Unir al mundo - Matías Ola

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personaje • Por Susana Parejas

unir al mundo Matías Ola sufre asma desde chico y recién aprendió a nadar a los 21 años. Desde hace tres se convirtió en nadador de aguas abiertas en los mares más helados del planeta.

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uando Matías Ola era chico, el mar estaba muy lejos. Tanto como la idea de nadar. Eso surgió mucho después, muy lejos de su infancia entre las plantas de caña de azúcar del ingenio. Aunque nació en Tucumán, su niñez la pasó en Orán, Salta, donde su papá, por ese entonces trabajaba como ingeniero en la industria azucarera. Así creció, lejos de las grandes ciudades, lejos del agua. “Desde que tengo uso de razón yo sufría de asma, entonces el practicar deportes para mí era algo imposible. Lo fui sintiendo más cuando empecé a ir a la escuela y ver que la única manera que podría aprobar educación física era con un certificado médico. Me perturbaba verme incapaz de hacer ejercicio físico”, recuerda. Parece imposible que ese chico que no podía ni correr sin agitarse, se haya convertido en el nadador que se atreve a ríos, lagos y mares helados con el fin de “Unir al mundo”, un proyecto que no sólo es deportivo sino también social. Recién a los 21 años, cuando ya estaba en la universidad, Matías decidió enfrentar la enfermedad y empezó natación, algo que nunca había practicado. “Mi primer entrenador vio que yo ni siquiera podía hacer 25 metros por mi asma. Le agradezco mucho a él por haber sido paciente, yo le ponía muchas ganas y a los seis meses de haber empezado conseguí tiempos de un nadador federado nacional y competí en los campeonatos tucumanos y después en otros nacionales”, destaca. Desafíos cumplidos. De esas primeras brazadas, surgieron muchas más, ya que Matías empezó a nadar por todo el NOA. “En un momento me olvidé que tenía asma porque ganaba medallas, competía con chicos que nadaban desde los 5 años. Me llenaba de un orgullo sano. Mi entrenador me decía: ‘¿Pero cómo no aprendiste a nadar antes?’. Muy pocos sabían de dónde venía”, cuenta. Sus ganas lo llevaron hasta el Cenard, en Buenos Aires. “Cuando vi esa pileta olímpica, el agua súper cristalina, una infraestructura increíble, que no se ve en otra parte del país, me enamoré totalmente de ese lugar. Me dije: aquí quiero venir a nadar. Me puse otro desafío más”, relata. Todo fue en pos de este nuevo desafío. “Vivía ahí pegado a la piscina, tenía desayuno gratis, comida gratis, entrenamiento,

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se convirtió en mi casa en Buenos Aires, pero yo tenía en mi conciencia que yo no me merecía estar ahí. Porque era un lugar para atletas, y creo que muchas veces fui cuestionado porque yo estaba ahí sin ser realmente nadie en la natación”. Pero no le importó nada de eso, su objetivo era mejorar su estilo, saber hasta dónde podría llegar. En ese lugar se dio cuenta de que la competición no era para él. “Yo llegué tarde a la natación competitiva, de alguna manera era demasiado esfuerzo para lograr tener una medalla que no satisfacía mi deseo”, sostiene Matías, quien recuerda exactamente el momento en que tomó la decisión de dejar la competencia: “Fue en agosto de 2011, luego de competir en España, no sabía si volverme a Tucumán o qué hacer en Buenos Aries, y empecé a investigar qué podía hacer y encontré a nadadores en el mundo entero que hacían travesías de aguas abiertas. Se trata de nados individuales con un objetivo solidario pero sin competencia; nadás solo con un equipo que te asiste pero sin ninguna medalla, con un objetivo social”. El primero que escuchó su idea de nadar en aguas abiertas fue su entrenador Alberto “El Colo” Santiago. Él le dijo algo que quedó marcado para siempre: “un buen nadador nada sin traje de neoprene”. “Él me hablaba de 16 o 18 grados, nunca pensó que yo iba a nadar a cero grado sin traje. Le había dicho que quería hacer el canal de la Mancha y la isla de Manhattan, y él me dijo: ‘buscá cruces más cortos’. Fui a mi habitación donde tenía un mapamundi enorme, me paré y ahí vi que otros nadadores habían hecho travesías de unir los cinco continentes nadando. Así nació Unir al mundo”. -¿Cómo es nadar en aguas tan frías? -En estos tres años escuché muchos mitos y, la verdad, es tan parecido como cualquier otro deporte, lo único que necesitás es pasión, querer al deporte y hacerlo. -¿Cuánto tiempo podés nadar? -Cada vez podés estar más. Son cuarenta, cincuenta minutos, depende de la temperatura. En las vacaciones de invierno fui a nadar a China, Estonia, Finlandia, a cero grado. Hay mucha gente que está nadando en aguas frías, e incentivar que este deporte se practique en la Argentina, para mí es un placer. Muchas veces me preguntaron qué hay que hacer. Yo he visto en Finlandia a chicos de 5 años nadando, como a personas de 70 años, en cero grado, entonces

