Jalisco, pura esencia mexicana

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viajes • Por Susana Parejas - Fotos: Susana Parejas y archivo.

Pura esencia mexicana

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Dos ciudades para descubrir, dentro del estado en el que se respira el espíritu de México: Guadalajara, con toda la impronta colonial y Puerto Vallarta. Entre una y otra, pueblos para detenerse a conocer un país con mucha tradición.


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hora, usted va a conocer al verdadero México”. Es lo que se escucha de la boca de los jaliscienses cuando se le dice que se visita por primera vez Jalisco. Es una frase que todos repiten con orgullo. El de haber nacido en este estado, “el más mexicano de todo México”, y ser oriundo de la tierra que dio origen a verdaderos productos nacionales, como el tequila, el jarabe tapatío -danza típica-, y el mariachi. Productos, que ya son marca país, distintivos de una zona que además cuenta con una riqueza cultural, que se ve reflejada en cada plaza, en cada monumento, en sus artesanías, en su gastronomía y por sobre todo en su gente. Al llegar a Guadalajara, la muy poblada capital de Jalisco, con 8 millones de habitantes, la sensación es la de visitar un lugar en el que conviven armoniosamente lo antiguo y lo moderno. El pasado con sus edificios coloniales y postcoloniales, y el presente repleto de construcciones modernas y enormes centros comerciales que se despliegan por toda la ciudad. Las calles en las que un sistema de señalización con luces, que se cargan con energía solar, hacen que a la noche el asfalto titile como las luces de un arbolito de navidad, dándole un brillo extra a la ciudad. Más todo el romanticismo de las calandrias -carruajes tirados por caballos-, el toque pintoresco de los múltiples puestitos de boleros o lustradores de zapatos, o las tiendas donde hay pares y pares de las legítimas botas de charro en cuero de armadillo, manta raya, cocodrilo o avestruz. Habrá que abonar unos 500 dólares si se quiere comprar un par. Cuando se pisa suelo jalisciense surge naturalmente la pregunta: ¿por qué se les dice tapatíos a los nacidos en esta tierra? Ya que se ve por todos lados esta referencia, incluso el destino es conocido como “La perla tapatía”. La explicación no tarda en llegar. Los tapatíos eran unidades de venta de tortillas de maíz, y equivalían a tres piezas. Las familias compraban las tortillas por tapatíos, generalmente uno o dos tapatíos por persona. De esta manera, se asoció el nombre de la unidad de medida con los habitantes. Centro histórico. Una vez que se descubrió el origen del gentilicio ya se puede iniciar una caminata por la

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Plaza Tapatía. Una recorrida a pie, pues son unas pocas cuadras, desde el teatro nacional Degollado, centro de la actividad artística, hasta el hospicio Cabañas -como le llaman los tapatíos, por haber sido un sitio que cumplía con la función de alojar huérfanos y desvalidos, ahora devenido en un centro cultural-, abre las puertas al pasado histórico de la ciudad, que heredó el nombre árabe del otro lado del mar.

Su fundador, Niño Beltrán de Guzmán, había nacido en la ciudad homónima española y en honor a su tierra de origen la bautizó igual. Guadalajara, proviene del vocablo árabe “Wadal - hidjara”, que significa “río que corre entre piedras”. Las fuentes, las estatuas y las esculturas están diseminadas por todos lados, el arte está muy presente en esta ciudad cosmopolita. Son muy peculiares las esculturas a

las que denominan “los magos”, sillones y sillas con formas humanas que fueron realizadas por el artista Alejandro Colunga. Cuando se llega al final del recorrido, la construcción neoclásica del Instituto Cultural Cabañas remata con su perfecta simetría el paseo. Si algo tiene de maravilloso esta edificación, además de su arquitectura, y sus numerosos patios internos, unos 23, poblados de árboles y flores, son

