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Septiembre: “La Confesión”

8

SEPTIEMBRE

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‘‘La confesión’’

Texto clave: “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón” (Proverbios 28:13)

Introducción

Una de las angustias más difíciles de cargar es la culpa. Ese sentimiento que te dice que has hecho algo que no era correcto. El sentimiento que aborda nuestras mentes cuando fallamos, cuando desde nuestra perspectiva sabemos que cometimos un error.

Hace unos años había un culto en una cárcel de la ciudad de Santiago. Cada semana se realizaban cultos especiales para los privados de libertad. En uno de esos cultos, un pastor fue invitado a presentar la Palabra de Dios. Ese día hablaría sobre la importancia de entregar el corazón a Jesús. Mientras presentaba su sermón, todos los reos estuvieron

bien atentos y asentían con sus cabezas. Uno de ellos, al final de la presentación, parecía estar muy triste y dejaba caer lágrimas. El pastor se le acercó y le dijo que Dios como un Dios de amor estaba listo para acompañarlo todo el tiempo.

El caballero levantó su voz y le dijo al pastor: - Pastor, Dios jamás podrá perdonarme.

Cuando el caballero dijo aquellas palabras, el pastor le respondió –Por supuesto, querido. Dios siempre te podrá perdonar.

El caballero empezó a relatar la historia de por qué se encontraba en la cárcel. Le contó al pastor que era un hombre que se había ido a Estados Unidos a conseguir dinero para ayudar y sostener a su familia. Estando allá enviaba recursos para su esposa y su hijo pequeño. Al cabo de un tiempo recibió la información de que su esposa le había estado siendo infiel. Él no lo creía, así que continuó sin pensar en el asunto. Le compró un auto a su esposa y constantemente le enviaba dinero. Luego de unos meses la madre del caballero le llamó y le dijo que efectivamente su esposa le estaba siendo infiel. La casa que él le hizo, el auto que le había comprado, todos los recursos que le había enviado estaban ahora siendo disfrutados por otro hombre.

El caballero le contó al pastor que tan pronto recibió esa noticia de su madre, regresó al país y le quitó la vida a su esposa y a su hijo.

Cuando el pastor escuchó esa historia, pensó, vaya, realmente es difícil perdonar un acto tan cruel, pero buscó en su Biblia el evangelio de Juan 3:16 “Porque de tal manera amó

Dios al mundo, para que todo aquél que en él crea no se pierda, más tenga vida eterna”. Luego le mostró 1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad”.

El pastor le explicó al caballero que Dios no tenía una clasificación para los pecados, y tampoco una clasificación para salvar a algunos sí y a otros no.

La Biblia afirma que todos aquellos que confiesan sus pecados a Dios son perdonados por él. Y junto con la confesión y el perdón viene la salvación.

El caballero de nuestra historia sentía que confesar sus pecados a Dios era una acción sin sentido porque entendía que sus pecados rompían el nivel de maldad.

¿Qué es la confesión?

El diccionario de la Real Academia incluye en sus definiciones de esta palabra lo siguiente:

Declaración personal del litigante o del reo ante el juez en el juicio.

Según esta definición puede verse la confesión como una actividad que se realiza en un contexto de juicio. Alguien comete un error y será juzgado y en virtud de sus palabras se toma en cuenta su sentencia.

En efecto, queridos hermanos, confesar no es más que contar nuestra versión de los hechos ocurridos. Es decir, lo que hemos hecho a alguien que necesita escucharlo con una finalidad.

Desde la perspectiva bíblica, la confesión es algo que se da cuando una persona anda en busca de la justificación personal. La Biblia dice que: “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad”.

Según lo presenta el texto, el perdón de Dios es un efecto que se origina a partir de nuestra confesión. Toda persona que ha estropeado su relación con Dios tiene acceso una vez más a la comunión gracias a este detalle.

La confesión vertical y horizontal

La acción de confesar nuestros pecados a Dios es un acto de reconocimiento. De hecho, la palabra que encontraremos en este texto en la expresión confesar implica precisamente reconocer que somos responsables por nuestros errores. Si pudiéramos leer el texto con mayor claridad leeríamos: “si reconocemos nuestros pecados, él es fiel y justo…”.

