_vamp

Diseño de portada Daniela Echegaray Jara @dany_ecja

Diseño de introducción Andrea Galindo @write_my_stars

Secciones: A aprender, ¿No? athena @write_my_stars

mapidiaz42@gmail.com

Caosmosis agh

El cine como un sueño Moon-watcher

Columna curiosa Daniela Nur

Funhouse mirror Paulina Meyer C

Desenredada-mente Ana Sofía Luna

Mientras tanto Melissa Viñas Calatayud

D.A Ablanero

this is how i live xyN

@amisurigh

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D de Días(z) Mapi Díaz

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ST

Nº1 | JULIO 2020

BEFORE YOU DIAGNOSE YOURSELF WITH DEPRESSION OR LOW SELF-ESTEEM, MAKE SURE THAT YOU'RE NOT SURROUNDED BY FOOLS.

-SIGMUND FREUD

Sin tapujos es una revista psicológica/artística que busca hacer visible el comportamiento humano, dando espacio a diferentes voces para poder concientizar y desmentir los prejuicios sociales de la salud mental.


CONTENIDOS

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Nº1 | JULIO 2020

A L B A T

5 Como un callejón sin salida 9 Invierno vacío 11 Todos tenemos secretos 13 ¿Soy yo o se habla muy poco de depresión? 15 Encadenada 17 En camino a Père Lachaise 20 Te presento a Denise 22 oizys & the sea 25 D E S E N R E D A D A - M E N T E

A

A P R E N D E R

¿ N O ?

C A O S M O S I S

C O L U M N A

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C I N E

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M I E N T R A S

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T A N T O

H O W

C O N T A C T O S

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L I V E

A Y U D A


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Desenredada-mente D.A Ablanedo

& Ana Sofía Luna

Como un callejón sin salida Foto: Miguel Dominguez

En el mundo actual no es extraño escuchar la palabra “depresión”, se usa con cotidianeidad y aunque se intenta concientizar sobre este trastorno, se sigue viendo solo la punta del iceberg. A veces puede ser muy fácil como sociedad juzgar la conducta de otra persona sin saber por lo que está pasando realmente, la depresión es una reacción normal ante la pérdida, de una persona a la que se ama, objetos, salud, entre otros, pero cuando esta tendencia es desproporcionada se habla de un trastorno depresivo (Pinel, 2007). La palabra trastorno puede sonar ajena a nosotros, pero hay muchas personas que sufren de ellos. Los trastornos depresivos son de los más relevantes hoy en día, según datos de la OMS (2020) afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y una de sus consecuencias más graves es el suicidio, la tasa de suicidio en México ha ido en aumento en las últimas décadas (INEGI, 2020).

Una persona que sufre un trastorno depresivo puede sentir una tristeza profunda, cansancio, insomnio o ganas de dormir todo el tiempo, falta de motivación y voluntad para hacer las cosas, no poder sentir placer además de un sentimiento de vacío que le impide llevar una vida normal. Existen diferentes factores que pueden predisponer a alguien a padecer un trastorno de este tipo: (1) temperamentales o psicológicos donde la afectividad negativa es lo más común; (2) genéticos y fisiológicos como deficiencia en los receptores de neurotransmisores como serotonina y noradrenalina, así como la herencia a la predisposición; y (3) ambientales o sociales, que suelen ser situaciones negativas o adversas en la infancia y el entorno en el que se vive.

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No sólo es uno u otro factor, es una combinación de todos en diferentes cantidades para cada persona. Al incapacitar a las personas a llevar una vida normal generan grandes deterioros en las esferas personales, educativas, laborales y sociales que les impiden vivir una vida plena. La depresión tiene diferentes causas y puede manifestarse de distintas formas, en niños y adolescentes no es extraño que se muestre como cólera, enojo e irritabilidad durante meses e incluso años; en los adultos puede durar períodos cortos pero intensos o años generando malestares constantes; puede incluso estar relacionado con los ciclos menstruales o ser inducido por sustancias o algún problema de salud (APA, 2014). El DSM 5 menciona otros especificadores como trastornos que pueden coexistir con la depresión como los trastornos de ansiedad, de la conducta alimentaria; si inició durante el embarazo o semanas después del parto, o si suele surgir en alguna estación del año (APA, 2014).

