Se abrieron grietas... Somos arte
Somos cultura
MARZO . 2018 PA’L ARRANQUE
México: el país del puño en alto
Por Colectivo Cultural Son y Arte ............................................. 02
experiencias del 19-s ¡No mames!
Por Picke Rivera ................................................................................ 05
19 septiembre de 2017
Por Ricardo Reyes ............................................................................ 06
19 S 17
Por Somos Aguilas .......................................................................... 08
La solidaridad frente al desastre
Por Ulises Humana .......................................................................... 10
Tarde de martes
Por Óscar Valdés ............................................................................... 12
Un evento terrible
Por Carlos Contreras ....................................................................... 14
SON Y ARTE PARA LLEVAR Director Editorial
COLECTIVO “SON Y ARTE” Diseño Editorial
JUAN LUCERO Consejo Editorial
IRÁN ARAGÓN BRENDA HUERTA ELIZABETH ANGEL ADOLFO BALLINAS FERNANDO SÁNCHEZ Colaboradores
PICKE RIVERA ÓSCAR VALDÉS RICARDO REYES ULISES HUMANA RAÚL MARTÍNEZ CARLOS HERRERA CARMEN SOLANO “SOMOS ÁGUILAS” CARLOS CONTRERAS EFRAÍN MOCTEZUMA
Crónica 20 de septiembre de 2017
Por Efraín Moctezuma ................................................................... 17
de aquí somos
Izúcar: un antes y un después del sismo del 19-S
Por el Arqlgo. Raúl Martínez .................................................... 58
pa’ luego es tarde
(Re) escribir nuestra ciudad.
Por Juan Lucero ........................................................................... 61
SABORES DE MI TIERRA Échate un taco
Por Fernando Sánchez ............................................................... 65
Portada
RAÚL MARTÍNEZ VÁZQUEZ SON Y ARTE PARA LLEVAR es una publicación digital gratuita perteneciente al Colectivo Cultural Son y Arte con domicilio en la Heróica Izúcar de Matamoros, Pue., México. Es una publicación independiente de carácter social, artístico y cultural cuyo propósito principal es la divulgación y promoción del patrimonio y el talento local. Las opiniones expresadas en esta publicación son exclusivas de sus autores y no reflejan necesariamente la postura de “Son y Arte Para Llevar” o del Colectivo Cultural Son y Arte. Las fuentes de los autores y/o colaboradores se consideran confiables y se verifican los datos que se publican en la presente en la medida de lo posible. Sin embargo pueden existir errores, por lo que el uso de la información aquí publicada es responsabilidad directa de nuestros lectores. “Son y Arte Para Llevar” No. 4 se terminó en febrero de 2018.
a mi me lo contaron 19 de septiembre de...
Por Carmen Solano ..................................................................... 70
© Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido sin la previa autorización de los editores y/o titulares de los derechos patrimoniales. CONTACTO:
en la punta de la lengua
Homenaje a las víctimas del #19S
Por Carlos Herrera de la Fuente .............................................. 74
LA DESPENSA DEL MES Por Colectivo Cultural Son y Arte ............................................ 76
Colectivo Cultural Son y Arte
/sonyarte
@SonArte1
son.y.arte@live.com
pa’l
arranque
México:
el país del puño en alto
“Si preguntan por aquél día donde la tierra sacudió más que viejas construcciones de adobe y pésimos trabajos de concreto, mi corazón se hace chiquito. Me invaden emociones y pensamientos de todo tipo en cuestión de segundos. El nudo en mi garganta, palabras torpes..., es cierto: no fue mi casa la que colapsó, ni la de un familiar; no fue mi vida por la que salí corriendo llena de angustia, ni fue mi llamada la que esperaban y nunca llegó. Fue mi dolor, mi miedo, mi impotencia, mis lágrimas, mi esperanza y mis ganas de aferrarme a la vida la que se quedó en cada afectado ese día. -Irán, ¿dónde te agarró el sismo? -En mi casa we, no me pasó nada. Y tú, ¿qué onda?”. IRÁN ARAGÓN
“México tan mítico, lugar de gigantes. El ombligo de la luna se movió, parecía partirse, pero de las grietas del movimiento salió su pueblo, dispuesto a convertirse en gigante para levantar su bandera, la de la solidaridad, la del amor por sus hermanos. México, dónde como Villoro dice: si dos rayos caen sobre el mismo árbol... seguiremos con el puño en alto”. ADOLFO BALLINAS
“Siempre me he preguntado el significado del terremoto del ’85 para quien lo vivió, mismo que mi generación sólo conoce a través de testimonios. Este año no fue la excepción, salvo por una variante: la naturaleza me dió la respuesta justo el mismo día, horas más tarde, 32 años después. Caminaba por la Benito cuando todo se movió: la tierra, los edificios, los recuerdos, la fe, el hombre, una nación: el México que siempre dice: no estamos solos, nos tenemos a nosotros”.
“Lo que inició siendo un caos y miedo incomparables, ha continuado con el coincidir de muchos de nosotros, desde ver cómo te devolvían una sonrisa en las carreteras que te decía: estoy aquí haciendo lo mismo que tú, hasta darte cuenta que una simple llamada podía unir más y más redes entre quienes las probabilidades de coincidir eran muy pocas y, aunque aún falta lo que falta, nos tenemos para continuar”. BRENDA HUERTA
“Aquél día no podía llegar a la escalera. Todo se movía con un vaivén psiquiátrico. Sólo tenía que bajar un nivel. Sentí que pasaron mil horas. Cuándo logré bajar y salir del edificio noté frente a mi a cientos de personas desalojando el INDAUTOR, unas llorando, otras gritando, otras en shock. Los vidrios crujían. Un megáfono suena: -¡Avancen al lugar seguro de la parroquia!-. Cuando llegamos, una parte de la torre colapsaba. Noté que seguía temblando... temblando de ayuda, de unión, de solidaridad. Y creo que aún sigue y seguirá temblando en este, nuestro querido México”. ELIZABETH ÁNGEL
“Apenas unas horas antes había publicado en mis redes sociales acerca del terremoto del ‘85. De repente la tierra se sacudía y con ella la ciudad se paralizaba, al mismo tiempo que corría. No imaginamos lo que seguiría a la tragedia: el país se desbordó en solidaridad, superó al gobierno y por un momento se hizo consciente de que no lo necesitaba”. FERNANDO SÁNCHEZ
JUAN LUCERO COLECTIVO CULTURAL “SON Y ARTE” | DIRECTOR EDITORIAL
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PA’L ARRANQUE | MÉXICO: EL PAÍS DEL PUÑO EN ALTO
© Foto: Luis Arango
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Š Foto: Salvador Kellerman
experiencias
del 19-S
¡No mames! PICKE RIVERA . Catedrático . Músico
“¡No mames, no mames! ¡Estuvo muy, muy cabrón! ¡No mames! ¡Pensé que no salía vivo! Te hablo después”. Fue la primera y única llamada que pude enlazar con un familiar segundos posteriores al sismo del 19 de septiembre. La red telefónica dejó de funcionar. Las redes sociales trabajaban a la perfección. Y fue por medio de ellas en las que nos empezamos a enterar del nivel de la catástrofe. Traté de comunicarme con mis compañeros y amigos de la mixteca, en Izúcar de Matamoros, muy cerca de Chiautla de Tapia, donde fue el epicentro. No obtuve respuesta en primera instancia. La Ciudad de México era lo inmediato en los medios nacionales. Puebla y Morelos, daban evidencia de los daños sufridos, aunque con menor eco. Minutos después del sismo, recibí un mensaje de unos amigos de Xalapa: - ¿Cómo están los tuyos? ¿Todo bien? - Sí, muchas gracias. Todo bien. Pero hay amigos muy cerca de la zona de desastre con los que no he podido comunicarme. Seguiré insistiendo. - ¡Ay hermano! Espero que estén bien. Nosotros estamos organizando una colecta de víveres para enviar a la Ciudad de México o a donde se requiera. Nos avisas. Así fue como algunos compañeros maestros y camaradas se empezaron a organizar entre sus amigos. Pero había una voz en común: “que no lo maneje el gobierno, no confiamos en ellos”. En redes sociales se mencionaba lo mismo. Y fue así, que jóvenes con sus propios recursos económicos, haciendo “vaquitas”, obtenían dinero para pagar los gastos de gasolina y casetas, para garantizar que los víveres llegaran directamente hasta los damnificados, “de mano en mano queremos dar los víveres”. A partir de esos momentos, nadie fue líder, nadie encabezaba, todos fueron una voz, las mismas manos para recolectar, ordenar, trasladar y entregar. Me pidieron hablar de cómo se organizó la participación en el entorno donde me desenvuelvo. Sin embargo, los participantes han pedido discreción, pues sus corazones no dictan movimientos para otro motivo. Pero no dejaré de mencionar, que he caminado a lado de mujeres y hombres honorables, honrados y honestos. Corazones latiendo por y para los demás. He sido testigo de cómo la nobleza de los pobres es la que surge en las dificultades. Vi a una mujer desprenderse de unas ropas recién adquiridas para cubrirse del frío, siendo las únicas ganancias con el finiquito del empleo recién perdido. Vi a un hombre perder su autobús de regreso a su casa, para quedarse a sacar escombros de una familia que no era la suya. Vi correr a los niños con sus juguetes en las manos, sus tesoros rescatados con historias y aventuras, para depositarlos en los centros de acopio, para que otros niños volvieran a soñar. Vi a mujeres desveladas con las manos rudas, tendiendo casas de campaña, para que durmieran los hijos que no eran suyos. Vi a una mujer en una ventanilla de un banco, sacar sus ahorros para rentar unos polines, y apuntalar los sueños quebradizos de su comadre, al igual que su casa. Vi a una mujer caracterizada de payasita, bajo pleno rayo del sol por varias horas, abrazar con cariño a los niños para sanar sus sonrisas. Vi a una conejita contar cuentos de esperanza a los pequeños que no entendían que había pasado, pero que lo llevaban muy dentro de su memoria. Vi a unas jóvenes recoger lágrimas de los abuelos que veían su trabajo de años, sostenido solo por el milagro en el que todavía creen. Vi a los juglares cabalgar en sus caballos de acero, con sus guitarras afinadas para cantar esperanza, esa que se requiere para poder degustar del pan diario. Vi a muchos docentes, los menospreciados por el sistema, organizar de manera magistral junto con sus alumnos cientos de despensas, organizar un estado en vilo. Entiendo ahora, porque el miedo hacia ellos. Vi a una mujer embarazada cargar una caja de pañales para donar a otros recién nacidos en la Mixteca. Vi a un clown llorar de “a mentiritas”, para ayudar a los que lloraban en realidad. Vi a enfermeras con los ojos rojos por no dormir, arrullando a los abuelos para que descansaran en un sueño tranquilo. Y vi a jóvenes, mujeres y hombres unirse en el camino, solo por dar. Caminé a lado de seres humanos que destellan solidaridad, el hálito característico de los nobles. Vi y escuché a Juanita, Victor, Aurora, María, y muchas más, agradecer con lágrimas, el recibir bolsas con despensas que decían “No están solos”. EXPERIENCIAS DEL 19-S | ¡NO MAMES!
"Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral."
Dante
19 de septiembre 2017
POR RICARDO REYES . Licenciado en Derecho . Catedrático Sin lugar a dudas, por más que nos creamos civilizados y preparados, jamás estaremos listos para un desastre natural. El cúmulo de sensaciones y sentimientos se ponen a flor de piel en una tragedia y este tipo de eventos tienen la posibilidad de sacar lo mejor o lo peor de la gente: te transforma en “héroe” o en villano. Yo no creo en estos adjetivos. Ser “héroe” no debería ser lo sorprendente, debería ser una condición inherente al sentido humano, a la capacidad de amar al prójimo, de sentir compasión (que no es otra cosa que empatía), a la capacidad de sentir el dolor de otro y hacer algo para mejorarlo. Valía la pena hacer estas reflexiones para dar contexto a mi vivencia en el sismo. Trabajo en Puebla y jamás pensé que Izúcar hubiera sufrido daño por el sismo, es tu hogar, ahí no pasa nada, todas las tragedias pasan lejos de ahí: Oaxaca, Chiapas, CDMX etc. Pero en Izúcar jamás. Sentí un balde de agua fría y que se sumía el piso cuando un compañero dijo que el epicentro fue en Pilcaya. Obviamente la gente no está obligada a conocer la geografía de la Mixteca Poblana. -¡Bendita ignorancia!-, pensé. -Más valdría que yo tampoco supiera donde quedaba-, pensé para mis adentros, -Si aquí (Puebla) se sintió muy fuerte no quiero ni pensar como fue en Izúcar-. Sin redes sociales ni celular los minutos parecían horas y las horas días. Lo primero que regresó fue el internet. Vi a través de Facebook una trasmisión en vivo de un amigo. Izúcar se veía mal. Mi corazón dio un vuelco: mis hijas estaban vulnerables, una en la guardería y la otra en el Centro Escolar. En ese momento pensé –¡Dios!, no permitas que les pase nada malo-. Hasta que finalmente llegó el mensaje esperado, el de mi esposa que me decía: -Amor, estamos bien. Ya estoy con las niñas, estoy en la casa con ellas, pero la casa si tuvo algunos daños-. Fue todo lo que decía el mensaje. No leí lo que decía, sino lo que no decía. Tenía que ser algo grave para que mi esposa hubiera dejado su trabajo. Algunos daños de la casa eran en realidad muchos daños, de lo contrario no lo hubiera mencionado en el mensaje, y si estaba con mis hijas era porque sentía que debían ser protegidas y quien mejor para ello que su madre. Para entonces yo trataba de cruzar la ciudad de Puebla para llegar a la terminal, a medida que avanzaba el caos vial y el rostro de la gente revelaba que la tragedia no era menor. Y por fin, llegué a Izúcar… Al salir de la terminal y caminar por la Avenida Centenario la situación era muy grave. Para entonces solo pensaba -que estén bien mi familia y amigos, total lo material es solo eso… -, cuando pasé por el trabajo de mi esposa y vi que todo se había caído. Un sentimiento de miedo, tristeza y alegría se apoderó de mí: la alegría y el agradecimiento con Dios eran los que más sobresalían: mi esposa, el amor de mi vida, había salido ilesa de ahí. Recorrer el camino a casa me aclaraba la magnitud de la tragedia: mis vecinos habían perdido todo y yo sólo alcance a preguntar -¿están bien?-. EXPERIENCIAS DEL 19-S | 19 DE SEPTIEMBRE 2017
experiencias
del 19-S
© Foto: NOTIMEX
Llegué a casa, abracé a mi familia y hasta a mis perros. Agradecí nuevamente a Dios lo generoso que había sido con nosotros, pues solo había daños materiales y nadie tenía un solo rasguño. Salimos con mi familia a recorrer las calles y fuimos al templo del Señor Santiago. Eso sí fue un duro golpe; en esa iglesia gira mi vida: ahí me bauticé, fui al catecismo, jugué, me casé, se bautizaron mis hijas y era el refugio natural cuando se tenían que tomar decisiones difíciles, y verla destruida era el segundo golpe más duro, ahora sin casa y sin templo, contuve las lágrimas porque siempre he creído que las lágrimas son un signo de debilidad y como líder de familia debía ser mesurado. Pero en verdad no sabía que hacer. No tardó mucho cuando sonó mi celular. Era un amigo, no recuerdo quien, pero me dijo: -¿cómo están?-, respondí que bien pero que mi casa estaba mal y andaba de capa caída. Al parecer no escuchó lo que le dije porque respondió: -los amigos de aquí ya nos estamos organizando para mandar víveres a los damnificados. Consigue un lugar para que podamos operar desde ahí-. Les respondí que “ok”. Como cascada, y a través del grupo de Whatsapp, los amigos del interior de la Mixteca daban su reporte de cada municipio, de cada localidad, y pedían ayuda. Para las 11 de la noche ya no se cuanta gente que nunca había visto en mi vida tenía mi número de celular y ya estaba inmerso en la dinámica de coordinar esfuerzos de brigadas, recibir víveres y mandarlos a los lugares donde realmente los necesitaban. Llegó apoyo de la CDMX, de Universidades y Colegios, de la Sociedad Civil de Guadalajara, Puebla, Veracruz y Mazatlán. Se operó en el Instituto Mixteco (vale la pena reconocerlo) y lo mejor de todo fue que cuidamos que nadie, absolutamente nadie, lucrara ni política, ni económica, ni socialmente con algo. Cabe mencionar que como persona de familia involucré a toda mi familia a quienes agradezco infinitamente que me hagan segunda en todo. Fue muy padre ver como mi hija mayor y mi sobrino (12 y 13 años) asumían la responsabilidad con los que necesitaban de todos nosotros; ver como mi hija pequeña (5 años) ayudaba a descargar los camiones con lo que podía; a mi esposa asumiendo liderazgo y a los dos funcionando como uno solo en diferentes lugares; a mis hermanas y sobrinas haciendo lo propio. Me siento feliz de haber sido criado bajo un ejemplo de solidaridad: el de mi Madre, que ya había hecho lo mismo en tragedias anteriores (cuando creció el rio y cuando hubo contingencia por el volcán). Entendí el valor de la familia y la capacidad de todos de ser solidarios y subsidiarios; entendí que la ciudadanía no está ausente, entendí que tengo muchos, muchos amigos y que el hecho de que no los vea no quiere decir que ya no lo sean; entendí que nuestras coincidencias son más que nuestras diferencias y que un desastre natural no distingue entre derecha e izquierda. Fui a revisar y hacerme cargo de mi casa hasta tres días después del sismo, hasta que ya estaba organizado todo. Gracias a Dios ya vamos saliendo adelante. En la Mixteca #ApostamosPorNostrosMismos
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experiencias
del 19-S
19 S 17
SOMOS AGUILAS . Asociación Civil Las calles, edificios y conciencias se cimbraron. La tierra se movió y con la misma fuerza los corazones de hombres y mujeres de México y el mundo entero. Cayeron bardas y monumentos… ¡pero no los mexicanos! Bastó una sacudida para despertar la fuerza de México en su gente, en cada héroe que no obedeció a un gobierno y decidió tomar el mando para convertirse realmente en un pueblo solidario y democrático. Necesitábamos tal movimiento para por fin empezarnos a levantar porque, ya desde antes, estábamos enterrados entre escombros de traición y pobreza por aquellos que nos gobiernan. Aquí, en este rinconcito, la madre tierra nos cobró con vidas, con angustia, con desesperación. Pero al mismo tiempo mostró la verdadera cara del pueblo y te puedo decir, mi querido Izúcar, que me dio orgullo ver a tu gente de la mano, levantando escombros, dejando a un lado las actividades cotidianas para ayudar a nuestros hermanos. Fue una sensación inexplicable. De repente aquellos jóvenes soltaron las redes y tomaron las palas, acomodaron víveres, trasportaron esperanza y a pesar de lo triste que era ver como mucha de nuestra gente había perdido tanto, también pudimos mirar la luz de un nuevo día en aquellos que pasaban de mano en mano una oración silenciosa que multiplicaba la ayuda que llegaba de todos lados. ¡Nunca lo hubiera imaginado! Camionetas, carros, remolques, tráileres, hombres, mujeres, abuelitos y niños arribaban presurosos y ansiosos de poder dejar su amor en esta nuestra Mixteca. Nos tocó la de malas, pero también la de buenas, porque ahora sabemos quiénes somos y hasta donde podemos. Sólo deseo que sigas creyendo, que juntos luchemos, que actuemos, que dejemos ese profundo sueño de apatía y desinterés, que tomemos las riendas de nuestro porvenir para poder lograr estar de pie una vez más. No olvides que el pueblo decide para el pueblo y, aunque ha pasado tiempo, necesitamos no rendirnos mi hermano, porque aún nos falta mucho para que nuestro Izúcar, nuestra mixteca, nuestro México lindo y querido, estén de pie. No olvides que juntos podemos. No olvides por favor, no olvides… E
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© Foto: Getty Images
XPERIENCIAS DEL 19-S | 19 S 17
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del 19-S
La solidaridad frente al desastre ULISES HUMANA . Catedrático
A mis 31 años de edad cada 19 de septiembre era un día en el cual se conmemoraba una tragedia nacional por el sismo ocurrido en 1985. Sin embargo, a pesar de persistir en la memoria, la realidad era completamente ajena hasta este año. El martes 19 de septiembre, como cada año, se realizó un simulacro en el Bachillerato EMSAD “Albert Einstein”. Todo transcurrió de manera normal hasta las 13:14 horas cuando fuimos testigos de un sismo con una magnitud de 7.1. Me encontraba frente a grupo cuando sentimos el sismo y de manera más o menos ordenada se comenzó a evacuar el aula. Sin embargo, cuando se volvió más intenso, el miedo y el movimiento hacían más difícil caminar. Una vez afuera el tiempo se hizo eterno. Hay quienes dicen que se escuchó un fuerte estruendo del cual no tengo memoria. Afortunadamente no hubo ningún lesionado y en pocos minutos llegaron padres de familia a ver como se encontraban sus hijos, sin señal en el móvil quedamos esperando que no hubiera alguna réplica. Una vez que los alumnos se fueron de la escuela me dirigí a mi casa intentando comunicarme sin éxito; al escuchar por la radio el caos y daños que sufrieron en la ciudad de Puebla, Izúcar y Atlixco, una sensación de preocupación se fue haciendo mayor por mi familia y amigos. Después de que comprobé que mis familiares se encontraban bien mis amigos fueron quienes pasaron por mi mente, aunque por un momento debo aceptar que no era capaz de dimensionar la magnitud de los daños. Al siguiente día me dirigí a Puebla a ver una amiga y en ese momento me di cuenta realmente de la magnitud de los daños; amigos de diferentes partes de la ciudad se encontraban haciendo colectas para la zona sur, las noticias en redes sociales mostraban el desastre, y el gran espíritu de solidaridad de los mexicanos y de otros países se sumaron al apoyo. Cuando venía de regreso de la ciudad de Puebla, después de asegurarme que mis amigos cercanos se encontraban bien, me di cuenta de que podía sumar un granito de arena con mi apoyo, teniendo en mente el cuento “El lanzador de estrellas” (el cual por cierto, si tienen tiempo de leerlo, lo pueden encontrar en la red).
