Escuchando las miradas carlos hernandez

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto editorial impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Fundación Editorial El Perro y la Rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. El sistema de imprentas funciona en todo el país con el objetivo de editar y publicar textos de autores fundamentalmente inéditos. Cada módulo está compuesto por una serie de equipos que facilitan la elaboración rápida y eficaz de libros. Además, cuenta con un Consejo Editorial conformado por representantes de la Red Nacional de Escritores de Venezuela capítulo estadal y del Gabinete de Cultura.


Escuchando las miradas


Escuchando las miradas © Carlos Hernández, 2013.

© Fundación Editorial El Perro y La Rana, 2013. Ministerio del Poder Popular para la Cultura Sistema Nacional de Imprentas – Imprenta de Falcón Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela Edición al cuidado de: Ennio Tucci Impresión: Eneida Abreu HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito legal: lf–402201280076 ISBN: 978–980–14–2505–2


Carlos Hern谩ndez

Escuchando las miradas

Fundaci贸n Editorial El Perro y La Rana Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela Sistema Nacional de Imprentas Imprenta de Falc贸n 2013



Introducción Son pocas las personas que realmente saben lo difícil que es convivir en medio de una sociedad cuando su perfil de conducta y pensamiento no es nada común. Es realmente complicado surgir cuando no te pareces a casi nadie, cuando posees condiciones especiales, cuando todo el mundo te tilda como una persona rara, porque tienes defectos y virtudes ajenas a lo normal. Eso no es algo realmente malo, ser diferente a lo que todo el mundo espera, no es culpa de nadie, simplemente se puede decir que son así porque así nacieron. Hay un dicho muy popular entre las masas, que dice así “Mayoría manda”, cosa que es muy cierta, pero a mi criterio, que una gran mayoría elija su forma de vivir no les da derecho a oprimir, vejar, humillar y etiquetar de forma negativa a una minoría de personas, sólo porque son diferentes a ellos; claro está, que no porque ellos quieran, sino por razones de naturaleza inexplicable. En la mayoría de las culturas del mundo, reunirse entre compañeros para juzgar y criticar a personas que no están presentes es el deporte más practicado. Perdónenme si soy poco delicado pero es una realidad, al ser humano por instinto le encanta juzgar y bloquearles las puertas a las personas que sienten que son de otro tipo, haciéndose los desentendidos con aquellas personas a las que no aprueban, ignorando que esos seres a los que le cierran las puertas son de su misma especie. En resumidas palabras, el único con autoridad y galardón para juzgar es Dios. Pero la terquedad humana no tiene fin, actualmente en mi país Venezuela, bella tierra, alguien puede ir a una universidad y en menos de 4 años, egresar de ella como licenciado en psicología, y si se quedan los 5 años en una universidad pública pueden graduarse, si así lo quieren, de criminólogos; dos carreras que supuestamente se especializan en el análisis del pensamiento y la conducta humana. Yo, la verdad no estoy en contra que se ganen la vida de esa forma, y de hecho, la terapia psicológica ha ayudado a miles de personas en el mundo; pero lo que no comparto es que estas personas quieran jugar a ser Dios, pues ellos realizan evaluaciones a las personas y emiten


informes diciendo cuáles serán las posibles acciones futuras de esas personas y casi siempre se equivocan. Hay cosas que son lógicas, pero lo que se necesita saber de la mente y conducta humana no se aprende en cuatro años de universidad. Nadie debería criticar a nadie porque sencillamente nadie es perfecto, sólo Dios, nadie debería evaluar a nadie, a menos que sea perfecto y eso es imposible. Las personas diferentes llevan una vida muy difícil, pero en ellos está cerrar sus oídos a lo negativo, tumbar muros para poder alcanzar sus metas. Con perseverancia todo se puede lograr. Si alguien tiene una condición especial, no se sienta mal por ello, así nacieron y si se lo proponen alcanzarán grandes cosas. El hecho de no ser igual que la mayoría no hace a nadie menos que nadie, y afortunadamente sé de algunas personas que fueron diferentes y recibieron duros golpes, pero su perseverancia no tuvo techo que la detuviera y lograron cuanto se propusieron. Una pareja en los Estados Unidos, tuvo un bebé que al aprender a caminar presentó severos problemas de hiperactividad. Los psicopedagogos especialistas lo catalogaron como anormal y que de seguro cuando creciera tendría muchos problemas. Era tan inquieto que sus padres a los cinco años lo metieron en clases de natación para descansar un poco de él; años más tarde lo seleccionaron para ir a representar a su país en esa disciplina a unas olimpíadas en las cuales batió el record mundial olímpico, ganando en todos los estilos 8 medallas de oro con gran ventaja sobre los demás. Traduciéndolo a criollo, le dio un paseo a todos sus adversarios; ese chico raro y diferente a los demás, llenó de honra y orgullo a 300 millones de estadounidenses. En un país africano había grandes problemas, estaba dividido en dos, los negros y los blancos se odiaban entre sí, los blancos tenían oprimidos a los negros con todo el poder y, de repente, después de 28 años de oscuridad y trabajo forzoso dentro de una prisión, salió un hombre negro en libertad persiguiendo un ideal de paz a toda costa. Se lanzó a la candidatura presidencial, ganó y con mucho esfuerzo y buenas intenciones, acabó con la división, unió al país sin tener preferencia por nadie, fuera blanco o negro. Le otorgaron el Premio Nobel de la Paz y en la final de un mundial de fútbol, ya de edad muy avanzada, hizo acto de presencia y absolutamente todos los miles de


espectadores, sin importar su color de piel, lo aplaudieron con gran admiración. Mis respetos a Nelson Mandela. En Europa una humilde mujer que se dedicaba a atender mesas en una pequeña cafetería, utilizaba sus ratos libres para fantasear y escribir muchísimo acerca de la historia de un joven mago que vivía en un mundo totalmente irreal, cuando ya tuvo algunos libros terminados, duró años tratando que alguna editorial se fijara en su trabajo, pero muchos se rieron de ella, pidiéndole cruelmente que madurara, que pusiera los pies sobre la tierra, pero ella cerró sus oídos, siguió escribiendo y por fin, después de tantos rechazos, alguien al igual que ella, diferente a lo que todo el mundo espera, se interesó en su trabajo, con base en el mismo, nació la saga de Harry Potter, el joven mago. Ahora, esta humilde mesera, es la mujer más rica de toda Gran Bretaña. Y Beethoven era sordo. Conozco muchísimos otros casos, pero por ahora estimo que con esto es suficiente, yo estoy seguro que cualquier persona puede lograr grandes cosas sin importar que condición especial tenga y muchas veces, los defectos por los que la mayoría que se cree así mismo normal, etiqueta a la minoría de personas con condiciones especiales, son su primera herramienta para alcanzar lo inimaginable. Utilizan sus supuestos defectos para llegar a la cima, personas con retraso mental triunfaron, ciegos triunfaron, supuestos locos obsesivos triunfaron, triunfar es una cuestión de aptitud e intención con mucha pero mucha... demasiada perseverancia. Cuando la mayoría te juzgue y critique, cerrándote puertas, porque piensan que no eres bueno para algo que te gusta y es positivo, lucha por ello sin descansar, no te rindas y te aseguro que llegará el momento en que pondrás un gran cierre en las bocas de todos ellos y querrán muchos ser como tú, mas no podrán, porque eres único, una creación de Dios, totalmente especial, su obra maestra. El secreto está en aprender a cerrar tus oídos a todo lo no conveniente y desalentador. Si crees que ganarás, “lo harás”. El autor



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Capítulo I

Buscando algo diferente –¡Ea, ea, ea, ea, ea, ea, ea, ea! (con gran desesperación). –¡Caramba señora Ana! Sara está totalmente intranquila, quiere expresar algo. –Tranquila niña, ya voy a ver qué le pasa –y al acercarse la señora Ana, la joven sordomuda llamada Sara, le hace señas tocando su propio corazón con lágrimas cayendo de sus ojos y, conmovida la señora Ana le da un abrazo consolador. A pesar que no podía hablar, en su rostro se veía una tristeza muy profunda. – ¡Ya, hija! ¡Ya, hija! –Le decía Ana mientras la consolaba pero la pobre no paraba de llorar. Otra joven ayudante voluntaria, bastante conmovida, se acercó a la escena y le preguntó a la señora Ana. –¿Qué cree usted que le pase? –¡Hmmm!, ya tiene 22 años, es hermosa, tierna y noble, llena de vida por dentro, el hecho de que sea sordomuda no la hace de piedra, necesita sentir un afecto distinto al que nosotras podemos darle­. –Pero, imagínese, eso se nos escapa de las manos. –Lo sé, pero la quiero tanto que no me puedo quedar de brazos cruzados, quizás un paseo le caiga bien. Y así, por medio de señas, le dijo a la joven sordomuda que si le gustaría acompañarla al pueblo a hacer mercado, y ella, secando sus ojos aceptó, la envió a arreglarse y así, por fin, se tranquilizó. La señora Ana era una noble persona de 50 años de edad, graduada de enfermera, con mucha vocación de servicio humanitario, pero de mediana edad. Años atrás, muy frustrada por ser estéril y no poder darle hijos a su marido, comenzó a tener problemas con su esposo, ya que él quería hijos y esto arruinó su matrimonio. Sentimentalmente quedó destrozada, pues amaba mucho a su esposo; su único consuelo fue ayudar y ayudar por medio de su profesión a cuanta persona lo necesitara, pero un día a su lugar de trabajo llegó 11


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una carta pidiendo voluntarios del hospital para un centro de cuidado de niños huérfanos con discapacidades para la comunicación, sólo niños sordomudos, muy lejos de su ambiente caraqueño y ella aceptó colaborar unos días. A la semana siguiente, Ana estaba tomando un taxi en el terminal de un pueblito muy pero muy frío llamado Boconó, ubicado en la parte alta del estado Trujillo, era como un paraíso, toda esa neblina bajita y la belleza de las montañas. Ana nunca había salido de Caracas y en ese momento cuando más necesitaba un encuentro con la naturaleza lo consiguió sin saberlo. Mientras iba en el taxi el chofer le comentaba sobre lo hermoso de los osos frontinos en la zona que estaban en peligro de extinción por la inconsciencia de las personas, también le mostró la famosa Laguna Negra donde supuestamente había un monstruo escondido y una antigua casa que era un punto estratégico de Simón Bolívar para sus importantes batallas, y así fue el trayecto más entretenido para ella al centro de ayuda para huérfanos sordomudos. La entrada estaba repleta de gigantes pinos y el frío era mucho más pronunciado, flores por todos lados, era una casa gigante que en la entrada tenía un gran letrero tallado en madera que llevaba por nombre casa hogar “El Sonido del Silencio”. Al bajar su equipaje, fue bien recibida por una anciana, que al saber que era voluntaria, la abrazó como si la conociera de toda la vida y le dijo: –Debe usted tener un muy buen corazón. Enviamos muchas solicitudes pidiendo ayuda y usted fue la única en responder positivamente. Venga, pase adelante– y le presentó a los niños. Había 15 a cargo de la anciana, sólo ella los atendía, no había más nadie. El presupuesto gubernamental era poco, pero bien administrado, suficiente para lo básico. Todo era muy acogedor, ideal como para un retiro espiritual, ninguno de los niños podía hablar y la miraban como extrañados, pues no estaban acostumbrados a ver a ningún otro adulto, sólo le daban la mano y ya. Luego le dijo a la anciana: –¿Cuál será mi labor? –Pues hija, nosotras dos somos las madres de ellos. Nuestro trabajo es ser madres. Esto dejó a la señora Ana bastante atónita, le parecía una gran iro12


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nía, tanto sufrir por no poder tener hijos y de repente era la madre de tantos niños. A todos los vio y detalló muy bien haciéndole cariños, pero allí se topó con una niñita totalmente pelirroja natural, muy blanca, que escondía su rostro con sus largos cabellos rojos, y ella, dándole besitos en el cuello, le quitó la timidez y le descubrió su rostro mirándose las dos a los ojos profundamente quedando Ana impactada, pues aparte de la rareza de su cabello, esta niña tenía un ojo azul y uno verde, sin duda alguna era muy diferente al resto de sus compañeros. Luego las dos sonrieron y se agradaron mutuamente. Al llegar la hora de dormir, después de arropar a los niños, Ana no aguantó la curiosidad y preguntó a la anciana: –¿Señora…? –Elizabeth, hija, llámame Elizabeth, así me siento más joven. –Ok, disculpe –¿Qué se te ofrece? –¿La niña pelirroja tiene mucho tiempo aquí? –Como siete años. La abandonaron de meses de nacida ¿Verdad que es hermosa? –Sí, demasiado y se ve muy dulce. –Lo es, hasta ha tratado de ayudarme con la comida, es un amor, lástima que no pueda hablar. –Sí, es una lástima, cómo alguien abandona a un bebé tan hermoso. –Bueno, Ana, debes saber que Dios obra por sendas misteriosas. –Ayer estaba en Caracas, ahora mire cuántos hijos tengo- exclamó Ana mientras sonreía. –No te encariñes tanto, luego cuando tengas que marcharte será difícil. –No se preocupe, esto me hará bien. –¡Buenas noches, que descanses! Aunque sé que no puede escucharte, pero si lo querías saber, se llama Sara. –Igual, señora Elizabeth, gracias por su atención. Ese día fue la primera vez que la señora Ana vio a Sara. La rareza de su belleza era demasiado atrayente, imagínense una niña sordomuda muy blanca con pecas, cabello totalmente rojo, un ojo de color azul y el otro verde, una niña totalmente única, sin nadie que se le parezca. La señora Ana se fue encariñando con los niños y con Sara aún más, su nueva labor estaba sanando su herida, se dice que el amor es la mejor 13


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cura posible para todo mal. Ana sólo había empacado ropa para dos semanas, pero cada vez que le llegaba el día de marcharse a Caracas, intentaba ir a despedirse de Sara, pero se le hacía demasiado difícil y cambiaba de opinión, lavaba su ropa, y se quedaba más tiempo. Era extremadamente buena para dejar sola a la anciana con esa gran responsabilidad. Entre paseos con Sara por el bosque y enseñanza de buenas costumbres a los niños para que se pudiesen ganar la vida en un futuro, esos quince días se convirtieron en varios años. La señora Elizabeth murió de vejez, pero muy calmada, pues sabía que había dejado a los niños en buenas manos, ahora Ana, era la nueva tutora de la casa hogar. Conseguía ayuda voluntaria de vez en cuando, pero nada fijo, esos niños únicamente contaban con ella, gracias a la misericordia de Dios. Los años fueron pasando, llegaban nuevos niños y los que ya habían crecido allí se iban con el apoyo de las iglesias y hacían sus vidas de adultos, pero Sara nunca quiso marcharse, a pesar de que tuvo varias oportunidades de hacerlo. En su mente, Sara veía a la señora Ana como su madre y ahora ya con 22 años es en el presente y a través de llanto, que consiguió un paseo al mercado, ya que Ana pensó que la civilización le caería bien. La gente diferente, la naturaleza es buena, pero algo diferente a lo acostumbrado siempre es necesario.

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Capítulo II

Nuevas experiencias Ya bien arregladitas, salen la señora Ana acompañada de Sara de la casa hogar. Ana enciende el vehículo reglamentario de la casa hogar y parten hacia el pueblo, dejando atrás la tranquilidad de la montaña para un poco de ajetreo. Por el camino Sara iba muy observadora, mirando para todos lados como si estuviese conociendo un país europeo. Casi todas las personas nuevas llamaban su atención y esas personas cuando la veían se quedaban más asombradas que ella, para casi todo el mundo, ver una joven pelirroja con un ojo azul y otro verde era algo muy extraño. Bajándose del vehículo comenzaron a caminar como quien dice, madre e hija juntas: –Señora vaya con Dios que yo voy con su hija– gritó un joven de la zona y la señora Ana era pura risa. Muchos piropeaban a Sara, pero ella ni pendiente en su mundo de silencio. Mientras llegaron al supermercado fueron muchas las miradas que conquistó el vestido de Sara en complicidad con su hermosa figura y toque de inocencia primera. Los pasillos del supermercado se notaron muy divertidos para ella, tanto así que los recorrió todos viendo tantos colores llamativos en los anaqueles, cuando los otros clientes se daban cuenta de la condición especial de la pelirroja le hacían señas tratando de tener un gesto de agrado con ella, por medio de sonrisas. La satisfacía mucho que la gente se fijara en ella. La rareza de sus ojos y cabello era algo único, digno espectáculo de belleza femenina para la apasionada admiración, ya cuando el carrito tuvo dentro todo lo requerido para la compra, la señora Ana le hizo señas a Sara para que fueran a la caja registradora y naturalmente Sara piloteaba el carrito, eso le encantaba como si fuese una niñita de 8 años. Mientras la cajera chequeaba toda la compra, estaba empacando 15


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las bolsas un joven muy alegre, su semblante era bastante feliz, pero al igual que Sara era sordomudo, este al darse cuenta de que Sara poseía su misma condición, sonrojó pues era poco común una mujer tan bella con esa condición. Sus ojos ejercían un hipnotismo en él. Todo el mundo se dio cuenta del cambio de actitud del joven empacador de bolsas. Sara pudo sentir que la miraba con gran anhelo y para nada que se molestó, más bien, sonrió y se puso mucho más roja de lo que era por naturaleza, los compañeros del empacador y hasta la cajera le daban golpecitos por la espalda diciéndole: –¡Eso, estás enamorado!– o simplemente: –¡Respira, respira, no te vaya a dar algo!– Estaba simplemente aturdido por Sara. La señora Ana hacía el papel de madre cómplice, haciéndose la que no se daba cuenta de nada. Una vez pagada la cuenta Sara tomó la iniciativa y se despidió del joven dándole un beso en la mejilla y se marchó con la señora Ana y una pícara sonrisa de oreja a oreja. Cuando le dio ese pequeño beso, el personal del supermercado vibró, el joven especial era muy querido, hasta el dueño del supermercado se enteró de la escena, que ese joven tuviera una ilusión amorosa con semejante monumento como lo era Sara era algo muy tierno, pues él era muy servicial y carismático a pesar de su condición silenciosa, de piel morena, no tan alto, algo gordito, un joven no muy bien parecido, pero siempre con una sonrisa en el rostro y eso es mejor que cualquier otra cualidad. En cuanto a belleza, seguro que a Sara fue eso lo que le llamó la atención del joven y no su físico, gracias a que no se crió en el ambiente citadino, no era tan superficial, se interesaba en la belleza interior. El camino de vuelta fue mucho mejor para ambas. Sara iba con otro semblante y la señora Ana aún mejor pues si Sara estaba bien ella también. Esa semana la estuvo observando, a ver qué cambio mostraba y al notar la señora Ana que la joven sordomuda estaba retomando el arte de la pintura, se contentó aún más, pues hacía meses que no le daba por tocar sus pinceles; se destacaba mucho con el arte abstracto. En vista del cambio de actitud positiva de Sara, la señora Ana decidió que Sara la acompañaría al centro del pueblo más seguido. Apenas Ana le hacía señas a Sara para ir al pueblo, brincaba de la felicidad a buscar a una voluntaria que la ayudara a arreglarse muy bien para así partir muy bien presentada a ese nuevo mundo que estaba conociendo y tanto le gustaba. 16


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Mientras caminaban por el centro vieron varios supermercados pero Sara a ninguno quiso entrar hasta que reconoció el supermercado al que había entrado la semana pasada, y allí en un momento, Sara vio de lejos al joven empacador de bolsas que había conocido y tomó rápidamente de la mano a la señora Ana para guiarla hacia el supermercado casi arrastrada. Al entrar Sara, toda linda y peculiar, como siempre, causó una feliz sonrisa en el empacador silencioso; pero esta vez, entró ella haciéndose la tímida como si no lo hubiese visto. Él se extrañó un poco, tanto que no hallaba qué hacer, pero sus compañeros y el dueño del supermercado al ver a la bella pelirroja silenciosa danzando por los pasillos del supermercado, le aconsejaron que se le acercara, a ver qué tal, pero a él la falta de confianza en sí mismo lo estaba matando. A pesar de su sordera él sabía que era un gordito muy carismático pero físicamente poco atractivo, no entendía cómo era posible que semejante mujer como lo era Sara hubiese tenido un gesto cariñoso con él, mucha gente lo quería por amistad, pero sentía que Sara andaba con algo más hacía él, y entonces el dueño del supermercado pidió la llave de la cava de helados a la cajera y sacó el más grande y delicioso de todos, se lo puso en las manos al joven especial y simulando estar enojado, le hizo señas que si no le llevaba el helado a la joven pelirroja lo iba a botar de su supermercado. El dueño del supermercado tenía un bigote bastante pronunciado que asustaba a los niños y los otros trabajadores, quienes apoyando a su jefe y a fuerza de empujones lo obligaron a acercarse a la joven. Sara estaba junto con Ana y al ver al joven que se les había acercado estaban curiosas por saber que traía él escondido detrás de su espalda y, de repente, con mucha timidez y mucho público detrás de él observándolo, le obsequió el helado a Sara. Ella al recibirlo lo miró a los ojos profundamente con un gozo y picardía a la vez acompañada de una gran sonrisa de oreja a oreja. Después de tres segundos de verlo todo tímido y apenado reaccionó y se fue encima de él abrazándolo fuertemente como si lo amara, estaba totalmente roja pero no le importaba nada, su instinto de mujer la gobernó y ella obedeció. Simultáneamente con la hermosa escena del abrazo, el dueño del supermercado, cajeros, empacadores y personal de limpieza, brincaron 17


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de la felicidad y hasta aplaudieron con gran satisfacción. La verdad era algo bastante conmovedor, el joven empacador recibió otro par de besos en las mejillas y se fue a recibir las felicitaciones del público que lo observaba. La felicidad de Sara no era normal, mientras se comía su helado con la señora Ana era pura risa. Ese joven gordito y gracioso la estaba haciendo sentir muy bien. Así, en ese buen estado emocional, siguieron haciendo la compra y Sara muy pendiente lanzando pícaras miradas hacia la zona donde estaba su silencioso pretendiente, como vigilante cuidándolo con la mirada que no se le fuera a ir para ninguna parte, en verdad, tenía ganas de volverlo a tener cerquita de ella. Cuando estaban en la cola de la caja registradora para pagar la compra, el dueño del supermercado le pidió a la cajera que se retirara un momento pues él atendería personalmente a Sara y a la señora Ana. Naturalmente el mudito era el encargado de empacar la compra, el dueño del supermercado saludó a la señora Ana, y viendo al joven distraído o más bien atontado con el sex–appeal de Sara, fue muy directo con la señora Ana y le dijo: –¿Son ideas mías o estos dos tortolitos se están mirando mucho? –De verdad que sí– respondió Ana entre risas –Sara me deja anonadada, jamás la había visto así, supongo que es algo normal, de eso no se salva nadie. –Pues sí señora, yo pienso igual, el hecho que sean especiales no quiere decir que no tengan su corazoncito. En mi opinión, claro está, espero no lo tome a mal, sería bastante bueno si pudieran verse más seguido ¿Qué opina usted? –Pero señor ¿Quién es usted? Yo ni siquiera sé qué tipo de costumbres tendrá ese joven. A pesar de la sordera de Sara y el joven, estaban impacientes, pues sabían que Ana y el dueño del supermercado hablaban de ellos, lo presentían. –Sí, mi señora, disculpe el atrevimiento pero, por favor, sólo escúcheme un momento. Había más gente esperando en la cola de la caja registradora pero no estaban molestos, más bien muy pendientes para ver si conseguían un buen chisme para contar. –Está bien señor, dígame. –Gracias por su atención señora, yo me llamo Darío Gómez y soy el 18


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dueño de este supermercado hace más de 25 años cuando mi negocio principal era una finca agrícola que me dejó mi padre al morir, recibí a una mujer muy humilde con un bebé entre los brazos. Era una señora morena pero con las mejillas muy rojizas a causa del frío de las montañas del páramo, no tenía a donde ir con su bebé y no tuve corazón para quedarme de brazos cruzados. Esa señora prácticamente crió a mis hijos, mi esposa y yo la adorábamos, era muy especial. Naturalmente el bebé también creció con nosotros, muy fuerte y sano, trabajador desde temprana edad, nunca me pagó mal, me llenó la vida de felicidad y alegría junto con mis hijos, los médicos hallaron un supuesto defecto en el bebé, pero ahora años después me doy cuenta de que a lo que los médicos llamaron defecto era una virtud dada por mi Dios Altísimo. Ese bebé, mi señora, al que tanto cuido y protejo, es Rafael (señalando al joven sordomudo) hace cinco años su madre murió junto con una parte importante de mi vida; mis hijos y esposa, hasta yo mismo, aún la lloramos, Rafael ha aprendido a ser independiente, tiene su propia casa, se mantiene totalmente solo, siempre está sonriendo y no tiene ningún tipo de vicio. Créame es un buen muchacho, no ha conocido el amor pero cuando lo veo mirando a su hija, noto un brillo en sus ojos que nunca antes había visto, le aseguro que él no la mira con malos deseos o lujuria, bien es cierto que su hija es un encanto, con una belleza increíble, pero en él hay es deseo de amor puro y sincero, estoy seguro. Eso es todo lo que le tenía que decir. Cuando el señor Darío terminó, los chismosos que alcanzaron a escuchar quedaron muy conmovidos, hasta murmuraban cosas a favor de su noble causa, mientras que la señora Ana quedó impresionada, fue como si se estuviese viendo en un espejo mientras escuchaba la historia que el señor Darío le contaba. –Gracias al amor, Rafael se convirtió en un hombre de bien– le dijo Ana a Darío. –Sara no es mi hija biológica pero mi vida entera se la daría a ella si fuese necesario para verla feliz, tocar la puerta no es entrar. Por esta vez señor Darío, tomaré su iniciativa e iré directo al grano. En ese momento, por medio de muchas señas incomprensibles para cualquier persona común, la señora Ana le expresó a Sara si sería de su agrado que a Rafael se le diera la dirección de la casa hogar para 19


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que fuera a visitarla cuando él pudiera. Sara abrió sus ojos todo lo que pudo de la impresión y con una hermosa sonrisa hizo señas positivas, pero muchísimas. Rafael muy pendiente lo entendió todo, no se imaginaba qué le había dicho Darío a la señora Ana y la verdad no le importaba, de lo que si estaba muy agradecido por lo que sea que haya hecho el señor Darío para conseguir tan gigantesco paso en su querer con la hermosa pelirroja silenciosa, así junto con Sara y Rafael sonrieron todos los chismosos. La señora Ana anotó la dirección en un papel y se la dio al ilusionado y feliz Rafael. Darío agradeció a la señora Ana por su voto de confianza y le dijo: –Por esta vez no se preocupe por la cuenta, la casa invita, sólo espero verlas más seguido, infinitas gracias. –No es necesario, me gusta pagar. –Insisto, sólo por esta vez. –Ok, no se acostumbre, le repito me gusta pagar. Adiós, gracias por todo. Sara miró derechito a los ojos a Rafael para despedirse, se le acercó y lo besó en la mejilla casi buscando sus labios, fue uno de esos besos que pone la piel de gallina a cualquier hombre, y tiernamente le hizo señas como regañándolo expresándole: –Me visitas rápido que quiero verte–, luego se marcharon. Nunca antes Rafael se había sentido tan deseado en ese sentido. Todo esto le abría una ventana hacia la vanidad masculina, claro, gracias a Dios tampoco se dejó dominar y mantuvo el control basándose en la humildad. Todo el personal del supermercado compartía su felicidad, incluso hasta hacían bromas diciendo: –Dios aprieta pero no ahorca Rafael. Nunca tuvo compañía femenina, pero ni siquiera una fea y ahora, prácticamente tiene a la Miss Universo de las sordomudas exóticas pretendiéndolo a él ¿Qué ironía, no? Grandes risas de todos en el supermercado, mientras apretaban las mejillas de Rafael.

