Palabras y Reflexión... por la radio

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Palabras y Reflexión… por la radio

STRUO Ediciones



J. R. Lucks

Palabras y Reflexión… por la radio


José Ricardo Lucks Palabras y Reflexión… por la radio. – 1a ed. – Don Torcuato : STRUO Ediciones, 2009. 310 páginas; 21x15 cm. ISBN: 978-987-24677-1-5 1. Programas Radiales CDD 791.44

Diseño de portada y contraportada: J. R. Lucks

Queda terminantemente prohibida, sin la autorización expresa y escrita del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial con fines comerciales de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.

© 2009, José Ricardo Lucks Primera edición ISBN 978-987-24677-1-5 Hecho el depósito que marca la ley 11.723





Agradecimientos

Quiero agradecer, como todos los años y en todos los libros de esta serie, a Tomi Blatt el que me haya permitido desarrollar en su programa esta columna de cosas que tanto me gustan: leer, reflexionar, charlar y comentar sobre lo leído y lo reflexionado. Quiero también agradecer a Ester por su constante y maravillosa complicidad, por su pasión por la radio, la música y las artes literarias, y por lo inspirador que resulta conocerla y trabajar con ella. A la gente de la producción, Solange y Rodrigo, que me buscan y me encuentran telefónicamente para poder salir al aire. Como broche de oro quiero agradecer a los oyentes, que activa o pasivamente participan de la columna con sus comentarios o solamente escuchándome. Sin ellos, obviamente, nada de todo esto tendría sentido.

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Prólogo

Por tercer año consecutivo emprendo la tarea de publicar un libro con el contenido de las columnas que se emiten en el programa Doble Click. Para los que se suman a este viaje a partir de esta publicación, Doble Click es un programa de radio que comenzó hace cuatro años. Desde su segundo año de emisión, o sea hace ya tres, incorporó una cantidad de columnistas para que hablaran de los temas más variados. Así fue que comenzó mi columna: Literatura y Reflexión… por la radio. La idea era la de comentar diversos fragmentos de obras literarias de cualquier época, y relacionarlas con la actualidad del día a día. El objetivo, aparte de difundir literatura, era el de refrescarnos el hecho de que muchas veces los problemas que tenemos o que vivimos no son distintos de los que tenían otros seres humanos siglos antes, y para los cuales, seguramente, alguien ya había propuesto una solución. La aventura fue entretenida y por lo tanto el trabajo se coronó con la publicación de un libro, con el mismo título de la columna, en el año 2007. Este libro, como los dos posteriores, recopilan, entonces, las “conversaciones” mantenidas en el aire de la radio con Tomi Blatt, conductor y productor del programa, y Ester Vicente, co-conductora del mismo. Al año siguiente, entonces, no sólo se publicó el primer libro sino que comenzó la segunda columna. Cuentos y Reflexión... por la radio. Mismo concepto, pero ahora en vez de utilizar - 11 -


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diversos tipos de géneros literarios, me concentré en cuentos de todas las épocas. Cuentos y Reflexión… por la radio vio la luz como libro en marzo de 2008. Esta columna ya no sólo contó con un medio impreso para mantenerse viva, sino que inauguró la modalidad blog. Cada semana, publiqué durante el año pasado en www.ideasylibros.blogspot.com, los textos que habría de comentar luego por la radio. Sin la riqueza de los comentarios de Tomi y Ester, pero, de todas maneras, otra forma de compartir y difundir literatura y reflexión. Y ahora, si está usted leyendo esto, es porque tiene en las manos el libro de la tercera columna de radio. Palabras y Reflexión… por la radio. Esta vez cambió un poco el formato. El programa mudó de horario y de duración, y también lo hizo la columna. Igual tuvo blog, igual tiene libro que publica las “conversaciones” de radio, pero tiene, aparte, capítulos unplugged, como dicen los músicos, “fuera del estudio”; o sea, material que no se pudo compartir al aire por falta de tiempo, pero que desde mi óptica propone temas interesantes, profundidades más penetrantes, en fin, más difusión de literatura y más convites a reflexionar. Lo cierto es que para mí ha sido toda una experiencia. Investigar, compartir, comentar, escribir, comprometerme públicamente. Maravilloso. Lo recomiendo. No creo dar ningún otro consejo en este libro. No creo ser quién para darlos. Pero sí me parece fascinante la idea de compartir lo agradable de una experiencia como ésta de la columna, del blog y de los libros. Yo tuve la suerte de encontrar un tema que me apasiona, el resto es un poco de caradurismo y cosas que se aprenden, como - 12 -


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gramática u ortografía (aprovecho para agradecer a mi corrector, porque yo no aprendí y si no fuese por él esto sería un desastre). Ojalá el que esté leyendo esto encuentre alguna vez ese tema fascinante y se anime. Quién sabe, tal vez algún día yo esté leyendo un prólogo que diga que ese libro está en parte dedicado al autor de éste, porque al autor de aquél, este prólogo lo animó a empezar su propia aventura.

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13-03-08. El inicio

Tomi: Hoy es jueves. Ester: ¡Sí, señor!... hasta las doce de la noche. Tomi: Así que hoy vamos a inaugurar una nueva sección. En Doble Click tenemos muchos temas, muchos columnistas, de los más variados, y no queremos dejar de lado la que hemos dado en llamar Literatura y Reflexión... Ester: ¡Aha! Tomi: ...que tiene que ver con libros, con poemas, con cuentos, con frases, con su interpretación, con posibles significados, y para eso lo tenemos a nuestro querido amigo don José Ricardo Lucks. Buenas tardes, J. R., ¿cómo estás? J. R.: Hola, gente, buenas tardes; yo muy bien, ¿y ustedes? Ester: ¡Buenas tardes!... buenas tardes. Tomi: Como les dije a todos los otros participantes de este programa, bienvenido al ciclo 2008 de Doble Click. J. R.: Bueno, bueno, muchas gracias. Muy contento de volver al aire con ustedes. Ester: ¡Qué suerte que estás! J. R.: Gracias, doctora, gracias. Tomi: ¿Cómo empezamos? J. R.: Bueno, reiterando tal vez un poco lo que vos recién comentabas en cuanto a aclarar el contenido de esta sección del - 15 -


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programa. Esta columna va a tener que ver con palabras. Sí, palabras. Etimologías, o sea, cuál es el significado de las palabras. Y no porque sea divertido o esnob, sino porque muchas veces escarbando en el origen de las palabras uno entiende mejor lo que éstas quieren decir. También va a tener que ver con palabras escritas, o dichas, citas, aforismos, en fin, literatura. Vamos a tratar de buscar, en las palabras que nos propondremos en cada columna, algo para pensar o algo para reflexionar, apoyándonos en literatura de todos los tiempos. Vamos a recomendar lecturas, vamos a incitar a pensar, vamos a tratar de convidar con inquietudes para salir, aunque más no sea cinco minutos de la vorágine en la que vivimos, y poder así corrernos un poquito a un lado para pensar. Tomi: Bien. J. R.: ¿Voy a sugerir cosas trascendentes? Seguramente que no. ¿Voy a recomendar libros o autores, por ser yo un gran crítico literario? No, porque no lo soy. ¿Entonces?... Entonces voy a tratar de compartir cosas que leí o escuché, y que me llamaron la atención, cosas que me sirvieron para pensar. Cosas que me ayudaron a ejercitar eso que tengo entre las orejas, y que el mundo en el que vivimos intenta desconectar con publicidades y ofertas de consumo predigerido. Como sugiere el título del programa, voy a tratar de hacer un Doble Click, de ir un poquito más abajo, más adentro, más lejos. Ester: Muy bien, un click más allá. J. R.: Eso, porque para mí pensar siempre fue divertido. Encontrar ramificaciones de ideas que no necesariamente sean obvias para todo el mundo. Crear mis propias conclusiones en

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vez de hacerle caso a eslóganes de marcas que solo me incitan a tomar acción sin reflexionar. Tomi: Ojo con los auspiciantes. J. R.: (risas)… Ciertamente, pero es que no pretendo ser demasiado “serio”. Pretendo simplemente proponer un entretenimiento, desde un punto de vista que tal vez no sea de lo más usual últimamente, o que no esté tan de moda. ¿Van a tener que coincidir con lo que pienso?, ¿van a tener que gustarles las propuestas que les haré?... No, no necesariamente. Eso es lo bueno, si hay disenso es porque ya reflexionaron y pueden disentir. Y eso justamente es parte de la propuesta. Tomi: Nos enriquecemos todos, al reflexionar y disentir, ya no sólo tengo mi punto de vista sino el mío y el de otro. J. R.: Exacto, la idea es que cada uno piense lo que considere correcto. Lo mío es invitar, y tal vez poner un tema sobre la mesa. Tomi: Bien. J. R.: Así que para empezar, en este primer programa, que no deja de ser un inicio a pesar de ser el programa setecientos veintitantosa, les propongo justamente esa palabra: Inicio. Esta palabra viene del latín initium, que podemos descomponer en el prefijo in, que significa en, dando idea de lugar o de estado, y en itium, participio pasado de ire, o sea ir. Por lo tanto initium podría traducirse como: “ir a un lugar”; o: “entrar en” una determinada locación o estado, obviamente nuevo o distinto del cual se parte antes de este inicio. Igualmente, la palabra comenzar viene de com, prefijo que significa con, o en conjunto, y conjugaciones del verbo initiare ya comentado. O sea que

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comenzar no sólo es ir a algún lado, sino que aparte es ir acompañado. Ester: ¡Ir “a”, con otro!... mirá vos. J. R.: Dicho esto, entonces, este comienzo, este inicio de Doble Click y de la columna es, por lo tanto, un ir, en conjunto, a este nuevo lugar en el que estamos ahora y antes no estábamos. A este escucharnos, que antes no era. La cosa me sonó a viaje, y los viajes siempre son atractivos. Así que me puse a buscar qué encontraba con esto del inicio, y lo primero que se me cruzó fue una frase de Goethe1, filósofo alemán, que dice: “Todo comienzo tiene su encanto”. Qué cierto, ¿no? Igual que un viaje. Ese encanto de ir a un nuevo lugar, a este lugar Doblecliqueado en el que entraremos juntos. Ese misterio de los comienzos. Cuando todo es promesa. Y es así, es muy extraño que un comienzo no sea, de una u otra forma, encantador. En general los líos vienen después. Ester: (risas)… cuando te das cuenta en dónde te metiste. J. R.: Por allí va la cosa. Pero lo cierto es que esto de lo encantador del inicio hace que en nuestras sociedades sólo se quieran empezar cosas: nuevos trabajos, nuevas relaciones, nuevas parejas, por lo de encantador. Y me pregunto yo: ¿qué pasó con el encanto de la constancia?, ¿o será que no hay encanto en la constancia, en el permanecer? Lo cierto es que tampoco es encantadora esta sociedad en la que casi todos los días empezamos algo nuevo, y no solidificamos lo iniciado. No sé, da para pensarlo, lo dejo ahí. Tomi: Qué cierto lo que decís. Desde lo personal, o incluso desde lo público, ¿no? Vivimos sin políticas de largo plazo porque - 18 -


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todos los días queremos inaugurar un nuevo plan y no lo dejamos desarrollarse. O como sólo lo hacemos para lanzarlo, en realidad el plan no funciona porque no está hecho para perdurar. Es como que no hay paciencia para esperar el resultado. J. R.: Lamentablemente así parece ser. Pero bueno, siempre hay tiempo para cambiar. Así que este Doble Click, por ejemplo, seguramente no será sólo un comienzo, será todo un camino, que hoy es encantador porque comienza, y luego lo será porque acompaña, y luego lo será porque madura, en fin, porque vive como se debe. Pero bueno, yendo a la literatura que prometimos, hay un libro de Romano Guardini2, un escritor italiano que escribió por allá por la primera mitad del siglo XX, que se refiere a esto de lo encantador del inicio de la siguiente manera: “La técnica que emplea la vida para con nosotros consiste en prometer mucho al principio, sobre todo, la época de la pubertad y de la juventud percibe esa promesa infinita – idealismo romántico que está presente en casi todos los jóvenes–. Con ella, el hombre se anima –queda seducido– para entrar en lo desconocido de la vida, para asumir sobre sí las obligaciones contenidas en la amistad, el amor, en la elección del trabajo”. Ester: ¡Juventud, divino tesoro!... J. R.: El libro en cuestión se llama Las Edades de la vida3, y como su nombre lo indica lleva al lector por las distintas etapas que el ser humano recorre en su vida. Cada inicio y, obviamente, las crisis al final de cada etapa. Momentos, estos, que sólo descubren un nuevo inicio, con nuevas promesas y su renovada cuota de encanto. Ester: Suena bien. - 19 -


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J. R.: Así es que aquí los dejo, por hoy, con esta recomendación del libro de Guardini. No importa a qué edad se lea, tiene para todos. Como siempre estamos entre alguna crisis y algún inicio, vale la pena desde lo personal. Yo lo leí hace bastante cuando estaba atravesando la crisis de la mitad de la vida, o la famosa crisis de los cuarenta, y sinceramente me ayudó a reflexionar sobre algunas cosas que me aquejaban en ese momento. No es que tenga recetas mágicas, porque no hay recetas mágicas; pero son lecturas que le permiten a uno pensar, y desde allí ensayar las propias recetas, o intentar cada uno su propia magia. Tomi: La propia magia es la única receta. J. R.: Los dejo también con el encanto de este comienzo, y con el deseo de que no sea sólo un inicio, que no sea sólo una promesa, como sugiere Guardini, sino que sea una vida completa, con algunas crisis perdidas por allí, tal vez, de esas que en general ocurren cuando la promesa se contrasta con la realidad, ¿por qué no?, si también forman parte de la vida, pero con la esperanza de ver a esas crisis como el cofre en el que se encierra un nuevo inicio, un nuevo viaje. Como dice una hermosa frase que siempre debemos recordar en estas crisis posteriores a las promesas: “Ninguna noche, por más negra cerrada y fría que sea, deja de terminar con un tibio amanecer”. Un amanecer que, en definitiva, es un inicio. Tomi: Qué bueno. Y me gustó esto de que el inicio no es un punto estático, como dijiste, es un “ir”, o sea que el inicio es una acción, es todo el ir, no sólo el empezar a ir. Así que la constancia del camino es también parte de ese ir.

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J. R.: Muy linda interpretación. Ester: A mí me gustó, J. R., esto del encanto de la constancia. El valor de la compañía sostenida. J. R.: Bueno, bueno, me alegro. Tomi: Muy bien, por lo menos de acá no te llevaste críticas, no sé los oyentes, pero acá, chupamedias como siempre. J. R.: (risas)… Bueno, gracias… gracias. Tomi: Muy bien, J. R., muchas gracias y, bueno, nos seguiremos encontrando regularmente, entonces, con este espacio. J. R.: Bueno, así será. Un gran abrazo y nos vemos. Ester: Gracias, J. R., hasta la próxima. J. R.: Chau, un beso.

Referencias: 1

Johann Wolfgang Goethe (28 de agosto de 1749 - 22 de marzo de 1832): Novelista, dramaturgo, poeta, científico, geólogo, botánico, anatomista, físico, historiador de ciencias, pintor, arquitecto, diseñador, economista, filósofo humanista alemán y, durante diez años, funcionario del Estado de Weimar. 2

Romano Guardini (Verona, 1885 - Munich, 1968): Teólogo católico alemán. Estudiante de química y de economía en Tubinga y en Berlín, cursó los estudios eclesiásticos y fue ordenado sacerdote. 3

Las edades de la vida, Ediciones Cristiandad, 1981.

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Notas: a

En el primer programa del ciclo de Doble Click en FM Identidad, Tomi hizo referencia a que si bien este sería el primer programa, a su vez era el número setecientos diecisiete, ya que el mismo había comenzado a ser emitido tres años antes por otra radio.

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13-03-08. El inicio, unplugged a

Otra frase que encontré y me gustó con respecto al inicio dice así: “No interesa lo pequeño que parezca el comienzo”. Me pareció algo muy cierto. Esta es una frase de Thoreau1, escritor estadounidense que abogaba por la anarquía y por el gobierno de la gente, de la decencia. Alguien que ya en 1850 criticaba la corrupción y las prebendas de los políticos de su época. ¿Qué problemas tan raros tenía este personaje?, ¿o serían actuales sus palabras escritas hace ya dos siglos si las volviésemos a reeditar hoy mismo? Vale la pena leer alguno de sus libros o documentos. Una de las cosas que el autor en cuestión escribió fue un tratado llamado La desobediencia civil 2. En algunos de los conceptos que Thoreau desarrolló en su obra, particularmente en el tratado recién mencionado, luego se apoyaron varios movimientos que acudieron a la sugerida forma de protesta social no violenta. Sólo para dar dos ejemplos, entre estos se encontraron los de Mahatma Gandhi3 y Martin Luther King4. Seguramente ellos coincidían no sólo con la forma de protesta, sino también con el hecho de que “ningún comienzo es pequeño”. Y vaya que los “comienzos” que estos dos personajes produjeron no tuvieron, a la larga, nada de poco notables. Cualquier ser humano, con todos los impactos que esa persona puede causar en las vidas de cientos de miles de otros, comienza sólo con un par de células. Cualquier incendio forestal - 23 -


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que puede destruir miles de hectáreas comienza sólo con una chispa. Dos ejemplos de inicios pequeños que se transforman en grandes. Qué fácil ayudar a desarrollar a uno de ellos, y evitar que el otro se expanda cuando son pequeños; qué claro resulta luego de ver los efectos de uno y de otro cuál debió propiciarse y cuál evitarse. Esto nos lleva entonces a que los inicios son muy importantes, porque por pequeños que sean siempre han de llevar a algo mayúsculo, o al menos a algo distinto. Un inicio es como un punto de no retorno, no se puede volver después del inicio. Uno podrá abandonar el camino iniciado, pero no por eso se vuelve al estado previo. Un inicio abandonado no es igual a algo que nunca se empezó. Siendo así, los inicios no son solamente algo importante, sino que también son graves: será mejor no iniciar algo que luego no se pueda sostener, de lo contrario la frustración ha de ser importante… Pero esto está tornándose demasiado serio, así que en otro orden de ideas, un poco más distendidas, una escritora y humorista estadounidense llamada Helen Rowland5 dejó, entre otras, esta frase que tiene que ver con cómo mujeres y varones valoramos diferentemente las mismas cosas: “Para una mujer, el primer beso es el final del principio; para un hombre, el comienzo del final”. No sé si siempre sea así, pero sirve para ilustrar y pensar un poco sobre esto. El inicio de las vacaciones, no es sino el final del período escolar. O el inicio del matrimonio no deja de ser el final del noviazgo. ¿Qué es un principio y qué es un final? ¿Será que es en realidad todo lo mismo? ¿Será que nosotros necesitamos poner puntos en donde fijar nuestras memorias o nuestras - 24 -


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expectativas? Toda esta cuestión de la gravedad y de la seriedad de los inicios se torna relativa, porque no depende de nuestro punto de vista solamente. Si cada momento puede ser un final o un inicio, o incluso tal vez otra cosa para cada observador: ¿cómo determinar ciertamente cuál es ese momento importante o serio del que hablaba en el párrafo anterior? Hay un diálogo, entre otros, que me pareció excelente en la película Copying Beethoven6. La copista devenida en alumna conversa con el maestro sobre una pieza musical que él está componiendo, y que ella no llega a poder entender en su estructura. La conversación se desarrolla así: “–No comprendo, Maestro. ¿Cuándo termina el movimiento? –No termina, fluye… Debes dejar de pensar en términos de comienzo y fin. Esto no es uno de esos puentes que se construyen. Es algo vivo. Como las nubes cambiando de formas o las olas yendo y viniendo. –Pero musicalmente, ¿cómo es que funciona? –No ‘funciona’, se desarrolla. Ves, el primer movimiento se convierte en el segundo. A medida que una idea muere, una nueva nace. En tu trabajo estás obsesionada con estructuras, tratando de elegir la forma correcta”. Más allá de la referencia a lo musical, tal vez así sea en gran medida nuestra vida, un buscar una “forma correcta” que muy probablemente no exista, que no tengamos capacidad de encontrar, o de reconocer aun si se nos presentase. Es probable que estos “inicios”, que buscamos constantemente por lo “encantadores”, no sean sino momentos de un flujo que no sólo no se detiene, sino de uno que no posee puntos con ese nombre. Esos “inicios” que tal vez con demasiada - 25 -


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soberbia llamamos así, probablemente sean sólo momentos como otros a los que no les prestamos atención. Qué pena entonces no haberle dedicado tiempo a esos otros pobres posibles inicios que nos pasaron desapercibidos. Fracciones de nuestra vida que nunca sabremos que fueron o pasaron, como por ejemplo el inicio de la segunda mitad de la vida. ¿Cuándo es ese momento? ¿Cuando lo manda la cronología, cuando terminamos de madurar, cuando empezamos a sentirnos viejos o cuando nos sentimos liberados de sólo tener que construir nuestra primera mitad y podemos comenzar a disfrutar? Lo más increíble es que, sea cuando sea, es probable que a todos se nos pase por alto. Otro que me viene a la mente, y que me duele aún no haber podido percibir: ¿cuándo mi hijo, mi niño, comenzó a ser un hombre? ¿Cuándo tuve que comenzar a tratarlo como a un adulto? ¿Por cuánto tiempo lo subestimé sin saberlo? ¿Cuándo sus preguntas requerían otro tipo de explicación o de respuesta de mi parte? ¿Cuándo…? Para cerrar esta columna de inicio, a pesar de lo que acabo de sugerir en cuanto a la soberbia de “nombrar” así a un momento, quiero compartir un poema del Tao Te Ching 7 que me parece deja abierto este punto para que cada uno, con su propia historia y su propio contexto, lo pueda analizar y disfrutar. “Lo que se mantiene quieto se retiene con facilidad. Lo que no ha ocurrido se evita con facilidad. Lo frágil es fácil de quebrar. Lo pequeño es fácil de dispersar. Trata de realizar aquello que aún no está hecho. Ordena las cosas antes de que se confundan.

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El hombre vulgar fracasa un instante antes de haber triunfado. Si te esmeras en el final tanto como en el principio obtendrás la gloria”. No sé si habrá o no inicios, realmente, y por lo tanto finales. Lo que sé es que cada momento es único e irrepetible, y puede ser el último… o el primero. Lo que tomo de Lao Tse8, el autor de este poema, es que el esmero en cada pequeño instante, para no fracasar antes de haber triunfado, debería poder ser un muy buen inicio de cualquier segunda mitad de la vida. Si cada momento, entonces, puede ser un final o un principio, o parte de un devenir en el que cualquiera puede ser llamado inicio, todos habrán de tener su encanto, y todos serán lo suficientemente importantes como para no llamarlos pequeños. No son desperdiciables. Ninguna obra de arte importante tiene sólo algunas pinceladas o golpes de cincel especiales, siendo el resto intrascendentes para el artista. Cada una de esas “intervenciones” del maestro en su obra es medida y pensada en función del conjunto y como si fuese la más importante, porque, de salir mal, pueden arruinar la obra completa. Nuestra vida es inmensamente más valiosa que cualquier obra de arte, y si la construimos correctamente, de seguro ha de ser más trascendente que un trozo de tela colorido o un pedazo de mármol. Que la pregunta ¿cuándo…? que me hacía a mí mismo unos párrafos más arriba pierda importancia, porque sin interesar tanto día y hora, el “cómo” haya vivido todos esos momentos haya sido el adecuado.

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Referencias: 1

Henry David Thoreau (Concord, Massachusetts, 12 de julio de 1817 - 6 de mayo de 1862): Escritor, trascendentalista y filósofo anarquista estadounidense famoso por Walden y su tratado La desobediencia civil. 2

La desobediencia civil. Henry Thoreau, 1849. Una copia de este tratado puede hallarse en la siguiente dirección web: http://thoreau.eserver.org/spanishcivil.html 3

Mahatma Gandhi (2 de octubre de 1869 - 30 de enero de 1948): Mohandas Karanchad Gandhi, conocido como Mahatma Gandhi (la palabra “mahatma” significa "gran alma"; proviene de las formas del sánscrito māha -"gran" y atma -"alma"). Fue un pensador y político indio. En 1919 emprendió una cruzada contra la soberanía británica por medio de la no cooperación y el boicot al comercio inglés. Fue condenado a prisión diecisiete veces y realizó quince ayunos voluntarios. En su tenaz lucha logró la independencia de la India, lo cual fuera el sueño de toda su vida. En 1947 fue asesinado. 4

Martin Luther King, Jr. (Atlanta, 15 de enero de 1929 - Memphis 4 de abril de 1968): Fue un ministro de la Iglesia Bautista y un activista del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos para los afroamericanos, condecorado con el Premio Nobel de la Paz. 5

Helen Rowland (1875-1950): Periodista y humorista de origen estadounidense. 6

Copying Beethoven. Guión: Stephen J. Rivele, Christopher Wilkinson.

7

Tao Te Ching. Lao Tse. NEED Ediciones, 1999.

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Lao Tse: una figura cuya existencia histórica se debate, es uno de los

filósofos más relevantes de la civilización china. La tradición china establece que vivió en el siglo VI antes de Cristo , pero muchos eruditos

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modernos argumentan que puede haber vivido aproximadamente en el siglo IV antes de Cristo, durante el período de las Cien escuelas del pensamiento y los Reinos Combatientes. Se le atribuye haber escrito el Tao Te Ching, obra esencial del taoísmo. De acuerdo con este libro, el Tao –el camino–, puede verse como el cambio permanente, y éste es la verdad universal.

Notas: a

Los unplugged de cada fecha, o de cada tema, son el material adicional que me pareció interesante compartir, pero que por razones de tiempo y de duración de la columna de radio no se pudieron comentar al aire. Como este material no se emitió en la radio, no tiene el formato de “conversación” con Tomi y Ester.

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27-03-08. El desplazamiento

Tomi: Hola, don J. R. ¿Cómo estás? J. R.: Muy bien, gracias, contento de estar de vuelta. Ester: Hola, J. R., nosotros también, bienvenido. J. R.: Gracias, gracias. Tomi: ¿Qué nos ha traído hoy, amigo? J. R.: Hoy les quiero leer un par de cosas que considero casi maravillosas, y digo casi para no exagerar demasiado. Arranco leyendo un cuentito de Cortázar, amigo personal de Ester… Ester: Exacto. J. R.: …publicado en Historias de Cronopios y de Famas1 que se llama “La foto salió movida”. Dice así: “Un Cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este Cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este Cronopio se aflige horriblemente - 31 -


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y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo está algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para qué. Los Famas vecinos acuden a consolarlo, y también las Esperanzas, pero pasan horas antes de que el Cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles”. Ester: ¡Espectacular! J. R.: Maravilloso, como todo lo de Cortázar, ¿no? Tomi: Sí, un fenómeno. J. R.: Bueno, la palabra de hoy fenómeno que le ocurrió al pobre habérsele corrido el mundo. Y quiero al que sutilmente Cortázar se refiere Smiles2.

es desplazamiento. Este Cronopio, al cual parece relacionar esto con el autor al final del cuento: Samuel

Tomi: Samuel “sonrisas”... smiles en inglés es “sonrisas”... (risas). J. R.: (risas)… ¿Saben quién era este señor? Ester: Mejor contanos antes de que Tomi agregue alguna otra traducción… J. R.: Samuel Smiles es un autor escocés cuyo período más prolífico fue la segunda mitad del siglo XIX, o sea de 1850 en adelante. Una de sus obras más renombradas se llama, en inglés, Self Help3, lo que en español se traduce como: “autoayuda”. Pero no es esa autoayuda de “sonría que le va a ir - 32 -


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bien”, o “cómo ser millonario en diez minutos”. Él era un reformista político, y lo que propugnaba en su obra era que el hombre debe trabajar y esforzarse para lograr lo que quiere, porque ningún gobierno lo va a ayudar a nada. Ester: Bueno, bueno… se pone interesante. J. R.: Él sostenía que no son las instituciones las que hacen a un buen gobierno sino la gente que lo conforma, y que buenas instituciones sólo serán reflejo de la gente que es elegida para formarlas. Lo cual implica que no puede haber mejora institucional si no hay mejora en la calidad de los funcionarios. Qué cosa, ¿no? Tomi: O sea que las “rutilantes pretensiones” de cualquier funcionario de turno de mejorar las instituciones, ¿sólo podrían cumplirse si los diputados, senadores, jueces, ministros, etcétera, etcétera, se transforman en buena gente?... Me parece que estamos en problemas. J. R.: (risas)… Al menos en problemas más serios de los que se resuelven con la retórica, o una frase demagógica que suena bien pero si se analiza no tiene sentido. Ester: ¡Ay, chicos!... no sean tan sarcásticos que duele un poco. J. R.: (risas)… Para no aburrirlos demasiado les cito solamente una de las frases que están en el primer capítulo de este libro: “…por lo tanto, se concluye que la forma más alta de patriotismo y de filantropía consiste, no tanto en alterar las leyes y modificar las instituciones, como en ayudar y estimular a los hombres a elevarse y mejorar ellos mismos por su propia, libre, e independiente acción individual”.

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Ester: ¡Fantástico! J. R.: Permítaseme enfatizar: “propia, libre, e independiente acción individual”. Dicho en 1850, no antes de ayer. Tomi: ¡Clarísimo!... más claro imposible. J. R.: Ustedes se preguntarán: ¿qué tiene que ver esto con el desplazamiento y con Cortázar? Ester: Y bueno… un poco sí… J. R.: Con don Julio, “simplemente”, volver a resaltar la sutileza con la que usa el nombre de este autor y no de otro, aplicado a un personaje que evidentemente prefiere seguir preocupado a darse cuenta de su error. El Cronopio del cuento tenía un problema y lo estaban atendiendo. Definitivamente prefería una taza de té a un libro de este señor que invita al esfuerzo sin espejismos. No quería resolver el problema, quería seguir siendo cuidado por otros. Ester: ¡Un grande!… mi admirado Julio. J. R.: El desplazamiento, tanto el del Cronopio como el nuestro, es no querer escuchar o leer lo que está dicho o escrito desde hace siglos. Parece que se nos desplazaron las orejas, entonces, palabras como estas nos dan en la nuca y rebotan, pero no nos entran en la cabeza; o que se nos corrieron los ojos, entonces al leer literatura de este tipo no nos llega porque miramos con las orejas, mientras nuestros ojos sólo ven algún noticiero amarillista, o algún concurso de baile. Después de todo este tiempo se siguen intentando fórmulas de asistencialismo, cuando, y no porque esté escrito sino porque está probado, se sabe que el único que se saca del pozo es uno mismo.

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Tomi: Bueno, las consecuencias las tenemos ahora con este conflicto del campo por la suba de retenciones. El gobierno necesita dinero para mantener todos los subsidios que da, se pone excesivamente fiscalista, la gente a la que le sacan el dinero se queja, y terminamos con la Plaza de Mayo llena de piqueteros y ruralistas tirándose piedras y pegándose palazos. J. R.: Es increíble pero es así. Ya lo decía Maquiavelo4, cuando los gobiernos se exceden en el exceso de la liberalidad, para sostenerla deben terminar con impuestos confiscatorios. ¿Cómo termina? La recaudación genera problemas y el gobierno acaba perdiendo de todas formas la popularidad, el pueblo enfrentado, y lo que estamos viendo pasar día con día. Y lo peor es que la oportunidad de que la gente pudiera “elevarse y mejorar ellos mismos por su propia, libre, e independiente acción individual”, como decía Smiles, se vuelve a perder por enésima vez en nuestra querida tierra. Ester: Es impresionante cómo parecemos tener una capacidad innata para arruinar lo bueno. J. R.: Vale la pena buscar este libro de Smiles en la web, ya que está en edición libre, y ver lo claro que este hombre plantea soluciones a problemas que pareciéramos no poder resolver en nuestro querido y amado mundo. Llegamos así a temas favoritos para mí: lo paradójico de encontrar en obras de hace siglos planteos de solución a problemas que seguimos teniendo, y el tema de la educación, que de haber sido buena y haber difundido autores como estos, nos habría ayudado a resolverlos. Tomi: Claro, cuanto menos educado está el pueblo al que se le da un subsidio mísero, menos está éste en condiciones de crecer

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y pedir medios para progresar, en vez de conformarse con una dádiva mensual y un poco de comida. J. R.: Pero no perdamos la fe… no se me depriman. Smiles decía también algo así como que la esperanza es parecida al sol ya que deja las sombras atrás. Yo soy un tipo esperanzado, lo escrito, escrito está, sólo es cuestión de leerlo. La educación eventualmente ganará sobre la ignorancia y el clientelismo, estoy seguro. Eso sí, habrá que hacerle caso a Smiles y tomar las riendas nosotros mismos. Eduquemos correctamente a nuestros hijos, que si cada uno de nosotros hace eso, créanme, el problema está resuelto. Tomi: Espero que tengas razón en el largo plazo, J. R., porque al menos por ahora no parece que esto esté encaminándose. Ester: Yo tengo esperanza como vos, J. R., si no es ahora será más adelante. J. R.: Para mí lo más importante, o lo positivo de estas lecciones, tal vez, es que tenemos que aprenderlas. Más allá de cómo se termine resolviendo este conflicto, por las buenas o por las malas, aprendamos. No volvamos a pedirle al alcohólico que tome. El gobierno no tiene límite en esto de “redistribuir” riqueza a su manera para conseguir votos. Eduquemos a nuestros hijos para que le hagan caso a Smiles en vez de pretender que los mantenga un mediocre funcionario, cuyo cuarto de hora, con suerte, dura cuatro u ocho años de despacho. Tomi: Muy bien, J. R., muy buenos tus aportes de hoy para pensar. Es cierto que cuando uno está inmerso en las consecuencias de un problema, como ahora con esta crisis del campo, aparte de tratar de salir de ella hay que buscar las causas para no volver a caer en otra similar. Muchas gracias por rescatar - 36 -


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este libro de Smiles, lo voy a buscar a ver qué más me dice. ¿Nos vemos la próxima? J. R.: Nos vemos la próxima. Gracias a ustedes y suerte. Ester: Chau, J. R., nos vemos.

Referencias: 1

Historias de Cronopios y de Famas. Julio Cortázar. Editorial Punto De Lectura, 2007.

2

Samuel Smiles (23 de diciembre de 1812 - 16 de abril de 1904): escocés, autor y reformista. Editor del periódico de la ciudad de Leeds. Presidente de la National Provident Institution (una compañía aseguradora). Sufre un ataque cerebro-vascular en 1871 que lo aleja de sus funciones. Aprende nuevamente a leer y a escribir, llegando a publicar libros luego de su rehabilitación. 3

Self Help. Samuel Smiles. Se halla en: www.gutenberg.org/etext/935

4

Nicolás Maquiavelo (Florencia, 3 de mayo de 1469 - Florencia, 21 de junio de 1527): Fue funcionario político, diplomático, filósofo, historiador, poeta y autor teatral italiano. Fue un actor importante en el Renacimiento italiano, en particular en su componente política. Es considerado como el fundador de la filosofía política moderna y uno de sus principales exponentes. Su obra más popularizada, El Príncipe, fue objeto de vivas controversias y continúa siendo discutida.

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27-03-08. El desplazamiento, unplugged

El amigo Smiles es todo un personaje. Él comienza tratando de corregir las cosas desde la política, por eso formó parte de grupos reformistas que intentaban cambios políticos y sociales en el Reino Unido a mediados del siglo XIX. Entre otras cosas, el movimiento en el cual él participaba, abogaba por el sufragio universal de todos los varones mayores de 21 años, por el voto secreto, y por el hecho de que todos los miembros del parlamento tuviesen que ser elegidos por votación en una elección. Inclusive en uno de sus trabajos como editor del periódico de la ciudad de Leeds, en Inglaterra, promueve el derecho a voto de las mujeres, y el libre comercio. Temas, todos estos, que, en una Inglaterra del 1800, no eran demasiado populares. Hoy nos suenan razonables, en aquella época el hombre era un revolucionario desde la palabra. Me pareció una personalidad interesante para tomar y tratar de conocerla y entenderla. Aquí va otra cita de las primeras páginas de su libro Self Help1, o Autoayuda: “El gobierno de una nación es usualmente el reflejo de los individuos que la componen. El gobierno que está muy avanzado en relación a su pueblo, inevitablemente será arrastrado al nivel de este, como el gobierno que esté muy atrasado será llevado hacia el progreso. En el orden de la naturaleza, el carácter colectivo de una nación se encontrará seguramente reflejado en sus leyes y en su gobierno, como el agua encuentra su propio nivel”.

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¿Entenderemos esto alguna vez en nuestro bienamado país? Ese deporte nacional de echarle la culpa al otro, en el cual somos tan buenos, se ha hecho carne en nosotros de tal forma que nos paramos frente al espejo y le echamos la culpa al que vemos reflejado, con un desparpajo sublime, sin percatarnos de que somos nosotros. ¡Somos nosotros!, Smiles tiene razón, no es el gobierno el que nos hace vivir como vivimos, somos nosotros. Si fuésemos de otra forma tendríamos otro gobierno. Como él dice, si el pueblo realmente estuviese más adelantado, si nosotros no fuésemos corruptos, si no cortásemos camino cada vez que podemos, si no buscáramos ventajas más allá de lo justo, si no deseáramos sobresalir sin hacer ningún esfuerzo, si no fuésemos tan exitistas, si no pidiéramos préstamos a tasas preferenciales, si no quisiéramos tantas exenciones impositivas para esto o para aquello, eventualmente arrastraríamos al gobierno hacia ese estado que hoy, al menos a mí, me parece utópico: o sea un gobierno que provee lo que tiene que proveer y nada más, y cuya principal preocupación es la de crear condiciones para que sus ciudadanos evolucionen y mejoren, trabajando y ahorrando. Somos nosotros, el pueblo en su conjunto, incluyéndonos aunque no nos consideremos parte del problema. Muchos se llenan la boca hablando de democracia, y no entienden que en democracia la mayoría decide. Evidentemente la mayoría nos lleva a lo que acabo de describir más arriba. La democracia no garantiza que todos van a estar representados cabalmente, ni que cada uno tiene razón, la democracia garantiza que lo que se impone es la mayoría, y el gobierno es reflejo de esa mayoría. Si queremos cambiar el gobierno, habrá que cambiar la mayoría, la mayoría deberá ser incorruptible, la mayoría deberá ser - 40 -


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trabajadora en serio, la mayoría deberá despreciar cualquier tipo de prebendas, etcétera, etcétera. Hoy, evidentemente, no es así. Sepan disculpar la insistencia y lo burdo del ejemplo, pero si no tirásemos basura en las calles, éstas estarían más limpias aunque el gobierno de turno no las barriese. En el fondo eso es lo que nos decía Smiles. Otra frase incluida en su libro, que sería de lo más aplicable, dura, durísima tal vez, dice así: “El peor esclavo no es el quien es gobernado por un déspota, a pesar de lo demoníaco que pueda ser el tirano, sino quien está bajo el yugo de su propia ignorancia moral, egoísmo y vicio”. Vuelvo a insistir que esto fue escrito entre 1850 y 1900. ¿Qué le parecería a Smiles la sociedad de hoy en cuanto a estos tres defectos que esclavizan más que un tirano? ¿Cómo se sentiría en esta sociedad sobre estimulada para consumir, en donde lo material ha pasado a un plano de exaltación permanente (al menos en comparación con las capacidades de acceso a bienes que tendrían don Samuel y su mundo)? Para sentirnos mejor, en gran medida, hemos redefinido vicio por autosatisfacción, o egoísmo por refuerzo de la autoestima. Bueno, si eso no es correr el riesgo de transformarnos en moralmente ignorantes, entonces no sabría qué puede llegar a ser. No soy puritano ni estoy en contra del avance, del progreso, o de los resultados positivos de los modelos económicos y sociales, los cuales nos han dejado en los niveles de consumo que tenemos hoy. No soy un predicador del ascetismo. Lo que sí me preocupa es que podamos perder el balance.

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Samuel Smiles no era el único pensador de mitad del siglo XIX que se preocupaba por estas cosas. Sin ir muy lejos, José Ingenieros2, en la misma época, prácticamente, nos decía cosas muy similares desde su El hombre mediocre3, o desde Las fuerzas morales4. No pareciéramos haber escuchado o leído a ninguno. El desplazamiento de ojos, orejas y sentidos que el Cronopoio de Cortázar nos contagió, hace que un siglo y medio después sigamos teniendo los problemas contra los que estos pensadores luchaban. Más aun, en algunos casos la situación empeoró, no sólo porque hoy somos más egoístas, tenemos más vicios, y somos probablemente más ignorantes desde el punto de vista moral, sino porque aparte aplicamos recetas contrarias a la autoayuda que personas como Smiles predicaban. Recetas que nos hunden más en el problema. Será porque en la época de don Samuel no votaba todo el mundo, y por lo tanto el clientelismo político no hacía tanta falta, pero ahora definitivamente estamos peor. No sólo con gente dependiendo de ayuda externa y no logrando nunca auto ayudarse, sino con un sistema político y sociológico que hace preponderar la dependencia para asegurarse el acceso al poder. No lo digo sólo por nuestro país, o por el gobierno de turno, creo no estar muy errado si digo que esto es así en todo el planeta. En algún lado será una empanada y un puesto público, y en otros lados serán subsidios a agricultores de hierbas finas o productores de armas, pero para el caso es lo mismo. Vayamos a una última cita que creo que resume un poco su forma de pensar. El capítulo VIII del libro citado habla de la energía y del coraje como virtudes. Dice cosas como estas:

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“El cultivo de estas cualidades es de gran importancia; resuelta determinación en la persecución de objetivos valiosos y loables es la base de la grandeza de carácter. […] Por lo tanto, la determinación enérgica ha de ser definida como la fuerza central en el carácter de los hombres –en una palabra, es el Hombre en sí mismo. Ella da impulso a cada acción y alma a cada esfuerzo. La verdadera esperanza se basa en ella –y es la esperanza la que perfuma la vida. […] Las simples intenciones y deseos no engendran sino una enfermedad en las mentes jóvenes, a menos que se transformen rápidamente en acción. […] Una intensa anticipación en sí misma transforma posibilidades en realidades; nuestros deseos siendo a menudo nada menos que los precursores de las cosas que somos capaces de hacer. Por el contrario, los tímidos y dubitativos encuentran todo imposible, principalmente porque lo parece”. Podría seguir pero citaría capítulos completos y no tiene sentido. Es mejor que lo lea usted directamente del original. Lo cierto es que me parece importante rescatar estas ideas en un mundo en el que muchas cosas se han desplazado. Se han desplazado los centros de poder, los deseos y gustos de la gente, los tiempos dedicados a la reflexión o al compartir con la familia. ¡Tantas cosas no están en el mismo lugar en el que estaban hace siglo y medio!… y a pesar de todo las palabras y los conceptos de autores como Samuel Smiles siguen siendo de actualidad. Esto es así, lamentablemente, porque ese desplazamiento no ha sido en la dirección en la que se propugnaba. En un siglo y medio de aplicar conceptos como los aquí citados, seguramente - 43 -


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tendríamos menos gente con hambre, menos guerras fraticidas, menos dependencia de parásitos políticos –a pesar de lo paradójico que pueda sonar el depender de un parásito–, menos niños subeducados, menos países “en vías de”, y más países “habiendo llegado a”… En fin, nunca es tarde para empezar, determinación enérgica nos sugiere don Samuel como pieza fundamental del carácter del hombre. Pues falta nos hará. ¿Por donde empezar? Por nuestros hijos, por nuestras casas, por nuestras familias, por nuestros pendientes. Tal vez así, dentro de un siglo y medio alguien me cite a mí y diga que mis palabras son absurdas, o en el mejor de los casos obsoletas y anticuadas, porque problemas de este tipo ya hayan sido superados.

Referencias: 1

Self Help. Samuel Smiles. www.gutenberg.org/etext/935

2

José Ingenieros (24 de abril de 1877, Palermo, Italia - 31 de octubre de 1925, Buenos Aires, Argentina): Fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo. 3

El hombre mediocre. José Ingenieros. Editorial Losada, 2008.

4

Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.

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10-04-08. La mujer

Tomi: Hola, J. R., de vuelta en el aire con nosotros. Ester: ¡Bienvenido, amigo!, buenas tardes. J. R.: Hola, gente, ¿qué tal? Ester: Muy bien, muy bien. Tomi: Por ahora sin sobresaltos. ¿Qué nos traen las letras y las palabras para esta semana? J. R.: La palabra de hoy es “mujer”. Palabra complicada, ¿no? No sea mal entienda, no quise decir que las mujeres son complicadas, sino que la palabra mujer es difícil de rastrear etimológicamente. Ester: ¡Ah… bueno!, ya te iba a tirar con algo. J. R.: (risas) ¿Queda claro? Por las dudas: yo soy pro mujer, de hecho soy de los que coincide con ellas cuando dicen que todos los hombres son una porquería, por eso yo prefiero a las mujeres. Se entiende, ¿no? Tomi: ¡Siempre el mismo chupamedias! J. R.: (risas)… Pero bueno, una de las acepciones que encontré y más me gustó es la que dice que el término mujer, o mulher – como se dice en portugués y con un sonido mas cercano al de su origen–, viene de mollis, que en latín significa blandura. Y aquí empiezan parte de los problemas. Algunos dicen que es una acepción prejuiciosa y que desmerece a la mujer porque la asocia con falta de firmeza, con falta de carácter. Pero en el diccionario - 45 -


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de latín que yo consulto, mollis significa “sin dureza, sin asperezas, plácido, suave”. Aparte de esto, blandura, en el diccionario de la Real Academia Española, no sólo denota “cualidad de blando”, sino que, entre otras acepciones, también quiere decir “regalo, deleite, delicadeza, dulzura y afabilidad en el trato”. Así que yo prefiero quedarme con estos significados, ya que así tienden a ser las mujeres: suaves, plácidas, sin asperezas, lo cual no significa que no puedan ser lo contrario si hace falta, que no puedan ser duras cuando se necesita, y allí es donde está lo bueno, tienen las dos capacidades y eso no las desmerece. Tomi: ¡No te digo que el tipo es un chupamedias! Ester: Vos seguí que vas bien. J. R.: Hoy va a haber lío acá. En fin, podría hablar años de las mujeres, pero por hoy les quiero dejar algunas estrofas de un poema de una gran mujer, Sor Juana Inés de la Cruz1, que se llama “Hombres necios que acusáis”, y dice así: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión, de lo mismo que culpáis. [...] Opinión ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis, que, con desigual nivel, - 46 -


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a una culpáis por cruel, y a la otra por fácil culpáis. Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata ofende y la que es fácil enfada. [...] ¿Pues para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis”. Ester: ¡Nada les viene bien! J. R.: Interesante, ¿no? Recuerden que era una monja, una intelectual en realidad, y en la época que ella vivió, hace casi ya cuatrocientos años, una de las muy pocas formas en las que una mujer podía estudiar y dedicarse a la literatura sin ser mal vista era estar encerrada en un convento. Tomi: Es que habla en realidad de algo más que de la relación entre el hombre y la mujer. J. R.: Exacto, es así. Y qué cierto esto que dice Sor Juana. Cuántas veces pedimos una cosa, y cuando nos la dan entonces no la queremos. Sor Juana ilustra esta cuestión que tenemos los hombres de pretender que las mujeres sean de fácil “acceso”, siempre y cuando no sean nuestras hermanas, madres, abuelas, y eventualmente esposas. Tomi: ¡Claro!… con la vieja, ¡no se metan!

