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José Ricardo Lucks Sobre Mujeres. - 1a ed. - Don Torcuato : Struo Ediciones, 2008. 192 páginas ; 21x15 cm. ISBN: 978-987-24677-0-8 1. Rol de la Mujer. I. Título CDD 305.42
Diseño de portada y contraportada: José Ricardo Lucks Queda terminantemente prohibida, sin la autorización expresa y escrita del titular del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial con fines comerciales de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático. © 2008, José Ricardo Lucks Primera edición: Noviembre 2008 ISBN 978-987-24677-0-8 Hecho el depósito que marca la ley 11.723
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Agradecimientos y una advertencia
Gracias a la mujer que más tiempo pasó a mi lado en esta vida. La que me enseñó a vivir respetando al otro –especialmente a ella– aunque yo haya aprendido poco. La que me permitió ser padre, haciéndose ella madre. La que me enseñó a tomar café amargo y de la cual siempre dije, al rechazar el azúcar, que con su dulzura me alcanzaba. Gracias a la mujer que me trajo al mundo. A la que le saqué canas. A la que tal vez nunca haya podido demostrarle, como ella merece, lo que la quiero. Gracias a todas las otras mujeres que conozco, y a las que vaya o no a conocer. De una u otra forma todas influyeron, o influirán, en mí. Advertencia, aunque probablemente debiese disculparme. En el desarrollo del libro he usado algunos conceptos que tomé “prestados” de la psicología y del psicoanálisis. No soy un profesional de la materia, sólo un curioso que leyó y conversó bastante del tema, pero nada más. Así que me disculpo con los que sí saben del tema, si es que alguno de los conceptos está “demasiado” mal usado, y a los no versados en el asunto valga la advertencia de que si esas interpretaciones les interesan, deberían consultar fuentes con más credenciales.
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Prólogo
La Mujer. ¡Qué tema! ¿Quién no habló de la mujer? Sólo por tratar de enumerar de alguna forma los que seguramente abordaron el tema, creo que la lista que sigue aplica. De la mujer, casi con certeza, han hablado: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Varones y mujeres. Feministas y machistas. La iglesia y los gobiernos. Los psicólogos y los jugadores de fútbol. Los músicos, poetas, novelistas y pintores. La inquisición española y las sectas. Los filósofos, los modistos y peluqueros, y el sindicato de mineros de Irlanda... 8. ...y todo el resto del mundo también.
Hay una definición de la mujer que nos ha dado Maitena, humorista gráfica argentina, escritora y, en mi opinión, filósofa, la cual quiero compartir con usted ya que me parece bastante descriptiva y acertada: “Mujeres: Ellas sonríen cuando quieren gritar. Cantan cuando quieren llorar. Lloran cuando están felices y ríen cuando están nerviosas. Luchan por lo que quieren. No toman un ‘no’ por respuesta cuando creen que hay una mejor solución. Andan sin zapatos nuevos para que sus hijos puedan tener los suyos. Van al médico con una amiga asustada. Aman incondicionalmente. Lloran cuando sus niños sobresalen y - 13 -
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animan a sus amigos a que lo hagan. Se les rompe el corazón cuando muere un amigo. Sufren con la pérdida de un miembro de la familia, aunque son fuertes cuando creen haber perdido la fuerza. Saben que un beso y un abrazo pueden curar un corazón herido. Las mujeres vienen de todos los tamaños, colores y formas. Ellas manejan, vuelan, caminan, corren o escriben por correo electrónico para demostrarte cuánto les importás. ¡El corazón de una mujer es lo que hace al mundo girar! Las mujeres hacen más que sólo dar a luz. Traen alegría y esperanza. Ellas dan compasión e ideales. Dan apoyo moral a sus familiares y amigos. Las mujeres tienen mucho que decir y mucho que dar”. Tal vez no todas las mujeres sean así. El mundo está lleno de seres que vienen en muchos “formatos” distintos, y nunca una definición puede abarcar a todos. Creo sin embargo que esta descripción es bastante inclusiva y por eso parto de ella en el prólogo, para que tenga usted una idea de por donde abordaré el tema, o más o menos cómo pienso. Usted se preguntará quién soy yo para escribir, también, sobre la mujer. También puede preguntarse si hace falta otro libro que hable Sobre Mujeres, o qué pretendo decir, o de qué lado estoy. No soy nadie en particular. Probablemente no haga falta otro libro sobre el tema, pero yo tenía ganas de escribirlo. Sólo pretendo compartir lo que creo y pienso, después de todo ese es el objetivo básico de la comunicación. No estoy de ningún lado. El tema de la mujer se presenta muchas veces de forma antagónica: o se está a favor o en contra. O se las ama o se las - 14 -
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odia. O se las presenta como indispensables o se las desprecia pretendiendo usarlas como si fuesen cosas. Particularmente, no pienso de esa forma. No creo que sea un tema de sí o no, de pro o anti. Lo que quiero compartir es una cantidad de cosas que la vida me ha ido enseñando, que he leído, que he experimentado. No intento convencer a nadie de nada. No pretendo tener razón. Siendo varón es evidente que tengo una visión de las mujeres desde ese punto de vista de varón, y sólo desde allí es que puedo compartir lo que pienso, no quiero engañar a nadie. Sé que no soy un experto. He conocido esposa, madre, abuelas, tías, hermana, novias, amigas, suegra, cuñadas, doctoras, abogadas, profesoras, psicoanalistas –unas cuantas–, dentistas, compañeras de trabajo, mujeres en la calle, o en un bar, o en un tren, o en un aeropuerto, etc. No sé si esa cantidad de mujeres conocidas será o no lo que se llama una muestra representativa, estadísticamente hablando –probablemente no–, pero con el tiempo he formado una opinión de ellas. Tuve la suerte de leer y poder investigar distintos puntos de vista de porqué los varones no entendemos a las mujeres, de porqué se nos sugiere amarlas sin preguntar, de porqué algunos creen que ellas sólo deben estar en la cocina, de porqué otros dicen que las mujeres parecen sólo poder ser clasificadas como “madres” o como “locas”, etc. No sé si mi punto de vista, y la ínfima investigación realizada, le serán de algún valor. Este libro no está escrito para intentar cambiar la opinión de nadie con respecto a la mujer, como ya mencioné. Es probable que haya hombres que no estén de acuerdo con muchos de los conceptos que he de desarrollar, así - 15 -
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como seguramente habrá mujeres que no concuerden con gran parte o todo lo que pienso. Dependiendo de su edad y de su contexto social seguramente estará más o menos de acuerdo, le parecerán las ideas más razonable o demasiado anticuadas. Es interesante sentir que uno puede estar en una posición en la que todo el mundo disiente con lo que dice o piensa. Debe ser por eso que me excita correr el riesgo. Gran parte del presente ensayo son mis conclusiones de libros o trabajos leídos por mí, entremezclados con experiencias personales. Obviamente, como siempre que alguien es citado, cada trozo extractado del libro original es de alguna forma sacado de contexto, por lo tanto el hilo que yo he de darle a este trabajo es sólo responsabilidad mía y no de los autores citados. Si no le gusta lo que lee, y ha de disentir con alguien, que sea conmigo. Cada uno de los trabajos citados profundiza seriamente en el tema del que trata, por lo tanto merece la pena la lectura del original antes de sacar una conclusión. El que yo lo haya interpretado de la forma que aquí lo enhebro, no significa que usted no lo pueda hacer de otra manera. He escrito antes libros aburridos y complicados, también algunos que son meras interpretaciones de otros y por lo tanto, probablemente superficiales. Éste no sólo es todo eso sino que aparte, estoy casi seguro, es controversial. Evidentemente la práctica hace que uno se perfeccione, yo, como ya llevo varios escritos, estoy llegando al máximo límite posible de juntar en un solo libro casi todas las posibles causas como para cerrarlo y dejar de leerlo aquí... Ahora, si decide seguir, espero que lo disfrute.
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I – Quién fue primero y para qué servimos
Para empezar a hablar de la mujer, y de su relación con los varones, lo que no deja de ser una parte importante del tema, quiero arrancar desde el principio, o sea: desde la creación. Particularmente en relación con este asunto, me llamó la atención, últimamente, la cuestión de quién fue creado primero, y también de si alguno de los dos tiene su razón de ser en el otro. Tal vez sea trivial lo del orden, pero de alguna forma, el hecho de que se haya impuesto por algunas de las historias de la creación que el varón fue creado primero, y que la mujer fue creada desde él y para acompañarlo, condicionó el modelo cultural hasta hoy. ¿O será que fue al revés y estas historias sólo reflejan la cultura que en ese momento imperaba? Es probable que lo segundo sea más acertado, aunque, una vez escrito, se proyectó, y a quien aún no lo había pensado, o no tenía ese modelo de sociedad, se le terminó imponiendo. Suena graciosa la situación de que si uno es creado a partir del otro y con un fin específico, sólo porque se le ocurrió a alguien hace varios milenios atrás, esa dinámica deba seguirse casi al pie de la letra hasta hace muy poco, si no hasta hoy. Pero en muchos lados, en muchas relaciones, en muchos modelos sociales, es así, me refiero a un supuesto rol secundario y de acompañamiento de la mujer hacia el varón. - 17 -
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No sé realmente quién fue creado primero, pero asumiendo literalmente la tradición judeo-cristiana descripta en la Biblia, el varón llegó antes. La mujer fue creada después, a partir de una costilla del varón, ya que Dios lo vio solo y “decidió” que necesitaba una compañía. Este detalle en la representación de la creación impactó en la cultura –occidental al menos– de tal forma que todo el modelo social se construyó a partir de esto –o se proyectó desde allí el que estaba vigente cuando se escribió el Génesis, Libro del Antiguo Testamento en el que se describe la creación del varón y de la mujer–, y del otro “pequeño” detalle, de que solamente la mujer puede gestar. Es llamativo el asunto, al punto de que se han generado bromas al respecto, como la que dice: “Dios creó primero al varón, es verdad, pero fue para practicar. De esta forma pudo luego crear a la mujer sin los defectos que tuvo el modelo de práctica”. Pero como el ingenio popular nunca descansa, y sólo para ilustrar el antagonismo al que me refería en el prólogo, en sentido inverso también se dice: “Adán negocia con Dios por la creación del compañero perfecto. Dios le promete alguien que lo quiera, que lo comprenda, que lo atienda, que haga todo lo que él desee, que le dé prole y la cuide, sin pedir nada a cambio. Adán negocia con Dios, y como no concede en darle todos los pedazos de su cuerpo que Dios le pide para construir tal maravilla, sino que sólo acepta cederle una costilla, entonces Dios, con tan poco material, sólo consigue crear a la mujer”. - 18 -
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Es obvio que esto no fue ni así, ni de la forma que se describe en el Génesis. En realidad, hasta cierto punto y fantaseando con la idea, me animaría a decir que tiene que haber sido al revés. El varón fue creado después de la mujer y no antes. La dependencia que el varón tiene de la mujer parece siempre mayor que en el sentido inverso. Es bastante más notable la necesidad que los varones tenemos de las mujeres, que la que se registra en ellas por nosotros. De hecho, sólo por un pequeño detalle que la biotecnología está a punto de resolver con la clonación, la mujer prácticamente no necesita al varón más que para recreación, y, obviamente, aun eso es bastante discutible cuando uno les pregunta a ellas. Esto no se verifica a la inversa, ya que por más biotecnología que haya, el varón solo no puede dar vida a un hijo, por lo menos hasta que la gestación pueda ocurrir en algo distinto a un útero femenino. Me animaría a decir, siguiendo esta línea de pensamiento, que el varón tiene como fin en el mundo el de tratar de complacer a la mujer –convengamos que esto, psicológicamente hablando, tiene nombre y se trata en un diván– para que no lo borre de la faz de la tierra. Por eso digo que debe haber sido creado después, o sea, en función de ella. Lo hacemos en general toscamente –en el mejor de los casos–, pero nuestro mayor placer, el de los varones, es “creer” poder complacerlas. Desde el plano sexual, en el cual no “satisfacer” a la mujer es una gran decepción, hasta los regalos caros y en general vacíos de sentimiento, pasando por el más sensible y cultivado tratamiento cariñoso ofrecido, el varón necesita aprobación de sus actos por parte de la mujer. De alguna mujer. - 19 -
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No pretendo con esto reestablecer la teoría de la creación del mundo, solo plantear este tema de la necesidad del hombre de ser aprobado por la mujer que es la razón de su deseo. ¿Por qué para el varón es tan importante creer que puede complacer a la mujer? Puede ser esto parte de la trampa cultural en la cual, supuestamente, el varón provee a la mujer que administra. Aclaración: no me creo lo del rol de proveedor, por eso digo “supuestamente”. Sé que es arcaico y pasado de moda, y que ya no está vigente, etcétera, etcétera… Pero tanto tiempo esto estuvo instalado en la sociedad, que es inevitable, por inercia aunque más no sea, que mucha gente siga actuando, pensando, comportándose e interactuando así, incluso aunque entienda los cambios que se han venido dando en el campo social de la interacción entre unos y otras. Son demasiados siglos de conductas “arregladas” a esos roles como para poder cambiarlas de un día para el otro. Aunque se entienda que ahora ambos en una pareja proveen, y ambos deben administrar, el resto de la psicología y la sociología de la pareja sigue influida por esa “inercia”, que seguramente irá disminuyendo con el tiempo. Este modelo: proveedor-administradora, que ha primado desde la antigüedad y hasta hace muy poco, sea razonable o no, puso al varón, durante mucho tiempo, en posición de salir a buscar y traer. Desde esta posición de proveer: lo que proveo debe ser bueno, y sólo si es aprobado entonces he cumplido mi misión. No reconocerlo es un problema, ya que intuitivamente, sino es que instintivamente, estaremos como varones tratando de dar y que les guste, y para esto, lo más importante es conocer al otro - 20 -
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e intentar entender qué precisa o supone precisar. Si no lo tomamos como una actividad planeada, estaremos constantemente dando cosas que no siempre son queridas, y por lo tanto causando y causándonos frustración. Créame que no pretendo saber o poder determinar qué es lo que quieren las mujeres. No sé si esto es realmente imposible o no, pero no se trata de eso, se trata de que si como sugerí antes: “servimos” para intentar complacerlas, o “creemos” tener cierto rol de proveedores, lo menos que podemos hacer es tomárnoslo en serio. El tema de qué quieren las mujeres –o los hombres, para el caso es lo mismo–, será un tema que inevitablemente se rozará en forma constante durante este escrito. La relación entre unos y otros no deja de ser, o tener gran parte de, perpetuo intercambio, independientemente de quién provea qué. Basado en este intercambio, y en que para el varón obtener aprobación es importante, es que el tema es relevante. Definitivamente no es fácil. Hasta las propias mujeres saben que es difícil saber lo que quieren, y en realidad no tendría por qué ser de otra forma. De hecho, si fuese más fácil, tal vez sería aburrido. Una de las descripciones más graciosas que leí del asunto está en un libro1 de Gabriela Acher. Ella plantea lo siguiente: “La mayoría de las mujeres quieren que el hombre sea: seductor pero fiel, generoso pero ahorrativo, misterioso pero confiable, poderoso pero obediente, divertido pero serio, romántico pero práctico, duro pero blando; ¡así se van a quedar todas solteras!”.
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Es obviamente una autocrítica graciosa. Pero el hecho de que muchas veces no tengamos la menor idea de qué es lo que la persona a la cual queremos complacer necesita, se debe básicamente a dos factores: 1. La descripción de Acher. 2. Que a los varones preguntar qué hace falta nos parece ridículo. ¿Por qué nos parece ridículo? La verdad, no lo sé con certeza científica. Pero es como que si no podemos resolver las cosas de la forma que se nos ocurre, algo no va a estar bien en nuestra cabeza. Por otro lado, creo, las mujeres ayudan a que esto de preguntar no se simplifique. En general, para una mujer, es mejor recibir lo que quiere sin tener que pedirlo, o aun contestarlo a una pregunta desesperada (si es que nos animásemos a hacerla). Justamente por esto, lo reciben en muy pocas ocasiones. Les gusta que se las entienda, que se las conozca, que se las anticipe. Es verdad que intentando saber qué quiere el otro, tratando de conocerlo, prestando atención, muchas veces se consigue saberlo sin necesidad de que se lo tenga que publicar en un aviso clasificado. Pero sería más fácil para todos –y seguramente más placentero–, si este juego de tener que adivinar: “porque si te lo pido no sirve”, fuese un poco más conversado y menos hermético. Una de las cuestiones que agravan esta situación es que muchas veces ellas ven a un “hijo” en el tosco varón que intenta complacerlas, sea por que ellas lo ven así o porque el varón se pone en esta posición. Por lo tanto, no siempre dicen que lo recibido es totalmente inadecuado, ya que: “pobrecito, cómo le - 22 -
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voy a decir”. Esta conducta puede ser aceptada una, dos, pocas veces, pero luego se torna en una trampa mortal. La mujer seguirá recibiendo lo que no quiere, y cuando finalmente el “pobrecito” se transforme en “la bestia que no me entiende y no sabe lo que quiero”, y ella se lo termine diciendo en una explosión de llanto y frustración, solamente encontrará del otro lado una “pobrecita bestia” sorprendida por tanta sinceridad acumulada. No es mi intención transformarme en consejero de parejas, pero la falta de comunicación en algo tan fundamental como la dinámica básica del juego de provisión entre varón y mujer forma parte, en mi opinión, de esta gran decepción colectiva que vivimos cuando hablamos de relaciones de largo aliento. A todo el mundo le gusta que su pareja amada sepa lo que quiere sin tener que preguntarlo, pero si del otro lado la antena de la percepción está anulada, mandar señales en otro formato más básico que el extra-sensorial no debería ser tan mal visto, al menos hasta que las frecuencias empiecen a ecualizarse. Lo que sí creo que es básico en estos casos es tener memoria. Si finalmente nos dicen que algo les gusta, lo menos que podemos hacer es anotarlo en algún lado si no logramos recordar. Habrá que ir adaptándolo con el tiempo, los gustos cambian y los talles también, pero si nos hacen el favor de decirnos qué es lo que prefieren, ese gusto, seguro que al menos por un tiempo se mantiene. El varón es competitivo por naturaleza, dudo que alguien no coincida. Hay a su vez quienes –la mayoría de los que lo piensan seriamente– creen que esta tendencia a competir no es más que una demostración de inseguridad. La inseguridad hace que la aprobación sea como aire para el que respira, y también que - 23 -
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preguntar sea doloroso. Esto último es así porque no se hace más que mostrar inseguridad a través de la pregunta, se la deja expuesta. Si preguntar es doloroso, porque descubre una inseguridad en el varón que este no desea mostrar, y del otro lado tener que pedir sin que pregunten, o aun tener que contestar, no es lo ideal, ¿cómo resolver este asunto? No creo que haya una fórmula universal, pero evidentemente dedicarle tiempo a la relación, prestar atención a lo que ella usa, acompañarla a ver dónde compra, o por lo menos mirar en las etiquetas de lo que usa, el talle y la marca, no parece ser tan complicado. Para entender lo que el otro quiere hay que escuchar lo que pide, y de una vez por todas hay que entender que no siempre se pide con “sonido”. No pretendo decir que sea fácil, de hecho preferiría mil veces que ambos pudiésemos pedir sin trabas de ningún tipo, con el tono correcto, y en voz alta. El punto es que de no ser así –lo cual se verifica en la mayor parte de los casos–, habrá que encontrar otras formas de “escuchar” estos pedidos. Llegamos así por primera vez a un punto en el cual caeremos varias veces durante este escrito: el interés, y la eventual capacidad por tratar de entender lo que el otro necesita. Sea para colmar nuestra necesidad de ser buenos supuestos proveedores, sea por una razón más desinteresada como amar realmente a nuestra pareja, en forma práctica y no solamente retórica, esta intención de tratar de entender lo que el otro quiere, y cómo y cuándo quiere que se lo den, se tornará fundamental.
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II – ¡Y todo por un agujerito!
Partimos de la base de que es difícil, si no imposible, saber lo que el otro quiere. No sólo en términos generales, muchas veces en el caso a caso también. El varón no es particularmente perceptivo, sea por genética, por falta de práctica, o por falta de interés (por suerte las últimas dos tienen arreglo). Revalorizar el preguntar –pedir información– del lado masculino, y el pedir –lo que se quiere– por parte del femenino sería una práctica recomendable. Ahora sólo queda manejar las respuestas. Preguntar implica querer escuchar la respuesta correcta, no la que nos hubiese gustado escuchar. Contestar implica sólo eso, no que lo contestado debe necesariamente ocurrir. No hay garantías en esto de preguntar y responder, pero es un gran paso en la dirección correcta. Para complicarlo un poco más, no alcanza con preguntar y responder, hay que entender, y para entender hay que ponerse de alguna forma del lado del otro. Tenemos demasiados preconceptos y estructuras mentales y sociales diferentes como para solamente confiar en la literalidad de las palabras. Esta cita de un libro2 de Stephen Covey, que si bien viene del mundo de los negocios tiene mucho que ver con la superación personal, nos da una pista de por qué muchas veces escuchamos y es como si nada: - 25 -
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“Buscar primero entender, involucra un profundo cambio. Típicamente buscamos primeramente ser entendidos. La mayor parte de la gente no escucha con la intención de entender, escucha con la intención de responder. Están hablando o preparándose para hablar. Están filtrando todo a través de sus propios paradigmas, leyendo su propia autobiografía en la vida de los otros. Si tienen un problema con alguien –un hijo, una hija, su esposa, un empleado– su actitud es, ‘esta persona no entiende’”. Son entonces varios pasos. Pedir: información, cosas, actitudes, apoyos. Escuchar: activamente, desde una posición receptiva y humana, no omnipotente, sabiendo que muchas veces no podremos dar lo que nos piden, o lo que nos van a contestar no es lo que quisiésemos escuchar. Entender: tratando de abrir nuestra mente para abarcar el pedido desde el emisor y la realidad del emisor, no desde nuestros prejuicios, gustos, necesidades o estructuras mentales. Tal vez sea mucho trabajo. Pero componer los desarreglos que se generan por no animarse a pedir, o a escuchar, o a tratar de entender, al menos en mi experiencia, termina siendo mucho más laborioso. Si la razón de existir de los varones –seguramente entre otras– es tratar de complacer a las mujeres, esto que acabo de plantear se torna fundamental no sólo para ellas. No habrá forma de que nos den lo que queremos, de la forma y con la frecuencia que lo queremos, si nosotros no hacemos lo mismo primero. Al menos yo estoy convencido de lo que acabo de decir. No sólo pareciese nuestra función tratar de complacerlas, sino que esto termina siendo un ida y vuelta en el que la mujer termina “elevando” no sólo al varón que han puesto a su cuidado, - 26 -
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sino eventualmente a la sociedad toda. ¿Suena a demasiado?, vean lo que Ortega y Gasset3 le decía en una carta a Victoria Ocampo, en relación a que la mujer –algunas mujeres– logran crear nuevos ideales de varón. “(...) porque así como hay hombres geniales que inventan novísimos pensamientos, que crean estilos artísticos y descubren normas de nuevo derecho, hay mujeres geniales que por la exquisita materia de su ser, por el enérgico cultivo de su sensibilidad, logran hacer brotar un nuevo ideal de varón. A modo de meta sublime, de ejemplar y prototipo actúa ese delicado perfil sobre toda una sociedad, elevando, mediante la atracción encantadora que ejerce la mujer, el nivel moral del tipo hombre”. Como dice Ortega y Gasset, actúa sobre la sociedad toda. De nada serviría ese ideal de varón si fuese solamente de la mujer que lo crea. Ese ideal termina siendo la vara con la que el propio varón se mide: “A mi juicio, es ésta la suprema misión de la mujer sobre la tierra: exigir, exigir la perfección al hombre. Se acerca a ella el varón, buscando ser el preferido; a este fin procura, desde luego, recoger en un haz lo mejor de su persona para presentarlo a la bella juzgadora”. Y ¿por qué el varón quiere tomar ese ideal para tratar de alcanzarlo? Ortega y Gasset lo contesta de esta manera: “La mujer fue primero para el hombre una presa –un cuerpo que se puede arrebatar. (…) Lo que en la mujer puede ser botín y presa que se toma de arrancada no satisface. Un mayor refinamiento del hombre le hace desear que la presa lo sea por espontánea impulsión. El botín de su feminidad, - 27 -
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en rigor, no se posee si no se gana. (…) Y para alcanzarlo es preciso hacerse digno de él, adecuarse al ideal de hombre que en la mujer dormita. Por este curioso mecanismo se invierten los papeles (…)”. Ortega y Gasset es bastante más poético que yo, obviamente, pero en definitiva, a lo que me refiero es a lo que él pone de esta forma tan agradable. Ese intercambio al que antes me refería está aquí expuesto de una forma maravillosa. El varón quiere algo y para eso debe ofrendar a la mujer lo que ella quiera. En este juego de dar para recibir, la mujer exige y el varón se exige en una especie de entrenamiento y prueba de resistencia y paciencia. Al menos así era en la época de Victoria Ocampo y Ortega y Gasset. Hoy, tal vez, por el aumento indiscriminado de la autosatisfacción como camino válido de cubrir “necesidades”, y de la exacerbación de lo individual para fomentar el consumo, este “juego virtuoso” de a dos, no de a uno con otro hecho objeto de uso, esté un poco dejado de lado. No creo que sea terminal, las sociedades tienen ciclos, eventualmente nos cansaremos de autosatisfacernos y de ver en el otro un juguete sexual con movimiento, para volver a una época un poco más épica o utópica si se quiere, casi de princesas y caballeros azules. Algunos varones particularmente se referirán a la idea expresada en estas tres citas de Ortega y Gasset diciendo: “Claro, siempre pidiendo más, siempre pidiendo un imposible”. Ortega y Gasset, en cambio, de alguna manera lo presenta como el motor para el avance a nuevos límites, a nuevas supuestas perfecciones, a un avance con respecto al status quo. Si en
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definitiva es lo mismo, por qué no decirlo amablemente, como hace él. La conclusión que saco a esta altura es que independientemente de quién haya sido creado primero, pareciera que la “función” de la mujer no es la de acompañar al varón –como sugiere el Génesis–, sino la de “perfeccionarlo”, como deja entrever Ortega y Gasset. Casi se podría decir que la de “terminarlo”, como si fuese un proyecto inconcluso que la mujer debe acabar de pulir y perfeccionar a su criterio. Con esta nueva visión, las historias graciosas antes mencionadas se transformarían en algo así como esto: “Dios creó al varón y a la mujer, y dejó al varón inconcluso por falta de tiempo –o sólo por diversión–, tal vez ya cansado de crear tantas otras cosas, encomendándole a la mujer –a la cual sí había terminado– que hiciese con su compañero algo de utilidad”. Si para poético no alcanza Ortega y Gasset, Evaristo Carriego, en Revelaciones, lo dice aun más cantado: “Lujosamente bella y exquisita, con aire de gitana tentadora, llegaste, adelantándote a la hora, rodeada de misterios a la cita. (...) Fue en esa breve noche de locuras, propicia al Floreal de tus ternuras, que, cual glóbulos de ansias pasionales tu sangre delictuosa de bohemia, infiltró en el cansancio de mi anemia ¡el ardor de los fuertes ideales!” - 29 -
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Profundicemos un poco en porqué es que avanzamos a nuevos límites, o abrazamos fuertes ideales para complacerlas. En términos burdos diría que cuando están felices con lo que hacemos por ellas, nos dan más de lo que nosotros queremos de ellas. En lenguaje del psicoanálisis o la psicología, la mujer es la “causa de deseo” del varón, y ese deseo nos moviliza. En términos más de café de la esquina: vivimos para ellas. Nos la pasamos tratando de hacer algo que llame su atención. Obviamente con una “idea fija”: el sexo, al menos en una gran cantidad de casos. Una poetisa y filósofa amiga siempre decía, refiriéndose a este asunto: “Tanto hacen, tanto hacen... y todo por un agujerito”. La educación, profundamente religiosa, a la que mi amiga fue expuesta desde pequeña, como verán, no surtió efecto; de todos modos la contundencia de la frase es casi bíblica. No se puede negar que esto que acabo de describir rige gran parte de las relaciones entre varones y mujeres, aunque en la mayor parte de los casos sólo sea fantasioso y no termine entre las sábanas. Para que el varón logre tener acceso al “agujerito”, tiene que complacer, dar. Atención, no necesariamente estoy hablando de cosas materiales. Dar lo que satisface puede ser amor en una pareja estable, cariño, ternura, oído, etc., no solamente dinero, autos, pieles. No pienso como otro conocido mío que decía que todas las mujeres eran profesionales del sexo, excepto por su mamá y su hija hasta ese momento, ya que a su esposa y al personal trainer les había perdido la fe hacía tiempo. Volviendo a que el varón tiene que dar algo a cambio del agujerito, tal vez sea éste el inicio del asunto del estereotipo de proveedor. En general es el varón el que está apurado por - 30 -
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conseguirlo, y no la que lo posee y administra por ponerlo a disposición. En función de proveer lo que es deseable del otro lado, es que se consigue más o menos, frecuentemente, por lo menos por un tiempo, mientras la poseedora del susodicho no sienta que el varón está completamente entregado. Es obvio que no todo se rige por el acceso al sexo, pero sí creo que tanto cuando se compra algo, cuando se hace un asado, cuando se obtiene algún triunfo pseudo-deportivo, etc., el varón siempre buscará alguna mujer que apruebe lo que hizo. Es probable que nuestro Edipo haya dejado, aparte de algunos otros problemas, la necesidad de aprobación materna –o femenina– a cambio de algún placer –edípico– o “plus de goce neurótico”, según mis amigos psicoanalistas. El esquema proveedor-administradora se acabó, hoy ya no es una realidad en la mayoría de las sociedades que conocemos. Algunas conductas asociadas a ese modelo comenzaron a cambiar, otras aún no. Tal vez sea más psicológico y edípico el tema del complacer y no tan sociológico o cultural, yo creo que uno alimenta lo otro, y también creo que por ahora es inevitable que sigamos comportándonos así, al menos por un tiempo. Seguramente las nuevas generaciones, en las que los niños se han criado con modelos más equitativos en cuanto a roles, nos darán varones con menor necesidad de aprobación en donde ésta no tenga sentido, y más capacidad intuitiva para percibir las necesidades del que tengan enfrente. Tratemos de evitar que el individualismo y la autosatisfacción a la que nos incitan desde los comerciales los terminen haciendo iguales de incapaces de entender a los demás, o de preguntar, o - 31 -
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de interesarse, además de, aparte, perder la necesidad de aprobación que mal que mal garantiza cierta atención mutua. Las nuevas generaciones las estamos criando ahora mismo nosotros. Tenemos la oportunidad de enterrar un modelo que no era del todo justo, pero mientras lo hacemos hay otras tendencias sociales que pueden afectarnos. Los desencuentros de “proveer” y que no sirva, de no pedir por esperar ser adivinados, de falta de comunicación, etcétera, son un juego de niños comparado con los compartimientos estancos en los cuales pareciéramos estar metiéndonos debido a cómo nos hacen consumir, y cómo nos excitan a satisfacer nuestros sentidos antes que nuestros sentimientos. Hagamos que nuestros hijos se críen en una pareja más balanceada, donde nos proveamos, nos atendamos, nos comuniquemos y nos interesemos por el otro con la mayor de las voluntades y con la aceptación de nuestras limitaciones. Hagamos que ellos tengan una sociedad más equilibrada en la que ambos hayamos sido creados al mismo tiempo y para servirnos mutuamente. Creo que es mejor.
