Reseña de "Under de si" por Marina Panfili

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RES EĂ‘A por Marina Panfili

Under de si

#17

Diego Bianchi y Luis Garay en TACEC


Under


r de si

de Diego Bianchi y Luis Garay en TACEC calle 53 e/ 9 y 10, La Plata 31 octubre, 1, 2 y 3 noviembre 2013



“Ariel, escúchame. Ese mundo está muy mal. La vida bajo el mar es mucho mejor que el mundo de ahí arriba.” Sebastián en La Sirenita (1989) http://www.youtube.com/watch?v=LLGz_FIwPBY



RES EÑA

por Marina Panfili

docente e investigadora en artes

A veces la incomodidad es motor de la escritura. Este es un caso. Necesité tiempo para madurar mi reacción inicial y dar forma a un texto con alguna idea clara. El sábado estuve en el TACEC unos minutos antes como para no llegar tarde a una obra que, por lo poco que sabía a partir de la difusión del evento, no duraría más de veinte minutos. Entré a la sala con las últimas palabras de una conversación entre amigos, para ser recibida por una de las acomodadoras del teatro, que iluminaba el piso delante mío. En cuanto di el primer paso sentí la inestabilidad de un suelo blando y vivo y pronto distinguí, en medio de la oscuridad, los cuerpos de cuatro o cinco personas asomándose debajo de la tabla que estaba pisando. A partir de ese momento no volví a ser la misma. Frente a la disyuntiva entre ubicarme en las gradas o seguir escaleras abajo hacia el sector que usualmente oficia de espacio escénico, elegí esto último. Enseguida me vi envuelta en una sensación de incómodo aturdimiento, casi como la que me produce el ingreso a ciertos boliches, donde el abarrotamiento de personas y cosas, el caos sonoro y la iluminación alteran la percepción. Lo primero que vi cuando pude orientarme un poco en medio de esa marea, fue una serie de situaciones en las que cuerpos se batían a duelo con objetos. Y también basura, mucha basura. Por alguna extraña razón tuve la sensación de estar habitando otro tiempo y más tarde caí en la cuenta de que ese tiempo otro era la década del noventa.

una escena que cava sobre sí misma

Buscando algún lugar del que aferrarme para salir de ese estado de turbación y aventurar otras lecturas, llegué al programa de mano. Ahí aparecen esbozadas algunas ideas acerca de la obra: “UNDER DE SI es un gran ring donde Luis Garay y Diego Bianchi desmantelan lo real para entregarse y refregarse en la ficción impura. Decenas de performers se resisten, adaptan o sobre adaptan a este sistema


1 - Según el curador y crítico Nicolas Bourriaud, a la precariedad generalizada que caracteriza a nuestras sociedades desde los años 90, corresponde una estética precaria, que no se limita al uso de materiales perecederos, sino que funciona como fondo ideológico de la producción artística. El uso de objetos cotidianos y materiales de desecho es un recurso recurrente en la obra de Diego Bianchi.

inestable y escurridizo. UNDER DE SI es una escena que cava sobre sí misma, en busca de la unidad mínima del relato.” En principio, parecería que se refieren a la obra como una exploración sobre las condiciones -y quizás los límites- de la ficción, sobre las posibilidades de una unidad mínima de relato. Leo allí cierta intención de autorreferencia, de reflexividad de la obra sobre sí misma. Me detengo entonces a repensar el dispositivo montado al interior de la obra. Identifico los elementos que me permiten hablar de ambientación, de performance, incluso de happening y de arte relacional. Pero nada de eso alcanza para calmar mi angustia. Después de haber visto el ingreso de la cultura de masas a la historia del arte con el pop art, la inclusión del espectador como parte activa de la obra en los happenings, la puesta en escena de cuerpos torturados e involucrados con sustancias de todo tipo en el accionismo vienés y las discusiones que este tipo de prácticas despertaron en torno al binomio presentación/representación, la obra de Bianchi y Garay poco suma a la exploración del concepto de ficción y de relato. Sin embargo, ahí había una pista para seguir: en alguna medida, la experiencia de la obra me había puesto en un lugar incómodo por esa oscilación entre la inmersión en una ficción -donde los performers encarnaban una alegoría de alguna otra cosa- y la viva sensación de estar frente a sujetos de carne y hueso, cuyos cuerpos en acción se sometían a un riesgo real. Mirando en torno a los performers, objetos cotidianos y materiales de desecho oponían resistencia o se dejaban manipular, sin ocultar su banalidad, sin aparecer sublimados. A su vez, daban forma a un ambiente en extremo precario, donde no escaseaban las sustancias viscosas y que en todo momento percibí como sucio.1 La imagen de la década del noventa, con su realidad polarizada de excesos y carencias, de consumo desenfrenado y superproducción de desechos, de ostentación y miserias, no tardó en hacerse presente. Entonces, una idea obstinada me absorbió por completo: no podía dejar de pensar a todos esos performers como participantes de aquellos juegos de competencia, tan frecuentes en la televisión argentina de esa época, donde los cuerpos se exponían al riesgo y al enchastre en igual medida, con una mezcla eufórica de goce y padecimiento. Y no es casual la referencia a la televisión, ese medio que es el caldo de cultivo de las mayores investigaciones empíricas sobre la


