“Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos, lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol” Albert Camus
Título del libro Pasiones de Barrio Nombre del Proyecto Clubes Barriales de Fútbol: Valor Patrimonial de una Práctica Asociativa Folio del Proyecto 417153 Fondart Regional Línea Patrimonio Cultural Investigación Responsable / Autor Gabriel Ruete Núñez Pablo Yañez Mena Fotografía Víctor Anacona Ortiz Diseño y Diagramación Susana Opazo Campos Clubes Participantes Club Deportivo Defensor Berna de San Joaquín Club Deportivo Social y Cultural Sabino Aguad Kunkar de Conchalí Club Deportivo y Social Correa Montt 2018 - https://www.facebook.com/pasionesdebarrio/
Gabriel Ruete Núñez Pablo Yañez Mena
Prólogo
EL FÚTBOL BARRIAL COMO SUJETO PATRIMONIAL
“Pasiones de Barrio” es el resultado del proceso desarrollado mediante la investigación: Clubes Barriales de Fútbol: Valor patrimonial de una práctica asociativa, que se realizó durante el año 2017 en la ciudad de Santiago, iniciativa financiada por el Consejo de La Cultura y la Artes, inscrito en la línea de Fondart Regional, en la línea de Patrimonio Cultural en su modalidad de investigación. El objetivo principal del proyecto fue analizar las prácticas, significaciones y espacios de socialización desarrollados en los clubes barriales de fútbol a modo de valorizar su carácter de patrimonio cultural inmaterial para sus comunidades. Para esto se desarrolló un trabajo investigativo bajo la metodología de estudio de casos, el cual abarcó a tres clubes diferentes, en distintas comunas de la capital. El Club Deportivo y Social Sabino Aguad Kunkar de Conchalí, el Club Deportivo Defensor Berna en San Joaquín, y el Club Deportivo y Social Correa Montt asentado en Lo Espejo.
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Hablar sobre patrimonio es hablar sobre una abstracción, un concepto. Ni los objetos materiales ni las manifestaciones culturales revisten característica alguna intrínseca que pueda asegurarles la denominación patrimonial, sino más bien son ciertos consensos generados en determinadas épocas históricas quienes otorgan la prioridad de denominar algún objeto o manifestación cultural como patrimonial. Es bueno que el territorio conceptual se mantenga en discusión y en flujo, así pueda ofrecer utilidad tanto a los cultores como a quienes desean utilizar al concepto patrimonio como herramienta educacional.
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Proponer, por tanto, que la práctica organizada, barrial y amateur del fútbol debe ser denominado como patrimonio cultural obliga al despliegue de una interrelación entre una postura conceptual clara y casos particulares, específicos. La inclusión del componente “intangible” en la discusión al respecto de las características del “patrimonio cultural” es relativamente reciente y, por lo mismo, abierto a interpretaciones. UNESCO, desde donde emerge la definición monolítica actual, propone: “los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia,
infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana”. Esta definición es tautológica, Sostiene que será patrimonio aquello que las comunidades definan como parte integrante de su patrimonio. En lo que sí existe consenso, sin embargo, es que el patrimonio se define según este puede recrearse a través de las generaciones y la generación de identidad y continuidad, definiéndose el concepto más por su consecuencia en la producción de espacios. Deben considerarse otros aspectos relevantes. ICOMOS, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, sostiene que el valor intangible del patrimonio corresponde a aquel que emana de los factores no racionales de la naturaleza humana: emociones, evocaciones, sensibilidades. Tales definiciones, hegemónicas para la articulación de políticas públicas, son algo incompletas al no darle un rol más vivo, un potencial de fluidez y herramienta práctica. La iniciativa Tesoros Humanos Vivos del Consejo de la Cultura de Chile, mientras tanto, busca conferir a personas y comunidades cultoras de tradiciones y prácticas del patrimonio cuyo aporte es de gran significación para la valorización de identidades. Esta iniciativa ha reconocido una serie de cultores y comunidades por sus actividades, principalmente, en riesgo de caer al olvido, lamentablemente, a causa de la acelerada e incesante modernización y modificación de las prácticas, por ende también de las características que adquiere la producción de espacios comunitarios. Nuevamente, sin embargo, poner el acento
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en patrimonio inmaterial como aquello necesariamente en riesgo es no visualizar de buena manera la potencialidad de otorgarle tal definición a ciertas prácticas.
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Para efectos de los resultados de la investigación se definirá patrimonio cultural inmaterial (PCI) como, primero que nada, un concepto relacional, es decir: hace referencia a los usos, representaciones, expresiones, conocimientos, técnicas, instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que son considerados nodales para la interacción cotidiana por un grupo particular, en un contexto particular. Lo patrimonial refiere a aquello que sirve como referencia desde el pasado para la producción de espacio hacia el futuro, lo patrimonial, entonces, fija las concepciones de tiempo y espacio con que una comunidad local desarrollará la producción espacial. Esta definición da cuenta de las consecuencias esperadas de designar una manifestación como patrimonio cultural para alguna comunidad particular, significa que en ésta manifestación hay ciertos patrones de comportamiento que benefician la producción de espacios comunitarios saludables para quienes los componen, rescatando el aporte que hace ICOMOS sobre el patrimonio intangible aseverando que allí se juegan consecuencias emocionales y sensibilidades. Lazo (2006) está de acuerdo: “en la medida que el individuo y su grupo tienen una noción del tiempo, de la historia, de su espacio y de sus realidades van adquiriendo conciencia de la importancia de preservar ciertos símbolos, elementos culturales, bienes materiales, ideas, experiencias que no son más que una prueba evidente de su vínculo con el pasado generando seguridad, continuidad temporal e identificación”.
Los clubes barriales construyen objetos y espacios culturales donde se recrean constantemente prácticas y expresiones, los que son traspasados generacionalmente en las comunidades territoriales, el cual contribuye al sentimiento de identidad. El denominarlos portadores de PCI da a entender, entonces, también sobre un potencial que acarrean. La salvaguardia y protección de este patrimonio es una discusión conceptual posterior, refiere a la importancia cuantitativa y cualitativa que se le puede apuntar a este conjunto que significa el PCI. Cuantitativa, en cuanto a que tenderá a ser protegido aquel patrimonio cuya significación abarca una cantidad elevada de individuos y grupos, por ejemplo los edificios patrimoniales del centro de Santiago en cuanto refieren a la identidad de toda una Ciudad. La dimensión cualitativa, mientras tanto, se presenta un poco más compleja de definir pero en el marco de la presente investigación es determinante; se considerará de valor cualitativo a aquel PCI cuya identidad permita la producción de espacio de horizonte transformador de la cotidianeidad, que ofrezca alternativas colaborativas para desarrollar modos de vida menos vulnerables, modos de vida comunitarios de regeneración constante en el tejido social, por parte de los grupos e individuos a quienes refiere. Promover cierta noción de patrimonio, y, por lo tanto, ciertas prácticas que aplicarían bajo ella, promoverá de inmediato herramientas educativas y de intervención mediante políticas públicas específicas. La presente investigación pretende, así, dar cuenta de porqué los clubes barriales de fútbol deben ser incluidos en tal categorización.
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La presente investigación propone entonces generar un puente entre propuestas que emanan desde los estudios territoriales con la discusión actual sobre el patrimonio, su importancia social y política. David Harvey (2008), así, habla de la conciencia histórica, conciencia influida por la trasmisión generación tras generación del patrimonio cultural, como parte de la conciencia tiempo/ espacio, factor fundamental de la producción de espacio. El capitalismo, a nivel mundial, se ha convertido en la principal fuerza productora de espacio a partir del siglo XIX en adelante, con su comprensión del tiempo/espacio como llenos de valor de cambio y productividad. Propone, luego, un programa de investigación destinado a encontrar alternativas a esta hegemonía en cuanto a la producción del espacio (Harvey, 2000). 12
¿Puede realmente considerarse al fútbol como contenedor de características que le confiere la denominación patrimonial?. Tras un meteórico ascenso a comienzos del siglo 20 el fútbol se ha convertido por mucho en el deporte más popular del mundo. Su práctica profesional es una industria de miles de millones de dólares al año, con la FIFA consagrada como una de las organizaciones transnacionales más influyentes en el orbe. Tal práctica toma más los ribetes de industria transnacional que de manifestación cultural patrimonial. Sin embargo es evidente que tal capacidad de influenciar la producción de espacio, aún si con técnicas tradicionales del capital, emana precisamente de la facilidad impresionante con que las significaciones presentes en el fútbol se transmiten. Lo que pareciera suceder es que el potencial de producción de
espacio existente en la práctica del fútbol es un territorio dominado sin gran oposición por el capitalismo internacional, lo que hace recordar las palabras mencionadas por Harvey. Es precisamente por ello, sin embargo, que se hace tan importante introducirse en el campo de discusión sobre patrimonio para dinamizarlo y permitirle que abarque también prácticas del tipo que en esta investigación se proponen. Los clubes barriales de fútbol representan una modalidad completamente distinta de comprender la práctica del deporte, proponen una alternativa en cuanto a formas de producción de espacio, alternativa que debe ser puesta en valor y utilizada como herramienta educacional. Tras analizar las particularidades inscritas en cada una de las tres instituciones incluidas en este libro, sus historias y grupos sociales, se ha procedido a levantar un diagnóstico general que permite dar cuenta sobre las características del patrimonio cultural que refiere a los clubes barriales de fútbol. De esta forma se consiguió dar con ciertas prácticas, espacios y significaciones que logran encarnar y ejemplificar aquellos cruces entre el patrimonio y los clubes de barrio. En este sentido, la primera gran conclusión a la cual se llegó es que los clubes deportivos barriales tienen diferentes formas de encarnar el patrimonio, algunas más ligadas a las definiciones clásicas de este, y otras asociadas a la reciente inclusión del componente “intangible” al concepto del patrimonio cultural, lo que nuevamente da cuenta de la complejidad del concepto y de su fluidez.
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A pesar de las diferentes formas en que se manifiesta el patrimonio en cada uno de estos clubes, y probablemente en cualquier club, el formar parte de un club barrial de fútbol da cuenta de un lenguaje compartido que puede facilitar la comprensión entre personas que están atravesadas por circunstancias históricas y geográficas diferentes. Los códigos y significaciones básicos son comunes y hacen referencia a la transmisión de valores fundamentales: cooperación, comunitariedad, esfuerzo, sano disfrute del ocio. Los clubes barriales son reflejo fiel de sus territorios, además, están inscritos en las luchas territoriales que se desencadenan allí e inciden desde las herramientas pedagógicos que en ellos se anida como potencial. 14
De esta manera, en el Club Sabino Aguad Kunkar, de Conchalí, el patrimonio del club se moviliza hacia la creación de una escuela de fútbol orientada a nutrir de niños y niñas sus series menores, asegurando la continuidad de la importancia que el Club ha significado para su barrio desde 1968, cuando éste se urbaniza. Tras etapas de auge y caída, en el Sabino Aguad se toma la decisión de potenciar la escuela de fútbol, postulando a fondos concursables para su equipamiento y decidiendo que no solo engrosar las filas del club sería su objetivo; también el luchar contra las dinámicas de consumo de drogas y violencia arraigadas entre la juventud del Barrio sería para ellos devolverle a éste la mano por cobijarlos. Solo formando personas íntegras serían los espacios del Club y Barrio sustentablemente saludables mirando hacia futuro.