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III – La media naranja
Hay otra versión de la creación, o del porqué de los dos sexos, que me parece particularmente interesante. Es la que se presenta en el mito de Aristófanes contado por Platón4. En la dinámica que él plantea, un grupo de amigos pensadores exponen sus ideas acerca de diversos temas, pero particularmente sobre amor. Aristófanes, uno de ellos, comienza a hablar sugiriendo que en realidad varones y mujeres no se dan cuenta del inmenso poder del amor. Para aclarar su punto es que sugiere que antes se debe conocer la naturaleza humana. Él dice que en realidad el hombre –como especie– en un origen no era como ahora, con sólo dos géneros –masculino y femenino–, sino con tres. Este tercer género era el andrógino, o sea el que era a la vez masculino y femenino. Describe entonces la forma de estos humanos como seres esféricos, con cuatro brazos y cuatro piernas, dos rostros colocados en sentidos opuestos, dos órganos sexuales, etc. Según él, el macho de la especie descendía del Sol, la hembra de la Tierra, y el andrógino de la Luna, ya que este astro participa de los otros dos. Eran redondos a semejanza de sus progenitores y poseían gran vigor y fuerza.
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Obviamente, como en casi todos estos mitos, cuentos, leyendas, o descripciones de un mundo mejor que luego habrá de transformarse en el que tenemos hoy, estos seres desafían a los dioses y se acaba la alegría. Así cuenta Aristófanes que Zeus, después de mucho pensarlo, decide cortarlos en dos mitades para hacerlos más débiles. El mito es bastante descriptivo en la forma en que se las arreglan los dioses para tapar todos los huecos sobrantes, y dar vuelta todas las extremidades que quedan en lugares extraños hasta que todos tomamos la forma que tenemos hoy. No vale la pena entrar aquí en ese detalle, pero realmente se tomaron un importante trabajo en describir los procedimientos como para que pareciesen científicamente comprobables. Luego de esto, naturalmente, las mitades separadas quedan añorando a su otra mitad, buscándose para tratar de volver a ser uno. De aquí incluso se explica la diferencia de preferencias sexuales, ya que las dos mitades de un andrógino serían los varones y mujeres heterosexuales, y las mitades de lo que antes era macho o hembra en sí mismos, los homosexuales. Termina el mito describiendo al amor, como ese deseo y persecución por volver a ser ese “todo” que alguna vez se fue. El mito es interesante, y si de aquí no sale la fantasía de la media naranja no sé de dónde saldrá. Es particularmente interesante entender que en el mito, cada mitad busca a su otra mitad correspondiente al todo original, no le sirve cualquier mitad. De allí la justificación de la búsqueda del “otro ideal”. Esta otra versión de la creación también deja huella, de alguna forma, en la cultura.
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Si bien los griegos tienen otras definiciones del amor, de hecho en El Banquete el discurso de Sócrates con respecto al amor es mucho más interesante que el que plantea Aristófanes, la idea de la búsqueda de la mitad que nos falta se mantiene viva hasta hoy. Como contrapartida a esto, la psicología habla de una “total imposibilidad de complementación”. Lacan plantea el “anti-mito” al sostener que es imposible la complementación, porque como en realidad uno ni siquiera termina de conocerse a sí mismo, nunca podría saber qué le falta, y así encontrar a alguien que se lo entregue; alguien que a su vez tampoco se conoce y por lo tanto tiene sus propios problemas. En la poesía se hace también referencia a esto. Aunque un poco sacado de contexto, en su poema “Desnudos”, Juan Ramón Jiménez se refiere a una conversación de enamorados de la siguiente forma: “(...) Ella me preguntaba de cosas ignoradas, y yo le respondía de cosas imposibles(...)”. Alfonsina Storni, en “Queja”, habla de esta imposibilidad de encontrar lo perfecto –lo complementario– de la siguiente forma: “Señor mi queja es ésta, tú me comprenderás: de amor me estoy muriendo, pero no puedo amar. Persigo lo perfecto en mí y en los demás. Persigo lo perfecto para poder amar. - 35 -
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Me consumo en mi fuego ¡Señor, piedad, piedad! De amor me estoy muriendo ¡pero no puedo amar!”. En el plano de la ciencia, lo que plantea Lacan es indefectiblemente correcto, aunque desde el romanticismo no sea de lo más agradable. Es indudable que varones y mujeres tienen algunas características complementarias. Algunas de ellas provendrán de la propia genética, muchas de ellas del modelo cultural que nos condiciona a comportarnos de una u otra forma. Cualquier explicación de por qué somos dentro de una especie individuos de uno y otro sexo –macho y hembra–, y de por qué de alguna forma ambos tenemos características diferenciales de lo que damos en llamar géneros –femenino y masculino–, habrá de ser siempre incompleta o falta de elementos probatorios. Desde Aristófanes hasta Lacan corrió mucha agua debajo del puente. Lo que es seguro es que varones y mujeres han tratado durante todo ese tiempo de encontrar, si no quien lo complemente, al menos alguien con quien pasarla bien. La permanencia en el tiempo de este “pasarla bien” es algo por lo que hay que luchar y es lo que de una u otra forma es la base de la familia. Es claro que el esfuerzo de la convivencia que ambos deben hacer es lo que reduce la falta de complementación perfecta de la que habla Lacan. Reconocer que esa reunión de mitades no es tal, sino que convivo con otro individuo distinto de mí y con el cual tendré que estar constantemente adaptándome, es el límite al cual podemos aspirar, sea para tratar de satisfacerlo, como - 36 -
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postulaba antes, sea para que pueda complacerme, sea para pasarla bien, o para sostener lo mejor posible una familia. En este mito ya no se plantea quién vino primero o si uno está en función del otro, como pretende tratar de dilucidar el título del primer capítulo. Este mito de alguna manera equipara tiempos y funciones. Lo que entre otras cosas yo saco de este mito, luego de entender que mi mitad original en realidad no existe, es que con quien me junte haremos una nueva esfera que no será perfecta, y que deberemos ambos estar constantemente adaptándonos a la forma del otro para poder rodar mejor y con menos golpes y dolores. No será ideal pero es posible.
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IV – Género y sexo
Me resultó importante tratar de entender la diferencia entre estos dos términos del título, como también de dos particulares acepciones de la palabra sexo para poder tratar de construir ideas sobre lo que ellos representan e implican. Tengo claro que no soy un experto en la materia (por favor téngalo en cuenta o no lea este capítulo) y que el asunto es muchísimo más complejo de lo que se puede desarrollar en este tipo de libro, pero quisiera poder expresar ideas que derivan de estas definiciones y diferencias y por eso me “atrevo” a escribir lo que sigue. Por favor tómelo como es, una gran simplificación para poder desarrollar esas ideas derivadas. Para poder comenzar a compartir voy a definir lo que cada uno de ellos va a significar para mí en función de lo que voy a escribir (nuevamente aclaro, no pretendo que sean las definiciones correctas de ninguna forma, sólo las que voy a usar de aquí en adelante): 1) Sexo: esta palabra tiene, al menos, dos acepciones bastantes diferentes. a. Tenemos, primero que nada, un sexo que podría llamarse “anatómico”. Éste ha de relacionarse con aparato genital con el que se nace. Normalmente, bajo esta acepción de la palabra, los seres humanos nacen: machos o hembras. Lo que estoy - 39 -
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definiendo como sexo anatómico es entonces el asignado a un ser humano con un aparato reproductor de uno u otro tipo. Digo “normalmente” ya que se registran casos en humanos dónde hay presencia órganos reproductores de ambos sexos (intersexualidad o androginia), aunque en general ambos no son funcionales. b. Por otra parte, también hablaré del sexo que en términos psicoanalíticos se denomina “electivo” (elección involuntaria o inconsciente). Desde este punto de vista el sexo se “elige” como un devenir del proceso de maduración psicológica del ser humano. Cuando hablamos de sexo “electivo” tendremos entonces –según mi particular arbitrariedad–, varón y mujer. Esta “elección” tiene que ver con el desarrollo del infante y su posición en cuanto al complejo de Edipo y de Castración. Esto no tiene nada que ver (o muy poco) con el sexo anatómico. 2) Género es la otra palabra en la que quiero detenerme y definir antes de seguir. El género, según lo que creo, muy poco tiene que ver con el sexo. En cuanto a éste tenemos también dos: femenino y masculino. El género es una categoría cultural o social. Es en realidad la asignación a un sujeto de un título –o etiqueta–, en función del rol que desempeña, o se pretende que desempeñe, en la sociedad. Existen entonces, en función del género, comportamientos primordialmente (o casi diría prejuiciosamente) femeninos o masculinos. Lo que sucede en realidad, es que muchas veces se encasilla a las - 40 -
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personas exigiéndoles comportamientos masculinos o femeninos según su condición de macho o hembra respectivamente, o, en algunos de los casos, según hayan “elegido” desarrollarse como varón o mujer. Estas diferencias pueden parecer un juego de palabras, pero sinceramente no creo que sea así. Hubo, hay y habrá muchísima confusión con estos términos. De hecho, sólo recientemente se empieza a aceptar abiertamente que un macho (sexo “anatómico”) pueda “decidir” y tener derecho a ser mujer (sexo “electivo”). Más interesante para mí, que esta disyuntiva de si alguien con un sexo “anatómico” dado elige un sexo “electivo” supuestamente no concordante, es el tema de si cualquier persona, de un sexo u otro, puede tener (y hasta diría debe tener) comportamientos de ambos géneros o no. No es que quiera minimizar de ninguna forma la importancia de la primera problemática, pero la segunda la tenemos todos, independientemente de qué fue lo que “elegimos”, o con qué aparato reproductor nacimos. Reconocer que todos los seres humanos tenemos los dos géneros es algo que está en la historia de las filosofías desde que el hombre empezó a pensar. Desde el “Principio de Género” supuestamente desarrollado por el primer filósofo, un ser mitológico encontrado en la historia Griega y Egipcia, hasta el concepto del Yin y el Yan, prácticamente todas las corrientes filosóficas primarias concuerdan en que cualquier sujeto posee los dos géneros. Estos géneros se han asociado, casi siempre, a comportamientos con los cuales se estereotipaban los mismos, y así podría decirse que lo femenino es más dulce, sensible, - 41 -
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maternal, intuitivo, creativo, etc.; o lo masculino es más lógico, agresivo, frío, etc. La lista puede ser infinita, aunque siempre ha de ser incompleta y sujeta a controversia. El tema del género se usa también en frases más directas, que implican opinión, como por ejemplo: “no es femenino usar pantalones”, o “no es masculino llorar”. Lo cierto es que muchas veces dejan de ser opiniones y ser transforman en juicio: “una mujer no debe usar pantalones”, o “un macho no llora”. Esto es a lo que me refiero con que se generaron confusiones. Puede ser que no sea masculino llorar, pero eso no debería impedir que un macho o un varón lloren. Podría decir casi sin temor a equivocarme (al menos teniendo en cuenta las estructuras sociales occidentales en las que me crie), que llorar está más del lado de lo femenino que del masculino. Pero de lo que sí estoy seguro es que un varón “electivo” –incluso un macho “anatómico”– puede llorar todo lo que quiera, porque si entiendo el concepto de género correctamente, varón o macho tendrán un lado femenino que no es incompatible con su entidad de macho, anatómicamente hablando, ni con su “elección” de ser varón y por lo tanto no deja de ser ni una cosa ni la otra por dejar su lado femenino aflorar según las circunstancias. Dejar salir parte de este lado femenino es un tema de gran controversia. Me parece importante decirlo, aunque hoy para muchos sea obvio: lo que ha pasado por milenios es que los machos y/o varones han reprimido su lado femenino ya que lo consideraban una muestra de debilidad. De hecho, aún hoy, la represión a determinados comportamientos asignados al género femenino –por convencionalismos que nosotros mismos inventamos–, como cocinar o cuidar a un bebé, llenan divanes
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psicoanalíticos sea por parte del que reprime como de los que sufren a su alrededor con este comportamiento. Podría decirse que el macho o la hembra son, y no pueden dejar de serlo. Aun con cirugías y operaciones hoy no se puede hacer mucho más que algo desde la estética. Todavía no hay transplante de aparato reproductivo completo, por eso un macho podrá parecerse a una hembra con algunas operaciones, o viceversa, pero nunca se transformará en una (esto no implica que no pueda haber “decidido” ser mujer). Justamente en cuanto al sexo elegido, eso es parte de nuestro devenir. Si bien es cierto que la elección se da en general a una edad muy precoz en cuanto al desarrollo de la voluntad, ésta no deja de ser una elección que se da en un momento. El género, en cambio, es algo con lo que se convive constantemente en los dos extremos. Se pueden reprimir o dejar salir, controlar o dejar que actúen libres, estar orgullosos de ellos u ocultarlos, elegir en cada situación uno sobre el otro, aprovecharlos o reírse de ellos, el tema de género es, en definitiva, mucho más interactivo, y definitivamente cotidiano. ¿Para qué toda esta introducción? ¿Por qué tanto escrito sobre esto? Porque basado en esta confusión de términos, la mujer, que es tema de este libro, sufre y tiene que luchar para encontrar una correcta valoración de sus capacidades. Esto, que he de desarrollar basándome en citas de mujeres que representan en parte al Movimiento de Liberación Femenina, es hasta cierto punto increíble tomando en cuenta que la mujer maneja el tema de género mucho mejor que el varón. Con esto quiero decir que a la mujer, o incluso a la hembra, jugar roles - 43 -
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masculinos nunca le resultó complicado, sin embargo al macho o al varón lo femenino siempre le produjo problemas de manejo. La mujer “se pone los pantalones” cuando hace falta, y eso no la hace menos mujer ni menos hembra, ella lo tiene claro. ¿No será entonces que justamente porque el varón no maneja bien este tema complica a la mujer? El varón no acepta, o acepta con mucha dificultad, jugar roles femeninos por preconceptos generados por los varones mismos. Por lo tanto, al no poder aceptarlo para él, tampoco lo acepta abiertamente para la mujer. Es el varón el que dice: “la mujer a la cocina”, “si es mujer seguramente no sabrá manejar”, y frases hechas por el estilo. El varón es mucho menos flexible y más estructurado con esto del género, y lo encasilla en forma más estricta en cuanto al asunto del sexo “anatómico” o “electivo”. Por esto se estereotipa a sí mismo en un género, y también a la mujer. Gran parte de lo que las mujeres tienen que vencer para poder ser mujeres, hembras, y tener la capacidad de jugar en el juego de los géneros, lo cual les resulta más natural, es la testarudez y los preconceptos generados por los varones y/o machos, que no se dejan a sí mismos aceptar que también pueden jugar con sus dos géneros, sin dejar de ser machos ni varones. Siempre me resultó muy interesante este asunto de la represión de la parte femenina o masculina que cada uno tiene. En el caso del varón, hay una parte de lo que se llama la crisis de la mitad de la vida, que se asocia a esto. Es entre los veinte y los cuarenta años –por poner cifras estimativas– cuando el varón se establece, estudia, se independiza económicamente, y en muchos casos empieza su familia. Todo esto evidentemente - 44 -
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orientado a logros, todo concreto, todo fálico. Hace esto usando (en gran medida) sus estereotipos de género masculino y reprimiendo los femeninos. Cuando llega a la mitad de la vida, la parte femenina, más sensible, más orientada a la belleza o al compartir que a los logros, empieza a aflorar. Esto se combina con que todos los objetivos planteados a los veinte, se hayan alcanzado o no, empiezan a verse ya no como logros sino como historia. Se genera entonces en el varón mucha confusión. Comienza a “sentir” cosas que nunca sintió, empieza a querer compartir, etc. Una buena salida de esta crisis tendrá que ver con dejar aflorar parte de ese género femenino reprimido, poder comenzar a compartir algunas cosas, dejarse sentir algunas nuevas sensaciones, y seguramente poder reevaluar sus objetivos de vida en función de su experiencia en vez de pretender empezar nuevamente como si tuviese veinte años. Cuando, en cambio, se refuerza la represión a este género que aflora en esta crisis, es cuando se generan las rigideces que hacen de estos varones constantes amargados o cerrados a la vida. Si por otro lado vuelven a querer tener veinte años, tenemos los típicos casos de varones que intentan reacomodarse a una edad ya pasada, lográndolo prácticamente nunca, y tratando de vivir vidas a las cuales ya no pueden adaptarse. ¿Qué pasa en relación con esto desde la mujer? La crisis de la mitad de la vida –al menos en los autores que yo revisé– está más estudiada desde el punto de vista del varón, así que no pareciera haber una descripción tan clara de la problemática, o al menos yo no la encontré. Lo cierto es que, como dije, la mujer, en general, había manejado mejor este tema de sus géneros, al menos hasta la revolución femenina.
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Hoy en día esto, en realidad, ha cambiado. La mujer también reprime parte de su género femenino –sensibilidad, maternidad, etcétera– por sus logros profesionales. Ella también se plantea objetivos de independencia económica, profesionales agresivos, u otros por el estilo, reprimiendo femineidad y usando intensivamente su masculinidad. Es muy probable que la crisis de la mitad de la vida de las mujeres de hoy sea mucho más parecida a la de los varones de lo que lo era cien años atrás. Lo increíble de este asunto, y que justifica la gran diferencia entre los términos sexo y género, es que estamos presenciando una generación de mujeres, en su gran mayoría hembras también, que reprimen su feminidad tanto como los varones machos de su misma edad. Pareciera que en vez de haber “mejorado” los que hacíamos mal las cosas, contagiamos de nuestra “incapacidad” a las que no tenían problemas. Los efectos sociológicos de esto son seguramente interesantes pero hoy resultan difíciles de proyectar a un futuro mediato. No estoy juzgando, no digo que sea ni bueno ni malo, lo que tengo claro es que es diferente. Será interesante ver cual es el efecto de esto dentro de cincuenta o cien años.
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V – Falta ajustar, pero vamos bien
Es probable que los roles que yo mencioné como “asignados” a género femenino o masculino en el capítulo anterior hayan generado alguna incomodidad. Por favor recuerde que lo hice sólo luego de aclarar que género no tiene que ver con sexo. Lo cierto es que no creo que haya una relación correcta o única de roles asignados a uno y otro género. Al ser resultado de un fenómeno cultural, estará influido por el momento en el tiempo, la educación tanto familiar como formal del que haga la lista, el medioambiente en el que haya vivido, y muchos otros factores subjetivos adicionales. Se ha abusado grandiosamente de estos términos y, volviendo al tema de las feministas, es entendible que de alguna forma se generase ese movimiento, ya que se le asignaron a las mujeres o hembras roles que no sólo eran subjetivamente asignados por varones al género femenino, sino que aparte se encasillaba unívocamente a estas mujeres en ese género sin posibilidad de otra cosa. Aunque parezca mentira, no me estoy refiriendo solamente a pensamientos retrógrados generados en tribus de la antigüedad. Para ejemplificar lo que quiero decir voy a citar a Adriana Cruz en su ensayo “Discurso feminista y críticas a las teorías de la inevitabilidad”.5 En este trabajo ella se refiere a la Sociobiología de la siguiente forma: - 47 -
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“La sociobiología, creada por Wilson en el 75 –1975–, reduce el comportamiento humano a los genes y a la herencia. Según esta teoría, las guerras, el racismo y la lucha de clases son resultados inevitables de las adaptaciones evolutivas basadas en los genes, y de la misma manera, los roles de las mujeres y los varones están genéticamente determinados (...). (...) Una descripción sucinta de esta pauta de conducta es la siguiente: hombres y mujeres son diferentes biológicamente en un buen número de características (...). Se observa también que ambos desempeñan roles diferentes en el entramado social. Estas prácticas han sido y son, además, diferentemente valoradas y en general las que corresponden a las mujeres reciben menor consideración (...). Se interpreta que estas funciones no son más que asignaciones que fueron evolutivamente repartiéndose en función de las capacidades en cuanto a las reproductivas y de crianza a las hembras, y las vinculadas a la provisión de alimentos y la defensa a los varones (...). Puesto que adaptativamente esta división de roles ha resultado más ventajosa para la sobrevivencia, en el curso de la evolución cultural se ha consolidado un sistema de dominación (...) del varón (...). A pesar de admitir que la conducta humana no está fijada de antemano como sucede en los animales, Wilson sostiene que este sistema de relaciones puede ser cambiado, si lo deseamos, pero a costa de perder eficacia en el sentido anatómico”.
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En la cita anterior encontramos una asociación de sexo “anatómico” a género muy fuerte. En esta descripción de la Sociobiología, se indica que la misma considera los roles que uno y otro sexo “anatómico” han venido desarrollando como una consecuencia de la evolución. No consideran de ninguna forma factores sociales, o de costumbre, o simplemente de aprovechamiento del más fuerte sobre el más débil para asignarle roles que este más fuerte no desea cumplir. No sólo eso, sino que al aceptar el hecho de que pueden ser cambiados, automáticamente condena el cambio a una pérdida de eficiencia, negando implícitamente la capacidad evolutiva para compensar el mismo. Creo realmente que es muestra de un extremismo grotesco. Es verdad que las hembras tienen útero y pechos que producen leche y los machos no, con lo cual algunas funciones de la hembra están íntimamente relacionadas con este aspecto femenino de la crianza de la prole. Pero de allí a asignar a uno de los sexos, anatómicamente hablando, todas las tareas relativas a la crianza, hay un paso inmenso. La mujer, cuando hembra, o incluso me atrevería a decir cuando no también, ha desarrollado más capacidad en cuanto a la crianza porque no reprime la femineidad como el macho, no sólo por tener órganos para tal fin. Es natural que luego de tanta práctica tenga más experiencia que los machos en esas cuestiones. No creo que sea correcto, por eso, asegurar que esto es un aspecto relativo a lo genético, y que por este motivo no debería cambiarse, a menos que se quiera aceptar una pérdida de eficacia en el sentido anatómico.
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Siguiendo con otra visión con respecto al tema de género, Margarita Roulet, en su ensayo “La anorexia nerviosa en la encrucijada del género”,6 toca este tema de la siguiente forma: “Cuando se habla de género se hace referencia a los modelos culturales que, de acuerdo al sexo de las personas, prescriben y legitiman los roles que ellas desempeñan en la sociedad. Estos modelos cambian históricamente pero persiste la atribución de prácticas diferenciadas para mujeres y varones que resultan de una jerarquía desvalorizada hacia lo femenino (...) El interés de la categoría género (...) radica en que permite distinguir el plano anatómico –el sexo– del nivel cultural y social en el que se inscriben los comportamientos humanos (...). Mientras que el sexo consiste en la posesión de determinados caracteres anatómicos y fisiológicos, el género es una categoría cultural, un modelo de referirse a la organización social de las relaciones entre mujeres y hombres (...). Como construcción, porque todo lo cultural lo es, el género es el conjunto de propiedades y funciones que la sociedad atribuye a los individuos en función de su sexo. Es una categoría construida social, histórica y culturalmente. Como tal, las prescripciones sociales sobre el género varían históricamente y a través de las diferencias culturales. No es lo mismo lo que se espera hoy de las mujeres y de los varones que lo que se esperaba de ellos en la Grecia Clásica (...). Los comportamientos que se sancionan como femeninos y masculinos cambian (...). - 50 -
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Por lo dicho el género no es esencial a las personas pero juega un rol crucial en las relaciones humanas en general (...). Los modelos sociales de género son las formas particulares que las prescripciones sociales adquieren históricamente y que resultan en mandatos de comportamiento concretos (...) hay formas persistentes de estos imperativos. Por ejemplo, el que señala a la maternidad como la identidad necesaria para las mujeres (...) y la competitividad para alcanzar el dominio del espacio publico, para los varones (...). La especificidad del mandato cultural respecto de la maternidad reside, por un lado, en que se trata de una prescripción inexorable y, por otro, en las modalidades que ha adquirido el ser madre: por ejemplo, las recomendaciones acerca de cómo ser ‘una buena madre’, aumentan en la medida en que ha disminuido el numero de hijos compatible con la actual división del trabajo (...). Pero hoy asistimos al resquebrajamiento de estos mandatos y qué cosa debe ser lo masculino y lo femenino está, de algún modo, cambiando, los límites se vuelven borrosos. Efectivamente, las mujeres además de madres debemos conquistar el ámbito público, sin abandonar el privado, claro está; ser libres sexualmente, atrevernos a la competencia. Los varones deben animarse a la ternura, compartir el cuidado de los niños, aprender a gozar del mundo privado sin, por eso, abandonar la conquista del éxito público”. Realmente creo que si pudiésemos separar claramente lo que significan femenino y masculino, de lo que significan varón y mujer, y a su vez de lo que representan hembra y macho, podríamos comunicarnos y vivir mejor. La autora incita a un - 51 -
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animarse por parte de los varones, y reconoce un avance en términos de lo logrado por la mujeres, sin embargo da la sensación de sólo ser un inicio de recorrido, una “primera vez”, una rotura de status quo. Es probable que considere que este capítulo hubiese encontrado mejor cabida en un libro escrito en los años 70, que en uno escrito en el siglo XXI. Sin embargo, a pesar de que se ha avanzado mucho en este sentido, hay todavía infinidad de conductas y de condicionamientos que no han desaparecido. Cuando uno observa la familia real, la sociedad de verdad, no la de telenovela o la que se nos muestra en revistas de moda y publicaciones por el estilo, el mensaje desarrollado anteriormente aplica aún en gran medida. Obviamente se han logrado algunas cosas. La mujer ocupa un lugar en el mundo profesional e incluso en la política. El hombre cambia pañales y cocina algo más que carne a las brasas. Pero los estereotipos, en gran medida, siguen en pie. El mundo de hoy le permite a la mujer cubrir una gran cantidad de roles que culturalmente se consideran masculinos y que, por razones que creo ridículas, se reservaron por mucho tiempo sólo a varones. Los varones, por moda o por este cambio de la mujer, han empezado a reprimir menos el disfrutar de algunos roles asignados a lo femenino, y creo que esto es positivo. Pero falta mucho todavía. Volveré sobre este tema más adelante, pero creo sinceramente que si bien este discurso ya al menos no suena “subversivo”, aún no ha permeado seria y profundamente en nuestra civilización occidental. Ni que hablar de otras civilizaciones aun menos expuestas a estas ideas.