Todo esto nos lleva a una realidad latente, ¿Por qué necesitamos reconocer nuestros pecados delante de Dios? Después de todo, Dios lo sabe todo. El conoce nuestro presente, nuestro pasado, nuestro futuro. Sabe qué hemos hecho, sabe qué haremos antes de hacerlo, e incluso conoce lo que hay en nuestros pensamientos.

Entonces pareciera que reconocer o confesar ante Dios nuestras faltas es una acción inútil o bien una redundancia innecesaria. El asunto es, mis queridos, que toda confesión busca el perdón y para obtenerlo necesitamos reconocer con sinceridad nuestros errores.

Veamos el asunto desde las dos ópticas pertinentes. Confesar es un acto que el ser humano hace de manera vertical pero también horizontalmente. Esto es ante Dios y ante otro ser humano. Al hablar de la confesión vertical nos referimos a la práctica de reconocer nuestros errores ante Dios. Al hablar de confesión horizontal no nos referimos al acto de reconocer nuestros pecados ante un sacerdote un pastor u otra entidad espiritual, sino al acto de reconocer nuestros errores cometidos frente a otro ser humano.

La práctica de confesar nuestros pecados ante otro ser humano no tiene valor puesto que ningún ser humano puede darnos perdón por nuestros pecados, no obstante, en ocasiones es importante reconocer que le hemos fallado a alguien. A muchas personas les cuesta reconocer sus faltas a los demás, no obstante, esta es una practica que tiene gratos beneficios para la vida personal y las relaciones interpersonales.

Beneficios de la confesión

La primera bendición de la confesión es liberación. Con esto no pensamos

‘‘Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos’’.

(1 Juan 1:9).

en liberarnos del pecado como tal, sino de la culpa y la carga emocional que nuestros errores pueden traer sobre nosotros.

Quizás estés recordando aquella vez que fallaste a tu mejor amigo o amiga, quizás a tu esposo o esposa o incluso a un vecino. Mientras conservaste aquella falta que, posiblemente no había sido notada por ellos, tu mente estuvo angustiada y parecía que no podías soportarlo, hasta que fuiste con esa persona a la cual le fallaste y reconociste tu error.

En efecto mis queridos hermanos, la confesión ofrece liberación al que comete la culpa. Quizás sea buen momento para recordar un acontecimiento bíblico.

En 1 Samuel, mientras Saul perseguía a David, este último tuvo una oportunidad única para ultimar al rey. David sabía que Saul había sido elegido por Dios mismo para ser el rey, y aunque había estado siendo perseguido por Saul sentía que no debía levantar su mano contra el ungido de Jehová.

A pesar de todo, David se acercó al rey y cortó un pedazo de su manto. El joven David no intentaba quitarle la vida al rey o lastimar su integridad física, aun así, sintió una terrible culpa por lo que había hecho. El verso 5 dice: “Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl”.

Los errores que cargamos pueden afectar nuestra vida más de lo que imaginamos. La culpa puede convertirse, incluso, en el detonante por excelencia para problemas tan serios como la depresión y la ansiedad. Es por eso que la mejor medicina frente a estas situaciones es la confesión.

El verso 11 del capítulo 24 de 1 Samuel, presenta que David encontró su oportunidad y confesó su falta ante el rey.

A veces el mayor problema de nuestros errores ante los demás y ante Dios es que nos martiriza, nos esclaviza de nuestra propia conciencia. Llegamos a sentir que no podemos seguir con nuestra vida hasta que hallamos encontrado la libertad que nos descarga de la culpa, y eso precisamente nos lleva al siguiente beneficio de la confesión.

Confesar nuestros errores nos da la oportunidad del perdón. Proverbios 28:13 dice: “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón”. El corazón del hombre suele ser rencoroso, acumula rencillas y es tardo en perdonar, no obstante, el acto de confesar nuestros errores le dice al ofendido que estamos apenados por nuestras fallas. Le indica al que ha sido afectado que, fuera a propósito o no, estamos conscientes de que no podemos regresar el tiempo atrás y deshacer nuestros actos, pero que deseamos poder corregirlos.

El perdón tiene efecto en las personas cuando se le ofrece al ofensor y esto no suele pasar a menos que se solicite. Respecto a esto la Biblia dice en Santiago 5:16: “… confiésense unos a otros sus pecados…”.