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J. R.: Exacto… Es como si exigiésemos que existan dos clases de mujeres. Mi amigo Freud2 con este asunto se hizo una fiesta, y de hecho escribió grandes cantidades de cosas al respecto. Ester: ¿Tú amigo Freud? J. R.: Sí, fuimos juntos a la primaria… (risas)… Hoy el mundo ha evolucionado –o tal vez involucionado, no estoy seguro– con respecto a este tema, y la liberación sexual ha producido grandes cambios en cuanto a qué es ser “fácil” y qué no, e incluso quién abusa de quién en la relación sexual casual, si es que hubiera abuso alguno. Sin embargo, esta incoherencia de pedir una cosa y la contraria a la vez, sigue muchas veces presente. Los hombres quieren mujeres liberadas pero hogareñas, las mujeres quieren hombres sensibles pero que no se la pasen llorando por una uña partida. Queremos que la policía tenga mano dura, pero que no nos haga la boleta por andar sin el cinturón de seguridad, o gobiernos que nos den subsidios pero que no nos cobre impuestos. En fin, lo que planteaba Sor Juana no aplica sólo a la mujer, o a lo que el varón exige de la mujer. Tomi: Está clarísimo. Pedimos incoherentemente. J. R.: ¿Por qué no pensar un poco en esto? Tal vez lo que nos pide esta poetisa nos sirva para vivir un poco mejor la vida. Esta coherencia que muchas veces no tenemos, que nos hace pedir algo pero no tener la templanza de aceptar las consecuencias. Creo que de pensar en esto debemos concluir que pedir es fácil, lo difícil es pedir bien. Aprender a pedir sería entonces el arte a desarrollar, para que cuando nos dan lo que pedimos, no terminemos peor de cómo estábamos antes de recibir. Tomi: Muy bien, J. R., nos dejaste una poesía, una referencia a Son Juana, nos hablaste de la mujer y de la coherencia en el - 48 -


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pedir. ¡Bastante para una columna de sólo cinco minutos! Gracias, y nos vemos la próxima. Ester: Chau, J. R., gracias por las definiciones y la etimología de la palabra mujer. Te portaste bien hoy. Saludos a tu amigo Freud, y nos vemos. J. R.: (risas)… Serán dados, doctora Ester. Nos vemos.

Referencias: 1

Sor Juana Inés de la Cruz (San Miguel Nepantla, 12 de noviembre de 1651 - Ciudad de México, 17 de abril de 1695): Fue una religiosa católica, poeta y dramaturga novo hispana. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de El Fénix de América y La décima Musa. Aprendió náhuatl con sus vecinos. Descubrió la biblioteca de su abuelo y así se aficionó a los libros. Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Aprendió latín en veinte lecciones, escuchando las clases que eran impartidas a su hermana, a escondidas. Poco antes de su muerte, Sor Juana fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Recuérdese que en su tiempo la Santa Inquisición estaba activa. Muere por una epidemia el 17 de abril de 1695, a los cuarenta y tres años. 2

Sigmund Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939): Fue un médico, neurólogo y librepensador austríaco, y el creador del psicoanálisis.

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10-04-08. La mujer, unplugged

La temática de la mujer es para mí de lo más interesante que existe, incluso más que la religión, la política, la filosofía o la ontología. Ha de deberse al hecho de ser varón. No sé. Algún día terminaré de escribir un libroa que hace mucho empecé sobre la mujer, y tal vez entonces, en él, logre, y me logre, explicar el por qué. Esta fascinación que la mujer causa en el varón no es privativa mía, y creo que tampoco pasa exclusivamente por los arranques hormonales que, al menos en mi caso, deje de tener por cuestiones de edad hace ya algunas décadas. Tiene que ver con el misterio que la mujer representa, con la fuerza que tiene, por un lado, y la delicadeza que implica la feminidad, por el otro. Con el hecho de que es un ser más completo que el varón desde varios puntos de vista, habiendo la ciencia terminado por comprobar que, vía clonación, la única cosa que las mujeres no podían hacer por su cuenta, reproducirse, deja de ser un problema. Este deslumbramiento al que me refiero hace que interactuar con una mujer, “tocar” a una mujer, sea más que un tocar cualquiera. Hay, entre otras, una película que me impresionó profundamente, y que podría volver a ver cientos de veces: Don Juan De Marco1. En ella, mientras el joven Don Juan crece y va aprendiendo su supuesto arte de complacer, descubre cómo debe tocarse a una mujer. Lo dicho ocurre entre las escenas iniciales de la película, cuando el personaje central, jugando con sus amigos mientras espía a una vecina, queda repentinamente absorto ante una visión que lo inmoviliza. La mujer, - 51 -


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probablemente intuyendo que los niños la miran, abre la ventana y se asoma sugestivamente, mientras se escucha en off el siguiente relato: “Cierta noche ventosa, por la ventana, vi a Doña Querida en su camisón de seda y noté… por primera vez... cómo las prendas íntimas de una mujer apenas tocan su piel... cómo parecen posar sobre una delgada capa de aire cuando ella se mueve... cómo la seda flota sobre su cuerpo, acariciando su piel como lo harían las alas de un ángel... y entonces comprendí cómo se debe tocar a una mujer”. Este Don Juan2 no es el típico abusador de damiselas que algunos autores construyen en varias de sus versiones, es más bien alguien permanentemente enamorado, o fascinado con lo femenino, capaz de matar o matarse por amor. Alguien capturado por el enigma que la mujer representa. El misterio siempre atrae, pero como en general se asigna a lo misterioso rango de divino, o de sobrehumano, se pone un abismo entre el hombre y el misterio que sólo admite como medio de comunicación la fe, o, en el peor de los casos, la superstición. En el caso de la intriga que representa la mujer, al menos para mí, la interacción factible es mucho más rica en posibilidades, y muchas veces bastante más divertida que la que plantea la fe. La mujer está allí, no nos separa de ella un abismo. La mujer comparte la condición humana con el varón, no es sobrenatural, aunque muchas veces sea divina. Esta cercanía hace más interesante el misterio, más familiar la interacción, mucho más excitante la investigación, porque se parte de elementos comunes. Elementos que, a su vez, en muchas ocasiones terminan siendo una trampa para el entendimiento, ya que los - 52 -


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varones tendemos compartidos.

a

subestimarlos

por

considerarlos

La mujer es campo de estudio de la encarnación del misterio. De lo que no se puede abarcar o comprender, pero con lo que sí se puede salir a cenar o compartir el amor. Tiene eso de inalcanzable junto con un aspecto familiar u hogareño. Qué no se podría escribir, o citar sobre la mujer. En esta tarea que me propuse de difundir literatura permítame seguir, luego de haber traído al tapete a Sor Juana, con otra mujer3 que habla –o más bien escribe– sobre su propio género de la siguiente manera: “Mujeres: Ellas sonríen cuando quieren gritar. Cantan cuando quieren llorar. Lloran cuando están felices y ríen cuando están nerviosas. Luchan por lo que quieren. No toman un ‘no’ por respuesta cuando creen que hay una mejor solución. Andan sin zapatos nuevos para que sus hijos puedan tener los suyos. Van al médico con una amiga asustada. Aman incondicionalmente. Lloran cuando sus niños sobresalen y animan a sus amigos a que lo hagan. Se les rompe el corazón cuando muere un amigo. Sufren con la pérdida de un miembro de la familia, aunque son fuertes cuando creen haber perdido la fuerza. Saben que un beso y un abrazo pueden curar un corazón herido. Las mujeres vienen de todos los tamaños, colores y formas. Ellas manejan, vuelan, caminan, corren o escriben por correo electrónico para demostrarte cuánto les importás. ¡El corazón de una mujer es lo que hace al mundo girar! Las mujeres hacen más que sólo dar a luz. Traen alegría y esperanza. Ellas dan compasión e ideales. Dan apoyo moral a sus familiares y - 53 -


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amigos. Las mujeres tienen mucho que decir y mucho que dar”. La autora de esta descripción es la humorista gráfica Maitena, y el citado párrafo está incluido en uno de la serie de libros publicados por ella, llamados Mujeres Alteradas. Es interesante porque la mujer se autodescribe como capaz de todos los extremos, lo sabe y, en general, no le molesta, todo lo contrario. Eso es parte de lo que, al menos a mí, me produce fascinación. Tal vez sea por su naturaleza, tal vez por tratar durante siglos de cumplir con el pedido del cual se quejaba Sor Juana, pero es así: puede ser tierna o dura; fuerte como el acero o flexible como una rama de joven junco; capaz del mayor sacrificio o aparentemente superficial, al menos desde un punto de vista externo al de ella. Los extremos, lo aparentemente contradictorio, lo que es difícil encontrar en un solo estuche… es siempre lo fascinante. Otro de los temas que no pueden pasarse por alto cuando se habla de mujeres es el largo camino que han recorrido –como sugeriría el comercial de cigarrillos orientados a ellas–, lo cual es cierto. Por la razón que sea, la mujer ha sido subestimada terriblemente, al punto de no ser considerada ciudadana en la antigua Grecia de los grandes filósofos, o incluso tratada como un ser inferior y comparable a los niños. “... el macho es por naturaleza superior y la hembra inferior; uno gobierna y la otra es gobernada, este principio de necesidad se extiende a toda la humanidad [...] el esclavo no tiene voluntad; el niño la tiene, pero incompleta; la mujer la tiene, pero impotente”.

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La cita anterior no está extractada de un libro de chistes machistas, sino de La Política4, de Aristóteles. Si de esta definición de un pensador que marcó la cultura occidental por siglos, a la situación que la mujer tiene hoy en la sociedad no se ha recorrido un largo camino, entonces caminar no existe. Hay cientos de trozos de literatura como este que no eran considerados discriminatorios en su época, sino solamente descriptivos. En otras culturas fue tratada como un ser demoníaco, o directamente como una posesión. Gracias a la evolución y a que muchas mujeres pelearon contra este tipo de pensamiento, hoy la situación es radicalmente distinta. Efectivamente han recorrido un largo camino. El asunto es que parece que no han llegado aún a su destino final. Hoy la mujer ya puede votar –recuerden que este derecho sólo fue adquirido hace no mucho más de cincuenta años–, accede a todos los derechos civiles –no siempre fue así–, ha dejado de ser tratada como una posesión –al menos en gran parte del mundo–, no necesita encerrarse en un convento para ser intelectual; pero aún pareciera no haber encontrado un lugar en el cual su identidad sea “propia” en vez de ajena. Para ilustrar lo que digo, vean lo que otra gran mujer, Gabriela Acher5 en este caso, dice en una de sus publicaciones6: “...No hay duda de que la mujer se encuentra hoy ante el desafío más grande de su historia: el de convertirse en lo que es. Y este es un proceso que ya lleva varias etapas. La primera fue la de tratar de parecerse a lo que se esperaba de ella. Por eso sostengo que la historia nos condenó a la histeria. Porque en la desesperación de gustar no se puede ser. La segunda, muy en boga en nuestros días, es la de imitar al hombre. Conducta en un punto inevitable, ya que el - 55 -


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hombre ha sido nuestro único modelo, pero que también conduce a un camino de alineación. Pero hay una tercera etapa esperando por nosotras y esta será la de encontrar nuestra auténtica identidad partiendo de lo mas profundo de nuestra feminidad”. Creo que se puede coincidir con Acher. Si bien seguramente lo dicho no aplica a todas ya que es, obviamente, una generalización, el punto al que “parecen” muchas mujeres haber llegado es al de imitar al varón sin haber dejado de ser “la” que los demás quieren, y de allí que muchas mujeres deban, entre otras cosas, aún correr constantemente para “lucir” como los modelos físicos que el varón les inventa. Por otra parte, no dejaron de ejercer la función biológica que les es exclusiva, la de gestar. O sea que hoy, generalizando, nuevamente, son profesionales, y llevan adelante la casa, estudian, practican deportes extremos, tratan al sexo como ellas criticaban que los varones lo hacían, tienen hijos, van al supermercado, contratan a otras mujeres para hacer los trabajos que ellas no quieren o no pueden hacer, se operan para gustar, se matan de hambre para entrar en el talle más chico que consigan y, lo peor de todo, si no logran hacer alguna de todas estas cosas en forma simultánea, sufren y se frustran. Y ¿por qué? No estoy seguro. Acher nos propone una excelente pista. Yo podría agregar mi sospecha de que, por otro lado, no es responsabilidad única de la mujer. Si el varón no pone su parte en este nuevo juego de roles, la mujer va a tener que hacer lo que quiere mientras también hace lo que el varón espera de ella, y eso, aparte de difícil, es seguramente frustrante. No estoy hablando de ser sensibles, o aprender a cocinar algo más que un asado. Estoy hablando de que para ayudar a resolver el - 56 -


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problema, el varón debería asumir un rol de real complemento en esta nueva sociedad; en una que tiene mujeres más activas y participativas en actividades que no sólo implican la crianza y el mantenimiento del hogar. Volviendo a lo que nos sugería Sor Juana, si queremos mujeres más “interesantes”, con más actividades, que nos “satisfagan” no sólo desde “un” punto de vista, habría que cubrir con algo el tiempo que ella ha de dedicarle a esto. La mujer encontró un nuevo lugar que, a pesar de algunas cuestiones, como esto de tener que cubrir demasiados frentes, en parte le gusta, y está bien que así sea, tenía ese derecho y lo ha comenzado a ejercer. No tiene sentido volver atrás. El asunto es ahora cómo compensar, en serio, los tiempos y las tareas, para que no sólo uno en la pareja tenga tres frentes que atacar, el profesional, el estético y el familiar. A la larga, la sobre exigencia de uno de los dos afecta el todo. Terminar de ajustar este nuevo contrato social ayudará no sólo a la mujer a vivir mejor, sino también al varón. Hay sociedades más avanzadas que otras, hay parejas más avanzadas que otras; aun así creo que nos falta a ambos, mujeres y varones, otro “largo camino por recorrer”. Podría seguir tocando temas hasta escribir un libro completo, pero eso ya lo estoy haciendo por otra parte, así que por ahora lo dejo aquí, y que esto sirva como muestra. Empecé hablando de la mujer con una poesía en la cual una de ellas se quejaba de los hombres. Voy a cerrar esta columna con una carta de un poeta varón7 que… bueno, que como yo, creo, estaba fascinado con las mujeres: “La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento, y el sentimiento es la mujer. - 57 -


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La poesía eres tú, porque esa vaga aspiración a lo bello que la caracteriza, y que es una facultad de la inteligencia en el hombre, en ti pudiera decirse que es un instinto. La poesía eres tú, porque el sentimiento, que en nosotros es un fenómeno accidental y pasa como una ráfaga de aire, se halla tan íntimamente unido a tu organización especial que constituye una parte de ti misma. […] La poesía es en el hombre una cualidad puramente del espíritu; reside en su alma, vive con la vida incorpórea de la idea, y para revelarla necesita darle una forma. Por eso la escribe. En la mujer, sin embargo, la poesía está como encarnada en su ser; su aspiración, sus presentimientos, sus pasiones y destino son poesía: vive, respira, se mueve en una indefinible atmósfera de idealismo que se desprende de ella, como un fluido luminoso y magnético; es, en una palabra, el verbo poético hecho carne”.

Referencias: 1

Don Juan De Marco es una película estadounidense dirigida por Jeremy Leven, sobre un guión de su autoría, producida por Francis Ford Coppola y protagonizada por Johnny Depp, Marlon Brando y Faye Dunaway. Fue estrenada el 7 de abril de 1995.

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Don Juan es un personaje arquetípico, configurado en la literatura española y con larga descendencia literaria europea, creado por Tirso de Molina. También llamado burlador o libertino, se trata de un seductor

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valiente y osado hasta la temeridad que no respeta ninguna ley divina o humana; en algunas versiones se arrepiente al final de sus días, en otras no. Escribieron obras inspiradas en este personaje Antonio de Zamora, Molière (Don Juan, 1665), Samuel Richardson, Lorenzo da Ponte, libretista de Mozart, (Don Giovanni, 1787), Choderlos de Laclos, (famoso por su libertino vizconde de Valmont en su novela epistolar Las amistades peligrosas, 1782), Lord Byron (Don Juan, 1819-1824, incompleto por su muerte), José de Espronceda (1840), José Zorrilla (Don Juan Tenorio, 1844), Azorín y otros muchos (Alejandro Dumas, Edmond Rostand, y, más recientemente, Max Frisch). El personaje y su actitud vital, denominada genéricamente “donjuanismo”, ha inspirado a numerosos ensayistas (José Ortega y Gasset entre ellos), que ven en la figura del seductor desde un inmaduro patológico y afeminado, próximo al narcisismo y a la homosexualidad, a una figura satánica y rebelde, a alguien típicamente romántico, o al arquetipo universal del seductor insatisfecho. 3

Maitena Burundarena nació en Buenos Aires (Argentina) en mayo de 1962. Es la sexta de siete hermanos. Es autodidacta. En la década del 80 Maitena publicó historietas en distintos medios de Francia, España e Italia y, en la Argentina, en las publicaciones: Sex Humor, Fierro, Humor y Cerdos y Peces. En sus inicios, trabajó como ilustradora gráfica para diarios y revistas de Argentina y para diversas editoriales de textos escolares. Fue, también, guionista de televisión, tuvo un restaurante y un bar. A su primer libro de historietas, Flo, le siguieron los grandes éxitos, Mujeres Alteradas 1, 2, 3, 4, y 5. Maitena tiene tres hijos. 4

La Política. Aristóteles. Obras Filosóficas, Editorial Océano.

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Gabriela Acher, nacida en Uruguay, ha desarrollado su carrera como actriz de comedia en Buenos Aires. Ganadora de los premios Martín Fierro y Estrella de Mar por su labor en televisión y en teatro, - 59 -


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respectivamente, así como del Elvira Rawson por su lucha a favor de la igualdad entre mujeres y hombres. Es autora de varios libros. 6

La guerra de los sexos está por acabar... con todos. Gabriela Acher. Editorial De Bolsillo, 2005. 7

Cartas literarias a una mujer. Gustavo Adolfo Bécquer. Obras Selectas, Editorial Edimat.

Notas: a

Para cuando este trabajo llegó a las librerías por primera vez, en 2009, el mencionado libro sobre la mujer había sido ya publicado bajo el título Sobre Mujeres. La composición de esta columna, que es de alguna forma una sinopsis del libro, hizo que el viejo proyecto fuese retomado y viera la luz, incluso antes del trabajo que motivó su re inicio. Una versión digital de Sobre Mujeres puede adquirirse en: http://www.lulu.com/content/3256837.

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24-04-08. La coherencia

Tomi: Muy pero muy buenas tardes, don J. R. Lucks, bienvenido. J. R.: Hola, buenas tardes, gracias por la bienvenida tan calurosa. Ester: ¡Hola! ¿Qué nos trae esta semana mi amigo personal, J. R. Lucks? J. R.: Si recuerdan, la vez pasada hablamos de la mujer, y citamos a Sor Juana Inés de la Cruz con un verso en el cual ella ponía de manifiesto la incoherencia de un pedido que no tenía sentido. Eso me puso a pensar en esa palabra, incoherencia. Una de las primeras cosas que me vino a la mente es que muchas veces la usamos como sinónimo de ridículo. Decimos que algo incoherente es algo ridículo. Ester: Sí, así es. J. R.: Bueno, ridículo viene del latín, y tiene raíz en el verbo ridere, que significa reír. De hecho, ridículo es lo que causa risa. Comencé entonces a buscar en la literatura ejemplos de esto, y encontré, en un libro maravilloso, las Crónicas del Ángel Gris1 del Maestro Alejandro Dolina… Tomi: ¡Ah!... excelente… J. R.: …un segmento que me pareció sublime. En una de las secciones del libro, dedicada a lo que él llama la Sociedad de los Trabajos Difíciles, se refiere a un supuesto atleta en estos términos:

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“Era un atleta mediocre pero tenaz. Durante mucho tiempo trató inútilmente de mejorar su marca en los 100 metros llanos. A pesar de todos sus esfuerzos, jamás tardó menos de 14 segundos en hacer el trayecto. No contento con su fracaso, resolvió intentar la hazaña por el camino más largo. La velocidad –decía– permite anular el espacio y el tiempo, que son sus ingredientes. Más gracioso sería dominar la distancia y la tardanza sin correr: hacer el tiempo más pausado y el espacio más estrecho. El atleta experimentó con relojes, […] sobornó a los cronometristas y postuló la implantación del metro Francese, una medida cuya longitud debió ser de unos sesenta centímetros”. Ester: ¡Un genio! J. R.: Mueve a risa, ¿no? Tomi: Sí, ridículo es. J. R.: Exacto, es ridículo. Como no podía cambiar la realidad de su marca, de más de cuatro segundos por arriba del récord mundial, intentó cambiar la unidad de medida. Me suena a algo que pasó alguna vez en un país cercano –o demasiado cercano tal vez– con los índices de precios, pero no recuerdo bien ahora cuál era ese país de fantasía. Ester: A ver… Uruguay, no… Bolivia, tampoco… Tomi: ¿Será Brasil?… no, no,… no puede ser. La verdad es que no se me ocurre ninguno que no sea extremadamente cercano… (risas).

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J. R.: En fin, el intento de Francese –el atleta imaginario de Dolina– no parece del todo incoherente. Si velocidad es distancia sobre tiempo, y la velocidad no se puede aumentar, lo lógico sería trabajar con las otras dos variables. Y aquí sobrevino la duda: algo “supuestamente” coherente, ¿puede ser ridículo también? Ester: ¡Aha!... a ver a donde nos llevás… J. R.: (risas)… sin miedo, sin miedo… Con la duda instalada, inmediatamente me puse a escarbar en la palabra coherente para ver qué quería decir. Coherente viene también de una raíz latina, haerere, que significa estar unido. De allí vienen también otras palabras, como por ejemplo: adherido. Coherente, entonces, es lo que tiene relación, lo que tiene conexión, lo que se corresponde, como en el caso de la lógica aplicada por este atleta mediocre a la fórmula de la velocidad. Siendo así, ciertas relaciones, ciertas conexiones, ciertas correspondencias, bien pueden producir risa. Tomi: Me parece que acá vienen los palazos… J. R.: Por ejemplo: una coherencia que a esta altura es ridícula, o sea que causa gracia, podría ser tal vez el hecho de seguir aferrados a modelos sociales, o aplicar medidas económicas que demostraron ser ineficientes varias veces y en todo el mundo… Además, esto de la coherencia y su relación con lo de adherido, me hizo pensar que también a veces lo coherente podría implicar el “quedar pegado”, y tal vez tener que subir al escenario en el cual he de dar un discurso con figuras que muchas veces son ridículas –nos mueven a la risa–, sólo porque ellos nos dieron su apoyo alguna vez, o levantaron manifestaciones con la misma violencia con la que antes ellos mismos las hacían. Ese apoyo, que tal vez ni siquiera pedimos, nos deja pegados, nos obliga a - 63 -


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ser “coherentes”, aunque la forma en que esos personajes adheridos se comportan nos produzca más ganas de llorar que de reírnos. Ester: O sea que alguien podría ser coherentemente ridículo. Tomi: Claro, es ridículo y se mantiene en esa postura. ¿Y lo de llorar? J. R.: Por eso, justamente, por las actitudes que nos dan muchas veces ganas de llorar en vez de ganas de reír, se me ocurrió además que no sólo lo coherente puede ser ridículo, sino que no siempre lo incoherente es gracioso, o sea no siempre lo incoherente causa risa siendo ridículo, hay incoherencias que lo hacen a uno llorar, por ejemplo pretender que alguien invierta en un proyecto de infraestructura a largo plazo como energía, por ejemplo… Ester: Siempre con esos ejemplos tan particulares este señor… J. R.: …cuando los precios de lo que hay que producir están congelados desde hace cinco años, aunque los costos no lo estén. Las ganas de llorar son porque todo el mundo opina, todo el mundo habla pavadas, nadie hace nada, y seguimos con escuelas sin calefacción, falta de luz en los hospitales, etcétera, etcétera. Tomi: ¡Ay, qué increíble!… es lamentable pero real, dan ganas de llorar más que de reírse con temas como ese. J. R.: Así que me enredé. Hay que tener mucho cuidado al usar ridículo como sinónimo de incoherente, ya que hay coherencias que mueven a la risa también, y a esta altura son ridículas. Y también hay incoherencias que mueven al llanto más que a la risa, así que desde hoy voy a agregar a mi vocabulario la palabra - 64 -


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llantículo, lo que mueve al llanto. Como para poder decir: “tus coherencias, o tus incoherencias, me dan ganas de llorar, son llantículas”. Ester: (risas)… Me gustó, llantículo. J. R.: Ojala que nos dejemos alguna vez de jugar con fuego, con índices de precios, con supuestas “propiedades” de paseos públicos o de rutas, y nos pongamos a trabajar para que nuestros hijos puedan reírse, pero no de ridiculeces, de coherencias lamentables, o de incoherencias llantículas. Tomi: (risas)… Tengo que decirte que lo tuyo ha sido muy coherente… J. R.: (risas)… Espero que no haya sido ridículo. Tomi: (risas)… Claro… ahora sabemos que podría haber sido… Pero me dejaste pensado en un montón de ejemplos en los cuales esto podría aplicar, y creo que la gente en sus casas debe estar pensando lo mismo, porque, como dijimos, se puede ser ridículamente coherente… incluso se podría ser estúpidamente coherente. J. R.: Claro… exactamente. Tomi: Creo que muchos de los ejemplos que diste tienen algo de eso… Me gustaría compartir con vos una frase que leí esta semana en un documento que escribió el rabino Sergio Bergman, relacionado con la pascua judía, la salida de Egipto, y algunos temas más, pero rescato una frase que me llamó la atención, y ahora que veo tiene relación con lo que hablamos. La frase dice así: “Cuando la tierra es bendita en recursos, y pobre en equidad, habla de la verdadera miseria, la de los hombres que la administran”… - 65 -


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J. R.: ¡Qué buena! Tomi: Hay una relación con lo que hablaste, ¿no?, una situación de incoherencia entre la abundancia de bienes y de falta de equidad. J. R.: Sí, una lamentable situación más llantícula que ridícula. Tomi: Muy bien, J. R., como siempre nos dejaste pensando. Muchas gracias por tu participación y nos estamos hablando. Ester: ¡Chau, J. R., gracias por traernos a Dolina, y por tus reflexiones! J. R.: Gracias a ustedes, gente querida, nos hablamos en un par de semanas.

Referencias: 1

Crónicas del Ángel Gris. Alejandro Dolina. Grupo Editorial Planeta / Booket, 2003.

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24-04-08. La coherencia, unplugged

Si bien usamos muchas veces las palabras “ridículo” e “incoherente” como sinónimos, claramente no lo son. Ser coherente es seguir una actitud lógica con una posición anterior. Ridículo es lo que mueve a la risa. Desde este punto de vista alguien puede ser coherente y ridículo a la vez, por ejemplo, si se continúa aferrado a posiciones anteriores que ya no hacen sentido, por haber evolucionado la sociedad o la conducta de las personas. El asunto, muchas veces, es que los que definen el “contra qué compararse” se nos imponen, y nos hacen aparecer ridículos por no seguir una moda o una tendencia impuesta por algún interés particular. Es interesante cómo juegan estas palabras. Coherencias o incoherencias que producen risa. Lógicas que indican conductas coherentes, o incoherentes, muchas veces inducidas por fuentes ilógicas, lo cual es ridículo. El grotesco, lo extravagante, que sí son sinónimos de ridículo, son muchas veces una excelente fuente de educación. Se usan normalmente para mostrar lo que no tiene sentido tratando de producir una sonrisa, y por lo tanto es pedagógico y agradable a la vez. Hay un cuento que siempre me pareció, no solo gracioso, sino, sumamente educativo. Dice así:

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“Muy tarde, por la noche, José se encuentra dando vueltas alrededor de una farola mirando hacia abajo. En ese momento pasa por allí un vecino. –¿Qué estás haciendo, José, has perdido alguna cosa?– le pregunta. –Sí, estoy buscando mi llave. El vecino se queda con él para ayudarlo a buscar. Después de un rato, pasa una vecina. –¿Qué están haciendo? – les pregunta. –Estamos buscando la llave de José. Ella también quiere ayudarlos y se pone a buscar. Luego, otro vecino se une a ellos. Juntos buscan y buscan y buscan. Habiendo buscado durante un largo rato, acaban por cansarse. Uno de los vecinos pregunta: –José, hemos buscado tu llave durante mucho tiempo, ¿estás seguro de haberla perdido en este lugar? – ¡No!, dice José. – ¿Dónde la perdiste, pues? – Allí, en mi casa. – ¡Entonces!, ¿por qué la estamos buscando aquí? – Pues porque aquí hay más luz y mi casa está muy oscura”. Ridícula la actitud de José, ¿cierto? Buscar algo donde no está, sólo porque allí hay más luz. Porque ese lugar, en donde no hay chance de encontrar lo que se busca, es más agradable. José encuentra bajo la luz mejores condiciones para la búsqueda, aunque desde el inicio sepa que ésta no llegará a buen puerto. Esto me lleva a pensar en una situación que me preocupa desde hace tiempo. En términos económicos podría enunciarse como: la progresiva reducción de la capacidad de satisfacción marginal de los bienes, que pareciéramos cada vez desear más. - 68 -


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Incesantemente buscamos, y buscamos, más, y más cosas que nos prometan satisfacción: el más recientemente lanzado par de zapatillas que nos permitirá correr más rápido o hacer más goles; el más liviano y mejor diseñado aparato de música portátil que nos anuncian como “lo último”. No me molesta parecer la edad que tengo –bastante– por eso puedo testificar que antes uno tenía que ahorrar mucho tiempo para poder comprar algo, y luego ese algo se usaba y se disfrutaba por otra muy buena cantidad de tiempo. Hoy todo está más accesible, lo cual es bueno, pero la satisfacción que causa ese todo es cada vez más efímera. El primer par de zapatillas, creo que a todos nos dio más satisfacción que el decimonoveno. A esto llamo la satisfacción marginal decreciente, a la que agrega el nuevo bien adquirido, y que definitivamente pareciera haber ido reduciéndose con el correr del tiempo. Lo que nos excita a seguir en la búsqueda es ver si lo que viene será realmente lo que nos colme. Esto nos trasforma en algo así como Don Juanes, buscando siempre una conquista adicional porque ya la captura no nos satisface, necesitamos estar constantemente cazando, pues se nos encarnó una necesidad de búsqueda que no satisface ninguna pieza. ¿A qué se debe esto?, ¿por qué las zapatillas modernas – que de hecho son mucho mejores que las antiguas– parecieran producir menos satisfacción que las de antes? Es parte del modelo económico social en el que vivimos. Si el nuevo producto nos satisface por un tiempo prolongado, no salimos a comprar el nuevo, y eso es hoy pecado mortal. El producto no es malo, pero la campaña de publicidad del reemplazo es maravillosa, una notable y fascinante tentación. - 69 -


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Sería una “ridiculez” no hacer caso. No estaríamos siendo “coherentes” con la moda, con las tendencias, con nuestra capacidad de gasto… ¿Será así? ¿O será que, como José, estamos buscando en donde hay luz lo que se nos perdió por otro lado? Es más cómodo buscar en la luz; el problema es si el reflector lo prendió alguien que nos quiere ayudar a encontrar lo que buscamos, o simplemente nos quiere “vender” algo. ¿Buscamos en el lugar correcto? Esta satisfacción marginal decreciente, ¿se debe a que los bienes que adquirimos no tienen capacidad suficiente de satisfacer? ¿O será que estamos tratando de apagar un incendio con combustible? ¿De quién tomamos la pauta en cuanto a dónde es ridículo buscar satisfacción y dónde no?... ¿de las revistas de moda?... ¿de los programas de baile o de patinaje?... ¿de los titulares de los diarios? Los mayores tuvimos la chance de vivir en un mundo en el cual había que esperar por un beso. Hoy un “piquito” entre niños de jardín de infantes es celebrado por todo el mundo. Los tiempos cambian. ¿Mejor o peor?... ninguna de las dos cosas: diferente. Pero es indudable que la aceleración de los tiempos, la quema de etapas, el acceso precoz a prácticamente lo que sea, marcan parte del fenómeno del que estaba hablando unos párrafos antes. Los niños y los jóvenes de hoy se crían en un mundo acelerado, han nacido con el capitalismo y su modelo triunfante de altos volúmenes de producción. No es malo que el comercio se incremente. No es necesariamente malo que compremos un par de zapatillas cada dos meses. De eso depende el trabajo de mucha gente, y esto, en algunas sociedades y en algunos casos, contribuye al bienestar. Lo que está mal es buscar allí, en esa luz, - 70 -


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lo que no ha de encontrase. Un joven que necesita afirmarse en su personalidad, que necesita sentirse aceptado por sus amigos, que quiere comerse el tiempo para poder hacer y vivir todo lo que lo tienta, corre hoy un gran peligro de estar buscando en la zona iluminada lo que sólo puede hallarse fuera del haz del reflector. La autorrealización, el amor, la completud que da un trabajo bien hecho, el logro de un objetivo complejo, la admiración de un hijo, la admiración hacia el logro de un hijo… eso no se encuentra en la vidriera de una tienda. La satisfacción marginal de estas últimas cosas que acabo de enumerar sigue estando intacta. Nadie nos las puede “vender”, por eso conseguirlas sigue costando lo mismo que cuando yo era joven. La satisfacción de lograr ser una mujer o un hombre de bien, en la definición de cada uno, vale más que cien pares de zapatillas. Lo que pasa es que nadie la publicita, nadie le prende la luz a cosas como las que acabo de enumerar. Nos convencen de que es “incoherente” y “ridículo” no estar a la moda, o no comer lo que se impuso como tendencia. Pero ¿quién nos recuerda que es incoherente y ridículo no compartir con la familia?... ¿o cumplir con nuestras promesas?... ¿o lograr lo que nos propusimos desde lo profesional? ¿Por qué para pasar un fin de semana “coherente” hay que recorrer tiendas en un shopping center, y comer fast food, y luego ir a ver una película?, ¿por qué quedarse en casa y compartir algo con los más cercanos es ridículo? El shopping, el cine y la hamburguesería están dispuestos a recibirnos, no nos van a presentar ningún problema. La interacción humana en cambio puede ser un poco más trabajosa y compleja. Lo cierto es que la

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satisfacción marginal de la primera salida es efímera, y la que se consigue luego del esfuerzo de la segunda dura mucho más. José buscaba la llave bajo el farol porque allí es más fácil buscar, tal vez él ni siquiera quería encontrarla; inclusive en su búsqueda terminó acompañado, de haber encontrado la llave en la oscuridad estaría solo en su casa. Pero no deja de ser ridículo. No busquemos nosotros nuestras llaves donde sabemos que no están. ¿Cuál es esa “oscuridad” poco glamorosa donde tal vez la satisfacción marginal no sea decreciente? Será que en nuestro interior, que en nuestras familias, que en nuestro trabajo, que en nuestro estudio, que con nuestros amigos cercanos podemos encontrar la satisfacción que un par de zapatillas o una salida al cine ya no nos pueden dar. Será que volver a viejas conductas como la de reflexionar, la de leer, la de conversar en familia de temas que no salgan en los noticieros, la de compartir y la de comprometerse con una pareja, nos pueden llenar lo que el último reproductor de mp3 no llena porque apenas lo compramos ya salió el que lo supera. ¿Suena incoherente? Puede ser. Seguro que suena incoherente si se lo planteamos a alguien que necesita vender “acción que nos suba la adrenalina”. Pero créanme que no es ridículo. El problema con las conductas que acabo de mencionar es que como nadie las ilumina, se ven oscuras, y la oscuridad siempre da miedo. Uno no sabe qué es lo que va a encontrar. Tal vez encuentre una relación con su padre o su madre que no se consigue en ninguna cadena comercial. Tal vez encuentre un compromiso con alguien que valga la pena, pero que no vea con buenos ojos un cambio de pareja cada semana. Tal vez descubra - 72 -


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una pasión por cierto tema, o por leer, o por un deporte que lo distraiga luego para ver el último programa de televisión, o le haga perder el gusto por bajar de Internet cuanta película nueva se ponga disponible. Cosas terribles pueden encontrarse en esa oscuridad interior y familiar. Cosas que pueden alejarlo a uno del mercado de consumo masivo hiperacelerado. Cosas que lo pueden a uno hacer pasar por ridículo con los que viven de tendencia en tendencia, como Don Juan saltaba de conquista en conquista. Cosas que nos pueden llevar a ser incoherentes con la imagen de última moda, que alguna tienda de ropa esté pretendiendo imponer. Yo lo veo, incluso, como un desafío personal. Para caerle bien a los demás sólo hay, en general, que vestirse a la moda del día, escuchar la música que todos escuchan y hablar de los temas que nos dicen que hay que hablar. Para caernos bien, en serio, a nosotros mismos, el esfuerzo es mayor. Para caernos bien a nosotros mismos hay que ser exitosos verdaderamente, no sólo famosos. Para caernos bien no alcanza con que la ropa sea la de moda, tenemos que sentiros bien con ella. Tal vez por eso sea más fácil buscar en la luz que otros nos prenden, que en nuestra oscura interioridad. Hoy existen campañas masivas de publicidad que nos proponen ser diferentes, aunque la forma de serlo sea comprar un producto que es igual para todos. Hasta se han desarrollado tendencias minimalistas, o sea que el no tener, el tener cosas simples o pocas cosas, también se ha transformado en negocio. Desde sus “coherencias”, no participar es “ridículo”. Tanto nos han –y nos hemos– cebado con el consumo indiscriminado y acelerado de bienes con satisfacción marginal - 73 -


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decreciente, que nos hemos educado para eso. Hacemos lo mismo ya con sensaciones, con sentimientos, con afectos, con relaciones. Buscamos más y más y no sentimos el avance, porque cada nueva relación, cada nuevo sentimiento, cada nueva sensación, viene de lugares en los cuales no está lo que buscamos. La excitación que produce la nueva droga no se compara con la que causa el logro personal. Ésta última es infinitamente mejor y más duradera que la otra, lo que pasa es que la última droga se compra en el baño de un bar, y el logro personal no. Lo cierto es que a ese baño vamos a tener que volver cada vez más seguido, mientras que por el otro camino esto no pasa. El logro personal satisface notablemente y perdura en el tiempo, pero requiere esfuerzo, requiere dedicación, requiere decisión y constancia… palabras estas que no están necesariamente de moda, palabras que alguien podría considerar obsoletas, casi ridículas. El crecimiento personal viene de dentro de nosotros y se proyecta hacia los demás, pero requiere tiempo, tiempo que hoy no tenemos mientras vamos de vidriera en vidriera. Hay veces que me pregunto ¿por qué hay programas de televisión en los cuales los conductores sólo pueden mantener el ritmo del mismo si gritan constantemente? Y es porque parece ser la única forma de mantener la atención del público. Tan estimulados estamos a la no introversión, que no hay forma de pasar un momento evaluando nuestra propia conducta. Desde el aparato ultramoderno recién comprado en cómodas cuotas, el locutor nos grita para que no caigamos en la tentación de pensar y reflexionar, o en la de intentar una conversación con el que tenemos al lado si nuestra propia oscuridad produce demasiado vértigo. - 74 -


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Es probable que la economía de mercado siga rozagante (tal vez hasta sea bueno que así sea). Incluso no me parece ilógico pensar que en algún momento cercano en el tiempo, el par de zapatillas que acaba de cumplir un mes en nuestra propiedad se autodestruya transformándose en el folleto de las próximas que tenemos que comprar. El problema es, y va a seguir siendo, del que piensa que allí va a encontrar satisfacción verdadera, autoconocimiento, crecimiento, madurez, cierto grado de plenitud. Yo soy un hombre optimista. La juventud siempre se ha revelado contra las tendencias de su tiempo. Es lógico, la juventud quiere crear su propio medioambiente. Confío en que la juventud no se va a dejar llevar. Que se va a animar a buscar fuera del reflector la llave de su maduración. La clave que abre la puerta de un camino de crecimiento y autorrealización que no viene como accesorio de un equipo de música. Alejandro Dolina, en lo que yo considero un fantástico tratado1 de “filosofía porteña”, se refiere a algo parecido a lo que comento. Describe este fenómeno desde lo que significa hoy viajar para conocer un mundo, en el que trasladarse se hace cada vez más seguro, más sencillo y más barato. Él termina su reflexión sobre el asunto con un par de párrafos que me parecieron pertinentes. Dice: “No está mal contemplar las catedrales góticas, los canales de Venecia o la gran muralla. Sí está mal creer que esas contemplaciones darán sentido a la vida. Para encontrarse a uno mismo no es necesario caminar mucho. Se los digo yo, que me he rastreado por todas partes y me encontré en el patio de mi casa, cuando ya era demasiado tarde”. - 75 -


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Si no creen que Dolina2 sea un pensador digno de sus entendimientos, entonces vean lo que Séneca3, filósofo de la antigua Roma, le aconsejaba en una carta4 a uno de sus discípulos: “¿Por qué te maravillas de que tus viajes al extranjero de nada te aprovechan, cuando es a ti mimo a quien llevas de un lugar para otro? Te agobia la misma causa que te impulsó a salir. ¿En qué puede aliviarte la novedad de las tierras? A nada útil conduce ese ajetreo. ¿Quieres saber porqué esa huida no te reconforta? Huyes contigo mismo. Tienes que descargar el peso del alma; hasta entonces ningún paraje te agradará”. No es el dónde viajemos, o el qué compremos. No es cuál espectáculo o recital presenciemos. Es a quién llevamos. Si no nos preocupamos de ese quién, sea en el patio de casa o en la oscuridad de nuestras interioridades, capacidades, deseos y voluntades, no nos aliviará la novedad de las tierras, o la fidelidad del equipo de música, o la tracción y el peso de las nuevas zapatillas. Volvamos a lo básico, y no estoy hablando de volver a la moda de una época en la que se usó ropa sencilla (aclaro esto por las dudas ya que todo se utilizó alguna vez como eslogan publicitario). Estoy hablando justamente del patio de casa, de conversar con la familia, de establecer relaciones relativamente estables. Estoy hablando de darle real importancia al estudio o al trabajo que tenemos entre manos, porque son excelentes formas de aprender y de crecer. Estoy refiriéndome a mirarnos por dentro, y perseguir esa estrella con nuestro nombre y apellido, que es la única que puede ponernos luz verdadera; para de esta - 76 -


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manera no tener que buscar en los reflectores que terceros interesados nos enciendan. Que la rebeldía y la inteligencia de esta juventud que tenemos hoy juegue el juego del consumo masivo, pero sólo para que los precios de las cosas sigan bajando. Que les haga creer a los publicitarios que sus campañas son excelentes, y que sigan así aumentando los volúmenes para que aumente la ocupación y todo el mundo tenga trabajo digno. Pero no caigamos en la ridiculez de buscar la llave de nuestro crecimiento, de nuestra búsqueda de satisfacción, y de nuestra necesidad de pertenencia, en donde no está, ni estuvo, ni nunca estará. Nuestro interior, nuestra familia, nuestros reales amigos, pueden ser menos glamorosos que un reflector de “consumiendo por un sueño”, pero la satisfacción marginal que causa cada logro en esos frentes es mucho más nutritiva.

Referencias: 1

Crónicas del Ángel Gris. Alejandro Dolina. Grupo Editorial Planeta / Booket, 2003. 2

Alejandro Dolina (Baigorrita, Partido de General Viamonte, Provincia de Buenos Aires, 20 de mayo 1945): Es un escritor, músico y conductor de radio y de televisión argentino. Realizó estudios de Derecho, Música, Letras e Historia. 3

Séneca: También conocido como el joven (4 a.C. - 65 d.C.). Nació en Corduba, en la provincia romana de la Bética (actualmente Córdoba, en España). Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue un filósofo romano conocido por sus obras de carácter moralista. - 77 -


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4

Cartas Filosóficas, de Platón a Derrida. José González Ríos. Editorial Quadrata, año 2005.

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15-05-08. El glamour

Tomi: Hola, J. R. ¿Cómo estás? J. R.: Buen día, muy bien. ¿Y ustedes? Ester: ¡Perfecto! ¡Muy buenos días! ¿Qué palabra nos traés hoy? J. R.: Glamour. Ester: ¡Ay, eso me gusta… me gusta mucho! J. R.: Vas a ver que a lo mejor no te gusta tanto. Ester: ¿Cómo es eso?... J. R.: Hoy vamos a hacer bastante etimología. Como dije, la palabra elegida es glamour. Sí, eso que hoy por hoy hay que tener: nos venden glamour, nos recomiendan ser glamorosos o glamorosas. Hay estrellas que derrochan glamour, la gente se opera para sentirse más glamorosa; en fin, el glamour, hoy, es deseable. Ester: ¿Y entonces?... J. R.: Bueno, glamour figura en el diccionario de la Real Academia Española, así que es una palabra que se puede usar en nuestro idioma, y en este noble diccionario nuestra palabra de hoy significa: encanto sensual que fascina. Tomi: Sí… se entiende. J. R.: Pues a mí no me aclaró demasiado, así que me puse a buscar entre los significados de encanto, de sensual, y de fascinar.

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Tomi: ¡Ah, bueno!… rebusqueti… J. R.: Esa es la idea. Encantar viene del latín incantare, y significa primero que nada: someter a poderes mágicos. “Empezamos mal”… pensé para mí, así que seguí leyendo y descubrí que también significa: atraer o ganar la voluntad de alguien. No me gustó nada esto de encantar. Sigo leyendo y me encuentro con el tercer significado que le da el diccionario de la RAE (Real Academia Española): entretener con razones aparentes y engañosas. Definitivamente lo de encantar no me pareció muy sano. El primer componente de glamour, entonces, tiene que ver con atraer para someter con razones aparentes y engañosas. Tomi: Mmmh… a ver a dónde termina este caballero. J. R.: Vamos pues a la tercera palabra de la definición: fascina. El glamour fascina. Y fascinar, según el mismo diccionario, viene de fascinare, que en latín quiere decir embrujar. También en latín, fascinum es embrujo. Fascinar según la RAE es: engañar, alucinar, ofuscar; atraer irresistiblemente; y, como tercera definición, hacer mal de ojo. Ester: Me parece que ahora ya no me gusta tanto. J. R.: Viste. Este glamour es un peligro. Me somete a un embrujo, me atrae irresistiblemente y me hace el mal de ojo para ganar mi voluntad. Tomi: El que busca… encuentra. Decía un viejo refrán. J. R.: (risas)… por eso hay que buscar. Ahora, ¿cómo hace, el glamour, para hacer eso que acabo de decir? Ahí entra la segunda palabra de la definición. Sensual. Recordemos que glamour es: encanto sensual que fascina. O sea, hasta ahora: - 80 -


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sometimiento sensual que embruja. Pero ¿qué quiere decir sensual? Bueno, sensual es: perteneciente o relativo a las sensaciones de los sentidos. Se dice de los gustos y deleites de los sentidos, de las cosas que los incitan o satisfacen y de las personas aficionadas a ellos. Ester: ¡Se la va a agarrar con sensual también!... Tomi: Hoy vino sin piedad, parece el demonio de Tasmania con una sierra eléctrica prendida. J. R.: (risas)… no tanto... O sea que sensual es lo que entra por los sentidos, por los cinco sentidos, lo que uno incorpora “sin pensar”, “sin razonar”. Sensual viene del latín sentire, que, como se darán cuenta, significa sentir. De la misma raíz vienen palabras como consentir, o asentir, y por lo tanto de allí se derivan significados como opinar o darse cuenta. Ester: Está clarísimo que el que busca encuentra. J. R.: Ahora me pregunto: ¿está mal ser sensual?, o sea: ¿está mal percibir cosas por los sentidos? De ninguna manera. Sólo que una vez que algo fue sentido sería bueno pensarlo, para que no me someta a un embrujo, al menos tan fácilmente. No está mal percibir con los sentidos, lo que sí creo que tal vez pudiese estar mal es interpretar sólo usando los sentidos. Tomi: De acuerdo, está complicada la cosa. J. R.: Pero bueno, hasta acá con las definiciones. Lo cierto es que lo glamoroso está de moda, cuesta resistirse a lo que brilla con glamour. Tomi: Sí, el problema es que no esté de moda todo lo que acabás de decir que significa. - 81 -


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J. R.: Ese es el punto a reflexionar… Por eso, hasta acá con las definiciones. Lo cierto es que este asunto termina siendo como un imán que nos arrastra, que nos atrae a pesar de que sea para someter nuestra voluntad. Veamos qué nos decía1 don José Ortega y Gasset2 por allá por la primera mitad del siglo pasado, hace más de 60 años: “Es la época de las corrientes, del dejarse arrastrar. Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas, o en política, o en los usos sociales. Por lo mismo, más que nunca, triunfará la retórica”. Ester: ¡Wow!... J. R.: El triunfo de la retórica: el glamour hecho palabras. Parece que no es un problema nuevo. Lo que también parece es que no lo pudimos arreglar. Imagínense lo que diría ahora don José Ortega si viera lo que los medios masivos de comunicación le hicieron a su preocupación. Cualquier cosa que fuese un torbellino superficial que arrastraba, hace 60 años, ahora se transformó en la tormenta perfecta multiplicada por cuatro a nivel interestelar... Tomi: (risas)… Pobre Ortega, tenés razón, no saldría de la casa sin piloto y sin galochas… J. R.: (risas)… Apliquemos ahora esto a la política. Si suena bien, si la retórica es buena: se cree, y eventualmente se vota. La verdad nunca es tan glamorosa como una buena promesa. La atracción de una campaña bien armada, con figuras llenas de glamour, fascina, o sea, embruja. Desde hace tiempo que las contiendas preelectorales se juegan más en las pantallas de televisión y en los avisos en vía pública que en los debates. Y realmente no creo que tenga que ver sólo con la era - 82 -


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comunicacional en la que vivimos, es que no tienen nada que decirse, nada que debatir. Tomi: Claro, porque compramos que lo glamoroso es bueno, y parece que no lo es tanto. J. R.: Definitivamente hay que escarbar un poco más en la intencionalidad. El punto en el que estaba, el de la falta de debate porque no tienen más que glamour y nada de contenido, es que si lo hicieran, al debate, sólo romperían el encanto al que someten a la gente, la cual, como hubiese dicho mi abuelo, se daría cuenta de que no son más que cartón pintado. Actualizando a don Manuel, hoy se podría decir con más glamour: colágeno maquillado o entretejidos teñidos; pero en el fondo no cambió nada. Ester: (risas)... Muy pero muy cierto… J. R.: No nos dejemos arrastrar, hagámosle caso a Ortega que nos previno hace ya mucho. Duele que a uno lo arrastren. ¿Se dejarían arrastrar por un auto?, entonces: ¿por qué dejarse arrastrar por un gobierno, o por un programa de televisión glamoroso? El glamour nos somete a un embrujo, nos atrae para que veamos algo de una forma distorsionada, diferente en relación a como realmente es. Cuidémonos entonces del glamour y de los glamorosos. Ester: Y a mí que el glamour me parecía lindo... J. R.: Una amiga mía, Josefina Martillazo… Tomi: ¿Cómo, cómo, cómo…? ¿Martillazo?

