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GONZALO HEREDIA
“EL PODER POLÍTICO ES ADICTIVO” DE UN AÑO ALEJADO DE LA ACTUACIÓN, VOLVIÓ AL PRIME
TIME TELEVISIVO. LITERATURA.
PERFIL
DE UN GALÁN APASIONADO POR LA
Txt: Susana Parejas Ph: Antonio Pinta
LUEGO
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uerés un papel en El médico a palos?”, le ofrecieron los profesores de la escuela a la que había entrado para ver cómo era eso de las clases de teatro. Un papel. En el clásico de Molière. De entrada. Y a los 14. Dijo “sí”. Empezó a ir a los ensayos. La obra competiría en los torneos bonaerenses: “El año pasado ganamos y luego fuimos a Mar del Plata”, le plantearon. “Fui a dos o tres ensayos, pero me asusté y no pude ir más. Me dio mucho pavor. Esa fue la primera obra que no llegué a interpretar”, confiesa Gonzalo Heredia, tratando de fijar la fecha, sorprendiéndose a sí mismo con este flashback. “Fue en el ‘97 ó ‘98”, calcula. La escuela era (y es) Comunicanto, cerca de la estación de tren Florida, de la línea Bartolomé Mitre. Un lugar al que vuelve de vez en cuando. Sin embargo, esa primera huida del escenario no marcó para nada su destino, ya emparentado con su deseo. Siguieron los profesores (Rubens Correa, Javier Margulis, Raúl Serrano); llegaron los casting, a los que iba una y otra vez, dejando por un rato su trabajo en el taller mecánico paterno en Munro. La elipsis entre esa época de búsqueda y su presente consolidado como actor carga unas cuantas publicidades, programas de televisión (Mujeres asesinas, Socias, Valientes, Malparida), obras de teatro (La jaula de las locas, El montaplatos) y películas (Ronda nocturna, Felicitas). El otoño porteño lo encuentra en plena acción y con un bolso siempre a cuestas, entre las grabaciones de Los ricos no piden permiso, la tira del prime time de El Trece; y Poder absoluto, la pieza donde comparte cartel con Carlos Kaspar, bajo la dirección de Oscar Barney Finn en El Tinglado. La obra refleja una reunión entre un político experimentado y una joven promesa de un partido de derecha. Favores pedidos, oscuros pasados y pretensiones voraces se tejen en una trama donde las máximas de Maquiavelo no dejan de estar presentes, incluso con la gran pregunta de todos los tiempos: ¿el fin justifica los medios? Poder absoluto plantea un tema muy candente. ¿Qué te motivó a interpretarla? Cuando me pasaron la obra, estaba grabando la tira en Pilar: empecé y no pude dejar de leerla. Me atrapó. Cuando llega un material, siempre leo mi personaje: veo si encuentro empatía, si me conmueve algo de lo que dice o le pasa, por dónde puedo abordarlo. Y después analizo el mensaje global como acto artístico. En este caso me pareció una obra universal, que puede llegar a transformarse en un clásico. Como actor, hay algo que me pasa con eso de romper la línea y los mandamientos que tenés que cumplir dentro de una sociedad. La obra reflexiona sobre los límites de la política. ¿Cuál es tu postura? Los diferentes puntos de vista con respecto a cuáles son los límites dentro de la política van a existir siempre. Y siempre –creo– va a haber democracia, esto de poder oír todas las voces. Ahora, ¿cuál es el límite? ¿La moral, la muerte, tu propia ética? Me parece un planteo muy interesante y actual para un país como el nuestro, en el que está muy candente
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el tema de la política. Me parece que el poder, en la política, es adictivo. Debe ser muy difícil también estar en esas altas esferas –no puedo ni llegar a imaginar lo que se mueve y cómo se piensa–, pero me imagino que enceguece, que uno se vuelve obstinado. Como todo lo que sobrepasa los límites, eso no es bueno. ¿Cómo ves esta nueva etapa del país? Me parece que cuando hay un cambio de gobierno siempre hay una esperanza que se renueva, porque esta es una democracia joven. No soy militante ni partidario. Sí tuve, a lo largo de estos años, no sé si durante todo el período del kirchnerismo pero en una gran parte, una conciencia política un poco más a flor de piel. Me parece que también hubo un despertar o, por lo menos, yo me siento involucrado en ese despertar de una joven política. En eso sí creo que he sido parte. Pero nunca milité, ni tengo árbol genealógico al respecto: mis abuelos eran radicales, pero ninguno militó. ¿Creés que la grieta ya quedó atrás o será una cicatriz difícil de curar? Me parece que eso es algo con lo cual tendemos, tal vez inconscientemente, a fanatizarnos. Y eso enceguece. Creo que no hay buenos y malos, como en un cuento o en una película, sino que todos queremos lo mejor. Hay algunos que tienen una
PRODUCTOR Este año, Heredia liderará la versión cinematográfica de Ladrilleros, la celebrada novela de Selva Almada (NdE: Es considerada una de las voces más revolucionarias de las letras argentinas desde que El viento que arrasa, su primer trabajo publicado, en 2012, fuera elegido uno de los libros del año por la crítica y el público). “La adaptamos, la presentamos en el INCAA y se aprobó. Seguramente la rodaremos en el segundo semestre. Estaré como productor artístico y adaptador, no como actor. Es una historia increíblemente hermosa, muy nuestra. Y me parece que hay que contarla”, resume sobre ese relato de venganzas cotidianas en el Chaco profundo.
