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CHANGO SPASIUK
“MI MÚSICA ME TIENE QUE LLENAR A MÍ” CON
UNA TRAYECTORIA
DE TRES DÉCADAS COMO ACORDEONISTA CHAMAMECERO, EDITÓ UN DISCO QUE LO REVELA COMO UN EXIMIO PIANISTA Y COMPOSITOR DE BANDAS SONORAS PARA CINE Y TELEVISIÓN.
Txt: Susana Parejas
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ué querés tomar?”, pregunta Chango. Da pudor pedir un té a quien se sabe nacido en la capital nacional de la yerba mate, Apóstoles, en Misiones. Pero, antes de contestar, él ofrece: “¿Té con miel? Estoy un poco resfriado, así que no tomaremos mate”. Alivio. Aunque, de todas formas, esa infusión también es un producto clave en la economía de su provincia... Así comienza la charla, en una habitación que parece ser su estudio. Un piano y varios acordeones están allí. Aunque él asegura que, en una casa con niños, ningún cuarto es propio. Su hija más pequeña, de 7 meses, duerme. Fue justamente durante el verano pasado cuando Horacio Chango Spasiuk dejó por un tiempo su andariega vida de músico y se dedicó a esperar el nacimiento de la beba. En esa vigilia se puso a escuchar música que había hecho en otras épocas, y se encontró con mucho material que nunca había interpretado en vivo en sus conciertos. Así, no sólo nació su gurisita, Juana, sino también, su nuevo disco, Otras músicas (Sony Music), en el que reúne un conjunto de composiciones, muchas de ellas escritas para bandas sonoras de filmes, documentales, cortometrajes, televisión y teatro. La placa contiene desde versiones de Seguir viviendo sin tu amor, de Luis Alberto Spinetta, y Gloomy Sunday, popularizado por Billie Holiday hasta temas elegidos por cineastas como Pablo Trapero y Ana Katz. “En 1999 se utilizó mi música por primera vez en una película, El astillero, de David Lipszyc. No está en el disco, porque los archivos que tenía no estaban en condiciones. Y tampoco es que puse todo lo que he hecho, sino que traté de armarlo como una unidad sonora. Por eso, el repertorio no está pensado cronológicamente sino de una manera aleatoria que, al mismo tiempo, se pueda escuchar como un relato”, comenta el acordeonista.
PIANOMAN MISIONERO Chango, Changuito, lo llamó su mamá toda la vida. El apodo impuesto por el amor maternal ocultó el Horacio con el que lo inscribieron el 23 de septiembre de 1968. Chango ya es su nombre. Spasiuk, su apellido y sello. Su papá tocaba el violín; su tío, la guitarra. Ambos actuaban en los casamientos y las fiestas del pueblo. Cuando Chango tenía 11 años, su papá le compró su primer acordeón. No lo soltó más. A los 13, formaba parte del trío familiar que animaba kermeses y pis-
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tas de baile populares. Lo que sigue, es conocido: más de 10 discos, varios premios y el reconocimiento en la Argentina y Europa. En tu nuevo disco, hay mucho protagonismo del piano. ¿Buscás alejarte de la etiqueta de acordeonista y folclorista? De hecho, en el disco sigo tocando el acordeón y trabajo con pianistas de verdad. Pero, sí, es cierto que a veces están esos clichés demasiados instalados y pareciera que toco solamente el acordeón y que, si nací en la tradición del chamamé, toco solamente un sonido y, desde ahí, no podría seguir otras texturas... O no tendría permitido hacerlo. Entonces, esta placa es como una manera de decir: “En el medio de todos esos discos tan folclóricos, tan chamameceros, tan de raíz, estuve haciendo toda esta música para diferentes proyectos”. Venía escuchando gran parte de esas composiciones y pensaba: “Por ahí la gente no las va a escuchar, pero a mí me gusta cómo suenan y las quiero compartir”. Esas cuestiones fueron la motivación. No encontraba el título, hasta que dije: “Otras músicas está bueno porque quiere decir que hay otro sonido más allá de aquel