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los murales que el artista José Clemente Orozco pintó durante 2 años. Hay 57, en los muros, bóveda y cúpula de la capilla, en ellos está representada toda la historia del pueblo mexicano y la identidad de Jalisco. En la cúpula se encuentra la obra culminante: el hombre de fuego. Y es increíble ver como a medida que se gira alrededor de él, va cambiando de posición y se va irguiendo hasta ponerse de pie. Con una entrada de 1 dólar, además de la obra de Orozco, se pueden ver muestras de otros artistas plásticos de renombre. Tlaquepaque. Es una zona en la que se conjugan dos intereses, que siempre habitan en todo turista: el apetito y la sed de productos regionales. Por eso si se quiere comprar artesanías, sobre todo en alfarería, probar platos típicos de la cocina jalisciense, y también escuchar a los mariachis, nada mejor que visitar esta pintoresca ciudad. La feria que está en la calle ofrece todo tipo de productos: artesanías en barro, textiles, pinturas, golosinas tradicionales. Los puestitos de comidas típicas ofrecen desde camote del cerro (mandioca), encanelado (especie de churro gordo), esquiles (mayonesa, queso, chile y limón), maíz quemado y habas también asoman desde algún carrito. Hay muchos lugarcitos para comer, pero el que centra la atención es El Parián. En un tiempo fue un mercado municipal, hoy en día es una especie de mercado de comida. En su interior hay 17 barcitos que dan a un patio en común. Aquí se puede probar una de las mejores birrias (carne de cabra cocida en horno rústico, aderezada con chile rojo y especias) de esta parte de México, también cabe destacar el pozole (maíz cacahuazintle cocido con carne de cerdo, chile y verduras varias), y el agua de horchata (preparada con semilla de melón y arroz). Para los que se atrevan a probar el nivel de tolerancia al picante, tienen que comer la famosa torta ahogada (pan de la zona con relleno de carne o camarones, bañado en una salsa de jitomate que tiene varios grados de picor): “entera” es el máximo de picor, y “medio” es más suave. En el patio en común los árboles, entre las mesas, sirven como columnas para colgar los simpáticos cilindros tejidos en mimbre que ofician de iluminación, en el medio una glorieta -o kiosco, como le dicen aquí- es el lugar de la música. Es que este sitio es un verdadero “mariachódromo”. Arqueología. No tendrá la magnitud de otros centros arqueológicos del

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país, pero sí el valor de poseer un estilo arquitectónico peculiar. Se trata de Guachimontones. Otro de los paseos que ofrece la región. Tal es el nombre de un centro ceremonial y antiguo asentamiento indígena ubicado en el municipio de Teuchitlán. Este centro ceremonial está compuesto por varias construcciones cónicas escalonadas rodeadas de patios circulares, un juego de pelota y un anfiteatro y algunas terrazas y edificios. El estilo arquitectónico de este asentamiento recibe el nombre de

Guachimontón, y se asigna a los túmulos y estructuras hechos de niveles circulares escalonados. Se cree que tales estructuras eran utilizadas para ceremonias en honor al dios del viento Ehécatl y que incluían un análogo del juego del volador, donde un sacerdote subía a un poste elevado para rendir honores a la divinidad. Poste que se colocaba en la cima de los túmulos. Este sitio fue descubierto en 1970. Aunque la exploración arqueológica formal y reconstrucción comenzó solamente en 1999.

Exploración y reconstrucción que todavía está en curso. El atractivo principal de la zona esta al norte de la población, en el cerro denominado “Guachimonton”. La palabra Guachimontones proviene del Náhuatl, y quiere decir lugar cerrado, haciendo alusión a las encontradas en la zona de circulos concéntricos. En el centro de la Plaza Mayor se levanta una pirámide dotada de cuatro escalinatas que se orientan hacia los puntos cardinales.

Puerto Vallarta Con el océano Pacífico acariciando sus costas, y la selva tropical, que exuberante de verdes se desliza por las montañas hacia el mar, Vallarta es un destino que seduce al visitante. La enorme cantidad de complejos 5 estrellas y resorts que hay en el lugar, no le quitó la impronta de una ciudad colonial, en la que todavía se puede caminar por sus callecitas empedradas y disfrutar de su malecón de un kilómetro de extensión, en el que los artistas plásticos dejaron sus obras. Entre ellos el Caballito de mar, obra de Rafael Zamarrita, cita obligada para una foto como símbolo del lugar. Se podría decir que Vallarta descansa de día sobre el mar, ofreciendo las numerosas playas alrededor de la Bahía de Banderas, para hacer múltiples actividades tanto acuáticas como buceo, snorkeling, paseos marítimos, como también canopy, en medio de la selva, sobre ríos que se escurren entre enormes rocas. Sin embargo, a la noche se agita efervescentemente, ofreciendo diversión en cada uno de los bares. Sólo hay que dar un paseo para ir escuchando las diferentes músicas que salen de ellos, salsa, marcha, tonadas mexicanas, hay para todos los gustos, chicas que danzan sobre las mesas, y tragos por doquier. La vida nocturna empieza y el malecón se llena de gente que va y viene, para recalar por fin en algún bar, o simplemente sentarse a escuchar la música que ofrece el mar. 25


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