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Capítulo III

Cruzando las barreras que pretenden detener el amor Si la primera vez que Sara fue al supermercado y vio a Rafael sintió muchas sensaciones, ahora ya la segunda vez de haberlo visto, estaba desesperada por recibirlo en su hogar, totalmente inquieta por verlo llegar buscando lo que sea que ella estuviera dispuesta a darle. Era impresionante el cambio de ánimo que Sara había manifestado, ya no caminaba, danzaba, buscaba a los niños de la casa hogar y se los comía a besos sin que ninguno le faltara, sólo irradiaba amor y dulzura, ninguna de las voluntarias que ayudaban en la casa hogar se imaginaba por qué ese cambio tan drástico en ella, sólo lo sabía la señora Ana, el amor estaba tocando la puerta del corazón de Sara y ella le estaba dando la bienvenida. Esa noche pasó y Sara despertó con la misma sonrisa con la que se acostó. Apenas terminaron de dar gracias por los alimentos en la mañana, a modo de señas al cielo antes de tocar su desayuno, Sara preguntó con su dialecto especial a la señora Ana que si creía que era hoy que Rafael la visitaría, mas la señora Ana le respondió que no sabía, pues como Rafael no tenía carro le sería difícil, el autobús lo dejaba apenas al principio de la montaña y no era fácil que supiera llegar a esa casa tan escondida entre los árboles, pero que no se preocupara que si no podía llegar esa semana ella se comprometía a buscarlo y traérselo, pero Sara al entender eso no pudo disimular su sentimiento de angustia, sus cejitas lindas y perfectas empezaron a apuntar hacia arriba, y su boquita se le puso chiquitica y más rojiza que de costumbre. Créanme, ese rostro convencería a cualquier hombre de lo que sea, sus muecas totalmente naturales y espontáneas tenían un dominio impresionante. Inmediatamente, sin comer absolutamente nada pidió permiso y se marchó a su cuarto, después de mojar con lágrimas su almohada rellena de plumas de ganso, se topó con una vieja revista de bodas. Ver fotogra21


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fías de novias besándose frente al altar, le producía profundos suspiros con sueños lindos y esperanzados, estar algún día en la posición de esas felices mujeres. En ese momento, volvió a retomar una actitud positiva, dobló sus rodillas al piso y alzando sus manos al cielo clamó con su pensamiento al Dios Altísimo que la señora Ana le había enseñado que nunca la desampararía, al terminar, sintió algo inexplicable. Era como un exceso de confianza que venía de lo alto y le hacía saber que era la niña de los ojos de Dios, por lo tanto, no se preocupara, ahora su sonrisa manifestada no era de picardía sino más bien celestial y un nuevo cambio repentino de ánimo se vio en Sara. La señora Ana no la entendía, hacía tres horas se veía triste y decepcionada y ahora estaba colgada en abrazos a su cuello, como dándole gracias por todas sus atenciones para con ella, era algo que hacía especial a Sara, su simpleza e inocencia para expresar sus emociones. Seguidamente pidió ayuda a las voluntarias de la casa hogar, de una forma muy cómica, agarrándose el cabello y caminando como si estuviera en una pasarela de modelaje, para que la pusieran muy linda y arregladita desde el cabello a la última punta del dedito de sus pies, deseaba estar despampanante para Rafael, y estas voluntarias después de reírse un poco por su ocurrencia, comenzaron con la labor tan importante de ayudar a la habitante más antigua de la casa hogar en su anhelado propósito. No era un trabajo duro pues Sara naturalmente era hermosa, y tan sólo con un peinado diferente y un toque de maquillaje, lograrían algo espectacular con su presencia. Simultáneamente, unos kilómetros antes de la pureza del aire de las montañas, en medio del pueblo de Boconó estaba el pobre Rafaelito, acariciándose la cabeza, lleno de inseguridad por dentro, pero Darío, su mano amiga, trataba de llenarlo de confianza. Hasta armaron un teatro amoroso en el supermercado, entre una cajera y un empacador de bolsas, explicándole a Rafael como tendría que pretender a Sara, doblando su rodilla y besando su mano a modo de halago. Todo era muy chistoso, incluso los clientes no estaban nada apurados, también por medio de señas le daban consejos de galantería al nervioso Rafael. Ya terminado el teatro de aprendizaje amoroso mención silencio, llegó un lindo ramo de rosas acompañado de un Snoopy, ese perrito silencioso de las caricaturas en forma de peluche. 22


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Ese detalle había sido iniciativa de Darío, era simple, pero lindo. Le explicó a Rafael que era un regalo para Sara y luego se lo llevó casi arrastrado a una tienda de alta costura, le compró calzado elegante, pantalón perfecto a su medida, camisa con correa de tirantes y de allí derechito a la barbería, después de eso ese jovencito no parecía un empacador de supermercado, más bien un joven emprendedor de grandes negocios. Ya todo listo, el resto, la parte más difícil estaba en manos de Rafael. Darío le entregó la dirección acompañándolo hasta la parada del bus. Se despidió de él dándole un beso y un fuerte abrazo, el típico que le daría un padre a su hijo más amado, montado en el bus, todos los demás pasajeros se fijaban en él por su gran sonrisa y ramo de rosas. Allí una joven bastante extrovertida le dijo: –Así es que me hace falta un novio a mí, pero ella ignorando la sordera de Rafael pensó que la estaba esquivando haciendo caso omiso a su intento de coqueteo. Eso también le impresionó y le dijo a otra pasajera: –Increíble pero cierto, un hombre serio que no anda de zángano. Después de una hora y media de carretera dentro del bus todos los pasajeros habían bajado ya, únicamente quedaba Rafael y en vista de que el chofer notaba que ya le tocaba regresar y Rafael aún seguía allí, se detuvo y caminó por el pasillo del autobús a hablar con él y al notar que era mudo, Rafael le dio el papel de la dirección al chofer y este al leer la dirección, puso una cara de total asombro pues él sabía donde era la casa hogar y él solo llegaba hasta la entrada, el resto del camino era una gran subida por el medio del bosque de pinos. Ningún carro público lo atravesaba, así que el chofer condujo un poco más y lo dejó en la entrada del bosque, señalándole que la casa que buscaba se encontraba al final del camino. Rafael le dio la mano en agradecimiento y se quedó allí en la orilla de la carretera esperando a que un carro pasara hacia la subida, pero por dos horas que estuvo allí ningún carro pasó. Ya eran las seis de la tarde y el cielo se estaba oscureciendo rápidamente informando que una gran tempestad se avecinaba. Con rosas y peluche en mano se vio en una incómoda situación, pues sus ganas de ver a Sara eran muchas, mas la cuestión se le estaba complicando, por las adversidades naturales y falta de ayuda móvil para llegar a ella. Por otro lado, en la casa hogar ya Sara estaba totalmente despam23


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panante, las voluntarias habían realizado una magnífica labor, de pies a cabeza la dejaron perfecta, era imposible hallar un defecto en ella. Figuritas todas lindas en sus uñas de pies y manos, sandalias bajitas, ya que no quería opacar la estatura de su pretendiente, un vestido muy elegante pero ligero a la vez, bien ajustado a su figura, justo donde era necesario para la admiración masculina, poco maquillaje pero algo, al igual que Sara, especial, resaltaba grandemente esa mirada celestial que Dios le había obsequiado. Sus ojos parecían como dos remolinos que arrastraban cualquier cosa que deseara, su cabello muy bien peinado y secado, muy liso, las puntas le llegaban a la cadera, destellando un potente brillo rojizo. Los niños la veían y quedaban flechados, parecía otra persona, sólo la reconocían por el rojo de sus cabellos y ojos azules y verdes. Se veía en el espejo y se daba cuenta de lo hermosa que era, hacía poses y muecas ante su propio reflejo, todas las formas en que se veía daba el mismo resultado, belleza inigualable, y así ya totalmente segura de sí misma, fue hacia donde se encontraba la señora Ana regando las flores del jardín muy sonriente. Ana cuando la vio venir de lejos se distrajo mucho y mojó con la manguera a Tuti, una coneja blanca gigantesca que tenía varios años acompañando a los niños, al igual que a todos los demás. La belleza de Sara la impactaba demasiado, y por el descuido pagó las consecuencias, la pobre coneja que era alérgica al agua. Sara se dio cuenta que Ana la veía con orgullo y gran admiración, allí se abrazaron y rieron juntas diciéndose con las miradas cuanto se querían. Seguidamente de la conmovedora escena, Sara fue a auxiliar secando a Tuti que se veía muy brava, parecía un pollito remojado, luego de eso a Sara se le acabó a quien mostrarle su belleza dentro de la casa hogar, ahora sólo le restaba esperar a su pretendiente silencioso y causante de ese cambio tan maravilloso en su estado sentimental y animoso. Eran las siete de la noche. Buena hora como para que llegara su querido Rafael, pero de repente comenzaron a sonar fuertes gotas de agua en los vidrios de las ventanas creciendo más y más. Sara se acercó a una de las ventanas mirando al cielo como queriendo suplicar a las gotas de agua que dejaran de caer, pero más siguieron cayendo y cayendo hasta que el viento en forma de gran vendaval hizo acto de presencia, y se formó una lluvia muy pero muy fuerte, que se 24


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notaba no tenía intenciones de parar así nada más a la ligera. Allí Sara comenzó a hacer señas negativas con su cabeza, queriendo que la lluvia se detuviera, Ana se dio cuenta de la desdicha de Sara y se dirigió a ella expresándole por medio de señas que no se perturbara que seguro si mañana el día estaba más soleado, Rafael la vendría a visitar, pero que va, Sara en ese momento no fue nada buena para resignarse a la frustración de no ver esa noche a Rafael y se fue rápidamente corriendo por las escaleras hasta su habitación. Estando en su privacidad aseguró el cerrojo de seguridad y se paró junto a la ventana a observar la fuerte lluvia que no paraba, al contrario, cada momento se hacía más fuerte e intensa, pero aún así se rehusaba a cambiarse de ropa, pero las horas fueron pasando y Rafael nada que se veía a lo largo del camino. La oscuridad era mucha entre los pinos pero la vista de Sara era muy buena, ya que cuando una persona no cuenta con uno de sus sentidos por naturaleza, sus otros sentidos se le agudizan más de lo normal, pero aún así a nadie veía acercarse. Como a las diez de la noche el sueño y el cansancio estaban haciendo acto de presencia en el cuerpo de Sara y aunque no pretendía quedarse dormida, sin querer hacerlo, lo hizo por unos cuantos minutos, pero en su subconsciente la confianza en que Rafael vendría esa noche era tan fuerte y segura, que estando dormida se dio cuenta que debería estar despierta pues Rafael vendría y… ¡clic! como por arte de magia abrió sus profundos y hermosos ojos, observó el reloj despertador digital marcando las 11:54 minutos y allí se levantó y asomó a la ventana viendo la lluvia aún presente, medio dormida y pensativa enfocó su mirada a lo largo del camino de entrada y vio una silueta que se acercaba y sin poderlo creer, abrió y cerró sus ojos fuertemente varias veces y al notar que no era su imaginación porque la silueta se seguía acercando, sonrió grandemente y aún bien maquillada y arreglada bajó rápidamente las escaleras y abrió la puerta sin importarle en absoluto mojarse o resfriarse, sólo había visto una silueta pero ella estaba segura que era Rafael, corriendo por el medio del barro y la lluvia cayendo velozmente, su cabello, vestido blanco y maquillaje se volvieron un desastre, pero eso no le afectaba en nada, siguió corriendo aún más rápido y al acercarse como a 10 metros de se detuvo a observarlo, con un peluche y rosas destrozados por el agua, dándose cuenta que fue capaz de caminar una gran subida de varios kilómetros sin importar la feroz lluvia y frío de la noche. 25


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Rafael estaba totalmente empapado. Un gesto muy halagador para Sara de su parte, tanto así que en vez de sonreír se fue en llanto hacia él besándolo directamente en los labios muy apasionadamente, recibiendo juntos aplausos del cielo manifestado en gotas de agua santa y pura del mismo paraíso, ambos se dejaron de prejuicios de timidez y moral, simplemente se dieron cuenta que eran el uno para el otro y que no había razón suficientemente razonable para no estar juntos. Después del largo beso, Sara lo tomó de la mano y lo guió hacia dentro de la casa hogar. Al entrar Sara despertó cuidadosamente a la señora Ana y ésta al levantarse y ver a la bella Sara toda sucia y desarreglada se asustó mucho. Pues no se imaginaba lo que le había acontecido, pero después al entender que Rafael había atravesado la montaña a pie sólo para ver a Sara se contentó muchísimo y buscó ropa limpia para prestársela a Rafael, claro, después de haberlo abrazado fuertemente a modo de saludo, ese gesto le demostraba que pretendía a Sara con amor sincero, luego de eso, Ana no quiso estar de más, esperó a que los dos estuvieran sequitos y cambiados para por señas expresarle a Sara que era su visita y que lo atendiera como quisiera, Ana se fue a dormir y Sara y Rafael se quedaron solos en la sala dándose calor uno al otro con fuertes abrazos y tiernos besos, cuando los dos ya no aguantaban el cansancio, subieron a la habitación de Sara y sin ningún tipo de malicia sexual o lujuria se arroparon juntos y descansaron, viéndose mutuamente sus nuevos rostros enamorados, la ternura e inocencia fue abrumadora.

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Capítulo IV

Un nuevo despertar La tristeza, soledad y lejanía habían terminado para Sara en ese maravilloso y nuevo despertar junto a su adorado Rafael. Para ambos, abrir sus ojos mirándose con cariño el uno al otro era una experiencia totalmente encantadora, ellos se demostraron cuanto se anhelaban y deseaban, se expresaron esa noche un mutuo amor profundo sin que hubiera la necesidad de utilizar el sexo; siendo ésta una gran enseñanza para muchas parejas jóvenes de la actualidad. Seguidamente, sólo se abrazaron fuertemente por unos segundos y allí en ese tierno momento, la puerta del cuarto de Sara fue abierta de golpe, algo parecido a la forma en que abren las puertas efectivos de los cuerpos policiales cuando están allanando la casa de un peligroso narcotraficante, casi traspasa la puerta al otro lado. Era la señora Ana vuelta una energúmena muy, pero muy molesta al verlos a los dos muy acomodados. Empezó a gritarle toda histérica a Rafael de cómo era posible que hubiese abusado de la confianza que ella le había dado y se hubiese aprovechado de la inocencia de su pequeña Sara. Los dos estaban aterrados pero Ana por su misma rabia olvidó que Rafael era sordomudo y a lo que volvió en sí, no encontró una mejor seña para expresarle a Rafael lo que sentía que una gran escoba; lo correteó a punta de escobazos por todo el cuarto. El pobre Rafael con todo y sus kilitos de más se encaramaba en la peinadora y los muebles tratando de esquivar los escobazos pero ¡Qué va! Ana no paraba. Sentía satisfacción cada vez que le daba a su objetivo, Sara trató de interceder por su amado Rafael, pero Ana le manoteaba quitándole y gritándole –Tú no te metas, de este sinvergüenza me encargo yo. Ella en el fondo no culpaba a Sara, estaba segura que Rafael era el malo de la película, ignorando que en realidad más allá de algunos besos y abrazos no había pasado nada más entre ellos. 27


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Al supuesto Don Juan silencioso no le quedó de otra que huir de la traumática escena que estaba viviendo, pero la feroz escoba de la señora Ana lo persiguió por las escaleras y como hasta la mitad del jardín de la casa. Sara desde la ventana de su cuarto lo observó todo y no pudo evitar soltar una gran carcajada. Le causaba mucha gracia ver a su querido gordito desaparecer entre el bosque de pino como si fuera un gran maratonista olímpico. Al entrar Ana de regreso a la casa, Sara dejó la risa por un momento y con mucho esfuerzo se hizo la seria pero le costaba bastante no reírse, Ana entró a su cuarto, la miró a los ojos profundamente y al ver que Sara en el fondo se veía muy feliz, sólo abrió muy grandes sus ojos haciéndole señas negativas con su cabeza, pero sin parecer ya molesta como queriéndole decir con picardía –Te pasaste de atrevida. Luego con una muy ligera sonrisa salió de su cuarto cerrando la puerta y Sara después de haber aguantado tanto, soltó toda la felicidad que sentía, riendo pero muchísimo para luego suspirar y suspirar acostada en su cama mirando el hermoso cielo por la ventana como agradeciendo con fiel bondad por su querer concedido, ya ella sabía que el corazón de Rafael le pertenecía igual el de ella a él, los miedos habían desaparecido por completo, ni Ana celosa, ni fuertes lluvias o grandes adversidades los separarían, definitiva–mente, sólo la muerte; su ilusión se estaba cumpliendo. Pidió a Dios y Dios le dio, Rafael no era un galán de novelas, mejor aún, era su primer amor. El señor Darío al ver que Rafael no llegó a trabajar muy temprano al supermercado como siempre, se preocupó muchísimo y fue a buscarlo a su casita; sin embargo, como tampoco lo encontró, se alarmó aún más y encendiendo su camión Ford 350 Tritón, nuevecito de paquete, blanco como la nieve, partió a alta velocidad hacia las pronunciadas curvas del valle de montañas en que se encontraba la dirección a donde Rafael se había dirigido la tarde anterior. Algo un tanto peligroso, pero por ser oriundo de la zona conocía bien las carreteras y nada malo le pasó a pesar de la gran imprudencia con la que iba conduciendo. Cuando se acercó, a pesar de no saber exactamente la dirección, por su gran preocupación por Rafael pudo recordar que cuando era niño una vez su amado padre conduciendo en esa vía le señaló la subi28


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da del bosque de pinos y le dijo que al final del camino se encontraba la ciudad mágica de los mudos, algo que de niño simplemente lo hizo reír un poco y que nunca en el resto de su vida había vuelto a recordar hasta ese día de gran apuro, asoció que como Sara era muda, al final de ese camino tal vez había un lugar especial para mudos y velozmente al ver la entrada del bosque de pinos, cruzó, sin dudarlo ni un segundo, a la izquierda bruscamente acertando el camino donde tenía que buscar a su querido Rafael; quedando así, una vez más al descubierto, lo grandioso de nuestra herramienta numero uno después de la fe para lograr nuestros propósitos, nuestra mente, Darío solo dejando que su mente trabajara, consiguió lo que anhelaba más en ese momento, el camino para buscar a Rafael, a pesar de que el sendero del bosque de pinos era muy hermoso Darío no estaba pendiente de ello en absoluto, toda su energía estaba concentrada en encontrar a Rafael, subiendo a toda velocidad con el típico rostro de padre preocupado. Seguidamente a mitad de la montaña reconoció de lejos a Rafael que venía bajando con ropas distintas a las que él le había facilitado y una cara de cachorrito regañado que no se la quitaba nadie. Cuando Rafael reconoció el camión de Darío sintió un gran alivio pues no era muy amante de las largas caminatas sólo lo hacía por Sara. El viejo Darío algo desconcertado no se imaginó nada bueno pero lo llenaba de tranquilidad verlo sano y salvo. Cuando ya lo tuvo al lado, se bajó del camión y como loco le dio vueltas y lo revisó a ver si en verdad estaba totalmente bien y al asegurarse, por verlo como angustiado, por medio de señas le preguntó que qué era lo que había pasado. Rafael naturalmente bastante bueno para la mímica teatral, al estilo de la Chilindrina, se pintó como un angelito y que Ana lo persiguió por toda la casa cayéndole a escobazos y él brincaba y saltaba simulando todo lo que tuvo que hacer para escapar de esa peligrosa mujer. Darío no entendía mucho la cuestión, pero para salir de dudas subió al camión y luego Rafael, pero al ver que Darío no dio la vuelta para regresar al pueblo, sino que siguió subiendo para hablar con la señora Ana y disipar todas sus dudas, tembló del pánico y le pidió a Darío que por favor regresaran pero él no le hizo caso. Al ver el lugar se quedó bastante impresionado con la belleza antigua de la casa hogar, recordando con añoranza la compañía de su padre que hacía más de 40 años le había comentado de la ciudad mágica de 29


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los mudos, lo cual pensó era un chiste, pero se dio cuenta que a pesar de que su padre había exagerado un poco, en parte tenía razón, parecía un lugar mágico y muy espiritual. El bajó del camión encantado respirando muy profundo el aire puro, mas Rafael aterrorizado se escondió cerrando los vidrios y tirándose al piso del camión, negándose rotundamente a bajar del mismo. Darío lo dejó quieto y se acercó a la puerta para tocar, pero afortunadamente en ese momento venía llegando un taxi con dos voluntarias de la casa hogar, jóvenes estudiantes de bachillerato que servían cada vez que podían. Una de ellas tenía una llave de la casa. Después de saludar al señor Darío ignorando toda la situación acontecida, por cortesía lo invitó a pasar y esperar en la sala. La señora Ana estaba durmiendo pero fue bien atendido Darío, pidiéndole que esperara que ella no tardaba en despertarse, riéndose las jóvenes por la suerte de él ya que con la señora Ana dormida si ellas no hubiesen llegado todavía estaría tocando la puerta y nadie ni Sara ni los niños lo habrían escuchado porque la única con capacidad auditiva en ese lugar eran ellas. Con mucha curiosidad él estuvo admirando todos los cuadros que adornaban la sala con la firma artística de Sara. Su imaginación no le daba con certeza cuál era el problema que había ocurrido con Rafael hasta que la señora Ana aún medio dormida con cara de brava, se le paró en frente y sin ni siquiera saludarlo le dijo mirándolo fríamente a los ojos que por qué se atrevía a ser tan cínico en presentarse en su casa, después de que le había pintado a Rafael como un buen muchacho y el mismo resultó ser un abusador falta de respeto, por quitarle la inocencia a Sara en su propia casa. –Señora Ana, con todo el respeto que usted se merece, lo que usted me está diciendo me parece imposible de creer, contestó Darío, bastante desconcertado. –Por favor, no me crea tonta, prácticamente lo sorprendí queriendo repetir su sinvergüencería, así que no quiero escuchar explicaciones. –Señora le repito a lo mejor usted está malinterpretando las cosas. –Ya, ya y ya (alzando la voz) alcahueta, respéteme la cara y lárguese inmediatamente de mi casa. –Ok señora, espero que cuando se calme, analice bien las cosas, y se dé cuenta del error del cual estoy casi seguro está cometiendo, para así salir echado Darío al igual que Rafael de esa casa. 30


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Al quedarse sola Ana en la sala, comenzó a refunfuñar sobre de que si creían que porque tenía 50 años iban a tomarle el pelo, estaban muy equivocados. Luego al montarse Darío en el camión, miró como un detective a Rafael queriendo saber si en verdad él tenía la conciencia sucia, pero luego de un minuto de percibir su carisma, nobleza y carita de niño tonto asustado e inocente, no tuvo necesidad de preguntarle si se había pasado con Sara, estaba, ahora sí, completamente seguro de que él a sus 26 años todavía no había conocido mujer, en su mirar era algo evidente, le acarició la cabeza para tratar de que dejara el miedo y se calmara, luego ya camino al pueblo Rafael se inquietó de nuevo y preguntó a Darío que ahora cómo haría para ver a Sara, mas Darío sólo optó por señalar al cielo y picarle el ojo, haciéndole entender que le pidiera a Dios y él le solucionaría ese problema. Rafael sintió que ya se le había dado la solución, levantó su dedo índice expresando “Eureka”, viéndose a simple vista muy gozoso y confiado que si tenía un problema después de que pidiera a Dios ese problema ya no existiría. Pero por otro lado a quien se le prendió también el bombillo fue a la señora Ana, bastante indignada, a su mente llegó el pensamiento de que si llevaba a Sara a un ginecólogo y éste en un informe médico especificara que ella acababa de perder su virginidad, podría echarle en cara a Darío que su protegido no era la blanca palomilla que él aseguraba que era sino un timador que se aprovechó de la confianza que ella desinteresadamente le brindó. Sin pensarlo mucho más detenidamente despertó a Sara y la mandó a arreglarse pues saldrían al pueblo. Ella la verdad ignoraba qué la llevarían a hacer al pueblo, sólo obedeció, llegando las dos al consultorio de la ginecóloga, una mujer mayor. Al ver la condición de Sara, comenzó a preguntar a Ana datos que ella necesitaba para realizar la consulta, como nombre, edad, alergias, etc. Ana no le explicó con toda sinceridad a la doctora cuál era su propósito sólo le dijo que quería una consulta de rutina, ya que Sara a sus 22 años nunca había asistido a un ginecólogo. Después de las preguntas, la doctora le mostró a Sara junto con Ana la silla especial en donde se tenía que sentar para inspeccionar su parte 31