Continuando la ejemplificación, en el Club Correa Montt, de Lo Espejo, el club se enraíza en el Barrio hace 70 años, viendo pasar todas las épocas históricas por las calles de éste. Actualmente, representan la institución más añeja y, a la vez, vigente del territorio, luchando contra la tendencia al parecer inescapable allí existente: de sector residencial se está transformando en sector industrial y de servicios. El Correa Montt sufre las consecuencias de esto, dificultándosele arraigar entre los y las jóvenes del barrio las herramientas pedagógicas que podría desprenderse de su relevancia como patrimonio de su comunidad, comunidad que continúa organizándose en torno al Club, sin embargo, luchando por conservar su infraestructura y dinámicas intactas, ya que luchar por re-valorizar el Correa Montt es luchar por mantener también la historia del Barrio aún viva. Por último, en el Defensor Berna, de San Joaquín, el club es también inseparable de las dinámicas y códigos inscritos en la Población El Pinar, populoso sector de raigambre obrera donde los clubes surgieron a raudales en la década del ‘60, Durante todos los fines de semana santos, desde esta década en adelante, surgió una celebración, el Campeonato de Semana Santa, que le arrebató completamente al rito religioso su relevancia y definió que para El Pinar, La Legua y poblaciones aledañas esta festividad sería sinónimo de fútbol. El Berna, particularmente, definió desde ese entonces que el patrimonio que ellos representan es el de un Club de amigos, donde no se le pagaría a estrellas por jugar, si no siempre serían ellos los que defenderán la camiseta, porque ganar con gente de la casa siempre sería mucho más valioso que contratando jugadores semi-profesionales.
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A manera de acompañar los ejemplos recién mencionados es importante mencionar las investigaciones nacionales que han servido como referencia, patrimonio si se quiere, en el estudio sobre los clubes barriales como patrimonio para sus comunidades. En Chile gozan de gran relevancia aquellos que se inclinan más hacia la valoración de trabajos que justamente dan cuenta de cómo los clubes barriales son factores culturales y políticos esenciales en la producción de espacio territorial. Bernardo Guerrero, así, sostiene que en los barrios chilenos las definiciones identitarias y de pertenencia parten desde los clubes (Guerrero, 2015). Ello da pautas para comprender este potencial de los Clubes como PCI; la de representar una comprensión alternativa del tiempo/espacio, según ya se ha ido comprobando en los acercamientos a los Clubes incluidos en la investigación. Se ha propuesto la noción de que los clubes deportivos barriales en Chile son representantes de un Patrimonio Cultural Inmaterial poco reconocido y también poco valorado en cuanto a su importancia histórica y potencial en cuanto a la producción de espacios comunitarios autogestionados. Son escasos tales estudios, sin embargo, y en cada caso hacen referencia a la necesidad de generar mayores y mejores acercamientos académicos debido a la relevancia histórica, cuantitativa y cualitativa, de esta forma de organización social. Bernardo Guerrero sostiene, por ejemplo, que el tema está poco tratado por la academia debido a una intrusión débil del mundo popular en ésta (Guerrero, 2008). Esta
característica, la raigambre popular de la práctica asociativa en torno a clubes deportivos amateur, es precisamente lo que se menciona fundamental de valorizar ya que se presenta su capacidad de significar estrategias de resiliencia frente a las carencias e irregularidades que gobiernan la cotidianeidad en los asentamientos urbanos irregulares donde surgen estos Clubes (Guerrero, 2015; Santa Cruz, 1996, Gonzalez et al., 2014) y en donde continúan existiendo y representando una alternativa de solidaridad y cooperación frente a las situaciones que lo exijan. Se sostiene, también, que los clubes barriales representan un patrimonio cultural inmaterial fundamental que valorar ya que representan el cimiento en que se solidifica la actual época gloriosa del fútbol nacional (Soto et al., 2016). Esta pincelada en cuanto a antecedentes deja en evidencia, sin embargo, la relevancia tanto teórica como práctica que reviste la presente investigación. Los Clubes Barriales de Fútbol son componente fundamental, tanto cuantitativa como cualitativamente, en la historia social santiaguina, a partir de la segunda mitad del siglo XX en adelante. A pesar de ello, la temática está poco estudiada y se hace menester, por lo tanto, contribuir al conocimiento respecto a tal práctica, su riqueza en cuanto a historia social y su potencial como patrimonio cultural, entendiendo este concepto como uno de agencia dinámica. Continuando esta idea, el Patrimonio Cultural Inmaterial que significan los clubes amateurs de fútbol para las comunidades en las cuales se insertan, en este caso,
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refiere a organizaciones comunitarias dinámicas que continúan produciendo espacios asociativos desde hace más de 60 años. Desde estos espacios asociativos el patrimonio también ha logrado materializarse bajo diferentes expresiones, y con diferentes sentidos.
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En los marcos legales nacionales actuales no existe sitio donde ubicar la importancia de estas organizaciones. Debido a ello la presente investigación se propone también como la primera etapa en la consecución del objetivo de valorizar la práctica de los Clubes Amateur de Fútbol como patrimonio cultural inmaterial, lo que se correspondería luego con una mayor incidencia en políticas públicas. Es importante recalcar que la presente investigación se considera como una primera etapa indagatoria, pensada desde un proyecto mayor, cuyo objetivo principal es lograr conseguir reconocimiento legal en registro de prácticas consideradas Patrimonio Cultural Inmaterial, lo cual daría pie también para mejoras en la cotidianeidad de los clubes barriales. Para esto se continuará trabajando con los clubes investigados en este proyecto, así como también se pretende expandir la iniciativa a otros clubes, en diferentes comunas y también en regiones. Las siguientes páginas son el recuento de aquellas manifestaciones del patrimonio cultural en los clubes barriales. Cada una de ellas guarda sus propias particularidades, enraizadas a sus historias, sus contextos, sus barrios y se han expresado en murales, obras de teatros, poemas, plazas, sedes, objetos, o memorias orales. Diferentes formas que tiene cada club de expresar su valor patrimonial.
Referencias bibliográficas González, Roberto et al. (2014), Relatos, himnos y camisetas: Clubes deportivos y vida barrial en Quinta Normal, Chile. Ed.Victorino Lainez. Santiago. Guerrero, Bernardo (2008), Fútbol y nacionalismo en el norte grande de Chile. En Herrera, R. y Varas, J. (Compiladores). Fútbol, cultura y sociedad. (95-109). UAHC. Santiago. Harvey, David (2000), Spaces of Hope. University of California Press. Los Angeles. Lazo, Alejandra (2006), Patrimonio e Identidad Cultural: El Barrio La Estación de Cartagena. Tesis para optar al grado de Antropóloga Social, Universidad de Chile.Santa Cruz, Eduardo (1996), Origen y futuro de una pasión (Fútbol, cultura y modernidad). LOM Editores. Soto, Rodrigo y Bravo, Diego (2016), Nuestro patrimonio material e inmaterial: Las hazañas que deben ser reconocidas del fútbol chileno. CESDE. http://futbolasociado.cl/nuestro-patrimonio-material-e-inmaterial-las-hazanas-que-deben-ser-reconocidas-en-el-futbol-chileno/
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Club Deportivo Sabino Aguad Kunkar
ConchalĂ Villa La Palmera
Capítulo I
LA FUNDACIÓN
Sabino Aguad Kunkar no estaba presente el día que un grupo de amigos de la población “Huechuraba Sur” decidió que el Club deportivo que estaban fundando llevaría su nombre. Probablemente nunca puso un pie en Conchalí, ni menos fue a ver alguno de sus partidos de fútbol, sin embargo, su nombre se transformaría en razón de orgullo para muchos y muchas. Sabino Aguad Kunkar era abogado, hijo de descendientes palestinos, exitosos comerciantes. Fue presidente de la Asociación de Basquetbol de Chile y miembro ejecutivo de la FIBA (Federación Internacional de Basquetbol), luego, fue elegido por unanimidad como timonel del Comité Olímpico de Chile. Durante el gobierno de Salvador Allende fue dirigente de la DIGEDER. Vivía en Providencia. Era un hombre alto, ocupaba bigotes, y siempre andaba impecable con su traje negro y algún largo abrigo. Se le reconoce como uno de los grandes dirigentes deportivos en Chile, e incluso publicó un libro titulado “El Deporte, la pasión de mi vida”.
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El nombre Sabino Aguad es reconocido incluso por las generaciones más jóvenes ya que su hijo lleva el mismo nombre y es un gerente deportivo con exitosos pasos por Universidad de Chile y Colocolo. Sin embargo, para quienes viven en Conchalí y disfrutan el saborcito del fútbol amateur, Sabino Aguad refiere a otra cosa; a uno de los Clubes más masivos y con mayor trayectoria deportiva, levantando copas y enterrando los toperoles en las diversas canchas que han existido en el sector norte de la capital.
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Conchalí está ubicada al norte de Santiago, es una comuna antigua, su nombre es sinónimo de cultura popular capitalina. Durante la década de 1960 comprendía un pedazo de territorio mucho mayor al que tiene hoy, incluyéndose lo que actualmente es Independencia, Huechuraba y el sector norte de Recoleta. Lentamente los sectores periféricos en donde aún se experimentaba una vida rural, de campo, fueron convirtiéndose en poblaciones, levantando caminos, casas, tendidos eléctricos y pilones de agua potable. Aparecen así emblemáticas poblaciones como Juanita Aguirre y El Cortijo. La población Huechuraba Sur, mientras tanto, comienza a poblarse en 1968, cuando un puñado de familias, provenientes de diversos lugares y en el marco de la “Operación Sitio”, llegan al sector, con el único fin de asentar en estos terrenos sus sueños y anhelos.