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J. R.: Sí, porque era un poco dura y directa. A Josefina yo siempre la aprecié por sus pensamientos, aunque no tanto por sus modales… Ester: (risas)… No te puedo creer… J. R.: (risas)… Ella solía decir: “Si la moda es ser estúpido, es mejor no andar a la moda”. Ester: (risas)… No cabe duda de que me convenciste. Tengo que ir a tomar un café con tu amiga… (risas). Tomi: (risas)… Espectacular, J. R., muy bueno, y es verdad, hay que cuidarse del glamour en estos días, uno nunca sabe qué va a encontrar debajo de la capa exterior. ¿Nos vemos la próxima? J. R.: Sí, sí, cómo no. Un abrazo para todos y nos vemos. Ester: Chau, J. R. Gracias como siempre y pasame el teléfono de Josefina.

Referencias: 1

La Rebelión de las masas. José Ortega y Gasset. Editorial Espasa Calpe, 2007. 2

José Ortega y Gasset, (Madrid, 9 de mayo de 1883 – Madrid, 18 de octubre de 1955). Filósofo y ensayista español, famoso por su crítica de la civilización moderna. Gran pensador y filósofo que con sus artículos, conferencias y ensayos –sobre temas filosóficos y políticos– contribuyó al renacer intelectual español de las primeras décadas del siglo XX.

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15-05-08. El glamour, unplugged

Quedó claro para mí, después de lo que me enseñaron los diccionarios, que el glamour es un problema. De hecho la palabra misma engaña. Aunque parece proveniente del francés, por el ou con que se escribe, en realidad viene del inglés, y quiere decir exactamente encanto mágico. Pero con un sentido, proveniente del medioevo, relativo al ocultismo y a la magia negra. En definiciones que se encuentran en diccionarios de inglés se alude a poderes que afectan la vista, haciendo que los objetos o las personas parezcan diferentes de lo que realmente son. También se describe como embrujo u obra de hechiceros, o como un interés artificial, o una asociación particular con un objeto, a través de la cual éste aparece magnificado o glorificado. Un desastre. Este glamour parece más peligroso que la bomba atómica. Nos venden glamour todos los días para embrujarnos, para someternos. Para hacernos percibir por los sentidos y luego asentir con lo que nos venden, sin pensar. Para que consintamos con enunciados que no son más que engaños. Para ganar nuestra voluntad… después verán qué hacen con ella. ¿Quién nos hace esto? No soy un perseguido. No creo en la conspiración global del capitalismo o de los grandes sistemas interestelares de invasores que pretenden destruir la Tierra. Pero el glamour está allí. Alguien lo sacude de un lado para el otro, y nos cae en la cabeza como ladrillazos tirados desde un edificio de veinte pisos.

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Hay hoy estrellas glamorosas, llenas de silicona, colágeno, gel, mampostería, piel sintética injertada en el cuerpo, en fin… Mujeres –y hombres también– de más de sesenta años que parecen tener cuerpo de chicas de veinte; y cuando la camilla del cirujano ya no alcanza entonces viene el retoque de la fotografía. La cirugía dura algo más en el tiempo… ¡pero el Photoshop dura lo que tarda el flash de la máquina fotográfica en apagarse! ¿Necesitamos realmente que nos inyecten tanto glamour por los ojos? Evidentemente sí. El “bombardeo” de glamour hacia nuestros sentidos debe ser intenso, porque de otra manera reflexionaríamos sobre lo que acabamos de percibir por los mismos y entenderíamos que es sólo fantasía. Al mantenernos ocupados percibiendo constantemente, sintiendo sin cesar, repitiéndonos la mentira del Photoshop o de la cirugía hasta el hartazgo, logran en muchos casos que no procesemos lo que percibimos por los sentidos a través de su complemento, la razón. Así el convencimiento de que se puede lucir joven hasta los 90 años, o de que con algún método adelgazante veloz y sin esfuerzo podemos lucir como si nunca hubiésemos comido, tiene muchas más chances de meterse en nuestra cuenta bancaria o en nuestra billetera. Hay también políticos glamorosos, que cambian su figura para las campañas, que se tiñen, que se cambian el peinado o se arreglan las caras, que se alían con izquierdas y derechas según la moda del momento. Que consiguen otras figuras glamorosas para sus listas: artistas, deportistas, personas o personajes públicos. El objetivo es que nos identifiquemos con ellos, supuestamente queridos e inofensivos, y asintamos en votarlos. Después de todo, el momento más glamoroso de un político es su campaña y la asunción. Acto seguido, cuando llega el momento - 86 -


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de trabajar y cumplir, se acaba el glamour. Allí es donde les llega la depresión post-urna, se les cae el maquillaje y vuelven a ser lo que eran antes de los retoques. Esta necesidad de glamour, que hace que las canas se disimulen, atrapa a muchos. Woody Allen dijo una vez: “Las canas ya no se respetan, se tiñen”. Qué cierto. Ahora: ¿quién tiene la culpa? Porque en general se la echamos al que no respeta, y lo cierto es que el primer faltador al respeto es el que se las tiñe. Si el que las tiene, si el que se las ganó, las tapa y las esconde, ¿por qué los demás habrían de respetarlas? Vamos a pasear un poco más por la literatura. Fíjense en esta cita de un excelente libro1 que habla sobre una banda de rock que, según la definición que estamos usando, no fue glamorosa, porque no creo que haya engañado o sometido a nadie, al menos con malas intenciones. Dice así: “Está en la naturaleza humana trascender. Todos, en una u otra medida, buscamos trascender en la vida. De acuerdo a las distintas idiosincrasias, hay, para cada ser humano, una búsqueda distinta en cuanto a trascender. Hay, con arreglo a las diferentes ideologías que la cultura occidental nos impone, muchos caminos posibles para trascender. Según algunos, los hombres trascienden por su obra. Según otros se trasciende a través de los hijos. Otros eligen la religión esperando, justamente, trascender en otra vida. Hay, por supuesto, quienes buscan trascender a cualquier precio, que en general, termina siendo muy alto y poco rentable”.

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Fantástica cita. La última forma de pretender trascendencia, a la cual los autores se refieren, es la glamorosa, la que no requiere ningún esfuerzo. Esta es poco rentable porque es fugaz, y lo fugaz no puede ser trascendente ya que es lo contrario. Además, estos glamoures aplicados a tratar de trascender terminan generalmente en patéticos triples y cuádruples estiramientos de piel, o reelecciones, con el objeto de intentar mantener lo efímero del embrujo. Como dice la cita, se termina pagando un precio muy alto, altísimo: el del desengaño. Cuando yo era chico, hace demasiado, mis padres me decían: “No mientas, Josecito, las mentiras tienen patas cortas”. Hoy yo diría: “No se operen, los colágenos y las tinturas tienen patas

cortas”. Con los políticos no perdería el tiempo, ya que recomendarles no mentir sería lo mismo que pedirles que se cortasen las cuerdas vocales. Es como me decían mis padres. La fugacidad del glamour, como la de la mentira, es brutal. Un gran amigo mío, José Levante, decía con asiduidad: “No sé qué pasa, yo nunca me voy a acostar con una mujer tan fea como con las que me levanto”. Nunca entendió, mi pobre amigo. El glamour dura lo que los sentidos tardan en despejarse, lo que el alcohol en sangre tarda en diluirse, y, normalmente –muchas veces nos ha pasado con glamoures políticos por desgracia–, cuando abusamos del alcohol - 88 -


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o del glamour, no sólo comprendemos la verdad a la mañana siguiente, también despertamos con terribles dolores de cabeza. Volviendo a la cita, lo que sí vale la pena en el querer trascender tiene que ver con el trabajo, con el estudio. Como dijo Domingo Faustino Sarmiento2: “Los discípulos son la mejor biografía del maestro”. Interesante, ¿no? La trascendencia garantizada en términos temporales y en cantidad de personas que han de hablar del maestro. Pero para que lo que digan con su vida hable bien del educador, el susodicho tendrá que no sólo haber dedicado tiempo sino también esfuerzo, para lograr así lo mejor de sus alumnos. ¿Habrá algo menos glamoroso que el trabajo y el estudio? Probablemente casi nada. Horas de “oscuridad” y de “soledad” para crecer, para no ser sólo cartón pintado y sí tener verdadero contenido. Seguro no es glamoroso. Porque no es un arreglo externo para lucir bien por un momento, debe ser una construcción sólida, y eso lleva tiempo. ¿Qué pasa cuando aplicamos el glamour a otras cosas más allá de la política o del espectáculo? Por ejemplo al amor. Aquí hay una frase de una escritora americana3 que trae un poco de luz sobre este asunto: “Romance es el glamour que transforma el polvo de la vida común en una bruma dorada”. No deja de ser poético, y el romance no es malo, pero tener que ver una cosa cuando realmente es otra no deja de ser peligroso. Es cierto que el polvo de una vida en común no tiene a priori nada de glamoroso, pero si uno logra apreciar y valorar ese polvo, que se junta de tanto vivir en común, que en definitiva es - 89 -


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historia conjunta, la bruma dorada aparecerá igualmente como consecuencia de ese esfuerzo conjunto, en vez de como producto de una ilusión visual. Sin criticar la cita anterior, ya que algo citado esta siempre sacado de contexto, me gusta más esta otra4: “El amor es como una amistad en llamas. Al principio la flama, bella, se presenta feroz y rutilante, aun así es sólo luz y chisporroteo. Cuando el amor crece y persevera, nuestros corazones maduran y nuestro amor se transforma en brasas, con mucho calor interno y muy difíciles de apagar”. Qué gran diferencia en la forma de describir lo mismo. Una brasa difícil de apagar, o una bruma dorada que disimula el polvo que se acumula con el vivir común. ¿Cuántas veces preferimos las llamas chisporroteantes o los destellos dorados? ¿Cuántas veces nos planteamos llegar a tener brasas inapagables en el corazón, aunque también produzcan cenizas, o polvo? Hoy pareciera que lo glamoroso es lo fundamental. La luz nos llama más que el calor, lo dorado o lo platinado llama más que las cenizas o el polvo, aunque lo primero sea efímero… o quizás porque lo primero es efímero. Tal vez, y para rescatar a la primera cita, el romance deba retirar la ceniza de alrededor de la brasa, respetándola en vez de disfrazarla. Tal vez eso haya sido lo que la autora quiso decir. Revivir el romance para quedarnos con lo mejor de ambas versiones, calor interno y romance a la vez, sobre el mismo sujeto. No están contraindicados por ninguna asociación médica. Creo que esta otra cita redondea lo que quiero decir:

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“Un verdadero hombre no necesita enamorar a una mujer diferente cada noche. Un verdadero hombre enamora a la misma mujer por el resto de su vida”. Si después de esto no se convencen de que no soy ni pretendo ser glamoroso, no sé qué más hacer. El glamour requiere de condiciones base para instalarse. John Berger5, un artista inglés, nos da una pista: “El glamour no puede existir sin que esté instalado, y sea considerado como una emoción normal, un sentimiento personal de envidia social “. Nuestra sociedad se educa así hoy. El individualismo que supuestamente nos debe guiar, ya que si cada uno logra lo mejor para sí la sociedad mejora –base de la teoría económica que sustenta el capitalismo–, se ha tal vez extralimitado transformándose casi en egolatría, en vez de en sana competencia por mejorar. ¿Cómo se alimentó por siempre esta competencia? Con envidia. Si no resulto tentado, embrujado con cosas que no tengo pero que debo considerar mejor que lo que sí poseo, no hay motor para el “avance”. Esto llevado al extremo acelera el ritmo de consumo y produce trabajo, mayor comercio, etcétera, etcétera. ¿Qué más produce este sencillo modelito? Todo el resto de las consecuencias que vivimos en las sociedades de hoy. El glamour sólo se agrega para que lo visto en otro lado sea deseable. Sin esa envidia, que tal vez haya sido buena alguna vez, el glamour sería “transparente”, no lo veríamos, estaríamos vacunados, protegidos, no nos embrujaría. Debemos tal vez ser menos ególatras –o individualistas extremos– y cambiar la supuesta satisfacción que el glamour promete por verdadera satisfacción construida con esfuerzo y - 91 -


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trabajo. La envidia carcome, nos carcomemos y nos desgastamos en búsquedas de contenidos que el glamour no contiene. ¿No será mejor gastar esas calorías en otras cosas? Como ya dijimos, este asunto no es de hoy, aunque tal vez hoy los medios masivos hayan ayudado a que esté mucho más difundido. Hay un libro cuyo nombre ha sido traducido al castellano como Las 36 estrategias chinas6. El nombre en inglés de este libro, aparentemente más fiel al contenido original, se llama 36 Stratagems. Estratagema, en castellano, no significa estrategia, sino que según la RAE quiere decir: ardid de guerra, astucia, fingimiento y engaño artificioso. Suena a glamoroso, ¿no? Pues bien, el libro trata de diversas formas de ganar sobre un adversario encontrando medios para engañarlo, para confundirlo, para hacerlo caer en trampas previamente preparadas. Es esta una línea de ideas compartida en gran medida por otros libros de estrategia militar, sólo para citar uno de ellos, por ejemplo: El arte de la Guerra7, de Sun Tzu8, que postula, entre otras cosas, que la batalla mejor ganada es la que no se lucha, siendo que el adversario se rinde por creer –con ardides o no– que la fuerza opuesta es superior. De echo, para nada un mal consejo. En este libro de estratagemas hay justamente una que se llama: “Crear algo a partir de nada”, y en una de las versiones que comentan sus recomendaciones, se refieren a la misma de la siguiente forma: “Si se es capaz de crear algo a partir de nada, las circunstancias más insignificantes pueden conducir al éxito. La mentira repetida mil veces puede llegar a aceptarse como verdad. Convertir algo pequeño en enorme, creado a partir - 92 -


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de actitudes preexistentes para avivar los miedos, aumentar los prejuicios o desviar la percepción de los hechos. Una variante es hacer pensar a los demás que uno no tiene nada cuando en verdad se tiene algo”. Glamour puro. Desde campañas electorales hasta romances, o peleas inventadas entre fulgurantes figurillas del espectáculo, no van a decirme que esta regla no ha sido usada hasta el hartazgo. Glamour: un intento de someter nuestra voluntad, mediante los sentidos, para que caigamos embrujados o hechizados en los designios del glamoroso. Desde las antiguas estrategias de guerra chinas, hasta lo propuesto por pensadores de inicio del pasado, o definiciones del amor maduro por autores y actores, el glamour nos envuelve, está presente en todos los órdenes de la vida, en la estrategia militar, en la política, en el espectáculo, en el amor, en la economía de consumo, en las campañas publicitarias… en todo lo que se les ocurra. Se puede llamar de una forma o de otra, se puede esconder en palabras y disfrazarse de retórica, pero pareciera ser como el sol, siempre está. No se ha inventado aún un protector para el glamour, como sí se ha inventado un protector para los rayos del sol. ¿Por qué será? Tal vez porque no conviene que dejemos de exponernos al glamour. Hoy nos convencen de que el glamour es deseable. A mí no me gusta que me embrujen, o que me sometan, o que se queden con mi voluntad. Tampoco me gusta que bombardeen mis sentidos con ilusiones para que no tenga tiempo de razonarlas, y por lo tanto valorarlas como lo que son, ilusiones. Así que para mí, el glamour ya no tiene nada de “glamoroso”.

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Referencias: 1

The Beatles, Dos de nosotros. Ester Vicente y Gustavo Ghisalberti, 1997.

2

Domingo Faustino Sarmiento: (San Juan, Argentina, 15 de febrero de 1811 – Asunción del Paraguay, 11 de septiembre de 1888) fue un político, pedagogo, escritor, docente, periodista, estadista y militar argentino; Gobernador de la Provincia de San Juan entre 1862 y 1864 y Presidente de la República Argentina entre 1868 y 1874. También se destacó por su laboriosa lucha en la educación pública. 3

Amanda Cross: (seudónimo de Carolyn Gold Heilbrun. Enero 1926 Octubre 2003) Escritora y crítica americana, feminista y autora de novelas de misterio.

4

Bruce Lee: (San Francisco, California, noviembre de 1940 - Hong Kong, julio de 1973) fue un artista marcial y actor chino. Reconocido exponente de fama mundial, y renovador de las artes marciales de mediados del siglo XX.

5

John Peter Berger: (Londres, 1926) crítico de arte, pintor y escritor. Entre sus obras más conocidas están G., y el ensayo de introducción a la crítica de arte, Modos de ver. 6

Las 36 estrategias chinas. Editorial Quadrata.

7

El arte de la Guerra. Sun Tzu. Editorial EDAF, 2006.

8

Sun Tzu: Legendario general chino. Autor del más antiguo tratado militar chino, que se estima que fue escrito alrededor del 500 a.C.

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29-05-08. El egoísmo

Ester: ¡Hola mi estimado amigo personal, J. R. Lucks! ¡Bienvenido! J. R.: Hola, hola… Tomi: ¡Qué recibimiento!, ¿puedo saludar yo también? Buen día. J. R.: Qué calurosa recepción, bueno, veo que están contentos y felices… Ester: ¡Así es!... como siempre. J. R.: Bueno, bueno… me alegra mucho. Buenos días a todos. Tomi: ¿Qué reflexión nos espera hoy detrás de las palabras y la literatura? J. R.: Hoy tengo una palabra controvertida… Ester: No empecemos que estábamos contentos… ¡por favor, eh! J. R.: (risas)… No, no, no te preocupes. Digo esto porque si bien durante mucho tiempo a esta palabra se la consideró como un defecto, el mundo en el que vivimos parece haberle cambiado el sentido. La palabra es egoísmo. Tomi: A ver cómo es eso… J. R.: Esta palabra viene de la raíz ego, que tanto en griego como en latín significa yo. Ismo, por su parte, es una desinencia que significa conformidad en el modo de ser y obrar. La desinencia en sí puede tener una connotación negativa, positiva o simplemente descriptiva. Si la terminación se aplica a algo bueno dará una - 95 -


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virtud, por ejemplo moralismo es actuar conforme a la moral. Si se aplica a algo malo dará un defecto, por ejemplo tabaquismo. El neutro tiene que ver con lo descriptivo: socialismo, o cristianismo, palabras que tienen que ver con la forma de actuar en relación a estas doctrinas. Tomi: Se entiende. Sobre todo lo de tabaquismo que es un defecto. J. R.: Siempre haciendo campaña vos… Egoísmo entonces es actuar, obrar, hablar, pensar, etcétera en relación al yo, a mi yo. Como dije, en general se tomó al egoísmo con un defecto, sin embargo, hoy se habla de sano egoísmo. De mirar hacia uno porque de esa manera se crece, se madura, etcétera. Se construyen doctrinas en las cuales primero hay que mirarse a sí mismo, ya que con eso se logra ser mejor para eventualmente poder dar a los demás. No es que esté del todo mal, pero lo cierto es que es muy fácil extralimitar estos argumentos, y nunca salir de esa forma de pensar que tiene al yo en el centro. No es para nada complicado pasar del egoísmo a la egolatría, que ya no es actuar pensando en el yo sino adorar al yo. Ester: Todo en su justa medida, decía una tía mía. J. R.: Exacto. A mí me gusta pensar que el egoísmo tiene que ver con puntos de vista. La egolatría en cambio se pasa, como pensaría la tía de Ester, porque alguien que adora está cegado, y por lo tanto no ve nada. Pero volviendo a los puntos de vista, me parece que tenemos que tener cuidado con esto. Porque si miramos las cosas desde o hacia un solo punto de vista nos perdemos un pedazo de la realidad. No se puede ver la vida sólo pensando desde el yo, o desde el mí, o desde lo mío.

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Tomi: Sí, sería un poco tonto mirar sólo para un lado, como un caballo con anteojeras. J. R.: Me imagino, para ejemplificar esto, una negociación en la que cada negociador sólo ve su parte. No sólo no ve la del otro, sino que tampoco ve la de cualquiera que pueda estar a su alrededor, y que se perjudica a medida que la no negociación, o la negociación egoísta, no llega a ningún lado. Ridículo, ¿no?, pero que ocurre, ocurre. Tomi: Este tipo siempre con esos ejemplos que parecen una “aguja de colchonero”, ¿se acuerdan? Esas como de diez centímetros de largo que se usaban para remendar colchones… Ester: ¡Ay, Tomi, qué antiguo!... yo no había nacido en esa época (risas)… Tomi: Sí, justo… vos no habías nacido, “todavía”… Ester: (risas)… Bueno, bueno, no es para tanto… Tomi: Pero esperá. Este ejemplo “inocente”, no tendrá que ver con la negociación que “parecen” llevar el campo y el gobierno por las retenciones móviles sobre la soja, que desde marzo están discutiendo y no llegan a nada… ¿no? ¿Por qué me suena a eso este “ejemplito”? J. R.: (risas)… bueno, ¿quién sabe?, los ejemplos son ejemplos. Cualquier parecido con la realidad es puramente intencional… digo… pura casualidad… (risas). Tomi: (risas)… Listo, seguí… siempre el mismo este J. R. El tipo no puede hablar de nada sin meter púa. J. R.: Para no abundar en ejemplos, que veo me llevan a mal puerto… (risas), les traje un cuentito que creo que tiene que ver - 97 -


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con esto de los puntos de vista, y con cómo el quedarse con sólo uno de ellos puede hacerlo a uno verse terriblemente ridículo. Dice así: “Un día como cualquier otro, una señora ya mayor va al cementerio para llevar flores a la sepultura su difunto esposo. Amorosamente llega a la tumba, se hinca a un costado de la lápida, y con mucho amor coloca un hermoso ramillete de flores en un pequeño vaso dispuesto a tal efecto. Permanece un rato allí, contemplando la sepultura. Seguramente ensaya alguna oración, pasan por su mente imágenes de la vida pasada. Repentinamente levanta la cabeza, sin ninguna razón aparente, hallando un par de tumbas más allá a otra señora que, como ella, parecía estar visitando la sepultura de su difunto esposo. La observa con detenimiento y descubre en esta otra mujer rasgos orientales. No es eso sin embargo lo que le produce curiosidad, sino el hecho de que esta otra viuda deposita, con su mismo cuidado y amor, un plato de arroz sobre el frío mármol. Nuestra protagonista se extraña, pero sigue en su plegaria Cuando concluye y comienza a alejarse, aún curiosa, la mujer de rasgos orientales se levanta también para retirarse, y por esas casualidades que son más buscadas que fortuitas, ambas se cruzan en el pasillo de salida. La primera mujer, no consiguiendo contener su incertidumbre y sin pensarlo demasiado, algo en serio pero no sin ironía, pregunta: - 98 -


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–Discúlpeme por favor, ¿pero cree usted realmente que su difunto vendrá a comer el arroz? La mujer de rasgos orientales la mira, gira su cabeza para observar, desde lejos, el lugar de donde su casual inquisidora provenía, y tomando aire para responder, le dice con calma: -Sí. Creo que mi difunto vendrá por el arroz. Seguramente ocurrirá cuando el suyo venga por el aroma de las flores”. Ester: ¡Ah… qué bueno! Tomi: Golpe bajo,… pero ¡excelente!... Y,… son puntos de vista. J. R.: No digo que haya que mirar el punto de vista del otro, y no el nuestro, eso sería otrismo y también es parcial. Pero ya que somos tan evolucionados, ¿por qué no desarrollamos el nosotrismo, o sea una forma de actuar que tenga que ver con el “nosotros”, que incluya en vez de excluir? Sería tal vez más interesante y seguramente menos solitario. Ester: Nosotrismo… me gustó… me gusta cómo inventás palabras. J. R.: Gracias. Ojalá que esta me la copien, y que la practiquemos todos. Tomi: Muy bien, don J. R., muy buena reflexión sobre el egoísmo y los puntos de vista. Habrá que ampliar un poco el rango de visión para no caer en la situación embarazosa de la señora del cementerio, o caer en negociaciones como las de tu ejemplo inocente, que ya sabemos que no llevan a nada, o si lo hacen es con un costo terrible. Ester: Hasta la próxima, J. R. Nos vemos. - 99 -


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J. R.: Chau, chicos, nos vemos, pero veámonos desde un punto de vista no egoísta. Tomi: (risas)… Chau. Buen fin de semana.

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29-05-08. El egoísmo, unplugged

El hombre es un animal social. No lo digo yo. Lo dijo Aristóteles1 muy claramente hace más de dos mil años. Por si esto fuera poco lo volvieron a decir, lo investigaron, y lo comprobaron, casi todos los filósofos, los antropólogos, los sociólogos, y casi cualquier ser humano pensante que pisó este planeta durante todo ese tiempo. Que el hombre sea un animal social quiere decir que necesita de los otros de su especie para sobrevivir. Veamos el argumento que usa Aristóteles para justificar esto, en su tratado La Política2: "Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político en la misma relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios". Es un argumento práctico. Como no puede vivir solo, el hombre tiene que vivir en sociedad, y para vivir en sociedad debe respetar ciertas reglas de convivencia, reglas morales sobre las cuales se construye la ética, o leyes que conforman el derecho. Simple, ¿no? Según Aristóteles no es posible pensar que el individuo sea anterior a la sociedad. La sociedad no puede ser un arreglo de individuos que antes vivían por su cuenta y luego decidieron juntarse, porque nunca hubiesen podido vivir en - 101 -


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soledad. Sea el hombre creado, o producto de la evolución, lo fue y lo es en grupo, en familia, en comunidad… con otro u otros. Por ese motivo, un punto de vista egoísta, o sea uno que sólo ve desde el yo, es ridículo; porque es ridículo que el hombre viva solo. En realidad más que ridículo es imposible. Pero el mundo moderno, particularmente el mundo que quiere un desarrollo de las empresas y de sus negocios, se ha ido encargando de diluir esta idea, de transformar al egoísmo en algo no tan ridículo sino en una especie de motor del bienestar… general. Aunque suene a contradicción. O sea, el egoísmo particular, sumado, produce bienestar general… suena como un excelente esfuerzo de transformar una cosa en otra ¿Por qué? Porque sirve a las intenciones de incrementar el comercio y los volúmenes de producción y de trabajo. Para ilustrar este punto he aquí una cita de un libro3 de Jaime Barylko, escritor y pensador argentino: “El egoísmo practica una ética utilitarista. Do ut des, en latín. Te doy para que me des. El egoísmo, bien entendido, es un programa de vida, e incluso una ética. Todo egoísta esta comprometido con el egoísmo ajeno. Cuenta con ello. En la vida, como en los negocios, hay que tener muy presente al otro y sus intenciones”. Creo que la cita es auto explicativa. Sin embargo es interesante cómo pareciera que aun el egoísmo necesita del otro, de otro egoísmo. Este mundo en el que vivimos, en donde se ha exaltado el bienestar personal, en donde se ha exacerbado la necesidad de auto satisfacerse para garantizar compradores fieles, retorna al punto de partida de Aristóteles. El hombre egoísta necesita de otro egoísta para poder serlo eficazmente. - 102 -


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Qué nos queda en este mundo de hoy, entonces. Barylko lo plantea de la siguiente forma: “¿Todo lo que tenemos es el mercado? Aparentemente sí. La libre transacción, la economía de mercado, el mercado de valores, de talentos. Mercado. Negocio. Te doy para que me des. Todo es mercancía. Ni fraternidad, ni piedad ni relación humana de tipo de comunidad personalista. Solamente intereses”. Suena a resignación. Suena a que lo “único” que “nos queda” es el mercado. Como si el mercado hubiese ahogado al resto. ¿Qué sería el resto? ¿El romanticismo? ¿El heroísmo? ¿El actuar desinteresadamente? ¿Qué cosas ya no tenemos puesto que sólo nos queda el mercado? ¿La solidaridad, tal vez? El libro citado toca el tema, y se refiere a esta aparentemente desaparecida cualidad de la siguiente forma: “La solidaridad social depende de que la gente comparta cierto número de estados de conciencia comunes a todos los miembros. Si entendemos que personalidad es lo que nos hace diferentes de los otros, la solidaridad social es tanto más fuerte cuanto menos se desarrolle la personalidad y viceversa. El individuo crece sobre la disminución o mengua de la comunidad”. Pareciese que el egoísmo y la individualidad están de punta con la solidaridad. Barylko parece sugerir incluso que el individuo debe dejar de crecer para que no mengue la comunidad. ¿Hacia dónde vamos? ¿Iremos hacia una nueva sociedad en la cual hasta la solidaridad esté basada en un complejo - 103 -


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entretejido de egoísmos como el autor citado sugiere cuando habla de una ética utilitarista? No creo. No al menos si logramos evitarlo, y considero que Barylko escribía justamente por la misma creencia. Pero ¿qué es solidaridad? Esta palabra viene de solidario, que a su vez viene del latín sólidum o sólidus, lo cual hacía referencia a una moneda sólida o con valor cierto. Era la moneda con la que se pagaba, entre otras cosas, a los que iban a la guerra, de allí, eventualmente, soldado. Solidario es el que responde, con su patrimonio, en partes proporcionales con otro, a una obligación. De allí la expresión: deudor solidario. Y solidaridad, según el diccionario de la Real Academia Española, quiere decir: Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. El solidario, aunque más no sea porque lo obliga una ley, ve al otro, acuerda con el otro, incluye al otro. Como sugería Barylko, para ser solidario hay que compartir cierto número de estados de conciencia, hay que no ser egoísta, al menos a ultranza. ¿Será esto que acabo de plantear algo que el hombre moderno puede hacer?: mirar al otro, ver al otro, compartir el punto de vista del otro para poder hacer algo en conjunto. ¿Qué lo obliga al hombre moderno a mirar al otro, a ver al otro? ¿Qué publicidad le dice que deje de pensar en sí mismo y piense en otro (sin contar las que nos excitan a comprar regalos para el día de la madre, del padre, del hijo, del tío segundo o de la mascota preferida)? Vamos un poco más atrás en el tiempo y veamos qué nos decía4 otro gran escritor y pensador, Jacques Rousseau5: “Hay además otro principio, el cual, habiéndole sido dado al hombre para suavizar en ciertas circunstancias la ferocidad - 104 -


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de su amor propio o su deseo de conservación…, modera el ardor que siente por su bienestar con una innata repugnancia a ver sufrir a sus semejantes. Me refiero a la piedad, disposición adecuada a seres tan débiles y sujetos a tantos males como somos nosotros; virtud tanto más universal y tanto más útil al hombre cuanto que precede al uso de toda reflexión, y tan natural que las bestias mismas dan de ella algunas veces sensibles muestras… Observase a diario la repugnancia que experimentan los caballos a pisotear un cuerpo vivo”. Si hasta los caballos parecieran tener piedad y por lo tanto “percibir” al otro, ya no desde su egoísmo sino desde otro lado, creo que los hombres podemos albergar algo de esperanza. Si no nos mueve lo positivo, al menos debería movernos la repugnancia de ver sufrir a alguien. Rousseau nos lleva a tener que entender otra palabra. Piedad. Ésta viene de pius, que quiere decir obediente, servicial, respetuoso, que cumple su deber. ¿Qué deber? Pues según yo el deber de ser humano, de ser ese animal social que Aristóteles nos justificaba con gran simpleza. Pero claro, se habla de deber, y hoy, en este mundo con tendencias egoístas, el deber, sobre todo hacia el otro, causa rebeldía. Pensando en esto me crucé otro libro muy interesante6 que habla de la libertad y de los valores del hombre. En una primera parte se refiere el autor justamente a esta rebeldía que se presenta en los jóvenes, o en quienes sienten una imposición externa, y se refiere luego a cómo salir de esta fase si es que el hombre no quiere quedarse atascado en una etapa no productiva de su vida. Dice así: - 105 -


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“El fruto más preciado de la superación de esta etapa –la de la trasgresión de la ley, sea esta impuesta por el derecho o por la moral–7 es la libertad. Esa disponibilidad que permite, con claridad, con lucidez, sentirse dueño de lo que se elige. Profundamente comprometido e identificado con ello. Es entonces cuando lo que no se hace, no se deja de hacer por miedo. Y lo que se hace no se realiza por simple obligación. Cuando la libertad es consciente de su responsabilidad. Cuando la heteronomía y la autonomía se funden en una unidad existencial concreta. [...] –es–7 Cuando se realiza la paradoja –la de crecer mi ego, mi yo, al aceptar e incorporar al otro para nuestro crecimiento conjunto–7”. Interesante. Al menos para mí cierra el circuito. Me referí a puntos de vista, que nuestra sociedad de consumo ha llevado más hacia el “yo” que hacia el “nosotros”. Pero como el hombre no puede vivir sólo pareciera construir sus relaciones sobre una ética utilitarista, como planteaba Barylko. Ahora, él también habla de solidaridad, para lo cual se requiere más que una ética construida con egoísmos mutuos, y para eso nos hace falta algo de piedad, que hasta los caballos parecen tener. El elemento que nos humaniza de vuelta, que nos hace animales sociales, pero no por obligación o por instinto –como a los caballos–, es la libertad. La libertad de elegir no prestar tanta atención a los comerciales sino a nuestra naturaleza, a esa que - 106 -


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nos hace sociales. La libertad de elegir la piedad y la solidaridad. Cuando dejamos de hacer las cosas por miedo, por obligación o por utilitarismo, cuando conscientemente decidimos ser hombres y mujeres, humanos, aceptamos nuestra naturaleza social y volvemos a mirar al otro, a incluirlo, a dejar de actuar con egoísmo y empezar a pensar con nosotrismo. Volvemos a ver a los que tenemos cerca y no tan cerca, a nuestra familia, a la gente del barrio o de la ciudad, respetando no porque nos obligue nadie, sino porque nos hace sentido. ¿Cómo se logra que nos contagiemos todos, de esto, al mismo tiempo? ¿Querrá alguien hacer comerciales con esta temática? Probablemente no. Va a seguir dependiendo de nosotros, sólo de todos y cada uno de nosotros. Pero no me digan que no suena mejor el poder mirar al otro ejerciendo mi libertad de ser social con lo que eso implique, en vez de estar atrapado en una ética utilitarista. En función de esto, entonces, no creo que el hombre deba interrumpir su crecimiento para que la comunidad deje de menguar. No necesariamente tengo que “perder” personalidad para que el nosotros crezca. Creo que el egoísmo sí debe dejar de crecer. Pero creo que el hombre, el humano que no es mucho más que un animal social, debe de seguir creciendo en habilidades y capacidades que tienen que ver con el nosotros, con la comunidad, con el grupo en el que se interrelaciona y del cual necesita para vivir. Porque el hombre sólo crece cuando la comunidad crece, y viceversa. Un nosotros que nos incluya no puede ser más grande si las partes que lo componen dejan de desarrollarse. Ese nosotros será más grande en la medida en que las personalidades que lo conforman crezcan, pero desde un

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punto de vista compartido y no egoísta, desde un punto de vista nosotrista.

Referencias: 1

Aristóteles: (Macedonia 384 A. C. – Grecia 322 A. C.) Fue uno de los más grandes filósofos de la antigüedad y acaso de la historia de la filosofía occidental. Fue precursor de la anatomía y la biología. 2

La Política. Aristóteles. Editorial Alianza, 2007.

3

La dimensión del hombre. Jaime Barylko. Editorial Sudamericana, 2005. 4

El origen de la desigualdad entre los hombres. Jacques Rousseau. Editorial Claridad, 2006. 5

Jacques Rousseau: (Suiza, 28 de junio de 1712 – Francia, 2 de julio de 1778) Fue un escritor, filósofo y músico franco-suizo; usualmente es definido como un ilustrado, pero parte de sus teorías prefiguran el posterior Romanticismo. Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución Francesa, el desarrollo de las teorías liberales, y el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en su más célebre frase, contenida en El contrato social: “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”. 6

El hombre, la libertad y los valores. Julio Cesar Labaké.

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Acotaciones de José Ricardo Lucks.

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12-06-08. El tiempo

Tomi: ¡Buenos días, J. R. Lucks! ¡Bienvenido! J. R.: Hola, ¿Qué tal, gente? Ester: ¡Muy bien! Buenos días… me gusta cuando me dicen gente… gracias. J. R.: Bueno, bueno… de nada. Tomi: ¿Qué nos trae hoy, amigo Lucks? J. R.: Hoy, un juego de palabras. Ester: ¡Ay!... qué lindo. J. R.: Hace unos días participé de una asamblea de antiguos alumnos de una escuela de negocios, y me llamó mucho la atención el título que eligieron. La asamblea se llamaba: Historia, realidad y compromiso, y me agradó porque la idea era hacer un recorrido por el tiempo. El punto es que de una u otra forma estas tres palabras me gustaron más que las tres básicas para referirse al tiempo, me parecieron más adecuadas para el título, que si se hubiera usado: Pasado, presente y futuro. En definitiva, es un juego de palabras, pero eso me hizo pensar en las diferencias entre cada par de términos. Tomi: Te gusta jugar con las palabras. J. R.: Claro, de eso se trata. En fin. Uno de los disertantes en la asamblea era el rabino Sergio Bergman1. En varios pasajes de su discurso él también jugó un poco con las palabras, por ejemplo, planteó en un momento la diferencia entre promesa y proyecto. Si - 109 -


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bien etimológicamente son bastante parecidas, ya que ambas quieren decir: echar algo hacia adelante, cuando vemos bien lo que significan son bastante diferentes. Una promesa es solamente una expresión de la voluntad de dar algo a alguien, o hacer por él algo. Digo "solamente" porque con esto de las promesas creo que tenemos miles de malos ejemplos, lamentablemente. Tomi: Demasiadas promesas no cumplidas… como decís, lamentablemente. J. R.: Un proyecto, en cambio, es la “disposición” que se forma para la realización o para la ejecución de algo de importancia. Es como que una promesa es un conjunto de palabras, mientras que un proyecto es algo mucho más concreto. Proyecto viene de abjicere, que como dije significa echar algo hacia delante, pero con dirección, con sentido de tiempo y lugar; de allí justamente viene también proyectil. Es algo que se echa hacia adelante pero a un lugar concreto, con un plan, con recursos que nos garanticen que lo que “echamos” hacia adelante llegue al lugar deseado. Hoy estamos llenos de promesas y creo que, por desgracia, con muy pocos proyectos. Con muchas palabras que expresan voluntad, pero con muy pocos objetivos con dirección cierta de llegar a un lugar concreto. No sólo por parte de los gobiernos, muchas veces de nosotros hacia nosotros mismos también. Ester: Las palabras son más fáciles de decir que los proyectos de llevar adelante. Pero es cierto, habría que proyectar más y prometerse menos. J. R.: Otro par de palabras que el rabino usó en un momento fue ídolo y ejemplo. Y tienen mucho que ver con lo de promesa y lo de proyecto. Ídolo viene de idolum, que significa figura de una - 110 -


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falsa deidad, es derivado de eidos, que quiere decir: semejanza, sombra, fantasma. En cambio, ejemplo, que viene del latín exemplum, quiere decir: muestra, modelo. Para la Real Academia Española, ejemplo significa: caso que se propone, o bien para que se imite y siga, si es bueno y honesto, o para que se evite si es malo. El ejemplo no sólo tiene valor: bueno o malo, sino que implica acción de nuestra parte, o lo imitamos o lo repudiamos. El ídolo, en cambio, no sólo es una semejanza, una sombra o fantasma, sino que no llama a la acción. Está allí, arriba de un supuesto altar inalcanzable. Es etéreo como la promesa. El ejemplo, en cambio, es concreto como el proyecto. Ester: ¡Mirá vos lo que quería decir ídolo!... J. R.: Viste… El rabino Bergman comentaba cómo hoy nos hemos transformado en grandes consumidores de ídolos, en vez de buscar ejemplos para imitar. Tomi: Interesante, ¿no? Cómo consumimos ídolos. Estamos tan acostumbrados a consumir que hasta eso consumimos, ídolos. J. R.: Compramos lo que el ídolo usa, leemos de sus separaciones o de sus amoríos en las revistas o lo vemos bailar en un caño o cantar por un sueño, pero ¿cuántos de nosotros buscamos lo ejemplar en el ídolo para poder imitarlo?, ¿cuántos vemos en el ídolo lo que no es ejemplar para bajarlos un poco de los altares y dejar de consumirlos como si fuesen realmente nutritivos para nuestro crecimiento? Ester: ¡Cada vez hay menos ídolos ejemplares! Tomi: Deberían ir más juntas esas palabras, ídolo y ejemplo. J. R.: Hace un tiempo leí un libro que se llama El hombre light 2. El mismo se refiere a cómo esta tendencia en la alimentación se - 111 -


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ha metido no sólo en el aparato digestivo del hombre, sino también en su forma de ser. El punto es que, desgraciadamente, ser light en la forma de ser y pensar nos lleva a buscar más ídolos que ejemplos, a creer en cualquier promesa en vez de a construir proyectos propios. Creo que esta pequeña cita, sacada del mencionado libro, redondea lo que estamos reflexionando aquí. Dice lo siguiente: “La vida siempre es anticipación y porvenir. Somos proyectos. El hombre es, sobre todo, futuro. Ahí se engarzan los pequeños objetivos, las metas y tantos afanes como jalonan su recorrido. Y para que estos salgan a delante, es necesario que sean concretos, bien delimitados, con unos perfiles nítidos, sin intentar abarcar demasiado. […] No se puede vivir sin ilusiones, y para que éstas salgan es necesario tener un afán de superación permanente. Ahí está la esencia de muchas vidas ejemplares. Siempre fuertes, a pesar de la adversidad. Ésa es, para mí, la mejor fórmula para llegar a ser uno mismo. […] Decía el Derecho Romano que eran tres las claves para llevar una existencia positiva: vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo suyo". Comamos light para cuidar el colesterol y la salud, pero no seamos light. Busquemos ejemplos para imitar en vez de ídolos para adorar. Creamos en promesas, que tal vez como las ilusiones son necesarias para vivir, pero construyamos proyectos para alcanzar estas promesas e ilusiones. No las tengamos arriba de altares como ídolos que no son más que fantasmas. El - 112 -


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Derecho Romano es muy antiguo pero sigue muy vigente. Que los buenos ejemplos y nuestros proyectos nos pongan donde queremos, viviendo honestamente, sin dañar a nadie y siendo justos. No suena tan complicado, ¿cierto? Tomi: No sé si sea o no complicado, pero que suena razonable… suena razonable. Ester: ¡Ay, J. R.!, siempre nos pone a trabajar este muchacho. Tomi: Es verdad. Muy bien, J. R., veremos qué ídolos tenemos que bajar del altar, y cómo les escapamos a algunas promesas que terminan siendo “proyectiles”. J. R.: (risas)… Eso, buena combinación… ¿ves cómo vos también jugás con las palabras? Tomi: El asunto será encontrar ejemplos y construir proyectos. J. R.: Se puede, gente… se puede... Ánimo. Tomi: Como siempre, muchas gracias por estas reflexiones y estos “juegos” de palabras. Nos vemos la próxima. Ester: Chau, J. R., me pongo a trabajar. Nos vemos. J. R.: Nos vemos, gente.

Referencias: 1 Rabino Sergio Bergman: Rabino, egresado del Seminario Rabínico Latinoamericano de Buenos Aires y egresado del Hebrew Union College de Jerusalem – Israel. Master en Educación, Estudios Judaicos y Literatura Rabínica, egresado Cum Laude del Melton Institute de Jerusalem – Israel. - 113 -


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El hombre light. Enrique Rojas. Editorial Planeta, 2004.

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12-06-08. El tiempo, unplugged

Se publicó una vez una tira cómica que me impactó bastante. Era una tira de Ibáñez1 y la acción transcurre en un colegio. Aparentemente la maestra está por enseñar los diversos tiempos verbales, y un niño la interrumpe asegurándole que en este país no tiene sentido hacerlo: ya que en general al pasado queremos olvidarlo, al presente normalmente nos vemos obligados a superarlo, y el futuro más de una vez esconde alguna crisis, así que es mejor no pensar en él. Por eso, volviendo al título de la asamblea de antiguos alumnos a la que hice referencia en la columna pasada, el que hayan usado: Historia, realidad y compromiso, me pareció, a priori, mejor. Historia tiene mejor estatus que pasado. Historia viene del griego histór, que quiere decir hábil, o sabio. Para la Real Academia Española (RAE), historia quiere decir: relato de una serie de sucesos reales y dignos de memoria. Y aquí está justamente el centro del asunto, en lo que es digno de memoria. Pasado es simplemente lo que pasó, valga la redundancia, pero así lo define el diccionario de la RAE. Pasado viene de passus, que es el movimiento del pie cuando va de un lado a otro. Algunos pasos serán pasibles de ser olvidados, como sugería la tira cómica de Ibáñez, pero no todos, y los que son dignos de ser recordados, hayan sido buenos para repetirlos o malos para evitarlos, son historia. De esa historia se lee, se escribe, se hacen películas acerca de ella, se recuerda, se celebra o se conmemora, pero no se olvida, no debe olvidarse. Hay que - 115 -


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aprender de la historia, lo bueno y lo malo. El pasado, pisado, como dice el refrán popular, pero pisémoslo luego de reacatar lo histórico, lo que le da sentido a nuestra memoria, lo que no debe ser pisado ni pasado. Como toda esta columna tiene que ver con juegos de palabras, quisiera incluir una cita2 de José Ingenieros3 que nos dice que la historia no es sólo lo que pasó o lo que hicimos, es también lo que hacemos. Para tener una buena historia hay que hacer cosas buenas en “el ahora”. Cómo nos conducimos, obviamente en nuestras realidades de cada día, es lo que escribe nuestra historia. Y si queremos que lo que hacemos sea historia y no solamente pasado, será mejor hacerle caso a Ingenieros: “Las existencias vegetativas no tienen biografía: en la historia de su sociedad sólo vive el que deja rastros en las cosas o en los espíritus. La vida vale por el uso que de ella hacemos, por las obras que realizamos. No ha vivido más el que cuenta más años, sino el que ha sentido mejor un ideal; las canas denuncian la vejez, pero no dicen cuánta juventud la precedió. La medida social del hombre está en la duración de sus obras: la inmortalidad es el privilegio de quienes las hacen sobrevivientes a los siglos, y por ellas se mide. Vivir es aprender, para ignorar menos; es amar, para vincularnos a una parte mayor de humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afán de elevación hacia ideales definidos”. Vayamos ahora al segundo juego de palabras. ¿Por qué prefiero realidad a presente?