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Si aceptamos las definiciones filosóficas de género, las cuales van al estudio de la esencia del hombre como especie, esta aceptación de ambos roles no debería ser un problema. Lo femenino y lo masculino forman parte de un todo, lo femenino tiene dentro algo de masculino y viceversa. Eso representa el símbolo del Yin y el Yan. Eso es lo que son machos y hembras anatómicamente hablando, y varones y mujeres desde su “elección”. Cuánto reprimir y cuánto dejar libre es elección de cada uno. La psicología como la conocemos hasta hoy está construida sobre este concepto de “elección” de sexo, y personas inmersas en un contexto cultural determinado. En la medida en que estas represiones de género cambien, que el sexo “elegido” no esté tan condicionado culturalmente por el “anatómico”, etc., estaremos frente a un nuevo conjunto de comportamientos y tal vez a una nueva psicología. Resulta obvio que el modelo de un niño criado en una casa en la cual el padre es el único que “logra”, y para el cual la madre sólo debe trabajar en la casa ya que a este padre hay que “atenderlo”, será muy diferente a la de otro criado en una casa en la cual los dos “logran”, en la que ambos comparten tareas del hogar, y se “atienden” mutuamente. La cantidad de implicaciones de los dos modelos de hogar que acabo de describir son casi infinitas. Ambos niños verán la sexualidad en forma diferente, apreciarán a sus compañeros según su sexo “anatómico” de forma diversa, enfrentarán los temas de logros, el compartir, y los sentimientos de forma totalmente distinta. Lo que conocemos hoy es en gran parte un mundo de personas criadas en hogares como el primero que describí. Hay - 53 -
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aún relativamente poco impacto cultural de las generaciones que se han criado en hogares como el segundo (esto depende de qué países estemos hablando). El proceso, evidentemente, ya no tiene marcha atrás; veremos seguramente las implicaciones de esto y nos adaptaremos. Realmente espero que las consecuencias nos terminen dando una convivencia más equilibrada. Creo que en ese sentido aún nos queda un importante camino por recorrer.
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VI – ¿Se liberaron?
Me pareció interesante incluir algo referido a los motivos que, en mi opinión, ayudaron a gestar el movimiento al cual llamamos: de Liberación Femenina. Este fenómeno social, del que prácticamente todos hablan y suponen saber, tiene obviamente una razón de ser, una causa. Creo que las generaciones más nuevas, tanto de varones como de mujeres, si bien tienen idea de cuál es esta causa, no conocen realmente la dimensión de la misma. Sepa disculpar el lector si el capítulo le resulta obvio, pero sinceramente creo que hay “pasados” que merecen ser “historia”, para que no sean olvidados y nos permitan no caer en los mismos errores, o en otros similares por las mismas causas. Cuando hoy se habla de la liberación femenina se la asocia, en general, con la actual lucha por derechos importantes de las mujeres: como no tener un “techo de vidrio” en las empresas y poder acceder a los mismos trabajos y salarios que los hombres; el hecho de que las mujeres puedan ingresar a las fuerzas armadas y poder acceder a los mismos rangos o asignaciones, etcétera. Obviamente esto es parte de esa liberación y son derechos válidos por los cuales pelear, pero la magnitud de la desigualdad que generó el movimiento es asombrosamente más grande. Estas reivindicaciones actuales no son sino nuevas batallas de una guerra que empezó hace mucho tiempo. La causa original de - 55 -
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esa guerra, esa desigualdad terrible de derechos entre varones y mujeres, tiene origen en el mismo momento en que el pensamiento comenzó a gestarse, y aunque parezca mentira la misma se mantuvo casi intacta hasta principios del siglo XX. Las primeras batallas ganadas en esa guerra fueron mucho más sangrientas que las actuales, y son las que dieron “piso” para las contemporáneas. Increíblemente, aún en nuestros días, estas diferencias entre varones y mujeres no han terminado de desaparecer de legislaciones y de los usos y costumbres de la vida diaria, aunque se encuentran bastante amenguadas, al menos en los países que damos por llamar “de cultura occidental”. La liberación femenina se trata de mujeres que buscaron, y encontraron, un plano de equidad jurídica y de respeto básico para ellas en relación al de los varones. La liberación femenina logró esto, pero en gran medida logró también generar nuevas generaciones de mujeres que no sólo siguen al cuidado de la casa y los hijos, sino que además trabajan y deben mantenerse frescas y radiantes ya que los modelos de consumo les imponen un estereotipo de cuerpo que ya a los dieciocho años es difícil de mantener. Esto de haber logrado igualdad jurídica hoy suena raro ya que estamos acostumbrados a la misma, y por lo tanto, no concebimos que durante infinidad de siglos la mujer fuese considerada un ser inferior tanto desde el punto de vista legal, como desde el intelectual. Creo que es bueno recordar, no para avivar viejos rencores, sino porque aún estamos tratando con las consecuencias inmediatas de esta liberación o búsqueda de equiparación de derechos. Como algunas de estas - 56 -
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consecuencias son confusas, o no necesariamente positivas en cuanto a su beneficio para las liberadas, el hecho de comprender las razones que motivaron el movimiento es válido para entender que la misma tuvo sentido. ¿A qué me refiero con que algunas de las consecuencias no son del todo claras en cuanto a sus beneficios para las liberadas? Tiene que ver, por ejemplo, con esto de que la mujer ahora tenga que cumplir varios roles a la vez, y por otra parte mantenerse como si siempre fuese una adolescente desde el punto de vista físico. Una buena descripción de este efecto la hace Gabriela Acher en su libro previamente citado: La guerra de los sexos está por acabar... con todos Ella describe este paso dado y su resultado mediato con frases como estas: “(...) las mujeres huimos de la cocina para meternos en la legión extranjera. Pero por propia voluntad, ¿eh? Y con la frente bien alta. Nosotras solitas cambiamos la aspiradora por la lipo-aspiración, la costura por la cirugía, el horno por la lámpara solar, la limpieza de pisos por la limpieza de cutis y la casa por el servicio militar. Pero a nosotras no nos importa nada porque estamos disfrutando de nuestra ansiada libertad. Por fin supimos para qué teníamos el cuerpo: para cambiarlo (...) No sé si estábamos mejor antes, cuando estábamos peor, que ahora que estamos mejor”. Maitena, la ya mencionada autora y humorista argentina, lo describe así: “Hoy, que sabemos que hasta la más superada se come las uñas, estamos más contentas con nosotras mismas. Cambiando lo que no nos gusta y no sólo los pañales o el rouge. Y lo logramos. En estos últimos años las mujeres - 57 -
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cambiamos mucho. Antes, sólo estábamos obsesionadas por conseguir un marido. Ahora, además, estamos estresadas por exigirnos logros profesionales, trastornadas por la culpa que nos provoca la maternidad, y desesperadas por combatir la celulitis”. Evidentemente aún falta ajuste en este sentido, pero no cabe duda de que esto que acabo de describir, antes de citar a Acher y a Maitena que lo describen tan claramente, es parte de los efectos –o defectos– mediatos de la liberación. Hay muchas mujeres que se miran en esa triple carrera y tiran la toalla al menos en una. Abandonan su carrera profesional para quedarse entre la casa y el gimnasio; o abandonan el procrear y criar a sus hijos, para quedarse entre la oficina y el gimnasio. Muchas no van al gimnasio, pero en general están descontentas con su cuerpo, y por lo tanto sufren por esto. Si bien al menos ahora tienen el derecho de elegir “qué toalla tirar”, el nuevo problema es que parece que sólo ellas están ante esta disyuntiva, y lo peor es que, en la inmensa mayoría de los casos, no importa qué toalla tiren o cuál de los roles no desarrollen plenamente, esto les genera culpa. Culpa que definitivamente forma parte de sus vidas a partir de ese momento, y que es un yugo que no permite vivir adecuadamente. Esta elección que no parece tener solución correcta, y que por ende termina frustrando, no sólo influye en ellas, a los varones también nos recaen las consecuencias producidas por esta situación. Esta culpa es un sentimiento negativo que se genera por no cumplir modelos predefinidos que nosotros mismos creamos y, a mi modo de ver, sin sentido en gran parte de los casos. La liberación las dejó elegir qué hacer, pero todavía no llegó a - 58 -
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equiparar las cosas de forma tal que el varón también entre en el mismo juego de tener que elegir entre su profesión o la familia, y no estoy hablando solamente de cambiar un pañal o quedarse un par de noches sin dormir. Es muy raro que un varón sufra directamente, a nivel de culpa personal, las consecuencias de la elección que produce la aparición de un tercero en la casa. Pero indudablemente convive con alguien a quien sí afecta este asunto. Margarita Roulet, en su ensayo ya citado “La anorexia nerviosa en la encrucijada del género”, justifica la anorexia nerviosa como enfermedad típica de mujeres de la siguiente forma: “Mi hipótesis es que los modelos que coexisten y que llamaré el de la maternidad y el de la competitividad son vividos como contradictorios; en consecuencia, las mujeres pagan con culpa el abandono de los hijos y con insatisfacción si no se atreven al modelo competitivo: Ante este malestar se opone una conducta de resistencia que adquiere la forma de dejar de comer. Esta conducta es, por otro lado, perfectamente compatible con el modelo de belleza que se sobre agrega a los anteriores y que prescribe delgadez”. Evidentemente fueron demasiados siglos de un modelo estructurado, como para que en tan poco tiempo las consecuencias que este modelo produjo puedan desaparecer. Lo que pasó hasta ahora es que la mujer ha logrado equipararse haciendo lo mismo que el varón hacía, pero como el varón prácticamente no ha cambiado su conducta, se genera un desequilibrio.
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A otra visión de este asunto de que la mujer empezó a salir del molde en el que el varón la había puesto, pero copiándolo, Acher, en el libro ya mencionado, la pinta de la siguiente forma: “Ya que como hasta ahora –y a lo largo de más de 5000 años– sólo fue definida, interpretada, descripta, fantaseada y recreada a través de los ojos del hombre. Es lógico entonces que la mujer haya creído encontrarse a sí misma en la imagen que el hombre tenia de ella (...). (...) la mujer tuvo que actuar dentro de un esquema prefijado de como ella ‘debía ser’ (...) (...) No hay duda de que la mujer se encuentra hoy ante el desafío más grande de su historia: el de convertirse en lo que es. Y este es un proceso que ya lleva varias etapas. La primera fue la de tratar de parecerse a lo que se esperaba de ella. Por eso sostengo que la historia nos condenó a la histeria. Porque en la desesperación de gustar no se puede ser. La segunda, muy en boga en nuestros días, es la de imitar al hombre. Conducta en un punto inevitable, ya que el hombre ha sido nuestro único modelo, pero que también conduce a un camino de alineación. Pero hay una tercera etapa esperando por nosotras y esta será la de encontrar nuestra auténtica identidad partiendo de lo más profundo de nuestra feminidad”. El mensaje me parece muy claro, se salió de este molde que no era adecuado y todavía no se llegó al punto final de esa evolución. Como en toda revolución, sólo una parte de la población quiere y genera el cambio, pero en ésta de la que estamos hablando los del bando no revolucionario no fueron puestos prisioneros ni sometidos, al menos todavía. El famoso: “si - 60 -
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querés trabajar arreglate, pero que la comida esté hecha y la casa limpia” es, prácticamente, la frase más condescendiente que muchas mujeres han logrado ante sus decisiones de sostener una profesión. No quiero confundir a nadie. No es que yo sea, ni me crea, un santo de la causa de las mujeres. Yo, lamentablemente, no estoy exento de formar parte del mismo modelo que ahora estoy criticando. No me considero un iluminado ni un defensor de la causa feminista. Como dije al principio, sólo trato de describir lo que pienso y siento con respecto a algunos temas relativos a la mujer, independientemente de que haya podido cambiar yo personalmente, y por completo. Solamente creo entender parte del problema, y trato de arreglar y arreglarme dentro de mis incapacidades. Reconocer un problema es el primer paso para tratar de arreglarlo. Supongo que vale decir que algo es algo. Estoy completamente y definitivamente seguro de que estos condicionamientos ridículos, estos modelos predefinidos en épocas pasadas, esta culpa con la que muchas mujeres viven, esta elección que pareciera que sólo ellas tienen que hacer, las afecta. Las afecta a ellas y afecta su relación con nosotros. Los varones podemos seguir quejándonos por siempre de lo que “no recibimos” de nuestras mujeres, espero que algún día entendamos que gran parte de la culpa es nuestra. Nosotros inventamos los condicionamientos que hoy generan en ellas esas conductas de las cuales nos quejamos, y aparte no dejamos de lado el modelo resultante de esos condicionamientos. Escribirlo resulta evidentemente mucho más sencillo que vivirlo, pero por algún lado hay que empezar.
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Todas las revoluciones y liberaciones generan escenarios nuevos y distintos a los anteriores, y no siempre las consecuencias son positivas en su totalidad; el antes descrito, con claridad no lo es. Estoy seguro de que muchos de los esclavos americanos que trabajaban en las casas de sus amos en vez de en las plantaciones no querían que la esclavitud terminara. Ellos sabían que luego tendrían que trabajar probablemente de algo menos “cómodo”, para tener el mismo nivel de vida que tenían en la casa del amo. Obviamente la esclavitud es mala y no uso el ejemplo como algo cien por ciento equiparable al caso de la liberación femenina, pero definitivamente el ejemplo del esclavo, como el del preso que no quiere dejar la prisión ya que está tan acostumbrado que no quiere exponerse al mundo externo, son casos de regresión al estado del cual me debería liberar. Esto se debe a que las situaciones que me plantea la posición de liberado son a veces más exigentes o de alguna forma peores que las originales. Creo realmente que esta acumulación de responsabilidades antiguas más otras adicionales posteriores a la liberación, y el estrés y la culpa que esto genera, no son razones válidas para volver atrás. Hayamos participado o no en el inicio de este fenómeno social debemos seguir adelante tratando de reencontrar un nuevo y más equitativo equilibrio. Es por eso que el repaso de las razones que dieron sentido a ese movimiento es importante, para no caer en la tentación de imaginarse volver al estado anterior, o de sentir que lo logrado no es del todo válido. Retomando entonces el tema de la magnitud de las causas, no creo ser el único que sólo hace poco tiempo descubrió o redescubrió la misma. A pesar de haber tenido madre, abuela, y una infinidad de educadoras mujeres, hayan sido estas maestras - 62 -
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o amigas, siento que la difusión de las razones que produjeron el Movimiento de Liberación Femenina no se hace correctamente. Tal vez sea porque ellas tampoco lo tienen del todo claro, tal vez sea porque da vergüenza que se hayan mantenido estas diferencias por tanto tiempo. Es probable, por otro lado, que esto se deba a que para todo el mundo es tan claro que no hace falta decirlo. Yo no estoy seguro de esto último, por lo tanto me parece apropiado citar a algunos autores “prominentes”, desde la antigüedad hasta el siglo XIX, para entender un poco más este tema. Sigue en el próximo capítulo una enumeración de citas que, según mi opinión, resumen la verdadera causa de la Revolución Femenina. Una causa contra la que cualquiera se hubiese revelado. La mayoría son insultantes a un extremo que parecen más bien salidas de un libro de bromas que citas reales. De hecho creo que la mayor parte de lo que hoy son chistes contra mujeres debe haber sido inspirado en pensamientos o ideas que hasta hace poco eran “leyes” o “verdades filosóficas”. Es increíble lo que se ha dicho, escrito, legislado, opinado, etcétera, es por eso que me parece importante recordarlo. La memoria es un excelente antídoto contra el volver a caer en el mismo pozo. El hecho de que ahora las leyes hayan cambiado, y de que las mujeres hayan dejado de ser sojuzgadas de la manera que en estas citas se sugiere, no implica que todo el daño causado haya desaparecido. Sólo entendiendo bien desde dónde viene el problema, seremos capaces algún día de corregirlo completamente.
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VII – ¿De qué se liberaron?
Pasemos a las citas, las cuales, aunque no todas, son en general tomadas de la recopilación hecha por Isidoro Loi en su libro La Mujer7: 1) Citas de tipo general, que resumen el pensamiento de la época con relación a la mujer, y de cómo tratar con ella: a) 1280 a. de J. C. Leyes de Menu, (libro sagrado de la india para instituciones civiles y religiosas): “Regla 213: Está en la naturaleza del sexo femenino el tratar de corromper aquí abajo a los hombres, y por esta razón los sabios no se abandonan jamás a las seducciones de las mujeres”. b) Proverbio chino: “Si una mujer te habla, sonríe y no la escuches”. c) 640-558 a. de J. C., Solón, Legislador y sabio Griego: “El silencio es el adorno de las mujeres”. d) 570-520 a. de J. C., Hiponacte, poeta griego: “La mujer da al marido dos días de felicidad: el de la boda y el del entierro”. e) 1190-1264 d. de J. C., Vincent de Beauvais, religioso francés enciclopedista y consejero de San Luis: - 65 -
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“Condeno a las mujeres por ser esclavas de la vanidad y la moda. Por sus monstruosos tocados y la provocación lúbrica y carnal de sus atavíos”. “El sexo femenino es la confusión del hombre, bestia insaciable, ansiedad continua, guerra incesante, ruina diaria, recinto de tempestad y obstáculo de la devoción”. f) 1542-1605 d. de J. C., Akbar el Grande, emperador de la India: “Todo hombre debería tener cuatro esposas por lo menos: una hindú para tener hijos, una persa para conversar, una afgana para atender la casa y una turca para pegarle como advertencia para las otras tres”. g) 1622-1673 d. de J. C., Molière, comediógrafo y actor francés: “La mujer es como la hiedra, que crece en todo su esplendor mientras se enrosca en el árbol, pero no vale para nada cuando se la separa de él”. “Aunque el hombre y la mujer sean dos mitades, estas mitades no son ni pueden ser iguales. Hay una mitad principal y otra subalterna; la primera manda y la segunda obedece”. h) Probervio árabe: “Consulta a tu mujer y haz lo contrario de lo que te aconseje”. i) 1770-1831 d. de J. C., Friedrich Hegel, filósofo y profesor alemán: “La mujer puede, naturalmente, recibir educación, pero su mente no es adecuada a las ciencias más elevadas, a la filosofía y a algunas artes”. - 66 -
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j) 1788-1860 d. de J. C., Arthur Schopenhauer, pensador alemán: “(...) es una especie de término medio entre el niño y el hombre, que es el verdadero ser humano”. “(...) en última instancia, la mujer sólo existe para la propagación de la raza”. k) 1824-1895 d. de J. C., Alejandro Dumas, escritor francés: “La Biblia dice que la mujer fue la última cosa que Dios creó. Es evidente que la creó la noche del sábado: revela su fatiga”. l) 1828-1910 d. de J. C., León Tolstoi, novelista ruso: “(...) ¿De quién de hecho aprendemos la voluptuosidad, el afeminamiento, la frivolidad total y otros mucho vicios, sino de la mujer? ¿Quién es responsable de que perdamos tantos sentimientos inherentes a nuestra naturaleza, como el valor, la fortaleza, la prudencia, la equidad y tantos otros, sino la mujer? m) 1844-1900 d. de J. C., Friedrich Nietzsche, filósofo Alemán: “El verdadero hombre siempre busca dos cosas: peligro y juego, por eso busca una mujer que es el más peligroso de los juguetes”. “Sin embargo creo juzgar sanamente diciendo que vale más ser impetuosos que circunspectos porque la fortuna es mujer, y es necesario por esto mismo, cuando queremos tenerla sumisa, zurrarla y zaherirla, se ve en efecto que se deja vencer más bien de los que la tratan así, que de los que proceden tibiamente con ella”. - 67 -
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“(...) la mujer perfecta, cuando ama, desgarra”. “(...) la bondad en una mujer es una forma de degeneración”. “¿Han oído mi respuesta a la pregunta sobre cómo se cura a una mujer, sobre cómo se la redime? Se la deja embarazada. La mujer necesita hijos, el hombre es para ella sólo un medio (...)”. “El concepto de emancipación de la mujer representa el odio instintivo de la mujer mal constituida, es decir, incapaz de procrear, contra la mujer bien constituida. La lucha contra el varón no es nunca más que un medio, un pretexto, una táctica. Al elevarse a sí misma como mujer en sí, como mujer superior, como mujer idealista, quiere rebajar el nivel general de la mujer. Para esto ningún medio es más seguro que estudiar bachillerato, llevar pantalones y tener los derechos políticos del animal electoral. En el fondo, las emancipadas son las anarquistas en el mundo de lo eterno femenino, las fracasadas, cuyo instinto más radical es la venganza (...)”. n) 1866-1954 d. de J. C., Jacinto Benavente, español, Premio Nobel de Literatura 1922: “No hay nada que se parezca tanto a un hombre tonto, como una mujer sabia”. 2) Citas tomadas de distintos tipos de libros religiosos, o de formadores de opinión en cuanto al culto: a) 700 a. de J. C., La Biblia, Libro del Eclesiástico: “Capítulo XXV, Versículo 26: Ligera es toda maldad comparada con la maldad de la mujer”. - 68 -
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“Capítulo XXVI, Versículo 18: Un don de Dios es la mujer callada y no tiene precio la discreta”. b) 700-630 a. de J. C., Zaratustra reformador de la religión Persa: “La mujer debe adorar al hombre como a la divinidad. Nueve veces por la mañana, de pie ante su marido, con los brazos cruzados, debe repetirle: ¿Qué quieres, señor mío, que haga?”. c) 623-543 a. de J. C., Buda, fundador de la religión budista: “La mujer es mala. Cada vez que se le presente la ocasión toda mujer pecará”. d) 2 a -67 d. de J. C., San Pablo, 1ª carta a los Corintios: “Capítulo XIV, Versículo 12: no consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, sino que se mantenga en silencio”. e) 560-636 d. de J. C., San Isidoro, sabio prelado español: “El hombre fue creado a causa de sí mismo: la mujer fue creada como ayuda al varón”. f) Siglo VII después de JC, Corán, libro sagrado Musulmán redactado por Mahoma: “Sura IV, Versículo 38: Los hombres son superiores a las mujeres, porque Dios les ha otorgado la preeminencia sobre ellas. Los maridos que sufran desobediencia de sus esposas pueden castigarlas: dejarlas solas en sus lechos, y hasta golpearlas”. “Sura XXIV, Versículo 59: No ha llegado al hombre calamidad alguna más perniciosa que la mujer”. - 69 -
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g) 1225-1274 d. de J. C., Santo Tomas de Aquino, teólogo cristiano: “Para el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados por otros más sabios que ellos; por ende la mujer, más débil en cuanto a vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en quien la razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa, y la de la madre pasiva y material”. “El padre debe ser más amado que la madre, pues él es el principio activo de la procreación, mientras que la madre es tan sólo el principio pasivo”. h) 1483-1546 d. de J. C., Martín Lutero, teólogo alemán, fundador de una de las ramas protestantes del Cristianismo: “No hay manto ni saya que peor siente a la mujer o a la doncella, que el querer ser sabia”. 3) Citas incluidas en distintos tipos de legislaciones: a) 3599-2000 a. de J. C., Legislación Sumeria: “La mujer que se niega al deber conyugal debe ser tirada al río”. b) 1730-1686 a. de J. C., Hammurabi, rey de Babilonia que promulgó el código que lleva su nombre: "Si una mujer de conducta desordenada y mala ama de casa desatiende a su marido, este puede escoger: primero repudiarla ante el tribunal, sin derecho a indemnización, o declarar al juez que no la quiere repudiar, quedando entonces - 70 -
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como esclava. En los dos casos le es lícito al marido contraer un nuevo matrimonio”. c) 1280 a. de J. C., Leyes de Menu, (libro sagrado de la India para instituciones civiles y religiosas): “Regla 148: Durante su infancia, una mujer debe depender de su padre; durante su juventud, depende de su marido; si ha muerto su marido, de sus hijos; si no tiene hijos, de los próximos parientes de su marido y, en su defecto, de los de su padre; si no tiene parientes paternos, del soberano; una mujer no debe nunca gobernarse a su antojo”. “Regla 154: Aunque sea censurable la conducta de su marido, aunque se dé a otros amores y esté desprovisto de buenas cualidades, debe la mujer virtuosa reverenciarlo constantemente como a un Dios”. d) 499-420 a. de J. C., Pericles, estadista ateniense que dio su nombre al siglo más brillante de la civilización griega: “Las mujeres, los esclavos y los extranjeros no son ciudadanos”. e) 978-1054 d. de J. C., Yaroslao el sabio, gran Duque de Kiev, primer legislador de ruso: “La vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre en caso de que ella sea asesinada y sus parientes reclamen indemnización”. f) Siglo XIV d. de J. C., Derecho consuetudinario Francés: “Valle de Bergerac: (...) permite golpear hasta hacerla sangrar, siempre que la intención sea buena, es decir, para corregirla”. - 71 -
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“Burdeos: (...) que un marido en un acceso de cólera mate a su mujer, no sufre ninguna pena siempre que se confiese arrepentido mediante un juramento solemne”. “Valle de Barreges:(...) todo jefe y señor de familia puede castigar a la mujer y a la familia sin que nadie pueda interponerse”. g) 1491-1547 d. de J. C., Enrique VIII, Rey de Inglaterra: “Las mujeres casadas, los niños, idiotas y lunáticos no pueden legar sus propiedades”. h) 1770 d. de J. C., Decreto del Parlamento Inglés: “Todas las mujeres que seduzcan y lleven al matrimonio a los súbditos de Su Majestad mediante perfumes, pinturas, cosméticos, dientes postizos, peluca, miriñaques, zapatos de tacos altos y relleno en las caderas, incurren en delito de brujería (...) y el matrimonio será nulo”. ¡De estas barbaridades se liberaron!... No digo que quebrar el “techo de cristal”, obtener rangos equivalentes en las fuerzas armadas, o que el padre del hijo le cambie alguna vez los pañales, no sean, obviamente, conquistas válidas; pero las que empezaron la lucha tenían que lograr, antes, que se las tratara como seres humanos con derechos desde el punto de vista de la legislación civil. Tenían que bregar para que no fuese considerado irrisorio el que pudiesen hablar en público, o tener pretensiones de cualquier tipo. Como se percibe, son en general frases agraviantes y ofensivas. Algunas hasta suenan a chiste de programa humorístico de mal gusto. Increíblemente, son verdaderas. Todo lo aquí citado, y sin haber sido sacado demasiado de contexto, - 72 -
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expresa de forma inequívoca la diferencia que se imponía entre varones y mujeres. Éstas aquí incluidas son sólo una muestra de lo que pudiese ser una recopilación exhaustiva. El trabajo de Isidoro Loi en el cual me apoyé para esta enumeración tiene la virtud de hacer un vuelo rápido sobre opiniones y frases que van desde varios miles de años antes de J. C., hasta prácticamente la actualidad. Sólo incluí algunas de las que él recopila. Decidí agruparlas en: relativas a la legislación, a la religión, y a la opinión popular, para una mejor comparación. Las últimas, las referidas a la legislación, son las que de alguna forma han logrado ser cambiadas en la letra de leyes y reglamentaciones, por lo menos en gran parte del mundo “civilizado”. Sin embargo, cosas tan ridículas como las arriba ejemplificadas no se corrigieron sino hasta hace muy poco tiempo en la historia. Increíblemente, como muestra de esto, podemos mencionar que la mujer ha alcanzado derechos ciudadanos, votar por ejemplo, no hace mucho más de cincuenta años en gran parte de las “grandes democracias” del mundo occidental. En cuanto a las citas religiosas, no deja de ser llamativo cómo todas las grandes religiones coinciden en cuanto a la supuesta inferioridad o maldad innata de la mujer. Por un lado es repudiada y dejada de lado como algo realmente infra-humano, aunque por otra parte le es asignado el cuidado y la educación de los niños. Parece inexplicable cómo “algo tan maligno” pudo criar varones durante tanto tiempo y no lograr, a su vez, “transformarlos” en algo torcido. Es increíble cómo el varón piensa mal de la mujer en cuanto influencia externa, pero no cuando le asigna rol de madre. - 73 -
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En relación a las citas generales, si bien son sólo proverbios u opiniones, reflejan, de alguna forma, el pensar generalizado de cada época. Como se puede comprobar, están en boca de formadores de opinión, educadores, autores o referentes de cada una de sus épocas, con lo cual es indudable que marcaron así tendencias y formas de pensar de otros. Me parece que a esta altura de la lectura no hace falta aclarar que no estoy de acuerdo con ninguna de ellas. Creo realmente que muchas están basadas en ignorancia, en sectarismo, o en falta de interés por entender, desde el varón, una conformación de pensamiento diferente a la de él. Ni más compleja, ni menos compleja. Simplemente diferente. No creo, por otra parte, que todos los varones se hayan comportado con las mujeres de la forma que sugieren las citas, sin embargo es obvio que el medioambiente generado por el pensamiento que da lugar a estas citas oprimió y condicionó el desarrollo de las mujeres a lo largo de la historia. Los modelos sociales impuestos por este tipo de pensamiento no sólo generaron inequidades en términos de desarrollo intelectual, sino que también condicionaron conductas como los roles de la maternidad, paternidad, influyeron en las prácticas sexuales, etc. Si bien las diferencias planteadas desde el punto de vista del derecho han sido dejadas atrás en gran medida en algunas legislaciones, no es esto algo generalizado, aun hoy. Las religiosas se han desestimado de alguna forma en las religiones occidentales –aunque no necesariamente del todo–, pero en algunas otras, y sobre todo en las que aún fungen también como legislación, estas diferencias siguen presentes. Las relativas a la
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opinión popular, si bien han evolucionado bastante, siguen arraigadas a un nivel prácticamente inconsciente. La permanencia de estas ideas en el inconsciente –colectivo o individual– tanto de varones como de mujeres, generado por años de educación con el prejuicio de la desigualdad, genera que, a pesar de una supuesta equiparación de derechos, todavía en gran medida se siga viviendo esto de la igualdad recién adquirida como algo más políticamente correcto que como un acto de justicia. Dónde nos llevará la liberación de las mujeres tanto a ellas como a los varones, creo que es algo que nadie puede predecir del todo. Hoy ellas gozan de derechos de los que siempre han debido gozar, pero están en una triple carrera entre la maternidad, la profesión y los modelos de belleza corporal para mantener la autoestima, que es sinceramente difícil de coordinar. El varón ha aceptado los derechos de la mujer, pero sólo tibiamente ha comenzado a compensar la parte del tiempo que la mujer dedica a su profesión. ¿Cuál es entonces el resultado? Será que la Liberación Femenina ha tenido una falla de implementación, ya que logró su objetivo por un lado, pero por otra parte creó un problema con esto de las tres carreras simultáneas. Espero que no. Espero que, como sugerí antes, estemos aún ante un proceso inconcluso. No sólo en el sentido de garantizar a todas las mujeres del mundo los mismos derechos que a los varones, sino también en el sentido de cambio del modelo social. Modelo nuevo este, en el que varones y mujeres se complementen realmente en los roles del hogar y crianza, y desarrollo profesional e intelectual, logrando
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una real compensación y eliminando las consecuencias negativas para ellas y para nosotros. Lo que dudo es que esto se logre rápidamente si los varones seguimos sin colaborar con las mujeres en crear conjuntamente este nuevo modelo, en el que la mujer liberada pueda vivir mejor de lo que describen Acher y Maitena. No se me malentienda, de ninguna manera digo esto porque crea que nuestra “creatividad” e “inteligencia” de varones solucionadores de problemas sean indispensables, lo digo porque inevitablemente debemos formar parte de ese nuevo modelo que tiene que ser más equitativo en el reparto de cargas y responsabilidades, y en consecuencia, éste debe ser creado en conjunto. Algunos varones pensarán que perdemos algo, yo creo que ganaremos, al menos el no sufrir las consecuencias de esta revolución a medio terminar, que genera las culpas y frustraciones que muchas mujeres cargan por tener que sobre exigirse, y que inevitablemente sufren también los varones por tener compañeras que tienen que soportar estas culpas. Frustraciones que son tan negativas para nosotros como para ellas. Indudablemente creo que también ganaremos en un nuevo “contrato social”, que sólo por el hecho ser coordinado, y no consecuencia de dos conductas individualistas, ha de ser más completo. Es probable que en el seno de una pareja este nuevo acuerdo pueda ser logrado más fácilmente que si la discusión es pública. De hecho, seguramente se verifica en muchos casos puntuales o particulares, un mejor “convenio” varón-mujer, con roles más balanceados y menos culpas. Sólo el paso del tiempo, y tal vez hasta la dinámica de la evolución, lograrán que esos - 76 -
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casos particulares permeen como mรกs exitosos, y por lo tanto deseables, cambiando todo el modelo social. Supongo, entonces, que es cuestiรณn de tiempo y buena voluntad. Tiempo hay...