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íntima, Sara como no era tonta al ver la posición en que se tenía que sentar, se imaginó lo peor, y se rehusó rotundamente, mas Ana pensando mal de ella, que le quería ocultar la pérdida de su virginidad prácticamente la obligó, la doctora al ver que Sara accedió a sentarse en la silla, por razones de ética, pidió a Ana saliera un momento del consultorio. Seguido de eso, sólo pasaron diez minutos para que la hermosa Sara saliera de esa indeseable experiencia, con su boquita muy chiquitica, rosada de la vergüenza y sus expresivas cejas muy tensas arrugando la pequeña parte de piel que se encontraba entre sus ojos y arriba del principio de su perfilada nariz, al estilo ítalo-argentina, de brazos cruzados muy disgustada con Ana y esa perversa mujer, a los ojos de Sara, claro está. Ana con impaciencia preguntó a la doctora – ¿Cómo está? La doctora contestó: –Excelente, sin novedad, muy sana e higiénica, permítame felicitarla, debe usted ser una madre abnegada que se desvive por inculcarle moral y buenas costumbres. Ana, extrañada, preguntó que por qué lo decía. –Señora en mi profesión y amplia experiencia, le aseguro que los jóvenes engañarán a sus padres pero a mí no, una muchacha tan linda ya de 22 años que aún conserve su virginidad hasta hoy tiene muchos años que no pasa por este consultorio. Imagino que son ustedes muy devotos a los principios cristianos evangélicos. En ese momento pasaron por el pensamiento de Ana todos los injustos malos tratos que por su desconfianza le dio a Rafael, Darío y hasta a Sara, obligándola a pasar ese rato tan incómodo y amargo. Volteó ligeramente a ver a su consentida y esta no la veía con muy buenos ojos, Ana en verdad se sentía como un asno o un ogro perverso totalmente ridiculizada y arrepentida. La doctora al notar a simple vista que a Ana se le había bajado la tensión, quiso abreviar para atender sus otros pacientes y preguntó que si iba a esperar el informe médico y rápidamente Ana contestó que no era necesario. Se despidió de la doctora dándole las gracias y la misma trató de darle la mano a Sara pero ella la dejó con el brazo extendido y la miró como vería un niño a alguien que le está robando los caramelos que había dejado debajo de la almohada, dio la vuelta y caminó pisando muy 32


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fuerte hasta el jeep reglamentario de la casa hogar. Ana mientras manejaba no hallaba donde esconder su vergüenza. Trató de hacer las paces con Sara por medio de helados y merengadas por el camino, pero ella no tenía apetito, solo molestia, Ana sabía que para que Sara le rechazara esos detalles tan irresistibles tendría que estar al borde de la muerte o demasiado furiosa. Llegaron a la casa hogar pero ella continuó con esa actitud durante toda la tarde sin ningún tipo de cambio en su estado de ánimo. Esa noche Ana no pudo dormir en absoluto. Solo acostada en su cama sin poder cerrar sus ojos, mirando para el techo como queriéndoselo comer por la culpa que la estaba acechando, sin más camino para el escape acudió a la sabiduría de la reflexión que arrojó como resultado enmendar sus errores pidiendo disculpas a través de la humillación. Llegada la madrugada decidió comenzar una buena obra, fue a la cocina preparó un delicioso desayuno de tortilla de huevos, tocineta y arepita criolla con jarra de jugo de naranja incluida. Lo llevó a la cama de Sara y la despertó con un maternal beso en la frente. Sara al verla arrepentida y por la influencia del olor de la tocineta recién salida del sartén, bajó la guardia con Ana y aceptó el sabroso detalle. Ana más tranquila por ver el cambio en la luz del azul y verde de los ojos de Sara, se contentó porque el primer paso de su enmienda de errores funcionó. Sin embargo, aún faltaba mucho más por hacer, salió del cuarto de Sara, se cambió de ropa y tomando de la pared un cuadro muy hermoso que Sara había pintado por regalo para su cumpleaños número 47 en donde reflejaba de muy cerca la predominante mirada de un majestuoso tigre de Bengala con los mismos y exactos tonos de colores en los ojos que Sara, un cuadro al óleo al igual que Sara, impactante y sublime, sin duda alguna una posesión muy valiosa para Ana e ideal para demostrarle con ese detalle a Rafael y Darío cuán arrepentida estaba por haberlos maltratado de esa forma para así brindar sus más sinceras disculpas. Después de haber salido Ana de la casa y un rato de camino, llegó al supermercado, bajándose con el cuadro cubierto entre un corte de tela. El primero en verla acercarse fue Rafael quien dejó de empacar las bolsas y fue a esconderse en la oficina de Darío, expresándole que tuviera cuidado que allí venía la mamá de Sara, Rafael lo que en realidad se 33


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imaginaba era que como Ana no lo había golpeado lo suficientemente duro con la escoba volvió para ahora hacerlo con esa tabla que traía cubierta de tela y satisfacer su necesidad de descargar su ira con él. Ni siquiera estar con Darío lo hacía sentir seguro de Ana, Darío estaba extrañado y Rafael aterrorizado detrás de él con su cara de yo no fui, o yo no hice nada. Ana siguió a Rafael y tocó la puerta, Darío abrió y la invitó a sentarse, Ana se sentó y saludó después de Darío a Rafael de lejos por señas, el joven empacador no lo creía. Darío le preguntó: – ¿En qué le puedo servir? Ana bastante apenada dijo como tartamudeando una y mil disculpas: –Señor Darío me he equivocado de una forma muy atroz con ustedes, fui con el pobre Rafael implacable sin tener la razón, le ruego me disculpe. –No faltaba más señora, por mi no se preocupe, no tengo nada que perdonarle pero si mucho que agradecerle, por haber permitido que Rafael se acercara a su hija –Bueno, la quiero como si fuera mi hija. Su condescendencia conmigo me quita un gran peso de encima, pero al que más he agraviado es a Rafael y también procuro su perdón. –No se preocupe él no es nada rencoroso. Así en ese momento Ana, mirándolo con mucha mansedumbre y humildad le entregó el cuadro aún cubierto. Rafael se señaló a sí mismo haciendo entender que preguntaba si era para él, Ana asintió con su cabeza. Al acto Rafael desnudó el cuadro y al ver sus dos ojos fue para él como un hipnotismo, una obra de arte inspirada en la mujer de la cual estaba seguro ya estaba enamorado, nunca se había interesado por las maravillas de la pintura, pero esta era algo especial, el regalo ideal, se lo enseñó a Darío y ambos dieron las gracias a Ana por tan maravilloso regalo. Luego de eso, ella pidió a Rafael la acompañara a la casa hogar, ya que de seguro Sara tendría muchas ganas de verlo, obviamente él se contentó y aceptó dejándole dicho a Darío que por ella no habría ningún problema en que Rafael y él fueran a su casa cuando se les antojara. Darío se contentó pero le dijo a Ana que hoy tenía un compromiso con Rafael, pero que mañana el mismo lo llevaría para que visitara a Sara y no tuviera que hacer tanto ejercicio subiendo el bosque de pinos. 34


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Rafael cuando supo que no vería a Sara ese día como que no le gustó mucho la cosa, Ana se marchó totalmente libre de culpa, gracias a que las soltó por medio del perdón y Rafael impaciente preguntó a Darío por qué no vería a Sara hoy por señas muy rápidas y cómicas, mas Darío le preguntó, escribiéndole en un papel si había pedido a Dios que le solucionara su problema la noche anterior, y él contestó que sí, y Darío volvió a escribirle, bueno ahora que ya Dios te respondió y solucionó el problema, no te puedes olvidar de él, hay que darle la prioridad, y allí Rafael entendió, que todo lo que había acontecido era la mano de Dios que estaba haciendo de las suyas, no era que Ana o él eran buenos, sino la voluntad de Dios que se estaba cumpliendo. Antes de disfrutar el regalo de Dios, había que darle gracias, así que Rafael con mucho gozo y tranquilidad espiritual sonrió achinando los ojos al cielo. Seguidamente Darío dejó a cargo a su empleado de confianza de las responsabilidades del supermercado y con Rafael se marchó en su camión a una iglesia cristiana evangélica llamada “Jesús la Luz del Mundo” en la cual al llegar ellos estaba comenzando un culto especial de gracias y mucha alabanza a Dios. Entre aplausos y cánticos, Rafael y Darío se unieron al grupo agradeciendo por lo maravilloso del milagro de la vida. Rafael no podía escuchar ni cantar pero aplaudía y brincaba con una felicidad tremenda, sonriendo a toda dar, al igual Darío, verdadero amor divino expresado, algo muy hermoso. Una vez terminada la alabanza, Rafael siguió aplaudiendo y brincando él solo. No lo hacía porque escuchaba a los demás sino por verdadero agradecimiento y gozo, claro está que por su condición especial no era muy bueno llevando el ritmo adecuado pero eso a Dios no le interesaba, ya que Él lo que ve es el corazón y no lo físico, en esa materia Rafael tenía 20 puntos y ganado el camino al cielo.

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Capítulo V

Ilusiones vueltas realidades Rafael desde ese día volvió a ser bien recibido en la casa hogar “El Sonido del Silencio” en especial por Sara, los días y semanas fueron pasando muy rápido, logrando Rafael hacerse más querido ante todo el ambiente que rodeaba a la hermosa pelirroja que le había cambiado la vida. Contaban con el apoyo de todos sus seres queridos, así pasando lo inevitable, Sara y Rafael formalizaron su relación para así después, con las mejores intenciones, pedir su mano en matrimonio con anillo en mano. Naturalmente Sara aceptó, amaba a su gordito carismático sin importarle nada más, ni su físico o condición social, sólo su corazón entregado a ella. Obtuvieron la bendición de Ana y Rafael por medio del nombre de Jesús y toda la atención de las dos familias. Les organizaron una linda boda a la cual felizmente asistieron todos los empleados del supermercado, las voluntarias de la casa hogar, los niños sordomudos y hasta varios clientes del supermercado que fueron testigos de los primeros pasos en el enamoramiento de la feliz pareja silenciosa. Ana estaba totalmente feliz de ver a Sara con vestido de bodas. Se sentía realmente orgullosa de por fin ver a Sara convertida en una mujer hecha y derecha, un sentimiento compartido con Darío que al igual estaba gozoso por tener también una gran satisfacción por ver a Rafael todo elegante, impecable, listo para hacerse una sola persona junto con Sara. No quisieron casarse por el Estado civil, sólo ante los ojos de Dios. El pastor evangélico, cuando los dos estaban frente a él, no tuvo mucho que decir ni ellos tampoco mucho que escuchar, sólo dijo: –Lo que ha unido Dios por medio del amor no sea separado jamás por el hombre. Ahora que estas dos almas sean una sola y levantando 36


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sus manos al cielo bendijo la unión en el nombre de Jesucristo. Y así, algo tierno y cómico a la vez por los elegantes y altos tacones de Sara, tuvo ella que agacharse un poco para besar a su esposo. Los aplausos y felicitaciones fueron muchos, cualquiera que no los conociera pensaría inmediatamente que Rafael era un joven muy afortunado, por llevarse consigo a una mujer tan majestuosa y exótica, ignorando que los dos eran igual de afortunados por tenerse el uno al otro para cuidarse, amarse y respetarse, Sara, meses atrás, viendo revistas de bodas suspiraba soñando con llegar algún día a estar en la feliz posición de una novia enamorada. Su sueño se le había cumplido, pidió a Dios y Dios le dio, la fiesta continuó casi hasta el amanecer, al terminar Darío le entregó a Rafael un sobre con pasajes en avión para la Isla de Margarita, con reservación del prestigioso Hotel Laguna Mar con todo incluido durante una semana, abrieron los sobres de sus regalos de bodas y recolectaron una considerable suma de dinero, no tuvieron tiempo ni de dormir, recogieron sus cosas y Darío los llevó a Valera, la capital del estado, para que los dos se fascinaran con su primera experiencia a bordo de un avión. Todo el mundo tenía que ver con ellos, aeromozas, pilotos y demás buscaban tener gestos agradables con ellos, una pareja de recién casados sordomudos en plena luna de miel. Era algo que no se veía todos los días y ojos como los de Sara ni hablar, aún menos. Al llegar al aeropuerto de Margarita ambos detuvieron un taxi, enseñándoles la reservación él los llevó directo al hotel, cobrándoles el triple de lo que normalmente costaría ese trayecto ya que los taxistas se tomaban la libertad de pensar que si alguien se hospedaba en el Laguna Mar Hotel Casino, de seguro sería por ser de alto poder económico y era justo para ellos que pagaran el triple por buena ayuda para el sustento de sus hogares. La sola entrada del hotel era gigantesca. El taxista bajó su equipaje en la entrada del lujoso lobby, la feliz pareja silenciosa andaba mirando para todos lados como si estuvieran en un planeta desconocido, viendo en vez de pinos y neblina, palmeras y cocos por todas partes en compañía de un radiante e implacable sol. El botones algo odioso hizo un gesto de extrañado, ya que al ver la gran facilidad de Sara para atraer miradas masculinas, le parecía que Rafael era muy poca cosa para ella, trató de ser cortés con Sara mas ella 37


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sólo tomó de la mano a su esposo y se condujeron con la reservación para entregársela a la recepcionista, pero la sorpresa para los dos fue que los estaban esperando bastante preparados, ya que Darío había sido muy cuidadoso con la reservación pidiendo un trato especial. Buscaron rápidamente a un joven trabajador de hotel que dominaba bastante bien el lenguaje de las señas, el cual sería el encargado de explicarles todo, les dieron la bienvenida y le colocaron a cada uno de ellos un brazalete color amarillo identificando su plan de consumo en el hotel. Este color amarillo en el brazalete les permitía comer y beber las 24 horas de los 7 días que estarían allí, todo cuanto quisieran sin tope alguno, en todos los restaurantes y bares del hotel, los cuales eran muchos. Al subir a la habitación quedaron impresionados con la hermosa vista a la playa, jacuzzi en la terraza, todo muy diferente a lo que estaban acostumbrados, un televisor inmenso, en el baño cintas de seguridad que aseguraban que todas las instalaciones del baño estaban esterilizadas, todo extremadamente pulcro. La emoción de los recién casados no era normal, todo era ideal para una verdadera luna de miel. Ambos se relajaron un poco y con algo de hambre bajaron a comer un poco, pero ese poco se convirtió en dos inmensas langostas al ajillo. Sara luego entró a una de las tiendas del hotel ya que no tenía traje de baño, la vendedora al ver los grandes atributos de Sara pensó que por ser su luna de miel, algo atrevido le sentaría muy bien, sacando un muy pero muy pequeño traje de baño de dos piezas, blanco con manchitas negras, Sara se lo colocó con toda la pena del mundo pero al verse en el espejo era imposible negar lo bien que le quedaba, muy blanca, la hermosura de sus curvas no era nada fácil de resistir para cualquier hombre. Se armó de valor, se lo dejó puesto y después de pagarlo caminó por el lobby a buscar a su marido quien estaba comprando golosinas americanas en una pequeña tienda. Él al verla quedó aún más mudo de lo que ya era, de pies a cabeza no había defecto en ella, sus excitantes piernas, vientre plano, pechos exactos y firmes en complicidad con sus rizos rojos que llegaban hasta la cadera ¡divina! En ese momento frente a toda esa gente, Rafael era la envidia de todo el mundo, después de un segundo de admirar a su esposa, reaccionó, la besó y juntos fueron a conocer el hotel. 38


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Era tan grande que contaba con unos buses pequeños que pasaban cada diez minutos sólo para trasladar a los huéspedes del hotel a las divertidas y placenteras instalaciones. Recorrieron las 9 piscinas del hotel, incluyendo la de olas artificiales, pero ambos decidieron mejor quedarse en la estación de la playa privada del hotel, los empleados al ver el brazalete color amarillo de los recién casados, al acto le pusieron a su disposición sillas y toldo a la orilla de la playa, estaban totalmente relajados, tomando piñas coladas, que era una bebida dulce pero que al que se descuidaba lo emborrachaba sin que siquiera se diera cuenta, ya tomados los dos algunos tragos de este tipo se vieron un poco mareados. De repente venía caminando una mujer rubia aparentemente de origen europeo, con los senos al aire, sin brassier, Rafael apenas la miró y Sara voló a taparle los ojos con su mano mirando muy feo a esa liberal mujer; aunque para esa mujer andar así era algo normal para los recién casados era una abominación y falta de respeto. Al marcharse, Sara descubrió los ojos de su marido y tomando una jarra de piña colada en la barra se besaron un poco dentro de la playa para luego bastante borrachos montarse en el carrito que los regresaba a la torre donde estaba su habitación, mientras subían todos mareados en el ascensor se besaban apasionadamente, su instinto les decía que ya estaban casados y era necesario consumar el matrimonio, al entrar Sara, sin pensarlo dos veces, se paró enfrente de él y se despojó de las dos piezas de su traje de baño. Al fin le había llegado el momento a Rafael de conocer mujer ¡Y qué mujer! Sin hallar más que hacer siguió sus impulsos y comenzó a besar y disfrutar cada punto del cuerpo de esa ya su mujer. La primera vez fue algo doloroso por la virginidad de Sara, pero luego utilizaron toda esa semana de luna de miel para eliminar ese dolor y convertirlo en apasionado placer, ya para el tercer día a duras penas bajaban de su nido de amor, para comer y subir inmediatamente a seguir haciendo el amor, al terminar esa semana, ya los dos eran unos adictos el uno del otro, el sueño de una verdadera luna de miel ambos lo habían hecho realidad. Estaban perdidos en el tiempo, sólo supieron cuando les tocaba irse por el empleado que tenía comunicación con Darío, quien pidió el favor que les avisaran para así no perder su vuelo y este subió hasta su habitación y por señas les explicó, riéndose un poco porque veía a Rafael más 39


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flaco, entendiendo así que Sara la había dado mucho trabajo de ejercicio durante toda esa semana, en fin, recogieron sus cosas y dándole una despedida calurosa todos los empleados y huéspedes que estaban cera en ese momento se marcharon al aeropuerto. Montados en el avión supieron que jamás en sus vidas olvidarían esa semana de amor y placer, luego fueron bien recibidos en el aeropuerto de Valera por Darío y la señora Ana. Ahora la mirada de Rafael a los ojos de Darío ya no era de niño sino de hombre, lo notó un poco más flaco, tanto que de imprudente dijo: –Caramba si hubiese sabido que el remedio para bajar tus kilos demás era la clase de ejercicios que tuviste en Margarita, desde cuando te hubiese llevado a conocer el bar “Reina de la Noche”, riéndose mucho, mas la señora Ana que había hecho una buena amistad con él le dio de golpecitos en la boca, y menos mal que Sara no lo podía escuchar porque si no se hubiese enojado muchísimo. Darío contestó al gesto –Cálmate mujer, recuerda que ya no son unos niños, aunque no te guste pensarlo tienes que aceptar que Sara es la mujer de Rafael. –Bueno, ya viejo sinvergüenza, llevémoslos a su casa. Por el camino a Boconó Sara sacó dos fotografías donde salían Rafael y ella muy acaramelados en el lobby del hotel y le regaló una a cada uno, agradeciéndoles por prepararles esa semana tan inolvidable, por señas claro está, cuando entraron a la casa de Rafael fue una sorpresa para ellos que todas las cosas de Sara ya estuviesen bien acomodadas. Era un lugar pequeño, acogedor; pero por allí vivir un hombre solo varios años, no muy bien arreglado, ya que casi siempre son las mujeres virtuosas con sus muchos talentos que logran que hasta una cueva oscura y fría se vea como un espléndido palacio, todo lo que necesitaba un matrimonio en sus primeros pasos estaba dentro de ese pequeño lugar, lo que a los dos más les llamó la atención fue una gran cama King–size, fabricada con una gruesa y rústica madera, adornada con detalles de hierro forjado envejecido, esta última cosa mencionada fue un regalo de Darío ya que la antigua cama de Rafael no era la más indicada para su nueva forma de vivir, y así entre gestos amables y buenos tratos a los dos ángeles guardianes del nuevo matrimonio silencioso, se les hizo tarde y como sin querer hacerlo entendieron que estaban de visita en un hogar ajeno y era hora de dejar solos a los recién casados. Al despedirse, tanto Sara como Rafael, los acompañaron hasta la 40


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puerta para luego, aunque suene cruel Sara con los gestos faciales demostrar cuántas ganas tenía de que se fuera la visita para quedarse a solas con su esposo, para estrenar el útil y maravilloso regalo de Darío, la gran cama ideal para la intimidad, con mucha picardía tomó de la mano a su esposo y lo condujo para que él ni corto ni perezoso, se ahogara junto con ella a causa de los grandes placeres que su esposa le brindaba. La luna de miel para ellos no había terminado, continuaba todas las noches y hasta las mañanas antes de irse Rafael al trabajo, ya que no podían expresarse verbalmente tenían otras formas de hacerlo, se sorprenderían de saber cuántas discusiones y peleas se ahorraría un matrimonio si hicieran el intento de no hablar tanto, Sara estaba totalmente ensañada contra los kilitos de más de Rafael y de qué manera estaba acabando con ellos. Eran un matrimonio muy feliz y organizado desde la primera semana cotidiana de convivencia mutua Sara se convirtió en una mujer entregada y abnegada a su marido, ese humilde lugar fue rediseñado y cambiado a fuerza de detalles, limpieza y arte, de tal modo de parecer un verdadero hogar que no tenía que envidiarle absolutamente nada a ningún otro. Los gastos que tenían eran mínimos, nada les faltaba, al contrario, les sobraba, ya que Sara también ganaba buen dinero, cada vez que sacaba un lote de cuadros los vendía en el mercado principal en un abrir y cerrar de ojos, el trato que todo el mundo le daba a Rafael también cambió, fue como si de la noche a la mañana hubiese madurado completamente, ya no lo veían como el gordito gracioso y mudo del supermercado, sino como a un hombre responsable que trabajaba muy duro para llevar el sustento a su hogar, ya ni tenía papada y mejillas infladas, Sara los había desaparecido con sus terapias amorosas. Tanto Ana como Darío estaban totalmente orgullosos, sentían una satisfacción enorme por haber culminado la agitadora tarea de criar a sus protegidos y ya por fin poder darles rienda suelta. Cuando tenían tres meses de casados asistieron a la fiesta de aniversario del supermercado y mientras Sara entregaba a Darío un obsequio demostró padecer de náuseas, al acto fue rápidamente a vomitar en una papelera del baño. Ana presenciando todo después de socorrerla, miró a Darío de una forma muy extraña y le dijo: 41


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– ¿Y ahora qué? –No entiendo Ana. –No te hagas el tonto, sabes de qué te estoy hablando. –Jajajajajaja, mujer al fin, no te precipites llevémosla primero al médico y que sea lo que Dios quiera, además si está embarazada ¿Cuál es el problema? Es lo más normal del mundo. –Bueno que si está embarazada tenemos que tratar que con ayuda médica logren que el niño nazca sano. –No te preocupes, así me toque vender todo lo que tengo para pagar gastos médicos Sara contará con todo el apoyo médico que necesite. –Gracias, no tienes idea de cuánto me tranquiliza escuchar eso. Luego de esa conversación, Darío ya daba por hecho que Rafael iba a ser papá. Al otro día en la mañana mientras Rafael trabajaba, entre Ana y Darío a escondidas se llevaron a Sara al médico, le sacaron la sangre y 27 minutos después bien cronometrados por Darío, regresó el doctor con un sobre cerrado, Ana se lo arrancó con mucho desespero de las manos al doctor y al leerlo quedándose neutra en actitud, optó ahora Darío por arrebatárselo a Ana y tan solo cargó a Sara entre sus brazos de la felicidad. Sara no entendía cuál era su felicidad hasta que Darío por señas tocando su vientre le explicó que iba a ser mamá, cuando al final lo entendió fue ella la que se colgó de nuevo con un fuerte abrazo en el cuello de Darío, tanto así que el pobre viejo lo que agarró fue un dolor de espalda. Ana seguía neutra a pesar de ser una buena persona, por dentro estaba llena de inseguridades y miedos, le asustaba mucho que el bebé por la condición especial de sus padres naciera con dificultades, entendiendo esto Darío y recordando la palabra que le había dado a Ana la noche anterior, pidió a Sara que los esperara un momento mientras ellos hablaban con el doctor en su oficina, al tenerlos a ambos al frente éste les preguntó – ¿Qué otra cosa se les ofrece? Y Ana comenzó: –Bueno Doctor, no sólo Sara es sordomuda, sino también su esposo –Ok, entiendo ¿y...? 42


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–¿Cómo que y? Bueno que queremos saber ¿Cuál es el tratamiento para que el niño nazca sano? –Señora, Sara lo único que tiene es que cuidar su embarazo como cualquier otra mujer, existen familias completas de sordomudos, como también hay casos de parejas de sordomudos que sus hijos parecen unas cotorras parlanchinas, eso es irrelevante, la ciencia médica no puede hacer nada al respecto. –O sea que, no pueden hacer nada? El futuro de mi nieto va a ser sólo cosa de suerte. –No señora, no confunda las cosas, en estos casos no existe la suerte, su nieto nacerá como Dios quiera que nazca. En ese momento Darío por ver a Ana un poco alterada la calmó y le dijo que se tranquilizara pues el doctor tenía toda la razón, Ana pidió disculpas al doctor y salió del consultorio junto con Darío, a Sara casi que ni le cabía la sonrisa en su rostro, mientras acariciaba su vientre, tenía un apuro tremendo por darle la buena nueva a Rafael, en la noche cuando éste llegó del trabajo Sara lo recibió en la puerta con el remolino impetuoso de sus ojos fijamente dirigidos hacia él, con una pequeña sonrisita rojiza llena de satisfacción. Él se dio cuenta que su mujer tenía algo bueno que hacerle saber, y al preguntar por señas ella le pidió que adivinara, mas él pensó que era una comida especial o un nuevo lote de cuadros vendidos a buen precio, pera así por no adivinar se rindió con la adivinanza y Sara le pidió que esperara un momento, toda feliz fue al baño y salió del mismo con un balón de voleibol debajo de la bata que llevaba puesta justo en su vientre y salió dándole la sorpresa a Rafael, quien al ver el abultado vientre de su mujer adivinó que era eso lo que la tenía tan feliz, una felicidad que ahora no sólo era de Sara sino de los dos, una felicidad que ambos fabricaron y que estaban destinados a disfrutar juntos. Lo que la primera vez que se vieron en ese supermercado fue un sueño, gracias a Dios ahora se había convertido en una ilusión vuelta realidad.

