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INFANCIAS ROBADAS

· Por Elizabeth Castro*

l 17 de enero, diez personas fueron asesinadas e incineradas en la comunidad de Chilapa Guerrero, cinco días después la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y Pueblos Fundadores (CRAC-PF), organización que desde hace años lucha contra la delincuencia que se ha instalado en Guerrero, marchó al lado de pobladores y familiares de las víctimas exigiendo el esclarecimiento del crimen. Al término de la marcha la policía comunitaria que conglomera a 16 localidades presentó a 19 niños de entre 6 y 15 años portando armas. E

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Bernardino Sánchez, Consejero de la CRAC-PF dijo que los menores habían sido entrenados para integrarse como miembros de la policía comunitaria, los niños se presentaron con los rostros a medio cubrir, exponiendo sus frágiles cuerpos al fuego de la violencia, sosteniéndose sobre varas como si el peso del mundo recayera en ellos, y sus piernas no alcanzaran a soportar la vida que intentaban sostener.

A su corta edad, los niños se han convertido en chantaje y moneda de cambio ante la desesperación de una comunidad sumida en la violencia; el Secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, tiene razón, es irresponsable armar a niños que no tienen ninguna posibilidad de defenderse; sin embargo, también es irresponsable que el Secretario declare que al finalizar el año habrá resultados en el combate a la inseguridad; los niños no pueden esperar un año, no pueden esperar un día más, ningún niño tendría que enfrentarse al crimen, o hacer justicia por su propia mano, ningún menor tendría que soportar el rugido de un arma disparando mientras la vida se le escapa.

Los niños de Chilapa Guerrero son una muestra tangible de la descomposición social en México, en ellos se materializa la violencia, el hartazgo, la impunidad y la barbarie.

El país en que viven estos niños es el que hemos construido a lo largo de los años, su realidad es el resultado de nuestra indiferencia, de nuestro silencio cómplice, de nuestra ridícula idea de que a la gente buena no le pasan cosas malas; hemos normalizado la violencia al grado de que a unos adultos les pareció buena idea darle armas a unos niños, y a otros, teniendo la fuerza del estado de su lado, la conciencia solo les alcanzó para decir que era una irresponsabilidad, y nadie hizo nada.

Como si no fuese suficiente con el narcotráfico, el crimen, la pobreza, los miles de desaparecidos, la injusticia, la corrupción y la impunidad, a nuestro mapa de tragedias habrá que sumarle las infancias arrebatadas, esas que robamos al calor de las discusiones sin sentido y los enfrentamiento ideológicos que no hacen más que desviar la atención de lo importante, esas que destrozamos porque somos incapaces de encontrar soluciones, esas que se han perdido entre los escritorios de un Fiscal, un Secretario, un Gobernador y un Presidente. ¿Es este el país que queremos dejarle a nuestros hijos e hijas? ¿Es este el país en que queremos vivan? ¿Este es el México que merecen? ¿Qué cuentas vamos a entregarles cuando nos pregunten por qué no hicimos nada? ¿Qué excusa inventaremos? ¿Qué niños y niñas le estamos dando a México? ¿Qué México estamos construyendo? ¿Qué más vamos a destruir?

El 22 de enero le robamos la infancia a 19 niños, seres indefensos que antes de llegar a la juventud se habrán enterado de lo frágil que es la vida, y lo injusta que llega a ser la muerte. *Elizabeth Castro elizabethcastro.mx Fb. elizabethcastrooax @lyzpc

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