Se formaron diferentes comités de vivienda, que fueron divididos por sectores. La calle Alberto González, marcaba la separación entre el sector A y B. Cuando las familias comenzaron a llegar al sector, se encontraron con la sorpresa de que en los sitios no había nada. Estaban los sitios pelados, con mucha vegetación y árboles frutales, había parras y también zanahorias. Afortunadamente era un lugar en donde abundaba el agua, por lo cual una de las primeras cosas que se construyeron fueron los pilones. Estos sirvieron para abastecer a las familias de agua potable, satisfaciendo así una necesidad fundamental. Si bien el nombre formal de la población era Huechuraba Sur, rápidamente comenzó a ser conocido popularmente como La Palmera, esto debido a que en el sector había una palmera de considerable tamaño. Esta era visible de muchos lados ya que no había edificaciones altas, entonces cuando había que dar indicaciones para llegar a la población se utilizaba la palmera como referencia. Había mucha pobreza, pero aun así se lograban levantar algunas casas por los propios medios de los nuevos pobladores. El sector A, estaba compuesto por un comité de 12 familias, las cuales se organizaron y comenzaron las gestiones para poder conseguir materiales para construir sus casas. Aquí fue clave la participación de la señora Elena Ramos Manthey, quien en representación de sus vecinos fue a hablar con el señor Julio Arancibia, quien era funcionario del Gobierno.
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Ella le comunicó la preocupación que existía entre la comunidad, porque no tenían nada con que parar sus hogares. De inmediato, él tomo su teléfono y comenzó a realizar llamados. Luego de unos minutos, le comunicó alegremente que no se preocupara, que fueran a buscar madera a una barraca, y los techos a un local ubicado en la calle Pedro Fontova, solo tenían que decir que iban de parte de él. Y así fue, los vecinos fueron a buscar los materiales, y todo era cierto, consiguieron así los primeros insumos para sus hogares.
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Todo estaba en pañales, los vecinos recién se conocían, aún no existía junta de vecinos ni nada. Ni siquiera se habían levantado todas las casas, ni tampoco pavimentado los caminos, pero en la cabeza de uno ya rondaba la idea de formar una institución deportiva que representara al vecindario y sus alrededores. Sergio Cerda, el esposo de la señora Elena, era el más motivado con la idea. El venía de participar en el Club Deportivo Teniente Godoy, contaba con la experiencia de haber participado en un club de barrio, y por ende comprendía el aporte que estos podían dar a la comunidad, sobre todo cuando el lado social y cultural se desarrollaba a la par de lo deportivo. Sergio Cerda estaba convencido que la fundación de un club deportivo ayudaría a la recién conformada población Huechuraba Sur a salir adelante, y fiel a esta idea comenzó a convencer a sus vecinos.
Primero partió por sus vecinos del sector A. Salía por las tardes e iba casa por casa conversando con las familias para intentar de contagiarlos con el bichito del amateurismo. A veces volvía a altas horas en la madrugada, cansado, no todos le creían, pero otros comenzaron a hacerse parte de este proyecto y ayudar a expandir su alcance a los demás sectores de la población. Así, un grupo de vecinos entusiasmados comenzó a hacer tradición el juntarse por las tardes en la Plaza de los Nogales, ubicada en pasaje Esther con pasaje Carmen. Eran jóvenes, humildes, soñadores, y lo más importante, respiraban y vivían fútbol. Las tardes pasaban lentas, entre el aroma a los árboles y las partículas de tierra que volaban por el viento mientras las familias construían sus casas. Fueron muchas las reuniones, y también muchas las ideas que se propusieron en este espacio. Las mujeres también aportaban de igual a igual en estas jornadas que pretendían culminar con la fundación del club deportivo. Las largas horas de conversación se transformaban a menudo en noches. Frecuentaban aquel espacio Juan Núñez, Raúl Colliarte, Sergio Berrios, Alfonso Brito, Joselito, Patricio Hernández alias “Garrincha”, Manuel Arias, Custodio Ortega, Sergio Sandoval entre varios otros. Eran los que nunca fallaban, y su entusiasmo fue motivando poco a poco a más gente.
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El 28 de abril de 1968, apenas un mes después que habían llegado a ocupar la población, en la plaza se juntaron varias personas, entre ellos Sergio Cerda quien les dijo: “Ya es hora de que realmente nos organicemos y fundemos el Club de una vez por todas”, y los invitó a pasar a su casa. Todos se entusiasmaron y pasaron al interior del hogar. Así, la casa de Sergio Cerda podría considerarse la cuna del Club deportivo Sabino Aguad. Se juntaron un par de veces, prepararon los papeles, armaron la primera directiva con Custodio Ortega como el primer presidente, Juan González como tesorero y Nelson López como secretario. En una de aquellas juntas, Custodio Ortega tuvo una idea. Él había sido basquetbolista toda su juventud, y había entablado una cariñosa amistad con Sabino Aguad Kunkar cuando fueron compañeros de equipo en Valparaíso. Sabino, por esos años era el presidente del Comité Olímpico, por lo cual era una persona bastante reconocida. Entonces les dijo: “¡Nombremos el club en honor a mi amigo Sabino Aguad, él podría ayudarnos con un empujón inicial!”. Para ser sinceros, a nadie le pareció muy buena idea. Pero la necesidad era mayor, todos eran muy pobres, y para partir con el club se necesitarían algunas cosas básicas para jugar al fútbol. Por lo cual la moción fue finalmente aprobada por la mayoría. Partió Custodio Ortega acompañado de Sergio Cerda. Ambos entusiasmados a hablar con el amigo de Custodio, para contarle la idea que habían tenido,
y ojalá obtener su colaboración, al fin y al cabo Sabino era una persona que amaba el deporte y ellos también. Fueron un día de semana a buscar a Don Sabino Aguad a su oficina, quien se vio muy sorprendido con la inesperada visita. Saludó cordialmente a su viejo amigo, y luego a Sergio, después les pregunto qué los traía por ahí. Custodio le explicó que tenían una propuesta para él, y que por favor les diera unos minutos dentro de su agitada agenda para comentársela. Sabino accedió y los invitó a tomar asiento. Lamentablemente la conversación no duró mucho tiempo, pues a Sabino no le pareció muy buena idea que un grupo de pobladores de los sectores periféricos de Santiago utilizara su nombre como estandarte, por lo cual se negó a la petición y tuvieron que volver con las malas noticias a Conchalí. Pero al parecer, la noticia no pareció desmotivar a ninguno de los fundadores que, ante la negativa, comenzaron a utilizar el mismo nombre que el de la población; “Huechuraba Sur”. Las ganas de correr detrás de la pelota eran más grandes, y así fue como comenzaron organizando sus primeros encuentros y pichangas. Entre todos soñaban con que algún día el club que estaban fundado, pudiera llegar a lo más alto de la comuna y porque no, de la capital. En la población había un terreno eriazo bastante amplio, que comenzó a ser utilizado como cancha, justo en donde se encuentra hoy la Escuela Valle del
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Inca. Los muchachos limpiaron el sector, retiraron las malezas, y levantaron unos improvisados arcos. Comenzó a ser utilizada cotidianamente por la gente de la población durante la vida del barrio, y se transformó en el lugar donde el club ejercía su localía. Los encuentros contra equipos foráneos, mientras tanto, se disputaban a través de la “Casa Estadio”, en donde llegaban escuadras de todas partes y se acordaban los partidos voluntariamente.
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Todo era muy precario, no existían uniformes, con suerte zapatos de fútbol, pero a punta de esfuerzo comenzó a encantar a más vecinos con sus resultados y buen juego. No existían tampoco vehículos, sin embargo, de una u otra forma se las arreglaban para llegar a todos lados. No tenían sede, pero no importaba, igualmente todas las semanas se juntaban en la Plaza los Nogales, donde construyeron una mediagua que utilizaban cuando el invierno era muy duro. Con colectas se compraban algunas pelotas, también alimentos y alguno que otro bebestible, a veces pasaban casa por casa para cobrar las cuotas, cada peso que se juntaba era valioso, y poquito a poquito el club empezó a tener sus cosas. Eran humildes, tanto así que en un comienzo los colores dependían de que camisetas se consiguieron en el momento. Situación que cambiaría, luego de que en una acalorada discusión y posterior votación, se decidieron a utilizar los colores blanco y celeste.
Sergio Cerda a su vez colaboraba e incluso se metía a las casa a levantar a los jugadores. No importaba si eran las 8 de la mañana, lo hacían igual causando muchas veces el disgusto de algunos vecinos. Así, se iban juntando los muchachos y preparaban el equipo para jugar al fútbol. Apenas un mes después de la fundación del Club, no se sabe si en relación directa o no, a los demás vecinos y vecinas también les entró el gustito por organizarse, y se fundó la junta vecinal N-15 en la población. El hecho sería relevante para la historia del club, pues marcaría el inicio de una relación entre ambas organizaciones en las que el club tendría sus beneficios. En su corto período de existencia el Club ya no tenía de qué avergonzarse, contaba con excelentes jugadores, que no se achicaban con nadie, ni dentro ni fuera de la cancha. Poco a poco comenzaron a tomarle el gustito al triunfo, cada vez era más difícil ganarles, incluso cuando se medían frente a históricos clubes en partidos organizados mediante la Casa Estadio. El apoyo era numeroso, empezaron a atraer a la gente de la población, cada vez más, incluso partieron llegando los primeros niños que al igual que los adultos, también querían jugar y medirse contra sus pares. Hasta que un día decidieron dar el paso definitivo para jugar en la Asociación de Fútbol Amateur de
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Conchalí. Había que ser valientes, y mucho más rigurosos en lo organizativo, pues la Asociación de Conchalí ya contaba con una larga trayectoria, había sido fundada el 21 de mayo de 1942, por lo tanto, jugaban en ella Clubes consolidados y muy fuertes. Cuando comenzaron a averiguar qué era lo necesario para poder ser parte de la competencia, se encontraron con que había un problema.
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En la competencia ya existían dos clubes que ocupaban el nombre “Huechuraba”, el Central Huechuraba y el Juventud Huechuraba, por ende, el directorio de la Asociación de Conchalí, no permitiría el ingreso a la liga de un tercer equipo con el mismo nombre. Por lo cual debían cambiar de nombre al club para poder inscribirlo. Fue entonces en una de aquellas noches en la Plaza de los Nogales, que pensaron que no sería mala idea volver a insistir con el nombre que habían elegido aquella noche fundacional: Sabino Aguad Kunkar. Pero había que ir nuevamente donde Sabino Aguad a consultarle por su aprobación. ¿Quién iba a ir? Custodio se negaba a ir a golpearle la puerta de nuevo, probablemente no quería ir porque ya lo habían rechazado en la primera ocasión y no quería volver a molestarlo. Por estos tiempos, Jorge Germain comenzaba un glorioso periodo dirigencial como presidente del Club que duraría 7 años, y asumiendo la responsabilidad que su cargo le otorgaba, asumió la misión.
