viajes • Por Susana Parejas (Desde Perú) - fotos Susana Parejas y Gentileza Belmond
Cerca
del cielo
Desde Cusco hasta el santuario de Machu Picchu, pasando por el Valle Sagrado, en Perú se descubre el legado de la cultura inca. Templos, monumentos, hoteles con historia y la vida de los pueblos que laten con corazón andino.
L
ejos quedó el cielo gris de Lima, ahora se está en el ombligo del mundo, en el Qosqo quechua, en el corazón del Tahuantinsuyo, la capital del Imperio Inca, doce veces más grande que el romano. Cusco regala el sol que da la bienvenida y acaricia la piel sin timidez alguna. Dicen que los españoles escribían Cuzco, con “z”. Perro, eso significa. Nadie aquí lo escribe así. Cuenta el mito que fue fundado por Manco Cápac y Mama Ocllo,
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hijos del dios Sol que salieron del lago Titicaca con la misión de buscar un lugar que fuese el centro de un gran reino. Entre leyendas e historias de conquistadores y conquistados, de traiciones y venganzas, guerras civiles, oro y plata saqueados y mucha resistencia andina, suenan fuertes los nombres de Pachacútec, responsable de la expansión del dominio inca y de su transformación de simple señorío al magnífico imperio y el de Francisco Pizarro, el español que llegó a conquistar
el Perú. Se considera el año 1438 como fecha aproximada de la coronación de Pachacútec, corrieron casi 100 años desde entonces hasta la irrupción de los españoles. Lo que sigue es historia conocida, en 1533 llegó Pizarro con unos cientos de soldados y con ellos la caída del imperio y una abrupta irrupción cultural que trasladó la capital hacia Lima. Hay que tomarse tiempo, o un rico té de “muña”, la menta andina, para que pase el “soroche”, tal como aquí llaman al mal de altura.
Los 3.400 metros sobre el nivel del mar que acusa esta ciudad hacen que los pasos se hagan necesariamente más lentos. Es cuestión de aclimatarse para comenzar a descubrirla. El punto principal para partir es la Plaza de Armas, lugar donde se efectuaban las ceremonias sagradas en épocas prehispánicas, a su alrededor se construyeron los palacios de los emperadores y cada año se celebraba el Inti Raymi o Fiesta del Sol. Con la llegada de los españoles, las iglesias comenzaron a ro-
dearla: la Catedral forma una trilogía junto con la iglesia de Jesús María (o la Santísima Trinidad) y la del Triunfo, a cada lado. La Iglesia de la Compañía de Jesús también impone su arquitectura en otro de los laterales de la plaza. Hay mucho movimiento, gente que viene y va, se escucha hablar en casi todas las lenguas que pueden reconocerse, tienditas de artesanías, locales de comida y de turismo se esparcen a su alrededor. Cusco palpita en ella. Caminando las callecitas empinadas y em-
pedradas, algunas más angostas que otras, de este Cusco actual, se va conociendo al pueblo que supo mantener sus tradiciones aun cuando sobre los cimientos de sus templos y palacios incas se construyeron las casonas e iglesias coloniales. La paradoja de este forzado mestizaje es que estos muros incas soportaron los cimbronazos de la tierra, dando muestra de su conocimiento de la construcción antisísmica. Pero, mucho más lejos de quedar sepultada bajo los nuevos edificios, la cultura de
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Pisac es la puerta de entrada al Valle Sagrado, que comienza a poco más de 15 kilómetros de Cusco. El río Urubamba, o Río Sagrado, lo recorre rugiente y caudaloso.
la feria de pisac y sus personajes: Goya vende sus pigmentos de colores; Estefa a sus 85 años muestra como se hila; Aureliano Holgado, feliz en su local.