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Capítulo VI

Nueva vida, vidas nuevas El nuevo inquilino del vientre de Sara ya tenía ocho meses y medio creciendo dentro de ella, se veía muy tierna con esa tremenda panza, pleno orgullo de Rafael, a punto de llegar al tope para su esperada salida, todo lo referente al bebé se lo habían dejado a Dios. No sabían si seria varón o hembra, o si vendría con problemas de audición o lo que sea. Apartaron esas preocupaciones a un lado y dejaron que Dios, como siempre, hiciera lo que mejor le pareciera. Mucha ternura fue derrochada en el hogar silencioso, más de lo normal. En los días de embarazo cuando faltaban como 15 días para que Sara diera a luz, Darío se fue a vivir con ellos, dormía en el sofá de modo que si a Sara le daban los dolores a altas horas de la noche, él podría actuar con rapidez y llevarla inmediatamente al hospital. Darío disfrutaba mucho, al igual que Rafael, ver como el vientre de Sara estaba a punto de explotar, de lo grande que se veía, escuchando las enormes ganas y reclamos que hacía ese nuevo ser para ver la luz por vez primera. Ambos tenían a Sara muy fastidiada ya que tanto era lo que la cuidaban que no la dejaban ni pararse de la cama. Rafael se había convertido en un cocinero estupendo, bastante obsesivo en cuanto a los detalles con su mujer; por una parte a Sara le causaba mucho fastidio que no la dejaran hacer nada; pero por otra, la llenaba mucho todo el afecto y cuidado protector que le hacían sentir, así, entre gestos y buenos tratos, llegó el día, o mejor dicho, la noche en que Sara durmiendo profundamente le dio paso a la luz del azul y verde de sus ojos, abriéndolos bruscamente por el pronunciado dolor que sentía en el interior de su vientre. Sabía dentro de sí que el gran momento esperado había llegado. Tocó a Rafael suavemente para que se levantara pero este no reaccionó, lo volvió a intentar como dos o tres veces más sin embargo él 44


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seguía como muerto, lo que obligó a Sara en su desespero a recurrir a un método mucho más drástico: un fuerte golpe en la cabeza de Rafael. El pobre ahí si reaccionó al acto. No sabía qué era lo que pasaba de lo dormido que estaba, pensaba que era una invasión extraterrestre o algo así muy loco, sólo logró entender qué era lo que pasaba cuando vio a Sara con cara de disgusto tocándose el vientre, el momento había llegado, como loco muy nervioso, Rafael empezó a acariciarse la cabeza sin hallar que hacer. Sin terminar de vestirse, corrió al sofá para también a punta de un golpe en la espalda alertar a Darío que ya Sara tenía los dolores. Darío por ser experimentado en cuanto a hijos, conservó la calma y montaron a Sara en el camión, ayudándola entre los dos. El frío de la madrugada era muy fuerte, así que al estar montados los tres subieron los vidrios y encendió la calefacción al máximo. Sara sólo inhalaba y exhalaba como el doctor le había explicado. Rafael se mordía las uñas y Darío llamaba a la señora Ana mientras manejaba. Al llegar al hospital afortunadamente el médico que había atendido los meses de embarazo de Sara estaba de guardia, un doctor algo joven pero con una experiencia de más de 100 partos asistidos, fueron atendidos velozmente. Ella fue a parar a una camilla, el doctor la vio debajo de su bata y se dio cuenta que la fuente ya estaba rota, el bebé no estaba dispuesto a esperar más, ya iba a nacer. Entraron a la sala de partos y Sara muy nerviosa por ser primeriza comenzó a gemir mucho, a Rafael le pusieron una bata de higiene médica, mascarilla y gorro, para que le diera apoyo a su mujer, después de todo Sara estaba en esa situación en gran parte por culpa de él, los dos eran igual de responsables que ese bebé estuviera allí a punto de nacer, por lo tanto, lo más lógico era que los dos le dieran la bienvenida al nuevo mundo que estaba por conocer. Al llegar el momento exacto Sara pujó y pujó con todas sus fuerzas apretando fuertemente la mano de apoyo de su marido por unos minutos hasta que por fin la nueva criatura vio la luz de este mundo. El doctor lo recibió y después de limpiarlo y cortar el cordón umbilical, lo puso en brazos de su madre. Fue un parto normal, era un bebé varón muy fuerte, Sara se olvidó de los dolores y patadas que el bebé le había dado meses antes y por fin se sintió calmada pues ahora si estaba segura que su bebé vino al 45


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mundo muy sano, el cabello se le veía muy rojo, en cuanto al color de los ojos no se sabía nada, pues sus ojos aún estaban cerrados, piel muy blanca al igual que su madre. Rafael trataba de ver qué había sacado el bebé de él y notó que su nariz era una copia fotostática de la suya. De resto todo lo demás era sacado de su madre. Luego de la satisfactoria escena, la enfermera tomó al bebé con el permiso previo de Sara y metió al niño por primera vez en su vida a la cárcel, o lo que es lo mismo al retén de bebés, Rafael se quedó con su mujer y tanto Darío como la señora Ana algo impacientes abordaron al doctor con muchas preguntas, mas el doctor exclamó – ¡Cálmense! El niño está aparentemente sano, fue un parto normal. – ¡Ok! ¡Ok! ¡Gracias a Dios!– Pero Ana algo imprudente preguntó. –Al grano doctor ¿el niño es sordo o no? –Señora Ana eso es algo que desconozco, por ser hijo de padres sordomudos es bastante posible que el niño sea sordo, pero eso lo sabremos más adelante con algunos estudios, ya él está en el retén de bebés. Pueden ir a verlo, Sara está muy bien, se comportó a la altura. Seguidamente ambos fueron a asomarse al vidrio de seguridad. Habían varios bebés pero fue fácil reconocer el que ellos buscaban, pues tenía el cabello muy rojo al igual que su madre, era hermoso, pero a ambos los agobiaba la pregunta de que si sería sordo o no. Darío le dijo que pronto lo sabrían que no se preocupara, mas Ana no estaba dispuesta a esperar mucho, así que miró vigilante para todos lados con algo de malicia a ver si no había alguna enfermera cerca, justo enfrente del bebé detrás del vidrio de seguridad, Darío notó que estaba planeando algo pero no lo supo hasta que la señora Ana levantó la palma de su mano y golpeó muy fuerte el vidrio de seguridad, siete veces, haciendo un gran escándalo en un lugar de estricto silencio como norma del hospital. El primer bebé en reaccionar fue el pelirrojo, temblando del miedo y llorando muy fuerte ¡Ua Ua Ua Ua!, luego los otros también prendieron el escándalo, Darío al ver venir al vigilante y otros padres de los bebés allí recluidos se puso rojo de la vergüenza, mas Ana en cambio muy feliz y sonriente, pues ahora estaba segura que el bebé, tenía un oído muy agudo y cuerdas vocales muy activas para llorar ferozmente y eso la llenaba de gozo. 46


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El vigilante los sacó casi por las malas del hospital a los dos pero qué más daba, valió la pena pasar esa vergüenza y aguantar semejante regaño, después de viejos, su adorado nieto estaba totalmente sano con sus cinco sentidos estables para tener una vida totalmente normal. Al otro día, Sara fue dada de alta con su bebé, llegaron a su hogar y utilizando una silla mecedora pasaba horas y horas admirando a su bebé y amamantándolo, el nombre sugerido por Darío y Ana para la partida de nacimiento del niño fue Moisés. Poco a poco fue abriendo los ojos pero era complicado saber cuál era el tono de sus ojos, sólo se veían bastante claros. Muchos regalos adornaban su cuarto, la gente allegada a la familia estaban muy contentos por la llegada de esa nueva criatura, Sara por instinto fue una buena y cuidadosa madre, en cuanto a Rafael muy responsable y trabajador para que en su hogar no faltara absolutamente nada. Aproximadamente a los dos meses de nacido se pudo definir con exactitud el color de ojos del bebé, el cual fue exactamente igual a los de su madre, su ojo izquierdo verde claro y el derecho azul intenso, cabello muy pelirrojo; los genes de Sara habían dominado sobre los de Rafael, el niño parecía una réplica de su madre versión varón con la nariz y la boca de su padre. Ahora ese feliz matrimonio se había convertido en una linda familia. Sus primeros dos años y medio pasaron. Era un bebé muy bello y robusto con llantitas por todos lados muy apegado a su madre, mucho más que con su papá, algo naturalmente lógico. Sus ojos se habían vuelto muy grandes y brillantes, cuando sus abuelos simbólicos lo iban a visitar intentaban que pronunciara alguna palabra, mas él sólo sonreía y les hacía señas como pidiéndoles la bendición en forma de aplausos, Ana insistía aún más en que Moisés pronunciara alguna palabra, pero él sólo abría sus ojos muy grandes como asombrado y la miraba fijamente a los ojos, a pesar de su inocencia y corta edad su mirada era muy fuerte, tanto que Ana no aguantaba verlo mucho tiempo a los ojos pues no le quedaba de otra que bajar la mirada. A pesar de ser solo un bebé, la intimidaba, veía en el algo extraño, lo cargaba y acariciaba mucho pero el bebé siempre buscaba mirarla a los ojos cosa que Ana siempre evitaba; con todo el que se le acercaba era lo mismo, buscaba la forma o mejor posición para tener un encuentro visual de ojos a ojos. 47


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Las personas solo lo catalogaban como un bebé muy hermoso pero algo raro. La primera en entender su pasión por las miradas fue su madre, la cual descubrió que la mejor forma de complacer a su bebé y a que se estuviera quieto era dejar que hiciera lo que en verdad le gustaba: mirarla fijamente a los ojos. Se acostaban los dos en la cama grande mirándose el uno al otro directamente a los ojos durante horas, pero en cuanto a Sara le daba sueño y cerraba sus ojos el bebé la despertaba como diciéndole ¡Epa! mamá, abre los ojos!, esa era su fascinación, luego después sí se dormía caída la noche. En esos meses, la cuestión de verse directamente a los ojos con su madre se volvió una rutina para poderse dormir. Incluso cuando su mamá tenía que preparar la cena. Rafael ocupaba su lugar, se acostaba con su bebé haciéndole cariños y mirándolo directamente a los ojos, el bebé prefería hacer eso antes que comerse una compota o pegarse al pecho de su madre, una conducta algo extraña para la mayoría de personas en el mundo, pero para sus padres era la mejor forma de consentir a su hijo, era como si él intentara comunicarse con sus padres por medio de las miradas. No decía papá ni mamá, pero pedía la bendición por señas, cada vez que lo visitaban sus abuelos y lo llamaban por su nombre: –Moisés, Moisés -él atendía al acto, entendía cuando lo llamaban pero cuando quería comunicarle algo a sus abuelos lo hacía por señas. Allí Ana por verlo descalzo le pidió como brava con voz de regaño que se pusiera sus coticitas, ya tenía cuatro años, y él no entendió en absoluto, pero al Ana usar el lenguaje de señas mirándolo a los ojos obedeció inmediatamente, buscó sus coticitas y se las puso, Ana se lamentó pues había quedado en evidencia que su nieto por pasar la mayor parte del tiempo con sus padres sordomudos, presentaba un considerable retraso en sus capacidades para la comunicación. Ana lo comentó con Darío más él le dijo que se calmara que cuando el niño empezara el preescolar, y se relacionara con otros niños, emparejaría su desbalance comunicacional y dijo Ana: –Tú siempre tan tranquilo. El problema de Moisés le estaba quitando el sueño a Ana, así que comenzó a visitar al niño todos los días, hablándole y usando algunas técnicas y libros de dibujos infantiles para que lograra aprender a co48


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municarse de forma verbal, pero Moisés no le hacía mucho caso, sólo buscaba verla directamente a los ojos, sin que Ana se lo permitiera, le bajaba la mirada o le enseñaba los dibujos, repitiendo: –Pa pá, ma má, a bue la, ca sa, a bue lo. Pero ningún avance conseguía, teniendo cuatro semanas en esa rutina diaria de visitarlo y tratar de que hablara estando al lado de él, se rindió lamentándose. –Dios mío si escucha bien, llora y grita ¿Por qué no habla? –Moisés, por favor, di algo, lo que tú quieras. Pero él sólo sonreía, y allí Ana pensando bastante frustrada, le permitió que el niño la mirara a los ojos, cosa algo incómoda para ella y mientras esta lo miraba, en forma mental pedía: habla, habla, y Moisés hipnotizado con su mirada sólo dijo: –Abela. Ana no lo podía creer, la primera palabra de Moisés “Abela”. Lo cargó entre sus brazos y lo besó mucho, luego le volvió a pedir que dijera abuela y él no dijo nada, lo siguió intentando, a Sara no le gustaba mucho que presionaran a Moisés y pidió a Ana que lo dejara quieto por señas, mas Ana obsesionada le dijo por señas que ya se iba que sólo le diera un momento, y allí se arrodilló, diciéndole: –Mírame a los ojos, Moisesito, algo nada difícil para él, esa era su pasión, abrió sus ojos más de lo normal, tanto el azul como el verde, con sus cabellos rojos que le llegaban hasta las mejillas y comenzó a detallar la mirada de su abuela, ella mirándolo también a los ojos lentamente dijo: –A-bue-la, dime A-bue-la y él lo volvió a decir: –Abela, Sonriendo Ana se encontraba totalmente fascinada, lo siguió mirando a los ojos y le dijo ahora di: –Mamá. – Respondió él sin dudar: – Ama. Ana ahora si había visto el fruto de su esfuerzo y entendido que no dejar que el niño la viera a los ojos era un error para su aprendizaje, así por fin dejó al niño con su madre y fue a contarle la buena nueva a Darío, Sara sólo tomó al niño, lo alimentó y le aplicó la terapia para que se durmiera, acostarse con él en la cama y permitirle que la viera a los ojos hasta que se cansara y cayera rendido del sueño. Ana por fin tuvo la seguridad de que su nieto, sin importar que se 49


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tardara un poco más de lo normal, aprendería a comunicarse verbalmente y no sólo por señas, como ya estaba aprendiendo avanzadamente, gracias a la convivencia con sus silenciosos padres, para Moisés mientras fue creciendo, pronunciar palabras no era algo que le apasionaba, se aplicaba más en aprender el lenguaje de señas y mucho más a detallar las miradas de cuanta persona veía, era algo difícil deleitarse a todo gusto con una nueva mirada, ya que las personas que lo veían por vez primera se lo comían a besos por lo lindo que era. Tenía su rojizo cabello cada vez más largo, tapándole la carita, muy liso y ordenado, incluso algunas personas se confundían y pensaban que era niña, pero cuando estos nuevos personajes observaban la rareza del azul y verde de sus ojos se impresionaban mucho; al acto él abría sus ojos mucho más y les dejaba la mirada fija a las retinas contrarias, para que segundos después el que encantado lo tuviera en sus brazos, optara por devolvérselo a su madre o a quien lo tuviera al cuido, para marcharse sacándole el cuerpo al niño huyendo casi asustado de un indefenso e inocente niño de cuatro años y medio. Él en verdad sentía una gran atracción por percibir las miradas, pero por ese aspecto desde muy corta edad comenzó a sentir el crudo sabor del rechazo. Quizás en gran parte por eso era tan pegado con su madre, ya que ella jamás lo rechazaba, no se incomodaba porque él la mirara tanto a los ojos, más bien, aunque al principio le parecía algo extraño, logró acostumbrarse y hasta disfrutar esa condición tan especial de su amado hijo. Después de todo, madre es madre, y sólo hay una, era como si el niño por la mirada de su madre entrara en sus sentimientos, emociones y hasta intenciones. Así percibiendo y recibiendo todo el amor y la ternura que su hermosa madre sentía por él transmitiéndoselo todo para él solito. Era un extraño don que apenas se estaba manifestando en él, pero el cual le faltaba por descubrir, entender y desarrollar para hacer de su vida y muchas otras, algo diferente, algo nuevo, algo inesperado.

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Capítulo VII

Adversidades muy injustas, tanto como crueles, pero arriba hay un Dios vivo que para abajo mira Seis años después del nacimiento de Moisés, seis años en los cuales sólo estuvo recibiendo amor y dulzura de parte de sus padres y abuelos, aprendiendo a pronunciar frases y palabras para complacer a su abuela por más de que él prefiriera el lenguaje de señas para comunicarse, su cabello estaba mucho más largo, sus ojos eran muy grandes, parecía como un búho muy flaco pero demasiado, como un mondadientes, el azul y verde de sus ojos más notable que en sus tres primeros años. En cuanto a estatura nada alto, más bien pequeño, su costumbre de detallar miradas se había empezado a agudizar con la práctica, en vista de que se dio cuenta de la incomodidad que le causaba a la mayoría de personas, a los que se les quedaba viendo a los ojos fijamente, no fue que renunció a su simpatía por detallar miradas ajenas, pero si tan solo por un momento veía a los ojos a una persona, sabía si sus energías eran positivas o negativas, obvio el niño no entendía en ese momento mucho de ese tema con detalle, pero lo sentía, era algo plenamente sensorial y telepático. Esos días, descubriendo su extraño don, intentó escrutar su propia mirada utilizando un espejo, quería saber que le hacía percibir, intentándolo muchas veces mirándose a sí mismo a los ojos por medio del reflejo durante largas horas, pero sin obtener ningún tipo de resultado, como si no estuviese viendo nada, anhelaba grandemente saber qué sentiría con su propia mirada, si era bueno o malo, con tan sólo mirar un momento a los ojos a cualquier persona, percibía si tenía buenas intenciones hacia él o no, pero así se mirara semanas enteras a sí mismo, no percibía absolutamente nada en sus ojos y eso era algo que no lo tenía muy contento o satisfecho, el don que se estaba manifestando en Moisés se había vuelto indispensable para él. No era un niño común y corriente, de esos a los que simplemente le 51


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decían “te quiero” y lo creía. Que a Moisés le dijeran “te amo” o “te odio” era irrelevante, la palabra expresada en cuanto a sentimientos no tenía validez, lo que en verdad tenía valor para él era lo que le decían las miradas, las cuales no tenían la suficiente astucia para engañarlo. Así, algo retardado como por ocho meses, llegó el tiempo de hacer las diligencias para ubicar un buen preescolar para que Moisés iniciara su educación académica. Voluntariamente Ana se ofreció para colaborar en la gestión; visitó varias escuelas con preescolar y luego de verlas casi todas se decidió por la más conocida y respetada de las escuelas del pueblo de Boconó. Entró a la dirección y solicitó los requisitos de inscripción, presentándose como abuela del niño. Naturalmente la Directora preguntó por los padres del niño, pero Ana prefirió no mencionar el pequeño detalle de que tanto el padre como la madre de Moisés eran sordomudos y dijo que su hija y el esposo trabajaban mucho, por eso ella se estaba encargando de inscribir a su nieto, mas la Directora, una mujer de cabello corto teñido de rojo, algo baja de estatura y la típica expresión facial de una Directora de escuela muy estricta, respondió odiosamente: – ¿Tan ocupados están que ni siquiera pueden preocuparse en conocer acerca de algo tan importante como la educación de su hijo? Y Ana, sintiéndose algo nerviosa sólo comenzó a tartamudear. –Este, este, este, e, e, e, este –Bueno señora, obviemos eso por ahora ¿Qué edad tiene el niño? –Seis. – ¡Caramba, pero que descuido! Imagínese aquí empiezan niños hasta de cuatro años, pero bueno, veré qué puedo hacer por usted. Traiga esta tarde al niño para que lo evalúen los especialistas y si aprueba lo básico, se lo recibo. –Eso de que a Moisés le hicieran una prueba de admisión no llenaba a Ana de seguridad, más bien lo contrario, pero viendo las instalaciones del prestigioso y estricto colegio, observando todo muy bien ordenado, Ana se llenó de valor imaginando a su nieto correteando por los pasillos del colegio, suspiró, se despidió y fue a preparar a Moisés para llevarlo a la evaluación de admisión, lo bañó tanto con agua y jabón, como de talco, muy bien presentado, Sara, ignorando por qué tanto detalle, preguntó a Ana por señas que para dónde iban, y ella respondió que a conocer la escuela donde estudiaría Moisés, Sara al entender eso brilló 52


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de entusiasmo y como cosa nada rara en lo absoluto comenzó a darle besitos en las mejillas y cuello de Moisés, disfrutándolo mucho él, en verdad al niño le encantaba recibir los besos de Sara y estoy seguro que cualquier hombre también pelearía por esos besos, ya que a pesar de que Sara estaba pisando los treinta años, se conservaba muy hermosa, aparentaba ser todavía una jovencita de veinte añitos, la cual sólo conocía un hombre, el afortunado y envidiado por muchos, Rafael. Luego de Sara expresarle toda la emoción a su hijo por señas expresándole que conocería la escuela y colgándose un morral escolar, pidió a Ana que la esperara para acompañarlos, pero Ana le respondió, mirando su reloj que era muy tarde, que no le daba tiempo de esperarla, cargó al niño y se marchó, quedando Sara con las cejas fruncidas y un poco triste. Al llegar a la escuela el dúo abuela y nieto, caminaron derechito a la Dirección, la autoritaria directora los recibió y al ver a Moisés, extrañada tocó sus largos y rojizos cabellos, al ver Ana esta acción por parte de la directora sonrió e hizo el comentario de que su nieto era pelirrojo natural, al escuchar esto, la directora algo sensible, miró muy atestadamente a la señora Ana, ya que lo tomó como un comentario de mal gusto por tener ella el cabello teñido de rojo, Ana, inconscientemente, comenzó con el pie izquierdo y le cayó muy pesada a la directora pelirroja artificial, luego de eso, Moisés alzó su mirada y la vio a los ojos sintiendo una muy mala vibra, la directora sin más preámbulo llevó al niño con sus supuestos especialistas bastante intrigada, por la rareza de los ojos de Moisés, pero haciéndose la que ni siquiera lo notó. Luego Moisesito quedó solo con su don, encerrado en una oficina, con dos psicopedagogos, quienes al mirar sus ojos no le agradaron ni un poquito, hizo silencio durante toda la entrevista sin volver a levantar la mirada, haciendo caso omiso a todos los intentos de los especialistas por acercarse a él. Después de dos horas Moisés fue dado de libertad de esa espantosa oficina, la directora charló con sus empleados de confianza para luego atender a solas a la impaciente señora Ana, dándole una respuesta negativa sobre la solicitud de inscripción de Moisés a la escuela, Ana anonadada preguntó él por qué y esta mujer, cruelmente, le dijo que el niño presentaba un muy posible retraso mental y tendencia al feminismo, o sea, que el niño era amanerado y que por esas dos razones no les convenía recibirlo, ya que de seguro no se adaptaría y sería una mala influencia para los demás niños. 53


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Ana quedó impactada, muda. Al ver la directora su reacción sólo le dijo con una frívola y egoísta sonrisa, que no se preocupara, que si hacía el esfuerzo de trasladarlo a la capital del estado podría encontrar una escuela especial que recibiera a niños con esa clase de problemas, Ana no soportó más basura y sin despedirse buscó a un nieto y se marchó muy indignada. Cuando estuvo montada en el vehículo, Moisés la vio a los ojos y le preguntó: –Abuelita ¿Qué te hizo esa señora? Ana no pudo evitar dejar caer un par de lágrimas y le dijo: –Nada, me dijo que eras un niño muy especial y era mejor ubicarte en otra escuela superior a esa. Moisés no dijo más nada, pero aunque Ana trató de engañarlo, no pudo, su mirada prácticamente le gritaba que algo no andaba bien. Después de quince minutos de camino, Ana volvió a reanimarse y dejó a un lado el pesimismo, y al ver una escuelita se detuvo, bajó a Moisés e hizo la solicitud, pero se repitió la historia, lo rechazaron y volvió a salir con las tablas en la cabeza, ya caído el atardecer no encontraron otra puerta que tocar. Devolvió al niño con su madre y le dijo que estuviera bien vestidito en la mañanita que lo buscaría para ver si encontraban una buena escuela, ya que las que habían visitado no eran suficientes. Él respondió dándole un beso a su abuela y diciéndole que mañana estaría listo muy temprano. Al amanecer Moisés despertó en medio de sus padres, primero levantó a Rafael para que fuera al trabajo y luego a su hermosa madre pidiéndole que lo ayudara por señas a arreglarse, que iba a salir con su abuelita. Sara, recién levantada le expresó un saludo militar de obediencia a modo de burla y se incorporó para ayudarlo. Luego de tenerlo listo y prepararle un rico desayuno llegó Ana a las ocho en punto de la mañana tocando corneta en el frente, obviamente, Sara no escuchó pero sí Moisés quien identificaba desde lejos el sonido del vehículo rústico en que se desplazaba su abuela, Se despidió de su madre y abriendo la puerta se marchó con su abuelita para así tratar de encontrar una escuela digna. Comenzaron visitando la gran competencia de la primera escuela que ya había rechazado a Moisés. El proceso fue el mismo que la anterior escuela, las personas encargadas en dirigir el lugar estaban llenos de ínfulas y arrogancia, se creían la última gaseosa del desierto, cosa que Moisés notaba al acto con tan sólo escudriñar sus miradas por un 54