Partió Germain, acompañado por Gerardo “negro” Pérez y Luis Vargas quienes también se sumaron a la visita. Ambos con harta incertidumbre de lo que podía ocurrir. Llegaron a la oficina de don Sabino, tuvieron que esperarlo un tiempo, porque no estaba. Desde el momento en que se presentaron, y dijeron que venía por parte su amigo Custodio Ortega, Sabino comprendió de inmediato de que se trataba, de igual manera escuchó atentamente las palabras de Jorge. Esta vez su reacción fue más positiva, valoró la insistencia del grupo y comprendió las infinitas ganas que tenían estas personas por hacer deporte y correr detrás de la pelotita. Entonces le comentó que por temas legales necesitarían de una autorización en donde él les cedía en vida la utilización de su nombre, que comenzaría a tramitarlo, pero que acepta la propuesta y que les deseaba lo mejor en el inicio del club en el amateurismo. Además se comprometió con un juego de camisetas de regalo para el club. Las camisetas llegaron. Eran de buena calidad y traían los colores amarillo y verde. Se las comenzaron a probar para ver cómo era verse como un verdadero equipo de fútbol. Fue entonces cuando se dieron cuenta del detalle, que solo venían 10 camisetas como en los equipos de basquetbol. Pero no importaba, ya estaba casi todo listo para el debut oficial. Entre algunos de los socios sin saber mucho de dibujo, comenzaron a crear una insignia. Había mucho entusiasmo, y fueron varias las propuestas de insignias que se mostraron. Finalmente sería escogi-
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da la insignia en donde destacaba un águila encima de un balón de fútbol.
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Todo estaba preparado para el ingreso a la Asociación de Fútbol Amateur de Conchalí. En lo administrativo, ya se habían reunido los papeles que se necesitaban. En lo deportivo, el equipo demostraba un gran nivel frente a los rivales que fueran, los nombres de algunos de los cracks del barrio comenzaron a hacerse conocidos en la comuna. En lo social, el club continuaba siendo una institución de mucho esfuerzo, las reuniones seguían siendo a la intemperie en la plaza, pero a punta de trabajo y sacrificio, ya había convencido a mucha gente en la población y comenzaba a tener arrastre y popularidad.
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Registro de la primera directiva del Sabino Aguad en 1968. De izquierda a derecha: Joselito, Garrincha, HernĂĄn MuĂąoz, Manuel Arias, Brito, Sergio Cerda, Custodio Ortega, Sergio Sandoval, Sergio Berrios.
Sergio Cerda posando en una cancha de Conchalí en los primeros años de existencia del Sabino Aguad.
Primer registro fotográfico del equipo del Sabino Aguad en cancha.
Capítulo II
EL “SABINO” AL FÚTBOL AMATEUR DE CONCHALÍ
Hacia comienzos de la década del 70 el desarrollo deportivo y futbolístico en el sector norte de Santiago ya era algo de lo cual se hablaba en las canchas, pasajes o bares donde se respiraba fútbol en la capital. Mientras la ciudad continuaba creciendo, la práctica del fútbol continuaba replicándose, canchas de tierra en cada rincón posible. Así, lo que ahora es Conchalí velozmente se fue plagando de clubes deportivos, en una época donde el nivel entre el profesionalismo y el amateurismo era muy cercano. El 21 de mayo de 1942 fue fundada la Asociación de Fútbol Amateur de Conchalí. Se hizo conocida rápidamente por su buen nivel, y por la competitividad y compromiso de muchos clubes que teniendo verdaderamente muy poco, lograron grandes cosas. Un caso interesante es el de Deportes Iberia, club fundado en el antiguo Barrio Independencia, que competía en la Asociación de Conchalí. Se consagró dos voces campeón de esta, para luego el año 1946 dar el salto definitivo a
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la Primera División del balompié nacional en donde se mantuvieron hasta el año 54’. Un gran logro entendiendo que en estos años no existían movimientos divisionales entre ligas, y los clubes que disputaban la primera división nacional, se negaban a que ingresaran otros clubes nuevos y de raigambre popular.
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Toda la gente del Club Deportivo Sabino Aguad sabía que la Asociación de Conchalí era un campeonato sumamente difícil, que tenía dos divisiones muy competitivas. Ellos deberían comenzar desde abajo, como pajaritos nuevos que eran. El campeonato tenía bastantes años de trayectoria, por ende existían clubes bravos, con historia y con fanaticada, a los que se les tendría que ir a disputar codo con codo, pelota tras pelota, con la pierna fuerte aunque no tuviesen canilleras. Destacaban por esos años varios pesos pesados del fútbol amateur como el San Lorenzo, el Juventud 70’, el Población Independencia, el Hernán Solís, el Camilo Henríquez y el Nacional. Todos eran clubes grandes, de trayectoria y buen juego asociado. Para ganarles se debía multiplicar el esfuerzo que ya venían haciendo. Corría el año 1973 y Chile vivía tiempos difíciles, el país se encontraba profundamente polarizado, la pobreza azotaba las poblaciones, y algo hacía presagiar que las cosas solo empeorarían. Pero “el Sabino”, cómo comenzaría a conocerse en Conchalí y sus alre-
dedores, estaba concentrado en su debut oficial en la Asociación. Jugaban contra el Club Deportivo Camilo Henríquez. Estaban todos nerviosos, pero concentrados al máximo, sabían claramente lo que tenían que hacer dentro de la cancha, habían imaginado y practicado cada movimiento. Tan concentrados estaban en lo que tenían que hacer al interior del campo de juego, que llegaron todos los jugadores muy entusiasmados, pero no llegaron los carnets. El partido se disputó de igual manera, pero fue un pleito triste, ya que habían perdido los puntos por secretaría. Es que claro, ahora todo era más difícil. Había que completar todas las series, tener los carnets al día y presentarlos al momento de jugar, hacer turno en la mesa, cumplir con los uniformes, pagar adecuadamente las cuotas. Muchos jugadores vinieron de otros clubes a reforzar al Sabino, por ellos hubo que pagar pases, era plata que el club no tenía, pero con la característica humildad y el constante trabajo que desde un principio los identificó lograron salir adelante y conformar planteles competitivos en las dos series con las que debutaron. El “Compadre Pepe” venía de Recoleta, Juan Núñez venía de Independencia, ambos fueron grandes refuerzos para el equipo. Juan Correa, uno nacido en casa, comenzó a demostrar sus dotes de puntero rápido, elusivo y goleador, tenía una derecha asesina, y se transformó en un pilar para el equipo. El Flaco “Lechuga” también era de los grandes valores del
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equipo, hizo sus inferiores en Audax Italiano, y junto a Juan Correa tuvieron un paso fugaz por San Felipe, en donde no pudieron continuar por un retraso a un entrenamiento. El “Guagua Rusa” también aportaba con lo suyo a la defensa, contribuyendo así a un equipo equilibrado en todas sus líneas.
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Fueron equipos que jugaban muy bien al fútbol, y en su año debut, demostraron estar a la altura de cualquiera. Tanto así, que la segunda obtuvo en aquel año el vice campeonato, y la primera obtuvo el tercer puesto. Algo que dejó muy conformes a todos ya que se trataba de la primera experiencia en la Asociación. Este hecho produjo que se elevaran las expectativas del club para los próximos años, buscando la copa, o el tan anhelado ascenso que se obtenía con la sumatoria de puntos de todas las series. De a poco fueron tomándole la mano al ritmo organizativo y surgiendo. Cada vez mejoraban más, lo que también permitía ir proponiendo nuevas metas. Tanto avanzaba la cosa, que ya para el año 76’, de la mano de Carlos Sepúlveda, alias el “Titolio” o “Chico Tito” junto a Alfonso Brito, nacen las primeras series inferiores del Club, lo que sin duda marcaría un precedente importantísimo para la institución en relación a su trabajo social y territorial en el barrio. Otra persona importante para concretar aquel paso fue Hugo Ramírez, él era el encargado de pasar a buscar a todos
los niños de la población, los subía al “Fito” que tenía y partían para la cancha, fue una persona sumamente preocupada por el trabajo de los menores. Por esos años, el campeonato se disputaba con formato de local-visita, como habían muchas canchas, no era extraño que cada club ejerciera su localía en alguna cancha cercana o que incluso se ubicara dentro de su misma población. De esta forma el Sabino tenía que desplazarse por las más diversas canchas de Conchalí y sus alrededores, todas eran de tierra, pero algunas eran mejores que otras. La cancha ubicada en Vivaceta en donde era local el San Lorenzo, las canchas “Carlos Caszely” ubicadas entre calle independencia y Vespucio, la cancha de ETC ubicada en Dorsal, la cancha de nueva central donde era local el Sampdoria, las canchas de lo Ruiz, o la cancha del juventud 70’ actualmente Colegio Politécnico de Conchalí. Los años pasaban, a punta de esfuerzo y solidaridad el Club cada vez lograba mejores posiciones. Llegó el año 1978. Los niños que habían llegado a la población, con 8 o 9 años, ya eran mayores de edad. Habían crecido en una generación que sabía lo que era no tener nada, y por lo mismo, sentíazn que no tenían techo, y estaban decididos a ir por la copa. Fue un campeonato memorable, la gente aún lo recuerda. Luego de realizar una impecable campaña en donde casi solo registraron triunfos, llegaron a un partido
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definitorio contra el club “Tito Araya”. Todo estaba preparado para la celebración, desde la población habían salido, como era de costumbre, en masa a la cancha donde se disputaba la final. Quienes no podían jugar se dedicaron a fabricar plumeros, de esos antiguos, con recortes de papel de diario. Las mujeres y niños alzaban banderas y gritaban enfervorizados.
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El club gana en cancha el partido bajando la primera estrella, pero como nada para el Sabino ha sido fácil, por asuntos administrativos, por secretaría como se dice, le revocaron el título, entregándoselo a su contendor. Un supuesto acuerdo entre delegados de los clubes al interior de la Asociación de Conchalí, que no fue notificado a ANFA, sentenció a los de celestes, quienes veían como le arrebataron las copa de las manos. Los reclamos no tardaron en aparecer por parte de varios delegados a la Asociación, que consideraban que Sabino Aguad era el justo campeón, pero esta no lo reconoció. Sin embargo, para su gente el título siempre fue para Sabino, pues se ganó en cancha y bajo las reglas del campeonato, con buen fútbol y mucho empuje. Hasta el día de hoy se recuerda aquella proeza. En el barrio las cosas comenzaban a cambiar, y el club, así como ganaba muchos adeptos, también ganaba algunos detractores. Entrando a la década del 80’, el país era afectado por grandes cambios, que
también alteraban las dinámicas barriales del entonces. Hubo problemas entre las dirigencias del club y la junta de vecinos, y también hubo problemas al interior de la administración del Sabino, por lo cual comenzó una especie de división, que terminó en que se crearán grupos de amistades dentro Club. A su vez nacieron clubes de baby fútbol en el barrio, como el Leonel Sánchez, el Gandhi, o Estudiantes de la Plata, que de alguna u otra forma también afectan la participación en el Sabino. El Sabino era capaz de armar equipos competitivos en todas sus series, pero muchas veces no cumplían con algunas normas básicas que la Asociación exigía, sobre todo en relación al comportamiento y consumo del alcohol. Tanto fue, que llegó a ganarse mala fama al interior de la Asociación de fútbol de Conchalí, en donde eran tildados como revoltosos y bohemios. Hubo una leve baja en el rendimiento deportivo, sin embargo, en lo social el club continuaba creciendo mucho, y arrastrando a multitudes. Sumamente importante para este periodo fue el liderazgo que ejerció desde la presidencia Jorge Germain, quien tuvo que hacerle frente a todos estos problemas, viéndose obligado a poner mano dura con los jugadores que llegaban a la cancha no solo con el carnet y los botines, sino que también con la garrafa debajo del brazo.