Solicitar el perdón es un derecho que todos tenemos, pero se hace cuando el corazón está arrepentido y lo manifiesta mediante la confesión. Cuando no tenemos oportunidad de reconocer nuestras faltas ante los que han sido realmente ofendidos nuestro sufrimiento se incrementa. Y es por ello que nuestro amigo, en la historia que contamos al principio, sentía que no podía soportar la carga de su error. Había perdido la oportunidad de reconocer su falta ante las personas que había maltratado. Es posible que no logremos obtener mucho cuando reconocemos nuestras faltas ante algunos seres humanos, pero bíblicamente Dios nos ofrece el perdón incondicional cuando vamos a él y confesamos. Por eso la Biblia dice que si confesamos nuestros pecados Dios es fiel y justo para perdonarnos (1 Juan 1:9). Es una acción automática de parte de Dios perdonar nuestros errores cuando los reconocemos ante él. Por eso no debemos perder tiempo cuando sabemos que hemos fallado delante de Dios y necesitamos su perdón. Dios jamás dejará de perdonarte.

Hoy día muchos prefieren no confesar sus faltas ante los demás y sostienen que prefieren no perder su tiempo haciéndolo. Sin embargo, otra de las mayores bendiciones de la confesión es que abre los lazos interpersonales y genera confianza.

Cuando alguien nos ha ofendido y regresa reconociendo sus faltas, somos impactados por la sinceridad del corazón ajeno y solemos confiar. No pasa así cuando alguien prefiere ignorar que nos ha herido. Cuando se trata de alguien de confianza, el reconocimiento de sus faltas ante nosotros nos permite ampliar esa interacción y fortalece nuestros lazos. Igualmente, cuando se trata de alguien con quien no tenemos mucha relación, saber que es valiente para reconocer y confesar sus errores nos habla de su noble corazón y podría fortalecer los lazos en el tiempo.

Y ¿qué decir de nuestra experiencia con Dios? Una de las razones por las que la Biblia indica que debemos reconocer nuestras faltas a Dios, a pesar de que él las conoce, es porque amplía nuestra experiencia con él. Nos permite entrar en contacto con Dios de formas más seguidas y nos ayuda a depender mucho más de nuestro Creador.

Es muy probable que estés cargando con gran remordimiento a causa de tus faltas a otras personas, familia, amigos y demás. Si tu corazón está cargando con la angustia del error, puedes aferrarte a la confesión, el reconocimiento de tus faltas y esperar el perdón. Al hacer esto serás liberado y tendrás la oportunidad de empezar otra vez.

Algo que debe destacarse respecto a esto es que nuestra confesión no sirve de nada si no va acompañada de un sincero y verdadero arrepentimiento. Y aquí entra en juego un elemento más.

La mensajera del Señor dice: “La confesión de nuestros pecados, ya sea pública o privada, debe ser de corazón y voluntaria…” (Camino a Cristo, p. 38). Luego añade: “La confesión no es aceptable para Dios si no va acompañada por un arrepentimiento sincero y una reforma. Debe haber cambios decididos en la vida; todo lo que ofenda a Dios debe dejarse. Tal será el resultado de una verdadera tristeza por el pecado (Camino a Cristo, p. 39).

Solo sabremos si le hemos fallado a Dios al descubrir su voluntad para nosotros. Y su voluntad solo se refleja en la maravillosa verdad de la Biblia. Cuando abres tu Biblia, descubres lo que Dios espera de ti.

El pastor, luego de escuchar la historia de aquel caballero, le contó sobre la maravilla de nuestro Dios. Le invitó a confesar su pecado ante Dios y le garantizó el perdón que solo Dios puede entregar.

Aquel día fue el comienzo de un nuevo hombre que había hecho cosas terribles, pero que había encontrado libertad al confesar sus pecados a Dios y al saber que el perdón de Jesús no se hace esperar.

Llamado

Posiblemente hay alguien aquí que está consciente de que ha fallado, quizás a su prójimo, tal vez a Dios una y otra vez. Quiero animarte a hacer uso de la confesión. Reconoce tus fallas ante los demás, pero sobre todo reconoce tus fallas ante Dios, porque su perdón es la garantía de nuestra salvación.

Te invito en esta hora a tomar un momento y si tienes faltas y quieres reconocer tus errores delante de Dios, hazlo en este momento.

Oración

Pr. Misael Vizcaíno

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