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El día jueves 21 por la mañana me dirigí al zócalo de Izúcar buscando a Fer (Fernando Sánchez), porque sabía que algo debía estar haciendo. Al no encontrarlo le llamé y así fue como me puse en contacto con el centro de acopio con el que estuve colaborando en días posteriores. Por casualidad quizá, el área que recorrí con Toño (Antonio Guevara) fue Tlapanalá, donde llevamos algunas despensas y notamos que Tepapayeca fue de las zonas más afectadas de ese rumbo; la destrucción y los daños en muchas casas daban un panorama desolador y triste, siendo principalmente afectadas las casas de adobe. Otras comunidades que visitamos fueron Santo Domingo Ayotlicha, donde era impactante el daño que sufrió la iglesia en la entrada; y Tepemaxalco, otra de las comunidades que sufrieron daños. En San Nicolás Tolentino también hubo muchas casas dañadas y la ayuda apenas comenzaba a llegar; resultaba sorprendente como pedían ayuda a las brigadas que pasaban porque no habían recibido algún apoyo.
© Foto: Reuters
Me resultó sorprendente todo el apoyo que se generó, la movilización de la sociedad civil que fue la primera que se organizó para apoyar a las comunidades más afectadas y dejó en evidencia la lentitud del aparato gubernamental para hacer frente a fenómenos de este tipo, aunque también se debe mencionar que resultó complicada la coordinación de todas las organizaciones que se encontraban apoyando, pero es de destacar aquellas que lo hicieron sin ningún tinte político ni partidista. El apoyar en las brigadas me ha permitido conocer a personas increíbles de diferentes partes, con el estandarte del apoyo al necesitado. Sin embargo, a dos meses del siniestro, los efectos aún no terminan. El impacto psicológico que puede generar en la población es impresionante, hay escuelas en ruinas, algunas en remodelación, se cambiaron los horarios de otras, la situación bajo la cual se vive no es fácil. Caminar por las calles de mi bella Izúcar aún con edificios con riesgo de derrumbe, escombro y polvo en otras, ver casas afectadas, hace difícil superar siniestros como el del 19 de septiembre de 1985 y 2017.
Sin duda alguna es una huella que se quedará marcada para todos los que lo vivimos, tanto por la destrucción como por la gran solidaridad de nuestros compatriotas y otras naciones.
“Una vez afuera el tiempo se hizo eterno. Hay quienes dicen que se escuchó un fuerte estruendo, del cual no tengo memoria”
EXPERIENCIAS DEL 19-S | LA SOLIDARIDAD FRENTE AL DESASTRE
experiencias
del 19-S
Tarde de Martes ÓSCAR VALDÉS . Psicólogo . Miembro de la brigada 69
Era como cualquier tarde, una tarde de martes donde las personas corrían por sus hijos a la escuela, corrían por cosas al mercado, por llegar a una cita, la cual no esperaban que fuera diferente. Algunos llegábamos al trabajo, a la rutina de siempre, a sentarte a esperar que este día fuera diferente, pero no diferente de la forma en que lo fue, diferente donde pudieras llegar a la casa, respirar y agradecer a los de arriba por un día más. Eran aproximadamente la 1:10 pm cuando la tierra empezó a sacudirse de una manera nueva, imponente, desalmada, una que a mis 28 años nunca había visto. ¿Qué pasa por la mente de las personas cuando la rutina se ve afectada por algo que no está en sus manos? La gente corría, era el centro de la ciudad de Atlixco que se empezaba a ver muy afectado, muchos gritos se oían a la distancia, mamás que corrían desesperadas porque era el horario de salida de sus niños y la escuela estaba a unos pasos de donde yo estaba viviendo lo que estaba pasando. Fueron alrededor de 27 segundos, largos, cansados; un señor en estado etílico se hincaba a media calle, volteaba a ver el cielo y rezaba porque las cosas pararan. Atlixco estaba viviendo en carne propia una caída que nadie esperaba, Atlixco veía como algunos de sus templos más emblemáticos eran rasgados por el después llamado 19S. ¿Cómo recuperas la calma después de un evento así? A las 6:00 pm más o menos las calles estaban vacías y al mismo tiempo la gente, sin esperar a que pasara un día, empezaba a organizarse. No voy hablar de las autoridades, voy hablar de la gente independiente que después de lo que pasó empezó a usar sus vehículos para llevar, desde esa misma tarde, víveres y medicinas, para transportar gente a comunidades cercanas donde estaban familias, donde el hermano que se encontraba en Atlixco no sabía nada de su esposa, donde los negocios que seguían abiertos ofrecían comida caliente, café, agua… ofrecían el corazón que hoy necesitaba ser tan fuerte. Voy hablar desde mi experiencia de como la onda de artistas independientes junto con la gente, la verdadera gente de Atlixco, empezó a tratar de salir adelante. Les llaman brigadas, colectivos, asociaciones, movimientos, personas con algo que mostrar que se pararon en una de las calles emblemáticas de Atlixco, “La Hidalgo”, mostrando lo que sabían hacer y esperando que la gente que estaba enterada de la situación llevara víveres, o más bien confiando y esperando que la gente confiara en nosotros, depositara parte de lo suyo, el cual sería llevado a donde más los necesitaban.
© Foto: A quien corresponda
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© Foto: Andrés Lobato
¿Qué si la gente respondió? ¡Por supuesto! El corazón de Atlixco es infinitamente grande y se hace más fuerte cada que una persona se vuelve solidaria. Como olvidar a los niños que llevaban en sus manos despensas, a las amas de casa cargando sus cobijas, sus garrafones de agua, a las personas que llegaban con sus carros, se detenían y sacaban de su cajuela bolsas llenas de esperanzas que después serían una comida caliente en una mañana que tanto se necesitaba; como olvidar a los amigos que gastaban su voz cantando con el estandarte de querer ayudar; como olvidar también a la que gente que por medio de redes sociales rompía el cerco informativo y compartían lo pasado; como olvidar a los paisanos que están del otro lado mandando mensajes de paz, mandando sus recursos para que los alimentos fueran llevados; como olvidar incluso a los que usaron el suceso para fines políticos, a los que les pusieron color a las donaciones, a los jóvenes que pretenden ser líderes políticos dejando entrever sus aspiraciones con la gente que más lo necesita, llenando sus egos de fotos, de hashtags, de un Instagram, de publicaciones llenas de corazones que sólo ellos comprenden. Después de lo que pasó me queda claro que los buenos somos muchos más, porque hoy a pesar de que ya no hay tanta ayuda por parte de la gente, de que la “moda” de ayudar haya pasado, aún quedan artistas, amas de casa, ciudadanos que se organizan y siguen llevando de acuerdo a sus posibilidades ayuda, porque recordemos que Atlixco y las comunidades afectadas aún no están de pie, nos necesitan tanto como nosotros los necesitamos cuando caminamos por el zócalo, cuando nos enamoramos en sus plazas, cuando apreciamos el lugar tan magnifico en que estamos parados, cuando vivimos sus tradiciones y nos damos cuenta de que estamos vivos.
“¿Qué pasa por la mente de las personas cuando la rutina se ve afectada por algo que no está en sus manos?” EXPERIENCIAS DEL 19-S | TARDE DE MARTES
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Un evento terrible CARLOS CONTRERAS . Ciudadano
Fue un evento terrible, pero que ayudó al pueblo a abrir los ojos, a darse cuenta de la poca coordinación que nuestras autoridades tienen con su personal y de la falta de recursos que existe en las comunidades para estas situaciones de desastre, pero al mismo tiempo advertimos que en momentos como este el pueblo se une creando una fuerza conjunta y efectiva con un solo propósito: ayudar a todo quien lo necesita. En lo personal, además de haber sido una experiencia dura, me permitió conocer personas tan dedicadas a su trabajo y tan capaces que merecen mucho respeto. Lamentablemente no se les proporciona la suficiente herramienta y equipamiento para realizarlo a personas
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como el heróico cuerpo de bomberos y protección civil, con quienes tuve la suerte de trabajar hombro con hombro. Al recorrer varias comunidades pude darme cuenta de mucha gente que aun después de haber sufrido daño en sus viviendas, mantiene un espíritu de apoyo para los demás, ofreciendo comida, armando despensas, dando refugio, apoyando en sacar escombro, entre otras cosas más. Tristemente también, y a pesar de la situación, hay personas que sacan ventaja de esto, robando apoyo, apartando despensas (para fines políticos), politizando la ayuda en general.