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momento y al saberlo los rechazaba, no le agradaban ni un poquito, por lo tanto él tampoco hallaba gracia en esos personajes que lo evaluaban para su ingreso a la escuela siendo la respuesta a la evaluación la misma que la anterior, que Moisés no podría dar la talla y sería un estorbo para los demás niños. Ana igual no se rindió, tomó a su nieto y visitó otro par de escuelas; pero que va, nada de nada, en una le dijeron que ya no tenían cupo para tratar de no ser tan crueles y en la otra simplemente que se reservaban el derecho de admisión, Ana estaba destrozada, ya rendida, así entonces muy triste y abrumada, se decide por resignarse, volvió a salir con las tablas en la cabeza, marchándose con su nieto en brazos como si fuera un peluche viejo que nadie quiere, solamente ella. Camino de regreso a casa, algo poco común ocurrió, la vía principal estaba totalmente bloqueada con una gran tarima y mucha gente organizando una campaña evangélica que tenía como fin rendirle culto a Jesús de Nazaret, aquel hombre quien fue conocido como salvador y el cual resucitó al tercer día de su muerte hace más de 2000 años. Ana, al ver la multitud, buscó una vía alterna, quedando extrañada con que la Alcaldía les hubiese dado permiso a ese grupo de evangélicos para bloquear esa vía tan importante, y en su mente dijo –Seguro fue que Jesús les dio una manito, pero a ellos porque a mí y a Moisés nos tiene abandonados. Siguió conduciendo con Moisés como copiloto y viendo demasiada cola de vehículos en la vía, como alternativa buscó un atajo, metiéndose por un sector algo despoblado pero como que la suerte no estaba con ella pues se metió por ese lugar para evitar el tránsito pesado y más bien se consiguió con una mega cola esta vez a causa de algo a mi criterio aún peor que la guerra de las galaxias, un pequeño choque entre un taxista y un chofer de autobús en el cual los dos tenían parte de la culpa. Sólo era un pequeño rayoncito en la pintura, pero tanto el taxista como el chofer de la buseta estaban muy dispuestos a amanecer allí atravesados en medio de la calle discutiendo sin ninguno rendirse a ver quién le pagaba a quién. Ana, algo cansada y atrapada en ese enredo de carros, al mirar de lejos como a quinientos metros vio el letrero de una escuela que decía inscripciones abiertas para preescolar y primaria, Ana por un momento lo pensó pero prefirió decirse a sí misma que no estaba dispuesta a recibir otro rechazo e hizo caso omiso al letrero; minutos después seguía en el mismo lugar sin avanzar nada en absoluto, gracias a las grandes 55


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capacidades de negociación del taxista y el chofer de buseta. Pero de repente, el rústico de Ana comenzó a vibrar, marcando la aguja de temperatura casi que al máximo, Ana no sabía mucho de carros, pero le enseñaron que si la aguja de temperatura subía mucho, tenía que parar el vehículo inmediatamente pues de lo contrario, podría fundir el motor. Se orilló a la derecha, refunfuñando, más aún cuando vio que su celular no tenía cobertura. Le dijo a Moisés que estuviera pendiente del vehículo mientras ella buscaba ayuda. Caminó un poco para ver si alguien le facilitaba una llamada pero la persona a la que le preguntó le dijo que en la escuela la podrían ayudar y aunque veinte minutos antes se negó a entrar a esa escuela, ahora casi que obligada tuvo que entrar en ella. Era pequeña pero muy colorida, entró en la oficina de la Dirección, solo había allí una muchacha muy joven, o por lo menos así se veía, pero muy sonriente, de piel blanca, largos cabellos negros, ojos marrones, nariz perfilada y bastante pecosa, Ana le explicó que se había quedado accidentada y ella sin esperar que Ana se lo pidiera le ofreció su ayuda, Ana pidió la llamada y la joven inmediatamente le prestó el teléfono fijo, llamo a Darío y este le dijo que por las colas tardaría como una hora en llegar a auxiliarla, sin más que hacer Ana dio las gracias y como por preguntar le dijo a la joven que si todavía había cupo para el preescolar y la joven muy carismática le respondió –Por supuesto, de hecho, yo soy la maestra del preescolar. –Tan joven. –Si señora, pero no crea, tengo 25 años y me acabo de graduar, lo que pasa es que no aparento mi edad. –Pues hija, ya veo, pareces de dieciocho. –Jajajaja y dígame señora ¿Para quién es el cupo? –Para mi nieto, pero aunque me duela aceptarlo él es un niño especial, tiene ciertas dificultades, de hecho intenté que lo recibieran en otras escuelas pero no lo aceptan porque según los especialistas presenta un retraso. La joven viendo a Ana muy apagada con todo ese tema, le preguntó: –Pero ¿Es que está muy mal? –No, pues será que yo como lo quiero tanto, lo veo normal y no me doy cuenta de su retraso. –Mire señora, ¿Por qué no me lo trae? De repente si no está tan mal puedo hablar con la directora y podríamos darle un trato especial. 56


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–De verdad, hija ¿Es posible? –Todo es posible (sonriendo). –Ya te lo traigo, lo dejé cuidando el jeep. –Ok, la espero. Ana muy contenta y esperanzada fue por Moisés y al traerlo se lo puso enfrente a la joven, y esta sin poder evitarlo quedo impactada con sus ojos y comenzó a detallárselos muy emocionada pues jamás había visto algo así, Moisés como sintió que ella no se molestaría si la miraba profundamente a los ojos, lo hizo y más bien estaba ya casi que enamorado a primera vista, enamorado de las muchas estrellas que estaban en los ojos de esa hermosa maestra de preescolar. En ella veía dulzura y muchas energías positivas, algo irresistible para Moisés, ella lo tomo de la mano y lo llevó al salón de preescolar, el cual era el orgullo de la humilde escuela, ella misma lo había decorado, nada que envidiarle a ningún otro, la joven llamada Dayana se sentó junto con él en las pequeñas sillas y le preguntó: –Moisés ¿Qué te provoca? ¿Qué quieres hacer? Él respondió muy sonriente que no sabía. –¿Quieres jugar algo? –Sí. –Bueno, vamos a ver que te llama la atención, ven, aprovechemos que sólo estamos tú y yo y que puedes escoger el juego que tú quieras (imitando la voz de una niña). Dayana le destapó el cajón de juegos de auto aprendizaje y Moisés revisando, tomó una caja grande absolutamente nueva, sin destapar, con un gran dibujo de la caricatura de las torturas ninjas, Dayana le preguntó: – ¿Te gusta este? – ¿Qué es? –Es un rompecabezas. – ¿Qué es eso? –Ya te explico. Dayana comenzó a destapar la caja y al abrirla le explicó que el juego consistía en unir las piezas, fijándose en la imagen de la caja para lograr formar la misma imagen. Moisés después de ver cuál era el mecanismo comenzó, con mucha rapidez y sin dudas a armar el rompecabezas, se fijaba en la imagen y al acto ponía las piezas donde iban, no perdía la concentración con nada, Dayana le hablaba pero él no la atendía. Toda 57


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su concentración estaba con el rompecabezas, cada vez que lograba encajar una nueva pieza su sonrisa iba creciendo más y más, iba muy rápido, Dayana mientras lo observaba acariciaba su cabello estando por dentro muy impresionada con la habilidad de Moisés. Al terminar la joven maestra le dice así: –Moisés, muy bien, ganaste el juego muy rápido ¿Te gustó? –Sí. –Bueno, ahora me toca a mí escoger el juego, ¿Te parece? –Sí. Dayana escogió un juego de memorias que consistía en acumular las parejas de barajitas, le explicó pausadamente el mecanismo del juego a Moisés y este lo agarró en el aire, cuanta pareja descubría, pareja que atrapaba, no se equivocaba con respecto a la ubicación, en verdad se estaba divirtiendo mucho y a la vez pasando una importante evaluación que le estaban haciendo, quizás la persona más indicada. Al terminar este juego, Dayana le pidió un abrazo y él ni corto ni perezoso se lo dio, los dos estaban encantados el uno con el otro, luego de un par de besitos en las mejillas, la joven maestra, lo llevó con su abuela y esta al verlos a los dos muy contentos bajó un poco la tensión que en ella habitaba, entró a hablar con Dayana y esta le dijo: –Señora, su nieto es divino, incluso si tuviera 18 años, botaría a mi novio y me casaría con él (muy contenta). –Entonces, hija, va a interceder con la directora para que lo reciba. –No, no hace falta sólo encárguese del papeleo y el mes que viene comienza. –Pero dime hija ¿No lo vistes tan mal? –Señora, ese niño frente a mis ojos en trece minutos armó un rompecabezas de 87 piezas, calificado para niños mayores de 10 años y me ganó a mí en un juego de memorias, la persona que se atrevió a decir irresponsablemente que Moisés presentaba un retraso no era un psicólogo, sino un mediocre fracasado, yo me acabaré de graduar, no tendré experiencia pero estudié esta carrera para ayudar niños no para condenarlos. Ahora las muchas lágrimas que Ana estaba derramando eran de felicidad, dicha y no como las del día anterior, que fueron de pena y tristeza. Tan feliz estaba Ana que le dio muchos abrazos a la joven en agradecimiento. Luego de la gloriosa escena, se despidieron y el dúo abuela–nieto 58


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ya no se sentía apagado, más bien sobrecargado de energías. Cuando llegaron al jeep ya Darío lo estaba revisando. Su nieto le brincó a los brazos pidiéndole la bendición como siempre, por señal de aplauso al cielo, y este luego de bendecirlo en el nombre de Jesús, preguntó a Ana –¿Qué haces por aquí? –Viendo la escuela donde Moisés comenzaría a estudiar el mes entrante. –Pero Ana esto es muy lejos. –No importa, yo lo busco todos los días. –Bueno, para que te voy a llevar la contraria. –Sí, mejor, estás pensando inteligentemente, jajajajajaja. –Mira, pero el jeep yo lo veo perfecto. – ¿Cómo? Si estaba recalentando muy tenazmente. –No creo, está perfecto. Luego de eso, miró su celular y la señal marcaba al máximo, esto la dejó aún más intrigada, no le quedó de otra que rebobinar, analizar y mirar al cielo diciendo: –Jesús, Jesús, Jesús, gracias. –Pero mujer, te volviste loca, estás hablando sola ¿Qué te pasa? –Darío ¿Quieres saber qué me pasa? –Sí, dime. –Pasa que arriba hay un Dios que para abajo mira, marchándose con su nieto en su jeep en perfecto estado mecánico y quedando Darío como en el limbo.

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Capítulo VIII

Respeto. “Rojo” Así, un mes después de haber superado las adversidades impuestas por especialistas de dudosa calidad profesional, a mi criterio, claro está; con la ayuda de la mano de Dios, le llegó a Moisés su primer día de escuela y algo nervioso como reacción normal fue llevado por su abuela en compañía de su madre. Al despedirse de su mamá y abuela pidiendo bendición en forma de aplauso al cielo, tuvo que pasar por ese incómodo momento por el cual casi todo el mundo ha tenido que pasar alguna vez cuando se llega a un sitio de convivencia periódica y no se conoce las normas de rutina o cuando todo el mundo te observa como si fueses un extraterrestre o algo así, y exactamente eso fue lo que le pasó a Moisés, él iba con un muy tímido caminar, era tanto lo incómodo que se sentía que ni ganas de percibir miradas tenía. Al caminar por los pasillos de la escuela inmediatamente fue catalogado tanto por niños más grandes que él como por sus contemporáneos como el niño raro de la escuela, todo el mundo murmuraba cosas estúpidas de él como que era uno de esos niños que son de dos sexos, o medio afeminado, que se pintaba el cabello y que hasta usaba lentes de contacto de colores diferentes para llamar la atención. Él tal vez en el fondo esperaba que algún niño de su edad fuera amable con él o aunque al menos le hablara para no sentirse tan solitario, pero eso no ocurrió, tuvo que seguir recorriendo ese largo pasillo principal de la escuela sintiéndose fuera de lugar y nada bien recibido, pero de repente un niño algo gordito y tirado de avispado, hijo de un respetable militar de la zona, se le paró enfrente y extendió su mano para saludarlo, pero Moisés antes de darle la mano lo ve a los ojos y detecta algo en su mirada que no lo convence de que el niño con complejo de general inculcado por su padre tuviera buenas intenciones hacia él. Su instinto le decía que no le diera la mano pero se sintió algo presionado por las murmuraciones y con algo de desconfianza se la dio al 60


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niño llamado Adrián, suavemente, y al este estrechar su mano lo apretó y haló fuertemente, poniéndole el pie a propósito para que cayera al suelo; claro que como era tan flaquito casi voló por los aires y cayó al suelo convirtiéndose en el hazmerreír de toda la escuela, una experiencia nada agradable para un primer día de preescolar. Estando en el suelo, sintiendo la sensación amarga de ser el nuevo tonto de la escuela y escuchando las muchas risas, se llegó a él dándole la mano en ayuda nada más y nada menos que Dayana, su hermosa maestra. Al verla a los ojos con toda su bondad y cariño hacia él, sintió un gran alivio, sin dudarlo aceptó su ayuda ésta lo levantó y le dio un caluroso abrazo, apagando así todas las burlas hacia Moisés. Ahora mientras los otros niños callaban el que sonreía era Moisés, pues el afecto que Dayana le hacía sentir lo llenaba de seguridad. Ya levantado e hipnotizado con la dulzura de Dayana, se atrevió a mirar a los ojos de la multitud de pequeños que sólo lo miraban a él y fue la primera vez que pudo escuchar a gritos en miradas ajenas dos sentimientos que hasta el sol de ese día no conocía: Inseguridad y envidia. Poco a poco, con el pasar de los días fue aprendiendo como convivir en ese nuevo mundo en el que se encontraba incursionando, dejándose guiar en todo momento por su maestra, haciéndole caso en todo, prestándole mucha atención a todas sus enseñanzas, ya los niños por muchas ganas que tenían de fastidiarlo no podían, la protección que Dayana le brindaba era mucha, casi obsesiva, por medio de ella todos los profesores le tomaron un gran cariño, incluso a la hora de los recreos como a él no le agradaba mucho estar brincando y correteando por los pasillos, Dayana se lo llevaba a la sala de profesores a compartir con él su lonchera, ya que Ana tenía tan en la buena a la joven maestra que todos los días le enviaba un detalle delicioso en la lonchera de su nieto, después de terminar la lonchera utilizaba el resto del recreo para enseñarle a jugar ajedrez, o distraerse con un juego de autoaprendizaje. Moisés con una conducta algo introvertida, muy callado y tranquilo, siempre atento a la parte educativa y pulcro en todo momento, a diferencia de los otros niños que después del recreo llegaban al salón colorados del sudor y llenos de tierra de todos los brincos que daban en la cancha de fútbol, se logró convertir en el niño modelo, el ejemplo a seguir del preescolar, casi siempre alejado de la mayoría, su capacidad de socializar con niños de su edad se podría decir que no era nada buena, pero como quien dice, nada puede ser obligado –como obligar 61


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a un niño de seis años a relacionarse en contra de su voluntad, con contemporáneos de él que solo con mirarlo a los ojos le demostraron el desprecio que le tenían y que sin ser eso suficiente, a sus espaldas comentaban que era afeminado y que sólo se salvaba por ser el favorito de la maestra. Bien es cierto que son niños y que los celos y la envidia es algo natural en ellos, pero eso no les da derecho a poner etiquetas despectivas sobre otro niño sólo porque no es igual que ellos. Este es un gran mal que sólo desde la base familiar puede combatirse. En ese plan pasó el primer y segundo lapso evaluativo para Moisés, ya con siete años cumplidos y aún escuchando abundante–mente murmuraciones y burlas, incluso con nuevo sobrenombre, Moisés alias “La rojita” para aquí y para allá, algo nada satisfactorio, a veces los niños pueden llegar a ser muy hostiles, pero él hacía caso omiso y se dedicaba a compartir y aprender de su maestra cuanto pudiera. Todo fue así hasta ese día en que Sara y Rafael quisieron ir a observar un acto cultural de la escuela. Obviamente todo el mundo al ver entrar a Sara por la puerta principal, supo que se trataba de la madre de Moisés por el gran parecido, Dayana los recibió muy bien y Moisés sin sentir ningún tipo de vergüenza se dejó consentir por Sara, comunicándose con ellos por señas. Pero lo atroz fue cuando ellos se fueron, y Adrián, el pedante hijo de aquel militar de la zona, vio una gran oportunidad de fastidiar a Moisés. Comenzó a imitar el lenguaje de señas, de una forma muy irrespetuosa, y diciendo: –Mami, mami dame un besito, con razón La rojita es tan bobo, si los padres son peor que él. Moisés, nunca les hacía caso a esas estupideces, pero que se metieran con sus padres fue demasiado como para ignorarlo, dejó la tranquilidad a un lado y le dio un tremendo empujón a Adrián que al caer se golpeó la cabeza con una jardinera, haciéndose una herida en ella de la cual manaba mucha sangre, al momento Moisés se asustó y corrió a buscar a su maestra, toda esa ira en cuestión de segundos se había convertido en miedo y su consuelo más cercano era Dayana, llorando tenazmente le contó lo ocurrido y ella sin poderse molestar con él, lo ayudó a tranquilizarse, Adrián fue llevado rápidamente al hospital, le tomaron ocho puntos quirúrgicos y volvió a la escuela junto con su padre muy airado, ya que la versión de Adrián para con su padre fue que Moisés lo había golpeado sin él haberle hecho nada, algo típico de los 62


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bravucones de escuela, cuando se estrellan, se pintan como unas blancas palomas. Ese hombre con uniforme de gala militar y muchas condecoraciones, adornándolo, hizo vibrar la Dirección a punta de fuertes gritos, la Directora llena de miedo, ya que una denuncia no le caería nada bien a su expediente, trató de calmar a aquel hombre asegurándole que el niño agresor sería expulsado de la escuela y el hombre respiró un poco más profundo y exigió hablar con los padres de Moisés, Ana fue llamada y buscando a Sara y Rafael fue a la escuela, Dayana trató de interceder por Moisés, alegando que Adrián lo acosaba todo el tiempo y el militar pidió que no interviniera en el problema, que eso no era culpa del niño sino de los padres por no inculcarle valores. Al ver venir Dayana a Rafael y a Sara, con Ana más atrás, le dijo al padre de Adrián que esos eran los padres del niño, y él al notar su condición silenciosa, renunció al deseo de hablar con ellos y se condujo con Dayana al salón. Estando éste solo, ya que las clases habían terminado y Adrián y Moisés estaban en Dirección. Aquel hombre preguntó a Dayana que como era posible que siendo hijo de sordomudos pudiera estudiar en una escuela normal, Dayana le explicó que él había nacido sano, le contó sobre su buen comportamiento, sus talentos, y también le mostró su fotografía encabezando el cuadro de honor con veinte estrellitas doradas. –Ah sí, explíqueme algo profesora, si es tan buen niño por qué cometió un hecho tan violento, hasta lo pudo haber matado. –Bueno señor, yo que soy la que estoy con ellos acá todos los días, le aseguro que todos los santos días Moisés es burlado y difamado y no sólo por su hijo, sino por casi todos los niños y él nunca había reaccionado hasta hoy que por vez primera sus padres sordomudos vinieron a ver un acto en el miniteatro, al ellos irse me dijo Moisés que Adrián comenzó a burlarse de sus padres y que le dio tanta rabia que sin pensarlo lo empujó con fuerza. Créame señor, ese niño es un amor, pero tanto así amará a sus padres que no tolera que se metan con ellos. Aquel hombre escuchando la versión de Dayana se asomó por la ventana del salón pudiendo ver a Moisés recién salido de Dirección, junto con sus padres con lágrimas en ojos y cara de verdadero arrepentimiento, allí respiró hondamente, guardó silencio unos momentos que utilizó para pensar, para luego volver a reunirse a solas con la Directora, como por diez minutos. 63


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Salió luego de eso con su pequeño bravucón en brazos y pasó por un lado de Ana, Sara, Rafael y Moisés como si nada. Después que el uniformado condecorado salió de la escuela, la Directora se reunió con Dayana para luego llamar a reintegrarse a la misma a la señora Ana, a lo que la Directora le contó con lujo de detalles lo que su nieto había hecho ante sus ojos, Ana sólo dijo muy triste –Y ahora que voy a hacer con ese muchacho, tan feliz que estaba yo con tenerlo aquí y tanto que estaba aprendiendo. Y allí la Directora le dice: –Bueno, veo que usted entiende que la sanción es la expulsión. –Sí, estoy consciente. –De hecho, ya esa decisión estaba tomada, pero por esta vez le daré un voto de confianza a la profesora Dayana que intercedió por él, además hasta el padre del niño agredido me pidió que no lo expulsara, ya que a él lo trasladarían a Caracas en quince días, obviamente esos quince días que tardaría ese señor en llevarse a su hijo, Moisés quedaría suspendido y espero que ese tiempo libre lo aprovechen para ayudarlo con terapia psicológica, para ver si calma esos ataques de ira y esta experiencia no sea tan traumática para el niño. –Infinitas gracias, señora Directora. –No, gracias no, si él vuelve a hacer algo similar va para fuera y yo puedo perder mi trabajo, así que le agradezco valores y mano dura con ese niño. –Así será señora Directora. Al salir de esa oficina, Ana agradeció a su intima mano amiga, Dayana y le preguntó si conocía una forma de ayudar a Moisés y ella le respondió que conocía a un par de psicólogos especialistas en niños, mas Ana fue franca con ella y le dijo que con psicólogos de momento no quería nada, Dayana sin preguntar por qué asintió, y le dijo que ella misma, si lo aprobaban sus padres, en las tardes podría recibirlo en su propia casa y así trabajar con él individualmente, Ana sin pensarlo sólo pidió la Dirección y esta le fue dada al acto, Ana estando feliz, se despidió, pero al ver a Moisés le puso cara de brava, lo reprendió y prefirió no explicarle detalles a Sara, ella sólo pensó que fue una pelea de niños a puños, también Rafael como figura paterna cumplió con su deber haciéndose el bravo pero la cosa no pasó de una hora para seguir dándole afecto a su más preciado tesoro, Moisés. Desde el siguiente día Ana comenzó a llevar a Moisés a la casa de 64


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Dayana. Por las tardes Dayana le daba todo lo que había dado en el día en la escuela, y luego jugaba con él memorias y otros juegos de autoaprendizaje y agilidad mental, así Moisés pasó esos quince días disfrutando mucho con su profesora. Dos días antes de reintegrarse, Dayana, encantada con su alumno favorito, le hizo un regalo algo curioso para él: un rompecabezas de un paisaje de El Salto Ángel, de 500 piezas muy pequeñas, casi para profesionales, un verdadero reto, pero él por complacer a su querida maestra, comenzó a armarlo todas las noches en su casa. Casi toda su atención estaba dirigida a ese rompecabezas junto con su tiempo libre. Las piezas eran muy pequeñas pero Moisés se esforzaba mucho en conseguir terminarlo, sin escatimar en nada. Llegado el día de reintegrarse a la escuela, Moisés llegó bastante nervioso ya que sabía que sin importar lo que el niño Adrián le hubiese dicho, igual lo que hizo fue muy malo, a él siempre cuando llegaba lo molestaban y mal llamaban por diversos apodos muy despectivos, pero por vez primera esa mañana, todo fue diferente, absolutamente nadie se metió con él, al contrario, muchos se llegaron a saludarlo con mucho respeto y los de sexto grado, los más grandes, le acariciaban la cabeza y le decían, que lo que hizo estuvo muy bien, que no se podía seguir dejando de nadie porque de lo contrario siempre sería la pelotica de goma de la escuela, la Directora todavía estaba muy arisca pero se hacía de la vista gorda. Al segundo día, estando en el aula de clases, como a las diez de la mañana, toca la puerta del salón, uniformado de gala militar, el padre de Adrián y con el permiso de la profesora entró con su hijo y este mismo se despidió de sus compañeros y enfrente de todos se le paró enfrente a Moisés, le pidió disculpas por haberse burlado de sus padres y le dio la mano, quedando despedido y en paz con todos sus compañeros; el padre de Adrián también, a modo de cortesía, apretó la mejilla de Moisés y se marcharon, desde ese día Moisés tuvo el respeto de todos sus compañeros, más nadie se metió con él. Ahora no le decían Moisés alias La Rojita, sino simplemente “Rojo”.