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Realidad es, para la RAE: existencia real y efectiva de algo; verdad, lo que ocurre verdaderamente; lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio. Presente no es tan fuerte. Presente es lo que tenemos enfrente en un momento dado, es el tiempo en el cual estamos. Pero nada más. Es obvio que estoy jugando con los términos, pero esa era la idea. El momento en el que estamos podemos desperdiciarlo, podemos cerrar los ojos y no verlo, pretender superarlo, como sugería Ibáñez. El presente nos refiere a “nuestro” presente. La realidad, en cambio, nos excede, es más que nosotros, podemos cerrar los ojos pero la realidad no desaparece por ese motivo. Podemos desperdiciar nuestro presente por no querer verlo o mirarlo, pero no podemos ignorar la realidad, al menos sin consecuencias. Presente viene, entre otros orígenes, del verbo latino sedere, que quiere decir estar sentado. Muchas veces nos pasa eso, la realidad nos abruma y nos sentamos a mirar en vez intentar acomodarla. Últimamente, como sociedad, nos hemos sentado a mirar, y la realidad nos muestra que otros países cercanos, por no estar sentados, cambian sus coyunturas y las hacen mejores… mientras nosotros seguimos sentados, “superando” el presente. Seamos realistas, aceptemos la realidad. Que nuestro presente incluya a toda la realidad, y que nos encuentre haciendo algo para mantener lo bueno y modificar lo malo. El presente es sólo un pedazo de tiempo, no somos “dueños” del tiempo. Pero la realidad no es un absoluto, podemos interactuar con ella, podemos mejorarla, podemos moldearla. Habrá partes de la realidad que tengamos que aceptar y nada - 117 -


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más, pero podemos ser actores en la realidad, no estamos condenados a ser meros espectadores, sentados, viendo cómo nuestro presente se evapora de nuestras vidas sin remedio. Sigamos con José Ingenieros: “La evolución humana es un esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de su perfección”. Este autor era un gran promotor de los ideales, y me dirán que muchas veces la realidad no nos ayuda a plantearnos proyectos, a sostener ideales. Veamos qué piensa Ingenieros de este asunto: “Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan”. Si la realidad no ayuda, al menos que nos eduque. En el fondo que sirva, si al menos no en el corto plazo, en el mediano y largo. Definitivamente tiene que ver con nuestra acción, con nuestra persona involucrada. Usando las palabras con las que estamos jugando, hay otra frase del autor que estamos citando hoy que tiene que ver con los proyectos que tenemos para el futuro que queremos construirnos, para el tiempo que vendrá que nosotros debemos moldear para que sea lo que queremos. Ingenieros decía: “En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”. El tiempo es mucho menos lineal de lo que pensamos, y si no, lean algún libro de física moderna, de física cuántica o cosas - 118 -


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por el estilo. Como dije, no somos “dueños” del tiempo, pero sí somos capaces de influir en esa dimensión, sólo tenemos que darnos cuenta y pretender manejarla. El futuro no es “mucho” más que las consecuencias de las acciones que tomamos hoy, de los proyectos que nos planteamos, de nuestra actitud –que sí controlamos– hacia las vicisitudes externas que no dominamos. En gran medida el futuro lo hacemos nosotros en el presente, como el presente lo hicimos en el pasado. Por último está el tercer par de palabras, con parte del cual ya comenzamos a jugar. Futuro o compromiso. Para empezar, el futuro no existe. El pasado existió, fue. El presente es; pero el futuro ni fue ni es, va a ser, tal vez, no sabemos. Puede ser que exista o no. Puede ser que sea éste o aquél, quién sabe. Está fuera de nosotros, es lo que está por venir… o no, realmente no sabemos. El compromiso, en cambio, es una proyección de nuestra voluntad. Es nuestro proyecto, es lo que hoy nos planteamos hacer y, si seguimos los pasos, sí va a ser futuro. Compromiso es, según la RAE, palabra dada, obligación contraída con terceros o con nosotros mismos, en definitiva, con el futuro. El futuro es como una tela en blanco frente a un pintor. Nosotros con la paleta y los pinceles en la mano podemos hacer con él, y en él, lo que queramos. Es cierto que habrá factores externos que influyan en el futuro y que estarán fuera de nuestro control, pero esos van a ocurrir igual, lo que no va a ocurrir es lo que nosotros no nos comprometamos a hacer y a ejecutar con seriedad y tesón. El compromiso nos incluye, nos hace protagonistas del futuro, nos hace hacedores del futuro, o al menos de parte de él. - 119 -


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Con, o com, como en este caso, es el prefijo intensivo por excelencia. El compromiso nos pone intensamente a llevar hacia adelante una realidad que queremos que nos encuentre cuando lleguemos al futuro. Para ir redondeando, entonces, les dejo otra cita de don José4, que me indica, al menos a mí, una de las cosas que tengo que hacer para que mi futuro sea más parecido a lo que quiero, y menos a lo que no. “Todo lo que es orgullo de la humanidad es fruto del trabajo […] Creando el hábito del esfuerzo inteligente, se constituye la mejor disciplina del carácter. La injusticia social ha conseguido que, hasta hoy, el trabajo sea odiado, convirtiéndolo en una marca de servidumbre; no puede amarse lo que se impone precozmente, como una ruindad o un envilecimiento, bajo la esclavitud de yugos torpes […] El trabajo será bello y amado cuando represente una aplicación natural de las vocaciones y de las aptitudes”. ¿Por qué esta cita? ¿Qué tiene que ver con el futuro? Hoy tenemos una realidad, demasiada llena de ídolos. ¿Qué tal si le creemos a Ingenieros y nos transformamos en ejemplos, para nuestros hijos, de que todo lo que nos da orgullo es fruto del trabajo? ¿Qué tal si empezamos a vivir para evitar esa injusticia social a la que se refiere el autor? ¿Será que nos preparamos un futuro más mullido si hacemos esto? ¿Podremos comprometernos hoy para que las realidades de nuestros hijos sean mejores que las nuestras? ¿Podremos dejar de idolatrar idiotas y trabajar en construir ejemplos? Yo estoy seguro de que sí podemos. Es cuestión de decidirse. Es cuestión de abrir los ojos en nuestros presentes, pararnos de la silla en la que - 120 -


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estamos sentados y dejar de quejarnos de una realidad que tal vez no nos favorezca, para que, teniendo memoria de la historia que tenga sentido recordar, encontrando en ella los ejemplos que valgan la pena y actuando como ellos, nos comprometamos en que el futuro sea mejor y no sólo lo que el azar nos traiga. Esta última frase que voy a incluir no es de José Ingenieros, es más bien de todos y de nadie, aunque seguramente alguien la dijo por primera vez. Creo que está basada en una de Sábato5. Ojalá que resuma lo que quise decir. “Vive siempre bien el presente, para que puedas disfrutar del futuro, y nunca te falten buenos recuerdos de tu pasado”.

Referencias: 1

Sergio Ibáñez nació en Buenos Aires en 1966. Es profesor de lengua y literatura. Comenzó a publicar profesionalmente en 1988 en editorial Columba, para la que colaboró intensamente durante más de 10 años realizando infinidad de series, entre las que pueden contarse: Crap, Dimitri, Wolf, El Cosaco, No way land, Mark y hasta el mítico Nippur de Lagash. 2

El hombre mediocre. José Ingenieros. Editorial Losada, 2008.

3

José Ingenieros (24 de abril de 1877, Palermo, Italia - 31 de octubre de 1925, Buenos Aires, Argentina) Médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo ítalo-argentino. 4

Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.

5

Ernesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Hizo su Doctorado en Física y cursos de filosofía en la Universidad de - 121 -


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La Plata. Abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura. Ha escrito varios libros de ensayos sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el sentido de la actividad literaria: El escritor y sus fantasmas y Apologías y rechazos, y tres novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas, y Abbadón el exterminador.

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26-06-08. El líder

Ester: ¡Hola, J. R.! Muy buenos días. Tomi: Buenos días y bienvenido. J. R.: Hola, hola. ¿Cómo andan? Tomi: Muy bien, gracias. ¿Qué nos trajiste hoy? J. R.: Hoy les quiero hablar del liderazgo. De los líderes. Porque últimamente se han generado algunos, otros creen serlo, en fin, hubo últimamente mucho vedetismo entre líderes, pseudo líderes, proyectos de líderes, en fin, pan y circo pero con líderes en vez de con actrices y bailarinas rellenadas con siliconas. Ester: Bueno, al menos cambiamos un poco. Es más patético pero menos aburrido. Tomi: Sí, lástima que los efectos residuales pueden ser peores. Ester: Desgraciadamente. J. R.: En fin. Líder viene del inglés, lead, que significa guiar. El líder es el que te lleva hacia algún lado. Y es interesante ese asunto de guiar a otros, de ser el primero, el que lleva y al que los demás siguen, por eso es como que siempre estuvo de moda ser líder. Es agradable, es bueno. Tomi: Yo siempre quise ser capitán del equipo de fútbol del barrio… pero nunca me elegían. Ester: ¡Pobre Tomi!

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J. R.: El asunto es que el mundo ha evolucionado un poco, y no es lo mismo ser líder de una manada de homo sapiens en busca de un mamut para hacerlo a la parrilla, que tratar de ser líder hoy en día, con gente muy informada, o al menos muy llena de información, con gente incluida y gente excluida, con un mundo en el que cada uno cada día más se mira el ombligo, en fin, en donde “el adónde ir” para que ese líder nos guíe es un poco más complejo que en la antigüedad. Tomi: Lástima que eso no amedrente a varios de los ejemplos más recientes. J. R.: Lástima… Hay un viejo dicho, que según escuché una vez repetía muy seguido el General Patton1, y que asemeja el liderazgo a la acción de querer mover una soga estirada sobre el piso. El punto es que si uno quiere mover esta soga no puede pararse detrás de ella y empujarla, porque lo único que va a lograr es que se amontone en una pila y no que avance. Para mover la soga estirada hay que pararse delante de ella, tomarla con firmeza y avanzar. Siempre me resultó muy interesante esta analogía, porque es muy clara. Lo que también esta imagen me hizo entender, es la que, algunos creen, es la única posición posible para el líder. Tomi: Es una imagen fuerte pero suena a poco interactiva, como si arrastrara a lo que lidera. J. R.: Exacto. El líder es, según esta teoría, alguien que, de espaldas a lo liderado, avanza hacia un objetivo sin mirar atrás. No puede mirar atrás porque corre el riesgo de tropezar. Tiene que estar de espaldas a lo liderado o a lo guiado porque tiene que tener la vista puesta en el objetivo, que obviamente ha a estar delante de él. Seguramente esta postura de liderazgo hace falta - 124 -


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en algunas ocasiones, tal vez en las guerras de Patton fuera la más adecuada. El punto es si parte de las novelas y peleas de conventillo que hemos visto últimamente entre alguno de nuestros pseudo líderes, no serán porque han tomado sólo esta postura de líderes, en vez de las decenas de otras ideas un poco más modernas y avanzadas que hay sobre el tema. Ester: Parece muchas veces que hablasen idiomas diferentes... y sin traductores. J. R.: ¿Será que no sólo cada uno está mirando para su lado, sino que aparte están de espaldas a su gente y guiándolas a lugares a los cuales tal vez ellos no quieran ir? ¿Sabrán estos auto-convencidos de sus liderazgos dónde ellos mismos han de llegar? ¿Sabrán dónde tiene sentido ir? ¿O nos estarán guiando a lugares ridículos de donde luego, y como siempre, tendremos que volvernos solos, a pie, sin guía, y con una tonelada de decepciones sobre la espalda? Ester: Bueno, veo que viniste optimista. J. R.: (risas)… tal vez no suene muy optimista, pero siempre la literatura nos deja algo para pensar y para tratar de parar el auto antes de que se estrelle. Ester: A ver, sorprendeme. J. R.: Para cerrar, entonces, con algo que nos puede dar una pista de cómo nos deben liderar, o a quién tendríamos que elegir, me gustaría compartir unas ideas publicadas por Marco Denevi2 allá por 19823: “Frente a un problema concreto, la reacción mental del hombre inteligente es dinámica: buscará el camino de la solución, a menudo a través de exploraciones, de asedios - 125 -


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desde distintos flancos, de razonamientos abandonados en un punto y recomenzados en otro, hasta encontrar la salida. En latín, salida se dice exitus, que los ingleses tradujeron por exit. La inteligencia conduce al éxito. […] Con alguna frecuencia la realidad nos pone, de momento, mentalmente paralíticos. Es cuando decimos que estamos estupefactos, lo cual significa "estar hechos unos estúpidos". La inteligencia, si la tenemos, vendrá a rescatarnos de esa pasajera estupidez […] Cuanto más complejo sea el problema, más exigirá del inteligente paciencia y esfuerzo, más lo someterá al silencioso y tedioso análisis crítico, y al constante repaso de los conocimientos”. Tomi: Buena recomendación. J. R.: Yo espero que nuestros líderes dejen un poco de lado la vehemente definición de liderazgo que parecía tanto gustarle a Patton. No estamos en guerra todavía, no hace falta que los guíen hacia una. Ester: Tus optimismos a veces parecen de difícil concreción... Ya me pusiste “optimista” a mí también. J. R.: (risas)… vamos, vamos, se puede. Ojalá le hagan caso a Denevi y nos guíen, sí, pero a una salida, a un exitus exitoso del atolladero al cual nos han guiado hasta ahora4. Para eso van a tener que dejar de mirar para sus “incompatibles adelantes”, se van a tener que sentar y usar la inteligencia, la paciencia, el esfuerzo y el análisis crítico. Ojalá aparte de vehemencia tengan al menos alguna de estas habilidades. Por nuestra parte, no somos la hebra de una soga, nos merecemos líderes más - 126 -


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completos que los que sólo saben tirar de una cuerda. Por eso, no nos dejemos tirar por cualquiera hacia un “adelante” aparentemente egoísta y seguramente incierto. Ester: Vale, si ellos no nos llevan donde queremos, siempre podemos elegir a otros cuando nos vuelva a tocar. Allí hay una esperanza. J. R.: Me alegro. Tomi: Muy bien, J. R., gracias por hacernos pensar un poco en estas cosas y hasta la próxima J. R.: Chau, gente, nos vemos. Ester: Me quedo con tu optimismo y el mío… (risas)… hasta la próxima.

Referencias: 1

George Smith Patton, Jr. (11 de noviembre de 1885 – 21 de diciembre de 1945), general del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. La historia ha dejado la imagen de un brillante pero solitario líder militar salpicado por insubordinaciones, transgresiones y periodos de cierta inestabilidad emocional. Patton trataba de infundir en sus soldados el respeto de su figura por el temor y buscaba ser idolatrado en forma permanente. Odiaba al soldado cobarde y se mostraba muy complaciente con aquellos que se destacaban en acción. 2

Marco Denevi nació en Buenos Aires en 1922. Su primera y siempre recordada novela, Rosaura a las diez, obtuvo el Premio Kraft en 1955, iniciándolo en el camino de la literatura. Desde 1980 practicó el periodismo político, actividad que, según él, le ha proporcionado las - 127 -


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mayores felicidades en su oficio de escritor. Murió en Buenos Aires el 12 de diciembre de 1998. 3

“La viveza, entre la inteligencia y la estupidez”. Por Marco Denevi, para La Nación, 1982.

4

En referencia al conflicto entre los productores rurales y el gobierno por las retenciones móviles sobre el precio de la soja de exportación, que al día de la publicación original de la columna llevaba ya más de cien días con cortes de rutas y gran tensión en la población.

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26-06-08. El líder, unplugged

Tanta gente ha hablado a lo largo del tiempo de los líderes y del liderazgo, que es muy poco lo que se puede decir de nuevo. Uno de los que no sólo han hablado, o más bien escrito, sino que también ha sido tomado en innumerables ocasiones como base para volver a hablar del tema, es el amigo Nicolás Maquiavelo1. Éste ex funcionario enviado al exilio por traición, en 1513 escribe para Lorenzo de Médici un tratado sobre cómo debe gobernar un príncipe, intentando congraciarse con él y ser así perdonado. El libro resultante, El Príncipe2, es donde Maquiavelo propone que el fin justifica los medios, frase o idea que se ha discutido desde que fue escrita y que, obviamente, sacada del contexto original, permite cualquier interpretación, desde las más amorales hasta otras más benevolentes. Maquiavelo le hablaba a un líder, de hecho a uno que aparentemente con este tratado debía encontrar la forma de unificar una Italia partida en decenas de ducados y principados. El texto del controvertido párrafo dice textualmente así: “En general, los hombres juzgan más por los ojos que por las manos, y, si es propio a todos ver, tocar sólo está al alcance de un corto número de privilegiados. Cada cual ve lo que el príncipe parece ser, pero pocos comprenden lo que es realmente y estos pocos no se atreven a contradecir la opinión del vulgo, que tiene por apoyo de sus ilusiones la majestad del Estado que lo protege. En las acciones de todos los hombres, pero particularmente en las de los - 129 -


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príncipes, contra los que no cabe recurso de apelación, se considera simplemente el fin que llevan. Dedíquese, pues, el príncipe a superar siempre las dificultades y a conservar su Estado. Si logra con acierto su fin se tendrán por honrosos los medios conducentes al mismo, pues el vulgo se paga únicamente de exterioridades y se deja seducir por el éxito”. No me digan que este párrafo no pudo haber sido escrito ayer. Tiene tanta vigencia, lamentablemente, que muchos de nuestros gobernantes nos lideran de esta forma, y utilizan cualquier medio para hacerlo porque, como sugería Maquiavelo, desgraciadamente pocos, tal vez cada vez menos, intentan o intentamos comprender lo que realmente pasa. Con solamente un manejo tibio de los medios de comunicación con los que cuentan los príncipes de hoy, millones sólo han de juzgar por los ojos con los que ven las pantallas planas, y nunca, jamás, se acercarán a “tocar” la verdad de lo que cuando quieren nos hacen creer. Pero esto no es lo único que sugiere don Nicolás, o sea, hacer cualquier cosa para conservar su estado puesto que los “tontos” pobladores no podrán nunca juzgarlo efectivamente. Cuando uno sigue leyendo los consejos del autor es cuando en realidad el susto se potencia. Veamos qué recomienda acerca de las virtudes que un líder, o un príncipe, han de tener: “Sé (y cada cual convendrá en ello) que no habría cosa más deseable y más loable que el que un príncipe estuviese dotado de cuantas cualidades buenas he entremezclado con las malas que le son opuestas. Pero como es casi imposible que las reúna todas, y aun que las ponga perfectamente en práctica, porque la condición humana no lo permite, es

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necesario que el príncipe sea lo bastante prudente para evitar la infamia de los vicios que le harían perder su corona”. Pasable, ¿cierto? Si bien podría recomendar desarrollar virtudes, o abstenerse de liderar si no se las posee, al menos propone evitar vicios. Este otro párrafo, sin embargo, aclara lo que realmente sugería: “No hace falta que un príncipe posea todas las virtudes de que antes hice mención, pero conviene que aparente poseerlas. Hasta me atrevo a decir que, si las posee realmente, y las practica de continuo, le serán perniciosas a veces, mientras que, aun no poseyéndolas de hecho, pero aparentando poseerlas, le serán siempre provechosas. Puede aparecer manso, humano, fiel, leal, y aun serlo. Pero le es menester conservar su corazón en tan exacto acuerdo con su inteligencia que, en caso preciso, sepa variar en sentido contrario. Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiera mantenerse en su trono, ha de comprender que no le es posible observar con perfecta integridad lo que hace mirar a los hombres como virtuosos, puesto que con frecuencia, para mantener el orden en su Estado, se ve forzado a obrar contra su palabra, contra las virtudes humanitarias o caritativas y hasta contra su religión. Su espíritu ha de estar dispuesto a tomar el giro que los vientos y las variaciones de la fortuna exijan de él, y, como expuse más arriba, a no apartarse del bien, mientras pueda, pero también a saber obrar en el mal, cuando no queda otro recurso”. No es difícil entender porqué se ha denostado tanto a este político y autor, aunque yo siempre creí y sigo creyendo que - 131 -


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habría que sentarse con don Nicolás y conversar con él para entender cabalmente lo que quiso decir. Lo que está claro es que la lectura literal de lo que escribió es bastante preocupante, y creo que así lo leen muchos de los que luego lo ponen en práctica. Pero dejemos de lado a Maquiavelo, total de querer saber que pensaba no hay más que seguir las biografías de muchos líderes actuales. Recomiendo de todas formas la lectura de El Príncipe ya que es definitivamente interesante, no sólo para entender porqué actúan como actúan, sino también para eventualmente prevenirse de actitudes por venir. Por suerte hay otra literatura acerca de cómo un líder debe comportarse. Qué tal, entonces, algo de El Principito3, para ir bajando de a poco del lugar donde El Príncipe nos dejó: “[...] al Rey lo que realmente le importaba era que su autoridad fuera respetada, no toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero, como era muy bondadoso, daba órdenes razonables. –Si yo ordenara a un general que volara de flor en flor como una mariposa, […] o se convirtiera en un ave marina y, si el general no ejecutara la orden, ¿quién de los dos estaría equivocado? –Sin duda vos –afirmó rotundamente el Principito. –Exacto. Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede dar –continuó el rey–. Ante todo. La autoridad se funda en la razón. […]. Yo tengo el derecho de exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables. –Entonces ¿mi puesta de sol? –le recordó el Principito.

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–Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero esperaré a que las condiciones sean favorables, según dicta mi sabiduría de gobernante. – ¿Y para cuándo? –inquirió el Principito. – ¡Hem! ¡Hem! Será para… para… (mientras consultaba el calendario) ¡Será para esta noche, para las siete cuarenta! Y ya verás cómo me obedece”. ¿Patético o tierno? ¿O ambos? Me inclino por ambos. Sobre todo realista. No se puede pedir lo que no se puede pedir, pero sobre todo no se puede pedir lo que no se debe pedir. Este Rey lo sabía, lo que no sabía era que el resto de la gente normal también. ¿Por qué es, o fue, tan difícil de entender esto para algunos de los gobernantes que hemos tenido en las últimas décadas? Como dije en la columna anterior, líder viene del inglés lead, que significa guiar. Y esta palabra, guiar, viene del árabe huad que quiere decir mano. Este término derivó luego en castellano a guad y posteriormente a guid, de allí guiar, y también el verbo en inglés to guide, representando la idea de llevar de la mano. De allí entonces se deriva la idea de que el que guía está de alguna forma prestando un servicio a los guiados, los está llevando de la mano hacia cierto destino. Tal vez sería bueno que los líderes se diesen cuenta de que en realidad son servidores de los liderados. Sí, suena raro, pero hay una teoría de liderazgo que sugiere que el pueblo es el que constituye a los líderes en tales. De hecho no es difícil de entender: sin liderados el líder es un solitario, un loco, o un fenómeno gracioso. El punto es que no sólo esto es así, sino que el pueblo elige a un líder en función de dónde quiere llegar. No es - 133 -


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cierto entonces que el líder ponga la dirección, –aunque en algunos casos así sea–, sino que el pueblo designa un líder, o lo sigue, porque cree que lo llevará donde estaba interesado en ir antes de haberlo elegido. Es como cuando voy a tomar un transporte público, el líder es el que maneja, yo lo elijo en función de donde yo quiero ir, no me subo a cualquiera, me subo sólo al que me lleva a mi destino, y el que maneja será el líder hasta que me baje, cuando buscaré otro y así sucesivamente. Desde este punto de vista no sólo el líder es un servidor, sino que además está condicionado por sus liderados. Si esto fuese al menos sospechado como cierto por los aspirantes a líderes, esta cita de La rebelión de las masas4 sería mucho más conocida de lo que es: “El hombre selecto o excelente está constituido por una íntima necesidad de apelar de sí mismo a una norma más allá de él, superior a él, a cuyo servicio libremente se pone […] es la criatura de selección […] quien vive en esencial servidumbre. No lo sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso no estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar le falta, siente desasosiego e inventa normas más difíciles, más exigentes, que lo opriman”. Sería tan agradable que alguno de los líderes que nos vayan a tocar fuesen personas selectas o excelentes, en vez de egoístas con buena retórica. Si nos tienen que hacer el servicio de guiarnos adonde queremos ir, ¿por qué leen tanto a Maquiavelo y tan poco una cita como la precedente? El mismo autor que escribió el párrafo anterior propone que nosotros mismos tenemos la culpa: - 134 -


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“Es la época de las corrientes, del dejarse arrastrar. Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas o en política, o en los usos sociales. Por lo mismo, más que nunca, triunfará la retórica”. La culpa es nuestra si nos dejamos llevar por la corriente. Este párrafo ya fue citado antes en este trabajo, pero vale la pena recordarlo porque desgraciadamente es demasiado cierto. Y recuerdo, otra vez, que esto fue dicho o escrito en la primera mitad del siglo pasado, harán pronto cien años, con medios de comunicación masivos mucho menos efectivos y difundidos que los de hoy. Imagínense lo que la retórica, en vez del servicio, puede triunfar hoy con los recursos que tienen a mano los que le hacen caso a Maquiavelo, y nos quieren hacer juzgar sólo con los ojos inyectados de tanto ver televisión. Hay otras formas. Hay otros caminos más allá de la retórica. Hace mucho más que cien años se recomendaba esto en el Tao Te Ching5. “Tengo tres dones que guardo y cuido como a tres piedras preciosas. Amor, moderación y modestia. Porque amo, soy valiente. Por la moderación soy generoso. Por la modestia puedo reinar para otros. Ser valiente sin amor, generoso sin moderación, reinar sin modestia, conduce a la muerte. Sólo quien pelea con amor, vence. Sólo quien gobierna con amor defiende al pueblo”.

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¿Conocen muchos líderes así? ¿Qué tal si comenzamos a practicarlo ahora? Tal vez algún día seamos líderes y nos sirva haber comenzado antes. Tal vez sin ser gobernantes algún día alguien mire nuestro ejemplo y quiera comportarse como nosotros, tal vez un hijo, un empleado, un compañero, alguien en el equipo de fútbol del domingo, ese día estaremos guiando, siendo líderes aun sin saberlo. Aristóteles, de quién también ya hablamos alguna vez, parecía tener claro cuál era el objetivo y el destino que los líderes, al menos los políticos, tenían que perseguir. Él lo planteaba así6: “Siendo el bien el fin y el objeto de todas las ciencias y artes, el mayor bien en su grado sumo que es la justicia, es decir el interés general, es el fin de la ciencia superior a todas ellas, que es la política”. Qué diferencia con Maquiavelo. Para Aristóteles el fin no es la conservación del Estado sino el bien en grado sumo: la justicia. ¿Será lo mismo? ¿Habrá don Nicolás querido referirse a la justicia en vez de a un supuesto afán mezquino de conservar el poder? No sé, pero si quiso decir eso podía haber usado palabras más claras. Me quedo con la versión más antigua, que no deja lugar a dudas. Lo difícil es muchas veces saber “cuál” es esa situación de justicia, o cómo se construye ese “interés general” que la representa. Uno de los principales problemas de los líderes es saber cuál es ese destino al que deben guiar a los que en ellos confían, particularmente un problema de los que quieren ser buenos líderes, ya que los otros guiaran hacia donde a ellos les interese, no hacia esta justicia, bien supremo para Aristóteles. Para ser un buen líder, un buen guía, hay que tener varias - 136 -


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características, pero sobre todo una dirección decente, un objetivo bueno. No tener esto claro muchas veces nos amedrenta, nos deja llevarnos por otros que sí parecen tenerlo. Las fuerzas morales7, de José ingenieros, nos da una pista para no caer en la desesperación, en la inacción, o en la impotencia que nos lleva a dejarnos convencer por cualquiera: “La meta importa menos que el rumbo. Quien pone bien la proa no necesita saber hasta dónde va, sino hacia dónde. Los pueblos, como los hombres, navegan sin llegar nunca; cuando cierran el velamen es la quietud, la muerte. Los senderos de perfección no tienen fin. Belleza, verdad, justicia, quien sienta avidez de perseguirlas no se detenga ante fórmulas que se dicen inhallables”. No hay líderes perfectos, no creo que los haya habido y probablemente no los habrá. Esto, sin embargo, no implica que no haya personas honestas que aun sin ser perfectas valga la pena seguir. Lo que sí seguramente hay es líderes fraudulentos, que saben estar abusando de sus atribuciones, que engañan a conciencia para lograr fines bastante diferentes de la justicia. Es obvio que ante una persona de mala fe uno puede caer, pero es cierto también que gran parte de la responsabilidad es nuestra por dejarnos llevar por torbellinos superficiales. Todos podemos ser líderes; de hecho, en alguna situación, todos somos líderes, asumamos esa responsabilidad pensando al menos como Ingenieros proponía. Tal vez no seamos perfectos, pero sí al menos honestos y bien intencionados. No hace falta una banda y un bastón para dar un buen ejemplo y guiar en la oscuridad del egoísmo en el que vivimos. Hay muchas y muy buenas cosas que hacer. No nos amedrentemos por no saber - 137 -


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exactamente “hasta” dónde vamos, pero eso sí, lideremos sabiendo siempre “hacia” dónde debemos ir.

Referencias: 1

Nicolás Maquiavelo: nació en el pequeño pueblo de San Casciano in Val di Pesa a unos quince kilómetros de Florencia el 3 de Mayo de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli, abogado, perteneciente a una empobrecida rama de una antigua familia influyente de Florencia y de Bartolomea di Stefano Nelli, ambos de familias cultas y con orígenes nobiliarios pero con pocos recursos a causa de las deudas del padre. Tuvo una mente privilegiada y entre 1494 y 1512 Maquiavelo estuvo a cargo de una oficina pública. Viajó a varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones diplomáticas. Maquiavelo fue encarcelado por un breve período en Florencia en 1512 y después exiliado y despachado a San Casciano. Murió en Florencia en 1527 y fue sepultado ahí en la Santa Cruz.

2

El Príncipe. Nicolás Maquiavelo. Editorial Época, 1987.

3

El Principito. Antoine de Saint-Exupéry. Editorial Centro Editor de Cultura, 2005. 4

La rebelión de las masas. José Ortega y Gasset. Editorial Espasa Calpe, 2007. 5

Tao Te Ching. Lao Tse. Editorial Negocios Editoriales, 1998.

6

La Política. Aristóteles. Editorial Alianza, 2007.

7

Las fuerzas morales. José Ingenieros. Editorial Fausto, 1998.

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10-07-08. La crisis

Tomi: Hola, J. R. Gracias por acompañarnos. J. R.: Buen día, al contrario, gracias a ustedes por recibirme. Ester: ¡Ay!, ¡cuánta amabilidad! No me dejen afuera… buenos días. J. R.: Por favor, doctora, no se me ocurriría nunca dejarla afuera, muy buenos días. Tomi: Bueno, bueno… ¿Qué nos trae hoy el señor J. R.? J. R.: Hoy les quiero hablar de las crisis. Ese estado permanente en el que decimos vivir los argentinos. Es así, ¿no? Si no es una cosa es otra: si no es la crisis del campo es la energética, o la crisis de la educación, o la crisis habitacional, o la crisis del cambio climático, o es que el tránsito de la ciudad está en crisis. En fin, si en vez de la humedad midiésemos la crisisidad, en Argentina daría siempre el 100%, y la gente andaría diciendo: “lo que mata es la crisisidad”. Ester: Somos especialistas en crisis, en hacerlas, encontrarlas, en fabricarlas… Podríamos dar clases.

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J. R.: (risas)… Crisis viene del griego, y deriva de krinó, que quiere decir juzgar y también separar. De ese término griego deriva el latín cerno, y el verbo cernere, que en español se traduce como cernir; nuevamente separar, pero también seleccionar, examinar, distinguir. Podría decirse poner lo bueno de un lado y lo malo de otro. Tomi: Mirá vos… es decidir, no destruir… - 139 -


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J. R.: (risas)… De esta raíz se derivan palabras como “crítico”. Un crítico de cine, por ejemplo, es alguien que examina las películas y las distingue entre malas y buenas. Otra interesante que sale de aquí es excreción, que es lo que se expulsa, se saca, se tira luego de una selección. Tomi: Esa está buena, aprovechar una crisis y excretar a los que la produjeron… J. R.: Por ahí va la cosa… Esta otra palabra es interesantísima, de la misma raíz viene: “decreto”. El prefijo de, en este caso significa movimiento, algo que va de una parte a otra; y el resto de la palabra es nuevamente un juicio sobre algo, un discernimiento, un punto de vista. Un decreto, entonces, es un juicio sobre algo, una decisión, que va del que lo emite hacia los demás. Debe ser por eso que nuestros queridos gobernantes, que evidentemente saben muchísimo de etimología, resuelven todas las crisis a decretazo puro. Ester: ¡No te puedo creer!... (risas)… ¡con razón!, ahora entiendo… J. R.: Pero bueno, como verán, la palabra tiene bastantes significados. Ahora: ¿alguien me puede decir por qué nosotros la usamos como sinónimo de problema, en vez de como momento para tomar una decisión? ¿Por qué ante una crisis pareciera que las únicas opciones que tenemos son cortar una ruta, salir corriendo a algún consulado o ponernos a llorar; si el significado de la palabra es mucho más cercano a decidir, que a comenzar a protestar, escaparse o entristecerse? Tomi: Es cierto, la usamos más como sinónimo de problemas o de situaciones complicadas que como momento de decisión. Es

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como que tomamos una actitud más bien pasiva… a menos que agarremos las cacerolas. J. R.: Es así, y aun con las cacerolas no se garantiza una decisión, es mejor que la pasividad pero… De todas formas, no digo que vaya a ser una decisión agradable, ni divertida, ni fácil, la que haya que tomar, pero lo cierto es que un momento de crisis es un momento de discernir, de juzgar, de distinguir entre lo que sirve y lo que no, y de separar lo malo y eventualmente excretarlo. Es cierto que la probabilidad de que justo en ese momento nos caiga un decreto es muy alta, pero bueno, habrá que ver qué se hace con eso. Ester: ¡Ahí viene el decretazo volador… cuidado!... J. R.: (risas)… Hace unas semanas hablamos de los líderes y de cómo ellos debían encontrar salidas a los problemas, ya que la salida era la única forma exitosa de resolverlos. Evidentemente para encontrar esa salida hay que juzgar y hay que discernir; el momento de crisis, que es un momento de decisión, hay que enfrentarlo para encontrar la salida al problema. No hay que evitar la crisis, ya que si no decidimos nada no salimos del atolladero. Muchas veces en la crisis, en vez de decidir nos paralizamos. No tomamos la decisión que tenemos que tomar, no excretamos lo que tenemos que excretar, o discernimos lo que tenemos que discernir, porque estamos demasiado ocupados protestando, escapando o llorando, y entonces el problema nos gana. No es la crisis la que nos gana, es el problema, porque nosotros no aprovechamos la crisis para decidir qué hacer. Tomi: Hay que tener esto en cuenta. J. R.: Les traje un muy pequeño cuentito para ejemplificar esto que estoy diciendo. - 141 -


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Ester: ¡Qué bueno, volvimos a los cuentos! J. R.: Más o menos relata lo siguiente: “Una vez, hace mucho tiempo, un comerciante de seda inició un viaje de negocios hacia tierras lejanas, motivo por el cual se llevó con él una espada y una lanza por si surgía algún problema. En el camino, un bandido, cuya única arma era una rama retorcida, lo detuvo y lo despojó de sus pertenencias. Cuando llegó a la ciudad más próxima el comerciante contó su desgracia a sus amigos, quienes le preguntaron cómo había sucedido que él, estando armado con una espada y una lanza, no hubiera podido dominar al ladrón que sólo cargaba una rama de palo. Él contestó: ‘El problema fue precisamente ese, que no pude defenderme porque yo tenía las dos manos ocupadas, una con la espada y la otra con la lanza’”. Tomi: ¡Qué bueno!... Muy bueno. J. R.: Muchas veces tenemos la solución en nuestras manos en momentos de crisis, en momentos de decisión; y muchas veces por no tomar la actitud correcta, de decidir en vez de protestar, el problema nos termina ganando. Ester: Qué cierto lo que decís y qué bien que un cuento lo representa. J. R.: A nivel personal cada uno sabrá cuándo son sus momentos de crisis, sus momentos de decisión. En las democracias, al menos en la nuestra, no sé si tenemos tantas crisis como creemos; o sea si podemos realmente ponernos a discernir tanto - 142 -


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como decimos. De lo que estoy seguro es que tendremos una crisis, entendida como momento de decisión, el año que viene para renovar parte del Congreso, y otra en dos años más para gobernadores y autoridades nacionales. Cuando tengamos un sobre en una mano y una boleta electoral en la otra, no hagamos lo que hizo el comerciante robado, esos son los elementos que tenemos para defendernos de lo que creamos nos pueda estar atacando. No lloremos ni después ni durante la crisis, distingamos, tomemos la decisión y excretemos lo que no sirva. Tomi: Muy bueno, J. R., y con un mensaje democrático y todo. Cada uno que elija lo que quiera, pero que efectivamente use la capacidad de elegir y no la pierda o la desperdicie. Es fundamental. J. R.: Así es. Tomi: Bueno, gracias, como siempre, y nos veremos la próxima. Ester: Muchas gracias por el cuentito, J. R., hasta la siguiente vez. J. R.: Chau, chicos, nos vemos.

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10-07-08. La crisis, unplugged

Voy a comenzar el unplugged con unas frases. Por ejemplo esta de un funcionario político americano llamado John W. Gardner que decía: “Nos enfrentamos continuamente a series de grandísimas oportunidades, brillantemente disfrazadas como problemas irresolubles”. O esta otra del famoso Benjamín Franklin, también político y científico estadounidense, que refiriéndose a los que no encaran las crisis para decidir, discernir, etcétera, decía: “Tú puedes retrasar, pero el tiempo no lo hará”. O esta otra de Robert Frost, poeta de la misma nacionalidad que los antes citados, que relaciona los momentos de crisis o decisión, con la salida exitosa a los problemas, recomendando: “El mejor camino de salida es siempre ‘a través de’”. Por si tanta cita de americanos les suena a demasiado, entonces quedémonos con un refrán que se puede escuchar siempre de boca de un optimista, y es universal. “No hay mal que por bien no venga”. Creo que queda claro el punto. Una crisis no es un problema sí o sí. Ante un problema ciertamente tenemos una crisis, que es un momento de decisión; si decidimos, y lo hacemos correctamente, el problema desaparecerá, o sus efectos no nos harán tanto daño. Si decidimos mal o no hacemos nada, perdemos, con seguridad. - 145 -


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Pero hay gente que piensa incluso más allá. Si en un momento de crisis hacemos lo correcto, no sólo nos estaremos defendiendo, sino que incluso podremos sacar ventaja. Creo que en este país, luego de ver cuántos se enriquecieron con los problemas económicos, devaluaciones, corralitos y demás yerbas que acontecieron, sobran pruebas de que una crisis puede ser una real oportunidad. La etimología que garantiza esto es la china, para la cual la palabra crisis se forma con dos ideogramas, uno es el que representa al peligro y el otro a la oportunidad. Nadie niega que ante una crisis hay peligro. En cualquier decisión hay un riesgo de que nos equivoquemos. Pero si no tomamos la iniciativa y buscamos la oportunidad, en vez de riesgo habrá certeza de que el peligro va a acontecer. Imagínense alguien que cae en una piscina, y como no sabe nadar se queda quieto. Nadie hace esto. Por más que no sepa nadar intentará moverse para tratar de flotar, algunos lo lograrán y tal vez otros no, pero los que se queden inmóviles se ahogan seguro. El asunto es la actitud y la preparación previa para evitar el desastre. Fíjense lo que decía Nicolás Maquiavelo1 al respecto: “No se me oculta que muchos creyeron y creen que la fortuna, o dígase la Providencia, gobierna de tal modo las cosas del mundo, que a los hombres no les es dable, con su prudencia, dominar lo que tienen de adverso esas cosas, y hasta que no existe remedio alguno que oponerles. Con arreglo a semejante fatalismo, llegan a juzgar que es en balde fatigarse mucho en las ocasiones temerosas, y que

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vale más dejarse llevar entonces por los caprichos de la suerte. […] Sin embargo, como nuestro libre albedrío no queda completamente anonadado, estimo que la fortuna es árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también que nos deja gobernar la otra mitad, o, a lo menos, una buena parte de ellas. La fortuna me parece comparable a un río fatal que cuando se embravece inunda llanuras, echa a tierra árboles y edificios, arranca terreno de un paraje para llevarlo a otro. Todos huyen a la vista de él y todos ceden a su furia, sin poder resistirle. Y, no obstante, por muy formidable que su pujanza sea, los hombres, cuando el tiempo está en calma, pueden tomar precauciones contra semejante río construyendo diques y esclusas, para que al crecer de nuevo se vea forzado a correr por un canal, o por lo menos, para que no resulte su fogosidad tan anárquica y tan dañosa. Pues con la fortuna sucede lo mismo. No ostenta su dominación más que cuando encuentra un alma y una virtud preparadas, porque cuando las encuentra tales vuelve su violencia hacia la parte en que sabe que no hay muros ni otras defensas capaces de contenerla”. Clarísimo. Maquiavelo habla de esta mala fortuna –o mala suerte– que se presenta como un problema y describe gente que huye y por lo tanto pierde. Sin embargo, si uno se prepara, no sólo puede evitar las consecuencias sino aprovecharlas canalizando este problema e incluso de alguna forma tornarlo en beneficio propio. Aquí hay actitud y preparación. Actitud de encarar la situación, de discernir y separar posibles malos efectos de potenciales beneficios, actitud de lucha y de trabajo. También

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hay preparación, diques, ahorros, los huevos en distintas canastas, seguros, etcétera, cada cuál sabrá cómo prepararse. Encontré otro cuento que me pareció interesante para bosquejar este tema de actitud ante los problemas. Una actitud que nos permita decidir mejor en esos momentos de crisis y encarar la “mala fortuna” de manera más productiva para que no nos afecte, e incluso eventualmente nos haga crecer. Dice así: “Había una vez una persona que a menudo se quejaba de cómo las cosas le resultaban tan complicadas y problemáticas. Estaba realmente agotada de pelear contra las circunstancias. Cuando algo se arreglaba, otra cosa aparecía. Como ella era chef, un día uno de sus ayudantes, que la quería mucho, le dijo: –Vos que tanto sabés de cocina, deberías saber cómo lograr que esto que te pasa se solucione. Ella sorprendida lo miró, como pidiéndole que le explicase. El muchacho prendió tres fuegos y colocó sobre los mismos sendas ollas con agua hasta que comenzaran a hervir suavemente. Apenas esto sucedió, puso en una de ellas una zanahoria, en otra un huevo, y en la tercera una buena cucharada de café. La chef ya no sólo estaba intrigada, sino que empezaba a enojarse ante este supuesto desperdicio de ingredientes, pero su amigo y ayudante de cocina la calmó, pidiéndole que esperase sólo un instante.

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Luego de unos minutos apagó los fuegos, sacó la zanahoria y el huevo del agua y puso el café en una taza. Mirando a su amiga le dijo: –¿Qué ves? –Zanahorias, huevos y café –contestó la jefa de cocina con cierto fastidio. Él hizo que tocara la zanahoria, que obviamente se había ablandado. Luego le pidió que rompiera el huevo, que se había hecho duro. Por último le pidió que apreciara el aroma del café. –¿Y cómo esto va a ayudarme a resolver mis múltiples problemas? –preguntó, ya muy desconcertada, nuestra protagonista. Él le dijo: –Las tres cosas pasaron por lo mismo. La zanahoria llegó al agua dura, casi rígida, y la adversidad que enfrentó la hizo blanda, fácil de deshacer y aplastar. El huevo, por otra parte, había llegado frágil, pero su paso por el problema del agua hirviendo lo había endurecido irremediablemente en su interior. El café, en cambio, después de estar como la zanahoria y el huevo en el mismo medio, había logrado cambiar el agua”. El agua caliente quema, a todos por igual. Los problemas no le gustan a nadie, pero a unos los hace débiles, a otros los amarga y los hace duros de corazón, y a otros, a pesar de afectarlos, los termina convirtiendo en algo más. Estos últimos, en general, por dejarse transformar terminan siendo mejores luego del enfrentamiento que antes de haber entrado en él, como el - 149 -


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café, que después de pasar por el agua hirviendo puede tomarse y disfrutarse, pero antes no. Incluso, la Real Academia Española sólo se refiere a crisis como situación dificultosa o de escasez en la sexta y la séptima acepción. Nunca equipara a esta palabra con problema o un desastre. Por ejemplo, la primera acepción dice: “Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente”. La segunda hace referencia a cambios importantes, pero no dice que sean necesariamente negativos. La tercera habla de dudas en la modificación, continuación o cese de un proceso, pero como no valora el proceso a ser modificado como bueno o malo, la crisis que lo afecte será del signo contrario al del proceso, pero no necesariamente negativo. La cuarta y la quinta son las que tienen que ver con la etimología griega. Una describe a la crisis como momento decisivo y de consecuencias importantes, y la otra como juicio que se hace de algo luego de haberlo examinado cuidadosamente. Así que cuando alguien me dice que los argentinos estamos condenados a las crisis periódicas, le contesto que sí, que tenemos momentos decisivos en los cuales tenemos que emitir juicios o decidir –siempre luego de un cuidadoso examen–, y que eso no me parece malo. El resto del mundo también está “condenado” a eso, si es que lo descrito ha de considerarse una condena. El problema es que nos tomamos las cosas de una manera que casi siempre nos garantiza el desastre. Malo sería que me - 150 -


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obligaran a no decidir y sólo sufrir las consecuencias de las situaciones dificultosas o de escasez, eso ya nos pasó y no era divertido. Es cierto que algunos tienen más capacidad de decidir que otros, excepto cuando vamos a las urnas, en las cuales ricos y pobres todos tienen un voto cada uno. Decidamos bien, no nos paralicemos como el comerciante de la columna anterior. Entendamos que excretar también viene de la misma raíz que crisis y separemos y saquemos de nuestra vida y de nuestro comportamiento la basura que no nos sirve, y que nos hace sufrir crónicamente. Movámonos en la crisis para que no nos afecte, pero decidiendo, no solamente protestando. Echarle la culpa a otro siempre ha sido un recurso para la humanidad. Mucho mejor si ese otro no tiene cara ni lengua para defenderse. “La culpa la tiene la crisis”, decimos muchas veces, total la crisis no me puede decir que estoy usando mal la palabra, que en realidad no sé lo que significa, y que en vez de estar lloriqueando debería, dentro de lo posible, tomar las decisiones necesarias para que no se vuelva a repetir, si es que no tuve la precaución de prepararme, como se sugería ya en el siglo XVI. La próxima vez que alguien les diga que estamos en crisis, los invito a hacer el ejercicio de pensar qué decisión los están enfrentando a tomar. Les guste o no, puedan tomar esa decisión o no, prefieran seguir como están o no. Simplemente siéntanse con el derecho de pensar en cuál es la decisión a tomar y cuáles serían las consecuencias. Empezando a hacer esto de a poco, seguramente algún día habrá una crisis que será motivo de alegría, en vez de solamente enojo o tristeza.

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Referencias: 1

El Príncipe. Nicolás Maquiavelo. Editorial Época, 1987.

