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Seguridad laboral

El rol del mando intermedio en la prevención de riesgos

COLUMNISTA

Joan Vicenç Durán (ESP) Presidente del Consorcio Nacional de Industriales del Caucho de España www.ceroaccidentes.es

jvduranllacer@gmail.com

Los que sean lectores habituales de mis artículos sabrán que, cuando escribo sobre un tema, me gusta consultar previamente con el diccionario de la Real Academia Española para verificar cualquier definición. Es una forma de centrar el tema, saber de lo que se habla y, a veces, comprobar si el significado formal está actualizado o si el paso del tiempo lo ha afectado.

En el caso del artículo actual, he hecho lo mismo: a sabiendas de que probablemente no encontraría la definición de “mando intermedio”, busqué la de “mando” que transcribo a continuación.

Mando: Persona o colectivo que tiene el mando. Autoridad y poder que tiene el superior sobre sus súbditos.

Al respecto, me sorprende el uso de la palabra "súbditos" ya que parece un tanto ancestral por lo que debería matizarse. En cualquier caso y, valga la banalidad, el mando es una persona que manda. En el caso de intermedio, hay autores que consideran que son todos los que existen entre el CEO, director general, gerente o propietario y los obreros.

He encontrado una definición por internet que me parece bastante ajustada: los mandos intermedios

son los jefes/responsables de cada área de

una empresa. Es una figura situada entre los directivos y los empleados que se encarga de crear y gestionar los equipos de trabajo con los que cuenta una organización.

Por lo tanto, hecha esta introducción, en este artículo me voy a referir a lo que habitualmente conocemos como mandos intermedios, es decir,

los que tienen la responsabilidad de gestionar

el trabajo de los obreros y empleados. Para este cargo, dependiendo del sector, existen muchos nombres: encargados, jefes de turno, jefes de equipo, capataces, coordinadores, sobrestantes e incluso “primus inter pares” en equipos autogestionados.

En ese sentido, he tenido interés en verificar la palabra “mando”, ya que es uno de los temas

más debatidos en este colectivo. A lo largo de mi

vida profesional, me he encontrado con muchas personas de este grupo que no asumían su

condición de jefe. Escuché definiciones tan jugosas como: “Yo soy una correa de transmisión entre la dirección y los obreros”, “Yo soy la bisagra que permite la flexibilidad de la empresa”, “Yo no soy ni jefe, ni obrero. Realmente no sé lo que soy” y “Los jefes son los de arriba, yo estoy aquí con mis compañeros”.

Así, seguí escuchando otras definiciones en las que se cuestionaban el que es para mi su rol más importante: el de responsable de las personas. Recuerdo una vez que discutía esto con el jefe de turno de noche, un puesto por el que siempre he tenido admiración ya que trabajan con muchos menos recursos que los de día, al no tener la infraestructura de mantenimiento, almacén, ventas, calidad, laboratorio, etc. Cuando me expresaba sus dudas, le dije: “Pero… ¿En tu turno quién es el director de fábrica?”. A lo que me respondió: “Pues yo, claro, no hay nadie más que tome decisiones”. Finalmente, añadí: “Tú mismo te has aclarado tus inquietudes”.

LA PREVENCIÓN DE RIESGOS

¿Y todo esto cómo lo vinculamos con la prevención de riesgos? Muy fácilmente. Para llegar a ser excelente en el tema y caminar con paso firme hacia el objetivo de tener un centro de trabajo sin accidentes, es imprescindible la implicación del mando intermedio y, como mando, su virtud número uno debe de ser la ejemplaridad.

Hemos dicho muchas veces que la seguridad se construye desde arriba, y el “arriba” de un obrero o empleado es su encargado o supervisor, quien será clave para el comportamiento colectivo. Para que esto suceda, el mando intermedio deberá

sentirse actor activo en la definición de la política

de prevención. He visto en comités de Seguridad y Salud como los sindicatos no designaban a ningún mando intermedio como representante de los trabajadores, como así tampoco la empresa. Estas indefiniciones, en consecuencia, son las que originan dudas, entre otros efectos.

