Guillermo Fernández

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CADA DÍA CANTA MEJOR

Ph: Gentileza G.F.

Gardel Teatro Musical Argentino (Teatro Moliere) es la primera obra del género sobre la vida de El Zorzal. La historia se desarrolla siguiendo el cronológico crecimiento artístico del Morocho del Abasto, desde sus comienzos interpretando canzonetas napolitanas y tonadas españolas para sus amigos inmigrantes, su debut profesional con las canciones camperas a dúo con Razzano, sus primeras grabaciones de tango, su popularidad arrolladora, el triunfo en París, las películas en Hollywood y su inconclusa gira americana. La música original es de Guillermo Fernández y Federico Mizrahi.


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GUILLERMO FERNÁNDEZ

“APRENDÍ A ESCUCHAR TANGO CON EL CORAZÓN” CUMPLIÓ EL SUEÑO DE PERSONIFICAR A SU ÍDOLO, CARLOS GARDEL, EN UNA OBRA MUSICAL QUE LE LLEVÓ 6 AÑOS DE GESTACIÓN Y ES UN ÉXITO DE LA CARTELERA.

DE

NIÑO PRODIGIO A CANTANTE POP ARREPENTIDO Y LA VUELTA INCONDICIONAL AL TANGO, EL PRESENTE DE UN

ARTISTA CONSAGRADO QUE APUESTA AL MOVIMIENTO UNDER DEL

u tarjeta personal dice: “Guillermo Fernández, cantor de tango”. No hay un número de teléfono ni correo electrónico. Twitter, menos. Así, sin ninguna otra palabra que distraiga sobre su profesión. Su pasión. Su vida. “Odio cuando dicen que soy un cantante: soy un cantor de tango. Después, sí, produzco, compongo, actúo. El agua donde mejor nado es la música popular: canciones criollas, tangos, es lo que me gusta cantar”. A sus 57 años, su fisonomía no ha cambiado mucho de la de aquel niñito con pelo engominado que no llegaba al metro de altura y ya cantaba en televisión y teatros. Tangos, por supuesto. Guillermo Fernández creció saltando de a dos –o más– los escalones de la niñez. A los 13, les compró una casa a sus padres. A los 16, se sentó frente al general Albano Harguindeguy, en plena dictadura, para pedir por los padres de su novia, que llevaban dos años y medio desaparecidos. “Me enfrenté con él y fue muy fuerte. Cuando entré, pregunté por el padre de mi novia. Y el general ese me dijo: ‘Ese hombre es un delincuente’. Yo le planteé: ‘¿Por qué delincuente? ¿Usted lo juzgó?’. Y me respondió: ‘¿Por qué? ¿No creés en la justicia militar?’. Le contesté: ‘No, prefiero la otra’. Cuando salí, estaba blanco del miedo y violeta del enojo”, recuerda sobre ese encuentro que le salvó la vida a los abuelos de sus hijos. Ya en los ‘90, coqueteó con el pop y partió a los Estados Unidos. No le fue mal: grabó baladas y en 6 meses fue disco de oro en 7 países. “Fui detrás de la zanahoria, la agarré y me di cuenta de que no era la hortaliza que me gustaba. Viajaba en limusina, me alojaba en hoteles cinco estrellas, vendí medio millón de discos en el mercado latinoamericano, estuve primero en el Billboard latino, gané premios... Pero no estaba feliz con la música. Le vendí el alma al diablo: me metí en el capitalismo más neoliberal. Un día, mi productor me dijo: ‘Si no seguís, vas a terminar cantando en el Café Homero con Goyeneche’. Y le contesté: ‘Pensás que me estás ofendiendo, pero de ninguna manera’”, remata su anécdota sobre aquellos años. Volvió una noche, como dice el tango. Y se quedó para siempre en el 2x4 y en su casa natal, en su amado barrio de San Telmo. “Ahora me gusta que me llamen Guillermito porque siento que en el diminutivo está el cariño de la gente”, reconoce. Después de dos décadas, concretó una ilusión: la de interpretar a