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VIII – Los filósofos griegos y las mujeres
En este capítulo me referiré en particular a los filósofos griegos, a su forma de pensar en cuanto a las mujeres, y al rol de las mismas en la vida y en la sociedad según su pensamiento. No incluí citas de ellos entre las recopiladas en el capítulo anterior porque me pareció que de alguna forma estos fueron tan importantes para lo que luego fue el “pensamiento occidental”, que requerían un estudio más detallado. De hecho, sacando las citas que fueron tomadas de libros religiosos y sagrados anteriores a Platón y Aristóteles, es muy probable que todas las demás sean, casi sin duda, consecuencia de la forma de pensar que ellos marcaron tanto en el derecho, como en la política y los usos sociales. Comencemos con Aristóteles. Este filósofo, en su Política,8 afirma entre otras cosas: “(...) el macho es por naturaleza superior y la hembra inferior; uno gobierna y la otra es gobernada, este principio de necesidad se extiende a toda la humanidad (...) el esclavo no tiene voluntad; el niño la tiene, pero incompleta; la mujer la tiene, pero impotente”. “La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres”. “(...) el macho está mejor dotado que la hembra para el - 79 -
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mando, salvo en casos antinaturales”. Citas como estas fundamentaron, en el pensamiento occidental, el que haya una relación de subordinación de la mujer al varón, ya que debido a esta –supuesta– superioridad natural se debe establecer entonces la correspondiente superioridad funcional, política y social. María L. Femenías (M. L. F.) en su ensayo, “Mujer y jerarquía natural en Aristóteles”, incluido en el libro Mujeres y Filosofía II, Teoría filosófica del género,9 desarrolla esta idea. Básicamente podemos resumir el punto teniendo en cuenta que Aristóteles, en general, establece las relaciones entre distintos miembros de la sociedad en forma asimétrica: ciudadano versus no ciudadano, amo versus esclavo, hombre versus mujer. En estas relaciones, en las cuales uno domina o tiene derechos y el otro no, se encuentra el balance de la sociedad para el filósofo. El cumplir los roles que cada uno tiene en esta asimetría es supuestamente beneficioso para ambos, ya que el dominado lo es por falta de alguna capacidad; por lo tanto, dejarse dominar es bueno para él o ella. Gobernantes y gobernados, o dominantes y dominados, tienen para Aristóteles y su forma de pensar el mismo objetivo, “el bien común”. Para el del gobernado o dominado, cumplir entonces su rol en esta relación, es obedecer al que gobierna o fija ese objetivo de “bien común”. Generalmente este rol es asignado al hombre ciudadano, el jefe de la familia. Una vez establecido esto, y justificado de la forma en que Aristóteles lo hace, forja la sociedad griega y todas las que tomaron su modelo con este desbalance, que increíblemente se mantuvo hasta hace muy poco. - 80 -
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M. L. F. cita luego a Aristóteles en la enumeración de “virtudes” que éste hace de la mujer, justificando así su postura con respecto a ellas: 1) Incapacidad para el mando, en consecuencia sumisión y pasividad, 2) debilidad corporal, 3) capacidad para las tareas domésticas, 4) valentía subordinada, moderación y modestia. Una de las razones principales para que la mujer fuera observada de ésta forma en la Grecia de Aristóteles, era que estaba condicionada a tareas e imposiciones sociales que la transformaban en lo descrito. Es obvio que hubo en esta Grecia mujeres diferentes, pero, como se citó más arriba, Aristóteles las consideraba “antinaturales”. Toda la historia de la mujer en este sentido está marcada por un condicionamiento y una imposición que la hace parecer y aparecer inferior. La mujer “no tiene capacidad para el estudio”, porque no la habían dejado estudiar. La mujer “divaga y no puede concentrarse en tareas intelectuales”, porque no la dejan entrar en esos círculos. La mujer “tiene más aptitud para las tareas hogareñas”, porque es lo único que las dejaban hacer. Es una especie de profecía auto-cumplida. Lo que sí es obvio, es que la mujer tiene más aptitud para dar a luz y criar mejor en los primeros meses por su capacidad de amamantar. Esto la condiciona desde ese momento, y el resto pareciera ser inercial. Cuando pensadores del tamaño de Aristóteles cristalizan este condicionamiento con “justificaciones” de pensador, le dan al mismo una fuerza que lo hace llegar hasta el siglo XXI. Sólo como ejemplo de esta influencia, en El examen de los - 81 -
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ingenios,10 de Juan de Huarte (1575), M. L. F. analiza y encuentra que este autor sostiene: “Si la mujer concentra su energía en el útero con el fin de la procreación, esto ocurre en detrimento de la energía cerebral que lleva al ingenio. En otras palabras, si las mujeres gestan (y esto es un hecho), lo hacen concentrando su energía en el útero, por lo tanto desplazan la energía cerebral que pudieran tener al órgano de la gestación. La estrecha vinculación que Huarte reconoce entre cerebro-útero lo obliga a concluir que las mujeres carecen de ingenio, pues su constitución funcional lo impide, ya que para procrear deben ser frías y húmedas”. Huarte desarrolla una teoría basada en los “humores” que no tiene sentido reproducir aquí, pero, básicamente, húmedo y frío están del lado de lo poco inteligente aunque imaginativo, y lo seco y templado más cerca de lo sabio y práctico. El útero, como órgano, es clasificado en relación con lo frío y húmedo, y por lo tanto, al estar la energía de la mujer centrada en el útero por su función reproductiva, está negada a lo intelectual. Es increíble hoy pensar en lo antes citado como razonable, sin embargo el impacto que esto genera en la cultura, usos y costumbres sociales, en la política, en la educación, etcetera, tuvo efectos mucho más allá del momento en que alguien lo creía como cierto en el siglo XVI. El hecho incuestionable de la diferencia basada en la capacidad de gestación, que la mujer posee y el hombre no, y la inercia que pensadores como Aristóteles le dan en su momento, se mantiene en el tiempo con conclusiones como las que Huarte produce más de mil quinientos años después, ayudando así a - 82 -
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que éste se sostengan y se proyecten en el tiempo. En “Las apariencias engañan”,11 otro ensayo incluido en el libro antes citado, Mujeres y Filosofía II, M. L. F., Ana María Bach y Margarita Roulet vuelven a citar a Aristóteles cuando este dice: “Las acciones del gobernante no son honorables a menos que sea superior a los otros hombres como el varón es a su mujer o el padre a sus hijos o el amo a sus esclavos”. Y también cuando el citado filósofo, en otra de sus obras, propone: “El coraje de un hombre se demuestra cuando gobierna, el de la mujer cuando obedece”. Luego las autoras saltan a una cita de Platón, en la cual este, en la voz de Sócrates, dice que él se compara con el oficio de la partera, ya que ayuda a nacer a los varones, queriendo transmitir la idea de que da nacimiento a intelectos, almas. En esto, justifica entonces, que en realidad su oficio es de mayor importancia, porque las parteras tradicionales sólo ayudan a nacer a cuerpos. Las autoras aclaran luego: “Agrega que, debido a ello, él tiene un privilegio más alto que el de su madre, pues el alma es más elevada que el cuerpo ya que su fruto es el conocimiento y la verdad, la sabiduría y el buen juicio, los bellos pensamientos y la mayor riqueza”. Aquí concluyen, entonces, que Platón basa en esta justificación la superioridad del varón, por el hecho de que estos “paren” conocimientos, almas, y las mujeres solo cuerpos. Divide así de alguna forma las tareas, dejando a la mujer con la de la procreación como la conocemos, y al hombre con las intelectuales, que son las que en definitiva lo llevan al mando. - 83 -
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Esta asignación de roles tan temprana, aducen las autoras, es recogida por el pensamiento posterior, y citan relatos considerados como “científicos” en el siglo XVI. A saber: “Las mujeres prolíficas son necias; las mujeres inteligentes, amén de ser un despropósito de la naturaleza, son estériles o paren hijos disminuidos pues su energía se centra en el cerebro y no en el útero, que es por lo demás donde deberían haberse concentrado”. El punto de este artículo en particular es el de hacer notar que en estos autores, o en la línea de pensamiento que ellos cristalizan, hay una identificación de la mujer con la naturaleza, y por lo tanto, como a la naturaleza, a la mujer hay que: “(…) dominarla, controlarla, conquistarla, explotarla, defenderse de ella, vencerla, atacarla, defenderla, trascenderla”. Las metáforas de “madre naturaleza” o “madre tierra”, como las deificaciones de la tierra como “diosa madre”, tienden a asociar una cosa con la otra. Para muestra basta un botón, dicen, así que voy a usar palabras de Neruda en su poema, Cuerpo de mujer, para ejemplificar lo que digo: “(...) Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos te pareces al mundo en tu actitud de entrega. mi cuerpo de labriego salvaje te socava, y hace saltar al hijo del fondo de la tierra”. Definitivamente la lista que plantean las autoras de cosas que hay que hacer con la naturaleza se traslada, entonces, en esta línea de pensamiento, también a la mujer, y Neruda, entre muchos otros, ayuda a ejemplificar poéticamente este punto. Este encasillamiento basado en su capacidad de engendrar y - 84 -
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reproducir, dejando casi de lado cualquier otra capacidad que la mujer pudiese tener, es el gran condicionante que los griegos justificaron, dejándolo marcado con fuego en todo el derecho, la política y los usos y costumbres que habrían de venir. Durante siglos, la única forma de salir del ciclo de la reproducción era entrar en un convento, donde, en general, las mujeres se podían acercar sin tanto rechazo social a la cultura. Margarita Roulet, en el ensayo antes mencionado referido a la anorexia, afirma que el hecho de mantener un cuerpo delgado: “[…] infringe un mandato biológico fuerte para las mujeres, porque la acumulación de grasa en determinados lugares del cuerpo está directamente vinculada con el embarazo (...) En este marco, la delgadez extrema es, entonces, claramente transgresora hacia la maternidad”. En la actualidad entrar en un convento no está tan de moda como antes, pero el modelo de delgadez extrema definitivamente ayuda a la desaceleración percibida en los índices de reproducción. Esto último se verifica sobre todo en países muy desarrollados, lugares en los que coincidentemente el porcentaje de mujeres en la fuerza laboral profesional es mayor, y donde también los problemas para la concepción sin ayuda de la medicina reproductiva lo son. Pareciese que no alcanza con el entendimiento intelectual del tema, sino que se sigue buscando en un cuerpo poco apropiado para la reproducción, el rechazo de un rol para poder perseguir el otro. Es obvio que esto no es premeditado, pero me resulta llamativo cómo la moda se aferra a un modelo de cuerpo que pareciese rechazar la maternidad para poder “venderle” más cosas a la mujer moderna, profesional, etc. - 85 -
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Como afirmé en el capítulo anterior, pareciera que la Revolución Femenina está incompleta aún, ya que me resulta obvio que este escenario en el cual una cosa debe negar a la otra no es el ideal, sobre todo si una de ellas involucra la reproducción, y por lo tanto el mantenimiento de la especie. Más allá de lo que pueda sonar a “preocupación ecológica”, el hecho de que en muchos países desarrollados crezca la cantidad de ancianos, y no se “produzcan” la suficiente cantidad de niños como para que cuando estos trabajen “paguen” por la jubilación de los primeros, es un problema relativo a lo recién mencionado. La descripta no es una situación que vaya a darse en miles de años sino en muy pocas décadas, y su impacto en las culturas y en las sociedades puede ser altísimo. Es obvio que volver atrás es ridículo, pero me parece que el estadio en el que estamos hoy, en el cual la mujer debe vivir vidas paralelas, o elegir entre una u otra, tampoco hace mucho sentido excepto como paso intermedio a un futuro más razonable. Como ya dije, espero que evolucionemos a un nuevo modelo social más equilibrado y cooperativo, en el cual las culpas por hacer una cosa o la otra no existan y las decisiones sean realmente de familia. Sé que mucho de lo aquí dicho parece obvio, pero siento que esta línea de pensamiento, justamente porque algunos de los argumentos “parecen” tan obvios, no se completa al analizar causas y consecuencias, y eso hace que el encuentro de una solución concreta sea más difícil. Problemas sociológicos como el mencionado probablemente se arreglan volviendo a tener más hijos por pareja, pero sin que la mujer tome el rol primordial de la crianza, para lo cual hace falta - 86 -
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un socio no mujer en el asunto. El “contratar” a otra mujer para que críe al hijo que la mujer madre no puede criar no pareciera ser una solución concreta a menos que alguien garantice que terminará habiendo dos tercios de mujeres y sólo un tercio de varones en la población mundial. La solución que algunos países europeos han estado aplicando consiste en pagar un subsidio a mujeres nativas para que dejen de trabajar y procreen. Esto me lleva a pensar que: “refrescar los argumentos obvios” no es tan tonto. Lo que estos gobiernos están proponiendo es que la mujer vuelva a su estado pre-liberación a cambio de un “soborno”. Sinceramente no creo que funcione a largo plazo. Más allá de que las mujeres tengan o no más hijos y cobren el subsidio, la crianza no está garantizada en un seno familiar real, por lo tanto, con o sin dinero de por medio, si no existe un acuerdo serio en la pareja de padres para garantizar una buena crianza en la cual los dos participen, para que ambos puedan desarrollar sus otros aspectos de interés, el problema persistirá. No creo que esta sea una situación terminal y que la humanidad esté condenada, pero también creo que no se arregla esto con un subsidio a la maternidad. Como ya mencioné en el capítulo anterior, es muy probable que la solución no venga de un movimiento social masivo, sino como la suma de acuerdos individuales intrafamiliares que a la larga se terminarán imponiendo. De tener algo de razón en mi planteo, es prácticamente imposible poder acercarnos a saber en qué punto del proceso estamos, y cuánto tardará en consolidarse. Creo, verdaderamente, que vamos en la dirección correcta, no sé si la velocidad sea la adecuada, pero es probable que no - 87 -
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pueda hacerse mucho por cambiarla. Lo que sí creo es que cada uno puede hacer algo por entender y ser una de esas familias que toman la iniciativa, y estar prevenidos para no creer que pagando por embarazo vamos a resolver problemas como los planteados. Los filósofos griegos son muy respetables, pero como en algunas otras cosas, en esto no tenían razón. No volvamos a su pensamiento intentando pagar por lo que naturalmente comienza a dejar de ocurrir. Si ellos hubiesen entendido que la cosa podía haber sido diferente, hubiesen planteado un modelo de sociedad distinto. Ellos ya no están, nos toca a nosotros crear una sociedad en la que la mujer tiene otros roles, y en la que el varón deberá tener otros también.
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IX – El Don Juan “esclavo”
El Don Juan es un personaje fascinante de la literatura, y claramente aborda muchos de los temas referidos a la mujer. Uno de ellos, o el principal, tiene que ver con el amor hacia ellas. A priori podría decirse que en realidad, la historia y lo que representa el Don Juan, no es sobre amor sino sobre sexo y abuso, sin embargo las sucesivas interpretaciones que se encuentran al desgranar el tema y el personaje nos dejan más cerca del amor que de las otras cosas. Así es como él se presenta en una de sus versiones: “Aquí está Don Juan Tenorio y no hay hombre para él. Desde la princesa altiva a la que pesca en ruin barca, no hay hembra quien no suscriba, y cualquier empresa abarca si en oro o valor estriba. Búsquenle los reñidores, cérquenle los jugadores, quien se precie que le ataje, a ver si hay quien le aventaje en juego, en lid o en amores”.
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El Don Juan, el Tenorio, también personificado como el Burlador de Sevilla, podría a priori definirse como abusador, mentiroso, hombre de mala fe; y también como amante ideal. Parece no hacer sentido la enumeración que acabo de hacer. Tal vez no lo haga, pero, como ya dije, hay muchas interpretaciones de este personaje y de lo que representa. Básicamente, el Don Juan busca obtener favores sexuales prometiendo amor eterno. Guillermo Mendoza, en su ensayo Don Juan: encarnaciones plurales del hombre sin nombre, comenta sobre el personaje: “Don Juan se caracteriza por ser un hombre que se ha enfrentado con la vida, que ha luchado en ella y que ha sacado algunas ideas claras que le permiten ahora afrontarla con franqueza, veamos algunas de sus teorías: 1) ¿Por qué debemos recluir el amor a un solo objeto de casamiento? Valet –En este caso, Señor, yo le diré francamente que no apruebo en nada vuestro método, y que yo encuentro muy malo el amar a toda costa como usted hace. Don Juan – ¡Qué! ¿Tú quieres que uno se ligue al primer objeto que tomemos, que uno renuncie al mundo por él, y que uno no tenga ojos para nadie más? ¡No! La constancia no es buena más que para los ridículos. Todas las bellas tienen el derecho de gustarnos y la ventaja dada a una, no debe quitarles a las otras las pretensiones que tienen sobre nuestro corazón. 2) ¿Quién dijo que la hipocresía es un vicio y por ello debemos condenarla? - 90 -
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Don Juan –La hipocresía es un vicio, pero un vicio a la moda, y todos los vicios a la moda pasan por virtudes, es un vicio privilegiado que, de su mano, permite cerrar la boca a todo el mundo y que nos hace gozar además de una impunidad soberana”. Agrega en otra parte de su escrito: “Los únicos códigos morales de conducta del Don Juan serán la seducción sin límites, la crueldad y la burla de las creencias humanas comúnmente sostenidas”. En otra parte concluye: “Para el Don Juan no hay placer más que en el cambio de objeto, ya que no hay objeto único y privilegiado de amor. Estamos frente a un coleccionista de batallas y trofeos”. Decidí empezar con estos fragmentos para pintar claramente qué es el Don Juan con una descripción “literal” del personaje, y creo que Mendoza lo fotografía soberbiamente. La primera y más obvia interpretación de la conducta de este personaje es la del abusador. Desde este punto de vista, el Don Juan pareciera ser un superhombre. Capaz de engañar de una forma increíble y consecutiva a infinidad de doncellas para obtener favores sexuales, y sin sufrir ninguna consecuencia por esto sino hasta el final de la historia. Realmente parece más una fantasía de ciencia ficción que una realidad concreta. Los personajes femeninos que se presentan en el Don Juan son poseedores de una ingenuidad increíble; sinceramente no creo que existan o hayan existido muchas mujeres así fuera de las páginas de un libro escrito por un varón. El Don Juan hace con ellas prácticamente lo que quiere, lo cual, en la historia de la - 91 -
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humanidad, no resulta verosímil que haya ocurrido muchas veces. Esto es: un hombre engañando de forma tan obvia a mujeres, las cuales aparentemente no es que se dejan engañar, sino que realmente caen en sus estratagemas. El punto principal de la supuesta fortaleza de este Don Juan es su capacidad de “enamorar” (de hacer el verso se decía en mi juventud). La palabra enamorar está aquí usada como representación del arte de decir lo que el otro quiere escuchar. Es interesante el ejemplo y el caso del Don Juan justamente por este hecho. El Don Juan es el ejemplo perfecto del timador: el que busca saber lo que el otro anhela para luego presentárselo de forma que parezca posible, aunque en realidad no sea así. Obviamente el Don Juan hace esto con fines de beneficio personal y sin interesarse por el otro. El refrán popular que sintetiza a este Don Juan reza así: “Prometer, prometer hasta meter; y una vez metido olvidarse de lo prometido”. Puede tal vez sonar un poco soez, pero el sentido del refrán es perfecto para mostrar esta versión del susodicho. La figura del personaje abusador se da, en realidad, más en política –demagogos que normalmente llegan a puestos ejecutivos de alto rango– que en el juego entre varones y mujeres. Digo esto por dos razones. A saber: 1.- El Político corre con ventaja, porque el intelecto promedio de la masa es siempre menor al de los individuos que la conforman, por lo tanto, el individuo en masa es más fácil de engañar. Por otra parte, la masa no es específica en sus necesidades, sino que estas resultan del promedio de las individuales. Esto hace que se pueda ser también mucho menos - 92 -
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concreto al momento de prometer. Cada cual tomará lo que el político diga, y creerá que es lo que él mismo piensa o quiere, no habiendo posibilidad de comprobación directa. 2.- Porque excepto por algunas cosas muy básicas, los varones en general no entienden –y muy pocas veces se interesan por entender– lo que las mujeres puedan estar deseando o anhelando. Aceptado esto será muy difícil poder engañarlas de la forma que se plantea en la historia del personaje, o sea prometiendo dar lo que ellas suponen necesitar o querer. La mujer es en general un ser más intuitivo que el varón y obviamente más sensible a las necesidades del otro. Por lo tanto, es en general al revés que se da este juego de seducción, sea con fines de abuso o no. El Don Juan está escrito en una época en que la mujer era considerada un ser inferior. Por lo tanto, un personaje masculino, partiendo de esta subestimación, con sólo saber que a las mujeres les gusta que se les prometa amor eterno –obviando, probablemente por ignorancia, todo el resto de lo que quieren y la forma en que les agradaría que este amor eterno se entregue–, se transforma en capaz –supuestamente– de semejante cantidad de engaños. No digo que no haya pasado nunca, pero en la obra se presenta evidentemente una exageración. Las mujeres han sido subestimadas por milenios. Muchas de ellas habrán disfrutado leyendo esta obra y sintiendo que estaban frente a una nueva demostración de la subestimación de los varones hacia ellas. No me cabe duda de que infinidad de mujeres deben haber aprovechado el hecho ser subestimadas, y han luego utilizando esto a su favor. No les debía resultar difícil - 93 -
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hacer creer a los creídos subestimadores que estaban logrando el engaño del Don Juan, y poder en realidad obtener una ventaja de ellos. Sinceramente no veo por qué habrían de haberse privado de este privilegio de dejar timado al timador. El punto central de este Donjuanismo es básico: tratar de entender lo que el otro cree necesitar y supuestamente ofrecérselo a cambio de algo. En el original pareciese que este intercambio se da en la promesa de amor eterno por sexo. Saliendo ahora de esta primera interpretación literal o, permítaseme decir, superficial del personaje, vale la pena revisar otra que tiene un poco que ver con la psicología. Esta interpretación parte de un concepto desarrollado por Freud al que él dio el nombre de penisneid, o “envidia del pene”. Según don Sigmund, la mujer tiene esta “envidia” que desarrolla desde niña cuando se “compara” con eventuales hermanos y ve que ellos tienen algo que ella no tiene. Supongo que si Freud viviese hoy elaboraría una teoría llamada mamasneid, que explicase por qué hay tanto varones que se travisten y se colocan implantes mamarios. Bromas aparte y volviendo a Freud, él elabora toda una teoría que implica que la mujer quiere tapar esta “falta” y que eventualmente buscará hijos para eso. Hoy esta teoría está evidentemente más actualizada y reinterpretada por varias escuelas analíticas y psicológicas. Lo cierto es que esta falta, u otras que se generan en nuestro inconsciente tanto en la mujer como en el varón, no se llenan nunca con nada, y de allí las neurosis. Los fallidos intentos de tapar estos “huecos” se hacen no sólo con hijos, sino también con bienes, o con logros profesionales, con dinero, etcétera. - 94 -
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Lo que aplica al caso del Don Juan es que su figura supuestamente “tapa” la falta de las mujeres a las que conquista. Lo hace porque la mujer, también supuestamente, “sabe” que tendrá disponible lo que quiere en hombres como el del personaje. En el juego de seducción que se plantea, el Don Juan se siente poseedor de algo que puede satisfacer los anhelos de la mujer, algo que puede hacerla sentir “completa”. Pero lo cierto es que él por su parte desea a las mujeres, las necesita casi como el niño pequeño necesita de su madre, porque en el caso de la psicología del varón, el niño busca satisfacer primero que nada a la madre tratando de ser para ella el “todo”. Él goza intentando tapar la falta. Está tratando, en otra mujer, de hacer nuevamente lo que lo hacía feliz de pequeño, sentirse el complemento que en su fantasía hacía sentir a la madre completa. Este deseo que él tiene o manifiesta por ellas juega en paralelo con el deseo de ellas de estar justamente en ese lugar, el de ser deseadas, y por lo tanto él se siente en capacidad de dar. Que estas mujeres acepten al Don Juan y su supuesta reparación no es más que una etapa en la neurosis de ambos. De aquí que se pueda pensar en otra figura que la del abusador, porque en realidad él necesita tanto de ellas como ellas de él. Kierkegaard, filósofo holandés que interpreta y estudia al Don Juan, lo coloca de la siguiente forma: “Es la fuerza del deseo, la energía del deseo sexual que en cada mujer desea la femineidad, y en esto consiste la fuerza sensualmente idealizante con la que embellece su conquista”.