sus ancestros se vive en cada lugar de esta encantadora ciudad, que sigue siendo el Qosqo, el punto del encuentro para cientos de turistas del todo el mundo y la capital arqueológica de América. Baluartes del tiempo. A sólo dos cuadras de la Plaza de Armas, dos edificios son verdaderos testigos del pasado cusqueño. Están uno al lado del otro, en la Plazoleta Nazarenas, donde también se encuentra el Museo Larco de Arte Precolombino y varios negocios con productos locales. Ambos pertenecen a la colección de hoteles Belmond. El Monasterio fue construido para tal fin en 1595, donde estaba el palacio inca Amaru Qhala. En 1598, pasó a ser el seminario de San Antonio Abad, para sacerdotes católicos. En 1965 se convirtió en hotel, hoy es un sitio histórico nacional protegido por el Instituto Nacional de Cultura del Perú. Su arquitectura es de estilo colonial renacentista, su capilla está adornada con ornamentos revestidos en oro. Y cuenta con una gran colección de obras de arte sacro, que se exhiben en los pasillos y en cada cuarto, de los 125 que tiene convirtiéndose en guardián de estas obras de valor incalculable. El otro baluarte es el Palacio Nazarenas, originalmente fue un convento del siglo XVI, luego de cuatro años de reconstrucción se abrió el hotel en junio de 2012. Hoy se pueden apreciar a través
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de pisos vidriados las construcciones y muros originales que se descubrieron en las excavaciones. La parte antigua se acopla a la nueva que respetó el estilo arquitectónico colonial, hoy con la tecnología moderna. Posee 55 habitaciones, todas oxigenadas. Algo que se agradece cuando amenaza el “soroche”. Desde algunas de ellas, se pueden ver los Andes o al barrio de tejados rojos de San Blas, uno de los más pintorescos. Las tejas y los balcones tallados en madera son una de las herencias que dejaron los españoles. También cuenta con la primera piscina al aire libre (y climatizada)
de Cusco. Ambos hoteles poseen restaurantes cuyas cartas están basadas en ingredientes de la gastronomía local: el típico ají seco llamado panka, la semilla: ayrampo, o la fruta de la selva kamu kamu. El pasado se siente entre sus anchos muros de piedra. Por el Valle Sagrado. “Estamos llegando a Pisac”, anuncia Jimmy Vásquez, guía cusqueño. Desde hace 10 años que ejerce esta profesión heredada de su padre. Pisac es la puerta de entrada al Valle Sagrado, que se extiende entre las ciudades de Pisac y
Imperdibles
Sacsayhuaman
Este complejo arqueológico está a 2 km de la ciudad de Cusco (10 minutos en auto) y a 3.700 de altura. Fue un importante centro ceremonial, se calcula que trabajaron veinte mil hombres, durante un período de 50 años. Se pueden apreciar gigantescas rocas talladas, algunas pesan entre 90 y 128 toneladas, que encajan con absoluta precisión. Cada 24 de junio se celebra el Inti Raymi o Fiesta del Sol. Está abierto todos los días de 7 a 18. Se puede sacar un boleto turístico, por 70 nuevos soles (25 dólares) con validez de 1 día, que incluye Tambomachay, Q’enqo y Puka Pukara. www.cosituc.gob.pe
Pinkami con su beba Celestina y un cabrito de mascota. Ambas sonríen para la foto que esperan será retribuida con alguna moneda.
Ollantaytambo. El pueblo trazado por los españoles en 1570, se abre a la vista con sus casas de adobe, con sus paredes blancas y balcones azules. La combi se mete por una calle angosta rodeada de negocitos, es tan angosta que sólo entra un auto en ella. Una breve caminata bajo el sol del mediodía por este pintoresco pueblo, que está a 32 km de Cusco y a 2.950 metros de altura, desemboca en su famoso mercado con una explosión de colores, tan vivos como variados, muchos textiles de alpaca, caminos de mesa bordados, “chullos” (gorro en que-
chua), cerámica, pinturas, antigüedades y joyas. Un puesto al lado del otro, en pasillos que arman un laberinto multicolor. En el valle, una grata sorpresa espera a 4 kilómetros de la ciudad de Urubamba, casi como una villa andina que baja por la montaña se descubre el Belmond Hotel Río Sagrado. Las clásicas tejas de diferentes construcciones, que ocupan las suites, las áreas comunes y el spa, se mezclan con el verde intenso de la vegetación. Una arboleda frondosa acompaña el recorrido del río en el que termina el parque. Como para completar la
Qoricancha
Aquí fue construido el templo mayor del estado inca, su nombre significa en quechua “lugar de oro”, fue dedicado al culto del sol y deidades del Tahuantinsuyo. Está edificado con finas estructuras de piedra sobre las cuales se construyó, en 1534, el Convento Santo Domingo. Estas increíbles construcciones incaicas se pueden apreciar alrededor del patio del convento. Visitas: lunes a sábado de 8.30 a 17.30, domingos de 14 a 17. Entrada: 10 nuevos soles (3,5 dólares). www.qorikancha.org
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Cuatro baluartes de la colección de hoteles belmond, el río sagrado en urubamba; el monasterio y palacio Nazarenas en cusco y el sanctuary lodge en Machu picchu.
Tal como otros investigadores, Hiram Bingham se encontró con Machu Picchu el 24 de julio de 1911, mientras buscaba otra ciudadela: Vilcabamba, el último refugio inca. postal, llamas y alpacas pastan tranquilas en él. Justo al lado del río se degustan los platos que el chef César Landeo creó para la ocasión, una cocina peruana gourmet realizada con ingredientes de la región. Un exquisito helado de eucalipto cierra el menú. Del valle hacia la selva. Cielo azul, siempre azul, y sol brillante. Falta muy poco para las 9 de la mañana. La estación del tren Hiram Bigham en Poroy es una fiesta.