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Algunos de esos cracks de barrio eran capaces de entrar a jugar con los labios morados y la mirada un poco perdida, pero de igual forma se las arreglaban para amagar a los defensas, para ganar un cabezazo en área, o para anotar goles. Pero a Germain no le importaba aquello, de igual manera si un jugador por más figura del equipo que fuera llegaba en malas condiciones, no jugaba y así de simple. A muchos no les gustaba, y más de un problema tuvo, pero la enseñanza que Germain trataba de traspasar, era que más allá del resultado deportivo, había que dar el ejemplo a los menores que también defendían la misma camiseta, y que se proyectaban e ilusionaban mirando a las series de honor. 44
Entonces el club experimentaba sus primeros conflictos y tensiones. Comenzaban a entender lo esencial que era tener una buena vinculación con el territorio y con la gente. Fueron así comprendiendo el verdadero rol que tendría el club Sabino Aguad para la población, que por lo demás había cambiado su nombre oficial a “Villa la Palmera”. Así, la bienvenida a la década del 80’ traería consigo nuevos desafíos para el Sabino. Que iban a ser enfrentados por una nueva generación de dirigentes y jugadores, que pondrían énfasis en el trabajo social del club en la población.
La segunda del Sabino Aguad en el debut del club en la Asociación de Fútbol Amateur de Conchalí en 1973. El equipo obtendría el segundo lugar del campeonato. Destacan en el planten los históricos “Chico Tito” y Sergio Cerda.
Carnet de socio más antiguo que se conserva hasta el día de hoy. Pertence al jugador Fernando Sánchez en el año 1976.
La hinchada femenina del Sabino Aguad celebra con cotillĂłn el primer campeonato del club ganado en cancha el aĂąo 1978.
Capítulo III
MÁS QUE UN CLUB, UNA FAMILIA SABINISTA
La década del ‘80 trae cambios en el Sabino Aguad. En palabras de los propios jugadores fueron tiempos difíciles. Pese a que continuaban entregándose por completo, la primera mitad de esta década los encuentra ganando poco y solo de vez en cuando. El campañón del 78 había quedado atrás, seguían siendo un Club del montón en la segunda división de la Asociación de Conchalí. Socialmente, sin embargo, el Club era grande. Esto comenzaba desde sus dirigentes, personas apasionadas por el Club. Tras la larga presidencia de Jorge Germain, marcada por numerosos hitos, se suceden, a partir de 1980, una serie de nombres fundamentales para la historia del Sabino Aguad, aun si los periodos son más cortos que el lustro en que Germain los representó legalmente. Primero llegó a la presidencia Luis Vargas, lo sucedió el año siguiente Hugo Ramírez, el año posterior fue el turno de Germán Caroca. Luego
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asume Jorge Arenas. Así se llega a la mitad de la década. Todos ellos son importantes aun si complejos, con luces y sombras. Todos contribuyen a la construcción de un Club orientado hacia lo comunitario y que no se iba a achicar contra nadie, en ninguna cancha del sector norte.
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La sede del Club durante esta época continuó siendo la Plaza y, también, la casa de Hugo Ramírez que vivía enfrente. Allí se juntaban los Sabinistas a pasar el frío o capear el calor, tomar un vinito o alguna cerveza. Algunos resentían que miembros del Club dieran un mal ejemplo tomando en el espacio público pero era lo que se estilaba durante aquella época, así como también era acostumbrado tener que andarse escondiendo de carabineros cuando llegaban entre sus rondas. Pucha que cambiaría el Club con una sede social donde reunirse, pensaban durante aquella época. Ésta y otras falencias afectaban al Sabino a principios de los ochenta. Habían algunos jugadores que no pagaban su camiseta, que necesitaban de apadrinamientos o mecenas, como eran Germán Caroca o Sergio Cerda. Famoso es el caso de Pata-Pata, histórico central del Club durante esta época, recio central de esos que dejan el pasto parejito en cada cancha. Apadrinado por don Sergio Cerda, nunca pagó una camiseta. Era necesario, lamentablemente, y algunos se aprovechaban de las ganas de ver al Club en lo más alto, aún más enfrentándose a rivales donde tal práctica también era común.
Los años de experiencia en el fútbol amateur de Conchalí les habían dado un conocimiento de cómo funcionaba el asunto, cómo había que jugarle a cada equipo, y las mañas más recurrentes en la cancha. El club comienza a llenar las series adultas, en donde poco a poco las figuras de las década del ‘70 comenzaban a transformarse en viejos cracks para disputar las categorías seniors. Se encuentra, entonces, un recambio generacional no solo en lo deportivo, sino que también en lo dirigencial. Durante la década del ‘80 este recambio generacional escribiría páginas fundamentales para el Sabino, sobre todo si se leen en la actualidad, ya acercándose la década del 2020. Un Club como el Sabino Aguad es grande y lo seguirá siendo gracias a su gente, gracias a las familias que forman la sangre de la institución. La década de 1980 es la historia, así, de estas familias, sus hijos e hijas, las prácticas comunitarias que mantenían la cohesión del Club y también la escuela que traspasaban cada uno de los que habían escrito las iniciales páginas de esta historia. Ya hacia fines de la década del 1970, durante la presidencia de Jorge Germain, que el Sabino Aguad contaba con series menores, cómo se incentivaba desde la Asociación de Conchalí. Quienes habrían de ir creciendo luego, en la década del 1980, desde su más tierna infancia identificada con la camiseta
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del Sabino serían quienes, además, empezarían a regalarle sus notorios triunfos y hazañas deportivas durante la década del 1990. Lucen en esta época el Loco Leo, el Fatiga, el Pacha Pacha, el Pelao Cristián, el Ciego Carlos, hijo de Titolio, Lucho Vigas, o Marcos Germain. Muchos de ellos se juntarían en la primera con otros jugadorazos como el Bototo Chico y el resto es leyenda.
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No todo siempre fue color de rosas, como se dice. Muchas veces les faltaban jugadores para completar las series, y allí tenían que partir los encargados a buscar parches a las plazas cercanas, invitando a cualquiera que pareciera tener la edad adecuada para jugar, los carnets aguantaban mucho. Conocer bien las mañas de la Asociación de Conchalí obligaba a presentarse para cada partido convenidos de la guapeza con que había que ir al frente. Tal choreza se había transmitido también hacia las generaciones menores, hacia las series juveniles. Las canchas en que se disputaban estas bregas ya son muchas legendarias. Lugares como la Cama de Piedras, Paso Huechuraba o Carlos Caszely y la Cancha de los Postes supieron de estos enfrentamientos. Una mañana, el equipo con jugadores que no sobrepasaban los 16 años, se presentó en la Cama de Piedras, otrora cancha donde hacía de local el O’Higgins Tricolor, en desventaja numérica.
Quienes estuvieron presentes en ese partido no olvidarán jamás que debido a lo desigual de la contienda, y a esa máxima de nunca dejar que los pasaran a llevar, uno de los jugadores del Sabino no encontró nada mejor que jugar con un punzón bajo la manga, pegado al brazo. Los rivales, intimidados, no querían marcarlo y, por lo tanto, este jugador se sacaba de encima a los rivales con una facilidad maradonesca. Cuando los dirigentes y padres opositores se percataron ardió Troya. Como muchas veces los gritos, puños y sacadas de madre marcaron el fin de un partido antes que el árbitro con su silbato. Pero si un jugador estuvo dispuesto a hacer esto, si un grupo grande de jugadores estaban dispuestos a dar la vida por el Sabino a pesar de las penurias, a pesar de estar numerosas veces en déficit numérico, a pesar de que con el tiempo se iban sucediendo en demasía las peleas descomunales, la choreza innecesaria, era porque en el Club Deportivo Sabino Aguad Kunkar las cosas se hacían de una manera atractiva para toda la familia, porque les hacía sentir algo que en ningún otro lado conseguían. Inolvidables son los sanguchitos que les tenían cada vez que se presentaban por el Club. Inolvidables también son las celebraciones masivas en que se reforzaba el espíritu de la institución.
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José Villagra, conocido como el Chiflado o simplemente el Pepe Villagra, es un personaje sumamente importante. Había comenzado como jugador mientras su papa era dirigente. Siempre fue de esos juguito de pelota, él se encargaba de llevar la cuenta de puntajes acumulados para las series, organizaba los carnets de los niños; el tipo de personaje que no luce pero que es fundamental en el andamiaje de un Club. Adelantándonos en la historia, es importante recalcar que fue él quien acercó a clubes profesionales a Gary Medel, haciendo notar su preocupación e interés por los valores jóvenes del equipo de sus amores, por lo que es parte fundamental en la internacionalización y aumento masivo en popularidad del Sabino. Todos los años, además, se encargaba de hacer colectas y organizar la celebración del 18 de septiembre en la población. Partía semanas antes para que cuando llegase la fecha ya estuviese todo listo. Compraba pinturas para rayar la calle, adornos para los pasajes, y elementos para los juegos. Cuando llegaba la fecha cerraban las calles, vendían chicha junto a los vecinos, se hacían carreras de sacos, se preparaban asados, y se bailaba en comunidad. De todas las edades llegaban a compartir y pasar las fiestas patrias en la población.
No faltaban las pipas de chicha que se compartían con toda la población, las celebraciones eran hasta que las velas no ardieran. Esa misma plaza servía como punto de encuentro y de reuniones hubiera el clima que hubiera. Si llovía entre los árboles se colgaban un nylon y todo seguía igual. Los autos servían como bodegas cuando era necesario, por ejemplo el furgón Suzuki de Víctor Muñoz donde se guardaban las provisiones, cervezas, garrafas y para los niños siempre bebidas. Estos mismos niños son los que crecieron en el Club, hoy miran las fotos de las carreras de sacos y es imposible no emocionarse dándose cuenta de cómo el tiempo ha pasado y el Sabino ha crecido. El club comenzaba a afianzarse en su rol social, organizaban paseos en verano, para la costa, preferentemente Ventanas donde las series menores iban a pelusear, o al sur, en donde jugaban contra diferentes equipos y se compartía en familia. Se realizaban rifas solidarias, porotadas comunitarias, entre otras muchas actividades. Al interior del club comienzan a consolidarse ciertas familias que tanto en la cancha, como fuera de ella, se transforman en pilares del Club; que a pesar del poco éxito deportivo que se vivían en estos años, iban logrando consolidar un club deportivo y profundamente social. Es por estas fechas, entre la transición de los 80’s a los 90’s, que comienza a
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cobrar sentido la expresión de “familia Sabinista”. El club se transforma en una institución clave para la organización de la Villa La Palmera, y convirtiéndose en el principal articulador social. Uno de estos personajes es Luis Ortega Oliva. No era un oriundo del sector, venía del sur, de Angol. Llegó a la población mientras trabajaba como carpintero y terminó enamorándose de la institución siendo presidente.