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Lo que pareciera destruir el juego de seducción es justamente la caída en el final del mismo. Cuando el Don Juan recibe su favor sexual deja a esa mujer y sale en busca de otra. Repara, no sólo ilusoriamente, sino además en forma temporaria. La pregunta aquí será si lo hace porque abusa y necesita seguir haciéndolo, o si lo hace porque es tan obvio luego del favor sexual que ninguna falta se tapó, ni en ella ni en él, que tiene que volver a la etapa previa en donde la ilusión es más sostenible. Simplificando las dos neurosis más comunes, el deseo insaciable –nada lo satisface porque siempre hace falta algo más–, y el deseo imposible –querer satisfacer algo que no puede ser satisfecho–, se puede decir que casi todos tenemos un poco de los dos. En este juego de seducción, mientras la fantasía se sostiene, la mujer y el Don Juan pueden moverse perfectamente entre esos roles y disfrutarlos. Cuando el favor sexual se entrega, sin embargo, el Don Juan se enfrenta al imposible y necesita recomenzar para volver a creer en su potencia de satisfacción. Desde este último punto de vista él es esclavo de su neurosis o de su deseo imposible. Esto garantiza que siempre habrá un Don Juan disponible, esclavo de la búsqueda permanente, y también garantiza a las mujeres que constantemente habrá oferta disponible. Lacan lo expone de la siguiente forma: “Lo que la mujer ve en el homenaje del deseo masculino es que ese objeto pasa a ser de su pertenencia, que no se pierde (...) Una mujer puede pensar así que un hombre siempre se extraviará con otra mujer, pero Don Juan les asegura que hay un hombre que no se pierde”.
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La mujer puede estar segura de que siempre habrá un hombre que la desee, que la vea como su objeto de goce, y para el cual ella sea la causa de su deseo. En esto ella calma su supuesta “envidia”, si es que esta existiese, según la teoría de Freud. Lo interesante de esta interpretación es que aquí cambia la ecuación de poder, él la necesita tanto a ella que la pone en control. Este Don Juan no deja de ser esclavo de su necesidad. El problema inconcluso es que la fantástica sensación que se siente mientras se busca conseguir algo termina en el mismo momento de conseguirlo. El Don Juan está atrapado en una carrera de volver a tener que buscar para poder disfrutar nuevamente del haber conseguido. Cuando se mata acaba la cacería, y lo que el Don Juan disfruta en esta línea de pensamiento es la adrenalina de buscar y encontrar a la pieza, no necesariamente de matarla. Una vez muerto el ciervo o el zorro, el cazador necesita volver a comenzar el proceso, ya que colgar la piel en su cabaña no produce satisfacción suficiente. La sensación de enamorar, de buscar conseguir al otro, de querer saber qué le gusta para complacerla, el flirteo y el riesgo de no ser correspondido, todo ese trabajo que uno se toma para “conseguir”, toda esa excitación de lograr ser para el otro “la” elección, termina siendo, para los que comparten esta forma de ser, mucho más “placentera” que la rutina de la vida en conjunto. Esta trampa del anhelo y el abandono repetitivo, exacerbado por los modelos consumistas en los que nos educamos y vivimos, tienden a hacer al individuo infeliz naturalmente; ya que a pesar de conseguir cada vez lo que se plantea, se mantiene esclavizado en el seguir buscando, en la nueva necesidad que se auto genera, o que alguien le impone desde el exterior. - 97 -
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En el fondo, este Don Juan, a pesar de estar siempre con alguien está en realidad solo. Cuando está con una, ya necesita estar con otra. ¿Tiene solución este conflicto? ¿Se puede vivir con otra persona, la misma, sin cambiarla cada vez, y sentir lo que se sintió cuando se la estaba “enamorando”? No son muchos los que lo logran, son más los que se resignan o se engañan a sí mismos y a sus parejas. Hay un secreto en la filosofía Celta que dice que para ser poeta hay que ver cada cosa como si fuese nueva cada vez que se la ve. Tal vez este secreto de druidas y poetas celtas, sea una forma de mantener esa excitación del enamorar durante cada día de la vida conjunta, con la misma persona. Volver a ver a la mujer con la que vivo como si ese día tuviese que volver a enamorarla, como si tuviese que volver a convencerla de que yo soy con el que ella debe estar. No es fácil, pero con que salga de vez en cuando me da la sensación de que alcanza para no caer en la trampa del Don Juan. Es muy pero muy probable que nunca se pueda lograr un amor eterno y constantemente cálido y excitante, pero creo que en el esfuerzo de tratar de hacerlo está gran parte de la posibilidad de acercarse lo suficiente a este ideal utópico. Es obvio que esto debe ser ida y vuelta. En esta tarea, al menos, mujer y varón están del mismo lado del problema y deben resolverlo juntos, eso es mejor que hablar de abusadores, faltas, envidias y esclavitudes.
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X – El Don Juan “amante”
Hay otra versión del Don Juan que me parece interesante, ya que aborda el tema desde una óptica que podría, aunque más no sea en principio, verse como más romántica, o al menos no tan cruel. Es la del Don Juan de la película Don Juan de Marco, que difiere bastante del de Tirso de Molina o al de Molière. Este otro Don Juan, construido en parte con el personaje que idea Lord Byron, no pareciera ser el que abusa de las mujeres ni tampoco un esclavo del sexo, sino un “verdadero amante”. Él “sabe” amar y aparentemente logra complacer a las mujeres, pero no con intención de abusar de ellas. En definitiva no es muy distinto del Don Juan original en cuanto a que éste sabe hacer lo mismo, lo que cambia entre uno y otro son los motivos. El original, como ya dije, al menos en la interpretación primaria, lo hacía para obtener favores sexuales y de mala fe. Éste, en cambio, en la trama de la película se enamora realmente de dos mujeres, la primera y la última que conoce. De la primera es arrancado, y la otra es la causa de su desolación e intento de suicidio, al menos hasta que consigue reunirse nuevamente con ella. Entre estas dos, él está con mil quinientas mujeres más, literalmente hablando. Las mil quinientas mujeres de un harem con la sultana incluida. Este Don Juan, sin embargo, pareciera ser él el usado por las mujeres, en vez de ser un abusador. Evidentemente consigue - 99 -
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favores sexuales, pero es una especie de “instrumento” en manos de ellas. Aquí parece que la interpretación psicológica no se esconde tras la figura inexistente de un abusador, sino que se plantea abiertamente. Pero ¿por qué parece ser un buen amante? Porque aparentemente no sólo practica sexo con ellas, sino que de alguna forma las “ama” al hacerlo. La combinación de estas dos cosas, sexo y amor, es la combinación explosiva que supuestamente todo lo logra. No es que uno tenga que ver con el otro, sino que es como algunas bebidas que juntas van mejor, como el ron y las bebidas de cola o el gin y las tónicas. El amor no tiene que ver con el sexo, pero el gin tampoco tiene que ver con la tónica, aunque juntos combinan maravillosamente. Ambos existen independientemente uno del otro, pero para muchos tienen más sentido al estar combinados, aunque sólo sea por un instante. Estoy hablando aquí de amor de pareja particularmente, no del amor fraternal, o del amor de la amistad profunda que es de alguna manera más amplio que este del Don Juan. Una de las cosas más llamativas de esta película, para mí, es el tema musical de la misma, que es de Bryan Adams y se titula: ¿Amaste realmente alguna vez a una mujer? Transcribo a continuación algunas estrofas del mismo, ya que según creo, resume el secreto de esta versión del Don Juan. Dice así: “Para realmente amar a una mujer, para entenderla, tienes que conocerla profundamente en su interior, escuchar cada pensamiento, ver cada sueño, (1) y darle alas cuando ella quiera volar. (2) Luego cuando tú te encuentres yaciendo desvalido / - 100 -
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indefenso entre sus brazos, (3) tu sabrás que realmente amas a una mujer. Cuando tú amas a una mujer le dices que ella es realmente querida, cuando tú amas a una mujer le dices que ella es ‘la’ mujer, porque ella necesita alguien que le diga que ha de durar por siempre, (4) así que dime ¿has realmente alguna vez amado a una mujer? Para realmente amar a una mujer, déjala sostenerte, hasta que tú sepas que ella necesita ser tocada, (5) debes respirarla, saborearla realmente hasta que la sientas en tu sangre, (6) y cuando tú veas tus hijos que aún han de nacer en sus ojos, tu sabrás que realmente amas a una mujer. (7) Tú debes confiar en ella, sostenerla fuerte, darle ternura, debes tratarla correctamente, ella estará allí por ti, cuidándote bien. (8) Tu realmente tienes que amar a tu mujer, sí”. Este poema, que da letra al tema principal de la película, me pareció fantástico como descripción de lo necesario para saber cuánto me acerco a un amor “verdadero”. Aquí, inclusive, sí se puede asimilar el amor de pareja al genérico, en el sentido de que esta lista de cosas aplica, casi completa, tanto a hermanos como a parejas o amigos. Sigue entonces una “disección” del mismo frase por frase:
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(1) Me parece interesante la forma en la que define cómo es que alguien consigue conocer a otro profundamente en su interior: “escuchando cada pensamiento y viendo cada sueño”. Esto es evidentemente imposible en el plano práctico, pero tender a eso, buscarlo, sí es posible. Implica, de alguna forma, el interés por escuchar y ver, aunque no se lo logre. Plantea así la base para poder intentar complacer, tratar de saber qué es lo que el otro piensa y sueña. Interesarse por conocer al que se ama. No asumir que gustará, soñará o pensará lo mismo que yo. Una de las escenas que más me impresionó de la película es una en la cual Marlon Brando, psicólogo, está hablando con su mujer y le dice que él quisiera saber qué es lo que ella piensa y las cosas con que ella sueña. Ella lo mira casi compasivamente – supongo que porque imagina que la pregunta es más retórica que seria–, emocionada, como liberándose de una carga de años, y le responde: “pensé que nunca me lo ibas a preguntar”. Esta pareja representa en la película un matrimonio de muchos años, que no se lleva mal, pero que perdió la chispa. Es un matrimonio por inercia. Esta escena que comenté es el desenlace de una conversación que el psicólogo tiene con el supuesto loco –el personaje de Don Juan–, que termina convenciendo al médico de su falta de saber en cuanto al amar. Brando va aprendiendo durante la trama, esta escena que comenté más arriba es una forma de demostrar que cambia su forma de ver las cosas. Increíblemente, o no, sólo después de tantos años juntos él se interesa por saber qué piensa y sueña su pareja. Ella aprecia que pregunte, ni siquiera pareciese pretender a esa altura que él descubra esto sin tener que preguntar. - 102 -
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Quién sabe si ella le contestará o no, o si él podrá entender o satisfacer los sueños de su compañera de toda la vida, sin embargo, en la trama se parece insinuar que ese interés alcanza para reavivar el fuego entre ellos. Él llega a desearla al punto de querer saber, aunque más no sea escuchar lo que su amada piensa y sueña, y esto es lo que a ella la hace gozar, sentirse deseada. Hay una forma de escuchar que ayuda en este sentido. Escuchar con empatía. El diccionario de la Real Academia Española dice de “empatía”: “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”. Stephen Covey, un autor más asociado a la literatura de negocios que a la romántica, en un libro ya citado, dice lo siguiente de escuchar con empatía: “Cuando se escucha con empatía, usted escucha con sus ojos y con su corazón. Usted intenta escuchar los sentimientos, los significados. Intenta escuchar las conductas. Usa la parte derecha de su cerebro tanto como la izquierda. Usted siente con sus sentidos y con sus sentimientos, intuye. Escuchar con empatía es muy poderoso porque le da información exacta con la cual poder trabajar”. Si pudiésemos escuchar así siempre, cuánta más información y cuántas mejores decisiones podríamos tomar, no sólo en cuanto a relaciones de pareja, también en el mundo de los negocios o de las relaciones no íntimas. Por eso Covey sugiere la empatía como un hábito que lleva al éxito, sea en el amor, o en el resto de los aspectos de nuestra vida.
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Si pudiésemos escuchar así, sin prejuicios ni preconceptos, cuánto más fácil sería todo. Cuánto más sencillo sería acercarnos a saber lo que quiere el otro, en qué sueña o con qué piensa. Creo imposible saber lo que quieren las mujeres, pero para el caso también creo que es imposible saber lo que quieren los hombres. El asunto no es saber, como ya dije, sino intentar, escuchar con la mayor empatía posible, comportarse en función de tratar de entender antes de pretender satisfacer. La intención es lo mejor que podemos dar, cuando el lograr es imposible. (2) “Darle alas cuando ella quiere volar”. Qué difícil es esto. Dejar espacio al ser amado cuando ella o él quieren o necesitan volar. No se refiere según yo a una partida definitiva, sino a poder dar la libertad necesaria de movimiento, no agobiar, no creer que se “posee” al amado. En general, esta capacidad de dar libertad es recompensada con un uso inteligente de la misma por parte del otro. Los celos, la falta de poder dar esta libertad, son un problema de propia inseguridad para con el otro. Mucha gente, cuando no se siente segura de poder ser para el otro lo que éste necesita, actúa intentando encerrar a la pareja en sus celos. Tremendo error. La mejor forma de saber que puedo acercarme a satisfacer al otro es intentar saber lo que este otro necesita, por eso la descripción de cómo tratar de conocer a alguien profundamente es importante. Si lo que el amado necesita es espacio, y realmente amo a esa persona, la forma de satisfacerla es dándole ese espacio. Si no puedo hacer esto, entonces no amo verdaderamente. (3) Esta frase cierra el concepto de entrega al otro. No sólo debo conocerla y darle la libertad que necesita, sino que debo poder confiar en ella de tal forma que en sus brazos me sienta - 104 -
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protegido. La primera estrofa termina con esta frase como la prueba de que realmente amo a esa mujer. Si no soy capaz de abandonarme en sus brazos, de sentirme protegido y cuidado, es porque no la amo, según el poema. (4) No basta con hacer lo que recomienda la primera estrofa. El estribillo sugiere que hay que comunicarlo, y claramente. El mismo aclara que hay que decirle a la amada que es realmente querida, que ella es la única, y que ese amor ha de durar por siempre. Fuerte compromiso para los tiempos en los que hoy vivimos. Definitivamente ese “siempre” no es el que el Don Juan aplicó a las mil quinientas mujeres del harem, pero en el momento que estuvieron con él, seguramente ese era el sentimiento que tenían ambos. “Siempre” es demasiado tiempo. Pero como se dice: no es lo que duran las cosas, sino la intensidad de las mismas lo que las hace mejores. Mantener la relación por el “siempre” que nos permite nuestra mortalidad es loable. Pero si esto no ha de ser así, o dudamos que pueda ser así, lo loable será que la intensidad de la entrega sea en cada momento como si ese “siempre” fuese al menos posible. Muchas de esas largas relaciones de amor que se mantienen frescas, aunque vayan cambiando durante la vida de las parejas, no llegan a longevas porque sí. En mi opinión perduran porque cada momento se vivió con intensidad, pensando y actuando en función de ese “siempre” utópico. Tal vez como sugerían los poetas celtas, buscando y viviendo cada momento como si fuese nuevo. Muy probablemente porque se vivió manteniendo la esperanza de que los buenos momentos durarían mucho, y de
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que los malos momentos serían borrados por otros buenos que habrían de llegar. (5) La segunda estrofa vuelve a recomendar cómo ha de amarse a una mujer, y usa una frase que es de las que más me marcó: “Déjala sostenerte, hasta que tú sepas que ella necesita ser tocada”. Será porque al ser varón esto es muy difícil o porque la verdad que encierra es tremenda, pero esta frase me impactó mucho. Tiene que ver no sólo con buscar lo que a la amada le gusta, sino saber cuándo es el momento justo para ofrecerlo. Este momento justo es sólo cuando ella lo quiere recibir, no cuando yo se lo quiero dar. Enfatiza la minimización del egoísmo. Uno cree que por dar, se es bueno, y de lo que no nos damos cuenta es de que muchas veces uno trata de satisfacer más el propio ego al dar, que al que supuestamente recibe lo que damos. Si no solamente busco saber lo que el otro quiere sino que también busco saber el momento correcto para darlo, entonces me acerco más al desprendimiento e interés por el otro que el amor exige. Evidentemente, en el plano sexual, que es la interpretación más primaria de la frase en la canción, esto no deja de ser cierto también. El varón tiende a ser ansioso y salta etapas. Su dar está en general en función de lo que él necesita “sacarse de encima”, en vez de en función de lo que quiere el que recibe. (6) “Debes respirarla, saborearla hasta que la sientas en tu sangre”. Fantástica alegoría de cómo debe “sentirse” a esa mujer amada. Sentirla de tal forma que su olor y su sabor nos permitan reconocerla, recordarla, etc. Sentirla en la sangre, no sólo en la piel, en la sangre.
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Se dice mucho esto de que en la pareja, los que la conforman terminan –o deberían terminar utópicamente– siendo uno. Esta forma poética de expresarlo me pareció muy gráfica. Cuando uno realmente ama, muchas veces necesita ese olor del ser amado, y ese olor calma hasta cierto punto la ansiedad de volver a verlo. Cuando se ama cada poro de uno siente al otro. Neruda lo canta diciendo: “(...) Mi voz buscaba el viento para tocar sus oídos (...)”. Se percibe esto cuando se siente al otro de una forma tal en que aun dejarle una nota, es estar en contacto aunque ella no la lea en el momento. Es un sentir que hace perder de alguna forma noción de tiempo y espacio. Como sugiere el poema anónimo que sigue, el saber que se puede continuar esperando calma el dolor aunque el amado no haya llegado; esa ilusión de que esperar sigue haciendo sentido, hace más corta la espera. Dice así: “Esperé tu llamada pero no llamaste, esperé verte, pero no llegaste... No sé cuanto esperé, pero no importó, pues la ilusión de verte, escucharte, todo ese tiempo mi ansiedad calmó. Cuando entendí que no habrías de llegar, que tu llamada no debía ya esperar... El dolor mordió sólo un instante, era tarde ya para sufrir, era de nuevo tiempo de esperar”. Cuando realmente se ama, el dolor del otro nos duele y la alegría del otro nos alegra, por el otro, no por nosotros, porque su sangre es nuestra sangre. Francisco Luis Bernárdez, en su - 107 -
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poema “Estar enamorado”, enumera, entre otras cosas que cree necesarias para descubrirse en este estado, la siguiente: “(...) Es no saber si son ajenas o si son propias las lejanas amarguras (...)”. (7) Esta estrofa de la canción termina dando una nueva indicación de cómo reconocer que uno realmente ama a una mujer. Lo expresa de forma de ver a los propios hijos que aún no han nacido, en los ojos de ella. Una de las causas de esterilidad desde el punto de vista de la psicología es la falta, o temor, de entrega necesaria de al menos uno de los integrantes de la pareja. La esterilidad viene como consecuencia de esa falta de entrega al otro, ya que la misma inhibe la procreación de una nueva vida que es el producto de esa entrega. El poema va tanto más allá de este punto, que sugiere que el amor se nota cuando se ve en los ojos del otro a esos hijos que nacerán más adelante. La entrega es tal en este amor sugerido, que la percepción de esos hijos se adelanta a la concepción física de los mismos. Ese ver en los ojos del otro los hijos que vendrán es, en realidad, un anhelo de que ocurra. Es la base de la entrega que la canción sugiere como cimiento del verdadero amor. (8) La tercera estrofa recomienda confiar en ella, sostenerla, tratarla bien y tiernamente. Asegura que a cambio, ella estará allí por ti y cuidándote bien. Aquí se usa ese juego de hijo-madre / madre-hijo que, si bien se siente fantástico en algunas situaciones, genera una cantidad de conflictos por otra. De todas formas la sensación de saber que alguien habrá de cuidar bien de uno es reconfortante. El problema es que uno no siempre quiere que lo cuiden, o la forma en que - 108 -
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nos cuidan no necesariamente es la que quisiéramos. En realidad, si el amor existe y no se trata de un intento de posesión, el que cuida ha de tener la precaución de hacerlo cuando el otro lo necesita y de la forma correcta. Todo lo expresado en este poema suena bien y es hasta básico. A pesar de esto, no es fácil de aplicar. Eso es lo que diferencia a los “Don Juan” de los “hombres normales”. Los buenos Don Juan, los románticos, no los abusadores, son los que logran sentir y que la mujer a la que aman sienta lo que este poema sugiere. ¡Cuidado!, enfatizo el “sentir y que sienta”, no digo: logran a secas. Lo que este poema enuncia es un ideal, una visión, algo a lo que uno puede acercarse si lo intenta, no es necesariamente una meta, es más bien un camino.
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XI – El Don Juan y las estrellas
Desgraciadamente, muchas veces, lo antes descripto en cuanto al poema de Bryan Adams se finge para lograr algo. De hecho, el Don Juan original conocía el secreto y lo actuaba de tal forma que a pesar de sus reiteradas faltas la nueva víctima no lo despreciaba. Desgraciadamente, también los efectos de fingirlo en el corto plazo funcionan. Muchas mujeres, sabiendo esto, levantan una barrera de protección que a veces hace que el que lo intenta verdaderamente en vez de fingirlo nunca llegue a buen puerto. Como dije al principio, las mujeres no son lo ingenuas que la obra original sugería, y por lo tanto una decepción deja marca para toda la vida. Los que fingen estas cosas para su beneficio no sólo son enemigos de las mujeres, sino también de los varones que no han de fingir. El que vive para el corto plazo, el que no reconoce esclavitud en seguir el anhelo de cambio de objeto constantemente, el que no se ve solitario en el salto de persona a persona para satisfacer su hambre, no estará de acuerdo en que fingirlo es malo. Yo prefiero la otra versión, la que tal vez sea más utópica que real. La que exige un esfuerzo para intentar entender a la pareja en vez de usarla. La versión que apuesta al largo plazo, a pesar de que este largo plazo no puede ser más que una sucesión de altos y bajos. Es probable que se trate de un - 111 -
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imposible si uno quiere llegar al ciento por ciento, pero estoy convencido de que un porcentaje alto sí se puede lograr. No creo que estemos condenados a cambiar constantemente de pareja para mantener la frescura; o a convivir, sin la excitación del amor recién conquistado, en un tedio rutinario. Depende de nuestra voluntad y disposición para encontrar un término medio. No es que no haya neurosis en el Don Juan que describe la canción. Como seres humanos que somos, y por tener aparato psíquico, buscaremos constantemente algo a lo que seguramente no llegaremos. Algunos buscaran reparo a esta angustia en la religión, otros en el psicoanálisis, otros en el consumo constante o en el suicidio. No es mi intención resolver ninguno de estos dilemas aquí, sólo presentar algunas opciones que, al hacernos tal vez más conscientes de nuestros comportamientos, puedan ayudarnos a estas alertas. Abordar el tema del Don Juan permite hablar de muchas cosas relativas a la mujer. Desde cómo abusar de ella hasta cómo amarla con sinceridad. No creo haber agotado todos los temas que se desprenden de este personaje, pero el recorrido desde su primera interpretación, la literal, hasta esta última, nos da un buen rango de matices como para ubicarnos en él y encontrar el punto en el que queremos estar. Es probable que la fantasía del amor eterno y con la misma pareja no exista. Es obvio que para esto hay que partir de una base de tratar de entender al otro para luego poder ofrecerle y ofrecerse. Es muy probable que sea imposible este entendimiento, lo que no creo que sea imposible es tratar.
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En función de esto, de intentar conocer al otro, quiero hacer referencia a una nota graciosa que escuché alguna vez de alguien, y que va como sigue: “Hacer feliz a una mujer es fácil. Sólo se necesita ser: Amigo, compañero, amante, hermano, padre, maestro, cocinero, mecánico, plomero, decorador de interiores, estilista, electricista, sexólogo, gineco-obstetra, psicólogo, audaz, simpático, atlético, cariñoso, caballeroso, inteligente, creativo, dulce, fuerte, comprensivo, tolerante, prudente, ambicioso, capaz, valiente, decidido, confiable, respetuoso, apasionado… Y preferentemente muy solvente. Uno debe poner atención en: No ser celoso, pero tampoco desinteresado. Llevarse bien con su familia, pero no dedicarles más tiempo que a ella. Darle su espacio, pero mostrarse preocupado por dónde estuvo. Es muy importante no olvidar: Fechas de cumpleaños, aniversarios de novios, aniversario de boda, graduación, menstruación, fecha del primer beso, cumpleaños de la tía más querida, cumpleaños de los abuelos, cumpleaños de la mejor amiga. De todas formas, se ha comprobado que el cumplir al pie de la letra estas instrucciones no garantiza el cien por cien de la felicidad de ella, ya que podría sentirse inmersa en una vida sofocante y fugarse con el primer desgraciado vividor que se le cruce en la calle”. No quiero borrar con el codo lo que escribí con la mano, pero me pareció gracioso, después de todo, para hacer feliz a un varón supuestamente sólo se necesita lo siguiente: sexo, comida y un - 113 -
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televisor con un canal en el que pasen deportes todo el día… ¿Somos o no más fáciles? Hace poco una amiga me mandó esto como la sugerencia de moda para acercarse a la relación ideal: “Es importante encontrar un hombre que ayude con las labores del hogar, que ocasionalmente cocine y limpie, y que tenga un trabajo. O sea, un buen compañero de habitación. Es importante encontrar un hombre que te haga reír. O sea, alguien agradable con quien pasar el rato. Es importante encontrar un hombre que sea independiente y que no mienta. O sea, un buen amigo. Es importante encontrar un hombre que sea bueno en la cama y que adore tener sexo contigo. O sea, un buen amante. […] Pero lo más importante, es que estos cuatro hombres no se conozcan”. Yo me pasé gran parte de mi vida tratando de hacer las cuatro cosas para la misma mujer. Evidentemente, soy de una generación anterior. Si la especialización de tareas del mundo de hoy nos lleva a esto, tanto a mi mujer como a mí nos faltan al menos tres personas a cada uno por conocer. No sólo eso, aparte tendríamos que ponernos de acuerdo en qué rol yo le cubro, no va a ser que ella quiera que la haga reír y yo intente cocinarle. El mundo cambia y las relaciones entre personas obviamente también. Yo sé que soy un “dinosaurio”, de lo que todavía no me di cuenta es de si comencé o no a transformarme en petróleo. Es - 114 -
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probable que yo ya no pueda cambiar, por eso pienso y escribo lo que usted leyó hasta ahora. Si la forma de tener pareja estable y encontrar esa frescura perdurable en el tiempo de la que escribí más arriba no depende de seguir el consejo de los poetas celtas, sino éste de mi amiga, es algo que usted deberá decidir. Yo sólo pretendí plantearle algunas de las alternativas. Para desempatar entre los celtas que todo tratan de verlo como nuevo para mantener fresco lo que se repite, y las cuatro casas de mi amiga, creo que sirve esta idea que escuché una vez en una conferencia sobre el amor maduro. La frase original es aparentemente de Ralph Waldo Emerson, un célebre ensayista americano. El cuento es el siguiente. Decía el conferencista que mantener una relación por mucho tiempo es parecido a subir un carro cargado de cosas a una montaña. No sólo es trabajoso sino que además es peligroso. Si uno va detrás del carro empujándolo, y por alguna razón se tropieza, no sólo el carro caerá montaña abajo destrozándose, sino que además pasará por encima de nuestro cuerpo caído lastimándonos. Si en cambio uno va delante del carro tirando de él, se corre el peligro de que éste se atore en alguna piedra, nos haga perder el equilibrio, y no solo el carro ruede montaña abajo para estrellarse, sino que como lo tenemos agarrado es probable que nos arrastre a su misma suerte de desastre. ¿Cómo hacer, entonces? Aquí es donde entra el tema de las estrellas. Usando la frase de Emerson, el conferencista sugiere - 115 -
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atar el carro a una estrella. ¿Qué quiere decir con esto? Fijar la carga de hoy en una buena situación del mañana. No en una ilusión fantasiosa, en un estado futuro que seguramente será mejor más adelante y que debemos construir desde hoy. Me pareció un buen consejo. Las relaciones, como la vida, tienen altos y bajos. Tropezones y caídas siempre habrá, pero también habrá estrellas que iluminen, el asunto es no desesperar en la caída, sino tener esperanza, saber esperar y confiar en que algo bueno está por delante. Esa esperanza sostendrá el carro para que no caiga, para que no destroce, para que no retroceda y se destruya. Puede sonar utópico, demasiado romántico o irreal, pero creo que es práctico, no sólo para relaciones sino para cualquier esfuerzo que uno hace en el presente en función de una situación futura deseada. Desde el trabajo o el esfuerzo de estudiar para lograr un título con el cual luego tener una mejor situación. Desde el ahorrar y privarse hoy de algo para lograr el acceso a una vivienda o a un viaje deseado. Hasta el sobrellevar momentos difíciles en una relación para construir confianza, familia, etcétera. Tal vez sea complicado en el mundo moderno, en el que todos nos prometen satisfacciones inmediatas, el poder posponer placeres sensoriales momentáneos para poder vivir sentimientos duraderos. Depende de nosotros, de dejar de creernos que el aquí y el ahora son sólo para disfrutarlos, y entender de que el presente es importante, pero no sólo para consumirlo, sino también para asegurar un buen presente en el futuro. El Don Juan de la canción pareciera saber esperar, sea que el otro necesite ser tocado, o los hijos que han de venir y que se espían en los ojos del amado. Esas son estrellas a las cuales atar - 116 -
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el carro. Cada uno deberá encontrar las suyas, negociarlas, buscar consenso en cuáles han de ser esos momentos que harán que el dolor o el sacrificio de hoy tengan sentido trascendente, en vez de sólo capacidad de destrucción. Construir una relación madura, mantenerla y disfrutarla es probablemente una de las cosas más difíciles y a su vez más satisfactoria que los humanos podemos hacer. Sea con el truco de los celtas o con la idea en enlazar estrellas, estoy convencido de que vale la pena. Hay hoy demasiada insatisfacción en el modelo de cambio constante y de búsqueda permanente de nuevos estímulos. Forzar las cosas, sea para mantener una relación sin sentido o para vivir sin ningún tipo de compromiso, no resuelve el problema. Qué tal si tratamos de encontrar un equilibrio. Las personas no somos como los televisores que se pueden cambiar con sólo tener dinero o acceso al crédito. Tampoco las personas incorporamos nuevas capacidades tecnológicas o aumentamos el tamaño de la pantalla cada año. Por eso no tiene sentido el cambio permanente de relaciones. Apostemos a construir un poco más, aunque sea a costa de consumir un poco menos.