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arriba: En Rovaniemi, Finlandia, logró una medalla de plata en la carrera de 450 metros. abajo: en una de sus travesías en las heladas aguas de ushuaia.


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Desafíos helados El año pasado realizó el primer cruce para unir dos continentes: unos 135 kilómetros de Rusia a Alaska. Ahí se dio cuenta cuenta de que verdaderamente se podía unir el mundo nadando. El último cruce fue la unión de Asia a Europa, a través del estrecho de Estambul en Turquía. “Hicimos un cruce histórico, nunca había sucedido algo así”, asegura. Matías nadó en lugares donde nunca se imaginó. Lo hizo entre glaciares, en el Faro del Fin de Mundo, en la isla de los Estados, a 3.000 mil metros de altura en Chile, al pie del Aconcagua. El 10 de diciembre estará en Tyumen, en la Siberia, en un evento de nadadores rusos, donde asisten 500 deportistas de todo el mundo. Será el único argentino y la temperatura del lugar será de unos 30 grados bajo cero, su desafío más frío. Le quedan cuatro cruces que piensa completar el año próximo: “Si Dios quiere, tenemos nuestras últimas travesías en mayo de 2015, la unión de Oceanía con Asia, y de África con Europa. Y el último sería el nado en la Antártida argentina”, revela. www.unirelmundo.com

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no hay una preparación específica más que nadar. Para mí no existe el yoga, ni la concentración, ni la mente en blanco, ni el tercer ojo ni nada de eso, para mí existe un amor al deporte y pasión en lo que hace. -¿Alguna vez tuviste miedo? -El nadar en el mar me provoca curiosidad, miedo he tenido cuando me apareció una ballena, cuando en el canal de Bering estuve nadando con olas de 4 o 5 metros, con un mareo terrible. Estuvimos doce días navegando en un buque de 100 metros de la armada rusa que se movía como un papel. Hemos estado en momentos en medio de tormentas, de tantas cosas…, de alguna manera nuestro deporte es muy aventurero, muy extremo. Y yo creo que en el caso de

un deporte extremo, como yo practico, tenés que tener una razón para que te empuje. -¿Y cuál es tu razón? -El objetivo social de “Unir al mundo” es que no existan más Matías, y para eso tiene que haber centros deportivos en el interior. Esto es lo que yo quiero hacer, fomentar, y tal vez, lograr la construcción de un centro deportivo con instalaciones de alto rendimiento en Tucumán. Estamos un paso para atrás en lo que es infraestructura deportiva, si tenemos buenos atletas es porque está en sus genes, no porque tengan el mejor lugar para entrenar. Yo trato de dar el mensaje de la inclusión social, y de que existe esta inclusión con el deporte, que es lo que ha pasado conmigo.


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