Foto: Velizar Ivanov

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Existen muchas variables y formas en las que alguien puede experimentar algún trastorno depresivo, todas afectan negativamente la calidad de vida de quien lo padece e incluso puede parecer un callejón sin salida, por eso es importante hablar sobre maneras de prevenirla, de detectar los síntomas para uno mismo y para los demás con el fin de pedir ayuda.

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Hay mitos, tabúes y estigmas sobre la salud mental, en ocasiones cuando se busca en línea se puede caer en un mar de información que puede perjudicar a la persona más que ayudarla, por eso recomendamos contactar a un psicólogo clínico y tener en cuenta cuando se escuchen opiniones de otros que cada persona lidia con las situaciones de diferente manera, no es necesario que se comparen con los demás, cada uno tiene su ritmo y su manera de crecer. Los trastornos depresivos son un asunto serio, por lo que si en algún momento sienten que alguno de éstos síntomas está afectando su calidad de vida o si notan que alguien puede padecerlo no duden en pedir ayuda a un profesional o a alguna persona de confianza, está bien hacerlo, no se tiene que lidiar con ésto solo.

Foto: ehimetalor

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Foto: Alex Iby

Una recomendación que podemos hacer es exteriorizar los sentimientos poco a poco, puede ser difícil iniciar, no querer decirle a nadie, pero existen distintas maneras para hacerlo, como escribir sobre lo que se está sintiendo, sobre las emociones, pensamientos, situaciones que generan este malestar y también sobre cosas agradables, momentos que se aprecian y cuando se sienten mejor notar los cambios de las emociones; dibujar o pintar también puede ser una buena manera para expresar lo que se siente; de igual forma dormir bien, mantenerse activo y comer saludable puede ayudar a mejorar la calidad de vida y también a prevenir trastornos mentales, no solo los depresivos. El cambio vendrá a su ritmo y a su tiempo, por eso es importante no dejar de esforzarse, poco a poco las personas se sentirán mejor, sentirán que son ellas otra vez. Referencias American Psychiatric Association (APA). (2014). Trastornos depresivos. En Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM - 5 (5ta ed., pp. 103-128). Londres, Inglaterra: American Psychiatric Publishing. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (s. f.). Salud mental. Organización Mundial de la Salud (OMS). (2017). Organización Mundial de la Salud. Secretaria de Salud de la Ciudad de México (SEDESA) (s.f.). Mitos y realidades acerca de la salud mental. Pinel, J. (2007). Biopsicología (6ta ed.). Madrid, España: Pearson Education.

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A aprender ¿no? athena

Invierno vacío Foto: Zane Lee Ilustración: Andrea Galindo

16:23. Alzas tu cabeza después de una siesta que resultó más larga de lo pensando. Parpadeas unos segundos para acostumbrarte a la ausencia de luz. Entre las persianas se filtran los pocos rayos de sol que quedan de otro día decembrino. Uno que decidiste agarrar de tus vacaciones porque no había una gota de motivación en ti para ir a la oficina. Como cada año, en invierno. No hay ningún aniversario del que tengas memoria pero el frío parece traer un peso sobre ti. Uno que toma diferentes formas. Hoy es una sombra pesada sobre tus hombros. Te sientas en tu cama a la esquina de la pared y abrazas tus piernas. Parpadeas lentamente, ya no por la luz, sino por la pesadez de tus párpados. Nada se mueve en tu cuarto pero aun así sientes todo en cámara lenta. Le echas la culpa a tu estado de recién levantada, aunque no es tan cierto

Dejas colgar tu cabeza. Se siente tan vacía pero tan densa al mismo tiempo. Escuchas el sonido de una notificación en tu celular. Se siente distante pero no sabes si eres tú o si está debajo de alguna almohada. Probablemente es tu compañera de trabajo diciéndote que todo está bien. O tal vez es tu jefa para decirte que ya ni te presentes mañana. Dejas recargar tu frente en tus manos. Tratas de deslizar tus dedos entre tu cabello pero una barrera de nudos viejos no te deja. No quieres ni hacer cuentas de cuándo fue la última vez que te lavaste el cabello. Un vistazo rápido al espejo de cuerpo completo cerca de la puerta. No te ves. Una parte de ti se decepciona, y otra lo agradece.