con el que más se me asocia en los últimos años”. Entonces, esto se suma a ese mundo sonoro de polcas y chamamés. ¿Cómo nació tu vínculo con el piano? Cuando terminé la secundaria y fui a estudiar a la universidad, me inscribí en el conservatorio de Posadas y empecé a formarme. Pero no pensando en ser concertista sino viendo en ese instrumento una gran herramienta para la composición. Para mí, es mejor bocetar sobre el piano que sobre el acordeón. Si quiero componer algo con un sonido más tradicional, compongo directamente en el acordeón. Pero si quiero buscar texturas, prefiero hacerlo desde el piano... En ese preciso momento de su respuesta, Chango se levanta de su silla, se acerca al piano que está en la habitación y comienza a tocar. Y es una lástima que esta nota carezca de audio... Sigue con su explicación, que ya se tornó teoría y práctica: “Podría ser cualquier otra nota, pero ¿por qué esta y no esta? O, cuando descubro esto... ¿Por qué no un Do sostenido menor?. Esas preguntas no tienen respuesta a nivel conceptual, porque son una búsqueda eterna y personal. Me gusta pensar que lo que más se conoce de mi música con el acordeón seguramente fue parido dentro del piano”. ¿Qué cosas, además de tus otras composiciones, no quisieras que se pierdan?
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FEDERAL Su disco Otras músicas recopila composiciones para películas, cortos y documentales que no había interpretado en vivo en más de tres décadas de carrera. Tras su gira por el interior, lo presentará el 9 de diciembre en ND Ateneo.
Es muy amplia esa pregunta, pero es muy bello pensar cuántas posibles respuestas puede haber sobre qué quisiera que los demás conserven en la memoria... La verdad, nunca me lo he puesto a considerar. Tal vez, porque estoy pensando en las acciones del presente, en cómo hacer mi música de la mejor manera posible. No estoy pensando en qué parte de todo eso de lo que estoy haciendo quiero que la gente recuerde porque estoy enfocado, primero, en que tenga mucho valor para mí, por sobre todas las cosas, y por ende para todos los demás. No voy a fingir un pensamiento altruista, porque sería un mentiroso. La música que toco me tiene que llenar a mí. Después, cuando encuentro composiciones, sonidos, un disco, un ensamble, un concierto, digo: “Ojalá que le guste a los demás como me gusta a mí”. ¿Creés que la música cierra grietas? La música es una herramienta, justamente, para conectar a las personas a un nivel profundo y trascendental, más allá de todas las diferencias que hay en la superficie. Ese es mi anhelo, pero no quiere decir que todo el tiempo suceda. Pero es mi objetivo, mi horizonte. Cada vez que me siento a tocar, estoy tratando de que sea, citando a don Atahualpa Yupanqui, “una antorcha para ver la belleza en el camino”, y así resignificar los acontecimientos de la vida colectiva. Hablando de la vida colectiva, ¿cómo ves al país a un año de las elecciones que consagraron presidente a Mauricio Macri? Se ve como se ve: es lo que hay. Ahora, de qué manera interpretarlo, es dificilísimo, porque leés un diario y hay un país, leés otro diario y hay otro país, leés un tercer diario y hay tres países... Leés todos, salís a la calle y tratás de coser todas esas partes desde tu perspectiva. Creo que es una gran responsabilidad personal informarse e interesarse más allá del contexto particular: poner la propia cotidianeidad en un contexto más grande para ver cómo están los otros y de qué manera funcionamos todos. No estoy hablando de un concepto de felicidad, ni nada por el estilo, sino de vivir en un contexto de respeto. Pero, para que haya respeto, hay que informarse. Es un ejercicio muy difícil, pero leer solamente títulos de los diarios no es estar informados.◆
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