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XII – Posturas enfrentadas
Por el título parecería que voy a hablar de una sección perdida del Kamasutra12, pero no es así; aunque sí en este capitulo voy a referirme a la actividad sexual. Es un tema que llamó mucho mi atención cuando empecé a descubrirlo, seguramente tarde como de costumbre. Tiene que ver con posturas enfrentadas u opuestas entre las cuales las mujeres se ven obligadas a encontrar un punto medio, si es que existe. Digamos, aparte de tener la mujer que ver si asume roles masculinos o femeninos, o se pone o se saca los pantalones, o si se desarrolla profesionalmente o no, también tiene que decidir u optar entre otras posibilidades que se suman en parte a las anteriores. Estas son las posturas de Madre y la de Mujer, y la de Mamá y la de, digamos: Pasatiempo (las uso con mayúscula para poder diferenciar en el texto cuando me refiero a la posición en vez de a la mujer, a la madre o a la mamá genéricamente). Este asunto tiene que ver un poco también con la psicología. En la primera pareja de opciones, Madre será la mujer que “pretenda” satisfacer sus anhelos con sus hijos. Puede sonar algo antiguo, pero aún existen mujeres, aunque tal vez ahora a edades más avanzadas que antes, que confían en la procreación como una forma de realización o de combate a la “angustia”. - 119 -
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Cuando estas ideas empezaron a desarrollarse, con Freud primero y luego con Lacan, la mujer estaba bastante más “condenada” que ahora al hogar, por eso, casi la única cosa que ella podía “tener” eran hijos, para eso se casaba, para eso seducía al varón, y una vez que obtenía el “tener” hijos, el varón dejaba de representar utilidad, y de alguna manera el sexo también. Hoy, las mujeres “tienen” más cosas: tienen su trabajo, sus logros profesionales, su dinero y sus cosas, en eso, como los varones, calman parte de su “angustia”, aunque esta carrera no tenga fin, igual que la nuestra. En muchos casos, al ver que eso no tapa ninguna “angustia”, aún tienen el recurso de los hijos. Casadas, emparejadas o solas, buscan hijos y creo que hoy sobran ejemplos de este tipo. En definitiva terminan, en muchos casos, tratando de usar este recurso, aunque más tarde y muchas veces con más dificultad. Creo que no hace falta redundar en que el sexo deja de ser, cada vez más, una forma de procreación, de búsqueda de un hijo, para transformarse en un ítem de entretenimiento adicional como ir al cine o al teatro. Ideal para el varón que está buscando Pasatiempos –más adelante se explica de qué se trata esto–, no porque estas nuevas mujeres sean “profesionales” de la materia, sino porque para ellas ese sexo es tan casual como para los varones, y por lo tanto no hay amor, compromiso y proyecto de hijos, o vida conjunta de por medio. Sin embargo, llega un punto en que tanto varón como mujer quieren formar una familia, aunque más tarde, y es así que es notable ver en sociedades más desarrolladas desde el punto de vista económico, donde en general hay más mujeres - 120 -
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profesionales, cómo el sexo casual es más común, y a su vez, cómo el proyecto hijos comienza en edades tan avanzadas que se requiere de métodos de fertilización asistida o simplemente de adopción para lograrlo. Leticia G. Fiorini, en su libro Lo Femenino y el pensamiento complejo,13 resume esta línea de ideas de la siguiente forma: “Marie Langer (1951), hace ya varias décadas, había observado una problemática particular: cuando la maternidad era destino ineludible para las mujeres, esto coexistía con el auge de la histeria y la represión de la sexualidad. Posteriormente, la maternidad comienza a dejar de ser un destino único e inexorable y empiezan a tener presencia mujeres que no son madres, en coincidencia con una mayor libertad sexual y social. La autora señaló que, en estas condiciones disminuyeron la histeria y la represión de la sexualidad y comenzaron a ser más frecuentes las somatizaciones y trastornos funcionales en las funciones maternales”. También es notable cómo cada vez más mujeres terminan teniendo hijos por sí solas, usando al varón sólo para la fecundación pero sin intención de formar una pareja, o directamente usando su semen depositado en algún banco. Estas mujeres, en general tan acostumbradas a “tener” en sus logros, definitivamente están en la posición de agregar hijos a su “tener” más allá de una pareja estable. No pretendo con nada de lo que escribí hasta ahora hacer ningún juicio de valor, simplemente describir lo que creo se observa, esta tendencia a una paternidad-maternidad tardía y cada vez más unilateral. Esto, bueno o malo, indudablemente - 121 -
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causará efecto o será de influencia en la vida de los hijos. El tiempo dirá si es mejor o peor, pero el concepto de monogamia tradicional está cambiando, y la construcción psicológica de los hijos de estas parejas será diferente. Tal vez, un futuro posible, sea uno en que varones y mujeres gocen con sus logros profesionales y personales y se minimice el goce por deseo mutuo e interdependiente, la supervivencia de la especie se garantice no por el núcleo de la familia como hasta ahora sino por alguna planificación biotecnológica, y los conceptos tradicionales de la psicología o del psicoanálisis deban actualizarse. Hoy no deja de ser llamativa la cantidad de gente que elige un sexo distinto al que carga anatómicamente, y en qué medida esas parejas procrean en forma asistida. No hace falta agregar a esta lista lo que la clonación está a punto de lograr en términos de la unidad familia heterosexual como forma de convivencia social básica. La recién citada autora lo expresa así: “Por otra parte, y hasta la actualidad, por lo menos, la maternidad es una cuestión básicamente de mujeres y la paternidad de hombres y sus roles están clásicamente asignados a cada género. Las nuevas subjetividades emergentes en el cruce modernidad-post-modernidad desafían estos parámetros. Tanto las nuevas técnicas reproductivas como las nuevas modalidades de familias y parejas configuran presentaciones que cuestionan estos roles fijos, así como el transexualismo desafía el período de las determinaciones anatómicas”. Sigo sin abrir un juicio de valor con respecto a esto, simplemente lo describo. Lo que está claro es que la tendencia que se origina de alguna forma entre estas posiciones de Madre y - 122 -
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Mujer, y la mujer saliendo del rol de parir hijos solamente, está cambiando cosas muy profundas del funcionamiento de la sociedad como la conocemos. Es indudable que la mujer no debe volver al rol de sólo parir hijos. Es irrefutable que lo que el varón tuvo por milenios en goce relativo a sus logros es un derecho que las mujeres ya ganaron. Por este motivo es deducible que la tendencia que acabo de plantear es, y debe ser, irreversible. Es probable que estos cambios no terminen de causar efectos aún por varias generaciones, con lo cual la capacidad de adaptación del humano como especie seguramente los irá absorbiendo en forma natural. La otra postura de esta primera pareja de opciones, la de Mujer, tiene que ver con ser la causa de deseo del varón. La que vuelve loco al Don Juan del capítulo IX, la que “se deja tener” por el varón y cree calmar su “angustia” siendo deseada en vez de teniendo algo. Esta es la mujer típica del juego de seducción, la que cuanto más tarda en “dejarse tener”, más prolongará el goce de ser deseada. Hoy esto ha cambiado, también. Las mujeres, sobre todo las más jóvenes, como ya se sugirió, ven en el sexo un deporte tanto como los varones, con lo cual han salido un poco de la posición pasiva de Mujer objeto de deseo, y muchas veces “van al frente” siendo ellas las cazadoras en vez de las presas. De cualquier manera, porque forma parte de la psicología de la mujer, estas posiciones y las conductas que se generan a partir de ambas siguen presentes. Obviamente los varones no entendemos mucho de esto –yo apenas puedo ponerlo en palabras–, y en general sufrimos los efectos sin entender qué pasa. Sería interesante que aparte de educación sexual en los - 123 -
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colegios se enseñe algo de esto. Porque definitivamente ninguna de las dos elecciones calma nada a mediano plazo, y si nos entendiésemos un poco más sería más fácil tratarnos. El otro juego de posturas encontradas lo produce el propio varón con su conducta. En general, cuando éste categoriza a las mujeres las califica de Mamás, que son las que eventualmente se podrían transformar en las que tengan a sus hijos, o, llamémoslas, Pasatiempos, las cuales podrán ser sujeto de relaciones sexuales pero sin ningún tipo de interés en generar una relación duradera. Este Pasatiempo, obviamente, no se respeta, se usa, uno se divierte con ella pero nada más. Cuanto más Pasatiempo sea, y con cuantos más que la consideran así haya estado, menos Mamá potencial será. La antes citada Leticia G. Fiorini, se refiere a esto que acabo de describir de la siguiente forma: “Tal como lo habíamos destacado en el capítulo anterior, Freud (1910, 1912) hace hincapié en la disociación que se da habitualmente en el hombre de la cultura entre la madre idealizada y la mujer prostituta. Esta escisión se sostiene fuertemente en la necesidad de evitar la atracción incestuosa hacia el objeto primario, como imperativo de masculinidad en el varón, a predominio del deseo. (...) El trasfondo de estas escisiones es, como dijimos, el resto de una lejana deuda con la madre. (...) Surge aquí el siguiente problema: desde una posición masculina el hombre debería sostener estas escisiones, y esto genera una alternativa paradojal para la mujer. La posición de madre tiene el máximo valor, pero se opone a la sensualidad, mientras que la posición de mujer deseante despliega la sensualidad, pero implica una - 124 -
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devaluación narcisística. Cualquiera de las dos posiciones implicará pérdida o devaluación, por lo que no habrá elección posible, y esto es una referencia ineludible a las alineaciones específicas de la posición femenina, propias de este marco conceptual”. Este asunto es también bastante antiguo, hoy la liberación sexual ha transformado este concepto en un poco obsoleto, pero de todas formas sigue vigente en la cabeza de los varones. Tal vez no rechace hoy un varón a una mujer que sabe ha estado con varios otros varones, ya que no quedan muchas en esa categoría a la hora de buscar pareja estable, pero seguramente preferirá alguna que haya sido lo menos Pasatiempo posible. Lo paradójico es que el varón sueña con Pasatiempos, los colecciona en revistas y pega afiches en los talleres mecánicos, pero para su casa busca alguien que si bien se vea lo más parecido posible a esos afiches, no esté exhibida en ninguna pared anunciando el mes de abril o el de septiembre. Las combinaciones de estas dos parejas de posturas es parte del juego en el que vivimos constantemente varones y mujeres. Consideremos, por ejemplo, a muchachos jóvenes, varones, en los cuales comienzan a circular hormonas. Excepto por sus madres, ven Pasatiempos por todos lados. Las chicas de sus edades, que aún no consideran una postura de Madre, seguramente, de no estar muy ocupadas estudiando o cosas por el estilo, estarán en posición de Mujer, buscando ser deseadas. Más allá de que ahora los tiempos de espera son menores que antes, estas Mujeres dilatarán lo máximo posible su entrega, porque instintivamente saben que luego han de ser desechadas. De allí la desesperación y el mote de “histéricas” que reciben las - 125 -
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chicas en posición de Mujer, por parte de chicos en busca de Pasatiempos. Como todos sabemos, esto antes era aun más patético. Creo que hasta cierto punto ahora no se producen tantos desencuentros, y por lo tanto tantas injusticias como antes, pero este juego de “hablar dos idiomas distintos” sigue existiendo. Consideremos otro caso. Ya más grande, el varón empieza a buscar una Mamá para sus hijos. Trata de conseguir lo más parecido a un Pasatiempo posible, pero siempre y cuando crea que al establecerse él seguirá disfrutando de ella, aunque ahora en exclusivo, mientras ella sigue trabajando y le cría a la prole. Lo gracioso –o lo triste– es que antes de este punto la elección era con “o”; ahora, ya que probablemente vaya a ser la última, la cosa es con “y”, y además sólo para él. Nada más lejano de lo posible. Si ella está en posición de Madre, él puede olvidarse casi de todas las “piruetas” previas a la procreación. Ella ya tiene bastante con los logros profesionales y ahora con sentirse Madre, ya no va a necesitar tanto de la postura de Mujer para este varón. No le hace falta sentirse deseada porque se siente “dueña”, ahora lo “tiene” también a él. Nietzsche, que de mujeres no sabía mucho pero igualmente era un filósofo respetable, decía que el varón para la mujer no es un fin sino un medio. Ella se va a seguir pintando y arreglando, y va a seguir “seduciendo” en su ámbito laboral o profesional, porque se siente segura y “tiene” una pila de cosas, pero en casa ya no le hace tanta falta, después de todo en algún lado tiene que descansar… aunque en casa, ahora, están los hijos. Frustraciones a montones. Cuando buscamos no conseguimos, porque uno quiere y la otra quiere que la quieran, - 126 -
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pero no que la alcancen. Cuando conseguimos, cambiamos y ya no nos hacen falta ciertas cosas, pero las que queremos, y pensábamos que íbamos a tener aseguradas, seguimos sin conseguirlas. No sé si es divertido o patético pero es así. Seguramente estoy sobre-simplificando todo y exagerando en estereotipos para poder mostrar estas situaciones. Pero me pregunto: ¿será que nos podemos sacar un poco la máscara y entender que a ambos nos gusta más o menos lo mismo, y que si nos respetamos podremos tener más o menos lo que queremos aunque la satisfacción plena nunca llegue porque somos humanos, y por lo tanto nuestras angustias existenciales no se tapan ni con Pasatiempos, ni con hijos, ni con dinero o televisores de cien pulgadas?
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XIII – Nada nos viene bien
En el libro que ya cité de Gabriela Acher, La revolución del sexo está por acabar... con todos, ella hace referencia a una posible razón para explicar las diferencias que son motor de las posturas enfrentadas de las que venimos hablando: “Los hombres son capaces de mentir amor para conseguir sexo. Y las mujeres de mentir sexo para conseguir amor. Para el hombre el acto sexual es un fin en sí mismo. No necesitan perpetuarlo. Comienza en el acto sexual y termina en el orgasmo. En cambio las mujeres vamos a la cama con el traje de novia puesto. Necesitamos la continuidad. El acto sexual es sólo el comienzo de una larga película que termina indefectiblemente en amor, matrimonio e hijos”. Las mujeres, de una u otra forma, tienen más en la cabeza la continuidad que los varones. Es cierto que esto, tomado literalmente, era más aplicable años atrás que hoy. Pero no se puede dudar que para el varón, en general, el sexo es sexo, mientras que para la mujer es parte de algo más. A pesar de parecer estar cambiando a pasos agigantados, el sexo para la mujer es parte de la relación, no sólo un acto mecánico con intercambio de fluidos, también hay que conversar, compartir, etc., cosas que para el varón, en general, sólo representan menos tiempo para dedicarse al sexo o al fútbol.
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Para la mujer, aparte de entretenimiento, el sexo es parte de las herramientas que usa para formar un vínculo con alguien para el cual este sexo es requerido. Una vez establecida la pareja formal, para ella deja de ser tan necesario como entretenimiento –o herramienta–, aunque para él no. Considero que entre las razones que provocan esta diferencia, tiene gran importancia el hecho de que cuando se formaliza la pareja la mujer se “pone” en posición de Madre. No sólo para los hijos que habrán de venir, sino que en muchos casos “adopta” al varón con el cual convive. Digo adopta en el sentido de que normalmente lo quiere corregir, reeducar para sacarle todos los vicios que aguantó antes de formalizar, pero que después es hora de eliminar. Freud decía con respecto a esto: “(…) el matrimonio mismo no está asegurado hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo, y actuar la madre respecto de él”. También es cierto que en muchos casos el varón no busca más que una versión mejorada de su madre con la cual poder tener sexo. El problema es: no es lo mismo que alguien se parezca a tu madre, a que se transforme en ella. No importa qué parte de la pareja tenga más culpa (en cada pareja deben ser distintos porcentajes). No importa si es él el que la hace su Madre, o ella la que lo adopta. De todas formas este asunto es un asesino de felicidad. Sea porque a ella tener sexo loco con su “hijo adoptivo” le parezca incestuoso, o por el hecho de que la Madre-Mamá es recatada y no una loca cabaretera, el hecho es que cantidad y calidad de sexo tienden a bajar considerablemente en la mayoría de los casos.
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Vuelvo a citar a Acher porque ella describe bastante de lo antes dicho de forma más graciosa, aunque sin soltar el dramatismo. Ella se pregunta qué quieren los varones a la hora de buscar pareja, y se contesta de la siguiente forma: “Una de las preguntas que me hago más a menudo –junto con un millón de mujeres– es: ¿qué quieren los hombres? Según Isaac Singer, escritor y premio Nobel: los hombres querrían que nos acostáramos prostitutas y nos levantáramos vírgenes. Según la ‘Doctora Diu’, aparentemente buscan algo parecido a su madre para casarse, y lo menos parecido a su mamá para hacerle los cuernos a su esposa, tan parecida a su madre que no los excita. En el caso de que alguno de ellos deshaga el matrimonio con su mamá, y logre casarse con alguna parecida a ella, pueden pasar dos cosas: que se quede toda la vida con ella y la cornee hasta que la muerte los separe, o que se enamore de una mujer completamente diferente y abandone a su santa esposa-madre. En estos casos, la destructora de hogares suele ser una mujer económicamente independiente, moderna, liberal y que hasta los huevos fritos los compra en la rosticería. Él se enamora perdidamente porque ella es así, tan libre, tan dueña de sí misma, tan plantada en la vida que no lo necesita a él para respirar, como la otra. Pasado un tiempo prudencial de un amor tempestuoso y volcánico, él poco a poco irá tratando de convencerla de que aprenda a cocinar, ya que a él le gusta tanto la comida casera; de que no trabaje tanto, porque no tienen tiempo para estar - 131 -
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juntos; de ir influenciándola en sus opiniones, en su manera de vestir, de hablar, de comportarse, hasta transformarla imperceptiblemente en otra. Más parecida a su mamá que la anterior. Y lo más probable es que ella lo haga por él”. Y la historia se repite. Una y otra vez. Como dije antes, la descripción es graciosa aunque no pierde dramatismo. ¿Por qué el sexo es grandioso y frecuente antes de formalizar la pareja y después no? ¿Por qué el varón primero busca “o” y después quiere “y”? Estas y algunas otras del mismo tenor son las preguntas a las cuales los filósofos deberían haberse dedicado a buscar respuesta, en vez de la “banalidad” que representa el origen de la vida, el destino del hombre, etc. Está claro que eso de buscar una cosa y querer que después se transforme en otra es parte muy importante del problema. Todas las mujeres lo saben. Algunas lo usan a su favor, aunque creo que la mayoría cae en una trampa que ni siquiera fue puesta a propósito. Me llamó la atención un poema de Sor Juana Inés de la Cruz que soporta este punto al cual ya también me referí. Los varones tenemos la culpa de muchas de las cosas de las cuales nos quejamos de las mujeres. Esto de buscar una virtuosa para Mamá, a la cual apenas baja el sol queremos transformar en la vedette más loca del mundo o en el Pasatiempo más lujurioso que recordamos, es culpa nuestra. Sor Juana titula su poema: “Hombres necios que acusáis”, y entre otras cosas nos dice: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión, de lo mismo que culpáis. - 132 -
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(...) Opinión ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis, que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel, y a la otra por fácil culpáis. Pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pretende, si la que es ingrata ofende y la que es fácil enfada”. Esto lo escribió una monja en el siglo XVII, definitivamente es un tema que nos acompaña desde casi siempre. De todas formas, creo que el asunto no tiene que ver con preceptos religiosos o sociales, el hecho de querer encontrar todo en uno –amor, familia, y diversión “lujuriosa” en la monogamia– me parece algo innato en la naturaleza humana madura. Al menos en esta etapa de la evolución, en la cual dejamos de ser horda sin paternidad reconocida para constituir la unidad familiar, y hasta que eso cambie. El varón maduro prefiere encontrar en un solo “paquete” amor de compañera, madre de su prole y seducción. Para la mujer esto es igual, pero cantidad y calidad del último de los ítems disminuye o al menos quiere decir otra cosa. El varón anhela un “algo” en el que convivan estas posturas encontradas, pero cae más seguido que la mujer en la tentación - 133 -
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de “desdoblarlo”, aunque ahora esto esté emparejándose. Busca fuera de la pareja la lujuria que no consigue dentro. Lo que termina pasando es que en general consigue fuera de la pareja alguien que quiere formar una, y que como al principio no lo dice, luego todo termina mal. Yo llamo a esto: “síndrome de final de película”. Cuando terminan las fantasías, cuando se vuelven realidad, empiezan los problemas. En las películas, el galán y la señorita terminan logrando lo buscado: ese amor, pleno de sexo y seducción conseguido después de muchas vueltas, y luego de romper el yugo que se tenía con la pareja anterior… luego, fin de la cinta. En la vida real, en cambio, después de los títulos la película sigue. Viene el divorcio, o el decirle a la nueva compañera que en realidad era todo para pasar un rato. Vidas paralelas, hijos de un lado y del otro, complicaciones que todos conocemos pero en las cuales muchas veces caemos por querer tener una aventura, y que termine como en una película: sin aparentes daños colaterales subsiguientes. Creo que a esta altura, todos sabemos que esto es más fantasía que una posibilidad. Por algo las películas románticas no tienen parte dos, porque después de los títulos, después de toda la lucha para concretar el amor con la nueva pareja habiéndose desecho de la vieja, la nueva se transforma indefectiblemente en la anterior, es sólo cuestión de tiempo. Acher teoriza sobre la causa de este asunto de la siguiente forma: “El hombre y la mujer se inventan mutuamente, se tiran por la cabeza todo el bagaje de sus fantasías acumuladas y a eso llaman enamorarse. Luego, al cabo de un tiempo, cuando cada - 134 -
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uno retira lo que puso, se encuentra frente a un desconocido al que seguramente reclama: vos antes no eras así". Después de formalizar la pareja las cosas no son como antes, y con formalizar me refiero a casarse, juntarse, o lo que a ambos les dé la tranquilidad de que la cosa es en serio. Hay que entenderlo, y como cualquier otro problema de la pareja hablarlo y tratar de llegar a un punto de acuerdo. Fácil no es, pero tener expectativas y esperar que el otro las adivine es todavía más difícil. La mujer vive casi indefectiblemente metida entre estas dos parejas de posturas a las que me referí en el capítulo anterior. Esto es en muchísimos casos una trampa mortal en la que cae ella, y obviamente nosotros los varones también, sin tener la menor idea de qué es lo que está pasando. La mujer oscila entre la virtud de la Mamá que el varón busca para sus hijos, y el deseo de la Mujer de ser objeto de deseo, seductora pero difícil de alcanzar. Usa unas y otras herramientas en la seducción. El punto de encuentro, creo yo, es en el amor, donde se libera el deseo sin comprometer la virtud. Apoyándome otra vez en Leticia G. Fiorini, ella se refiere a esto de la siguiente forma: ”En este marco, en cambio, el amor funcionará para la mujer como condición del deseo, y el ser amada será el reconocimiento narcisista que eventualmente le permitirá desplegar su deseo (...)”. Fácil no es, pero si fuera más fácil tal vez no sería tan divertido. Amor, respeto mutuo, mucha comunicación y tolerancia, saber entender ciclos y momentos y tratar de sobrellevarlos y compensarlos son ingredientes básicos para salir razonablemente - 135 -
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airosos de esta mezcolanza de posturas casi inevitables en que la mujer queda muchas veces atrapada al igual que el varón. No sé si sea utópico pensar en la lista de cosas que sugiero en el párrafo anterior como capacidades adquiribles en este mundo apurado y frenético en el que vivimos. Tal vez se terminen desarrollando psicologías y modelos sociales en los cuales esas capacidades no se requieran, por suerte, de ser así, seguramente, yo ya no voy a estar para tener que adaptarme.
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XIV – Sexo, erotismo y amor
¿Por qué dedicar tiempo a esos temas en un libro Sobre Mujeres?... creo que la respuesta es obvia, pero de todas formas me justifico. No es el único tema en la relación entre varones y mujeres. Seguramente no es el que ocupa la mayor parte de una relación, al menos en una más o menos estable, ya que no estoy hablando de un encuentro casual en un baño de una discoteca sino de una relación que tenga o pretenda tener algo de continuad. Aun así, es motor de muchas cuestiones, ánimos y animosidades, peleas y reencuentros, etcétera, etcétera. Por eso me parece que vale la pena intentar encontrar diferencias de criterio, de “uso”, y eventualmente de abuso, para entenderlas, y así, pudiendo manejarlas, lograr mejores convivencias. Hay un libro de Octavio Paz que se llama La llama doble. Amor y Erotismo.14 El autor aborda esta temática en ese libro y me voy a apoyar en alguna de sus definiciones para tratar de desarrollar ideas con respecto a esto. Para empezar, él llama sexualidad a lo relativo al acto sexual, a lo relativo al sexo como acción, como mecánica. El erotismo, en cambio, está más allá de la sexualidad. Él dice: “El erotismo es la dimensión humana de la sexualidad”.
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La sexualidad es el apetito, el acto que sirve para reproducirse, lo compartimos de alguna forma con los animales, pero en el ser humano hay una dimensión adicional y es la que tiene que ver con este erotismo. Paz lo expresa así: “La sexualidad es animal, el erotismo es humano. Es un fenómeno que se manifiesta dentro de una sociedad y que consiste, esencialmente, en desviar o cambiar el impulso sexual reproductor y transformarlo en una representación; pero es algo más: una purificación, (...) que transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en personas únicas”. La primera cosa interesante que encontré en esta frase es: la sexualidad es básicamente reproductora. Por ese motivo Paz dice que es la parte animal. Hoy siento que confundimos esto. Cuando alguien dice que quiere tener sexo “salvaje”, que está respondiendo a sus “instintos animales”, o frases por el estilo, se está en realidad refiriendo al erotismo, no a la sexualidad como la define Paz. A la característica humana, no a la animal, porque cuando se dicen esas frases, la reproducción está en general totalmente fuera de los objetivos del que las dice. ¿Por qué digo esto? El humano es el animal que menos usa sus órganos genitales para reproducirse. Tal vez sea el único que en realidad los usa como diversión y cada vez menos para reproducirse. En esto, entonces, seguramente no nos parecemos a los animales. Si lo que buscamos es acto sexual totalmente despojado de lo reproductivo, será que estamos respondiendo a nuestro erotismo, no a “instintos animales”. Al sexo podremos llamarlo salvaje, pero no será por asimilación a lo que proviene de las bestias no civilizadas, no humanizadas.