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18:42. Hay un plato de avena que está desde la mañana en tu mesita de noche. Lo miras por unos minutos hasta que su presencia te abruma tanto que le das la espalda. Te quedas sentada mirando hacia la puerta del baño. En el fondo sabes que necesitas comer. Tal vez es la energía la que te está faltando. Más sientes que la que te queda es la de reserva. La que necesitas para existir. Levantarse a preparar algo de comer o pedir algo por el celular es arriesgarte mucho. En cambio te quedas haciendo nudos en una playera holgada. Tu intento de sentir un cambio en tu ambiente cuando llevas desde el fin de semana igual.. ¿Cómo es que una época llena de alegría y felicidad se convierte en vacío? Una sombra vacía sobre tu cabeza. Cada invierno cuando los días son más cortos es como si el sol se llevara una parte de ti con él. Haces planes en tu cabeza. Hacer ejercicio por las mañanas, ir a visitar a tus padres cada dos semanas. Salir con tus amigas,pero siempre te pega igual. Terminas en cama pensando si vale la pena meterse a la ducha. 20:01. Miras la mancha en el techo junto a la lámpara y tu corazón se detiene al pensar que es una araña. Tratas de alzarte un poco para asegurarte, por enésima vez, que no es. No puedes. En tu pecho parece descansar un elefante vacío. Solamente te quedas viendo, esperando que esa mancha se mueva un poco hacia la izquierda. O a la derecha. O a dónde quiera. Dejas que tu cabeza descanse en tu brazo sabiendo que en un rato se dormirá y tendrás que cambiarlo. Después de un tiempo, el que sea que haya pasado, te arrastras por la cama hasta alcanzar tu almohada favorita. A tu paso terminas por enredar las sabanas mal puestas. Observas la ventana sabiendo que hay la misma oscuridad adentro que afuera. Tus párpados se sienten pesados. Le das unos golpecitos a la pantalla de tu celular. En la esquina está un reloj blanco. Dejas caer tu cabeza contra la almohada. Mañana tienes que ir a la oficina, sin importar que tan vacía te sientas. “El trastorno afectivo estacional es un tipo de depresión relacionado con los cambios de estación; comienza y finaliza en la misma época del año. (…) No ignores ese sentimiento que tienes todos los años, considerándolo un simple caso de ‘tristeza invernal’ o un bajón estacional con el que tienes que lidiar tú solo.” Mayo Clinic en Trastorno afectivo estacional, consultado en julio del 2020. Foto: Zane Lee Ilustración: Andrea Galindo

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Caosmosis GH

Todos tenemos secretos Creo que me gustaría comenzar diciendo que no quise mostrar simples obras o dibujos que pudieran ser figurativos, dentro de lo que cabe, respecto a cómo luce o cómo explican la depresión ciertos artistas. Tampoco escogí pinturas con rostros que lloran o están tristes, puesto que éstas las hemos visto tantas veces que ya no tenemos el interés de analizarlas profundamente por su falta de atractividad. Con la intención de introducir a los lectores a un tipo de arte diferente al que están acostumbrados a observar en museos, quiero hablar sobre una creación que me pareció intrigante en particular: “Secrets” de Douglas Huebler (1973).

La obra, realizada en 1970, consistió en la recopilación de secretos o confesiones que los espectadores del Jewish Museum en Nueva York decidieron escribir o imprimir para después depositarlos anónimamente en un contenedor. Al finalizar la pieza, se generaron aproximadamente 1,800 secretos, entre los cuales se encuentran, por ejemplo: I always wondered what doing a thing with a chick was like (A chick)

I’d like to sleep with my friend’s husband. I hate my husband I want and need to be loved