“Es increíble la capacidad de las personas para sobreponerse a lo que pasó, pero creo que esa es una de las cosas que siempre han caracterizado a los mexicanos” El sismo del 19 de septiembre dejará una huella imborrable en nuestra memoria, pero aún de la tragedia podemos rescatar lo bueno y esperemos que esta experiencia pueda generar consciencia en todos y una nueva cultura, donde la prevención y la seguridad en general puedan ir de la mano, que nos sirva también para que a la hora de elegir a nuestros representantes lo hagamos de manera responsable, dándole nuestra confianza a ciudadanos que tengan la preparación adecuada y la capacidad para enfrentar cualquier tipo de situación, donde se puedan coordinar de manera más eficiente todos los sectores de gobierno y se pueda tener la tranquilidad de que todo estará bien.
Poco a poco la ciudad vuelve a normalizar actividades. A pesar de los daños y las perdidas parece que lo único que nos recuerda al sismo del 19-S son los edificios perdidos en el centro de Izúcar, las calles cerradas al tránsito por el riesgo que aún existe, los avisos de acordonado, los camiones que aún recogen escombro y el personal de obra pública que sigue trabajando. Incluso llega a ser difícil creer que algo ocurrió en algunas partes, viendo todo tan normal y cotidiano. Es increíble la capacidad de las personas para sobreponerse a lo que pasó, pero creo que esa es una de las cosas que siempre han caracterizado a los mexicanos.
© Foto: Marco Uguiarte | AP
EXPERIENCIAS DEL 19-S | UN EVENTO TERRIBLE
© Foto: Frida Hartz
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Crónica 20 de septiembre de 2017 EFRAÍN MOCTEZUMA . Licenciado en Historia . Músico . Poeta Llegue un poco tarde, cerca de las nueve de la mañana. Mientras avanzo, veo restos de ladrillo y piedra de los pretiles y cornisas, bardas, restos de escombro sobre las banquetas. Reunidos, afuera de una tienda de muebles y electrónicos con las cortinas de acero cerradas, el personal espera saber si aún tienen empleo. En el zócalo de Atlixco hay cientos de personas reunidas, en su mayoría jóvenes y de estos la mayoría mujeres, esperando indicaciones. En una carpa con letreros improvisados en cartulinas se ven avisos que convocan voluntarios. Pregunto a un grupo de jóvenes, quienes platican, en donde se apuntan los voluntarios y me dicen que no saben, que llevan rato esperando. Me dirijo a las carpas y ahí, un par de señoritas, me indican que si soy voluntario me anote en una libreta. En la libreta la lista se prolonga. A mí y a los que nos apuntamos nos dicen que esperemos las indicaciones. Después de cerca de veinte minutos alguien alza la voz y solicita que levanten la mano los que sepan algo de plomería o electricidad. Varios alzan la mano, yo junto con ellos. Nos separan y piden a los demás formar grupos de siete personas. De esos grupos me asignan uno, todos ellos jóvenes universitarios. Nos presentamos en breve, he olvidado sus nombres: “estudio fármaco-biología, química, administración, ciencias políticas”; otro exclama: “derecho, porque soy un inútil, no sirvo para nada”. Al final les digo que soy profesor de historia y el que estudia derecho agrega: “que bien, un grupo de puros inútiles”. Todos reímos. ¿Quién los llamó, quién convocó a estas mujeres y hombres, jóvenes y adultos, estudiantes y trabajadores? Pregunto a cada uno de ellos. En su mayoría llegaron por que se citaron entre amigos para ayudar y se encontraron con otros cientos por igual. Nos piden esperar y esa espera es larga ante el hambre ansiosa de hacer algo útil para variar. Alguien puso una mesita y regala café y gelatinas a los voluntarios. Llegaron la mayoría sin desayunar así que tomamos café y nos sentamos en el piso a charlar, intercambiar impresiones sobre lo ocurrido, a seguir esperando. Una de las chavas comenta a todos que vía WhatsApp una amiga aviso que necesita ayuda en una calle cercana. Todos nos miramos y nadie lo duda, nos movemos al lugar. Al llegar, es una construcción antigua con un área acondicionada como estacionamiento como muchos en el centro de la ciudad. Una pared de la entrada del estacionamiento dejó varados varios vehículos, la pared mide cerca de ocho metros y se desgajó
interrumpiendo el paso. Al mover las rocas y la tierra la vibración hace que la fragilidad del muro se comprometa y por sensatez nos movemos a otro pasillo en el que la remoción de escombro no compromete la seguridad de nadie. El dueño de la casa se angustia un poco por que ve mucha gente y no tiene para “invitarnos” comida o agua. Le decimos que no es necesario que ya nos dieron algo en el zócalo. Al fin, el pasillo y el patio quedan libres. Luego vamos al techo que también está lleno de escombros de una pared contigua derrumbada, afortunadamente no hay ningún lesionado. Me doy cuenta que muchas de las construcciones, las fachadas, están pintadas pero los interiores están muy abandonados y es notoria la falta de mantenimiento pero por ser ciudades coloniales no se permiten las modificaciones a menos que sean acordes a la arquitectura y es bien sabido que esto es caro. Esto mismo hizo que la falta de mantenimiento deteriore las construcciones y, aunado al temblor, los derrumbes fueron inexorables. Al terminar, alguien de protección civil, de casco y botas industriales, toma fotos de la casa, las averías y los derrumbes. Me acerco y le pido que revisen mi casa que sufrió daños severos y que temo por la seguridad de mi familia. Muy amable me indica que hay un proceso, que debo presentar mi reporte en las carpas de protección civil en el zócalo en donde se organizan a los voluntarios. Le pregunto si él no puede pasar el reporte y me dice que no, que el solo va a donde le indican. El grupo que era de siete ahora es de quince. Muy preocupados me preguntan qué me dijo el hombre de protección civil sobre mi casa y si quiero que vayamos para sacar los escombros. Les repito lo que me dijo e igual que yo se entristecen e indignan por el frio protocolo y burocracia. Nos movemos al punto de partida a recibir indicaciones y vemos un tractor levantar los escombros de una casa totalmente derrumbada, el panorama es desolador pero nos alegra no haya vidas que lamentar salvo los terribles casos que se escucharon el día anterior en las noticias. De regreso al zócalo, nos encontramos con los mismos grupos esperando indicaciones. Al vernos llenos de polvo alguien nos regala agua y gelatinas y nos da las gracias. Todos los del grupo opinan que no tiene caso esperar y partimos en busca de alguien a quien apoyar. Avanzamos por las calles principales viendo las averías en los edificios y preguntando a las personas si en algo podemos ayudar, todos agradecen el gesto y dicen estar bien. Hay restos de escombros en las banquetas, y muchas grietas en edificios: una tienda EXPERIENCIAS DEL 19-S | CRÓNICA 20 DE SEPTIEMBRE DE 2017
de telas, un banco, una escuela, un templo. Al avanzar se suman más personas, no sé si decir “espontáneos”. Al parecer son trabajadores de la construcción. Vemos los boquetes inmensos en varias casas, y las calles cerradas o acordonadas con cinta amarilla de precaución. Más adelante en una zona acordonada se arremolina la gente, un grupo al parecer funcionarios del ayuntamiento por su indumentaria perfumada, juegan con un dron “evaluando” los daños a un edificio a una cuadra del zócalo, obviamente el edificio está muy dañado a simple vista. Nos acercamos a un hombre que en su indumentaria lleva logos de la cruz roja. Le preguntamos si en algo podemos ayudar y de forma muy amable y despreocupada nos indica que nos apuntemos en las carpas instaladas en el zócalo las mismas que desde hace más de dos horas no hacen nada. Después de recibir comentarios indignados de los compañeros del grupo nos movemos. Una chica del grupo se extraña de que algunas personas asombradas, le toman fotos al dron. Yo solo muevo los hombros y le digo que, quizás no todo lo que creemos que es obvio, lo es del todo. El grupo sigue avanzando por las calles, preguntando. En una vecindad con escombros de la cornisa sobre la baqueta obstruyendo el acceso movemos sin preguntar el escombro. De manera espontánea se suman otros tres hombres, de casco, botas y con sus respectivas palas y picos. Preguntamos si son de protección civil a decir de su indumentaria ya que la mayoría vamos de tenis. Nos dicen que no, que solo quieren ayudar y todos nos disponemos al trabajo. Al interior un compañero y yo preguntamos a los residentes si necesitan algún tipo de ayuda y la gente nos pregunta si somos de protección civil, respondemos que no, que solo queremos ayudar. Una joven residente del lugar preocupada nos dice que quiere sacar sus pertenencias pero no sabe qué hacer pues nadie ha revisado su casa. Le decimos que si gusta la ayudamos a bajar sus muebles pues nos habla desde la escalera. El edificio se ve deteriorado pero no con daños severos a primera vista. La fachada es la que se desgajo. Temerosa, duda en dejarnos ayudarla. Al final declina de su llamado y nos dice que no es necesario. Después de liberar la entrada al edificio comentamos todos sobre a donde dirigirnos. Invitamos a que nos sigan los que recién se agregaron al grupo. Todos avanzamos y mientras caminamos compartimos impresiones de lo sucedido y de la constante situación de desinterés e inmovilidad de los cuerpos de protección civil. Los hombres de chaleco naranja y casco comentan que estaban de vacaciones, que radican en Nueva York y que estaban por salir a Oaxaca con su familia el día anterior, el día del terremoto. Sin pensarlo mucho compraron picos, palas, cizallas, cascos, chalecos, botas y salieron a ayudar. Una cuadra adelante, en una pequeña puerta con la pared derrumbada que da a un pasillo derruido, al parecer es un terreno baldío, alzo la voz saludando y preguntando si alguien esta ahí. Desde el fondo algunas voces me responden y pregunto si podemos ayudar en algo, si están bien. Se oyen voces y entro. Sentada, en un lavadero, hay una mujer mayor acompañada de dos vecinos angustiados. Le pregunto si podemos ayudar. Preocupados nos piden sacar sus cosas pues su habitación se derrumbó. Preguntan de
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nuevo si somos de protección civil. Les digo que no y su rostro es de decepción. Llamo al grupo y entran todos al patio, pido a los hombres de casco y chaleco revisen las condiciones del lugar pues al parecer se dedican a la construcción en el vecino país y así es. Su evaluación es negativa y desoladora es preferible dejar todo como esta pues el derrumbe total es inminente. Es muy peligroso determinan, el techo es de tipo catalán, artesanal, los muros están quebrados, la luz atraviesa por ellos, las dos trabes del techo también están quebradas. Hay un gran boquete en las paredes. La cama pegada a uno de los muros esta llena de piedras y tierra del derrumbe. El hombre que después nos enteraremos es oriundo de Cholula recomienda no intentar nada y desalojar. La mujer comenta haber pasado la noche en el patio, a la intemperie y sus vecinos nos dicen que no ha comido nada desde ayer. Pronto, los muchachos y muchachas del grupo sacan de sus mochilas, fruta, un refrigerio, jugo, agua y se lo dan a la mujer. Ante ello, el hombre de Nueva York pide cuatro voluntarios y nos dice que entrarán pero cada quien bajo su total y plena responsabilidad. Tres jóvenes temerarios, casi insolentes al riesgo, entran con dos de los hombres de casco. Mueven los pocos muebles y a cada movimiento la tierra de los muros se desmorona. Entran por la cama y la pequeña estufa. Los demás hacemos cadena en fila para sacar las cosas y poder correr por si el cuarto colapsa no estorbarnos uno al otro al escapar. Sacamos la cobijas, trastos, la estufa, la cama y le indicamos a la mujer que se acerque a las autoridades, que vaya al zócalo y pida orientación y ayuda en el albergue. Nos dice que desde ayer después del temblor se quedó ahí, con frio y con el estómago vacío, en el lugar en donde la encontramos, y nadie había entrado a preguntar cómo estaba. Pienso irremediablemente en el grupo de hombres jugando con un dron a unas cuadras mientras mucha gente necesitaba ayuda o por lo menos que les preguntaran si estaban bien y que dijeran a donde ir y que hacer. El grupo se mueve y ahora lo conforman cerca de treinta personas. Muchos de ellos se conocen, pues son vecinos o compañeros de la universidad, y los que no nos conocemos de todos modos nos sumamos sin más. En otra propiedad arruinada ayudamos a mover un refrigerador enorme pues al parecer era una tienda. La esquina esta totalmente derrumbada. El cuarto de donde sacamos el mueble se ilumina con la luz que pasa por el enorme hueco en la pared que dejó el terremoto. Con una cuerda removemos un gran bloque de cemento que se recarga peligrosamente sobre un poste de luz. Alguien dice que en Metepec necesitan ayuda, otro dice que hay rumores de que no se puede llegar, que el pueblo está cerrado con un retén de pobladores a causa del vandalismo. Solo rumores. Otra joven recibe una llamada de un familiar y le repite que necesitan ayuda. Una más confirma lo dicho. Gran parte del grupo, quizás más de la mitad, son mujeres. Se consensa y decidimos dirigirnos a Metepec. Los de casco dicen llevar un taxi, otro hombre dice llevarnos en su camioneta, uno más en un vehículo. Amontonados nos movemos en los coches y, entre algunas bromas y comentarios sobre el sudor y los olores en el auto, la charla es como si nos conociéramos desde hace tiempo. El vehículo en