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24-07-08. La amistad

Tomi: …y aquí con nosotros, nuevamente, J. R. Lucks. Bienvenido, J. R., buenos días. J. R.: Buenos días, amigos, gracias por recibirme. Ester: ¡Hola, hola, J. R.!.. ¿Cómo estás?... ¿Qué nos trajiste hoy? J. R.: Muy bien…, muy bien, gracias. La palabra de hoy es amistad. Un poco tarde, porque el domingo pasado fue el día del amigo… Ester: ¡Ah, no, querido!.. ¡Acá con cosas viejas no! J. R.: (risas)…Lo que pasa es que el calendario es inflexible. Ester: (risas)… Bueno, dale que te perdonamos por ser vos. J. R.: (risas)…Gracias… gracias… Como esta columna se trata de palabras y de su significado, me puse a buscar, a ver si la etimología me contaba algo, pero no. O al menos no demasiado. Parece que amigo viene de amor, lo cual resulta bastante razonable, pero lo cierto es que ni amigo, ni amistad, ni amor tienen etimologías muy convincentes. Tomi: Qué raro… ¿buscaste bien?... (risas). J. R.: (risas)… Sí, si, busqué en varios lados. Creo que esto se debe a que son sentimientos, y es difícil definir un sentimiento. No son actitudes, o comportamientos, o cosas que se puedan asimilar a otras, o describir concretamente, con lo cual, las palabras que se usaron para nombrar a esos sentimientos se han

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usado por milenios, pero sus definiciones siguen siendo más bien abstractas o etéreas. Tomi: Siendo así te perdonamos. J. R.: Gracias, ya me perdonaron dos veces hoy, están benevolentes. Ester: (risas)… Así somos nosotros. J. R: Por eso, vamos directamente a la literatura. Ya que los diccionarios no nos dicen mucho, veamos qué nos han dicho los artistas, los escritores, los poetas, en fin, los literatos. Primero, algunas frases sueltas como para entrar en calor. Por ejemplo, se dice que un amigo es: “… como la sangre, porque acude a las heridas sin ser llamado”. Tomi: ¡Epa! J. R.: Buena, ¿no? Eso esperamos de un amigo, que esté presente no sólo en los momentos felices, sino también en los complicados. Otra por ejemplo dice que un amigo: “… es aquel que te tiende la mano aunque no la merezcas”. O aquel que: “… conoce todos tus defectos, y a pesar de ello igualmente te quiere”. Ester: Muy buenas. J. R.: Ambas muy buenas. El amigo te conoce y te acepta como sos, te perdona, te apoya, está “a pesar de”. Pero también algo más:

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“Un amigo verdadero es alguien que cree en ti, aunque tu hayas dejado de creer en ti mismo”. Tomi: Puede ser un amigo, o un inconsciente. Ester: (risas)… ¡Tomi!... Esa a mí me gusta muchísimo. J. R.: No me cabe duda de que por más que etimológicamente no venga de la misma raíz que amor, la amistad tiene que tener de componente básico a ese sentimiento que es tan viejo como el hombre. Alguien que está con nosotros no sólo en los buenos momentos sino en los malos, alguien que a pesar de nuestros defectos o nuestras ofensas igualmente se queda, nos apoya y perdona, y alguien que nos potencia, que nos da esperanza en nosotros mismos cuando nos dejamos vencer, tiene que amar. Seguramente no puede estar allí sólo por conveniencia o por placer, que son hoy por hoy las dos motivaciones más en boga, y que a cualquiera que quiera vendernos algo le vienen como anillo al dedo. Ester: Cierto, el amor no está tan de moda como el placer, habría que hacerle más propaganda. J. R.: Hay que salir a buscar auspiciantes. Pasando ahora a los poetas, tal vez una de las canciones más conocidas sobre el tema de la amistad la cante don Alberto Cortez,1 cuando recita2: “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río”. - 155 -


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Tomi: Cuando un amigo se va… muy buen tema. J. R.: Sí… aparte, tremenda descripción de vacío. Un espacio que no se puede llenar con nada, o un fuego que no se puede apagar ni siquiera con toda el agua de un río. Aunque sabemos que toda la letra se desarrolla en la misma temática, la de la pérdida, estoy convencido de que esta canción no es tanto un lamento por la pérdida, como sí una advertencia para evitar tener que lamentarse. Al menos yo siempre trato de escucharla así. Ester: Está buena esa forma de pensarla, hacia evitar la pérdida antes de que ocurra, en vez de hacia llorarla después de ocurrida. J. R.: Por eso, tal vez me gusta más esta otra canción3 de Cortez, que agradece a sus amigos el estar. Dice así: “A mis amigos les adeudo la ternura y las palabras de aliento y el abrazo, […] A mis amigos les adeudo la paciencia de tolerarme mis espinas más agudas, los arrebatos del humor, la negligencia las vanidades, los temores y las dudas”. Tomi: También muy conocida… esa es… Ester: A mis amigos… justamente. J. R.: Creo que un agradecimiento, un reconocimiento sincero, es mil veces mejor regalo que los millones de pavadas que nos ofrecen comprar para estas fechas, pero como los agradecimientos no tienen valor monetario, aunque sí cuesten mucho y valgan una enormidad, los shoppings no los tienen disponibles.

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Ester: Qué cierto esto que decís… en mi época no había día del amigo… debo ser de la prehistoria… (risas)… pero nos teníamos que acordar de los amigos todos los días… J. R.: ¡Eh!, bueno, prehistoria no… ¿o será que yo también soy de la misma prehistoria que vos? No sé, pero coincido, es mejor pensar en estas cosas todos los días. En fin. Para cerrar esta columna les dejo el estribillo de la canción de Cortez de la cual les acabo de leer un par de versos. Dice así: “Un barco frágil de papel parece a veces la amistad, pero jamás puede con él la más violenta tempestad. Porque ese barco de papel tiene aferrado a su timón, por capitán y timonel... ¡un corazón!”. Tomi: Cierto, siempre me gustó ese estribillo. J. R: A cuidar entonces la amistad, no sólo el 20 de julio sino todo el tiempo, porque a pesar de tener en el amor, representado por un corazón, un capitán y timonel capaz de resistir la más violenta tempestad, es mejor agradecer, que lamentar un vacío que no se pueda llenar con nada. Tomi: Muy bien, J. R., muchas gracias… aprovecho tu consejo y te agradezco, así no tengo que lamentar que te sientas poco reconocido y no vayas a volver. Ester: Eso, y acordarse del amigo siempre… tantas veces tenemos amigos que los tenemos ahí y nos les decimos nada. Una caricia cualquier día es tan apreciada como un regalo el 20 de julio seguramente. Sobre todo ahora con el mail, y los - 157 -


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mensajitos de texto… a veces pasa el tiempo y me pregunto: ¿Por qué no estoy llamando a esta persona?, ¿por qué no lo estoy viendo?... J. R.: Efectivamente, aprovechar los medios que hay hoy para estar en contacto. Sobre todo con los amigos. Yo siempre digo que la amistad “desaparece” el tiempo, porque vieron que cuando uno se junta con un amigo que realmente lo es, no importa cuánto tiempo pasó, uno retoma las cosas donde las dejó. Hoy que luchamos tanto contra el tiempo, contra el envejecimiento, contra el reloj, aprovechemos la amistad que es una cosa que “desaparece” ese tiempo que tanto nos preocupa. Estemos con los amigos. Tomi: Muy cierto, J. R., vamos a hacerte caso. Pero justamente hablando del tiempo, aquí en la radio el tiempo no desaparece, así que te tengo que decir muchas gracias, muy bueno todo, y nos vemos la próxima. J. R: Bueno, bueno… (risas)… no te preocupes. Ester: Muy lindo... amigo… gracias y nos vemos. J. R: Chau, hasta la próxima.

Referencias: 1

Alberto Cortez: es un compositor y cantante argentino. Es un autor contemporáneo de gran intensidad y calidad poética.

2

Cuando un amigo se va. Alberto Cortez.

3

A mis amigos. Alberto Cortez.

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24-07-08. La amistad, unplugged

Dicen que la amistad es como la mayonesa: “Hay que ponerle huevos, y evitar que se corte”. No será esta frase una de las joyas de la literatura de todos los tiempos, pero no por eso deja de enfatizar una gran verdad. La amistad no necesariamente es fácil, requiere de esfuerzo para mantenerse y para evitar que se corte, que se termine. Perder una amistad es perder una fortuna. Discépolo1 se refería a esto de la siguiente forma en Cafetín de Buenos Aires2: “Me diste en oro un puñado de amigos, que son los mismos que alientan mis horas: José, el de la quimera... Marcial, que aún cree y espera... y el flaco Abel que se nos fue pero aún me guía...”. La magia de los poetas. En tan pocas palabras tantas cosas con respecto a un tema tan complejo. Primero se refiere a lo valioso de la amistad, al compararla con el oro. La amistad no se transa, no se trafica, no se comercia. Se puede comprar un cuerpo, una oreja –para ser escuchado–, se puede pagar por un servicio de acompañantes o contratar a un actor para que diga que fue con nosotros a la escuela en alguna reunión, y pretender ser por eso más valioso… pero la amistad, a pesar de ser como el oro, no se puede comerciar, no se puede intercambiar. Sin embargo, es una fortuna. Quién sabe si hoy la - 159 -


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gente considere al oro tan valioso, después de todo ese metal se atesoraba y hoy todo se gasta, todo se consume, todo se usa. Una canción de hoy tal vez debería decir que la amistad vale tanto como una computadora portátil, o como un teléfono celular de ultimísima generación. No sé, lo que sé es que la tecnología, o lo que se considera valioso desde lo económico, puede cambiar; los sentimientos, en cambio, no cambiaron desde que el hombre es hombre. El amor sigue siendo igual al que profesaban los griegos o los egipcios, y la amistad también. Ya estaban terminados de inventar cuando aparecieron, el hombre no los pudo mejorar, como sí pudo mejorar con su tecnología los televisores o los teléfonos. Lo que lamentablemente sí puede hacer el hombre con sus sentimientos, con el amor o con la amistad, es arruinarlos, así que sea cual sea la mejor forma de representar el valor de la amistad, que es muchísimo, no lo arruinemos. Volviendo al poema de Discépolo, luego se refiere a ese apoyo que la amistad sabe brindar, ese aliento mutuo de los amigos, que es tan vital a la amistad como el aliento que produce el sistema respiratorio para nuestra vida. También trata de alguna forma ese compartir de la amistad y el “casi” sentir lo que el otro siente. Vean que no se refiere a sus amigos como: “José el de River” o “Marcial el de pelo largo y barba”. Los identifica con sus características más personales, “el de la quimera” –el que cree en cosas fantásticas, en ilusiones–; y el otro que espera, también cree en algo pero espera. Como si el de la quimera fuese activo en tratar de encontrarla y el otro, crea en lo que crea, espera. Personalidades diferentes, una mesa de café, sueños, alcanzables o no, que mientras lo sean definen a

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quienes los poseen: ingredientes básicos para pintar un cuadro sobre la amistad. Y una más, cierra con otra característica de la amistad: la que representa el flaco Abel, el que se fue. Falleció tal vez, o se mudó a un lugar lejano en una época en la cual todavía no había chat o SMS, y la gente perdía contacto pero no perdía la amistad. El flaco Abel, que no estaba, todavía lo guiaba. No importa dónde. Ni dónde estaba el flaco, ni dónde el guiado se dejaba guiar, el vínculo se mantiene a pesar de la ausencia. La magia de los poetas. El poder de la amistad. Esta frase no la dejó Discépolo sino que se le asigna a Aristóteles3, pero contiene igualmente una gran riqueza poética: “La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas”. Y ya que volví a las frases, estas otras dos también me gustaron. La primera es de Tagore4 y dice así: “La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”. No sé si califique como poética, pero nadie puede negar que sea descriptiva, y vuelve al punto de que la amistad se verifica más en los momentos de necesidad que en las fiestas y celebraciones. Es una pena tal vez que sea así, pero si uno necesita realmente saber quiénes son sus amigos, la lista no puede hacerse en una fiesta de cumpleaños, habrá que hacerla en algún momento de pesar. La segunda frase5 a la que hacía referencia y que quería compartir, definitivamente no es poética, es más bien matemática:

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“La amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad”. Ya que no hay etimologías o definiciones muy concretas, creo que el aporte de esta última idea es interesante para los que crean más en las ciencias exactas que en la poesía. Aun los personajes más solitarios de la literatura han tenido compañeros, amigos, han buscado y encontrado alguien con quien compartir. Un poco en broma, un poco en serio, pero Robinson Crusoe tuvo a Viernes, como Tom Hanks en Náufrago se inventó a Wilson en una pelota de voleibol. Don Quijote conversaba de los temas más profundos con Sancho Panza, y hasta Tarzán tenía a Chita. El solitario por excelencia, ya más local y menos en broma, Martín Fierro,6 tuvo en Cruz a un amigo a quien despide, luego de muerto, de la siguiente manera: “Aquel bravo compañero en mis brazos espiró; hombre que tanto sirvió, varón que fue tan prudente, por humano y por valiente en el desierto murió. Y yo, con mis propias manos, yo mesmo lo sepulté; a Dios por su alma rogué de dolor el pecho lleno, y humedeció aquel terreno el llanto que redamé”.

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Inclusive en la dureza de un hombre sufrido, como el personaje que pinta José Hernández, estas lágrimas son comprensibles. Quedémonos ya con este poema tan argentino, en los consejos que él termina dando a sus hijos: “Al que es amigo, jamás lo dejen en la estacada, pero no le pidan nada ni lo aguarden todo de él: siempre el amigo más fiel es una conducta honrada. […] Bien lo pasa, hasta entre pampas, el que respeta a la gente; el hombre ha de ser prudente para librarse de enojos: cauteloso entre los flojos, moderado entre valientes”. Fidelidad, honradez, respeto, prudencia, moderación, con los amigos y de los amigos. Al amigo no hay que pedirle porque no hace falta. Tampoco hay que esperar todo de ellos, porque sabemos que harán todo lo posible por dárnoslo. Por ser un sentimiento la amistad es difícil de definir. Los poetas, los cantores, los literatos, nos dan algunas pistas, con las conductas que se exaltan en sus obras, para considerar cuáles han de ser ingredientes importantes en algo tan necesario para la vida del hombre como lo es la amistad. Para estar rodeado de buena gente hay que ser bueno, hagámosle caso a José Hernández, que si tenemos por mejor - 163 -


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amigo a una conducta honrada, seguramente también tendremos amigos honrados siempre cerca; no va a ser que nos pase como al personaje de este relato7 de Roberto Pettinato8: “No te voy a decir que yo era desagradable de pequeño, pero es cierto que tenía dos amigos imaginarios y… sólo jugaban entre ellos”.

Referencias: 1

Enrique Santos Discépolo: (27 de marzo de 1901-23 de diciembre de 1951) Poeta, compositor, actor y autor teatral. 2

Cafetín de Buenos Aires. Tango. Letra: Enrique Santos Discépolo, música: Mariano Mores.

3

Aristóteles: (384 AC-322 AC) Filósofo griego.

4

Rabindranath Tagore: (1861-1941) Filósofo y escritor indio.

5

Sir Francis Bacon: (1561-1626) Filósofo y estadista británico.

6

Versos incluidos en La vuelta de Martín Fierro. José Hernández. EDAF, 1999. 7

Entre la nada y la eternidad. Roberto Pettinato. Ediciones B, 2006.

8

Roberto Pettinato: nacido en Buenos Aires, 15 de diciembre de 1955. Es un conocido músico, humorista, libretista, periodista, conductor de radio y televisión de Argentina. Sus principales características son el humor mordaz, la ironía y la extravagancia.

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07-08-08. Los idiotas

Tomi: Bienvenido, J. R. ¿Cómo te va? J. R: Muy bien, gracias, al menos por ahora todo bien, o no me enteré. Buenos días, Ester. Buenos días, Tomi. Ester: Hola, amigo… gracias por venir. ¿De qué nos vas a hablar hoy? J. R: Hoy les voy a hablar de los idiotas… Tomi: ¡Ah, bueno!... Se nos revolucionó el pensador… Agarró para el lado de los tomates... J. R: (risas)… No, no. Vas a ver que no. Idiota deriva del griego idiōtēs, y significa: persona que carece de capacidad profesional y por lo tanto no es técnico en una profesión. Tomi: Menos mal. Porque si ya sos ácido normalmente, explicando insultos no te quiero conocer. J. R: (risas)… Se trataba de un ciudadano privado o particular. Podría decirse, en cierta forma, egoísta, ya que sólo veía su ego, o sea su yo. Era entonces el que no se ocupaba de los asuntos públicos, no era útil a la polis, o sea a la comunidad. Ester: ¡Mirá vos lo que quería decir idiota!... y una que la usa tan a la ligera. J. R: Como el que vive apartado suele adquirir pocos conocimientos, idiota pasó a significar rústico, ignorante, aunque más por decisión que por deficiencia, negado a lo público. Era el

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hombre que vivía apartado de los negocios, o sea, de la negación de ocio, era el hombre que no se ocupaba. Ester: Un vago. J. R: A su vez este término viene de idios, que quiere decir: privado, propio, referido a uno mismo. Fíjense que privado, lo privado, que hoy tanto se exalta, significa: falto de. El que está privado de algo es que no tiene ese algo. Tomi: ¿Dónde nos está llevando este “angelito”?... tanto juego de palabras, por más cierto que sea, es en preparación para un golpe… agarrate Ester. J. R: (risas)… No deja de sorprenderme cómo nos confundimos a veces. El hombre que más busca su privacidad es el que más se priva; y ¿de qué se priva?, justamente de lo público. Irónicamente, los excluidos son hoy los más privados. Los que por no tener acceso, sea a la salud, a la educación, a la alimentación correcta, en fin, a lo que sea, terminan siendo los más privados, los que tienen más privaciones. Tomi: Ya me parecía que no era del todo inocente la descripción que estabas haciendo… pero es muy cierto lo que decís. Desgraciadamente tenemos demasiada gente privada de cosas básicas, y no debería ser así. J. R: Exacto, por un lado tenemos a infinidad de gente con abundantes recursos materiales buscando la privacidad, privarse de, para terminar compartiendo, hasta cierto punto, lo mismo que tienen los que no tienen nada, privaciones. Unos por ser excluidos, y otros por decisión, ambos terminan privados. Será porque soy demasiado preguntón, pero me pregunto: ¿cuánto las

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privaciones que unos sufren no tendrán que ver con la búsqueda de privacidad de los otros? Tomi: Muy cierto. Se gasta tanto dinero en aislarse de problemas que, tal vez, con mucho menos pudiesen erradicarse. J. R: Vamos a ver qué nos dice la literatura. Ester: ¡Vamos! J. R: Hay un libro que me gustó mucho que se llama: Si Aristóteles dirigiera General Motors.1 Tomi: ¡Cómo estamos hoy!... Aristóteles y una fábrica de autos de nuestra época. J. R: ¿Viste? Hoy vine un poco extravagante tal vez. Pero así se llama el libro, es uno de esos en los cuales autores típicamente de temas de negocios toman principios e ideas básicas y tradicionales de la filosofía griega, de las líneas de pensamiento más clásicas, y las aplican al mundo de hoy, al mundo moderno, al frenesí en el que vivimos. Uno de los párrafos dice así: “Aristóteles se planteó en La política la naturaleza básica de la vida humana en comunidad. ¿Por qué viven juntos los humanos? ¿Qué ocurre cuando los seres humanos se organizan y estructuran sus actividades con otros seres humanos, en vez de intentar volar solos por la vida? A Aristóteles le interesaba, sobre todo, comprender el funcionamiento de las polis, las ciudades-estado de la Grecia de su tiempo; pero a un nivel más general, quería comprender algo universal. Después de pensar mucho tiempo en la polis, llegó a la conclusión siguiente: ‘La ciudad […] es una asociación para el bienestar’”.

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Ester: La ciudad, una asociación para el bienestar. J. R: Exacto. La ciudad, o sea, la comunidad, debe ser un lugar en el que asociados, a otros, obviamente, busquemos el bienestar. Donde juntos, públicamente, busquemos estar bien. Y me puso a pensar esto, no hay que ser idiota, no es en lo privado, y obviamente no es en las privaciones, en donde se encuentra el bienestar, al menos para Aristóteles y para el autor del libro que estoy citando que se llama Tom Morris, sino en la ciudad, en la polis, en la comunidad. Tomi: Evidentemente las ciudades de Aristóteles no eran iguales que estas en las que nos toca vivir a nosotros. Las nuestras son un poco más caóticas. J. R: Sí, seguramente hoy se inclina uno a decir que la ciudad es un desastre: tráfico, cortes de calle, miles de líos y agresividades… en definitiva, hoy la ciudad parece teatro de conflicto. Veamos qué dice Morris basado en lo que ya se pensó hace más de dos mil años: “La armonía social no sólo es un estado de ausencia de conflictos, sino una consonancia positiva y vibrante y una fortaleza interpersonal, una relación en la que los individuos puedan lograr el desarrollo de sus dones más elevados y disfrutar de la plenitud de la vida en común”. Ester: ¡Sería tan lindo que este hombre tuviese razón! J. R: Yo creo que es cuestión nuestra que tenga razón. No es en lo privado que evitaremos los conflictos que muchas veces, por desesperación de ser escuchados, se generan a través de los que sufren privaciones. No seamos idiotas, un piso veinte, o un

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barrio cerrado, por muy privado que sea, no nos aleja lo suficiente, no nos evita los conflictos, no nos priva. Ester: Por más encerrado que vivas algún día vas a tener que salir... si es que de todas formas no te terminan yendo a buscar. J. R: No cabe duda. Hay que buscar la armonía social a través de lo inter-personal, no persiguiendo lo privado, no ejerciendo la idiotez que nos aleja de lo público. Lo inter-personal, lo que es entre personas, la vida en común, debería llevarnos más rápido a la armonía social que lo privado, que el privarnos o privar a otros. Tomi: Pasa de la acidez a la utopía a la misma velocidad que se están corriendo ahora los cien metros llanos en los juegos olímpicos. (Risas)… ¿no te agitás de andar tan rápido? J. R: (risas)… No hace falta arreglar al mundo todo de una sola vez. ¿Qué tal si empezamos por el prójimo, que no quiere decir otra cosa que próximo? ¿Por qué no empezar por el que tenemos más cerca? Ester: A ver… dejalo hablar… tal vez no sea tan utópico. J. R: Propongo, como en los programas de ejercicios, empezar con cinco minutos por día de cambiar algo privado, algo idiota, por algo inter-personal, algo entre personas, algo comunitario con el próximo: hijos, esposa, pareja, tío, madre, padre, compañero de oficina,… nada demasiado heroico. A ver si no logramos con eso un poco más de armonía y un poco más de bienestar, que con las privaciones a las que nos sometemos porque nos dicen que está de moda. Tomi: ¡Ay, J. R.!... te vamos a hacer caso. Es verdad que eso se puede hacer y no es tan utópico. Lo que no sé es si alcanza, o cuánto tiempo tardemos para lograr un cambio sensible de esta - 169 -


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forma. Pero es cierto, si es lo único que se puede hacer, al menos algo es algo. J. R: Si queda del lado de cada uno, y nos tomamos al menos cinco minutos por día, no sé si se notará el cambio en la sociedad, pero seguro que se va a notar en nuestras vidas. Tomi: Muchas gracias, J. R., muy amable y muy instructivo, como siempre. Nos vemos la próxima. Ester: Gracias, J. R., yo me voy a tomar esos cinco minutos para dejar de lado alguna idiotez. Total, no creo que pierda nada. Gracias. Nos vemos. J. R: Un abrazo para todos, y hasta la próxima.

Referencias: 1

Si Aristóteles dirigiera General Motors. Tom Morris. Editorial Planeta, 2005.

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07-08-08. Los idiotas, unplugged

Ser idiota y por lo tanto no poder participar de la actividad pública, no sólo de la gubernamental, sino tampoco querer aportar a lo comunitario, no es algo deseable; pero ser idiota y tener un puesto público es mucho peor. ¿Cuántos idiotas, incapaces de lo público, tendremos como funcionarios? ¿A cuántos habremos votado sin saber que lo eran, o, peor, aun sabiéndolo? Tampoco es bueno el ser idiota por no querer contribuir a la sociedad aunque más no sea desde lo básico, desde lo que tiene que ver con los que comparten con nosotros el mismo techo, o la misma oficina, pero mucho peor es ir en contra de la misma, destruyéndola, corrompiéndola, ensuciándola. ¿Será que a veces no sólo no contribuimos con nada, sino que además destruimos lo que hay a nuestro alrededor? ¿Seremos tan idiotas? Como dije en la columna anterior, idiota deriva del griego idiōtēs, y significa falto de capacidad –no desde la instrucción para hacerlo sino desde la voluntad para ello– para los asuntos que tienen que ver con la comunidad, originalmente con la polis griega, que era donde se usaba ese término. No se empleaba necesariamente como un insulto, sino que era un término descriptivo de la situación de una persona. Obviamente, para un buen ciudadano de una polis griega, ser un idiōtēs no era ningún mérito, pero como digo, la palabra no se usaba necesariamente en forma peyorativa.

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En nuestras lenguas modernas este significado original termina derivando en: persona normal y corriente, persona sin educación o ignorante. También se ha definido idiota como lego, que en una de sus acepciones quiere decir: falto de instrucción en una materia determinada; con sinónimos como: ignorante, profano, desconocedor, inculto, iletrado, analfabeto; y antónimos como: enterado, ducho, versado. La tercera acepción del diccionario de la Real Academia Española (RAE) dice de idiota: tonto, corto de entendimiento. Y la cuarta: que carece de toda instrucción. Idiota también quiere decir según la RAE: engreído sin fundamento para ello. Por último, nos queda el significado que tiene que ver con la salud mental. Idiota es el que padece de idiocia, que es un trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida. En gran parte de los casos la idiocia es una enfermedad de nacimiento, sea por causas hereditarias o por trastornos durante la gestación. Los otros casos son provocados por accidentes cerebrales: golpes, ausencia de oxígeno en el cerebro, lobotomía. Se la considera incurable y sus efectos son difícilmente reversibles, es el retardo mental más agudo. Los síntomas de los afectados suelen ser la inmovilidad, adolecen incontinencia de los esfínteres, babean, suelen ser mudos o sólo emiten sonidos sin sentido, son en general asociales y no tiene noción del mundo exterior. No es esta la definición de idiota que estoy usando, aunque el término se utilizó para describir una afección que de alguna forma, lamentablemente para los que la padecen, describe la - 172 -


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conducta o el estado de alguien que no puede ser útil a otros, como también, más desde lo social que desde lo físico, describe a los idiōtēs griegos. Tanto en esta columna como en la anterior, cuando uso la palabra idiota, no lo hago tampoco en forma peyorativa. Me refiero al que por estar tan ensimismado, por mirarse sólo o mayormente a sí, no es capaz de contribuir a la sociedad en la que vive. Me refiero al que no es capaz de aportar a la comunidad porque no quiere, porque decide no hacerlo. No estoy hablando de los que no pueden contribuir por no haber tenido la instrucción, o están privados por exclusión. Esta gente, que lamentablemente es cada día más en el mundo en el que vivimos, es justamente la que reclama de nosotros que no seamos idiotas, y tienen razón en hacerlo. Su exclusión, sus eventuales incapacidades y sus privaciones no son elegidas por ellos. Seguramente en algunos casos pueda haber algo de responsabilidad propia, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos están en callejones sin salida para ellos. No tienen otras opciones. Los que estamos fuera de esos callejones somos los que, si no fuésemos tan idiotas, deberíamos ayudarlos a salir. El idiota moderno al que me refiero, no al que padece idiocia sino el que decide serlo, es un ser que no se dedica a lo público porque no desea aportar nada al otro. Sólo se dedica a lo privado, a su satisfacción personal, ya que no le interesa aportar a un fin superior a él o ella, al crecimiento de la comunidad, del grupo, del pueblo, de la ciudad. Su mundo empieza y termina en sí mismo, en sus necesidades, básicas obviamente, ya que las que tienen que ver con la comunidad, que también son necesidades propias, aunque no las reconozca, tienen que ser satisfechas por otro que - 173 -


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sí tenga capacidades o voluntades desarrolladas para tal fin. El idiota que cree que sólo puede o debe satisfacerse a sí mismo, moriría si no hubiese otras personas, no idiotas, aplicándose a lo que él no se dedica. Pero es que el idiota por decisión está tan ensimismado que probablemente ni sepa que esto es así. El modelo económico social en el que vivimos tiene desgraciadamente mucho que ver en esto. Al menos yo pienso así. No es que crea en una conspiración global de los mercados, pero sí creo que es un efecto secundario de la forma en que nuestras economías se comportan. El daño a la ecología es algo similar. El agujero de ozono no se hizo porque cientos de miles de personas conspiraron para perforarlo usando desodorantes en aerosol, y el calentamiento global no se produjo porque un grupo de enfermos terroristas decidieron emitir gases contaminantes, ocurrió porque la sociedad no se fijó, al menos hasta ahora, en los efectos secundarios de una industrialización que llevó las cosas un poco más allá de lo que el planeta aguantaba. El individualismo que idiotiza, en el sentido que los griegos le daban, tiene que ver con esto también. Un gran autor, en mi opinión, Erich Fromm,1 decía esto hace algunos años: “El capitalismo moderno necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a ninguna autoridad, principio o conducta moral, a los que se pueda guiar sin recurrir a la fuerza […]. ¿Cuál es el resultado? El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza”. - 174 -


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¿Cómo es que nos pasa esto?, ¿cómo nos vamos enajenando y cerrando sobre nuestro sí?, ¿cómo nos va idiotizando este mundo en el que vivimos?, ¿cómo nos vamos enterrando en una soledad que termina por abrumarnos, y que nos hace salir a buscar relaciones casuales, o a transformar a otras personas en objetos “consumibles” para sentir que no estamos solos? Fromm propone algunas ideas: “Nuestra civilización ofrece muchos paliativos que ayudan a la gente a ignorar conscientemente esa soledad: en primer término la rutina del trabajo burocratizado y mecánico, que ayuda a la gente a no tomar conciencia de sus deseos humanos más fundamentales, del anhelo de trascendencia y unidad. En la medida en que la rutina sola no basta para lograr ese fin, el hombre se sobrepone a su desesperación inconsciente por medio de la rutina de la diversión, la consumición pasiva de sonidos y visiones que ofrece la industria del entretenimiento; y además, por medio de la satisfacción de comprar siempre cosas nuevas y cambiarlas inmediatamente por otras La felicidad del hombre moderno consiste en ‘divertirse’. Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es un gran objeto de nuestro apetito”. Fromm escribió esto que usted acaba de leer en 1959. Hace casi cincuenta años él ya estaba preocupado por esto. ¿Qué diría si viviese aún hoy? ¿Hacia dónde iremos si seguimos así?

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Nietzsche, un filósofo que terminó su vida exaltando el egoísmo, escribió unos años antes de morir de locura lo siguiente: “Tal vez toda la humanidad no sea más que una fase de la evolución de una especie determinada de animales de duración limitada; de suerte que el hombre haya provenido del mono y vuelva otra vez al mono, aunque hoy no haya nadie que tenga interés en este maravilloso desenlace de la comedia. […] así también, merced a la ruina eventual de la civilización terrestre en su conjunto, pueda producirse una deformación mucho mayor y, por último, un embrutecimiento del hombre hasta que lo restituya a su naturaleza simiesca. Precisamente porque podemos abarcar con la mirada esta perspectiva, estamos quizá en situación de prevenir semejante desenlace”. Estas palabras las escribió en un libro de transición en su forma de pensar: Humano demasiado Humano.2 Éste es el libro en el que comienza, fuertemente, a criticar a la moral, a la religión, y al hombre que según él se estanca en estas tradiciones, mayormente comunitarias, y no ve por sí mismo. Es probable que mi querido “amigo” Friedrich, con el que no coincido en muchas cosas, se enojase conmigo si me leyera usando sus palabras para defender la sociabilización en vez del egoísmo, pero el mundo pareciera haberle hecho bastante caso a la versión original y no se perciben muchas mejoras. Por eso, tal vez, si seguimos como vamos, terminemos involucionando a una naturaleza más animal, menos humana, como forma de la naturaleza de preservarnos a pesar de nosotros - 176 -


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mismos. Después de todo, los animales son más comunitarios y, definitivamente, más ecológicos que nosotros. Sólo espero, como dice Nietzsche, que por poder abarcar esta perspectiva con la mirada, estemos a tiempo de prevenirla. Somos sociables por naturaleza, tanto como que el mundo no debería autodestruirse, o la capa de ozono agujerearse por sí sola. Creo que el individualismo a ultranza que nos idiotiza y los desastres ecológicos son efectos secundarios eventualmente reversibles. La conciencia ecológica comenzó a aparecer y con suerte podremos compensar los efectos nocivos que causamos en el planeta. Tal vez, con un poco de suerte y mucho de conciencia, podamos salir de la idiotez que nos rodea y dejar de privarnos de lo público para poder vivir menos solos en una sociedad mejor. Fíjense en esta última cita3 cómo se combina un poco el tema de convivir con el del mundo en el que nos toca hacerlo: “Hace más de dos siglos, en 1784, Kant observó que el planeta que habitamos es esférico, y consideró con detenimiento las consecuencias de ese hecho banal: como todos estamos y nos movemos sobre la superficie de esa esfera, señaló Kant, no tenemos otro lugar donde ir y estamos por lo tanto obligados a vivir para siempre en proximidad y compañía de otros. Mantener distancia entre uno y los otros, y aun más ampliarla, es a la larga imposible […] Y esa es la manera como la naturaleza nos ordena aceptar la hospitalidad (recíproca) como precepto supremo, precepto que debemos abrazar y obedecer como modo de dar fin a la larga cadena de ensayos y errores, a las

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catástrofes causadas por los errores y a la devastación que las catástrofes van dejando a su paso”. Si no nos convencen las razones sentimentales o de carácter sociológico, que nos convenza la geografía. No se puede decir otra cosa más que: por favor, no seamos idiotas.

Referencias: 1

El arte de amar. Erich Fromm. Paidós, 2007.

2

Humano demasiado Humano. Friedrich Nietzsche. EDAF, 1991.

3

Amor líquido. Zygmunt Bauman. Fondo de Cultura Económica, 2005.

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21-08-08. Los juegos

Tomi: Hola, J. R., bienvenido nuevamente a Doble Click. J. R.: Gracias, amigos, buenos días. Ester: Buenos días, y gracias a vos, por lo de amigos. Tomi: ¿Qué nos deparan hoy las palabras y la literatura? J. R.: Como estamos en medio de los Juegos Olímpicos, ¿de qué palabras creen que les voy a hablar?... justamente de estas. Tomi: No vas a negar que es original. Ester: ¡Ay, Tomi…! J. R.: No tanto de la palabra Olímpicos, porque seguro que ya todo el mundo sabe que esta palabra viene de Olimpia, una antigua ciudad griega nombrada así por el Monte Olimpo, en donde supuestamente vivían los antiguos dioses griegos. Tomi: Sí, eso ya se sabe. J. R.: Aunque lo que no sé si se dijo tanto, es que olimpo significa brillante. La palabra viene de holo, que significa todo, y de lampos, que significa luz o brillo. Olimpo entonces sería: lo todo brillante. Adecuado nombre para acomodar a los dioses griegos, y buen nombre también para unos juegos en los que todo debería brillar y ser una luz de paz y esfuerzo, individual y colectivo, para que vivamos como deberíamos y no tanto como lo hacemos. Tomi: Es verdad, eso de lo brillante no se sabe tanto.

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J. R.: Tampoco la idea es comentarles que no es lo mismo Juegos Olímpicos, que es lo que está ocurriendo ahora, que Olimpíadas, que es el período que va entre dos juegos. O sea que las Olimpíadas terminan cuando empiezan los Juegos y vuelven a comenzar al terminar los mismos. Por eso está mal decir que alguien va a competir en las Olimpíadas, ya que se compite en los juegos, durante las Olimpíadas se espera y se entrena. Ester: ¡Mirá vos!..., realmente eso no lo sabe todo el mundo. Yo escuché a varios que deberían saberlo, usando mal los términos. J. R.: Pero bueno, basta de decirles de qué no les voy a hablar, y comencemos con lo que sí. Tomi: Sí, dale. J. R.: Hoy les quiero hablar de la palabra juego. Ésta es una palabra muy interesante que viene del latín iocus, que quiere decir lo contrario de serio. En su acepción original no necesariamente quería referirse a lo deportivo, sino más bien a lo relativo al esparcimiento o a lo divertido, incluso a lo ridículo. De esta última acepción es que se derivan palabras como jocoso, algo que causa risa, o joke, que en inglés significa broma. También se derivan de aquí palabras como juglar, que si bien es un cantor, se acerca en algunas variantes a lo ridículo o a lo gracioso; o incluso jugarreta, en el sentido de trampa, o sea de poner en ridículo a otro haciéndolo perder, o caer en una artimaña. Ester: Me gusta eso de que jugar es dejar de lado la seriedad. Sí, vamos a jugar dejando de lado la seriedad.

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J. R.: En latín hay otras dos palabras, con significados ligeramente diferentes, pero a los cuales nosotros nos referimos hoy usando también la palabra juego. Estas son ludus, que envuelve la idea de ganancia, o sea participar de alguna competencia con intención de obtener ganancias; y la otra es lusus, que envuelve la idea de entretenimiento agradable y nada más, pero que no tiene necesariamente que ser no serio. Tomi: Eran específicos estos latinos para las cosas. J. R.: (risas)… O sea que juego, para nosotros, que dejamos a ludus y a lusus de lado, es muchas cosas. Es algo para entretenerse, o algo para competir y ganar, incluso eventualmente dinero. También usado con sentido más negativo, o hasta peyorativo, se dice que algo no es un juego cuando se quiere decir que la cosa es en serio; o se dice: “no juegues”, al que no se lo ve dedicándose a su tarea en forma comprometida. El juego, aparte de todo lo demás, como sabemos, es una forma de aprender: los niños, y muchas veces los grandes también, aprenden jugando. Tomi: Esta palabra realmente da para muchas cosas, y como con la misma queremos significar también el sentido de las otras palabras latinas, como vos decís, la cosa se torna verdaderamente compleja. J. R.: Así es, por eso es que hay juegos de cartas, de guerra, de computadora. Juegos peligrosos y juegos divertidos. Juegos amorosos y juegos de azar, que son muy parecidos a los amorosos. Juegos por plata, juegos por jugar… e incluso, Juegos Olímpicos. Ester: Yo me quedo con lo de juegos amorosos.

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J. R.: En función de que juego puede considerarse bueno o malo, positivo o negativo, divertido o incluso hasta revelador, es que hay en la literatura miles de frases, citas o refranes que usan al juego como protagonista. Por ejemplo, cuando se ve al juego en sus aspectos negativo se dice: “Afortunado en el juego, desafortunado en el amor”. “El dinero del juego muchos lo tienen, pero pocos lo retienen”. “Juego de manos es de villanos”. “Si a tu amigo quieres conocer, hazlo jugar y beber”. Tomi: ¡El de la bebida y el juego es durísimo! J. R.: Así es. En todos estos refranes pareciera que el juego no es bueno, sea porque o es de villanos, o porque te absorbe tanto que no te podés dedicar al amor; o incluso, como sugiere el último, es comparable a la bebida en términos de sacar a la vista lo peor de uno. Ester: Es que ese no está jugando en el sentido verdadero que hoy aprendimos. Saca lo peor porque se lo está tomando demasiado en serio. J. R.: Efectivamente, mi amiga. Obviamente esta es sólo una visión del juego. El juego es por otro lado sinónimo de placer y no sólo para los chiquitos, que parecieran sólo pensar en jugar, sino para los grandes también. Así es que don Joan Manuel Serrat canta: “¿No le gustaría no ir mañana a trabajar y no pedirle a nadie excusas, para jugar al juego que mejor juega y que más le gusta...?”. - 182 -


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Tomi: Ese era el tema de cierre del programa del año pasado. Me gusta mucho ese tema. J. R.: Sí, señor, a mí también. Dejar de lado las responsabilidades y jugar, al menos por un rato, a lo que sea, a lo que se le ocurra que haya Serrat querido decir con esto. Tomi: Es así, no se puede todo el tiempo, pero por un rato no hace mal. J. R.: Hay gente que juega también con las palabras, lo cual, como se habrán dado ya cuenta, es una de mis predilecciones. Ejemplos de estos juegos de palabras encontramos en estas supuestas frases de Woody Allen: “Mi padre vendió la farmacia porque no le quedaba más remedio”. “Los mosquitos mueren entre aplausos”. “En los aviones el tiempo se pasa volando”. “El eco siempre dice la última palabra”. O cuando se pregunta: “¿Cuál es el animal que después de muerto sigue dando vueltas?” …y se contesta: “El pollo al espiedo”. Ester: (risas)... agarramos para el lado de los tomates… J. R.: (risas)… Para jugar con las palabras hay que apelar un poco al aspecto del ridículo que está incluido entre los sentidos del término jugar, hay que usarlo pensando en términos de - 183 -


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oposición a lo serio. Más allá de que este supuesto ridículo, que permite usar las palabras para jugar con ellas, termine encerrando grandes verdades. Tomi: Es hasta más tierno, aunque puede ser cruel, pero es cierto, una broma permite decir cosas, muchas veces, que con seriedad sería difícil. J. R.: Hablando de juegos de palabras, hay un libro que me pareció fantástico que se llama: ¿Es real la realidad?,1 que utiliza, entre otros recursos, esta cuestión del ridículo para tratar de que entendamos que no siempre lo que nos parece es lo que es. En una de sus explicaciones encara este tema de la percepción parcial y subjetiva que tenemos, con un ejemplo que me pareció excepcional. Dice así: “El científico estaba muy orgulloso de cómo la rata de laboratorio tocaba la palanca cada vez que quería comer. A su vez la rata comentaba con sus compañeras qué bien amaestrado que tenía al científico, que cada vez que ella tocaba la palanca él le daba comida”. Ester: ¡Espectacular!... muy bueno. J. R.: Como decía Tomi, un juego de palabras explica mejor las cosas que grandes discursos, sin llegar al extremo de Woody Allen, que divierte, este pequeño ejemplo nos hace ver qué tan cerrados muchas veces estamos a la realidad de otros. Tomi: Pobre científico, la rata lo había entrenado a él. Es increíble cómo nos confundimos a veces, cómo creemos estar en control cuando en realidad estamos controlados. Me imagino la influencia de los medios, las campañas políticas, lo que nos cuentan y lo que no nos cuentan, Seguramente muchas veces - 184 -


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pensamos que somos los científicos y en verdad somos las ratitas. J. R.: Es así mi amigo. Pero bueno, ojalá que jugando con las palabras, como hago yo, o con lo que más nos guste, como pedía Serrat, volvamos un poco a esa inocencia y camaradería que teníamos cuando niños, y jugar era nuestra principal actividad. Ester: Eso, dejar un poco de lado la seriedad y volver a disfrutar, aunque más no sea un ratito por día. Tomi: Hoy vamos a pasar de vuelta el tema de Serrat. Muchas gracias, J. R., como siempre nos enseñaste algo, y nos dejaste pensando. J. R.: Bueno… bueno, me alegro. Hasta la próxima. Ester: Nos vemos, J. R., chau, gracias... y a jugar, ¡a jugar!

Referencias: 1

¿Es real la realidad? Paul Watzlawick. Editorial Herder, 1995.

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21-08-08. Los juegos, unplugged

Si bien el juego, como ya mencioné en la columna anterior, es muchas cosas, lo más normal es pensar en el juego como una actividad que se utiliza para producir diversión y el disfrute de los jugadores. Una de las cosas que el juego, en esta acepción, implica, es que hay varios participantes. El juego es por excelencia un medio de socializar, o al menos debería serlo. En el mundo de los negocios o en la vida común, podría decirse: en la calle, muchas veces se torna difícil ver quién es egoísta, antisocial, o no colabora con el resto de los que tiene a su alrededor. En cambio en el juego, esto se percibe rápidamente. El egoísta que no pasa la pelota, el que no deja jugar a los otros, o el que no aporta un esfuerzo equivalente al del resto del equipo, se nota, y normalmente esto se le hace saber al susodicho, al punto de que si no cambia su actitud se lo saca del equipo. Interesante, ¿no? ¿Por qué sacaremos del equipo al que no pasa la pelota, y no al que tira papeles en la calle o no cumple con sus obligaciones ciudadanas? Parece que muchas veces nos tomamos más en serio un juego que la vida cotidiana. Debería ser al contrario. Hablando de juego como actividad de disfrute, entendemos que proporciona felicidad, y lo cierto es que buscando frases que tengan que ver con la felicidad o alegría vemos aspectos interesantes que se verifican en los juegos. Por ejemplo, esta frase de Antoine de Saint-Exupéry,1 que dice: - 187 -


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“Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin”. Como en el juego, la felicidad o hecho de poder pasar un rato agradable jugando, tienen que ver con el esfuerzo que uno pone para que esto ocurra. Cuando el fin es sólo jugar, o para peor: ganar, entonces las cosas se mezclan, los juegos se ponen serios –aunque esto debiera ser imposible porque un juego es justamente lo contrario de lo serio según la etimología–, y al transformarse en obligaciones, en búsquedas desesperadas, dejan de lado lo agradable. Me pareció interesante este punto, porque si la actividad de jugar en sí, el compartir con otros un momento agradable, es lo que se busca, las chances de tener éxito pueden ser del ciento por ciento. En cambio, si lo importante es ganar, las posibilidades de éxito se reducen a la mitad, ya que se puede ganar o perder, o peor, a un tercio, porque aparte de ganar o perder se puede empatar. Ridículo, ¿no? Los deportes profesionales, que se parecen mucho a lo que acabo de describir en el párrafo anterior, no deberían llamarse juegos, porque no lo son, son trabajos. No es que no sean agradables, o que alguien no los disfrute como se puede disfrutar cualquier trabajo, pero no son juegos, son otra cosa. Otra frase que tiene que ver con la alegría o la felicidad, que me pareció interesante por lo que se puede encontrar de analogía con los juegos, es esta:2 “Una alegría compartida es una doble alegría; un disgusto compartido es medio disgusto”.