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Todos tenemos secretos, sin embargo, sigue existiendo cierto estigma hacia las personas que padecen de depresión, como si esto fuese algo que causara vergüenza. Por esta razón escogí esta obra, no precisamente porque la pieza tratara sobre depresión o intentara descifrar los pensamientos a los que se llegan cuando se sufre de ésta, sino porque considero que puede ser una distracción de la eterna autocrítica que se llega a tener en una base diaria. Debe de ser abrumador estar consciente de que luchas contra la depresión aunado al bombardeo de consejos y frases motivadoras por parte de amigos, familiares o redes sociales, que lejos de hacerte sentir mejor, logran producir un sentimiento de culpabilidad. Creo que la mayoría de las disciplinas que han abarcado el tema pueden caer en lo mismo, tornándose monótonas y exhaustivas. Sin embargo, he notado que a veces olvidamos que Foto: primary information somos parte de algo más que Fragmento: Secrets nosotros mismos. De cualquier forma que sea interpretada la pieza, ya sea vista como un momento de distracción, leyendo secretos de cientos de personas que probablemente tienen mucho más que esconder que nosotros o simplemente para recordar que todos tenemos algo que ocultar y la depresión no debería formar parte de esa lista, o tal vez para dimensionar distintas situaciones al leer algo privado sobre alguien más, lo cual podría provocar una reacción positiva en nosotros, así como nuestras acciones en alguien más, sin nosotros enterarnos...en fin, sea cual sea la reacción que provoque, me parece digna de compartir. Referencia: “Secrets”, Douglas Huebler, 1973.

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Columna curiosa Nur

¿Soy yo o se habla muy poco de depresión? Foto: Kriill Balobanov-

Empezamos con un tema interesante y que poco a poco ha ganado más voz en nuestra sociedad. Un compañero que muchos tenemos, pero muy pocos nos atrevemos a presentar a nuestros amigos. ¿Por qué? A mi parecer, por miedo. Tememos ser juzgados, que nos tachen de locos, de débiles o exagerados. Pero ¿qué tiene de malo? Nadie nació siendo fuerte o sabiendo cómo hacer las cosas. Entonces, ¿por qué hacer menos a quienes son diferentes? Yo no supe que estaba deprimida hasta mucho tiempo después de haberlo estado. Cuando pienso en ello, el recuerdo viene como una cinta de cine mudo y no puedo asociar a la persona que veo ahí con quién está escribiendo en este momento. Este recuerdo en particular está lleno de cansancio, enojo e increíblemente, hambre. Todo un reflejo de lo que estaba sucediendo en el momento.

Tengo que admitirlo, más de una vez tuve pensamientos suicidas, pero lo que me detenía era el cómo mi decisión afectaría la vida de otros; no quería causar preocupación y tristeza a mis padres y mucho menos culpar a mis amigos, a final de cuentas, toda esta situación creció en mí porque yo así lo permití. Es por eso que me contuve de compartirlo; no quería ser una carga pero, sobre todo, lo hice para evitar comentarios del estilo “no es nada” o “ya va a pasar”, o, en el peor de los casos “no tienes motivos para sentirte así”. Mi depresión fue causada por muchos factores y la proyecté de muchas maneras; comía muy poco y dormía mucho, dejé de hacer cosas que me gustaban e incluso llegué a evitar a mis amigos cercanos.

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Todo a raiz de sentir que no podía ayudar a mi familia economicamente y que mi vida significaba un gasto muy fuerte para ellos. Pero por suerte, encontré con quien compartir cómo me sentía y poco a poco salí de este “gran hoyo”, como me gusta llamarlo.

Foto: José Pablo Garcia

Esto solo es un poco de mi experiencia, pero la verdad es que todos la vivimos de una forma distinta. Sin embargo, las manifestaciones cambian según el tiempo y la cultura; no es la misma respuesta la que le dieron los griegos a los síntomas que la que le damos hoy en día. Pero, en verdad, nunca imaginé que existieran tantos tipos.

En mi mente venía en una sola presentación; pesada, incómoda y, sobre todo, triste. Pero no, no, no. La depresión no es solo estar triste; si bien es verdad que comienza como una pequeña tristeza, cuando se junta con otros factores como el estrés se vuelve peor. Muchos creen que las cifras a nivel mundial irán en aumento y esto se debe a que nuestra sociedad se vuelve, día con día, más individual. Leí un estudio sobre esto, donde se habla de las “sociedades colectivas e individuales”, en el que se explica que, quienes viven en las sociedades colectivas tienden menos a sentirse deprimidos pues los sujetos dependen uno del otro para lograr sobrevivir. Sin embargo, en una sociedad individual, las personas dependen a un 70% de ellos mismos y esto hace que las expectativas de supervivencia en solitario sean más altas. (Baztán, 2008). ¿Qué podemos hacer para cambiar esta situación? Hay muchas respuestas, todas importantes a su manera, pero podemos empezar poco a poco, con nosotros y aquellos que nos rodean. En lo personal, trabajé en mi confianza; no fue fácil, pues muchas veces era yo quien me ponía los obstáculos más altos, pero lentamente fui cambiando mis hábitos, hablando más sobre mis sentimientos, haciendo notar que lo que otros hacían me afectaba, ya fuera positiva o negativamente. Es un proceso que trabajo a diario y que muchas veces no da el resultado que espero, pero perseveró y espero que, así como yo estoy haciendo este cambio pueda ser visto por otros y los inspire a cambiar.