política que comprendo y apoyo, dentro de la cual hay cosas en las que no creo ni acompaño. Y hay otra política un poco más capitalista, enfocada en las empresas privadas y demás, que no es tan socialista. Uno recorta diferentes puntos de vista, diferentes diarios, diferentes noticias, diferentes lugares. Y luego tenés tu propia realidad y tu propia verdad. Me parece que la nueva juventud política empieza a ser de esa manera.
EL GALÁN LECTOR “Los libros no se prestan: se regalan. No es un videoclub”, sentencia Heredia sobre la lectura, una de sus grandes pasiones. Tanto, que fue su actividad principal durante 2015, año que pasó alejado de las cámaras. “Sufro mucho si no puedo leer. Cuando terminé de grabar Los amigos de siempre (2014), quería leer y estudiar. El año pasado hice
un taller literario con Virginia Cosin y en marzo empecé con Mauricio Kartún. La escritura me pide cada vez más lugar. Y se lo tengo que dar. Escribo relatos, diarios... Ahora estoy leyendo a Mario Levrero. Voy por ahí”, revela. Su otra pasión es su familia. Desde 2010, está en pareja con la actriz Brenda Gandini, con quienes son padres de Eloy. “Seis años. Es la relación más larga que tuve. Tenemos una familia, un hijo, un perro, una casa con jardín. Es una familia joven que está floreciendo, pero ya se ve algo palpable. Mis viejos se separaron cuando tenía 14 años, entonces hay algo que uno no quiere repetir”, se sincera. Eloy tiene 5 años. ¿Pudiste responderte todas las preguntas que te generó la paternidad? Detectar fervientemente si algo me apasiona o si es solamente un amor pasajero... Eloy es la persona que me puede marcar eso porque copia lo que ve, lo que se le da. Entonces, por ejemplo, leo y escribo; y, al ver reflejado que él quiera hacerlo también, me responde que la literatura o la escritura probablemente sean pasiones y no hobbies. Obviamente, no me contestó todas las preguntas que me imaginaba. Y me trajo muchos más interrogantes de los que yo pensaba. ¿Qué ves de vos en tu hijo? Él es muy visceral. Y muy líder a su pesar, porque es muy introvertido y solitario. En eso se parece a mí: me considero una persona bastante ermitaña. No solo disfruto la soledad, sino que la necesito. También tengo una especie de sistema defensivo hacia la vida: me gusta pensar lo peor que puede pasar, armar ese escenario para que, después, lo que venga bueno, me sorprenda. Ese pesimismo lo puedo contener rellenándolo con literatura, porque uno se cura leyendo a ciertos autores. Me siento identificado con escritores no pesimistas pero sí malditos, como Allen Ginsberg, Franz Kafka o Albert Camus, que me contienen porque tienen un pensamiento que siento muy cercano. ¿Cuándo nació tu pasión por la lectura? Me parece que es de siempre. Me gusta leer libros y hablar con gente que lee. El primero que leí fue El túnel, de Ernesto Sábato, y me creó la obsesión que tenía el personaje Castel con María Iribarne pero por la literatura. La obsesión de no parar de leer. A mí, los libros me han sacado de los lugares donde estaba, en todo sentido. Por ejemplo, cuando trabajaba con mi viejo en el taller mecánico y hacía casting para publicidades o teatro, era muy infeliz, excepto cuando podía leer y escribir, porque me transportaba al lugar donde me sentía feliz. Mi biblioteca la construí hace 7 años, no con madera, sino con títulos. Construí una biblioteca de la cual estoy sumamente orgulloso. Y compro lotes de libros: compro cantidad y guardo. ¿Para dedicarte a leer en tu vejez? ¿Es cierto que pensás mucho en tu retiro? Mi mujer y varias personas dicen que tengo un alma vieja. Y me siento identificado con esa definición. En algún punto, estoy esperando la vejez. Tengo muchos planes para esa etapa. ¿Y cómo te ves cuando seas anciano? Con mucho para decir, mucho para sacar.◆
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