© Foto: Andrés Lobato
que nos trasportamos hace un chasquido, que luego es un traqueteo intenso. La avería es un amortiguador pero como tiene muelles el chofer no se preocupa y con la pericia e imaginación del mexicano, con alambrito, literalmente con un alambrito, amarra el amortiguador y así llegamos Metepec. Al llegar al pueblo todo es caótico: una gran fila de autos y camionetas en la calle principal abarrotan la vía, tanto que en ningún sentido se pude circular. Cientos de casas derribadas, fracturadas, muchas personas sacando sus muebles y sus pertenencias y bolsas de ropa. Cientos también llevando víveres. Al bajar nos dirigimos a un área en la que se derrumbó por completo una casa que ahora es solo un gran montón de escombros. Preguntamos al propietario si podemos ayudar en algo pero nos dice que no hay nada por recuperar, que solo espera al tractor que levante todo el escombro. Tareas hay muchas: derribar bardas, mover piedras o escombro, sacar muebles. Una de las jóvenes se detiene a escuchar a un hombre mayor que deambula apoyado de un bastón. Un grupo lo acompaña a su casa y momentos después el resto le da alcance. Para ese momento un grupo de cinco jóvenes, al parecer de los alrededores o de la localidad, se suman a nuestro grupo. Su aspecto es más rudo y más de barrio, pero los hay de todos los aspectos. En la casa del hombre mayor el diagnostico aportado por una de las jóvenes, que ha sido instruida por su padre al parecer ingeniero o arquitecto, señala lo que es evidente: los dos cuartos que habita el anciano son de adobe y están en ruinas con tremendas grietas diagonales y boquetes en el techo desgajado. Es necesario por su seguridad que saque sus
pertenencias y no permanezca más en el lugar. El hombre lo sabe pero no tiene a donde ir. Salimos en busca de su hija y nos repite que ya le ha dicho a su padre que abandone su casa pero no puede llevarlo pues después del terremoto se fue a refugiar con unos familiares en Atlixco y habitan por ahora ocho personas una sola habitación. De regreso en su casa sacamos los muebles a un patio techado y protegemos las cosas con cobijas y plástico. La televisión y el refrigerador los protegemos entre muebles más grandes con cobijas dentro de la habitación por si se derrumba se puedan recuperar. Al final lo dejamos con su hija en el patio, con sus cosas iguales o peor que antes del sismo. Duele ver que lo poco que tienen lo han perdido, que las grandes posesiones del mexicano de a pie son las figuritas de barro y las fotos familiares. Todo lo que sigue son escenas que se repiten. Trascabos, martillos, marros, palas, picos, gente que llora, personas que aún están desubicadas sin saber qué hacer, bolsas con alimentos e insumos de higiene, paquetes de papel higiénico, miles de botellas de agua, paquetes de pañales, cobijas, una densa nube de polvo y la bandera ondeando en improvisadas astas de palo de escoba en alguna casa que no se cayó, recordándonos a que venimos, a hacer patria. El grupo se dispersa, unos acarrean muebles, otros escombro, otros laminas, alguien lleva a un niño con la piernita enyesada que reclama no olviden su bicicleta. El rio desbordado de automóviles se acrecienta y se vuelve desastroso pues no falta el imprudente que se estaciona en doble fila aun en el caos. Las manos son de todos los colores y de todos los orígenes: cholos, punks, fresas, manos suaves de EXPERIENCIAS DEL 19-S | CRÓNICA 20 DE SEPTIEMBRE DE 2017
de universitarios, manos toscas de albañil, muchachos en camionetas lujosas repartiendo agua por las ventanas, jóvenes a pie regalando tortas, fruta, jugos. Parte del grupo toma dirección a la casa de un conocido. En su traspatio dos habitaciones de adobe se derrumbaron. El frente de la casa no acusa daños. Se forma una fila para sacar escombro. El ambiente se relaja un poco y no se puede negar la sangre pues empieza el desmadre, las bromas, la risa en medio del desastre, pues el mexicano sabe cómo sonreírle a la muerte y mentarle la madre a la tragedia. Hay quienes piden que entre los víveres haya una caguama, otros entonan la tonada de los siete enanos. Por fortuna no hay ningún lesionado en el lugar en donde estamos y hay chace por ahora de reír un poco. Después de cientos de paladas, botes llenos de tierra y rocas, el cuerpo resiente; pisotones accidentales, rocazos en los tobillos, pedir hacer esquina y muchos esperando turno para ayudar, así que vamos por relevos. Uno de esos relevos es un hombre que recuerdo haber visto alzar la mano en la mañana en el zócalo cuando pidieron electricistas y plomeros. Le pregunto cómo llegó aquí y confirma mi sospecha: nunca les dieron indicaciones, a muchos los despacharon diciéndoles que ya había suficientes o que no había más que hacer, así que tomó sus herramientas y salió a buscar a quien ayudar. Después de ser relevado cerca de la seis de la tarde me despido del grupo que continúa en su labor. El transporte en que llegamos se ha ido y cada quien volverá a casa por sus propios medios. Camino las calles en donde se respira angustia. La polvareda me recuerda qué es una tragedia, una verdadera tragedia, la soledad de los damnificados, el desamparo de las autoridades sumado al terrible terremoto. Un enjambre de fotógrafos y funcionarios se desplaza por la calle principal entre los autos, hay muchos policías alrededor mientras el tráfico se satura y se pierde el control. Pienso en cuantas cubetas de tierra y roca podrían mover esas manos inmaculadas que aplauden al “funcionario”. Un policía parado en una esquina sigue con la vista el enjambre mientras un hombre en una camioneta me pide le abra paso para pasar un remolque, así que me paro a media calle alzando la mano deteniendo el tráfico y les pido que esperen para que avance el remolque. Por fortuna me hacen caso, se detienen y después de que pasa, dirijo a los otros autos un instante hasta que el oficial reacciona de su “zombificación” y hace sonar su silbato. Al menos unas cien personas siguen al “funcionario” que camina de prisa mirando a los lados, alguien lo increpa y le dice que la ayuda no llega, que no hay orden, que protección civil no se aparece. Adelante otra mujer lo aborda y le repite lo mismo. El funcionario molesto les dice a sus colaboradores que “porque no quitan a la gente negativa”. Al parecer cree que está en un mitin como acostumbra, con miles de acarreados, pero estos “negativos” viven aquí y acaban de perder sus casas. Después del desastre del terremoto, se manifiesta la tragedia de una burocracia fría, lerda, insensata, paralela, donde el ciudadano siempre es un malagradecido negativo que no se da cuenta que afea las fotos del “funcionario”, que arruina sus mítines de fantasía, unos negativos que no entienden que perder una casa no es nada cuando el
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país necesita que sus funcionarios duerman tranquilos, viajen en helicóptero y sean aplaudidos por nada. En el regreso contemplo la iglesia quebrada en su fachada que es apenas un espejo de este pueblo pintoresco que hoy colapsa. Encuentro y saludo a rostros conocidos, pero también saludo a muchos que no conozco, brigadistas recién llegados con mucho ánimo que preguntan con quién dirigirse. Les explico que la onda es preguntar a la gente si puedes ayudar en algo pues protección civil esta anulada, así que la organización es por parte de los afectados y los voluntarios. Los muchachos con pala al hombro toman ruta mientras yo busco transporte. Alzo la mano con el pulgar arriba pidiendo “ride”. Nunca me fue tan fácil conseguirlo sobre todo con mi aspecto a estas horas: deplorable, cubierto de tierra y con la cara arenosa. La camioneta se detiene y me siento en las milpas que transporta. Me recuesto sobre la frescura de sus hojas. De manera vaga llegan a mi cabeza imágenes y recuerdos de otras épocas despreocupadas, de juventud de aventuras cuando pedía “ride” en la escuela o saliendo de la fábrica, cuando caminé algún pueblo en la sierra de catorce, en la selva de Tamasopo, en la sierra de Puebla, cuando después de una noche de Rocanrol salíamos a pasear los miembros de la banda, una mañana en que llegamos precisamente a Metepec y no me dejaban subir al auto los cabrones y
me fui sentado en el cofre. Pienso que de no ser por las circunstancias este sería un hermoso día. Después de unos minutos el chofer de la camioneta me indica que hasta ahí me deja y bajo a orillas de la ciudad de Atlixco camino de nuevo un tramo y un automóvil se orilla, una mano se extiende fuera de la ventana y me ofrece una torta y jugo, entonces me quiebro, hace mucho que algo tan simple como una torta a media tarde no me hace llorar. Pienso en mis hijos, mi familia, mi casa a punto del derrumbe, las casas de todos aquellos que quedaron atrás, y que minuto y medio de terremoto les cambió la vida para siempre. Me siento a orillas de un puente con un bocado y sollozando como un niño. De pie, reanudando el camino, extiendo mi mano y una camioneta se orilla, la reconozco pues había ofrecido en algún momento del día agua y comida al grupo. La conduce un hombre gordo de aspecto jocoso pero que mantiene una actitud seria. En la batea de la camioneta viene también un hombre muy moreno con cabello largo y lentes oscuros. Como muchos otros, al ver la nula organización del ayuntamiento, tomó sus cosas y salió a preguntar a quién ayudar. La camioneta vuelve a Puebla para reabastecerse y aún lleva algunos víveres que no repartió. Me deja en la autopista y nos despedimos con un fraterno saludo de manos, lo veo sonreír. Camino a casa veo muchos vehículos con letreros de ayuda voluntaria. Me conmueve la
fragilidad de esta ciudad y la enorme ansia de ayudar de miles de desconocidos. Aquellos con los que hacemos fila en el banco, con los que chocamos los carritos del supermercado en apretados pasillos, al que le hemos mentado la madre en un semáforo, que se sentó a nuestro lado en algún concierto, a los que damos los buenos días el subir al microbús. Todos, un mar de generosos desconocidos. Al llegar a casa de mis familiares encuentro a mi hijo jugando en la calle, al verme cubierto de tierra sonríe, sonríe como un sol y pregunta si fui a explorar y me abraza, le respondo que sí, con un nudo en la garganta, me digo para mis adentros que fui a explorar el fondo del corazón humano. Efraín Moctezuma. 20 de septiembre de 2017. Atlixco, Puebla.