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Un buen juego tiene que ser así, como el amor o la amistad, cosas a las que esta frase aplica igualmente. Una alegría en el juego es doble, porque se comparte, y un disgusto, si lo hubiese, se reduce o no es tal, ya que se pasó un rato agradable compartiendo con compañeros. Qué lejos está esto de los deportes profesionalizados que acabo de mencionar, donde cada uno va por la suya, o por dinero, por el pase a un equipo mejor, o por la foto para la publicidad. Como dije más arriba, definitivamente creo que no deberíamos llamarlos juegos. Para estos es mucho más adecuado el término competencia, que viene del latín petere, o sea pedir. En una competencia, los competidores “piden” la misma cosa, el trofeo, con lo cual no puede haber dos ganadores, sino uno sólo. Ganar tiene raíces etimológicas que lo relacionan con codiciar, con desear con avidez. Esto sí se parece mucho a lo que vemos de deportistas que trabajan de eso. Jugar es definitivamente otra cosa. Un aspecto fantástico del juego es que enseña. Los niños aprenden jugando. La mayor parte de los juegos, normalmente, requieren de uso mental o físico, y a menudo ambos, así es como ayudan a desarrollar determinadas habilidades o destrezas, y sirven para desempeñar una serie de ejercicios que tienen un rol de tipo educacional, psicológico o de simulación. Incluso los juegos de computadoras o de consola enseñan. Nos quejamos porque se reduce la actividad física, y es cierto, pero los niños están aprendiendo a utilizar las herramientas con las que van a trabajar. Nosotros, o yo al menos, aprendí a patear pelotas de trapo, y después tuve que estudiar otra cosa para poder ganarme la vida. Hoy ellos utilizan computadoras, simuladores de realidad virtual, utilizan medios de comunicación - 189 -


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en el chat, e investigan en la web buscando temas musicales o información para la escuela, y todas esas cosas son las que nosotros tuvimos que aprender de grandes para trabajar. Tendrá que ver uno cómo los hace correr o andar en bicicleta, pero lo cierto es que sus juegos los preparan para el mundo electrónico, y en gran parte virtual, que van a tener que vivir. Obviamente que “jugar” en la web tiene sus peligros, pero también los tenía andar en bicicleta por el baldío de la esquina. Para nuestros padres era fácil cerrar la puerta y no dejarnos salir. Para nosotros es más difícil controlar por donde “navegan” o con quién interactúan, pero eso no es culpa de los chicos. Hagamos el esfuerzo, porque la web tampoco tiene la culpa, como no la tenía la bicicleta. Somos nosotros los que debemos enseñarles a usarla, aunque nos canse tener que aprender primero, porque definitivamente es más difícil que un par de gritos y una puerta con candado. El juego es tan importante que además es un derecho. La Declaración de los Derechos del Niño, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 1386, del año 1959, dice entre otras cosas: “El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones los cuales deberán estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.” Tal vez se quedaron cortos. Para los niños jugar debería ser un derecho y para los adultos una obligación. No tener sólo la obligación de garantizarles ese derecho a los niños, sino la de reeducarnos cada tanto en los valores que transmiten los juegos - 190 -


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verdaderos, y los fines perseguidos por la educación que hagan sentido a la sociedad. Los adultos muchas veces nos olvidamos de lo que es jugar, o de la importancia de jugar y jugar bien, por eso deberíamos tener la obligación de re-educarnos en el juego. Somos terriblemente competitivos, buscamos en el juego otras cosas aparte de diversión o aprendizaje. Esto no es lo que debemos transmitir a nuestros hijos. Otro libro que me gustó mucho se llama El ticket de tu vida,3 y cuenta la historia de una persona que sufre una gran pérdida, que pierde el foco de lo importante, y que lo recobra en un paseo por un parque de diversiones muy especial, yendo de juego en juego y re-aprendiendo que es, y qué debe ser importante. En su viaje entre los juegos tiene un guía que lo va llevando y le va haciendo entender de qué se trata el parque y también la vida. En una de sus primeras conversaciones, cuando el protagonista está aún escéptico y no entiende qué es lo que tiene que aprender, su sabio guía le dice entre otras cosas: “Si le preguntas a la gente que sale de un parque de diversiones qué les gustó más, casi todos mencionarán los entretenimientos que disparan la adrenalina. Los carros, la montaña rusa, los balancines… Las personas recuerdan los juegos que asustan antes que los placenteros. ¿No es triste, acaso?”. Claro que es triste, al menos para mí. Perdemos el sentido del juego. No es que esté en contra de las diversiones que aceleran la intensidad del pulso, pero lo que este sabio guía quiere decir va un poco más allá de lo literal, y creo que todos tenemos que pensar un poco más en este asunto para retomar la - 191 -


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inocencia de la niñez, en la cual un juego era muchas veces pasar un rato con alguien querido haciendo cualquier cosa que no nos hiciera llorar. Re-aprender a jugar para que nos importe más el juego que el resultado del juego. Para que el siguiente refrán, también bastante antiguo, nos haga sentido: “Jugar y nunca perder, no puede ser”. Jugar…, y que perder no sea perder, sino sólo haber jugado. Haber salido de la rutina y haber hecho algo agradable, tal vez algo hasta poco serio, sin competencia, sin ponernos enfrente del otro para aplastarlo con nuestra técnica aprendida con horas de sudor, o con nuestros músculos logrados luego de innumerables horas de gimnasios en las cuales “abandonamos” a nuestras familias, sino al lado de ese otro para compartir, para divertirnos. Las “personas mayores”, como diría El Principito4 de SaintExupéry, somos personas complicadas. Un último libro que me gustaría traer a colación con este tema del juego, lleva justamente esa palabra en su título: El juego de los abalorios,5 de Hermann Hesse, abusa notablemente del uso de la palabra juego, en su sentido de falto de seriedad. La novela es maravillosa. Se desarrolla en un futuro en el cual la gente “común”, de tanta opinión pre-digerida y divertimento soez empujados desde los medios masivos – cualquier parecido con la realidad es culpa de Hesse–, pierde interés en el verdadero conocimiento, y es así que como contra reacción se crea una especie de secta de intelectuales que terminan siendo los “guardianes” del saber. Ellos, supuestamente, inventan un juego, que en palabras de Hesse:

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“Tenía la esperanza de compendiar y ordenar de modo simétrico y sinóptico todo el saber de su tiempo en torno a un centro común. No otra cosa es lo que hace el juego de los abalorios”. El juego del saber. De todo el saber. El juego de la vida. Jugar a ser dioses y “controlar” todo lo que se sabe. Incluso, con capacidad de crear: “Todo jugador activo de abalorios sueña con una ampliación constante del juego hasta abarcar el universo entero. Realiza constantemente esta ampliación imaginativa en sus ejercicios privados acariciando el deseo de que aquellas ampliaciones que parecen de carácter y valor verdadero pasen de ampliaciones privadas a oficiales”. Una de las mejores aproximaciones literarias al fenómeno de Internet la bosquejó maravillosamente Borges en El Aleph.6 La otra es esta de Hesse. Ahora, quién sabe por qué llama a esto juego. Fíjense la rigurosidad con que los que trabajaban en este asunto describían, según Hesse, su trabajo: “Hemos inventado un juego de abalorios a lo largo de siglos, y lo hemos estructurado a modo de lengua universal y método para expresar todas las ideas y todos los valores espirituales y artísticos, reduciéndolos a una especie de común denominador”. Todo el conocimiento, la mayor rigurosidad, todo en un juego. La verdad no me suena a juego, me suena a trabajo, a desafío, a utopía, a lo que sea, menos a un pasatiempo poco serio para pasar un rato agradable. Me suena a lo que sea, - 193 -


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menos a juego. Pero somos así, transformamos los juegos en profesionales. Le ponemos seriedad, los convertimos en un trabajo, en una obligación de jugar e incluso de ganar… y después añoramos la entrega del amateur, o la frescura con la que jugábamos en el potrero. Pero Hesse no nos deja en un callejón sin salida. No nos lleva a jugar un “no juego”. El párrafo anterior termina así: “… común denominador. La totalidad de la vida –de la física y de la espiritual– es un fenómeno dinámico, del cual el juego de los abalorios, en el fondo, representa sólo la faz estética…”. No es el saber lo que se puede reducir, no es la vida lo que podemos cuadrar en reglas para luego “jugarlas”. Sólo estéticamente nos podría llegar esto a estar permitido, pero no en la realidad. El protagonista de la novela de Hesse –José Knecth, que incluso llega a ser el maestro del juego, su máxima autoridad– busca de joven este control del juego de la vida, y terminará por entender –eso interpreto yo–, que no es posible. Entenderá que los juegos son juegos y son para jugar, y que la vida no se puede reglar o resumir en estructuras que puedan utilizarse para pretender vencer a otros, o a la vida misma. Entenderá, tal vez, finalmente, lo que uno de sus maestros le recomienda casi desde el principio del libro: “–¡Oh si se pudiera llegar a saber! –exclamó Knecth–. ¡Si hubiera una doctrina, algo en que poder creer! Todas las cosas se contradicen, todo pasa corriendo, en ningún punto hay certeza. Todo puede interpretarse de una manera y también de la manera opuesta. Cabe explicar la historia - 194 -


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entera del mundo como desarrollo y progreso, y también considerarla sólo como ruina y sinrazón. ¿Es que no hay una verdad? ¿No hay una doctrina legítima y válida? El maestro no había oído nunca hablar con tal vehemencia. Siguió andando un espacio más y dijo luego: –¡La verdad existe, querido! Lo que no existe, empero, es esa ‘doctrina’ que anhelas, la doctrina absoluta, perfecta, única que da la sabiduría. Tampoco debes ansiar una doctrina perfecta, amigo mío, sino la perfección de ti mismo. La divinidad está en ‘ti’, no en los conceptos o en los libros. La verdad se vive, no se enseña. José Knecth, prepárate para luchar…”. La vida puede parecernos muchas veces un juego por lo poco seria, o incluso por lo ridícula, pero hay que vivirla. De todos modos, si la vida fuese un juego, no podemos, o al menos no deberíamos, encararla como esos partidos que jugamos a ganar o morir, porque, primero, eso no sería jugar; y segundo, porque las chances de morir serán siempre del ciento por ciento. Re-aprendamos a jugar, que es importante para vivir. Juguemos para aprender, que es la mejor forma en la que todos los seres vivos aprenden. Vivamos la vida con responsabilidad, sabiendo que no podemos abarcarla como los utópicos jugadores de abalorios pretendían, aunque ahora tengamos banda ancha. Tal vez en esta columna, como en ninguna otra, jugué con las palabras. Como es un juego no me tome muy en serio… pero propóngase jugar cinco minutos por día, con quien usted quiera y por sobre todo, como decía Serrat: “… al juego que mejor juega y que más le gusta”. - 195 -


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Referencias: 1

Antoine de Saint-Exupéry (29 de junio de 1900 - 31 de julio de 1944) fue un escritor y aviador francés, autor de El principito. 2

Jacques Deval: (pseudónimo de Jacques Boularan, 1890-1972) Escritor y director francés. Conocido por su obra Tovaritch (1933). 3

El ticket de tu vida. Brendon Burchard. Emecé, 2007.

4

El Principito, Antoine de Saint-Exupéry. Centro Editor de Cultura, año 2005. 5

El juego de los abalorios. Hermann Hesse. Sudamericana, 2003.

6

El Aleph. Jorge Luis Borges. Emecé 2007.

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04-09-08. La impostura

Ester: ¡Hola, J. R.! ¿Cómo te va? Tomi: Hoy me ganó de mano y te saludó ella primero… Ester: ¡Ay, Tomi!... no te pongás celoso. J. R.: Bueno, no se peleen. Buenos días a los dos juntos, y también a los oyentes, y contestando a tu pregunta, me va bien, gracias. Tomi: Es que hoy estamos un poco alterados, demasiada realidad. ¿Qué nos trajiste para pensar?, así bajamos un cambio. J. R.: La verdad no sé si los voy a hacer bajar un cambio… Ester: ¡Sonamos!... dame los antiácidos que hoy vino filoso… J. R.: No… (risas)… no es para tanto. Es que la palabra de hoy es impostura, o sea: fingimiento, o engaño con apariencia de verdad, según nos dice el diccionario de la Real Academia Española. El término tiene que ver con poner algo. Parte del sentido se lo da el prefijo im, que si bien en algunos casos significa negación, en este caso implica dirección, agresión, algo que se fuerza. O sea que imponer es poner algo a la fuerza, e impostura es imponer una mentira. De imponer se derivan también palabras, por ejemplo, como impuesto, refiriéndome con esto a los que le pagamos a los gobiernos. Ester: ¡Te dije!… (risas)… dame los antiácidos por favor. J. R.: La impostura de la que les voy a hablar, con la connotación negativa que le da la Real Academia, tiene que ver más con - 197 -


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ideas, porque me parece que está un poco de moda esto de fingir algo con apariencia de verdad. Tomi: Me devolvés el frasco que yo también necesito un par, porque esto hoy viene de golpe bajo… o de golpe en la nuca. J. R.: Bueno, (risas)… veo que realmente están terribles. Les voy a citar un libro excelente que se llama Crónicas del Ángel Gris,1 del gran maestro y filósofo Alejandro Dolina. Ester: Eso me gusta, aunque sea ácido. J. R.: De hecho, él aborda este tema en su libro, y le dedica un capítulo maravilloso bajo el título de: El arte de la impostura. Llega incluso a imaginar un Servicio de ayuda al impostor que, como su nombre lo indica, colabora con sus clientes para lograr imposturas que estos le solicitan. Léanlo porque es fantástico. Un párrafo que me llamó la atención entre otros dice así: “Los gobiernos, lo mismo que las personas particulares, viven preocupados por la opinión de los de afuera. Continuamente sugieren a la población la necesidad de mejorar lo que se llama imagen exterior. Para lograrlo se promueve la difusión de nuestros aspectos más brillantes. Cuando nos visitan los extranjeros, se les muestran nuestros rincones más presentables, se les hace comer una empanada y se les obliga a escuchar a la orquesta de Osvaldo Pugliese”. Tomi: Espectacular, es un genio… Dolina, digo… J. R.: (risas)… Sí, sí,… lo tengo claro. Así es como en este benemérito país se han acuñado frases famosas como: “Somos derechos y humanos” y “Argentina potencia”, entre otras igual de - 198 -


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lamentables no por lo que dicen, sino por lo que de imposturas tenían. Pero parece que la cosa no termina allí, en tren de “imponer imposturas”, Dolina mismo sugiere que: “La exaltación de nuestros méritos va casi siempre acompañada de un cuidadoso disimulo de nuestros defectos. Además, en tren de aparentar y a falta de extranjeros, se suele hacer bandera ante los propios criollos”. Ester: Esa es la que nos toca a nosotros. J. R.: De allí otras frasecitas como: “La casa está en orden”, “Estamos mal pero vamos bien”, incluso, “El que apuesta al dólar pierde”. Tomi: Esto parece una vuelta en el tren fantasma… Estás por llenar cartón, no te falta ningún período de la historia reciente. J. R.: (risas)… Últimamente tenemos un lío porque se nos cruzan los mensajes. Por un lado estamos en crisis, y por eso en emergencia económica, pero crece el Producto Bruto Interno como si los brutos fuesen de lo más prolíficos. O la recaudación impositiva, justamente hablando de imposturas e imposiciones, que crece treinta por ciento cuando el aumento de la actividad económica y la inflación juntas no superan el quince. Seguramente, esto último debe ser porque mucha gente que antes no pagaba impuestos ahora sí lo hace. El problema de esa cuentita es que de seguir como vamos, para justificar el crecimiento de la recaudación va a tener que pagar impuestos más gente de la que vive en el país. Tomi: Ahí está la estocada a la realidad... Pero es verdad, lamentablemente es verdad.

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J. R.: Lo cierto es que a esta altura ya no estoy seguro de que estas últimas cuestiones que acabo de ejemplificar califiquen como imposturas, porque que en la definición se hablaba de fingimiento con apariencia de verdad, y algunas de las que mencioné de verdad no tienen ni apariencia siquiera. Ester: Claro, no son imposturas, son más bien burlas. J. R.: En fin. En mi casa me decían que las mentiras tienen patas cortas, y las imposturas, por lo que la Real Academia me dice, no son más que mentiras, así que deben tener patas cortas también. Por otro lado, de tanto poner algo a la fuerza en algún lado, el lugar en donde ponemos termina reventando, así que: ¿por qué no dejar de imponer tanta postura no creíble? Tomi: Es que yo creo que los que dicen estas cosas se las creen, o al menos creen que de repetirlas la gente se las va a tragar. Es una subestimación… pero a la larga las urnas te dicen cómo te fue. J. R.: Ahí justamente está el punto. Ya he citado varias veces en esta columna a otro “filósofo contemporáneo” llamado Homero Simpson. Tomi: ¡Mi héroe personal!... J. R.: Él, que es un defensor a ultranza de casi todo lo contrario de lo que yo pienso, tiene sin embargo una frase que me parece absolutamente correcta. Homero, no el griego sino el dibujito animado, en uno de los episodios le sugiere a Marge, su mujer, que: “…para que una mentira exista hacen falta dos partes, el que la dice y el que se la cree”.

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Ester: Es cierto, esa ya la trajiste alguna vez. J. R.: Es que hay verdades que son tan simples y directas que no se pueden dejar de lado. Y yo coincido plenamente con la idea del héroe de Tomi. Si nos dejamos de creer las imposturas, el impostor deja de existir porque ya no tendrá dónde poner a la fuerza ideas engañosas. Así que hagamos nuestra parte, que es la única que podemos garantizar. Tomi: Es lo que yo digo, hay que hacerle caso a Homero… J. R.: (risas)… en esto sí, en el resto no. A los impostores simplemente les dejo, del mismo Dolina, este consejo con el que cierra su capítulo: “Vale la pena intentar el camino difícil, el más penoso, el más largo pero también el más seguro. Es el camino de la verdad. El que quiera parecer honrado, que lo sea. El que quiera fama de valiente, que se la gane a fuerza de guapeza. Y si queremos que el mundo piense que somos una gran nación, sepamos que lo más conveniente es ser de veras una gran nación”. Tomi: Muy bueno, J. R., empezaste ácido y terminaste ingenuo, utópico e infantil. Pero bueno, igual nos hacés pensar. J. R.: (risas)… Gracias por los halagos. La verdad es que si me lo creo lo practico, y si todos lo practicamos deja de ser utópico. Tomi: Ojalá te escuchen, acá tenés dos compañeros de ruta, yo no tengo tanta esperanza como vos, pero te acompaño igual por haber citado a Homero Simpson. J. R.: (risas)… Gracias. Nos vemos la próxima.

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Ester: Chau, J. R., seguí así, creyendo… ¡alguien tiene que creer!, y venir a contarlo a la radio. Nos vemos. Tomi: Hasta la próxima.

Referencias: 1

Crónicas del Ángel Gris. Alejandro Dolina. Ediciones de la Urraca, 1988.

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04-09-08. La impostura, unplugged

Dije en la columna anterior que la impostura es básicamente una mentira. Puede ser una exageración, incluso una omisión. Dejar que alguien crea algo por no desmentirlo teniendo la oportunidad de hacerlo es tan mentira como una que se construye con palabras. En definitiva, impostura es dejar que, o hacer que, alguien crea algo que no es cierto. Volviendo al libro de Dolina, y haciendo a un lado a los gobiernos para meternos con nosotros –creo que así tenemos más chances de cambiar algo–, él empieza de esta forma sus dichos sobre el tema que nos ocupa: “El hombre de nuestros días vive tratando de causar buena impresión. Su principal desvelo es la aprobación ajena. Para lograrla existen diferentes métodos y estrategias. Algunos ejercen la inteligencia, otros se deciden por la tenacidad o la belleza, otros cultivan la santidad o el coraje. Sin embargo, por ser todas estas virtudes muy difíciles de cumplir, ciertos pícaros se limitan a fingirlas. Por cierto que tampoco esto es sencillo: el engaño es una disciplina que exige atenciones y cuidados permanentes”. Definitivamente coincido con este argumento de Dolina. Mentir es mucho más difícil que decir la verdad. Para mentir hay que tener imaginación, hay que pensar, hay que armar toda una realidad que no existe para que el otro se la crea, y después sostenerla en el tiempo. Decir la verdad es mucho más fácil, es contar lo que pasó sin tener que pensar en nada adicional. - 203 -


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De ser cierta esta teoría, todos los vagos serían sinceros, y la verdad es que la cosa no se verifica en la realidad. Otro gran misterio de la naturaleza, al menos para mí. Obviamente ser tenaz o tener coraje es más difícil, tal vez, que inventar toda una gran obra de teatro para hacerles creer esto a los demás. Pero muchas veces habría que pensar el punto de si construir una mentira no lleva más trabajo que aceptar una verdad, porque me parece que no nos lo planteamos lo suficiente, y más de una vez terminamos transpirando en exceso para sostener una impostura, que lo que deberíamos para realmente transformarnos en lo que queremos que los demás piensen de nosotros. Dolina sigue teorizando, o divagando para nuestro placer, sobre el tema y habla de gente que se preocupa por entender el asunto, al punto de que sobre éste se escriben tratados: “Los tratadistas reconocen tres tipos de impostura: horizontal, ascendente y descendente. La última consiste en mostrarse peor de lo que se es. Y no faltan economistas que postulan este camino para despertar la conmiseración internacional”. Esta forma descendente la tenemos clara, al menos la hemos practicado infinidad de veces, no siempre con éxito, pero sí con mucha testarudez. Dolina sigue: “Los teóricos también han defendido el carácter ético de la impostura ascendente. El argumento principal no es muy novedoso: de tanto aparentar bondad, uno acaba por ser bueno”.

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Es impresionante, pero un pensamiento casi similar se despierta en Aristóteles, tan filósofo como Dolina, aunque menos divertido. En su Ética a Nicómaco1 él habla de las virtudes, y entre otras cosas dice: “Las virtudes se adquieren por ejercerlas primeramente, como también acontece con las artes. Porque las cosas que tenemos que aprender antes de poder hacerlas, las aprendemos haciéndolas. No es pequeña la diferencia que implica adquirir, desde la niñez, hábitos de uno y otro género, sino que la diferencia es grandísima, mejor dicho, total”. El griego no habla de fingir, pero definitivamente enfoca el asunto asegurando que muchas cosas no nos serán naturales hasta que las practiquemos varias veces. Sería bárbaro que de tanto querer parecer buena gente terminémoslo siendo. Tal vez las primeras veces nos cueste, al punto de que casi tengamos que fingir, lo que queda implícito en lo que sugiere Aristóteles, es que de tanto comportarnos bien terminaremos siendo buenos. Es cuestión de probar, no creo que se pierda nada. Estoy convencido, como dice Aristóteles, que al final se le agarra el gusto. Volvamos a Dolina y a sus elucubraciones sobre gente que se dedica al estudio de la impostura. Él sugiere en otra parte de su escrito: “Los teóricos más barrocos del Servicio creen que la impostura es un arte. Y más aun: afirman que todo arte es una impostura. Cien gramos de pinturas al aceite se nos aparecen como un rostro misterioso o como un paisaje lunar. Quinientos kilos de bronce pretenden ser el cuerpo de Hércules”. - 205 -


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La impostura ¿será un arte?, y por lo tanto el impostor un artista… o toda obra de arte no será más que una impostura, y por lo tanto una mentira. Suena a juego de palabras –que a mí me gustan mucho–, pero da para pensar. En definitiva volvemos a la filosofía básica de Homero Simpson, depende de nosotros ver el Hércules o los quinientos kilos de bronce, o las dos cosas sabiendo que una es la otra y viceversa. Que el impostor sea un artista o un fantoche, depende más de nosotros que de él, por suerte. No son sólo Dolina y el Homero dibujado los que hablan de esto. Erich Fromm, en Del tener al ser,2 se preocupa también por este tema, sugiriendo que muchas veces nos “empaquetamos” para caer bien, o para hacerlo adecuadamente. Fromm lo introduce de esta forma: “¿Quién no ha sido presentado a una persona distinguida o famosa o hasta con cualidades reales, o a una persona de la que desea obtener algo: un buen empleo, ser amado o admirado? En estas circunstancias, muchos individuos suelen sentirse angustiados, y a menudo ‘se preparan’ para el importante encuentro. Piensan en los temas que podrían interesar al otro; planean de antemano cómo podrán iniciar la conversación; algunos hasta determinan toda la parte que les corresponde de la charla. O pueden animarse recordando lo que tienen: sus éxitos pasados, su personalidad encantadora, su posición social, sus relaciones, su apariencia y su traje. En una palabra, mentalmente hacen un balance de su valor, y basándose en esta evaluación, exhiben sus mercancías en la conversación. - 206 -


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El éxito depende en gran parte de que las personas se vendan bien en el mercado, de que puedan imponer sus personalidades, de que sean un buen ‘paquete’; de que sean ‘alegres’, ‘sólidos’, ‘agresivos’, ‘confiables’, ‘ambiciosos’; además, influyen sus antecedentes familiares, los clubes a que pertenecen, si conocen a la gente ‘adecuada’”. Es buena la analogía del paquete. Nosotros usamos muchas veces el término “empaquetar” para decir lo mismo que significa impostura, eso sí, el empaquetado es el otro con el paquete que hacemos de nosotros mismos. Fromm termina esta idea coincidiendo con el consejo de Dolina con el que cerré la columna anterior, proveyéndonos además de las ventajas del método sincero: “En contraste, existen individuos que se enfrentan a una situación sin prepararse, y no se valen de ningún recurso. En vez de esto, responden espontánea y productivamente; se olvidan de sí mismos, de sus conocimientos y de su posición social. Su ego no les estorba, y precisamente por ello pueden responder plenamente a la otra persona y a sus ideas. Inventan ideas, porque no se aferran a nada, y así pueden producir y dar. Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en lo que tienen, en el modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos y de que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayuda al otro a trascender su egocentrismo”. - 207 -


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No es esto una apología a la falta de preparación, es, sí, una invitación a “ser” espontáneos, confiados en nuestras capacidades, naturales y sinceros. Las preocupaciones de Fromm de hace varias décadas, plasmadas en este libro citado, se han exacerbado en nuestras épocas. Nos venden tanto y tantas cosas, que todos hemos aprendido a mercadear y a mercadearnos. Nos terminamos identificando con los productos que compramos, y por tenerlos creemos que somos lo “aventureros” que el auto que tenemos prometió en el comercial, o lo “sofisticados” que el teléfono, o lo “excitantes” que el perfume. Nuestro tener termina haciéndonos creer “qué” somos. El problema comienza cuando en una relación más duradera que un spot publicitario, nos bajamos del auto, al teléfono se le acaba la batería, o el perfume “nos abandona”. Lamentablemente nos creemos muchas veces las imposturas de las publicidades y las transmitimos creyéndolas, con resultados normalmente poco satisfactorios, y seguramente poco duraderos. La humanidad pasó por la edad de la piedra, del cobre, del bronce, del hierro, épocas glaciares y tantas otras. La que vivimos debería llamarse la “edad de la apariencia”. Siliconas, implantes, fachadas, “paquetes”, “cómo ser popular en diez minutos”, y miles de recursos más para parecer algo distinto de lo que somos, para mostrarnos en vez de transformarnos, para aparentar características de personalidad o corporales que nunca tuvimos, o que dejamos de tener por el paso del tiempo y los efectos de la gravedad. Como todo lo demás que le pasa al ser humano, será un punto más en la evolución o en la involución. Algún día, cuando sea negocio para alguien, o cuando nos asqueemos de “comprar lo que no es”, se pondrá nuevamente de moda la sinceridad, la “cara lavada”, la postura sin impostura. - 208 -


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Yo quiero ser positivo y activo, por eso siempre busco recursos que me permitan accionar sobre lo que no me gusta, y en esto de la mentira, aquella frase de que hacen falta dos para mentir, me pone en control, porque si no escucho, si no me creo, no me pueden mentir. Para dejar de lado al dibujo animado y tomar un pensamiento de alguien más reconocido en el arte del engaño, Nicolás Maquiavelo3 recomendaba a los gobernantes esto hace ya varios siglos: “… pero es menester saber encubrir ese proceder artificioso y ser hábil en disimular y en fingir. Los hombres son tan simples, y se sujetan a la necesidad en tanto grado, que el que engaña con arte halla siempre gente que se deje engañar.” No es diferente de lo que plantea la supuesta sabiduría de Homero Simpson. No coincido tanto con Maquiavelo en que los hombres son simples –al menos no en nuestras épocas–, pero no me cabe duda de que los que quieren engañar siguen usando las necesidades de la gente para hacerlo. Muchas de estas necesidades han de ser reales y válidas, pero otras muchas son “creadas” en nosotros por los mismos que luego nos venden los televisores, los teléfonos o los perfumes. La culpa de no querer discernir “qué” es necesidad verdadera y cuál es impuesta como impostura para vendernos, es nuestra. Yo prefiero creer eso. Prefiero tener la culpa, y por lo tanto el control, a estar a la merced de los impostores. No somos títeres en manos de gente interesada, a menos que nos dejemos. No nos dejemos. Hagámosle caso a Enrique Rojas, que en un libro que ya cité4 en este trabajo nos dice:

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“El progreso material por sí mismo nunca puede colmar las aspiraciones del hombre, ni dar la felicidad cuando constituye el eje vertebral de una vida. En consecuencia, en el hombre occidental de la sociedad del bienestar, la tentación de la opulencia conduce gradualmente al individualismo, y por ende, a la difusión de falsos esquemas, que llamamos valores: éxito, dinero, poder, avidez de sensaciones, curiosidad por todo sin pretensiones de mejora… En fin una nueva decadencia, una fabulosa mentira que descubrimos demasiado tarde o en los momentos estelares, cuando una desgracia nos llega de improviso”. No necesitemos de una desgracia para saber que una familia vale más que un auto o que un televisor de mil pulgadas. Los bienes nos pueden ayudar a hacerle creer a alguien que somos sofisticados o modernos, pero a la hora de llorar todos los pañuelos son iguales. No se hacen relaciones verdaderas instalando imposturas a diestra y siniestra, la fama no apoya en momentos difíciles como sí lo hace el amor. Un viejo libro de estrategias para el engaño sugiere que una mentira repetida mil veces puede llegar a aceptarse como verdad, y volvemos al punto del esfuerzo que hace falta para mentir. ¿Por qué repetir una mentira mil veces?, si tal vez con menos esfuerzo realmente consigo ser valioso. ¿O es que preferimos la fama de cientos de personas que sólo quieren un pedazo de nosotros, al amor sincero de unos pocos que sí van a estar a nuestro lado en las buenas y en las malas? Cada uno toma sus decisiones y como son propias está bien, al menos si no dañan a nadie en el proceso. Una impostura es una mentira, y las mentiras dañan. Yo trato de no “validar” - 210 -


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impostores, yo trato de que no “me generen” necesidades. Realmente no creo que sea difícil. Como cada vez más, lamentablemente, mucha gente baja la guardia, las mentiras son cada vez más burdas. Pongamos de moda la sinceridad, la cara lavada, la postura sin impostura… vamos a terminar teniendo un montón de tiempo libre, porque decir la verdad y ser lo que queremos y podemos, más de las veces, es menos trabajoso que mentir.

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Referencias: 1

Ética a Nicómaco. Aristóteles. Editorial Mestas, 2006.

2

Del tener al ser. Erich Fromm. Editorial Paidós, 2000.

3

El Príncipe. Nicolás Maquiavelo. Editorial Época, 1987.

4

El hombre light. Enrique Rojas. Editorial Planeta, 2004.

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18-09-08. La primavera

Tomi: Hola, J. R., bienvenido nuevamente. J. R.: Buen día, contento de estar con ustedes. Ester: ¡Buen día! Igualmente contentos de que vengas y nos dejes cosas con las que parar un poco y pensar. ¿Qué nos trajiste hoy? J. R.: Ya sé que faltan tres días, pero como el 21 de septiembre no hay programa de radio, hoy 18 les hablo de la primavera. Ester: ¡Ay, eso me gusta! J. R.: Aparentemente, hace mucho tiempo, no existía la primavera como estación oficial. Se llamaba de esta forma a un período de tiempo, relativamente poco fijo, que venía antes del verano. Los últimos días de lo que fuese la época fría se denominaban así porque se presentía la llegada del calor, porque las jornadas eran más tibias, porque donde había hielo o nieve comenzaban los derretimientos, etcétera. Luego, con el transcurso del tiempo, se transformó en un período concreto, cobró entidad de estación, como el invierno y el verano, y su nombre de todas formas siguió siendo válido, porque es primo, o sea primero en latín, y antecede al verano, vere, también en latín. Como lo entendemos ahora, o como los antiguos solían hacerlo, son los primeros días de la parte cálida del año. Tomi: Mirá vos, siempre se aprende algo nuevo. J. R.: En francés el término que se usa es parecido. Primavera se dice printemps, y significa: los primeros tiempos. Aparentemente, - 213 -


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en alguna época, en lo que hoy es Francia, el año comenzaba en primavera. Eran los primeros tiempos del año, cuando todo comenzaba a florecer y parecía renacer la vida. Ester: Primavera en París, ¡me gusta más todavía! J. R.: Vamos entonces a una época de reinicio, de nacimiento. Sea porque son los primeros tiempos, o porque es la época en la que todo florece. Todo es fresco, todo es nuevo. Nos empezamos a sacar la ropa para comodidad de todos y deleite de unos cuantos, sobre todo de los varones. Es la época de los contrastes, del abrigo a la blusa ajustada, de los tres sweater a la panza al aire, de la bufanda a los hombros descubiertos. Tomi: Eso me entusiasma mí. Ester: (risas)… ¡Tomi!, seriedad por favor. J. R., veo que te afecta la primavera. J. R.: (risas)… Un poco… un poco. En fin, es la estación del descubrir. En los árboles, igualmente, pasamos del seco total a los brotes, y esto termina siendo más contrastante que de los brotes a las hojas, o de las hojas tiernas y nuevas a las grandes y crecidas. Así que con este tema de comenzar, de iniciar de nuevo, les traje algunas frases de un libro que se está poniendo de moda nuevamente, Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas.1 Me parecieron interesantes una serie de comentarios que el autor hace sobre las relaciones personales, y qué mejor época que la primavera para hacer renacer amistades, recuperar amores, reiniciar contactos que tal vez dejamos dormir en el invierno. Ester: Recobramos la compostura.

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J. R.: Lo primero, y probablemente lo más importante para un nuevo inicio, para un nuevo viaje, es el transporte; y en esto de las relaciones el transporte somos nosotros mismos, así que un primer consejo del autor dice: “Si queremos cambiar una situación, primero tenemos que cambiar nosotros mismos. Para cambiar efectivamente, primero hay que cambiar nuestras percepciones. El modo en el que vemos los problemas, es justamente el problema. Los paradigmas son poderosos porque crean lentes a través de los cuales vemos la vida. El poder de cambiar el paradigma es el poder esencial para el cambio profundo, sea éste un cambio instantáneo o un lento proceso deliberado”. Ester: Qué cierto es eso. J. R.: Si la primavera es el renacer, el cambiar de estado de inactividad a renacimiento, ¿por qué no pensar nosotros en esto un poco también? Cambiar paradigmas, rever las cosas y darnos cuenta de que siempre las teñimos de nuestra subjetividad. ¿Cómo se hace esto? Fácil, pregunten a otros, preferentemente terceros desinteresados, cómo ellos ven las cosas; no necesariamente para hacerles caso, pero verán qué sorpresa cuántos y qué diversos puntos de vista encuentran sobre la misma cosa. El autor de los 7 hábitos nos dice: “Cada uno de nosotros tiende a pensar que ve las cosas como son, que somos objetivos. Pero ese no es el caso. Nosotros vemos el mundo, no como es sino como somos, o, como estamos condicionados a verlo.

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Normalmente asumimos que la forma en la que vemos las cosas es como ellas deben ser, y nuestras actitudes y conductas se alimentan de esas presunciones. Mientras aprendes a escuchar profundamente a otras personas, descubrirás tremendas diferencias de percepción. También comenzarás a apreciar el impacto que esas diferencias pueden producir en la medida en que la gente trata de trabajar en situaciones de interdependencia”. Tomi: ¡Escuchar!... qué palabra. J. R.: Exacto. Acá se introduce esta palabra mágica: escuchar. Para escuchar tenemos que tener en cuenta que hay un otro, que no existimos sólo nosotros. Tomi: Claro. Vos sabés que yo me peleo mucho con la gente, que más de una vez parece que sólo está esperando que el de enfrente termine de “producir sonidos” para poder hablar ellos. Es una conversación en la que no se escuchan, sólo se oyen. J. R.: Efectivamente, es una patética pérdida de tiempo. Y como decía, tiene que ver con esto de registrar que hay otro, y que ese otro está para escucharnos, pero también para que lo escuchemos y entendamos. El “invierno” podemos haberlo pasado solos, durmiendo, en una cueva como el oso, o en el caparazón como la tortuga. En la primavera, para que el nacimiento se produzca, hace falta un otro, y a este otro hay, primero que nada, que escucharlo. Hoy hemos desarrollado grandísimas capacidades de escuchar: televisión, música, lo que sea. Hay aparatos de todo tipo, para el hogar o el andar, que nos permiten escuchar, si queremos, las 24 horas del día alguna cosa. ¿Podremos escuchar a otro que se nos siente enfrente y

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quiera decirnos algo? ¿Por qué es importante esto? El libro que estoy citando dice sobre este tema: “Lo que más ardientemente desea el alma del ser humano es ser entendido. Tanto como lo que más necesita el cuerpo es el aire. Si escuchas a otra persona, en profundidad, hasta que el otro se sienta entendido, es como si le estuvieses proveyendo de aire”. Ester: Qué buena analogía. J. R.: Clarísimo, ¿no? Si no lo entendemos desde los demás pensémoslo por nosotros mismos y vamos a ver que tiene razón. Si nosotros queremos ser entendidos, si aceptamos eso, es fácil darse cuenta de que para los demás es igual. Ester: Si yo lo quiero para mí, los demás también lo quieren para ellos. Básico. J. R.: Exactamente. Ahora, después de escuchar y ser escuchados, viene el momento de poner reglas de juego para lo que sigue: “Aclarar expectativas requiere algunas veces de un inmenso coraje. Parece más fácil actuar como si las diferencias no existiesen y esperar que todo salga como lo planteamos, que encararlas y trabajar conjuntamente para llegar a un escenario de expectativas consensuadas”. Tomi: Ahora ya se complica. J. R.: Aclarar, y de allí para adelante. No caer en la trampa de actuar como si las diferencias no existiesen, porque todos sabemos que sí existen. Al menos a mí siempre me pareció que si iba a sufrir una decepción, que fuese rápido era mucho mejor a - 217 -


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que tardase en darme cuenta. Si de aclarar expectativas la cosa se ve incompatible, es mejor darse cuenta en la primera reunión y no luego de veinte años juntos, tal vez incluso para ese momento con terceros involucrados que nosotros mismos trajimos al mundo. Ester: Es que muchas veces nos “mentimos” diciéndonos que el otro va a cambiar, cuando en realidad, no sólo no es así, sino que nosotros tampoco estamos dispuestos a cambiar. J. R.: Por desgracia es como decís, muchas veces. Pero bueno, se puede mejorar, siempre. Por último, después de la primavera viene el verano. En primavera se nace y en verano se madura. Las relaciones basadas en concepciones sin prejuicios, en donde los participantes se escuchan y las reglas de juego y expectativas son claras, son relaciones que maduran. Siguiendo al autor que estamos citando: “Madurez es el balance entre coraje y consideración. Si una persona puede expresar sus sentimientos y convicciones con coraje, teniendo en cuenta, con consideración, las convicciones y sentimientos de las otras personas, ella o él serán maduros, sobre todo si el tema es de importancia para ambos”. Tomi: Muy bueno. El balance, ¿no?: coraje con consideración, si no sería vehemencia ciega. J. R.: Efectivamente, mi amigo. ¿Qué tal si aprovechamos esta primavera para hacer nacer o renacer una relación?, pero no vehementemente, sino más bien como nos recomienda Covey, el autor del libro que estamos citando. Démosle sentido a la fuerza que nos va a dar ver los brotes de los árboles, o la caída de los tapados que dan lugar a las blusas ajustadas. No parece tan - 218 -


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difícil, pero si no lo logramos en esta primavera, a no amargarse, seguramente no será la última. Después de todo, las estaciones, como gran parte de la vida, son un ciclo que se repite. Tomi: Así es, y como dice el tango, creo, las madreselvas volverán a florecer. J. R.: Feliz primavera, entonces, a renacer y a dar frutos. ¡Vamos gente!, que siempre tiene que haber esperanza. Tomi: Te haremos caso, J. R. Muchas gracias como siempre por hacernos pensar y “madurar”, y nos comunicamos para otra columna tuya que nos haga reflexionar. Ester.: Feliz primavera. J. R.: Gracias a ustedes, gente. Nos hablamos la próxima.

Referencias: 1

Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas. Stephen Covey. Simon & Schuster, 1989.

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18-09-08. La primavera, unplugged

Primavera en inglés se dice spring. Esta palabra significa arroyo, incluso fuente o curso de agua surgente, y por otra parte resorte. Tiene implícita la idea de salida, eventualmente con fuerza, de empuje. Es una buena forma de hablar de la primavera, de esa salida de los nuevos brotes, de esa fuerza con la que un resorte salta luego de ser comprimido. El punto es que sin esa compresión previa el resorte no salta. La primavera tiene su fuerza porque la acumuló en el invierno. Muy pocos quieren al invierno, sobre todo cuando lo comparan con los calores, pero lo cierto es que sin el descanso del invierno, sin esa fuerza que se imprime en el resorte, éste no tendría fuerza para saltar. Los días empiezan a alargarse con el comienzo del invierno, hará frío todavía, pero para llegar a la primavera hace falta todo ese calor adicional que durante el invierno se va acumulando de a poco, así es que la primavera puede ser un estallido. Esto me devuelve a la idea de ciclo, hacen falta bajos para que los altos sean altos y no chaturas aburridas. Hacen falta fríos para que las tibiezas sean agradables y no solamente una monotonía insulsa. En este mundo con conciencia ecológica en el que vivimos, los ciclos son importantes. En la naturaleza todo hace sentido,

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aun el depredador que mantiene el equilibrio, y su presa que cumple la misma función. En la primavera todos queremos renacer, salir, hacer nuevas cosas. ¿Nos recogeremos lo suficiente en el invierno como para tomar esas fuerzas que nos van a hacer falta para saltar como un potente resorte en primavera? ¿O desperdiciaremos esta época en la que todo lo demás descansa en la naturaleza? ¿Será que las vacaciones largas debieran ser en el invierno, para darnos así la oportunidad de bajar un cambio y cultivarnos para la explosión de la primavera? Es probable que sea más negocio el descanso largo en verano; que en esa época se pueda vender más que en el invierno, o al menos a más gente. Entonces, en vez de descansar para luego poder saltar y correr, corremos todo el año para poder llegar al verano, salir de vacaciones, y seguir corriendo. ¿No estaremos haciendo algo mal? Stephen Covey,1 el autor del libro que cité en la columna anterior, coloca como séptimo hábito para la gente altamente eficiente el siguiente: “Afile su hacha”. El capítulo en el que explica lo que quiere decir con esto comienza con una especie de cuento que dice así: “Suponga que se encuentra con alguien en el bosque, que está febrilmente trabajando para derribar un inmenso árbol. –¿Qué está haciendo? –usted pregunta. –No se da cuenta –le responde el leñador impacientemente–. Estoy tratando de derribar este árbol. - 222 -


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–¡Pero luce extenuado! –exclama usted–. ¿Cuánto tiempo ha estado hachando este tronco? –Más de cinco horas –el leñador responde–, ¡estoy por darme por vencido! Esto es demasiado trabajo. –Bueno, pero: ¿por qué no toma un pequeño descanso y afila el hacha? –pregunta usted curioso–. Seguramente avanzaría mucho más rápido. –No tengo tiempo para afilar el hacha –responde el leñador enfáticamente–, estoy demasiado ocupado usándola para cortar”. Suena estúpido cuando a otro le pasa, ¿no? ¿Cuándo fue la última vez que paramos para afilar la nuestra? Ni Covey ni yo estamos hablando de salir corriendo de noche, manejando como enajenados y violando cuanta norma de tránsito sea posible, para pasar quince días en una playa atestada de gente. No se trata tampoco de tomar un avión –que últimamente es más estresante que un deporte de riesgo–, para visitar diez ciudades en cinco días. Ni siquiera se trata solamente de sentarse a no hacer nada. Afilar el hacha no es dejarla un rato en el suelo, es mejorarla, recomponerla, para eso hace falta más que un rato de televisión a la noche o levantarse tarde los domingos. No pretendo decir que esto sea malo o impropio, pero no alcanza. Afilar el hacha tiene más que ver con realmente parar la pelota, leer algo que nos haga crecer; tener esa conversación con la gente querida a la que tenemos abandonada; invitar a un hijo, o a un padre, a dar una vuelta por el barrio o por un lugar en el que el único ruido escuchable sea el de nuestra respiración. De eso - 223 -


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se trata afilar el hacha. Si los ejemplos que le doy no le sirven, busquen los suyos, pero tiene que ser algo que nos deje mejores que antes de empezar. Se trata de recuperar energía, no de gastar más. Creo que es un buen consejo el de Covey. Tomémonos un invierno de vez en cuando, aunque no sean los meses correctos. Afilemos el hacha, aceitemos y démosle cuerda al resorte para que podamos tener buenas y verdaderas primaveras, en donde logremos dar a alguien y a nosotros mismos algo de vida nueva. Este unplugged es corto porque de tanto escribir sobre esto me di cuenta de que ya me toca afilar mi hacha, si usted no lo hizo últimamente, tal vez debería levantarse y hacer lo mismo.

Referencias: 1

Stephen Covey: (n. el 24 octubre, 1932 Salt Lake City, Utah, Estados Unidos), es conocido por ser el autor del libro de gran venta: Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas. Posee una licenciatura en Administración de Empresas, otorgada por la Universidad de Utah en Salt Lake City, una Maestría en Administración de Empresas, obtenida de la Universidad de Harvard y un Doctorado en Historia y Doctrina de la iglesia Mormona, otorgado por la Universidad Brigham Young. Ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza y práctica de los preceptos que detalla en sus libros, de cómo vivir y liderar organizaciones y familias basándose en principios, los cuales él sostiene, son universales y como tales son principios aceptados por las grandes religiones y sistemas éticos del mundo.

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02-10-08. El hedonismo

Tomi: Buenos días, J. R. Bienvenido nuevamente a nuestro programa. Ester.: ¡Hola, amigo! J. R.: Hola, muchachas y muchachos. ¿Cómo andan hoy? Tomi: Muy bien, muy bien. ¿Qué nos trajiste hoy para pensar? J. R.: La palabra de hoy es hedonismo. Esta palabra viene de hēdonē que en griego significa placer. Con este término se denomina a una filosofía que sugiere que el hombre debe buscar placer, y que esta búsqueda sólo puede traerle buenas consecuencias. Ester: Me está gustando este tema. J. R.: Hēdonē era una diosa en la mitología griega. En la romana se llamaba Voluptas, de allí términos como voluptuosidad que también se refiere al placer. Placer viene de placere, que es gustar, de allí, por ejemplo, el italiano piace. Lo que me gusta me causa placer. Igualmente Voluptas viene de la raíz volup, que significa agradable o a gusto. Tomi: ¡Mirá qué mitológico viniste hoy! J. R.: Sí, y no termina acá, vas a ver. Hēdonē, en la mitología, era hija de Eros y de Psyche. Eros es hijo de Afrodita, diosa de la belleza, y él mismo es dios del amor. En la mitología romana Eros es el famoso Cupido. Psyche, que significa soplo en griego, era considerada la fuerza vital, lo que daba vida. Tenía que ver en - 225 -


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la antigua Grecia con el pensamiento, la conducta y la personalidad. Era también lo que se conocía como alma. El hombre moría cuando este soplo vital, o alma, dejaba el cuerpo. Ester: Ya me confundiste, ¿y lo de buscar placer? J. R.: (risas)… Ahora viene, a no desesperar. Escuchen primero la historia de estos personajes, que los griegos para inventar novelas eran tan buenos como los mexicanos. Ester: Dale, a ver, ya capturaste mi atención otra vez. J. R.: Según la leyenda, Afrodita, o sea la belleza, estaba celosa de Psyche porque era muy linda. Se puede decir la belleza estaba celosa de la vida, o del soplo vital. Entonces manda a su hijo Eros, el amor, para que la hechizara y la hiciese enamorarse del hombre más feo del mundo. ¿Qué pasa realmente? Eros se enamora de Psyche, la rapta y se la lleva con él. El amor se enamora de la vida y no le hace caso a la belleza. La historia es un poco más larga, hay un par de traiciones en el medio, la cuestión es que Eros se enoja con Psyche y ésta va con su suegra, la belleza, a pedir ayuda. Afrodita le pone como condición cuatro tareas imposibles, que la vida, o sea Psyche, termina logrando realizar en busca del amor de Eros. En el final de la leyenda la vida recupera al amor, y todos felices con suegra incluida. Tomi: No estoy tan seguro con lo de la suegra, aunque fuese Afrodita, pero bueno, linda historia. J. R.: Vean qué bueno. La vida en busca del amor es capaz de hacer cualquier cosa, incluso a pesar de la belleza, que hoy parece seguir siendo divinidad siendo que hay millones de personas que la deifican todos los días. - 226 -


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Ester: ¡Qué lindo!... vino romántico hoy. J. R.: (risas)… Hay un montón de cosas que aprender de esto, pero me gustó particularmente el punto de que el placer, Hēdonē, es hija de la vida y del amor. De una vida que hace grandes esfuerzos y pasa grandes tribulaciones para recuperar a su amor, para conseguir el amor. Tomi: Definitivamente, se le metió la primavera en la sangre. J. R.: Está bien, ¿no? Tomi: ¡Claro, claro! J. R.: Reinterpretando a los griegos podría decir que la belleza, que no es más que un placer superficial, o al menos pasajero, no puede complicarle las cosas a la vida de tal forma como para que esta, si tiene convicción, no pueda conseguir el amor. Y cuando juntamos vida y amor, el producido es placer. Ester: Acá volvimos al placer. J. R.: Hablando de esto de la vida, del amor, y también del placer, Facundo Cabral1 nos recita2: “El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación ni por compromiso, sino por amor. Entonces habrá plenitud, y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo, […]”. Ester: ¡Qué lindo Facundo!