S

2X4. Txt: Susana Parejas

su ídolo, Carlitos Gardel, en una obra musical que, a poco de subir a escena, ya es uno de los éxitos de la cartelera teatral porteña. Otro a quien el diminutivo le sienta bien. “Es un sueño hecho realidad porque siempre fui gardeliano, desde muy chico. Cuando tenía 5, un primo me regaló un LP de El Zorzal. Todavía tengo la tapa, que decía: Carlos Gardel habla y canta en sus películas. Yo no sabía escribir y le pregunté a mi papá dónde decía Carlos Gardel. Él me señaló y yo dibujé las letras. Entonces, las dos primeras palabras que escribí fueron Carlos Gardel. Así, que realmente para mí es muy importante”. ¿El musical sobre Gardel es tu reencuentro definitivo con el tango? ¡Más que nunca, si estoy con el padre y la madre del tango! Porque Gardel fue el primero. Lo que tiene de interesante es que, a través de los años, además de ser el primero, fue el mejor. Y lo sigue siendo. Gardel fue el primer tipo que cantó un tango en un escenario, porque antes esa música eran estribillos procaces, muy prostibularios, canciones camperas o valsecitos criollos, que es con lo que empezó, por otra parte. Es una mezcla muy explosiva ser el primero y ser el mejor. Para preparar esta obra, ¿te convertiste en un experto en Gardel o ya lo conocías a fondo? Me leí toda la bibliografía. Hace 6 años que estamos escribiendo el guión con Luis Longhi y Federico Mizrahi. Hay cosas que nacen y se hacen al otro día, pero otras necesitan maduración. Soy un convencido de que todo tiene su tiempo, su espacio y su momento. Estoy, en paralelo, con otro espectáculo, El tango es puro cuento, pensado para los chicos, que reestrenamos esta temporada de invierno en Ciudad Cultural Konex, y nos llevó más de 7 años de trabajo. Soy de ir armando proyectos: me gusta acompañarlos, dejarlos descansar, retomarlos. Porque, además, soy un convencido de que con un sólo objetivo no basta. Llevás 50 años con la música. A los 13, dijiste que ya estabas cansando del tango. ¿Te sentiste explotado por el género o la televisión? Estaba cansado de cantar. Era el año ‘69, una época complicada, especialmente para el género. Había una dictadura, en la música estaban los coletazos de El Club del Clan y, en el tango, lo único que se escuchaba era Julio Sosa. Yo cantaba en una cantinita de Álvarez Jonte y Boyacá que se llamaba El rincón de los artistas: tendría 7 u 8 años y ahí también cantaban

Floreal Ruiz, El Polaco Goyeneche, Jorge Durán, Alberto Morán. Cobraban dos pesos, porque había más artistas que gente. Yo era chiquito pero sabía quiénes eran ellos, y me decía: “¿Qué pasa con estos, que son todos próceres del tango y están acá, cantando por hora?”. No me olvido nunca: Floreal Ruiz tenía un Peugeot 504 y lo dejaba en la esquina, cruzado, cantaba tres tangos y se iba porque tenía otros 6 boliches la misma noche. Pero no me sentí explotado: iba porque quería y cantaba porque me gustaba. No me obligaban a nada. Sí, mi viejo y mi vieja eran conscientes de que yo tenía algo. Y todo lo que quería, me lo daban. Quería tal profesor, y lo conseguía. ¿Cómo fue comprarle a tus padres la primera casa siendo vos todavía un preadolescente? Mi viejo había puesto una asociación de crédito barrial, se fundió y se enfermó de depresión. Yo tenía 13 años, justo había debutado en Grandes Valores del Tango y fue una explosión tremenda. Por ese entonces, me junté con Alejandro Romay y le dije: “No tenemos un peso”. Alquilábamos un departamento en Balcarce y Carlos Calvo. Don Alejandro llamó al jefe de Contrataciones del canal y le dijo: “Hacele un contrato por un año y pagáselo todo junto”. Así fue. Por eso lo quiero tanto a Romay. ¿Qué me generó ser el jefe del hogar a los 13 años? Que de grande leyera mucho a Piaget (ríe) (NdR: Jean, psicólogo, creó la teoría constructivista del aprendizaje). ¿Cómo ves al tango hoy como género? ¿Hay renovación más allá del boom de su variante electrónica que, por cierto, ya lleva años? El tango tiene diferentes aristas. Está el for export, que es el de las casas de tango, donde se utiliza el mismo esquema de espectáculo –los cantantes son compadritos y las bailarinas son prostitutas de cabaret– que no está mal, pero siempre digo que no tiene que ver con la cultura sino con el turismo. Después, está el tango under, border, que está resurgiendo, donde hay muchísimos compositores, cantantes y músicos. Creo que el movimiento es interesante y lo apoyo. Porque aprendí a escuchar con el corazón luego de que, durante toda mi vida, como soy músico, escuché con el oído. Hay artistas que, tal vez, no están muy desarrollados en lo musical pero tienen letras muy interesantes, con planteos sociales muy fuertes; u orquestas que no tienen esa prolijidad de aquellas de los años ‘40 pero están sumando una cosa urbana diferente y potente que siguen los de su generación.◆

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