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En busca del “justo” medio
El Día Internacional de la Mujer no me remite a pensar solo en mi género. Tampoco me inspira a buscar de manera frontal la igualdad con los hombres, ni a respaldar consignas que, en lugar de proponer, parecen más bien plantear la desarticulación del bien común de toda la humanidad.
En cambio, esta conmemoración sí me invita a reflexionar sobre el mucho trabajo que aún tenemos como sociedad, mujeres y hombres, para alcanzar la equidad. Me refiero a tareas humanistas y constructivistas, más que a promover ideologías que, la mayoría de las veces, nos cuenta la historia, suelen empañar el objetivo sobre el que se supone todas confluyen: el progreso. Y en este caso concreto, con su divisionismo, favorecer la continuidad de los roles de esa brecha que hemos aceptado como lo femenino y lo masculino.
Por las razones que un antropólogo, o cualquier otro facultado pudiera exponer, de alguna manera, las mujeres, sobre todo en el rol de madres, se caracterizan por asumir el papel de transmisoras de valores, tradiciones, comportamientos y actitudes, en una palabra, de la cultura.
La violencia verbal, física, laboral y psicológica hacia la mujer, por paradógico que parezca, podría tener su origen y parte de la solución en el mismo seno de la mujer por los motivos antes expuestos. El núcleo familiar tradicional latinoamericano, especialmente el de nuestro país, suele estar representado por la mujer. Ellas, entonces, no solo trabajan como empresarias, colaboradoras o amas de casa, también en sus familias como fuente del civismo primario con el cual, niños y niñas se “alimentan” para conducirse en sus diferentes roles y ante distintas situaciones, desde temprana edad y hasta su madurez.
Las mujeres, somos corresponsables del devenir histórico, no solo del momento actual. El Día Internacional de la Mujer es la conmemoración de una lucha justa por nuestros derechos, pero también un recordatorio de que somos nosotras mismas –si lo queremos y en compañía de los hombres– un factor de cambio que, desde el hogar, teja una sociedad más equilibrada. En donde los roles de lo femenino y masculino, transmitidos por nosotras mismas, los empecemos a transformar para que cada cual, valore la presencia e importancia del otro, más que como mujer u hombre, como ser humano.
La tarea no es fácil, y si seguimos posponiendo el pendiente para cada nuevo año de conmemoración femenina, lo será más. Amable lectora, amable lector, mi invitación está extendida: transformemos juntos desde este momento.