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Lo relativo a la sexualidad es entonces básicamente reproductivo. El sexo no reproductivo tiene que ver con el erotismo. De hecho, lo que cada vez más se “vende” es claramente erótico, y no sexual. Se promueve una excitación erótica que no necesariamente termina en un acto sexual –y obviamente para nada reproductivo–, sino en una autosatisfacción utilizando los órganos genitales –u otros anexos cercanos– de maneras cada vez más creativas. Hemos llegado a ser muy conscientes de la maternidadpaternidad. Debido a esto se popularizó grandemente el erotismo. En algún momento, por el “trabajo” de algunas éticas y religiones, y por algunos factores sociales en algún momento respetables –o al menos respetados–, el acto sexual no reproductivo se había, prácticamente, demonizado. El erotismo, llevado tal vez hoy en día a niveles exacerbados, le ha devuelto al acto sexual ciertas capacidades que tal vez tuvo en un principio –con reproducción incluida–, pero ahora sin ella. Don Octavio Paz lo sugiere de la siguiente manera: “Sí, el erotismo se desprende de la sexualidad, la transforma y la desvía de su fin de reproducción; pero ese desprendimiento es también un regreso; la pareja vuelve al mar sexual y se mece en su oleaje infinito y apacible. Allí recobra la inocencia de las bestias”. Los animales no piensan en la sexualidad, actúan. El ser humano, si actúa en base a la sexualidad –que es reproductiva según Paz– se mete en problemas, ya no se quiere tener quince hijos. ¿Cómo vuelve el humano a la “inocencia de las bestias” de realizar el acto sexual sin la responsabilidad asociada?... vía el
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dejarse llevar por el erotismo, perdiéndose en el erotismo, dejándose erotizar. Fíjense cómo esto los hace humanos, las últimas palabras de la frase anterior que cité se refieren al erotismo como lo que: “(…) transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en personas únicas”. Se refiere a personas… que deciden. No entes que “automáticamente” copulan cuando les llega el momento del celo. Es interesante el juego que plantea Paz, por un lado el erotismo los hace humanos, por otro lado los deja actuar con la “tranquilidad” con la que los animales mecánicamente responden a sus hormonas. La sexualidad reproductiva no le permite al humano practicar esta “gimnasia” tanto como quisiera, al menos sin “exponerse” a una prole que hoy no desea. El erotismo sí. La Real Academia Española dice del erotismo que es amor sensual, lo que excita el amor sensual. Y de sensual dice que es lo que tiene que ver con los sentidos. Por eso se habla de tragos o de comidas eróticas, que son las que tienen que ver con la excitación de los sentidos del gusto o del olfato. El amor sensual, el erotismo, tendría que ver con el sentido del tacto, con el órgano más grande del cuerpo humano, la piel. Definitivamente la reproducción es un “efecto secundario” –cada vez menos deseado– de esta excitación de los sentidos. También por esto de lo sensual, y no de lo reproductivo, una vez erotizados no hace falta que nos vendan “acto sexual” solamente, sino cualquier otra cosa que nos “incite o satisfaga” los sentidos, como dice textualmente el diccionario de la Real Academia. - 140 -
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Paz dice, por un lado, que el erotismo saca el fin reproductor de la sexualidad, y por lo tanto le da una dimensión humana, menos mecánica, menos predecible que en los animales. Sin embargo, muy probablemente debido a la influencia de la moral, la ética y las buenas costumbres, en realidad y como contrapartida al uso de la sexualidad, es el erotismo el que deja a los humanos dejar de lado el mecanicismo del fin reproductor del acto sexual, y los devuelve a “inocencia” de las bestias. Esa “inocencia” en la cual el sujeto “no se pregunta”, actúa, no se cuestiona fines, y eventualmente medios. Sin saberlo, sin razonarlo “siente” tener “derecho” de ejecutar lo que su animalidad “le manda”. Al menos yo interpreto así a esa inocencia a la que se refiere Paz, y no sé si está mal o bien, lo que seguro tiene es lados positivos, pero también negativos. Las bestias no son responsables, no responden, no tienen por qué. El humano sí es responsable, o debería serlo, pero cuando actúa como una bestia… tiende a no preocuparse por tener que dar respuesta. La bestia no pregunta, somete, si puede, y sino busca otro u otra para someter. El humano no debería someter, debería “acordar” (sea con fin reproductivo o no). No estoy del todo seguro de que este erotismo que nos lleva sólo a incitar y satisfacer sentidos, que nos da “derechos” de bestia, sea solamente bueno. No estoy del todo seguro de que se pueda llamar a esto evolución. De hecho, si nos hace bestias, debería ser involución. No es que sea un fanático de la procreación indiscriminada, y menos irresponsable, pero tampoco soy un fanático del erotismo desmedido (si es que hubiese forma de ponerle medidas). - 141 -
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Gran parte de las relaciones entre varones y mujeres se rige hoy por el erotismo, sobre todo cuando los sujetos son jóvenes, cuando tienen menos capacidad para decidir, responsabilizarse, evitar sometimientos. Como con la liberación femenina, que ha logrado grandes cosas pero a la cual creo le falta aún una contrapartida en cuanto a la nueva responsabilidad que el varón debería asumir, para que el balance de tareas vuelva a ser algo más justo y la mujer no tenga que cumplir tres roles a la vez: ¿será que a esta revolución “erótica” le hace falta algún balance? ¿Qué le podría poner de vuelta equilibrio humano al asunto? ¿Qué le falta al erotismo puro para que no nos deje, solamente, del lado de las bestias “inocentes”? Coincido nuevamente con el citado autor en que tiene que haber una tercera dimensión, y esta es la que tiene que ver con el amor. Esta es la tercera pata de la mesa que con dos no se sostiene. Ni con la primera de una sexualidad puramente reproductiva, ni con un erotismo que nos hace bestias y que nos permite actuar sin responsabilidad. El amor es la dimensión que devuelve la verdadera “humanidad” a los sujetos eróticos. Esto se entiende cuando, refriéndose a la relación sexual en sí, se define como superior, de alguna forma, a la relación en la que se “selecciona” al compañero. Paz lo dice de la siguiente manera: “(...) No, no es lo mismo con éste o con aquél, y ésta es la línea que señala la frontera entre el amor y el erotismo. El amor es una atracción hacia una persona única: a un cuerpo y a un alma. El amor es elección; el erotismo es aceptación. Sin erotismo –sin forma visible que entra por los sentidos– no - 142 -
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hay amor, pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca el alma en el cuerpo y, en el alma, al cuerpo. A la persona entera”. Por ser humanos dejamos el fin reproductor del sexo un poco de lado, y con la justificación del erotismo usamos al aparato reproductor para más cosas que los animales. Sin embargo, a pesar de entrar en esta dimensión, no deberíamos hacerlo como las bestias, sólo buscando el “espécimen más apto”, ya no para la reproducción, como los leones o los pajaritos, sino para la “gimnasia” sexual. Se puede, y creo que se debe, mantener una relación razonablemente estable donde liberar ese erotismo no sea mal visto, y para esto el amor, el compromiso, el respeto mutuo, son importantes. El “objeto” erotizante no debería ser solamente un pedazo de carne con algunos aditamentos de silicona ubicados correctamente según la estética del momento. Me refería a esto, de alguna forma, cuando desarrollé el tema de Mamá o Pasatiempo en el capítulo XII. La potencial Mamá tiene cuerpo, puede y debe ser erótico. Ese cuerpo erótico no tiene porqué transformarse en Mamá desde el primer coito, pero para que no sea sólo una cosa o la otra, para que la relación sea humana, ni animal, ni cosificante, hace falta que haya un sentimiento, que es el amor. En la sexualidad sólo pareciera haber mecánica, en lo erótico sólo pareciera haber sensualidad, o sea sentidos, sensaciones. Los humanos no podemos y no debemos despreciar estas cosas, pero podemos ponerle sentimientos, y al hacerlo nos humanizamos.
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Octavio Paz lo plantea gráficamente como círculos concéntricos, y se refiere a esta representación de la siguiente manera: “La imagen de los círculos concéntricos, colocada al comenzar éstas páginas, regresa: El sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor la flor. ¿Y el fruto? Los frutos del amor son intangibles. Éste es uno de sus enigmas”. Incluso se refiere a este amor como un elemento esencial para lograr la completa dimensión humana de la sexualidad, y por otra parte lo muestra como una consecuencia de los otros elementos: “El amor es la metáfora final de la sexualidad. Su piedra fundamental es la libertad: el misterio de la persona. No hay amor sin erotismo, no hay erotismo sin sexualidad, pero la cadena se rompe al revés, amor sin erotismo no es amor y erotismo sin sexo es impensable e imposible”. Es evidentemente más complicado que en los animales que sólo usan sus órganos sexuales para reproducirse, pero el humano es más complejo y también es cierto que se divierte más. Como en muchas otras cosas, mujeres y varones entendemos los mismos conceptos de forma diferente. Esto se debe a infinidad de condicionamientos culturales, presiones sociales, factores psicológicos y sociológicos, etc. El punto principal es que estas interpretaciones diferentes hacen que en muchos casos no nos entendamos y por ese motivo nos estereotipemos o preenjuiciemos mutuamente. Este tema no es nuevo. La prostitución cosificante es de las profesiones más viejas, las orgías romanas no eran reuniones - 144 -
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sociales para tomar el té, en la Grecia de los grandes filósofos se practicaba y aceptaba la homosexualidad tanto como ahora. El humano erótico, que no busca la reproducción en el acto sexual, existió siempre. No es mi intención criticar esto, sólo me preocupa que nos quedemos única y exclusivamente en lo sensual. Ni en la antigua Grecia, o Roma, o sea cual fuese el imperio en el que se prostituían varones y mujeres hace miles de años, había la difusión de lo erótico con la que convivimos hoy, y eso no implicaba que el erotismo no tuviese lugar. Todos venden erotismo. ¿Quién le hace publicidad al amor para acompañarlo? Es cierto que vivimos hoy en medio de una liberación en términos de erotismo que tiró al suelo preconceptos de siglos, y eso tiene muchos lados positivos. Gran parte de los varones y mujeres que se criaron bajo esta liberación son totalmente distintos a los que no. Estamos hablando de generaciones con parámetros relativos al sexo, al erotismo y al amor totalmente diferentes. Tal vez exagere pidiendo que como contra-balance a esta tendencia de exaltación a lo erótico alguien haga “publicidad” al amor, al respeto, y al compromiso –sea lo que sea que signifique esta palabra en el mundo de hoy–, pero que nos sentemos a entendernos mejor para no agredirnos, someternos o pelearnos por simples malentendidos, no suena a pedido fundamentalista, exacerbado o retrógrado. Tal vez esto que escribo le parezca trivial o superficial, para mí explica gran parte de los movimientos sociales que vivimos. Estamos inmersos en un gran cambio de paradigma en cuanto a la sexualidad, el erotismo y el amor. Entender los porqué, las motivaciones y las posibles consecuencias, no es más que usar - 145 -
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nuestro raciocino para tomar decisiones que pueden afectar nuestra vida y nuestra felicidad, así como la de nuestros seres queridos. La inmensa diferencia en cuanto a lo que piensan y creen los nacidos y criados después de la revolución sexual, o de la reliberación del erotismo, y los que fuimos criados antes es grande, y debe ser tenida en cuenta. No estoy hablando de varias generaciones de diferencia, en muchos casos estoy hablando de un padre y su hijo o hija. No creo que tenga sentido discutir si se está o no de acuerdo, sino solamente observarlo y tratar de encontrar el punto donde uno quiere estar. Como otros grandes momentos en la evolución, puede causar temor o rechazo. Seguramente para los dinosaurios extinguirse no fue divertido, pero si eso no hubiese ocurrido ahora no habría petróleo. Este cambio en los patrones de conducta sexual, en el que la mujer tiene mucho que ver con sus nuevos y bien ganados roles, y las consecuencias que esto trae en la sociología, va a cambiar el mundo y la unidad social “familia” de una forma trascendente. Ya no vivimos en la edad media como para demonizar todo lo nuevo, por eso estos cambios hay que incorporarlos y usarlos para crecer. Si bien la mujer es la que sabiéndolo o no inicia este cambio total en la dinámica de mucho de lo conocido, creo que los varones tenemos, como ya se sugirió, que acompañar y ayudar a conformar un nuevo contrato social en el que seguramente habrá más equidad, más diversión, más comprensión y tal vez, como en casi todo en la vida, algún tipo de nuevo problema que no podemos hoy imaginar pero que deberemos encarar juntos y - 146 -
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resolver. Lo “bueno” de este potencial nuevo problema es que será consecuencia de decisiones tomadas entre varones y mujeres, y no resabio de la discriminación de uno hacia otro.
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XV – ¿Seremos de planetas diferentes?
Seguramente que la respuesta a la pregunta del título es “no”. No somos de planetas diferentes, pero el autor estadounidense John Gray nos ha tratado de convencer de que así es desde 1992. Es probable que ya haya leído alguno de sus libros, en los que este autor se refiere a las diferencias entre mujeres y varones y aconseja cómo tratarlas para que no se inicie una guerra interestelar. Desde el 92 ha escrito prácticamente un libro sobre este tema cada dos años, más allá de los videos, los compact discs, los cursos, la página web, e incluso una línea de suplementos para dietas. O está muy convencido o generó un excelente negocio… tal vez ambas cosas. El primer libro de la serie se llama: Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus.15 En el libro, Gray parte de la base de que mujeres y varones vienen de planetas diferentes, o sea que son cosas de dos mundos distintos, y que si bien se mudan a vivir juntos, siempre tendrán diferencias “de origen” que hacen que se requiera un esfuerzo de adaptación para poder convivir. El planteo es interesante, más allá de la sobre simplificación de las causas, él aborda diversos temas concretos a los que propone soluciones razonables. Lo que los autores muy serios le critican, es que deja de lado todo lo relativo a las causas - 149 -
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profundas de estas diferencias, y por lo tanto sólo trabaja sobre conductas. La crítica tiene que ver con el hecho de que si se controla una conducta, pero la causa profunda sigue vigente, esa “energía” terminará apareciendo por otro lado y el problema nunca termina. Yo no me considero un autor tan serio, pero de todas formas coincido con el asunto de que entender el porqué de las conductas de uno y otro –en vez de simplificarlo en que venimos de planetas diferentes– puede ayudar a resolver, a interpretar, a evitar, a lo que sea que haga falta hacer para esa convivencia, que en el fondo es lo que todos buscamos. De una u otra forma es lo que traté de hacer en este libro hasta ahora. Tratar de comentar lo que sé o lo que creo sobre temas en los cuales pensamos o actuamos diferente, puesto que si logramos entenderlos, podremos actuar más razonablemente, o al menos juzgar menos o con menos dureza. Es indudable que gran parte del porqué de estas diferencias viene de los aspectos psicológicos y condicionamientos culturales propios y existentes entre damas y caballeros, causa o consecuencia unos de los otros. No voy a meterme aquí a justificar científicamente –como sí podrían hacer mis amigas psicoanalistas– si conocer los porqué es vital o trivial, de cualquier forma, muchas veces, cuando los porqué no son evidentes, o son inevitables, lo único que nos queda son los “para que”. Me refiero a que si soy de determinada forma, y eso me trae conflictos o problemas, puedo intentar saber por qué, pero lo sepa o no siempre lo hago para tratar de manejar las
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consecuencias, sea cambiar, de ser posible, o al menos minimizar los efectos negativos. El libro citado comienza describiendo cómo varones y mujeres viven respectivamente en Marte y Venus sin conocerse. Cada grupo es feliz en su planeta, donde todo es armonía y las reglas son claras, hasta que se aburren. Justo cuando pasa esto “descubren” que en el otro planeta también hay habitantes. Se visitan y quedan encantados con lo que encuentran, ya que en un inicio todo parece ser un buen complemento. Es así que deciden mudarse a la Tierra para vivir juntos, pero al llegar olvidan que son diferentes. Esto, según Gray, es lo que genera los problemas. Mientras sabían que eran diferentes y respetaban eso, todo era armonía. Cuando olvidan esa diferencia y comienzan a exigirse que el otro se comporte como sus antiguos compañeros de planeta –lo cual parece ser imposible–, aparece la vida como la conocemos. Cómo son las mujeres de Venus, según Gray: 1) Valoran el amor, la comunicación, la belleza, las relaciones profundas o íntimas. 2) Su sentido de personalidad se manifiesta a través de sentimientos y calidad de relaciones. 3) Compartir sentimientos es más importante que lograr objetivos o resolver problemas. 4) Desarrollan su intuición porque tratan de adelantarse a las necesidades de sus compañeras. 5) Dar consejos no solicitados es signo de interés. Ellas se sienten amadas por sus compañeras cundo éstas dan esa muestra de preocupación. Tienden a hacerlo sólo en el - 151 -
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momento correcto, que ellas saben cuándo es por ser intuitivas. 6) Las mujeres apreciadas.
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7) Las mujeres discuten por el derecho a sentirse mal, quieren comprensión. 8) La mujer tiene problemas para demostrar confianza. 9) La mujer requiere del varón: cuidado, comprensión, respeto, devoción, reafirmación, tranquilidad. Cómo son los varones de Marte, según Gray: 1) Valoran el logro por sobre todas las cosas. 2) Su sentido de personalidad se manifiesta a través de su capacidad de resolver problemas. 3) El varón tiende a concentrarse en un problema a la vez. Se mete en una cueva a resolverlo, si no puede también se mete en la cueva –léase televisión, golf, lectura, póquer con amigos– a distraerse, quiere olvidarse de lo que no puede resolver, compartirlo no le sirve, es signo de debilidad. 4) Dar consejos no solicitados es insultar al compañero al cual se le dan. Él lo solicitará si le hace falta y sólo cuando esté listo para escucharlo (probablemente tarde o, incluso, nunca). 5) Los varones necesitados.
se
sienten
estimulados
cuando
6) Los varones discuten por el derecho de ser libres. - 152 -
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7) Los varones quieren espacio. 8) El varón tiene problemas para demostrar interés. 9) El varón requiere de la mujer: confianza, aprecio, admiración, aprobación, aliento. Esta descripción de diferencias que hace Gray me parece bastante razonable. Es obvio que en estas listas hay un uso importante de los estereotipos, tanto en marcianos como venusinas, de hecho esa es una de las grandes críticas de los autores muy serios a los que hacía referencia antes. Por otra parte, y considerando lo que yo pienso en cuanto a los temas ya desarrollados de macho y hembra, varón y mujer, y roles masculinos y femeninos, aquí está todo mezclado en un solo par de vasos, sin que esto pueda ser tan así de taxativo. Así que mi acuerdo con estas listas es al sólo efecto de simplificación, no de creencia en estereotipos rígidos. A partir de estos estereotipos que, repito, considero buenos entendiendo que no son más que estereotipos, el autor comienza a dar una serie de consejos, a saber: 1) Mujer: “no dar consejos a menos que se los pidan”. El varón siente que un consejo es una demostración de que ella sabe que él no sabe. Esto es en general así, él realmente no sabe, pero como le dan un consejo que no pidió, no sólo seguirá sin saber ya que no escuchará el consejo, sino que además estará más irritado. 2) Varón: “aprender a escuchar, no dar soluciones”. La mujer quiere que la comprendan, no que un insensible venga con soluciones ridículas cuando ella se siente con ganas de compartir su malestar. En general las - 153 -
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soluciones son buenas, pero, como en el caso anterior, se entregan fuera de tiempo. Escuchar es uno de los artes más útiles que el hombre puede desarrollar y aun así hay muy pocas escuelas. 3) Mujer: “no pretender cambiar el comportamiento del varón cuando éste comete errores”. O sea casi siempre, dirán las lectoras. Él no va a cambiar porque ella se lo pida –o casi nunca–, y como en el punto 2), además se irritará. Así es, en muchos casos, cómo una discusión empieza por si hay que doblar en esta esquina o en la otra, y termina en divorcio. 4) Varón: “no tratar de cambiar sentimientos de una mujer cuando está perturbada”. Ella tiene derecho a estarlo, o no: no importa, ella cree que sí y por lo tanto lo tiene. Si usted no puede soportar escuchar, el problema lo tiene usted, no ella. No la quiera sacar de donde está porque será imposible y todo empeora. Yo no soy un ferviente adorador de los consejos de los libros de autoayuda. Creo que cada uno debe encontrar la solución correcta a su problema único. Por eso, mi intención no es con esto la misma que la de Gray. Hay cosas que en el contexto de estereotipo que él plantea, son lógicas, por ejemplo las que se mencionan arriba. De allí a que le sirvan a usted todavía hay mucho camino que recorrer. Creo que el valor de lo dicho está en que al compararse con el estereotipo planteado uno se halla a sí mismo más cerca o más lejos, luego cualquier consejo que surja de esto debe ser analizado en su aplicabilidad concreta y temporal.
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Bajo esta premisa es que sigo analizando y compactando lo que Gray postula. Él dice que: 1) “La mujer apreciará al hombre que arregla cosas y propone soluciones cuando no está perturbada”. El problema para nosotros varones es aguantar hasta ese momento en vez de saltar sobre soluciones apresuradamente, si es que alguna vez llegamos a saber cuál es ese momento. 2) “El hombre aprecia consejos sólo cuando los pide”. El problema para las mujeres será esperar a que el varón los pida, o esté razonablemente tranquilo como para plantearle las cosas sin que parezcan consejos. Saliendo un poco de los consejos, es interesante este concepto de la “cueva”, donde el varón se mete a resolver problemas o a curarse sus heridas por no haber podido resolverlos. Es su ámbito de análisis de situaciones, de auto reparación de heridas. Es un lugar privado e importante. Puede ser enfrente del televisor, en el bar de la esquina, en el baño con una revista, donde sea. No importa dónde, pero allí quiere estar solo. Muchas veces, sino todas, las mujeres toman a título personal este hecho y salen desesperadas a tratar de sacar a sus varones de allí. Esto, obviamente altera al ya alterado y lo hace meterse más adentro. En el hipotético Venus las mujeres hablan cuando tienen un problema, no se esconden. Si no se entiende esta diferencia, es obvio que se suponga que el varón quiere hablar pero no particularmente con su mujer, lo cual a ella obviamente no le causará gracia.
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Parece trivial pero creo que tiene mucho de verdad. Fíjense en esta lista de las cosas que hacen, según Gray, que las mujeres hablen, y veamos qué hace o quiere hacer el varón en cada caso. Las mujeres hablan: 1) “Para transmitir información”. Este es el uso más común, y de hecho, para casi lo único que habla el varón. 2) “Para analizar y descubrir qué quiere decir”. Piensa en voz alta. El varón, en general, si piensa, lo hace encerrado dentro de la cueva. 3) “Para sentirse mejor cuando está perturbada”. El varón definitivamente se mete en la cueva cuando está perturbado. 4) “Para crear intimidad compartiendo sentimientos”. Para la mayoría de los varones la intimidad se crea sin hablar, con la luz tenue y a lo sumo emitiendo sonidos monosilábicos. Cómo no va a haber problemas de comunicación. El varón – estereotipado– supone que siempre le están queriendo transmitir información y esto no es así. La mujer habla de sus problemas porque siente alivio hablando. Cuando se está expresando sobre ellos no los quiere resolver, sólo hablar. Ni siquiera prioriza necesariamente en ese momento: problema grande o pequeño es lo mismo y le da la misma importancia. En estos, casos como dije, el hombre cree que le quieren decir algo a él, que de alguna manera lo hacen responsable o le piden ayuda, no entiende que sólo tiene que escuchar. Por más genérico que esto sea, aun así encierra gran verdad. Es cierto que a veces la mujer transmite información, - 156 -
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responsabiliza al varón de lo que siente, o pide ayuda, la diferencia está en que el varón cree que es en la totalidad de los casos y esto es erróneo. Muchas veces sólo hay que escuchar y nada más. Con práctica uno comienza a descubrir cuándo se trata de una cosa y cuándo de otra. ¿Dónde se adquiere la práctica?: Prueba y error. No hay escuelas, no hay manuales de uso, nada. Prueba y error. Pero sabiendo que es así, y que hay que probar hasta encontrar el punto justo, al menos hay una esperanza de que este asunto no genere problemas por el resto de la eternidad. Después de todo, escuchar y nada más es mucho más fácil que pretender tener siempre una buena respuesta. Se introducen luego dos conceptos interesantes que de alguna forma explican comportamientos cíclicos de mujeres y varones. Gray dice que los varones son como “bandas elásticas” y las mujeres como “olas”. Primero lo explica, y luego agrega cómo la otra parte toma en general estos comportamientos, aconsejando desde luego qué hacer y qué no. Las bandas elásticas: Gray dice que el varón es así. Se estira y se comprime, se aleja y se acerca. No puede evitarlo, cuando siente demasiada intimidad la desconoce y se aleja, luego se siente solo y se acerca. Es más, el autor dice que el varón necesita alejarse para poder volver. Esto entre mujeres no pasa. Por lo cual, cuando la mujer lo ve alejarse, cree que ella hizo algo mal. En vez de entender que él lo necesita por él mismo y esperarlo, sale corriendo a agarrar la punta que se estira, logrando que esa punta se estire aun más, o se irrite. Lo que Gray dice es que luego del alejamiento –físico o emocional– el varón vuelve afectuoso. Cuando está lejos no hay - 157 -
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que buscarlo o pedirle que hable, hay que dejarlo y a lo sumo hablarle, hacerlo escuchar. Si en cambio cuando vuelve se le aplica un castigo –no te hablo más, no me toques– no entiende y la próxima vez tardara más en volver. Las olas: el autor postula que el comportamiento de una mujer se asemeja al de una ola. Suben y bajan en su capacidad de amarse a sí mismas y a los demás. A veces están en su máximo pero para volver a subir necesitan bajar y romper contra el arrecife. Cuando está abajo sólo hay que escuchar, dejar salir, apoyar. Hay que dejarla terminar de bajar antes de que pueda volver a subir. La necesidad y la inseguridad son recurrentes, como con una ola se necesita que rompa para poder volver hacia atrás y rehacerse. Muchas veces este comportamiento hace que las mujeres reiteren dudas sobre lo mismo, hay que entenderlo, no necesariamente hay una solución para esto, cosa que en general el varón no acepta. El varón supone en muchos casos que el cambio de la parte alta a la baja es culpa de él, y no siempre se equivoca. Pero la verdad es que más veces nada tiene que ver con él, sino con estas inseguridades recurrentes, aparentemente propias de la mujer. Cuando uno cree que algo es su culpa, trata de repararlo, aun sin saber qué, y lo que logra es confundir más. Otras veces se enoja por no entender, con lo que profundiza la crisis de inseguridad de la mujer. Lo peor es decirle a una mujer que se siente herida que no debe sentirse así, ella no puede hacer caso, y si uno logra distraerla lo suficiente, en definitiva no está haciendo más que retrasar un proceso inevitable. - 158 -
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Me resultó muy gráfica la analogía con bandas elásticas y olas. En definitiva los dos son movimientos pendulares, pero lo que los causa, la forma de salir de la parte mala, y qué hacer entre tanto, son bien diferentes. Al varón hay que dejarlo sólo mientras que a la mujer no, hay que escucharla. El varón entra en esto por lo que sintió un exceso de intimidad, o por un problema que no puede resolver. Ella por inseguridades propias y cíclicas. Obviamente si el hombre está en la cueva y la mujer en el pozo de la ola es mejor no juntarse. Si no puedo escuchar algo es definitivamente mejor no hacerlo. De otro modo lo más probable es que todo termine resultando mal. Ahora, si uno nunca la puede escuchar entonces es otro tema, no tiene que ver con la cueva, de hecho es mejor que ella se dé cuenta y que definitivamente encuentre otro que sí pueda. La mujer cuando es desdichada necesita apoyo, no soluciones, primero debe hundirse en su pozo a fin de liberar, resolver, purificar sus emociones. El problema con las soluciones del hombre no es en general que no son buenas, sino que son ofrecidas en el momento que no se necesitan, por esto siempre parecen no ser apreciadas. La mujer dice que “no” por el momento en que la escucha, no por “lo” que escucha, y el hombre se queda con el “no” sin entender el porqué. Es probable que luego la sugerencia sea tomada en cuenta, pero son pocas las veces que el varón se percatará. Si esto ocurre, si él no se da cuenta de que sigue su consejo, él concluirá que no se lo valora, no sólo no escuchará sino que aparte, cuando le pidan recomendaciones, no se interesará, suponiendo que éstas serán despreciadas. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia. - 159 -
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XVI – ¡Vivan las diferencias!
Definitivamente somos diferentes, si es así porque venimos de dos planetas distintos, o porque la colección de genes que llevamos adentro nos hace distintos, o porque somos dos pedazos de un “humano bola” cortado al medio según el mito de Aristófanes, no es lo relevante. Lo cierto es que somos diferentes y eso hace las cosas más interesantes. Las diferencias no nos anulan o nos condicionan a repelernos. Lo que las diferencias nos exigen es entenderlas, para poder hacer algo por acomodarlas, o para poder esquivarlas lo mejor posible. De hecho no sólo somos diferentes entre mujeres y varones. Cada ser humano es diferente, y mucho de lo que dice el autor de las venusinas y marcianos, aplica no sólo a relaciones entre damas y caballeros sino a cualquier relación, incluso aquellas que no tengan que ver con la formación de una pareja. Por ejemplo Gray propone que todos sentimos que damos sin recibir, porque en general damos lo que queremos dar y no necesariamente lo que el otro necesita. Esto hace que sintamos que lo dado no es apreciado, y tampoco valoramos los esfuerzos que se hacen por nosotros. Esto no es así sólo entre varones y mujeres. Pero ciertamente, basados en los estereotipos que se plantearon en el capítulo anterior, se pueden sacar conclusiones rápidas.