“Al vernos llenos de polvo alguien nos regala agua y gelatinas, y nos da las gracias.”
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Izúcar: un antes y después del sismo del 19-S por el ARQLGO. RAÚL MARTÍNEZ VÁZQUEZ.
Cronista municipal de Izúcar de Matamoros
Alguien me dijo que hacíamos demasiado ruido y escándalo por piedras y edificios viejos, pero no puedo negar que durante la revisión de los templos de Izúcar y su región, dañados por este temblor, las imágenes que he visto me han calado en lo más hondo, pues representan valores históricos, arquitectónicos y simbólicos de nuestro entorno. Ese día me encontraba en un edificio emblemático de nuestra heróica ciudad: la Casa Colorada. Aún me sorprendo de como bajé tan rápido, aunque con un fuerte golpe y tan solo después de que el movimiento finalizara y ver que mi familia estaba bien, tomé mi cámara y di una vuelta por el centro. Las escenas eran simplemente de no creerse: grietas de tamaño considerable en negocios, casas, templos, personas llorando y nerviosas. No daba crédito de ver derruido el reloj de la parroquia de Santo Domingo o que había colapsado la cúpula de San Juan de Dios. Pero aún había más: empezaba a comentarse que Santiaguito se cayó y mis pasos siguieron por una avenida Centenario que parecía como escena de guerra. Al verme con mi cámara una persona me dijo: -“entre a mi casa y tome fotos”. Se veía de miedo. Iba llegando frente al templo de Santiago Apóstol cuando me llegó un mensaje de un amigo por celular donde me decía que la cúpula de Santiaguito se había caído y dentro de mí decía: -“que sea la del crucero de la iglesia”, pero al llegar el golpe fue inevitable: la escultura había quedado sepultada entre los escombros. Trato de hacer memoria entre los sucesos más trágicos que le han pasado a Izúcar y no encuentro ninguno tan terrible como este. Pienso en el incendio de Santo Domingo en 1939, la explosión del local de don Emeterio Martínez en la calle Reforma en 1971, la emergencia por la explosión en la planta de Dragón, las crecidas del río Nexapa o hasta el temblor de junio de 1999: todas estas desgracias se siguen quedando cortas. En la historia de nuestra región hay un antecedente de un sismo de fuerte magnitud, sucedido en la época colonial el 16 de agosto de 1711. Por algunas crónicas se conoce que afectó el entonces convento de Santo Domingo, en esos años aún con frailes dominicos como sus inquilinos, y a la productiva hacienda de San Nicolás Tolentino.
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Precisamente como un presagio de ese fatal día, por la mañana en la radio comentaba sobre este y otros temblores que han afectado a nuestro municipio: el ya mencionado de 1999, el de 1985 y el de 1973, éste último cuyos efectos dañaron para siempre la capilla de la antigua hacienda de Raboso. Fueron sobre todo casas antiguas, de adobe, las que más se vieron afectadas. Para más de uno fue la oportunidad ideal de deshacerse de este tipo de construcciones “viejas” y de muchos problemas para su manejo; por más que se explique sobre la falta de mantenimiento, la incompatibilidad del adobe con el concreto, o cualquier otro argumento se les aplicó una eutanasia a varias casonas de este tipo. Oí o leí a más de uno, incluyendo uno que otro “periodista”, culpar al gobierno por no dejar demoler o no dejar hacer tal o cual cosa, como si la responsabilidad de mantener
© Foto: Raúl Martínez Vázquez
nuestras construcciones en buen estado fuera de éste y sus instituciones cuando es un asunto de muchos matices y que requiere análisis más profundos. Pero sería injusto decir que solo lo antiguo cayó, también hubo obras contemporáneas que no resistieron el movimiento telúrico, no se puede negar que jamás un evento natural había sido tan destructivo como esto. Una mención especial es sin duda el Centro Escolar, que dio su última batalla para que ninguno de sus estudiantes tuviera un desenlace fatal. Yo no estudié allí pero si entiendo las lágrimas de quienes lo despidieron cuando empezaron a demolerlo.
sintió otro movimiento cuyo epicentro estuvo entre Epatlán y Tepeojuma, demasiado cerca de nuestra heróica ciudad. Me ha tocado estar acompañando y apoyando las brigadas del INAH en los templos afectados de la región, incluyendo las 20 iglesias más antiguas de la cabecera municipal de Izúcar, las cuales salieron todas afectadas. Por mucho tiempo no escucharemos el repicar de las campanas o los cohetones de las fiestas pero creo que poco a poco nos tendremos que adaptar a esta nueva realidad y salir adelante, de eso no tengo ninguna duda.
Va a ser lento y complicado el proceso de reconstrucción y no me refiero únicamente material, sino también al emocional, sobre todo si consideramos que seguirá habiendo temblores, lo cual es inevitable por la ubicación de Izúcar en una zona sísmica; es más hace pocos días se DE AQUÍ SOMOS | IZÚCAR: UN ANTES Y UN DESPUÉS DEL SISMO DEL 19-S
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PA’ LUEGO ES TARDE | (Re) escribir nuestra ciudad
© Foto: Brigada Comunitaria por la Mixteca Poblana
(Re) escribir nuestra ciudad POR JUAN LUCERO. Arquitecto y colaborador del Colectivo Cultural Son y Arte. Pensar en el terremoto del 19-S es pensar en el momento exacto en que rugió la tierra y nos sacudió con ella, en todos los recuerdos que removió, en los seres queridos vivos y los que nos quitó, en los hermanos que nos tendieron la mano, en el vecino herido, en la cara empolvada de un rescatista, en el sonido de las palas retirando escombros, en los gritos de la gente y sus oraciones, en la sirena de una ambulancia, la policía o los bomberos; en los celulares sonando, en los televisores y radiorreceptores encendidos, en los edificios que colapsaron. Hace exactamente seis meses, horas después del terremoto, salí a caminar con mi familia por las calles de nuestro Izúcar. Mis ojos miraron de dos maneras diferentes: la primera, a la población desolada por el devastador acontecimiento y, la segunda, a nuestra ciudad con sus vacíos. Entiendo a la ciudad, como lo dijo el Arq. Carlos Mijares Bracho en su obra “Tránsitos y demoras”, como “un libro interminable que en ocasiones pierde palabras, párrafos, o hasta páginas enteras, y que constantemente se reescribe”. El terremoto del 19-S borró partes importantes de nuestro libro, dejando huecos en diversos puntos de nuestro municipio. Pero si lo vemos desde otro ángulo, el terremoto también nos abrió nuevas posibilidades para reescribir nuestra ciudad y nuestras comunidades. Esa ciudad, nuestro Izúcar, requiere hoy de sus eternos escritores. Por un lado, reescribir nuestra ciudad requiere de ser cuidadosos con aquellos elementos que, si bien actualmente presentan daños, aún es posible recuperar. Cuando una página de un libro se moja uno busca la manera de secarla, no de arrancarla. Hay quien piensa que los edificios con fracturas o colapsos parciales deben ser demolidos. Lo cierto es que demoler todo lo dañado no es la solución. Las edificaciones casi siempre tienen algo que decirnos de nuestra ciudad, de nuestra sociedad y de la época en que fueron construidas. Tirar por tirar es sólo una muestra evidente de desconocimiento y falta de compromiso. Contrario a esto es necesario realizar una revisión adecuada y consiente de este tipo de construcciones para rescatar la mayor cantidad posible. Esta acción, además de suponer la preservación de una parte tangible de nuestra historia (a mi juicio lo más importante), nos permitiría también un ahorro económico y de tiempo.