Una representación de los mandos intermedios debe participar en la preparación del plan

estratégico de prevención de la empresa, o como mínimo se le debe comunicar y aceptar su opinión antes de su aplicación. Dar a los mandos intermedios las instrucciones de Seguridad “manu militari” puede ser el origen de que él las aplique por instrucción con el mismo método y no por convicción. Como expresé en otros artículos, en

seguridad y prevención, más vale convencer que

vencer.

Sé que los mandos intermedios no andan sobrados de tiempo en general, pero esto no es excusa para su participación y también para su formación. El mando intermedio es el supervisor

de seguridad más eficaz que existe. Está allí cada

día y ve lo que pasa. Es mucho más efectivo que cualquier auditoría o inspección planificada, aunque no deba substituirlas.

No se debe conformar con dar las instrucciones de seguridad. Debe asegurarse de que se cumplen.

Debe escuchar a los obreros y no tener miedo a reconocer un error. La arrogancia no es la mejor forma de gestionar un equipo, la empatía es mucho más sana y eficaz.

El mando intermedio es la mejor correa de transmisión de ideas de mejora en todos los ámbitos, incluido el que nos ocupa en este artículo. Debe poder debatirlas abiertamente y con confianza con su jefe. Como es lógico, la organización de la empresa debe seguir esta

El mando intermedio es el supervisor de seguridad más eficaz que existe. Está allí cada día y ve lo que pasa.

cadena de forma completa. Si su jefe no le dedica el tiempo debido, conseguirá el descrédito del mando o la generación de un mal ambiente entre los obreros.

Ahora bien, un tema controvertido es el perfil

profesional de un mando intermedio y/o

supervisor de obreros. Desde mi punto de vista, existen dos tendencias: el perfil de un técnico medio o incluso superior, buen tecnólogo y con cualidades positivas de gestión de personas que luego pueda evolucionar en la organización, y el del obrero promocionable por su actitud y por ser persona de confianza de la jerarquía.

Tengo que confesar que de entrada a mí me gusta más la primera opción, aunque mi experiencia ha sido mucho más positiva con la segunda. Vale decir que solamente con la confianza no se puede gestionar un equipo. Es preciso que tenga las cualidades adecuadas y que se le dé la formación precisa.

No puedo evitar pensar en Pablo, una persona que promocioné de obrero a jefe de turno y que, hoy en día, es el jefe de producción en la fábrica en la que fui director hace años. También pienso en los casos de personas muy jóvenes, con estudios universitarios, a las que pusimos en situación de responsabilidad intermedia en otros ámbitos, y que hicieron una brillante carrera.

Promocionar es un riesgo que siempre hay

que asumir como directivo, y no obsesionarse con el principio de incompetencia de Peters,

La seguridad se construye desde arriba, y el “arriba” de un obrero o empleado es su encargado o supervisor, quien será clave para el comportamiento colectivo.

que concluye que todos terminamos nuestra carrera en un puesto de trabajo en que somos incompetentes. No es así.

Para terminar, transcribo una parte de un documento del COFACO (Consorcio del Caucho de España) en que se brinda una lista de acciones

para hacer útil el trabajo de prevención de un

mando intermedio:

- Informar a sus trabajadores de los riesgos existentes en su lugar de trabajo. - Preocuparse de que trabajen en equipos con buenas condiciones. - Controlar o eliminar la presencia de riesgos potenciales para sus trabajadores. - Asegurarse de que su equipo conoce realmente su trabajo. - Reconocer el trabajo hecho de forma segura y productiva. - Dar instrucciones claras, completas, concisas y directas. - Asegurarse de que sus instrucciones han sido bien comprendidas. - Supervisar y verificar el cumplimiento de las mismas.

Y añado, sobre todo, la ejemplaridad. El mando

intermedio debe ser el primero en respetar las normas y llevar los EPI (Equipos de Protección

Individual) reglamentarios, sin excepción.

Finalmente, me veo en la obligación de terminar otra vez hablando del COVID-19. Sólo un consejo: no se dejen engañar ante la aparente levedad de la cepa Ómicron. Sigan tomando precauciones. En algunos países está empezando a colapsar el sistema sanitario y, aunque la gente no se muera de Ómicron, acabará muriendo de otras enfermedades que no pueden ser atendidas por la saturación de los equipos sanitarios.

No banalicen el tema y cuídense mucho. ■

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