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A fines de la década del ‘80 con el país y la sociedad cambiando también al Sabino Aguad Kunkar se le venían nuevos desafíos. Muchos jugadores que no representaban un buen ejemplo como miembros de un Club deportivo y social fueron dejados de lado. Esto conllevó, por supuesto, peleas y divisiones internas. Fue Víctor Muñoz, hijo, quien entonces se acometió a organizar lo que sería el Sabino de la nueva década. Víctor Muñoz era un personaje que aunque nunca ofició como presidente era considerado uno de los más influyentes dentro del Club. Es él quien reúne a Mario Gutiérrez, a Oscar Pizarro, a Sergio Álvarez, el Checho, entre otros, y les propone que ellos, reconocidos como socios responsables y dedicados, fueran quienes tomaran las riendas del Club. Tal visión es agradecida hasta el día de hoy, ya que sembró las nociones fundamentales con que el Club se conduciría hacia adelante: preocupación por las series menores, orden y una creciente sed de triunfo.
Tradicional celebraciĂłn de la familia sabinista para el 18 de Septiembre en la plaza del pasaje AĂda
Plantel del Sabino Aguad en la cancha de la Juanita Aguirre año 1982. De izquierda a derecha arriba: Luis Pinilla, sin identificar, sin identificar, Jorgeta, Manuel “Cacharra” Pinilla, Miguel Figol, Giorgio, Germán Caroca. Abajo: sin identificar, Juan Correa, sin identificar, sin identificar, sin identificar, Cocalo.
Directiva del Sabino Aguad década del 80’. De Izquierda a derecha: Wilson Retamal, Boris Castillo, Gumercindo Rodriguez, Luis Ortega, Jorge Germain, Victor Muñoz (hijo), Chico Tito, German Caroca y Carlos Sepulveda.
Año 1981 en las canchas de Colina. De Izquierda a derecha: Mario Gutierrez, Jorge Germain, Francisco Hernandez, Cecilia Sepúlveda, Luis Ortega, Jose Viga, Carlos “Flaco” Campos, German Caroca. Abajo: Chico Tito y José Villagra.
Autorización formal de Sabino Aguad Kunkar en donde cede en vida la utilización de su nombre para el club.
Marco Germain en el estadio Chacabuco el aĂąo 1987 antes de defender al Sabino en cancha.
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Capítulo IV
EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA El Sabino recibe, entonces, la década del 90’ con un Club consolidado en lo social, resurgiendo en lo administrativo, con una gran base en la población, y con mucha sed de triunfo. La actual sede ve la luz también durante esta época, marcándose un antes y un después en la historia, modificando la forma de relacionarse entre socios, socias, jugadores, simpatizantes, niños y niñas. La antigua plaza del pasaje Aída con Esther había cobijado al Club más de veinte años. Considerando las evidentes dificultades que este espacio conlleva en ciertos momentos del año es impresionante y admirable, que la gente del Sabino haya mantenido viva la pasión por el Club sin contar con una secretaría adecuada. Corría la década de los 90´ y ello estaba a punto de cambiar. Terminada la gran labor de Lucho Ortega al mando del Sabino, el Club quería seguir creciendo. Los nuevos desafíos fueron asumidos por José Villagra Torres por un corto periodo para luego ser asumida por Mario Gutiérrez, quien asumió la presidencia el año 1993, y rápidamente traería buenas noticias. El Pelao Mario,
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dueño de la Botillería Guti, famosa en el barrio, y que incluso llegó a ser auspiciador en algunas camisetas del Sabino, llevaba años en la población y conocía a mucha gente, entre ellos al presidente de la Junta de Vecinos. En el gran terreno que poseía la junta vecinal algo quizás podía ser para el Club, Mario aprovechó la ocasión para intentar conseguirlo. No fue una tarea sencilla, hubo que hacer muchos papeleos y, también, había vecinos que se oponían a esta petición. Aquí fue fundamental el apoyo de Víctor Muñoz padre y Zamora ya que, a través de sus gestiones se logra concretar el comodato del terreno para el club.
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Era un espacio pequeño, más o menos de 9 x 5 metros ubicado en un rinconcito del lugar. Pero por esos tiempos el terreno era solo un peladero, entonces decidieron tomar un poquito más allá, ganando de inmediato un poco más de espacio. Ya tenían el primer paso para la tan soñada sede, ahora venía el segundo. Como tenían que hacer un plano para que se aprobara la construcción, decidieron volver a tirar el tejo pasado, y volvieron a incluir un par de metros más. Corrían el riesgo de que la Junta de Vecinos lo rechazara, pero no fue así. La directiva dio el visto bueno para comenzar la construcción de la sede del Sabino Aguad. Comenzaron las gestiones de la directiva y de los socios para conseguir el financiamiento y levantar la primera casa del Club. Primero, se adjudicaron un fondo público, lo que alcanzó para levantar algo de la sede. Luego bajo la presidencia de Gumersin-
do, se vuelven a conseguir otros pesitos que faltaban para comprar los materiales y continuar la construcción. La mano de obra eran los socios y socias del club, quienes con mucho trabajo colaborativo y buenas gestiones se consiguieron los materiales y dineros para ir arreglando los detalles que iban apareciendo. De esta forma nació el hogar que hasta el día de hoy alberga a la familia Sabinista. Este hecho cambia drásticamente las relaciones no solo al interior del club, sino que también para afuera, en su relación con el barrio. Rápidamente se hizo tradición que después de los partidos todos iban a la sede, si alguien no había podido asistir a la cancha, esperaba ansioso en el club a la llegada de los jugadores para enterarse del resultado. Las cosas parecían mejorar para el Club sin embargo, en lo deportivo el Sabino arrastraba una larga trayectoria en la serie B de la Asociación de Conchalí, sin grandes logros deportivos. Habían estado cerca en los años anteriores de conseguir el tan preciado ascenso, pero siempre algo salía mal. Las directivas más recientes habían puesto mano dura con la disciplina, es que estaban convencidos que el trabajo serio y comprometido, podría traer buenos resultados, la cerveza se comenzó a guardar para la sede, y la concentración en los partidos era total. De esta manera el año 1993, el Sabino realiza una excelente campaña, disputando punto por punto el campeonato hasta la última fecha. Finalmente, no pudieron conseguir el campeonato, obtuvieron el
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segundo lugar, siendo solo superados por un clásico rival, el Defensor Huechuraba. Sin embargo, la felicidad era total, porque habían conseguido de igual manera el boleto que los llevaba por primera vez a la división de honor de Conchalí. El ascenso trae nuevas expectativas para los jugadores y para el Club en general, lo que derivó en un trabajo más profesional en su organización. Se intensificó el trabajo con los infantiles, a cargo de Luis Garro, José Villagra Cataldo, Sergio Alvares y Oscar Pizarro, en los adultos el trabajo fue realizado por Miguel Opazo. Ellos aparecen como grandes líderes en la dirección de los equipos que comienzan a transformarse en equipos goleadores y ganadores. 62
Miguel Opazo venía de otro Club del sector. Debido a su matrimonio con Susana Campos, la Tuty, se integró a la familia Sabinista y luego terminó siendo uno de los mejores directores técnicos que tuvo, un gran formador, aguerrido, valiente como pocos, tenía la capacidad de contagiar su coraje al resto del plantel. Su constancia, dedicación y amor por el Club traería frutos, principalmente a mediados de los 90’. El ascenso trae consigo un par de anécdotas dignas de recordar. La primera, es que como el Sabino siempre ha tenido algo de mala suerte, justo al año siguiente en que consiguieron el tan buscado ascenso. La Asociación de Conchalí venía a la baja, varios clubes estaban desapareciendo, por lo cual se decidió finalizar la modalidad de dos divisiones, combinando a los clubes de ambos
torneos en un solo gran campeonato. La segunda anécdota fue en el debut de aquel campeonato. El Sabino Aguad tenía rivalidad con varios de los clubes con los que se medían, entre ellos estaba el O’Higgins Tricolor, equipo contra quien lo tocaba debutar. Era primera vez que el Sabino se mediría oficialmente con clubes que jugaban en primera, y los del O’Higgins Tricolor se encargaban de enrostrárselo. ¡Ahora van a ver cómo es jugar contra un equipo de primera!, ¡Ustedes son de la B! Les gritaban ferozmente a los jugadores del Sabino que ingresaban a la cancha, humildes como siempre, pero nunca tontos. Callados esperaron el pitazo inicial, que marcaría el comienzo de un verdadero baile por parte del Sabino. Los de celeste le pasaron por encima al O’Higgins Tricolor, brindando un verdadero espectáculo. Es que el Sabino había llegado con todo a disputar el liderazgo en Conchalí, y empezaría a escribir su nombre en la historia del fútbol amateur. Así es como, inmediatamente al siguiente año del ascenso, el año 93’, el Sabino fue campeón en todas las series. El año 94-95-96 fue tricampeón infantil, consolidando así el ingreso a la primera división como un Club grande y ganador. El hecho de que un club que históricamente había estado en la segunda división entrara a primera e inmediatamente se coronara campeón en todas las series, causó la envidia de muchos clubes grandes en Conchalí, quienes ahora veían al Sabino como un rival a vencer. Entre la gente se comentaba que el Sabino ganaba en la cancha y fuera de ella, esto
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por sus masivas asistencias a los diferentes estadios de Conchalí, principalmente las canchas de ubicadas en Cardenal Caro, pero también por su bravura, ya que no se achicaban con nadie.