Y a ti, ¿qué cambios te gustaría hacer?

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d de días (z) Mapi Díaz

Encadenada Foto: Megan Boekhorst

Solían decirme que era como María Magdalena, lloraba por todo y a veces sin motivo. Conforme fui creciendo me di cuenta de que me gustaba llorar, sentir las lágrimas recorrerme las mejillas, sentir cómo se contraia mi estómago, ver mi nariz roja. Era algo extraño. Odiaba los apodos que me ponían, que mi propia familia me dijera que no podía hablar conmigo porque todo lo convertía en llanto. Aprendí a fingir ¿a ser fuerte?¿realmente te hace mejor persona no demostrar tus sentimientos? Me gustaba llorar, sacar mi dolor en gotas. Prefería hacer eso que sentirme vacía, con nudos en la garganta, sin palabras. Sola. Lo difícil es cuando las lágrimas no salen, cuando las sábanas se pegan a la piel. Cuando la histeria y el miedo me poseen. Es en esos momentos donde ella se me acerca, quiere que tome su mano, quiere llevarme. La tentación es grande.

¿cómo puedo ser fuerte si eso no te lo enseñan en clase? ¿cómo puedo permanecer de pie si no tengo nada para anclarme? Un frío domina mi cuerpo, es como si estuviera en un congelador. En cuestión de segundos soy solo un títere de cartón, el hambre desaparece, el tiempo no transcurren. Todo está en pausa y no puedo hacer nada. Las luces se han apagado, está dominandome. Quiero tirarme, dejarlo todo. El titiritero me lleva a un escenario oscuro, al fondo hay dos puertas, en medio un espejo. Quiero ver mi reflejo, pero no hay nada, sólo risas. Soy una burla, sin lágrimas, sin cuerpo, sin esencia. Las cuerdas me lastiman, quiero romperlas, salir de ahí, tirarme al suelo. Dejar de ser yo.

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¿Dónde quedó la niña alegre que bailaba a los pies de su abuelo? ¿a dónde fueron las risas? ¿ha desaparecido la dulce miel? El titiritero sabe cómo y cuándo debo actuar, a él no le parece buena idea que llame la atención, le gusta mi silencio y que pase desapercibida. Las cuerdas se han transformado en cadenas. Ella es mi único público, es difícil de complacer, pero al final de todo le gusta el show. Me han alejado de todo, soy una extraña en un cuerpo pálido. En casa quiero llorar pero en público debo sonreir. Mi cabeza es como un circo, mis pensamientos son rugidos de león. Nada se siente bien, visto una piel que no es mía. Me han hecho tragar cristales, bailar en arena caliente, esperar bajo la lluvia. Soy su espectáculo favorito, su actriz preferida. Las cadenas ya no me pesan, sé que esa no soy yo pero tampoco hago nada para salir de ahí. Extraño mis lágrimas, mi piel, mis pensamientos. Me han quitado la voz, me hicieron nudo los intestinos, me atormentan sus palabras. Después de meses me he dejado llevar, ya no intento salir de ahí aunque a ella ya no le gusta mi show, me he vuelto aburrida, un poco cotidiana. Una de las puertas se ha abierto, me empujan al exterior pero mis piernas no recuerdan cómo caminar. Supongo que estaré bien, al menos por un tiempo.

Foto: Callie Gibson

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El cine como un sueño Moon-watcher

En camino a Père Lachaise “Un joven se suicida en Père Lachaise” se lee en la portada de un periódico, contándonos tanto el final de “El diablo, probablemente” como el de la vida de nuestro protagonista, Charles. Robert Bresson inicia su penúltima película de manera poco ortodoxa para el cine tradicional, pero con total lógica con base a su metodología de trabajo, la cual se concreta en su libro Notas sobre el cinematógrafo. Conocer el destino de nuestro protagonista no afectará nuestra experiencia como espectadores, ya que un plano individual en el cine de Bresson solo cobra sentido cuando se ve la película completa. La muerte de Charles obtendrá algún tipo de significado si es que podemos sentir el mundo en el cual él, Michel, Alberte y Edwige viven. Un mundo en el que el suicidio, francamente, es una idea aceptable; solo se necesita de una excusa para llevarlo a cabo.