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J. R.: Viste, y al menos a mí, una plenitud en la que todo es posible y sin esfuerzo, me suena a placer. Por otra parte, Jeremy Leven3, el autor del guión de la película Don Juan de Marco4, le hace afirmar al protagonista: “Son sólo cuatro preguntas de valor en la vida: ¿Qué es sagrado?, ¿de qué esta hecho el espíritu?, ¿por qué vale la pena vivir?, ¿por qué vale la pena morir? La respuesta es la misma. Sólo por amor”. Tomi: ¡Te encanta esa película!, ¿no?, la has traído varias veces. J. R.: La verdad es que sí. Será que la vi en un momento muy especial de mi vida. Pero bueno. Volviendo a lo nuestro, a pesar de que suena claro en las voces de estos cantores y personajes, creo que nos confundimos o nos confunden para que busquemos más cantidad de placer que calidad de placer. En un mundo en el que consumir es tan importante, los que venden prefieren vender mucho antes que vender bueno, y eso nos termina llevando a buscar excesos de placer, en vez de buscar placer en las cosas duraderas, como el amor. Lo superficial, lo momentáneo, lo pasajero, siempre es más “barato” que lo profundo. Lo superficial es descartable, y de lo descartable terminamos comprando más unidades. Ester: Se puso serio. J. R.: Un poco nada más. Volviendo un poco más a la literatura, Juan Luis Vives5, en El tratado del alma6, nos dice: “Ciertamente, hay hombres de índole tan brutal que se dejan llevar sólo de los placeres de los sentidos; mas nosotros debemos mirar a las almas superiores y de mayor nobleza, que se deleitan más con los sentidos interiores que con los - 228 -


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externos, con el pensamiento antes que con la fantasía, y dentro del pensar con la reflexión principalmente […]”. Tomi: No vale llevar agua para el molino propio. J. R.: (risas)… Un poquito sí. Es que a mí particularmente la reflexión me causa placer; pero como todavía nadie me puede cobrar por reflexionar, y sí por lo que tiene que ver con los placeres que percibo por los sentidos exteriores como el tacto, olfato, vista, oído y gusto, reflexionar no lo pone de moda ninguna empresa. Tomi: Desgraciadamente es verdad lo que decís. J. R.: Hoy muchas veces relacionamos placer con cosas que no tienen que ver con el amor sino sólo con la mecánica sexual, que en definitiva nos entra por tacto. No siempre relacionamos el placer con lo que causa vida, sino con lo que la pone en peligro, como las drogas o los excesos de alcohol, que van de la mano con el gusto o el olfato. Nos hemos concentrado en la obtención de placer sólo a través de los cinco sentidos externos. En gran medida dejamos de lado las otras sensaciones que causan placer, y que no tienen que ver con los sentidos básicos. Nos olvidamos, o nos hacen olvidar, de los placeres intelectuales, o de los espirituales, nos conformamos con los placeres sensuales, los de los cinco sentidos externos. Tomi: Claro, y entiendo que no es que eso sea malo, el problema, como decís, son los excesos. J. R.: Es así. Los excesos son siempre malos, y particularmente me asusta esto de que relacionemos el placer sólo con los sentidos básicos, por eso, para ir cerrando, los invito a ser hedonistas pero no tan superficialmente. Propongo que tratemos - 229 -


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de producir placer juntando vida y amor, como en la leyenda griega. Para eso les voy a sugerir otros cinco sentidos que podemos y debemos tener y desarrollar. Estos me los hizo ver hace un tiempo un profesor7 mío. Tomi: A ver, ¿cuáles son? J. R.: Sentido de misión. Tenemos misiones en la vida, debemos buscar placer en esas misiones. Consumir solamente no es suficiente. Tomi: Bien, tener una misión y que sea placentera… está muy bien. J. R.: Sentido de responsabilidad. Para con los demás y para con nosotros también. Estar a la altura de las circunstancias y cuidarnos responsablemente también produce placer y nos preserva para dar placer a otros. Sentido de urgencia. Muchas veces nos necesitan y saber responder cuando nos requieren causa y nos debe causar placer. Ester: Es lindo saber que se puede contar con un amigo. J. R.: Exacto. Sentido común. Para saber discernir qué nos hace mal y qué nos hace bien. Hasta los animales, que sí entienden qué es bueno para ellos y qué no, parecen tener hoy más sentido común que los humanos. Tomi: Golpe bajo, pero es cierto tantas veces, por desgracia. J. R.: Y por último, sentido del humor. La risa cura, y poder reírse de uno mismo es el mejor remedio para reconocer errores, cambiar, y a la larga ser mejores. Ester: Muy buenos…, realmente muy buenos.

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J. R.: Ojalá que podamos darle a estos cinco sentidos algo de la atención que les damos a los otros cinco. Vamos a gastar menos plata en cosas superfluas, y seguramente el placer que produzcamos ha de ser más duradero. Tomi: Realmente excelente, J. R. Me quedo con estos “otros” cinco sentidos: de misión, de la responsabilidad, de urgencia, común y del humor. Voy a ejercitarlos más. Ester: Muchas gracias, J. R. Como siempre, muy placentero escucharte, aunque hoy un poquito más, y quedarse pensando. Ahí tenés… un placer sensual: escucharte con el sentido del oído, y un placer intelectual o espiritual: quedarse reflexionando. J. R.: (risas)… Bueno, bueno, me alegra, veo que me pude explicar. Tomi: Nos vemos la próxima.

Referencias: 1

Facundo Cabral: cantautor argentino nacido el 22 de mayo de 1937 en la ciudad de Balcarce, Provincia de Buenos Aires. A temprana edad, su padre abandonó el hogar dejando a su madre con sus tres hijos, los cuales emigraron hacia Tierra del Fuego, al sur de Argentina. Cabral tuvo una infancia dura y desprotegida, convirtiéndose en un marginal al punto de ser encerrado en un reformatorio. En 1959 ya tocaba la guitarra y cantaba folklore, siendo sus ídolos Atahualpa Yupanqui y José Larralde; se traslada a Mar del Plata, ciudad balnearia a Argentina, y solicita trabajo en un hotel. El dueño lo ve con su guitarra y le da la oportunidad de cantar. Así comenzó su carrera dedicada a la música,

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siendo su primer nombre artístico “El Indio Gasparino”. En su acervo discográfico, (no completo aún) hay varios grabados en vivo como: Cabralgando, Pateando Tachos, El mundo estaba bastante tranquilo cuando yo nací, Ferrocabral y Lo Cortez no quita lo Cabral Vol. 1 y 2, entre otros. Como autor literario fue invitado a La Feria Internacional del Libro en Miami, donde habló de sus libros, entre ellos: Conversaciones con Facundo Cabral, Mi Abuela y yo, Salmos, Borges y yo, Ayer soñé que podía y hoy puedo y el Cuaderno de Facundo. En reconocimiento a su constante llamado a la paz y al amor, en 1996 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo declaró Mensajero Mundial de la Paz. 2

No estás deprimido, estás distraído. Facundo Cabral.

3

Jeremy Leven: Guionista, estadounidense nacido en 1941.

director,

productor

y

novelista

4

Don Juan De Marco es una película estadounidense dirigida por Jeremy Leven, producida por Francis Ford Coppola y protagonizada por Johnny Depp, Marlon Brando y Faye Dunaway. Fue estrenada el 7 de abril de 1995.

5

Juan Luis Vives: (Valencia, 6 de marzo de 1492 -Brujas, 6 de mayo de 1540), fue un humanista, filósofo y pedagogo español. 6

El tratado del alma. Juan Luis Vives. Espasa-Calpe, 1945.

7

Guillermo Fraile. Profesor del Área Académica Dirección Financiera del IAE, y Director del Centro Standard Bank Conciliación Familia y Empresa.

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02-10-08. El hedonismo, unplugged

Comenté en la columna anterior que se denomina hedonismo a la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida. En verdad no sólo la búsqueda del placer, sino también, y a la vez, la supresión del dolor. Esta doctrina se inició en Grecia, algunos siglos antes de Jesucristo, y estuvo desarrollada por varias escuelas. Una de ellas, la cirenaica, fundada por Aristipo de Cirene, que fue discípulo de Sócrates, tenía a su vez relación con la escuela cínica, la de Diógenes (no el perro del linyera de Fontanarrosa, sino el filósofo). La otra escuela se llamaba epicúrea. Los cirenaicos se ocuparon fundamentalmente de cuestiones de ética. Para ellos el bien se identificaba con el placer, aunque éste debía entenderse también como placer espiritual. Para la escuela cirenaica el casi único criterio de verdad se halla en las emociones internas. En cuanto al origen del conocimiento, debía buscárselo en la sensación. Los cirenaicos, entonces, exaltaban los sentidos como la única fuente de adquisición de conocimiento, era una escuela subjetivista. En lo que concierne al supremo fin del hombre debe ser considerado como la felicidad, que para Aristipo, consistía en librarse de toda inquietud, siendo la vía para lograrlo la autarquía. Este término describía una conducta que en general fomentaba el ideal de una vida sencilla, en la cual el sujeto tuviese dominio sobre sus pasiones y acciones, y tuviese como principio de vida el ejercicio de la virtud. Frases como: “No es rico el que tiene más - 233 -


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sino el que necesita menos”, perfectamente por un cirenaico.

podría

haber

sido

dicha

Fíjense qué interesante y qué actual. Exaltar las sensaciones. El fin de la vida es el placer y evitar las complicaciones. Y por último lo subjetivo, o sea lo propio, lo de uno, por encima de lo de los demás. Se parece mucho a como se vive hoy. Placer por sobre todo, no me meto en lo de los otros, no me comprometo con otros para no complicarme, no le presto atención nada más que a lo que yo pienso. Vivimos en tiempos del hedonismo. El punto es “para qué” hay que vivir así. Porque esta escuela decía que había que hacer esto para tener una vida sencilla, dominar las pasiones y ejercitar la virtud. Ahí me parece que se la diferencia bastante de la forma de vivir de hoy. El “cómo” vivir, lo tomamos al pie de la letra, pero el “para qué” vivir así, que en definitiva debe ser más importante, lo ignoramos un poquito. Vamos a escarbar algo más en el tema. El otro maestro del hedonismo fue Epicuro. Este filósofo también se ocupaba de cuestiones éticas. Él planteaba una ética de la reciprocidad. Su enseñanza coincidía con que había que maximizar el bien, o el placer; y minimizar el mal, o el dolor. Para esto predicaba una ética de hacer a los demás lo que queremos que nos hagan, refiriéndose al bien; pero también una de no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan, o sea el mal, o causar dolor. Para lograr lo que Epicuro plantea, hay que pensar en los demás. Una cosa es que crea que mis sensaciones y mi pensamiento deben ser las cosas a las cuales prestar atención, y la otra es creer que los demás no existen, o peor, que son cosas que están allí para ser usadas por mí en la obtención de placer. - 234 -


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Creo que se puso de moda esto del hedonismo por lo que sugerí antes. A todos nos gustan los “títulos”: placer, felicidad, ausencia de complicaciones, etcétera. El asunto es que los que retomaron este tema para ponerlo de moda y vender como locos, dejaron de lado el asunto de la ética, de los demás a los que hay que respetar, en fin, dejaron de lado cosas que en el hedonismo verdadero son tan o más importantes que los “títulos”, ya que son su sentido de ser. Uno de los filósofos contemporáneos que adhieren al hedonismo se llama Michel Onfray.1 Fíjense lo que él, que sí sabe de esto y no está sólo tratando de vender zapatillas o bebidas energizantes, dice del tema del cual estamos hablando en una entrevista2 publicada en 2001: "Se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor. Eso es un hedonismo vulgar que propicia la sociedad. Yo propongo un hedonismo filosófico que es en gran medida lo contrario, del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento. Lograr una presencia real en el mundo, […]”. El verdadero hedonismo, no el vulgar, no se trata de llevar las sensaciones al máximo, no se trata de egoísmos, no se trata de consumir todo lo que se nos cruce para maximizar un placer exacerbado. Onfray nos da el mismo consejo que Fromm: “ser en vez de tener”. Nos sugiere un hedonismo filosófico que él mismo llama contrario al que propicia la sociedad. Nos propone buscar placer, que obviamente no es malo, pero no en el consumir sino en el construir, en una modificación del comportamiento. Ya los antiguos, los fundadores del hedonismo nos hablaban de la ética - 235 -


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de la reciprocidad, de reducir los males al no provocarlos; de pensar inevitablemente en el otro como elemento indispensable para esto de la felicidad, pero no como objeto a nuestra disposición. Aun este autor, con el que no coincido en muchas cosas de las que propone, encuentra un punto en el que podemos acordar. Él se molesta porque se usa el nombre de su filosofía para justificar algo que considera vulgar; yo porque nos dejamos llevar por modas que nos deshumanizan cosificándonos, entendamos lo que es el verdadero hedonismo o no. Cómico, ¿no? El hedonismo actual de brutal consumismo, de exaltación de lo sensual, de lo relativo a los cinco sentidos y nada más, nos lleva a despersonalizar al otro ya que lo transformamos en un objeto capaz de darnos placer, pero placer sensual solamente. Nos quedamos en el placer que sentimos en la piel, cuando lo que verdaderamente nos sugiere el hedonismo es que entremos un poco más profundo, que construyamos y no que solamente consumamos. Consumir es justamente extinguir, gastar. A la larga consumir es igual a desaparecer, a morir. Me pregunto: ¿cómo puede ser el morir causa de placer? Nos confunden o nos confundimos. Lo sensual, lo que se siente en la piel, o en el gusto, o en el olfato, en definitiva en los cinco sentidos, es tan llamativo a nuestro cerebro que no le damos tiempo a sentir más adentro. Usamos los órganos y los aparatos que nos constituyen a un punto ridículo de auto destrucción con tal de sentir un supuesto placer que no es más que una ilusión de corto plazo.

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Tomemos por ejemplo el aparato digestivo y todos los órganos asociados. Nos privamos muchas veces del placer de un cuerpo sano por una alimentación correcta, que es el objetivo de ese conjunto de órganos, y nos enceguecemos por el placer de corto plazo que nos causan comidas inadecuadas en las papilas gustativas, (un ínfimo trozo de ese aparato). Terminamos con cuerpos enfermos –que no causan placer sino dolor y complicaciones–, y con sobrepesos que afectan toda nuestra vida. Otras veces, para seguir modelos de delgadez que nos imponen desde la moda nos privamos del placer de ese cuerpo sano en busca de uno delgado, al punto de llegar a diversas situaciones de dolor como con la bulimia y la anorexia. Los antiguamente criticados ayunos religiosos pasaron a ser un juego de niños, comparados con las dietas no saludables y los excesos de delgadez perseguidos para poder usar un talle cero. Lamentablemente, se podría hacer una equivalencia de estos ejemplos con cada aparato del cuerpo humano, el reproductivo, el olfativo, o casi con cada órgano, y siempre detrás ha de haber una moda que justifica una compra. Seamos hedonistas, pero con criterio. Ni el sobrepeso, ni la anorexia llevan a la felicidad que Epicuro u Onfray proponen. Acá no es cuestión de no venderle el alma al diablo, el asunto es cómo no regalarle el cuerpo a la moda o a la publicidad. Desde que los filósofos griegos se juntaban en algún bar a charlar –perdón la digresión–, la humanidad piensa si debe ir detrás del placer y las sensaciones (hedonismo), o del deber y la razón (estoicismo). Como en casi todo lo demás, según creo, la solución está en el medio. ¡Cómo me gustaría haber sido invitado a esa mesa de café con estos griegos!

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Esta cita3 puede darnos una perspectiva de lo que quiero decir: “Hoy más que nunca, el sentir, no por cierto el razonar, domina la cultura. El poder de las ideas pret a porter (listas para usar) que había surgido de las revoluciones Francesa o Rusa, deja el puesto al poder de la sensología pret a porter, que sostiene o soporta la moda y el gusto de las masas. La ideología es sucedida por la sensología, que produce un desarraigo de la subjetividad, una homologación sin precedente”. El placer exacerbado y sentido sólo en la piel, en gran parte como vivimos hoy, no nos va a llevar más que a consumirnos consumiendo. El deber y la razón al extremo –males de otras épocas tal vez–, tampoco son buenos. No está para nada mal buscar placer, pero hay deberes que también causan placer, hay que encontrarlos, definirlos, aprenderlos. La razón y lo sensual están presentes en el hombre para que los balancee, no para que anule a uno en función del otro. Tenemos la responsabilidad de ser humanos. Ni los animales son tan tontos como para comer de más o de menos, o basura que les hace mal, ¿por qué nosotros con nuestra razón no podemos encontrar el equilibrio entre dejarnos sentir ese placer que nos construye, y construirnos para generar placer para nosotros y para otros en lo trascendente? Otro filósofo4, argentino ahora, nos indica qué debe ser esto trascendente: “En lo humano –‘animal enfermo’, lo calificó Hegel con precisión–, la animalidad –léase naturaleza– está ‘enferma’; es decir, no funciona automáticamente, sino que, más bien,

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está combatida, reprimida, desviada de sus automatismos innatos. Hay que comer, dictamina la naturaleza. La historia personal del asceta o del dietista ordena, al contrario, ayunar, dejar de comer. La naturaleza otorga poderes. La historia los canaliza en estructuras de sentido, en un qué, y por qué, y para qué. Estamos ante la Ley porque estamos ante el qué, y el porqué, y el para qué compartimos con los demás. Algo que no es yo, que está por encima de mí, o por delante de mí, y hacia donde debo ir”. Hemos, o nos han hecho, llevar la deificación del placer sensual a tal punto, que ya más que la lucha entre el placer y el deber parecemos haber hecho del placer una obligación. Nos obligamos a sentir placer, o nos obligamos para sentir placer. Epicuro le tiraría una piedra por la cabeza a alguien que se destruye y se consume a sí mismo y a su familia con tal de ir quince días al Caribe por unas supuestas vacaciones de placer, o al que se enferma de muerte para sentir el supuesto placer de poder ponerse un talle más chico. Nos confundimos o nos confundieron tanto que nos enfermamos. Es muy probable que yo sea mucho más estoico que hedonista, al menos lo fui durante gran parte de mi vida. Entre otras cosas, la crisis de la mitad de la vida que tuve hace ya bastante, me permitió permitirme un poco más de hedonismo.

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El buen hedonismo es bueno, valga la redundancia o el juego de palabras. Pero si vamos a llamarnos hedonistas leamos un poco más de qué se trata, de otra forma llamémonos consumistas, superficiales, egoístas, suicidas o lo que sea, pero no usemos para definirnos un término que es mucho más profundo que el tercer plato de ravioles con salsa los domingos, una pastilla deshidratante en una discoteca, o incluso un bar de intercambio de parejas. Este hedonismo moderno en el que vivimos les causa mucho más placer a los accionistas de las compañías que nos venden los supuestos elixires de placer que a nosotros mismos. La columna anterior comenzó describiendo cómo el placer es producto de la vida y el amor. Transformemos a ésta en una regla simple para “aprobar” placeres en nuestra vida. Si lo que nos están vendiendo u ofreciendo va en contra de la vida, o del amor, no es placer aunque parezca.

Referencias: 1

Michel Onfray: (nacido en 1959 en Francia). Doctor en Filosofía, enseñó esta materia en el Lycée de Caen de 1983 a 2002. Según él, la educación nacional enseña la historia oficial de la filosofía y no aprender a filosofar. Dimite en 2002 y crea la Universidad Popular de Caen y escribe su manifiesto en 2004 (communauté philosophique). Michel Onfray cree que no hay filosofía sin psicoanálisis, sin sociología, ni ciencias. Un filósofo piensa en función de las herramientas de las que dispone; si no, piensa fuera de la realidad. Sus escritos celebran el hedonismo, los sentidos, el ateísmo, al filósofo artista en la raza de los pensadores griegos que celebran la autonomía del pensamiento y de la vida. Su ateísmo es sin concesiones, expone

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que las religiones son indefendibles como herramientas de soberanía y trato con la realidad. Forma parte de una línea de intelectuales próximos a la corriente individualista anarquista, intentando entroncar con el aliento de los filósofos cínicos (Diógenes), y epicúreos (Epicuro). 2

Entrevista a Michael Onfray por Cecilia Bembire. Diario Página/12, 2001.

3

Occasione o tentazione? Arte di discernere e decidere. Silvano Fausti. Editorial Ancora, 2005. Traducción de la cita por José Ricardo Lucks.

4

El hombre que está solo y no espera. Jaime Barylko. Editorial Planeta, 2000.

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16-10-08. El capitalismo

Tomi: Hola, J. R., ¿cómo va todo? J. R.: Muy bien, gracias y muy buenos días. Ester: Bienvenido, J. R. ¿Qué reflexiones y literatura nos traes hoy? J. R.: Hoy vengo con un tema de mucha actualidad, este asunto del capitalismo que nos tiene a todos locos por estos días con las crisis de las hipotecas y de los mercados mundiales. Tomi: ¡Ah!, muy bien, un tema serio de actualidad. J. R.: Así es, ya que los otros días, en el diario, leí sobre una señorita que había puesto en venta su virginidad en un sitio de subastas por Internet... Ester: (risas)… ¡Ah, no se puede creer! Tomi: Me retracto de lo de serio. J. R.: (risas)… No te retractes, vas a ver que es serio. Según la nota, dicha señorita de 22 años que quiere estudiar para ser experta en terapia matrimonial, tomó esta decisión para poder costearse los estudios. Ester: (risas)… Un fin loable, pero me parece que debería estudiar cocina u otra cosa… J. R.: (risas)… Obviamente apenas se dio a conocer la noticia fue invitada a todos los programas de televisión que se les ocurra, y con esto logró una gran publicidad. Esto que relato sucedió en - 243 -


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Estados Unidos, pero podría haber pasado en cualquier otro lado también. Aparentemente, ella sostenía que vivimos en una sociedad capitalista, y por lo tanto le parecía muy natural el hecho de poder “capitalizar” su virginidad. Más allá de si es totalmente cierto, o un invento de alguien para ganar publicidad, es creíble. Tomi: Algo leí, y es cierto, todavía no se sabe si fue un truco publicitario o es real, pero lo cierto es que no es del todo inverosímil. Si alguien lo hiciese sería de lo más creíble, y acá también aparecería en todos los programas de actualidad, en almuerzos televisivos, bailando con las estrellas y todo el show completo. J. R.: Definitivamente, y por eso me pareció interesantísimo. Lo cierto es que la virginidad siempre fue vendible de una forma u otra. Siempre tuvo valor porque es un bien relativamente escaso, y como sugiere la señorita que remata la suya, esa es una regla básica del capitalismo. Como últimamente, más allá de la que se encuentra en los discos para computadora, la virginidad se ha vuelto aun más escasa, es que en este caso se decía que en la subasta se llegarían a ofrecer cifras siderales, cientos de miles de dólares al menos, incluso tal vez mucho más; y si bien la chica no era fea, tampoco era la mujer más linda del mundo. Ester: (risas)… Pobre chica. J. R.: Pobre va a ser hasta que se haga la subasta… (risas)… en fin. Es impresionante lo que la publicidad y la escasez logran en términos de precio de los bienes o servicios. Evidentemente hay también una demanda creciente e insatisfecha para ítems como la virginidad, lo cual pareciera ser una nueva tendencia, porque últimamente se perdía la virginidad antes que los últimos dientes de leche, pero bueno, las modas cambian. - 244 -


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Ester: Y tal vez volvemos a los cinturones de castidad, si se pueden hacer unos manguitos… (risas). J. R.: En tren de subastar bienes escasos, no me imagino lo que se podría llegar a pagar por cosas como estadistas, santos –de cualquier religión–, enamorados de la verdad y la justicia, próceres capaces de sacrificarse por una causa justa, etcétera. Ester: (risas)… ¡Ya!, J. R., tenía razón Tomi con lo de retractarse de la presunción de seriedad. J. R.: (risas)… Ahí mando. A pesar de estar ahora un poco vapuleado en este momento de crisis, vivimos, como dice la vendedora de virginidades, en un sistema capitalista. Capital viene de raíces etimológicas que lo relacionan con la cabeza, capite en latín. De esa raíz viene capitel, que es la cabeza de una columna por ejemplo. Se relaciona también con algo importante o sobresaliente, fíjense que la capital de un estado es el distrito más importante desde el punto de vista gubernamental. La pena capital es la pena máxima. Se llaman pecados capitales a los que supuestamente son origen de los otros, y así muchos ejemplos. En términos económicos el capital también es conocido como principal –como se dice más bien en ingles–; es el origen, el punto de inicio, desde donde se producen lo intereses. Lo capital, entonces, es lo central, lo principal, lo que manda, la cabeza. Tomi: Muy bien, ahora sí volvemos. J. R.: Esta señorita ha logrado ya capitalizar su virginidad, la transformó en algo principal, central, el asunto es que cuando alguien se la consuma, que quiere decir extinguir, ya no va a tenerla nunca más. Así es con todo, cuando consumimos, cuando las cosas se consumen, desaparecen. Más rápido o más lento, - 245 -


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pero al capitalizar consumimos y al consumir extinguimos. Esta señorita se quedará con algo de dinero, el que le consuma la virginidad tal vez con un buen recuerdo, pero lo capital, lo que supuestamente tenía valor, desaparece. Tomi: Se consumió la virginidad. J. R.: Claro. Ni critico ni alabo este asunto, es lo que es, cada uno que piense lo que quiera y haga con su virginidad lo que pueda. A mí me lleva a pensar que de una u otra forma somos insaciables, consumimos y destruimos capital a nuestro paso, al punto de que ya podemos empezar a subastar virginidades por Internet. En alguna película de ciencia ficción nos compararon con microorganismos, tipo virus o bacterias, que se reproducen a gran velocidad por todos lados y extinguen toda vida que se les cruza, no me parece demasiado exagerada la comparación. Tomi: Sí, en la película Matrix creo que es. J. R.: Lo interesante es que tenemos siempre la posibilidad de cambiar, de usar la cabeza, la cápita, para otras cosas que no tengan tanto que ver con consumir, con extinguir, sino con producir, con generar. No soy un fanático del consumo desmedido en que nos han o nos hemos metido. Creo que eso queda claro. Subastar virginidades por Internet para capitalizarlas no es tanto un problema en sí mismo, sino un síntoma de una sociedad que pareciera no tener límite en cuanto a qué comprar, o a qué ponerle precio. Tomi: Está claro, hemos llegado a extremos un tanto exagerados en algunas cosas, y eso es lo que ayuda a que estas crisis se produzcan.

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J. R.: Les dejo una reflexión de don Alejandro Dolina1, filósofo contemporáneo, entre muchas otras cosas, que alguna vez contó el siguiente diálogo entre un supuesto Satanás y un hombre: “Satanás: ¿Qué pides a cambio de tu alma? Hombre: Exijo riquezas, posesiones, honores, distinciones… Y también juventud, poder, fuerza, salud… Exijo sabiduría, genio, prudencia… Y también renombre, fama, gloria, y buena suerte… Y amores, placeres, sensaciones… ¿Me darás todo eso? Satanás: No te daré nada. Hombre: Entonces no tendrás mi alma. Satanás: Tu alma ya es mía”. Ester: ¡Qué bueno!... muy bueno. J. R.: Podremos disentir en si Satanás, o incluso el alma, existe o no, pero creo que la conversación imaginaria deja el tema bastante claro. Consumir y nada más, termina consumiendo, consumiéndonos. Pensemos un poco si de tanto querer y de tanto consumir no nos estaremos, de a poco, ganando el desprecio hasta de los satanases. Tomi: Muy bueno J. R., a esta crisis mundial de bancos y bolsas de comercio la han llamado varias veces la tormenta perfecta, también en alusión a otra película, pero bien podría considerarse para muchos un infierno. Esperemos que podamos aprender algo de todo esto. J. R.: Espero. Tomi: Muchas gracias y nos vemos la próxima.

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Ester: Chau, J. R., al final te pusiste serio. Un beso y nos vemos. J. R.: Hasta luego y gracias.

Referencias: 1

CrĂłnicas del Ă ngel Gris. Alejandro Dolina. Editorial Planeta, 2003.

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16-10-08. El capitalismo, unplugged

El Muro de Berlín cayó en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989. En estas semanas de octubre de 2008, casi veinte años después, estamos presenciando la caída de muchísimas de las bolsas de comercio de todos los países capitalistas del mundo. Vemos “desaparecer” del mercado cientos de miles de millones de dólares, o euros, en supuesto valor de empresas que siguen fabricando y vendiendo lo mismo que antes, pero que ahora para los inversionistas valen mucho menos que hace unas semanas. La caída del Muro de Berlín se consideró el principio del fin de los sistemas comunistas. Desde ese entonces el mundo sólo sería capitalista. La crisis económica mundial que acaba de empezar puede llegar a ser el principio del fin de un sistema capitalista que “se la creyó demasiado”, dando inicio a otro capitalismo menos acelerado y seguramente, al menos por un tiempo, más regulado e intervenido. Para bien o para mal… ¿quién sabe? Cuando me referí a las crisis, en otra columna hace unos meses, dije que el término significaba momento de decisión. Definitivamente este momento que vivimos es para decidir. En el plano personal habrá que ver qué hace uno para preservar lo que pudo juntar y ahorrar como fruto de su trabajo. Ahí no hay ni comunismos ni capitalismos que cuenten. Desde un punto de vista más “sociológico”, deberíamos decidir en qué mundo queremos vivir, si en uno en el que el capitalismo nos lleve a subastar virginidades por Internet –como en el ejemplo de - 249 -


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la señorita de la columna pasada–; en uno en el que de un día para otro la mayor parte de los activos valgan un décimo de lo que creíamos que valían; o en uno en el que todos trabajemos, podamos ahorrar, podamos tener un buen pasar y planificar para el futuro. Capitalismo o comunismo, los excesos son malos en ambos lados. Este capitalismo desbocado que hemos vivido últimamente, en el que consumir pareciera haberse transformado en el fin de la existencia del ser humano sobre la tierra, nos ha traído a esta época “oscura” que estamos iniciando. La historia de la humanidad nos ha dado cientos de ejemplos de cómo los excesos terminan en barbarie. Le pasó a los griegos, a los romanos, a todos los grandes imperios. Esperemos no caer tanto, esperemos no llegar a que desaparezca la cultura que conocemos, o tengamos que visitar las ruinas del mundo que construimos. Aun si evitamos esto, es seguro que para muchos, el no poder mantener el nivel de consumo a crédito que tenían antes de esta crisis, va a ser tan doloroso como fue para algún griego o romano la invasión de los imperios en los que vivían. Que nos baste con eso. Una periodista llamada Ximena Casas inició una nota sobre tendencias de consumo publicada en el diario El Cronista Comercial del 1 de Septiembre de 2008 de la siguiente manera: “Para las empresas, es clave detectar una nueva tendencia en las costumbres, expectativas y gustos de sus consumidores y transformarla en el producto adecuado antes que su competencia. Por ejemplo, el crecimiento del número de personas que viven solas provocó la aparición de productos en porciones más chicas. Y el aumento de los - 250 -


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artículos premium es una respuesta al deseo de la gente de diferenciarse”. Este párrafo solo me llevó a pensar varias cosas. Primero: ¿de qué pretende la gente diferenciarse comprando productos? ¿No sabe esta gente que cada ser humano es, de por sí, único? ¿Qué producto –que seguramente no se fabrica exclusivamente para un consumidor– puede diferenciar a alguien más que su intelecto, sus sentimientos, su capacidad creativa, en fin, que su personalidad? Es que nos han convencido de que nada de esto que acabo de enumerar es importante; o al menos no más importante que un perfume, que un desodorante, que un auto o que una camisa. La mentira en la tentación de la manzana de Eva es realmente ingenua. ¿Cierto? Pero la primera parte del párrafo es fundamental: las empresas necesitan transformar en productos cualquier cosa que tengamos como expectativa o gusto, porque todo el sistema se sostiene siempre y cuando ellos me puedan vender algo, y yo quiera o acepte comprarlo. ¿Qué pasa si no tengo nuevos gustos o expectativas? Alguien se encargará de creármelas, alguien se encargará de cambiar el modelo de lo que tengo, la norma de transmisión, el sistema operativo o lo que sea, y, con o sin expectativas o gustos diferentes, terminaré teniendo algo que comprar. Este capitalismo ultramoderno que vivimos se basa en un consumismo cada vez mayor y más rápido. Eso hace “inflar” los precios de las cosas. Se inflan burbujas de precio y de crédito –el ahorro se transformó en dinosaurio camino a ser fósil–, y tarde o temprano toda burbuja explota. - 251 -


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Sergio Sinay, escritor, periodista, especialista y consultor en vínculos humanos publicó una columna llamada: “El consumidor consumido”, en el diario La Nación del 27 de junio de 2006. La misma comenzaba de la siguiente forma: “Occidente ha pasado del capitalismo de producción al capitalismo de consumo y, también, de la cultura del trabajo a la cultura del maquillaje. En el capitalismo de producción, como lo indica su nombre, el énfasis estaba puesto en el desarrollo de las fuerzas y los medios productivos, en la creación y fabricación de bienes. Había mucho trabajo puesto en esos productos y el orgullo del productor, ya fuere empresario u operario, nacía en la calidad y durabilidad del bien. En cierto modo, el capitalismo de producción era también de permanencia, de arraigo”. Es auto explicativo, ¿cierto?, no suena para nada mal, trabajo, orgullo, arraigo, permanencia, durabilidad, calidad,… pero sigue: “El capitalismo de consumo se sustenta en la creación constante y creciente de deseos para proponer su satisfacción, antes que en la producción de bienes. Se trata de crear un deseo, hacerlo pasar por necesidad y ofrecerse a aplacarlo. Lo importante ya no es lo que se fabrica, sino lo que se promete. Donde antes había bienes concretos, ahora hay intangibles. Si antes el productor ocupaba el centro de la escena, ahora la clave es el consumidor. De hecho, el desarrollo tecnológico, más otras características de la era globalizada, han hecho que cada vez más productores de carne y hueso (operarios, obreros, técnicos) hayan sido y sean reemplazados por máquinas, mientras los mercados - 252 -


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crecen. En la fase anterior, la palabra durabilidad era medular: el bien debía durar”. Hoy que algo dure es aburrido. El capitalismo de hoy es de volumen, no de calidad, la gente cambia las cosas antes de que se gasten, antes de que se rompan; porque antes de que todo eso pase alguien cambió la moda; además, la nueva unidad es “tan barata”, que por qué no cambiarla. Nos aceleramos y nos pasamos de rosca. Todas las cosas buenas que parecía tener este sistema en el primer párrafo se empiezan a diluir, a desdibujar. El capitalismo necesita de velocidad de rotación y de una u otra forma crece y se acelera, y se hace y nos hace adictos a ese crecimiento y a esa aceleración, ahí es donde se pierde el arraigo, la calidad, en fin, las cosas que mencioné antes. Es como andar en bicicleta, depende de la velocidad. Si uno va muy despacio se cae. Hay que avanzar con una cierta aceleración. De esa velocidad para arriba no hay problema, excepto que “nos hacemos más livianos”, y a mucha velocidad, una pequeña piedrita en el camino puede resultar fatal. El capitalismo no debe ser malo. Tal vez no sea ideal pero, al menos hasta ahora, resultó ser de todos los probados el sistema más razonable. Ojalá que el mundo se dé cuenta de que el capitalismo es como una bicicleta –de hecho es una bicicleta–, si vamos lento nos caemos pero si vamos demasiado rápido, tarde o temprano también, y los golpes son peores. Eso sí, como no sé si el “mundo” va a leer esta columna o no, el asunto de la bicicleta lo deberíamos tomar a título personal. Nuestros capitalismos personales también son bicicletas. Las ruedas de esa bicicleta son nuestras tarjetas de crédito, y la velocidad la ponemos nosotros dejándonos convencer de que - 253 -


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realmente tenemos gustos y expectativas nuevas, o de que el último modelo de teléfono móvil, de televisor de pantalla plana, de perfume o de auto, es “realmente” indispensable para nuestra condición de seres humanos, o nos “diferencia”. Las crisis son momentos de decisión. Vivimos –y vamos a vivir por un tiempo– una crisis de tamaño impresionante y de orden mundial. Tomemos alguna decisión. No vamos a arreglar al mundo individualmente, pero no nos dejemos convencer por los que necesitan vender algo que la solución para el problema es la misma que lo causó: comprar demasiado, consumir demasiado. Dejo para cerrar dos frases, una de Dolina1, con quien también me proveí para la columna anterior. Me pareció una excelente reflexión para un momento de decisión, para una crisis: “El Universo quiere hablarnos. Los astros se esfuerzan por dejar un recado en la puerta del alma. No entenderlo es nuestro destino. No prestarle atención es pecado. Pero lo peor es comprenderlo mal”. La otra es de Stephen Covey2: “Entre el estímulo y la respuesta está nuestro mayor poder, la libertad de elegir”. En la frase de Covey tal vez se podría haber puesto que entre el estímulo y la respuesta “debería estar” el poder de elegir, en vez de “está”, pero él es un optimista. Escuchemos, comprendamos y ejercitemos nuestra libertad de elegir. De nosotros depende que esta libertad de elegir, nuestra, esté donde tiene que estar.

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Referencias: 1

Crónicas del Ángel Gris. Alejandro Dolina. Editorial Planeta, 2003.

2

Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas. Stephen Covey. Simon & Schuster, 1989.

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30-10-08. Los consejos

Tomi: Hola, amigo J. R., bienvenido a Doble Click. Ester: ¡Hola!... hola, J. R. J. R.: Hola gente querida, ¿qué tal? Tomi: ¿Qué nos traés hoy para pensar y salir de esta vorágine en la que estamos metidos? J. R.: Hoy traje unos consejos, que sirven para este período de crisis financiera en el que vivimos, pero también para muchas otras situaciones en la vida. Ester: Bueno, a ver si nos das unas ideas de cómo pasar este lío. J. R.: Esperemos al menos no empeorar la cosa. Lo interesante es que estos consejos están sacados del Martín Fierro1. Ester: ¡Ah, bueno! J. R.: Lo que conocemos por el Martín Fierro es un poema gauchesco, narrativo, que en realidad se publicó en dos partes. En 1872 vio la luz la primera, llamada El gaucho Martín Fierro, y posteriormente, la continuación, que se conoce como La vuelta de Martín Fierro, fue publicada en 1879. Tomi: Hasta ahí sabíamos. J. R.: En este poema, que tiene más de cien años, podemos encontrar consejos que sirven para la crisis financiera mundial de 2008. ¿Por qué es esto así? ¿Es tal vez que José Hernández, su autor, sabía mucho de finanzas globales? - 257 -


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Tomi: Eso ya sería novedad. J. R.: (risas)… Definitivamente no creo. De hecho voy a citar consejos dados por un personaje que ni siquiera se podría asemejar a un fino corredor de bolsa de una gran capital del mundo. El personaje en cuestión es el Viejo Vizcacha, que por vueltas de la vida termina criando al hijo menor de Martín Fierro. Tomi: Consejos del Viejo Vizcacha para la crisis financiera… algo tomó este caballero antes de venir. J. R.: (risas)… Este hombre –que en el mejor de los casos sólo podía calificar como de dudosa moral y reputación– da una serie de consejos; algunos más correctos desde un punto de vista ético, otros menos, pero lo cierto es que muchos de ellos son aplicables y lo seguirán siendo, porque tienen que ver con la sabiduría básica; esa aplica tanto a las crisis financieras del siglo XXI como a las guerras del siglo XV, o a las evoluciones del pensamiento que vayan a aparecer en el siglo XXX. Tomi: Ahora creo entender, porque es más ironía que otra cosa eso de que los finos caballeros de la bolsa… Ester: ¡Tomi!... (risas)… dejalo seguir. J. R.: Consejo viene del latín consilium, que quiere decir entre otras cosas parecer, o sea opinión, pero también, entendiendo la palabra más profundamente, se usaba para referirse a prudencia, buen sentido, o razón. Estos consejos del Viejo Vizcacha tienen que ver con el buen sentido, con la prudencia, por eso me parece que vale la pena recordarlos. El primero dice así: "El hombre, hasta el más soberbio, con más espinas que un tala, aflueja andando en la mala - 258 -


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y es blando como manteca, hasta la hacienda baguala cai al jagüel con la seca". Tomi: Muy bueno. Hasta los más rebeldes caen. J. R.: Claro. Con la bolsa subiendo o el barril de petróleo a 150 dólares la gente se comporta de una forma, cuando la bolsa baja o el barrilito vale la mitad, la cosa se pone “color de hormiga”, como decía un mexicano amigo mío, y los soberbios se ablandan como la manteca. Me hizo acordar el tema de la soberbia, a una frase que leí hace un tiempo y que aseguraba que: “La soberbia y la autosuficiencia sólo se curan con humillación y lágrimas”. Tomi: ¡Qué palazo! Lo malo, a veces, es que la humillación es de unos pero las lágrimas son de otros, o de todos. J. R.: Desgraciadamente es así muchas veces, pero bueno. Hoy debe haber unos cuantos en proceso de curación, seguramente los pañuelos descartables deben estar subiendo de precio por escasez. Creo que el de Vizcacha es un buen consejo para tener en cuenta, ahora, antes de que las cosas vuelvan a subir. Otro consejito de Vizcacha decía: "No te debés afligir aunque el mundo se desplome, lo que más precisa el hombre, tener, según yo discurro, es la memoria del burro que nunca olvida ande come". Ester: Muy bueno también.

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J. R.: ¿Cuándo nos acordaremos de que la memoria es de las armas más importantes que tenemos para no volver a caer dos veces en el mismo error? Éste, como el otro consejo, sirven para la crisis actual, que se pudo haber evitado aplicando la memoria – sea la mundial o la personal–, tanto como para otras cosas en la vida. Lo malo es que en general preferimos olvidar los malos momentos, lo cual es garantía de que los vamos a volver a vivir. Ester: Es verdad, nos olvidamos de que acordarnos nos ayudaría mucho. Tomi: Me quedo también con la parte final de esta frase, ¿no?, porque cuando a los otros les iba bien comían de lo que nosotros producimos, así que ahora sería bueno no criticar tanto a esos a los que ahora les va mal, porque en definitiva nosotros también aprovechamos de lo mismo. J. R.: Muy bien… muy bien. Otro verso del poema le hace decir al personaje: "A naides tengas envidia, es muy triste el envidiar, cuando veas a otro ganar a estorbarlo no te metas, cada lechón en su teta es el modo de mamar". Tomi: Famosísima esta. J. R.: ¿No habrá habido algo de eso acá? Algo de envidia, ¿no será que más allá de que el sistema estaba un poco pasado de rosca de todas formas se podía seguir y componer, pero alguien por envidia a las ganancias de otros dijo la palabra mágica y todo el mundo a correr? - 260 -


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Tomi: Puede ser. La teoría conspirativa siempre es una buena posibilidad, lo que pasa es que me parece que se les fue la mano. O también esto de desear que al otro le vaya mal para poder criticarlo. ¡Que bárbaro este Viejo Vizcacha! J. R.: Cierto, igualmente no creo que lo sepamos nunca si fue envidia o no. Pero nuevamente insisto, esto nos sirve para antes de la crisis y para después también. La envidia es mala consejera…, hablando justamente de consejos. Tomi: Ese es un buen consejo. J. R.: Por último, para cerrar les dejo otro que tiene que ver con qué hacer en el tiempo que nos vamos a ahorrar por no andar envidiando a nadie. Dice así: "Los que no saben guardar son pobres aunque trabajen, nunca por más que se atajen se librarán del cimbrón. Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen". Tomi: Otro de los más famosos, pero más de una vez escuché solo las últimas palabras. Completo es más interesante. J. R.: Es así, ¿no? El ahorro es la base de la fortuna, decía mi abuela cuando me regalaba un chanchito alcancía. Claro que si uno ahorra de su trabajo, y después los ahorros uno los pone en la bolsa, o peor, algún loco gobierno de algún loco país se los confisca o se los transforma en bonos incobrables, de todas formas quedamos con la retaguardia hacia el altísimo. Ester: (risas)… Para no decirlo de otra manera más gráfica.

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J. R.: Igual, definitivamente, es más seguro el guardar, cuando se puede, que el vivir a crédito siempre. Tomi: Menos mal que es el último porque con este consejo perdemos todos los anunciantes. J. R.: (risas)… Así es que vale la pena retomar de vez en cuando lecturas como la del Martín Fierro. Nos puede recordar algunas cosas que sirven para siempre, como no tener envidia, trabajar y ahorrar, tener memoria y no ser soberbio. Estas cosas, aun en boca el Viejo Vizcacha, son buenos consejos, buenas razones, cosas con buen sentido. Tomi: Muy bien, J. R., nos quedamos con tus consejos, o mejor dicho los de José Hernández. No sé si nos salvaran de la caída de las bolsas de valores, pero al menos sirven para quedarse pensando un poco y tratar de ser mejores. Buenos consejos. J. R.: Me alegro, gente. Hasta la próxima. Ester: Chau, J. R., coincido con Tomi, buenos consejos. Nos vemos la siguiente semana. Aunque lo de ahorrar lo voy a pensar un poco, porque con este lío y empezando la primavera mejor me voy a comprar ropa. J. R.: (risas)… Bueno, bueno, que lo disfrutes. Tomi: Chau, nos vemos la próxima.

Referencias: 1

Martín Fierro. José Hernández. Editorial Longseller, 2007.

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30-10-08. Los consejos, unplugged

La literatura está llena de consejos. Tal vez no sea más que eso. Tal vez se pueda decir, sin exagerar demasiado, que la literatura no es más que un gran consejo. Están obviamente los libros de autoayuda, que son consejos puros. Hay libros de ética o de filosofía, que ponen de manifiesto una forma de pensar, o un supuesto obrar correcto, con lo cual son de alguna forma consejos de cuáles conductas debemos seguir y porqué. Parecidos a estos están todos los libros religiosos, santos o no. Incluso las novelas, al menos las buenas, tienen un argumento y ponen de manifiesto una forma de pensar sobre algo. En las novelas a alguien le va bien o le va mal, y por lo tanto, implícitamente, aunque más no sea, hay una opinión del autor en cuanto a qué se debería haber hecho o qué no. Otras formas de literatura: los cuentos, gran fuente de consejos. La poesía, origen también de letras para temas musicales, exalta valores, cuenta conductas de las que el autor se queja o se alegra, recuerda con nostalgia o proyecta con esperanza; más o menos obvio, conductas recomendadas, opiniones con valoración que el autor transmite. Seguramente estoy exagerando: ¡No me haga caso!... ahí fue un consejo. Debe ser algo innato en la naturaleza humana. Vivimos, nos comportamos de una forma u otra y creemos –tal vez con razón– que a los demás les puede servir, les podemos servir.