delgada línea que separa realidad de ficción, mientras que los artistas son cada vez más propensos a develar en sus obras los mecanismos que ponen en funcionamiento.2 Ahora bien, no fue esa la única, otras imágenes sobrevinieron desde un pasado que me era familiar. Andando entre cuerpos y mugre, sin poder predecir qué nueva situación me sorprendería a continuación, me preguntaba qué estaba haciendo yo ahí, en medio de esa kermesse macabra de la que no estaba segura de querer participar. Del arcón de los recuerdos infantiles, se escapó una sensación bien conocida: la atracción que genera la exposición al terror en el tren fantasma. Otro viaje a los años noventa. Lo cierto es que la incomodidad que me producía la inmersión en ese caos sólo pudo apaciguarse cuando decidí subir hasta las gradas y mirar desde fuera. En esa nueva situación de espectación, donde podía ver sin ser vista y en la que mi cuerpo ya no se veía afectado directamente por la convivencia con aquella mezcolanza perturbadora, me pregunté ¿qué me dice la obra? ¿de qué me habla esa oscuridad?

2 - Un caso paradigmático es el del artista Santiago Sierra, que tiene una serie de obras en las que contrata a personas para realizar alguna actividad, explicitando en el cuerpo de la obra tanto la propia acción de haber contratado la fuerza de trabajo como la suma de dinero que los trabajadores recibieron a cambio de su tarea.


es como el lado oscuro de si no te quieres arriesgar bajo el mar te quedarás y sin problemas entre burbujas tú vivirás 3 Desde el programa de mano Baudrillard nos dice: “El éxtasis es la cualidad propia de todo cuerpo que gira sobre sí mismo hasta la pérdida de sentido y que resplandece entonces en su forma pura y vacía. La moda es el éxtasis de lo bello: forma pura y vacía de una estética giratoria. La simulación es el éxtasis de lo real: basta con que contempléis la televisión: en ella todos los acontecimientos reales se suceden en una relación perfectamente extática, o sea, en los rasgos vertiginosos y estereotipados, irreales y recurrentes, que permiten su encadenamiento insensato e ininterrumpido.” La moda + la simulación + la televisión + la publicidad + el consumo. El abc de la crítica de la sociedad del espectáculo. ¿Es que Bianchi y Garay pretenden interpelarnos desde un pesimismo nacido al calor de la posmodernidad francesa de los ochenta?

3 - En la canción “Bajo el mar” del film La Sirenita

A las niñas que crecimos en los noventa, “Under the sea” (Bajo el mar) nos remite directamente a la película animada de Disney en la que la sirena es capaz de renunciar a su propia voz a cambio de un par de piernas que le permitan ser aceptada en el mundo de los humanos. Cómo olvidar al cangrejo Sebastián cantándole las bondades del mundo bajo el mar para convencerla de que se quede y olvide su deseo. Dos mundos: el de arriba y el de abajo, el de la belleza y el de la moda, el real y el simulado. ¿Es UNDER DE SI una representación del lado oscuro de la sociedad de consumo? ¿o es la obra artística esa burbuja de redención de algunos, en que nosotros pagamos la culpa del pecado original con el padecimiento de una espectación atormentada?






Marina Panfili y



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