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Capítulo IX

Descubriendo nuevas afinaciones Luego de un mes, Moisés devolvió el regalo dado por su maestra, pero totalmente armado ¡Un gran logro alcanzado! Tanto fue el orgullo de Dayana que colgó el rompecabezas en la pared principal de los trofeos de la escuela con el consentimiento de la Directora. Moisés pasó a primer grado y Dayana no volvió a ser su maestra, pero él se supo adaptar a sus nuevos profesores siempre sobresaliendo en sus calificaciones. Fue creciendo muy rápido y su manía por los rompecabezas se había vuelto su hobby. Cada nuevo rompecabezas era más grande y con más piezas, 1500, 2000 y hasta uno de 3000, su rapidez y habilidad era increíble, ya de 11 años, terminó el sexto grado y tuvo que ser cambiado de escuela otra vez, seguía con una actitud muy callada y de bajo perfil, cabello largo y algo de acné en el rostro, demasiado delgado y algo bajo de estatura, se podría decir, cerca de su casa había un liceo deportivo y eso fue la primera opción para ingresar allí, solo le pedían una disciplina deportiva y a él le llamo la atención la esgrima aquel deporte de combate con sables, por sus buenas calificaciones fue recibido, su primer día de clases fue normal, se podría decir, él sin perder su costumbre escudriñaba las miradas de todo el mundo, nadie se metía con él pero tampoco se le acercaban mucho, no era muy bueno para hacer amigos, obligatoriamente tenía que asistir todos los días al gimnasio de esgrima y allí lo ponían a hacer mucha física para las piernas y le enseñaban lo básico de cómo agarrar el sable, y como moverlo, movimientos de ataque y de defensa, luego de mucho entrenamiento y aprendizaje de técnico le pusieron el uniforme por vez primera para que se fogueara con otros alumnos, y allí fue cuando comenzó a descubrir una gran ventaja del don que en él había, las primeras veces de fogueo de combate no hizo la gran cosa, pero se dio cuenta que aparte de percibir en la mirada de sus oponentes agresividad también estaba comenzando a percibir sus intenciones de ataque, los entrenadores le enseñaban que para defen66


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derse tenía era que mirar el noble de su oponente, mas él comenzó solo a ver los ojos de sus oponentes y estos les delataban hacia donde venía el ataque, y fracciones de segundos antes él sabía por dónde vendrían contra él, por lo tanto, no podían contra él. Él mismo estaba asombrado de la afinación de su don que estaba descubriendo, ninguno de los compañeros más antiguos podía con él y dándose cuenta su entrenador de eso decidió probarlo en combates verdaderos, sobre la plataforma especial de combate, todos impresionados por el talento que se estaba manifestando en Moisés se acercaron a ver qué tal lo hacía. Le colocaron el uniforme blanco, de seguridad los cables de corriente, de modo que cuando se tocaran con los sables la máquina hiciera sonar el timbre y la luz para saber quien había tocado a quien primero la presión era mucha, todo el mundo comentaba que nadie tendría ninguna oportunidad en contra de Moisés, pero ya casi antes de comenzar el combate con su oponente en frente, ocurrió algo que Moisés no se esperaba, el entrenador, les dio la careta de seguridad a cada una lo cual permitía ver de adentro para afuera mas no de afuera para adentro, por lo cual Moisés no podría ver los ojos de su oponente, y no tendría la ayuda de su don hicieron con él cuanto quisieron, él no pudo tocar a ninguno con los que combatió, más ellos a él sí, y de qué manera, que el timbre de él prácticamente estaba pegado, las señas fueron muchas, todos los que se sentían inseguros por las habilidades que veían en Moisés cuando practicaba sin careta comenzaron a burlarse de él, que la práctica era una cosa, pero de nada servía ser bueno fogueando si a la hora del combate, se asustaba y no hacía nada. Enfrente de mucha gente Moisés fue ridiculizado, el entrenador le preguntó qué era lo que le pasaba y él no pronuncio palabra alguna, estaba claro consigo mismo de que si no veía los ojos de su adversario no tendría oportunidad, se bajo de la plataforma, arreglo su bolso y se marcho, sin ni siquiera poder explicar que era lo que le pasaba pues quien le creería, que tenía la capacidad de escuchar las miradas, no hizo tanto caso a ese fracaso y fue con su madre a relajarse con ella en la cama mirándola fijamente a los ojos, le encantaba desde bebe sentir por medio de su mirada todo el amor de su madre, a pesar de que ya se encontraba en la planea pubertad no había perdido esa curiosa costumbre que adquirió a sus tres años de nacido, cada vez que se topaba con una frustración eran las dos estrellas de los ojos de Sara que le servían de trampolín para estabilizar su estado de ánimo, quizás porque él 67


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nunca había podido saber que decía su propia mirad, se consolaba con la de su madre que era exactamente la misma azul y verde que la de él, luego de eso por medio de señas le explico a su amado padre lo que le había ocurrido y este deseando un sabio consejo para su hijo, lo llevo con su abuelo Darío pues él de seguro era el más indicado, comieron un helado en el centro y luego en el supermercado, Darío después de escuchar el cuento, dijo hijo si esa gente no te quiere respetar tienes que ganarte su respeto a como dé lugar, Moisés quedo pensativo y dio las gracias a su abuelo y padre, al otro día al llegar a la práctica haciendo sus calentamientos había un supervisor viendo el talento de los jóvenes, y de nuevo subió a la plataforma de combate sin poder conseguir ningún resultado, al marcharse el supervisor comenzaron de nuevo a burlarse de él y recordando el consejo de su abuelo, con una actitud bastante airada, arrojo la careta contra el piso, se monto en la plataforma, se conecto los cables al traje de seguridad y al grupo de jóvenes esgrimistas invitó a pelear sin careta, si era que se atrevían, ellos fanfarronearon y preguntaron que con cual quería pelear y él respondió con todos, uno por uno, sin careta, allí ya como que se lo tomaron un poco más en serio y subió el primero, ahora con Moisés escuchando sus miradas, la cuestión cambiaba de color, se dejaba atacar esquivando todos sus ataques y luego solo veía el defecto de su defensa y coronaba el punto, uno por uno fueron subiendo, hasta jóvenes cuatro años mayor que él y nada podían hacer contra su don especial. La cuestión se convirtió en un espectáculo clandestino, todos los del colegio rápidamente se acercaban a ver, lo más parecido en la actualidad a un coliseo de espadachines y sablistas absolutamente ninguno de los ocho con los que combatió pudo tocarlo en su rostro se veía un gran “Ya basta” mezclado con ira, todo eso siguió hasta que el entrenador llegó y paró el espectáculo a punta de gritos reclamando que como se les ocurría pelear sin careta protectora, Moisés entrego el sable al entrenador y le dijo que por favor lo retirara de la cátedra, el profesor contestó que para estudiar en ese colegio tener una disciplina deportiva era un requisito de carácter obligatorio –Profesor, gracias, yo voy a tratar de buscar otro deporte, pero de la esgrima me retiro. Ahora, luego de él marcharse, el hazmerreír eran esos ocho que no vieron luz con él en la pista de combate, y de esa manera Moisés se ganó el respeto de todo el colegio, él no escuchaba desde ese día burla de 68


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ellos pero en sus ojos veía hipocresía y falsedad por eso era un solitario, prefería estar solo que mal acompañado, ya estaba en edad de interesarse por tener novia, mas él ni pendiente con ese tema, toda su atención estaba con las nuevas maravillas que había descubierto de su don y estaba afanado por saber para qué le serviría su secreto. En vista de que la disciplina deportiva era obligatoria comenzó a pensar por cual se inclinaría, ya tenía doce años y estaba totalmente indeciso, por un momento pensó que si se metía en fútbol tal vez siendo portero la mirada de los pateadores le gritarían por donde le chutearían y así él podría parar unos cuantos goles, pero la idea no le tramaba mucho, él prefería la sorpresa del ataque, y así entonces de los mismos cielos le llego una señal. Del estadio de beisbol en práctica el entrenador bateó un poderoso jonrón y la pelota llego justo a sus pies, una señal le fue dada y él la entendió perfectamente, su abuela siempre le decía que arriba había un Gran Dios Padre, que hacia abajo miraba y que cuando quería decir algo incluso hasta a las piedras ponía a que hablaran. Seguido de eso, Moisés escogió la pelota y fue a llevársela al entrenador, un hombre moreno, joven, muy alto quien a los 17 años fue firmado por un equipo de la liga americana, pero que por las lesiones no llego muy lejos, allá y lo enviaron de regreso, este al verlo solo le preguntó: – ¿Así que tu eres el famoso Rojo? –No entiendo profesor. – Hijo, dime algo, ¿A quién saliste con esos ojos así tan extraños? –A mi mama, ella es igualita, profe ¿Cómo es que usted me conoce? –Hijo, por allí todo el mundo comenta que te volviste loco en la plataforma de esgrima. Al grano Rojo, déjame adivinar, no tienes disciplina deportiva y quieres que te reciba ¿cierto? –Sí. –Bueno, la verdad es que tu estatura no te ayuda para este deporte, pero me reí tanto con el cuentico de que le paraste la caña a todos esos aguajeritos que se burlaban de ti, que te voy a dar una oportunidad de lunes a viernes, aquí de 3 a 6 pm. ¿Te sirve? –Si profesor. –Bueno pues, ponte zapatos deportivos para que pagues el bautizo de una vez. –¿Cómo así? 69


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–El bautizo, pregúntale a los muchachos. Bueno, desde hoy todos mi alumnos son tus hermanos, aquí todos son muy unidos y yo de la puerta de ese estadio para acá soy su padre, si mis hijos se la llevan bien, todo está bien, si dos no se entienden pagan todos. –Jajajajajaja ¿Y el bautizo, profesor? –Ah y ¿Te vas a reír? Veinte vueltas al estadio trotando, jajajajajajaja. –Moisés rápidamente se colocó el uniforme deportivo y como casi arrepentido comenzó con el bautizo. Ese profesor no aceptaba discusiones en su equipo, ya que para jugar juntos era necesario que fueran como hermanos. A punto de mano dura les enseñaba la sana convivencia en equipo, luego de que el profesor vio que Moisés no aguantó ni seis vueltas. Lo mando detener y lo llamo diciéndole a gritos y también en voz baja alternando. –Quiere aprender a jugar beisbol? –Sí, profesor (muy cansado, exhausto). –¿Quieres aprender a batear y atajar sacándola de jonrón como lo hice yo hace un rato? –Sí. –Bueno, tu bautizo son veinte vueltas. Todos los que ves que yo les enseño fue porque se lo ganaron. Ahora ven todos los días sin falta a intentar pagar tu bautizo y cuando lo logres si es que lo haces, eres del equipo, yo seré tu padre en este estadio y todos ellos serán tus hermanos, o sea, mis alumnos ¿entendiste? –Si -marchándose feliz. El equipo de esa escuela era uno de los mejores del estado, a Moisés le parecía muy difícil lograr las veinte vueltas, pero observando a los que anhelaba fueran sus compañeros de equipo viéndolos impactar la pelota muy bien y atrapando difíciles pelotas, entendió que ellos no nacieron aprendidos y que si ellos pudieron él también podría. Aparte de su gran don dentro de él había algo que le hacía amar los retos, sin importar cuán difícil fueran. Estaba decidido a ser parte del equipo fuera como fuera, cada día que iba y veía a los otros adolescentes jugando las populares caimaneras se esforzaba mucho más en lograrlo para poder estar con ellos. Esa semana el último día alcanzo las nueve vueltas al gigantesco estadio, algo sumamente difícil y cuando el profesor lo veía con un paso de trote no tan rápido se le ponía a un lado y caso que lo dejaba sordo 70


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con el sonido del silbato exigiéndole un paso más rápido, mucha presión para Moisés. Pero él no se rendía, estaba decidido a cumplir su meta. Todo el fin de semana estuvo con las piernas muertas, en cama, descansando para seguir intentando desde el lunes cumplir su objetivo. Llegando muy motivado el lunes, logro dar trece vueltas más, su profesor le dijo que descansara esa semana del trote, que solo se dedicara a hacer con el mismo ejercicio de estiramientos y que subiera las gradas del estadio a forma de tijeretas. En ese plan lo tuvo durante dos semanas, sin permitirle dar vueltas al estadio. Después de eso lo citó el viernes a las 2 pm pero cuando llego al estadio solo estaba el profesor vestido con pantaloneta y franelilla, Moisés pregunto por los demás y el mismo le contesto que estaban libres, que la clase de ese día era exclusiva para él. –Hoy es tu última oportunidad de pagar tu bautizo si no lo logras estas fuera y correrás conmigo. Solo quiero que te esfuerces, ¿Ok? –Pero ¿Si no lo logro, profesor? –Ven, acompáñame, vamos a correr por la calle un recorrido que me gusta mucho. Moisés algo presionado lo siguió y comenzaron a trotar desde la salida de la escuela. Su profesor iba junto con él dándole ánimos fervientemente exigiéndole más y más, pero Moisés le estaba dando la talla, muy concentrado por la acera con todas sus intenciones puestas en su objetivo, ser miembro de la familia del equipo de beisbol de la escuela. El trayecto no paraba y Moisés ni idea de cuánto iba corriendo pues no había vueltas para contar. La motivación de su profesor no lo dejaba parar, corrían y corrían por todo el centro hasta devolverse en la última redoma del centro del pueblo, hasta su profesor ya se veía agitado, pero ambos seguían sin parar, bastante largo el recorrido, uno junto al otro. Moisés, con el cansancio más pronunciado, era reanimado por su compañero con fuertes gritos alentadores hasta que por fin casi llorando y agonizando en cansancio, ambos llegaron a su meta, la entrada de la escuela, en la cual ambos se tiraron a la grama, el frío y la altura los ahogaba aún más, luego de descansar unos segundos, su profesor, solo le dijo: –Te felicito, acabas de pagar tu bautismo, el recorrido que acabamos de hacer es el equivalente a treinta y tres vueltas al estadio, Moisés en su extremo cansancio solo le quedo reír y llorar de la felicidad por 71


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sentir cumplida su meta. Con toda su ropa empapada de sudor, y allí su profesor le dijo: –Un atleta de alta competencia alcanza derribar las barreras en un 70% gracias a su mente, el cuerpo no es lo más importante. Te parecía imposible dar las veinte vueltas por la intimidación que te causaba, pero en otro ambiente te olvidaste de esa presión y lograste 33 vueltas, jajajaja, hijo, bienvenido al equipo, si mantienes esa actitud y así nunca en tu vida hayas agarrado un bate y seas pequeño, serás un buen beisbolista, te lo aseguro y Moisés en su mirada solo veía admiración y seguridad, lo que le confirmaba que él no le mentía.

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Capítulo X

Adiós Lleno de satisfacción por señas les contó lo acontecido a sus amados padres, Moisés había alcanzado un nuevo reto, jamás había tocado un bate de beisbol o un guante, pero ya se sentía miembro del equipo. Al saber todo esto sus padres utilizaron el fin de semana para ir al centro y comprarle todos los implementos necesarios, guante, ganchos, concha, pantalón y algunas gorras, él en verdad estaba muy entusiasmado con el asunto, tanto que hasta estuvo a altas horas de la noche viendo un par de juegos de las grandes ligas junto con su padre Rafael, tratando de entender las reglas del popular juego y Moisés mentalmente maquinaba para qué posición le serviría su don especial. Terminado el domingo, el trío familiar dio gracias al Señor de los Cielos y la Tierra y el lunes muy temprano asistió al colegio con su bolso preparado para después de terminar las clases académicas, asistir a las deportivas. Al llegar al estadio fue muy bien recibido por sus nuevos compañeros, fue algo muy especial, imagino que gracias a la disciplina, en los ojos de sus compañeros él no veía hipocresía en lo absoluto, sólo energías positivas, todo lo contrario a sus excompañeros de esgrima, ya que su disciplina era individualista, y la nueva en que se encontraba era duro trabajo en equipo, debido a que si no era así jamás podrían hacer un buen papel. La verdad, si por curiosidad los otros niños le preguntaban si veía por un ojo con tonos azules y por el otro verde, pero sin intenciones de fastidiarlo, él sólo contestaba que veía todo igual que ellos, lo único que le sugirieron fue que se cortara el cabello pues era incómodo, mas se hizo el desentendido, no tenía intenciones de cortárselo, de allí, todos en el equipo lo llamaban “Rojo” o el espadachín, otros. Igual a él no le molestaba en absoluto. Seguidamente comenzaron los precalentamientos, su profesor hizo saber que Moisés el viernes había pagado su bautizo y por cuestión 73


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de rutina del equipo recibió un pequeño aplauso, lo que no supieron fue de qué manera logró el bautizo superando 13 vueltas por encima de lo exigido, ellos dos prefirieron guardar ese pequeño secreto por lo menos ante sus compañeros. Le fueron enseñando a atrapar pelotas y a lanzarlas, pero lo que en verdad anhelaba era prácticas de bateo; las cuales esa semana no conoció. El fin de semana con su madre alquiló unos videos de grandes jonrones de la historia de las grandes ligas y junto con Sara y Rafael empezaron con palos de escobas a imitar las técnicas. Pero lo que a Moisés le llamó en verdad la atención fue el poderoso bateo de José Canseco, quien a la hora de impactar la pelota abría los ojos muy grandes, como asustado, cosa que Moisés también tenía que hacer cuando quería escuchar intenciones en las miradas. Rápidamente reponía sus abanicadas de bateo una y otra vez, ya que Moisés imaginaba que tal vez Canseco también tenía parte de sus habilidades. Volviendo de nuevo el lunes por la tarde a la hora de asistir a la práctica, su profesor le hizo la gran pregunta –Hijo ¿Qué posición quieres jugar? –Cuarto bate, me gustaría profesor. –Jajajajajajaja ¿Qué pasó Rojo? Pensé que querías ser campo corto, ya que por tu tamaño quizás podrías ser muy ágil, los jonroneros son muy grandes. –Pero usted me dijo que era una cuestión de actitud mental. –Dime algo ¿Quién te metió eso en la cabeza? –José Canseco. –Jejeje, hijo, ¿Quieres ser como Canseco? –Sí. –Pero Canseco era gigante y tú por lo que veo no serás tan grande, y te ves muy delgado. –No me interesa. –¿Tienes fe en eso? –Ciegamente. –Pues, no soy nadie para desalentarte, si tu creencia y fe en eso es verdadera, no serás como Canseco, ¡Serás mejor! –Gracias profesor. –Jugarás en el jardín central y tendrás prácticas de bateo intensivas todos los días. 74


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Y así se le fue enseñando la técnica de bateo, hasta que dos semanas después, por fin en una práctica le pusieron a uno de sus compañeros para que lo enfrentara como lanzador. Moisés escuchando la mirada de su compañero con muchas energías positivas comenzó a impactar la pelota, no la bateaba muy duro, pero lanzamiento que abanicaba, lanzamiento que bateaba, cuando venía la pelota abría sus ojos muy grandes, no estaba pendiente de la pelota al principio, sino de los ojos del lanzador y cuando presentía algo de astucia en sus ojos simplemente no abanicaba y en efecto la pelota iba quebrada o por fuera, sin posibilidades de batearla prácticamente, sólo hacía el intento cuando en la mirada de su adversario escuchaba que vendría un lanzamiento por el medio y no tan rápido. Su don era ideal para lo que estaba haciendo, sin lugar a dudas había llegado a la disciplina indicada y su profesor se estaba dando cuenta de eso, claro, que como ignoraba el don de Moisés, pensaba sólo que era que tenía buenos reflejos. Así que decidió comprobarlo él personalmente, tomó su guante y comenzó a picharle a Moisés unas bolas francas y al ver que las impactaba, comenzó a aumentar un poco la velocidad, e igual las impactaba, no bateaba duro por su falta de fuerza física pero a lo que le lanzaba, le pegaba, así que su profesor comenzó a diversificar con curvas, pero Moisés como escuchaba en su mirada intenciones diferentes, fracciones de segundos antes, de que él lanzara y simplemente dejaba pasar las curvas y después de que le lanzó varios sin él abanicar, su profesor le gritó preguntando que por qué no bateaba y él contestó: –Porque no me gustan. –Ah ¿No te gustan? Luego lanzó dos más y como no bateó, su profesor como que perdió la paciencia, arrugó un poco las cejas y en el próximo lanzamiento, sintió una energía muy negativa grandemente y antes de que le lanzara la pelota, Moisés se tiró al piso y la pelota fue exactamente a donde estaba su pecho, y él en el piso, la tensión fue mucha y el silencio inaudible, allí su profesor supo que no era algo de reflejos era algo más. Después de estar muy extrañado por unos segundos, se acercó a él y le dijo: –Hay algo muy raro en ti, dándole la mano para que se levantara de la arena ¿Por qué te lanzaste al suelo si no te había lanzado aún? –No sé profesor, es algo difícil de explicar, como que sentí que me quería pegar la pelota. 75


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–Ay hijo, cada día me impresionas más. Las prácticas continuaron toda esa semana y a la semana siguiente, el entrenador reunió a todo el equipo, y sacó una lista anunciando las posiciones, para el primer juego del campeonato interescolar, nombrando a Moisés como primer bate y jardinero central, no tenía ni un mes entrenando y ya era titular del equipo. Noticia muy celebrada por Darío, Sara, Rafael y Ana, el juego seria en la capital del estado, la ciudad de Trujillo. Llegada la fecha del esperado juego, después de mucho entrenamiento de Moisés con su entrenador y el resto del equipo, salieron en caravana, el camión de Darío manejándolo él, en compañía de Rafael, Sara y Moisés, seguido del jeep que conducía Ana, solitariamente, en vista de que los cinco no cabían en el camión. Sanos y salvos llegaron a Trujillo, pasaron la noche en un hotel y al amanecer se fueron todos al estadio. Moisés se encontró con el equipo y comenzaron a calentar para jugar el importante partido, Sara y Rafael no entendían casi nada del beisbol, pero el apoyo para con su hijo era incondicional. Después de entonar las notas del himno nacional, comenzó el juego, Moisés fue el primero en consumir su turno al bate, algo nervioso tomo el bate y se acomodó en la caja de bateo, con los ojos bien abiertos, mirando fijamente a los ojos del lanzador; fue su herramienta para controlar el miedo, los primeros dos lanzamientos pudo identificarlos Moisés como maliciosos y los dejó pasar, pero en el tercero, fracciones de segundos antes, Moisés supo que ese lanzamiento era el indicado, alto y por todo el centro, le lanzó y lo impactó muy bien con el bate de aluminio, produciendo un hit por encima del segunda base, corrió fuertemente y sin problemas llegó a la primera base con eso, Sara y Rafael casi hablan y gritan de la felicidad, y Darío y Ana a pesar de su avanzada edad parecían niñitos festejando la hazaña de su nieto. Los otros bateadores también lo hicieron muy bien y anotaron unas cuantas carreras, también en la parte defensiva lo hicieron de una manera magnífica, en ese juego Moisés tuvo turno al bate cuatro veces y en las cuatro oportunidades se fue de hit convirtiéndose en el jugador más valioso. El juego fue detenido en el quinto episodio por regla de “nocaut” y arrasando le dieron el trofeo al equipo oriundo del pueblo de Boconó, La satisfacción y el orgullo de toda la familia de Moisés era demasia76


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da y de su entrenador ni hablar, luego de una pronunciada celebración y de que Moisés se terminara de dar cuenta del gran futuro que él y su don de escuchar las miradas, podrían tener en esa disciplina deportiva, llegó el momento de ir a casa. Por el camino, en el camión Sara y Rafael se peleaban por decidir a quién le tocaba consentir a Moisés pero siempre la ganadora era Sara, lo mimaban como a un bebe a pesar de que ya era un adolescente, y él ni bravo se ponía, al contrario, era muy diferente a cualquiera de sus contemporáneos, a los cuales les daba vergüenza a esa edad ser tan consentido por sus padres. Con un poco de hambre se detuvieron en una estación de servicio y comieron unas cachapas criollas, Ana quien venía en su jeep sola detrás de ellos, también se detuvo pero no quiso comer nada en absoluto, su estado de salud de repente no se veía muy bien, tenía mareos y dolor de cabeza, Darío antes de partir se preocupó un poco por ella y sugirió que Moisés se pasara para el jeep y lo acompañara, Rafael y Sara después de entenderlo por medio de señas, aceptaron y Moisés se montó en el jeep para así acompañar a su abuelita, acariciándole la cabeza para que ya no le doliera tanto. Arrancó primero Darío en su camión con Sara y Rafael, seguido por el jeep en que iban Ana y Moisés, Sara miraba para atrás por la ventana del camión para saludar a su hijo que se encontraba en el jeep, casi cada 30 segundos, mirando que estuviera bien pero no pasaron dos curvas más para que por desgracia a Darío se le atravesara un oso frontino en el medio de la carretera y este por esquivarlo perdiera el control total del camión, chocando de medio lado con otro vehículo, causando la perdida de estabilidad del camión y este se volteara bruscamente. Todo fue muy rápido, Ana y Moisés que venían como a setenta metros detrás de ellos lo vieron todo y apenas a Ana le dio tiempo de frenar para no chocar con ellos, por dentro quedó destrozada, sólo se quedó dentro del jeep con la cabeza sobre el volante llorando, pues no se atrevía a bajarse y posiblemente enterarse de lo peor, pero la reacción de Moisés fue muy diferente al momento no estuvo dispuesto a llorar pensando positivamente que de seguro sus padres estarían bien, su actitud positiva y el amor por sus padres era tanto que aún viendo el camión en el que iban ruedas arriba y techo para abajo, no pensó que estaban heridos, pero al bajarse corriendo del jeep al camión, llegó por el lado en que iba su madre y lo primero que vio fue a su abuelo y padre con 77


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sus cabezas muy golpeadas ya dormidos hasta el día de la vuelta de Jesucristo, y luego de esa traumática imagen, vio a su madre que ligeramente se había salido del camión por la ventana pero que agonizando se movía y reconocía a su hijo. Él la socorrió ahora con mucho desespero en su rostro y mirándole los ojos fijamente utilizando su don supo que su más preciado amor terrenal se estaba despidiendo de él y sin querer aceptarlo y esperando que su don por esta vez se equivocara, comenzó a hacerle señas que luchara y que no se rindiera pero luego de eso, ella cerró sus ojos y Moisés sólo la abrazó y se aferró a su cuerpo, pues su espíritu ya no estaba, su amada madre murió en sus propios brazos. Luego que llegaron las autoridades terrestres tuvieron que utilizar la fuerza para desprender a Moisés del cuerpo de su madre, y para podérselo llevar del sitio gracias a que lo sedaron, Ana no pudo manejar y fue llevada por un fiscal de tránsito hasta Boconó junto con su nieto, directo hasta la casa hogar “El Sonido del Silencio” la cual por las abrumadoras circunstancias sería el nuevo hogar de Moisés luego del adiós repentino y obligatorio que tuvo con su abuelo y padres. Ahora Ana, era lo único que le quedaba en la vida terrenal para que viera por él.