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La alegría arremete contra los 3.500 metros de altura. Está próximo a salir el tren hacia Aguas Calientes, la estación y el pueblo homónimo cruzado por el río Urubamba. Danzas regionales, alentadas por el sonido de la quena y una ceremonia ritual ofician de bienvenida. La formación de color azul con sus letras doradas ya está esperando en el andén. Entrar en él es hacer un flash back al lujo de los años ’20. Años en que fueron construidos. En 2001 llegaron desde Sudá-
frica al Perú, y luego de ponerlos a punto, se realizó el viaje inaugural en 2003. Los más bullangueros se van al último vagón, llamado Observatorio, desde donde se aprecia el paisaje y pone todo el ritmo una banda. Las enormes ventanillas ofician de marco para postales que van cambiando por tramos. Adentro el confort turista, por fuera la vida de la gente andina. Mujeres siembran papas, otras lavan la ropa en el río. Los peruanos cuentan que tienen más de 5.000 variedades de papas andinas. Los eucaliptos que adornan el paisaje llaman la atención. No es un árbol autóctono, fue traído por 1800 desde Australia; el fin ornamental de esa introducción se convirtió en algo más útil: su madera es usada en los dinteles de puertas y ventanas y, además, su leña es un buen combustible. A medida que se avanza, la “ceja de selva”, como denominan aquí a la selva de montaña, empieza a asomar por la ventanilla. Dentro de
Datos útiles • La entrada a Machu Picchu cuesta 126 nuevos soles (unos 44 dólares); en el control hay que presentar un documento de identidad. Se puede obtener online: www. machupicchu.gob.pe • Guiadas (por guías oficiales): una visita por la ciudad de Cusco,45 dólares; al Valle Sagrado 80 dólares por el día; a Machu Picchu, 90. Estos precios son hasta 15 personas. • Avianca cuenta con 2 vuelos diarios de Buenos Aires a Lima, y 5 vuelos diarios y directos desde Lima hacia la ciudad del Cusco para volar en clase turista y ejecutiva. Más info: www.avianca.com • Info hoteles y tren: www.belmond.com
El viaje en el tren belmond Hiram Bigham dura 3 horas y media. el pasaje incluye almuerzo, té de la tarde , ticket a muchu picchu y cena si se regresa en él.
pocos minutos se estará arribando a Aguas Calientes a 2.000 metros de altitud. Desde la estación varios micros cumplen la última parte hasta el destino final: Machu Picchu a 2.400 metros de altura. El recorrido termina en la puerta del Belmond Sanctuary Lodge. Su edificación aparece entre la vegetación selvática, desde sus jardines se tiene una vista privilegiada de la ciudadela inca. Cuesta mucho salir del lugar común, pero esto es un verdadero paraíso. Los colibríes vienen a tomar agua azucarada de unos bebederos que cuelgan de los árboles, donde también habitan las orquídeas. Los números sorprenden, dicen que en todo Estados Unidos hay 16 especies de colibríes, pues aquí hay 15 en 30 mil hectáreas y unas 372 variedades de orquídeas. M ac h u P i cc h u. I m p o n e nt e y conmovedor a la vez. Es tal la mística que emana este santuario. Rodeado de picos tan verdes, coronados por nubes blancas. Para
los escépticos, la montaña sobre la que está construida esta increíble ciudadela es de granito, los minerales que componen está piedra serían los culpables de esta particular energía. Los historiadores coinciden en que Machu Picchu fue construida a mediados del siglo XV bajo las órdenes de Pachacútec. Las historias que rodean esta reliquia arqueológica son tantas que ayudan a mantener el misterio que generó siempre este lugar. Si fue un refugio para las vírgenes del Sol, si fue un complejo militar, si los españoles estuvieron aquí, o no. Lo cierto es que su existencia era sólo conocida por los habitantes locales hasta que Hiram Bingham, el estadounidense profesor de historia y geografía de la Universidad de Yale, las encontrara y las expusiera al mundo entero. Una serie de sucesos se entretejieron para que diera con estas ruinas el 24 de julio de 1911, fecha que quedó para la historia como el día
en que un hombre redescubrió este mágico sitio, hoy una de las 7 Maravillas del Mundo y Patrimonio de la Humanidad. Una sorpresa que ofrece el lugar: no es Machu Picchu la montaña que se ve por detrás de la ciudadela, protagonista indiscutida de todas las fotos, sino Huayna Picchu, que significa “montaña joven”. La montaña vieja, tal el nombre de Machu Picchu está justo del otro lado. “Aquí vivieron entre 600 y 1.000 personas, no sólo mujeres también hombres. Hubo cambios a los largo de los años en que se construyó, 100 o más. Cada generación que venía tenía que construir lo suyo”, explica Jimmy. Ya se perdió la cuenta de cuántos escalones se subieron y bajaron. La vista quiere abarcar todo para guardarlo en el disco rígido de la mente. Las terrazas agrícolas, el Trono del Inca, el sector Real, el Observatorio, el Templo del Sol, están allí desde cientos de años mostrando al mundo la grandeza de una civilización que dejó su huella para siempre.
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