Bresson nos enseña, a través de colores opacos, una realidad terrorífica y pesimista. Un montaje de videos documentales que Michel y otros jóvenes ven nos muestra la destrucción ambiental y el maltrato animal. Nos destruimos a nosotros y a nuestro entorno. La adicción a la heroína de Valentin, uno de los amigos de Charles, nunca nos sorprende en este mundo que parece estar al borde de la extinción. Y en el triángulo amoroso entre Charles, Alberte y Edwige solo vemos un vacío enorme entre personas, pero nada que resemble a lo que es conocido como amor. En una de las escenas clave de la película, al hablar con un psiquiatra después de un evento traumático, Charles saca un periódico y empieza a leer en voz alta los anuncios, después dice, “si muriera esto es lo que perdería”.

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Su mundo está hueco, consumido por el capitalismo y, como luego descubrimos, su papá forma parte de este sistema de destrucción talando árboles. Charles niega depresión o cualquier problema que venga de él al decir que su enfermedad es ser demasiado clarividente. Bajo esa visión pesimista, en la cual ser clarividente significa ver un mundo vacío y cruel, un suicidio es muy razonable. Y en esa misma escena, al confesar que no podría dar “el paso”, su psiquiatra dice que por eso en la antigua roma se confiaba esa tarea a un sirviente o amigo, un comentario excelente para darle a alguien con tendencias suicidas la forma para al fin dar ese “paso”. “El diablo, probablemente” es una película fatalista, cruda y desgarradora, esa es la intención de Bresson. La película retrata los peores aspectos de nuestro mundo, logrando, de una manera aterradora, racionalizar la idea del suicidio. Acabando la película, me pregunté si había algo que hubiera podido salvar a Charles. Y aunque dudo que a Bresson le interesara, creo que hay una posible respuesta: la terapia cognitiva. David Burns, profesor emérito del departamento de psiquiatría y ciencias de la conducta en la universidad de Stanford, nos dice en su libro Feeling good lo siguiente: El primer principio de la terapia cognitiva es que son las «cogniciones» o pensamientos los que crean todos los estados de ánimo. La palabra cognición se refiere al modo en que usted ve las cosas: sus percepciones, actitudes mentales y creencias. Comprende también la manera en que interpreta las cosas: lo que usted se dice a sí mismo sobre algo o alguien. Usted se siente así en este momento debido a los pensamientos que tiene en este momento. En resumen, los pensamientos crean las emociones. Si a Charles se le hubiera presentado en algún momento otro mundo, una realidad distinta que le permitiera tener otros pensamientos, sus emociones podrían haber cambiado. Pero Bresson mantiene su realidad pesimista, su luz opaca, sus “modelos” casi inexpresivos (“tomados de la vida; SER —modelos— en lugar de PARECER —actores—”)*, su edición cortante. Crea el mundo más aterrador sin ninguna clase de efectos especiales, solo le basta enseñarnos la realidad. Pero es justamente ese manejo de la realidad lo que logra crear uno de los momentos más sublimes en la historia del cine. *Con el paso del tiempo Bresson fue dejando de usar actores profesionales, llamando a las personas que aparecían sus películas “modelos”.

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Cuando Charles va rumbo al cementerio de Père Lachaise para llevar a cabo su suicidio, pasa por una casa. La ventana se encuentra abierta y se puede escuchar música clásica que viene de un televisor. En el cine de Bresson, es raro el uso de la música y esta es normalmente usada solo de forma diegética. En sus notas, el cinematógrafo escribe “Nada de música de acompañamiento, de sostén o de refuerzo. Absolutamente nada de música (excepto, por supuesto, la música tocada por instrumentos visibles)”. Charles se para por unos segundos, mira la pantalla y escucha. Por un momento, hay belleza en el mundo, hay algo que merece oírse. Y esta escena es la que me da esperanza, Charles decide escuchar la música, aun cuando su muerte era inminente. Probablemente era tarde para Charles, pero no creo que lo sea para nosotros. Tal vez cambiando nuestra manera de pensar, podremos mejorar nuestra existencia. David Burns dice que “La depresión no es una experiencia humana valiosa, genuina o importante. Es una imitación falsa, sintética”. Llegar a un estado en cual podamos controlar lo que pensamos es complicado, pero creo que vale la pena el intento y los resultados alentadores de la terapia cognitiva lo confirman:

Rush, A. John et al. “Comparative efficacy of cognitive therapy and pharmacotherapy in the treatment of depressed outpatients.” Cognitive Therapy and Research 1 (2005): 17-37.

Para terminar, quiero decir algo a nota personal: Mi mamá falleció recientemente. A veces es muy fácil pensar que es el fin del mundo, ver todo gris y no querer levantarse. Y creo que es por eso que el momento en que Charles para a escuchar música tuvo tanto impacto en mí, tal vez todo sea gris, pero la música también existe. De ahora en adelante, haré todo mi esfuerzo para quedarme a escucharla y no tomar rumbo a Père Lachaise.

Referencias: Bresson, Robert. Notas sobre el cinematógrafo. Ciudad de México, Biblioteca Era, 1979. Burns, David D. Feeling Good: The New Mood Therapy. Harper Collins, 2012. Rush, A. John et al. “Comparative efficacy of cognitive therapy and pharmacotherapy in the treatment of depressed outpatients.” Cognitive Therapy and Research 1 (2005): 17-37. “¿Qué es la terapia cognitiva?” Centro de Psicoterapia Cognitiva, 20 de Julio. 2020, https://terapiacognitiva.mx/que-es-la-terapia-cognitiva/.

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Mientras tanto Melpómene

Te presento a Denise Foto: Priscilla

Denise no tiene muchos amigos, por lo cual me siento afortunada de saber que me considera su mejor amiga. A Denise no le gusta hablar mucho, incluso cuando debería de hacerlo. Denise siempre come bajo las gradas durante todos los recreos y usa esa holgada sudadera negra sin importar que estemos a 38 °C. Denise nunca tiene ganas de hacer nada… Casi siempre está acostada en su cama que lleva días sin tender. A veces ni siquiera se levanta y prefiere dormir las horas que el insomnio le quitó la noche anterior.

A Denise no le importa lo que dicen de ella, pues ya está más que acostumbrada a sentir odio hacia sí misma. Cuando Denise está triste, se desahoga cortándose las muñecas porque cree que el dolor físico puede sustituir el emocional. (Y no es así…) Sus padres no le prestan la atención necesaria y en realidad casi nunca están en casa, por lo que Denise pasa mucho tiempo sola. Denise a veces platica conmigo, aunque sea solo para hablarme de millones de sentimientos de culpa, odio y frustración que no le corresponden.

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Otros días no estoy tan segura de si quiero seguir siendo su amiga, pero sé que me necesita. No tiene a nadie más. Siento que sin Denise yo no soy nada y ella no es nada sin mí. Estoy tan acostumbrada a ella que creo que no sabría cómo llevar una vida sin Denise. Sé que Denise quiere que seamos amigas toda la vida, pero a veces no estoy segura… ¿Acaso la vida será lo suficientemente larga como para dejarme vivir así? Porque yo más que nadie sé que sin mí no existe Denise y que desde que llegó a mi vida no he podido alejarla de mí. Denise va a consumirme y seguramente va a terminar por matarme algún día de estos. Yo ya no quiero seguir así. Ya no quiero volver a ver a Denise.

Foto: Noh Busher

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This is how i live xyN

oizys & the sea Foto: Michael Shannnon

Algunos días, las olas del mar rompen tranquilamente en la orilla. Otros días, éstas parecen estar en guerra hasta consigo mismas. Y, de vez en cuando, el mar duerme. Solía gustarme ir a la playa, meterme al mar y nadar tan lejos como pudiera hasta escuchar el regresa de mis padres. Iba para ver y sentir al mar ser libre, existir tal cual él era y saber que había gente que lo amaba, sin importar sus vacíos, sus vados, su crudeza. Dejó de gustarme ir a la playa cuando me dijeron que al mar tenía que admirarlo pero de lejitos, temer su naturaleza. Nunca dejé de amarlo, mas hizo darme cuenta de que a la gente no le gusta lo que no entiende, lo que le asusta. Les da miedo su fortaleza, pues sólo saben que es salvaje, oscuro y melancólico. No buscan tratar de entenderlo.