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Capítulo XI

Hijo, te amamos, ¡Continúa! En cuestión de sólo un momento la vida de Moisés cambio por completo, luego del doloroso entierro, se mudo a la casa hogar con su abuela y los huérfanos sordomudos. Tanto Ana como él estaban totalmente destrozados y a Moisés se le notaba aún más, desde el día de ese terrible accidente, él quedó emocionalmente bloqueado y para Ana olvidar se le hacía muy difícil, pues cada vez que veía a Moisés para ella era como ver a Sara y sin poderlo evitar se encerraba a llorar solitariamente en su lecho, Moisés no se pudo recuperar tan fácilmente, se volvió casi tan silencioso como lo eran sus padres, lo cual le trajo dificultades en la escuela, por más de que sus compañeros del beisbol le brindaron su apoyo y trataron de convencerle de que volviera al juego de pelota no hubo manera de que él volviera a las prácticas, su entrenador le dejó unas semanas para ver si volvía con él a su disciplina pero en vista de que él seguía en su negativa, su entrenador lo presiono con la ayuda del Director, con el argumento de que para estudiar en esa institución era de carácter obligatorio estar en una disciplina deportiva. Moisés solo calló, hablo después con su abuela y la misma fue a retirar sus papeles, y lo inscribió en otra escuela, a la cual él casi ni iba, tanto era su descuido que ese año hasta tuvo que repetirlo, no quería destacarse en nada, su único deber que hacía por amor era enseñar a los huérfanos de la casa hogar a comunicarse mejor por el lenguaje de señas, él sentía que con que tan solo su abuela lo viera, le hacía daño a causa de los recuerdos que le causaba, ese tema para ambos era intocable, por el supermercado de Darío más nunca paso pues los hijos de Darío en parte culpaban a Moisés de la muerte de su padre, por ser el causante de ese viaje tan repentino y mortal, y aunque no se lo dijeran de frente él escuchaba en sus miradas. A veces cuando le tocaba caminar por el pueblo pasaba cerca de la casa en que vivía con sus padres, y la nostalgia se apoderaba de todo su 79


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ser, ya habían pasado tres años y el recuerdo del momento en que su madre murió en sus brazos seguía en total vigencia, marchitando todas sus vías de escape a la felicidad. Siguió pasando el tiempo y Moisés volvió a reprobar otro año escolar, ya contaba con 16 años y el inglés era una materia que académicamente le causaba muchos problemas; su abuela en el fondo lo entendía, pero ya su crisis llevaba más de cuatro años, seguía muy flaco y no tan alto con el cabello largo como desde niño y su piel pálida de lo muy poco que se exhibía al sol, así que Ana le busco un curso de inglés en el centro del pueblo, al estilo intensivo: Tres hora diarias, él se negó pero su abuela le pidió que por favor lo hiciera por ella, que ya estaba casi para cumplir 70 años y que para que ella pudiera estar tranquila necesitaba verlo bien encaminado. Fue la única manera de que él aceptara. El primer día que asistió se encontró en el curso a un viejo compañero que desde hacía mucho tiempo no veía, se trataba del cátcher que jugaba con él en su equipo, él al verlo se impresionó mucho y lo abrazo. Su antiguo amigo estaba muy cambiado, fuerte como un roble, mucho más alto que él y con ropa deportiva importada. Él le preguntó que como estaba y Moisés viendo alegría en los ojos de su excompañero no quiso ser pedante con él, y de la boca para afuera le dijo que estaba muy bien y le preguntó: – ¿Y eso, que haces aquí? –Bueno Moisés, no me lo vas a creer pero los Mellizos de Minnesota me firmaron como cátcher, estoy contando 60 días para irme a Estados Unidos y para que por allá la cosa no se le haga tan difícil, trato de aprender todo lo que pueda del inglés. –No entiendo ¿Cómo es eso que te firmaron? –Bueno, que como les intereso como jugador me dieron mucho dinero a cambio de que me vaya con ellos, mi amigo, es una lástima aunque no creciste mucho, en estatura quizás si hubieses seguido, también te hubiesen firmado, recuerdo que bateando tu vista era demasiado buena, casi ni fallabas. – ¿En verdad te parece? –Te soy sincero amigo, para mí tú eras mejor que yo por lo menos bateando. Moisés lo vio a los ojos y vio mucha sinceridad, su amigo se le puso a la orden para cualquier cosa que necesitara y se despidieron, Moisés 80


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contento por la felicidad de su amigo después de su clase, camino un poco por el pueblo y pasando cerca de la casa de su padre, pudo escuchar muchos gritos y bates sonando de un pequeño estadio de beisbol, quizás algo curioso y disperso de dolores de viejas heridas, decidió entrar a ese estadio y sentándose en las gradas comenzó a ver como un par de entrenadores enseñaban a un equipo de niños de una forma muy cómica, brincando y saltando persiguiéndose los unos a los otros, apenas ellos notaron la presencia de Moisés, se le acercaron y sonriendo le dieron la mano, Moisés al acto noto que ese par de hombres eran muy buenas personas y los niños que entrenaban estaban muy felices con sus dos profesores un poco chiflados, eran tan peculiares las cosas que inventaban para darle fortaleza física a los niños que para Moisés era muy agradable observarlos, tanto que se le volvió rutina después del curso de inglés asistir al estadio a ver las prácticas, al verlo estos hombres varias veces en las gradas se le acercaron diciéndole: –Óyeme tú caballero ¿Cómo tú te llamas? (Bastante sonrientes). –Jaja ¿Y ustedes de dónde son? –Nosotros venimos de Cuba, a dar clases aquí. –Ah entiendo, yo me llamo Moisés ¿Y ustedes? –Julián y mi compañero se llama Armando. –Pero mijo, que cosa más rara esos ojos tuyos. –Pues sí, todo el mundo me lo dice. –¿Y tú jugás pelota? –Antes jugaba, ya no juego. –Ah mijo ¿Y qué edad tú tienes? –16. –Jovencito, bueno ya sabes por aquí estamos a la orden, si quieres volver a practicar, las mañanitas las tenemos libres. Moisés sonriendo viendo la buena voluntad de esos hombres, sincera y desinteresada de sus ojos, les dio las gracias y luego de la práctica se marchó. Esos dos cubanos estaban en Venezuela gracias a un convenio entre el gobierno venezolano y el cubano, ellos habían venido por 18 meses y apenas venían llegando. Vivían en una pequeña habitación que se encontraba en el estadio debajo de las gradas, Julián era un hombre como de 40 años, muy activo, piel mulata y con un bigote bastante pronunciado, de 1.70 de 81


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estatura con mucho talento desde niño, pero su corta estatura fue lo que le impidió jugar profesionalmente. Armando era pelirrojo igual que Moisés, pero con el cabello muy áspero a diferencia del de él que era muy liso, él tenía 37 años, cuando era muy joven pinto como uno de los mejores pitchers que iba a dar Cuba pero por no ser tan alto, los equipos profesionales, prefirieron darle su puesto por el cual tanto habían luchado a otro unos centímetros más alto, ambos amaban el beisbol más que a nada en el mundo, tanto que aceptaron abandonar a sus familias por 18 meses persiguiendo el sueño de que gracias a sus buenas enseñanzas colaborarían a convertir niños en buenos beisbolistas, claro después de las prácticas de la semana, algún padre de los niños que entrenaban les hacía un obsequio y el fin de semana se dedicaban a su otro hobby, tomarse juntos un botellón de aguardiente, ese par, buenos y sanos, hacían reír a todo el mundo, pero borrachos, hacían morir de la risa hasta a Charles Chaplin si los viera, todo el dinero que ahorraban de su sueldo era para ir a la zona franca de Punto Fijo y comprar electrodomésticos para su familia, una nevera o una cocina de lujo con varias hornillas era algo que en Cuba casi nadie había visto jamás, pero según ellos mismos, no tenían nada de eso, pero igual eran muy felices así. Moisés siguió observándolos después de salir del curso de inglés, pero un nublado día, estuvo lloviendo todo el día y Moisés con un paraguas igual paso por el estadio a esperar que escampara para marcharse, pero sin poderlo evitar vio al par de cubanos en la travesía de salvar sus cosas, la pieza en donde vivían se les había inundado por completo y habían quedado sin tener donde dormir y guarda las cosas que habían logrado salvar, Moisés se acerco a ellos, y en sus miradas a gritos escucho tristeza y desolación y se dolió con ellos, pensó un segundo y les dijo ya no se preocupen, les tengo la solución, los cubanos lo miraron extrañados y lo siguieron porque él se los pidió. Los llevó hasta la casa de sus padres, se montó por la ventana y de la séptima teja del techo sacó un pequeño manojo de llaves, y se los entregó a los cubanos y les dijo pueden quedarse aquí cuanto quieran, a lo mejor hay telarañas, está abandonada desde hace casi cinco años. –Mijo, muchas gracias, nosotros vas a ver cómo te la vamos a limpiar y a cuidar mucho. Pero ¿No hay ningún problema con nadie de que nos quedamos aquí? –No, la casa es mía, no se preocupen, me la dejaron mis amados 82


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padres al morir. –Disculpa si fuimos imprudentes. –No se preocupen, solo que ya lo saben y que del tema no se vuelva a comentar, me es desagradable. –Sí, mijo, lo entendemos, pero semejante favor que nos estás haciendo, déjanos aunque sea pagarte algo. –No se preocupen, les repito, es solo un favor, además estoy seguro que me cuidarán muy bien la casa, algo en su mirada me lo dice, nos vemos mañana. –Oye, oye, tú, niño, ¿Pero ni siquiera vas a pasar? –No, allí adentro hay muchos recuerdos escondidos, la casa debe estar intacta como la deje aquel día, para cerrar la puerta del baño, hagan presión en la parte de abajo con el pie, de resto todo está bien. Chao. –Espera ¿Y lo del pago del arriendo? –Está bien, me quieren pagar, bueno, me deben un favor, cuando lo necesite se los pido ¿Les parece? –Dale pues, te debemos un favorsote. –Tranquilo que yo a lo que lo necesite les aviso. Moisés siguió asistiendo a ver las prácticas después de las clases de inglés, era una de las pocas cosas que estaba disfrutando años después del accidente, esos dos cubanos tenían mucho carisma para enseñar el luego de pelota, los niños sin saberlo aprendían con sus muchas tácticas bochincheras, mucha gente se acercaba a ver a esos maravillosos entrenadores, no como los tradicionales que solo saben poner una cara de pocos amigos y soplar muy fuerte un silbato. A estos dos se les reconocía por su sonrisa a todo momento de oreja a oreja, así el sol estuviera lo fuerte que fuera, no mandaban a hacer nada si ellos no lo iban a hacer también, si mandaban a correr era porque ellos también lo iban a hacer. Moisés los acompañaba después de la práctica al estadio y los mismos le informaban que la casa estaba perfecta, pero él ni entraba, solo llegaba hasta la puerta, se despedía de los cubanos y se marchaba, dejándolos a ellos pensativos sobre los traumas emocionales que lo atormentaban y que todavía se le notaba a Moisés no lograba superar. Esa noche, en el silencio que le proporcionaba la casa hogar, pudo recordar aquel bello momento en que estaba viendo videos de jonrones, junto con sus padres y que ambos con palos de escoba imitaban los swings. 83


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Ese día Moisés admirando las habilidades de José Canseco soñó con ser tan bueno como él, esa noche todo lo que recordó fueron cosas positivas, la imagen del trágico accidente no lo atormento y así algo tarde pudo quedarse dormido. Tres horas después, justo en el medio de sus sueños más profundos, con todo su cuerpo en reposo temporal, fue llevado espiritualmente a aquel mundo especial de sueños que todo ser humano ha conocido, pero que no sabe en donde se encuentra. Allí por vez primera Moisés volvió a sentir un verdadero contacto con sus padres después de su partid, estuvo junto a ellos en una habitación netamente blanca, Rafael junto a Sara costados en un sofá, Moisés sintiéndose allí junto a ellos se arrodillo no creyéndolo, pero de repente escucho: –Hijo, porque estas tan triste? No tienes porque estarlo. Era Sara la que le estaba hablando, –Mamá, ¿Cómo es que puedes hablar? –Hijo, hijo, mi hijo amado, a tu padre y a mí no nos gusta que estés así. –Cayendo Moisés en llanto. – ¿Qué quieren que haga? ¿Por qué me tuvieron que abandonar? Rafael lo levantó y le dijo: – Queremos que cumplas los sueños que un día tuviste. Dentro de ti hay algo muy especial a lo cual hay que sacarle provecho para el bien de muchos. –Hijo, tienes que continuar con tu vida y perseverar. –Papa ¿Pero qué hago? –Un día soñaste con ser José Canseco ¿Cierto? –Sí, hace años. –Pues sabes, hijo, si te esfuerzas serás mejor bateador que Canseco, Sammy Sosa, Barry Bonds y todos los que te imagines, y cuando lo logres el mundo caerá a tus pies, pero deberás tener mucha sabiduría, para saber cuál es tu verdadera felicidad. Tu madre y yo confiamos en ti, tenemos la certeza de que no te dejarás llevar por las vanidades y te comportarás como un verdadero hombre de bien. – Recuerda hijo, todo lo que el mundo te pueda ofrecer obtendrás y cuando te des cuenta que lo que el mundo te ofrece no es suficiente, allí es cuando encontrarás tu felicidad. 84


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–Pero mi felicidad son ustedes. –Levántate, pues es tu obligación y nosotros estaremos contigo (Esdras 10:4). Vencerás, adiós hijo, te amamos. Luego de terminado ese sueño tan especial, Moisés abrió sus ojos lentamente con una pequeña sonrisa en su rostro, después de todo nunca había escuchado la voz de sus padres, hasta ese día, todo fue tan real que confió en los dichos de sus padres, estando seguro de lo mucho que lo amaban que aún después de su partida física, mediante sueños lo seguían llevando hasta el camino indicado, el cual por el dolor se estaba negando a ver, pero que ahora ya había reconocido, pensando que a través de un simple juego de pelota quizás podría hacer grandes cosas. La misma mañana muy temprano, Ana dejó a Moisés en el colegio y este derechito se fue muy entusiasmado a buscar a los cubanos. –Caramba, hombre ¿No tuviste clases? –No ¿Puedo pasar? –Por supuesto ¿No es tu casa? Allí respiro profundo y entro recordando todas las hermosas imágenes que paso allí de niño. –Oye ¿Y ese cambio que te decidiste a pasar? –Alguien especial me ayudo a superar mi trauma. Luego Moisés entro al que era el cuarto de sus padres y de una gaveta saco un álbum que contenía todas sus fotos familiares, las miro todas y metió el álbum en su morral. Luego les dijo a Julián y Armando que necesitaba cobrarles el favor que le debían. –Claro, mijo, dinos ¿Qué necesitas? Lo que sea lo haremos. –Quiero que me entrenen y hagan de mí un buen beisbolista, prometo darles mi mejor esfuerzo. –Como no, hijo, eso es lo que nosotros dos mejor sabemos hacer, todas las mañanas las tenemos libres para ti. –¿Desde qué hora? –Si tú quieres desde las 5 de la mañana. –Excelente, hablaré con mi abuela para cambiarme en el colegio al turno de la tarde. –Bueno, mijo ¿Cuándo empezamos? –Mañana mismo. Después de esa conversación, Moisés fue a hablar con su abuela, le planteo lo del cambio de turno para la tarde y ella no se negó, también le contó sobre los cubanos que tenía alojados en la casa de sus padres y 85


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que su deseo era volver a vivir allá y retomar las prácticas de beisbol que jamás debió abandonar. Ana fue con él a la casa conoció a los cubanos, sin querer entrar a la casa y al ver que le parecieron buenas personas, preguntó a su nieto. – ¿Estás seguro? –Sí. –Bueno si esto te ayudará a seguir tu vida de una mejor forma, yo te apoyo, la comida te la traeré yo. Pero los cubanos saltaron y dijeron que no era necesario que a ellos el gobierno les proporcionaba suficiente comida como para una gran familia de físicoculturistas, riendo bastante. Para Ana esos cubanos eran muy cómicos pero tenía fe de que ayudarían mucho a su nieto, salieron juntos de allí, fueron a la escuela, hicieron el cambio de turno y Ana lo dejó en la casa, bastante tranquila, los cubanos lo ayudaron a meter sus cosas a la casa y comenzaron a cocinar porque para comer también eran muy buenos. Llego la hora de dormir y pautaron el entrenamiento para las cinco de la mañana, y se fueron a dormir quedando Moisés en el cuarto de sus padres pegando todas sus fotografías para así motivarse aún más sintiéndolos más cerquita de él. Fue la mejor manera, de borrar el terrible recuerdo del accidente desde allí comenzó a dormir en paz, sintiendo que sus mismos padres lo arropaban y cuidaban igual que antes. Dando gracias a Dios por ello.

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Capítulo XII

Muy a la cubana –Oye tú Rojito levántate que son las 4:35 de la mañana, echándole un poco de agua fría en la cara, fue la curiosa forma que Julián y Armando escogieron para despertar a Moisés. Y viéndolo bostezando con cara arrugada le dijeron: –Nos estás cobrando un favor y te lo vamos a pagar, al triple jajajajajajaja ¡Levántate vamos a correr muchacho! Así rápidamente se preparó y salió a correr con ese par de chiflados, los cuales cuando llevaban ya un recorrido amplio y notaron a Moisés como quemado y falto de oxígeno dijeron a gritos: –¡Que pajo Rojito! ¡Tan joven y no puedes con este par de viejitos borrachos! Cuando nosotros teníamos tu edad, el entrenamiento era darle dos vueltas a la isla entera –¿Te acuerdas Armando? –Jajajajaja. –Jajajajaja. Esa mañana Moisés no aguantó el recorrido pero lo dejaron que respirara un poco y la práctica continuo con carreras de velocidad en las cuales los cubanos en todas les ganaban criollamente hablando le sacaron la chicha de muchas maneras de ejercicios, cada ejercicio que le mandaban a hacer era más raro y difícil que el anterior, tanto que Moisés dijo que con razón es que Cuba era una potencia deportiva. Y los cubanos llenos de orgullo, se divertían diciéndole que a los bebes cubanos los alimentaban con tetero, de caldo de frijoles o como le dirían aquí “Tetero de caldo de caraotas”. Esos dos en verdad eran muy felices, Moisés también reía pero no mucho por lo agotado que lo dejaban. Moisés no se aguantó y les preguntó que cuando le darían clases de bateo que era lo que más le apasionaba. –Oye, oye calma, ¿Tú sabes que los profesores somos nosotros? –Sí. 87


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–Bueno, quédate tranquilo que nosotros te avisamos. Después de los entrenamientos se iba a la escuela y muy cansado llegaba a dormir. Después de la cena ya que los cubanos no le dejaban poner un dedo en la cocina, sin él quejarse pues la comida les quedaba muy sabrosa. Exactamente todas las madrugadas el ciclo se fue repitiendo, a las 4:35am. Era despertado con un poco de agua fría en la cara y con su cuerpo bastante adolorido sin quejarse, motivado por los muchas fotos de sus amados padres, se esforzaba y salía a correr, mirando al cielo para borrar el dolor que le causaban esos músculos que tenía tanto tiempo sin ejercitar, de por sí él era muy delgado pero tanto trote lo estaba poniendo como más raquítico, toda la rutina se repetía desde todas las madrugadas, el domingo era su único descanso, y también la larga visita de su abuela que luego de visitarlo se iba al cementerio a limpiar las lápidas, de Sara, Rafael y Darío, Moisés luego del entierro nunca hasta el sol de ese día quiso volver al cementerio y en esa posición continuo, llego el lunes y el ciclo siguió, era despertado con un vaso de agua fría y risas por sus dos entrenadores profesionales, algo locos y seguidamente a correr, tres semanas después de repetir constantemente la misma rutina, los dolores musculares de Moisés comenzaron a desaparecer y su perseverancia comenzó a arrojar resultados fortaleciendo su cuerpo, pudiendo él soportar el paso de sus profesores, los cubanos también lo estaban notando, ya Moisés se veía mucho más activo que al comenzar, 50 días antes. El siguiente lunes Julián y Armando se llevaron una gran sorpresa, ya que fueron ellos los despertados por Moisés con un tobo de 20 litros de agua repleto de hielo, bien distribuido, 10 litros para cada uno, a las 4:00 de la madrugada saboreando Moisés las risas de la dulce venganza. Ese día salió a correr muy inspirado después de besar una foto de sus padres, comenzó lento pero poco a poco con mucha determinación fue arrugando sus cejas y acelerando su paso hasta que llego a una velocidad bastante respetable manteniéndola y dejando muy atrás a sus maestros tropicales, los cubanos después de verlo tan fortalecido físicamente en cuanto a resistencia física, se contentaron mucho y cuando termino el recorrido y un poco más, viéndolo aún con energías para continuar lo felicitaron, ves Rojito, te das cuenta que por dentro tienes 88


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un toro incansable, ahora si estás listo para comenzar tus prácticas de bateo y lanzamientos, él asintió y entraron al campo a lanzarse algunas pelotas, no lanzaba muy fuerte pero lo suficiente para hacer un out complicado en primera base, luego vino el bateo, cuando agarro el bate y se puso en la caja de bateo cerró los ojos por un segundo miro al cielo recordó lo aprendido a los 12 años y fijó plenamente el azul y verde de sus ojos en los ojos de Julián el cual estaba lista para lanzarle sin malicia algunas bolas francas, las cuales bateo muy bien de hit, pasando el primer diamante de las bases, sintiéndose muy cómodo su don le anunciaba por donde buscar la pelota con el bate. Armando solo observándolo detalladamente, escucho a Julián que le dijo: –Oye el Rojito ‘ta flaquito pero le pega bien a la pelota, –Presta, presta esa pelota Julián que tu eres cátcher, aquí el pitcher soy yo. El experimentado Armando ahora se montó en la lomita y comenzó con unas rectas que sonaban muy duro en la mascota de Julián. Moisés calculó la velocidad y escuchando en la mirada de Armando que el siguiente lanzamiento venía por el centro con los ojos bien abiertos, bateo y la impactó bastante lejos contrariando la lógica y las leyes de la fuerza que decían que un joven de 1,70 m. de estatura y tan flaco no podía batear muy duro, al dar Moisés ese batazo ambos marcaron la considerable distancia a donde impulso la pelota, ahora Armando, comenzó a utilizar su amplio repertorio de lanzamientos, de curvas, bolas de nudillos, etc. Pero Moisés escuchando en su mirada sus intenciones, de engañarlo con lanzamientos complicados simplemente no abanicaba, después de dejar pasar varios, Armando preguntó: –Por qué no bateas? –No me han gustado. –Entonces que te gustan ¿Sólo por el centro? –Sí. – ¿Y si no te lanzan por el centro? –Tomo la base por bola que siempre será mejor que poncharse. –Jajaja, mijo, eso suena bonito pero no es tan fácil, los reflejos humanos no son tan buenos y que yo sepa tú no eres adivino, sigamos. Armando, siguió lanzando curvas y quebradas que Moisés no bateaba, pero cuando percibía un lanzamiento por el centro le impactaba sin muchas dificultades, Armando repetía la rutina y él no bateaba hasta que encontraba la bola indicada, luego de notar su gran talento 89


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seleccionando lanzamientos ignorando que sabía cómo vendría antes de que le lanzaran, preguntó: –¿Hace cuánto no bateabas, Rojito? –Casi cinco años. –Julián ven acá, acércate y al acercarse Armando a modo de susurro le dice, oye hermano este jovencito tiene, tiene mucho -decía con cara de impresionado. –Sí, Armando, si tiene. De repente si lo trabajamos bien un cazatalentos se interesa en él. –Recuerda que es muy bajo, nosotros también teníamos mucho talento y nos rechazaron solo por el tamaño. –Si es verdad, pero ¿Quién sabe? De repente él tenga mejor suerte. –Dios quiera que sí. A Moisés le extrañó su actitud y preguntó – ¿Qué ocurre?. Los cubanos disimularon y Armando le dijo: –Nada mijo, nada, que estamos viendo a ver cómo te ayudamos, no pensábamos que estabas tan oxidado, que ni siquiera puedes batear una curva, vas a tener que esforzarte mucho más para ver si logras mejorar ¿Estás dispuesto? –Si me esforzaré al máximo. Julián y Armando tenían la firme creencia, que cuando un jugador lo estaba haciendo muy bien como Moisés, y tenía talento no se le podía decir, al contrario, había que hacerle creer que dejaba mucho que desear para que el mismo se esforzara mucho más y lograra superar sus propios límites. La práctica culminó con 5 series de 100 abdominales para así Moisés acudir a sus obligaciones escolares. En las siguientes prácticas Moisés continuo demostrando progresividades deportivas, despertando ahora él a sus profesores y estando en un estado físico muy activo. Toda su concentración estaba acaparada por el beisbol, pero un domingo, Ana fue y hablo larga y tendidamente con el par de cubanos que estaban viviendo con su nieto, Julián y Armando contándole lo preocupado que se sentía a causa de las bajas calificaciones de Moisés en el colegio cuestión poco agradable para los cubanos, pero gracias a la buena voluntad de los mismos, dijeron a la señora Ana que no se preocupara, que ellos se encargarían de que Moisés subiera sus notas, Ana 90


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confió en ellos, luego cuando esta se despidió, quedándose a solas con Moisés vino el jalón de orejas, dejando los juegos a un lado. Moisés no estaba en obligación de dejarse regañar por ellos, pero al ver tan buenas intenciones en sus ojos, por su gran habilidad de escuchar las miradas, por más que lo reprendieron, sabía que era por su bien y sabía que el afecto que sentían por él era puro y sincero. Esa semana pararon los entrenamientos y Julián se autonombró como su profesor de las tres Marías, o lo que es lo mismo: Matemáticas, Física y Química, encargándose Armando de ayudarlo con lenguaje, Historia y Biología. Moisés extrañado con los cubanos confiando en ellos colaboro aunque no pensaba que ellos supieran ni pio de sus materias académicas, pero su sorpresa fue que Armando con todo y su ordinario acento cubano, resulto ser mejor profesor de lenguaje que el que tenía en su escuela y Julián parecía una calculadora humana, mientras él explicaba las ecuaciones de tercer grado en el pizarrón, sus uniformes deportivos no compaginaban ni un poquito con sus habilidades de enseñanza, eran muy carismáticos para la enseñanza, tanto que Moisés pregunto que como era posible que todo eso se le hiciera tan fácil, si ellos lo que habían hecho toda su vida era jugar beisbol y allí le explicaron que en su país para poder jugar beisbol en escuelas los niños tienen que estudiar demasiado porque si no, no se lo permiten, allá al que le gusta la pelota, los libros tienen que gustarle aún más. Moisés cada día sentía más respeto y admiración por sus profesores cubanos. Rápidamente comenzó a llevarle unos cuantos veintes a su abuela y esta misma yendo al colegio preguntando a los profesores por el rendimiento de su nieto, recibía muy buenos tratos, ya que el cambio que había presentado Moisés era contundente de la noche a la mañana su rendimiento había comenzado a elevarse muy rápidamente, Ana viendo que la compañía extranjera que estaba con Moisés era muy favorable, fue a agradecerles a los dos provocando ese agradecimiento la activación inmediata de los entrenamientos de Moisés. Algunos meses fueron pasando, Moisés terminó ese año escolar formando parte del cuadro de honor y jugando muy bien el popular juego de pelota, bateando no tan duro, pero imposible de ponchar no estaba en ningún equipo pues solo se dedicaba a entrenar con sus peculiares entrenadores. 91