Por otro lado, reescribir nuestra ciudad exige coherencia y cuidado con aquellas páginas que inevitablemente no es posible recuperar. Para ello, es importante el trabajo en equipo entre sociedad, profesionistas y gobierno. Pensar en hacerlo de forma unilateral es una pésima decisión. En un escrito, para enlazar el principio y el final de una historia es necesario que el cuerpo del texto tenga relación con ambos. De manera similar, reconstruir requiere de realizar un análisis profundo de las condiciones naturales y espaciales de las comunidades, de las actividades de sus habitantes y sus modos de vida, de sus materiales locales y de sus recursos, de tal manera que las nuevas edificaciones tengan relación con sus entornos y no sean obras aisladas destinadas a satisfacer únicamente una necesidad inmediata o convertirse en la fotografía del gobernante en turno. Finalmente me gustaría decir que las técnicas constructivas, antiguas y actuales, locales y globales, no están peleadas entre sí ni una es mejor que otra. Todas responden a un contexto, a un momento, a un lugar. Así como decir que un libro que se escribió en una época es mejor que uno que se escribió en la nuestra es un disparate también lo es decir que las obras realizadas en algún momento con ciertos materiales no funcionan ante sismos. Es cierto que muchos edificios de la época colonial de nuestro municipio fallaron, pero no fue debido a los materiales usados en ellos. Los adobes, tierra compactada, bahareque y similares nada tuvieron que ver con eso. Si fallaron fue debido al descuido y la falta de mantenimiento que muchas de las edificaciones presentaban producto del paso del tiempo y cuya responsabilidad recae en diversos actores. De manera similar, despreciar el trabajo con materiales que podrían aportar a la mejora de los sistemas constructivos, tales como el concreto, las mamposterías o los sistemas prefabricados, es un error. En este sentido, es necesario tener en mente que los materiales pueden convivir entre sí muy bien si se usan responsablemente y de acuerdo al contexto en el que se insertan. Reescribir nuestra ciudad es una labor que debe involucrarnos a todos. En un municipio en el cual la cultura arquitectónica y urbanística está por los suelos, se hace necesario establecer un punto de partida para cambiar las cosas. El terremoto pareciera darnos, una vez más, esa oportunidad. No es fácil, lo sabemos, pero tampoco es imposible. Sólo necesitamos de nuestra voluntad.
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EL LIENZO | NUESTRA GENTE, BANNI LAANU
© Foto:
Nuestra gente,
Banni Laanu Colectivo Chiquitraca (MX)
Aquél 19 de septiembre, como cada mañana, todos tomamos un lugar en la mesa. Ese es el sitio donde todo se comparte en familia y en el cual las charlas, los consejos, la comida, entre tantas cosas más, nos unen. Y en esa mesa nunca falta nuestro pan característico, aquél que mandan a traer o del que se llevan cajas completas mis familiares cada que vienen de la CDMX, ese pan que le da identidad a esta nuestra tierra y del cual, hasta hoy, no conozco el nombre de quienes lo elaboran. “Banni Laanu” es una expresión zapoteca cuyo significado en español es “Nuestra gente”. Y es también el nombre de un proyecto artístico desarrollado en Juchitán, Oaxaca, por el “Colectivo Chiquitraca”, en el cual a través de murales pintados en la comunidad buscan resaltar la identidad y orgullo por su cultura e historia locales, por pertenecer a ella, reconociendo a quienes han contribuido en su conformación. Los abuelos nos decían que lo más importante son nuestras raíces. Caminar por Juchitán es adentrarse en ellas, es leer parte de las historias que lo conforman en los rostros de sus ancianos hechos murales, que convierten en libro abierto las paredes de sus casas. De esta manera podemos conocer a Na’ Juve Teco, una vendedora de pan tradicional que ha hecho de su oficio un distintivo del lugar; o quizá al doblar por una cuadra nos reciba Na’ Rosa Madu, una anciana que ha dedicado su vida a la fabricación de cohetes, mismos que engalan año con año las celebraciones locales y que llegan a comprarle desde otras comunidades; o tal vez nos encontremos a Ta’ Chente al voltear al otro lado de la acera, quien fue un ferrocarrilero de gran arraigo local y cuyo recuerdo se mantiene vivo a través de un mural. “Banni Laanu” es una apuesta por reconocernos en quienes dia a día forjan la historia de nuestras comunidades con su trabajo, con su arte, con su oficio; es identificarnos en la persona que vive a una cuadra de la nuestra, de quien sabíamos que su trabajo cruzó las fronteras; en la que ha vendido por décadas sus tradicionales cocteles de fruta y hoy es un ícono de la ciudad; en la que ha anunciado a través de un megáfono toda su vida los diferentes productos que se venden en la localidad: en todos aquellos que dotan de identidad a nuestra comunidad y le dan un significado caracteristico, único, singular. Por desgracia los sismos del 7-S y 19-S causaron estragos importantes en las obras del Colectivo Chiquitraca y otros más. Varios de sus murales han sido declarados pérdida total. Sin embargo estamos seguros que, al igual que en el resto del país, Juchitán y sus murales volverán a levantarse, a contarnos sus historias, a platicarnos al recorrer sus calles acerca de aquellos que un día se levantaron y reconstruyeron una comunidad en ruinas, que no fueron los rostros que solo conocemos a través de la TV, los periódicos o la radio, sino que fue la vendedora de flores del mercado, o el carpintero de la esquina, o el muralista quien sin esperar un segundo agarró una pala, una cubeta y un montón de sentimientos encontrados y se puso en marcha para, nuevamente, escribir una parte de la historia de su tierra, al igual que lo hicieron sus padres, al igual que lo hicieron sus abuelos.
Na’ - Doña; Ta’ - Don Colectivo Chiquitraca
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SABORES DE MI TIERRA | ÉCHATE UN TACO
sabores de mi
tierra
Échate un
TACO
POR FERNANDO SÁNCHEZ
Colaborador del Colectivo Cultural Son y Arte
“Cuando mi madre nos daba el pan repartía amor” Joel Robuchon
La comida tiene una cualidad singular más allá de sus propiedades indispensables para nutrir los esfuerzos humanos, pues consuela y alimenta nuestro espíritu, abriga nuestros corazones tras la tormenta, nos transporta con sus aromas hasta el terruño si estamos lejos, y en cada bocado nos lleva y deposita al lado de quienes amamos. Las primeras horas parecían interminables. Llegaban escenas desgarradoras, la información era confusa y el miedo permanecía latente, pero poco a poco se iba asentando la nube de polvo que dejó el terremoto y, tras de ella, las oleadas de voluntarios comenzaron a desbordarse. Lo urgente se volvió lo importante y los teléfonos no paraban de sonar. - ¡En tal lugar se necesita ayuda, hay casas derrumbadas! - Van compañeros para allá. - ¡Se necesitan manos para remover escombros! - Está llegando una brigada de tal parte. A medida que avanzaban los días el hambre nos recordó que los viejos hábitos no se olvidan fácilmente. La vieja confiable torta de jamón “hizo paro”, unas aguas de las despensas para los brigadistas y como dicen por ahí: “a darle”. © Foto: A quien corresponda
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Era una instantánea hermosa que se quedará en nuestra memoria: jóvenes y no tan jóvenes llevando despensas, manos, codos y solidaridad a las comunidades afectadas, desinteresados y dispuestos a levantar al país del desastre. Nos incendió la esperanza a muchos. Pero la aventura nos empezó a pasar el saldo, las noticias que traían los brigadistas eran desoladoras: innumerables domicilios derrumbados, dañados, al borde del colapso, iglesias y escuelas afectadas, desorganización. No solo fueron los damnificados del sismo, también los de la pobreza que en muchos casos eran los mismos. La “autoridad”, que contrario a su encomienda de ayudar, estorbaba; uno que otro gandaya que aprovechaba la situación, y el cansancio y el hambre, empezaron a hacer mella en el ánimo. Era “estrés post-traumático” dijeron después.
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© Foto: México desconocido
Al regresar las brigadas, las tortas de jamón que tan bien habían cumplido su cometido ya no eran suficientes. Improvisamos con lo que teníamos en nuestras cocinas, hicimos magia con las proporciones para alimentar a los ejércitos de voluntarios que volvían de librar combates con el dolor y la penumbra del desastre. Los rostros se iluminaron desde la primera cucharada. De repente la tristeza que se impregnaba tras sacar los escombros o repartir los víveres, de ver el dolor y pensar en que seguirá, se aminoraba, se diluía poco a poco. La comida de hogar tiene ese efecto terapéutico, mágico, de confortar el alma, de llenarle de alegría.
SABORES DE MI TIERRA | ÉCHATE UN TACO
© Foto: A quien corresponda
© Foto: A quien corresponda
Fue como una bienvenida pospuest la esperanza. Para muchos de los q
Dicen que la primera impresión es l hogar de los que recibieron a los b origen prehispánico; el mole poblan carne de guajolote que desde époc otros que aportaron ese toque de momentos más álgidos tenemos m
Fue nuestra forma de decirles grac su corazón y dejarlo bien al sur: ¡G Y por cierto, aún tenemos muchos © Foto: México desconocido
SABORES DE MI TIERRA | ÉCHATE UN TACO
© Foto: A quien corresponda
ta, propios y fuereños, hasta defeños, sentados a la mesa después de una dura jornada, compartiendo las experiencias del día, que vinieron, era su primera vez en la mixteca poblana.
la que cuenta, pero los aromas y los sabores hicieron que esa segunda impresión contara también: una fiesta culinaria en cada brigadistas mostró la otra cara de nuestra región: el pozole blanco con su orégano, maíz blanco y carne de cerdo, platillo de no de antiquísimo sazón perfeccionado en la colonia con especias de Europa y Asia; el pipián hecho con hojas de tlanilpa y cas precolombinas nunca falta en las cocinas de los mixtecos; y el huaxmole o “huaxmolli” que significa “guiso de huaje”; entre e cultura y tradición que se manifiesta en nuestra cocina, develando a nuestros improvisados visitantes que hasta en los mucho que dar y que ninguna desgracia podrá borrar el sabor que nos caracteriza.
cias a todas esas personas que dejaron la comodidad de sus casas parar venir a ayudar a unos extraños, por venir a ofrecer Gracias y vuelvan siempre! platillos que esperan a la mesa a que los comensales de otras tierras sigan llegando y prueben los “sabores de nuestra tierra”.