Aún así lo ama mucha gente. ¿Cómo pueden no amar lo desconocido, lo oscuro, lo inesperado? Sin embargo, mucha gente lo odia. ¿Cómo pueden amar lo desconocido, lo oscuro, lo inesperado? Cuando tenía once años y sentía las olas romper contra mí, imaginaba conversar con mi amigo, El Mar. Sé libre, siempre me decía. Yo le contestaba que estaba maldito; Oizys me había maldecido y ahora vivíamos en el mismo cuerpo. Él me insistía vivir mi verdad, así como él lo hacía. Decía que había pureza en cada uno y que, a pesar de ser diferente, no necesitaba la aprobación de nadie para existir. Le hice caso. Se le olvidó decirme que mi ser «diferente» no era bueno, aceptado ni amado.

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Un día llegué con cicatrices a la escuela y no faltaron las miradas, los brincos de susto y la distancia. Aunque también hubieron algunos ¿estás bien? de lejitos, con recelo en los ojos. Oizys se escondía junto conmigo. Varios días decidí contar cómo me sentía. Alguien me dijo a mí igual me pasa; no me vio como bicho raro. Otro me preguntó cómo era vivir así para mí; quería comprenderme. Pero hubo quienes no entendieron y más que darme la espalda, me dieron de patadas. Nos consolamos entre ella y yo. Querido Mar, me dijeron que no me querían a mí, sino a mi yo antes de decir la verdad, antes de dejar de odiar a Oizys. ¿Qué teníamos de malo? ¿Tenía que cambiar por mi bienestar o por el gusto de los demás? Querido Mar, bromearon con mi situación preguntándome si seguiría vivo en unos meses o si intentaría quitarme la vida como tantas veces lo había intentado. Querido Mar, se te olvidó decirme que Oizys es igual de incomprendida que tú; la diferencia es que a ti te aman, a ella no.

Hemos estado solos. Seguimos estando solos. Nos gustaba pararme en medio de un vado de agua salada y sentir la arena moviéndose entre mis pies. No hemos visitado a nuestro amigo El Mar en casi un año, pero ayer sentimos la arena jugando con nosotros. El vado crece más día con día. Oizys dice que lleva casi diez años creciendo y, aunque a veces creo que desaparece, sabemos que sigue aquí. Foto: Ian Espinosa

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ST | JULIO 2020

La mayor parte del tiempo no me puedo mover; estoy entumido. A veces es porque perdí la capacidad de saber si estoy sintiendo o no. Otras veces es porque el sufrimiento parece eterno; estoy seguro de estar sintiendo. No puedo seguir culpándola, pero, ¿puedo morir ya? Nada parece interesante. No puedo existir bien. ¡No puedo recordar! Mi memoria es un vacío inexplorable, como el mar. ¿Hay algo más en esta vida para mí? Oizys dice que no, para nosotros no. Comencé a vivir en paz con Oizys. Quiero dejarla ir, mas no encuentro la manera. ¿O es que en el fondo no quiero? A pesar de todo, ella me aceptó; encontré cobijo. Dice que ahora somos sólo ella y yo.

Extrañamos las olas, pero las olas ya no nos dicen nada. Ayer cerré los ojos y ahora era yo quien escurría agua salada, con un ligero toque de amargura. Oizys me abrazó, por un momento sentí consuelo. El color del mar inexplorable viste mi cama. Me hice un ovillo en ella y llené mi propio vado, nuestro propio vado. Si el mar se ama tal cual es, ¿por qué yo no debo amarme tal cual soy? Si al mar lo aman y aceptan tal cual es, ¿por qué nadie me ama y acepta tal cual soy? Algunos días, las olas del mar rompen tranquilamente en la orilla. Esos días puedo sobrevivir. Otros días, éstas parecen estar en guerra hasta consigo mismas. Esos días no estoy en paz, ni siquiera con ella. Y, de vez en cuando, el mar duerme, así como yo quisiera dormir por siempre.

Foto: Christopher Campbell

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