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Tenían una directiva de 5 personas, era verdaderamente muy eficaz y profesional en su actuar. Víctor Muñoz hijo, fue gran responsable de esta gestión. Se juntaban y el campeonato lo hacían en la mesa, lo planifican partido a partido en el papel, se renovaban los carnets, se cobraban las cuotas y “camisetas” por jugar, se armaba el primer, el segundo y el tercer equipo, se seleccionaban los jugadores para cada serie, y las personas adecuadas para hacerse cargo de cada proyecto. Había gente, mucha gente involucrada en el club. Había ocurrido una renovación, se comenzó a trabajar desde otras lógicas, y se reafirmó el compromiso del trabajo profundo con los más pequeños de la población. Un día se acerca el “guatón” Víctor, preocupado a conversar con Sergio Álvarez y a Luis Garro, ambos muy comprometidos en la organización del Sabino en los 90’. Él les plantea que tiene una inquietud, y es que ve que el club se estaba quedando sin recambio. Por lo cual les propone renovar el club con gente joven, cambiar toda la directiva y empezar a trabajar con otras lógicas más modernas, y que eso les iba a costar mucho, porque los más antiguos quizás se iban a oponer. Ambos coincidieron con él, sobre todo sobre todo porque durante esta década se veían grandes cambios en las dinámicas de la población, la droga ganaba terreno, y la tecnología
también hacia lo suyo para alejar a los más pequeños del club. Lo conversaron con otros socios del club, y finalmente tomaron el desafío de realizar este trabajo para darle continuidad al buen momento futbolístico que el club vivía en los primeros años de los noventa. Salieron a la población a convencer a grandes y pequeños a encantarse con el club y hacerse parte de la gran familia Sabinista. Entonces se formaron tres series infantiles con jugadores fantásticos. Aparecen grandes nombres como Bototo Chico, Galleta Suazo, el Chito, el Quito, el Flaco Lalo, el Chupete Chico, los Medel entre otros grandes jugadores. Fue cuando vino el gran despegue del club, de la mano de algo que no había ocurrido antes, el cambio a una mentalidad ganadora. El Sabino comenzaba a creerse el cuento del club grande y ganador, y lo más importante de todo, los más pequeños eran el motor de este cambio de mentalidad. Por su parte, también hubo que salir a reencantar a algunos viejos cracks que estaban alejados de la institución. En la serie Senior, destacaban el “Roki” El Lica, el Cacharra, el Negro Lemus, el Lolo Álvarez, Lucho Ortega, el Indio Tobías, entre otros. Estos también fueron encantándose del espíritu de los más jóvenes, y fueron haciendo club entre viejos y jóvenes, teniendo como resultado equipos verdaderamente competitivos. Vino una revolución deportiva, fueron tricampeones con los infantiles, y el Club vivió una ambición en
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lo deportivo. Tenían hambre de ganarlo todo, lo que se venga por delante y desde esos años hasta hoy el club ha ganado una infinidad de títulos. Se dice en la población que no existe alguien que haya jugado en esta época en el club y que no haya sido campeón.
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La coronación de aquel trabajo llegaría a su punto más alto el año 1999, con la disputa del Campeonato de Campeones. Tras conseguir la clasificación coronándose campeones de la Asociación de Conchalí, el club decide ocupar su cupo para participar del famoso Campeonato de Campeones. Torneo que enfrenta a los todos los campeones de las diferentes asociaciones de Santiago. Todo sucedía bajo la presidencia de don Sergio Álvarez, quien desde su mandato hacia todo lo posible para poder lidiar con el hecho de disputar dos campeonatos en paralelo. Se enviaron cartas a la Asociación para poder dejar libre al primera adulto del Sabino los fines de semana en que disputara el Campeonato de Campeones, y recuperar las fechas durante la semana. Se hicieron los contactos en la municipalidad para gestionar un bus de acercamiento que permitiera el traslado del equipo por las diferentes comunas de Santiago en donde tocaba jugar. Lamentablemente ambas peticiones fueron rechazadas, haciendo muy complicado aquel año para la familia Sabinista. Sin embargo, el arrastre que tenía el club lo hicieron ganarse un espacio en la historia del fútbol amateur de Santiago. Las caravanas salían de la tradicional plaza, y eran verdaderamente sorprendentes y el apoyo a la primera era incondicional en todas las canchas.
Miguel Opazo era la gran figura de este equipo, fue el director técnico del campeonato. Él hacia el equipo con mucha seriedad, y le había logrado cambiar la mentalidad a este grupo de chiquillos que por primera vez llegaban a lo más alto de fútbol amateur. El Sabino comenzó a sobreponerse incluso frente a los otros campeones, y luego de disputar una reñida fase de grupos, en donde se enfrentaron con equipos de la Pincoya, del Salto y de Colina. El Sabino Aguad logra clasificarse a la siguiente fase, en donde vencen al campeón de San Bernardo. Era verdaderamente un equipazo que hacía ilusionar con aquella gran copa. Después tocó ir a Renca, de norte a sur se movía la familia Sabinista. Siempre se las arreglaba para estar alentando con lienzos y artificio, y para la alegría de todos, el Sabino volvía a clasificar a la fase final del torneo. Pero como la historia de este club siempre ha sido adversa, aún quedaba una gran sorpresa para la gente. Tocaba disputar los últimos partidos en la comuna de Las Condes, habían ganado uno de los partidos. Pero aún faltaba para poder avanzar a la fase final, quedaba un encuentro que era clave. Estaban citados a las 2 de la tarde y la gente a las 10 de la mañana ya estaba saliendo de la Villa La Palmera, acompañada de tres micros completamente llenas. Pero todos quedaron atónitos cuando llegaron a la cancha y no había nadie. Luego les avisaron que había ocurrido un cambio en la programación, y que al Sabino le tocaba jugar en la mañana y no en la tarde, y que más encima ya estaban notificados del cambio por la ANFA, por lo cual la medida era legal y ellos perdían los puntos por no presentarse.
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De esta forma quedaron fuera de la fase final. La familia Sabinista estaba desconcertada, no podía creer la forma en la que habían dejado escapar aquella oportunidad. No era primera vez que la ANFA los perjudicaba, en la memoria colectiva estaba lo ocurrido en el campeonato del 78’, ahora ocurría esta injusticia el 99’, y lamentablemente no sería la última. Este episodio todavía les pesa a muchos, pues el equipo había sido imparable y habían hecho un sacrificio extraordinario para dar lo máximo en el Campeonato de Campeones.
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Años más tarde el equipo volvió a ser campeón con la posibilidad de participar nuevamente en el Campeonato de Campeones, pero su experiencia le decía que el costo era muy alto, por lo cual nunca volvieron a utilizar el cupo. Luego de la experiencia del Campeonato de Campeones Fernando Aguilar asume el desafío de presidir el club en el momento más difícil de su historia, la falta de jugadores adultos y recursos llevó a los Senior a disputar el campeonato de ADAGOL en Recoleta. Fernando fue elegido presidente en cancha, luego de un partido, y solo con la votación de los presentes, casi que como una broma. Pero la labor que comenzaría a realizar estaría lejos de ser un juego. Muchos salieron a buscar gente, varios se reencuentran con el club y empiezan un trabajo realmente serio.
Jugadores, dirigentes y socios, colocan los primeros ladrillos para la construcciรณn de la sede del club.
Vuelta a la cancha con la bandera
La primera del Sabino Aguad en la ronda final de la Copa de Campeones que se disputĂł en el estadio municipal de las condes, aĂąo 1999.
Miguel Opazo mostrando la copa reciĂŠn obtenida por la tercera adulta, a su lado el Pedro Cona.
Serie infantil campeón en la década del 90’.
Capítulo V
SABINO MODERNO
Aquellos gloriosos equipos de la década del noventa fueron la cantera de grandes jugadores. Cracks de barrio, que se transformarían en profesionales, y algunos incluso hasta en figuras mundiales. Es que el trabajo de Miguel Opazo caló hondo en las mentes y corazones de muchos niños que aprendieron a no sentirse menos que nadie, a luchar contra la adversidad, y cómo no, a regatear dentro de canchas cubiertas de polvo. El caso de Héctor Suazo, que se hizo conocido rápidamente en el mundo del fútbol como el “Galleta” Suazo, es uno de ellos. Como otros niños de la población, aprendió a inflar las redes en las canchas de cardenal caro defendiendo la camiseta del Sabino. El año 2000 hizo su debut profesional en la Universidad de Chile, se consagró rápidamente anotando el gol del triunfo durante un superclásico con Colocolo, ese mismo año se coronó campeón
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con la U, fue un debut soñado. De ahí en adelante jugó en más de 10 equipos profesionales.
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De mayor resonancia fue el caso de Gary Medel, quien comienza a jugar por el Sabino desde el año 94’. Su familia era una de las tradicionales dentro del club, más de alguno de sus familiares jugaba en el Sabino. Pero este pequeño de inmediato comenzó a demostrar sus habilidades como futbolista y su aguerrida personalidad. Comienza a temprana edad a destacar en el equipo, con solo 16 años jugaba en la primera. Jugaba de 9, había que tirarle la pelota para arriba, él la ganaba, eludía rivales y remataba al arco. Era un verdadero crack de barrio, capaz de anotar un gol de chilena en el último minuto de un partido caliente, de esos en los que se gritan de todo. Pero hasta ese momento era uno más de los tantos otros cracks que había formado el Sabino. Pronto fue reclutado por Universidad Católica, pero Gary no dejo de jugar por el Sabino, pese a las constantes presiones de sus entrenadores formativos en la UC para que abandonara el fútbol amateur y así concentrarse exclusivamente en el profesional. Incluso desde Universidad Católica le arrendaron una casa en San Carlos de Apoquindo para que se alejara definitivamente de su población en Conchalí. El año 2006, debutó por los cruzados en un clásico universitario, ocupando el puesto
de lateral, algo inusual para quienes lo conocían del barrio y estaban acostumbrados a verlo jugar arriba. Sin embargo, sería su faceta defensiva, la que le permitiría comenzar a escribir la historia grande. Solo un año después de su estreno, debutó en la selección chilena y comenzó a romperla. Si bien, en estos tiempos Gary había dejado de vestir la camiseta celeste, no había abandonado el Club. Después de sus partidos con Universidad Católica él se iba a la sede del Sabino. Ahí lo recibían sus antiguos compañeros y por supuesto también su ex-entrenador Miguel Opazo, quienes lejos de idolatrarlo, le daban consejos para que él pudiera seguir mejorando. Continuaba siendo uno más de la gran familia Sabinista. Lo de Gary, da para un capítulo por sí solo, ya que su éxito en el profesionalismo traería consecuencias no solo para el Sabino, sino que en toda la Asociación de Conchalí. Grandes jugadores nacieron en esta época, sin embargo, la personalidad confrontacional que habían forjado, también traía consecuencias extra deportivas. El comienzo del nuevo milenio se caracterizó por disputar torneos muy conflictivos, en donde la violencia estaba latente prácticamente en todas las fechas. Convirtiéndose en un problema serio para el club, al punto de que se llegaron a perder campeonatos que estaban prácticamente listos por peleas dentro y fuera de la cancha.
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De esta forma mucha gente comienza a alejarse de club, porque asistir a la cancha como espectador o como jugador se transformó en algo peligroso. El club dejó por un momento de ser de todos, y quedó relegado solo para algunos, los que eran los más confrontacionales, los más buenos para los combos y las patadas.