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a mi me lo
c o n t a ro n Sucedió un
19 de Septiembre de... POR CARMEN SOLANO. Comerciante. Adaptación por Juan Lucero. Colaborador del Colectivo Cultural Son y Arte
- ¿Eso fue lo que dijeron? - Si. Así como te lo estoy contando. Pero come o ya no te platico. Desde que tuve conciencia de la situación estaba seguro que algún día volvería a temblar de esa manera. Pero confieso que jamás imaginé que me tocaría vivirlo, mucho menos el mismo día, 32 años después. - ¿Y qué sentiste Ma’? - Fue impresionante. El suelo iba y venía de un lado a otro, las cortinas de los negocios se columpiaban, los vidrios tronaba. Pensé que la tierra iba a abrirse en cualquier momento. Cruzaba la calle cuando vi moverse los picos del “Mercado Miguel Cástulo de Alatriste” y la famosa “Casa Azul”, fracturarse el campanario de Santo Domingo y desplomarse algunas construcciones. Me quedé paralizado y maniobré para no caer al suelo, mientras este crujía de manera impresionante. - ¡Imagínate hijo, no era cualquier cosa! Se escuchaban gritos por todos lados. Algunos corrían desesperados, otros se hincaban y rezaban, mientras otros más lloraban desconsolados ante la demostración de poder que la madre naturaleza nos había dado. Se sintió fuerte, pero más lo fue cuando la gente intentó comunicarse con sus familiares y no pudieron hacerlo. Pero come, que la comida se enfría. Nunca he visto a tanta gente aferrarse a su fe. Muchos se mantuvieron en pie y otros tantos se desplomaron. No era para menos. Ese día se había movido algo más que solo la tierra. El susto pasó poco a poco pero todos quedamos en shock. La angustia se hizo parte de nosotros al darnos cuenta que el servicio telefónico no estaba disponible, pero esta vez las redes sociales salieron “al quite”. - ¿Y qué pasó después? - Pocos negocios abrieron. Los ánimos de muchos, al igual que las cosas, estaban en el suelo. Sin embargo algunos se quedaron a empezar a levantar lo que había caído. Aquí no pasó a mayores pero hubo lugares donde la devastación fue tremenda. ¡Termina de comer que ya te tardaste! Esta vez nos tocó y duro. El epicentro fue muy cerca de nuestro municipio y las calles daban cuenta de ello. A cada nuevo paso encontraba un nuevo vacío, una construcción derrumbada. Pero pronto también una mano dispuesta a rescatar a los suyos de entre aquellos escombros. La reacción ante la tragedia fue impresionante, conmovedora e inspiradora. Ese México tan marcado por la autodestrucción ese día hacia hasta el ultimo esfuerzo por no terminar de caer y levantarse. - ¿Y qué fue lo primero que escuchaste después del terremoto Ma? - Que la Ciudad de México había desaparecido. ¡Fue una locura! La capital del país se encontraba sepultada entre los escombros que dejó el terremoto. Pero también que miles de civiles estaban ahí, dispuestos a todo para rescatarla, para reconstruirla. ¡Ah! Y también que un día las nuevas generaciones sabrían que un 19 de septiembre la tierra sacudió a México para mostrarle y convencerle que ninguna tragedia es mayor que la solidaridad y el coraje de este pueblo, el pueblo mexicano. ¿Ya terminaste de comer? - Ya casi ma’. ¿Eso fue lo que dijeron? - Si. Así como te lo estoy contando. Pero come o ya no te platico. A MI ME LO CONTARON | 19 DE SEPTIEMBRE DE...
Š Foto: Pedro Valtierra | Cuartoscuro
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Y un día...
México se sacudió otra vez. ©Foto: Manu Ureste | Animal Político Son las 11:00 AM del martes 19 de septiembre de 2017. En todo el país, escuelas, centros de trabajo y población en general se preparan para el macrosimulacro que año con año se realiza para conmemorar un aniversario más del fatídico jueves de 1985 que tanto nos quitó pero también nos dejó. 32 años han pasado desde aquél día. 32 años de reunir información, de realizar simulacros, de crear alertas, de mejorar los reglamentos: 32 años de honrar a la memoria. La alarma suena. De una vivienda salen dos abuelos con caminar lento, pero con una solemnidad que nos indica lo que significa para ellos este momento; en un edificio algunos oficinistas apuran el paso para salir lo más pronto posible, quizá porque les urge regresar a terminar su labor o quizá porque el simulacro ya no mueve tanto sus recuerdos de infancia; mientras en una escuela todo es risa
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y juego entre los alumnos, jóvenes y niños que sólo conocen del suceso a través de testimonios. Tres generaciones distintas ligadas por el recuerdo de aquellos 100 interminables segundos, mismo que en poco volverá a ser una anécdota esperando a ser contada el próximo año. O al menos eso pensábamos aquél día. A la 1:15 PM el ’85 dejó de ser un recuerdo y se transformó en una nueva experiencia de vida. A esa hora los mexicanos volvimos a convertirnos en héroes y víctimas, a sentir el dolor y la indiferencia, la solidaridad y la empatía, a gritar y a callarnos, a reír y a llorar. Un minuto antes México se había movido… otra vez. En este nuevo episodio Manu Ureste, colaborador del portal Animal Político, tomó esta fotografía que de manera inmediata nos remite a la publicada en nuestro número anterior.
La foto actual, a color, nos muestra de espaldas a un joven perteneciente a la llamada “generación millennial”, quien observa con el puño derecho en alto a través de una malla los restos de lo que fuera el multifamiliar en Álvaro Obregón 286, durante una guardia en honor a las víctimas del 19-S. Destaca el gesto del puño en alto como grito de batalla y sinónimo de un pueblo que, a pesar de la adversidad, jamás se rinde. La lente y sensibilidad se hizo presente una vez más para capturar estampas aquél día, a través de las cuales las generaciones venideras sabrán que, un 19 de septiembre, México se sacudió otra vez, como desde hace 32 años no lo hacía, para levantarse entre los escombros y reconstruir un país, su país, que se niega a morir sepultado por la pobreza, la corrupción, la indiferencia, la violencia, la ineptitud y la incapacidad de una autoridad que no está a la altura de la organización solidaria de sus ciudadanos. LA INSTANTÁNEA | Y UN DÍA... MÉXICO SE SACUDIÓ OTRA VEZ
en la punta de la
lengua
I Caminamos a su lado, conversamos con ellos, acariciamos sus cuerpos, sus rostros, compartimos sus sonrisas. Luego los vimos caer, desaparecer frente a nosotros. Sobrevivimos. Ahora somos fantasmas en nuestra propia ciudad. II Oigo una voz a mi lado: “Yo viví en esa casa más de veinte años. Aquí nació mi hija…”. Hay tantas historias similares. Uno las oye mientras camina por las calles llenas de grietas, llenas de miedo. No hay forma de recuperar el pasado, pienso. El presente reescribe nuestra historia sin piedad.
III En nuestra mezquindad somos capaces de comparar las desgracias. Lo entiendo con pesar: somos seres definidos por cifras. Pero ¿dónde cabe la tragedia de una madre que perdió a su hijo bajo los escombros de una escuela? ¿En qué número se expresa el dolor de un hermano desaparecido? Nada resume la extensión de las heridas. Y eso es lo que queda: nada. IV Como consuelo recibimos la mentira, el engaño, la manipulación. Historias urdidas con trampas, con falsas esperanzas, con dolo. No hay disculpa posible. El dolor no es moneda de cambio. Es hora de que los culpables paguen. Porque el dolor es un hambre que sólo se sacia con la certeza de justicia. V Los adoradores del egoísmo ven con suspicacia los brazos solidarios. Menosprecian su alcance, su efectividad. “Las instituciones funcionan”, dicen. Pero nadie cree en ellas. La ráfaga de muerte, por más que se quiera minimizar, evidencia la podredumbre de las estructuras. Las máscaras caen, una por una, junto con los edificios y las esperanzas. Queda una rabia, una rabia pura. Creo en ella más que en todos los políticos del mundo.
HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DEL #19s Por CARLOS HERRERA DE LA FUENTE Cortesía: Aristegui Noticias
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EN LA PUNTA DE LA LENGUA | HOMENAJE A LAS VÏCTIMAS DEL #19S
En Memoria.
QEPD
Somos arte
Somos cultura
la despensa
del mes Organizaciones que continúan en acciones solidarias con los afectados por los sismos de 7-S y 19-S
lo regional Brigada Comunitaria por la Mixteca Poblana Fb. @brigada comunitaria por la mixteca poblana
Tel. 2431008863 Donaciones: HSBC 6304685962 Clabe interbancaria 021662063046859624 Donaciones en especie: Láminas galvanizadas, Madera, Material eléctrico, Cal Voluntariado: único requisito solidaridad
Infra Rural
Fb. @infrarural http://infrarural.com/
¡Manos a la obra en Morelos y Puebla! 1. Evaluación de las comunidades. 2. Sensibilización y capacitación para la construcción de hogares emergentes y permanentes. 3. Reconstrucción de viviendas sustentables, de calidad y alta duración. Donaciones: http://infrarural.com/dona/#sthash.nGNzMUuI.dpbs
Brigada Interdisciplinaria Arturo Rivera
lo nacional Techo México
Fb: @TECHOmexico Implementa el plan de construcción de viviendas de emergencia en comunidades afectadas por los sismos de Septiembre en Puebla, CDMX, Edomex, Morelos y Oaxaca.
EMRGNT 8.2
Fb: @viviendaSE8.2 El Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) UNAM, la Unidad de Ecotecnología, ECOTEC, BiosArqs estudio de arquitectura, Ecoconstructores Oaxaca y la ONG “Cuidemos.org” se han organizado para implementar una estrategia que proporcione un techo digno a las personas que sufrieron pérdida total. Link para más información: https://www.cuidemos.org/emrgnt-8-2 Haz tu donación: 4766 8406 7916 7796
de interés Entrelazando México Fb: @EntrelazandoMexico
Plataforma de voluntarios y proyectos sociales. Proporciona información sobre actividades y acciones solidarias con los afectados por los sismos de 7-S y 19-S
Fb @brigadainterdiciplinariapuebla Correo Electrónico: brigadamsnpuebla@gmail.com Jornada de trabajo comunitario, jornadas de salud, talleres. Nanacatlan/ Zongozotla/ Tuxtla/ Zoactecpan, Puebla
Muebletón MX
Fb: @muebletonmexico http://www.muebleton.mx/ Página creada con el fin de realizar un registro de los muebles disponibles para donar y, previa corroboración, que éstos lleguen a quienes más lo necesitan. Si tienen algún mueble en buen estado que no ocupen o que quieran donar, pueden publicarlo en esa página o enviar la información a muebletonmexico@gmail.com
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LA DESPENSA DEL MES | MARZO 2018
...tambiĂŠn corazones Somos arte
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