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En uno de esos tantos días de entrenamiento por causalidad llegaron unos buscadores de talentos al estadio donde él entrenaba con un bus repleto de jóvenes para hacerles algunas pruebas para ver si se interesaban por alguno. Estos hombres eran parte de la organización de los Indios de Cleveland, Moisés al ver a todos esos jóvenes bajar de ese bus se sintió algo intimidado pues todos eran como talla L y XL muy altos, mientras que a Moisés una franela talla M le quedaba algo sobradita. Al acto preguntó a Julián que quiénes eran y este le dijo que eran los que buscaban buenos jugadores para llevárselos a Estados Unidos para ver si daban la talla, la cuestión le intereso mucho y ya cuando iban a comenzar, Armando se les acercó y les comentó que tenía un muchacho que bateando era muy bueno, con reflejos especiales para identificar los buenos lanzamientos. El principal pidió conocer a Moisés y al conocerlo: –Hijo, que raros tus ojos. –Así nací. –¿Qué posición juegas? –Jardinero central. –¿Quieres que te chequee? –Sí. –Bueno, como verás hijo, hoy estoy full pero la otra semana cuando vuelva, yo te aparto un cupo. –Ok, muchas gracias. Al Moisés marcharse de su presencia y que Armando le preguntara que había pasado, aquel le contestó que no quería desmoralizar al muchacho, pero que sinceramente no le servía pues era demasiado pequeño y delgado. –Pero hombre, le estoy diciendo que el niño tiene talento. –No me sirve, es muy chico, hay que ser realistas. –Hombre, no es tan pequeño, tiene casi un metro con setenta centímetros. –Bueno, lo dejo, como verá tengo mucho trabajo. Armando se molestó un poco y se marcho para la casa con Julián y Moisés, él quería ver las pruebas pero ambos entrenadores se negaron y le comentaron lo ocurrido en la casa, que era mentira que aquel hombre lo chequearía después, pues su tamaño no le ayudaba. Moisés se sintió un poco apagado por la noticia unos tres días, pero viendo la gran motivación que veía en las alentadoras fotos de sus 92


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padres, decidió investigar sobre el tema, la mañana del sábado se fue a un cyber local y se dedicó plenamente a leer y escudriñar todas las biografías que encontró de grandes beisbolistas, todo el santo día se la paso en eso y al final de la tarde, llego a su casa con una sonrisa llena de esperanza, sus profesores estaban ya por la segunda botella de caña y una parrilla armada. –Oye, tu Rojito donde has estado todo el día. Aquí te tenemos un banquete (gozosos). –Investigando. – ¿Investigando qué? Hoy es sábado, ven a comer. – ¿Sabían que Luis Aparicio era pequeño y llegó al Hall de la Fama y muchos otros también lo eran y lograron ser de los mejores? Estoy seguro que mi estatura no es algo tan grave, si muchos lo lograron ¿Por qué yo no? –En ese momento, en plena borrachera, tanto armando como Julián, se pusieron algo sentimentales, casi llorando por su frustración de que no pudieron jugar en las mayores por su corta estatura y por más pichón que le echaron no lo lograron. –Ya, tampoco es para tanto, saben bien, es cierto que añadirme 20 centímetros de estatura es imposible, pero, que mis brazos tengan 10 centímetros más de grosor no es imposible, de hecho en un libro que escribió José Canseco él confesó que para incrementar su fuerza, utilizo esteroides y anabolizantes, si alzo pesas y me ayudo con esteroides, puedo ponerme algo fuerte y quizás pueda batear mi primer jonrón. Julián: –Oye Rojo, dime algo ¿En verdad deseas ser de los mejores? –Con todas mis fuerzas. –Pues, cuenta con nosotros, ya sabemos que para batear eres muy bueno, solo necesitas más potencia y a partir de mañana tu entrenamiento será diferente, lo primero que haremos será buscar tus esteroides. –Pero mañana es domingo, todo está cerrado. –Tranquilo Rojito, mañana vamos por tus esteroides y el lunes, conocerás a un paisano de nosotros que te va a ayudar con lo de las pesas y tu rutina. –Muchas gracias, por el dinero no se preocupen, tengo un poco que dejó mi padre y nunca lo he utilizado. –Muchacho, no te preocupes, los esteroides que vas a consumir son gratis. 93


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–No comas ansias, mañana temprano los buscamos, son esteroides especiales, de los mejores, de hecho son los más consumidos en toda Cuba, mañana verás. –Con eso y la ayuda de nuestro paisano, ese José Canseco parecerá una hormiguita en comparación contigo, jajajajajaja.

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Capítulo XIII

La gran oportunidad bien aprovechada La madrugada del domingo, Moisés despertó a sus profesores, los cuales se encontraban algo resacados por el alcohol, y estos después de tomarse un vaso de leche y comer un caldo de huevos, volvieron a la vida, quedando nuevos, la hora de ir por los fulanos esteroides cubanos llego, se vistieron y tomando un gran bolso con sus cosas, partieron al terminal. Moisés no entendía porque iban hacia las montañas hasta que se quedaron en la inmensa laguna negra. – ¿Por qué nos quedamos aquí? Aquí no hay farmacia. – ¿No quieres tus esteroides? –Sí. –Bueno, pues tus esteroides se están vacilando una, nadando allí dentro de esa laguna, jajajajaja. – ¿Pescado? –Pues claro, no pensaras pescar vacas. –Mijo, mucho pescado todos los días con papa cocida y pesas, te pondrán como un toro y tendrás la vista de un águila, confía en nosotros, Dios nos dejó esteroides naturales, porque los que consumió Canseco, le van a tumbar el que te conté y un hombre joven que no le sirve el que te conté, no es un hombre totalmente feliz. ¡Créenos!, esto te dará mejores resultados sin efectos negativos para tu cuerpo, asintiendo Moisés. Armando comenzó a esculcar en la tierra con un pequeño palo, logrando encontrar unas lombrices de tierra, las cuales fueron la carnada ideal e irresistible para los grandes peces que habitaban en la legendaria laguna, apenas echaron el anzuelo con la lombriz al agua comenzaron a picar los peces, una experiencia inolvidable para Moisés, su primer día de pesca, cada vez que sentía que un pez halaba fuertemente su nylon, la emoción era mucha. En cuanto vieron que ya habían acumulado una abundante bolsa de pescados, comenzaron a limpiarlos, abriéndolos con una pequeña 95


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navaja, sacándoles las vísceras y apartando las huevas en un envase, cuando terminaron Julián le dio absolutamente todas las huevas a Moisés y le dijo: –Bueno, pues, comienza con tu dieta, cómetelas todas. –Julián, pero esto está crudo, me puede caer mal. – ¡Que mal y que nada! Mal me cayeron esas tres botellas de aguardiente y mírame aquí como estoy, quieres ganar fuerza o no? –Sí, tú sabes que sí. –Bueno, pues cómetelas todas, crudas son más sabrosas. Julián les echó un poco de sal y Rojo se comenzó a dar el gran festín, al principio con la cara un poco arrugada pero luego se dio cuenta de lo sabrosas que estaban y les agarró el gusto, terminándoselas todas. Al llegar de vuelta a su casa, almacenaron todo el pescado en la nevera, y comenzó su plan de seis comidas diarias de solo pescado y papas al vapor, algo exagerado pero necesario para los propósitos de Moisés. Al otro día, de madrugada se levanto para correr como de costumbre y sus entrenadores le dijeron que ya no era necesario que corriera tanto pues él no quería ser pitcher sino un potente bateador. Desayunó una trucha entera con limón y llegada las 8 de la mañana fueron a una sala de pesas que dirigía el gobierno y así fue como llegó Moisés a las enseñanzas de Oswaldo, un cubano inmenso ya con el pelo blanco, pero aún muy fuerte, negro casi azulado, que cuando joven fue una estrella del levantamiento de pesas en potencia, había venido a Venezuela en el mismo grupo en que llego Julián y Armando, en verdad era gigante, al saludar a sus paisanos y que estos le dijeron que necesitaban un gran favor, este preguntó con gruesa y dominante voz –Julián, dime cual es la situación. –Bueno, algo que pa’ ti es fácil, necesito que agarres a este muchacho (poniendo su mano en el hombro de Moisés) y que lo hagas muy fuerte, que cuando batee haga llorar la pelota. –Bien, si él pone de su parte puedo hacer lo que hice contigo hace años. –Sí, no te preocupes que él tiene mucho corazón, no se rinde. –Eso es lo importante, por muy pollito remojado que se vea, si pone de su parte y come bien agarra fuerza porque la agarra. –De la alimentación nos encargamos nosotros. La misma mañana comenzó el entrenamiento de pesas, casi ni alzaba una pluma, pero por lo menos empezó. Las primeras tres semanas fueron muy duras. Si alguien nunca ha 96


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alzado pesas en su vida, cuando comienza los dolores musculares son tenaces pero luego el cuerpo se va acostumbrando, y se puede aumentar de peso, poco a poco, las pesas las hacía todos los días y solo los sábados practicaba bateo, porque el domingo lo utilizaba para pescar y así recargar la nevera de su alimento principal. Oswaldo era muy exigente y fastidioso pero Moisés toleraba los entrenamientos, sacando energías positivas de su mente, tres meses después ya la piel de Moisés se notaba más ajustada a su cuerpo, las venas en sus brazos se estaban marcando, había sumado 9 Kg a su anterior peso. Su bateo ya estaba llegando a los jardines del estadio, cuando la impactaba bien y su don que utilizaba para escuchar las miradas de los pitchers con cada práctica se agudizaba aún más. Pasaron 10 meses más, siéndole totalmente fiel a su rutina de ejercicios y los resultados comenzaron a desbordarse, ahora no se le podría decir Rojito pues lo que parecía era un toro. Alcanzó los 92 kgs. Sus brazos se veían enormes y muy fibrosos con tan solo 18 años, era una fuerza descomunal que intimidaba, ahora sacarla de jonrón era algo no tan complicado, sólo tenía que pescar el lanzamiento indicado utilizando su don y adiós pelota. Julián, Armando y Oswaldo se sentían grandemente satisfechos con la máquina que habían creado, solo estaban esperando la oportunidad para mostrárselo a un cazador de talentos, pero ninguno aparecía. Moisés tampoco estaba muy apurado, quería seguir preparándose, pero llegó el día en que a los cubanos les tocó volver a su país. Rojo no pudo evitar llorar su partid al igual que ellos, deseaban regresar con su familia, pero querían a Moisés igual como se quiere a un hijo, con abrazos y llantos quedaron despedidos dejando el correo postal para que se escribieran, quedándole la tarea a Moisés de seguir perseverando hasta lograr su objetivo, siguió con todo lo aprendido de sus maestros, su abuela le pidió que volviera a la casa hogar y él acepto, pues no tenía caso vivir allí solo. En la hermosura del bosque pino, continuó sus entrenamientos de una forma un poco más natural y más efectiva, picando grandes troncos en pedacitos pequeños, solo con hacha, iba y pescaba los domingos. Daba vueltas por los estadios del pueblo a ver si de casualidad encontraba un cazatalentos, pero realmente era complicado toparse con uno, ya que eran como fantasmas, llegaban y se iban muy rápido. 97


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Entre los huérfanos sordomudos Moisés era muy querido y se la llevaba mejor con ellos que con cualquier otra persona con su habla normal, exceptuando a los cubanos, con ellos tenía un vinculo especial, cómo no entenderse y llevársela bien con sordomudos, si se crió con sus padres mudos a los que amó tanto y tan bien supo entender que aún después de fallecidos vía sueños seguía obedeciendo. Siguió entrenando y esperando una oportunidad que aún no llegaba pero su fe en ello seguía vigente, hasta ese día en que viendo inspirado una fotografía de sus padres, cerró sus ojos y mirando al cielo, con su pensamiento oró: –Dios, ayúdame, en verdad quiero hacerlo, solo tú puedes regalarme la oportunidad. Luego de ese sincero momento espiritual se fue con su hacha a picar un gran tronco, en pequeños trozos de leña. Un arduo trabajo hecho a la antigua, picando a punta de hachazos ese tronco en verdad parecía un gran toro con mucha fibra por todo su cuerpo. Mientras estaba haciendo eso, a la casa hogar llegó un vehículo desconocido conducido por un hombre que al ver a Moisés en la orilla del bosque se quedó muy impresionado con toda la braveza y fuerza natural que demostraba picando él solo semejante tronco de dos metros de diámetro, y de paso lo hacía de lado exactamente como si estuviera bateando. Aquel hombre tocó la puerta de la casa hogar después de bajarse de su reluciente camioneta, Ana extrañada lo recibió y este preguntó por la encargada legal del lugar con un acento plenamente estadounidense. –Yo soy. –Mucho gusto señora, vengo a traer un donativo. –Excelente, y ¿Cómo supo de este lugar? –Yo trabajo para una organización extranjera y uno de los requisitos que nos exigen para que se nos permita permanecer aquí buscando materia prima es colaborar con instituciones benéficas sin fines de lucro, me comentaron de esta y como no habíamos venido por acá me pareció un buen punto. Luego de que Ana le presentara a los niños silenciosos y le mostrara las instalaciones el repentino visitante, le pidió que le redactara una carta con sus necesidades para así hacer efectivo el donativo, Ana se contentó muchísimo y bastante encantada le dijo: 98


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–Su organización debe ser muy movida. –Pues sí, algo. –Me imagino que si buscan aquí materia prima, debe ser madera porque eso es lo que abunda por esta zona. –No, señora, la verdad, la materia prima que buscamos en su país es humana netamente. –No le entiendo muy bien. –Bueno para que me entienda mejor yo trabajo para los Astros de Houston y nos gusta venir mucho a su país porque acá encontramos muy buenos talentos, que nos ayuden mucho con la temporada en mi país. –Disculpe la ignorancia, pero es que sigo sin entender. – ¡Cómo! ¿Es que nunca ha escuchado de los Astros de Houston? –Bueno, pues por claves de contexto puedo presumir que se trata de algún tipo de equipo deportivo, pero de qué deporte no sé. –Jajajaja, ay señora, beisbol, somos un equipo profesional de beisbol. –Ah, entiendo, mi nieto practica mucho ese deporte, está obsesionado con eso. –Sí, me alegro, es un deporte maravilloso, mi vida entera le he dedicado. –Y su nieto, ¿Qué edad tiene? –18 años, no debe tardar en venir, está en el bosque cortando leña. –Señora, no me diga que es un joven de cabello rojo. –Si le digo, es pelirrojo. –Yo lo vi en el camino cuando venía conduciendo, se veía bastante fuerte. –Sí, hace mucho ejercicio. –Mire señora y ¿Por qué no aprovechamos la oportunidad y me lo presenta? Quizás él pueda ayudarme a mí y yo a él. –¡Cómo no, vamos! Subiéndose con aquel hombre gringo en la camioneta, fueron a donde se encontraba Moisés muy airado contra ese gran tronco. Después de que primero el gringo lo detallara muy bien fueron presentados. –Tu abuelita me cuenta que te gusta mucho el beisbol. –Sí, demasiado. –Bueno, pues tal vez si tú aceptas yo podría hacerte un chequeo a 99


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ver qué tal ¿Te parece? ¿Aceptas? –Pero ¿Usted es de la federación regional? –Jajajaja, hijo, yo me encargo de cazar buenos posibles jugadores para nuestra organización. Aquel hombre sacó de su bolsillo una tarjeta de presentación, y al ver Moisés el logotipo de los Astros de Houston en ella, no lo podía creer, caído del cielo había llegado ese hombre ante su presencia. Moisés inmediatamente aceptó y preguntó: – ¿Cuándo? Pues en su mirada se reflejaba sinceridad. –Ya, ven, móntate –Pero mis implementos están en la casa –No te preocupes, dejaron a Ana en la casa hogar y partieron a un estadio que estaba algo lejos. Por el camino fueron conversando. –Hijo ¿Qué posición juegas? –Jardinero central. – ¿Y con el bate qué tal? –Mejor que fildeando, la verdad es que estoy un poco pasado de peso y he perdido un poco de velocidad y agilidad. –Ya veo hijo, pareces un toro, muy macizo. –Yo era pitcher y de los buenos, ya verás, a mis 45 años, mi recta alcanza las 80 millas cuando tenía 25, casi 95 millas. Así llegaron al estadio y de la camioneta aquel gringo bajo los implementos y un saco de pelotas nuevas. Calentaron un poco y Moisés se montó en la caja de bateo, era su gran oportunidad la cual no pensaba desaprovechar, marcando muy bien la mirada del gringo el cual solo le bastó con lanzarle 20 pelotas de las cuales a 7 Moisés no le abanicó pues eran fuera de zona, 6 bateó de hit, 2 de faul y a 4 las botó del estadio. –A lo que el americano paró el preguntó que si no continuaría. –No hijo, ya vi lo que tenía que ver (luciendo bastante impresionado). –Ok, iré al grano, tienes con qué, pero las políticas del equipo no me permiten firmarte yo directamente por tu estatura pero, si estoy autorizado a llevarte con mis superiores que te aseguro que cuando te vean te harán una gran oferta, sin importar que seas tan bajo, pero ahora necesito mucha sinceridad. –Dime ¿Con cuáles otras organizaciones te has chequeado? 100


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–Con ninguna. –¿O sea que ningún cazatalentos te ha chequeado? –No. – ¿Te gustaría ser parte de nuestra organización? –Sí. – ¿Estarías dispuesto a venir conmigo a mi país y entrenar con nosotros? –Sí. –Bueno pues, si ningún otro equipo te chequeó, ya no lo hará. Quiero que esta misma semana viajes conmigo, por el papeleo ni te preocupes, el embajador es nativo de Houston, fanático número uno de nuestro equipo, en cuestión de una hora después de comunicárselo aprobaría tu visa. – ¡Excelente!, tanto que deseaba esta oportunidad y me llegó del cielo. –Te equivocas, fuiste tú quien me cayó del cielo. La misma semana Moisés pisó el Aeropuerto Internacional de Houston un mundo totalmente nuevo para él, mucha gente rubia, billetes verdes y máquinas que con tan solo una moneda le daban un sabroso chocolate o una Pepsicola. Cuando se presentó en el campo de entrenamiento impresionó mucho con sus habilidades de bateo. Fue aceptado inmediatamente firmando un contrato de un millón de dólares por dos años, como bateador designado, no querían que cubriera las bases sólo que bateara. No pasó un mes de preparación mental para soportar la presión del público, para que lo subieran a debutar, en su primer juego de grandes ligas en el cual los pitchers quedaban apenados mirando para el suelo de la vergüenza, pues un simple novato de 19 años y un metro setenta de estatura, les estaba cayendo a palo. Trataban de engañarlo con extraños lanzamientos, pero no lo lograban, él era especial, sólo abría muy grandes sus ojos enfocando en las retinas de los lanzadores y ya sabía con que invento vendrían, batazo tras batazo, Moisés se ganó el apodo de “El tanque rojo”, el público lo adoraba, cuestión que incrementaba mucho sus ingresos por publicidad. Esa temporada los Astros ganaron la serie con un dramático final de un gran jonrón de Moisés, en el último inning, quedando ese momento 101


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inolvidable, para la historia del beisbol. Fue la consagración de Moisés en las grandes ligas, luego del festejo le entregaron el premio del novato del año, cuestión que lo llevó a conocer a la mujer de su vida. Cuando lo estaban entrevistando, había allí una mujer de descendencia hindú muy hermosa con un muy lindo lunar en el medio de sus cejas, era la encargada de traducir todas sus palabras al lenguaje de los sordomudos, ella podía escuchar pero no podría hablar, pero para Moisés eso no era problema, prefería ese lenguaje de señas que el hablado. Se dedicó a enamorarla y ésta le correspondió, aprovechó sus vacaciones, se casó con ella en Boconó y pasó su luna de miel en Cuba, celebrando toda su dicha con Julián, Armando y Oswaldo, permaneció en las grandes ligas por diez años, ganó dos series más y se retiró de 29 años, con mucho dinero el cual utilizó para fundar la institución benéfica más grande de Venezuela, encargada de prestar ayuda solo a sordos mudos y niños especiales, lo cual fue su verdadera felicidad, criar a sus hijos a tiempo completo en compañía de su esposa, honrando el recuerdo de sus amados padres.

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Carta final al lector La verdad espero que hayan podido pasar ratos agradables leyendo las letras que escribí para ustedes estimados lectores, aún soy un escritor inédito pero hago lo que puedo y voy a seguir escribiendo, con este ya es mi tercer libro culminado, a mis 24 años de edad. Ahora quiero explicarles de donde surgió la iniciativa para escribirlo. Fue un día en que me vino a visitar una prima a la cárcel en que actualmente me encuentro recluido. Ella me contó sobre un problema por el que estaba pasando, otro primito llamado Raúl, el cual no conozco físicamente, pues apenas tiene seis años y cuando yo llegué a la cárcel apenas estaba naciendo, en fin, el punto es que los padres de Raúl son sordomudos, Fernanda y Roberto, están casados y responsablemente se encargan de su querido hijo el cual no es sordo ni mudo. Desde recién nacido convive con ellos, por lo que aprendió primero el lenguaje de señas que el hablado, incluso pronuncia palabras, entiende lo que le digas pero se siente más a gusto con las señas. La cuestión fue que unos supuestos psicólogos especialistas que con el complejo de que tienen una mente muy brillante, lo catalogaron con un severo retraso y que sería muy difícil que pudiera tener una vida cotidiana de estudios como la mayoría de los niños. Les voy a ser muy sincero, cuando mi prima me contó esto, sin poder evitarlo las cejas se me fruncieron un poco provocándome algo de molestia, no consentía que sólo lo mal catalogaban pero no le ofrecían ningún tipo de ayuda. Quizás me descontenta mucho porque yo también estoy pasando por una situación similar, la Ley dice que desde hace casi dos años me toca una oportunidad de volver a reinsertarme a la sociedad, y los psicólogos, criminólogos del sitio donde estoy recluido mueven cielo y tierra para que esa oportunidad no se me dé. Mi conducta ha sido muy buena, nunca he tenido una pelea, ni recibido castigo alguno, voy para dos años tocando saxofón barítono para la orquesta penitenciaria, no consumo ningún tipo de droga, y ellos todavía tienen el mal valor de catalogarme como un peligro para la sociedad y de decir que soy muy agresivo, mientras que a muchos otros 103


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que tienen varios castigos de aislamiento y peleas, les dan el informe psicológico favorable, se van con un beneficio a la calle y no duran un mes en volver a prisión por incurrir de nuevo en un delito. A mi criterio, ¿Cómo un psicólogo puede dar un veredicto y no ofrecer recomendaciones o alguna forma de ayuda, sólo juzgar, condenar y ya? Semanas después, pensando en el tema a profundidad, decidí que era la historia ideal, ya que con la perseverancia todo se puede, espero que cuando mi primito crezca pueda leer este libro, y que se motive a hacer todas las grandes cosas que se proponga, o que quizás a alguien con las herramientas y recursos necesarios, le parezca una buena historia digna de llevarla al séptimo arte, y que pueda ser una maravillosa película venezolana que lleve a la gente a detenerse un poco y reflexionar sobre las adversidades de la vida, venciendo los obstáculos. Agradezco primero que nada a mis padres, por su apoyo incondicional y todos los viajes que me facilitaron para poder recopilar información utilizada para este libro, también a Julián y Armando, mis queridos profesores cubanos que me dedicaron tanto tiempo enseñándome beisbol sin ningún tipo de interés mientras estuvieron de misión acá en Venezuela, en verdad me encantaría volver a verlos, algún día, al señor Moran, compañero de prisión, inteligente y culto el cual me motivo mucho a escribir, Morán, si fueras psicólogo, serías uno de los mejores, gracias, y por último, a todos los profesores de la Orquesta Sinfónica Penitenciaria, son ustedes con sus acordes los que me brindan cada día la oportunidad de desconectarme de esos odiosos barrotes que veo cada vez que me levanto.

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Índice Capítulo I Buscando algo diferente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Capítulo II Nuevas experiencias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Capítulo III Cruzando las barreras que pretenden detener el amor. . . . 22 Capítulo IV Un nuevo despertar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 Capítulo V Ilusiones vueltas realidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Capítulo VI Nueva vida, vidas nuevas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Capítulo VII Adversidades muy injustas, tanto como crueles, pero arriba hay un Dios vivo que para abajo mira . . . . . . . . . . . . . . . . 56 Capítulo VIII Respeto. “Rojo” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 Capítulo IX Descubriendo nuevas afinaciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 Capítulo X Adiós. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 Capítulo XI Hijo, te amamos, ¡Continúa!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 Capítulo XII Muy a la cubana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Capítulo XIII La gran oportunidad bien aprovechada. . . . . . . . . . . . . . 103 Carta final al lector. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111


Estos 360 ejemplares de Escuchando las miradas se imprimieron durante el mes de marzo de 2013 en la Imprenta de Falcón perteneciente al Sistema Nacional de Imprentas de la Fundación Editorial El Perro y La Rana con el apoyo de la Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas de VenezuelaCapítulo Falcón. Coro — Venezuela.



Carlos Hernández Torres

(Maracaibo 09/01/1987) A mis 24 años de edad, este es el tercer libro que escribo y la iniciativa para escribirlo surgió un día que me visitó una prima muy querida a la cárcel en la que actualmente estoy recluido. Ella me contó sobre un primito llamado Raúl, el cual no conozco físicamente, pues apenas tiene seis años, y cuando yo entré a la prisión él apenas estaba naciendo. Sus padres son sordomudos, Fernanda y Roberto, están casados y su hijo Raúl no es sordo ni mudo, aprendió primero el lenguaje de señas que el hablado. Psicólogos especialistas lo catalogaron con un severo retraso y que sería difícil que pudiera tener una vida cotidiana de estudios como la mayoría de los niños. ¿Cómo un psicólogo puede dar un veredicto y no ofrecer alguna ayuda, sólo juzgar, condenar y ya? Escuchando las miradas es la historia sobre la vida de Moisés, un niño cuyos padres son sordomudos. Narra las diferentes vivencias por las cuales atravesó junto a su familia, que hicieron que este niño llegara a ser orgullo de su pueblo. Llena de amor incondicional, intriga, solidaridad, humor, determinación, pasión, obstáculos y logros. Moisés desarrolló una habilidad única que le permitía saber a través de una mirada a los ojos de otra persona, lo que ésta sentía o pensaba hacer. Esta habilidad más su gran esfuerzo de superación le valió llegar a ser un gran hombre.


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