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El Sabino comienza a vivir una crisis, que no era tan particular como se creía. Los adultos iban en decaída, había que rellenar los equipos con niño de 14 o 15 años para no perder por secretaría. Miguel, que ya por estas alturas se encontraba muy complicado por una insuficiencia hepática, junto a otros viejos crack del club muchas veces se vestían de corto para completar el equipo. Pero el Sabino no era el único que vivía este bajón institucional. La primera década del 2000 fue catastrófica para el fútbol amateur chileno, generando una crisis en todo el país. Muchísimos clubes históricos comienzan a desaparecer, incluso asociaciones completas dejaron de existir. Son varios los factores que comienzan a debilitar al fútbol amateur de nuestro país. La falta de recambio es una de ellas. El desinterés de las nuevas generaciones por la práctica del asociacionismo en los clubes de barrio comenzó a ser algo recurrente. El narcotráfico, el alcohol y la violencia, muchas veces se apoderaron de clubes y asociaciones, en donde
la práctica del fútbol dejó de construir espacios sanos. Los espacios también se vieron fuertemente reducidos ante el avance del a industria inmobiliaria. Donde hubo canchas históricas, hoy hay edificios, condominios, fábricas o carreteras. Conseguir espacios para la práctica del fútbol se convirtió en algo para nada sencillo. La privatización del fútbol profesional ocurrida en este periodo también contribuye a esta decadencia. Las escuelas formativas de los diferentes clubes comenzaron a funcionar como una especie de franquicia. En donde las ilusiones de entrar inmediatamente al fútbol profesional, actúan como un enganche perfecto para niños y familias, que ya no jugaban en las inferiores del club de su barrio, sino en la escuela del Morning, o del Palestino. De esta forma, la Asociación de Conchalí se fue quedando con muy pocos clubes de la comuna. Empezó a recibir a clubes de otros lugares del sector norte de la capital, que a su vez, quedaban en el aire ante la desaparición de otras asociaciones. Para el Sabino, el panorama también estaba muy complicado, incluso estuvieron cerca de disolverse, pero supieron arreglárselas para poder salir adelante. Muchos socios y colaboradores históricos se habían alejado del club. En lo futbolístico las cosas no andaban bien, las series que lograban completarse por lo general eran goleadas. El
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año 2010, lo más viejos ya no tenían fuerza, fue el último campeonato adulto que se disputó.
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Había un millón de problemas, pero hubo alguien que nunca renunció en la lucha por mantener vivo el club, el tío Garro. Era un hombre que amaba a esta institución y se negaba rotundamente a verla morir. Pese a que estaba en contra de muchas de las actitudes y prácticas que habían llevado al club a este amargo momento, siempre estuvo presente, y nunca abandonó. Lo primero que hizo fue convencer a su viejo amigo Miguel Opazo, de que era necesario un cambio rotundo en el club para poder lograr su renacimiento, para aquello necesitarían de las nuevas generaciones, pero también de viejos conocidos que se mantenían lejos del club, pero que aún eran sus vecinos, incluso familiares. Juntos llegan a la conclusión de que es necesario renovar las infantiles, comenzar un trabajo con la metodología de escuelas de fútbol. Pero ambos sabían que ellos no podrían realizar aquella labor, pues ya no tenían las fuerzas suficientes y no les quedaba mucho tiempo para partir. Entonces fue cuando nace el llamado para rescatar a Óscar Pizarro, Roberto Garro, Fernando Aguilar Román y Eduardo “Flaco” Lalo, el año 2002 bajo la presidencia de Fernando Aguilar Barrios. Dirigentes jóvenes que fueran capaces de llevar a cabo un proyec-
to para salvar al Sabino de una inminente desaparición. Miguel le pide directamente a Roberto, hijo del tío Garro, que reagrupe y convenza a ciertas personas de la población. Ante esto fue necesario restablecer las relaciones con la junta vecinal, que por esos momentos no andaban nada de bien. Empezaron las gestiones para poder empastar la histórica cancha de baby fútbol que estaba al interior de la Villa la Palmera. Comienzan conversaciones con la Asociación de Conchalí, para buscar una reintegración. A su vez, recién comienzan a realizar las labores para poder cobrar los dineros de los derechos formativos de Gary Medel, quien ya era una titular y figura en Boca Juniors de Argentina. Este último punto traería grandes sorpresas y lamentablemente no positivas. Susana Campos, esposa de Miguel Opazo e hija del “Flaco Campos”, una histórica en el club, fue la encargada de hacer las gestiones ante la ANFA. Al contactarse con su presidente Luis Oliva, se encontró con que él no quería saber absolutamente nada sobre la Asociación de Conchalí. Ella confundida, le pidió explicaciones, a lo cual él respondió entregándole documentación en donde se explicita que la Asociación de Conchalí, ya hace años no hacía parte de ANFA, que no se habían pagado las cuotas hace
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mucho tiempo, y que incluso la Asociación había sido expulsada con una tremenda deuda.
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Las asociaciones debían pagar un “trigueño” por la inscripción de cada jugador. Si bien los clubes le pagaban a la Asociación de Conchalí, la directiva de esta nunca cancelaba a ANFA. De esta manera Gary Medel nunca figuró en los registros de ningún equipo amateur, pues si bien jugó por el Sabino durante años, la Asociación de Conchalí no estaba afiliada a la ANFA, pero nadie lo sabía aún. Es así como Universidad Católica se queda con los derechos formativos de Medel, pues en sus registros figuraba desde 1998. El hecho generó un escándalo de proporciones, generando la indignación de los pocos clubes que aún quedaban. Hasta el día de hoy la Asociación de Conchalí continúa estando fuera de los registro ANFA. Sin embargo, este hecho no frenó el renacer que venía experimentando el Club. Se consigue volver a disputar el campeonato de Conchalí, con la gente que estaba se hicieron las series que se podían. El Club volvió solo con viejos, pero mantenía viva la esperanza de que pudieran volver a sus tiempos dorados. Las cosas empezaban a cambiar y un duro golpe azotaba a la familia Sabinista. Primero fue la partida de Miguel Opazo, seguida la del Chico Garro, ambos fueron velados en la sede del club. Fue un
golpe duro para el club, pues se iban dos que habían dejado la vida y un poco más por el Sabino, pero dejarían un legado que permitirá continuar con la gran labor que hacían. El sentido de pertinencia fue la gran herencia que dejaron a las nuevas generaciones, Roberto Garro toma el legado de su padre y continua con lo que ya venía haciendo. Incluso en sus últimos días Miguel le había comentado a Oscar Pizarro una idea sobre la creación de una beca para costear los estudios para los niños del club. Así mismo, el hijo de Miguel Opazo, que llevaba su mismo nombre, pero que en La Palmera era conocido como Salomón, también acoge este lindo legado dando continuidad a la escuela de fútbol. De esta forma, el Sabino volvió a ser de todos en la población, las familias que se habían alejado del club vuelven a confiar en el proceso que se estaba haciendo, y la comunidad comienza a empoderarse. Roberto Garro, Oscar Pizarro y Darwin Donoso dirigían las re nacientes series infantiles, y comienzan a tener buenos resultados. Kevin Medel, Miguel Opazo hijo, Nicholas, destacaban en estos planteles, que en poco tiempo consiguieron muy buenos resultados. Las históricas canchas de Cardenal Caro fueron empastadas con césped sintético, lo cual también generó la atracción de otros clubes por integrarse
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a la Asociación de Conchalí. Muchos clubes de El Cortijo comienzan a jugar en el campeonato, y este vuelve a ser competitivo e interesante.
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Así mismo, las gestiones que se estaban realizando por empastar la cancha en la Villa la Palmera, también dieron sus frutos. Se adjudicaron el proyecto “Canchas para Chile”, de la empresa Coca-Cola y Fundación Mi Parque. Este consistía en que la comunidad debía reunir 1000 personas en una maratón por alrededor del barrio, si lo lograba, la empresa colocaba pasto sintético en la cancha y hermoseaba el entorno. Como el Sabino era un club popular, con historia, y se encontraba en nuevo despegue, la comunidad no defraudó y superaron ampliamente las mil personas que se requerían. De esta forma el Sabino conseguía empastar la cancha de la población, lo cual generó aún más atracción para los niños y familias que veían nuevamente en el Sabino un aporte para el barrio. Salomón, tomó las riendas en las inferiores y comenzó a hacerse cargo tanto de la escuela, como también de la dirección de los equipos en cancha junto a Juan Viñarta. Se le sumaron también otros jóvenes al equipo de trabajo, Valentina Vidal y Lucas Acevedo, quienes hasta el día de hoy, entrenan y dirigen todas las semanas a los más pequeños del barrio. La sede volvió a llenarse de vida, y se transformó en tradición juntarse los días viernes
en donde la familia Sabinista comparte y revive la historia del club, y las anécdotas de los que ya no están. En lo deportivo son uno de los clubes más fuertes de la Asociación de Conchalí, disputando año tras año los primeros lugares en todas las series que mantienen. Así, a fines de la década del 2010 el Club Deportivo Sabino Aguad Kunkar puede preciarse de ser una de las instituciones más grandes de la comuna de Conchalí. Quienes contribuyen diariamente son miembros de las mismas familias que han venido levantando la vida comunitaria en la Villa la Palmera hace más de 50 años, barrio del cual el Sabino Aguad es sinónimo. La tranquilidad y respeto con que se experimenta la vida en este rincón de Conchalí bien podría atribuírsele en parte al Club, a su oferta de espacios comunitarios sanos y de apoyo mutuo incondicional. La mesa directiva está formada por gente a quien les corre sangre Sabinista, partiendo por el presidente Luis Ortega hijo, Roberto Garro, Susana Campos, Gustavo Gutiérrez, Oscar Pizarro y Gonzalo Galdames. Pero es el caso de un integrante de esta mesa quizás el más paradigmático de lo que el Sabino podría representar: Gonzalo Galdames no viene de familia Sabinista y solo llegó al Club acompañando a su hijo que se integraba a la escuela de
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fútbol. Enamorado por la buena onda, el compromiso con los niños y niñas, las historias de legendarios jugadores y, por sobre todo, la amistad y camaradería, se ha dedicado a trabajar por el Club con la pasión de alguien que ha estado presente siempre. Porque eso es el Sabino, un Club que enamora a quien tiene la posibilidad de conocerlo aunque sea solo un poco.
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El Sabino Aguad Kunkar es una demostración de la importancia que tiene el organizarse desde los barrios para alcanzar objetivos comunes. Es por ello que la suya es una historia que debe conocerse, un patrimonio cultural del fútbol amateur y de los habitantes del barrio en el que surge.
Fotografía grupal de la corrida realizada en la Villa La Palmera. Más de mil personas llegaron al evento organizado por fundación mi parque y Cocacola, consiguiendo el empastado de la tradicional cancha del barrio.
Jornada de recuperación de memoria histórica del club deportivo Sabino Aguad, año 2017.
4ta infantil campeón en las canchas de Cardenal Caro año 2017. Director Técnico Miguel Opazo.
En memoria de todos los miembros de la familia sabinista que ya no estรกn con nosotros
Para la diagramaciĂłn de este libro se utilizaron las tipografĂas PT Sans y PT Serif en sus variantes regular, itĂĄlica y bold.