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Damos miles de consejos, aunque no siempre somos receptivos a los de los demás. ¿Por qué algo que nos gusta tanto dar no pareciera ser tan bueno al recibirlo? Debe ser de las pocas cosas que mujeres y hombres estamos más dispuestos a prodigar, que a obtener o requerir de los demás, y eso que son gratis. Un amigo mío, José Castaña, boxeador de profesión, lo justificaba diciendo: “Es como en mi actividad, viejo, es mejor dar que recibir”. Un viejo refrán, que yo repito mucho como aconsejando, pero, que evidentemente no termino de entender, dice: “La experiencia ajena no le se sirve a nadie”. Un consejo que nos aconseja no aconsejar. Una paradoja. Nos aconsejan no dar consejos basándose en una experiencia que no le sirve más que al que la vivió, o sea al que nos está aconsejando y diciendo que su experiencia no nos sirve, a pesar de que de alguna manera nos pide tenerla en cuenta. El humano necesita comunicarse, y lo único que puede comunicar es en definitiva a sí mismo. Lo hace hablando, escribiendo, cantando, caminando por la calle, usando un tipo de ropa o practicando un deporte. En esas actividades, lo queramos o no, lo sepamos o no, hay consejos, hay elecciones que hemos hecho y que consideramos correctas, hay decisiones tomadas y que con más o menos fuerza, con más o menos énfasis, muchas veces con buena intención intentamos o pretendemos imponer en los demás. Consejos. Algunos dicen que en realidad los consejos no son más que materializaciones del amor. El que aconseja ama. Otros piensan que un consejo no es más que una muestra de soberbia, de - 264 -


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engreimiento. Unos aconsejarán darlos por amor, aunque se supone que el que ama acepta al otro como es; otros aconsejarán, desde su soberbia, no aconsejar ya que sólo mostraríamos lo engreídos que somos. No van a negarme que resulta agradable cuando alguien nos pide un consejo. Lo cierto también es que normalmente cuando nos los piden no sabemos qué decir. Los consejos mejores son los que nos salen sin que nadie nos los pida. Cuando nos requieren nos ponen a pensar, pero aparte nos traspasan responsabilidad, y eso no le gusta a nadie. Por eso, para que nos pidan consejos, pero no de lo que el otro necesita sino de lo que estamos pensando en cualquier momento, es que este consejo siempre me pareció interesante: “Sonríe, esto hace que las personas quieran saber lo que estás pensando”. Consejos, consejos y más consejos. Debo estar exagerando. Siga mi consejo: no me haga caso.

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13-11-08. El demiurgo

Tomi: Hola, J. R., bienvenido. J. R.: Gracias, muy buenos días. Ester: ¡Buenos días!... buenos días. ¿Qué nos has traído hoy? J. R.: Hoy les voy a hablar del demiurgo, o más bien de los demiurgos. No es una palabra de las más usadas, pero tiene un significado sencillo. Básicamente quiere decir creador. Para algunas filosofías es la entidad impulsora del universo. Para otras es directamente un dios creador del mundo y autor de lo conocido. Uno de los que pensaba esto último era el filósofo griego Platón. Tomi: A ver qué nos decís de esta palabra. J. R.: Demiurgo viene del griego demios, que significa público o popular; y de ergon, que significa trabajo, hecho, obra. La palabra compuesta se traduce literalmente como el que trabaja para el público. Se la entiende como artesano, maestro y en sentido figurado, creador, hacedor. Tomi: Hasta ahora, entendimos. J. R.: Para Platón existía la materia, que era informe y caótica, y las ideas que eran perfectas. El demiurgo se compadece de la materia y copia en ella las ideas dándonos así el mundo de nuestra realidad. Obviamente estas ideas perfectas eran las ideas del dios creador, del demiurgo, no nuestras ideas de las cosas. Para Platón, el mundo de las ideas era el perfecto, y el de la materia una copia imperfecta de aquel. - 267 -


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Ester: ¿Este muchacho me está complicando la vida, o me parece a mí? Tomi: Sí, creo que hoy vino un poco rebuscado. J. R.: (risas)… ya va a llegar el gancho con la realidad, pero déjenme contarles la historia completa. Tomi: Dale, dale, hace como si el programa fuese tuyo. J. R.: Gracias. Esto que comentaba Platón lo explica en forma metafórica en el libro VII de su obra La República1, cuando expone cómo los hombres conocemos las cosas, y al plantear la existencia de dos mundos, el sensible (conocido a través de los sentidos), y el de las ideas (sólo accesible mediante la razón). Tomi: Seguimos volando. J. R.: (risas)… Él pedía imaginar a la gente encadenada en una caverna, obligada a mirar hacia el fondo de la misma. Por la puerta de la caverna pasaban los verdaderos seres –las ideas perfectas–, la gente, por lo tanto, sólo podía ver las sombras de estos seres proyectados en el fondo de la caverna ya que no podían darse vuelta para ver hacia el exterior. Cada uno pensaba, equivocadamente, que esas sombras o proyecciones que veía eran las cosas reales. En el pensamiento de Platón, estas sombras proyectadas son a las realidades lo que la materia es a la idea. Una mesa, por ejemplo, es a la idea de mesa, o dicho de otra forma a la mesa ideal, sólo una expresión menor de lo que la idea representa. Ester: Sería como escuchar este programa de radio, u otro que sea ideal.

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J. R.: (risas)… Más o menos. Sobre esto se habló, se filosofó, y se discutió desde Platón hasta ahora. Hubo distintas formas de interpretar este pensamiento, y obviamente mucha divergencia. Tomi: Claro, me imagino, hasta que se pusieran de acuerdo… J. R.: Lo que plantea, básicamente, es que lo que creemos de las cosas no es lo que las cosas realmente son, sino sólo nuestra percepción de la realidad. Lo interesante, es que esto de la caverna y las sombras de la realidad proyectadas me pareció algo muy similar a lo que nos pasa hoy con los medios de comunicación, y particularmente con los políticos que nos hablan a través de los medios. Tomi: ¡Ahí aterrizó!... ya me parecía que tanta filosofía abstracta iba a caer como martillazo sobre algo en algún momento. J. R.: (risas)… Hoy tenemos la capacidad de recibir noticias de todo el mundo, pero no estamos viendo la cosa real, sino una proyección de esta cosa. Y de una forma u otra acá el que hace de demiurgo es el que transmite y, o, el que da el discurso, porque nos hace ver, o nos deja ver, muy probablemente, la parte de esa realidad que le conviene. Lamentablemente, si bien no estamos encadenados como los personajes de Platón, pareciese que alguien nos tuviese atornillados a la silla enfrente del televisor. Ester: ¡Eso, la tele tiene la culpa!, la radio no. J. R.: La radio de vez en cuando. Al demiurgo de Platón lo hicieron morir diversos filósofos, particularmente Nietzsche, pero aun él mismo dice que como a la gente no le gusta esforzarse, se busca alguien nuevo que oficie de demiurgo, o sea que le muestre una proyección de la realidad. - 269 -


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Tomi: Algo de razón tenía. J. R.: De allí, a preferir opiniones de y por los medios, en vez de los hechos reales y cada uno sacar sus propias conclusiones, no hay distancia. Para Nietzsche los nuevos demiurgos fueron en su época los estados, hoy son en gran parte, además, los medios de comunicación. Unos y otros tienen gran capacidad de transmitir y de ser los que definen cuál es la idea que ha de ser realidad. Tomi: Aunque sean mentiras. J. R.: Exacto, por eso les traje una cita de un libro muy interesante sobre falacias.2 Algunos de sus párrafos dicen así: “Las falacias son un mecanismo que utilizan las culturas para evitar la responsabilidad de una situación y llevan a desarrollar permanentemente soluciones aparentes que luego resultan disfuncionales. Sólo el contexto científico, o el largo plazo, hacen que la realidad triunfe sobre la falacia. Cuanto mayor la incertidumbre del contexto, mayor es la difusión de las falacias […]. En el largo plazo las falacias destruyen lo que se construye, pero en el corto, las falacias construidas con mucho talento […] permiten construir pirámides de fantasías y hacerlas parecer reales. La falacia genera una disminución de la responsabilidad del hombre en su acción frente al medio, ya que le permite enfrentar realidades sobre la base de falsos razonamientos y llegar a falsas conclusiones que luego busca explicar depositando el problema en otros”. Tomi: ¡Qué buena serie de ideas! - 270 -


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J. R.: Me pareció fantástica la descripción y la actualidad de la cita. Hoy estamos en un contexto de incertidumbre. Hoy estamos rodeados de demiurgos creadores de imágenes de supuestas realidades que nos quieren hacer creer para que vivamos de la forma que ellos quieren, o votemos lo que a ellos les parece. Ester: Al final en la caverna estábamos más protegidos. J. R.: (risas)… Parece. No es mi intención demonizar ni a los medios ni a los políticos, en ambos casos ellos se arreglan solos para auto demonizarse, mi punto es que podemos salir de la caverna, podemos ir afuera y mirar la realidad tal cual es, en vez de las sombras que alguien nos proyecta con la intención de que la creamos realidad. Ya Platón, hace más de dos mil años, nos decía que los problemas de percepción deben y pueden ser evitados. En su alegoría había que romper las cadenas y salir a la realidad utilizando la razón. Tratemos de hacerle caso, no nos perdamos en un par de discursos televisados, o en los que luego de los discursos los critican en la misma pantalla; pueden ser dos falsos demiurgos entreteniéndose con nosotros. Tomi: Muy bueno, como siempre, J. R. Nos asustaste un poco al principio pero terminaste más aterrizado. J. R.: Bueno, me alegra. Ester: Hasta la próxima, J. R., y gracias, como siempre J. R.: Chau, gente, gracias a ustedes. Tomi: Nos vemos, y a dejar de creer en demiurgos con intereses creados.

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Referencias: 1

La República. Platón. Espasa Calpe, 2007.

2

El Origen de las Falacias Humana. Peter Belohlavek. Editorial Blue Eagle Group, 2005.

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13-11-08. El demiurgo, unplugged

Al pobre demiurgo de Platón1 lo fueron matando de a poco. Voy a mencionar sólo algunos de los filósofos que jugaron con la idea, como para poder entender un poco la evolución de este tema. Uno de los “famosos” que algo tiene que ver con este asunto es Hegel2. Con Hegel, el proceso del pensar se convierte en demiurgo. El filósofo alemán dice entre otras cosas: “Todo lo racional es real, y todo lo real es racional”. Cualquier semejanza con otra frase que hiciera conocida el ex presidente Juan Domingo Perón3: “La única verdad es la realidad”. no es pura coincidencia. Hegel era un filósofo idealista, al igual que Platón. Pero en Platón, si bien podía ser alcanzado razonando, es como que ese mundo perfecto de las ideas estaba “fuera” del razonante, por eso el hombre debía alcanzarlo. En Hegel pareciera que lo real es fruto del razonamiento, por lo tanto fruto del que razona, o de alguien que razonó. Esta idea no nace con Hegel, en realidad ya se le había ocurrido algo parecido a Descartes4, cuado dice: “Pienso, luego existo”. Con estos filósofos el demiurgo comienza a mudarse dentro del razonante.

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Una cosa es que el razonamiento nos acerque a lo ideal, y otra muy distinta es que lo racional sea real, porque lo racional es producto del que razona, el que razona es el hombre, y por lo tanto la realidad sería subjetiva. El hombre hace la realidad pensándola. Si bien pudiésemos pensar que hay sólo una lógica verdadera, y por lo tanto un solo razonamiento válido, lo cierto es que en la práctica esto no ocurre. Hegel subjetiviza; si bien no define la realidad sólo como lo que percibimos –subjetividad total–, sino como lo pensamos, eso no la hace menos subjetiva. Desde Descartes, Hegel aporta indudablemente en este proceso, el hombre, al menos el ilustrado, deja de “esperar” y de confiar “ciegamente” en demiurgos externos y empieza con su razón, con su ciencia, a ser protagonista. Otro “famoso”, pero que reacciona contra esta idea de Hegel, es Marx5. Carlos Marx no es idealista, es materialista. Para él lo que existe es lo material y el humano lo percibe; eventualmente, después, lo pensará. Lo material, para Marx, está allí “antes” de ser pensado. No habla de demiurgos o de entes metafísicos – más allá de lo que la ciencia física pudiese explicar–, de dioses o creadores. Marx le dice a Hegel en su libro El Capital 6: “Para Hegel, el demiurgo de la realidad es el proceso de pensar, al que convierte en un sujeto autónomo bajo el concepto de la ‘idea’, siendo la realidad tan sólo su apariencia externa. En mi caso es al revés, la idea no es otra cosa que la realidad material, transformada y traducida dentro de la cabeza humana.” Marx explica al hombre como un ser de carne y hueso, producido por la historia económica. Casi podría decirse que el demiurgo pasa a ser esta historia. La realidad es consecuencia - 274 -


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de sí misma en la historia. Cuando Marx habla de “realidad” hace referencia al contexto social e histórico, asegura que el hombre “es” sus relaciones sociales. Aparece un poco más tarde mi gran amigo –con el cual no coincido casi en nada, pero al que no puedo dejar de leer y citar– Friedrich Nietzsche7. Nietzsche proclama que dios ha muerto, y ha muerto porque el hombre lo ha matado. El hombre no necesita creer en demiurgos creadores según Friedrich. El hombre debe crear – más bien el superhombre de Así hablaba Zaratustra–, no creer. Un tiempo antes, Schopenauer8 había afirmado que el hombre es voluntad de vivir. O sea que el hombre “es”, mientras y porque quiere vivir. Nietzsche ataca esta idea afirmando que el hombre es voluntad de poder, y que esta voluntad de poder va aun más allá, incluso en contra si hace falta, de la voluntad de vivir. Si alguien está dispuesto a arriesgar su vida por algo que quiere, claramente esta voluntad de poder es más fundamental que la de vivir. En Nietzsche el concepto de voluntad de poder tiene que ver con obtener y aumentar lo obtenido. En su pensamiento si obtenemos algo y no buscamos aumentarlo, alguien nos terminará quitando lo que obtuvimos. ¿Cómo se conjuga todo esto con la idea del demiurgo de Platón? Al haber el hombre matado a dios, ya no hay un ente externo que crea la realidad. Cada hombre tiene que crear su propia realidad, e imponerla en función de su voluntad de poder. La forma de conquistar y aumentar es ser demiurgo de su propia realidad, e imponerla.

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Nietzsche declara que el hombre es –o debe ser– demiurgo; lo que el hombre toma lo transforma en su realidad, y su voluntad de poder lo hace imponer su realidad a sus sometidos. Nietzsche dice: “No hay hechos, hay interpretaciones”. Hegel y Marx habían acercado el poder creador al hombre, sea en el pensamiento o en la historia social como demiurgo de sí misma, Nietzsche lo pone definitivamente en manos de los que tienen mayor voluntad de poder, que van a ser los que van a querer imponer sus interpretaciones, ya que hechos no hay. Para Nietzsche el hombre “común” queda un poco desamparado al no tener una realidad impuesta por un creador externo –de lo cual se da cuenta después de haber “matado” a dios–, por lo tanto lo reemplaza por los estados. Los demiurgos de Nietzsche son los estados, o mejor dicho las personas que los forman. Su idea de voluntad de poder llevada a líderes de estado le hace a él, y posteriormente a gobernantes que lo toman como filósofo primordial en sus ideologías, mucho sentido. Las interpretaciones que para el hombre común serán realidad, son las de los que imponen su voluntad de poder. El resto no existe, (en realidad sí existe, pero si nadie lo ve es como si no existiese), al menos hasta que explota en una revolución, en un atentado terrorista, en un corte de ruta, o en cosas por el estilo. Este es en gran medida el mundo en el que vivimos hoy. Luego de estos filósofos todas las corrientes que hablan de lo subjetivo como primordial florecen y se desarrollan. Los estados totalitarios declarados de la primera mitad del siglo XX son

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consecuencia de este pensamiento, y los estados totalitarios no declarados de la actualidad también. Hay otros dos jugadores de la dinámica social y económica, que Marx enunciaba, que también tomaron estas ideas. Las empresas que venden cosas para crecer y ganar dinero, y los medios de comunicación que venden publicidad a estas empresas. Más allá de los individuos y de la aplicación de todas estas teorías filosóficas a lo personal, el efecto causado por este concepto puesto en empresas que hacen publicidad de sus productos, en medios de comunicación que pretenden mayores audiencias para vender publicidad más cara a las empresas que venden productos, y en estados que buscan votos, es impresionante. ¿Cómo imponen la realidad las empresas, o mejor dicho la interpretación que quieren que creamos? ¿Qué tal pensar en la moda, por ejemplo? ¿Es la moda lo que la gente quiere o le conviene usar? ¿O es lo contrario de lo que fue moda hace solo un instante para poder volver a vender zapatos, carteras, pantalones, camisas, etcétera, etcétera? La realidad de lo que se va a usar es, tal vez, la voluntad de poder de los que venden, hecha nuestra interpretación por alguien que creó esa realidad para su conveniencia. ¿Cómo imponen la realidad los medios? José Pablo Feinmann, en su programa televisivo Filosofía [aquí y ahora], habla sobre esto y lo ejemplifica más o menos como sigue: Qué tal un trascendido a confirmar en la radio por la mañana, que en el noticiero del mediodía se amplía con reportajes a los supuestos involucrados. Por la tarde, con la polémica ya generada sobre las - 277 -


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declaraciones, se publican un par de encuestas de opinión. En el noticiero de la tarde ya toma cuerpo y hay una noticia, que luego en el programa de opinión de la noche debaten y discuten líderes de opinión. Al día siguiente se publican en los periódicos de la mañana las repercusiones, y se prometen investigaciones a ser transmitidas en el noticiero vespertino. Qué tal cuando todos los medios nombrados son del mismo grupo económico. La realidad creada por los políticos es bastante más burda. No hay un solo discurso que hable de los aspectos positivos y negativos de una medida. Los positivos son argumentados por los oficialistas, y los negativos por los opositores. Pareciera que todos son, y nos terminan haciendo, tuertos. Verdades parciales, que son tan nocivas como las mentiras burdas, son interpretaciones impuestas como realidad por discursos y pseudo debates parlamentarios. Pareciéramos vivir en el mundo que Nietzsche imaginó, aunque él lo que quería era evitarlo. Se cambió a su eterno enemigo, las iglesias –que según él nos imponían un demiurgo que no existía–, por otros que sí existen; y no solo eso sino que estos modernos aparte se reproducen. Nada de superhombres creadores nietzscheanos, sólo rebaños a los cuales las realidades les son impuestas para cobrarles algo a cambio de la “última moda” o de la “última noticia”; o sacarles algún voto a cambio del “último subsidio” o la “última prebenda”. Dirán que soy un poco negativo. Puede ser. Prefiero creer que no es así, prefiero creer que entendiendo que cada vez estamos más encerrados en una caverna –en la cual ahora ya no se proyectan sombras sino imágenes en plasmas de 42 pulgadas– puedo darme cuenta de que detrás de mí hay decenas - 278 -


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de demiurgos que no merecen serlo. Puedo darme cuenta de que no estoy encadenado, y de que mi opinión de la realidad no tiene por qué depender de la proyección de una interpretación de otro, sino de la mía. Nietzsche tenía razón en muchas cosas (aunque yo no esté de acuerdo). Ahora, si en su época, en la cuál no había ni plasmas ni aires acondicionados que nos mantuviesen adentro las cuevas, él decía que la gente prefería la realidad digerida por otro en vez de buscar sus propias ideas, ¿qué podemos esperar hoy con 180 canales en los televisores? Para Nietzsche –y créanme que los actores sociales que mencioné antes confían en él como si fuese dios y no hubiese muerto–, la verdad la impone el poder. Podría volver a recordar la frase de Perón: “La única verdad es la realidad”. ¿Se entiende?, la única verdad es la realidad; la verdad la impone el poder; por lo tanto: la realidad la impone el poder. Fíjense qué interesante. El filósofo sostiene que dios mató al hombre porque este dios, este demiurgo de la realidad, le pedía al hombre, a cambio de esa realidad, demasiado –fe, sacrificios, compasión, cumplimiento de reglas, etcétera–, por eso el hombre se cansa y, dejando de creer, lo mata. El problema es que como crear la propia realidad es un trabajo importante, el hombre cambia a este demiurgo por otros, los estados; aunque también puede ser la ciencia, la nacionalidad, incluso hoy una compañía que me dice que su gaseosa me hace “diferente”, u otra que proclama que sus zapatillas deportivas son lo único por lo que vale la pena vivir.

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Me pregunto: ¿cumplir un par de mandamientos o ir a un templo de vez en cuando, no era más “barato” de lo que me piden a cambio de sus realidades estos nuevos demiurgos? Cada uno sabrá la respuesta a esa pregunta, pero por lo que más quieran – dios o un par de zapatillas–: hágansela. Si fuimos capaces de matar a dios: dejar de tener fe en un multimedios disfrazado tras varias marcas y en sus “pastores” distribuidos en los distintos horarios, o dejar de rendir culto a una tarjeta de crédito, o de entregar el cuerpo –el alma no les importa– a una ideología política, debería ser bastante más sencillo. Si no quieren resucitar a dios no lo resuciten, pero si dios no merece ser demiurgo, los que tenemos hoy menos. Después de todo, Nietzsche tenía razón, estoy tratando de imponer mi voluntad de poder, lo que yo considero verdadero, mi interpretación de los hechos… No me deje “someterlo”. Hágale caso a Platón y salga de la caverna, razonando. Deje de ver imágenes proyectadas por otros, incluidas las mías.

Referencias: 1

Platón: (circa. 427 a. C. /428 a. C. – 347 a. C.) fue un filósofo griego, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles, de familia nobilísima y de la más alta aristocracia. 2

Georg Wilhelm Friedrich Hegel: (27 de agosto de 1770 – 14 de noviembre de 1831), filósofo alemán.

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3

Juan Domingo Perón: (8 de octubre de 1895 – 1 de julio de 1974) fue un político y militar argentino, creador del movimiento peronista. 4

René Descartes (31 de marzo, 1596 – 11 de febrero, 1650) fue un filósofo, matemático y científico francés.

5

Karl Marx: (5 de mayo de 1818 – 14 de marzo de 1883) fue un filósofo, historiador, sociólogo, economista, escritor y pensador socialista alemán. 6

El Capital: Karl Marx. Editorial Siglo XXI, 2002.

7

Friedrich Nietzsche: (15 de octubre de 1844 – 25 de agosto de 1900) filósofo, poeta y filólogo clásico alemán, fue uno de los pensadores modernos más influyentes del siglo XIX. 8

(22 de febrero de 1788 – 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán.

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27-11-08. Las utopías

Tomi: Hola, J. R., buenos días. J. R.: Buenos días, aquí nuevamente para conversar un rato. Ester: ¡Qué suerte, J. R.! Buenos días. ¿Qué nos traés hoy? J. R.: Hoy les quiero hablar de las utopías. Utopía viene del griego, y significa literalmente lugar que no existe. En griego topos o topo significa lugar. Pero también se entiende como sitio, puesto, país, territorio, localidad, distrito, o región. Aparte de esto, y me extiendo porque después va a hacer sentido, también se puede usar para referirse a un espacio, una condición o categoría, una ocasión, o una posibilidad u oportunidad. La “u” con la que en español comienza la palabra quiere decir no, o negación o inclusive rechazo. Tomi: Una especie de quimera, una fantasía. J. R.: Si, más o menos. La utopía es un poco mejor. Vas a ver. El término lo inventó Tomás Moro1, quien a principios del siglo XVI tituló con ese nombre a un libro de su autoría en el que describía un hipotético reino, supuestamente ideal. Sólo para que tengan alguna idea de qué se trataba esta utopía de Moro, aquí van algunos párrafos sueltos: “Es un país que se rige con muy pocas leyes, pero tan eficaces, que […], a nadie le falta nada. Toda la riqueza está repartida entre todos.

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El trazado de calles y plazas responde al tráfico y a la protección contra el viento. Los edificios son elegantes y limpios […]. […] se considera como un crimen capital, tomar decisiones sobre los intereses de interés público fuera del Senado o al margen de las asambleas locales. Tal reglamentación se dirige a impedir que el Príncipe […] conspire contra el pueblo, lo oprima por la tiranía cambiándose así la forma de gobierno. Las instituciones de esta república no buscan más que un fin esencial: rescatar el mayor tiempo posible en la medida que las necesidades públicas y la liberación del propio cuerpo lo permiten, a fin de que todos los ciudadanos tengan garantizados su libertad interior y el cultivo de su espíritu. En esto consiste, en efecto, según ellos, la verdadera felicidad. Los utopianos no se contentan con alejar el crimen por medio de leyes penales. Estimulan a la virtud con honores y recompensas. […] en Utopía, como no hay intereses particulares, se toma como interés propio el patrimonio público; con lo cual el provecho es para todos”. Ester: ¿Cuánto vale el pasaje?... yo ya tengo la valija lista. J. R.: (risas)… suena bien, ¿no? En fin. Esa utopía de Moro nunca llegó a ser realidad. Incluso algunos hicieron algún intento pero les salió mal. Ester: Sonamos.

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J. R.: A no desesperar. La definición que nos da la Real Academia Española nos deja una esperanza. Esta noble academia dice de utopía: “Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación”. Tomi: ¡Epa!, no dice que nunca se va a cumplir. J. R.: Exacto. La definición de la Academia implica que lo irrealizable del asunto es eventualmente temporal, ya que lo plantea de esa manera en el momento de su formulación, no para siempre. Tomi: Pensándola así la cosa es diferente. J. R.: Aha, por ejemplo, en algún momento fue una utopía que todas las infecciones pudiesen curarse fácilmente, hasta que se descubrió la penicilina. Alguna vez habrá sido utópico que la mayor parte de la gente tuviese acceso a gran cantidad de información, y hoy Internet ha resuelto en parte esa utopía. Por eso José Ingenieros2,… esta frase creo que ya la trae alguna vez pero igual es maravillosa, nos dice: “En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de mañana palpitarán nuevas realidades”. Ester: Me volvió a gustar. J. R.: Anatole France3, un escritor francés tal vez un poco utopista como Ingenieros, también nos deja una frase que vale la pena recordar. Él nos dice: “La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un porvenir mejor”.

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Por eso, y creo que no sólo en Argentina, sino en el mundo en que vivimos, hay que ser utopista, hay que creer que hoy se puede fundar un país mejor para mañana, en vez de seguir fundiendo el que nos dejaron. Tomi: Veo que “tomamos” un jugo de optimizol en el desayuno. J. R.: (risas)… Hay días que es mejor empezar así. Para cerrar, entonces, les dejo unas estrofas sueltas de una canción4 de Serrat5, que también se llama Utopía como el libro de Moro. Allí van: “¡Ay! Utopía, cabalgadura que nos vuelve gigantes en miniatura. […] ¡Ay! Utopía, incorregible que no tiene bastante con lo posible. ¡Ay! ¡Ay, Utopía que levanta huracanes de rebeldía! […] Quieren ponerle cadenas Pero ¿quién es quien le pone puertas al monte? No pases pena, que antes que lleguen los perros, será un buen hombre el que la encuentre y la cuide hasta que lleguen mejores días. Sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte”. Ester: ¡Muy bueno… cómo me gustó eso! J. R.: Así que si me dejan, les pido ser utopistas, creamos que lo que hoy es imposible, o parece irrealizable, se puede si nos ponemos a hacer algo para que ocurra. No vivamos cada día un ensayo de nuestra propia muerte. Pero ojo, no sólo les pido creer en utopías, sino construir utopías. Construir esas condiciones optimistas que hoy parecen irrealizables, para que eventualmente sean posibles y reales. Creer es el primer paso, pero el segundo, - 286 -


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el de hacer que lo que creemos se haga realidad, es tan importante como el primero. Tomi: Es verdad, J. R., aunque no es fácil, aparte vivimos en unas épocas un poco pesimistas en muchos sentidos, a pesar de los grandes avances tecnológicos. Tal vez todos deberíamos tomar optimizol en el desayuno por un par de semanas. J. R.: Sí, es increíble que con lo que la humanidad logró avanzar, haya cada vez menos idealistas como Ingenieros o France; por eso, hay que hacerle publicidad a las utopías. Construyamos utopías, que si no fuese por los que hace años construyeron las muchas o pocas que tenemos hoy, no tendríamos nada. Construyámosle algunas a nuestros hijos, para que vayamos a merecer haberlos tenido. Tomi: Muy bien, J. R., trataremos de hacerte caso. Por ahora te despido, gracias por la cuota de reflexión y nos vemos la próxima. Ester: Gracias, J. R., nos vemos. J. R.: Gracias a ustedes por darme el espacio para utopizar un poco. Chau, nos vemos.

Referencias: 1

Santo Tomás Moro Mártir: (1478 – 1535) Fue un escritor, político y humanista inglés. Además, se destacó en poesía, fue traductor, canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de negocios civiles e incluso abogado. Su obra más famosa es Utopía, donde relata la organización de una sociedad ideal. Fue ejecutado por orden del rey Enrique VIII, tras sus divergencias frente al surgimiento de la Iglesia Anglicana.

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2

José Ingenieros: (1877 – 1925) Fue médico, psiquiatra, psicólogo, farmacéutico, escritor, docente, filósofo y sociólogo. 3

Anatole France: (1844 – 1924) Escritor francés. Se comprometió en las causas de la separación de la Iglesia y el Estado, y de los derechos sindicales. Se presentó a diputado en las elecciones legislativas de 1914. 4

Utopía, del álbum del mismo nombre. Joan Manuel Serrat. Discográfica Arbola, 1992. 5

Joan Manuel Serrat: (1943), conocido cantautor español contemporáneo, compositor e intérprete, poeta y músico, una de las figuras más destacadas de la canción moderna tanto en lengua española como catalana.

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27-11-08. Las utopías, unplugged

Seguramente pensará alguno de los lectores que las utopías son para los ingenuos, para los cándidos. Y es efectivamente así. No cabe duda. De hecho, las palabras: ingenuo y cándido están emparentadas. Ingenuo viene del latín ingenuus que quiere decir noble, generoso, de buena familia, leal, sincero, honrado. Propiamente significa “nacido en el país”, “nacido libre”. Se forma con las voces gignere que quiere decir engendrar, e in que quiere decir dentro. Parientes de esta familia de palabras son por ejemplo genitum, que asumo no hace falta explicar, ya que el verbo significa producir, causar, originar, o dar a luz. Se usaba esta palabra ingenuus para designar en la antigüedad a los ciudadanos, o a los nacionales de una zona determinada, que eran considerados “parte de”, o nobles, en comparación con los extranjeros no siempre bien recibidos, o al menos sin derechos. Con el tiempo el término noble fue cambiando y dejando de tener que ver con dónde se había nacido, para relacionarse más con cómo uno se comportaba. El ingenuo, el que era noble y por lo tanto actuaba noblemente, fue transformándose en el que por no aplicar picardía en su provecho, no siempre salía bien parado. En estricto porteño, un ingenuo es el que no está “avivado”, entendiendo por esto último a estar al tanto de todos los trucos posibles para no cumplir con lo que la ley exige, o las buenas costumbres recomiendan. - 289 -


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Cándido es sinónimo de ingenuo y quiere decir blanco, puro, inmaculado, leal. El término original es candidus, y en esta familia de términos encontramos candor, que quiere decir resplandor, pureza, blancura inmaculada. Otra palabra relacionada, aunque hoy pareciera ser un pariente cada vez más lejano, que también forma parte del clan del candor, es candidato. Sería excelente que para ser candidato, los susodichos, tuviesen que pasar por un examen de pulcritud, de nobleza, de lealtad… en fin, tal vez una utopía. Por eso, retomando el asunto, no me parece mal que los utopistas sean ingenuos o cándidos, de esa forma las utopías en las que viviremos serán nobles, puras, inmaculadas. Pero para ser utopista no sólo hay que preferiblemente ser ingenuo y cándido, también hay que ser poeta. Tal vez sea un poco utópico pensar que los jóvenes de hoy puedan ser cándidos, ingenuos y poetas, pero si no lo creemos y si no los educamos así, seguramente no lo serán. Se preguntará ¿por qué poetas? Porque las utopías hay que crearlas, y, para volver a escarbar en las etimologías, poseía viene del griego, poiesis, que quiere decir justamente eso. Para la filosofía de este pueblo había tres caminos que permitían a los seres humanos desarrollarse: la teoría, o sea lo que tenía que ver con el conocimiento, con la búsqueda de la verdad; la práctica, refiriéndose a la resolución de problemas; y la poiesis, la búsqueda de la creación, el convertir pensamientos en materia, el hacer. ¿Será demasiado utópico creer en utopías en el mundo de hoy? ¿Será demasiado utópico pensar que todavía quedan cantidad suficiente de cándidos e ingenuos, nobles y puros, como - 290 -


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para imaginar utopías decentes y crearlas? ¿Será demasiado utópico pensar que debemos ser poetas para crear un futuro mejor, hoy utópico pero mañana posible? Yo quiero creer que no es demasiado. Yo quiero creer que es utópico sólo en el más estricto sentido de la palabra, o sea una condición optimista que no parece “hoy” realizable, pero que de ninguna manera es imposible. Por eso escribo lo que escribo. Ojalá usted piense lo mismo que yo. Ojalá entre nosotros podamos creer y crear una utopía que valga la pena ser vivida, y de la cual nadie tenga que escribir un libro como Moro, porque al haberla hecho realidad, no tenga ya sentido presentarla como una utopía.

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11-12-08. Las fiestas

Tomi: Buenos días, J. R. ¿Cómo estás? J. R.: Muy bien, gracias. Buenos días a ambos. Ester: Hola, hola, bienvenido. ¿Qué nos trajiste hoy? J. R.: Como nos acercamos al fin de otro año vale la pena reflexionar sobre las fiestas. Ester: ¡Eso sí que me gusta!... las fiestas, los regalos. J. R.: Entramos en lo que damos en llamar época de fiestas, aunque no son las únicas. Ni siquiera es época de fiestas para todo mundo, no sólo por un tema de religiones –que no festejan nada en esta parte del año–, sino porque no para todo el mundo el año termina ahora, pero bueno. En el pedazo del mundo que llamamos más o menos occidental, esta es la época de fiestas. Ester: No sé por qué, pero me parece que no viene muy alegre el asunto de las fiestas. J. R.: (risas)… ya me hiciste reír, ves, así que bueno. En realidad hay que pensar un poco para que la fiesta sea alegre. Tomi: ¡Ah, bueno!... Pensar para que la fiesta sea alegre. Evidentemente le gusta reflexionar a este hombre. Veamos. J. R.: Fiesta viene del latín festum, y significa lo mismo que en español, celebración, gozo. La Real Academia Española habla de diversión, regocijo, en fin, un rato agradable. Ester: ¿Y por qué hay que pensar para eso? - 293 -


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J. R.: Hay una canción muy conocida de Serrat que habla de las fiestas,1 pero como tiene un par de trucos, según yo, vamos a pensarla por partes según aconsejaba Jack. Entre las primeras estrofas se recita: “Y colgaron de un cordel de esquina a esquina un cartel y banderas de papel lilas, rojas y amarillas. Y al darles el sol la espalda revolotean las faldas bajo un manto de guirnaldas para que el cielo no vea, en la noche de San Juan, cómo comparten su pan, su mujer y su galán, gentes de cien mil raleas”. Ester: Gran tema. J. R.: Esta es la parte buena, compartir el pan, alegría, decoraciones, gente de cien mil raleas. Suena bien. Suena a fiesta. Pero después se arruina un poco, como dije, según creo: “Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha. Juntos los encuentra el sol a la sombra de un farol empapados en alcohol magreando a una muchacha”. - 294 -


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Aquí se mezcla todo, esto me suena más a revuelto que a fiesta. Ester: Tenés razón, aunque así terminan muchas fiestas, esto ya no es tan gozoso. J. R.: El villano y el gusano no son fiesta, no son gozo, no son alegría, son basura, al menos hasta que se arrepientan. No debería uno bailar con ellos y darles la mano sin importarnos su facha. Para peor se emborrachan, se pierden, y terminan magreando a una muchacha, que según el diccionario de la Real Academia Española, es manosear. Esto ya no es fiesta. Esto no es gozo ni alegría. Tomi: Perder la conciencia no es bueno. Evidentemente, más allá de lo de la pobre muchacha y el abuso, el tema de todos revueltos me suena a Cambalache, el tango de Discépolo. J. R.: Claro. Me preguntaba: ¿por qué nos pasa esto a los seres humanos? ¿Por qué pareciéramos encontrarle lado malo a todo lo bueno? Tal vez sea inevitable, tal vez sea parte de ser lo que somos. Ester: Se complicó la fiesta. J. R.: (risas)… Por eso lo más seguro es ir al significado verdadero de las palabras, porque muchas veces por una cosa o por otra nos confundimos. El diccionario no dice de fiesta: exceso, abuso, riesgo de muerte, pelea, etcétera. Si fiesta es gozo, es alegría, es diversión, por qué no buscar cosas cotidianas que provoquen eso, como la sonrisa de un hijo, o de un sobrino, o el encontrarse con un amigo, o el volver a casa y ser bien recibido con lo poco o lo mucho que tengamos. Eso es gozo, eso es alegría, eso es fiesta. Ester: Ahora sí. ¡Menos mal! - 295 -


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J. R.: No entiendo a veces por qué nos complicamos, por qué buscamos sofisticaciones cada vez más raras y caras. Li Po2, un poeta chino, supo decir hace ya como dos mil años: “El mundo está lleno de pequeñas alegrías: el arte consiste en saber distinguirlas”. No creo que sea una exageración. Esas pequeñas alegrías son pequeñas fiestas. ¿Por qué despreciarlas, por qué tener que intoxicarse una vez cada tanto poniéndose en peligro uno y a los demás; si aparte estas pequeñas alegrías encima son gratis, son cosa de todos los días, son cosas de la vida? Tomi: De acuerdo. Son demasiadas presiones, demasiadas malas ondas, y terminamos muchas veces llevándolas a lugares donde no deberíamos, como las fiestas. Sean éstas que llegan ahora, o a las cuales van los chicos a bailar. Esto que recomienda el poeta chino está muy bien. J. R.: Para ir cerrando, ya que llegamos a comprar la vida con una fiesta, viene bien una frase de Aristóteles que también hace como dos mil años nos decía: “Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido”. Ester: Muy buena. J. R.: Yo creo que es un buen consejo, ni mucho ni poco, lo justo, lo suficiente, para no terminar magreando a nadie, ni magreado por nadie. Quedémonos con la primera parte de la canción de Serrat, quedémonos con el consejo de Li Po y con el de Aristóteles. Vamos a pasarla mejor, no solo en esta época que se viene sino todos los días que decidamos hacerlos de fiesta, en algo sencillo, en algo cotidiano y gozoso. - 296 -


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Ester: Está bien, J. R., me convenciste, nada de excesos… y a buscar en lo cotidiano que puede ser tan festivo como una gran celebración. J. R.: Me alegro, doctora, espero que podamos todos buscar algo más de fiesta en lo cotidiano y no arruinarle la fiesta a nadie. Tomi: Gracias, como siempre, J. R. Vale la pena desearte muy buenas fiestas, como las que estás recomendando. J. R.: Gracias, igualmente para ustedes, y nos vemos. Ester: Chau, J. R., buenas fiestas.

Referencias: 1

Fiesta, del álbum Mi Niñez. Joan Manuel Serrat. Discográfica Zafiro / Novola, 1970. 2

Li Po o Li Tai Po: (701 - 762) Es el poeta más famoso y popular de la dinastía Tang, considerada la época de oro de la poesía china.

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11-12-08. Las fiestas, unplugged

La intención no es arruinar la fiesta, de hecho, todo lo contrario, pero sería bueno que no usemos las fiestas para descargar las frustraciones y las broncas del año. ¿Por qué digo esto? El hombre desde siempre ha buscado momentos de desenfreno para descargarse, y desde siempre las fiestas han sido lugares propicios para esto. Las fiestas del desenfreno por antonomasia son las fiestas dionisíacas. Dionisio era en la mitología griega el dios del vino – también conocido como Baco entre los romanos–, inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Adicionalmente es el patrón de la agricultura por su relación con la fertilidad, y del teatro, por lo histriónico de los cultos que se le rendían. Su misión principal era, a través de la música y del vino, terminar con las preocupaciones o las formalidades de las obligaciones para entregarse a un éxtasis desenfrenado y despreocupado, en el cual la pérdida del sentido propiciaba la fertilidad. Es el contrario de Apolo, que se relaciona más con la armonía y la razón. Aparentemente las fiestas dionisíacas duraban siete días, en ellas explotaba la alegría popular. Los que participaban de las fiestas no dejaban de beber y se entregaban a una desmesura que no era permitida el resto del año. En algún momento, hombres y mujeres bailarines entraban en éxtasis y esto llevaba luego a grandes orgías (una excelente forma de asegurar la fertilidad). Hacían entonces el amor como dioses o como locos, - 299 -


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olvidados de sí y del resto del mundo, sintiéndose unidos al cosmos. El objetivo no es criticar a los griegos, aunque la desmesura no es de mis comportamientos favoritos. Lo cierto es que está bastante de moda hoy la desmesura, muchas personas buscan este tipo de excitaciones para poder sentirse bien. La gran diferencia es que en la época de los griegos no había autos para que los borrachos los manejasen, ni las drogas eran tan potentes; ellos tomaban vino rebajado con agua en vez de energizantes potenciados con licores de más de 50 grados; en fin. Eran fiestas verdaderas y no suicidios encubiertos. Creo que la gran diferencia tiene que ver con las razones de unos y de otros. Los griegos lo hacían por la fertilidad. Dudo mucho de que la intención de los dionisistas de hoy sea quedar embarazados. Da más la sensación de que lo perseguido es un escape a presiones auto impuestas y de racionalidades apolíneas que no gustan, como que hay que trabajar y trabajar para lograr niveles de consumo mínimos (y no estoy hablando de alimentación o salud sino de autos, televisores o equipos de música), que si no se alcanzan producen frustración y rechazo. No sé, pero me parece que las fiestas dionisíacas de hoy no sólo son más peligrosas sino además sin sentido. Las griegas quedaban embarazadas después de las orgías. Los dionisistas de hoy no terminan con sus problemas después de la fiesta. La fiesta debe ser buena. La fiesta es gozo, es alegría, no hace falta el desenfreno, no hace falta la embriaguez, o mejor dicho no tiene sentido, porque no es más que una turbación pasajera de las capacidades, o sea que no resuelve, solamente confunde y nada más que por un momento. - 300 -


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Arreglemos nuestras tensiones antes de ir a la fiesta, y si no podemos no pretendamos que la fiesta las borre o las solucione. Festejemos lo que se pueda, sin pretender que el alcohol, las drogas, los cohetes, la velocidad o el sexo desenfrenado arreglen lo que sin todas esas intoxicaciones encima no pudimos. Vamos por verdaderas fiestas. Si una fiesta termina en lamentos, nunca fue una fiesta. Si una fiesta termina con una vida tampoco fue una fiesta. Por esto tal vez valga la pena terminar repitiendo la frase de Aristóteles con la que cerré la columna anterior: “Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido”. No vaya a ser que por salir de una fiesta bebidos, terminemos saliendo sedientos de la vida y antes de tiempo, sin haber podido, o sin haber tenido ocasión, de hacer algo de lo que creamos que tenemos como misión por ser humanos.

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Epílogo

Y termina así otro año de radio, de reflexión, de literatura y de palabras. Nos despedimos con las fiestas, aunque esas columnas no hayan salido de lo más alegres. Concluye uno más de estos trabajos que ojalá logren, aunque más no sea un poquito, difundir literatura y convidar a la reflexión. No es que crea que el mundo va a mejorar mucho debido a esto que hago, pero me conformo con que no se deteriore más. Nietzsche pensaba que cabía la posibilidad de que el hombre fuese sólo un estado “temporal” en la cadena evolutiva, y que tal vez luego involucionase nuevamente hacia su estado primate. Sin embargo se permitía la esperanza –lo cual en don Friedrich es casi mucho pedir– de que esto no terminase siendo así, y que el hombre pudiese evitar tal retroceso de la cultura y del desarrollo de la sociedad. Mucha gente, infinitamente más brillante que yo, ha escrito durante todo este tiempo cosas maravillosas. Yo tuve la suerte de leerlas y por eso me siento en la obligación de difundirlas. Tal vez algún día yo pueda escribir cosas maravillosas como ellos, no lo sé. Lo que sí sé es que sería una pena no aprovechar lo que ya está dando vueltas por allí. Espero haber aportado algo a su biblioteca. Si conoció un autor gracias a este escrito, si salió a comprar un libro que no tenía, o investigó en la web la biografía de alguien que fue citado en estas páginas, yo me doy por satisfecho. Si ahora se suma a este esfuerzo por difundir y reflexionar, entonces ya le debo algo. - 303 -


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Espero haber podido transmitir cosas buenas, espero haber podido compartir temáticas interesantes con usted, lector, o con el oyente de la radio. Después de todo para eso es que uno se comunica. Para eso se inventaron el papel y la imprenta, la electricidad y los transistores. Para comunicarse, para compartir. De una u otra forma todo lo que hacemos comunica. Todo lo que hacemos es para comunicar, para comunicarnos, para dejar algo, para mostrarle algo a alguien, para nos vean, nos escuchen, nos lean, nos huelan, nos sientan. Ojalá que este intento de comunicación tenga algo de valioso. Ojalá que haya aportado algo: el sentido de una palabra, una pista para pensar y reflexionar, un momento agradable,… algo de gozo, algo de alegría, algo de valor. Tal vez sea demasiado pretender que algo de este libro, o alguna de las columnas de radio, haya sido un poquito una fiesta. Yo me divertí, yo lo gocé, para mí sí fue una alegría, para mí fue una fiesta. Si usted llegó hasta esta parte del libro es que asistió a mi fiesta. Gracias por venir. Gracias por haberse quedado. Gracias por haber hecho exitoso mi esfuerzo por comunicarme, al poner usted la única parte que yo solo no puedo. Tal vez algún día yo pueda devolverle el favor… anímese.

Gracias.

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Índice

Prólogo ................................................................................................ - 11 13-03-08. El inicio ................................................................................ - 15 13-03-08. El inicio, unplugged .......................................................... - 23 27-03-08. El desplazamiento .............................................................. - 31 27-03-08. El desplazamiento, unplugged ......................................... - 39 10-04-08. La mujer .............................................................................. - 45 10-04-08. La mujer, unplugged .......................................................... - 51 24-04-08. La coherencia ..................................................................... - 61 24-04-08. La coherencia, unplugged ................................................. - 67 15-05-08. El glamour ........................................................................... - 79 15-05-08. El glamour, unplugged ...................................................... - 85 29-05-08. El egoísmo .......................................................................... - 95 29-05-08. El egoísmo, unplugged .................................................... - 101 12-06-08. El tiempo ........................................................................... - 109 12-06-08. El tiempo, unplugged ....................................................... - 115 26-06-08. El líder ............................................................................... - 123 26-06-08. El líder, unplugged ........................................................... - 129 10-07-08. La crisis ............................................................................. - 139 10-07-08. La crisis, unplugged ........................................................ - 145 24-07-08. La amistad ......................................................................... - 153 24-07-08. La amistad, unplugged .................................................... - 159 07-08-08. Los idiotas ........................................................................ - 165 07-08-08. Los idiotas, unplugged .................................................... - 171 -

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21-08-08. Los juegos ........................................................................ - 179 21-08-08. Los juegos, unplugged .................................................... - 187 04-09-08. La impostura ..................................................................... - 197 04-09-08. La impostura, unplugged ................................................ - 203 18-09-08. La primavera ..................................................................... - 213 18-09-08. La primavera, unplugged ................................................ - 221 02-10-08. El hedonismo .................................................................... - 225 02-10-08. El hedonismo, unplugged ............................................... - 233 16-10-08. El capitalismo ................................................................... - 243 16-10-08. El capitalismo, unplugged............................................... - 249 30-10-08. Los consejos .................................................................... - 257 30-10-08. Los consejos, unplugged ................................................ - 263 13-11-08. El demiurgo....................................................................... - 267 13-11-08. El demiurgo, unplugged .................................................. - 273 27-11-08. Las utopías ....................................................................... - 283 27-11-08. Las utopías, unplugged ................................................... - 289 11-12-08. Las fiestas ......................................................................... - 293 11-12-08. Las fiestas, unplugged .................................................... - 299 Epílogo ............................................................................................... - 303 -

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