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La mujer expresa afecto preguntando o expresando preocupación. El varón ve en esto alguien entrometiéndose, alguien que no confía en que él pueda solucionar sus problemas. El hombre se siente afectuoso minimizando el problema, proponiendo soluciones “sencillas” o dando espacio para que ella se vaya a su cueva, la que según Gray no existe porque ella es mujer. Esto genera conflicto seguro, no es que no haya esfuerzo, es que las diferencias de comportamiento entre unas y otros, si no se entienden, hacen que sea imposible apreciar el esfuerzo ajeno. El problema planteado no es la falta de preocupación de la otra parte, sino que cuando recibimos algo que no creemos necesitar, no solamente no lo apreciaremos, aparte nos molestará. Esto me remite a lo ya mencionado varias veces en cuanto a tratar de entender lo que el otro quiere antes de dárselo, incluso entender que hay que buscar el momento correcto para hacerlo, como sugería la canción de Bryan Adams. También esto me remite al tema de escuchar con empatía, no escuchar con preconceptos, y menos solamente oír. Las mujeres aprecian en general que las escuchen, pero cuando ellas están preparadas para contar, no necesariamente en cualquier momento. Las mujeres, en mi opinión, también disfrutan del concepto de cueva –aunque menos que el varón–, en esto no coincido con Gray, y que alguien se meta allí es para ellas tan molesto como para nosotros. Los varones disfrutan de sus cuevas, pero algunas veces también les gusta que alguien se interese por ellos y los vaya a buscar para acariciarlos. Por eso es que no hay
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soluciones únicas. Las grandes líneas que pinta Gray son lógicas pero no estrictas o aplicables a cualquier relación. Cuando empezamos a entender estas diferencias, en general surge un impulso de querer explicarle al otro que en realidad lo que uno quería hacer era bueno, por lo tanto, en vez de dejar de hacerlo, pedimos al otro que lo tome como a nosotros nos sale. Creo que esto es uno de los grandes errores que inevitablemente cometemos: querer cambiar al otro. Yo creo que cuando uno quiere cambiar al otro, en realidad no lo está amando sino queriéndose a sí mismo. En esta asimetría entre varón y mujer, esto se da de ambos lados. Como ya se mencionó, es muy frecuente que la mujer trate de cambiar al hombre y “perfeccionarlo”, esto ocurre cuando la mujer “adopta” al varón, sea porque ella quiere o porque él lo busca inconscientemente. Las mujeres, en estos casos, tienden a explicar a los varones por qué no deben comportarse como se comportan. En estas situaciones él se siente controlado, manipulado, no recibe confianza. El varón necesita aceptación. Puede cambiar por presión, pero luego volverá a su conducta anterior. Hará un verdadero cambio si lo ve como la solución a un problema, cuando al sentirse amado y aceptado encuentre que vale la pena hacerlo, pero por amor, no por pedido. Gray llega a decir que: “cuanto más un hombre ama a una mujer, más aprobación necesita”. Que lo quieran cambiar lo hace alejarse, no hacer el esfuerzo de lograrlo.
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Del lado de la mujer pasa algo parecido, los varones tienden a querer cambiar los sentimientos negativos de sus mujeres, quieren cambiarlas para que no se sientan mal, ya que a ellos les molestan las quejas repetitivas. Los varones tienden a explicar a las mujeres por qué no deben sentirse como se sienten. Disculpen, pero esto es una estupidez. Si el varón entendiese que escuchando el problema, ella lo sacará de su sistema más rápido, si bien no podrá evitar que se sienta mal, al menos reducirá este tiempo al mínimo posible. Hay un punto adicional en cuanto al tema de querer cambiar a alguien, y es que toda virtud viene asociada a un defecto y viceversa. Cambiando a alguien tratando de eliminar un defecto, muy probablemente también lo cambie eliminando la virtud asociada. Esto está postulado en varios principios de filosofía muy básica, y es pregonado por muchos de los grandes pensadores. Confucio, cuando se refiere a las formas de conocer a un individuo, lo expresa con ésta máxima: “(...) observa sus defectos y conocerás sus virtudes”. Para ejemplificar lo que digo, piense en una persona obsesiva, lo cual llega en muchos casos a ser molesto para los que lo rodean. Imagine, por ejemplo, que ese individuo se preocupa demasiado por planear una salida perfecta, o que no tolera el desorden en la casa. Seguramente esto afectará al que lo quiere y por lo tanto le pedirá que deje de ser así. Si el individuo obsesivo lo logra, será porque deja de preocuparse por los detalles, por lo tanto seguramente también habrá de dejar de preocuparse por otras cosas en las cuales su esmero resultaba positivo en vez de molesto, por ejemplo en conciliar la cuenta
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bancaria, o acordarse puntillosamente de todos los cumpleaños y aniversarios, o sea, otras cosas en las que su obsesión era “útil”. Este ejemplo no pretende ilustrar más que ligeramente lo que quiero decir, pero creo que hay que tener en cuenta lo que queremos que el otro cambie, ya que eliminando una conducta podemos eliminar un defecto, pero también una posible virtud asociada a ese comportamiento. Es obvio que en casi todo, los extremos son malos, si uno lograse un punto medio, todo sería mejor. Otro tema que me llamó la atención del libro de Gray, y que hace alarde de las benditas diferencias, es cuando plantea una hipotética discusión típica usando todos los elementos que introdujo hasta ahora. Continúa siendo un estereotipo, pero analice si lo que se ejemplifica no le pasó alguna vez. La mujer se enoja por algo percibido o real. El hombre dice: “no te preocupes”, invalidando así el sentimiento de ella. La mujer no se siente comprendida y se pone más insegura de que él la ame, ya que su pareja no entiende que ella se siente mal. Entonces él propone soluciones sencillas, o explica con lujo de detalles lógicos, y comparaciones con otras mujeres que él conoce, el porqué ella no debería sentirse perturbada, en vez de hacerla sentir en su derecho a la perturbación, en vez de comprender, en vez de dejar que la ola estalle para poder volver a subir. Ella, por lo tanto, le dice que ninguna de esas soluciones sirve y él, luego de un rato, se termina cansando y frustrando por no haber podido arreglar un problema. Ocurrido esto él inevitablemente se va a su cueva. Ella se siente más insegura y menos amada, entonces decide ir a buscarlo. Él se irrita porque - 165 -
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invaden su cueva y escapa más lejos o se esconde en más razones y soluciones, ella se siente más incomprendida y esto escala hasta que hay que llamar a un mediador de la policía para que los separe. Si nunca estuvo en una situación así es porque nunca tuvo una pareja, o porque tiene una suerte increíble. No sé si siguiendo el consejo de Gray esto se arregla, pero supuestamente si el varón de la discusión ejemplificada solamente hubiese escuchado sin decir nada, todo lo demás no pasaba. Para tan poco esfuerzo creo que vale la pena probar de si en su caso sirve o no. Otra diferencia que menciona el autor al que estamos comentando y citando es el de los famosos “puntos”. O sea las cuentas pendientes que cada uno lleva del otro en función de lo que hizo y de lo que dejó de hacer. Él dice que los dos llevan la cuenta, pero que lo hacen de forma diferente, por lo tanto, esto es otra causa de desencuentros. Resumo la forma de tratar lo de los puntos de la siguiente forma: 1) Tanque de puntos de la mujer: la mujer tiene un tanque de amor que se llena con cosas pequeñas –pero muchas– gestos, regalos, tiempo compartido. El hombre cree que algo caro vale más puntos que algo sencillo. Esto es equivocado (aunque no siempre). Una cena es una cena, y una flor es una flor para la mujer. Para el varón una orquídea es como cien claveles debido al precio, para la mujer el gesto es el mismo. La mujer no lleva en general la cuenta de lo que ella da. Sólo después de dar mucho, si no recibe nada a cambio, cobra explotando.
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2) El varón también tiene un tanque, pero que no se llena con lo que ella le da, sino con la aprobación por parte de ella de las cosas que él hace. El varón, por el contrario que la mujer, busca equidad en el intercambio, da y quiere recibir su pago en el momento. Como la mujer, en cambio, da en forma constante, y el varón juzga con su regla de equidad, cree que lo que recibe es siempre merecido. Nunca se da cuenta de que puede estar generando una deuda inmensa. Estas diferencias en el trato de los puntos, en cuanto a cómo se dan y cómo se consiguen, no ayuda a zanjar diferencias. Para Gray el varón da cuando le piden, en cambio la mujer no pide, espera que le den. Inclusive ella espera dando, lo cual agranda la diferencia. Como el varón no lo sabe o no lo entiende, y por lo tanto no hace nada para compensar, la mujer en algún punto estalla. Esto tiene que ver con los estereotipos de donde partimos. En Venus dar apoyo es natural, si una mujer ama da apoyo, consejos; con esto ella se siente dando, aunque él lo considera al contrario. En Marte no se da apoyo si no se pide, y como no entiende la forma en que se lo piden, no da. Esto suma y resta puntos en distintas cuentas que no hacen más que acumular presión inútil por falta de comunicación, y por no intentar entender qué cree necesitar el otro. La mujer no pide apoyo porque asume que se lo darán automáticamente, es una forma para ella de saber si la aman. Si el hombre da algo y no recibe aprecio o aceptación, luego de un tiempo él asume que no sirve y deja de hacerlo. Hay que entender que para ella, la reciprocidad en el dar no es tan - 167 -
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estricta, por lo tanto que no le den aprobación en el momento no quiere decir que no lo aprecien. El varón tiene que aprender a dar sin que le pidan. Esto no lo plantea Gray abiertamente, pero para mí el varón tiene que hacer todo un ejercicio para lograr esto que no es imposible. Creo que es una cuestión de ejercitar la memoria y la intuición. Los varones tenemos memoria, pero la usamos sólo para recodar fechas de campeonatos, goles de nuestro equipo, etc. En cuanto a la intuición, en general creemos que es privativa de las mujeres, esto no es así. Cuando se habla de la intuición de las mujeres Gray mismo la asigna a que ellas tratan de adelantarse a las necesidades del otro. Puede ser que genéticamente ellas tengan más capacidad para esto, pero si practica uno intentar adelantarse a las necesidades del otro, mejora su intuición automáticamente. Creo que es un ejercicio que vale la pena, porque paga con creces. Realmente, no sólo para este tipo de relaciones sino para cualquiera en general me gusta más el concepto que postula Stephen Covey, autor ya mencionado, en el libro previamente citado que se llama Los siete hábitos de las personas altamente efectivas. El dice que en cada relación hay, o debe haber, siempre una especie de cuenta bancaria emocional. En esta cuenta bancaria que cada uno abre con el otro hay que hacer depósitos antes de hacer retiros. Puede ser que en algún momento nos dejen girar en descubierto, pero ese “rojo” hay eventualmente que cubrirlo. Si ambos en la relación, o en la pareja, están al tanto de esto y saben qué es lo que cada uno necesita que se deposite en su cuenta, el tema de los puntos se hace más racional.
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El asunto no es comprar flores cinco viernes seguidos para poder ir a la cancha un domingo y llegar a cualquier hora con olor a cerveza… o sí, no es eso tan importante. El tema es que cada uno en su cuenta necesita depósitos, estos no son necesariamente del mismo tenor, y la cuenta es emocional, no material. Los depósitos, aunque diversos en forma, son de emociones, de sentimientos, de afectos, de apoyos, no de flores, herramientas, botellas de vino, lencería o joyas. Una sonrisa, una caricia, una aprobación y cosas por el estilo suman en esas cuentas, y como todas las cuentas en cualquier banco, si no tienen movimientos por mucho tiempo se terminan cerrando. Sean los de Gray o los de Covey, como dije antes, no soy un ferviente adorador de los libros en que el autor da consejos enlatados. Yo creo no haber hecho eso en este, pero de todas formas me parece que todos los puntos de vista son buenos y cada uno debe tomar lo que crea conveniente. Espero que haya encontrado en los estereotipos y las conductas asociadas a ellos algo que le pueda servir de punto de referencia. Las herramientas concretas para arreglar los problemas no sólo varían de persona a persona, sino de pareja a pareja. Realmente creo que las diferencias son buenas, si todos fuésemos iguales sería terriblemente aburrido por predecible. Por otra parte, de pensar todos iguales, todos los lugares que nos gustan estarían llenos de gente que, al igual que nosotros, disfruta de lo mismo. El punto no es cuán diferentes somos sino cuánto podemos manejar esas diferencias, cuánto podemos aprovecharlas para - 169 -
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complementarnos, y por sobre aprovecharlas para divertirnos.
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XVII – La mujer es poeta y poesía
Unos capítulos más atrás me referí a los poetas, y a la forma en que particularmente los celtas, los poetas celtas, buscaban ver cada cosa como si fuese la primera vez. Esto les permitía volver a sentir esa emoción de conocer nuevamente, y por lo tanto, poder crear con palabras algo agradable, algo lleno de magia y de sentimiento, algo hermoso en sí y de por sí. ¿Por qué la descripción de una rosa, hecha por un poeta es más agradable que la que pueda hacer un botánico, que probablemente conozca más de flores que el juglar? Seguramente porque este pone en sus versos no sólo percepción sensorial, sino también emociones y sentimientos que provienen de esa frescura, de esa novedad con la cual el poeta mira la flor. No se deja vencer por la rutina de haber visto miles de rosas en su vida. Encara su creación con la ilusión de sentir lo que sintió cuando descubrió el objeto por primera vez. Poeta y poseía vienen de una raíz griega que significa creación, hechura, elaboración. Para los griegos había tres caminos que permitían a los seres humanos desarrollarse: la teoría, o sea lo que tenía que ver con el conocimiento, con la búsqueda de la verdad; la práctica, refiriéndose a la resolución de problemas; y la poiesis, de donde deriva poesía, la búsqueda de la creación, el convertir pensamientos en materia, el hacer.
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La mujer es poeta y poesía porque hace. Nos hace a los varones, hace hogar, hace y se hace cada día en madre, en pareja, en alegría, en trabajo, en compañía y en compañera. La mujer es poeta porque tiene y usa esa frescura de ver o intuir lo nuevo en lo rutinario. La mujer es poesía porque es creación, y es poeta por ser creadora. Porque es la nueva forma de ver lo de siempre en su capacidad de atender y de amar a los que la crean y a los que ella acepta como parte de sí: su pareja, sus hijos, sus amigas, sus padres y sus allegados. La mujer es poesía porque tiene esa capacidad de confiar y de creer que se puede lograr. No la ingenuidad pasiva de esperar un cambio, la fuerza hecha acción que muchas veces es lo único que permite el logro del cambio. Gustavo Adolfo Bécquer, por allá por el siglo XIX, publicó unas Cartas literarias a una mujer,16 en las cuales, entre otras cosas, justifica a su interlocutora por qué el cree que la mujer es poesía. He aquí algunos fragmentos de esas cartas: “En una ocasión me preguntaste: –¿Qué es la poesía? ¡La poesía..., la poesía eres tú! La poesía eres tú, te he dicho, porque la poesía es el sentimiento, y el sentimiento es la mujer. La poesía eres tú, porque el sentimiento, que en nosotros es un fenómeno accidental y pasa como una ráfaga de aire, se halla tan íntimamente unido a tu organización especial que constituye una parte de ti misma. La poesía es en el hombre una cualidad puramente del espíritu; reside en su alma, vive con la vida incorpórea de la idea, y para revelarla necesita darle una forma. Por eso la - 172 -
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escribe. En la mujer, sin embargo, la poesía está como encarnada en su ser; su aspiración, sus presentimientos, sus pasiones y destino son poesía: vive, respira, se mueve en una indefinible atmósfera de idealismo que se desprende de ella, como un fluido luminoso y magnético; es, en una palabra, el verbo poético hecho carne. Todo el mundo siente. Sólo a algunos seres les es dado el guardar como un tesoro la memoria viva de lo que han sentido. Yo creo que estos son los poetas. La poesía es el sentimiento; pero el sentimiento no es más que un efecto, y todos los efectos proceden de una causa más o menos conocida. ¿Cuál lo será? ¿Cuál podrá serlo de este divino arranque de entusiasmo, de esta vaga y melancólica aspiración del alma, que se traduce al lenguaje de los hombres por medio de sus más suaves armonías sino el amor? Sí; el amor es el manantial perenne de toda poesía, el origen fecundo de todo lo grande, el principio eterno de todo lo bello. El amor es la causa del sentimiento; pero... ¿qué es el amor? ¿Quieres saber lo que es el amor? Yo sólo te podré decir que él es la suprema ley del universo; (…); que de él parte y a él convergen, como a un centro de irresistible atracción, todas nuestras ideas y acciones; (…) origen de esos mil pensamientos desconocidos, que todos ellos son poesía verdadera y espontánea que la mujer (…) siente y comprende mejor que nosotros. Poesía, esas lágrimas involuntarias que tiemblan un instante en tus párpados, se desprenden en silencio, ruedan y se evaporan como un perfume. - 173 -
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Poesía, el gozo improviso que ilumina tus facciones con una sonrisa suave, y cuya oculta causa ignoras dónde está. Poesía son, por último, todos esos fenómenos inexplicables que modifican el alma de la mujer cuando despierta al sentimiento y la pasión. ¡Dulces palabras que brotáis del corazón, asomáis al labio y morís sin resonar apenas, mientras que el rubor enciende las mejillas! ¡Murmullos extraños de la noche, que imitáis los pasos del amante que se espera! (…) ¡Imágenes confusas, que pasáis cantando una canción sin ritmo ni palabras, que sólo percibe y entiende el espíritu! ¡Febriles exaltaciones de la pasión, que dais colores y formas a las ideas más abstractas! ¡Presentimientos incomprensibles, que ilumináis como un relámpago nuestro porvenir! ¡Espacios sin límites, que os abrís ante los ojos del alma, ávida de inmensidad, y la arrastráis a vuestro seno, y la saciáis de infinito! ¡Sonrisas, lágrimas, suspiros y deseos, que formáis el misterioso cortejo del amor! ¡Vosotros sois la poesía, la verdadera poesía que puede encontrar un eco, producir una sensación o despertar una idea! Y todo este tesoro inagotable de sentimiento, todo este animado poema de esperanzas y de abnegaciones, de sueños y de tristezas, de alegrías y lágrimas, donde cada sensación es una estrofa, y cada pasión, un canto, todo está contenido en vuestro corazón de mujer”. Es difícil encontrar palabras para expresar ciertas cosas. Hasta autores como Bécquer necesitan de tantas para expresar lo que piensa sobre la mujer.
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La razón del sentimiento es el amor y de eso es de lo que está lleno el corazón de la mujer. Suena mejor como él lo dice, pero es así. La vida golpea, los humanos nos golpeamos entre nosotros. Seguramente, muchas veces nos amargamos, nos desengañamos, nos angustiamos y nos hallamos perdidos, fuera de lugar. ¿Dónde encuentra la humanidad fuerza para seguir adelante? Yo creo que en esa reserva, me animaría a decir eterna, de amor que hay en el corazón de la mujer. Los humanos podemos decidir, y muchas veces lo hacemos mal. Lastimamos, destruimos, orquestamos guerras y permitimos hambrunas. La lógica nos ha salvado algunas veces, otras veces la repugnancia nos ha hecho reaccionar y evitar ciertas barbaridades. Pero en lo que siempre podremos confiar, casi como la naturaleza confía en sus reglas ecológicas, es en el amor. Muchas cosas, podría decirse, nos diferencian de las bestias que pueden confiar en su automatismo. Sus especies están “protegidas” por sus instintos. La nuestra, en cambio, no tiene esa “garantía”. Somos libres, podemos ir en contra de nosotros mismos y lo hacemos muy seguido. ¿Cuál es entonces nuestra “garantía”? No me cabe ninguna duda de que es ese amor contenido en el corazón de la mujer. Por eso la mujer es poesía, porque es amor. Liberada o no, en tres carreras a la vez o en un nuevo contrato social con el varón. Madre, Mujer, Mamá o, incluso, hasta Pasatiempo. Cuando aprueba a su varón o cuando educa a su hijo… es amor.
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Ve y se deja ver como nueva en cada momento. Crea y confía en que podrá seguir creando, porque la fuerza de ese amor que contiene la moviliza. La mujer es y ha sido la causa por la cual seguir adelante, la causa que ha motivado desde siempre. Desde ese lugar la mujer crea. Desde esa posición de causa y de fin, al menos terrenal, la mujer hace y origina. La mujer es la que lleva. Hace un tiempo escribí esto que tiene que ver con el párrafo anterior. Fue luego de una época tumultuosa en la relación, entrando ya en la calma que siempre viene después, si es que uno sabe esperarla y construirla a la vez.
Las mujeres son como el viento para quien navega a vela. Cuando van ellas en la dirección que deseamos ir, todo es armonía, potencia, excitación, maravilla, fantasía, velocidad… placer. Pero esto no siempre es así, de hecho, en el río o en el mar, son muy pocas las veces que el aire sopla exactamente en la dirección que nos dirigimos. Sin embargo, que el viento no siempre esté a favor no amaina al navegante cuando éste sabe tratarlo. Algunas veces el viento vendrá cruzado, con más o menos ángulo. Habrá entonces que trabajar más con velas y timón, hacer tal vez más fuerza y esfuerzo para dominar la embarcación, seguramente no se podrá avanzar en perfecta línea recta, habrá demoras… pero se puede llegar a destino; también puede encontrarse, si se busca, alegría, gozo, y placer.
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Otras veces el viento estará decididamente en contra. No debe ser esto ocasión para abandonar. Habrá que avanzar en zigzag, habrá que tener paciencia y aceptar que el tiempo en recorrer la distancia será mucho más largo. Pero se puede seguir, se puede disfrutar, se puede pensar en el puerto al que habrá de llegarse, y con esa imagen en la mente navegar. Las mujeres son como el viento, cambiantes, muchas veces impredecibles. Fuertes a veces, hasta feroces; suaves y delicadas en otras ocasiones. Hay momentos en los cuales el viento se transforma en remolinos, incluso en tifones; otras veces sopla plácidamente, es brisa, caricia. Hay veces que corre frío, congelando, cortando la piel; otras, en cambio, es tibio, agradable; también sabe aparecer tórrido, caliente, tan caliente que nos hace hervir la sangre y la piel. Lo que es indefectible, y el navegante lo sabe, es que sin viento no se puede. La pericia del navegante, su capacidad para saber aprovechar mejor el viento, las técnicas aprendidas con esfuerzo y tiempo, es lo que hace de la pareja, viento y viajero, una mejor combinación. Pero en el fondo, muy en el fondo, él sabe que es realmente el viento quien lo lleva. Las mujeres son al hombre como el viento al navegante. Sin ellas tampoco se puede. Más allá de las técnicas, y de la pericia que uno con el tiempo crea o pueda haber adquirido para tratarlas, son ellas las que, como el viento al navegante, siempre nos llevan.
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No sé si es que a las mujeres no hay que tratar de entenderlas y sólo amarlas, o hay que entenderlas para poder amarlas más y mejor. De lo que estoy seguro es que una de las cosas que no puede fallar es, sea como sea, amarlas. Este pequeño poema que sigue no es de un gran poeta. Tal vez no sea ni siquiera de un poeta, ya que lo escribí yo. Si bien tiene dueña, ya que fue escrito para ella, creo que puedo compartir la letra: Amor mío te amo y lo sé. Lo sé porque se ilumina mi vida cuando despiertas. Lo sé porque si no estás, mi piel comienza a doler. Amor mío te siento y lo sé. Lo sé aunque no te vea… cuando me duele la piel. Lo sé por sentir al desearte, tu anhelo por nuestro ser. Amor…, amor mío…, mi vida. Sólo puedo ser nosotros, sólo quiero ser por ti. Tenerte es para mi anhelo, sólo quiero vivir así.
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Epílogo
Por ahora hasta aquí llego. Es obvio que hay al menos cientos de temas más sobre los cuales escribir con relación a la mujer. Tal vez más adelante le agregue a esto más ideas. Traté de transmitir algunas cosas que, siento, son poco conocidas, o incluso, algunas de ellas, olvidadas. Algunas otras (muchas tal vez) seguramente serán más obvias o superficiales. Pasé en el camino por tratar de describir en pocas palabras, y seguramente con mucho descaro, conceptos de la psicología y del psicoanálisis que lleva tomos y años entender, probablemente sin éxito en mi caso. Me metí, con la base de un poema, a tratar de describir cómo creo que debe uno amar, siendo que el amor es probablemente indescriptible, y que lo han intentado cientos de miles de autores mucho más versados que yo durante siglos. Me apoyé en grandes autores, y tal vez en otros no tan grandes, para poder expresar ideas que espero hayan agregado algo a lo que sus plumas produjeron. Como dije en el prólogo, mi intención no es tener razón, ni convencer a nadie de nada. Sólo comunicar algunas cosas que creo o pienso. ¿Quién soy yo para hacer eso? Pues, como creo ya haber dicho, nadie en particular. Simplemente alguien que tuvo tiempo y ganas de poder sentarse a escribir.
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No es que crea que lo que pienso es tan importante como para tener que quedar registrado para la posteridad, pero lo sea o no, aquí está, y si usted terminó de leerlo yo logré lo que quería, que no era más que comunicarme. Espero que, si efectivamente llegó hasta este epílogo, algo se haya entretenido, y, aunque más no sea, con algo haya estado de acuerdo. Ojalá podamos crear una nueva sociedad con menos desbalances y más complementación real entre mujeres y varones. Ojalá podamos seguir el consejo de los celtas y ver como nuevo, cada día, lo que vale la pena mantener y construir en nuestras parejas. Ojalá que no caigamos en las esclavitudes del cambio permanente y que podamos amar un poco más en serio, con menos egoísmo, con menos afán de consumo, o de satisfacción personal únicamente. Ojalá que podamos escuchar con empatía, que podamos dejar de lado prejuicios y preconceptos. Ojalá que encontremos buenas estrellas compartidas donde tenga sentido atar nuestros carros, para que ante las dificultades quede sostenido esperando que recuperemos las fuerzas para seguir adelante. Ojalá que encontremos una buena forma de amar, aunque no sea la que sugiere Bryan Adams, para que el sexo y el erotismo tengan sentido y nos hagan crecer, acercarnos, mejorar.
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Ojalรก logremos fundar familias en las cuales podamos educar en todas estas cosas, para que nuestros hijos, tal vez, tengan menos problemas de los que nosotros pudimos haber tenido. Ojalรก este libro sirva para ayudar en algo de todo eso, al menos esa fue la intenciรณn.
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Referencias
1
La guerra del sexo está por acabar... con todos. Gabriela Acher. Sudamericana, 2001.
2
Los siete hábitos de las personas altamente efectivas. Stephen Covey. Simon & Shuster, 1989.
3
“Epílogo al libro De Francesca a Beatrice”. José Ortega y Gasset, 1924. Ensayo incluido en el libro: Sobre el amor. Plenitud, 1963. 4
El banquete. Platón. Terramar, 2008.
5
“Discurso feminista y críticas a las teorías de la inevitabilidad”. Adriana Cruz. Ensayo incluido en el libro Mujeres y Filosofía II, Teoría filosófica del género. Centro Editor de América Latina, 1994. 6
“La anorexia nerviosa en la encrucijada del género”. Margarita Roulet. Ensayo incluido en el libro Mujeres y Filosofía II, Teoría filosófica del género. Centro Editor de América Latina, 1994. 7
La Mujer. Isidoro Loi. Editor George Anastassiou Mustakis, 1992.
8
Política. Aristóteles. Espasa Calpe, 1997.
9
“Mujer y jerarquía natural en Aristóteles”. María L. Femenías. Ensayo incluido en el libro Mujeres y Filosofía II, Teoría filosófica del género. Centro Editor de América Latina, 1994. 10
El examen de los ingenios. Juan de Huarte. 1575.
11
“Las apariencias engañan: metáforas filosóficas”. Ana María Bach, María Luisa Femenías y Margarita Roulet. Ensayo incluido en el libro
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Mujeres y Filosofía II, Teoría filosófica del género. Centro Editor de América Latina, 1994. 12
Kamasutra. Lea, 2007.
13
Lo Femenino y el pensamiento complejo. Leticia G. Fiorini. Lugar Editorial, 2001.
14
La llama doble. Amor y erotismo. Octavio Paz. Galaxia Gutenberg, 1997. 15
Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus. John Gray. Atlántida, 1998.
16
Cartas Literarias a una mujer. Gustavo Adolfo Bécquer, publicadas en el periódico El Contemporáneo, año 1861. Incluidas en Obras Selectas. EDIMAT Libros, 2000.
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Índice Prólogo ................................................................................................ - 13 I – Quién fue primero y para qué servimos ...................................... - 17 II – ¡Y todo por un agujerito! .............................................................. - 25 III – La media naranja ......................................................................... - 33 IV – Género y sexo.............................................................................. - 39 V – Falta ajustar, pero vamos bien ................................................... - 47 VI – ¿Se liberaron? ............................................................................. - 55 VII – ¿De qué se liberaron? ............................................................... - 65 VIII – Los filósofos griegos y las mujeres ........................................ - 79 IX – El Don Juan “esclavo” ................................................................ - 89 X – El Don Juan “amante” ................................................................. - 99 XI – El Don Juan y las estrellas ....................................................... - 111 XII – Posturas enfrentadas .............................................................. - 119 XIII – Nada nos viene bien ............................................................... - 129 XIV – Sexo, erotismo y amor ........................................................... - 137 XV – ¿Seremos de planetas diferentes? ........................................ - 149 XVI – ¡Vivan las diferencias! ............................................................ - 161 XVII – La mujer es poeta y poesía ................................................... - 171 Epílogo ............................................................................................... - 179 Referencias ....................................................................................... - 184 -
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Este libro se terminó de imprimir en el mes de diciembre del año 2008 en los talleres de Bibliográfika, Av. El Cano 4048, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
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